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Altieri.2009. Una Alternativa Dentro Del Sistema. FAO. Roma. Italia. 38 p.

También en línea:
http://www.fao.org/docrep/V6640S/v6640s02.htm

Antología para la materia: Agroecología Tropical


Maestría en Ciencias en Producción Agropecuaria Tropical
Profesor: Dr Francisco Guevara Hernández

Una alternativa dentro del sistema


La evolución verde Unidad 3: Pensamiento sistémico
La hora de las plantaciones 1. Teoría general de sistemas
El milagro de los problemas 2. Sistemas agrícolas
¿La solución africana o la vuelta al pasado? 3. Agroecosistemas
Cuando los arboles no dejan ver el bosque
Cosechas del bosque
La acción de los arboles

Una alternativa dentro del sistema


La agroecología hace trabajar las sinergias para conseguir " agroecosistemas"
autosuficientes

Por Miguel Altieri

Muchos científicos están hoy de acuerdo en que el modelo agrícola preconizado


originalmente por la Revolución Verde afronta una crisis medioambiental. En el Tercer
Mundo este modelo no ha aportado mejoras a los pequeños agricultores, ni ha reducido el
siempre creciente ciclo vicioso de pobreza rural y degradación ambiental. Tampoco es tan
sólo un simple problema de producción o de tecnología, aunque la productividad forma
parte del mismo. Lo que requiere atención son las cuestiones sociales, culturales y
económicas responsables del subdesarrollo.

Las causas de la crisis medioambiental se encuentran enraizadas de hecho en el propio


sistema socioeconómico, que promueve tecnologías de altos insumos y métodos que
provocan la erosión de los suelos, la salinización, la contaminación por plaguicidas, la
desertificación y la pérdida de la biodiversidad.

Otro síntoma de la crisis es la reducción de los rendimientos debido a las plagas a pesar
del abundante uso de plaguicidas. Es bien conocido que las plantas que crecen en
monocultivos genéticamente homogéneos a menudo no poseen los mecanismos
ecológicos de defensa para tolerar los brotes de las plagas. La Revolución Verde
seleccionó cultivos de alto rendimiento y sabrosos, haciéndolos más vulnerables a las
enfermedades al sacrificar la resistencia natural en favor de la productividad. Los métodos
modernos agrícolas también tienen efectos negativos sobre los enemigos naturales de las
plagas que no les va lo suficientemente bien en monocultivos para ser efectivos como
agente biológicos de control. Mientras se mantenga el monocultivo como estructura base
de los sistemas agrícolas los problemas ocasionados por las plagas continuarán la
tendencia negativa que las refuerza ya que los cada vez más vulnerables cultivos exigen
medidas de protección de alta tecnología que son también cada vez más destructivas o
caras (Figura 1).

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El concepto de agricultura sostenible es una respuesta relativamente reciente al descenso


de la calidad del recurso base asociado con la agricultura moderna. Aunque polémico y
difuso, este concepto es útil porque considera una serie de preocupaciones sobre la
agricultura y la concibe como el resultado de la evolución conjunta de los sistemas
socioeconómico y natural. El desarrollo agrícola se produce como consecuencia de la
compleja interacción de una multitud de factores, y un mayor conocimiento del contexto
agrícola requiere el estudio de las relaciones entre los sistemas agrícola, medioambiental
y social. Es a través de esta profunda concepción de la ecología de la agricultura que se
abrirán las puertas a las nuevas opciones de gestión más a tono con los objetivos de una
verdadera agricultura sostenible.

El enfoque de la investigación es todavía hoy demasiado técnico

Un concepto útil

La finalidad es desarrollar agroecosistemas con una dependencia mínima de los altos


insumos agroquímicos y energéticos en los que las interacciones ecológicas y la sinergia
entre los componentes biológicos ofrezcan los mecanismos que fomenten la propia
fertilidad del suelo, la productividad y la protección del cultivo.

Aunque han tenido lugar cientos de proyectos de investigación y experimentos de


desarrollo tecnológico, y se han aprendido muchas lecciones, el énfasis de la
investigación es todavía hoy demasiado tecnológico, poniendo de relieve por un lado el
desarrollo en laboratorio de variedades transgénicas resistentes a los factores de estrés, y
por el otro, planteamientos sustitutivos con insumos orgánicos para la agricultura dirigidos
a sustituir las técnicas agroquímicas y de altos insumos por tecnologías de bajos insumos
con un mayor énfasis ambiental. Estos planteamientos fracasan al afrontar las causas
ecológicas de los problemas ambientales en la agricultura moderna, que se encuentran
profundamente enraizados en la estructura de monocultivo que predomina en los
sistemas de producción en gran escala. Todavía prevalece el estrecho punto de vista de
que sólo causas aisladas y específicas afectan a la productividad, y que debe seguir
siendo el objetivo principal el superar factores individuales limitados a través de
tecnologías alternativas. Este punto de vista ha impedido que los agriculturalistas se den
cuenta de que los factores limitados sólo representan los síntomas de una enfermedad
mayor sistemática inherente a los agroecosistemas desequilibrados. No aprecia el
contexto y la complejidad de los procesos agroecológicos, menospreciando por lo tanto en
la base las causas de las limitaciones rurales agrícolas.

En la actualidad la necesidad de incrementar la seguridad alimentaria mientras se


conserva el recurso base requiere no sólo cambios profundos en las estrategias de
investigación sino también en los planteamientos básicos del desarrollo rural en los que
se incluye una verdadera participación del agricultor. Aunque el reto de la producción
sostenible es común en todas las regiones del mundo, su intensidad o percepción de la
importancia difiere en cada zona dependiendo de los sistemas, si son en gran o pequeña
escala, de subsistencia u orientados hacia el mercado, de altos o de bajos insumos...
etcétera.

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En los sectores comerciales de la agricultura el problema está empezando a verse como


manifestaciones de una degradación medioambiental tecnológicamente inducida como
consecuencia de una especie de "desarrollo sobresaturado". En el sector del pequeño
agricultor, sin embargo, el "desarrollo" todavía no ha alcanzado a la gran población de
agricultores de escasos recursos. Hay una gran necesidad de que el planteamiento de
desarrollo agrícola coincida con las necesidades de este sector de la sociedad.

En ambos casos el tema central ha sido el desarrollo de una "tecnología apropiada" capaz
de trasladar la productividad potencial a las formas sostenibles de ganarse la vida de
todos. Para alcanzar este objetivo se han propuesto distintos esquemas de investigación y
desarrollo (sistemas de investigación y extensión agrícolas, análisis y desarrollo de
agroecosistemas... etcétera). La mayoría subraya un marco de sistemas de análisis que
se centra tanto en los límites biofísicos como en los socioeconómicos de la producción, y
que utiliza los agroecosistemas o la región como unidad de análisis.

Estos planteamientos han mejorado la metodología del diagnóstico y han introducido


también criterios (por ejemplo, sostenibilidad, igualdad, estabilidad) para evaluar el
resultado de los sistemas agrícolas. Nos han permitido un mejor entendimiento, de forma
mucho más integral, de la variedad de factores que gobiernan la productividad agrícola y
han permitido el desarrollo de nuevas tecnologías, más preocupadas por el
medioambiente, para superar estos factores. Sin embargo, al percibir el problema de la
sostenibilidad tan sólo como tecnológico, muchos planteamientos limitan su capacidad de
comprender por qué los sistemas se dejan de ser no sostenibles.

Una agenda socioeconómica

Es obvio que los nuevos agrosistemas sostenibles no pueden ser puestos en práctica sin
modificar las determinantes socioeconómicas que rigen lo que se produce, cómo se
produce y quién lo produce. Los planteamientos deben afrontar las cuestiones
tecnológicas de forma que asuman el papel correspondiente dentro de una agenda que
incorpore las cuestiones sociales y económicas en la estrategia de desarrollo. Sólo
políticas y acciones derivadas de este tipo de estrategia pueden hacer frente a la crisis
agrícola medioambiental y a la pobreza rural en todo el mundo en desarrollo.

La agroecología va más allá de un punto de vista unidimensional de los agroecosistemas -


su genética, su agronomía, etcétera - abarcando un entendimiento de los niveles
ecológicos y sociales de la coevolución, estructura y función. La agroecología promueve
que los investigadores profundicen en el conocimiento y los métodos de los agricultores
además de poner de relieve el ilimitado potencial del "ensamblaje de la biodiversidad"
para crear sinergias positivas que otorguen a los agroecosistemas la capacidad de seguir
o de volver al estado innato de estabilidad natural. El rendimiento sostenible en el
agroecosistema se deriva del equilibrio apropiado de cultivos, suelos, nutrientes, luz solar,
humedad y organismos coexistentes. El agroecosistema es productivo y saludable cuando
prevalecen las condiciones equilibradas y ricas de crecimiento, y cuando los cultivos son
lo suficientemente resistentes como para tolerar el estrés y la adversidad. Los disturbios
ocasionales pueden superarse con agroecosistemas vigorosos que se adaptan y
diversifican lo suficiente como para recuperarse cuando ha pasado el estrés. De vez en
cuando quizá hagan falta medidas duras (por ejemplo, insecticidas botánicos, fertilizantes
alternativos) para poder controlar algunas plagas específicas o problemas del suelo. La

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agroecología ofrece la guía para hacerlo con cuidado sin provocar daños innecesarios o
irreparables.

Al mismo tiempo que lucha contra las plagas, enfermedades o deficiencias del suelo, el
agroecologista busca restaurar la resistencia y fortaleza del agroecosistema en su
totalidad. Si se cree que la causa de una enfermedad, plaga o degradación del terreno...
ese desequilibrio, entonces el objetivo del tratamiento agroecológico es recuperar el
equilibrio. En agroecología, la biodiversificación es la técnica primaria para conseguir la
autorregulación y la sostenibilidad.

La agroecología ofrece las herramientas metodológicas para la participación


comunitaria

Sin embargo, la salud ecológica no es el único objetivo de la agroecología. De hecho, la


sostenibilidad no es posible sin preservar la diversidad cultural que nutre las agriculturas
locales. Una mirada más de cerca a la etnociencia (el sistema de conocimiento de un
grupo étnico que se ha originado local y naturalmente) ha revelado que el conocimiento
autóctono sobre el ambiente, la vegetación, los animales y los suelos puede ser muy
específico. El conocimiento del campesino sobre los ecosistemas suele llevar a
estrategias de producción de un uso múltiple de la tierra que generarán, dentro de ciertos
límites técnicos y ecológicos, la autosuficiencia alimentaria de comunidades de regiones
particulares.

El conocimiento tradicional es relevante

Para los agroecologistas son relevantes muchos aspectos de los sistemas de


conocimiento tradicional, como el conocimiento de prácticas agrícolas y el ambiente físico,
los sistemas biológicos taxonómicos populares, o el uso de tecnologías de bajos insumos.
Al entender las cuestiones ecológicas de la agricultura tradicional, como la capacidad de
correr riesgos, la eficacia productiva de la mezcla simbiótica de cultivos, el reciclaje de
materiales, la confianza en los recursos locales y germoplasma, la explotación de una
amplia gama de microambientes... etcétera, es posible obtener importante información
que pueda utilizarse para desarrollar la estrategia agrícola apropiada a las necesidades,
preferencias y recursos de grupos específicos de campesinos y agroecosistemas
regionales.

La producción de productos básicos sólo puede tener lugar en el contexto de una


organización social que proteja la integridad de los recursos naturales y nutra la
armoniosa interacción de los humanos, el agroecosistema y el medio ambiente. La
agroecología ofrece las herramientas metodológicas para que la participación comunitaria
se convierta en la fuerza motora que defina los objetivos y actividades de los proyectos de

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desarrollo. El objetivo es que los campesinos se conviertan en arquitectos y actores de su


propio desarrollo.

Desde una perspectiva de gestión, el objetivo agroecológico es ofrecer un ambiente


equilibrado, rendimientos sostenibles, fertilidad biológica de los suelos y regulación natural
de las plagas a través del diseño de agroecosistemas diversificados y del uso de
tecnologías de bajos insumos. La estrategia se basa en principios ecológicos de forma
que la gestión lleve a un reciclaje óptimo de los nutrientes y de la producción de materia
orgánica, corrientes cerradas de energía, conservación de aguas y suelos, y poblaciones
equilibradas de enemigos naturales. La idea es explotar la complementaridad y sinergia
resultante de las diversas combinaciones de cultivos, árboles y animales.

El comportamiento óptimo de los agroecosistemas depende del nivel de interacción entre


los componentes bióticos y abióticos.

Entrelazando la biodiversidad funcional es posible provocar sinergias que, de hecho,


subvencionan los procesos del agroecosistema ofreciendo servicios ecológicos como la
activación de la biología del suelo, el reciclaje de nutrientes o el incremento de los
artrópodos beneficiosos.

En la actualidad existe toda una batería de prácticas y tecnologías con diferentes niveles
de efectividad y valor estratégico. Algunas, que incluyen prácticas que ya forman parte de
la agricultura convencional (mejoramiento genético, labranza mínima, rotación), son de
valor profiláctico, mientras que otras, que son claves, son de naturaleza preventiva y
actúan reforzando la "inmunidad" del agroecosistema. Los efectos de muchas de estas
prácticas se han probado científicamente y tienden a poseer amplias implicaciones
geográficas. Estas tecnologías no subrayan el aumento del rendimiento bajo condiciones
óptimas, como lo hacen las de la Revolución Verde, sino que aseguran una producción
constante bajo una amplia gama de condiciones de suelo y climatología, especialmente
condiciones marginales que por lo general prevalecen en la agricultura en pequeña escala
(Figura 2). Lo que es importante, sin embargo, es no centrarse en tecnologías particulares
sino en un planteamiento de gestión del agroecosistema que ponga de relieve la
diversidad de los cultivos.

La agroecología propone que los principios básicos de un agroecosistema sostenible son


las conservación de los recursos renovables, la adaptación del cultivo al ambiente y el
mantenimiento de un moderado pero sostenible nivel de productividad. La producción del
sistema debe:

1) reducir el uso de la energía y del recurso y regular el insumo energético general de


forma que la proporción entre producción/insumo sea alta;

2) reducir la pérdida de nutrientes conteniendo de forma efectiva el lavado, el desagüe y


la erosión; y mejorar el reciclaje de los nutrientes a través del fomento del uso de
legumbres, abono natural y compuesto entre otros;

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3) promover la producción local de alimentos que se adapten al ambiente natural y


socioeconómico;

4) sostener la producción neta deseada preservando los recursos naturales (minimizando


la degradación de los suelos);

5) reducir los costos y aumentar la eficacia y la viabilidad económica de las granjas


medias y pequeñas, promoviendo por lo tanto un sistema agrícola diverso, potencialmente
flexible.

Desde un punto de vista de la gestión, los componentes básicos de un agroecosistema


sostenible incluyen:

1) la cobertura vegetal como medida efectiva de conservación de suelo y agua,


conseguida con métodos distintos de la labranza, agricultura con sustancias orgánicas,
plantas protectoras, etcétera;

2) un suministro regular de materia orgánica a través de la adición de abono, compuesto y


fomento de la actividad biótica del suelo;

3) mecanismos de reciclaje de nutrientes a través del uso de rotación de cultivos,


sistemas de cultivo/ganadería, uso de legumbres, etcétera;

4) asegurar la regulación de enfermedades a través del incremento de la actividad de los


agentes biológicos de control, que se logra con la introducción y/o la conservación de los
enemigos naturales.

La Revolución Verde del pasado se concentró en los agricultores de la cima de la


pirámide

La integración de componentes

El fin último del diseño agroecológico es integrar los componentes de la granja de forma
que se mejore la eficacia biológica general, se preserve la biodiversidad, y se mantengan
la productividad del agroecosistema y su capacidad de autorregulación. La idea es
diseñar un agroecosistema que imite la estructura y la función del ecosistema natural
local, es decir, un sistema con gran diversidad de especies y actividad biológica y
conservación de suelos, uno que promueva el reciclaje e impida la pérdida de recursos.
Para usar el establo como analogía: los sistemas diseñados de forma agroecológica se
caracterizan por una sólida fundación de suelos biológicamente activos que aseguran el
reciclaje eficiente de nutrientes (apoyo vertical del establo). La rica biodiversidad (techo)
ofrece estabilidad y protección contra la presión ambiental. La cobertura del suelo y la
integración de árboles (paredes) y/o animales minimizan la filtración del sistema (Figura
3).

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Debido a su planteamiento novel en el desarrollo de la agricultura del campesino, la


agroecología ha influenciado en gran medida la investigación y el trabajo de extensión de
muchas instituciones y organizaciones de agricultores. Los diferentes ejemplos de
programas participativos de desarrollo rural que funcionan en la actualidad en los países
en desarrollo sugieren que el proceso de mejora agrícola debe: a) utilizar y promover el
conocimiento autóctono y las tecnologías de recurso eficiente; b) poner de relieve el uso
de la diversidad agrícola local, incluyendo germoplasma de cultivos indígenas y elementos
como la leña y plantas medicinales; y c) realizarse a nivel local con la participación activa
de los campesinos.

La evaluación de proyectos en América Latina sugiere que estos métodos representan


alternativas importantes, y que los agricultores de subsistencia pueden afrontar, para un
uso más eficaz del agua, del manejo medioambiental de plagas, de la conservación
efectiva de los suelos y del manejo de la fertilidad (Ceres No 134, págs. 33-39, 1992). En
cada país en desarrollo es común encontrar pequeños sistemas agrícolas que varían
mucho en lo que respecta a su acceso al capital, a los mercados y las tecnologías (Figura
4). El problema con la Revolución Verde de las pasadas décadas es que se concentró en
los agricultores de la cima de la pirámide, esperando que "agricultores progresivos o
avanzados" servirían como ejemplo para otros en una especie de proceso de difusión
tecnológica "por goteo".

Al contrario, los agroecologistas ponen de relieve que con la finalidad de que el desarrollo
sea integral, de abajo a arriba, debe comenzar con los agricultores de escasos recursos
de la parte baja de la pirámide. De esta forma el planteamiento agroecológico ha
resultado ser compatible culturalmente ya que se construye sobre el conocimiento
agrícola tradicional, combinándolo con elementos de la moderna ciencia agrícola. Las
técnicas resultantes también son ecológicas porque no modifican radicalmente, o
transforman el ecosistema del campesino, sino que identifican elementos nuevos y/o
tradicionales de manejo que, una vez incorporados, llevan a una optimización de la unidad
de producción. Poniendo de relieve el uso de recursos disponibles localmente, las
tecnologías agroecológicas también se han hecho más viables desde el punto de vista
económico.

El Centro de Educación de Tecnología (CET), una ONG chilena, ha aplicado el


planteamiento agroecológico para ayudar a que cientos de campesinos mejoren la
seguridad alimentaria, la conservación de los recursos y los ingresos. El planteamiento del
CET consiste en el establecimiento de numerosos modelos de pequeñas granjas que
cumplan eficientemente la mayoría de los requerimientos alimentarios de una familia con
escasos recursos. Por lo tanto, cultivos, animales y otros recursos de la granja se
combinan en un diseño mixto y rotatorio para obtener el máximo provecho de la
producción, el ciclo de nutriente y la protección del cultivo. Se capacita a los agricultores
con tierras limitadas en la diversificación de sus granjas con animales, cultivos y árboles, y
a rentabilizar al máximo el flujo de los recursos biológicos, las interacciones y las
compatibilidades entre los componentes de la granja. Al ayudar a los agricultores en el
diseño y en la adopción de un cultivo/pasto rotatorio, que es la clave para romper los
ciclos de vida de las enfermedades e incrementar la fertilidad de los suelos, el pasto
"carga" el sistema con materia orgánica y nutrientes. Los cultivos constituyen la fase
"extractiva", aunque portan los beneficios de cultivos y residuos de producción, cobertura
de suelos, planta cebo, etcétera. La integración animal es fundamental, aunque las razas
del ganado se seleccionan cuidadosamente por tamaño y necesidad nutritiva para no
saturar la demanda en el pasto. El pasto rotatorio ha resultado ser una forma efectiva para

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que el ganado disponga siempre de alimento, para permitir un nuevo rápido crecimiento
del pasto e incluso para distribuir abono en el campo. Este diseño ha demostrado su
efectividad en la isla de Chiloé, en el sur de Chile, donde los niveles de fósforo y de
producción de cultivo aumentaron drásticamente tras un cultivo/pasto rotativo, durante
seis años, en tierras marginales deficitarias de fósforo. Tras el sexto año, el rendimiento
de la papa aumentó el doble y sólo son necesarios para sostener dichos rendimientos la
mitad del fertilizante químico y el abono de vaca. Se espera que no sean necesarios
insumos externos para mantener niveles aceptables de producción después del tercer
ciclo completo de rotación.

Transición de sistemas convencionales

Los agroecosistemas convencionales modernos, que caracterizan mucho del sector


comercial agrícola en los países en desarrollo, se basan en el monocultivo. Debido a esta
estructura artificial los sistemas carecen de biodiversidad funcional y requieren
constantemente insumos externos para rendir. Una preocupación importante en la
agricultura sostenible es el mantenimiento y/o incremento de la biodiversidad y el papel
que puede jugar en la restauración del equilibrio ecológico de los agroecosistemas y en la
consecución de una producción estable. La biodiversidad realiza una variedad de
procesos de renovación y servicios ecológicos en los agroecosistemas. Cuando se
pierden, el costo puede ser significante.

Elementos técnicos básicos de una estrategia agroecológica

1. Conservación y regeneración de los recursos naturales

2. Gestión de los recursos productivos

3. Ejecución de elementos técnicos

Una estrategia importante en la agricultura sostenible es restaurar la diversidad agrícola


en el tiempo y el espacio a través de sistemas alternativos de cultivos, como rotaciones,
plantas de protección, intercultivos, o mezclas de cultivo/ganado, que actúan de forma
ecológica. Por ejemplo:

rotación de cultivos: la diversidad temporal incorporada en los sistemas de cultivo ofrece


nutrientes y rompe los ciclos vitales de muchas plagas de insectos, enfermedades y malas
hierbas;

policultivos: complejos sistemas de cultivo en los que se plantan dos o más especies
dentro de la suficiente proximidad espacial para que se complementen biológicamente
con lo cual se incrementan, por lo tanto, los rendimientos;

sistemas agro forestales: un sistema agrícola donde crecen juntos árboles con cultivos
anuales y/o animales, que aumenta las relaciones complementarias entre los
componentes, incrementando el uso múltiple del agroecosistema;

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plantas protectoras: el uso de grupos puros o mixtos de legumbres, u otras especies


anuales de plantas, bajo los árboles frutales con la finalidad de mejorar la fertilidad del
suelo, aumenta el control biológico de las plagas y modifica el microclima del huerto;

mezcla cultivo/ganadería: la integración animal en el agroecosistema ayuda a conseguir


un aumento de la producción de la biomasa y un óptimo reciclaje.

El proceso de convertir un sistema convencional de producción, que depende en gran


medida de insumos sintéticos basados en petróleo, a un sistema gestionado con bajos
insumos no es meramente un proceso de retirar los insumos externos, sin que haya que
llevar a cabo una sustitución compensatoria o una gestión alternativa.

El proceso de conversión de un manejo convencional de altos insumos a un manejo de


bajos insumos externos es un proceso gradual con cuatro fases bien marcadas:

1) la retirada química progresiva;

2) la racionalización y eficiencia del uso agroquímico a través de un manejo integrado de


plagas (MIP) y un manejo integrado de nutrientes;

3) la sustitución de insumos, utilizando tecnologías alternativas de bajos insumos


energéticos;

4) el rediseño de los sistemas agrícolas de diversificación con una integración óptima


cultivo/animal que promueva la sinergia de forma que el sistema pueda sostener la propia
fertilidad del suelo, la regulación natural de las plagas y la productividad del cultivo.

Durante estas cuatro fases, la gestión se realiza para asegurar:

1) el aumento de la biodiversidad tanto en la superficie como en el subsuelo;

2) el aumento de la producción de la biomasa y del contenido de materia orgánica del


suelo;

3) los niveles decrecientes de residuos de plagas y pérdida de nutrientes y componentes


de agua;

4) el establecimiento de relaciones funcionales entre los diversos componentes agrícolas;

5) la planificación óptima de la secuencia del cultivo y la combinación y uso eficaz de los


recursos disponibles a nivel local.

El programa de MIP para el arroz iniciado por la FAO en Asia es un ejemplo de un


proceso de conversión, en el que la capacitación en la granja del agricultor en vigilancia
de plagas y métodos apropiados de cultivo del arroz, permite a los agricultores obtener
una reducción significativa del uso de plaguicidas, estableciendo por lo tanto un marco
para iniciar la substitución del insumo (por ejemplo, control biológico, fertilización
orgánica) para, finalmente, entrar en el diseño de sistemas integrados de producción

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arrocera que pueden incluir la producción pesquera, la rotación de cultivos y la integración


de la ganadería.

El proceso de conversión puede demorar desde uno hasta cinco años, dependiendo del
nivel de artificialidad y/o degradación del sistema original de altos insumos. Una cuestión
clave en el proceso de transición es mantener el equilibrio económico para poder ayudar a
que el agricultor asuma la posible pérdida de ingresos debido a un ligero descenso del
rendimiento al principio de la fase de conversión. Quizá serán necesarios incentivos y/o
subsidios para algunos agricultores mientras esperan que el nuevo sistema productivo
genere las ganancias aseguradas.

Experimentos de campo realizados en el Valle del Aconcagua, en el centro de Chile,


muestran que no es inevitable la reducción de los rendimientos al inicio de la fase de
transición. Las vides que fueron objeto de conversión con una planta protectora (Vicia
atropurpurea) mostraron un aumento de entre un 10 y un 20 por ciento durante los
primeros dos años de conversión, y el tamaño y la calidad (porcentaje de azúcar) de las
uvas de las parcelas orgánicas era mayor que el de las parcelas convencionales.

La experiencia ha demostrado que en viñedos y huertos las plantas protectoras son un


método de diversificación sencillo, pero clave, que provoca profundos cambios ecológicos
positivos en el agroecosistema.

Una estrategia agroecológica para conseguir productividad agrícola sostenible combina


elementos de técnicas tanto tradicionales como modernas. Pero realísticamente, sin
embargo, una estrategia de éxito requiere algo más que una simple modificación o
adaptación de los sistemas y tecnologías existentes. Los planteamientos agroecológicos
noveles deben estar dirigidos a romper la estructura del monocultivo diseñando sistemas
agrícolas integrados como los descritos aquí.

Miguel Altieri trabaja con el Laboratorio de Control Biológico de la Universidad de


California en Berkeley, con el Consorcio Latinoamericano sobre Agroecología y Desarrollo
(CLADES) y con la Red de Agricultura Sostenible y Extensión (SANE-PNUD).

La evolución verde
Los planes del GCIAI ante el futuro de la Revolución Verde

Por Mike Collinson

El Grupo Consultivo sobre Investigación Agrícola Internacional (GCIAI) y sus centros


internacionales nacieron en Asia al umbral de la explosión demográfica de los años
cincuenta y sesenta. Dos centros, el Instituto Internacional de Investigación sobre el Arroz
(IRRI) y el Centro internacional de mejoramiento del maíz y del trigo (CIMMYT), son de
una etapa anterior, financiada con dinero público, en la que la ciencia se utilizaba para
solucionar los problemas del hambre en el Tercer Mundo, un método que fue bautizado
con el nombre de Revolución Verde.

El que la gente en todo el mundo aceptara con rapidez los avances médicos provocó un
rápido crecimiento de la población, profundos cambios culturales y un incremento de la

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demanda alimentaria. Los gobiernos resolvieron esta urgente necesidad alimentaria


recurriendo a la ciencia moderna.

Aunque la Revolución Verde de los años sesenta tuvo sus primeros éxitos en las tierras
bajas de regadío de Asia, ya se ha superado la idea de que su aplicación se limite a ese
tipo de campos. Las variedades modernas también alcanzan ahora ambientes menos
favorables.

La perspectiva a largo plazo de la Revolución Verde muestra que para 1990 casi el 70 por
ciento del área plantada en el mundo en desarrollo con arroz, trigo y maíz albergaba
variedades modernas. Sigue siendo cierto, sin embargo, que en las ecologías más
frágiles, donde la gente continúa presionando para asegurarse su propia tierra, las
innovaciones agrícolas son más complejas y no han conseguido cubrir la creciente
demanda alimentaria y las aspiraciones de la gente a una vida mejor.

La Revolución Verde también representó una revolución en la aplicación de la


ciencia

No deja de ser paradójico. Donde los agricultores aceptaron con rapidez el nuevo
germoplasma de la ciencia el propio cambio amenazó la cohesión social. Donde no
aceptaron los nuevos materiales, la cohesión social está amenazada por la incapacidad
de hacer frente a la demanda.

La Revolución Verde sigue siendo criticada por algunos sectores. La retórica, incluso 30
años después de su comienzo, la considera algo que ha terminado y - además - que ha
sido mala, en lugar de apreciarla como una reacción al problema creado por la innovación
médica y por el deseo de la gente de vivir y ver a sus hijos vivir. En realidad fue
esencialmente una experiencia de aprendizaje para sus impulsores: gobiernos,
comunidades y científicos dentro de una nueva dimensión de la cooperación internacional.
No todos los gobiernos han aprendido la lección pero los que participaron reconocen
ampliamente el valor de la Revolución Verde. La colaboración mundial hizo posible una
rápida acción. El lenguaje común de la ciencia permitió el entendimiento y la interacción a
través de las fronteras políticas. La investigación agrícola internacional fue eficaz en la
producción de valiosos tipos de plantas para muchos países. La infraestructura, el acceso
al mercado y la disponibilidad de los insumos se convirtieron en complementos esenciales
para mejorar las variedades en la granja. La investigación agrícola nacional fue una
inversión rentable para que los tipos de plantas importados beneficiaran a un número
cada vez mayor de comunidades.

Por su parte, los agricultores comprobaron que la mejora de los medios de subsistencia y
el aumento de los ingresos les ayudaba a afrontar los cambios culturales, el crecimiento
de las familias y que las vidas se prolongaran.

Los científicos, en particular aquéllos inexpertos de los centros internacionales,


probablemente fueron los que más aprendieron ya que la Revolución Verde también
representó una revolución en la aplicación de la ciencia. Trasladar materiales entre
grandes distancias, organizar redes de pruebas con socios nacionales para comparar por
todo el país, reconocer lo que atraía de la tecnología a los agricultores... estas lecciones
han reflejado en gran medida la forma en que los centros internacionales organizan su
investigación.
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Mejora del germoplasma

El germoplasma está ahora mucho más localizado; incluso centros mundiales como el
CIMMYT se centran en ambientes productivos definidos y el IRRI ha reorganizado
completamente sus programas para adecuarse a los ambientes productivos más
importantes del arroz.

El germoplasma está desarrollado específicamente para ayudar en la gestión de las


bases de recursos más frágiles a los que los agricultores se ven abocados por la presión
demográfica: por ejemplo los pastos y el arroz (Centro internacional de agricultura tropical,
CIAT) y el maíz (CIMMYT), que son tolerantes a los suelos ácidos y a cultivos como el
sorgo, el mijo (Centro internacional de investigación de cultivos para las zonas tropicales,
ICRISAT), el trigo, la cebada (Centro internacional de investigación agrícola en las zonas
secas, ICARDA) y el maíz (CIMMYT) tolerante a las condiciones secas de ambientes
áridos y semiáridos con lluvias inciertas.

El bajo costo, la posibilidad de traslado de las nuevas variedades de plantas, al ser


comparadas en términos de rentabilidad económica, y la necesidad de acceso al mercado
para comprar plaguicidas cada año han aumentado los trabajos para mejorar la
resistencia a las enfermedades y a las plagas en las nuevas variedades.

Hay una creciente toma de conciencia sobre la necesidad de mantener - y en algunos


casos mejorarla diversidad con que se introducen los nuevos materiales entre los
agricultores. Un mejor entendimiento de la situación de los agricultores pobres ha llevado
a una estrategia en la que se incluyen diversas variedades aptas, tanto para los cambios
climáticos como para los del mercado, en lugar de insistir en la actitud tradicional de ¡ésta
es la variedad que usted debe cultivar!

Los arroces de la Revolución Verde fueron el resultado de un programa intensivo de


introducción de material nuevo en la áreas de escasez alimentaria y su débil resistencia a
las plagas y a las enfermedades se convertía en grandes pérdidas cuando los nuevos
materiales quedaban expuestos a fuertes ataques. El caso de la tolva marrón en
Indonesia es probablemente el más conocido. El trigo, por su parte, no fue el resultado de
un programa de choque; el CIMMYT ha calculado que el 50 por ciento de su presupuesto
para la investigación del trigo fue dedicado a mantenerse por delante de los patógenos
mutantes, y era menos vulnerable que los arroces originales de la Revolución Verde. En
la actualidad dentro de los materiales nuevos del IRRI se incluye la resistencia a seis o
siete de las mayores enfermedades del arroz.

Mucho han conseguido quienes critican el daño causado a la biodiversidad por la


introducción de material vegetal basado en la ciencia. En algunos casos la diversidad
formaba parte de la agricultura tradicional. La incertidumbre en tomo a la producción ha
formado siempre parte del riesgo en la agricultura y en muchas zonas existe,
históricamente, una correlación entre la baja producción - y por lo tanto altos precios en el
mercado - y los años en que la climatología llevaba a la enfermedad. Los materiales más
viejos han demostrado ser mucho menos estables que los nuevos y con la expansión de
la reproducción se ha ampliado la diversidad: dos variedades dominaron el trigo original
de la Revolución Verde en la India, ahora el NARS (National Agricultural Research
Services) de ese país ofrece cada año ocho variedades distintas de trigo para 20
agrosistemas definidos. La historia corre paralela en la acuicultura: las tilapias tienen

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mucho éxito entre los agricultores asiáticos aunque para su introducción la base genética
sea muy reducida. La investigación del ICLARM (Centro internacional para la ordenación
de los recursos acuáticos vivos) muestra que los rendimientos pueden mejorarse
drásticamente seleccionando simplemente la tilapia de las reservas existentes en Africa.

Conservando los recursos naturales

Tras casi una década de experiencia con la Revolución Verde se hizo evidente que el tipo
correcto de cambio económico y técnico en las mejores tierras aumenta la demanda y el
precio de la fuerza de trabajo y, al atraer a gente, preserva las tierras más frágiles. Se
considera alto el beneficio que esta presencia humana en las mejores tierras da a la
sociedad y al medio ambiente (Hazeel y Ramasamy 1991; David y Otsuka, 1994).

Sin embargo la documentación sobre el estancamiento del rendimiento del trigo y del
arroz no en tierras marginales ni frágiles, sino en las de regadío del sur de Asia, ha
suscitado algunas dudas sobre esta estrategia.

Aunque los mejoradores han adaptado con mucho éxito los materiales minúsculos y
semiminúsculos originales de la Revolución Verde para beneficiar a una gama más amplia
de condiciones de crecimiento, la variedad IR 8 del IRRI, dada a conocer en 1966,
continúa siendo la de mayor rendimiento en el sector arrocero.

El IRRI asumió, en un cambio de su estrategia de mejoramiento en los años ochenta con


la finalidad de proteger los logros del rendimiento, que el límite del alto rendimiento
obtenido con el IR 8 sería sostenible. Esta premisa resultó ser errónea. Usando datos de
20 años sobre el IR 8, Pingali identificó un descenso del rendimiento del 5,17 por ciento al
año durante la cosecha de la estación húmeda y de un 5,89 por ciento al año durante la
de la estación seca. Un descenso del rendimiento a largo plazo parece ser debido a la
degradación del ambiente en los cultivos muy intensivos de arroz y se ha observado un
descenso similar, a largo plazo, en centros experimentales de la India, Tailandia e
Indonesia.

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De la experiencia de la Revolución Verde hemos aprendido, además, que un uso elevado


de plaguicidas y fertilizantes causa daños externos a los ecosistemas locales,
envenenando la vida en toda la cadena alimentaria. Los nitratos, que no son utilizados ni
por las plantas ni son retenidos por los suelos, contaminan las aguas que afectan a otros
usuarios.

Pingali identifica tres causas posibles de la degradación de la tierra y de la disminución


del rendimiento del arroz: la creciente presión de las enfermedades, el rápido descenso
de los micronutrientes del suelo y los cambios en la composición química del terreno,
debido tanto a los cultivos intensivos como a un aumento de la dependencia de aguas de
riego de baja calidad. Esclarecer la causa es una tarea investigativa primordial. La
población de la India, por ejemplo, se duplicará en los próximos 40 años... por lo que el
rendimiento del arroz tendrá también que doblarse.

El GCIAI sigue convencido de que los insumos modernos de fertilizantes y plaguicidas


serán necesarios para alimentar a las poblaciones, pero al mismo tiempo también está
convencido de que tenemos que aprender a utilizarlos mejor. Para ello tenemos que
reconocer que existe una variedad de opciones de gestión de agua y suelos, incluyendo
sobre todo opciones orgánicas donde el acceso al mercado es débil y reconocer que la
eficacia de los materiales de nutrición vegetal reduce el volumen de compra de
fertilizantes; que una mejor agronomía debe guiar las decisiones sobre la ubicación y el
momento, siendo las cuestiones medioambientales externas un criterio básico de
ejecución; mantener un énfasis de mejoramiento en el desarrollo de variedades tolerantes
a las enfermedades y plagas para reducir la cantidad de plaguicida necesario; junto a la
simple tolerancia de plagas y enfermedades, desarrollar variedades modernas que
faciliten la elección de tecnologías de conservación de recursos como, por ejemplo:

• variedades resistentes a las enfermedades causadas por los residuos de los cultivos
dejados sobre el terreno como abono;

• variedades que toleren sombras, o una sombra reducida para un mejor crecimiento
entre cultivos que ofrezcan una cabina múltiple que rompa la fuerza física de la lluvia y del
viento;

• variedades que reduzcan los costos externos por la tolerancia a un herbicida que sea
ambientalmente benigno.

El GCIAI ha revisado su mandato para plantear los temas más explícitamente y, en los
últimos cinco años, ha empezado a hacer un balance de sus actividades de
fitomejoramiento con la investigación en la gestión de recursos naturales en el contexto de
una mejora sostenible de la productividad. Asimismo, ha desarrollado un planteamiento
ecorregional que examina las interacciones de las decisiones humanas en la granja, en la
comunidad, a nivel institucional y a nivel político, sobre suelos, agua y procesos biológicos
dentro y fuera de las cuencas naturales.

Un proceso mejor

El GCIAI se encuentra en el proceso de planificar e implementar programas


ecorregionales, con socios del NARS, instituciones avanzadas de investigación y
organizaciones no gubernamentales, en regiones donde la presión demográfica sea alta y

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exista una dependencia a largo plazo sobre el potencial agrícola. No es preciso señalar
que la prioridad del planteamiento ecorregional es entender los motivos del estancamiento
del rendimiento del arroz y del trigo en la llanura del Ganges. El planteamiento ya es en sí
mismo una lección de la Revolución Verde que muestra la importancia de la dimensión
humana en el éxito de la investigación agrícola.

Al dirigirse a la reunión del GCIAI en Nueva Delhi el pasado mes de mayo de 1994, el
Primer Ministro de la India, Shri P. V. Narasimha Rao, puso de relieve la tremenda
diversidad existente entre las comunidades de su país y pidió respuestas específicas para
los problemas agrícolas a nivel local. En su mensaje captó la esencia de la batalla que
está teniendo lugar para desarrollar un proceso de investigación que acepte la
importancia de la diversidad humana y que pueda llegar hasta los niveles más bajos de la
sociedad y que suponga una solución relevante a los problemas específicos locales.

Ya es ampliamente reconocido que, además del clima, el suelo y la biología, los criterios
culturales, sociales y económicos también determinan lo "buena" que es una tecnología.
También se reconoce la subjetividad del término "bueno" y que la participación del
consumidor, tanto hombres como mujeres, incrementa la probabilidad de generar una
tecnología apropiada.

Se entiende que donde la influencia del mercado es débil, como ocurre en las
comunidades dominadas por una producción de subsistencia, otros caracteres que no
sean los del rendimiento serán particularmente importantes para los agricultores. Estos
caracteres se dan tanto como consecuencia de las necesidades de consumo como por los
gustos; preferencias por los platos locales, el procesamiento y almacenamiento con las
técnicas locales, además del impacto que tiene la tecnología en el uso de la fuerza
familiar del trabajo.

El amplio reconocimiento de que las comunidades tradicionales poseen una fuerte


generación, diseminación y difusión indígena de los procesos de innovación tecnológica
ha venido a través del ITK (Indigenous Technical Knowledge), en el que el Centro
Internacional de la Papa (CIP) ha sido especialmente activo a través de sus antropólogos,
del FSR (Farming Systems Research), con el IRRI, el CIMMYT, el ICARDA (Centro
internacional de investigación agrícola en las zonas secas) y del IITA (Instituto
internacional de agricultura tropical) que han participado mucho, y los movimientos PRA
(Participatory Rural Appraisal) con un mayor protagonismo del CIAT y el ICLARM (Centro
internacional para la ordenación de los recursos acuáticos vivos).

Es un elemento importante el emplear el proceso tradicional del ITK. Utilizando el


conocimiento autóctono no se podrá seguir el paso del aumento demográfico; lo sabemos
de experiencias pasadas. Sin embargo, entrelazando el proceso de conocimiento
autóctono con la ciencia moderna y el sector más formal de investigación se da un
proceso investigativo y de desarrollo de "uso amistoso" con las comunidades que lo
mueven. El uso de métodos participativos para movilizar procesos autóctonos de
generación tecnológica y de difusión requieren de una participación y gastos
gubernamentales menores y, al mismo tiempo, se aumenta su efectividad involucrando en
el proceso a la comunidad.

La evolución de una interacción eficaz entre los agricultores pequeños y pobres y el


proceso de investigación es quizás el resultado más importante de la Revolución Verde y

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de una participación más amplia de las distintas instituciones, desde las gubernamentales
hasta las ONG, en el nexo pobreza/ambiente. Además hay señales, mientras aumenta la
presión social, de que los gobiernos están interesados en cambiar sus políticas para
movilizar nuevas tecnologías. Se trata de una dimensión que probablemente adquiera una
creciente importancia cuando se cuantifiquen mejor dentro del diseño tecnológico los
costos sociales y los beneficios de la degradación ambiental.

Sin embargo, para los temas más complejos de los procesos de suelos, agua y biología,
el tiempo entre la investigación y la resolución del problema sobre el terreno sigue siendo
una falta de compromiso político con la inversión en investigación. Sigue estando por lo
tanto en el aire la cuestión de si tanto los donantes como los gobiernos receptores
esperan que la ciencia repita su éxito para aumentar el suministro alimentario así como la
conservación del suelo, el agua y la biodiversidad a través del próximo milenio.

Mike Collinson es consejero científico del secretariado del GCIAI en Washington.

La hora de las plantaciones


Las plantaciones forestales son una práctica común ya desde la época de los egipcios y
griegos, que han beneficiado mucho a las comunidades y países, ofreciendo valiosos y a
menudo vitales recursos forestales, ayudando a restaurar la fertilidad del suelo,
mejorando el microclima y protegiendo a la tierra, a los cultivos, a los animales y a los
seres humanos.

Los impactos medioambientales de las plantaciones forestales varían en función de la


metodología establecida, las especies plantadas y el tiempo de rotación empleado. Se
necesita destinar más investigación para averiguar el uso de ciertas especies, por ejemplo
los eucaliptos, y el efecto que tienen las plantaciones en los suelos. Por otra parte, hay
que ser cauto al realizar programas agresivos de plantación porque no es aconsejable
establecer millones de hectáreas de plantaciones de árboles sin otorgarle la debida
consideración a los beneficios ecológicos y económicos generales. La inversión en
plantaciones debe guiarse en función de la evaluación ecológica y económica y teniendo
en cuenta también el impacto sobre la biodiversidad y los riesgos de las enfermedades de
hongos e insectos.

Estas técnicas de gestión de plantaciones deben adaptarse a las condiciones específicas,


consultando a los agricultores locales. Además las plantaciones de monocultivos deben
evitarse:

• en zonas forestales naturales donde es prioritaria la conservación de la biodiversidad;

• en zonas áridas o semiáridas donde la disponibilidad del agua a largo plazo es vital para
la agricultura;

• en las laderas de montañas donde la eliminación de la vegetación podría acelerar la


erosión.

Se necesita realizar más investigación sobre las especies de árboles de objetivos


múltiples que satisfagan los requisitos de la población local.

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El milagro de los problemas


Lo que se ha conseguido, y bien, con el monocultivo es un montón de problemas

Por Vandana Shiva

En su polémico libro The violence of the Green Revolution la científica de la India


Vandana Shiva llevó a cabo un duro ataque contra la agricultura de altos insumos
denunciando el verdadero costo social y medioambiental para los países en desarrollo. En
su siguiente libro, Monoculture of the mind, editado en 1993, del que publicamos a
continuación un extracto, vuelve a la carga contra la mentalidad monocultural (de
"monocultivo") creada sobre todo para obtener beneficios económicos inmediatos.

En agricultura, también, la mentalidad monocultural crea el monocultivo. El milagro de las


nuevas semillas ha sido realizado por lo general a través del término "variedades de alto
rendimiento". La categoría "alto rendimiento" es fundamental en el paradigma de la
Revolución Verde. Sin embargo, en contra de lo que el término sugiere, no hay medida
neutral u objetiva de cuantificar el rendimiento del sistema de cultivo basado en las
semillas milagrosas en comparación con el sistema que sustituye. Ahora se acepta por lo
general que, incluso en la más rigurosa de las disciplinas científicas, como la física, no
hay términos neutrales de observación. Todos los términos poseen una connotación
teórica.

La categoría "alto rendimiento" tampoco es un concepto neutral. Su significado y medida


vienen determinados por la teoría y paradigma de la Revolución Verde. Y este significado
no es fácil ni directamente traducible, por diferentes motivos, para compararlo con el
concepto agrícola de sistemas agrícolas indígenas. La categoría "alto rendimiento" de la
Revolución Verde es esencialmente una categoría reduccionista que saca de contexto
propiedades tanto de las variedades nativas como de las nuevas. A través del proceso de
"descontextualización", los costos e impactos se exteriorizan y se imposibilita la
comparación sistemática con otras alternativas.

Los sistemas de cultivo, en general, contienen una interacción entre suelo, agua y
recursos genéticos vegetales. En la agricultura indígena, por ejemplo, los sistemas de
cultivo incluyen relaciones simbióticas entre suelo, agua, animales de granja y plantas. La
agricultura de la Revolución Verde sustituye esta integración al nivel de la granja con la
integración de insumos como los de las semillas y los productos químicos. El paquete
semilla/química establece su propia interacción con los sistemas de suelo y agua que, sin
embargo, no son tomados en cuenta en la evaluación del rendimiento.

Conceptos modernos de fitomejoramiento, como el "alto rendimiento", reducen los


sistemas agrícolas a cultivos singulares y partes de cultivos. Los componentes del cultivo
de un sistema son entonces medidos con los componentes de cultivos de otro. Como la
estrategia de la Revolución Verde está dirigida a incrementar la producción de un único
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componente de una granja, a expensas de los otros y de un aumento de insumos


externos, una comparación tan parcial no puede, por definición, emplearse para conferir a
las nuevas variedades "alto rendimiento" cuando, a nivel de sistema, pueden no serlo.

Evaluaciones no realísticas

Los sistemas agrícolas tradicionales se basan en sistemas de cultivos mixtos o rotativos


de cereales, legumbres, semillas oleaginosas, con diversas variedades de cada cultivo,
mientras que la Revolución Verde se basa en monocultivos genéticamente uniformes. No
se ha hecho nunca una evaluación realística sobre el rendimiento de las diversas
producciones de cultivos en los sistemas rotativos o mixtos. Por lo general el rendimiento
de un cultivo único como el trigo o el maíz se aísla y se compara con el rendimiento de las
nuevas variedades. Incluso si se incluyeran los rendimientos de todos los cultivos es
difícil, por ejemplo, convertir una medida de legumbres en una medida equivalente de
trigo ya que en la dieta y en el ecosistema poseen funciones distintas.

El valor proteínico de las legumbres y el valor calórico de los cereales son esenciales para
una dieta equilibrada, pero de forma distinta. Uno no puede sustituir al otro. Igualmente, la
capacidad de fijación de nitrógeno de las legumbres es una contribución ecológica
invisible al rendimiento de los cereales asociados. Los complejos y diversos sistemas de
cultivos basados en variedades indígenas no son por lo tanto fáciles de comparar con los
monocultivos simplificados de las semillas de alto rendimiento. Una comparación de este
tipo debe incluir a todo el sistema y no puede reducirse a un comparación de un
fragmento del sistema de la granja. La medición de los rendimientos y de la productividad
en el paradigma de la Revolución Verde está disociada de la visión de cómo los procesos
de incrementar la producción afectan a aquellos que sostienen la condición de una
producción agrícola. Mientras que estas categorías reduccionistas de rendimiento y
productividad permiten una destrucción mayor que afecta a los futuros rendimientos,
también excluyen la percepción de cómo los dos sistemas difieren radicalmente en
términos de insumos.

Los sistemas indígenas de cultivos se basan sólo en insumos orgánicos internos. Las
semillas vienen de la granja, la fertilidad del suelo viene de la granja y el control de plagas
se hace dentro de la mezcla de cultivos. En la Revolución Verde los rendimientos están
íntimamente unidos a la compra de insumos de semillas, fertilizantes químicos,
plaguicidas, petróleo y a la intensificación y precisión del riego. Los altos rendimientos no
son intrínsecos a las semillas sino que van en función de la disponibilidad de los insumos
requeridos que, al mismo tiempo, poseen impactos ecológicos destructivos.

Tal y como señaló el doctor Palmer en el estudio del Instituto de Investigación de las
Naciones Unidas para el Desarrollo Social, sobre el impacto de las semillas en 15 países,
el término "variedades de alto rendimiento" no se ajusta ya que implica que las nuevas
variedades son de alto rendimiento en sí mismas. Lo distintivo de las semillas, sin
embargo, es que responden altamente a ciertos insumos clave, como los fertilizantes y el
riego. Palmer, por lo tanto, sugirió usar, en su lugar, el término "variedades de alta
respuesta". En ausencia de los insumos adicionales de fertilizantes y riego, las nuevas

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semillas se comportan peor que las variedades indígenas. Con los insumos adicionales, la
ganancia en producción es insignificante en comparación con el aumento de los insumos.
La medida de la producción también se ve limitada por la restricción de su salida
comercial por partes. Sin embargo, en un país como la India, los cultivos se han destinado
no sólo para producir alimentos para el hombre sino forraje para los animales y fertilizante
orgánico para los suelos.

Sacrificio consciente

En la estrategia de mejoramiento de la Revolución Verde los usos múltiples de la biomasa


de las plantas parecen haber sido sacrificados conscientemente para uno singular, con
consumo no-sostenible de fertilizante y agua. El aumento en la producción comercial de
grano se ha logrado a costa de la reducción de la biomasa para uso interno de la granja.
Esto es explícito en las palabras de M. S. Swaminathan: "las variedades de alto
rendimiento de trigo y arroz son de alto rendimiento porque pueden usar eficientemente
grandes cantidades de nutrientes y agua que los rasgos iniciales, que tendían al
encamado o la caída si crecían en suelos con buena fertilidad. Por lo tanto tienen un
índice de cosecha (por ejemplo, el promedio de rendimiento económico frente al
rendimiento biológico total) que es más favorable al hombre. En otras palabras, si un
rasgo de alto rendimiento de una variedad inicial alta de trigo produce, en una condiciones
dadas, 1000 kilogramos de materia seca, el rasgo de alto rendimiento puede partir esa
materia seca en 500 kg de grano y 500 kg de paja. La variedad alta, por otro lado, puede
partir 300 kg de grano y 700 de paja".

La reducción de la producción de biomasa para la producción de paja no se consideraba


probablemente un costo serio ya que los fertilizantes químicos eran vistos como un
sustituto total del abono natural, y la mecanización era vista como un sustituto de la
tracción animal. Según un autor: "se cree que el tipo de cambio tecnológico de la
Revolución Verde permite una mayor producción de grano cambiando el promedio de
follaje... En una época donde hay urgencia de incrementar la producción de grano, un
planteamiento de ingeniería para alterar la mezcla del producto en una planta individual
puede ser aconsejable, incluso inevitable. Esto podría considerar otro tipo de cambio
tecnológico de supervivencia. Usa más recursos, cuyos beneficios quizá son inalterados
(si no disminuidos)".

Se reconoció, por lo tanto, que en términos de la biomasa vegetal general, las variedades
de la Revolución Verde podrían incluso reducir el rendimiento general de cultivos y crear
escasez en términos de producción como forraje.

Finalmente, hay cada vez más pruebas de que las variedades indígenas podrían también
ser de alto rendimiento con los insumos apropiados. R. H. Richaria ha efectuado una
contribución significante al reconocimiento de que los campesinos han estado mejorando
variedades de alto rendimiento durante siglos. Según Richards, "un informe reciente de
variedades combinadas ha mostrado que casi el nueve por ciento de todas las variedades
cultivadas en Uttar Pradesh (India) se encuentran en la categoría de altos rendimientos
(3,705 kg y más por hectárea)".
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Siempre según la misma fuente, "un agricultor que planta una variedad de arroz
denominada Mokdo de Bastar, que adaptó sus propias prácticas de cultivo, obtuvo entre
3700 a 4700 kg de arroz con cascara por hectárea. Otro agricultor de Dhamtari, en
Raipur, con sólo una hectárea de arrozal, una situación en la que se encuentran no pocos
campesinos, me dijo que obtenía entre 4400 kg de arroz con cascara por hectárea de la
variedad Chinnar, año tras año, con escasa fluctuación. Utilizó FYM añadiéndole aveces
bajas dosis de fertilizadores de nitrógeno. Para zonas bajas de Farasgaon (Bastar), una
variedad alta de arroz Surja con granos gruesos podría competir con Jaya en rendimiento
potencial con menores dosis de fertilización, según un agricultor local que me mostró
recientemente su cultivo de Surja. Durante mi visita a la zona de Bastar a mediados de
noviembre de 1975, cuando la cosecha del nuevo cultivo de arroz estaba en su apogeo,
observé a un cultivador, Baldeo de la tribu Bhara, en el pueblo Dhikonga del bloque
Jugalpur, y a su lado estaba el campo de Assam Chudi, otro agricultor que tenía la
cosecha preparada para competir con Baldeo. El cultivador había aplicado el fertilizante
aproximadamente igual a 50 kg/N ha y no había utilizado medidas de protección vegetal.
Esperaba un rendimiento de unos 5000 kg/ha. Estos son buenos casos de aplicación de
tecnología intermedia para aumentar la producción arrocera. Los rendimientos obtenidos
por aquellos agricultores se encontraban dentro o sobre el límite mínimo de alto
rendimiento y estos métodos de cultivo merecen una atención total".

La India es un centro Vavilov o centro de diversidad genética del arroz. De toda esa
impresionante diversidad los campesinos indios y tribales han seleccionado y mejorado
muchas variedades indígenas de alto rendimiento. En el sur de la India, en zonas
semiáridas del Deccan, los rendimientos ascendieron hasta 5000 kg/ha en condiciones de
buen riego. Con abono intensivo podrían ser todavía mayores. Tal y como señala Yegna
Narayan Aiyer, "la posibilidad de obtener altos rendimientos impresionantes y casi
inimaginables de arroz con cascara en la India ha tenido lugar como resultado de la
competitividad de los cultivos promovida por el Gobierno Central y que se ha dado en
todos los Estados. Por lo tanto incluso el rendimiento menor se ha situado entorno a los
6000 kg/ha; 7 020 en Bengala Occidental; 6907, 9002 y 9350 kg/ha en Thirunelveli; 6368
y 7666 kg/ha en el sur de Arcot; 12457 en Coorg y 13590 en Salem".

La Revolución Verde se construyó desplazando la diversidad genética

La Revolución Verde se basó en el desplazamiento de la diversidad genética a dos


niveles. En primer lugar, la mezcla y rotación de diversos cultivos como trigo, maíz, mijo,
legumbres y semillas oleaginosas fueron sustituidas por monocultivos.

En segundo lugar, las variedades de maíz y arroz introducidas se reproducían a gran


escala ya que los monocultivos venían de una base genética muy pequeña, comparada
con la gran variabilidad genética de las plantas tradicionales de maíz y trigo. Cuando las
semillas de alto rendimiento sustituyen los sistemas nativos de cultivo, se pierde la
diversidad que es insustituible.

La destrucción de la diversidad y la creación simultáneamente de la uniformidad requiere


la destrucción de la estabilidad y la creación de vulnerabilidad. El conocimiento local, por
otra parte, se centra en el múltiple uso de la diversidad. El arroz no es sólo grano, es una
fuente de paja para usos diversos, de follaje para el ganado, de estanque para la cría de
peces, de cascaras para combustible. Las variedades locales de cultivos se seleccionan
para satisfacer estos usos múltiples. Las denominadas variedades de alto rendimiento

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aumentan la producción de grano, incrementan el uso de insumos externos e introducen


impactos ecológicos destructivos.

Los sistemas de conocimiento local han evolucionado variedades altas de arroz y trigo
para satisfacer necesidades múltiples. Han evolucionado variedades de yuca dulce con
hojas sabrosas. Sin embargo toda la investigación dominante sobre la yuca se centra en
mejorar nuevas variedades para rendimientos del tubérculo, con hojas sin sabor alguno.

Irónicamente el mejoramiento para reducir la utilidad ha sido considerado importante para


la agricultura porque utiliza fuera lo que le sirve al mercado. Los nuevos costos ecológicos
también han sido apartados como "externalidades" dejando por lo tanto un sistema
productivo ineficiente.

Hay, además, un condicionamiento cultural que juega a favor del sistema moderno y que
se hace bien evidente con el nombre de las variedades de plantas. Las variedades
indígenas han evolucionado a través de una selección natural y humana, produciendo y
utilizando lo que los agricultores del Tercer Mundo denominan "cultivares primitivos". A las
variedades creadas por los modernos fitomejoradores en los centros internacionales de
investigación agrícola o por empresas multinacionales de semillas se les denomina
"avanzadas" o de "élite".

Y en el único aspecto en el que las nuevas variedades han sido realmente "avanzadas"
ha sido en los sistemas ecológicamente apropiados no a través de pruebas y evaluación
sino a través del rechazo científico del conocimiento local como primitivo y la falsa
promesa de "milagros": árboles milagrosos y semillas milagrosas. Como afirma Angus
Wright, "una forma de equivocarse de la investigación agrícola fue precisamente el decir y
permitir que se dijera que se estaba produciendo un milagro... Históricamente, la ciencia y
la tecnología realizaron sus primeros avances rechazando la idea de milagros en el
mundo natural. Quizá será mejor volver a esa posición".

Monocultivos no sostenibles

La característica básica del monocultivo es que no sólo desplaza alternativas sino que
destruye su propia base. No son ni tolerantes con otros sistemas, ni son capaces de
reproducirse ellos mismos de forma sostenible. La uniformidad forestal "normal" que la
silvicultura "científica" intenta crear se convierte en prescripción de no-sustentabilidad. El
desplazamiento del conocimiento forestal local por los "científicos" forestales fue al mismo
tiempo un desplazamiento de la diversidad forestal y de su sustitución por los
monocultivos uniformes. Como la productividad biológica de los bosques se basa
ecológicamente en su diversidad, la destrucción del conocimiento local, y con él de la
diversidad vegetal, lleva a la degradación y la destrucción de su sostenibilidad. El
aumento de la productividad desde el punto de vista comercial destruye la productividad
desde la perspectiva de las comunidades locales. La uniformidad del manejo forestal
significa generar "rendimientos sostenibles". Sin embargo, la uniformidad destruye las
condiciones de renovación de los ecosistemas forestales y son ecológicamente no
sostenibles.
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En la silvicultura comercial el paradigma de la sostenibilidad es una cuestión de suministro


al mercado, no de la reproducción de un ecosistema en su diversidad biológica o
estabilidad hidrológica y climática. Como señala Schlich, "los planes de trabajo forestal
regulan, según el tiempo y la localización, la gestión de los bosques de forma que se
cumplan lo más posible los objetivos de la industria". El manejo de rendimientos
sostenibles está dirigido a producir "el mejor resultado financiero, o el mayor volumen, o la
mejor clase de producto". Si esto pudiera asegurarse a la vez que se mantiene el
ecosistema forestal tendríamos la sostenibilidad para el suministro al mercado de madera
industrial y comercial. Sin embargo, "rendimientos sostenibles" concebidos según la
gestión forestal, se basan en la premisa de que el bosque real, o el bosque natural, no es
un bosque "normal", sino uno "anormal". Cuando la normalidad se determina por la
demanda del mercado, los componentes no comerciables son vistos como "anormales"...
y son destruidos por las prescripciones del plan de trabajo forestal.

La uniformidad en el bosque es la demanda de mercados centralizados e industria


centralizada. Sin embargo, la uniformidad actúa contra el proceso de la naturaleza. La
transformación de bosques mixtos naturales en monocultivos uniformes permite la entrada
directa del sol y de las lluvias tropicales, calentando los suelos con el calor, limpiando los
suelos con la lluvia. Condiciones menos húmedas son el motivo del gran retroceso de las
regiones forestales. Los recientes incendios de Kalimantan (Indonesia) se deben en gran
medida a la aridez provocada por la conversión de zonas forestales en plantaciones de
eucaliptos y acacias.

En las selvas tropicales, la producción selectiva de madera de especies comerciales


produce sólo pequeños rendimientos (5-25 m3/ha) mientras que con la tala se puede
producir hasta 450 m3/ha. La no sostenibilidad de la producción selectiva se demuestra
también con la experiencia del PICOP, una empresa conjunta iniciada en 1952 entre la
estadounidense International Paper Company, el mayor productor de papel del mundo, y
la Andre Soriano Corporation de las Filipinas. La empresa se queda sólo alrededor del 10
por ciento del volumen total de madera, aproximadamente 73 yardas cúbicas por acre de
selva virgen. Pero las medidas del crecimiento anual de la empresa muestran que la
segunda rotación sólo da un rendimiento de 37 yardas cúbicas de madera útil por acre, la
mitad del primer corte, y no suficiente como para que sea rentable el mantenimiento de
toda la infraestructura.

Los "rendimiento sostenibles" pueden gestionarse por PICOP reduciendo el diámetro de


la extracción. En la actualidad, el gobierno permite a PICOP talar todos los árboles cuyo
diámetro sea superior a las 32 pulgadas, y una cierta proporción de los que superen las
24 pulgadas. Si en la segunda rotación pudieran talar los que tienen un diámetro superior
a las 12 ó 16 pulgadas, podrían tener para otra rotación. Talar árboles más pequeños en
la segunda no hará, por supuesto, que la selva crezca más rápido, para una tercera,
cuarta o quinta rotación.

Las plantaciones de PICOP también han sido un fracaso. Replantaron 30000 acres de
una variedad de eucaliptos de Papua Nueva Guinea que sufrió los ataques de las plagas.
Las plantaciones de pinos en 25000 acres también acabaron mal. Un error de 400 dólares
por acre, es decir, un error de 10 millones de dólares.

Angel Alcalá, profesor de biología de la Universidad de Siliman, en las Filipinas, observa


que la explotación selectiva es buena en teoría, pero realmente no funciona: "con la

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explotación selectiva se supone que sólo se toman unos árboles y se permite que los
otros crezcan de forma que regresas después y tomas otros más sin destruir la selva. Se
supone que este es un sistema sostenible. Pero aquí, aunque se emplee la palabra
explotación selectiva, sólo hay una tala, una gran tala. Después de ella, nada más".

Dañan o destruyen más del triple de los árboles que talan

Un estudio ha llegado a la conclusión que el 14 por ciento de una zona de explotación se


limpia para carreteras y otro 27 por ciento para que pasen los camiones. Por lo tanto, más
del 40 por ciento de la concesión (que puede llegar hasta el 60 por ciento en algunos
casos) destruye la vegetación protectora y es altamente vulnerable a la erosión.

En selvas de dipterocarpea, con un promedio de 58 árboles por acre, por cada 10 que se
talan deliberadamente, 13 más se rompen o destruyen. La explotación selectiva destruye
más árboles de los que toma. En una selva forestal de dipterocarpea de Malasia, sólo se
tomaban el 10 por ciento de los árboles, el 55 por ciento se destruía o se dañaba
seriamente, y sólo el 33 por ciento permanecía sin daños. En Indonesia, según el gerente
de Georgia-Pacific, dañaron o destruyeron el triple de árboles de los que tomaron.

Según un informe de la UNESCO sobre ecosistemas tropicales, no muchos bosques son


lo suficientemente ricos como para permitir un verdadero trabajo selectivo, es decir, la tala
de árboles (de la especie deseada) tan pronto como alcanza el tamaño comercial. Cuando
un árbol cae provoca un daño considerable y lo mismo sucede con el pesado equipo
necesario para el trabajo. Resumiendo, la verdadera explotación selectiva es
impracticable a pesar de la estructura, composición y dinámica que originalmente
defendía.

Este paradigma que destruye la diversidad de la comunidad forestal, bien sea con la tala
indiscriminada o con la selectiva, destruye al mismo tiempo las propias condiciones de
renovación de la comunidad forestal. Mientras que la diversidad de especies es la que
imprime riqueza biológica, y sostenible, esta misma diversidad lleva a permitir la densidad
de especies individuales. El paradigma reduccionista, por lo tanto, convierte un sistema
biológicamente rico en un recurso empobrecido y, además, en uno no renovable.

Suicidio biológico

En el sistema dominante, las estrategias de supervivencia financiera determinan el


concepto de "rendimiento sostenible" que está en contraposición total con los principios
de sostenimiento de productividad biológica. Los rendimientos sostenibles basados en la
reducción constante del diámetro de las clases explotables lleva a un suicidio biológico y a
una destrucción total de los bosques.

L. Fasher informa cómo un proyecto forestal del Brasil, dirigido a "autoayudarse" y


satisfacer las necesidades básicas, destruyó tanto la selva como las propias comunidades
a las que debía ayudar: "la creación de la primera Facultad de Ciencia Forestal y la
enseñanza del conocimiento forestal moderno fue ya un gran primer paso en Brasil. Un

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mayor conocimiento de la economía animó a gente preparada a llevar a cabo nuevos


planteamientos; la selva natural con sus muchas especies fue sustituida por un gran
número de plantaciones madereras de abetos y eucaliptus; los débiles y poco fiables
trabajadores humanos fueron sustituidos por pesados equipos mecánicos; se
conquistaron las hasta entonces vírgenes montañas, utilizando cuerdas como grúas para
transportar la madera. Desde que empezó la ayuda de desarrollo forestal, la forestación
del Paraná se ha reducido de alrededor de un 40 por ciento al actual nivel del ocho por
ciento. La transformación en estepa, la erosión y las inundaciones periódicas aumentan.
Nuestros altamente cualificados contrapartes brasileños están ahora cambiando su
interés hacia la zona amazónica del norte donde todavía hay mucha selva y donde
"gestionan" plantaciones madereras de celulosa (por ejemplo, la Gmelina arborea) con
periodos de rotación de sólo seis años".

Se pregunta Fahser "¿qué ha sucedido con la población durante el período aproximado


de veinte años del proyecto, aquellas personas cuyas necesidades básicas debían ser
satisfechas y a quienes se les otorgó la ayuda? Paraná es ahora una gran zona limpia de
selva y ocupada por una agricultura muy mecanizada. La mayor parte de los indios y
muchos inmigrantes que allí vivían, a nivel de subsistencia o como pequeños agricultores,
han desaparecido en silencio, convirtiéndose en empobrecidos habitantes de las favelas
junto a las grandes ciudades. En la selva dominan las unidades de capital intensivo del
modelo norteamericano o escandinavo. Sólo unos pocos expertos y algunos temporeros
son necesarios para períodos de excesivo trabajo".

Donde el conocimiento local no está totalmente muerto, las comunidades se resisten a la


destrucción ecológica de la introducción de monocultivos. "Verdecer" con eucaliptos va
contra la naturaleza y sus ciclos, y se están resistiendo las comunidades que dependen
de la estabilidad de los ciclos naturales para conseguir alimento y agua. Los eucaliptos
engullen los nutrientes y el agua y, en las condiciones específicas de zonas de escasa
lluvia, no da nada a cambio sino que terpena al suelo. Esto impide el crecimiento de otras
plantas y son tóxicas a los organismos del suelo que son responsables de construir la
fertilidad y mejorar la estructura del suelo. El eucalipto sí que aumenta los beneficios
económicos y el flujo de bienes, pero resulta una interrupción desastrosa de la materia
orgánica y en el flujo de agua dentro del ecosistema local. Sus defensores no supieron
calcular los costos en términos de destrucción de vida en el terreno, la reducción de los
recursos hídricos y la escasez de alimento y forraje que provoca su cultivo. Tampoco se
dieron cuenta que al intentar acortar las rotaciones para la cosecha los tamarindos y la
jaca tienen unas rotaciones muy pequeñas de un año en las que la biomasa cosechada
es mucho mayor que la del eucalipto, que a pesar de todo fue declarado como un árbol
"milagroso".

La otra cara de la moneda es que la producción de frutos no fue nunca una preocupación
de la silvicultura en el paradigma reduccionista, se centraba en madera, y madera para el
mercado. El eucalipto siendo exótico se introdujo sin tener en cuenta si era
ecológicamente apropiado, con lo que se convirtió en un ejemplo de antiforestación. La
gente de muchas comunidades se ha opuesto con dureza a la implantación del eucalipto,
como ha sucedido en numerosos lugares de la India.

Aumenta las plagas

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La destrucción de la biodiversidad en la agricultura es también una fuente de no


sostenibilidad. Las variedades "milagrosas" desplazaron el cultivo tradicional y a través de
la erosión de la diversidad, las nuevas semillas actuaron como mecanismos para
introducir y aumentar las plagas. Las variedades indígenas son resistentes a las
enfermedades y plagas locales. Incluso aunque tengan lugar ciertas enfermedades,
algunos rasgos pueden ser susceptibles mientras que otros pueden ser resistentes para
sobrevivir. La rotación de cultivos también ayuda en el control de las plagas. Como
muchas plagas son específicas de plantas particulares, plantando cultivos en diferentes
estaciones y diferentes años se consigue una gran reducción de las mismas. Por otro
lado, plantando el mismo cultivo en grandes áreas año tras año facilita el aumento de las
enfermedades. Los sistemas de cultivos basados en la diversidad, por lo tanto, se han
construido una protección.

Habiendo destruido los mecanismos naturales para controlar las plagas a través de la
destrucción de la diversidad, las semillas "milagrosas" de la Revolución Verde se
convirtieron en mecanismos para alimentar nuevas plagas y crear nuevas enfermedades.

El único milagro que parecen haber conseguido con la estrategia fitomejoradora de la


Revolución Verde es la creación de nuevas plagas y enfermedades, y con ellas la
demanda creciente de plaguicidas. Con todo, los nuevos costos de nuevas enfermedades
y plaguicidas venenosos nunca se contabilizaron como parte del "milagro" de las nuevas
semillas que los fitomejoradores modernos han dado al mundo en nombre del aumento de
la "seguridad alimentaria".

Monocultures of the mind puede pedirse a: Third World Network, 87 Cantonment Road,
10250 Penang, Malasia.

¿La solución africana o la vuelta al pasado?


La agenda de la Fundación Sasakawa es ambiciosa pero algunos críticos recelan del
planteamiento

Por Polly Stroud

Parece un milagro: un destacado filántropo se une con un ex presidente de los Estados


Unidos y con el "padre de la Revolución Verde" para luchar contra el hambre en Africa.
Con la bendición del Banco Mundial y la cooperación de los organismos de las Naciones
Unidas y de importantes instituciones de investigación, la Fundación Sasakawa, Jimmy
Carter y Norman Borlaug llevarán el desarrollo agrícola al continente más pobre y más
hambriento del planeta a través del Proyecto Global Sasakawa 2000, conocido como SG
2000.

Este proyecto tiene como objetivo transferir a Africa la esperanza que la Revolución Verde
dio a Asia en los años sesenta, y más tarde a América Latina, con la introducción de
variedades nuevas y de alto rendimiento de trigo y arroz.

Los críticos, sin embargo, temen que el programa también resucite muchos de los graves
problemas originales de la Revolución Verde, de los que sólo se supo cuando ya se
habían alabado, con notable publicidad, los éxitos iniciales en los años sesenta y setenta.

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Nadie niega que entre esos éxitos hay que contar resultados espectaculares. Los países
deficitarios de alimentos no sólo se acercaron al autoabastecimiento de productos básicos
sino que fueron capaces de embarcarse en ambiciosos programas de desarrollo
comercial e industrial que han convertido a los una vez países en desarrollo, como es el
caso de Corea del Sur, en poderosas economías. Invocando el modelo asiático en un
taller del SG 2000 en Arusha, Tanzania, en 1991, Donald L. Plucknett, consejero científico
del Grupo Consultivo sobre Investigación Agrícola Internacional (GCIAI), señaló que la
Revolución Verde "mostró que la inversión nacional en investigación agrícola y desarrollo
puede dar grandes dividendos. Los países asiáticos empezaron a ir adelante teniendo
como motor de crecimiento lo obtenido con la productividad agrícola".

"Creemos que, en efecto, la Revolución Verde de Asia puede realizarse en Africa"

Pero los críticos, hablando con el beneficio del conocimiento interno, cuestionan el
planteamiento básico de la empresa africana: dicen que es jerárquica en lugar de
participativa, promueve fertilizantes químicos - difíciles de transportar - y pesticidas, a
veces en cantidades muy por encima de las máximas recomendadas por la FAO, y hace
que los agricultores se tengan que basar demasiado en semillas híbridas comerciales.
Señalan una pérdida de las variedades en la resistencia a las enfermedades y un
aumento de la amenaza a la biodiversidad. También afirman que el programa está
elaborado de tal forma que beneficia principalmente a los agricultores "ricos" y advierten
de las serias consecuencias que los fertilizantes químicos pueden tener sobre el suelo
africano.

Artículo de Cárter aparecido en la publicación Africa's Agricultural Development in


the 1990s: Can It Be Sustained?, del Global 2000

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En defensa de las metodologías

Yohei Sasakawa, hijo de un rico armador japonés y de la filantrópica Ryoichi Sasakawa, y


presidente de la fundación creada por él en 1962, ha reconocido el escepticismo existente
en tomo al SG 2000 pero según él no es merecido. En un discurso a un taller de trabajo
realizado en 1993 en la localidad de Cotonou, Benin, el joven Sasakawa dijo: "aunque soy
consciente de que nuestra metodología podría parecer algo pasada de moda a algunos,
quiero decir con claridad que la Fundación Sasakawa apoya totalmente el punto de vista y
la estrategia del doctor Borlaug para modernizar la producción alimentaria. Creemos que
muchas de las lecciones de desarrollo agrícola de la Revolución Verde en Asia pueden de
hecho también aplicarse en Africa. Además, sabemos - como lo saben los agricultores
que cooperan con nosotros - lo que es posible lograr, especialmente si buscamos
soluciones valientes que puedan mejorar radicalmente la productividad de los campesinos
agricultores".

El SG 2000 nació como consecuencia de la hambruna que asoló Sudán y una veintena
más de países africanos en 1983-84. Como otras organizaciones de caridad en el mundo,
la Fundación Ryoichi Sasakawa de la Industria Armadora Japonesa suministró alimentos
de emergencia a los hambrientos africanos. Fue entonces cuando Sasakawa empezó a
pensar en soluciones a largo plazo y en 1984 contactó con Borlaug para estudiar las
posibilidades de aplicar la Revolución Verde en Africa. En 1985 una treintena de
científicos y personalidades - entre ellas el ex presidente Jimmy Carter - mantuvieron una
reunión en Ginebra.

"Una de las cosas más interesantes que me han sucedido en la vida es haber entablado
relación con el señor Ryoichi Sasakawa y su hijo, Yohei, y mi héroe de la agricultura,
economía y paz, el doctor Norman Borlaug", diría después Carter.

El Centro Presidencial Carter, con sede en Atlanta, Georgia (Estados Unidos), que
participa en proyectos como el seguimiento de guerras, la promoción de procesos y
sistemas democráticos, la vacunación de niños y la erradicación de la filaria en el mundo,
se convirtió en socio del programa y de esa forma entró en acción el SG 2000. Sus
primeros proyectos se llevaron a cabo en Sudán y Ghana a principios de 1986 y más
tarde se extendieron a Tanzania, Togo, Benin, Nigeria, Etiopía, Mozambique y Zambia. El
trabajo se lleva a cabo bajo la protección de la organización sin ánimo de lucro Global
2000, que forma parte del Centro Cárter, la Asociación Sasakawa Africa, de la que
Borlaug es presidente, y la empresa comercial Pioneer Seed Company.

Aunque los programas no son idénticos en todos los países, comparten sin embargo
"elementos filosóficos y programáticos comunes", tal y como señaló Borlaug durante el
taller de 1991: "primero, todos los proyectos se centran en mejorar la productividad de los
productos básicos que cultivan los campesinos (hombres y mujeres) en pequeña escala.
Segundo, seleccionamos los países donde sabemos que se ha producido investigación e
información suficientes sobre los productos apropiados para los agricultores en pequeña
escala pero que no les han llegado por diferentes motivos. Tercero, los proyectos son
pequeños, tanto en lo que a personal como a recursos financieros se refiere. Se contrata
para cada proyecto del país a dos o tres científicos internacionales que trabajan con
personal nacional en organizaciones de investigación y extensión".

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Centro de demostración

El programa se centra en la demostración tecnológica de alto potencial en tierras


agrícolas, regadas con agua de lluvia, para probar que un rápido y sustancial incremento
de la producción alimentaria es posible si el gobierno toma las decisiones políticas
apropiadas; asimismo se capacita a extensionistas para que puedan realizar el trabajo
una vez concluido el programa.

Se recomienda lo que Borlaug califica de "uso moderado de los fertilizantes químicos para
restituir la fertilidad del suelo junto con variedades mejoradas y métodos agrícolas más
óptimos para que los agricultores puedan obtener mejores beneficios de sus inversiones".
En algunos países los agricultores reciben el fertilizante necesario del primer año en
créditos pagaderos tras la cosecha. Los agricultores de los pueblos de Etiopía donde se
puso en práctica el proyecto, sin embargo, tuvieron que pagar el 50 por ciento de los
costos de las semillas, los fertilizantes y otros insumos al momento de la entrega.

"El programa no depende de una mecanización cara", señaló Cárter en el taller de trabajo
de Benin, "de hecho, la mayoría de los agricultores de este programa todavía plantan
maíz, sorgo, trigo o mijo con sus propias manos y una azada. Pero sus rendimientos
tienen un promedio tres veces superior al de sus vecinos si siguen los consejos y métodos
científicos del doctor Borlaug".

El pasado mes de noviembre el Banco Mundial entró a formar parte del SG 2000 en un
intento de extender todavía más el programa. "Nuestra organización SG 2000 posee una
gran flexibilidad para diseñar y probar nuevas iniciativas a escala piloto mientras que el
Banco Mundial puede financiar las inversiones más cuantiosas a largo plazo necesarias
para fortalecer a las instituciones gubernamentales africanas", señaló Borlaug en una
conferencia de prensa en Washington.

Tras casi una década en funcionamiento, el SG 2000 puede probar un éxito considerable
a la hora de demostrar que los agricultores que cuentan con semillas mejoradas y están
capacitados en el cómo y dónde labrar, plantar y fertilizar, consiguen un aumento radical
de sus rendimientos. En Sudán, que está al borde de una guerra civil, la producción de
trigo se cuadruplicó en tres años y siguió más o menos estable durante la sequía y
durante la escasez de fertilizantes.

Sin embargo, también se han producido errores. El primero y más grave tuvo lugar en
Ghana en 1989, donde el programa de campo pasó de contar con 16000 parcelas de
producción en prueba a 80000, después de lo cual fracasó estrepitosamente.

En una evaluación de los errores, se informó en el taller de Tanzania que la experiencia


de Ghana "demuestra lo que puede ocurrir cuando se lleva hasta el extremo el optimismo
sobre las posibilidades de acelerar la producción alimentaria. (...) las parcelas se
transformaron de una actividad demostrativa de capacitación a un programa de
producción comercial. Esto puso en una situación insostenible a los agentes de extensión

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que eran responsables de gestionar la distribución de los insumos y de la consiguiente


recolección de los préstamos, además de sus tareas puramente educativas. El resultado,
según un equipo que revisó el proyecto a principios de 1991, fue un promedio muy alto de
impago de los préstamos de los agricultores participantes. Más de 50000 de las parcelas
de 1989 fueron financiadas por el Ministerio de Agricultura y por muchos otros bancos del
sector público, por lo que el alto índice de impagos tuvo también un efecto brutal sobre los
funcionarios del ministerio y el personal del SG 2000".

En 1990 el programa redujo las parcelas hasta 17000 y se convirtieron, de nuevo, en


vehículos de demostración tecnológica.

Críticas a la sostenibilidad

El taller de trabajo concluyó que a pesar de "las inoportunas consecuencias de los errores
de 1989", el SG 2000 tuvo "efectos positivos" en Ghana, que "en un período de cinco
años, la producción nacional de maíz aumentó un 40 por ciento" y que el programa "abrió
nuevos horizontes a miles de pequeños productores".

Escribiendo varios meses más tarde para la publicación del ILEIA, Elsie Ayeh, de la
estación agrícola Garu, en Ghana, estaba de acuerdo en que el programa había ayudado
a aumentar el rendimiento de los agricultores a corto plazo, "pero", señala, "¿no debería
establecerse su sostenibilidad a largo plazo?".

Una de las mayores preocupaciones de Ayeh era que el programa diera la impresión de
que los insumos externos "son los únicos y los más efectivos" que pueden usar los
agricultores. "No se han esforzado en estudiar la zona, por ejemplo los suelos y los
recursos locales disponibles que podrían servir para la misma finalidad", dice para añadir
que se hizo creer a los agricultores que tenían que utilizar plaguicidas comerciales caros
en lugar de los preparados localmente a costo nominal. "Los plaguicidas comerciales
cuestan 30000 cedis (unos 30 dólares) por galón", señala, "sólo se necesitan 80 cedis
(0,08 dólares) de jabón para elaborar el insecticida de nim (Antelaea azadirachta) para
rociar la misma área de tierra que un galón de plaguicida comercial. Pero los agricultores
sólo sabían lo primero".

Lo mismo puede decirse del fertilizante, afirma Ayeh, "pregúntele a un agricultor de Bawku
oriental (demostración) cuál es el insumo más importante y le dirá que es el fertilizante".
Sin embargo, añade que la región ofrece un pienso más que adecuado y "los agricultores
del sur todavía producen lo suficientemente bien sin depender tanto del fertilizante
(inorgánico)".

Todavía peor, afirma, "un uso excesivo e inapropiado del fertilizante ha agotado todavía
más los suelos de la zona de Bawku oriental: están prácticamente muertos. Los
agricultores no fueron informados de las ventajas e inconvenientes del uso de esa
tecnología".

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Críticas similares se han hecho más recientemente en Etiopía donde el programa


Sasakawa pedía utilizar más del doble de la cantidad de fertilizante recomendado por la
FAO para proyectos en ese país. Esto parece contradecir las afirmaciones del doctor
Borlaug de que el proyecto SG 2000 utiliza sólo "cantidades moderadas de fertilizante
químico".

En Ghana, según Ayeh, lo que ha sido crucial para los agricultores no ha sido la
estrategia del SG 2000 sino el crédito en forma de fertilizante en el momento preciso; y
añade otras críticas como que el personal de extensión recogía los pagos demasiado
tarde, esperando a que el agricultor ya no tuviera dinero; se esperaba que los agricultores
pagaran a tiempo, incluso aunque hubiera problemas con una cosecha pobre a causa de
una climatología desfavorable; las grandes cantidades de maíz cultivado bajo el programa
inundaban los mercados en tiempos de cosecha porque los agricultores tenían que pagar
los créditos, lo cual provocaba una reducción drástica de los precios.

Más recientemente el consultor de un organismo internacional que visitó Benin informó


que el SG 2000 se había visto forzado a comprar todo el maíz híbrido cultivado por los
agricultores de prueba debido a que el maíz no podía almacenarse en la granja por ser
muy vulnerable a las plagas, las cuales provocan grandes pérdidas postcosecha; por
consiguiente la gente rural se negó a comprar el maíz y el único mercado está en las
zonas urbanas.

Otro consultor regresó de una misión y criticó duramente las operaciones del SG 2000 en
Etiopía donde las parcelas de demostración empezaron siendo 160 en 1993 y el año
pasado eran ya 1600.

Según este consultor, aunque los organizadores afirman que se trata de un programa
"participativo", sin embargo "el proyecto es un laboratorio artificial. El SG 2000 selecciona
los cultivos y los paquetes técnicos sin la consulta del agricultor, procura los insumos y los
suministra a través del agente de extensión, quien se encarga de recuperar el crédito. Los
paquetes son altos insumos/altos rendimientos/alto riesgo y provocan que el agricultor
dependa de las semillas híbridas importadas (Pioneer) y del fertilizante".

El programa, concluía el consultor, "no es ni participativo ni sostenible".

Por supuesto, los problemas que señalan los críticos pueden también considerarse meros
"dolores de crecimiento" de un desarrollo en gran escala y de urgente necesidad para
conseguir un cambio positivo... el mismo tipo de dolores que sufrió la Revolución Verde
original.

"Esa es precisamente la cuestión", dicen los críticos, "ya hemos cometido esos errores
una vez. ¿Por qué hacerlo una segunda?".

Cuando los arboles no dejan ver el bosque


La planificación de la seguridad alimentaria debe tener en cuenta la importante aportación
de la silvicultura

Por J. B. Ball, S. Braatz y C. Chandrasekharan

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La gente ha utilizado los bosques como fuente de alimento desde tiempos inmemorables,
domesticando especies forestales silvestres e interviniendo en la regeneración o cultivo
de las plantas preferidas. Los bosques son un componente crucial de la seguridad
alimentaria en todo el mundo, no sólo debido a los alimentos que de ellos se obtienen sino
también a través del más amplio papel medioambiental que juegan en la conservación del
suelo y el agua y por ser un "banco de semillas" natural.

Con todo, su papel suele infravalorarse en los presupuestos nacionales y a menudo no se


toma suficientemente en cuenta por las autoridades.

Los bosques son reservas in situ de los parientes silvestres de los cultivos alimentarios.
Las "verdaderas" especies forestales que hoy son todavía importantes incluyen a los
plátanos, el cacao, la nuez, el café y a muchos árboles frutales como el mango, la papaya
y el aguacate, mientras que especies alimentarias importantes de la sabana incluyen el
butirospermo (Butyrospermum paradoxum). Algunos productos básicos, como los ñames
y los caupíes evolucionaron probablemente en los márgenes forestales. La palmera era
una especie forestal y su concentración actual en los bosques húmedos, como los del
sureste nigeriano, se debe al apoyo deliberado del hombre, mientras que el arroz silvestre
nació en aéreas pantanosas dentro de los bosques.

Los productos forestales han formado parte integral de los sistemas rurales
socioeconómicos

La seguridad alimentaria ha sido definida como "el acceso económico y físico a los
alimentos en cantidad y calidad adecuadas". Los árboles y los bosques contribuyen a ello
directamente suministrando alimento y forraje. Aunque algunos alimentos derivados de los
bosques pueden no ser los más deseados en tiempos buenos, se les aprecia mucho sin
embargo en tiempos de escasez, cuando escasean los de otras fuentes.

La biodiversidad es seguridad alimentaria

Entre las contribuciones indirectas de los bosques a la producción alimentaria se incluyen


la mejora de la conservación de los suelos, la fijación del nitrógeno, la protección de las
cuencas hidrográficas, la regulación de las corrientes, la rehabilitación de tierras
marginales o muy degradadas y el suministro de plaguicidas naturales. Los recursos
forestales también pueden jugar un papel crítico en la producción de los ingresos
necesarios en los hogares para comprar alimentos además de servir como fuente de
energía y medicinas.

Históricamente los productos forestales formaban parte integral de los sistemas


socioculturales rurales. Las familias pobres, y aquéllas de zonas productivas marginales o
frágiles desde el punto de vista medioambiental, a menudo dependen todavía en gran
medida de los alimentos y de otros productos forestales. Los indios kayapo del Amazonas
viven sobre todo de las plantas semidomesticadas junto a los caminos, o junto a los
campos forestales, que se utilizan para comer, como medicinas, como materiales de

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construcción, para tintes, como repelentes de insectos... etcétera, y el intercambio de


plantas como regalo es un importante mecanismo social.

Aunque raras veces son básicos, los alimentos forestales son muy importantes. En Java
los sistemas agroforestales ofrecen más del 40 por ciento del total de las calorías
consumidas por algunas comunidades agrícolas, mientras que en Nigeria los tradicionales
huertos familiares contienen al menos 60 especies de árboles que ofrecen productos
alimenticios. Muchos productos forestales comestibles, utilizados en alimentos preparados
y en bebidas, juegan un papel importante en el comercio local de alimentos.

En las zonas forestales de Africa y América Latina la caza suministra la mayoría de la


carne que comen los habitantes rurales: en zonas de la sabana venezolana algunos
grupos obtienen casi todas sus calorías del forraje. En algunas zonas del Paraguay
incluso los que viven en asentamientos agrícolas dedican un cuarto de su tiempo al
forraje, mientras que en algunas zonas de la India (Bihar, Orissa, Madhya Pradesh e
Himachal Pradesh), el 80 por ciento de los habitantes de los bosques dependen entre un
25 y hasta un 50 por ciento de éstos para cubrir sus necesidades alimentarias anuales.

En zonas remotas donde predominan las economías de subsistencia los productos


forestales contribuyen a equilibrar la dieta, complementando los alimentos básicos ricos
en almidón, con los carbohidratos como las féculas, la fructosa y otros azúcares solubles,
proteínas, grasas y micronutrientes (vitaminas y minerales).

Muchos frutos y bayas son ricos en carbohidratos (fructosa y otros azúcares solubles), en
vitaminas (sobre todo vitamina C) y minerales (calcio, magnesio, potasio). Algunos
contienen también proteínas, grasas o almidón (como los plátanos o los dátiles). Los
zumos de frutas son pobres en proteínas y grasas pero ricos en vitaminas y minerales.
Las nueces contienen grasas y carbohidratos. Las castañas (Castanea sativa) han sido
desde hace siglos un alimento básico para las familias pobres rurales de las bosques
europeos. El butirospermo es la fuente principal de grasa en Africa después del aceite de
palma, donde se comen como verdura muchas plantas herbáceas y hojas verdes que son
una fuente esencial de vitaminas.

Las reservas de tallos, raíces y tubérculos constituyen a menudo la principal fuente


alimentaria de las zonas forestales. Féculas como la palmera de sagú (especies
Metroxylon) constituyen la principal fuente energética alimentaria de al menos 300000
personas en Melanesia y otro millón la comen regularmente como parte de su dieta. Los
ñames forestales se consumen en Africa, Australia y Asia. El néctar y el polen contribuyen
a la producción de miel, constituyendo por lo tanto un elemento indirecto importante de los
alimentos locales; las gomas y las savias suministran las proteínas y los minerales; las
setas, por su parte, son objeto de una gran consideración en muchas sociedades y a
veces se les considera "carne".

Invertebrados como insectos herbáceos, orugas, caracoles y cangrejos constituyen


también una fuente alimentaria proveniente de los bosques. Hasta hoy se han identificado
1383 especies de insectos comestibles en todo el mundo. Los insectos, muy eficaces en
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la conversión de las proteínas vegetales en proteínas animales, son una fuente importante
de grasa en algunas zonas. En muchas partes del mundo la caza sigue siendo una
importante actividad de subsistencia y la carne de los bosques es una fuente importante
de proteínas para las poblaciones rurales y urbanas. En la Amazonia los grupos indígenas
que viven cerca de grandes ríos adquieren el 85 por ciento de su dieta proteínica a través
de la pesca. Algunas poblaciones consumen varias veces a la semana caracoles y ratas.

El consumo de alimentos es tanto una cuestión social como una necesidad biológica. Las
decisiones individuales relativas a la adquisición y al consumo de alimentos raramente se
efectúan de forma independiente; éstas suelen guiarse por percepciones culturales,
actitudes y creencias locales.

Más allá del bosque

En muchos países en desarrollo entre el 50 y el 80 por ciento del ganado doméstico


depende del bosque para obtener el forraje y el pasto. El humus forestal y el pienso verde
se utilizan para fertilizar los campos, y el acceso a los bosques para obtener esos
productos es importante para muchos cultivadores.

Los bosques y los árboles juegan un papel importante en la protección de la base de los
recursos naturales de los que depende la agricultura sostenible. Pueden ayudar a regular
las corrientes de los ríos, cuyas aguas riegan los campos agrícolas, contribuyendo a la
apropiada gestión de las cuencas. La plantación o gestión de árboles en las tierras
agrícolas en los sistemas agroforestales contribuye al mantenimiento de la fertilidad de los
suelos.

Donde es necesaria la rehabilitación, las autoridades deben darse cuenta de que las
medidas de tratamiento de suelos y plantas son a menudo el método más apropiado para
estabilizar colinas en lugar de las estructuras de ingeniería, particularmente en los países
en desarrollo. Las actividades forestales fundamentales para la protección y rehabilitación
de cuencas incluyen, entre otras, la protección forestal en zonas críticas, métodos de tala
de bajo impacto, la repoblación forestal o revegetación, el control de fuegos y la adopción
de sistemas agroforestales que reduzcan los riesgos de erosión. Debe recordarse que
cuando la gente de las tierras altas pierde sus campos arables debido a la erosión
entonces emigran a otras zonas menos dañadas, donde no suelen ser bien recibidos.

La agrosilvicultura ayuda a mantener la fertilidad del suelo al añadir materia orgánica y


nutrientes, reduciendo las pérdidas a través de un ciclo nutritivo más cerrado, y mejorando
las propiedades físicas, químicas y biológicas del suelo. La agrosilvicultura ofrece una
menor dependencia de los insumos agrícolas, que a menudo no se encuentran
localmente; ofrece también productos de los árboles madereros y no madereros para uso
doméstico o comercial; y proporciona un mejor microclima dando sombra y protegiendo
de los vientos.

Algunos sistemas agrosilvícolas muy comunes en los trópicos húmedos son


combinaciones de cultivos (por ejemplo, sombra de árboles en el cacao, o intercultivos
alimentarios con el cacao), cultivos de plantación (por ejemplo cocos) con ganadería, y
huertos familiares o multiplataformes, como los famosos huertos Kandy en Sri Lanka o los
Javanés en Indonesia.

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En las zonas semiáridas o subhúmedas los sistemas más prometedores consisten en la


fijación de la arena de las dunas, rompevientos y cinturones de seguridad, árboles
multifuncionales en los campos, sistemas silvopastorales (árboles y arbustos en los
campos y/o pastos) y áreas reservadas para producción de combustible o palos.
Importantes programas de fijación de dunas de arena se han realizado en Senegal,
Mauritania, Marruecos, Níger y China, entre otros, para proteger de forma efectiva zonas
agrícolas. Mientras que algunas especies plantadas en tierras de cultivos de zonas
semiáridas compiten demasiado con los propios cultivos por los recursos hídricos,
algunas especies, como la Faidherbia albida (a.k.a. Acacia albida) en Africa occidental y
la Prosopis cineraria en la India, han contribuido a un incremento general de la producción
aumentando la fertilidad del suelo.

La agrosilvicultura contribuye sin duda a la seguridad alimentaria y podría hacerlo aún


más, mientras que su contribución al medio ambiente puede ser menos evidente, a pesar
de que es probablemente más significativa de forma general, que la que da más
directamente a través de la producción de alimentos.

Aunque la agrosilvicultura es una práctica antigua en muchos lugares, se trata de una


ciencia nueva y todavía queda mucho por aprender sobre la naturaleza de la influencia
recíproca entre árboles, cultivos y animales en los diferentes sistemas. Los sistemas
agrosilvícolas son complejos por sí mismos y requieren de un adecuado análisis de los
factores ecológicos, económicos y sociales, así como de la comprensión de la importancia
de todos ellos en la viabilidad de los sistemas. Igualmente, la seguridad alimentaria no
puede tratarse de forma aislada sin tener en cuenta cuestiones como la seguridad
ambiental, la economía doméstica y la gestión y planificación del uso integrado de la
tierra. Los métodos mencionados anteriormente son beneficiosos tanto para zonas
productivas como para las más pobres. Por ejemplo, el intercultivo de los árboles de
Paulownia con cultivos agrícolas es común en la llanura productiva del norte de China;
este sistema se practica ahora en el 59 por ciento de las tierras arables de las provincias
de Hebei, Shandong, Henan, Anhui, Shanxi y Jiangsu.

Combustible y seguridad alimentaria

La madera constituye un elemento muy importante para la seguridad alimentaria en


muchos sentidos, principalmente como leña pero también como carbón. Un informe de la
FAO de 1980 sobre la situación de la leña en los países en desarrollo señalaba que 2000
millones de personas (o sea el 75 por ciento de la población mundial en desarrollo)
dependían de la leña para la energía doméstica, mientras que 100 millones estaban
viviendo en una situación de extrema escasez.

La escasez de combustible puede ocasionar que no se cocinen correctamente los


alimentos, o que sólo se cocinen una vez al día, o que la gente se vea obligada a
depender del vendedor callejero cuyos productos pueden ser menos nutritivos o menos
higiénicos. El tiempo empleado en la búsqueda del combustible cuando escasea hace que
la mujer, que es quien principalmente se encarga de hacer el fuego y cocinar, se dedique
menos al huerto familiar o a otras actividades de índole económica. El suministro de leña

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también afecta al procesamiento y almacenado de alimentos, por ejemplo donde se


ahuma el pescado y se seca para mantenerlo. En Tanzania la escasez de leña alrededor
de los pueblos pesqueros del lago Victoria ha llevado a un aumento de los costos que han
pagado los consumidores con un precio mayor.

Los bosques generan ingresos y empleo con la recogida o el procesamiento, que suelen
realizarse en pequeña escala (a menudo con la fuerza de trabajo familiar), de forma
flexible y a menudo estacionalmente. La FAO elaboró en 1989 diversos estudios sobre las
actividades de recolección, y uno de los principales es el comercio de leña en la India,
donde la mayor parte de quienes trabajan son mujeres. El número de hogares en ese país
que participa en esta industria de la leña se encuentra en tomo a los tres o cuatro
millones, mientras que en las Filipinas y Pakistán son 830000 y 600000, respectivamente.

Alrededor de 7,5 millones de indios, en su mayor parte mujeres, recogen hojas de


Diospyros melanoxylon para envolver cigarrillos, mientras que se calcula que otros tres
millones de indios participan en la manufacturación de los cigarros, un sector con un
volumen comercial situado en tomo a los 100 millones de dólares anuales. De forma
similar, el rotén (junco de Indias) es una industria similar en las Filipinas, Malasia y otros
lugares del sureste asiático; el cultivo de la goma arábiga (Acacia senegal) hace recuperar
la tierra agrícola y ofrece ingresos a los agricultores del Sudán.

Los estudios de la FAO sobre actividades de procesamiento dividen en tres categorías a


las industrias rurales que se basan en leña o combustibles de biomasa: los procesadores
de productos agrícolas, los de minerales y los de fabricación de metales. El
procesamiento de rotén en muebles, que está muy relacionado con su recolección, ofrece
trabajo a casi medio millón de personas en el sureste asiático. Las industrias de
procesamiento de productos forestales nutren a importantes mercados de exportación
como el rotén, las nueces de Brasil, centros de palmitos, gomas y resinas, miel y cera...
etcétera.

Conclusiones

La contribución de los bosques a la seguridad alimentaria puede notarse lejos de su


localización geográfica inmediata. Es por lo tanto fundamental que al revisar la Revolución
Verde se evalúe la contribución potencial de los árboles y los bosques al aumento de la
producción agrícola de la tierra fértil y su papel esencial en las tierras marginales.

Las limitaciones que deben afrontarse incluyen, entre otras, la falta de información, el
escaso acceso a las comunidades, la insuficiencia de tecnologías postcosecha, la
comercialización pobre, la falta de apoyo institucional y las percepciones inapropiadas del
consumidor.

Al elaborar planes de desarrollo rural debe adoptarse un planteamiento integrado para


promocionar la gestión de recursos forestales con la finalidad de que contribuyan a la
seguridad alimentaria. Este planteamiento debería desarrollarse en función de las
necesidades locales y teniendo en cuenta el conocimiento indígena y la investigación
científica local.

La mujer suele conocer mejor las plantas alimentarias ya que por lo general se encarga
de recogerlas. La gente anciana está normalmente mejor informada en lo que a métodos

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tradicionales se refiere. La recolección de información y la investigación correspondiente


deben realizarse de forma participativa y hay que elaborar, en este sentido, nuevas
fórmulas de extensión incorporando la información sobre silvicultura y alimentación.

J. B. Ball, S. Braatz y C. Chandrasekharan pertenecen al Departamento de Montes de la


FAO, Roma.

Cosechas del bosque


Eletteria cardamomum

Tradicionalmente los habitantes que viven junto a la selva forestal de Sinharanja, en Sri
Lanka, han utilizado diversas especies de plantas como alimento y medicina. Entre agosto
y septiembre, por ejemplo, se cosechan las semillas del cardamomo (Eletteria
cardamomum), que se utiliza como especie (en los curries y tartas que, además, se
exportan al Cercano Oriente, donde se utiliza para añadir sabor al café) y medicina (para
enfermedades internas del hígado y el útero, como diurético y para impedir los vómitos de
los niños) además de contribuir a la economía local. Los tallos de la liana Coscinium
fenestratum son uno de los ingredientes medicinales indígenas más comunes, entre los
campesinos y también en las áreas urbanas, que se combinan con otras plantas
medicinales para combatir una amplia gama de males, desde la fiebre hasta el tétanos.

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Los alimentos realizados con harina del frutal Shorea están recomendados por los
médicos locales para la gastritis y otras enfermedades.

Fuente: "Underutilized food plant resources of Sinharanja Rain Forest", Gunatilleke &
Gunatilleke, 1991, en Tropical forests, people and food, UNESCO.

La acción de los arboles


La rápida expansión agrícola y la deforestación de China han contribuido a aumentar la
erosión de los suelos, las corrientes, la sedimentación de ríos y las inundaciones. La
reservas junto al río Amarillo (que drena la muy erosionada llanura de Loess) y el río
Yangtze muestran niveles alarmantes de sedimentación que afectan a su capacidad de
almacenamiento. En respuesta a ello, el gobierno de China ha lanzado unos grandes
programas de silvicultura y de agrosilvicultura, incluyendo el programa "Norte Tres",
localizado en la zonas áridas y semiáridas del noroeste, centro-septentrional y noreste de
China. Iniciado en 1978 es quizá ahora el mayor programa agroforestal del mundo. Se
han creado grandes sistemas de cordones de seguridad con granjas, dunas de arena,
plantación de bosques para conservación de suelos y aguas así como otros trabajos de
rehabilitación de cuencas hídricas que han dado un resultado positivo. Se estima que han
sido protegidos unos 6,7 millones de hectáreas de tierras agrarias y 3,4 millones de
hectáreas de pastos. Los aumentos de los rendimientos debido a la creación de esos
cinturones son de un 16,4 por ciento de promedio para el maíz, un 36 por ciento para la
soja, un 42,6 por ciento para el sorgo y un 43,8 por ciento para el mijo.

Reforestación en China

Foto del Ministerio de Montes, China

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