Sei sulla pagina 1di 16

Sólo conociendo quién eres, serás capaz de entender la providencia divina

Autora: Paula Siles Del Valle

Introducción

En Boecio La Consolación se trata de un cambio de opinión, en donde lo que se pretende es elevar los bienes

a bienes reales y no mundanos. Cuando uno empieza a leer La Consolación, va constatando que Boecio

no comprende cómo funciona la Providencia debido a que está experimentando en carne propia que los

justos sufren. La consolación en nuestro autor va funcionando por gradualidad, lo que implica que tanto

Boecio como sus lectores deben ser muy pacientes. Al comienzo la medicina para el enfermo debe ser

suave y la consolación no puede aplicarse inmediatamente, sino que debe ser progresiva: hay que saber

esperar el momento adecuado.

“Bienvenida sea la muerte para los hombres, cuando, sin turbar los dulces años, acude a la llamada

desesperada del afligido”1 Con esta frase Boecio clama desesperado a la muerte en el Libro I, porque ya no

se reconoce o no se conoce a sí mismo, pues sus padecimientos lo conducen a sentir que al perder sus bienes,

su suerte y su libertad, lo ha perdido todo, ya que debido al dolor, no es capaz de razonar , ni ver nada en claro.

Y precisamente, el dolor ha inspirado un intenso diálogo entre el autor y Filosofía, por medio de una

consolación, en la que la ordenación de la creación traspasa la intención de la consolación del autor.

Mi interés por la Providencia Divina surge por la problematización que se manifiesta en el Libro I sobre la

creencia de que Dios permite que los malvados hagan el mal o de que esto ocurra bajo la mirada de Dios.2

1
Boecio, La Consolación de la Filosofía, Ediciones Akal 1997
2Boecio, La Consolación de la Filosofía, L.I.p.4 pp. 116 “En efecto, es posible que desear el mal sea tal vez una debilidad propia de
nuestra naturaleza, pero es una monstruosidad que, bajo la mirada de Dios, cualquier criminal pueda hacer contra personas inocentes
cuanto se le ocurra”

1
Me interesa, además, el hecho de que el camino para entender la Providencia Divina es el del conocimiento de

uno mismo, ya que, como nos hace ver Étienne Gilson3, sea desde el aspecto filosófico o religioso el problema

del conocimiento de uno mismo para el filósofo cristiano termina siempre en relación o bajo el sometimiento

de Dios. El haber sido creados a imagen de Dios, nos hace racionales e inteligentes y por ello libres y con ello

podemos decidir y elegir y, por otro lado, podemos recibir la gracia divina y hacernos virtuosos.4

Empezaré por verificar si las argumentaciones del Libro I de la Consolación sobre el tema de la injusticia para

con los premios y castigos con los que realizan acciones buenas y malas son argumentos razonables, o si se

trata, más bien, de la perturbación del ánimo del autor lo que lo lleva a una confusión semejante.

A continuación, se presentarán las visiones sobre las características divinas en Boecio en contraposición a la

posición platónica en el Timeo y en Cicerón en Sobre la naturaleza de los dioses, en cuanto expresan puntos

de vista importantísimos del debate y complementarios entre sí.

Para completar la lectura de estos autores, me ayudaré con la visión de Gilson en relación a la providencia

divina que pueda guiarnos a comprender mejor en qué consiste ésta.

Como precedentemente he mencionado, pretendo en la conclusión de este ensayo, destacar los asuntos

significativos de la esencia divina para la comprensión de la providencia con el fin de proponer una

demostración metafísica de la visión cristiana a partir de Boecio.

Espero poder demostrar cómo la comprensión de Dios, y también la del hombre pueden probar que la idea de

la providencia es coherente con la fe.

“Si verdaderamente Dios existe, ¿de donde procede el mal?¿Y de donde procede el bien, si no existe?”

3
Gilson, Etienne.El espíritu de la Filosofía Medieval, Rialp2009 pp.214
4
Gilson, Etienne.El espíritu de la Filosofía Medieval, Rialp2009 pp.215

2
1) Dios no permite la impunidad de los criminales ni es injusto con los virtuosos

En su desesperación por la pérdida de todos sus bienes, su encarcelamiento y la acusación de haber impedido

la presentación de documentos para declarar al Senado reo de alta traición, Boecio llega a la conclusión de que

los malvados son premiados y, en cambio, aquellos que buscan la justicia son castigados.

Se encuentra en un estado de turbación y decepción que lo conducen a concebir confusamente que haber hecho

el bien, sólo le acarreará males y castigos, mientras aquellos que le infringen males, serán premiados.

Filosofía, no obstante, le hace ver que quien se mete con la Fortuna, tiene que atenerse a las consecuencias: Si

alguien escoge relacionarse con la Fortuna, tiene la responsabilidad de conocer de antemano cuál es la

naturaleza de ésta, por consiguiente, si Boecio tomó la decisión de colaborar con Teodorico en asuntos

políticos, tiene que asumir lo que la Fortuna le depare.

Ahora bien, cuando Boecio se dirige a Dios, acepta que nada escapa a la antigua ley en el mundo superior,

pero lo acusa de negarse a controlar las acciones de los seres humanos.5Pero luego se refiere a la Fortuna como

causante de tales cambios. Lo que es importante comprender en este punto es que Boecio se está dirigiendo a

Dios analogándolo con un rector y conditor orbis.

Sin embargo, ya en p VI, se ve que el autor acepta racionalmente que Dios gobierna en orden a un fin y que,

si ese orden es alterado, no se puede obtener la felicidad.

Por otra parte, admite ante Filosofía que Dios preside, como creador, su obra y que nunca se alejará de esta

convicción.6 Filosofía se da cuenta de que el origen de la confusión de Boecio radica en que éste ha olvidado

en qué consiste la esencia del ser humano; no en cuanto a su animalidad y racionalidad, sino en lo que

5
Boecio, La Consolación de la Filosofía, L. 1,p 5,25 pp.125
6
Boecio, La Consolación de la Filosofía, L. 1,p 6,4 pp.130

3
respecta a sus orígenes. Boecio, paulatinamente, va comprendiendo, gracias a los argumentos de Filosofía, que

el apetito sensitivo, cuando no es controlado por el apetito racional, produce que los hombres dejen de ser

dueños de sí mismos, porque los gobierna el deseo. La aegritudo que para Cicerón es la peor de las

perturbaciones y que tiene el poder de hundirnos en la parte irracional del alma7, ha provocado que el autor

olvide que todo proviene de Dios y que el principio es el fin hacia lo que todo se dirige y que lo que asemeja

al hombre con Dios es la razón. Sin embargo, ya en el Libro I, leemos lo siguiente:

Como ignoras cuál es la finalidad de las cosas, juzgas poderosos y afortunados a los hombres malvados

y criminales; además al olvidar con qué instrumentos de gobierno es regido el mundo, crees que la Fortuna,

arbitraria y sin piloto, navega a la deriva… Pp.131

Lo que Filosofía comprende es que Boecio debe regresar al autoconocimiento como el verdadero camino hacia

el reconocimiento de Dios. Una vez que Filosofía ha curado con su medicina más suave las emociones

desordenadas de su Discípulo, puede expulsar a las cuatro pasiones: Gaudia, timor, spes y dolor.

1) Ley Eterna

Una vez que las cuatro pasiones han sido expulsadas de Boecio, Filosofía puede conducirlo a reconocer que

nada en la naturaleza se da por azar o por capricho. Para ello recurrirá a Platón.

Dice Sócrates en el Filebo que a esto que llamamos universo lo gobiernan el intelecto y una admirable

prudencia que lo ordena.8 Además, el intelecto es un elemento del género llamado causa universal.9

Podemos comparar estas sentencias con lo dicho por Cicerón en Sobre la naturaleza de los dioses:

7
Cicerón,Lic. Tusc,III,25 aegritudo est opinio magni mali praesentis.
8
Platón, Diálogos VI, Filebo 28,d pp.53 EditorialGredos, 1992
9
Platón, Diálogos VI, Filebo 30,e pp. 57 Editorial Gredos 1992

4
Hay, sin embargo, otros filósofos y precisamente los más eminentes y notables, que creen que todo el

mundo está regido y gobernado por la inteligencia y la razón divinas, y no solamente esto sino también que la

providencia de los dioses vela sobre la vida de los hombres…. pp.2910

Tanto Platón como Cicerón creen en una inteligencia divina que lo gobierna todo, a pesar de los siglos que los

separan11, sin por eso olvidar que Cicerón asistió a las lecciones de filósofos griegos como Antíoco de Ascalón

y Zenón de Sidón. Boecio, como ya lo mencioné en el punto 1, afirma que nada lo apartará de la convicción

de que Dios preside, como creador su obra.

La diferencia está en que Boecio a diferencia de Platón y Cicerón cree que todas las cosas provienen de Dios

en cuanto creadas a partir de la nada. En Filebo, el intelecto es llamado causa universal, lo que me conduce a

pensar que también Platón considera a este intelecto como creador; en la edición de Leonor Pérez Gómez, en

la nota 140, dice que el orden de la naturaleza conduce al concepto de “creador”. 12 Sin embargo la idea de

creación en Platón se diferencia de la de Boecio, en que las ideas son eternas, nunca fueron creadas y lo que

se da en el mundo sensible son copias y sólo son en cuanto participación de las ideas.

Ahora bien, volviendo al asunto de la ley natural, Boecio en el poema de II, 21 se refiere a la naturaleza como

poderosa y que por medio de leyes conserva y contiene cada elemento. Visión que se asemeja a la de los

estoicos, lo que me hace confirmar que muchas veces Boecio se acerca más a los neoplatónicos que al

cristianismo.

Para los estoicos el gobierno del universo no es realizado por Dios como si fuera una fuerza externa que tiene

una interferencia en el mundo. Es más, los estoicos consideraban que Dios y la materia son los principios

10
Cicerón, Marco Tulio, Sobre la naturaleza de los dioses, Editorial Los grandes pensadores.

11
Platón 429 a de C. Cicerón 106 a de C.
12
Boecio, La consolación de la filosofía,, Edición de Leonor Perz Gomez, pp.130

5
intrínsecos del mundo, eternamente interrelacionados. Para ellos Dios es entendido como el principio activo

de la naturaleza encargado de dar forma y movimiento a la materia, que a su vez es el principio pasivo del

mundo, en sí mismo informe e inmóvil y dispuesto por completo al cambio.

Nos dice Cicerón en Sobre la naturaleza de los dioses lo siguiente:

Cuando un hombre entra en una casa, en un gimnasio o en un foro o lugar de asamblea pública y observa

que en todo lo que allí se hace hay método, orden y regularidad, seguro que no se le ocurrirá pensar que todas

esas cosas se hacen sin causa, antes bien, se dará cuenta de que allí hay alguien que lo controla y supervisa

todo; con mucha más razón, pues, cuando un hombre se encuentra ante los gigantescos movimientos y fases

de los cuerpos celestes, ante la marcha y los procesos ordenados de enormes e innumerables masas de materia,

que a lo largo de siglos incontables de un pasado que es infinito, nunca han dado ni el menor paso en falso, se

ve forzado a afirmar que todos esos poderosos movimientos de la naturaleza tienen que ser gobernados por

alguna inteligencia. Pp.113.13

Boecio, por su parte, reconoce, por medio de la activación de Filosofía que Dios decreta las estaciones, que no

permite perturbar el orden que Él mismo ha fijado y que la creación es gobernada por la razón. Por ahora,

coinciden los tres autores en que hay una inteligencia que gobierna el universo

¿Pero la pregunta es qué pasa con los asuntos humanos?

Cicerón afirma que esta inteligencia ordenadora se encarga de los asuntos de los hombres, Boecio, en cambio,

en su confusión por la aegritudo, sostiene que el cuidado de los hombres escapa al designio de Dios.

Boecio considera, además, que los asuntos humanos están excluidos de la asistencia divina y no niega que

“Una ley eterna y constante establece que ningún ser creado sea constante”.14 Lo que significa que lo creado

13
Cicerón, Marco Tulio, Sobre la naturaleza de los dioses, Editorial Los grandes pensadores.
14
Boecio, La Consolación de la Filosofía, L. II, p 3,15 pp.148

6
por Dios carece de la inmutabilidad de su creador, sin embargo, nuestro autor tiene conciencia de que la

actividad espiritual de los seres humanos hace que éstos sean semejantes a Dios15, y que éste se eleva por sobre

el resto de las cosas cuando se conoce a sí mismo.16Esto quiere decir que no conocer nuestra naturaleza humana

deviene en imperfección. En el Libro I, el gran mal de Boecio, consistía, precisamente, en que se ignoraba a sí

7)

mismo y desconocerse a sí mismo, más difícil haría que identificara cómo el mundo es regido. Boecio

gradualmente va comprendiendo que el ámbito de la naturaleza no forma parte de la esfera de la Fortuna y

menos de la res humanae, sino que es un campo aparte. No es un ámbito en el que el hombre pueda sopesar o

deliberar, porque no está bajo su control o voluntad.

Filosofía tiene que actuar desde el exterior, porque es en el interior donde el hombre puede encontrarse a sí

mismo y Boecio en su estado de perturbación no puede lograr aún esta interpelación a sí mismo. La activación

en el nous del filósofo tiene que ser activada por un Dios o por Filosofía. Para el cristianismo tiene que ser la

gracia. Como sabemos no es fácil salir del carácter opaco del error y por eso esta activación tiene que ser

violenta, en el sentido de que tiene que empujar, arrastrar a Boecio a querer saber.17

Por lo demás, saber o adentrarse en la interioridad para conocerse a sí mismo y con ello a Dios, produce, al

mismo tiempo, hacer una introspección en el sentido de que las cosas exteriores como los asuntos políticos,

las riquezas, el poder, nos alejan de lo que realmente es fundamental en el orden divino y, consecuentemente

en el orden humano, puesto que, como dice el mismo Boecio, la libertad consiste en dejarse guiar por sus

riendas y someterse a su justicia.18 Es decir, a la justicia del Estado. Esta es la primera definición de libertad

15
Boecio, La Consolación de la Filosofía, L. II, p 5,26 pp. 158
16
Boecio, La Consolación de la Filosofía, L. II, p 5,29 pp.159

17
Boecio, La Consolación de la Filosofía, L II, p 5, 30 pp.159
18
Boecio, La Consolación de la Filosofía, L. I, p 5,4 pp.126

7
que hace Boecio y como vemos, aún esta bajo el orden del destino y no de la providencia. Para poder adentrarse

en sí mismo, debe desprenderse de las cosas de esta tierra que son mutables y que no lo conducirán a la

felicidad. Surge, entonces un primer conocimiento y es que el hombre está ordenado hacia la felicidad y que

la felicidad no consiste en los bienes de la Fortuna. Se distinguen, por lo tanto, la felicidad que consiste en

felicitas que es una felicidad terrenal y relativa y la felicidad espiritual que es ideal (beatitudo) y a la que está

ordenado el hombre.19

Boecio en este reconocimiento gradual, recuerda, por lo demás, que todos los seres humanos están ordenados

a este mismo fin, porque todas las razas humanas de la tierra tienen un mismo origen y este es Dios, nuestro

creador.20La felicidad como beatitudo es aquella a la que estamos ordenados y que sólo conseguiremos con la

ayuda de Aquél de quien venimos. 21

2) Características divinas

Dios es el sumo bien. Sólo del sumo bien pueden provenir las cosas. ¿En qué consiste el Bien? Dios es el

Bien. El Bien es lo simple. El Bien es lo Uno. Lo indivisible, lo que no puede ser separado, lo que no es

múltiple. Es más, nos dirá Boecio en la Consolatio, que, precisamente, el Mal lo producen los hombres cuando

pretenden dividir lo Uno.22 Dios es perfección. De lo imperfecto no puede devenir nada. Dios es omnipotente.

Platón en El Timeo plantea que Dios hizo el mundo tratando de que se pareciera lo que más se pudiera a lo

más bello y absolutamente perfecto de los seres inteligibles y por ello lo hizo un mundo visible, viviente y

19
Boecio, La Consolación de la Filosofía, L III, 5,4 pp.195
20
Boecio, La Consolación de la Filosofía, L III, 6, pp.200
21
Boecio, La Consolación de la Filosofía, L III,9,4, pp.206
22
Boecio, La Consolación de la Filosofía, L III,9,9, pp.208

8
único.23Con todas las criaturas con vida que por naturaleza le son afines dentro de sí. Por consiguiente, el

modelo es uno. Si del modelo se hubieran creado dos semejantes, éstos tendrían que estar ambos dentro del

modelo y ambos serían partes del modelo y no serían únicos. En conclusión, el mundo es uno y único.

Además, el demiurgo platónico es el mejor de los seres inteligibles y eternos.24 De Él solo puede predicarse

que es, puesto que es eterno, siempre idéntico e inmutable.

Ahora bien, En El Timeo se buscará explicar el origen de los dioses tales como Océano y Tetis, que son hijos

de Gea y Urano, y de Océano y Tetis, Forcis y Rea, y reconoce que su origen es inexplicable y que habrá que

creer en los que hablaron antes. Sin embargo, hay algo importante que nos recuerda a lo dicho por Boecio

sobre el mal y es lo siguiente:

el creador de este universo les dijo lo siguiente: “Dioses, hijos de dioses, las obras de las que soy artesano

y padre, por haberlas yo generado, no se destruyen si yo no lo quiero. Por cierto, todo lo atado puede ser

desatado, pero es propio del malvado el querer desatar lo que está construido de manera armónicamente bella

y se encuentra en buen estado.” Pp.188

Coinciden, por lo tanto, Platón y Boecio en que el mal no puede ser creado por algo bello en el caso de Platón,

ni por algo bueno en el caso de Boecio.

En cuanto a la influencia neoplatónica en Boecio, encontramos en Cicerón que existe algo que mantiene unido

y contenido a todo el mundo y que, por otra parte, lo conserva.25 Observa también que todas las partes del

mundo poseen sensación y razón, de lo cual se deduce que aquello de lo que se originó el mundo tiene que

23
Platón, Biblioteca Clásica Gredos, 1992 Diálogos VI, Timeo 31 d pp.174
24
Platón, Biblioteca Clásica Gredos, 1992 Diálogos VI, Timeo 37 d pp.181
25
Cicerón, Marco Tulio, Sobre la naturaleza de los dioses, Editorial Los grandes pensadores. Pp.121

9
poseer la sensación y la razón y que el mundo es dios y que todas las fuerzas de la naturaleza de este mundo

son unidas y contenidas por la naturaleza divina. Vemos, entonces que Platón y Cicerón coinciden en que dios

no es sólo un ser intelectivo, sino también sensible.

También entre las características que Cicerón le atribuye a dios están la vida, la inteligencia y la razón y,

finalmente, la sabiduría.26

La visión cristiana sobre las características divinas coincide con Boecio en que Dios es el sumo bien, es

omnipotente, sabiduría pura, eterno, siempre presente, inmóvil.

La diferencia entre los griegos y el cristianismo – Boecio- es que las cosas y el mundo no son bellas y buenas,

porque se asemejan a Dios, sino que, siguiendo a San Agustín, porque Dios es bello las cosas son bellas, porque

Dios es bueno las cosas son buenas.27 Puesto que, si lo creado es realmente algo, no es a pesar de la dependencia

ontológica con Dios, sino en virtud de esa dependencia misma. Esto es, que el ser creados por Dios no nos

hace dependientes en el sentido de que no podemos actuar por nosotros mismos, ya que nuestro ser es nuestro

ser y nuestra substancia es nuestra substancia. El ser de cada criatura y la substancia de cada criatura no es el

ser ni la substancia de Dios. 28 Dios gobierna a su creación de modo que cada criatura ejecute su propia

operación. Así la libertad es verdaderamente libertad cuando el hombre actúa contemplando la inteligencia

divina y ordenándose al bien y la felicidad y deja de ser libertad cuando desciende a los seres materiales que

fue lo que le sucedió a Boecio.29

3) Providencia

26
Cicerón, Marco Tulio, Sobre la naturaleza de los dioses, Editorial Los grandes pensadores. Pp.125

27
Gilson, Etienne, El espíritu de la filosofía medieval. Ediciones Rialp 2009. Pp 139
28
Gilson, Etienne, El espíritu de la filosofía medieval. Ediciones Rialp 2009. Pp 139
29
Boecio, La Consolación de la Filosofía, L. V, p 1,8 pp.292

10
A pesar de todas las medicinas que Filosofía ha puesto ya en Boecio, aún en el inicio del Libro IV, éste se

encuentra aún dolido porque no puede entender cómo siendo Dios el sumo bien y quien gobierna el universo,

pueda existir el mal y mantenerse impune.

Filosofía lo guiará haciéndole ver que la voluntad se orienta siempre hacia la felicidad y le recordará, además,

que la felicidad es el mismo bien. Ya Boecio había reconocido antes que Dios es el sumo bien y la felicidad.

Todas las acciones que el ser humano realiza son en orden a la felicidad y el bien es concedido como el premio

general a las acciones de los hombres.30

El bien es perseguido por su propia naturaleza, por consiguiente, quien realice actos buenos será quien obtenga

el bien y con ello la felicidad con lo cual se participa de la naturaleza divina.31

Boecio terminará comprendiendo que quien cree que los malos quedan impunes es porque desconoce

verdaderamente los principios que regulan el mundo, puesto que quien gobierna el mundo es perfección.

De aquí se sigue que nuestro autor ha, por fin entendido, puesto que ha superado la enfermedad: ha recordado

quien es y con ello sabe cuál es el fin de las cosas. Ahora queda por averiguar cómo es que Dios gobierna el

mundo. Es necesario comprender, por lo tanto, el asunto de la simplicidad de la Providencia, del curso del

destino, de los acontecimientos imprevistos, del conocimiento y la predestinación.32

¿Cuál es la diferencia entre Providencia y Fatum (Destino)? La inteligencia divina es la Providencia. La

providencia mueve y ordena al destino. Todas las causas, las órdenes y las formas proceden de la estabilidad

del intelecto divino. Esto significa que el destino está bajo el intelecto divino, esto es, bajo la Providencia.

Cuando las causas, las órdenes y las formas se consideran en la pureza de la misma inteligencia divina, se

30
Boecio, La Consolación de la Filosofía, L.IV, p 3,3 pp.251
31
Boecio, La Consolación de la Filosofía, L.IV, p 3,10 pp.251
32
Boecio, L Boecio, La Consolación de la Filosofía, L.IV, p 6,4 pp.267

11
denomina providencia, en cambio, cuando se consideran en relación a las cosas que mueve y de las cuales

dispone, se llama destino.

El Fatum o destino en Boecio, por consiguiente, tiene un carácter derivado: se da un orden, pero no es un orden

en sí, sino un orden derivado que proviene de la Providencia que es Dios, en cambio, la providencia tiene un

carácter absoluto: es orden absoluto y que no es causado porque es el orden en sí. El orden del mundo es un

orden producido por la Providencia y, por lo tanto, es un orden que se debe a una cadena causal que obliga a

que cada ente sea lo que tiene que ser. El orden de las cosas es inmanente, ya que en el mundo el orden no

puede ser perfecto, porque es múltiple, porque no es estático, porque es inherente y es participado. Son aquellas

cosas que escapan a la sucesión de la cambiante naturaleza del destino.33 Pero, ¿significa esto que el mal existe?

Mencioné que cuando los hombres separan en partes lo uno, se produce el mal. Ahora bien, lo múltiple, el

movimiento, el cambio en las cosas de este mundo, no es que las haya provocado el hombre, pues Dios es

quien creó todo a partir de la nada. Por lo tanto, el ser humano sólo puede ser causa eficiente.

Lo que sucede es que cuando la Providencia se multiplica, hay fatalidad, en el sentido de fatum, puesto que se

produce la participación. Lo uno se diversifica en la multiplicidad: La Providencia es logos y se diversifica en

logoi que son las razones y que vendrían a ser el fatum o hado o destino. En eso consiste la cadena causal.

Absolutamente todo está gobernado en la creación divina, hasta lo más ínfimo.

Nos dice Boecio en el Libro IV:

Dios dispone con la Providencia cuanto ha de suceder singular e inmutablemente, mientras que con el

Destino organiza en la multiplicidad y en la temporalidad esto mismo que dispuso. Pp.270

Ahora bien, en referencia a la providencia cristiana, la noción de creación es el fundamento último.34Nos

explica Gilson que toda la obra de Dios, sea esta grande, pequeña, está sometida a su gobierno y no sólo eso,

33
Boecio, La Consolación de la Filosofía, L.IV, p 6,15 pp.271
34
Gilson, Etienne, El espíritu de la filosofía medieval. Ediciones Rialp 2009. Pp 162

12
sino que, además, de Él está impregnada, es decir, empapada. Cada cosa es creada individualmente, por lo que

cada cosa es objeto de una providencia individual y como habíamos visto en Boecio, cada cosa creada se

ordena en tanto al fin, aunque cada cosa tenga un fin particular.

Como ya dije anteriormente, siguiendo a Gilson, el hombre está hecho a semejanza de Dios y, por ello, lleva

consigo la afirmación de la providencia, esto es, que Dios al crear las cosas, las dirige, pues regir las cosas es

crearlas.35Y crearlas es regirlas. Lo que no se crea a sí mismo, no puede darse a sí mismo lo que no tiene, por

lo tanto, si somos seres, creados, temporales, espaciales, contingentes y que devienen, tenemos que ser

gobernados por lo que es inmutable, uno, eterno y perfecto. Por lo demás, si estamos ordenados al bien que es

la felicidad, nada hay que se produzca con vistas al mal, ni siquiera a partir de las malas personas.36

Filosofía le hace ver a Boecio -coincidiendo con la providencia cristiana-37 que es Dios quien conserva el bien

y aleja el mal, pues Dios sabe lo que le conviene a cada uno y lo da cuanto sabe que le conviene:

“Es entonces cuando interviene el extraordinario prodigio del orden inherente al Destino, cuando Dios

con conocimiento de causa realiza alguna cosa que deja atónitos a aquellos que no tienen ese conocimiento.”38

35
Gilson, Etienne, El espíritu de la filosofía medieval. Ediciones Rialp 2009. Pp 164
36
Boecio, La Consolación de la Filosofía, L.IV, p 6,22 pp.273
37
Gilson, Etienne, El espíritu de la filosofía medieval. Ediciones Rialp 2009. Pp 164
38
Boecio, La Consolación de la Filosofía, L.IV, p 6,31 pp.274

13
Esta era la razón, entonces, por la cual Boecio no podía comprender y se encontraba tan confundido, ya que

los seres humanos siempre estamos esperando que se cumplan nuestras expectativas y no comprendemos que

éstas no se ajustan a lo que nosotros pensamos que debería suceder, sino al gobierno de Dios.

Dios aparta todo el mal por medio del curso necesario del (fatum) Destino.39

Conclusión

Naturaleza de la sustancia Divina

Dios es eterno y para entender bien su significado es imprescindible diferenciar entre eternidad y perpetuidad.40

La eternidad es vida completa y perfecta de forma ilimitada, sin comienzo ni fin, donde no hay pasado, presente

ni futuro.41Lo eterno es, no fue creado, es atemporal. Lo perpetuo es aquello que, aunque no haya tenido un

comienzo y nunca deje de ser, está sometido a la ley del tiempo.42 Boecio confirmará, siguiendo a Platón que

Dios es eterno y el mundo es perpetuo. 43

Eternidad en Dios significa, también, que es totalmente dueño de sí mismo, que es siempre presente para sí

mismo y que tiene como presente el infinito transcurrir del tiempo.44

39
Boecio, La Consolación de la Filosofía, L.IV, p 6,31 pp.278

40
Platón, Diálogos VI, Timeo 28,b pp. 171 Editorial Gredos 1992 Acerca del universo o cosmos debemos indagar primero,
lo que se supone que hay que considerar en primer lugar en toda ocasión:si siempre ha sido, sin comienzo de la
generación, o si se generó y tuvo algún inicio.
41
Boecio, La Consolación de la Filosofía, L.V, p 6,4 pp.313
42
Boecio, La Consolación de la Filosofía, L.V, p 6,4 pp.313
43
Platón, Diálogos VI, Timeo 28,b pp. 182 Editorial Gredos 1992 Entonces, como este es un ser viviente eterno, intentó
que este mundo lo fuera también en lo posible. Pero dado que la naturaleza del mundo ideal es sempiterna y esta
cualidad no se le puede otorgar completamente a lo generado, procuró realizar una cierta imágen móvil de la eternidad
y, al ordenar el cielo, hizo de la eternidad que permanece siempre en un punto una imagen eterna que marchaba según
el número, eso que llamamos tiempo.
44
Boecio, La Consolación de la Filosofía, L.V, p 6,8 pp.313

14
Dios es omnisciente, es decir, tiene la capacidad de saberlo todo, sin embargo, como es eterno, no conoce

temporal ni espacialmente. Su conocimiento se eleva por sobre el movimiento y el cambio, permanece en la

simplicidad de su presencia y conoce lo pasado, lo presente y lo futuro como si estuviese sucediendo en el

instante mismo, con lo que Boecio confirmará que se tratara de un conocimiento en un momento presente que

nunca pasa, por lo cual prefiere llamarlo Providencia y no Presciencia que sería conocimiento del

futuro. 45 Providencia, porque ve intelectivamente todo en perspectiva, desde lo más ínfimo hasta lo más

grande desde el excelso vértice del universo.46

Nos dice Gilson que para Dios es una sola y misma cosa crear, formar y gobernar.47Todo lo que es, lo es porque

Dios es el supremo ser y todo lo que existe es por la forma de Dios. Esta forma, el contingente la recibe de

Dios. Todo lo contingente existe, es y se desarrolla según el ritmo y la ley de su forma.48

Ahora bien, Dios no sólo es creador en el sentido de que le da forma a la materia, sino que además le otorga

ser a la materia misma, lo cual significa que Dios no sólo conoce en multiplicidad su obra, sino que conoce a

cada ser singular y lo conoce en su singularidad misma. En cuanto al hombre, no solo cuida de cada hombre

particular en sí mismo, sino que, además sobre cada acción libre particular de cada uno de ellos49

En Boecio Dios ve como presentes todas las acciones que el hombre realizará en el futuro por libre elección,

por lo cual, si lo relacionamos con Dios, se convierten en necesarios por la condición del conocer divino, pero

si estos actos son entendidos en sí mismos como provenientes de la libertad del hombre, no pierden la absoluta

libertad de su naturaleza.50

45
Prae es anterioridad temporal y Pro es anterioridad espacial.
46
Boecio, La Consolación de la Filosofía, L.V, p 6,17 pp.316

47
Gilson, Etienne, El espíritu de la filosofía medieval. Ediciones Rialp 2009. Pp 174
48
Gilson, Etienne, El espíritu de la filosofía medieval. Ediciones Rialp 2009. Pp 173
49
Gilson, Etienne, El espíritu de la filosofía medieval. Ediciones Rialp 2009. Pp 175
50
Boecio, La Consolación de la Filosofía, L.V, p 6,31 pp.318

15
Así podemos concluir que, gracias a Filosofía, Boecio comprende que la visión de Dios precede a todo lo que

sucederá en el futuro, además, todo lo que sucederá lo hace volver y hace que todo esté en la presencia de su

propio acto cognoscitivo, permaneciendo inmóvil, con una sola mirada anticipa y abraza los cambios y en

virtud de su propia simplicidad.51

Bibliografía

Boecio, La Consolación de la Filosofía, Ediciones Akal 1997

Cicerón, Marco Tulio, Sobre la naturaleza de los dioses, Editorial Los grandes pensadores.

Gilson, Etienne, El espíritu de la filosofía medieval. Ediciones Rialp 2009. Pp 139

Platón, Diálogos VI, Filebo 28,d pp.53 EditorialGredos, 1992

Platón, Biblioteca Clásica Gredos, 1992 Diálogos VI, Timeo

51
Boecio, La Consolación de la Filosofía, L.V, p 6,40 pp.319

16

Potrebbero piacerti anche