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UPLA / 2019 / NIVELES DE ANÁLISIS LINGÜÍSTICO / Prof. Mag. Renate Decker

El estructuralismo europeo
La escuela de la glosemática: Louis Hjelmslev

Con el nombre de glosemática se conoce la teoría desarrollada por el lingüista danés


Louis Hjelmslev (1899-1965) –con la colaboración de Hans J. Uldall– en el marco del
Círculo lingüístico de Copenhague, foro de investigación inspirado en el Círculo
lingüístico de Praga. Esta escuela lingüística se reconoce explícitamente como deudora
de los aportes de Saussure y, especialmente, de la idea de que la lengua es un sistema
de valores, entendidos como entidades opositivas, relativas y negativas.

De las distintas definiciones de lengua brindadas en el Curso de Lingüística General


interesa especialmente a Hjelmslev aquella que sostiene que la lengua es forma y no
sustancia. La glosemática basa su teoría en la profundización de esta idea: la lengua es
una entidad autónoma de dependencias internas, esto es, en ella importan sólo las
relaciones formales entre los elementos de los distintos niveles lingüísticos, entendidas
como constantes (la forma).

Así, por ejemplo, el fonema /d/ se define dentro del sistema fonológico del español
como una consonante (en oposición a las vocales), que puede asumir la posición inicial
o final de sílaba, por su posibilidad de ser seguida por otra consonante conformando
grupo (dragón) y por entrar en conmutación con determinados elementos que entran
dentro de esa categoría (clave). Estas definiciones alcanzan para capturar el papel
esencial de la d española en el mecanismo interno de la lengua, es decir, dentro de la
lengua considerada como esquema (el dominio de las formas puras).

Por otra parte la lengua como realización social dada, pero independientemente de su
manifestación, constituye la norma, la forma material.

Así la /d/ se define desde esta perspectiva como una dentoalveolar sonora (opuesta por
ejemplo a la /t/, dentoalveolar sorda): lo que la distingue es una propiedad positiva, los
mínimos diferenciales que le otorgan cualidades positivas frente a los otros elementos
del sistema.

Por último, desde la perspectiva de la lengua considerada como uso (conjunto de


hábitos) la /d/ se define como dentoalveolar, sonora, oclusiva o dentoalveolar, sonora,
fricativa: esta definición abarca todas las cualidades registradas en la pronunciación
habitual de la /d/ española. Hjelmslev concluye que de las tres acepciones de la lengua
mencionadas es la que concibe a la lengua como esquema la más próxima al sentido que
se asigna a esta palabra: así se evita todo el carácter material y se separa lo
verdaderamente esencial de lo accesorio. Por último, el habla saussureana se denomina
acto y no es más que un documento pasajero y accidental.

De manera muy apretada puede decirse que la glosemática considera que la lengua es
una semiótica compuesta de dos planos: expresión y contenido (que corresponden a los
planos del signo saussureano: significante y significado). El signo, desde el punto de
vista interno, es en realidad una función, una entidad generada por la conexión entre dos
funtivos: una expresión y su contenido o un contenido y su expresión. No hay una
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función signo sin que estén presentes simultáneamente expresión y contenido: por ello
la función signo es en sí misma una entidad solidaria. En cada uno de los planos del
signo es preciso distinguir entre la forma y la sustancia. Si se comparan expresiones en
distintas lenguas como yo no lo sé /I do not know (inglés)/ ich weiß es nicht (alemán)/je
ne le sais pas (francés), encontramos un factor común –la llamada materia,el contenido-
que así considerada no es analizable, es una masa amorfa. Esa materia está ordenada,
formada en cada lengua de manera diferente (para visualizar este aspecto hemos
subrayado en los ejemplos los elementos que realizan la negación en las distintas
lenguas, véase también el orden de las palabras y la posición de los verbos que están en
negrita). Es decir que cada lengua coloca sus propios límites en la masa amorfa de
pensamiento, distribuye los elementos de distinto modo y con distinto énfasis.
Retomando la metáfora de Hjelmslev: es como un único y el mismo puñado de arena
que puede ponerse en distintos moldes, estos moldes son las formas que son propias de
cada lengua, la materia permanece como sustancia formada para una y otra forma
lingüística. Cada plano del signo, contenido y expresión, está conformado por una
forma y una sustancia, es decir, por propiedades formales puras y por sustancia
conformada.

Un ejemplo en el nivel de la morfología: la zona del número (materia) se organiza de


distinto modo en las diferentes lenguas. En español, el número se ordena (se forma) en
dos categorías singular y plural; el plural se realiza mediante los formantes –(e)s y Ø
(casa/casas; papel/papeles; (el) martes/los martes); en cambio, algunas lenguas como
el griego antiguo, el sánscrito y el lituano distinguen singular, plural y dual. Esta
distinción se verifica también en el plano de la expresión: la materia consiste en la
totalidad de los sonidos pronunciables, por ejemplo, el continuum vocálico constituye
una zona fonética de materia, que se forma de distinta manera en las distintas lenguas,
en dependencia de las funciones específicas de cada una: así mientras que el sistema
vocálico del español se compone de cinco vocales, el alemán presenta ocho.

El análisis interno de los planos del signo lingüístico lleva al reconocimiento de


elementos menores en cada uno de ellos: así, una palabra como irremediable puede
dividirse en distintos elementos menores portadores de significado (i-remedi-(a)ble),
que se emplean en otros signos (irreductible) y, a su vez, pueden distinguirse dentro de
–ble otros elementos, sin significado –los fonemas- , que sirven para construir otros
formantes. En cada plano del signo pueden identificarse no signos, llamados en la teoría
figuras del contenido y de la expresión, cuyo número es limitado y que sirven para
construir nuevos signos. Las lenguas, por su finalidad, son primera y principalmente
sistemas de signos, pero por su estructura interna son algo diferente: son sistemas de
figuras que pueden usarse para construir signos.

La propuesta de Hjelmslev revela la fuerte influencia de los lógicos del Círculo de


Viena, que aplicaron los métodos y el simbolismo de las matemáticas a los estudios
sobre el lenguaje. La teoría lingüística debe poder dar cuenta del sistema de todas las
lenguas: se trata de un sistema formal de premisas que busca descubrir y formalizar la
estructura de una lengua, independientemente de cualquier realidad extralingüística y de
todas sus posibles manifestaciones. La teoría exige el cumplimiento de un principio
metodológico que se denomina “empírico” y que sostiene que la descripción debe
cumplir con las condiciones de ser autoconsistente (no contradictoria), exhaustiva y lo
más simple posible. En consonancia con este principio, la teoría elige preferentemente
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el procedimiento deductivo, que parte de las clases para llegar a los componentes pero
admite la posibilidad de incluir también el método inductivo.

Lecturas básicas

 Hjelmslev, Louis (1943), “Langue et parole”, en Cahiers Ferdinand de Saussure


2, 29-44. Publicado en español: “Lengua y habla”, en Ensayos lingüísticos,
Madrid: Gredos, 1971, 90-106.
 Hjelmslev, Louis (1959), Essais linguistiques, Copenhaguen, Nordisk Sprog-og
Kulturforlag. Publicado en español: Ensayos lingüísticos, Madrid, Gredos, 1971.
 Hjelmslev, Louis (1961), Prolegomena to a theory of language, Madison.
Edición en español: Prolegómenos a una teoría del lenguaje, Madrid, Gredos,
1971.
 Uldall, Hans J. (1957), Outline of glossematics, Parte I, TCLC X.

Estructuralismo de habla francesa


La lingüística estructuralista de habla francesa ha dado lugar a la llamada (en términos
de Charles Bally) teoría general de la enunciación. Bally (1865–1947) formó parte de
la escuela ginebrina inaugurada por Saussure y fue, de hecho, uno de los editores del
Curso, junto con Alfred Sechehaye.

Si partimos de la oposición entre lengua y habla trazada por Saussure, la idea de


enunciación es un intento por esbozar una lingüística del habla: se trata de ver cómo los
sujetos utilizan (en términos de Émile Benveniste, se apropian de) el sistema potencial
de la lengua para dar lugar a emisiones reales. De este modo, el concepto gramatical de
oración (que es una unidad abstracta) se ve reemplazado por enunciado, que comprende
la situación en la que se realiza la emisión.

En ese marco, Bally retoma la oposición entre modus/dictum, que puede rastrearse en
los estoicos griegos.

Así, en el enunciado Probablemente Juan esté cansado, la predicación (el dictum) pone
en relación Juan y cansado (por intermedio del verbo copulativo estar) y la modalidad
(el modus) probablemente afecta esa predicación al señalar la intervención de la
subjetividad del hablante.

Desde un punto de vista gramatical, el modus puede expresarse por medio de muy
distintos recursos lingüísticos y no lingüísticos. Entre los recursos lingüísticos se
cuentan los adverbios en –mente, el modo, el tiempo, el aspecto, la persona y la
distribución de la información en el enunciado, incluyendo nociones como tema/rema (o
tema/ propósito, en los términos de Bally), el foco y el tópico, etcétera. Dentro de los
recursos no lingüísticos, la modalidad puede expresarse por medio de la entonación, las
interjecciones o la gestualidad (que son recursos intermedios entre la lengua y la acción,
en la medida en que también en ellos interviene lo arbitrario).

Quien desarrollará aún más las ideas de Bally es Émile Benveniste (1902-1976),
profesor del prestigioso Collège de France. La noción de enunciación aparece
reiteradamente en las conferencias, clases y artículos de Benveniste producidos entre
1950 y 1974 y reunidos en dos recopilaciones, publicadas bajo el título de Problemas de
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lingüística general [Problèmes de linguistique générale] I y II. En particular, en “El


aparato formal de la enunciación”, Benveniste propone una sistematización de los
recursos formales por medio de los cuales se expresa la apropiación del sistema
potencial de la lengua por parte de un sujeto individual con el fin de dar lugar a una
instancia de discurso. En ese sentido, las paráfrasis de lengua en uso o empleo de la
lengua, que utiliza Benveniste, dan cuenta de que la enunciación se concibe
básicamente como un acto, no como un objeto lingüístico equivalente a una oración, un
texto, etcétera. De este modo, la enunciación supone un locutor y también un
destinatario (o alocutario, en la terminología original), ya que todo discurso involucra a
alguien que se dirige a otra persona. Además, la enunciación también requiere una
referencia, esto es, la expresión de cierta relación entre el discurso y el mundo.

Prueba de estas generalizaciones son los sistemas deícticos, que (destaca Benveniste)
existen en todas las lenguas y que remiten al yo, el aquí y el ahora, los parámetros
básicos de la situación enunciativa.

Para expresar la relación entre los participantes en la comunicación, las lenguas utilizan
diversos recursos: el sistema pronominal (la primera y la segunda persona, que indican
los participantes en el acto enunciativo: yo y vos, vs. la “no-persona”: él) y los
morfemas verbales de persona y de número (especialmente relevantes en el caso de las
lenguas con sujeto tácito, como el español). La situación espacial del acto de
enunciación se expresa mediante pronombres, adjetivos o adverbios demostrativos
(esto, ese, aquí, etc.), que indican mayor o menor cercanía espacial con el locutor.

Por último, la relación con el momento particular de la enunciación aparece expresada


por medio de diversos adverbios o construcciones nominales equivalentes (ahora, antes,
mañana, esta semana) y por los morfemas verbales de tiempo y aspecto, oponiendo el
presente enunciativo al resto de las opciones temporales. A partir de esta última
oposición, Benveniste construye la dicotomía entre discurso (donde los hechos se
muestran íntimamente ligados al locutor, al presentarse en un presente coincidente con
el acto de enunciación) e historia (donde los hechos se presentan como si fueran ajenos
al momento de la enunciación, con el uso preponderante de los tiempos del pasado).

Lecturas básicas

 Bally, Charles (1932), Linguistique générale et linguistique française, Berne, Francke.


 Benveniste, Émile (1966), Problèmes de linguistique générale 1, París, NRF Gallimard.
Editado en español como: Problemas de lingüística general I, Buenos Aires, Siglo XXI,
1971.
 Benveniste, Émile (1974) Problèmes de linguistique générale 2, París, NRF Gallimard.
Editado en español como: Problemas de lingüística general II, Buenos Aires, Siglo XXI,
1977.

El estructuralismo en Inglaterra: John Rupert Firth y Michael


Halliday

El estructuralismo tuvo su fuerte impronta en Inglaterra a través de la obra de John R.


Firth (1890-1960) y luego de su discípulo Michael Halliday (n. en 1925), quien es el
padre de una de las teorías funcionalistas contemporáneas más influyentes (la llamada
Lingüística Sistémica Funcional, ver Estado del arte). Firth fue un estudioso de lenguas
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exóticas de Oriente, así como M. Halliday fue, antes que lingüista, especialista en
lengua y literatura china.

J. R. Firth, si bien parte de algunos postulados saussureanos, se aparta de muchos de


ellos y adopta una actitud singular frente a las demás escuelas estructuralistas: se
enfrenta particularmente con el estructuralismo norteamericano, el enfoque dominante
en lengua inglesa en su época de formación. La escuela de Praga influyó también
fuertemente en sus ideas y en las de sus discípulos y seguidores.

Para Firth, la lingüística debe estudiar el significado en la lengua, entendiendo


significado como un complejo de relaciones contextuales; la fonética, la gramática, la
lexicografía y la semántica tratan cada una sus propios componentes del complejo en su
contexto apropiado. El significado compete, pues, a todos los niveles lingüísticos, dado
que el hablante realiza elecciones entre las posibilidades que le ofrece cada nivel
atendiendo al contexto. El significado, entonces, está asociado indisolublemente al uso.

Firth fue discípulo del antropólogo B. Malinowski, quien ejerció una fuerte influencia
en el lingüista, especialmente en lo que se refiere a la relevancia del contexto en todo
evento comunicativo y lingüístico (de allí que suela identificarse a esta línea como parte
del contextualismo británico). Para Firth la lengua es una totalidad; la división de la
lengua en fonética, gramática, léxico, etc., no es más que una necesidad metodológica:
para describir y explicar cualquier elemento o aspecto de un nivel dado es
imprescindible tener en cuenta todos los demás niveles. Por otra parte, nunca debe
perderse de vista que la lengua siempre tiene una función social en el contexto de una
cultura dada. Las lenguas pueden estudiarse sólo a partir de textos concretos, muestras
de lo que llama lenguas restringidas, es decir, la lengua de la ciencia, de la política, del
comercio, etcétera.

Con esta idea dio un lugar de importancia al estudio de lenguas para fines específicos,
que tiene hoy un desarrollo pujante. La teoría asigna un papel central a la noción de
sistema (de allí derivará el nombre teoría sistémica) y también a la de estructura, que
define en vinculación con las relaciones sintagmáticas y paradigmáticas de Saussure:
todo análisis debe distinguir entre estructura como entidad sintagmática y sistema,
entidad paradigmática, y cualquier análisis lingüístico debe realizarse analizando tanto
las relaciones sintagmáticas como las paradigmáticas.

El estudio de la lengua debe apelar a la distinción de niveles de análisis, pero


concibiéndolos de manera flexible: Firth reconoce como niveles básicos de la lengua los
niveles fonético, léxico, gramatical y situacional (context of situation); sin embargo,
admite que podría proponerse el nivel grafemático (el estudio estructural del sistema
ortográfico) o el nivel estilístico (el nivel encargado de explicar aquellos rasgos
específicos que son significativos para la delimitación funcional de un estilo de lengua).

Su discípulo Michael Halliday encabezó la llamada escuela neofirthiana y desarrolló a


partir de la década del sesenta del siglo pasado la teoría sistémica. En distintos trabajos
de ese período considera que el lenguaje es sonido organizado: la fonética estudia los
sonidos, y la lingüística, su organización. La descripción de una lengua debe considerar
los distintos niveles de estructuración; ellos son situación, forma y sustancia, y se
relacionan entre sí mediante el contexto y la fonología. Sólo la forma es estrictamente
lingüística; la situación consiste en la circunstancia social real en la que funciona la
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lengua y la sustancia es su materia, sea fónica o gráfica. La descripción debe mostrar la


relación entre la forma lingüística -la organización significativa de la sustancia– y la
situación, así como entre forma lingüística y sustancia; por eso postula los dos
interniveles que realizan esas funciones (contextual y fonológico). El estudio de la
forma incluye el léxico y la gramática.

Uno de los aspectos más estudiados del sistema por M. Halliday en las décadas del
sesenta y setenta es la transitividad, que consiste de una red de sistemas que se originan
en la cláusula mayor (la oración que contiene predicación). Los sistemas de
transitividad se relacionan con: 1. los tipos de procesos que se emplean en la cláusula; 2.
con los participantes, y con atributos y circunstancias de los procesos y los
participantes. Los tipos de procesos pueden ser extensivos o intensivos, según se trate
de procesos de acción o percepción (Elena compró la casa; Las gaviotas volaron) o de
descripción o identificación (Las fiestas navideñas son extenuantes; El presidente es
Rodríguez Zapatero). Dentro de los procesos extensivos se distinguen el sistema
efectivo (dirigido a un fin/objeto, como en Elena compró la casa) del sistema
descriptivo (acción no dirigida, las gaviotas volaron). A su vez el rasgo efectivo puede
manifestar el sujeto como actor (operativo) o como objeto (receptivo). Una descripción
más refinada de la cláusula extensiva distingue el rasgo iniciador de la acción y otras
posibilidades de relación entre los participantes (Juan rompió la ventana / La ventana se
rompió).

Hacia mediados de la década el 70 sus trabajos comienzan a mostrar una tendencia


creciente a traspasar los límites de la oración en el análisis gramatical, como lo muestra
con elocuencia su libro Cohesión en inglés [Cohesión in English] (1976), realizado en
colaboración con Ruqaiya Hasan, y en el que elabora los distintos procedimientos
cohesivos que hacen posible hacer del texto un objeto con significado. Su gramática
funcional publicada en 1985 exhibe la consolidación de su modelo gramatical (ver
Estado del arte).

Lecturas básicas

 Firth, J. R. (1957), Papers in Linguistics 1934-1951, Londres, Oxford University Press.


 Halliday, M.A.K. (1967-68), “Notes on transitivity and theme in English”, Journal of
Linguistics 3, 37-81 y 199-244; 4. 179-215.
 Halliday, M.A.K. y R. Hasan (1976), Cohesion in English, Londres, Longman.

La escuela lingüística de Praga


El círculo lingüístico de Praga fue fundado por lingüistas checos y rusos (Bohuslav
Havránek, Vilém Mathesius, Joseph Vachek, Bohumil Trnka, Roman Jakobson,
Nicolai Troubetzkoy y Serge Karcevskij) en 1926, en gran parte como reacción
contra la tendencia de los neográmaticos a aislar los fenómenos lingüísticos y a
estudiarlos de manera parcial. Se reconocen dos períodos en la obra de los lingüistas de
Praga: un período clásico, previo a la segunda guerra mundial, y un segundo período,
que se inicia una vez finalizada la guerra. Los lingüistas de Praga pueden caracterizarse
como estructuralistas funcionalistas: parten de la relación interna entre significado y
significante pero consideran las relaciones de la lengua con la realidad extralingüística.
Sus aportes han sido sustantivos en todos los planos de la lengua.
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En la época clásica destacan las investigaciones en el área de la fonética y la fonología,


emprendidas especialmente por R. Jakobson, S. Karcevsky y N. Troubetzkoy; a este
último autor se deben los principios y reflexiones que pasaron a conocerse como la
“Fonología de Praga”. En su obra elabora las nociones de fonema y alófono, es decir, la
distinción entre “tipos distintivos” y realizaciones concretas de sonidos, que explica que
los hablantes pronuncien y perciban las diferencias en la pronunciación de la s en las
palabras asfalto, casa y asco pero al mismo tiempo identifiquen esas variantes como
realizaciones del tipo (fonema) s, que permite contrastar significados (casa vs. cara).
Debemos a Troubetzkoy la comprensión y la sistematización de los sistemas
fonológicos de distintas lenguas a partir de los rasgos distintivos (pertinentes,
relevantes) de los fonemas y la clasificación de las oposiciones fonológicas.
Naturalmente, su obra se basa en buena medida en trabajos de predecesores como
Baudin de Courtenay, Ferdinand Saussure, Otto Jespersen, etcétera.

Por otra parte, los lingüistas de Praga innovan al incorporar la perspectiva funcionalista
en la definición de la lengua: para ellos, la lengua es un sistema de medios de expresión
apropiados para un fin. Además, la lengua es un sistema funcional en sí: las estructuras
fónica, gramatical y léxica dependen de las funciones lingüísticas y sus modos de
realización.
En el período posguerra de la Escuela de Praga es notoria la mayor concentración en los
estudios gramaticales y la atención brindada a los niveles superiores de organización de
la gramática.

Ya Mathesius había concebido la lengua como un sistema de niveles correlacionados:


fonológico, morfológico y sintáctico y suprasintáctico o estilístico. Los niveles
superiores imponen su organización categorial a los inferiores, pero siempre el último
selecciona los medios de realización. Cada nivel es un subsistema, con unidades
propias. El análisis estructural debe abarcar el aspecto paradigmático y sintagmático.
Son relevantes las contribuciones de B. Trnka al campo de la morfología y de Frantisek
Daneš al de la sintaxis. Este último autor reelabora y completa teóricamente aportes
previos sobre los niveles superiores; así, propone distinguir los niveles sintácticos de:

1. la estructura gramatical de la oración;


2. la estructura semántica de la oración y
3. la organización de la emisión.

Especialmente original es la propuesta para el nivel suprasintáctico, desarrollada


inicialmente por Mathesius. En este nivel, la unidad es la emisión o la “perspectiva
funcional de la oración”, que implica la contextualización de la lengua en una situación
concreta, con un hablante y un oyente, en la que la función lingüística primaria es la
representativa o informativa. La emisión es un proceso dinámico de comunicación, en el
que sus elementos se jerarquizan de acuerdo con el grado de información que conllevan
(= dinamismo comunicativo); esos elementos son tema (= información conocida) y
rema (= información nueva).

La emisión se realiza mayormente mediante recursos no gramaticales aunque algunos se


reflejan en el nivel gramatical (el acento contrastivo o enfático, la entonación, el orden
de las palabras, etc.). Los estudios sobre la perspectiva funcional de la oración de los
lingüistas praguenses son un antecedente central para el nacimiento de la Lingüística del
Texto. En este sentido, también son un antecedente de importancia sus desarrollos en
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estilística funcional: concibieron la estratificación funcional de la lengua a partir de


pares de rasgos como lengua intelectual vs. emocional, oralidad vs. escritura, habla
dialógica vs. monológica, lengua informativa y lengua poética, la primera dividida en
lengua práctica y teórica, y sobre todo una dicotomía que subyace en parte a la
clasificación transversal: lengua popular vs. lengua literaria. Havránek distingue en el
campo de la comunicación no artística la lengua cotidiana, la lengua referencial y la
lengua científica; y más tarde también se refiere a la lengua periodística.

En este marco es preciso mencionar a Roman Jakobson (1896-1982), lingüista,


fonólogo y teórico de la literatura ruso, quien debido a persecución política, igual que su
amigo y colega Troubetzkoy, debió emigrar primero a Praga, más tarde a Dinamarca y
Noruega, y de allí, por la amenaza de la invasión nazi, a los Estados Unidos. Su obra es
vasta y abarca los campos de la fonología, la afasia, la lingüística general, la estilística y
la poética. La contribución de Jakobson que más se ha difundido en la lingüística y
especialmente en su enseñanza es la vinculada con las funciones del lenguaje.

Ese trabajo fue presentado en una conferencia titulada “Lingüística y Poética”, que
estuvo destinada a discutir críticamente la concepción tradicional que considera esos
ámbitos como opuestos y sólo tangencialmente relacionados. Jakobson sostiene que
toda conducta verbal –no solo la poética– es intencional y está dirigida a un fin: el
lenguaje debe ser abordado y estudiado en toda la variedad de sus funciones. Sobre la
base de la teoría de la información formulada en 1948, que se articula sobre los factores
que constituyen la comunicación (emisor, receptor, referente, canal, mensaje y código),
dedujo la existencia de seis funciones lingüísticas: la expresiva, la apelativa, la
representativa, la fática, la poética y la metalingüística. De esta manera completó el
modelo de las funciones lingüísticas clásico, presentado por Karl Bühler en su libro,
Teoría del Lenguaje (1930).

Fuente:

http://aportes.educ.ar/lengua/nucleo-teorico/recorrido-historico/-la-lingueistica-del-
siglo-xx/estructuralismo_europeo.php?page=1

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