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La Iglesia portadora de la Buena Nueva

La Iglesia a menudo busca renovarse para anunciar el mensaje de Cristo, de tal manera que
la palabra de Dios llegue hasta los rincones más apartados del mundo, ya sea por los medios
de comunicación como: la tv, la radio, internet, claro está la renovación no quiere decir que
haya una pérdida del sentido mismo del Evangelio.
Un ejemplo de cómo ha ido difundiendo el Evangelio es nuestro propio continente
americano, justo con la llegada de los Españoles a estas tierras, se dio paso de un politeísmo
(creencia en varios dioses, en los astros) a un monoteísmo(creencia en un solo Dios), es decir
la creencia en Jesucristo, algo que en un primer momento fue impuesto, pero con el paso del
tiempo se volvió una semilla que germinó de manera muy productiva porque se dio el cambio
de la imposición al amor y del amor al compromiso.
Por tanto es importante comprender la historia de la conquista de américa, no solo en su
aspecto negativo de saqueo y asesinatos, sino también como una oportunidad para que la
palabra de Dios se haya expandido, manifestada en el celo insaciable de los misioneros
franciscanos y dominicos.
Con el paso del tiempo ya no era Europa evangelizando a América, sino América
demostrando la fe en Cristo obrero y trabajador que más allá de una divinidad distante y
despreocupada de la vida de los hombres, se había revelado para hacerse amigo de los pobres
y los más necesitados, es la cara de un Jesús humano que como tal es la cabeza de la Iglesia,
es la imagen que representa la unión de lo humano con lo divino, porque el resto del cuerpo
de la Iglesia somos cada uno de nosotros.
Es motivador y gratificante observar a aquella persona que trabaja arduamente en las labores
del campo y saca tiempo para catequizar a su comunidad o aquella persona que después de
una agotadora jornada en la oficina busca tiempo para reunir a las familias de su barrio y orar
con ellas, es el compromiso en donde el amor mata al cansancio.
A menudo tendemos a confundir la Iglesia con el lugar donde vamos a orar, es decir el
templo, pero en verdad es importante dejar de llamar aquella edificación de esta manera y
empezar a llamarnos a cada uno, Iglesia, pero no solo basta con decir “yo soy Iglesia” este
es el primer paso para profesar debidamente “nosotros somos Iglesia”
Hago esta aclaración porque así como tendemos a confundir la palabra templo con la palabra
Iglesia, también se puede dar una definición equivocada de Iglesia en cuanto a las personas
que la conformamos ¿quién es acaso la Iglesia? ¿El sacerdote de mi parroquia? ¿Las monjas
que dictan clases en los colegios? ¿Sólo ellos? ¡No! La Iglesia somos todos. Una Iglesia que
muchas veces es perseguida y difamada, en algunos casos solo noticia cuando es motivo de
escándalo, incluso por parte de los propios miembros de la misma, pero que a pesar de eso
no se cansa de anunciar a Cristo respondiendo en silencio con oración y obras, una Iglesia
conformada por hombres débiles con muchos errores pero también con grandes virtudes, una
Iglesia de esperanza ¡La Iglesia de Cristo!
Ya el Papa Francisco se ha referido al tema y ha pedido:
“Una Iglesia en salida, una Iglesia en salida y una Iglesia en salida. Este podría ser
el resumen de la carta que el Papa Francisco ha escrito a la Asamblea del Consejo
Episcopal Latinoamericano (Celam)” (Alfa y Omega, mayo del 2017)
a pesar de que pueda equivocarse y caer, se levanta por la gracia de Dios, anunciando en todo
momento, especialmente con su vida que Dios está presente en un mundo que parece
rechazarlo, olvidarlo y despreciarlo o en un mundo indiferente que solo cree en él a su
manera, compartiendo miles de imágenes de Dios en sus redes sociales y cimentado “Amén”
mientras al respuesta que Jesús espera es la aceptación, no de una solicitud de amistad en
Facebook, sino en la propia vida, dejando la lastima por los desamparados y abrazar la
misericordia que es a fin de cuentas amar con el corazón y sufrir con el otro, notándose una
diferencia abismal entre los que desea un mundo lleno del amor de Dios e idealizan un mundo
mejor a quienes se esfuerzan por llevarlo a cabo.
Concluyo diciendo que hoy tenemos inmensas posibilidades para acercarnos a Dios,
mediante misión, oración y servicio solo es cuestión de dar un paso hacia el frente y decir
con voz fuerte “Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad”
Fernando Erazo
Seminarista lll de Filosofía.

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