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Sesión 5
Una buena parte de las reflexiones contemporáneas sobre el ser humano han girado en torno a
la violencia, principalmente intentando explicar por qué y cómo surge. Esta tendencia se
explica por los grandes conflictos armados por los que las sociedades occidentales tuvieron
que atravesar a los largo de la primera mitad del siglo XX, desde las dos Guerras Mundiales
Muchos autores sitúan la discusión en torno a un motivo político: los nuevos regímenes
nacionalsocialismo es uno de los episodios que más llaman la atención de los investigadores,
totalitario.
El hombre moderno es un consumidor de violencia, lo decida o no. Esto significa que todo
ciudadano se expone a la violencia al hacer uso del espacio público, ya sea de forma
simbólica, gráfica o real. La violencia es un fenómeno tan complejo que no tiene una sola
forma, es una entidad diversa que puede encontrar su expresión en la relación con otro, en el
influjo de las multitudes o en la médula de una estructura política. Posee una fuerza semántica
sin igual que la hace omnipresente en el complejo andamiaje de la vida social y que, por ello,
Richard Jacob Bernstein (2013) ve en la polisemia del vocablo “violencia” un buen pretexto
para escrutar en los argumentos de aquellos pensadores que ya son considerados teóricos
clásicos de la violencia como Carl Schmitt, Walter Benjamin, Hannah Arendt, Frantz Fanon y
Jan Assman. En su libro Violencia. Pensar sin barandillas propone una lectura cruzada de las
tesis e intenciones de estas figuras de la vida intelectual del siglo XX para descubrir el hilo de
Ariadna que conduce, si no a una definición, por lo menos sí a una batería conceptual común
que permitirá comenzar a pensarla de forma más orgánica en, y para, un mundo asediado por
En el caso de Carl Schmitt (1888-1985), fue un filósofo y politólogo alemán antiliberal que
conservadora de la historia social de la ley le llevó a ser identificado como uno de los
principales militantes del partido Nazi durante su época de expansión. El realismo de Schmitt
individuos con intereses u orígenes comunes, contrario al liberalismo que sostiene que la
común. Sus ideas le llevaron a ser identificado como uno de los principales defensores del
oposición entre amigos y enemigos: definir una comunidad por los rasgos comunes entre los
individuos que la conforman abre también la brecha para que aparezca la idea del enemigo
como aquel o aquellos que no tiene rasgos comunes con la comunidad. El reconocimiento del
otro como enemigo conlleva siempre la posibilidad de que esa oposición termine de forma
determinante la capacidad de decidir que la de seguir una norma (sea ésta jurídica o moral)
Por ejemplo, una decisión como “la solución final” por la que opta el nazismo para con sus
enemigos (los judíos) trasciende por la determinación política de la decisión en sí misma y no
Continuando con Schmitt, en ese crudo realismo político, que para Bernstein revela la
Las posiciones de Hannah Arendt y Walter Benjamín son analizadas con mayor amplitud por
Bernstein. Hannah Arendt y Walter Benjamin fueron dos intelectuales alemanes, como
Schmitt, pero ambos de origen judío y que sufrieron la persecución de la policía Nazi,
suicidarse en la frontera entre España y Francia mientras huía de la gestapo en 1940. Para
Arendt, Benjamín fue un hombre que comprendió que toda violencia revolucionaría (la
violencia mítica) tiene como meta la desarticulación de un orden jurídico (el derrocamiento de
violencia mítica, pues encuentra paradójico el lazo entre revolución y violencia. Pero Arendt
también observa que Benjamín, en su distinción entre violencia mítica y violencia divina,
convierte en una pauta de acción para el ciudadano, por ejemplo en el imperativo “no
Assmann se refiere a este a este fenómeno como una “advertencia simbólica” de Dios que
bastión de la no-violencia: una sociedad de leyes empodera a sus ciudadanos para tomar
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Es el mismo mecanismo que arrojó para Bernstein su lectura crítica del trabajo del egiptólogo Jan Assmann al
describir en su obra la relación entre el monoteísmo, la acción revolucionaria y la existencia de “un solo Dios y
una religión verdadera” (distinción mosaica): la guerra de los fieles contra los infieles, que bien podríamos
inferir se constituye en la memoria cultural de un pueblo a través de sus leyes o de sus excesos de violencia hacia
el enemigo.
acciones conjuntas que se construyen en el diálogo y excluyen el trato violento, a no ser por
excepción. En todo caso, el problema para las sociedades democráticas es definir la forma en
que esas “excepciones” pueden ejercerse: ¿existen normas que establezcan la forma en cómo
debe ser ejercida de forma legitima la violencia?, ¿cuáles son los mecanismos que las
cuándo sí es conveniente usar la violencia y cuándo no?, ¿se puede contener por la vía del