Objetivo: Entender que Dios nos ha dado padres terrenales y cuando estos no siguen el modelo Paternal de Dios, cometen errores que marcan nuestras vidas y solo en Cristo somos restaurados. Ponente: Maestro Dolreich Artigas Espero haya tenido una semana de profunda relación con Dios, ante la tarea que se le asignó, acerca de esas 3 cosas que le gustaba y disgusta que su padre o quien lo sustituyera, le hacía cuando usted era niño. Recuerdo el día que estuve en la maternidad con mi esposa en el momento en que dio a luz, me parece que sucedió ayer. Escuchar el llanto de mi hijo al nacer, mirarlo en la incubadora tan pequeño e indefenso, despertó en mi un sentimiento nuevo, un instinto que hasta ese momento me era desconocido. Ese día fui Padre y mi vida cambio por completo. Desde aquel momento he ido creciendo en este camino de la paternidad, muchas veces equivocándome pero siempre confiando en que Dios me dará las fuerzas, la sabiduría y el amor, para cumplir con mi labor La palabra Padre en griego y en latín viene de una raíz que tiene tres significados: Nutridor - el que alimenta, tanto el cuerpo como el alma, Protector - el que cuida, el que da resguardo Sustentador - el que sostiene, el que anima, el que da fuerza Todos necesitamos de un padre (aún los animales), es por eso que Dios nos ha dado un padre terrenal a todos, ellos tienen la responsabilidad de llenar vacíos en nuestras vidas, de guiarnos, protegernos, y sustentarnos. La tarea de un padre no es solo alimentar, vestir y proveer lo económico, su labor más importante es ayudarnos en nuestro crecimiento y desarrollo integral como personas, darnos un modelo de vida, darnos apoyo emocional y espiritual principalmente en nuestros primeros años. Depender de nuestros padres al comienzo de la vida, es algo inevitable. Sin embargo, siendo nuestros padres humanos, muchas veces no logran cumplir con sus responsabilidades a cabalidad, se equivocan, eso causa frustración, resentimientos y dolor en el corazón de muchos hijos. Los que tienen la fortuna de tener padres relativamente sanos podrán ir formando una adecuada autoestima, un autoconcepto de valía y seguridad. Aprenderán a tener claridad en lo que se espera de ellos y de cierta manera, podrán anticiparse a las reacciones emocionales que tendrán sus acciones en sus padres y en el mundo. Podrán aprender a
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confiar en sí mismos y en los demás, sobre todo, se sentirán valiosos y dignos de buscar y alcanzar la felicidad. La realidad es que los padres no son perfectos y muchas veces se equivocan, generando dolor a los hijos. Ser un buen padre nunca implicará ser un padre perfecto. Sin embargo, el rol más importante de un padre es proveer de seguridad, amor y cuidado a un hijo. Un padre sano se equivoca, pero asume su error y sabe pedir perdón; entiende que mostrar su equivocación no es más que un acto de amor y lo resarce de manera natural, así, el hijo aprende que equivocarse es algo cotidiano y aprende a perdonar y a perdonarse. No importa cuán enojado, frustrado o triste se encuentre, un padre necesita dotar a su hijo de seguridad y amor. Ése es el rol que decidió asumir y es lo que necesita hacer: dar seguridad y amor incondicionales, aunque muchas veces implique poner límites firmes y claros. De esta forma, un padre sano se equivoca y a veces comete ciertos abusos —físicos o verbales— sobre su hijo. No obstante, existe en él un patrón de búsqueda de seguridad, amor y bienestar hacia su hijo, aunque esté matizado con fallas. Un padre sano es simplemente un ser humano, falible, que trata de formar en amor y valores a un hijo. Esta calidad de padres terrenales, facilitará que muchos de ustedes no tengan dificultad para obedecer y reconocer la autoridad del Padre celestial y por ende, la autoridad de los ministros y líderes de la iglesia, pues padres tóxicos promueven en el niño o niña conflictos hacia la figura de autoridad, pues asocian la autoridad con el autoritarismo del padre. El arte de ser un padre funcional empieza mostrando los propios sentimientos de manera abierta, sana y honesta. Un padre relativamente sano, no vierte su enojo o su frustración sobre sus hijos y deja claro que el amor no está condicionado a ningún estado de ánimo ni a ninguna conducta. El amor es incondicional aunque existan errores de los hijos y los estados de ánimo fluctúen en la familia. Ahora bien, los que no tuvimos la fortuna de crecer en una familia funcional, tenemos un doble trabajo para fortalecer la autoestima y sentirnos capaces de ser amados y respetados. Los que pertenecimos a una familia disfuncional —donde alguno o ambos de los padres es tóxico— tenemos mayor probabilidad de tener conductas autodestructivas y de hacernos daño o lastimar a quienes amamos, ya que aprendimos que merecíamos ser constantemente castigados y rechazados. Aprendimos que el amor dependía de nuestro comportamiento y, en muchos casos, no tuvimos claro lo que se esperaba de nosotros. Aprendimos que amar era lastimar y sufrir, ignorar y rescatar, controlar y
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abusar. Por eso también tenemos mayor probabilidad de establecer dinámicas disfuncionales de relación interpersonal. En consecuencia, los hijos de padres disfuncionales, por lo general, se desarrollan con una personalidad resentida y este es el verdadero cuadro del hombre que por lo general, no se siente salvo, pues se siente inseguro y desconfiado y por lo tanto, se rebela y busca hacer su voluntad y nada más que su voluntad aun estando en el cristianismo, pues no confía en el amor de un Padre que para él no lo protegió del daño que le causaron en su niñez. Ciertamente no existe la familia perfecta. Ninguna familia está libre de conflictos. Sin embargo, en términos de salud mental, hay familias funcionales y familias disfuncionales. Evidentemente ambas tienen problemas, conflictos y dinámicas tóxicas, pero lo que hace la diferencia entre ellas es la conciencia de enfermedad, el compromiso y la voluntad para modificar lo que no está nutriendo el sistema y la búsqueda del bien común. Gran parte de la estabilidad y la adecuada autoestima de un ser humano tiene su base en la familia donde creció. Por eso es tan importante que para regenerar y fortalecer el autoconcepto de un ser humano, se tome en cuenta cómo fueron sus primeras relaciones, sus primeras dinámicas emocionales y las creencias sobre sí mismo, es decir, es importante comprender a fondo a quienes lo educaron: sus padres. Una familia funcional crea una adecuada autoestima y seguridad entre sus miembros. Una familia disfuncional comienza cuando el comportamiento inadecuado o inmaduro de uno de los padres inhibe el crecimiento de la individualidad y la capacidad de relacionarse sanamente entre los miembros de la familia. Así, en una familia funcional, se promueve la sanidad espiritual y emocional de sus miembros. En una disfuncional, se promueve la culpa, el miedo, la irracionalidad y el desamparo de sus componentes. ¿Qué podemos hacer ante esta situación? RECONOCER QUE TENEMOS UN PADRE EN LOS CIELOS QUE SIEMPRE ESTARÁ A NUESTRO LADO “Aunque mi Padre y mi madre me abandonen, tú Señor, te harás cargo de mí” (Salmo 27:10) En realidad él es nuestro verdadero Padre, ha delegado algo de sus funciones a nuestros padres terrenales, pero si ellos no pueden cumplirlo, Dios toma esa función paternal que le pertenece primariamente a él. Nuestros padres pueden dejar de actuar como tales, ya sea por que abandonan sus responsabilidades paternales, ya sea porque priorizan lo económico y tienen que dejarnos para encontrar
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sustento para nosotros en lugares lejanos, ya sea porque cometen errores en sus vidas y nosotros nos vemos afectados o simplemente porque mueren. En medio de esa situación debemos de recordar que nuestro verdadero Padre sigue con nosotros, que cuando nuestros padres terrenales se ausentan o no funcionan como tal, tenemos a Dios quien asume total y plenamente esa función. Jamás debemos sentirnos abandonados o desdichados por esa carestía, encontremos en el Señor el calor de Padre que nos hace falta. Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. Juan 1:12 Dios entra en una relación filial con toda persona que ha aceptado a Jesucristo como Señor y Salvador personal, y en virtud de ese hecho le adopta como su hijo (Juan 1:12). Cuando recibimos a Cristo pasamos a formar parte de la familia de Dios. Como creyentes necesitamos recibir a Dios no solo como Señor y Salvador, sino también como Padre, y aprender a vincularnos con Él como hijos. La paternidad divina es una de los grandes privilegios y beneficios que nos provee la obra de Cristo. La mejor manera de conocer a Dios es entender su paternidad, porque a través de ella es como mejor podemos comprender y experimentar en profundidad Su amor. “Miren con cuán grande amor nos ha amado el Padre para que seamos llamados Hijos de Dios… Amados, ahora somos Hijos de Dios” (1ra. Juan 3:1-2). La paternidad de Dios les da a los creyentes su verdadera identidad El encuentro con Dios nos es solamente un encuentro con el Creador, o con el Salvador y Señor, es un encuentro con nuestro Padre Celestial. Al encontrar a Dios como Padre Celestial encontramos nuestra identidad. Es la paternidad de Dios, la que nos da nuestro carácter y naturaleza espiritual. Dios quiere revelarnos Su paternidad para que tengamos Su identidad. Fuera de la paternidad de Dios, somos simples criaturas – hechura de Dios. Pero la paternidad de Dios, nos introduce a la familia celestial. Nos da un nombre y una identidad espiritual; un lugar y una posición en la familia de Dios, como hijos y herederos de él. Como creyentes tenemos la bendición de un parentesco íntimo con el Dios vivo creador del universo. Por lo tanto, nadie podrá desvalorizarte porque Dios Padre te conoce antes de que estuvieras en el vientre de tu madre. Tu embrión vieron sus ojos, te puso nombre, te llamó, eres suyo(a) y tu valor está en Él.
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El propósito de Dios para el hombre está ligado a Su paternidad Ese es el propósito de Dios al crearnos, que pudiéramos conocerle como a un Padre. Desde antes de la fundación del mundo, Dios había previsto el adoptarnos como sus hijos. Nos creó para proveerse de una familia. Así como un padre se prepara cuando va a llegar un nuevo bebé a su hogar; así preparó Dios desde antes de la fundación del mundo el medio por el cual podríamos acercarnos a Él. 3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, 4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 5 en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad”. Efesios 1:3-5 A lo largo de toda la Escritura vemos que el pacto de Dios siempre fue: “Y Yo les seré a ellos por Padre y ellos me serán por hijos” (2 Corintios 6:18); el gran Pacto de Dios con el hombre consiste en que Él será nuestro Padre y nosotros Sus hijos. ¿Qué significa la palabra Padre en el Nuevo Testamento? Pater: “Padre” se traduce del griego “Pater” (Strong 3962) que significa: Nutridor, protector y sustentador. Esta palabra se utiliza de Dios en relación con aquellos que han nacido de nuevo en virtud de su fe en Cristo (Juan 1:12-13). Se utiliza para aquellos que han sido adoptados con hijos por Dios Padre, por medio de Jesucristo. Para sus hijos Dios – el Padre Celestial - es un padre nutridor, protector, proveedor, cuidador y sustentador. Abba: "Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar". Mateo. 11:27. Jesús usa más de cien veces esta palabra en el N.T. Abba era la palabra familiar que los niños judíos empleaban para dirigirse a sus padres. Más o menos corresponde al "papito" castellano. Jesús se dirige a Dios como un niño a su padre. Esta palabra comporta familiaridad y confianza. Una relación de mucha cercanía e intimidad personal. Y esa es la invitación que Dios nos hace en Cristo, que nos acerquemos con familiaridad a Su presencia, y que desarrollemos una relación filial muy estrecha. Dios es un Padre cercano, amoroso, familiar y personal. Ese es el Padre que Jesús quiere revelarnos y darnos a conocer. Muchos creyentes no conocen plenamente quien es el Padre Celestial. Tienen mapas e información distorsionada de quién y cómo es Dios, sobre todo en el rol de Padre a causa de las experiencias vividas con sus padres terrenales bien sea por presencia ausente, castigo, rechazo, sobreprotección que es
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otra forma de rechazo, abandono bien sea porque nunca supo de la existencia del hijo(a), por ruptura con la madre o por muerte. Imagen distorsionada de la paternidad de Dios Algunos conciben a Dios como un padre lejano que habita arriba en los cielos, o como un viejito gruñón que nos castiga, o como un juez duro que juzga nuestros pecados. Pero, fundamentalmente, Dios es nuestro padre amoroso y bondadoso, y muy cercano a nosotros. De allí la importancia de revisar en lo personal cómo me siento con respecto a mi padre y qué emociones me produce recordar los momentos buenos y de momentos malos que vivimos junto a él y así, descontaminar mi relación con el Padre celestial y restaurar la imagen de mi padre terrenal. TENEMOS QUE SABER QUE DIOS ES UN PADRE QUE NOS CONOCE PERFECTAMENTE Y QUE ESTÁ DISPUESTO A MOLDEAR NUESTRAS VIDAS “Señor tú eres nuestro Padre, nosotros somos el barro, tú nuestro alfarero, todos fuimos hechos por ti mismo” (Isaías 64:8) Dios como Padre, asume la función de Alfarero, nos acaricia (afecto), nos moldea (forma nuestro carácter), y nos vuelve instrumentos útiles. Él tiene el poder para hacerlo. Debemos de relacionarnos profundamente con nuestro Padre Dios, y encontrar en él todo aquello que no encontramos en nuestros padres terrenales. En realidad, cada padre terrenal debería de aprender de Dios la paternidad, él es el modelo que todos debemos de imitar, es nuestro deber replicar el corazón amoroso de Dios en nuestras vidas para que nuestro hijos reciban el amor de verdad. Cada padre debería de mantener una relación cercana e íntima con el Señor y aprender de Él, el amor. Cabe resaltar que el padre terrenal, es el sustituto temporal de Dios, el modelo físico de Dios. De ahí el énfasis en la Biblia de honrar a nuestros padres (incluida la madre). Si nuestros padres fueran perfectos, serían un fiel reflejo de nuestro Padre Celestial. Para finalizar: Si Dios te da un hijo(a), dale gracias pero tiembla por el depósito que te confió, porque en adelante tú serás para él (ella) imagen de divinidad. Haz que hasta los 10 años tema disgustarte. Hasta los 20 te ame Y hasta la muerte te respete. Hasta los 10 años se su maestro.
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Hasta los 20 su padre (madre) Y hasta la muerte su amigo(a). Si comenzamos a ver a Dios realmente como nuestro Padre, y buscamos en él llenar nuestros vacíos, entonces aprenderemos a ver a nuestros padres terrenales con misericordia, con comprensión, a no exigirles aquello que no son capaces de dar, y más bien podremos tener las fuerzas de reconciliarnos con ellos, perdonándoles por habernos fallado y herido. Que así sea. Filipenses 4:19: 19 Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Dios nos suple en la tierra todo lo que necesitamos, sea en los niveles que sea, espiritual, emocional, físico, material, financiero, familiar, pues nos ha provisto la familia celestial y Él es el Padre de todos y Jesús el Cristo, el unigénito de Dios y nuestro hermano mayor, pues Él es el primero de muchos y hemos sido santificados por su gran amor que nos dio a su único Hijo y su Espíritu Santo que nos transforma a su imagen y semejanza. Le amamos porque Él ¡nos amó primero!