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ORACIÓN PARA EL TIEMPO DE NAVIDAD

“Ustedes son también, ángeles enviados de Dios para prepararle el camino y los medios
de venir, y de entrar, tanto en sus corazones como en los de sus discípulos” MD 2,1

Canto: “Ven Señor Jesús” (Hna. Glenda).

Ven Señor Jesús, porque sin Ti ya no hay paisaje.


Ven Señor Jesús, porque sin Ti no hay melodías.
Ven Señor Jesús, porque sin Ti no encuentro paz, nada.
Sin Ti, mis ojos no brillan.
La vida es poca cosa sin Ti, sin Ti ...
La vida es poca cosa.

Ven Señor Jesús, ven pronto a mi vida.


Ven pronto Señor, ven pronto.

Porque sin Ti yo no quiero la vida


Ya no canto con alma
Ya mis manos no sirven
Ya no escucho latidos,
Ya no abrazo con fuerza
Mi corazón no se ensancha
Mi sonrisa no es plena
Y todo sin Ti , nada vale la pena
Porque sin Ti, ya no me llena nada
Porque sin Ti, todo suena vacío
Sin Ti, todo me deja tristeza
Porque sin Ti, yo no respiro hondo
Porque sin Ti, todo me cansa
Porque sin Ti, me falta todo y me sobra todo
Todo sin Ti, sin Ti.

Ven Señor Jesús…


Porque sin Ti, no me importa mi hermano,
No me importa el que sufre.
Porque sin Ti, mi corazón es de piedra a quien todo resbala
Acostumbrado a los pobres
Acomodado a su casa
Sin jugarse la vida, sin gastarla por nada.
Adviento es la esperanza, las esperanzas de todos los hombres del mundo. El tiempo del
Adviento invita a vivir con coraje el camino emprendido personal y comunitariamente
para que Dios pueda pasar por él. Hay que saber esperar la acción de Dios, hay que dejarle
llegar y que venga la plenitud con Él. Dios viene a estar con nosotros y nosotros como
comunidad deseamos estar con Él.

Salmo: “Ven Jesús, te esperamos”


Jesucristo, Palabra del Padre, luz eterna de todo creyente: ven, Señor, porque ya se hace
tarde, ven y escucha la súplica ardiente.
Cuando el mundo dormía en tinieblas, en tu amor quisiste ayudarlo y trajiste a la tierra la
vida que puede salvarlo.
Ya madura la historia en promesas, sólo anhela tu pronto regreso; si el silencio madura la
espera, el amor no soporta el silencio.
Con María, la Iglesia te aguarda con anhelos de esposa y de madre y reúne a sus hijos, los
fieles, para juntos poder esperarte.
Cuando vengas, Señor, en tu gloria, que podamos salir a tu encuentro y a tu lado vivamos
por siempre, dando gracias al Padre en el reino.

Lectura: Lucas 3, 2b-6


La palabra de Dios vino sobre Juan, el hijo de Zacarías, en el desierto. Y fue por toda la
región del Jordán predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados,
como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:
Voz del que grita en el desierto: preparen el camino al Señor; nivelen sus senderos; todo
barranco será rellenado y toda montaña o colina será rebajada; los caminos torcidos se
enderezarán y los desnivelados se rectificarán. Y todos verán la salvación de Dios.

Reflexión: El Señor viene y pide paso.

El Adviento es el viaje, a contrapelo del turismo predominante, desde nuestra Jerusalén -


capital y poderío- hacia la Belén de lo humilde y minúsculo.
Allí nos espera la Encarnación para hacernos humanos. Adviento es preguntarse por qué
no podrá venir Dios a nuestros palacios y sí a las cuevas de animales y pastores. Adviento
es confrontarse con el Magnificat revolucionario de la doncella sencilla, en el que lo todo
nuevo se anuncia acabando con algo, se exaltan los pobres tras caer tronos poderosos.
Adviento es dejar la tierra de lo cómodo para seguir a la estrella que convierte la propia
vida en Buena Nueva para los pobres, inquietando al Herodes de dentro y fuera de
nosotros (Mt 2,16), a ese Herodes que se lava las manos, que se desentiende y olvida a los
demás, que no se compromete con nada. Adviento es ir de la mano de San Juan
Crisóstomo a visitar los verdaderos belenes: "¿Deseas honrar el Cuerpo de Cristo? No lo
desprecies cuando lo contemples desnudo en los pobres, ni lo honres en el templo con
lienzos de seda, si al salir lo abandonas en su frío y desnudez... El templo no necesita
vestidos y lienzos, sino pureza de alma; los pobres necesitan en cambio que con sumo
cuidado nos preocupemos de ellos".

Cuando nosotros hoy celebramos el Adviento y centramos nuestra mirada en la


espera y la preparación de la venida de Jesús, quiere decir que miramos hacia atrás, hacia
aquel acontecimiento transcendental y lo queremos revivir con toda la intensidad. En
Adviento nos preparamos para celebrar este hecho decisivo: Dios se ha hecho hombre,
Dios ha venido a vivir nuestra misma vida, Dios ha entrado en nuestra historia y ha abierto
un camino de liberación, Dios ha hecho suya nuestra debilidad. Para poder celebrar
intensamente este hecho decisivo, lo que la Navidad significa, tenemos que despertar en
nosotros una actitud de espera, de deseo de la venida del Señor.

A veces tenemos la tentación de explicar los misterios haciendo grandes discursos,


pero para entender lo misterioso, no necesitamos tratados, sino trato con hombres y
mujeres llenos de Dios. Necesitamos renacer de nuevo, necesitamos saborear la vida
nueva y abrir nuestros ojos a la esperanza, embarcarnos en la aventura de la caridad.
Necesitamos quitarnos el impermeable, para que las cosas que pasan me afecten, me
toquen el corazón. Necesito abrir los ojos, porque Dios desde el principio quiso poner un
belén, y creó el universo para adornar la cuna. Dios pensó en todo, pensó en su Madre;
desde toda la eternidad soñó con ella, añoraba sus caricias; María es su obra maestra. Es
Dios el que inventó la primera Navidad, el primer belén viviente, y colocó al Niño, y a la
Madre.

El tema de la espera es vivido en la Iglesia con el 'Ven, Señor'. La palabra del


Antiguo Testamento invita a repetir en la vida la espera de los justos que aguardan al
Mesías. El Adviento es una intensa y concentrada celebración de la larga espera en la
historia de la salvación, como el descubrimiento del misterio de Cristo. Hoy en la Iglesia es
como un redescubrir la centralidad de Cristo en la historia de la salvación. Adviento es
tiempo del Espíritu Santo, Él ha hablado por medio de los profetas, ha inspirado los
oráculos mesiánicos, ha anticipado con sus primicias de alegría la venida de Cristo en sus
protagonistas como Zacarías, Isabel, Juan, María.

Para la reflexión personal


El tiempo de Adviento es una llamada a estar con los ojos abiertos a nuestro entorno,
teniendo el corazón abierto a los que nos rodean, porque en ellos Dios se manifiesta y
viene a nosotros. El Adviento nos invita a preguntarnos: ¿Reconocemos a Dios en
nuestros alumnos, catequistas, profesores, padres de familia, colaboradores en la
acción social y pastoral...?.¿Cómo vivir el Adviento? ¿Qué actitudes y sentimientos se
tienen que hacer más presentes en este tiempo?. El Adviento es por encima de todo
una llamada a vivir la esperanza en el ahora, en nuestra vida personal y comunitaria,
en este nuestro mundo (colegios, demás obras....).

La llamada exigente de Juan Bautista a preparar el camino del Señor es una llamada a la
gente que vive intensamente el anhelo y la esperanza de que el Señor venga. ¿En qué
consiste este preparar el camino del Señor?. Lo que Juan decía a la gente, a los
recaudadores, a los guardias (Lc 3, 10-14), nos indica hacia donde se dirige esta
preparación. Para saber si estamos preparando el camino al Señor debemos
preguntarnos si seguimos el estilo que el Evangelio nos propone y el estilo de vida
que hemos elegido y si nos preocupamos por lo mismo que Jesús se preocupa.

Tú estás llamado a ser también precursor de Navidad. Por ello es necesario tener un
talante como Juan; ponte en su lugar, mira sus actitudes, sus luchas. Tú has de ser un
anunciador, uno que señale caminos por hacer, sendas que reformar, valles que
allanar y colinas que abajar.....Tú como Juan puedes ser un interpelador para tu gente
en tu colegio. La esperanza está debilitada, atacada y destruida cada día por muchas
formas de sufrimiento, de angustia y de muerte que atraviesan el corazón de muchos
hombres y mujeres. Juan y tú a una, ¿por qué no sembrar esperanza en nuestra
realidad concreta y cotidiana?

Mientras esperamos la llegada de Jesucristo, presentemos confiadamente al Padre


nuestra oración por nosotros y por todos. Respondamos: ¡Ven, Señor Jesús!
Para que la Iglesia, mensajera de Cristo en el mundo, como Juan Bautista, sepa decir
a todos con signos y palabras quién es la Buena Noticia de la Salvación. ¡Ven, Señor
Jesús!
Para que cuantos sufren a causa de la enfermedad, de la miseria o de la soledad,
sientan en nuestra ayuda fraterna la cercanía del “Dios-con-nosotros”. ¡Ven, Señor
Jesús!
Para que los graves problemas del nuestro tiempo encuentren vías de solución en el
poder y la gracia de Dios y en la buena voluntad de los hombres. ¡Ven, Señor Jesús!
Por todos nosotros para que en la realidad cotidiana de nuestros colegios,
parroquias y demás obras nos encontremos con el Señor que viene y llevemos a
todos la alegría y la esperanza de la Buena Nueva. ¡Ven, Señor Jesús!

Tú nos revelas, Oh Padre, que cuanto más intensa es nuestra espera, tanto más rico será
el don; acoge nuestros ruegos y aumenta nuestra esperanza en la venida de tu Hijo,
Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos.
R. Amén.

Oración Final

Piden pan los hambrientos


y los oprimidos, justicia.
Claman por su libertad los esclavos
y necesitan salud los enfermos.

-Ven, Señor, a salvarnos.


Hay tantas tristezas y desengaños.
En el mirar se conocen
los enfermos del alma.

-Ven, Señor, a salvarnos.


Hay leprosos excluidos,
hay víctimas del odio humano,
son muchos los que se doblan
o que ya no pueden levantarse.

-Ven, Señor, a salvarnos.


Y haz de nosotros salvadores,
Mesías multiplicados,
pon en nuestras manos
tu fuerza y tu medicina,
el aceite de tu Espíritu;
recorreremos el mundo dando buenas noticias.

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