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1 Ex 20, 12
1
contemplar una maravillosa escena que paradójicamente ocurre en el
momento más cruel que ha conocido la historia: la crucifixión y muerte del Hijo
de Dios. Jesús, mientras estaba crucificado y a punto de morir, entregó a su
Madre al discípulo amado; fue, por así decirlo, su última disposición. Así pues,
Jesús de esta manera vive el mandamiento de “honrar padre y madre” y nos
enseña a hacer lo mismo con nuestros progenitores y con nuestra familia. Este
mandamiento no sólo hace referencia al matrimonio, sino a honrar toda la
familia2, inclusive a nuestros abuelos y antepasados. Ese es el sentido del
cuarto Mandamiento.
2 Curso de Antropología, semana 12; y sacramento del matrimonio, semana 10, de este curso.
3 Ex 15, 20.
2
mandamiento se refiere a “No quitar la vida del inocente y justo”4, es decir, al
homicidio voluntario de un inocente, tan gravemente contrario a la dignidad
del ser humano5.
4Ex 23, 7
5Obviamente la legítima defensa no está considerada en este caso. Para comprender ese
tema, cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 2263-2267.
6 Ex 20, 16
7 Este tema fue tratado en la clase de ética correspondiente a la semana 1.
3
verdad, lo que manifiesta respeto y comprensión. En el actual contexto social,
vemos lo fácil que es calumniar a las personas, por ejemplo, mediante las redes
sociales. A ninguno de nosotros le gusta que falten a la verdad respecto a
nosotros. Es muy probable que pidamos aclarar la situación y exijamos
explicaciones por lo sucedido hasta que se aclare la verdad. ¿Y cómo reparar la
verdad? Seguramente querremos que quien ha mentido pida perdón, con la
firme voluntad de no volverlo a hacer, y lo aclare públicamente. Es la manera
de reconstruir el daño causado. Así vemos cómo la veracidad es un principio
básico en nuestra vida, que consiste en mostrarse auténtico en los propios
actos y en decir la verdad en las palabras, evitando el doble discurso, la
simulación y la hipocresía8.
4
anunciar la verdad en cualquier situación, quiere decir que Dios está hablando
en nuestro corazón, pero requiere de nuestra libertad para responder con el
acto de la veracidad.
En consecuencia, Así vemos cómo el amor a Dios no puede ir separado de la verdad.
Ambos, amor y verdad, han de ir de la mano para ser auténticos. Y el uno sin el otro
pierde su sentido.
Estos mandamientos tienen que ver en definitiva con la pureza del corazón, no con
una falsa apariencia. Por lo mismo, los mandamientos no son una cuestión externa,
sino que apuntan a cambiar al hombre desde dentro para vivir una vida plenamente
feliz.