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4 claves para establecer límites

saludables
Si logramos establecer límites saludables, firmes y claros,
ganaremos en salud mental. No solo eso, nuestras relaciones
interpersonales mejorarán al dejar bien claro qué es y qué no es
permisible. Es además, ese ejercicio cotidiano con el que clarificar la
propia identidad, los valores y ejercitar una asertividad altamente
eficaz con la que sentirnos seguros en cualquier situación.

Ahora bien, hay quien señala que los límites personales son un
calle de doble sentido. En el momento que los demás identifiquen
y tengan claro cuál es nuestra dirección, el resto seguirá su propio
camino con milimétrico respeto. Sin embargo, como bien sabemos,
esto no siempre se cumple.

Aunque no nos guste, siempre existirán ese tipo de perfiles hábiles


a la hora de invadir espacios ajenos y cuestionar fronteras
psicológicas y emocionales. Por ello, no basta solo con delimitar
esas barreras personales, también hay que saber mantenerlas
en pie. Lograrlo es clave para que el resto de inversiones en nuestra
salud mental den sus frutos.

Esto mismo es lo que nos explicaron en su día Edward T. Hall y


Robert Sommer. Estos antropólogos y psiquiatras fueron los
pioneros en el estudio del espacio personal. Estas investigaciones,
iniciadas en 1969, nos hablaban ya de esos límites donde se
contiene una persona y en la que habita algo más que un territorio
físico.

Es un lugar donde nos sentimos mental, física y emocionalmente


protegidos, un refugio que nadie puede vulnerar con sus
comentarios o comportamientos. No obstante y por llamativo que
nos parezca, algo que nos revelaron estos expertos es que en
nuestra cotidianidad es común que se sorteen esas fronteras,
esas barreras que no siempre protegemos con la atención y los
recursos que necesitan para no caer. Veamos a continuación
cómo lograrlo.

“Las buenas cercas hacen buenos vecinos”.

-Robert Frost-

1. La honestidad: el oxígeno de los límites


saludables
La honestidad es una actitud, que engloba a la intención de verdad
y transparencia. Nada es tan necesario para lograr unos límites
personales firmes y seguros que incluir la en nuestro propio cajón
de actitudes o disposiciones. Para ello, tengamos en cuenta:

Es imposible establecer límites si no dejamos claro con


anterioridad que violarlos tendrá consecuencias.
Por ejemplo, en el marco de una relación afectiva, la otra
persona debe entender que si se ataca nuestra autoestima,
valores y dignidad, ese vínculo ya no podrá mantenerse.
Intentemos mantener una coherencia. Es difícil pretender que
los demás no violen nuestros límites cuando nosotros no lo
hacemos con los demás o que los demás no se pierdan cuando
las sanciones que imponemos no se ajustan a lo que los demás
han hecho.

Ser honesto implica a su vez, mantener una equidad entre lo


que se dice y lo que se hace, entre lo que demandamos y
ofrecemos.

Asimismo, los límites saludables necesitan de una labor de


actualización y mantenimiento. No vale ceder, no vale dejar
abierta una ranura por donde entre el chantaje y se introduzca esa
petición a la que decimos «sí», cuando debía haber sido un «no»
rotundo.

2. Límites a prueba de microagresiones


Las microagresiones son como gotas de cianuro que acabamos
diluyendo en nuestra cotidianidad casi sin darnos cuenta. Es esa
frase sarcástica de un amigo. A su vez, es también ese comentario
machista, «pero gracioso», que acabo riéndole a un compañero de
trabajo. Es esa burla camuflada de cariño que nos deja caer nuestra
pareja o incluso ese comentario de nuestra madre que no duda en
juzgarnos…

Todos esos ejemplos, son en realidad los sutiles aguijones de la


microagresión cotidiana. Si dejamos pasar una tras otra esas
pequeñas embestidas, si esas pequeñas espinas se nos van
clavando un día sí y otro también llegará un momento en que
aparecerá el dolor y la herida. No debemos permitirlo, es
necesario establecer unos límites saludables y firmes por
donde no entren las agresiones, con independencia de la
magnitud de estas.

3. Eres responsable de ti mismo, respétate


cada día
Todos nosotros exigimos respeto de los demás, sin embargo
¿nos respetamos a nosotros mismos? Por llamativo que nos
parezca la respuesta es evidente: no siempre.

Los psicólogos de la Universidad de Virgina, Timothy D. Wilson


y Elizabeth W. Dunn, realizaron un estudio en el 2004 donde
evidenciar que uno de los principales errores de la población
en materia psicológica, era precisamente no haber
trabajado el autoconocimiento.
Si no somos capaces de profundizar en esa arquitectura
privada de las necesidades, deseos, fragilidades, miedos e
identidades, dificilmente podremos establecer unos límites
firmes para protegernos de los demás. Porque ¿qué es lo que
debo proteger si no sé que es lo que me define, qué es
permisible para mí o qué es lo que me duele o indigna?

Esta tarea, la del autoconocimiento, solo nos compete a nosotros


mismos. Por tanto, si exigimos respeto a los demás empecemos
por respetarnos a nosotros mismos escuchando esa voz interna
para saber qué es lo que necesita.

4. El desapego como clave para ejercitar el


espacio psíquico
A menudo, nos cuesta decir «no» a esa persona cercana
porque tenemos con ella un vínculo afectivo. Dimensiones como
la cercanía, la amistad, el afecto o incluso el simple respeto hacia
alguien provocan que nos cueste un poco alzar unos límites
saludables y firmes. Casi sin saber cómo, acabamos cediendo,
diciendo «sí» cuando debía haber sido un «no» y descubriendo
como ciertas personas, acaban vulnerando nuestras fronteras.

Debemos tenerlo claro: el mejor músculo para crear un espacio


psíquico seguro es el desapego. Es establecer una distancia entre
sentimientos o lealtades afectivas respecto a nuestra identidad y
necesidades reales. Al mismo tiempo, no podemos dejar de lado
algo evidente: quien nos respete de verdad nunca se atreverá a
cruzar ni a vulnerar nuestras fronteras emocionales y psicológicas.
Para concluir, tal y como podemos ver a la hora de erigir unos
límites saludables debemos focalizar primero todo el trabajo en el
interior: en nosotros mismos. El autoconocimiento, el ejercicio de
la autoestima, de la autorresponsabilidad y el desapego son
esos ingredientes esenciales con los que podremos crear un
refugio seguro a prueba de intrusiones.

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