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COMUNICACIÓN Y AFECTIVIDAD

Se considera la comunicación como un eje que atraviesa todo el sistema, ya que como lo dijo Paul Watzlawick
en los axiomas de la comunicación humana: “no se puede no comunicar” y al hacerlo así se toman en cuenta
tanto los elementos digitales, como los analógicos de dicha comunicación.

Esto permite entender los patrones repetitivos que aparecen al interior de los sistemas humanos, basados en lo
que cada uno de los miembros ha vivido y experimentado en su familia de origen y que lleva a la familia
actual.

En este sentido, la comunicación guarda una íntima relación con los vínculos afectivos, ya que es a través de
lo digital, pero, sobre todo, de lo analógico que se expresan las emociones y los sentimientos. Por lo tanto, la
familia es la primera fuente en la que se aprende a manejar los afectos, cualquiera que sea su tipo y esta
experiencia marca profundamente el desarrollo de los niños, así como su manera de establecer relaciones con
personas fuera del círculo familiar.

Existen algunos principios básicos que deben tenerse en cuenta en un buen proceso de comunicación dialógica,
estos elementos en su conjunto ayudan en la creación de un clima emocional que facilita la comunicación,
como son las siguientes pautas de actuación:
⮚ Petición y valoración de opiniones de forma que podamos realizar una toma conjunta de decisiones
utilizando el diálogo.
⮚ Desarrollo de las habilidades asertivas. Esto es la habilidad para decir cómo se es, aquello que se
considera un derecho propio, la manera de pensar sin molestar a los demás. Es la forma acertada
de pedir lo que necesitamos.
⮚ Cuidar algo más que las palabras. Atender al gesto, a la postura, a todos esos elementos del lenguaje
no verbal que, algunas veces, lo contradicen y generan situaciones de ambigüedad en la
comprensión del mensaje.
⮚ Empatizar, ponerse en el lugar del otro, intentar comprender realmente lo que el otro pretende
explicar. Intentar compartir emociones.
⮚ El diálogo permite a la persona expresarse con autenticidad por ello se incluyen aquellos aspectos
que tienen que ver con el reconocimiento de los errores. Esto significa que hemos de pedir
disculpas o reconocer ese error de forma adecuada.

Uno de los elementos fundamentales relacionados con el tema de la afectividad es la cuestión del
apego, sobre el cual se hacen algunos comentarios a continuación, siguiendo a Alfredo Oliva Delgado, quien
sostiene que la teoría del apego es una de las construcciones teóricas más relevantes de los últimos 50 años,
mencionando:
John Bowlby (1907-1991) supo elaborar una elegante teoría en el marco de la etología. Basándose en
la teoría de los sistemas de control, Bowlby (1969) planteó que la conducta instintiva no es una pauta
fija de comportamiento que se reproduce siempre de la misma forma ante una determinada
estimulación, sino un plan programa- do con corrección de objetivos en función de la
retroalimentación, que se adapta, modificándose, a las condiciones ambientales.
La conducta de una persona es el resultado de una interacción entre el ser y el mundo que le rodea, del
cual se obtiene información que, al actuar como retroalimentación, da la posibilidad de corregir las acciones
y pensamientos para adaptarse de mejor manera a la realidad. Alfredo Oliva continúa señalando que:
El modelo propuesto por Bolwby se basaba en la existencia de cuatro sistemas de conductas
relacionados entre sí: el sistema de conductas de apego, el sistema de exploración, el sistema de miedo
a los extraños y el sistema afiliativo.
El sistema de conductas de apego: se refiere a todas aquellas conductas que están al servicio del
mantenimiento de la proximidad y el contacto con las figuras de apego (sonrisas, lloros, contactos
táctiles, etc.). Se trata de conductas que se activan cuando aumenta la distancia con la figura de apego
o cuando se perciben señales de amenazas, poniéndose en marcha para restablecer la proximidad.
El sistema de exploración está en estrecha relación con el anterior, ya que muestra una cierta
incompatibilidad con él: cuando se activan las conductas de apego disminuye la exploración del
entorno.
El sistema de miedo a los extraños muestra también su relación con los anteriores, ya que su aparición
supone la disminución de las conductas exploratorias y el aumento de las conductas de apego.
Por último, y en cierta contradicción con el miedo a los extraños, el sistema afiliativo se refiere al
interés que muestran los individuos, no sólo de la especie humana, por mantener proximidad e
interactuar con otros sujetos, incluso con aquellos con quienes no se han establecido vínculos
afectivos.

Estos sistemas son interdependientes entre sí y señalan la necesidad que todos los seres humanos
tienen de establecer vínculos y mantener ciertos niveles de proximidad con figuras significativas. El apego
en este sentido, se refiere a una serie de conductas cuya manifestación o ausencia está estrechamente ligada,
tanto con factores personales referentes a las características del niño, como con factores contextuales,
referentes al ambiente y fundamentalmente a la relación con una figura específica, que en la mayo- ría de
los casos, es la madre.
Alfredo Oliva continúa su texto señalando que existen diferentes tipos de apego, los cuales se
establecieron a partir de investigaciones realizadas en varios países, en las cuales se encontró que el tipo de
vínculo que los niños desarrollan con sus padres depende, fundamentalmente, de la sensibilidad y capacidad
de respuesta del adulto, frente a las necesidades del niño. Esto guarda relación con los aportes de Alice
Miller, respecto a que le niño requiere consideración y respeto en sus manifestaciones emocionales y son
los padres los mejor llamados para proporcionar esto a sus hijos.
Basándose, en los trabajos de Ainsworth, se menciona que existen tres patrones principales de apego:
seguro, inseguro y ambivalente.
Niños de apego seguro (B): inmediatamente después de entrar en la sala de juego, estos niños usaban
a su madre como una base a partir de la que comenzaban a explorar. Cuando la madre salía de la
habitación, su conducta exploratoria disminuía y se mostraban claramente afectados. Su regreso les
alegraba claramente y se acercaban a ella buscando el contacto físico durante unos instantes para luego
continuar su conducta exploratoria.
Las madres de estos niños son sensibles y responden a los llamados de sus hijos, mostrando su
disponibilidad cuando ellos las necesitan. Los niños lloran poco y usan a su madre como una base segura a
partir de la cual pueden salir para explorar el mundo, puesto que se sentían seguros y confiados de que
podrían acudir donde su madre en caso necesario.
Niños de apego inseguro-evitativo (A): se trataba de niños que se mostraban bastante independientes
en la Situación del Extraño. Desde el primer momento comenzaban a explorar e inspeccionar los
juguetes, aunque sin utilizar a su madre como base segura, ya que no la miraban para comprobar su
presencia, sino que la ignoraban. Cuando la madre abandonaba la habitación no parecían verse
afectados y tampoco buscaban acercarse y contactar físicamente con ella a su regreso. Incluso si su
madre buscaba el contacto, ellos rechazaban el acercamiento.
Las madres de estos niños se caracterizan por mostrarse relativamente insensibles a las peticiones del niño y
en ocasiones francamente rechazantes. En este caso, los niños comprenden que no pueden contar con el apoyo
de su madre y reaccionan de manera defensiva con una postura de indiferencia, que intenta negar la necesidad
que tienen de su madre para evitar nuevas frustraciones cuando ella los rechaza nuevamente.
Niños de apego inseguro-ambivalente (C): estos niños se mostraban tan preocupa- dos por el
paradero de sus madres que apenas exploraban en la Situación del Extraño. Pasaban un mal rato
cuando ésta salía de la habitación, y ante su regreso se mostraban ambivalentes. Estos niños vacilaban
entre la irritación, la resistencia al contacto, el acercamiento y las conductas de mantenimiento de
contacto.
Las madres de estos niños se caracterizan por haber actuado de manera inconsistente en la relación; en
ocasiones se muestran sensibles y cálidas y en otras ocasiones frías e insensibles, lo cual conduce al niño a
sentir inseguridad sobre la disponibilidad de la madre cuando la necesitan.
Los tres tipos de apego mencionados, son los más clásicos, sin embargo, últimamente se ha propuesto la
existencia de un cuarto tipo denominado
Inseguro desorganizado: Se trata de los niños que muestran la mayor inseguridad. Cuando se reúnen
con su madre tras la separación, éstos muestran una variedad de conductas confusas y contradictorias.
Por ejemplo, pueden mirar hacia otro lado mientras son sostenidos por la madre, o se aproximan a ella
con una expresión monótona y triste. La mayoría de ellos comunican su desorientación con una
expresión de ofuscación. Algunos lloran de forma inesperada tras mostrarse tranquilos o adoptan
posturas rígidas y extrañas o movimientos estereotipados.
Un aspecto clave en esta teoría es la cuestión del modelo representacional (Bowlby, 1980), que
constituye una representación mental de sí mismo; sirve de base para la construcción de la identidad, de la
autoestima y de las relaciones con los otros, ya que va a dar información sobre las personas que constituyen
figuras de apego, el lugar donde se encuentran y lo que se puede esperar de ellas.
Este modelo se construye en la relación con las figuras de apego, esencialmente, a través de las
reacciones que el adulto tiene frente a la búsqueda de proximidad por parte del niño, las cuales pueden
agruparse en tres tipos: el adulto se muestra sensible al niño y permite su acceso (apego seguro); el
adulto se muestra insensible e impide el acceso del niño (apego inseguro, evitativo) y por último el
adulto permite el acceso y atiende al niño pero de manera imprevisible (apego inseguro ambivalente).
El modelo representacional tendrá una gran influencia en la forma en que el adulto enfrentará sus
relaciones futuras. Una persona con un modelo de apego seguro se mostrará tranquila y confiada en otras
personas. Si la persona ha tenido experiencias negativas, ya sea de rechazo o de imprevisibilidad con sus
figuras de apego, tendrá una tendencia a esperar lo mismo de otras relaciones. A través del análisis de las
experiencias de apego de la infancia se ha logrado determinar que los padres tienen características que
responden a los siguientes modelos representacionales:
Padres seguros o autónomos que muestran coherencia y equilibrio en su valoración de las experiencias
infantiles, tanto si son positivas como si son negativas. Ni idealizan a sus padres ni recuerdan el pasado
con ira. Sus explicaciones son coherentes y creíbles. Estos modelos se corresponderían con el tipo de
apego seguro encontrado en niños. Estos padres suelen mostrarse sensibles y afectuosos en sus
relaciones con sus hijos, que suelen ser clasificados como seguros en la Situación del Extraño.
Padres preocupados. Muestran mucha emoción al recordar sus experiencias infantiles, expresando
frecuentemente ira hacia sus padres. Parecen agobiados y confundidos acerca de la relación con sus
padres, mostrando muchas incoherencias y siendo incapaces de ofrecer una imagen consistente y sin
contradicciones. Estos padres se muestran preocupados por su competencia social. En su relación con
sus hijos muestran unas interacciones confusas y caóticas, son poco responsivos e interfieren
frecuentemente con la conducta exploratoria del niño. No es extraño que sus hijos suelan ser
considerados como inseguros-ambivalentes.
Padres rechazados. Estos padres quitan importancia a sus relaciones infantiles de apego y tienden a
idealizar a sus padres, sin ser capaces de recordar experiencias con- cretas. Lo poco que recuerdan lo
hacen de una forma muy fría e intelectual, con poca emoción. El comportamiento de estos padres con
sus hijos, que son general- mente considerados como inseguros-evitativos, suele ser frío y en
ocasiones rechazante.
Algunos estudios encuentran una cuarta categoría: padres no resueltos, que serían el equivalente del
apego inseguro desorganizado/desorientado. Se trata de sujetos que presentan características de los
tres grupos anteriores y que muestran lapsus significativos y desorientación y confusión en sus
procesos de razonamiento a la hora de interpretar distintas experiencias de pérdidas y traumas (Main
y Hesse, 1990).
El modelo de apego se transmite de una generación a la siguiente, en la que padres seguros y confiados van
a criar hijos con apego seguro, mientras que los otros tipos de padres, crían hijos que se muestran
ambivalentes en sus relaciones o se sienten rápidamente rechazados y abandonados. Sin embargo, esto no
es una ley inmutable. Las experiencias adultas pueden modificar el modelo representacional basándose en
la incorporación de otros elementos a lo largo de la vida, y particularmente gracias al establecimiento de
relaciones significativas que puedan ofrecer nueva información: validación, empatía al adulto, con lo cual,
éste podrá confrontar sus ideas y cuestionarlas hasta poder cambiar el modelo.
En esta situación, el terapeuta tiene una posición privilegiada, puesto que puede ofrecer empatía y
aceptación al adulto que consulta y al niño herido que habita en él y así contribuir a un proceso de reparación
de las heridas del pasado.

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