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ANDRAGOGIA O APRENDIZAJE MADURO

Los modelos y principios que se pueden aplicar a nuestra educación y aprendizaje durante
la infancia y la juventud quedan desfasados en la edad adulta, principalmente debido a un
concepto: la voluntariedad. Cuando somos niños jóvenes aprendemos en cierta manera
“por obligación” y bajo acompañamiento, porque nuestros padres nos matriculan en la
escuela o en el instituto. Sin embargo, el adulto se esfuerza en aprender porque lo necesita,
ya sea por un temor, una necesidad o un deseo: necesita aprender, adquirir ciertos
conocimientos y habilidades, para conseguir un propósito u objetivo, ya sea personal o
profesional. En este sentido, la andragogía trata de comprender al adulto en lo
psicológico, lo biológico y lo social, para dar respuesta a sus patrones de aprendizaje
específicos.
No existe una única definición sobre qué es la andragogía o el aprendizaje de adultos, y
son muchas las teorías que tratan de fijar algunos principios universales y dar respuesta a
preguntas de este tipo: ¿Cómo es el aprendizaje en la edad adulta? ¿Qué diferencia al
aprendiz maduro? ¿Qué le motiva y cuál es su estilo de aprendizaje respecto a su juventud
o niñez?
Seguidamente, se enumeran algunas características que según la andragogía diferencian
al aprendiz adulto respecto a sus versiones más jóvenes:
Es autodirigido: por lo general, el aprendiz adulto tiene control de lo que debe y quiere
aprender, no necesita que alguien se lo indique o “le obligue” a ello.
Está intrínsecamente motivado: ya sea para cambiar la situación actual, para mejorar sus
condiciones actuales o evitar un peligro o situación desventajosa para él, el aprendiz
adulto suele tener claras las motivaciones personales que le empujan a aprender.
Tiene experiencia: los años cuentan. El aprendiz adulto tiene en su haber vivencias,
recuerdos y experiencias que le ayudan en su propio aprendizaje, evitando repetir errores
del pasado y optimizando las buenas prácticas previamente vividas.
Está preparado para aprender: esto significa que se ve capaz de asumir nuevos roles
respecto a los actuales, es decir, que entiende que el aprendizaje es un medio para
conseguir un objetivo para el cual se siente capacitado.
Se orienta a la práctica: un adulto entiende que lo que aprende ha de ser útil, para él y/o
para los demás. Más allá del placer del aprendizaje por el aprendizaje, el aprendiz adulto
es capaz de aplicar rápidamente lo aprendido a su día a día, de ponerlo en práctica.
Por tanto, el aprendiz adulto aprende de manera diferente al adolescente o niño:
Necesita comprender, entender y creer en el objetivo de su aprendizaje: para qué estoy
aprendiendo y qué voy a conseguir con ello.
Prefiere aprender haciendo, resolviendo problemas, como en la vida real.
Requiere tener constancia de lo que ha aprendido aplicándolo lo antes posible a la
práctica.
Por tanto, en el diseño de cualquier itinerario, programa o acción de aprendizaje destinada
a adultos es importante considerar estos principios básicos de andragogía:
Poner de manifiesto el objetivo (el para qué) del aprendizaje.
Facilitar diferentes niveles de experiencia, según cada persona, así como itinerarios
personalizados de aprendizaje.
Disponer de diferentes metodologías de aprendizaje prácticas e interactivas que permitan
que cada persona pueda aprender según y propio estilo (leyendo, viendo, escuchando,
haciendo, colaborando, compartiendo…). En este sentido los Entornos Personales de
Aprendizaje le facilitan aprender a su ritmo y modo preferido.
Permitir aprender a través de la práctica, dando feedback directo sobre las acciones y
posibilitando reconocer y superar los errores cometidos.
Hacer social el aprendizaje, colaborando con otros aprendices adultos que contribuyan al
común con sus experiencias, opiniones, conocimientos, habilidades, vivencias, etc.
Posibilitar medir el avance en el propio aprendizaje respecto al objetivo marcado: dónde
estoy respecto a lo que tengo que conseguir en este plazo y con estas herramientas.

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