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conoció Jesús
La presencia de la poligamia entre los judíos es una realidad que se palpa
con toda facilidad en el Antiguo Testamento, y los casos de personajes etero
testamentarios que la practican no son pocos.
De hecho, los dos hijos del Patriarca Isaac, Esaú y Jacob son
polígamos. Del primero, dice el Génesis:
“Cuando Esaú tenía cuarenta años, tomó por mujeres a Judit, hija
de Beerí el hitita, y a Basmat, hija de Elón el hitita, que fueron causa de
amargura para Isaac y Rebeca” (Gn. 26, 35)
Y más adelante:
“Acudiendo Esaú a Ismael, tomó por mujer, además de las que tenía,
a Majlat, hija de Ismael, el hijo de Abrahán, y hermana de Nebayot” (Gn.
28, 9).
“Sirvió, pues, Jacob por Raquel siete años, que se le antojaron como
unos cuantos días, de tanto que la amaba. Jacob dijo a Labán: «Dame mi
mujer, que se ha cumplido el plazo y quiero casarme con ella.» Labán juntó
a todos los del lugar y dio un banquete. Luego a la tarde tomó a su hija Lía
y la llevó a Jacob, y éste se unió a ella. Labán dio su esclava Zilpá como
esclava de su hija Lía. Se hizo de mañana, ¡y resultó que era Lía! Jacob dijo
a Labán: «¿Qué has hecho conmigo? ¿No te he servido por Raquel? ¿Pues
por qué me has hecho trampa?» Labán dijo: «No se usa en nuestro lugar
dar la menor antes que la mayor. Cumple esta semana y te daré también a
la otra por el servicio que me prestarás todavía otros siete años.» Así lo hizo
Jacob” (Gn. 29, 20-28).
Hablando por boca de su profeta Natán, le dice Dios a David estas
palabras bien esclarecedoras sobre el tema:
“El Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que, con su
lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio. Cinco de ellas eran
necias, y cinco prudentes. Las necias, en efecto, al tomar sus lámparas, no
se proveyeron de aceite; las prudentes, en cambio, junto con sus lámparas
tomaron aceite en las alcuzas. Como el novio tardara, se adormilaron todas
y se durmieron. Mas a media noche se oyó un grito: ‘¡Ya está aquí el novio!
¡Salid a su encuentro!’ Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y
arreglaron sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: ‘Dadnos de
vuestro aceite, que nuestras lámparas se apagan’. Pero las prudentes
replicaron: ‘No, no sea que no alcance para nosotras y para vosotras; es
mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis’. Mientras iban a
comprarlo, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al
banquete de boda, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras vírgenes
diciendo: ‘¡Señor, señor, ábrenos!’ Pero él respondió: ‘En verdad os digo
que no os conozco’. Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora” (Lc.
25, 112).
“Los diáconos sean casados una sola vez y gobiernen bien a sus hijos
y su propia casa” (1 Tm. 3, 12)