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Les dijo Jesús: "No se turbe su corazón. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no,
se lo habría dicho; porque voy a prepararles un lugar. Y cuando me haya ido y les haya preparado
un lugar, volveré y los tomaré conmigo, para que donde esté yo estén también ustedes. Y adonde
yo voy saben el camino"...
Y dirigiéndose al Padre, dijo: "Padre, quiero que donde yo esté, estén también conmigo los
que tú me has dado, para que contemplen mi gloria, la que tú me has dado, porque me has amado
antes de la creación del mundo", PALABRA DEL SEÑOR.
"Mis delicias son estar con los hombres", dice la Biblia sobre la Sabiduría eterna
(Proverbios 8,31). Juan nos asegurará al principio de su Evangelio, al hablarnos de la encarnación
del Hijo de Dios: "Y echó su tienda de campaña entre nosotros". A Juan y Andrés, que le preguntan
dónde tiene su morada, les contesta: "Vengan y vean". Jesús está entre nosotros, está con
nosotros, pero, a estas horas, aún seguimos oyendo el reproche del Bautista: "Está en medio de
ustedes, y no le conocen" (Juan 1, 14. 38. 26)
Mirando al Israel peregrino por el desierto vemos cómo Dios habita en el Arca, colocada
en el campamento, signo visible de la presencia permanente de Dios con su pueblo (Éxodo 40,1 -
34)
El instinto cristiano, guiado siempre por el Espíritu Santo, ha adivinado en todos estos
pasajes bíblicos una imagen de la realidad que vivimos en la Iglesia. El Jesús del Altar que es
nuestro sacrificio, el Jesús del Comulgatorio que es nuestro alimento, ese mismo Jesús es en el
Sagrario el compañero de nuestra peregrinación.
El Catecismo de la Iglesia Católica, haciéndose eco de este sentir cristiano, lo comenta así:
"Por la profundización de la fe, la Iglesia tomó conciencia de la adoración silenciosa del Señor
presente bajo las especies eucarísticas. Por eso, el Sagrario debe estar colocado en un lugar
particularmente digno de la iglesia, de tal forma que manifieste la verdad de la presencia real de
Cristo en el Santo Sacramento". "La visita al Santísimo Sacramento es una prueba de gratitud, un
signo de amor y un deber de adoración hacia Cristo nuestro Señor". Y pide con palabras vivas del
Papa Juan Pablo II:
"Jesús nos espera en este Sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a
encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las faltas graves y
delitos del mundo. Que no cese nunca nuestra adoración" (CEC, 1379, 1380, 1418)
HABLO AL SEÑOR
Mi Jesús del Sagrario, nunca pueblo alguno ha tenido sus dioses tan cerca como tuvo a su
Dios el pueblo de Israel. Esto que el profeta decía entonces, ¡qué lejos se queda de la gran realidad
que vive dichosamente tu Iglesia! Aquí estás conmigo, Señor. ¡Aviva mi fe! Aquí te tengo presente,
Señor. ¡Enciende mi corazón! Aquí me estás haciendo compañía, Señor. ¡Que vaya a ti! Que
cuanto más me acerque yo a tu Sagrario, más adentro me encierres Tú dentro de tu Corazón.
Madre María, tu casita de Nazaret fue un Sagrario en el que Tú y Jesús compartíais la vida
entera. Así quiero yo estar con el Jesús de nuestras iglesias, como Tú en Nazaret: en silencio
respetuoso, en adoración silenciosa, en contemplación incesante, en charla familiar, amorosa y
confiada.
EN MI VIDA. Autoexamen
PRECES
Aviva nuestra fe, Señor Jesucristo, y escucha nuestras plegarias. El amor te impulsó a ti a
quedarte en el mundo a la vez que te ibas al Cielo; haznos vivir ya en el Cielo a la vez que estamos
en el mundo. Haz que nuestros corazones estén fijos allí donde están los gozos verdaderos; A fin
de que, por las cosas que perecen, no peligre nunca nuestra salvación. Tú que gozas en estar con
nosotros tus hermanos, que necesitamos de ti; guía nuestros corazones a los hermanos nuestros
más necesitados, que no desdeñemos su compañía, y que les ayudemos en su pobreza y en todas
sus angustias.
Padre nuestro.