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De las mil batallas que vayamos a enfrentar, la más difícil es cuando tengamos que
enfrentarnos a nosotros mismos. Conocer nuestras limitaciones, nuestras miserias,
nuestros pros y nuestras contras. No hay territorio más crítico que nuestra propia
mente. Liberar nuestra mente, para poder pensar como Dios quiere, es
probablemente la batalla más difícil que tengamos que librar como cristianos.
Nuestra mente determina nuestra vida, como nos paramos ante la vida, como
reaccionamos. Ahí es cuando nos cae la moneda de que, para encontrar la libertad
absoluta, debemos pelear durante gran parte de nuestra vida para liberar nuestra
mente. Toda batalla que libramos en el mundo exterior, primero debemos librarla en
nuestro mundo interior.
La cautividad de la mente
Lucas, 4:18 El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar
buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de
corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad
a los oprimidos;
Liberar la mente de alguien es más complejo que hacer que, alguien que está en
una silla de ruedas, empiece a caminar. Los milagros como el de la silla de ruedas
o el que tira las muletas, el de la muela emplomada con oro, suelen ser más
llamativos. Hay, incluso, un tiempo de testimonio: “¿qué hizo Dios con su vida?”,
“bueno, yo tenía cáncer y el Señor me sano”. Este es el poder de Dios también. O
“yo no podía caminar”, bueno, “haga lo que no podía hacer: venga para acá, vaya
para allá, salte”. Son milagros que podemos ver de manera gráfica.
Una mente libre permite ver oportunidades que permanecen cerradas para quienes
tienen un pensamiento limitado. Quien tiene el pensamiento limitado, no ve nada.
Pero, el que tiene la mente libre, dice “yo le creo cualquier cosa a Dios”.
2 Corintios, 3:17 Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor,
allí hay libertad.
Solo una mente libre, donde no hay cautividad, le puede creer a Dios como un niño.
Para tener una fe de niño, debemos tener una mente libre de toda cautividad. Si uno
no conoce bien su propia mente, puede caer en el error de ser un prisionero de su
pensamiento limitado, transformándose en preso y carcelero a la vez. Encerrar la
mente en una celda de modo que no pueda ensancharse, que no se abre a lo nuevo
que Dios quiere hacer. Abrir la mente no es una cosa humanista o secular.
La Biblia relata que iban unos caballeros a una aldea llamada Emaús, luego de la
resurrección de Jesucristo. Cristo había muerto en la cruz, había estado tres días
en la tumba, resucita y estos dos no saben que Jesús resucitado se les une en el
camino y lo que pasa es muy llamativo:
Lucas, 24:13 Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús,
que estaba a sesenta estadios de Jerusalén. 24:14 E iban hablando entre sí de
todas aquellas cosas que habían acontecido. 24:15 Sucedió que mientras hablaban
y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. 24:16 Más los
ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen.
O sea, era Cristo resucitado que se les unió en el camino y no le conocieron.
Entonces comenzaron a hablar con Jesús, desde Moisés, siguiendo por todos los
profetas y esto nos da la pauta de que estos hombres no eran neófitos
(desconocedores de las Escrituras) y entonces el Señor se les puso a explicar todas
las Escrituras que hablaban de Él. Lo que había dicho Moisés, lo que había dicho
Abraham, lo que había dicho Isaías, entonces les fueron abiertos los ojos y le
reconocieron y Jesús desapareció de su vista:
Lucas, 24:31 Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; más él se
desapareció de su vista. 24:32 Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón
en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?
Estos hombres no dijeron “cuando Jesús nos leía las Escrituras” sino que utilizan la
palabra “abría” (es el mismo verbo que se utiliza para decir que les fueron “abiertos”
los ojos). O sea que hay dos cosas que se están abriendo ahora: los ojos y las
Escrituras. Primero se les abrieron los ojos y vieron que era Jesús y después se les
abrieron las Escrituras y vieron que era el Mesías. Es como cuando tú lees un
versículo decenas de veces pero, de pronto, en un momento de crisis en tu vida,
ese versículo cobra un sentido como nunca antes. Se te “abren” las Escrituras.
Lucas, 24:45 Entonces les abrió el entendimiento [la mente], para que
comprendiesen las Escrituras;
Los niños pueden aprender hasta siete idiomas, porque la “neurogénesis” recién
comienza. Y está científicamente comprobado que, en la vida adulta, podemos
seguir aprendiendo más todavía, si sometemos al cerebro al estrés de seguir
aprendiendo.
La mayor parte de nuestra vida ha sido olvidada. No hay un cerebro que pueda
almacenar toda nuestra vida. Diariamente (se cree que por las noches) el cerebro
inicia una limpieza. El cerebro tiene que auto limpiarse y esto es parte de la creación
de Dios para dar lugar al futuro, para dar lugar al mañana, sino, con treinta años
vividos, tenemos ocupado el 100% del cerebro y no podemos vivir más. Entonces,
el cerebro lo que hace es limpiar los recuerdos y la mayoría de las experiencias, los
momentos, los detalles, desaparecen, ocultos, tras algunos pequeños momentos
seleccionados al que denominamos “nuestro pasado”.
Nadie recuerda toda su infancia, nadie recuerda toda su juventud. Solo recordamos
fragmentos que estuvieron conectados a lo que sentimos o a como nos hicieron
sentir. Pero no recordamos todos los días del colegio, todos los nombres de quienes
fueron nuestras maestras o nuestros compañeros. Hay personas que, cuando
teníamos diez años, eran muy importantes para nosotros y hoy no recordamos ni la
cara, ni el nombre. Y esto sucede sin que nos demos cuenta. Olvidamos recordar y
la mente se va liberando. Por cada momento que recordamos, hay otros mil que
olvidamos.
De hecho, nuestro cerebro borra momentos que han sido escabrosos y traumáticos.
Hay personas que arrastran una tristeza y no saben bien por qué. Luego, haciendo
sanidad interior o en algún momento en un culto, se acuerdan que fueron abusadas.
Pero ¿cómo podrían olvidar una cosa así?. Hay gente que lo tiene como un recuerdo
traumático y, literalmente, su cerebro lo quito de la parte consiente y lo puso en el
inconsciente.
El cerebro los libero de esa carga y lo oculto en el subconsciente. Pero claro, su
vida se definió a partir de ese abuso, aunque la persona no lo recuerde. Pero Dios
lo saca a la luz, no para hacer sufrir a la persona sino para extraerlo, para sanarla
y, a partir de aquí, todas las cosas son hechas nuevas. Pero el cerebro es tan sabio
y tan noble que, a veces, borra momentos tristes que, si nos acordáramos, no
podríamos vivir en el presente ni, mucho menos, proyectar hacia el futuro.
Pero hay algunos recuerdos que si quedan para toda nuestra vida y es el laberinto
por el cual tienen que viajar nuestras experiencias futuras. Las experiencias del
futuro viajan por el laberinto de los recuerdos que sí, valga la redundancia, nos
acordamos, de los momentos del pasado que si los tenemos presente. Los
recuerdos, sea que estén el consciente o en el subconsciente, crean barreras por
las cuales filtramos nuestras experiencias.
Los primeros seis años de vida de un ser humano, marcan la vida adulta que va a
tener, la forma de pararse ante la vida, la forma de reaccionar, el carácter. Después
la vida nos va enseñando mucho y el entorno nos va cambiando, pero la esencia es
formada en los primeros seis años. Y estos recuerdos filtran nuestra manera de ser.
Si nos criamos en un hogar donde todo era grito, donde todo era negatividad, de
grandes buscamos pastores e iglesias que se identifican con esas experiencias.
Hay gente a la que le gusta que le “peguen” (regañen, reprendan) desde el pulpito.
Y donde se topan con alguien que les predica sobre la gracia divina, inmediatamente
dicen “eso no es de Dios”. Es su filtro mental: si no es como ellos creen que debe
ser, entonces no es de Dios. Si no se van de la iglesia con culpa, entonces Dios no
ha hablado.
La mayordomía de la mente
Cuando uno conoce su mente empieza a escoger sus recuerdos. Lo que recuerdas
es el modo en que moldeas tu mente y después tu vida. Los recuerdos son el diseño
de tu mente. Hay gente que para poder honrar a sus padres tiene necesariamente
que seleccionar sus recuerdos. No pueden recordar todo sino que tienen que
seleccionar sus recuerdos y eso provoca honra.
Porque si recordáramos absolutamente todo, por ahí no nos darían ganas de
honrarlos. O, lo que es peor, si seleccionáramos las partes más feas, no solo no los
honramos sino que empezaríamos a odiarlos.
Por eso hay que seleccionar los buenos recuerdos. Esto es la mayordomía de la
mente, es decir, ejercer dominio sobre los recuerdos. Hay cosas buenas que nos
han pasado. Pero a veces la mente nos engaña y se va para las partes más feas. Y
si recordamos solo las partes más feas editadas, así es como vamos a ver el
presente y esperar el futuro. Entonces uno tiene que administrar sus recuerdos
porque “tal es su pensamiento, tal es el” dice la Palabra (Proverbios, 23:7).
El cerebro es un musculo perezoso. Por eso somos tan enseñables y, una vez que
aprendemos algo, no lo queremos desaprender, por pereza. El cerebro es tan vago
que, cuando aprende algo, no hay modo de sacárselo. Desaprender es lo más difícil
que podemos vivir como seres humanos. Es la peor batalla.
Por eso lo que llevo a la cruz al Señor fue cuando dijo: “oísteis que fue dicho a los
antiguos y aprendisteis por Moisés tal cosa, más yo os digo” (Mateo, 5:21-42). Aun
cuando Jesús venía a simplificar la ley, no lo aceptaban porque tenían que
desaprender la ley. Si te dan 613 normas de tránsito (el número no es caprichoso
ya que esa es la cantidad de preceptos que componen la ley de Moisés, incluidos
los 10 mandamientos) y sube un nuevo presidente que dice “solo hay 3 normas de
tránsito” ¿por qué te enojarías con él?.
Mateo, 22:37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda
tu alma, y con toda tu mente. 22:38 Este es el primero y grande mandamiento. 22:39
Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 22:40 De estos
dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.
Pero ellos dicen no, porque eso no es lo que aprendimos. Es lo mismo cuando
muchos afirman “yo defiendo la senda antigua”. Defender la “senda antigua” no es
otra cosa que defender una vieja manera de hacer las cosas. Protegemos el fuerte
del asedio de la modernidad y decidimos que no vamos a aprender nada nuevo.
Pero la Biblia habla de la relación de Dios con lo nuevo:
Isaías, 43:19 He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la
conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad.
1 Corintios, 2:9 Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó,
Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que
le aman.
Dios ama lo nuevo. Él no ha dejado de crear en el sexto día. El sigue siendo creativo.
Pero nuestro cerebro es tan vago que, una vez que aprendemos algo, no queremos
dejar de creerlo. La misma estructura que nos hace enseñables, también no hace
inenseñables.
Marcos, 2:22 Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo
rompe los odres, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero el vino nuevo en
odres nuevos se ha de echar.
Si alguien cree que ya sabe todo, entonces no le queda nada por aprender. La Biblia
llama a estar personas “necios o sabios en su propia opinión”:
Proverbios, 26:12 ¿Has visto hombre sabio en su propia opinión? Más esperanza
hay del necio que de él.
Por lo general, las personas más inteligentes y preparadas son más conscientes de
lo mucho que no saben. Los grandes genios, fueron genios principalmente por su
curiosidad insaciable por lo desconocido, por lo que no estaba hecho. No se
quedaron con que ya se inventó el fuego y la rueda. Cuando alguien exclama “mira
todo lo que tengo que aprender todavía” está a un paso de la genialidad.
En cambio, cuando alguien cree que lo sabe todo y se pone en crítico, no puede
recibir más de nadie (ni siquiera de Dios). Si no tienes cuidado de ti mismo, puede
que estés atrapado en el interior de una mente cerrada. La arrogancia hace rígido
el cerebro. La humildad, en cambio, te permite tener una mente que permanece
abierta.
Cuando hay un alma enseñable, la mente se va ensanchando. Y rara vez una mente
que se ensancha, vuelve a su tamaño original. Cuando Dios ensancha las estacas
de tu mente, nunca más vuelves a convertirte en una persona pequeña:
Isaías, 54:2 Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean
extendidas; no seas escasa; alarga tus cuerdas, y refuerza tus estacas. 54:3 Porque
te extenderás a la mano derecha y a la mano izquierda; y tu descendencia heredará
naciones, y habitará las ciudades asoladas.
Siempre tuviste mal carácter ¿por qué crees que vas a cambiar?. Hace muchos
años que fumas o que bebes ¿por qué crees que vas a poder dejar de hacerlo?.
Siempre fuiste pobre y nunca podrás dejar de serlo. La pobreza es un estado real,
pero siempre proviene de un estado espiritual. La pobreza empieza en la mente.
Hay gente que gana U$S 1.000 por mes y no le alcanza para nada. Dios lo bendice
con un sueldo de U$S 2.000 y los gastos se le van a U$S 3.000. Dios lo bendice
con U$S 5.000 y gasta U$S 6.000. Le vienen U$S 10.000 y gasta U$S 11.500.
Porque su mente está preparada para saber que él trabaja para pagar cuentas y no
para ganar y disfrutar. La mente se preparó para no tener.
El Señor, cuando quiere hablar con sus hombres, con sus profetas, le dice “sal de
tu tierra y tu parentela”, “sal de la tienda”, “sube a la montaña”, “vete a la otra ciudad”,
es decir, los mueve. Dios sabía que moverlos geográficamente, ponerlos en otra
topografía, les iba a dar una nueva perspectiva. Aunque podría haberle hablado en
su tienda, Moisés tenía que subir la montaña para encontrarse con Dios. Porque el
caminar, el salir, el moverse, el probar cosas nuevas, provoca que el cerebro se
ensanche.
La Biblia dice que hay que llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo:
Los 70.000 pensamientos cautivos van pasando por ese filtro que es la mente y ese
filtro mental eyecta algunos pensamientos y otros los distorsiona para que fluyan
conforme a ese filtro.
Esta actitud mental se vio claramente en los fariseos que disputaron con Jesús. Los
fariseos pasaban por alto los milagros de Jesús y solo les importaba si los hacía en
el día de reposo:
Lucas, 6:7 Y le acechaban los escribas y los fariseos, para ver si en el día de reposo
lo sanaría, a fin de hallar de qué acusarle.
Jesús echaba fuera demonios, pero los fariseos lo acusaban de que lo hacía en
nombre del mismísimo satanás:
Mateo, 12:24 Mas los fariseos, al oírlo, decían: Este no echa fuera los demonios
sino por Beelzebú, príncipe de los demonios.
Lo fariseos acomodaban lo que veían a su filtro mental. Estaba tan cautiva la mente
de los fariseos que no pudieron ver en Jesús al Mesías prometido a Israel.
Pablo escribe:
Pablo no está diciendo no se junten con el mundo, no hablen con los mundanos, no
se saquen selfies con gente que tiene un tatuaje. No dice eso. Cuando Pablo habla
de amoldarnos al mundo está hablando del patrón, porque el patrón de pensamiento
que se forma en el interior de alguien que no tiene a Dios es muy diferente al de
alguien que si tiene a Dios. Recién cuando nuestra mente es renovada es cuando
podemos saber cuál es la voluntad de Dios, agradable y perfecta para nosotros.
Para renovar la mente, a veces uno tiene que ver el pasado con ojos nuevos. Es
como crear “nuevos recuerdos”. Es ver tu pasado con ojos nuevos.
“Les deseo a ustedes un feliz 1989. En vez de estirar mi deseo hacia el futuro, lo
retrocedo hacia el pasado. Se me dirá que el pasado no puede modificarse. Quién
sabe si, iluminándolo desde el futuro de otra manera, no resignificamos ese pasado.
Así que yo les deseo que, en el recuerdo, tengan un muy feliz 1989, que es el año
que acaba de pasar”.
De esto es de lo que estamos hablando. Hay que mirar el pasado con ojos nuevos.
Hay recuerdos que se van agigantando por ver el pasado con ojos viejos.
La voluntad de Dios
Muchos piensan que la voluntad de Dios es una especie de cuerda floja por la que
caminamos o nos caemos. Muchos no se casan esperando que Dios prepare una
persona ideal para ellos. Otros no se deciden a estudiar, esperando que Dios les
revele la carrera que deben seguir. Y esta visión limitada de la voluntad de Dios nos
hace hablar de la voluntad perfecta y de la voluntad permisiva.
Pero la verdad es que un Dios infinito, nos tiene preparados un infinito universo de
futuros. Hay un montón de futuros que nosotros elegimos conforme al filtro de
nuestra mente.
Cuando Pablo dijo comprueben cual sea la voluntad de Dios, agradable y perfecta,
no hablaba de una línea, un sendero o un camino prestablecido.
Josué, 1:3 Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare
la planta de vuestro pie.
Dios le pudo haber dicho a Josué: yo te voy a decir dónde poner el pie, porque yo
solo te voy a bendecir en mi perfecta voluntad. No, le dijo yo te entregare “todo lugar
que pise la planta de vuestro pie”. La iniciativa (la decisión de donde pisar) era de
Josué.
Eclesiastés, 9:10 Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus
fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni
sabiduría.
1 Samuel, 10:7 Y cuando te hayan sucedido estas señales, haz lo que te viniere a
la mano, porque Dios está contigo.
Entras a cualquier lado y cambia la atmosfera, porque tienes el favor de Dios, para
los negocios, para la pareja, para emprender.
Hasta donde veas, te daré. El día que dejes de ver, dejaras de crecer.
El futuro respeta el mismo diseño original del Huerto del Edén, donde había solo un
árbol cuyo fruto no se podía comer (el árbol de la ciencia del bien y del mal). Del
resto de los árboles, Adán y Eva podían comer de los que hubiesen querido. Esta
es la creatividad de un Dios infinito. No había solo dos árboles. Solemos vivir nuestra
vida como si hubiera solo dos árboles (uno del bien y otro del mal). Pero Dios nos
dice: yo no creo las cosas así. Como fue en el Huerto del Edén es ahora.
Hay infinidad de futuros para nosotros: estudia, prepárate, capacítate, trabaja. Hasta
donde te de la mente vas a tener. Solo un árbol no toques: el pecado.
Pero para muchos solo hay un árbol bueno (la voluntad perfecta de Dios) y todos
los demás árboles son malos. La TV es mala, el teatro es malo, vestirse es malo,
jugar al futbol es malo, contar un chiste es malo, mirar una película es malo, la
música es mala, el entretenimiento es malo. Muchos están en medio del huerto con
todos arboles malos y podridos. Para donde miran hay pecado. Se dio vuelta el
huerto, para algunos. Hay solo un árbol de vida y todos los demás son árboles de
muerte.
Pero la Biblia dice otra cosa:
Génesis, 2:15 Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén,
para que lo labrara y lo guardase. 2:16 Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo:
De todo árbol del huerto podrás comer; 2:17 más del árbol de la ciencia del bien y
del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.
En el huerto había solo un árbol de muerte y todos los demás eran arboles de vida.
Entonces el futuro, son muchos futuros (hasta donde te atrevas a ver).
Palabras finales
Cuando adoramos con ignorancia, con el cerebro pequeño, la adoración esta vacía.
Y Dios no solo quiere que le adoremos sino que sepamos por que le estamos
adorando. Dios es Espíritu y quienes le adoran deben hacerlo en espíritu y en
verdad.
Juan, 4:24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario
que adoren.
Como en el amor: te puedes deslumbrar unos días, unos meses, pero si no hay
amor, el deslumbramiento se va a la primera discusión. Pero si descubres a la
persona y te vas enamorando cada día mas, el deslumbramiento es un tema menor.
Hay gente que viene a la iglesia y deja de venir ante el primer traspié: me enfrié, me
vino la crisis, Dios no me prospero, puse el diezmo y Dios no me multiplico y no va
descubriendo a Dios. Entonces no hay razones para que pueda adorar.
Y hasta Dios se aburre de los canticos viejos:
Salmos, 40:3 Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios.
Porque si le dices a alguien que los amas siempre de la misma manera, te va a dejar
de creer. Porque la declaración de amor nace entonces del recuerdo, de la rutina y
del desgano y no de la imaginación y de la creatividad. Por eso hay que ensanchar
la mente, para que seamos adoradores genuinos.
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Marcelo D. D’Amico
Maestro de la Palabra – Ministerio REY DE GLORIA