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COLEGIO DIOCESANO

MONSEÑOR BALTASAR ALVAREZ RESTREPO


ORACION INICIAL
1. LECTURA DEL EVANGELIO: Lucas 10:38-42

2. MEDITACION
Dicen, Señor, que María se quedó a tus pies. Y que mientras su hermana se afanaba con las tareas del hogar,
ella permaneció contigo.

Tú, como tantas veces, enseñabas. Tus palabras brotando lentamente, despertaban mil sentires en su
corazón. Sus ojos se hundían en los tuyos y ella, ahí, a tus pies, sentía que quizá por primera vez Alguien la
amaba de verdad.

Quisieron apartarla de ti, quisieron llevársela a los oficios, a las labores cotidianas; pero Tú, el Maestro y el
Señor, dijiste que el mejor oficio, que la más grande labor, es aprender de Ti.

Y María se quedó sentada a tus pies, los ojos hundidos en los tuyos, y el corazón pegado a tus palabras,
mientras Tú, de nuevo y como siempre, enseñabas.

Jesús, Maestro, ya ves, también yo estoy ahora a tus pies. He descubierto que soy llamado, que en mi ser
está escrita una misión. He sentido con claridad, aquí, muy dentro de mí, que Dios me hizo para algo, que
nací para una entrega, que en las profundidades de mi ser hay una hermosura y un amor, que son para darlos.

Descubrí que me amabas, que desde siempre me has amado, que a la larga, Tú eres el único que nunca me
ha abandonado, ni siquiera en los momentos más difíciles. Sentí que estabas cerca, que eras perdón de mi
egoísmo y paz en mis tristezas. Y descubrí que tengo miedo. Que algo dentro de mí me lleva hacia otra vida
en la que no te veo. Que una fuerza extraña me arrastra lejos de Ti y que, aunque yo no lo quisiera, me atrae,
me gusta, me puede.

Tú decías que ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si se pierde a sí mismo? Y yo pienso, Señor,
que ¿de qué me sirve triunfar como triunfan los demás, y conseguir riquezas y placeres, o poder, si te pierdo
a Ti, si pierdo al único que en verdad me quiere, así como soy?

Por eso, tengo miedo, Señor. Porque sé que soy débil. Porque sé que me dejo convencer fácilmente por el
mundo que me rodea. Porque sé que me acobardo y que te puedo fallar. Porque sé que muy posiblemente
me quedaré como tantos, abrazado a mis propiedades, a las cosas, al dinero, a la fama, mientras se me queda
vacía el alma.

Quisiera, tal vez, no tener tantas cosas bellas dentro de mí y no sentir que se me conmueven las entrañas
cuando veo sufrir a la gente, para poder tener así la disculpa de que Tú no me llamaste, no me elegiste, no
me buscaste.

Pero todo mi ser grita que Tú estás dentro, que llevo una llamada en mi interior, y que me elegiste a mí, como
si yo fuera único y valioso en extremo ante tus ojos; y que, por lo tanto, ya no puedo ser feliz sin seguirte.
Ahora, Señor, ¿podrías enseñarme a seguirte?
Quiero mirarte, porque en Ti está la vida.
Quiero mirarte, porque Tú sabes amar.
Quiero mirarte, porque Tú siempre haces la Voluntad del Padre.
Quiero mirarte, porque Tú eres entrega sin límites y sin pausas.
Tú eres el proceder de Dios hecho Hombre.
Tú eres lo mejor de nosotros, lo mejor mío.
Tú eres lo que Dios es cuando se acerca a mi vida.
Tú eres lo que yo soy, cuando me parezco a Dios.

Por eso, quien quiera conocer a Dios, necesita mirarte. Y necesita hacerlo largamente, para desenterrar todos
los dioses falsos y destruir todas las imágenes tristes que de Él nos hemos hecho. Y mirándote, descubrir una
vez más que Dios es un «Te Amo» sin condiciones y sin barreras. Y quien quiera conocer al Hombre, que
también te mire a Ti, Señor. Que te mire por un largo rato, hasta que limpies la figura mutilada que nos hemos
hecho del Ser Humano. Y mirándote, descubrir al fin que no fuimos creados para morirnos agarrados a
nuestras posesiones, sino para contarle al mundo con todo nuestro ser, con nuestra voz y nuestras manos,
que lo más cierto es tu Amor.

Tú sabes de Dios, Tú sabes del Hombre, Tú sabes de Alegría, Tú sabes de Amor. Tú eres, el Señor y el Maestro.
Y yo, yo soy tu discípulo.

Por eso, aquí estoy, sentado a tus pies, con mis ojos hundidos en los tuyos, y mi corazón pegado a tus
palabras, mientras Tú, como siempre, enseñas.

No faltará quien quiera apartarme de Ti; quien me diga que hay otros oficios por hacer.
Me recordarán que hay compromisos que me esperan, que no puedo abandonar las preocupaciones
cotidianas.

Y yo, tal vez por un instante vacilaré. Pero no olvidaré que Tú dijiste que el que te escucha escoge la mejor
parte, que lo más grande es aprender de Ti.

Por eso, me sentaré de nuevo, muy cerca de tus pies, y miraré tus ojos limpios y dejaré que tus palabras
penetren en mi corazón, porque yo soy tu discípulo, y Tú...Tú eres mi Maestro y mi Señor.

3. CANCION ENSEÑAME

Enséñame, enséñame, a no envidiar como no envidias Tú,


a ser feliz como lo eres Tú, a ahogar las penas como lo haces Tú,
a dar amor como me lo das Tú, a compartir la dicha como Tú, al igual que Tú.
a perdonar como perdonas Tú, Tengo mucho qué aprender de Ti, Señor;
sin recordar el daño nunca más, nunca más. tengo mucho qué aprender de Ti, Señor:
Enséñame, enséñame, tu dulzura y fortaleza, tu manera de entregarte,
a consolar como consuelas Tú, tu tesón por conquistarme cada día.
a confiar como confías Tú, Tengo mucho qué aprender de Ti, Señor;
a repartir sonrisas como Tú, tengo mucho qué aprender de Ti, Señor:
sin esperar a cambio nada más, nada más. cómo olvidas los enfados,
Enséñame, enséñame, cómo cumples las promesas,
a no mentir como no mientes Tú, cómo guías nuestros pasos cada día.

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