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XVI
sigue siendo un capítulo lleno de interrogantes para los historiadores. Los libros los escriben
los vencedores así que como en tantas otras ocasiones, el relato que nos ha llegado es, en el
mejor de los casos, sesgado. Lo comprobó el antropólogo y explorador Kim
MacQuarrie durante el periodo en que convivió con una tribu peruana del Amazonas
recientemente descubierta.
Tras investigar la conquista de este próspero imperio, que se extendió a lo largo del territorio
que hoy ocupa Perú, MacQuarrie decidió escribir un relato novelado sobre este sangriento
episodio histórico y sobre las luchas por el poder entre los propios indígenas. 'Los últimos
días de los incas', publicado por La Esfera de los Libros, saldrá a la venta el lunes 21 de
febrero.
Y es que la muerte en 1528 del emperador inca, Huayna Cápac, que contrajo la viruela que
los europeos habían introducido en América, desató una devastadora guerra civil en la que
se enfrentaron dos de sus hijos. Atahualpa no dudó en asesinar a su hermano Huáscar para
convertirse en emperador. En los años siguientes, miles de indígenas murieron a manos de
los conquistadores liderados por Francisco Pizarro, al que se unió más tarde Diego de
Almagro.
En el libro se relatan las estrategias que pusieron en marcha ambas partes. A la hora de
negociar con Atahualpa, "Pizarro jugó con la baza de que éste ignoraba las sangrientas
atrocidades cometidas por los españoles en el Caribe, en México o en Centroamérica, y que
tampoco había oído hablar de Colón, de la trata de esclavos, ni del asesinato de Moctezuma,
el emperador azteca".
Según MacQuarrie, la parte de la conquista menos conocida es "la enorme rebelión que
ocurrió tres años después de que Pizarro capturara a Atahualpa, un movimiento que
continuó durante los 37 años que siguieron a la conquista y que casi logró expulsar a los
conquistadores. Los incas, que previamente habían dejado las armas, desarrollaron y pusieron
en práctica una guerra de guerrillas muy sofisticada, la primera que conocemos en América
Latina a gran escala. Ellos la inventaron", explica el autor, que en la actualidad se encuentra
en Bolivia siguiendo los pasos del Che Guevara, el protagonista de su próximo libro.
Desde el punto de vista armamentístico, los incas eran muy inferiores. Sus armas no tenían
comparación con las de los españoles, que disponían además de caballos y de la
experiencia acumulada durante 30 años sometiendo a pueblos indígenas. La plaga de lo que
seguramente fue viruela europea se convirtió en otra arma poderosa en el arsenal de los
conquistadores.
Y es que, al igual que los romanos, el talento de los incas estaba en su magistral capacidad de
organización. Una etnia que nunca llegó a superar las cien mil armas logró regular la actividad
de diez millones de personas que hablaban 700 lenguas distintas y estaban repartidas en
una extensión de 4.000 kilómetros en uno de los territorios más accidentados del planeta.
Durante su investigación, lo que más impresionó a MacQuarrie fue la manera en la que la
civilización inca sintetizó miles de años de evolución cultural: "Los incas, como los romanos,
tomaban lo mejor de las culturas que conquistaban y sintetizaban sus conocimientos para
crear finalmente el imperio nativo más grande que había existido en América. Así, aprendieron
de los pueblos conquistados la artesanía para pulir piedras, la construcción de carreteras, la
formación de ejércitos, la planificación de las ciudades o la recaudación de impuestos. Eran
muy, muy sofisticados y maestros en los Andes, una de las zonas geográficamente más
escarpadas de la Tierra. ¿Quién sabe de qué manera habría evolucionado si los europeos no
hubieran llegado?".