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Sindicato Mexicano de Electricistas | Historia

La Mexican Light and Power no sólo creó un gran imperio eléctrico


en la zona centro del país, logrando también el aglutinamiento de la
clase obrera electricista. Para 1906 la Mexican era la empresa más
grande de energía eléctrica de América Latina, había comprado las
empresas que abastecían a la ciudad de México y zonas aledañas.

Los primeros años de la industria eléctrica en México se caracterizan


por las pequeñas plantas, con reducido número de obreros y una
escasa división del trabajo. Tendrá que iniciarse el siglo XX para que
se de un proceso de crecimiento de las plantas y de las empresas
eléctricas. El hecho que marcó dicho viraje fue la construcción de la
hidroeléctrica de Necaxa en 1905 por la Mexican Light and Power. Con Necaxa se inició el cambio hacia la
generación hidroeléctrica como forma fundamental; transformación que se produjo hacia 1910 y se mantuvo todo
el período de predominio de los monopolios privados en la generación de electricidad.

Las obras de Necaxa requirieron de una gran cantidad de obreros en


la construcción y posteriormente en la operación. Los accidentes
fueron muchos, pero las consecuencias y protestas fueron acalladas.
Cuando se realizaron las obras de Necaxa, la Mexican contaba ya con
instalaciones en Nonoalco, Indianilla y Verónica, que le permitía el
abasto de energía eléctrica a la ciudad de México.

Hacia 1915 la industria eléctrica había creado una amplia red de


transmisión, una telaraña distribuida para la ciudad y una excelente
capacidad de generación que transformó las condiciones de trabajo.

La Mexican concentró gran cantidad de fuerza de trabajo, dividió sus


funciones de acuerdo a las necesidades de la producción e introdujo tecnología moderna. Pero, a la vez fue
notable en estos años la ausencia de regulación de las relaciones obrero-patronales, tanto al nivel de una
legislación nacional del trabajo, como de las relaciones cotidianas al nivel del proceso de trabajo en empresas de
avanzada como la Mexican. La lucha electricista estuvo marcada por diferentes aspectos, la necesidad de su
reconocimiento como clase, de sus formas de organización, de representación colectiva, la lucha por la
contractualización y regulación de las relaciones obrero-patronales, al nivel salarial y del empleo, así como de las
relaciones en los procesos de trabajo. En esta lucha no resulta gratuito que hayan sido los trabajadores de la
Mexican quienes encabezaran y dirigieran las reivindicaciones.

Los trabajadores de la Mexican iniciaron sus intentos de reconocimiento como clase y de organización, justo
cuando habían terminado las obras de Necaxa y la Mexican se había constituido en una gran empresa monopólica.
El primer intento fue en 1906, cuando LuÍs R. Ochoa fundó la sexta sección de la liga de Electricistas Mexicanos
(cuya sede se encontraba en Monterrey), pero la empresa frustró este primer intento despidiendo a todos los
trabajadores que promovieran la organización de los electricistas.

LuÍs N. Morones describe cómo otros intentos organizativos en 1908 fueron rotos por la policía privada de la
empresa, y cómo pululaban el temor y los traidores entre los trabajadores impidiendo la acción colectiva.

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Es hasta 1911 cuando se creó propiamente la Liga de


Electricistas Mexicanos. Sus bases eran todavía mutualistas y
cooperativistas, rescatando con ello antiguas tradiciones de los
trabajadores mexicanos del siglo XIX. Al respecto su programa
establecía como objetivos:

• Fundar un taller electromecánico para la enseñanza y


práctica de los asociados, con su respectivo almacén de
materiales eléctricos, para cuyo sostenimiento contribuirán los
socios con la cantidad que voluntariamente quieran depositar,
la cual producirá intereses que se repartirán anualmente en
relación a las cantidades depositadas por cada socio.

• Dar conferencias sobre electricidad para provecho de los


socios.

• Tener una junta calificadora competente que valuará a los


socios que lo soliciten y expedirles a nombre de la Liga de
Electricistas Mexicanos su diploma a título de competencia,
gestionando ante la Secretaría de Instrucción Pública su
autorización para mayor validez.

• Publicar un periódico que instruyera a los trabajadores


en asuntos de electricidad y que sirva como órgano con alcance
social, para dar a conocer públicamente todo lo que se
relacione con el gremio, siendo su principal objetivo la defensa
de los intereses de la comunidad electricista. • Impartir
protección moral por pérdida de empleo o falta de trabajo.

• Auxiliar a los asociados en caso de enfermedad o defunción.

• Ayudar a los inventores electricistas para perfeccionar sus


inventos.

• Sostener la solidaridad del gremio procurando, la unión en el


bienestar, el ahorro y la moralidad de todos sus miembros.

El impulsor de la liga era propietario de una tienda de aparatos eléctricos y de un taller de instalación de los
mismos, la “Casa Edison”, así como del órgano de la liga, Electrón. Las propuestas de organización de la liga eran
las del siglo XIX, en condiciones en que una parte de los trabajadores electricistas estaban enmarcados en procesos
productivos modernos (Necaxa, por ejemplo). La convocatoria para adherirse a la liga, era abierta a todos los que
tuvieran relación directa o indirecta con la energía eléctrica. No era un principio de sindicato, sino una
organización gremial de protección y fomento de la profesión, aunque también intentaría intervenir en las
injusticias provocadas por los patrones.

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Mientras los electricistas en sus primeros intentos


organizativos, no pasaban del mutualismo y el gremialismo; la
revolución mexicana se había iniciado, sin que aquellos
desempeñaran ningún papel como grupo social en los primeros
años del conflicto armado. Cayó el porfiriato, se instaló el gobierno
de Madero y fueron otras fuerzas obreras las que tomaron la
iniciativa de organización de la clase. Se fundó la Casa del Obrero
Mundial, de inspiración anarcosindicalista. Con esta corriente los
electricistas entablaron relaciones estrechas al principio pero sin
convertirse nunca en simple expresión de la misma, pues el tipo
de organización que pretendió finalmente entre los electricistas fue distinta a la del anarcosindicalismo.

La liga de Electricistas Mexicanos no tuvo gran impacto y en 1913 los electricistas trataron nuevamente de
organizarse. En la práctica del trabajo las relaciones obrero patronales se habían modernizado, vinculadas con
procesos modernos de generación y transmisión que crearon nuevas categorías obreras, pero que en el plano
contractual no lograban ser reguladas por la negociación colectiva. Así, en Electrón no dejaron de manifestarse
los problemas relacionados con la arbitrariedad patronal en los despidos de trabajadores, las cargas de trabajo,
los salarios, los malos tratos, la compra de uniformes por los trabajadores y herramientas de trabajo, etc.

La Mexican poseía también la compañía de tranvías eléctricos en la ciudad de México cuyos trabajadores trataron
también de organizarse ante los malos salarios y las condiciones de trabajo similares a las de los electricistas. Pero
la compañía, apenas recibió rumores de organización obrera, puso en funcionamiento sus mecanismos de control
entre ellos la policía secreta, despidiendo a los revoltosos.

El desarrollo industrial, aunque incipiente en la época,


colocaba a la industria eléctrica en un lugar privilegiado
como suministradora de fuerza motriz y alumbrado a las
industrias más dinámicas de la época, así como de las
ciudades más importantes en cuanto alumbrado público.
En este aspecto los trabajadores de la Mexican guardaban
una posición estratégica que les daría una gran fuerza y
capacidad de aglutinamiento a diferencia de otros sectores
obreros, lo cual quedaría demostrado en la huelga general
de 1916. Pero antes el núcleo de trabajadores electricistas
tendría que desechar formas de organización, de acción e
ideologías que ya no correspondían a su situación material.
En efecto, el paro de la industria eléctrica en la zona centro
del país significaría el paro más importante de la industria
de esta zona, éste paralizaría la ciudad. Conciente de ello
la compañía trató de evitar la organización obrera en sus
compañías, por medio de la represión selectiva. Evitó, por
ejemplo, la unidad de los electricistas con los tranviarios
(que crearon inicialmente tres sindicatos antes de dar paso
a la Alianza de Tranviarios del D.F.).

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De cualquier forma, los problemas derivados de las condiciones de trabajo: ritmos y cargas de trabajo, trato
despótico de los gerentes, los despidos, las injusticias con los enfermos o accidentados, los tiempos extras no
pagados y los bajos salarios frente a una inflación galopante, estuvieron presentes – primero tímidamente,
después como elementos centrales- en los intentos de organización de los electricistas de 1906, 1908, 1910,1911
y 1913.

Esta experiencia corta pero sustanciosa, alimentada por el


espíritu de la revolución que permeaba inevitablemente
en la sociedad a partir de 1910, cristalizando en 1914 con
la creación del SME.

En octubre de 1914, los tranviarios demandaron la


solución de viejos problemas como comentamos
anteriormente; ante la intransigencia patronal estallaron
la huelga. En ese momento el carrancismo ocupaba la
capital, amagado por las fuerzas Villistas y Zapatistas. Ante
esta condiciones de debilidad y buscando no abrir un
frente civil en la sociedad, el grupo carrancista decidió
incautar la México Trainways , trasladando la negociación
de los tranviarios de la compañía al General Morales
Hesse, interventor carrancista. Pero los carrancistas
tuvieron que abandonar precipitadamente la capital, ante
el avance de los convencionistas. Con la ocupación de los Zapatistas se dió un virtual debilitamiento del poder
federal que, junto a los agravios acumulados a la clase trabajadora y la inflación, contribuyeron a que se
formalizara la creación del Sindicato de Obreros y Empleados de la Compañía de Tranvías e inmediatamente
después surgiría el SME.

En diciembre de 1914 las reuniones de electricistas


sucedieron una tras otra, primero en las casa de algunos
de ellos y finalmente en la azotea de la subestación “ La
Nana ”. Al principio se pensaba formar una sociedad
mutualista, pero en las últimas reuniones del 9 al 12 de
diciembre, un grupo de trabajadores exigió la formación
de un sindicato. En la reunión del día 12 en la subestación,
se criticó al mutualismo y a pesar de los temores al despido
y la amenaza patronal que planteaba: “asociación o
trabajo”, se decidió la formación de un sindicato. El día 13
salió un manifiesto y una convocatoria para constituir el
día 14 el Sindicato de Electricistas. Ese día, en uno de los
salones del Departamento del Trabajo, prestado ex
profeso por José Colado – funcionario del Departamento e integrante de la Casa del Obrero Mundial- se realizó la
asamblea constitutiva del SME. Había pocos electricistas de la Mexican, en mayor número estaban los telefonistas
y electricista privados. Los tranviarios se presentaron a la asamblea proponiendo se unieran a su sindicato, pero
no fueron secundados ya que por mayoría se decidió formar otro. En el primer comité estaba Luís R. Ochoa y
Ernesto Velazco como secretarios genera y del interior respectivamente. En la siguiente asamblea, del 21 de
diciembre, se le cambió el nombre de Sindicato de Empleados y Obreros del Ramo Eléctrico por el del Sindicato

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Mexicano de Electricistas. Ahí se nombraron delegados a la Casa del Obrero Mundial y a la naciente Federación
de Sindicatos Obreros del DF.

En la segunda asamblea del SME los electricistas de la Mexican acudieron en mayor número, así como los
telefonistas de las dos empresas existentes –La Mexican Telegrahp and Telephone Company y Teléfonos Ericsson-
, al igual que los electricistas particulares. De inmediato se inició la represión y las amenazas por parte de las
empresas. La respuesta fueron dos oficios del Departamento del Trabajo a las compañías y la formación en el SME
de dos comisiones para buscar la negociación colectiva bilateral con las compañías.

Las comisiones tuvieron un primer triunfo, tanto la empresa eléctrica como las telefónicas, dijeron no estar en
contra de ellas. Por ejemplo, la telefónica contestó al SME el 28 de diciembre: “… es indudable que hay un error
en el asunto, pues esta compañía, aparte de que siempre se ha preocupado por el mejoramiento y bienestar de
sus empleados, en ningún caso ha pretendido contravenir ninguna de las leyes vigentes ni atacar los derechos
individuales que concede a todo hombre la constitución…”

El crecimiento del sindicato fue rápido, el estar situados en


una industria moderna y estratégica, contribuyó a
reconocerse como una fuerza social potencial, capaz de
imponer condiciones de negociación y marcar rumbos a
otros destacamentos obreros menos favorecidos. En esos
momentos, el problema central para los electricistas y las
clases obreras en general era su reconocimiento como
interlocutor colectivo legítimo ante el capital. Con
anterioridad las empresas decidían todo en forma
unilateral; el derecho liberal de propiedad excluía la
negociación colectiva e incluso los trabajadores
consideraban justo que los patrones actuaran así. El
liberalismo en las relaciones obrero patronales y en las
conciencias estaba todavía presente, pero el SME
contribuyó a que viviera sus últimos días.

1913 y 1914 fueron años clave en el viraje de la


organización obrera en México. La revolución había traído
nuevos aires libertarios y sobre todo un vacío de poder
político que los trabajadores de las ramas más modernas, aprovecharon para transformar sus organizaciones
mutualistas en sindicatos.

En este sentido los electricistas eran unos recién llegados, en comparación con ferrocarrileros o textileros, por
ejemplo. Su experiencia de lucha no pasaba del intento de constitución de la Liga que hemos mencionado
anteriormente, Pero, a diferencia de otros agrupamientos de trabajadores, se encontraban insertos en una rama
estratégica y en procesos de trabajo modernos para la época, que les permitió en muy poco tiempo ser el eje de
las acciones sindicales de los obreros del DF.

Al mismo tiempo que las condiciones de trabajo y la división del trabajo en la Mexican impulsaban hacia la
contractualidad, en otro nivel se iban esbozando nuevas relaciones entre los nacientes sindicatos y los nuevos
poderes estatales, Lo que empezó a forjarse en la forma contradictoria e incipiente, fue la forma sindical de la
revolución mexicana con su particular inserción en el mundo del trabajo y su vinculación con el estado. Para el

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SME en sus inicios, el espacio privilegiado no fue el de la alianza con el estado –aunque buscó continuamente la
negociación a este nivel-, sino la incidencia en las condiciones salariales y laborales con miras a la bilateralidad.
Otros agrupamientos sindicales privilegiaron la influencia sobre el proyecto nacional que iba emergiendo de la
lucha revolucionaria. Así, mientras los tranviarios y la Casa del Obrero Mundial decidieron apoyar al carrancismo,
los telefonistas y electricistas del SME privilegiaron la consolidación del sindicato y la lucha por la bilateralidad.

Como resultado de las discusiones de finales de 1914, el


14 de enero de 1915 se emplazó a la Mexican Telegraph
and Telephone; el día 21 de ese mes a la Mexican Light and
Power; y el 23 a la telefónica Ericsson. Todavía no ocupaba
el lugar central el reconocimiento del SME y, en todo caso,
se puso el acento en el reconocimiento a la negociación
colectiva bilateral. Las demandas principales eran:
aumento de salarios, jornada máxima de ocho horas y
pago extra por trabajo extra. En igual nivel de importancia
que las primeras demandas, aparecían las relacionadas
con las condiciones de trabajo: atención médica,
indemnización por despidos injustificados; desaparición
del trato despótico en los lugares de trabajo, por parte de
supervisores, y la supresión de castigos económicos. En segundo término se pidió la desaparición de los cuerpos
de seguridad de la empresa, la intervención del sindicato en el ingreso y promoción de los trabajadores y la
atención médica para los obreros y sus familiares.

La huelga estalló el 19 de enero en la Mexican Telegraph


and Telephone, pero no fue total. El inspector general de
policía convocó a las partes y propuso el levantamiento de
la huelga. El gerente de la compañía declaró al respecto
que estaba dispuesto a acceder a las demandas de los
trabajadores, pero nunca estaría dispuesto a reconocer y
pactar con el sindicato. El SME prosiguió la huelga y la
empresa contrató nuevos trabajadores, para mantener el
servicio. Pero a los dos días la situación dio un viraje
importante, las fuerzas de la convención abandonaron la
capital e hicieron su entrada los carrancistas. El SME
propuso al nuevo gobierno la incautación de la empresa. El día 6 se realizó una reunión entre sindicato,
autoridades y el gerente de la compañía, en ella, la empresa se negó a negociar. En esas condiciones el gobierno
carrancista decidió incautar a la empresa telefónica y cedió la administración al SME.

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En el caso del emplazamiento del SME a la Mexican, el


“memorial” entregado a la empresa fue respaldado por
488 trabajadores electricistas. En las pláticas entre las
partes, la compañía expresó que por ningún motivo
reconocería al sindicato; a lo sumo reconoció que los
trabajadores habían nombrado una comisión a modo para
tratar sus problemas con la empresa. Bajo estas
condiciones, a fines de enero, se pactó un convenio en el
que el sindicato obtuvo la satisfacción de la mayoría de sus
demandas, con excepción de su reconocimiento como
sindicato, el retiro de la policía privada de la empresa, ni
precio especial de la electricidad para los trabajadores de
la Mexican.

En cuanto al emplazamiento en contra de la Ericsson , el


“memorial” fue firmado hasta el mes de marzo
produciéndose despidos de trabajadores, provocaciones y
fricciones diversas entre la gerencia y el SME.

Pero este primer triunfo del SME no duró mucho tiempo,


para el 22 de marzo la compañía despidió a todos los integrantes de las comisiones negociadoras. Ante esta
agresión el sindicato estalló la huelga el 25 de marzo por incumplimiento del pacto firmado y por despidos
injustificados. Pero el 22 de marzo los convencionistas habían ocupado de nuevo la capital. La posición de las
autoridades de la convención, incluyendo al presidente Roque González, fue poco enérgica; intentaron un acuerdo
entre las partes y al no lograrlo dejaron que el conflicto se resolviera entre empresa y sindicato.

El SME multiplicó sus acciones: estalló la huelga en contra de la Mexican; y en el desfile del primero de mayo
solicitó la extradición del gerente de la Ericsson, pero los disidentes del sindicato finalmente se reagruparon en
éste,y la huelga se generalizó. Finalmente, el gerente se vio obligado a negociar la reinstalación de una parte de
los trabajadores despedidos.

En la Mexican entre los meses de febrero y abril, la


empresa continuó con el despotismo fabril en los
departamentos: se retuvo el sueldo de trabajadores que
enfermaron, contrató aprendices con la finalidad de
sustituir personal del sindicato y despidió a un buen
número de trabajadores, de los importantes
departamentos de conexiones y cobranzas. Pero la gota
que derramó el vaso fue una reestructuración
administrativa, por la cual los usuarios deberían pagar su
consumo directamente en las oficinas de la compañía, en
lugar de que los cobradores de la misma acudieran a los
hogares con ese fin. El resultado fueron grandes despidos.
En estas condiciones estalló la huelga el 4 de mayo de 1915. Pero ahora la huelga fue total: a la una de la mañana
se suspendió el servicio de energía eléctrica, dejaron de funcionar las bombas de aguas negras, del agua potable,
tampoco operaba el transporte colectivo; las industrias tuvieron que parar. A las 17 horas del mismo día, con la

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presencia del presidente convencionista Roque González Garza, se resolvió el conflicto mediante un pacto que
reintegraba al trabajo a todos los despedidos, devolvía los sueldos caídos, las vacantes serían ocupadas según
antigüedad y se prometía juicio o despido en contra de quien maltratara a los trabajadores.

A mediados de 1915 los electricistas habían logrado


consolidar una organización sindical eficaz- a pesar de no
ser oficialmente reconocida- habían logrado aumentos de
salarios, poner alto a los despidos, mejores condiciones de
trabajo y sobre todo pactos bilaterales. En cinco meses se
vio nacer a un sindicato que realizó dos huelgas
triunfantes. Esto le dio al SME un gran prestigio en la
recién formada Federación de Sindicatos Obreros del DF,
en el cual el SME fue el pilar fundamental. Muchos
sindicatos del DF acudían al SME en busca de apoyo moral
o económico; en su salón se llevaban a cabo asambleas de
otros sindicatos recién creados.

Además, el SME continuaba las costumbres libertarias de la clase obrera en México, no tanto en su ideología
como en sus formas internas de decisión. Las asambleas era el único órgano de decisión y cada tres meses se
realizaban elecciones para cambiar dirigentes. En esa época no había estatutos. Un reducido cuadro de dirigentes
estaban al frente de la organización, estos provenían de la Compañía de Luz, el resto eran cuadros medios de los
telefonistas. En su política externa, el SME apoyaba todas las luchas obreras, pero se abstenía de intervenir en
política en el sentido tradicional del término. Democracia de base.-poca formalización, centralización y
estratificación caracterizaron la estructura organizativa del SME. Sindicato que se propuso ser más de fábrica que
de estado, a diferencia de la Casa del Obrero Mundial y posteriormente de la CROM.

Mientras tanto, la especulación de los artículos de primera necesidad en la capital crecía día con día; las fuerzas
revolucionarias imprimían billetes en forma desproporcionada que contribuía a una inflación galopante. En julio
de 1915 los convencionistas abandonaron la capital y nuevamente la ocuparon las fuerzas carrancistas. En ese
mes el SME presentó otro “memorial” a la Mexican solicitando aumento salarial. Los telefonistas hicieron otro
tanto a la asamblea de accionistas, por intermedio del gerente de la compañía, Luís N. Morones, nombrado a raíz
de la incautación de ésta por el gobierno. La demanda ante la Compañía de Luz fue levantada en base al
reconocimiento de la empresa que era necesario aumentar los salarios, aunque propuso hacerlo sólo en
proporción al monto de las utilidades de la empresa.

El 11 de agosto el gerente planteó un aumento del 20% a


los salarios de cuatro o menos pesos diarios. El SME no
aceptó la oferta e insistió en aumentos diferenciales para
cada categoría, además de recibir el pago en otro nacional
o su equivalente. La huelga estalló el 13 de agosto. De
inmediato el general Pablo González envió al señor Juan
Sarabia y al coronel Morales Hesse a mediar el conflicto. El
gobierno carrancista propuso hacerse cargo de los
aumentos salariales, solicitados por el SME, pero la
asamblea de trabajadores no aceptó. Finalmente se
convino en formar una comisión bipartita entre gobierno y

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sindicato para estudiar la situación financiera de la empresa, tratando de mostrar las posibilidades que la
compañía tenía de otorgar el aumento solicitado. Para el 20 de agosto se pactan los aumentos tal como el SME
los había solicitado y se mantiene el principio de pago en oro o equivalente.

Mientras tanto, la Casa del Obrero Mundial (COM), había


regresado a la capital encontrándose con un SME que
rechazaba el “intervenir en política” y prestarse a pactos
como los que celebró la COM con el carrancismo; y con un
SME que determinaba las líneas de acción de la Federación
de Sindicatos del D.F.

La COM ofreció constitucionalismo, el SME organización


sindical a nivel de fábrica. Mientras los salones de la calle
de Estancos (local de la COM) estaban vacíos, el salón
“Star” (local del SME) tenía mayor trascendencia. La Secretaria General de la Federación estaba a cargo de un
electricista: Luís N. Morones.

En los meses subsiguientes a la última huelga del SME, continuaron los problemas relacionados con la inflación y
los salarios. Mientras tanto, el SME se dedicó a reforzar la militancia y organización de las divisiones, sobre todo
de Juandó y Pachuca. Necaxa, por su parte, tenía suficiente experiencia y activismo sindical que lo hacía ir adelante
del resto de las divisiones en sus luchas, al grado que la dirección del SME les pidió suspender sus luchas hasta no
estar bien enterados en el DF de sus demandas y las acciones emprendidas.

Al iniciarse 1916 se realizó en Veracruz el congreso obrero,


intento de formar una organización nacional de trabajadores;
el gobernador Heriberto Jara se opuso al mismo por estar
fuera de la Línea del constitucionalismo. Al respecto Pablo
González había emitido un manifiesto en el que fijaba la
postura del gobierno de Carranza, de oponerse a cualquier
manifestación obrera fuera de los cauces de la revolución e
incluso decretó la obligariedad de que los sindicatos
informaran acerca de sus sesiones. Para entonces, Carranza
creía no necesitar más a la COM y detuvo sus acciones
organizativas; aunque más le preocupaban aquellos que,
como el SME, habían ignorado hasta entonces los pactos al
nivel del Estado y se erigían como fuerza independiente de
los bandos en lucha armada.

En 1916, a la situación económica tan grave por la que


pasaba la clase obrera, se añadía el hostigamiento del
carrancismo a las organizaciones obreras: se detuvo a
sindicalistas que repartían propaganda en Querétaro; se
encarceló a Federico Rocha (secretario general del Sindicato
de Empleados del Comercio), a Jacinto Huitrón (de la COM) y
a Pedro Matías (del SME). El 8 de marzo se privó de libertad
al secretario general del SME, Ángel Frutos y, así, Ernesto
Velasco fue nombrado secretario general del SME. La manifestación del primero de mayo la dirigió el SME, los

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oradores fueron Ernesto Velasco, Luís N. Morones y el Dr. Atl. Mientras, la inflación y el acaparamiento
continuaban, así como los conflictos entre el SME y las compañías.

El gobierno de Carranza pretendió poner orden al caos monetario prevaleciente, despareciendo los billetes de
todas las fuerzas y sacando de la circulación al oro para atesorarlo en las arcas del gobierno. Asimismo, se
cambiaría el dinero antiguo por nuevo dinero carrancista “infalsificable”. El 17 de mayo la Federación de Sindicatos
Obreros del DF emplazó, mediante un manifiesto, a todos los propietarios, gerentes y patrones a pagar sus salarios
en oro o equivalente en moneda en la misma cantidad recibida en la última semana de 1914. Se dio un plazo de
cinco días para obtener la respuesta, como no hubo tal, estalló la huelga general: “suspendieron sus labores las
compañías de Luz, Tranvías y Teléfonos, quedando sin servicios públicos la ciudad, además de gran número de
operarios de otra compañías industriales que secundaron el movimiento. Desde luego los obreros se dirigieron al
salón Star”. Benjamín Hill se presentó en la asamblea obrera y ofreció el apoyo del gobierno para que sus
demandas fueran satisfechas, logrando que la asamblea suspendiera la huelga. Al día siguiente se reunieron con
los patrones, y el gobierno carrancista inició su doble juego. El ejecutivo federal amenazó: “… bajo penas de
severos castigos… la Compañía de Luz, la de Tranvías, la de Teléfonos y la de Aguas Potables, deben
inmediatamente entrar en operación y los que interrumpan tales servicios serán castigados igualmente con
severidad.”. En el departamento de tráfico del SME se colocó el siguiente aviso: “el empleado que no se presente
mañana a sus servicios a la hora acostumbrada, será destituido e inhabilitado para reingresar al servicio de esta
compañía.”

Al día siguiente el Teatro Abreu estuvo a reventar tanto por industriales como
por obreros, se comisionó a 10 representantes por cada parte. La discusión
fue álgida, cada cual defendía sus puntos de vista y razones, la parte patronal
no aceptó el pago según la última semana de 1914 y Hill insistió a los obreros
en la necesidad de conciliar. Pero éstos insistentemente reclamaron que los
precios se cobrasen a base oro y que los salarios se pagaran en billetes. De
nuevo Hill intervino: afirmó que los comerciantes serían vigilados y si no
cumplían, “una reata bien templada sería utilizada contra ellos, para hacer
respetar los infalsificables”.

A pesar de las arduas intervenciones del comandante, cuando se buscó llegar a la aprobación de que los salarios
fuesen pagados con billetes al precio de abril, sin equivalencia en oro nacional y sin un aumento siquiera del 25%,
los comisionados obreros dividieron sus votos y solicitaron un tiempo razonable para consultar a sus organismos.
Hill denegó la solicitud y pidió se tomase una resolución. La comisión obrera mantuvo la división, 5 estaban a favor
y 5 en contra. Hill afirmó que puesto que pretendía la reunión e iba como representante del gobierno, tenía voto
de calidad, aceptándose así la propuesta de los industriales. La huelga de mayo 22 no tuvo un resultado concreto,
sólo dos promesas: que se pagaría con billete infalsificable los salarios y que los precios se mantendrían vigilados.

Pero las promesas no se cumplieron, el 9 de junio no pagaron con dicha moneda y los patrones y los comerciantes
siguieron especulando; la Comisión Reguladora de Precios no ofreció solución real al problema de los precios. El
día 11 una manifestación recorrió la ciudad; pasó por el mercado Martínez de la Torre , por la Merced y terminó

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en el Hemiciclo a Juárez. La Federación proclamó que no


se cumplieron los acuerdos y que la especulación y
acaparamiento de mercancías seguía creciendo. Una
reunión de comerciantes con la Comisión Reguladora y
Carranza, y después de sesudo balance, terminó
acordando como única solución, la libertad del comercio a
fin de equilibrar las fuerzas del mercado.

Simultáneamente a la importante participación del SME


en la Federación y a pesar de las serias advertencias de
empresas y gobierno, se discutió internamente el conflicto
planteado por el memorial que desde octubre del año anterior se intentaba pactar con la Compañía de Luz.
Finalmente, el 28 de junio de 1916 se logró firma en todos los aspectos favorable al SME: se reconocería al
sindicato en los términos en que la ley lo formulase; los superintendentes serían puestos a disposición de la Junta
Directiva ; las personas contratadas por fuera del convenio anterior serían retiradas o colocadas en sus puestos
anteriores; se podrían otorgar jubilaciones, siempre que se cubrieran 15 años de labores consecutivos; y los
trabajadores que acudieran a resolver problemas de trabajo, podrían cobrar sus salarios. A los telefonistas se les
aumentaron los salarios, previo balance financiero.

De cualquier forma, las reuniones de la Federación siguieron a nivel de


toda la capital, la especulación seguía creciendo y los salarios no se
pagaban conforme a lo convenido. Al respecto el periódico El Pueblo
decía que el precio de costo de las mercancías “esta alterado, por lo
menos, con un 75%; o sea $1.50 oro nacional; … que cada dólar se
calcula a $3 pesos oro nacional y que cada peso se ha multiplicado a la
clientela, hasta por ochenta y noventa pesos Veracruz, y que ahora ya
se empieza a multiplicas por ocho, diez y doce pesos infalsificables…” El
mismo diario informaba la desaparición por parte de Carranza, de la
Comisión Reguladora de los Precios Comerciales, consecuencia lógica de la libertad plena otorgada a los
comerciantes.

El incumplimiento por parte de los patrones del pago en infalsificables, así como de las autoridades en el control
de los precios, fue determinante para retomar la demanda del mes de mayo por parte de la Federación que, el 22
de julio demandó públicamente los mismos puntos que dos meses antes.

La demanda obrera se había extendido durante los meses anteriores a Veracruz, Puebla y Guanajuato. El día 27
de julio, el Sindicato de Empleados de Comercio estalló la huelga en 34 comercios que no pagaban a sus empleados
lo pactado en mayo. Al no recibir respuesta a sus demandas, paralizó totalmente la ciudad de México el 31 de
julio de 1916. La base y estructura del movimiento, estaba en el Sindicato Mexicano de Electricistas, la acción de
“los obreros de las plantas eléctricas de Necaxa, de Nonoalco, de Indianilla y de San Lázaro… trajo como
consecuencia la paralización total de las grandes industrias del Distrito Federal.

Ahora el gobierno no actuó como el 22 de mayo, sus respuestas fueron violentas: primero clausuró por la fuerza
de las armas todos los locales sindicales, encarceló a quienes se encontraban en ellos e impidió la reunión de más
de cuatro trabajadores en cualquier lugar de la ciudad.

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En segundo término acusó de traición a los huelguistas por impedir


que la fábrica de municiones del gobierno continuara trabajando,
diciendo que con su acción apoyaba a las fuerzas militares yanquis y
afirmando que fuerzas extranjeras manipulaban a los sindicatos.

En tercer lugar, afirmó que la petición obrera estaba en


contradicción con el papel del gobierno, con lo cual se oponían a la
política de la revolución. Condenó en todos los términos la posición
obrera y mantuvo su postura en contra de la huelga.

En síntesis, acusó de traición a la patria a los huelguistas y arremetió


con todo su poder político y militar encontró de quienes la realizaban, especialmente en contra de los electricistas.

Por medio de la ampliación del decreto del 25 de enero de 1862, expedido por Benito Juárez en contra de las
fuerzas de Maximiliano, afirmaba Carranza que serían castigados con la pena capital quienes incitaran a suspender
el trabajo y los que siguieran o al menos escucharan las propuestas y no se alejaran de las reuniones. Con pena de
muerte se castigaría también a quienes causaran trastornos en las empresas y quienes impidieran el regreso al
trabajo de los operarios.

A pesar de todo, la huelga duró dos días. Los electricistas se mantuvieron


en pié de lucha; Nonoalco, Indianilla y Necaxa fueron de inmediato
ocupadas por militares y, sin embargo, no se atrevieron a romper la huelga.
Provocación, represión, amenazas y bandos militares no fueron suficientes
para terminar la huelga.

En efecto, durante los dos días se buscó en vano la manera de levantar el


switch, mientras que piquetes de soldados y policías detenían a cuanto
obrero encontraban; el primer y segundo comités de huelga fueron
llevados ante Carranza quien después de insultarlos y enseñarles el Bando Militar los mandó encerrar. Ernesto
Velasco, secretario general del SME, fue llevado ante Carranza. Logran que ordene en Necaxa echar andar
turbinas; lentamente se recuperó la energía. La huelga termina, todos los dirigentes estaban en la cárcel, todos
los locales sindicales cerrados. El gobierno se alza con todo su poder en contra de las demandas obreras y en
apoyo a su política económica: imposición del papel moneda carrancista y liberación de precios.

Ante la demanda obrera para resarcir los salarios, el gobierno invocó a la Patria , a la Revolución como interés
superior y a la traición como deslegitimación. En realidad, dominados militarmente Villa y Zapata, el único grupo
independiente se encontraba en la Federación de Sindicatos Obreros del Distrito Federal y en conjunto de obreros
industriales que poco a poco, se fortalecían en sus organismos sindicales. Correspondía ahora, imponer la “paz y
el orden” a los obreros.

Se enjuició militarmente al comité de huelga, pero el juez, no encontrando


elementos para culparlos los dejó en libertad. Por órdenes de Carranza,
revocó el acuerdo y volvió a enjuiciarlos y encarcelarlos.

El segundo juicio fue toda una burla a la legalidad, y el matiz político ni


siquiera se trató de ocultar. Catorce dirigentes fueron enjuiciados por
rebelión, trece de ellos fueron declarados “irresponsables del delito de

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rebelión” y puestos en libertad. El catorceavo, no: “Es culpable del delito de complicidad en rebelión el reo Ernesto
Velasco, y por el citado delito se le condena a sufrir la pena de muerte.

Poco después se encarceló a algunos de los liberados y la pena de muerte cambió por la de años de prisión. Lo
cierto es que el gobierno carrancista puso un límite a las actuaciones sindicales independientes, demostrando que
en el futuro, quien podía conceder y ante quien deberían levantarse las demandas sería el gobierno. El interlocutor
ya no sería sólo el patrón sino principalmente el gobierno. La revolución era el límite de la independencia obrera.

En septiembre, un mes después de la huelga publicó un decreto donde se concedía por obra y gracia
gubernamental, el pago de los jornales a base de oro nacional o su equivalente en billetes infalsificables. Ahora
era el gobierno de la revolución quien lo decidía sin presiones, no lo imponían los obreros.

1916 culminó con los organismos sindicales deshechos y el secretario general del SME, Ernesto Velasco, en la
cárcel. Mientras tanto, se convocaba a elecciones para formar el congreso constituyente que a fines del año inicio
sus trabajos.

En febrero de 1917 se terminó de redactar la constitución, se le


proclamó el día 5, aunque se decretó su vigencia para meses
después; al momento justo de la toma de posesión oficial de
Carranza como presidente constitucional, en fecha crucial para
la clase obrera: el primero de mayo.

En el congreso constituyente de 1917 se sello la suerte del


liberalismo, representando ahora por Carranza. Se consagró una
nueva relación entre estado y clases subordinadas, el artículo 27
constitucional convertía al estado en “propietario de todos los
propietarios”, le daba el derecho de expedir títulos de propiedad a los particulares, limitando la concepción liberal
de la primacía absoluta de la propiedad privada, modalidades y regulaciones especificas de acuerdo al interés
general. Carranza, en este artículo, propuso la modificación con que aparecía en las constitución de 1857, pero
sólo en el sentido de limitar abusos y garantizar el cumplimiento de las leyes en cuanto al derecho de propiedad.

El artículo 123 inauguró propiamente el derecho laboral mexicano actual. Este artículo reconoció implícitamente
la contradicción capital-trabajo, estableció las formas de regular y erigió al estado en el gran mediador del conflicto
interclasista.

Sin embargo, entre el artículo 27 y el 123 constitucionales, se presentaba una diferencia sustancial: la revolución
como gran enfrentamiento entre las clases de la sociedad porfirista, dejó su huella sobre todo en el
reconocimiento legal de dichas clases, como entidades diferenciadas de la sociedad y relativamente normales a
la misma. En esta medida, el artículo 123 tenía detrás el pacto del carrancismo con la COM y sobre todo, las
grandes luchas de los trabajadores de la ciudad de México entre 1915 y 1017; especialmente, la huelga general
de 1916 encabezada por el SME.

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Los derrotados no estuvieron en el congreso del 17 pero con sus


luchas dejaban entrever que el conflicto capital-trabajo no podría
continuar permanentemente en la ilegalidad, que el desarrollo
industrial del país, lo pondría nuevamente a la orden del día con un
proletariado extendido y fortalecido. Además, el trasfondo más
importante de las continuas luchas obreras en sesos años, además
de las condiciones de vida, era la falta de regulación de las
relaciones laborales en general, motivo de constantes
arbitrariedades patronales y de protestas obreras.

La fracción radical del congreso así lo evaluó y en contra de la


fracción carrancista creó el artículo 123 y, con ello, la posibilidad de
un nuevo tipo de relación entre clase obrera y estado. Posibilidad
que no se volvió realidad inmediata, sino que tendría que pasar un largo período de transmisión para que los
instrumentos esbozados en el 17 tomaran cuerpo jurídico específico, para que se crearan las instituciones y las
organizaciones adecuadas y para que los sujetos sociales tomaran conciencia plena de las nuevas condiciones.

En cambio, la posibilidad de la intervención del estado en la economía,


que potenciaba el artículo 27 constitucional, será menos clara que las
reivindicaciones obreras del artículo 123, porque en la revolución
estaba menos presente la regulación económica que la regulación
política.

Para los electricistas también en 1917 se cerró un capítulo de su vida.


Después de ser derrotados en 1916, durante meses buscaron
recuperarse sin conseguirlo. Una demanda central los mantuvo en pie:
la libertad de su dirigente preso Ernesto Velasco. El salón Star había sido clausurado por el carrancismo. En enero
de 1917, Morones hizo entrega de la compañía telefónica dejando de ser gerente de la misma. El 7 de enero se
realizó un mitin en el teatro Hidalgo, en memoria de la huelga de Río Blanco, al que asisten muchos sindicatos –
entre ellos del SME- . El ánimo no se recuperaba todavía.

Cuando la constitución fue promulgada se organizó una gran


manifestación para apoyarla, los sindicatos formaban el contingente
más numeroso. El SME participó también en esta manifestación: se
iniciaba una nueva forma de sindicalismo.

Mientras tanto el SME pasaba por una grave crisis interna, los comités
no lograban conformarse a pesar de la continua elecciones, las
renuncias se sucedía una a otra sin mayores explicaciones.

El día de entrada en vigor la nueva constitución, el primero de mayo de 1917, los trabajadores textileros
decidieron hacerla cumplir y demandaron aumento la huelga que resultó victoriosa. Esta motivó a los tranviarios
que intentaron ir más allá con sus demandas, al menos la demanda de las 8 horas se resolvió satisfactoriamente.

En esas condiciones se suspendió el decreto de 1862, por el cual se encarceló a Ernesto Velasco, pero el gobierno
no accedió a liberarlo y se organizó un gran acto de protesta el 12 de agosto de 1917 en diferentes entidades:
México, Guadalajara, Mérida, Orizaba, Tampico, etc.

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Poco a poco, bajo la bandera de la libertad del líder preso, se iba levantando la acción sindical. Así el 24 de agosto
el SME planteó a la Mexican un aumento general de salarios y la revisión general de las condiciones de trabajo.

Un año después de la derrota de la huelga general, pero ahora bajo un


manto jurídico diferente, el SME logró que la empresa firmara el
“memorial del 5 de septiembre de 1917”, que se convierte en el punto
de arranque sostenido en la contratación colectiva para este sindicato.
Marca con ello el fin de un período y el inicio de otro. En este memorial
se considera explícitamente que es convenio colectivo entre
“empleados oficiales” con la compañía y que, además regirá para
todos. En cuanto a las condiciones de trabajo, se logró reglamentar
algunos aspectos fundamentales que habían sido motivo de luchas
anteriores: la forma de ocupar las vacantes (se preferiría a los de mayor antigüedad y aptitudes, aunque se deja
todavía a la compañía todo el proceso de selección); despidos (se ajusta salario íntegro durante el tiempo que
estuviera incapacitado el trabajador y proporcionaría las medicinas al mismo, además se obligaba a contratar un
médico y pagar por incapacidades profesionales permanentes una indemnización; proceso de trabajo (no se
trabajaría con corrientes arriba de los 600 volts); jornadas (se estableció la jornada de 8 horas y el pago de tiempo
extra, peor el séptimo día sólo se pagaría a los que trabajaran los siete días); organización del trabajo y escalafón
(se clasificaban las plantas generadoras en especiales, de primera, segunda y tercera, y a los operadoras en
especiales, de primera, segunda y tercera, y a los operadores de cada una de ellas en primera, segunda y tercera;
se estableció el principio de a igual trabajo igual salario); capacitación al personal.

Este período termina para los electricistas con resultados no atribuibles


únicamente a su lucha sectorial, sino principalmente al desemboque de
la revolución, en la que los electricistas prácticamente no habían
intervenido. El reconocimiento de la bilateralidad en donde una de las
partes era el SME (el reconocimiento del SME como sindicato tendrá que
esperar todavía algunos años pero al menos la Mexican reconoció la
firma de convenio colectivo de aplicación general).

Se logró regular aspectos mínimos de las condiciones de trabajo como


las apuntadas anteriormente, las cuales serán ampliadas hasta tener un
verdadero contrato colectivo de trabajo en 1926. Además el SME nació
moderno para la época, surgió como sindicato y no como mutualista. En
su estructura organizativa tenía todavía aspectos que irán cambiando
con el tiempo –incorporaba a electricistas privados, aunque estos no
eran su columna vertebral-, su estructura general era la del sindicato de
empresa y no la de oficio, aunque a su interior los oficios todavía tuvieran representación como tales. Desde el
punto de vista de la relación con el estado era un sindicato que buscó mantenerse independiente de pactos
políticos generales, con las fuerzas estatales diversas, y que tampoco obedeció al modelo anarcosindicalista que
después tomaría cuerpo en la CGT. Pero independencia del SME no significó rechazo a la institucionalidad, ni falta
de acuerdos parciales con el gobierno, ni rechazo a la mediación de este. La diferencia entre el SME de este
período y la COM –o después de la CROM- estriba en su no incidencia como fuerza política con proyecto de nación,
en ser más un sindicato de la producción y la circulación de la fuerza de trabajo que un sindicato que quisiera ser
parte del estado.

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