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FORMAS PARA MEJORAR LA NUTRICIÓN

Alimentarse bien es una de las claves para gozar de buena salud. Puede mejorar su salud al
mantener una dieta equilibrada. Debe comer alimentos que contengan vitaminas y minerales.
Esto incluye frutas, verduras, granos enteros, productos lácteos, y una fuente de proteínas.

Hágase las siguientes preguntas. Si su respuesta es sí a cualquiera de ellas, hable con su médico
acerca de su salud. Es posible que necesite mejorar sus hábitos alimenticios para tener una
mejor nutrición.

¿Tiene un problema de salud o factor de riesgo, como presión arterial alta o colesterol alto?

¿Su médico le dijo que puede mejorar su afección con una mejor nutrición?

¿Tiene antecedentes familiares de diabetes, cáncer, enfermedades cardíacas u osteoporosis?

¿Tiene sobrepeso?

¿Tiene preguntas acerca de qué tipo de alimentos debe ingerir o si debe tomar vitaminas?

¿Cree que sería bueno ver a un dietista o a alguien que se especialice en asesoramiento
nutricional?

CAMINO HACIA UNA MEJOR SALUD

Puede ser difícil cambiar sus hábitos alimenticios. Es más fácil si se centra en cambios
pequeños. Hacer cambios en su dieta también puede ser beneficioso si usted tiene
enfermedades que pueden empeorar por las cosas que come o bebe. Los síntomas de
afecciones como la enfermedad renal, la intolerancia a la lactosa y la celiaquía pueden
beneficiarse de los cambios en la dieta. A continuación se presentan sugerencias para mejorar
su salud. Asegúrese de mantenerse en contacto con su médico para que sepa cómo le está
yendo.

Encuentre los puntos fuertes y débiles de su dieta actual. ¿Ingiere 4- 5 tazas de frutas y
verduras todos los días? ¿Consume suficiente calcio en su dieta? ¿Consume alimentos
integrales y ricos en fibra? Si es así, ¡se encuentra en el camino correcto! Siga así. Si no es así,
añada más de estos alimentos a su dieta diaria.

Haga un seguimiento de su ingesta de alimentos anotando lo que come y bebe cada día. Este
registro lo ayudará a evaluar su dieta. Verá si necesita comer más o menos de ciertos grupos de
alimentos.

Piense en pedir ayuda a un dietista. Puede ayudarlo a seguir una dieta especial, sobre todo si
tiene un problema de salud.

Casi todo el mundo puede beneficiarse si reduce la cantidad de grasa no saludable. Si


actualmente come mucha grasa, comprométase a reducir el consumo y cambiar sus hábitos.
Las grasas no saludables incluyen cosas como: carne de pollo oscura; piel de aves de corral;
cortes grasos de carne de cerdo, carne de res y cordero; y alimentos lácteos altos en grasa
(leche entera, mantequilla, quesos). Las maneras de reducir el consumo de grasas no
saludables incluyen:

En lugar de freír la carne, cocínela en el horno, a la parrilla o asada. Quite la piel antes de
cocinar el pollo o el pavo. Trate de comer pescado al menos una vez por semana.

Reduzca cualquier exceso de grasa. Esto incluye la mantequilla en el pan, la crema agria en
papas al horno y los aderezos para ensaladas. Use versiones de estos condimentos que sean
bajas en grasa o no contengan grasa.

Consuma muchas frutas y verduras para acompañar sus comidas y como bocadillos.

Lea las etiquetas de información nutricional de los alimentos antes de comprarlos. Si necesita
ayuda para leer las etiquetas, consulte a su médico o su dietista.

Cuando sale a comer, tenga cuidado de las grasas ocultas y el tamaño más grande de las
porciones.

Mantenerse hidratado es importante para gozar de buena salud. Beba bebidas sin calorías o
bajas en calorías, como agua o té. Las bebidas endulzadas añaden gran cantidad de azúcar y
calorías a la dieta. Estas incluyen zumo de frutas, refrescos, bebidas deportivas y energizantes,
leche azucarada o saborizada y té helado endulzado.

ASPECTOS A TENER EN CUENTA

Una nutrición equilibrada y el ejercicio regular son buenos para su salud. Estos hábitos pueden
ayudarlo a bajar de peso o mantenerlo. Trate de establecer objetivos realistas. Por ejemplo:
hacer algunos de los pequeños cambios en la dieta mencionados anteriormente o caminar
todos los días.

Los médicos y dietistas sugieren hacer que los hábitos alimenticios saludables sean parte de la
vida diaria en lugar de seguir las dietas de moda. Los consejos sobre nutrición y las dietas de
diferentes fuentes pueden ser engañosos. Tenga en cuenta los consejos que proporcionamos a
continuación, y siempre consulte con su médico primero.

Las dietas secretas no son la respuesta. Las dietas de moda o a corto plazo pueden prometer
ayudar a bajar de peso rápidamente. Sin embargo, son difíciles de seguir y podrían ser
perjudiciales.

Una buena alimentación no viene en una píldora. En cambio, trate de comer una variedad de
alimentos. Su cuerpo se beneficia más de los alimentos integrales saludables. Sólo tome las
vitaminas que le receta su médico.

Los programas o productos dietéticos pueden confundirlo con sus afirmaciones. A la mayoría
de las personas en estos anuncios se les paga por su respaldo. Ellos no hablan sobre los efectos
secundarios, los problemas o el peso recuperado.

PEQUEÑOS CAMBIOS QUE CUENTAN MUCHO


Ni dietas milagro, ni contar calorías, ni pesar los gramos de los ingredientes. Hay pequeños
cambios más fáciles de llevar a cabo, que implican grandes diferencias. Solo requieren un poco
de voluntad.

Reducir el consumo de azúcar: su exceso se relaciona con obesidad, diabetes tipo 2 y


enfermedades cardiovasculares, entre otras. La OMS recomienda no consumir más de 25
gramos al día (para una dieta de 2000 Kcal) si queremos notar beneficios para la salud. ¿Cómo
conseguirlo? Evitando los refrescos y los alimentos industriales (precocinados, bollería,
salsas…). Aunque no sean dulces, la mayoría llevan cantidades importantes de azúcar.
Algunos ni te los imaginas.

Beber agua: En las comidas o en cualquier momento. Es la forma más sana de hidratarnos, sin
añadir calorías vacías. Los refrescos, las bebidas con alcohol, o algunos zumos con azúcar
añadido, pueden llegar a sumar hasta 1000 kcal por día. Aportando muy pocos nutrientes o
ninguno.

Comer legumbres dos veces por semana: Son una fuente de energía importante. No tienen
apenas grasa, y nos proporcionan fibra, proteínas vegetales e hidratos de asimilación lenta. En
crema, en guiso o en ensalada, todas las opciones sirven.

Los cereales mejor integrales: el pan, la pasta o el arroz, cuando son integrales ayudan a
regular el tránsito intestinal con su aporte en fibra, y conservan los nutrientes como el salvado
o germen de trigo, que se pierden en el proceso de refinado.

Más verduras en cada plato

O lo que es lo mismo, incluye vegetales en todos tus platos. Así es mucho más fácil cumplir con
el propósito de comer cinco piezas de frutas y verduras al día, sin tener que estar pendientes
de en qué momento lo hacemos.

Un tomate en el desayuno (aunque en realidad es un fruto), unos bastones de zanahoria para


picar a media mañana, una guarnición de judías salteadas en la comida, unas hojas de rúcula
para la tostada de la merienda, una ensalada o una sopa de hortalizas variadas para cenar… Y
así todos los días, cambiando los ingredientes.

En la nevera y en la despensa no pueden faltar diferentes tipos de verduras para asegurarnos


de que las añadiremos en cada comida. En batido, en crema, salteadas, al horno o a la
plancha. Nuestras comidas serán más ligeras y se llenarán de vitaminas, minerales, fibra y
antioxidantes.
QUE PROYECTOS SE PUEDEN IMPLEMENTAR PARA QUE EN EL 2030 YA NO HAYA HAMBRE.

Hoy día, sabemos a ciencia cierta que se puede erradicar el hambre en el mundo. No es una
suposición, ni un deseo, sino una realidad. Sin embargo, todavía estamos lejos de cumplir este
reto planetario, pues, según la FAO, todavía hay 815 millones de personas que padecen
hambre crónica. De estos, 155 millones son menores de cinco años con malnutrición crónica y,
los últimos datos que se han podido contrastar hablan de 2.000 millones de personas con
carencias de micronutrientes, lo que se conoce como “hambre encubierta”.

Aunque quede poco tiempo para reaccionar, todavía hay esperanza. Distintos proyectos
pueden traer debajo del brazo alguna solución para superar las obvias limitaciones de
espacio (según el profesor de microbiología de la Universidad de Columbia Dickson
Despommier, ya estamos utilizando una parte del planeta del tamaño de América del Sur para
cultivar) y producir los alimentos necesarios para toda la población mundial.

Incluso con estos trágicos datos, hay margen para el optimismo, pues el Índice Mundial del
Hambre de 2016 mostraba claramente cómo, pese al aumento de la población humana,
el hambre seguía disminuyendo, algo que no puede alejarnos de la realidad en el sur de Asia y
el África subsahariana, dos de las regiones donde escasea el alimento por razones tan diversas
como la guerra, los conflictos armados y la corrupción política. En paralelo, países
como Myanmar, Ruanda y Camboya han reducido su tasa de hambruna un 50% tras la
estabilización de las regiones y la acogida de una responsabilidad pública y social por parte de
sus gobiernos. Como ellos, otros 19 estados han logrado grandes avances en la lucha contra el
hambre. Pero, ¿qué pueden hacer estas poblaciones y qué podemos hacer nosotros para
comprometernos a alcanzar, entre todos, un mundo más justo y sin hambre? Te
presentamos ocho grandes vías que están ayudando a combatir el hambre en el mundo para
que compruebes que todos podemos hacer mucho más.

La ciencia, la tecnología y los avances sociales de muchas de nuestras sociedades en las últimas
décadas nos han permitido empezar a mirar hacia un mundo mejor. En lo que se refiere al
hambre, hoy, contamos con conocimientos y estrategias que no hubiésemos imaginado hace
unos pocos años. Algunas de ellas son:

#1. Superalimentos para cambiar el mundo

Desde aprovechar el potencial nutritivo y económico de las legumbres (que incluyen


micronutrientes, vitamina A, yodo, hierro) fomentando el cultivo local y el consumo de
alimentos tradicionales entre los consumidores hasta sacar partido al consumo de bayas,
semillas, algas y superalimentos como el jengibre, la granada, la moringa, el aguaymanto o la
acerola. Parte del trabajo de salud alimentaria de las ONG y las instituciones es integrar
aquellos productos que mejor crecen y más aceptación tienen en las poblaciones, así como
priorizar su consumo para algunos segmentos de esta: embarazadas, mujeres que amamantan,
niños hasta los 3 años…

#2. Enseñar el camino hacia el éxito


A menudo, la tecnología no tiene sentido si no se da una necesaria curva de aprendizaje. Para
erradicar el hambre en el mundo, hay que crear una cultura de autoabastecimiento y mejorar
la eficiencia del sector primario en los países en vías de desarrollo.

#3. Reducir los residuos alimentarios

Más allá de una buena cosecha, las técnicas de almacenamiento y conserva son prioritarias en
zonas como el sur de África. La implantación de fruta deshidratada en estos países mediante
secadores puede ser la diferencia entre comida para varios años o comida para un mes.

#4. Mejorar la fertilidad del suelo agrícola

Incluso en espacios tan fértiles como en buena parte de África es necesario generalizar el uso
de abonos y cultivos de cobertura para poder seguir produciendo alimentos. En la
actualidad, se empieza a temer por un descenso notable en la producción.

#5. Empoderamiento de la mujer

Feminismo y lucha contra el hambre van de la mano cuando el problema sucede en sociedades
patriarcales. Nuestro apoyo por empoderar a las mujeres en sus comunidades permite que
haya más manos para trabajar en agricultura o aumentar la capacidad productiva del país. Un
mundo que, en estas comunidades, ha sido vetado tradicionalmente para todas ellas.

#6. Comprar productos de comercio justo

Aportar a estas comunidades es tan sencillo, a veces, como cambiar de marca de café o
comprar textiles en espacios que no contribuyen a la explotación laboral. Luchar contra la
erradicación de medidas arancelarias para productos de países en desarrollo, también es una
vía para la solidaridad mientras la pobreza no permita la igualdad de oportunidades entre los
distintos países.

#7. Donar a una ONG o hacer un voluntariado

La posibilidad de unir el trabajo propio al de miles de manos para combatir un problema


global es, probablemente, una de las mejoras formas de invertir nuestro tiempo o la
contribución económica que deseemos hacer. En este caso, desde Ayuda en Acción, te
recomendamos siempre que analices en qué proyecto y cómo se destina tu aportación.

#8. Concentrar nuestros mayores esfuerzos en zonas rurales

Aunque las ciudades son una vía de entrada de ayudas, la realidad es que las personas pobres y
en riesgo de hambre viven, en un 80 % de los casos, en entornos rurales. Por ello, José
Graziano da Silva, miembro de la FAO, defendía en Planeta Futuro, del diario El País, lo
importante que es seguir luchando por los objetivos de desarrollo sostenible aprobados por la
comunidad internacional para impulsar el desarrollo rural, mitigar la migración y reforzar las
inversiones en seguridad alimentaria.
En la actualidad, además, debemos adaptar la agricultura al cambio climático —una realidad
que parece imparable— para intentar dar a los jóvenes que viven en zonas rurales los medios
para un futuro digno de paz y seguridad alimentaria.

Como has podido comprobar, hay múltiples razones para el optimismo, pero pese a la
implicación y los esfuerzos de muchos de nosotros, todavía queda un largo camino hasta
erradicar por completo el hambre en el mundo: algo que depende de todos nosotros por igual
y que es justo, bueno y necesario para un mejor futuro a lo largo y ancho de nuestro planeta.

Tendencias de los recursos para los programas de alimentación y nutrición

Es difícil cuantificar el costo de un doble enfoque que comprenda una combinación de


medidas directas para combatir el hambre y otras medidas de desarrollo. No obstante, no cabe
duda de que para ponerlo en práctica en el mundo en desarrollo será necesario movilizar
recursos y capacidades institucionales muy superiores a los niveles actuales.

Probablemente tan sólo el 10 por ciento del volumen de recursos necesario se destina en la
actualidad a los programas de nutrición. En un estudio reciente realizado en ocho países4 de
Asia, donde vive el 60 por ciento de la población del mundo en desarrollo, se llega a esa
conclusión sobre la base de los datos relativos al gasto y al alcance de los principales programas
(BAD, 2001). Es probable que se encuentren carencias de gasto similares en otras regiones en
desarrollo, aunque no se dispone de cifras exactas del gasto actual.

Resulta más fácil obtener información sobre los flujos de ayuda alimentaria. En la Figura 3 se
representan las tendencias actuales de ayuda alimentaria en cereales y de otro tipo basadas en
los datos del PMA/FAOSTAT. Las tendencias de la ayuda alimentaria son inestables y están
estrechamente relacionadas con las crisis a corto plazo y con la disponibilidad, como muestra el
nivel máximo alcanzado en respuesta a la crisis asiática de 1997-98. Sin embargo, aparte de
este nivel máximo, en los años noventa se produjo una preocupante disminución de los
volúmenes de ayuda alimentaria. El volumen en el año 2000 era sólo el 56 por ciento del
volumen de 1992, pese al incremento de las necesidades. La proporción de la ayuda
alimentaria destinada a los PBIDA también ha fluctuado de forma considerable en el curso del
tiempo. En los años ochenta, los PBIDA recibieron cerca del 90 por ciento del total de la ayuda
alimentaria. Sin embargo, en el decenio de 1990, la proporción destinada a estos países ha
variado entre el 65 por ciento y el 88 por ciento. Se prevé que la ayuda alimentaria
representará sólo el 8 por ciento de las necesidades de importación de estos países. En
conclusión, la ayuda alimentaria está sufriendo un espectacular descenso en los países que
más la necesitan.

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