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Historia Medieval

Unidad I – Manuel Ladero Quesada – Historia Universal – Capítulo IV

ECONOMÍA Y SOCIEDAD EN EL OCCIDENTE BÁRBARO

1. Condiciones generales de la vida económica


El sistema económico de Occidente durante la Alta Edad Media debe estudiarse mediante un
método de larga duración que ponga en evidencia los numerosos elementos comunes y permanentes
entre los siglos VI y XI, época de precarias y además mal conocidas condiciones de vida, en que
maduraron las bases económicas, las estructuras sociales, las creencias y mentalidades colectivas del
Occidente medieval, al mismo tiempo que se perfilaba su geografía y sus formas de organización
política.
Hubo sucesivas modificaciones del espacio geográfico sobre el que se realizaban los diversos
rasgos del modelo económico. Ya entre los siglos II y V era patente la diferenciación de las dos
mitades del Imperio en estos aspectos y la creciente ruralización del occidente, que se acentuaría
como consecuencia inmediata de las migraciones germanas. Entre los siglos VI y VIII las posibilidades
de relación económica del antiguo mundo romano mediterráneo cesaron debido a las migraciones
eslavas y a la expansión islámica. Se rompieron las rutas terrestre y danubiana O-E-., que no volverían
a actuar como tales hasta bien entrado el siglo XI. Por otra parte, se produjo una cesura entre S y N
del Mediterráneo que vino a apoyar el paralelo desplazamiento de los principales centros
económicos de Occidente hacia la zona entre Loire y Rin, y las orillas del Mar del Norte, iniciado a
mediados del siglo VII.
La escasa producción de bienes y las dificultades para distribuirlos produjeron hambre y
penuria habituales en la Europa altomedieval. La razón mayor de la escasez habitual fue, sin duda, la
ineficacia de la organización normativa y sociopolítica en relación con los procesos productivos y de
distribución. La regresión subsecuente a la caída del Imperio y de su aparato organizador fue, en este
aspecto, catastrófica, y sus efectos duraron varios siglos, hasta que el feudalismo impuso un nuevo
orden y estímulo a la vida económica. Desaparecieron instituciones fiscales que obligaban a
mantener unos niveles mínimos de producción. Desapareció también el Estado como productor,
distribuidor y consumidor de una masa notable de bienes con los que atendía a parte de la población.
Igualmente cesó el papel estatal de respaldo a la moneda fiduciaria, y decayeron más rápidamente
las funciones urbanas que definían a la ciudad como mercado y lugar de concentración de rentas y
servicios y los cauces que aseguraban su abastecimiento. Naturalmente, todo esto no ocurrió de
pronto: las invasiones del siglo V produjeron grandes desórdenes pero todavía en el VI hubo intentos
de mantener la organización fiscal romana, en la Italia de Teodorico, en Hispania y Galia del S. En
definitiva, la quiebra de la antigua normativa económica y la inestabilidad política y la ineficacia
administrativa de los reinos bárbaros afectó sobre todo a las ciudades, al empleo de la moneda, al
comercio a media y larga distancia, a los modos de fijación de precios, y acabó con muchos estímulos
o coacciones que impulsaban a elevar o al menos mantener un cierto nivel productivo. Por el
contrario, se acentuaron las tendencias a la ruralización y comarcalización de las actividades
económicas, que caminaban hacia un estadio de economía natural mucho más simple y atrasado que
el mundo clásico romano.

2. Población, poblamiento y actividades económicas en el medio rural


El descenso de la población iniciado en el siglo II se agudizó en el Occidente bárbaro. Las
guerras, los éxodos y la inseguridad que produjeron con sus invasiones compensaron sobradamente
su posible aportación poblacional. La continuidad de aquellos hechos llevaría a la curva demográfica
a su nivel más bajo, al menos en Galia y en Italia, en torno al año 600.
La dinámica de la población, durante toda la época, se caracterizó por la baja natalidad, la
fortísima natalidad infantil, que junto con las violencias y desgracias naturales, harían descender el
nivel de esperanza de vida por debajo de los treinta años.
Las posibilidades de crecimiento poblacional eran muy escazas, y en época bárbara se verían
afectadas por la continuación del ciclo epidémico.
Aquellas condiciones demográficas se tradujeron en una permanente escasez de mano de
obra rural, que estimularía la continuidad de cautiverios por guerra y de compra de esclavos, como
medio de asegurar la permanencia de las explotaciones.
Se conocen dos realidades, sobre todo para la Francia merovingia, que aparentemente
contradicen la tesis sobre el escaso número de habitantes:

 La existencia de roturaciones y colonizaciones. Reflejan fenómenos de atracción local de


campesinos por mejores condiciones ofrecidas, por ejemplo, en algunas grandes propiedades
eclesiásticas, o bien son resultado de la sedentarización y asentamiento de poblaciones
germanas.
 Variaciones en la toponimia: en Francia aparecen numerosos topónimos germanos
terminados en stein, wald, engos, etc. En general, son lugares galorromanos que cambian de
nombre o bien porque su población se germaniza o bien, más a menudo, por dominar en ellos
un señor germano.
Las grandes extensiones alcanzadas por el bosque, no comenzaron a perder terreno frente a
las áreas roturadas hasta el siglo XI.
El papel del clima: Desde finales del siglo II hasta mediados del VII, hubo en la Europa atlántica
un clima más húmedo y frío, que dificultaba las labores agrícolas. Comenzó a ceder, ya desde el siglo
VI, para desembocar en una fase cálida y más seca con paréntesis más húmedos en el siglo IX que
duraría hasta el XII, cuando abruptamente hay un viraje a un clima frío y húmedo, que culmina en el
siglo XVI y que favorece la degradación del bosque en sus límites extremos de latitud o altura. La
mejor expansión y mantenimiento del bosque atlántico entre los siglos VII y XII era un obstáculo para
las roturaciones en tanto no se dispusiese de efectivos humanos y técnicos para realizarlas, pero
integradas en el paisaje y los aprovechamientos rurales.
Sobre las formas de poblamiento rural en aquellos siglos, no hay noticias suficientes, aunque
cabe afirmar que se extendió la forma concentrada en aldeas tanto frente la dispersa, más propia de
la villa romana, como frente al nomadismo, que se reduce a aspectos marginales o estacionales.
¿Con qué técnicas se trabajaba la tierra y cuál era la importancia económica de cada producto
cultivado? Es un error pensar que la regresión económica altomedieval se haya debido a una pérdida
de conocimientos técnicos porque todos los que antes había se conservaron y algunos se difundieron
y utilizaron mejor. Los cultivos cerealistas siguieron siendo muy extensivos. Los abonos conocidos
son pocos e insuficientes. La roturación de cultivos comenzó a desarrollarse. Continuó utilizándose
el arado de tipo romano, al que se añadieron ruedas para hacerlo más efectivo. Los instrumentos de
hierro eran un bien escaso, pero las técnicas metalúrgicas germanas son superiores que las romanas.
El molino de agua se conocía en la Antigüedad, pero tuvo gran expansión en la Alta Edad Media.
Los cereales era la base de la alimentación. El pan era más frecuente entre las clases
acomodadas y entre los monjes. La aristocracia laica apelaba con mayor gusto a los productos
cárnicos; el campesinado medio y humilde tomaba a menudo cereales inferiores cocidos, y bebía en
ocasiones cerveza de avena. Centeno, espelta, mijo y panizo cumplían también su función como
alimento del pobre.
Los cereales inferiores cumplían ya una misión dietética complementaria, junto con el sorgo,
el cardo y diversas raíces, pero era preciso amplia el espectro alimenticio con las legumbres: habas,
garbanzos, arvejas, altramuces, harina de guisantes, y algarrobas, más utilizadas para el ganado.
Entre las hortalizas destacaba el nabo, que cumplía parcialmente las funciones que luego
cumpliría la papa. También se consumían zanahorias y coles.
Los frutales cumplían a veces misiones importantes: castaños, bellotas, higos, manzanas y
peras admitían cierto grado de conservación y consumo diferido. También se consumían fresas.
Tal vez la carencia más grave era la que se refería a plantas forrajeras, como el heno, que se
conocía pero apenas la alfalfa o el trébol, lo que limitaba mucho la cría de ganado en establo.
La viña y el olivar tuvieron una expansión muy importante, tanto por motivos de prestigio
como litúrgicos.  Papel difusor de los monjes y clérigos.

 La vid también se extendió gracias al valor alimenticio del vino.


El cuidado de la ganadería preocupa a veces en el cuidado de las leyes de la Europa bárbara.
El ganado equino y bovino era el más valioso, por su valor como elemento de transporte y tracción.
La posesión de ganado mayor es un signo de riqueza dentro del mundo campesino. Ovejas y cabras
son valiosas por su lana y la leche para el queso, y por el pergamino que, junto con el de vaca, suplirá
al papiro en el mundo occidental a partir del siglo XII.
Una mención a los volátiles, sobre todo gallinas, pesca, criaderos fluviales y la caza de jabalí,
ciervos, piezas menores, completarían la enumeración de las posibilidades alimenticias en aquella
época y en las siguientes de la Edad Media.
La extracción de sal, tanto minerla como marina, era un trabajo integrado con los restantes
del mundo agrario.
3. Propiedad, explotación de la tierra y estructura social
Los modos de propiedad y las formas de explotación de la tierra son aspectos fundamentales
para comprender la estratificación económica de unas sociedades cada vez más profundamente
ruralizadas.
Las invasiones produjeron divisiones de patrimonios rurales pertenecientes a romanos
poderosos y reparto de tierras entre germanos según el régimen de hospitalitas. Las aristocracias
dominantes en los nuevos reinos bárbaros pronto renovaron y practicaron todos los medios de
concretar la propiedad fundaría que ya había conocido la Roma tardía, y añadieron a menudo otro
nuevo, como era su enorme capacidad de dominio personal, acrecido ante la decadencia del Estado
como forma de organización política. En los siglos V y VI, latifundistas romanos provinciales y jefes
germanos privatizaron amplias extensiones de tierra pública imperial, en el VII se asiste a grandes
confiscaciones, contra facciones vencidas, en Hispania e Italia, y en los comienzos del VIII se produce
en Francia la primera oleada secularizadora de bienes raíces eclesiásticos, en provecho de la
aristocracia laica.
La posibilidad de acción de las realezas bárbaras se sustenta, cada vez más, en el hecho de ser
el linaje real primer propietario de tierras, repartidas por todo el reino, lo que le permite materializar
su presencia, vincular fidelidades, establecer relaciones familiares, concentrar en el palatium la
educación de los jóvenes aristócratas. Varios miles de personas en cada reino sustentan el edificio
del poder político regio.
Le patrimonio o fisco real se empobrecía con cada reparto hereditario y con cada oleada de
donaciones, de modo que, pasados los tiempos de confiscaciones y conquistas, su decadencia
arrastraría en buena medida la del propio poder regio en el siglo VII, que sería, por el contrario, la
época de consolidación de las aristocracias, enraizadas en la gran propiedad, lo que las permitía
dominar a muchas personas con lazos de fidelidad personal o de explotación controlada de la tierra,
y privatizar parte de las relaciones políticas. La propiedad aristocrática tuvo una tendencia a
regionalizarse, lo que llevaría consigo una paralela fragmentación regional del poder político en sus
aspectos más concretos y efectivos.
La tercera forma de propiedad era el patrimonio eclesiástico, cuya tendencia lógica apuntaba
hacia un crecimiento indefinido, al pertenecer a personas jurídicas, lo que le ponía a salvo de
fragmentaciones por herencia, y darse en una Europa en proceso de cristianización, lo que le daba al
clero y monjes un prestigio y un poder sociales inmensos, traducidos en donaciones frecuentes con
fines expiatorios o inducidas por el alto clero, de procedencia aristocrática, en la mayor facilidad con
que los campesinos concertaban su entrada en encomendación o precario a favor de entidades
eclesiásticas, y en las exenciones fiscales e inmunidades judiciales con que los reyes favorecían sus
dominios. La cesión pactada de renta agraria eclesiástica o del usufructo casi gratuito de sus
propiedades por otras personas eran las únicas formas de disminución del patrimonio eclesiástico,
aparte de expropiaciones o de ventas.
Las bases agrarias del poderío social aristocrático y eclesiástico eran gigantescas. Otorgaban
a sus propietarios un peso social y político muy superior a la riqueza que proporcionaban. Todos ellos
formaban una aristocracia mixta, romanogermánica, que se repartía las funciones principales. En
principio, en las eclesiásticas y civiles predomina el elemento romano, y en las militares el germano.
Con el paso del tiempo se acabarán borrando aquellos matices de diferencia.
La explotación de la gran propiedad implicaba el concurso de una fuerza de trabajo numerosa
además de la que tuviesen el dueño y sus allegados. El fundus, praedium o villa era objeto,
generalmente de un régimen mixto de explotación, ya conocido en el Bajo Imperio y que ahora se
extiende, aunque apenas hay noticias sobre su funcionamiento concreto hasta tiempos carolingios.
En él se combina la explotación directa de la “terra dominicata” o reserva basada generalmente sobre
esclavos y la indirecta, mediante el reparto de parcelas a colonos libres.

 Parece que el empleo de esclavos era todavía muy abundante, incluso conoció cierto
auge, a pesar de su carestía, que se debía más a las dificultades de aprovisionamiento
exterior por guerra o compra, que al bajo índice de natalidad de los esclavos ya
adquiridos.
o Hay que pensar en el nacimiento como principal fuente de esclavitud en
aquellos siglos.
 La mano de obra servil se completaba con jornaleros cotidianos, obreros asalariados
libertos.
Los campesinos libres que cultivan mansos en régimen de colonato, pagan al propietario la
mayoría de las rentas en especie, generalmente un 10% de la cosecha, y otras en trabajo (corveas)
aunque sus obligaciones laborales en la reserva son menores que en época carolingia.
La explotación en régimen de villa sólo dejaba un excedente de renta apreciable al
propietario. Los cultivadores vivían en un régimen de agricultura de subsistencia, apenas suficiente
para el autoconsumo, e imposibilitados de aplicar una cantidad de trabajo y técnica suficientes para
superar tal situación. La vigilancia de las tareas agrarias, el cobro de las rentas del señor y la dirección
de la vida económica del dominio solían recaer en un encargado –villivus, iudex) que actuaba según
las costumbres –lex- aceptadas en el dominio. De todas formas, la mera subsistencia asegurada era
motivo de tranquilidad social por hábito en tiempos tan míseros.
Muchos campesinos que trabajan en grandes propiedades son libres. El concepto de libertad
entre los germanos radica en la pertenencia de la persona a un pueblo, en condición de varón y
guerrero sobre todo, y en su capacidad para intervenir en las decisiones institucionales, jurídicas,
políticas y militares. Son los ceoris sajones, ahrimanni lombardos o frilingen francos. La propiedad de
tierra llegaría a ser la mejor garantía de mantenimiento de sus libertades.
Propietarios, precaristas, colonos o servi casatti, los campesinos responsables de pequeñas
explotaciones procuraban que se configurase su tamaño a la medida de las necesidades que
planteaba la familia nuclear, cuya responsabilidad les incumbía de forma inmediata. Lo importante
para organizar el reparto y explotación de tierras y usos agrarios era saber qué cantidad precisaba
una familia para vivir y hacer frente a sus obligaciones de nueva siembra, pago de renta e impuestos:
terra unius familiae. A esta idea corresponde el término mansus, y os germanos hufe e hyde.
Cuando los pequeños propietarios forman la mayoría o totalidad de habitantes en alguna
aldea o vicus, es frecuente que surjan formas de organización común para la defensa de sus intereses
y ejercicio de sus derechos como hombres libres. Estas formas de cohesiñin del campesinado libre y
propietario, posiblemente fueron antecedentes de las organizaciones más maduras que surgieron en
los siglos XI y XII.

  No hay que confundir estos acuerdos y normas con las leyes de uso de los bosques
y pastizales de finales de la edad media. No se da en los antiguos países germánicos
la propiedad y explotación colectiva de la tierra en forma de comunidades de marca
o aldea. Éstos parecen ser el resultado final de un perfeccionamiento paulatino en la
organización normativa de la vida campesina, ocurrido durante los siglos medievales,
sobre todo a partir del siglo XII.
Hay que tener en cuenta que la representación y actitudes con respeto a la propiedad era
muy peculiar entonces:

 Se apreciaba más el aspecto concreto de beneficio que la tierra producía en forma de


cosecha, renta o dominio sobre otros hombres, que la noción abstracta de a quién
correspondía la plena propiedad jurídica.
 Hay que discernir siempre las nociones de propiedad plena –allodium, hereditas- y
derecho de uso –beneficium o precarium- más o menos pleno e incluso transmisible.
 Recordar que los titulares de propiedad plena pueden ser no sólo personas físicas o
jurídicas, sino también colectividades, especialmente de descendientes y herederos
de un antepasado común.

4. Ciudades comercio y grupos sociales urbanos


A partir del siglo III comienza una decadencia de los núcleos urbanos, durante las guerras y
devastaciones, reduciéndose en tamaño y amurallándose. Las ciudades altomedievales perdieron la
situación de monopolio o predominio de actividades económicas y administrativas que ellas se
realizaban, debido a la creciente ruralización.
Un motivo principal de supervivencia y mantenimiento para las uves fue la presencia en ellas
de un obispo. La sede episcopal concede a la ciudad un aura de acrópolis santa, por la concentración
de funciones religiosas, y los obispos asumen tareas administrativas a medida que decae el régimen
municipal romano, hasta extinguirse a mediados del siglo VII.

 Aceptan el título de “defensor plebis”, pactan con los invasores, hacen restaurar las
murallas…
Otra condición para la continuidad urbana fue la dedicación de muchos pobladores a trabajos
rurales, incluso en los espacios sin edificar intramuros. Aquella era la forma de asegurar el
abastecimiento, más fácil cuando la urbe continuaba siendo el lugar de residencia de grandes
propietarios rurales.
En el mejor de los casos, la ciudad altomedieval reúne en su interior a unas 10.000 personas,
salvo Roma o París, que llamaba la atención con sus 20.000 a 30.000 habitantes. El artesanado decae,
los mercaderes se ven aislados socialmente y con una clientela muy reducida. Las antiguas
aristocracias se extinguen y ocupan su lugar en la cúspide del dominio urbano las guarniciones
militares, el obispo, y su familia de clérigos y servidores. Incluso los monasterios, en ocasiones,
pueden producir en su entorno el crecimiento de núcleos urbanos.
Buena parte de la producción artesana y de prestación de servicios había pasado al campo,
donde residía la mayoría inmensa de la población, y se realizaba con los escasos excedentes de fuerza
laboral que disponía el mundo agrario.
Hay que tener en cuenta, también, que una parte apreciable del movimiento de bienes y
servicios no se realizaba obedeciendo a motivaciones económicas sino a otros rasgos de la
mentalidad colectiva, relacionados con la agresión, el pillaje y la guerra, o sus compensaciones
reguladas mediante cortesías, pactos, ofrendas, regalos y otras generosidades necesarias, tanto para
mostrar su poder, como su sumisión hacia los más poderosos.

 Los muertos eran una categoría importante de consumidores en un sistema


económico que se desplegaba ampliamente en lo sobrenatural.
 Surge el diezmo eclesiástico en el siglo VIII.
El empleo de la moneda decaía a compás de la degradación que experimentaba la
organización política de la sociedad. Los reyes bárbaros prolongaron la acuñación de algunos tipos
imperiales, porque la moneda de vellón y mucha de plata desaparecieron al no apoyarse su valor
fiduciario en el respaldo y la coacción estatales. Quedó en pie la moneda mercancía de oro, acuñada
por multitud de monederos con o sin permiso legal, pues los reyes ni siquiera pudieron mantener
siempre el monopolio o regalía acuñadora en sus manos. Su mentalidad germánica tampoco
concebía el valor político del instrumento monetario.
La persistencia de moneda áurea en la Europa bárbara no es signo de auge mercantil sino de
estancamiento, dadas las funciones a que se dedicaba, y se mantiene como resto o herencia del
período monetario anterior. Se acuñó también plata en las mismas condiciones de degradación o
escasez, aunque destinada más bien a los tráficos mercantiles interiores de Occidente. En la segunda
mitad del siglo VII, la circulación de plata había ya desplazado a la de oro como muestra de adaptación
de la moneda a las verdaderas necesidades económicas de una población que comenzaba a crecer
muy lentamente.
La moneda en aquellos siglos altomedievales se utilizó muy por debajo de sus posibilidades
funcionales. Exigua circulación, deflación y escasez eran un aspecto de la contracción económica
sufrida en aquellos siglos. Si la moneda no juega sus papeles típicos es menos por causa de su escasez
que porque no es promesa de cierta satisfacción posterior de una necesidad. En la medida en que la
demanda de bienes en especie sustituye o tiene preferencia sobre la demanda de moneda, se puede
hablar de economía natural en la Alta Edad Media.
Sin embargo, la moneda respalda con su presencia y uso unos tráficos mercantiles que no
son desdeñables. Se trata con algunos productos alimenticios como vino, trigo, aceite, sal, pescado,
que viajan hacia las ciudades o las regiones deficitarias. Con productos artesanos, textiles, pieles,
armas y metalurgia, cuyas piezas se encuentran a menudo en ajuares funerarios muy lejos de sus
puntos de origen.
La regulación del mercado como lugar público, sujeto a protección, lugar donde el precio
corriente de los productos se fija y se cobran impuestos sobre la compraventa, no varió con relación
al Bajo Imperio, como tampoco el uso de la infraestructura viaria de la que carecían las tierras
germánicas.

 En algunos puntos comerciales comenzarían a surgir nuevas aglomeraciones


preurbanas.
 Habría almacenes y tiendas fijas en las principales ciudades.
De todas maneras, el transporte era carísimo y sólo compensaba ante la presión de suplir
fuertes escaseces o para vender productos de lujo.

 El problema era menor para las ciudades con comunicación fluvial o mediterránea:
o Continúan en uso los tipos romanos de buques.
o Las técnicas de transporte naval en el Atlántico eran muy insuficientes.
 Las noticias de que se dispone sobre tráfico mercantil a larga distancia apuntan hacia
un claro predominio de las rutas mediterráneas, en las que se contaba además con la
protección de la flota bizantina.
Por el contrario, las rutas terrestres este-oeste fueron casi cortadas por la invasión eslava en
los Balcanes. Más al norte se mantuvo un tenue enlace desde Francia, a través de tierras alamanas y
bávaras, por la cuenca danubiana, hasta los países eslavos y Bizancio, ruta por la que circulaban
esclavos, madera, pieles y también cristales, metales y piedras finas que precisaban los metalúrgicos
y orfebres de la región mosana.
El enlace entre Mediterráneo y Atlántico se efectuaba por la vía marítima de Gibraltar, a partir
de los enclaves bizantinos en Italia del sur e Hispania, y aseguraba contactos comerciales, culturales
y religiosos directos con los celtas de Irlanda y Cornualles. Sin embargo, era más frecuente la
utilización de rutas terrestres. Una Partía de Provenza y por las cuencas del Ródano, Saona y Mosa
ganaba las orillas del Mar del Norte. Otra, más utilizada desde mediados del siglo VII, cruzaba los
pasos alpinos para enlazar la Italia lombarda, Austrasia y las áreas germánicas en vías de
evangelización o conquista, con las costas atlánticas continentales e inglesas.

5. La búsqueda de cohesión y seguridad sociales

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