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Es p a REVISTA QUINCENAL
ti
n o1
FondadoTi EL CONDK Dt SAMTIBAÑCZ DEL RlO
Ditectoii RAMIRO DE MAEZTU
para que luego ordenemos nuestras tierras —las que nos corres-
ponden por herencia y por sangre—, para que esas tierras, ya
ordenadas en la Verdad, estén dispuestas, en el momento glorio-
so, a volverse a juntar en la hermandad del viejo Imperio Hispano.
Yo invito a nuestra juventud, no a esperar el retomo de nues-
tra tradición, sino a ir a conquistarla.
Para ello debemos empuñar la espada por donde debe empu-
ñarse, por la Cruz, que es la empuñadura de la espada. A base
de Cristiandad nació nuestra cultura y nuestra civilización. A
base de Catolicidad debe resurgir. Somos y tenemos que ser cru-
zados para responder en la verdad a la herencia inmensa que nos.
dejaron nuestros fundadores. Porque esa herencia se encierra en
una sola palabra : Conquistadores; y esta juventud, que anhela
la grandeza de la Patria y en el futuro la grandeza y fuerza im-
perial de la América, debe ser, de nuevo, integral y decididamen-
te, ¡juvenkid conquistadora]
PABI,O ANTONIO CUADRA
II
El Diario Nicaragüense publicaba en su número 7.546, un
discurso de José Coronel Urtecho, pronunciado en la Jura de-
la Bandera de las escuelas. Decía asi :
ciones del pasado, las graves obligaciones del presente y las exi-
gencias del destino futuro. Pues si no comprendemos el verdade-
ro significado de nuestra independencia, estamos condenados a
juzgar nuestra vida nacional, nuestra rea,lidad de pueblo, como
una locura sin sentido histórico, como un experimento sin obje-
to, como una inmensa y sanguinaria inutilidad.
Hagámosnos la pregunta sincera : ¿ Qué fué la Independen-
cia de Centro América, es decir, la consiguiente Independencia
de Nicaragua?
Si respondemos francamente : fué el triste fin de un gran Im-
perio.
Si hemos de amar la realidad y comprenderla, estamos obli-
gados a confesamos que nuestra Independencia no fué un alba
gloriosa, no fué un principio heroico, no fué una gran conquista
libertaria lograda por un pueblo oprimido que se erguía, sino
una dura necesidad impuesta por los grandes errores y peligro-
sos espejismos de la historia.
Los independizadores, modestos hombres de su tiempo, de una
exaltada buena fe, se entregaron, ilusos y confiados, a los ideales
libertarios, y queriendo poner en práctica las utopías que llama-
ban alas ideas modernas», proclamaron la Independencia en una
tierra que ya estaba realmente desmembrada del Imperio espa-
ñol. Por eso, las verdaderas causas de nuestra Independencia no
hay que buscarlas en nuestro pueblo, sino en el seno mismo del
órgano central del vasto Imperio » que pertenecimos. Los prin-
cipios revolucionarios corroyeron a la Monarquía directora en
donde estaban resumidas y personificadas la soberanía y la in-
dependencia de un gran haz de naciones, y al relajarse la tradi-
ción autoritaria que había formado el Imperio más vasto y el
más uniforme que ha conocido el mundo, se operó la violenta des-
membración a que aludimos con el pomposo nombre de Indepen-
dencia Americana.
E ^ desmembración, esa disolución, que provocaron principios
corrosivos, no se detiene. Continuó destruyendo rápidamente el
cuerpo del viejo Reino de Guatemala, convirtiendo a sus cinco
provincias principales en cinco débiles repiúblicas independientes
y deparadas, y propagando la disolución al seno mismo de las re-
públicas, a la cohesión misma del pueblo, nos divide en partidos
contrarios, subdivididos a su vez en camarillas enemigas ; nos
EL RETORNO DE LA TRADICIÓN HISPAN \ 415
TÍO esclavista de veras, esa misma bandera —girón del único Im-
perio de hombres libres que ha visto el mundo— conoció una vic-
toria hermosísima cuyo recuerdo guarda el corazón nicaragüense
•como un símbolo eterno: ¡ 14 de septiembre de 1856, verdadej»
día de la bandera y de la Independencia de Nicaragua!
La historia tiene sus signos cargados de sentido, sus extra-
ñas señales en los números misteriosos del tiempo. ¿Por qué,
efectivamente, dispuso la Providencia que la batalla victoriosa de
San Jacinto se librase en un día 14 de septiembre, vísi>era de la
fecha en que recordamos la Independencia? Pareciera indicarnos
que Ja sangre de esa victoria fué di justo precio que pagamos para
hacernos dignos del noble título de defensores de nuestra patria
independiente. Pareciera indicarnos, asimismo, quiénes eran y de
dónde vendrían los verdaderos extranjeros que amenazaban y se-
guirían amenazando la indepedencia de Nicaragua solitaria, Pa-
leciera indicamos, en suma, que separados nosotros del Impe-
rio de nuestra raza, quedaríamos librados al imperialismo de las
razas extrañas.
Tales son las lecciones precisas de nuestras fiestas patrias.
Sus consecuencias, que os corresponde desprender a vosotros de
mis francas palabras, entrañan obligaciones profundas y djffci-
les, que reclama a todo nicaragüense esta bandera de su patria.
VI
nes que lo hagan eficaz y cierto, sin castigo para los prófugos ni
fusilamientos para los desertores. Sólo la rea^leza es servicio obli-
gatorio, real y efectivo, amparado contra la deserción por una te-
rrible coacción penal a cargo de la Revolución y de la Historia.
Sólo la realeza lleva hasta la cima del poder el verdadero interés
humano, equilibrado y sabio, hecho de oro de ideal y barro de
egoísmo: cimiento de todas las estabilidades sociales. Sólo el
Rey mira la Nación, como el propietario su huerta, con «ojo de
amo» y cojo de amante», según la bella expresión de Lafontai-
ne : los dos ojos más lúcidos, penetrantes y adivinadores que
existen.
Jaurés, el revolucionario francés, creía herir con la má.& des-
preciativa censura a la forma monárquica, cuando decía que la
Monarquía tendía al bien del pueblo no por amor, no por deber,
sino ipor egoísmo», y aún añadía : «por egoísmo inteligente».
Jaurés no se daba cuenta de que con ello hacía el supremo elogio
de la sabia institución monárquica. ¿Qué más se puede desear
que un régimen que hace el bien público, aun sin querer, con sólo
perseguir su bien privado ? No cabe base más sólida y segura para
un buen gobierno. El príncipe puede ser inteligente, sabio, idea-
lista, abnegado, y entonces, como por añadidura, hará grandes
bienes. Pero en el peor de los casos, con sólo ser egoísta, no hará
grandes males. ¿Qué más puede desearse? Preferimos, para base
segura de un poder, este egoísmo de los Reyes a la vaga ciudada-
nía o al teórico patriotismo de los alcaldes, ministros y presiden-
tes. Estos pueden ser patriotas de nombre o de boquilla. El Rey,
en el peor de los casos, será siempre, parodiando la pieza de Mo-
liere, patriota malgrh hit.
(1) Barbarroja había perdido más de cien barcos ; pero Solimán dio
a 6U almirante nuevos elementos de combate y éste intensificó el esfuer-
zo naval turco. Véase Freeman (E. A.) : The Ottoinan power in Europe,
Londres, 1877, y La Jonquiere (A.) : Histoire de l'Empire Ottoman dcpids
les origines jusqu'a nos jours, París, 1914.
430 ACCIÓN BSPAÑOLA
(1) Sandoval (Fr. Prudencio de) : Historia, vida y hechos del Em-
perador Carlos V, Pamplona, 1614.
(2) Pastor (Dr. Lud-^ing) : The History of the Popes, vol. XI, Lon-
don, 1928.
CARLOS V Y BL VIRREY TOLEDO 431
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público (1). Gachard halló una relación de las personas que forma-
ban parte de la casa antes de que se deshiciera en Bruselas, en-
junio de 1556, y en ella figura Don Francisco de Toledo como
Gentilhombre de boca. Encontrábase el futuro Virrey combatien-
do desde 1554 en Siena, de donde desalojó a las tropas francesas
al mando de Monluc. Rindiéronse el 17 de abril de 1555, firmando-
Toledo la capitulación en hombre del Emperador, con el Duque de
Florencia (2).
La vida en Yuste transcurrió fría y lúgubre como un crepúscu-
lo nublado... No perdió el Emperador contacto con los negocios
mundiales, y en todo lo grave solía consultarle su hijo Felipe.
Pero sus cuidados verdaderos eran su salud y su alma, y sus asi-
duos asistentes el cirujano y el confesor. En el curso de 1558 decli-
nó visiblemente ; el verano exacerbó sus dolores. En septiembre
perdió el Doctor Mathisio toda esperanza de prolongar su exis-
tencia y el paso a mejor vida fué muy seguido. El 20 de ese mes
recibió la extrema unción de manos de Fray Juan de la Regla, es-
tando presente el Arzobispo de Toledo. Contaba entonces cincuenta^
y ocho años, seis meses y veinticinco días. «También vinieron, re-
fiere Stirling, el Conde de Oropesa y su hermano Don Francisco,,
aun cuando estaban ellos apenas convalecientes de su enfermedad.»
Y ese día murió el César a las dos. Encontrábanse en el cuarto,,
fuera de los nombrados, el Prior, los capellanes, Fray Pedro de
Sotomayor, Quijada, Gaztelú, Don Luis de Avila y Don Juan;
de Austria.
* * *
(1) Rivadeneira (Padre P.) : Vida del Padre Francisco de Borja. Ma-
drid, 1592.—^Van Male : Lettres sur la vie interieure de Charles V, publi--
cadas por el Barón de Reiffenberg, Bnixelles, 1868.
02) Courteault (Paul) : Blaise de Monluc, París, 1909.
CARLOS V Y EL VIRRBY TOLEDO 445
* * *
vidísimo panorama desarrollado ante los ojos del futuro Virrey en-
tre sus quince y cuarenta años de edad.
No fué actor de primera magnitud. Segundón en su familia,
también lo fué en las misiones que desempeñó. Prefería Carlos V
hombres de canas, y abdicó en momentos en que pudo destacar a
Toledo en embajadas trascendentes. Cuanto aprendiera esite sagaz
obsen'ador en la intimidad de la vida privada del hombre y en los
actos'de la vida pública del César, lo descubrirá el lector en d se-
ñorío algo soberbio del Virrey, en la elevación de sus pensamientos,
«n la limpieza de su conducta.
RoECRTo LEVILLIER
De la vida a la m u e r t e
IV
CONCEPTO DEL ESTADO COLOIDE
mulantes. Son más ardientes que los tálamos y más llenos de vida
que las cunas. Bl había dicho en un versículo misterioso del Ami-
go y del Amado : Si vosotros, amadores, queréis agua, venid a
•mis ojos que son manantial de lágrimas ; y si queréis fuego, ve-
nid a mi corazón y encended en él vuestras linternas.
Yo, muchas veces, en mis visitas periódicas a la isla, patria
común, he acudido a reavivar en el corazón ígneo de Raimundo
Lulio, mi lámpara feble. Es un rincón exquisito aqud en que el
gran apóstol duerme su sueño férreo. En el trasaltar de la igle-
sia de San Francisco de Asís, lleno de púrpura tenebrosa, los an-
tiguos jurados de Mallorca, colocaron el monumento alabastrino
para que en él reposaran sus huesos incansables. Buen sitio, para
soñar y para meditar. Cuando os habéis avezado a la sombra,
veis cómo aquella sola soledad se va poblando de sombras augus-
tas. Son los príncipes y las princesas de la Casa de Aragón que
ingresaron en la Orden Franciscana que hacen corte de honor al
que fué paje de D. Jaime el Conquistador y senescal del Rey don
Jaime II. Bajo las suaves miradas de violeta húmeda de las prin-
cesas que en vez de cetros blanden lirios, y de los príncipes que
en vez de espadas blanden instrumentos penitenciales, es una cosa
muy dulce beber olvido lento y sorbos de eternidad. Cuando afue-
ra rugen los odios lentos, es bueno empapar el alma en d espíritu
de Raimundo Lulio que fué un espíritu de paz.
Fué un espíritu de paz, y cuando en la persona del Papa Blan-
querna Raimundo Lulio se figuró a sí mismo y las generosas
utopías que él llevaría al papado y al sumo poder de las llaves,
encargó a uno de los cardenales de su corte el oficio de pacificar y
púsole el nombre de Et in térra pax hojninibus. Y este magnífico
cardenal luliano, fiel a su nombre y a su oficio, puso paz en las
agrias disputas entre un cristiano y un judío; puso paz entre
aquellos dos reyes nobles y poderosos que se habían trabado en
batalla, consiguiendo de ellos que apagasen las mortíferas ren-
cillas y uniesen las espadas hostiles en una expedición libertado-
ra del Santo Sepulcro y que el uno fuese contra los sarracenos
de Levante y el otro contra los sarracenos del Poniente y que una
vez que los hubiesen sojuzgado, caminaran de consuno contra los
sarracenos del Mediodía. Y este mismo cardenal de paz no desde-
ñó ponerla entre los dos ropavejeros que reñían por envidia que
el uno tenía de las ganancias del otro. Asimismo el cardenal de
RAIMUNDO LULIO. PROMOTOR DE LA CRUZADA 461
II
ni
Pero ¿qué nuevo género de cruzada podía imaginar Raimun-
do Lulio, que no ignoraba los tenaces e implacables fracasos que
habían acompañado siempre a los generosos propósitos? Ya en
una obra de su juventud, el Libro de Contemplación, exhalaba
esta amarga queja : «Muchos caballeros veo que van a la Santa
Tierra de Ultramar y se afanan por conquistarla a fuerza de
armas. Y cuando se llega a la postre todos allí se agotan sin con-
seguir el fin por que se tomaron tantos trabajos y afanes. Por-
esto paréceme, Señor, que la conquista de aquella santa tierra
no se ha de llevar a término sino por aquella manera misma
con que la conquistasteis Vos y vuestros Apóstoles, que la con-
quistasteis con amor y con oraciones y con derramamiento de
lágrimas y sangre. Como sea que el Santo Sepulcro y la Tierra
Santa de Ultramar parece que debe conquistarse más por efica-
cia de predicación que por fuerza de armas, vayan avante, Se-
ñor, los santos caballeros religiosos y marchen a predicar la
-rerdad de vuestra pasión a los infieles y viertan por amor vues-
RAIMUNDO i U U O . PROMOTOR DB LA CRUZADA 467
tro toda el agua de sus ojos y la sangre toda de sus cuerpos, así
como Vos hicisteis por amor de ellos. Tanto caballero y tanto
príncipe noble han ido ya a la Tierra de Ultramar para conquis-
tarla, que si a Vos os hubiera contentado la manera, parece
cosa cierta que la hubieran quitado a los sarracenos que la po-
seen para vuestra confusión y sonrojo. Por ende, según esto que
vemos. Señor, dase a entender a los santos religiosos que Vos
les estáis esperando cada día ; hagan ellos por amor vuestro aque-
llo mismo que Vos hicisteis por amor suyo, y piueden estar cier-
tos y seguros que si ellos se entregan al martirio por amor vues-
tro, Vos les oiréis y asistiréis en todo aquello que querrán cum-
plir en este mundo para dilatar vuestra honra.»
Puesto que las expediciones exclusivamente militares no ren-
dían la esperada eficacia y no restituían a la Iglesia el sagrado
botín, Raimundo comenzó a escogitar expediciones mixtas en
que la rigidez del hierro estaría templada por la dulce persuasión
y los sudores apostólicos prepararían los caminos del Señor y
la siembra de lágrimas daría una copiosa mies de gozo.
En aquel tiempo y con una viehemencia y saña que nosotros
desconocemos luchaban los dos espíritus; el espíritu de aquellos
cristianos que según la expresión evangélica ignoraban de qué
espíritu eran y pedían asolamiento y celeste fuego vengativo ;
y aquel otro espíritu de paz y de mansedumbre que Cristo trajo
a la tierra. Cuenta Raimundo en su libro Super Psalmum Qui-
cunque vult que después que Blanquierna (Blanquema es aquel
personaje proteico en quien Raimundo albergó su personalidad
riquísima y multiforme) hubo con eficaces razones convertido a
un tártaro, lo envió al Papa para que de sus manos recibiera el
bautismo y le pidiera misión y encargo de ir a predicar a los
suyos. Así lo hace el tártaro; se dirige a la Curia Romana y
llega en el momento en que el Papa con gran pompa y solemni-
dad celebra los divinos oficios ; aguarda a que terminen, y luego
abriéndose paso por entre los que rodeaban al Papa, se le acerca y
con gran humildad le pide el bautismo. Le expone el estado lasti-
moso en que se encuentran los suyos, los tártaros, que viven
sin Ley y tienen graves prejuicios contra la Rdigión Católica
porque no la conocen ; y le pide misión para irles a predicar y
cartas para su ney, para el Gran Kan. El Pontífice accede be-
nignamente a las súplicas del converso, y éste con las cartas y
^8 ACCIÓNBSPAÑOLA
TV
Para forjar la es<pada primera contra los infieles creía ser su-
ficiente la fundación de cuatro monasterios, donde se aprendie-
ran las cuatro lenguas de los infieles, la arábica, la judaica, la
cismátita y la tartárica. Estos monasterios debían construirse
orillas del mar (¡ la obsesión de Miramar, cómo no le dejaba 1) y
en tierras de cristianos. El mismo conocía por personal experien-
cia los escarnios y la ineficacia de la predicación que padecían
aquellos religiosos que movidos de devoción íbanse a tierras de
infieles, para convertirlos e ignoraban su idioma. Una vez sabi-
do este idioma, argumentos para convencerles de la falsedad, en-
contraríanlos en sus libros a barrisco. Contra el milagro del Al-
corán, él había hecho el milagro de Los Cien Nombres de Dios.
Razones contra la pervicacia judaica hallaríanlas en muchos li-
bros suyos y especialmente en el Libro del Entendimiento, Li-
bro de la Voluntad, Libro de la Memoria, Libro de Significación
y también en el Árbol de Ciencia. Con estos argumentos sería
vencida su pertinacia, si el secreto de su impenitencia no fuese
la avaricia, temerosa de la pobreza, si restituían sus usuras y
malos logros. Contra los cismáticos era bueno y decisivo el Li-
bro de los Cinco Satbios. Y contra los tártaros, que no tenían ley,
el Libro del Gentil. Esta era la espada espiritual.
Con la segunda parte que trata de la espada corporal comien-
za lo más interesante y bello del libro. Para los ángeles del Pa-
raíso, para los santos de la corte celestial y para todos los lati-
nos creyentes era cosa deseable la recuperación de la Tierra San-
ta que detentaban los infieles con vituperio y baldón de los cris-
tianos. Para ello era menester que el Papa y el Colegio de los Car-
denales creasen una orden militar o refundiesen en una sola las
que ya existían y que eligiesen un caudillo para esta orden. Si
fuera posible, se le había de dar el reino de Israel. Convenía que
este caudillo fuese de sangre real, tanto por la magnificencia y
el honor que con tal título y misión se le otorgaba, sino también
para que todas las órdenes militares de buen grado admitieran
su caudillaje. ¿Quén había de ser este rey? Para Raimundo Lu-
lio no había dudas. Este rey había de ser Jaime II de Aragón,
a quien loa tan largamente en sus obras y a quien llama humilde
rey de alta corona. El día 4 de septiembre del año 1308, Cristiano
Espínula escribía desde Genova al rey Jaime II comunicándole
ique Raimundo Lulio se iba a la corte del Papa para suscitar la
RAnfUNDO LUI-IO, PROMOTOR DS I.A CRUZADA 475
LORENZO RIBER
El Estado nuevo
XIX
LA J U S T I C I A
ción del caciquillo para el juez de paz, del cacique para el de pri-
mera instancia, del diputado o senador para el magistrado de la
Audiencia, o de un ex ministro de Justicia, que puede volver a
serlo, para el magistrado del Tribunal Supremo» (1).
Deil Conde de Romanones son estos durísimos conceptos : «... es
más difícil encontrar juez justo que varón perfecto; y tan habi-
tuados estamos ya a esto, que lo consideramos como una enferme-
dad incurable, habiendo perdido por completo toda confianza en
los Tribunales de Justicia, y, más aún que en las clases ilustra-
das, en el pueblo es tan general este escepticismo, que, exage-
rando lo que en la práctica pasa, creen que no hay mal negocio
que se pierda ni criminal que no se salve con dinero y valimien-
tos... Porque el mal está tan hondo y sobre todo ^5 consecuencia
tan necesaria de los Gobiernos parlamentarios, que su remedio
no puede buscarse en soluciones parciales... Esta intervención
grande del poder ejecutivo sobre el judicial, y que siempre exis-
tirá en los Gobiernos de gabinete, responde a la necesidad que tie-
nen éstos... de obtener y sostener esas mayorías ficticias y facti-
cias, condición esencial de su existencia. Para obtener este resul-
tado, para obtener partidarios y votos dispone el Gabinete de dos
únicos y poderosos recursos : los favores de la Administración y
los favores de la justicia ; hasta tal punto, que, como dice Guic-
ciardini, EN LOS GOBIERNOS MODERNOS LA JUSTICIA TIENE DOS
BALANZAS : UNA PARA LOS AMIGOS Y OTRA PARA LOS ENEMIGOS (2).
Y cerca de cuarenta años después de escritas estas tremendas pa-
labras y abarcando casi medio siglo de la vida política española,
decía : «En nuestra Patria, las luchas apasionadas de los parti-
dos, la especial composición de éstos, las circunstancias todas de
nuestra vida política y social, han hecho que este mal (el ejer-
cicio de la influencia gubernamental sobre la Magistratura en
favor de los litigantes) se mostrara en el periodo que examina-
mos (1879-1923) sumamente agravado, sin que baistara a conte-
nerlo el esfuerzo de algunos Gobiernos y de no pocos ministros^ (3).
En el soilemne acto de apertura de los Tribunales correspon-
I» * *
* 41 Hi
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* * «
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• * «
(1) Con ocasión del paso por Tánger con dirección a Fez del preten-
diente D. Jaime de Borbón.
El, PADBB LERCHUNDl 505-
que los recibía amoroso, que los escuchaba con cariño, que les
bacía más leve su carga ayudándoles a soportarla con sus con-
sejos y sus cristianas reflexiones.
« • •
* * *
IV
LA «NUEVA ARQUITECTURA» O LA REVOLUCIÓN FRACAS-^DA
* * >i>
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512 ACCIÓN ESPAÑOLA
* * *
(Paréntesis)
El catalán surrealista Sailvador Dali es el campeón del modern
style como ideal de arte, en oposición al arte funcional y raciona-
lista. Para Dali la Suma Belleza deberá ser comestible. Adora las
puerta\s en forma de hígado, las columnas de confitería arquitec-
tónica. Adora las ondulaciones de mar petrificado de las fachadas
del Paseo de Gracia, en Barcelona. Y las estatuas ornamentales
en éxtcisis eróticos y cursiUsimos. Y las neurosis ceramistas del
Parque Gücll, en su tierra. A primera vista, podría sorprender
que un artista joven, avanzado y de gran talento plástico como
Dali, haya caído en esa glorificación de lo que se tenía por más
cursi, repugnante, burgués y mediocre : el estilo catalán o mo-
dern style fin de siglo. Y, sin embargo, no hay contradicción.
Es un fenómeno en arte —paralelo al politi'CO— que obedece a
lina misma causa : el regionalismo.
El regionalismo es (uruj> consecuencia de la metafísica románti-
ca, naituralista y subversiva, utilizada lioy por la Rusia comunis-
ta y por la Francia liberal, para impedir toda posible unificación
en principios clásicos, cristianos, católicistas e imperiales.
Asi como los «revolucionarios sindicalistas^ de la Esquerra de
Maciá partieron de un hipócrita e insincero postulado intemacio-
nalista y humanitario para terminar en una Generalitat localista
y regional, así Dali partió del principio vanguardista, abstracto
y deshumano para terminar en las bellezas de la Barceloneta.
Aribau, Rusiñol, Guimerá y todos los artistas folkóricos y re-
gionales de Cataluña, han quedado bien pobres ante la glorifica-
•ción del alma del Señor Esteve, ramphna, tripuda, práctica y
BL AJOS Y BI. BSXAJ20 513
* * *
* * *
KL ARTB X BI, ESIAJX) 515
V
E L OEXPEDIENTE» L E CORBUSIER
* * *
Sagrado Corazón del Cerro de los Angeles, no creo se, alzara con
ninguna intención el monumento del Retiro. Se hizo el monu-
mento porque la escultura parecía bella, y no cabe duda de que
lo es. No se pensó en el simbolismo inevitable de la obra. Se
olvidó que la caída de Satán no es un suceso que; haya ocurrido
una vez en la historia, y que su signifioación está no sólo en el
pasado, sino en el presente y en el porveínir. Cada vez que se le
frustra al diablo un gran designio, cae Satán por los cielos, aun-
que ello no suela poder verse sino con los ojos de los ángeles.
En el Evangelio de San Lucas se cuenta que Nuestro Señor
envió de ciudad etn ciudad a setenta y dos discípulos. Al regresar
estos apóstoles lo hicigron llenos de gozo y diciendo: o Señor, aun
los demonios se nos sujetan en tu nombre» ; a lo que contestó
Jesús: «Videbat Satanam sicut fulgor dei coelo cadentem» (Veía
a Satanás como un relámpago que caía del Cielo) (Luc, X, 17 y
18). ¿ Qué contratiempo padeció el Príncipe de las tinieblas en
los tiempos de la Restauración para que sei volviera a caer del
Cielo ?
Líbreme Dios de la tentación de sugerir que nuestros padres
celebraron en (A Ángel caído el símbolo de su querido liberalis-
mo. Muchos de aquellos liberales se tenían por católicos excden-
tes y eran relativamente pocos los qua se daban cuenta de que
los grandes liberales o libertarios o libertinos extranjeros habían
celebrado en Satanás al gran rebelde, sólo por ser rebelde, pero
excusándole por haber arrancado a los cielos, a la fuerza bruta
omnipotente, las lucgs del saber, y así, cuando Shelley canta al
«Prometeo desencadenado», no vacila en asemejarlo a Satanás,
aunque decida la comparación en favor de Prometeo, por carecer
de la ambición, envidia y ansia de desquite que afean, a su jui-
cio, al Satanás de Milton.
De otra parte, en aquellos años primeros de la Restauración
no podían leer nuestros padres en la «Filosofía de la Sociedad»,
de Othmar Spann (traducción de la «Revista de Occidente», pá-
gina 198), que las más elevadas figuras de la revolución del pen-
samiento son consideradas como demonios por uno de los más
excelentes pensadores de nuestra generación y en palabras como
ístas:
tNuestna época está bien surtida de genios mediante el cine,
526 ACCIÓN ESPAÑOLA
# iif *
tor García del Real, se llama al siglo XVI «el del esplendor ana-
tómico». El propio Dr. García del Real, hombí? de izquierdas,
dice quq aen ese sigÜo la cultura española no titene más rival en
el mundo que la italiana».
Hace tres siglos no había en España ni presupuesto de Ins-
trucción pública, ni periódicos que sostuvieran un plantel de co-
laboradores, ni era posible a los escritorqs, con excepción de Lope
y algún otro, ganarse la vida con la pluma. España tenía la mi-
tad de población que ahora y su riqueza no pasaba de una peque-
ña parte de la actual. Era grande, sin embargo, en el reino defl
espíritu. Ahora no lo e s ; ¿ por qué no lo es ? También reciente-
mente se ha tratado de atribuir este descenso a causas telúricas,
por cuya influencia nos interesa ahora más el «foot-ball» que no
el espíritu. Al decirlo nos olvidamos de que la educación física
de un hidalgo del siglo XVI era harto más severa que ahora y
mucho más complicado y difícil el manejo de las armas que el
del balón. De otra parte, ¿ por qué hemos de atribuir el cambio a
razones desconocidas y misteriosas, cuando actúa ante nosotros
la causa suficiente que nos explica el cambio ?
Los españoles de hace tres siglos creían, en general (los edu-
cados creían unánimes), en el espíritu. Creían en el espíritu como
principio y como fin, como alfa y como omega. Los «intelectua-
les» de ahora, en general, no creen en el espíritu sino como me-
dio, como instrumento que surge de la vida y no se propone sino
servirla. El espíritu como principio y como fin, como razón de
ser, es el espíritu libre, cuya libertad, al menos, estamos pro-
curando y debemos procurar, cuando no para nosotros, para nues-
tros hijos. El espíritu, como herramienta, es esclavo. Mientras
trabaja para darnos meramente pan o fama, es que no hemos
con:^guido libertarlo, es que somos esclavos. La creencia en el
espíritu como finalidad tiende todo el tiempo a libertarle, para
que pueda actuar como causa verdadera de la historia, en su ca-
pacidad creadora y conservadora. Quien sienta esa creencia como
fe viva, limitará sus necesidades materiales, actuará de Mecenas
para libertar los talentos que conozca, ordenará la vida al objeto
de que su propio espíritu y el de los demás se sobrepongan a
las necesidades materiales y a las pasiones de la carne, y actúen
en el mundo.
EL ESPÍRITU EN LA HISTORIA 529
* # *
(Sean nuevas todas das cosas: los corazones, las voces y las
obras.)
Otro jesuíta, el ecuatoriano Espinosa Polit, en su no menos
maravilloso Virgilio, el poeta y su misión providencial, nos
muestra que al vate de quien Dante se despedía llamándole «dol-
cissimo padre», le correspondió la misión providencial de ablan-
dar los duros corazones de los hijos de la loba, con «la profun-
didad y eficacia regeneradora de sus convicciones religiosas, su
concepto providencialista de la historia, su clara penetración de
la misión de Roma en el mundo, la magnífica independencia y
ardoroso celo de su ideal pacifista, la alteza y fecundidad de su
enseñanza moral, sus inexplicables vislumbres de aspiraciones e
ideas que parecen incompatibles con el paganismo, y, más aún, su
acomodación plena a la concepción cristiana de la vida, que pro-
longa hasta nosotros la estela de su paso».
Nuestro Señor no necesitó esperar a que la enseñanza del
cantor de la «Eneida» se hiciera obligatoria en las escuelas del
Imperio romano, y si aguardó a que Jos profetas de Israel y los
filósofos de la Hélade, y los soldados de Roma y los versos de
Virgilio le prepararan el camino, debió de ser porque quiso en-
señarnos que, después de la fe en sí mismo, las dos condiciones
necesarias para la eficacia del espíritu en la historia son la es-
pera del momento y circunstancias propicias, y luego su aprove-
chamiento absoluto y total, sólo que entonces hay que echar toda
la carne al asador, porque «Ninguno que pone su mano en el
arado y mira atrás, es apto para gl reino de Dios» (Luc. IX, 62).
* * *
Fué Goethe quien dijo que todas las épocas creadoras de la his-
toria habían sido épocas de fe, mientras que las edades disolven-
tes y destructoras se habían distinguido por su escepticismo. Fué
un pensamiento al que dio muchas vueltas en sus obras, por ejem-
plo, cuando dijo que la religión cristiana tiene por misión aliviar
de sus penas y levantar de sus caídas al género humano, lo que la
EL ESPÍRITU EN LA HISTORIA 537
ilf * *
Para mostrar lo que puede hacer por nosotros el cultivo del es-
píritu y el culto del espíritu no hay sino pensar un momento en
lo que es nuestra alma espiritual y en lo que su libertad implica,
es decir, en la capacidad de sobreponerse a nuestras pasiones, a
nuestra pereza, a nuestra comodidad material, de ordenar y di-
rigir nuestra vida, de dedicarla al trabajo o al estudio, de realizar
con nosotros mismos el superior ideal que hayamos concebido.
Bpicteto decía que nos indignaríamos con el que colocara nuestro
cuerpo a merced de los empujones y puntapiés de los transeúntes ;
«¿No hemos de avergonzarnos de abandonar nuestra alma a la
merced de cualquier accidente que la turbe y conturbe?».
540 ACCIÓN BSPASQIVA
RAMIRO DE MAEZTU
LAS IDEAS y LOS HECHOS
Actualidad española
* * *
m * «
• * *
otros nos parecen los discursos del Sr. Martínez de Velasco hue-
ros y sin sustancia. Discursos coneervados en naftalina y que que-
daron sin pronunciar en los albores de su afición política, a prin-
cipios de siglo. Por otro lado, el Sr. Martínez de Velasco es siem-
pre el hombre de las suavidades y de las componendas. Untuoso,
condescendiente, partidario de tonos dulces y melifluos.
Sin embargo, en sus últimos discursos, el jefe del partido agra-
rio ha atisbado el Poder : el Poder está más cerca de sus manos
de lo que muchos podían suponer, y por eso no pone en duda «que
por azares de la fortuna esté muy cercana la hora en que tenga
que cargar con la responsabilidad del mando. Si llega mi hora
de gobernar —^añadió—, en defensa de los intereses de la Patria,
incluso suspenderé los partidos que no sólo cuentan en sus pro-
gramas con principios demagógicos, sino que alardean a voz en
grito de sus intenciones revolucionarias y de sus hechos de idén-
tico tipo. Si no se tiene conciencia de esto, consintiendo revolu-
ciones sin desarticularlas luego implacablemente, no se ha hecho
nada. Que dejen paso a otros que tengan más arraigadas esas
convicciones. Hay que cumplir con el deber, cueste lo que cues-
te». Pero fué más terminante en Granada, y dijo: «Pronto go-
bernaremos».
El Sr. Gil Robles, en un discurso pronunciado en Gijón, se
expresó así : «Nosotros seguimos firmes y somos el eje de la po-
lítica. Estamos más cerca del Poder de lo que muchos creen. Nues-
tra representación en el Gobierno es garantía de la competencia
de lio que anhelamos. Yo os afirmo que ahora hacemos un ensayo
lleno de generosidad y sacrificios. Somos los más y tenemos la
representación menor ; somos el partido de mayor masa y diri-
gen quienes tienen menos masa. Queremos, repito, hacer un en-
sayo sin prisas. Cuando veamos que ningún otro partido ni nin-
gún otro hombre realice el programa que España precisa, enton-
ces ocuparemos el Poder, y si no se nos dan sus riendas, iremos al
pueblo a decirle si quiere ir con la política extremista a la ruina
o salvarse con nosotros».
Casi a la vez Martínez Barrio se dirigía a sus correligionarios
para decirles, con semblante ccmpungido, que, sin él quererlo,
se le venía a las manos «el abruanador lote del Poder». Presiente
ya las acideces del encargo y los sinsabores que le aguardan, pero*
554 ACCIÓN BSPAÑOLA
JOAQUÍN A R R A R Á S
Actualidad internacional
Al margen de Ginebra.
ha hecho notar que una flota aérea de bombardeo, que puede obrar
en un plazo de tiempo extremadamente breve, difícilmente dará
tiempo para que los trámites —trámites netamente ginebrinos—
previstos puedan conducir a nada tranquilizador para quien sea
víctima de la agresión. Pero claro es que una cosa es el deseo y
otra la realización. Hubiera valido de poco que Inglaterra y Fran-
cia llegaran a un acuerdo. Por otra parte, era preciso conservarse
dentro de las apariencias del Tratado de Lócame. Por eso ha
sido preciso invitar a una conversación previa a Alemania, a Bél-
gica y a Italia. Se trata de que, «en un caso especial y en condicio-
nes deteminadas, se pueda recurrir a un procedimiento más rápido
y más decisivo, destinado —al menos esta es la intención del Go-
bierno británico y del Gobierno francés— a desempeñar, no ya el
papel de una sanción, sino más bien el de un medio preventivo».
Es algo así como si se tratara de dotar a las medidas defensivas de
Locarno de un automatismo que no se adivina bien en qué ha de
consistir.
No se adivina bien ; y cuando se trata de penetrar en las se-
gundas intenciones, las suspicacias, bien explicables, ponen los re-
celos nacionales en carne viva. Rosenberg, inspirador de la polí-
tica exterior del partido nacional-socialista, insinuaba inmediata-
mente, en el Voelkische Beobachter, que de lo que se trataba ver-
daderamente no era de buscar una colaboración con Alemania,.
sino más bien de estrangular al tercer Reich ; suspicacia explica-
ble, pero evidentemente exagerada.
A dar esta sensación tendería, sin duda, el pTopósito de Sir
John Simón de acudir a Berlín para conferenciar con Hitler. De
todos modos Alemania, cuando se le comunican las líneas gene-
rales de las conversaciones franco-inglesas, contesta aprovechan-
do la ocasión para insistir, una vez más, en sus puntos de vista
respecto a la igualdad de armamentos.
Pero prueba de cómo es difícil limitar el ámbito de las nego-
ciaciones de esta naturaleza es que, apenas se ha hablado del viaje
de Sin John Simón a Berlín, el Gobierno de los soviets se ha pre-
ocupado de hacer saber la satisfacción con que vería que el viaje
del Ministro inglés se extendiera hasta Varsovia y Moscú, y ella
no podría dejar de relacionarse con la ampliación de la esfera de
influencia de la Rusia soviética en Europa, debida a los contactos^
ACTUAIJDAD INTRRNACIONAL 557
Había que dar cuenta, claro es, a Berlín del resultado de las
conversaciones de Londres. Y Berlín tenía que contestar. Había
que esperar también que no lo hiciera demasiado explícitamente.
Y hubo, en efecto, en la respuesta un no se sabe qué de evasivo.
Alemania prometía proceder a an examen detallado del conjunto
de cuestiones referentes a la política europea que se tocaban en la
declaración de Londres. Pero no hablaba nada de volver a Gine-
bra, ni de limitación de armamentos, ni de pacto ; pero decía, sí,
que sería para ella muy satisfactorio que, «como consecuencia de
las deliberaciones franco-británicas, el Gobierno inglés, en su do-
ble ca!lidad de participante en las conversaciones de Londres y de
garante de los acuerdos de Locarno, accediese a entablar con el
Gobierno alemán un cambio de impresiones.
Con este motivo, los franceses no han dejado de recordar las
finasseries de Stressemann.
En todo caso, hay una evidente preocupación de no comprome-
ter una palabra. Y por parte de los franceses, recelos que si son
un día de Datidet —que prevé el desequilibrio europeo por el acto
de fuerza de un pustch realizado por los alemanes contra Viena—,
otro se dejan traslucir en un periódico, con más fama de sesudo,
quizá, de la merecida —Le Temps—, que habla de unos prepara-
tivos de guerra aérea que alcanzan a la organización de un ejér-
cito de tierra de 500.000 hombres, de una parte, y de otra la pre-
paración de un ejército aéreo, para cuya evaluación pudiera to-
marse como unidad el hecho de que, según la información alu-
dida, los talleres Junkers estuvieran produciendo cada día catorce
monstruosos aparatos, en tanto que se preparan por todas partes
campos de aviación y se enmascaran todos los elementos auxiliares
de las instalaciones.
Pero si no todas las alarmas francesas parecen estar justifica-
das, no sería tampoco sensato desoír sistemáticamente todas las
indicaciones que brotan como al dictado de sus inquietudes. Algún
comentarista francés relacionaba con estos proyectos y con aque-
llas negociaciones una larga conversación mantenida por el Kron-
prinz con el Canciller. Desde luego la anodina referencia oficiosa
obligada no era como para satisfacer demasiado las curiosidades.
\CTÜALID\D INTERNACIONAL SSQ'
* * *
Un plebiscito.
tación del día 24. Parecía natural que se hubiera producido la iden-
tidad del pueblo suizo con su deseo de ser, de sobrevivir. Este
sentido tenía la voluntad de defenderse, la voluntad que triunfó
Pero fijémonos en que triunfó por una reducida mayoría ; y ello
nos hace pensar que ni aun para las cosas más claras y más esen-
ciales puede tenerse demasiada confianza en la tornadiza y mal
informada voluntad de la multitud.
JORGE V I G O N
Actividad intelectual
POLÍTICA Y FILOSOFÍA
I
ANTOLOGÍA DE «LO ORDINARIO»
* * *
nEl honor era una fuerza que penetraba la vida entera de las
generaciones. El honor personal era sólo el sentimiento de la res-
ponsabilidad incondicional del individuo en cuanto al honor de
clase, ai honor profesional y al honor naciomal. El individuo con-
vivía la vida de la comunidad, y la existencia de los demás era
también la suya. Lo que él hacía im/pUcaba la responsabilidad de
todos, y por entonces un hombre no moría tatn sólo espiritualmen-
te cuando su sentimiento del honor o el de los suyos era mortal-
mente herido por su culpa o la ajena. Todo lo que se llama de-
ber, la premisa de todo derecho auténtico, la sustancia básica de
toda costumbre distinguida, procede del honor. La gleba tiene
su honor, como toda oficio, como el comerciante y el oficial, el
funcionario y las viejas estirpes principescas. Quien no lo tiene,
quien no da valor ninguno al decoro ante sí mismo como ante sus
semejantes, es ordinario. Esta es la antitesis de la distinción en
* * *
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(1) Años decisivos, págs. 83, 86, 87, 88, 89, 145 y 150.
ACTIVIDAD INTBLECTUAI, 575
II
PARÁBOLA PLATÓNICA DEL HOMBRE EGREGIO
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nNi habrá ruta posible para salir de tal situación, porque ne-
gándose la masa a lo que es su biológica misió-n, esto es, a se-
gún a los mejores, no aceptará ni escuclmrá las opiniones de és-
tos, y sólo triunfarán en el ambiente colectivo las ojñniones de
la masa, siempre inconexas, desacertadas y pueriles.»
«Lfli cuestión está resuelta desde el primer día de la historia
humana : una sociedad sin aristocracia, sin minoría egregia, no
es una sociedad.»
• íi¡ ¡i*
En uno de sus últimos libros aún repite, para que quede in-
•equívoca, esta tesis de la constitución esencialmente aristocrática
•de la sociedad.
a...Yo no he dicho nunca que la sociedad humada deba ser
atrisfncrática, sino mtt-cho más que eso. He dicho, y sigo creyendo,
cada día con más enérgica convicción, que la socied^ humana
es aristocrática siempre, quiera o no, por su esencia misma, hasta
el punto de que es sociedad en la medida en que sea nristocr&tica,
y deja de serlo en la medida en que se desaristocraticen (1).
Pues bien ; estas minorías han traicionado la misión que les
compete. Durante el siglo XIX, en lugar de dirigir a las masas,
que «no se dirigen, sino que gravitan a donde las lleva su peso
bruto», se pusieron a halagarlas. La primera generación decimo-
nónica cree que la democracia «es la obligación que el hombre
tiene de conquistar y ejercer los derechos inalienables del hom-
bre». La segunda generación habló a las multitudes de sus dere-
chos ; no de sus obligaciones. La tercera va más allá y las hace
creer que tienen todos los derechos y ninguna obligación (2).
Esta fuudamentación intrínsecamente aristocrática de la socie-
dad y esta implacable crítica de lo plebeyo parece que debían re-
matar en alguna construcción política que tuviese virtud para po-
ner concierto en tal desorden. Pero ya hemos visto cómo Ortega
y Gasset pone a buen recaudo a la democracia y la sacude el tan-
to de culpa que pudiéramos imputarla en el hecho amargo de la
rebelión y el triunfo de las masas. Cuando sienta, verbigracia,
que la sociedad es sociedad en la medida en que es aristocrática,
y deja de serlo en la medida en que se desaristocratiza, tiene
buen cuidado de nadar con lo social y guardar la ropa de lo po-
lítico en esta salvedad que hace a continuación para que ningún
demócrata se alarme'. «Bien entendido que hablo de la Sociedad
y no del Estado».
Nos encontramos, pues, ante un paisaje social desolado y sórdi-
do. Se nos pinta un inmundo suburbio, un barrio infecto poblado
de canes famélicos que imponen su ley al transeúnte. Pero luego
se nos asegura que en esa abominable fisonomía no tiene arte ni
parte cierto artificio de otro orden que pone a los canes en liber-
tad y los reviste de gran copia de atributos.
Y, sin embargo, ¡vaya si lo tiene! ¿Cómo concebir que una?
forma política, y, por consiguiente, un instrumento de poder, nada
signifique en los movimientos del cuerpo social vivo sobre el cual
opera, se ejercita y actúa? ¿Cómo explicar una sociedad en la que
el Estado es tan ajeno a sus modales como pudiéramos nosotros
serlo a los de los habitantes de Marte ? Se le dice a las minorías :
«Ustedes deben dar la pauta». Y luego se hace un aparte para:
decirle a las masas : «Pero ustedes no se alarmen ; de ustedes es
el Poder». Nada meuos que el Poder. Entonces las minorías pue-
den responder: «¿ E s que el Poder sirve para otra cosa que parar
dar la pauta ? ¿ O es que la norma, la facultad soberana no afecta
al hombre que vive en sociedad y, por consiguiente, no influye
en sus buenos o malos modos sociales?».
E n la democracia, los selectos, cuando llegan a la cima, se en-
cuentran con que todo lo deben a los vulgares: están a merced
de ellos, y serán depuestos tan pronto como lastimen con algo
egregio, sobresaliente, picudo, el pensamiento romo, de aristas
matadas, de los depositarios del Poder.
S í ; las formas políticas afectan a lo social, porque lo polí-
tico se yergue siempre sobre ello. La democracia política engen-
dra necesariamente «democracia morbosa», modales chabacanos y
arrogancias chulescas. Ortega y Gasset mismo, en un instante
feliz, escribe esta frase que no bastan a desvirtuar todas sus sal-
vedades sobre las excelencias de la democracia:
tConviene que vayamos preparando la revoliición contra el ple-
heyismo, el más insufrible de los tiranos. TENEMOS QUE AGRADE-
C E R EL ADVIENTO DE TAN ENOJOSA MONARQUÍA AI^ TRIUNFO DE LA
DEMOCRACIA. A L AMPARO DE ESTA NOBLE IDEA SE HA DESLIZADO EN
LA CONCIENCIA PTJBLICA LA PERVERSA AFIRMACIÓN DE TODO LO BAJO-
y RUIN» (1).
Al revés: «LA UNIDAD ES UN APARATO FORMIDABLE, QUE POR
s í MISMO, Y AUN SIENDO MUY DÉBIL QUIEN LO MANEJA,. HACE PO»
« I B L E S LAS GRANDES EMPRESAS» (2).
Las formas políticas afectan, pues, a los modos sociales. Lo-
político pone en marcha con una u otra dirección las fuerzas la-
tentes del vivo y tumultuoso complejo social. Ortega lo dice :
triunfo de la democracia, entronización de lo plebeyo. Unidad :
posibilidad de grandes empresas.
Alguna vez he pensado si no serían aplicables a D. José Orte-
ga y Gasset, víctima de la democracia, estas palabras platónicas
que Kelsen trae a cuento de la selección de los dirigentes :
«El ideal de la democracia envuelve la ausencia de dirigentes.
De las entrañas de su espíritu provienen las palabras que Platón
pone en boca de Sócrates en su Estado, al preguntarle cómo se
trataría a un hombre de cualidades excelsas, a un genio en un
Estado ideal: "Le veneraríamos como a un ser divino, maravillo-
so y digno de ser amado ; pero, después de haberle advertido qu«
en nuestro Estado no existía ni podía existir un hombre así, uji-
giéndde con óleo y adornándole con una corona de flores, le acom-
pañaríamos a la frontera".» (1).
Porque también a Ortega y Gasset, después de venerarle como
a un ser maravilloso y digno de ser amado, la democracia, conse-
cuente y cruel, le ba ungido con óleo, le ha dado una corona de
flores y le ha puesto, moralmente, en la frontera.
LETRAS
EL TRICENTENARIO DE LOPE
* * *
* * *
ias normas que han regido tíl mundo hasta nuestros días y &u
decidido acatamiento a las fuerzas de la tierra. Hoy se exaltan
el valor y la fe sobre todas las cosas. Nos sale al paso esta pre-
gunta : ¿ en qué se cree ? ; porque sería absurdo hacer de la fe
un valor espirituail sin preguntar por su contenido. Lo que hace
de la fe un valor de tipo espiritual es su contenido, es decir, aque-
llo en que se cree ; sabido es que se pueden creer las cosas más
antagónicas, y claro que la fe puede llegar a ser en algunos mo-
mentos un antivalor, como aconteció en Rusia durante el im-
perio de Lenin. Y es justamente esta carencia de contenido la que
inyecta en los cuerpos de la juventud contemporánea ese primi-
tivismo, esa ingenuidad que recuerda por contraste la inocencia
paradisíaca, porque en el paraíso no se tenía la conciencia del
mal; por el contrario, la juventud de hoy carece de la conciencia
del bien, y es un hecho incontrovertible que ambas actitudes irro-
gan el' mismo sentimiento vital.
En España se ha conservado el equilibrio entre lo telúrico y
lo espiritual, y por esto puede mantenerse al margen de la era
volcánica que agita al mundo, porque lo que ha acontecido aquí
no es más que un juego superficial. El mundo que nace no brota
de una concepción más, sino de la entraña misma de lo humano,
y España, precisamente por esto, puede dar al mundo nuevos
valores eternos. Claro que si España lograra descubrir su ser au-
téntico, los valores nuevos que podría dar al mundo no serían
más que los que siempre ha vivido, porque parece un poco para-
dójico calificar de nuevo lo eterno; también podría decirse que
España puede y debe mostrar al mundo los viejos va;lores que
han prestado sentido a su historia. Y por eso ha soportado las
transformaciones que trajo consigo la Revolución francesa sin
que su entraña haya sido alterada, y esto explica lo efímero de
las institucionesi que no lograron hincar su raíz en los estratos
más hondos de su historia.
* * *
E. AGUADO
Política y Economía
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(1) Bn esta sección se dará cuenta de todas las obras que se nos nnútan,
a reserva de dedicar artículo* de critica a aquellas que se consideren oportunas.
614 ACCIÓN ESPAÑOLA
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Jerez y Coñac
DISPONIBLE
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