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Serie Montaña Ellery

EL BOMBERO Y EL POLICÍA 1

EL MAESTRO Y EL SOLDADO 2

EL CARPINTERO Y EL ACTOR 3

EL DOCTOR Y EL CHICO MALO 4

El Paramédico y el Escritor 5 2

R.J. Scott
Sinopsis

El paramédico Jamie Llewellyn rescata al acusado de asesinato,


John Doe, de un accidente y su vida nunca será la misma otra vez.

Jamie Llewellyn se muda a Ellery para comenzar una nueva vida


lejos de la ciudad. Esta feliz de estar atado al hospital y trabajar para
su amigo Liam Wolfe, incluso si tenía que continuar buscando excusas
para perderse las reuniones de los viernes. Tiene paz y finalmente
puede hacer una diferencia en una comunidad que lo necesita.

Cuando él y Max rescatan a un John Doe de un coche accidentado,


que se balancea al borde de un barranco, este abre sus
sorprendentes ojos violetas y, de repente, Jamie cae con fuerza. Si
solo John no tuviera un arma y pudiera recordar por qué le había
disparado al pasajero del coche. Entonces tal vez la pasión podría 3
transformarse en otra cosa… Amor.
CAPÍTULO 1

Jamie Llewellyn no era un hombre de levantarse temprano.


Nunca se había acostumbrado a despertarse antes del amanecer
por ninguna razón, ni siquiera las emergencias o los turnos de
mañana.

A diferencia de Daniel y Max que prosperaban en las


mañanas, charlaban sobre una serie de televisión e
intercambiaban comentarios sarcásticos mientras se estiraban,
listos para correr.

—Odio las mañanas —murmuró Jamie. Entrecerrando los ojos


sospechosamente cuando atrapó a Max sonriendo y Daniel
metiéndose la mano en el bolsillo de su pantalón corto y
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entregándole un billete de cinco.

—Deberías haber sabido que era lo primero que diría —dijo


Max. Coloco el billete en su bolsillo y lo apretó—. Nunca
ganaras.

—Pensé que al menos daría los buenos días. —se quejó


Daniel.

—¿Cuándo ha hecho eso? —Cantó Max.

—Chicos. Estoy aquí —les recordó Jamie—. Y dado que


vosotros dos os quedasteis dormidos durante los tragos la
pasada noche en la reunión para planificar El Alibi, no podéis
hablar. Algunos trabajan bien por la mañana, las personas
normales por la noche.

Daniel miro a Max y los dos comenzaron a reírse en serio.


Jamie se dio la vuelta dándoles la espalda para que no lo vieran
sonriendo con ellos. En su lugar, usó la ventaja para comenzar a
correr y salir con delantera. Max y Daniel eran realmente
competitivos, no les llevo mucho darse cuenta de que se había
ido y en un minuto se pusieron al corriente. Los tres hombres
cayeron en un ritmo amistoso. La dirección los sacó de las
cabañas donde se habían reunido y se dirigieron hacia el bosque
de atrás. Jamie no necesitaba pensar en la dirección, ahora era
familiar para él. Atravesaron la carretera, cruzando el puente,
bajando hacia Ellery, luego de regreso a las cabañas en un final
agotador.

El tiempo en el bosque era más una carrera de obstáculos,


corriendo entre árboles caídos y pequeños lechos de arroyos, y
para cuando el camino estaba a la vista, Jamie sentía la calidez
de sus músculos. Cruzaron la carretera y se dirigieron al
estrecho puente sobre el cañón, entre los dos niveles de
Mercury Peak. Empujándose por la posición, Jamie decidió que
dejaría que los otros dos fueran primero y fue afortunado al
hacerlo. Al esperar esos pocos segundos, echó un vistazo hacia
el lado del puente y vio el auto.
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—¡Max! ¡Daniel! —Se detuvo mientras gritaba. Mirando por
encima del borde, intentó averiguar qué demonios había
pasado. Pero fue Max, con su mayor experiencia, el primero en
actuar.

—Demonios —dijo con una maldición añadida—. Coche, fuera


de la carretera —señalo de nuevo al guardarrail de la curva. Ni
siquiera habían visto el metal doblado y retorcido. Max se inclinó
sobre el puente y Daniel le paso su teléfono.

—Coche fuera de la carretera bajo del puente en Mercury


Peak —transmitió a los servicios de emergencia.

—A través del guardarrail. Necesitaremos apuntalar… Está


justo en el borde. No hay señales de pasajeros…

—Espera —dijo Jamie. Se concentró en el lado del conductor


donde pensó que acababa de ver movimiento. Luego lo vio de
nuevo. Una mano que agarraba la ventanilla abierta cubierta de
escarlata por la sangre—. Hay alguien allí —sin pensarlo
conscientemente, él estaba saltando sobre la barandilla y
trepando tan lejos como podía. Estaba a unos seis pies de
distancia cuando el coche se deslizó. Solo unos pocos
centímetros, pero era suficiente para que se detuviera
completamente.

—¡Max, el auto se está deslizando! —Gritó.

—¡Quédate dónde estás! —Gritó Max—. Estoy bajando.

Jamie abrió la boca para protestar. Si el coche se había


movido por su culpa, entonces agregar a Max a la ecuación iba
a hacer que el coche cayera por el borde. Pero Max sabía lo que
estaba haciendo. No todos eran como su ex novio, Zach.

No todos querían arriesgar su vida, a cualquier precio.

Observó como Max se dirigía cuidadosamente hacia el coche.


En lugar de tomar el camino directo, como Jamie hizo, se movía 6
lentamente y probaba el suelo antes de cada paso.

—Ayuda… —La palabra era débil, pero Jamie estaba


sintonizado con las voces pequeñas en las situaciones difíciles.

—Estamos aquí —dijo al conductor—. La ayuda está en


camino. Quédate muy quieto.

No hubo respuesta. Jodidamente esperaba que significara que


el tipo estaba quieto, y no inconsciente. Se concentró en
localizar la entrada. La puerta del conductor parecía intacta,
pero todo el parabrisas había desaparecido. La inspección de
Jamie verifico el exterior del vehículo, un sedan azul. Así de
cerca era fácil ver a alguien bajo el coche. A poco más de metro
o metro y algo desde donde estaba, Jamie se encontró mirando
unos ojos ciegos y tanta sangre y daño que estaba claro que ese
tipo estaba muerto. Su cara era un desastre, marcada y
sangrienta, y su cuello parecía roto por el ángulo antinatural de
su cabeza.
—El pasajero atravesó el parabrisas y quedo bajo del coche —
resumió para Max. El bombero no podía ver el cuerpo desde el
lado por donde se estaba acercando al accidente—. Está
muerto. —Agregó. Max asintió y continuó hacia el tronco de un
árbol que crecía en un ángulo loco desde el lado de la ladera.
Probablemente había sido lo que había salvado al coche de
recorrer toda la distancia a través del barranco hacia una gran
caída. Max finalmente desapareció de la vista y Jamie imaginó al
hombre grande revisando para ver que tan inestable estaba el
coche.

—Ayuda… —La voz era más débil.

Dios, Jamie quería moverse. Cada fibra en él necesitaba


comprobar al conductor, pero no podía, años de entrenamiento
y él permaneció como una estatua hasta que todo estuviera
despejado. Finalmente, Max se arrastró hacia atrás.

—Estamos bien. Esta estable por ahora — dijo— pero espera. 7


Estoy yendo hacia ti. Necesito contrarrestar algo de peso. —Max
se estabilizó clavando los pies en el barro y empujando hacia
atrás, luego agarró la parte inferior del coche con fuerza. Miró a
Jamie y asintió. Ellos no discutieron lo que estaban haciendo.
Max estaba haciendo su trabajo, y Jamie no había dudado en
bajar para ayudar con las lesiones. Era lo que hacían.

—La ayuda está llegando. —dijo Max. A lo lejos, Jamie podía


oír las sirenas. Habría esperado al equipo, pero ¿Quién sabía lo
herido que estaba el tipo del coche? El tiempo era un lujo que
no podían tener. Lentamente se deslizó hacia adelante hasta
que finalmente estuvo justo al lado del coche. La puerta del
conductor se abrió con facilidad y Jamie pudo ver claramente al
conductor. Un infierno de demasiada sangre, pero él estaba
todavía sujeto por su cinturón de seguridad.

—¿Puedes decirme tu nombre? —Pregunto Jamie por hábito.


Pedir un nombre daba al primero en responder algo con que
trabajar. ¿Estaba el paciente consciente?
El hombre murmuró algo que sonó como —no—, pero Jamie
no pudo entenderlo.

—¿Dónde estás herido, señor? —Preguntó rápidamente.


Necesitaba tener una idea de si el chico era capaz de hablar
coherentemente.

—Por… —el hombre tartamudeó—. Todo…

Jamie se apoyó mejor y se inclinó para controlar su pulso. Él


no podía ver la herida principal que había causado toda esta
sangre y consideró que tal vez era del pasajero muerto.
Entonces cuando el conductor se movió se hizo obvio; un gran
corte en su muslo y estaba perdiendo demasiada sangre.

—Está sangrando —dijo Jamie con urgencia. Mientras lo decía,


el coche se movió otra pulgada y el metal gimió.

Max maldijo. —Sácalo.

Jaime se acercó y comprobó que no había nada atrapando las 8


piernas del hombre. —¿Cuál es su nombre, señor? ¿Puede
escucharme? Tenemos que sacarle de aquí. —Jamie podía oler
la gasolina y sabía que tenía que escapar.

—Solo… pierna. —dijo la víctima. Abrió los ojos y miró


directamente a Jamie con una mirada de un azul tan oscuro que
estaba cerca del violeta. Tembloroso, el hombre herido alcanzo
el cinturón. —Ayuda… —dijo. Su voz era cruda—. Salir —Su
mano se resbaló y Jamie la cogió y en su lugar le ayudo a soltar
el cinturón. Por su propio impulso, el conductor se movió hacia
Jamie, quien con cuidado lo ayudó a liberarse. El coche se
movió un poco y pudo escuchar a Max soltar una rastra de
maldiciones. Con un tirón final, la víctima fue liberada y estaba
medio acostada sobre Jamie. Algo duro estaba entre ellos y
cuando Jamie se movió un poco pudo ver un arma agarrada en
la mano del conductor.

—Seguro —grito Jamie. Max debió dejarlo ir porque una


tonelada de Ford se tambaleó por un segundo y luego se
estrelló con tres fuertes explosiones, hasta el río en el fondo del
barranco de doscientos pies. Jamie sacó la pistola de su agarre
y la tiró hacia donde estaba Max, luego sostuvo a su paciente
fuertemente. Inmediatamente se dio cuenta de que se estaba
deslizando, ya que el coche había arrancado el barro y el
césped. Max los agarró a los dos y clavó los pies en el barro
para evitar deslizarse. Jamie le dio una mirada de
agradecimiento a su manera y luego se enfocó completamente
en John Doe. Lo hizo rodar tan pronto como estuvieron a salvo y
se dio cuenta de que tenía un superviviente inconsciente en sus
manos.

—Continúa sangrando. —resumió Jamie. Él se sacó la


camiseta de correr y la presionó en la herida abierta.

—Sujétale, envían una camilla. —dijo Max rápidamente. Jamie


asintió e hizo lo que le indicaron.

Max ayudó a los muchachos de arriba a conseguir colocar a 9


John Doe en el aparato de elevación y de repente, solo
quedaban Jamie y Max.

Jamie sabía que el tipo sería trasladado rápidamente. El


Hospital de San Martín en Ellery podría probablemente
manejarlo.

—Tú turno —instruyó Max. Jamie palideció al ver la cuerda y


el arnés. Él odiaba la sensación de esas cosas. Estoicamente le
permitió a Max atarlo e hizo una mueca cuando el arnés se
clavó en él. Entonces, antes de darse cuenta, estaba colgado del
puente con la tierra quedándose debajo de él. No mires abajo.
Él miró hacia abajo. La base del barranco parecía estar a mucho
más de doscientos pies y podía ver el coche destrozado; sin
embargo, no podía ver el cuerpo del muerto. Max y el resto del
equipo tendrían que tomar el camino viejo que serpenteaba
hacia la base para recuperar el cuerpo y el coche.
Jamie dio un informe de situación tan pronto como tuvo los
pies en el suelo. Lo desataron y vio a Finn y Daniel esperando a
un lado.

—Él está bien —le informó Jamie a Finn quien se relajó de


inmediato. Era difícil tener un novio que era el primero en
responder cuando tú también lo hacías, y sabías exactamente lo
que podía pasar—. Está recuperando la pistola que el conductor
estaba sujetando. El Rarito Hércules sujeto el coche en el árbol.
Sin embargo, te advierto, tiene cortes en las manos.

Finn frunció el ceño. Jamie podía ver la indecisión en la cara


de Finn. Como amante, quería ir corriendo y ver las heridas de
Max. Como policía en la escena y como el jefe allí, tenía que
mostrar moderación.

—Háblame —le dijo el jefe Mayfield a Jamie bruscamente.

—Dos ocupantes en el coche, señor. El conductor, con


cinturón, vivo, sangrando por una herida en la pierna, 10
contusiones en la cabeza y el cuello. Pasajero, aplastado bajo el
vehículo, bastante dañado, parece que pasó por el parabrisas.
Ha muerto en la escena y está en el fondo del barranco con el
coche.

—¿Tienes la identificación del conductor?

—Sin nombre —informo Jamie—. No revisé la identificación.

Max trepó por el puente y miró al grupo reunido en busca de


Finn de inmediato. Intercambiaron asentimiento y Finn pareció
aliviado.

—Max, tenemos un contingente completo de voluntarios y el


equipo de carga pesada de la ciudad. Tienes que conseguir que
revisen tus manos.

—No pasa nada con mis manos. —se defendió Max. Él cerró
los puños suavemente. Nadie podía no ver la mueca de dolor
cuando hizo eso—. Me gustaría ser parte del equipo que
recupera el vehículo.

Mayfield negó con la cabeza. Apuntar a las manos de Max fue


suficiente para dejar bien claro que Max tenía que hacer que le
revisaran primero. —Jamie ya nos dijo lo que hiciste y el alcance
de las lesiones. —dijo.

Max frunció el ceño a Jamie. No discutió el punto, pero era


fácil ver la decepción en la cara de Max. Jamie lo sintió por el
hombre grande. Sabía lo que se sentía. Cuando aparecías por
primera vez en una escena, quería seguir toda la situación hasta
el final. Obtener un cierre. Jamie lo entendía, pero también era
su responsabilidad asegurarse de que las lesiones eran
cuidadas. A veces tenías que aceptar la mano que te habían
repartido y no discutir.

—Lo siento. —Le dijo a Max. Para alivio de Jamie, Max negó
con la cabeza y sonrió. 11
—No es culpa tuya —le susurró.

Finn resopló. —Te llevaré de vuelta a la ciudad. —Finn


comenzó a caminar hacia su coche y Jamie lo siguió con Max
detrás a regañadientes—. El idiota quería quedarse. Podría tener
dañados los tendones. Obstinado —dijo Fin en voz baja a Jamie
mientras se acercaban al coche. Jamie se sintió incómodo al ver
esta imagen de la relación de Finn y Max.

—He visto cosas peores —dijo Jamie. Finn le devolvió la


mirada y Jamie se pasó el dedo por los labios, fingiendo que los
estaba cerrando. Cuando Max alcanzó el coche, estaba
claramente drogado por la adrenalina de la situación y alargó la
mano hacia Finn antes de agitar su mano. Finn estaba
preocupado, Max estaba excitado. Fin estaba tenso, Max
permanecía callado.

Jamie no quería estar en medio de ese acalorado debate


cuando sucediera. Max debería tratar sus lesiones, pero al
mismo tiempo Finn no había querido que lo enviaran al hospital,
se sentía que tenía un trabajo que hacer.

La tensión en el coche era espesa y Jamie estaba contento


cuando llegaron a St. Martin. Salió lo más rápido que pudo y
dejo a Finn y a Max en el aparcamiento privado y silencioso. No
quería presenciar nada que los chicos no quisieran que viera.
Una discusión, estrés o besos; todo eso era privado.

Miró hacia atrás para ver a Finn acunando las manos de Max y
mirando a su amante con una increíble expresión de ternura en
su rostro, antes de llevarse las manos a los labios y besarlas.

Jamie hizo a un lado la envidia ante el sencillo gesto. Zach


nunca había mostrado algún afecto, dentro o fuera del trabajo.
En momentos como este, Jamie solo podía imaginar lo que era
estar enamorado.

Veintisiete, y su experiencia en relaciones apropiadas y


saludables era limitada. Y no, Zach no contaba. Cuando lo 12
pensaba, él nunca había estado realmente enamorado.
CAPÍTULO 2

Jamie saltó los últimos cinco escalones y se detuvo frente al


escritorio de Liam.

—Te mataras uno de estos días —Liam no levantó la mirada


de lo que fuera que estaba haciendo.

—Simplemente comprobaba que todo funcionaba — dijo


Jamie. Lo que había sucedido esa mañana trajo demasiados
recuerdos con los que lidiar. Asegurarse a sí mismo de que
estaba vivo saltando desde los escalones superiores era su
manera habitual de probar eso. Él no esperaba que nadie
entendiera su extraña lógica.
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Liam hizo un ruido, algo entre un bufido y una risa. El Doctor,
para ahora, estaba acostumbrándose a él. Trabajaron juntos en
Knoxville y cuando Jamie estuvo listo para dejar la ciudad, fue a
Liam a quien había recurrido. Eran amigos y, a pesar de que
Jamie deseaba poder haber tenido algo más en algún momento,
en general estaba feliz con el nivel de amistad.

—¿Cómo está nuestro paciente? —Preguntó Jamie.

—¿Cuál? —Dijo Liam distraídamente.

Jamie suspiró y se inclinó con las manos sobre el escritorio. —


Ah, ya sabes, el chico que salvamos de una muerte ardiente
esta mañana. —dijo Jamie.

Liam lo miró y frunció el ceño. —No hubo quemaduras en el


paciente —dijo. Parecía confundido y Jamie en ese momento
sabía que el Doctor estaba pensando en algo que lo distraía
mucho.
—¿Qué pasa? —Preguntó Jamie. Miró lo que Liam estaba
haciendo. Montones de archivos se tambaleaban peligrosamente
cerca del borde del escritorio y Liam parecía estar archivando.
En un hospital del tamaño de san Martín con solo diez camas y
tres médicos, todos tenían múltiples tareas. Cuando había sido
entrevistado para la cuarta plaza de paramédico, había sido con
la condición de que él cubriría los turnos de enfermería cuando
fuera necesario, algo que había aceptado voluntariamente.
¿Pero archivar? Liam no era conocido por sus habilidades
organizativas, o de hecho con el papeleo en general—. ¿No es
Abby quien hace eso normalmente por ti?

—Ella no ha regresado todavía de Knoxville —Liam levantó la


vista mientras decía eso y el montón de papeles se movió aún
más cerca del borde. Jamie se acercó y detuvo la caída.

—No sabía que se había ido.

Liam revolvió algunos papeles para alinearlos y luego 14


perforarlos. Él tenía su lengua asomando y una mirada feroz de
concentración en su rostro. Tan malditamente lindo, no era de
extrañar que Mitchell caminara con una sonrisa perpetua en su
rostro. —Ella se fue ayer, emergencia familiar o algo. Quería
asegurarme de que no vuelva a un desastre. —Intentó colocar
los papeles recién perforados en el archivo, pero había
perforado los agujeros en el lugar equivocado. Jamie soltó una
carcajada, pero trató de sostenerla cuando Liam lo miró.

—Necesito comenzar una carpeta para nuestro Joe Doe —


dijo—. Tú mirándome me está poniendo nervioso.

Jamie entendió una cosa de lo que Liam había dicho. —


¿Todavía no tenemos su nombre?

—Sin identificar, sin marcas distintivas. La policía está


trazando el rastro del auto, pero está muy quemado, como el
tipo que quedó atrapado en el fuego cuando el coche explotó en
el barranco, los forenses están tomándose su tiempo.
Deberíamos saberlo pronto.
—¿Cómo está?

—Aún no está despierto, pero eso no es algo malo. Él está


muy medicado.

—He terminado por hoy. Tomaré un café e iré a sentarme con


él un rato.

Liam asintió pensativo. Él sabía que Jamie haría eso en su


tiempo de inactividad, pasar tiempo con pacientes que estaban
atrapados en el hospital. Incluso inconscientes. Entonces
apareció un brillo en sus ojos. Evidentemente, vio una forma de
vengarse de Jamie por su bufido de risa por los agujeros. —Sé
que estás desesperado por un hombre, Jamie, —dijo con un
movimiento de cejas— pero estar sentado con un tipo
inconsciente es un nuevo bajón.

—Ja, jodidamente ja —respondió Jamie. Estaba acostumbrado


a las burlas de Liam sobre su poco menos que nula vida
amorosa—. Pensé, que dado que está mayormente inconsciente, 15
podría conseguir alguien que me escuchara sin tomarme el pelo
por el color de mi cabello —dijo sin expresión.

—No puedes evitar ser una regresión —Liam sonrió. Era una
broma desde hacía tiempo, Liam era una de las pocas personas
que podían burlarse de Jamie por su cabello rojo oscuro—.
Tienes que conseguir que Finn te deje pasar —dijo Liam
secamente—. Está en un extraño modo guardián hasta que
descubra qué diablos pasó. A quien pertenece el arma y por qué
hay un tipo muerto cuyos restos crujientes estaban debajo de
un coche.

Jamie eligió centrarse en que Finn estaba parado fuera de la


habitación de hospital. —Apuesto a que Finn odia estar por aquí
—dijo Jamie.

—Digamos que después de que Max arriesgara su vida


bajando de ese puente y se hiriera, que te digan que se quede
fuera de la puerta para un turno de ocho horas no suena tan
bien.

Jamie decidió tomar un café con su amigo también. Finn había


sido bueno con él desde que se había mudado a la ciudad. Al
igual que el novio de Finn, Max. Le gustaba que los dos
parecieran tan repugnantemente felices. Él quería eso. No todos
los novios eran como su ex, Zach. Algunas parejas en realidad
se preocupan el uno por el otro. Un día él tendría eso.

Después de coger dos cafés, se acercó a Finn, que estaba


paseando por la pequeña área delante de la habitación del
hospital. Finn se detuvo cuando vio a Jamie y se lanzó sobre el
café como un león muerto de hambre sobre una gacela. Tan
pronto como había tomado el primer sorbo, cerró los ojos.

—El cielo —Finn casi gimió.

—Pensé que podría ayudar. Solo vine a ver al paciente —


explicó Jamie. 16
Finn ni siquiera parpadeó ante eso, solo se concentró en su
café. Ser un paramédico adjunto del pequeño hospital
significaba que Jamie tenía bastante libertad para vagar por sus
estériles pasillos. Nadie cuestionaría por qué Jamie visitaba al
hombre que él y Max habían salvado.

—¿Cómo está Max? —Preguntó Jamie.

Finn negó con la cabeza. —El burro fue suspendido por tres
días, pero insistió en ir al trabajo, dice que el alcalde necesita
un proyecto en el que trabajar.

—No esperaría otra cosa de él. —ofreció Jamie—. Harías lo


mismo.

—¿Cuándo te hiciste tan sabio? —Preguntó Finn.


—¿Qué quieres decir con ‘hacerme’? Siempre he sido así —
dijo Jamie inexpresivo. Con una sonrisa levantó el café como un
saludo y luego entró en la habitación.

Jamie miró alrededor del espacio en blanco y evaluó las


maquinas enganchadas a su John Doe, los cables y tubos que
mantenían al paciente dormido e hidratado. Él colocó el café
sobre la mesita y revisó el portapapeles con todas las notas. La
herida de la pierna estaba limpia y parecía que el paciente se
encontraba en buen estado de salud.

Entonces echó un vistazo más cerca al hombre, a las largas


pestañas descansando sobre los altos pómulos y el cabello
oscuro cayendo sobre su frente en un lío de mechones y capas.
Al menos no habían tenido en intubarlo así Jamie veía
claramente los labios carnosos, que estaban ligeramente
separados mientras el hombre siguió durmiendo, ajeno. Sus
laceraciones en la cabeza parecían crudas y extensas desde su
cabello a la ceja sobre su ojo izquierdo. Jamie recordó los ojos. 17
El tono intrigante cerca del violeta y el miedo en ellos cuando
John Doe quedó atrapado en el coche.

Él se instaló en la silla más cercana. Siempre creyó que


incluso los pacientes inconscientes necesitaban tener ruido a su
alrededor y afortunadamente Liam no lo había llamado. Él a
menudo se sentaba con los pacientes durante una hora y
simplemente conversaba sobre todo y nada, o si estaban
conscientes él escuchaba sus historias.

—Hola, soy Jamie Llewellyn, el paramédico que vio tu coche


—comenzó.

—Pienso que puede que te guste algo de compañía.

Jamie comprobó los signos vitales por última vez y luego


decidió dejar a John Doe en su sueño tranquilo.
Cerró la puerta detrás de él y atrapó a Finn y al jefe Mayfield
en medio de una discusión. Finn tenía las esposas en su mano y
una expresión seria en su rostro. Jamie no interrumpió y solo
habló cuando el jefe se alejó.

—¿Qué pasa? —preguntó rápidamente.

—Localizaron el registro del coche, un tipo en Knoxville.


Cuando los policías se acercaron a su dirección, encontraron un
cuerpo. El calibre de la bala coincide con el arma del John Doe
ahí —Finn asintió con la cabeza hacia la habitación—. No lo
sabemos con certeza, pero dado que él estaba sosteniendo el
arma, se le considera sospechoso. Necesito seguir el
procedimiento. —Levantó las esposas.

—¿Lo estás esposando? Está inconsciente —protestó Jamie.

Finn asintió con gravedad. —No hay elección, Jamie

Jamie siguió a Finn a la habitación y vio como Finn cerraba el 18


metal alrededor de la cama y de la muñeca de John Doe. El
sonido del cierre fue tan definitivo. La mirada de Jamie se
deslizó hacia la mano derecha del paciente. ¿Era el hombre un
asesino? ¿Había matado al pasajero cuyos ojos ciegos había
mirado Jamie? Y ¿por qué estaba Jamie pensando que el
hombre no podía ser culpable de nada? Todo porque tenía los
ojos bonitos y el cabello suave.

Liam tenía razón. Él estaba enloqueciendo.


CAPÍTULO 3

Todo le dolía tanto y su cabeza latía con fuerza. Él podía


escuchar voces. Su primer instinto fue moverse, pero cada
centímetro de él estaba en llamas. Obligarse a abrir los ojos
solo dio como resultado un blanco cegador, y cerró los ojos
fuertemente de nuevo.

—Hola, extraño —dijo una de las voces—. Estás en el hospital.


¿Puedes abrir tus ojos para mí?

Él no reconoció la voz y no dijo nada. Ni siquiera abrió los


ojos. En su lugar trato de recordar qué demonios estaba
haciendo en un hospital y porque se sentía como si le hubieran
atropellado. 19
—¿Qué? —Logro forzarlo a salir.

¿Dónde estoy? ¿Qué pasó?

—Mi nombre es Dr. Liam Wolfe. Estás en el Hospital St. Marín


en Ellery, Tennessee.

—¿Hos… pi… tal…? —El dolor lo atravesó, y rápidamente le


siguieron las náuseas. Estaba enfermo… Podía sentirse enfermo,
alguien le sujetaba o él estaba mal. Luego completamente
exhausto se reclinó.

¿Qué demonios estaba pasando?

—¿Puedes decirnos tu nombre? —Preguntó la voz.

¿Su nombre? Se concentró en formar las palabras de su


nombre, pero su mente estaba en blanco. No había nada allí.
Estaba en el hospital, alguien estaba preguntando su nombre y
sabía que su nombre estaba allí… Fuera de su alcance.
No lo sé…

—¿No te está dando nada? — Se añadió otra voz a la


conversación.

—Ha tenido un desagradable golpe en la cabeza.

—¿Es esa su opinión profesional, Doctor? —Irritabilidad


goteaba de la voz.

—¿Quieres que use palabras largas para hacerte parecer


estúpido, Jefe Mayfield?

Silencio.

El dolor en su cabeza era malo, pero podía escuchar el


desprecio.

—Me disculpo, Dr. Wolfe.

—Si espera fuera, le llamaré cuando mi paciente esté listo


para hablar.
20
La puerta se abrió y cerró; él pudo oír eso. Tiró de lo que
fuera que detenía el movimiento de su mano. El ruido era metal
sobre metal y bajó la mirada hacia su muñeca. Estaba
esposado.

¿Por qué? ¿Qué hice?

Luego movió su otra muñeca para ver si ambas manos


estaban atrapadas, pero su otra mano estaba libre. Usando esa
mano, bajo despacio por la pierna hacia donde estaba el centro
del dolor. Un destello de algo, una herida y sangre y gritos, lo
inundó y cerró sus ojos apretados. Todo lo que podía sentir era
un bulto de vendas. Entonces se había herido a sí mismo.
¿Cómo?

—Hay un guardia fuera de tu puerta —dijo el Doc—. Estás


bajo arresto y el guardia es la única forma en que pude negociar
para obtener el descanso que necesitas.
Sintió los dedos del Doctor sobre su muñeca esposada. El
toque era cuidadoso y abrió sus ojos para ver al hombre que le
estaba permitiendo descansar. El Doctor era maravilloso. Rubio
y con esos penetrantes ojos azules, era un espectáculo
bienvenido para despertar.

—¿Qué son estas marcas? —Preguntó el Doc.

—Cuerda… —murmuró.

¿Por qué dije eso?

Cerró los ojos otra vez, se estaba haciendo tan difícil


mantenerlos abiertos.

—Voy a buscar a Finn para que tome algunas fotos —dijo Doc
firmemente.

Eso fue lo último en lo que pudo concentrarse cuando la


inconsciencia le llevo lejos.
21
*

No había forma de saber cuánto tiempo había dormido. ¿Era


el día siguiente? Más que eso, ¿o solo unas pocas horas? Fuera
cual fuera el tiempo, se sentía menos desorientado que la última
vez que intentó abrir sus ojos. Las palabras cálidas lo sacaron
del sueño en el que caía. Él podía escuchar cada palabra.

—No se puede aplicar Miranda en una cama de hospital —


alguien estaba diciendo. ¿El Doc Wolfe? — Ni tan siquiera
sabemos su nombre.

—El oficial Hemsley se queda aquí. Si recupera la conciencia,


entonces tiene que conocer sus derechos —respondió alguien.

—Creo que deberías irte, ahora. —El Doctor estaba firme y


podría haber besado al hombre. Todo lo que quería hacer era
dormir y esperar que el dolor de su pierna desapareciera. Las
discusiones entre la multitud de personas en su habitación eran
ruidosas y confusas. Parecía como si el Doctor se hubiera salido
con la suya cuando la habitación se volvió más silenciosa y era
obvio que todos se habían ido.

—¿Hola? —dijo el Doc—. ¿Estás conmigo?

Él se enfocó en la pregunta. Luego abrió los ojos lentamente.


El brillo blanco de la luz del día le quemaba los ojos y los
estrechó mientras gemía por la incomodidad. El Doc lo tocó y
presionó por todos lados antes de finalmente regresar.

—¿Cómo te sientes, John?

Como si me hubiera atropellado un camión. ¿Qué demonios


pasó? ¿Quién es John? ¿Es ese mi nombre? ¿Por qué es Ellery
tan familiar? —¿Cabeza? —dijo en voz alta.

Doc le encendió una luz en los ojos y dolió como una perra.

—Tal vez una conmoción cerebral. Aparte de eso, tu pierna


está recuperándose. Estarás dolorido y tienes extensos 22
hematomas, particularmente donde el cinturón de seguridad te
mantuvo fijado. Tienes suerte de que eso sea todo el daño,
considerando lo que queda del coche y lo que le sucedió al otro
chico.

—¿Coche? —Preguntó.

¿Por qué no puedo recordar? ¿Otro chico? ¿En un coche?

La niebla nublaba su mente y todo era tan difícil de entender.


Imágenes fugaces de la caída bailaron por los bordes de su
mente.

—¿Recuerdas el accidente? ¿El coche? —Doc preguntó con


cuidado—. ¿Puedes decirme tu nombre?

Él no podía entender las preguntas. ¿Qué accidente? ¿Qué


coche?
—Recuerdo… —dijo. No podía sacar su nombre de los rincones
de su mente… ¿Por qué…?

—De acuerdo, entonces debes saber que te estoy etiquetando


como John Doe hasta que regrese tu memoria. Estás sufriendo
amnesia retrógrada, que a todos los efectos debería
desaparecer cuando te sientes mejor.

—Vale.

—Duerme ahora.

Con el dolor golpeando su cabeza no iba a discutir.

La voz atravesaba la niebla de sus pensamientos.

—… entonces Max, te acuerdas de Max, el hombre grande que


sujetaba el coche, bueno, él solo recogió a Finn y corrió a lo 23
largo de todo el patio y Finn estaba gritando y todo lo que podía
hacer era reír. Él es un buen tipo, Max. Si despertaras, podría
incluso traerlo para que hablara contigo.

No quiero abrir los ojos. Duele.

—Hola, John, veo que tus parpados se mueven. ¿Vas a


dejarme verlos abiertos?

No. Sigue hablando, pero no voy a abrir los ojos.

—Vamos. —le alentó la persona—. Ábrelos y buscaré al Doc y


veremos si puede conseguirte algunos medicamentos más.

Medicamentos. Dolor de cabeza. Por favor.

—Abre los ojos ahora.

Se aferró al sonido de la voz y la insistencia de su dueño. Era


una voz encantadora, muy profunda, sexy y alentadora. Él
estaba flotando en un mundo totalmente suave, pero eso no
detuvo a la insistente tira de dolor de volver al frente mientras
él se concentraba en el hombre en la habitación. Estaba en el
hospital. Todo estaba bien. Estaba a salvo…

¿Qué? ¿Por qué creo que todo está bien? ¿A salvo de qué?

Finalmente obligó a sus ojos a abrirse y luego volvió a


cerrarlos de inmediato. La habitación era tan brillante.
Demasiado brillante. Tan blanca que dolía.

—Demasiado —murmuró. Su garganta estaba en carne viva,


su propia voz áspera. Era como si alguien más estuviera
hablando, no él.

—Espera —dijo el hombre rápidamente. Hubo ruidos y detrás


de sus párpados podía sentir que la habitación se estaba
oscureciendo—. Cerré las persianas y apagué las luces. Puedes
intentar abrir los ojos ahora.

Él lo hizo y parpadeo. 24
—Ahí vamos, John. Estás despierto —dijo el hombre. Su tono
mostraba satisfacción—. Llamare al Doc.

¿John? John no era correcto. —No, no está bien —dijo


arrastrando las palabras. Tiró de su muñeca, seguro de que era
parte de sus sueños llenos de dolor el que estaba esposado.
Cuando su mano se negó a moverse, tiró con fuerza y dejó
escapar un grito de dolor. Mierda.

—Oye, quédate quieto. —Entonces alguien tocó su mano y


pasó los dedos donde estaba la herida—. Quédate quieto John, y
Doc vendrá a verte.

Movió sus dedos dentro del agarre de la persona que lo


consolaba y recibió un tranquilizador apretón a cambio. Escuchó
la puerta abrirse y una segunda voz, una que sabía que era la
del Doctor, comenzó a comprobarlo y preguntar. Tomó aire,
volviendo la cabeza para mirar al dueño de la mano que se
aferraba a él, el dueño de las palabras que le trajeron de vuelta
al aquí y ahora. Se centró en el cabello oscuro y la sonrisa. Una
maravillosa, alentadora, comprensiva sonrisa de apoyo.

—Oye —dijo el tipo—. Soy Jamie. Es bueno verte despierto.

—Mmm —logró responder.

El Doctor presionó contra su sien e hizo una mueca ante el


agudo recordatorio de dolor en su cabeza.

—Se está curando muy bien. —dijo el médico. Luego dijo


otras cosas, pero nada que él entendiera o incluso escuchara.
Estaba demasiado concentrado en mirar fijamente a los ojos
pensativos y encontrar consuelo apartándose del dolor.

—¿Cuál es tu nombre? —Preguntó Jamie.

¿Su nombre? Todo el mundo sabía su nombre. ¿Cómo no


puedes saber tu propio nombre? Él recordaba otros nombres:
Obama, Downey, Junior, Spielberg. ¿Por qué no podía recordar
el suyo? 25
—No lo sé —admitió. Emoción apretaba su pecho, y lágrimas
de frustración amenazaban con aparecer en sus ojos.
Despiadadamente, empujó las emociones a un lado. Él
necesitaba dejar de ser tan ñoño y realmente concentrarse aquí.

—Está bien —dijo Jamie—. El nombre volverá a ti. Te


llamamos John hasta entonces.

—John. —Hizo girar el nombre en su cabeza y supo


instintivamente que era un error—. Vale —murmuró. El Doctor
se alejó y John cambio su perspectiva de Jamie al Doctor que
estaba hablándole.

—Conmoción cerebral con lo que parece ser una amnesia


retrógrada. La pierna se está curando bien, la contusión en tu
sien tiene puntos de sutura, pero no debería dejar cicatriz. ¿Te
sientes lo suficientemente bien como para responder preguntas?
—No —intervino Jamie—. Puedes ver que no está listo. —
Parecía impaciente y enfado.

No te enfades por mi culpa, John pensó.

—Jamie, sabes que quiero que el hombre se cure primero,


pero tengo a un policía respirando en mi cuello exigiendo
respuestas.

—Me quedaré entonces —insistió Jamie. Entrecerrando los


ojos como si desafiara al Doctor a discutir—. Y nada de lo que
digas, Liam, va a hacer que cambie de idea.

—Suponía que te quedarías —respondió Doc con una


sonrisa—. Les haré saber que está despierto.

John se concentró en la cara de Jamie. Vio que el cabello


oscuro era rojo en realidad, un profundo rojo cobrizo que solo
fue evidente cuando Jamie se inclinó hacia adelante en la fina
franja de luz de la entrada. Cuando la luz golpeó la cara de 26
Jamie, John pudo ver los ojos de color claro, pero no pudo ver si
eran verdes o azules o tal vez grises. Él era un hombre
hermoso, muy lindo pero sexy, duro pero afectuoso.
Pensamientos inapropiados luchaban con el dolor creciente en
sus extremidades. Esto claramente era algún tipo de conmoción
tardía que estaba sufriendo al estar tan agradecido a Jamie y a
ese Max por rescatarlo del coche…

¿El coche? ¿El coche azul? El recordó un coche.

—¿Estás bien? —Preguntó Jamie.

—El coche. Un coche azul —respondió John—. Había un coche.


Estaba atrapado dentro.

—¿Recuerdas el coche? —Preguntó suavemente Jamie.

—Sí. No. No lo sé. —La frustración se unió al dolor mientras


hacia una mueca. Él cerró los ojos mientras el agotamiento le
robaba su energía restante. Su último pensamiento fue que
tenía que recordar. Su nombre. Qué ha pasado. Y su hermana.
Tenía que decírselo a su hermana…

27
CAPÍTULO 4

Jamie observó al chico, John, dormir durante unos minutos


y cuando el agarre de la mano del paciente se relajó, apartó la
suya. Nadie había entrado a la sala para interrogarlo así que
supuso que Liam no había avisado a la policía de que John había
despertado.

Finn no era el que estaba en la puerta. Si hubiera sido Finn,


tal vez Jamie habría dicho algo sobre que John había
despertado, pero en cambio siguió la iniciativa de Liam y con un
guiño al Oficial Hemsley, se fue a buscar a Liam.

Encontró a Liam en su oficina, sentado detrás de su escritorio


y frunciendo el ceño hacía la perforadora. Liam parecía enojado. 28
—Nuestro John Doe está dormido de nuevo. ¿Estás bien? —
Preguntó Jamie.

Liam cogió la perforadora y luego volvió a dejarla. —¿Qué


quieres que diga? Los malditos policías quieren interrogar a un
paciente en mi hospital cuando el chico todavía está bajo los
efectos de una medicación para el dolor tan fuerte que
noquearía a un elefante. —Liam maldijo y empujó la silla hacia
atrás desde el escritorio—. El tipo que sacaste está bajo arresto
y ahora el jefe me dice que el tipo muerto que los bomberos
sacaron de debajo del coche murió por una sola herida de bala
que lo golpeó aquí —Liam señalo su garganta— y terminó
alojada en su cerebro, aquí —terminó tocando su sien—.
Entonces vinculan eso al arma recuperada de nuestro John Doe
y dice que el conductor es su principal pista para interrogarlo.
Entiendo que es un procedimiento estándar, pero ellos están
volviéndolo loco al esposarlo a la cama y tienen policías que lo
protegen.
—Está bien, entonces estás enfadado —le calmo Jamie.

—Mira esto —Liam dio la vuelta a las fotos de su escritorio


para que Jamie pudiera verlas. Miró más cerca cuando Liam
tocó la imagen de una muñeca y luego otra.

—¿Qué estoy mirando?

—Nuestro John Doe. Contusiones. Pre – existentes. El


paciente dijo una cosa cuando las toque -cuerdas- ¿Qué pasa si
nuestro paciente ha sido mantenido atado en algún lugar, y
luego le obligaron a conducir por el tipo malo muerto y el arma
se disparó accidentalmente en algún tipo de lucha por el
control?

Jamie pasó un dedo por la foto y recordó el accidente y los


sorprendentes ojos violetas llenos de completo terror. El
escenario que Liam le había dado sonaba como la historia de
una serie policiaca, pero por supuesto, todo era posible.
29
Jamie le devolvió las fotos a Liam. —Entonces ¿Qué dijo el
Jefe Mayfield acerca de tu teoría?

Liam se encogió de hombros. —No se lo he dicho todavía.

—¿Le dijiste a Mayfield que el paciente estaba despierto?

Liam se volvió a enfocar en las fotos. —Le dije que el tipo


todavía estaba inconsciente.

—Voy a buscar donuts —dijo Jamie. Tenía el estómago vacío y


necesitaba un arreglo rápido—. Las enfermeras tienen un
suministro escondido.

—Un día te atraparán —respondió Liam con una sonrisa. Eso


era bueno. Al menos Jamie había hecho sonreír a su amigo.

—Hazme un favor, sin embargo. Me voy de aquí hasta


mañana. Envíame un mensaje y dime como va. —Él podría no
tener derechos o poder de decisión en la vida de John, pero de
alguna manera quería mantenerse en contacto. Algo en los ojos
del chico hizo que Jamie creyera en él. ¿Cómo de estúpido era
eso?

—Lo haré. Pero sabes, hablando en serio, ¿y si es sospechoso


de asesinato sea lo que sea que yo piense? Vi que te sentaste
con él y estabas sosteniendo su mano, pero él todavía está
esposado.

—Lo sé —respondió Jamie en voz baja. Él sabía exactamente


de que estaba acusado John Doe.

—Ten cuidado, Jamie.

—¿De qué? Yo fui quien se aferró a él al borde del barranco,


solo me siento responsable de él es todo. De cualquier forma.
Donuts. —Con eso, Jamie se fue por donde había venido, al
primer piso y al cuarto de enfermeras donde sabía
malditamente bien que había un donut de vainilla con chispas
con su nombre en él. Solo tenía que esperar que no lo
atraparan. 30
Después de tomar uno en ese momento y otro diez minutos
después, escapo y dejó el hospital. Su lugar estaba más allá del
parque y solo a diez minutos a pie, pero tenía cosas que
resolver primero. Se detuvo junto a su ambulancia y la
desbloqueó para realizar el inventario. Él conocía a su
compañera, Emma probablemente ya lo había hecho una vez,
pero como equipo tendían a controlar y verificarlo dos veces.
Llevaban más en la ambulancia, de lo que en comparación
acostumbraban a llevar en Knoxville. Aquí podía ser llamado
para cualquier cosa y la atención médica más cercana podría ser
el hospital de Ellery, pero si tenía que trasladar a Knoxville,
había más tiempo para tratar a los pacientes.

Satisfecho de que todo estaba bien, bajó y volvió a cerrar la


ambulancia. El parquin de su bebé estaba en un área cerrada a
la izquierda del estacionamiento, bajo cámaras de seguridad.
Sin posibilidad de que desapareciera como lo había hecho en
Knoxville. Robado y destrozado y luego incendiado en una sola
noche de vandalismo. Muchas cosas eran nuevas en Ellery y él
era el primero en admitir que no estaba completamente
acostumbrado a cómo funcionaba todo, incluso después de todo
este tiempo.

—Escuché que estás enamorado de un tipo inconsciente. —El


tono familiar del compañero de Liam, Mitchell, hizo que Jamie
negara con la cabeza. Esa era la única cosa a la que no estaba
acostumbrado, que todos parecían conocer los asuntos de los
demás. Por supuesto, Liam habría mencionado a Mitchell…
Probablemente era bueno que no tuviera a todo el grupo de
amigos sobre él por haber tomado la mano de tipos
inconscientes.

—Lo que sea —dijo Jamie inexpresivo—. Él es guapo.

Mitchell se rio entre dientes. Jamie tenía una reputación de


pasar tiempo con los pacientes y Mitchell sabía eso, como
parecía que lo hacían todos en esta pequeña ciudad. 31
—¿Estas de servicio?

—Fuera hasta el domingo.

—Entonces, ¿Podrías venir esta noche a casa? —Dijo Mitchell


tranquilamente. Jamie entrecerró los ojos la sonrisa alrededor
de la boca de su amigo.

—¿Liam te dijo que me dijeras eso?

—Te veo esta noche —se rio Mitchell y se dirigió hacia la


entrada del hospital con un -más tarde-. No había forma de que
Jaime fuera a la reunión del viernes. De ningún modo. Todas
esas parejas y sus… parejas, si eso incluso era una sola palabra.
Él era amigo de todos, solo… No había encontrado sus bolas
para unirse a las parejas charlando. Barbacoas. Sí. ¿Reuniones
sociales en las casas de las personas con cervezas y otros
hombres ridículamente felices en los sofás? No.
Al pasar por la puerta que Mitchell había usado, Jamie entró
furtivamente al hospital. Solo quería revisar una vez más a
John. Controlar a los pacientes con los que había trabajado era
lo que él hacía. Así que demándenme.

32
CAPÍTULO 5

En sus sueños, John estaba en el coche. Cayendo,


estrellándose, zambulléndose a través de la barandilla y en su
mano había una pistola. Él recordó el arma. Tirar del volante
había causado que el coche se saliera de la carretera, pero al
menos su hermana estaría a salvo. ¿Hermana? Ella miró hacia
él, el cabello largo y oscuro que enmarcaba su rostro, diminuta
en altura, pero más mayor que él.

—Deberías de haber llamado… —dijo ella en su sueño.

—Lo hice. Te llamé. Te dije que pensaba que todo iba mal. Lo
intenté…

Su hermana mayor. A eso era a quien estaba buscando. ¿En 33


Ellery? Nunca había tenido la intención de traer problemas a su
puerta. ¿Estaba ella en Ellery? —Lo siento.

¿Larry estaba muerto? ¿Quién era Larry? Larry con la pistola.

Su sueño cambió. Un hombre alto con traje tenía una pistola.


Hubo una pelea y el hombre lo abrazó. Un fuerte agarre y ojos
enloquecidos que lo miraban fijamente. Luego, la explosión del
arma, y la mirada ausente de Larry mientras la sangre goteaba
de su boca. Hubo gritos, un choque, luego silencio. Larry estaba
muerto. Larry debía estar muerto. Él había matado a Larry.

Pero su hermana estaba a salvo.

—Oye, John, ¿estás despierto? —La voz de Jamie estaba allí.


Instintivamente, John apretó el puño, pero la mano de Jamie ya
no estaba allí. ¿Se había ido a dormir? ¿Era una hora después?
¿Dos? ¿Un día?

—¿Soñando? Murmuró John. —Sobre mi hermana.


—¿Cómo se llama? — preguntó Jamie. ¿Puedes recordarlo?

—Abigail —dijo John. Ese era el nombre en su cabeza.

—¿Cuál es tu nombre? ¿John? ¿Puedes recordar eso?

—Corto —John murmuro. Mi nombre es corto. Esta aquí en mi


cabeza. ¿Por qué no puedo sacarlo?

El dolor acuchillo su cabeza y todo se volvió negro.

—Abre los ojos —demandó Abby en su sueño. Ella sonaba


como si hubiera estado llorando. Él no había tenido la intención
de hacerla llorar.

Lo siento, Abby. No lo sabía.

—Ian Thomas Grant, abre tus malditos ojos ahora. —Ella se


sonaba la nariz y le gritaba. Todo el efecto era surrealista a
34
medida que su sueño se convertía a algo más. Abby había
pasado gran parte de su infancia gritándole, dándole órdenes.
Producto de que ella era mayor que él por once meses y siendo,
según sus palabras, una pequeña mierda. Obligando a sus ojos
abrirse, parpadeo contra la luz e intentó girar la cabeza. El dolor
en su cuello era fuerte y no tenía mucho movimiento.

¿Ian? Mi nombre es Ian Grant. Necesito decírselo al Doctor y


a Jamie.

—¿Abby? —Susurró. Sintió que ella le agarraba la mano y la


escuchó exhalar aliviada.

—Me has asustado, hermanito —dijo en voz baja—. Abriste


tus ojos. Te dije hola y me echaste un vistazo y comenzaste a
encajar.

—Lo siento —respondió Ian. Larry… Garson… el accidente. Le


dolía la garganta y le pulsaba la cabeza. Él estaba tan sediento.
Como si Abby le leyera la mente, el frío y la humedad de un
trozo de hielo tocaron sus labios y ella lo dejó derretirse. El
toque de hielo fue suficiente. Alcanzó a tocarla, pero no pudo
mover su mano. Se había sentido mejor, pero ahora su cabeza
se estaba partiendo en dos.

—¿Cómo está nuestro paciente? —Otra voz se agregó a la


mezcla. Una voz más profunda. El Doctor Wolfe. ¿Dónde estaba
Jamie?

—Está despierto —respondió Abby— Él me conoce.

—Hola, Ian. —Manos cálidas tocaron su frente y luego el


toque frío de algo apretando contra su pecho. ¿Recuerdas quién
soy?

—Doctor… Wolfe —logró decir Ian con los dientes apretados.


Sentía la lengua hinchada y adolorida y podría saborear el sabor
metálico de la sangre.
35
—¿Recuerdas tu nombre?

—Ian… Ian Grant.

—Vale eso está bien. ¿Cómo te sientes?

—Duele… —ofreció Ian. Él no tenía nada más que pudiera


decir. Todo duele. Parpadeó de nuevo para intentar enfocarse
en algo, cualquier cosa: Abby, el Doctor. ¿Estaba Jamie aquí? Él
deseó que estuviera. Pero nada era nítido ni claro. Quería
escuchar la voz tranquilizadora de Jamie.

—¿Ellery? —murmuró—. ¿Abby?

—Recibí tu mensaje de voz —dijo Abby con la misma


suavidad. El aroma de su champú, las fresas y el roce de su
aliento en su mejilla le indicaron que estaba cerca, y el abrió los
ojos para comprobarlo. Sus ojos azul oscuro tenían compasión y
tristeza e intentó sonreír—. La policía está esperando para
hablar contigo.
El alivio se filtró a través de él. Los policías estaban aquí y él
tenía sus recuerdos. Finalmente esto podría terminar. Tiró de las
esposas alrededor de su muñeca e hizo una mueca de dolor
repentino. Abby colocó una mano sobre la muñeca y lo mantuvo
quieto.

—Te esposaron cuando comenzaste a despertar —dijo.

—Lo sé —graznó. Tenía la garganta dolorida y hablar era muy


difícil—. Dicen que maté… a Jim… a Garson. No lo hice…

—Abby, vamos a tener que pedirte que te vayas.

Ian echó un vistazo a dos formas borrosas frente a un espacio


brillante. Asumió que era la puerta y parpadeó nuevamente
para aclarar su visión.

—Él es mi hermano, Finn —dijo Abby tercamente—. Me


quedaré.

—Esta es una investigación de asesinato —dijo otro hombre—. 36


Está despierto y te recuerda. Tenemos preguntas y tenemos que
pedirte que esperes afuera. El Doctor Wolfe puede quedarse.

—Por favor. Ian no hizo nada —Abby sonaba cerca de las


lágrimas.

—¿Dónde está Jamie? —Preguntó Ian. Necesitaba que Jamie


estuviera aquí como una barrera. No quería que Abby se fuera.

—Oficiales. Esto tendrá que esperar —dijo simplemente el


Doctor Wolfe. Su voz tenía autoridad y Ian no discutiría con él—
. Necesito revisar a nuestro paciente.

—Estoy bien —dijo Ian en voz baja. Él no había asesinado a


nadie. Él contaría su historia y todo estaría bien. Para él al
menos. No para las dos personas que murieron.

—Necesito diez minutos con mi paciente. —dijo Doc


firmemente—. Abby, puedes quedarte fuera con los oficiales.
—Liam…

—Busca a Jamie para mí, Abby, envíalo aquí. Lo último que


supe fue que estaba almorzando con las enfermeras.

Abby le dio un beso a Ian en la frente y se fue con una última


mirada hacia atrás. Tan pronto como la puerta se cerró detrás
de Abby y los policías, Ian sintió que su pecho se contraía.
Como si hubiera logrado mantenerlo unido durante los últimos
cinco minutos frente a su hermana, y de repente, podía soltarlo.
Imágenes del coche, el acantilado, el puente, todo, desde su
pesadilla, lo inundó y cerró los ojos con fuerza. Respirar era
difícil.

—Respira despacio —dijo Doc Wolfe. Levantando el cabecero


de la cama de Ian, lo ayudó a sentarse y, cuando la puerta se
abrió y cerró, y otras manos lo ayudaron, supo que Jamie
estaba en la habitación.

—Estoy aquí —dijo Jamie suavemente. 37


Ian hizo lo que le dijeron y las náuseas amenazaron con
aparecer. —Enfermo —consiguió decir. Jamie presionó un
cuenco debajo de su boca. Tan digno como podía considerando
que estaba casi desnudo y enfermo, Ian perdió el escaso
contenido de su estómago en el cuenco. Todo el tiempo Doc
tomaba sus signos vitales y hablaba con él. Oyó presión arterial
y otras lecturas y nada tenía sentido. Jamie lo ayudó mientras él
se enjuagaba la boca con agua antes de escupirla en el cuenco.
Esto era mortificante. Le gustaba Jamie. ¿Y qué estaba haciendo
delante de él? Perdiendo el control.

—Te tengo —dijo Jamie una y otra vez mientras frotaba


círculos firmes en la espalda de Ian—. Inhala… Exhala… Dentro…
—Él continuó y todo lo que Ian pudo hacer fue aferrarse al
hombre y escuchar mientras luchaba por no tener un ataque de
pánico. Finalmente, se sintió capaz de alejarse un poco de Jamie
e inclinar la cabeza.
—Está bien, estoy bien —dijo. Esto era algún tipo de mentira.
Esa familiar banda de acero le llenaba la cabeza de dolor,
estaba desorientado y confundido más allá de lo normal.

—¿Estás bien para que deje que la policía vuelva a entrar? —


Preguntó Doc Ian estaba agradecido de que no lo trataran como
si no tuviera voz en el asunto, incluso, si, a todos los efectos, en
este momento era un presunto asesino.

Jamie liberó su mano de donde Ian la tenía sujeta en un


agarre de hierro. —Los traeré —dijo.

—No —Ian recuperó el agarre que se aflojaba y se aferró


fuertemente. Se sentía un poco más fuerte y mucho más en
control de sí mismo. Él quería a Jamie aquí. Jamie era su roca,
su constante—. Dejarán… que te quedes —logro decir. No
dejarían que Abby se quedara, pero Jamie era personal médico.

—Me quedo.
38
Sin apartarse, Jamie engancho una de las sillas con su pie y
se acercó. Sentándose junto a Ian, él asintió.

—Está bien, me quedo.


CAPÍTULO 6

El Doctor Wolfe volvió a dejar entrar a los policías y nadie


cuestionó por qué el paramédico estaba cogiendo de la mano a
Ian y sentado a su lado. Abby no volvió a entrar.

—Tenemos que hacerle algunas preguntas, Sr. Grant. Mi


nombre es Jefe Carter Mayfield, estos son los Ayudantes Finn
Ryan y Oscar Hemsley. —Ambos oficiales asintieron y Jamie le
apretó la mano—. Antes de revisar los hechos, ¿Puede decirnos
qué estaba haciendo en el automóvil que se estrelló en Mercury
Peak alrededor de las seis y veinte a.m. en la mañana del
veinticinco?

Ian no recordaba la fecha ni la hora. Sin embargo, recordaba 39


el choque al detalle.

—Conducir —logró decir Ian—. Él me hizo conducir. Con una


pistola. Él tenía un arma, quiero decir

—¿Tú conducías el Ford Taurus del 2007 azul, registrado a


nombre de James Robert Garson del 217 de Alpine Drive,
Knoxville?

—Él lo robó. Larry lo robó.

—¿Larry era el copiloto?

—Larry… —Ian tosió. Le ardía la garganta por haber estado


vomitando y estaba agradecido cuando Jamie le llevo un vaso a
los labios.

—Los informes preliminares del fallecido, al recuperarlo del


barranco, sugieren que el hombre murió de una sola herida de
bala que lo mató instantáneamente antes de ser arrojado del
vehículo. Un arma también fue encontrada. No tenemos una
identificación del muerto.

—Yo no… no lo hice… —Ian intentó—. Luchamos… —Se le


escapaban las palabras y cerró los ojos para concentrarse. Ser
observado por los tres policías acusadores lo estaba poniendo
nervioso. Por el amor de Dios, se había enfrentado a los
talibanes, podía manejar a los policías de un pueblo pequeño. Él
inhaló y exhaló profundamente.

—¿Puedes decirnos qué paso? —Preguntó Jamie


suavemente—. No abras los ojos, solo recuerda lo que sucedió.

Ian intentó levantar la mano que Jamie no sostenía para


tocarse la garganta y el cuello, pero las esposas lo detuvieron y
él gimió. Quería contar toda la historia, pero las palabras en su
cabeza no tenían orden.

—Jim, James Garson, me pidió ayuda en un caso. No lo


conocía bien. Dijo que tenía un… —no podía pensar en la 40
palabra y negó con la cabeza para aclarar las ideas— rastrear,
alguien que estaba malversando en la compañía. Era una buena
historia. Yo quería quedarme en casa. Visitar a Abby. No estaba
lejos.

—Bien. Tómalo despacio —Jamie le alentó. Ian lo miró con


gratitud. Gracias a Dios, al hombre se le permitió permanecer
en la habitación.

Se preguntó por dónde empezar con esto. Desde el principio o


simplemente la parte que terminó con él luchando por un arma
en un automóvil en movimiento. —No sé qué decirte primero. —
Su garganta se tensó ante las imágenes que tenía de Jim en su
cabeza y comenzó a toser por la presión en su garganta—.
Tengo sed… ¿puedo conseguir…? —Hizo un gesto hacia su
izquierda.

Jamie sirvió un poco de agua y luego se puso de pie e Ian


soltó un suave –gracias- entre toses. Entonces Jamie apoyó su
cabeza y lo ayudó a tomar un trago para calmar el dolor.
Catalogando los dolores en su cuerpo, se enfocó en el dolor en
su garganta y cabeza. ¿Cómo demonios había sucedido eso?

—Está sufriendo, Jefe. Su garganta está frita —dijo Jamie.

—Estoy bien. —Quería contar esta historia una vez y hacerla


oficial—. No maté a nadie —dijo Ian. Entonces se dio cuenta de
que acababa de mentir. Él había matado a alguien, Larry. No
deliberadamente, pero el bastardo bien vestido había muerto en
sus manos—. No, supongo que lo hice.

—¿Supones? —El Jefe Mayfield sonó escéptico. Parecía que


estaba listo para llevar a Ian a la cárcel en un abrir y cerrar de
ojos.

—Su nombre era Laurence Osborne. Lo conocíamos como


Larry. Era el pasajero del coche que robó Jim… Jim está muerto.
—Una repentina desesperación inundó a Ian. Jim yacía muerto
en el suelo de su sala de estar, detrás del sofá—. Alguien tiene 41
que ir a casa. James, el dueño del coche. Él robó el coche.

—¿Jim robó un coche?

—No —Ian se confundía tratando de sacar todo a la vez.


Inhalando profundamente, agarró con fuerza la mano de Jamie
en la suya. Jamie se echó hacia atrás y solo su toque calmó los
pensamientos de pánico de Ian.

—Comienza de nuevo —sugirió Jamie. No solo había sacado a


Ian del coche, sino que tenía empatía en su expresión y
aparentemente no estaba juzgando a Ian por alguna razón.
Parecía que él y Jamie, con su pelo color inusual y los ojos
verdes claros, tenían una conexión. Siempre le había gustado lo
diferente, y el cabello oscuro y cobrizo era eso sin duda. A
Jamie le iba a ser difícil dejar de mirarlo.

—Desde el principio —incitó Jamie. Ian bajó la mirada y se dio


cuenta de que se había ido a su propio mundo otra vez.
Culpablemente miró a los policías que no estaban reaccionando
de ninguna manera excepto esperándolo.

El Jefe Mayfield tenía una pequeña libreta y la golpeó


pensativamente con su pluma. —Cuéntanos más sobre tu amigo
Jim.

Ian habló apresuradamente. —Alguien tiene que ir a la


dirección de Jim. Lo encontraran en su sala de estar, con un tiro
en la cabeza. Él murió instantáneamente. No hubo nada que
pudiera hacer. Ya no era útil.

Mayfield revisó sus notas. —¿Útil para ti?

—No, útil para Larry.

—Ese Jim es James Garson, el dueño de Ford Taurus. La


policía llegó a su casa y encontró su cuerpo exactamente donde
tú acabas de decir que estaría. ¿Quién le disparó?

—Larry, Laurence Osborne. Él tenía un arma. No lo 42


sabíamos… —Ian hizo una pausa y exhaló ruidosamente—.
Tengo que explicarlo, compartí habitación con Jim en la
universidad, un contable con sus cifras, y yo con mis poemas e
historias, como él lo llamaba. —El dolor se acumuló dentro de
él. Jim no se merecía morir—. No nos habíamos visto durante
años, luego, dos meses atrás, me contactó, dijo que tenía una
historia ¿y si me interesaba? Eso es lo que yo hago. —Se volvió
hacia Jamie, que asintió—. Soy periodista, investigo y escribo
artículos, ensayos, y me dijo que tenía algo sobre malversación
en las empresas donde trabajaba. Un gran problema que
pensaba que era una combinación entre lavado de dinero,
drogas, crimen organizado, de todo. Por supuesto que salté. —
Se detuvo y luego cerró los ojos brevemente. Él entraría en
detalles más tarde, pero por ahora, necesitaba sacarse la
historia.

—¿Estás bien para continuar? —Preguntó uno de los policías:


un policía más joven, que ignoró el impaciente –ruido- del Jefe
Mayfield. Jamie lo ayudó con más agua e Ian asintió cuando
terminó.

—Tuvimos una reunión con alguien que dijo que tenía


información Jim lo arregló, y estábamos en su casa. Llega este
tipo, Larry, el hijo del dueño de la compañía. Dijo que se
volvería contra su padre si pudiéramos mantenerle seguro. Todo
lo que dije fue que era periodista, no un policía y no podía
garantizar nada. Él se volvió loco. Estaba drogado, cualquier
tonto podría ver eso. Él sacó un arma y no se inmutó cuando
Jim se precipitó sobre él. Larry le disparó a Jim aquí —se tocó la
frente—. Luego me apuntó con el arma. Todo lo que pasaba por
mi cabeza era que estaba muerto y había una lista de cosas que
no había hecho. Lo siento... —Estoy confundido. Cansado.

—¿Qué pasó después, señor? —Preguntó Finn.

Ian miró al poli de cabello oscuro. Él se veía compasivo. Triste


incluso. 43
—No me disparó. Larry. Estaba temblando y aterrorizado y en
algún lugar de su cabeza debió de darse cuenta de lo que había
hecho. Cogió las llaves de Jim de la mesa de café… Recuerdo…
había sangre en ellas. Pensé que estaba corriendo, pero me ató
con una cuerda y luego se sentó en el sofá durante lo que
debieron de ser horas. Traté de hablar con él, pero no me
escuchaba. Luego le vi, se inyectó algo, antes de desatarme y
obligarme a subir al coche. Me quedé helado. Debería haber
hecho algo, pero no lo hice. Le pregunte a donde quería que
condujera. Él solo dijo, -Lejos- Tomé el único camino que tenía
sentido. Nunca había estado en Ellery desde que Abby se mudó
aquí hace tres años, pero tenía una dirección en mi cabeza. A
las afueras de la ciudad, me preguntó a dónde iba y le dije que
no sabía. Él…

Ian de repente recordó por qué le dolía tanto la garganta y


agachó la cabeza. —Él me golpeó con la culata del arma en mi
garganta. Perdí el control del coche. Tenía el arma y no tenía
otra cosa que pudiera hacer excepto luchar, y luchamos por el
arma. No recuerdo mucho más. Oí el disparo, entonces el cielo
giró y caímos. Me desperté y alguien me llamaba. Entonces vi a
Jamie. El resto lo sabes.

—Los vecinos informaron de un fuerte ruido, pero no llamaron


cuando no pasó nada más. Sin embargo, hay dos testigos que
recuerdan que el coche se alejó a toda velocidad con un
conductor que coincide con tu descripción y una creyó ver un
arma, por eso informó del suceso.

¿Era solo Ian o el jefe parecía sonar decepcionado? La


habitación estaba en silencio. Jamie miró a Finn quien
inmediatamente buscó la llave en su bolsillo y abrió las esposas.
El Jefe Mayfield no dijo nada. ¿Qué podía decir? La historia no
estaba verificada, pero muchas cosas parecían indicar que Ian
era la víctima, no el autor.

—Revisaremos la historia —dijo, finalmente, el jefe—. Estoy 44


feliz de liberarlo de las esposas para que se sienta más cómodo,
pero el procedimiento dicta que habrá un guardia con usted
hasta que tengamos todos los datos.

Ian asintió. —Gracias —Jamie soltó su agarre e Ian usó su


mano libre para frotar la que había estado esposada. Echó un
vistazo a Jamie, que estaba mirando la muñeca.

—Necesitas dormir —dijo Jamie suavemente—. ¿Puedo traerte


algo?

—¿Abby?

—La diré que pase.

—Gracias —dijo Ian. El sueño tiró de él. Quería mantenerse


despierto para ver a Abby, pero no podía luchar contra lo
inevitable.
CAPÍTULO 7

Jamie abrió la puerta e hizo un gesto para que Abby entrara


en la habitación. La teoría de Ian sonaba plausible. También
parecía coincidir con la de Liam. No solo eso, sino que a Jamie le
gustaba mucho Abby, y no le gustaba pensar que ella pudiera
tener un asesino por hermano.

Fue a buscar café para Abby y volvió a la habitación diez


minutos más tarde. Abby no se había movido.

—No hizo lo que dicen que hizo —murmuró. Ella estaba


mirando a su hermano y no miro a Jamie en concreto, pero
Jamie sintió que debía responder de alguna manera.

—Lo que dijo aquí fue suficiente para que le quitaran las 45
esposas —Jamie resumió los hechos mientras Abby escuchaba y
parecía sorprendida—. Estoy seguro de que cuando se despierte
de nuevo todo estará claro —terminó amablemente.

Ella lo miro y luego a la silla extra. Sin decir nada era una
súplica para que él se sentara con ella un tiempo y él no iba a
decir que no. Él se involucraba en la salud del paciente. Nunca
había sido un paramédico que dejaba la sala de emergencias y
seguía adelante. Zach le había llamado Corazón Generoso, y
Jamie nunca se había defendido. Los dos ya pasaban demasiado
tiempo discutiendo; ¿Por qué comenzar una nueva pelea por
algo tan estúpido?

—¿Está bien si me quedo un rato? —Preguntó formalmente.


Ella había sido la segunda en entrar, pero era familia. La
expresión de alivio en los ojos de Abby valía por todo el café
malo y las incomodas sillas del mundo.

—Por favor —dijo. Entonces ella comenzó a llorar.


Jamie se puso de pie y arrastro la silla hacia la suya y se
sentó junto a ella. Arrastro la silla un poco para darle algo más
de espacio. Odiaba estar encerrado y se imaginaba que ella
probablemente sentiría lo mismo. Había pena esculpida en su
expresión y parecía conmocionada. Gruesas lágrimas rodaban
por su cara.

—¿Estás bien? —Preguntó de nuevo. Una vez más, demostró


que era el rey de las preguntas estúpidas.

—Estoy bien. No soy yo la que esta acostada en una cama de


hospital con una conmoción cerebral y esposada. Stephani entró
y revisó a sus pupilas hace un momento; lo están controlando
mucho. Sé por qué, pero desearía que me hablara como si fuera
Abby y no una hermana más junto a la cama.

—Eso no va a suceder —dijo Jamie. Recordó haberse sentado


al lado de la cama de Zach con su novio muriendo ante sus
ojos. Amigos, compañeros de trabajo, todos tenían que 46
enfocarse en lo que podían hacer por Zach. No podían hacerlo
personal.

—Lo sé —dijo Abby cansadamente.

Se sentaron en silencio por unos minutos. Jamie se preguntó


cuál era la historia de Ian. Él no había escuchado a Abby
mencionar mucho sobre su hermano, pero claro, solo había
estado en el hospital unos meses y realmente no había tenido
ninguna ocasión adecuada para charlar. Ellos eran amigos en el
trabajo, sabía cómo tomaba ella el café, que donuts era su
favorito y que tenía un hermano escritor que trabajaba en el
extranjero. Aparte de eso, bromearon y se rieron, pero la
mayoría de las interacciones que tenían estaban enmarcadas en
lo referente al hospital y los pacientes. De repente se le ocurrió
una manera de sacar su mente de toda esta horrible situación,
terminó su café y se giró en su silla para mirarla.

—Háblame de él —pidió.
—¿Ian? —preguntó ella.

Él asintió. —¿Cómo qué edad tiene? ¿Si es mayor que tú?


¿Más joven?

—Tiene treinta y tres años, once meses menos que yo, con
todas las relaciones habituales de rivalidad entre hermano y
hermana. —Ella sonrió con cariño como si estuviera recordando
su infancia.

—¿Dijiste que era escritor?

—Sí, un periodista independiente. Ha estado en Irak, África, y


publicó artículos en el National Geographic. Estuvo en Nueva
Orleans durante el Katrina y ganó un premio por su valentía. —
Ella estaba claramente orgullosa de su hermano y se mostraba
en sus palabras. Luego agrego—: Es por eso que sé que él no
mató a nadie, Jamie. Es un buen hombre que no lastimaría a
nadie. Pero cuando vi las esposas… —Su voz se apagó como si
no pudiera expresar las emociones dentro de ella. 47
—Una hermana lo sabe. —Jamie había dicho eso para
ayudarla a sentirse mejor y no estuvo sorprendido cuando se
dio cuenta de que él creía lo que estaba diciendo.

—Siempre me preocupé, ya sabes. Cada vez que iba a zonas


en peligro, algún otro lugar donde podía ser herido. Pero cuando
me escribía, me enviaba un correo electrónico, enviaba fotos,
estaba vivo y tan emocionado por todo lo que veía. —Se detuvo
y pareció darse cuenta del descuido que había tenido al hablar
de su hermano en tiempo pasado—. Él está vivo y emocionado,
no lo estaba — se corrigió ella. Una lágrima se deslizó de sus
ojos azules y algo dentro de Jamie se rompió. Él odiaba ver a
una mujer llorar. Su hermana lo había usado con gran éxito en
muchas ocasiones cuando eran niños.

Él se acercó y la abrazo. —Todo estará bien.

Ella enterró la cara en su camisa y él le dio un ligero beso en


la parte superior de la cabeza. Él podía hacer esto, podía
sentarse aquí el tiempo suficiente para que ella no sintiera que
estaba sola. Tal vez podría llamar a Daniel, o Kieran, si ella
quería quedarse sentada aquí mucho tiempo. Entraría a trabajar
en unas pocas horas y ambos eran tipos empáticos. Suspirando,
apoyó la mejilla en su cabeza y se sentaron de esa manera por
un largo tiempo.

—¿Abby?

Jamie se sentó derecho cuando Abby se levantó para ponerse


de pie. Ella tomó la mano de su hermano. —Ian —exclamo
ella— ¿Cómo estás?

Ian tosió y luego tragó saliva. —Dolorido, pero bien —dijo—.


¿Qué pasó? ¿Les dije lo suficiente? Me quedé dormido. ¿Todavía
estoy bajo arresto?

Abby lo miró y Jamie supo que ella estaba mirándole para que
dijera algo. Él solo podía pensar en una cosa que decirle al
hombre con los ojos violetas. 48
—Hola, Ian. ¿Quieres un trago?

Ian dio un sorbo al agua y observó a Jamie despedirse de


Abby. Intentó sentirse feliz por su hermana. Ella se merecía un
buen tipo, y Jamie entraba en la escala buena, incluso era un
héroe de buena fe al mismo tiempo.

Ian y Abby siempre habían optado por el mismo tipo de


hombres: inusuales, peculiares, divertidos. Típico que su
hermana tuviera a Jamie y una relación. Cuando Ian se había
despertado y había visto a Abby en los fuertes brazos de Jamie
había sentido una mezcla de vergüenza y desilusión. Jamie
estaba con chicas. Ian suspiró para sus adentros. Él y Abby se
reirían de eso más tarde. Ian solo necesitaba recordar no mirar
demasiado a Jamie. Porque eso sería simplemente incómodo.
—Sabes dónde estoy —le dijo Jamie a Abby. Él la abrazó y
ella se aferró a él.

Ian miró por un segundo y luego interrumpió el suave abrazo.


—Tengo una gran deuda contigo, Jamie. Por sacarme del coche,
arriesgar tu vida así. Gracias.

Jamie se separó de Abby le sonrió. —Odio usar un cliché, pero


es para lo que estamos entrenados.

—Bueno, los dos estamos muy agradecidos contigo y con Max


—dijo Abby con firmeza.

Ian intentó recordar a Max. Pero no podía recordar nada,


salvo el tranquilizador agarre de Jamie mientras el auto caía por
el precipicio, Larry con él. ¿Había visto a Max? Jamie le dio una
despedida casual y luego siguió a Finn. Ian se quedó quieto
mientras Abby hablaba de todo y de nada. Era tan bueno
escuchar su voz. Cuanto tiempo pasó, no lo sabía. Se estaba
cansando de nuevo. 49
Hubo un alboroto en la puerta y entró otro tipo. Bajo, lindo y
parecía preocupado, este tipo abrazó a Abby de inmediato.

—¿Estás bien? Volví y me dijeron que había habido un


accidente —El chico nuevo, para el desconcierto de Ian,
estrechó fuertemente a su hermana y la sacudió. Ella estaba
mirando directamente a sus ojos y tenía una expresión de
sorpresa en su rostro. Ian abrió los ojos cuando el chico nuevo
se movió para poder besar a Abby. Ella se vio aún más
asombrada cuando él retrocedió. Sin mencionar que parecía que
pensaba que Abby iba a golpearlo, listo para agacharse. Ian no
sabía si enfadarse con ella en nombre de Jamie, o reírse por la
expresión de su hermana. No hizo nada cuando Abby acunó la
cara del chico nuevo y le devolvió el beso.

Jamie iba a estar enfadado. Ian intentó no mirar. Finalmente


los dos se separaron, pero el chico nuevo no soltó a Abby. De
hecho, su agarre era posesivo.
—Ian —comenzó Abby con una sonrisa—. Este es Owen, él es
mi novio —con eso ella echó un vistazo a Owen y sonrieron
como adolescentes.

—Encantado de conocerte— dijo Owen mientras extendía una


mano. Ian la sacudió e hizo una mueca por el dolor en los
músculos de sus brazos.

—¿Qué pasa con Jamie? —Preguntó Ian—. ¿Él sabe…? —Ian


hizo un gesto hacia ellos dos.

—Jamie ha estado alentando esto durante semanas —dijo


Owen con una sonrisa.

—Es un buen tipo —agregó Abby.

Ian tuvo una última idea después de que le dejaran solo para
dormir.

Jamie debía ser un buen tipo si estaba dispuesto a compartir


a su novia con otro hombre. Además, ¿había Jamie realmente 50
alentado a Abby para que se relacionara con Owen?, Ian no se
había dado cuenta de que su tranquila, sosegada y mandona
hermana estaba en una relación de trio.

Ellery era realmente una ciudad con muchas sorpresas.


CAPÍTULO 8

—¿Vienes esta noche? —Preguntó Liam. Acababa de salir de la


habitación de Ian y Jamie no había tenido forma de evitarlo.
Había estado esperando esta pregunta y Jamie se había
quedado sin excusas. Si no era Mitchell quien preguntaba, era
Finn o Liam. Tal vez era hora de ser honesto.

Jamie no podía creer que hubiera pasado toda una semana


desde la última vez que había evitado la pregunta sobre lo del
viernes: Mitchell en la zona de ambulancias con su propuesta de
que Jamie debía unirse a ellos. En ese momento, John Doe se
había convertido en Ian Grant y la fascinación de Jamie por el
hombre había pasado de cero a cien rápidamente. Pasaron
mucho tiempo viendo dibujos animados, comiendo helado y 51
hablando de todo o de nada. Jamie no tenía ninguna pista de
que estuviera interesado en nada excepto la amistad, o que
estaba interesado en los hombres. Pero por lo que la pasada
semana valió la pena fue porque había hecho un nuevo amigo.

—No —dijo con firmeza.

—¿Lavarte el pelo? —Bromeó Liam.

—Hacerme la manicura —respondió Jamie. Extendió sus


manos y examinó sus uñas—. Estoy pensando en líneas de
caramelo y brillo —Liam no iba a dejar esto y cada semana las
excusas de Jamie se volvían más extravagantes.

—Jamie…

—Lo he dicho antes. Me encanta la idea de tomar una cerveza


con chicos que no crean que voy a intentar ligar con ellos, o que
de repente empiecen a cantar melodías de programas, pero no
quiero sentarme y ser la carabina en el medio. Finn y Max
besándose, por un lado, tú y Mitchell, y todos los otros tipos
desagradablemente felices.

—Jamie… —Esta vez el tono de Liam fue menos burlón y más


reflexivo—. Solía pensar eso y evité las reuniones de los
viernes, pero son buenas para nosotros.

—¿Por nosotros te refieres a los gais, a nosotros como tú y


Mitchell, o a nosotros como todo el maldito grupo de parejas?

52
CAPÍTULO 9

Jamie miró hacia la amplia escalera. —¿Entonces este es el


proyecto que añadiste en el último minuto? —Dijo riendo. La
escalera era hermosa y los toques finales se habían realizado el
sábado pasado, cuando Jamie había estado ayudando. La sala
de televisión se había convertido en un oasis de calma con
cómodos sofás y una televisión de pantalla plana.

—Sí —dijo Daniel con orgullo—. Kieran terminó y Max ayudó


con los sofás.

—¿Qué pasa con el espacio de los médicos? ¿Ya está hecho?


—No pudo detener su emoción. Liam ya era voluntario y Jamie
se había incorporado a la lista. 53
—Ah, ven conmigo —Daniel estaba siendo misterioso.
Condujo a Jamie por las escaleras recién terminadas y luego
giró a la derecha en el piso superior. La parte de arriba era una
red de cuartos cuidadosamente diseñada. Algunos eran para sus
invitados, otros para terapia. Finalmente, se detuvo al fondo del
pasillo e indicó la puerta marcada como privada.

—Esta es la habitación que Doc y yo planeamos en el


proyecto. Todo terminado. —Abrió la puerta con un gesto de
felicidad. Jamie estaba en la entrada de lo que era una
habitación limpia y estéril con un gran escritorio y una cama de
reconocimiento.

—Liam debe estar loco con esto —observó Jamie.

—Sí. Esta es su área y al lado hay dos salas con sofás, donde
todo es un poco más relajado. Ven a ver esto. —Hizo un gesto
hacia el vestíbulo y Jamie lo siguió por el pasillo y cruzó un
amplio rellano—. Aquí es donde se quedarán los veteranos.
Tenemos cinco habitaciones para que podamos tener a cinco
personas a la vez. —Jamie miró y vio una habitación pequeña
pero acogedora con una cama doble, un armario y otra puerta
que supuso que era para el baño.

—Tan pronto como llegue nuestro primer veterano estamos


oficialmente funcionando —dijo Daniel. Parecía a partes iguales
orgulloso y nervioso. Este era su bebé y Jamie lo admiraba por
meter todo lo que tenía en el proyecto—. Llegará pronto; solo
están terminando sus papeles. Ya están trabajando en la
segunda colocación.

—Esta es realmente una buena noticia —dijo Jamie luego


atrajo a Daniel para un abrazo de hombre y lo liberó.

—¿Tocando a mi hombre? —La voz de Luke sonaba alegre


cuando se unió a ellos en la pequeña habitación. Cuando Luke
agarró a Daniel y lo besó directamente en los labios, de repente
la habitación era demasiado pequeña. 54
—Me voy. Necesito, umm… —Jamie no podía pensar en una
excusa, pero lo primero que dijo fue algo de lo que se arrepintió
tan pronto como salió de su boca—. Necesito estar listo

Luke se giró y sus ojos tenían ese brillo, el que tenían sus
amigos cada vez que trataban de emparejarlo con alguien. —¿Es
una cita? —Preguntó.

—No —Jamie lo dejó caer inmediatamente. Habían pasado


unos días, e Ian había salido del hospital y se había mudado con
su hermana. Eso Jamie lo sabía porque Abby le contaba las
noticias en forma de mensaje, aparentemente a diario.

Cuando llegó el mensaje de Ian, para organizar la bebida que


habían acordado, Jamie casi lo ignoró. Liam había señalado el
otro día que Ian podía estar sufriendo de alguna atracción
jodida por el hecho de que Jamie había sido el que lo había
sacado del coche. A fin de cuentas, Ian le intrigaba y quería
comprobar al tipo. Eso era todo.
—¿No es una cita? ¿Eh? —Bromeó Luke—. Entonces, ¿Por qué
te sonrojas?

—No me estoy sonrojando. —Maldijo su pálida piel. Un leve


nerviosismo y se volvía rojo escarlata.—. Ian quiere darme las
gracias.

Luke asintió a sabiendas y luego le dio un codazo a Daniel que


soltó un bufido. —Jamie está quedando con Ian.

—Es lo que he oído —ofreció Daniel.

—Tráelo el viernes. Es en nuestro sitio.

Estupendo… Esta semana era Luke quien preguntaba. Tenía


tres días para salir de esto. Él pensaría en algo. Lo último que le
haría a Ian sería imponerle todo un grupo de parejas felices.

—Me voy de aquí —Jamie bostezó. Esta vez no dio ninguna


explicación. En cambio, salió de la habitación y, bajando las
escaleras de dos en dos, aterrizó en el pasillo. Aún no confiaba 55
en los nuevos suelos de este edificio para hacer su salto normal
desde el sexto escalón. Podía escuchar a Daniel y Luke riéndose.
Entonces nada. Apostaría diez a uno a que estaban allí,
abrazados y besándose.

Mirando su reloj, Jamie se dio cuenta de que tenía una hora


para prepararse y regresar a la casa de Abby, para encontrarse
con Ian. Habían planeado caminar hasta el bar, que no estaba
lejos de la casa.

Jamie se duchó y estaba listo con diez minutos de sobra.


Vestido con sus mejores jeans y una camisa roja, salió por la
puerta y se dirigió hacia la casa de Abby, que daba a Broadfields
Park, al igual que su casa y el centro de veteranos, aunque su
lugar está a cierta distancia de ambos. El lugar de Abby era
pequeño, pero el garaje tenía una habitación en el piso de arriba
y Jamie se dirigió hacia allí.
No llego muy lejos. Ian estaba debajo de la escalera del
costado y se veía espléndido. Su cabello oscuro era más corto
de lo que Jamie recordaba y estaba peinado con estilo. Estaba
vestido de manera similar a Jamie, excepto que su camisa era
de color azul marino y, por Dios, sus hermosos ojos violetas
eran simplemente impresionantes.

—Hola —Ian dijo torpemente.

—Hola, a ti también —respondió Jamie—. ¿Listo para visitar el


único lugar en Ellery que sirve cerveza? Solía ser The Ellery Inn,
pero acaban de llamarlo The Alibi. Un buen sitio. —Jamie se dio
cuenta de que estaba divagando.

Ian asintió. —Recuperaron la mitad de mi carnet del coche. —


Su expresión no decía nada, pero el tono de sus palabras era
triste.

—¿Está tu pierna lista para caminar? —Jamie pregunto para


cambiar de tema. Cuando Ian dio una palmada a la cadera y 56
asintió, Jamie continuó—. Es por aquí —Jamie comenzó a
alejarse del garaje, pero se detuvo cuando se dio cuenta de que
Ian no lo estaba siguiendo. Se giró para ver a Ian exactamente
en el mismo lugar.

La expresión de Ian era difícil de descifrar, pero sus palabras


fueron lo suficientemente claras. —No tenemos que hacer esto.

Jamie no pudo evitar la decepción que lo atravesó. Justo lo


que había sospechado. Ian obviamente había experimentado
todo eso de víctima/primero en responder, donde la víctima se
sentía atraída por la persona que lo había salvado. No sería la
primera vez que Jamie había recibido distintas propuestas,
desde toda una vida de galletas gratis hasta todo tipo de
relaciones sexuales.

—No —dijo finalmente—. No tenemos que hacer esto —¿Lo


imaginó, o la decepción asomó en la cara de Ian? Entonces, si
Ian estaba decepcionado y Jamie estaba decepcionado,
entonces seguramente ambos querían ir a tomar una cerveza—.
Aunque quiero hacerlo.

Ian pareció sorprendido. —¿Quieres? ¿Todavía?

—¿Por qué no? Eres un tío guay. Hablamos. Me gustas. Y


dijiste que querías besarme —Jaime añadió eso al final y vio
como la cara de Ian se dividía con una amplia sonrisa. Al menos
había hecho sonreír a Ian.

—Sí quiero besarte —Ian parecía pensativo—. La cerveza


primero.

Jamie se rio entre dientes y los dos cayeron en una zancada


fácil, aunque lenta. Después de diez minutos llenos de
conversaciones relajadas sobre Ellery. Llegaron a The Alibi y
entraron y se sentaron en la esquina trasera antes de que la
conversación terminara. The Alibi no era un sitio grande, con
una veintena de mesas redondas diseminadas al azar y algunas
cabinas en la parte de atrás, que era donde Jamie pensaba que 57
era mejor sentarse. De esa manera estaba fuera del camino de
las miradas indiscretas. De lo contrario, él sabía exactamente lo
que sucedería. Demasiados amigos aparecerían con preguntas y
comentarios. Quería paz para habar con Ian, tal vez aprender
más sobre él.

—Va por los besos. —Ian levantó su botella de cerveza y


Jamie la chocó con la suya.

—Por los besos —repitió. Tomo un trago de cerveza y luchó


contra la necesidad de deslizarse al lado de Ian en la cabina y
robar un beso ahora—. ¿Qué tal te sientes ahora? No pregunté.

—Genial. Como si nunca hubiera caído por un barranco —dijo


Ian con firmeza. Estaba claro que tenía esa respuesta ensayada.
Luego añadió—. La pierna está un poco dolorida a primera hora
de la mañana, pero el Doctor Wolfe dice que está curando muy
bien. Abby se queja, pero creo que realmente está disfrutando
que este aquí, donde puede verme.
Ian dejó de hablar y miró a lo lejos y la expresión que llevaba
era de pensar en serio. Jamie aprovechó la oportunidad para
mirar sin vergüenza al hombre que literalmente había caído en
su vida. Tenía los ojos más intrigantes. En la tenue luz del bar
oscuro, luego cuando él inclinó la cabeza y las luces captaron el
color, eran del más pálido azul violeta. Jamie no sabía lo que
estaba pasando por la cabeza de Ian, pero parecía pensativo.

—Tierra a Ian —dijo Jamie. Agitando su mano frente a la cara


de Ian. Este salió de sus pensamientos y luego pareció
avergonzado.

—Lo siento. Hago esto. Pensar —Ofreció.

—Pensé que te estaba aburriendo —bromeó Jamie. Adoraba


que Ian se perdiera en sus pensamientos. De hecho, había
muchas cosas que le gustaban de Ian. Que amara a Tom y Jerry
y permitirá que Jamie se sentara junto a él en su habitación
para ver los dibujos. Que su helado favorito fuera el de fresas, 58
como lo demostraban las dos pequeñas terrinas vacías en la
unidad de almacenamiento de su hospital. Y que había
escuchado a Jamie hablar sin cesar sobre el centro de Veteranos
y había resumido su opinión en unas pocas palabras de apoyo
total.

Jamie quería saber aún más sobre el periodista, pero no


quería asustar al hombre. Tal vez podía sacar las cosas médicas
y policiales del camino primero.

—¿Tuviste que hablar con la policía otra vez?

—No —Ian se encogió de hombros puntualizando—. Tú amigo,


el chico alto, Finn, dijo que Jim fue enterrado ayer. —Empezó a
quitar la etiqueta de su cerveza.

—¿Querías ir?

—Fue en Knoxville —dijo Ian. Como si eso lo explicara todo.


Jamie se preguntó que significaba que Ian no fuera. No podría
conducir durante un tiempo si no podía extender completamente
su pierna. Aún así, había conductores de alquiler o Abby podría
haberle llevado. Jamie tenía la sensación de que había otra
razón por la que no fue y pensaba que tenía que ver con que
Ian todavía se culpaba a sí mismo por el disparo de Jim.

—Le envié flores a su hermana con una tarjeta

—Tal vez más adelante… un día… podrías visitar su tumba —


Jamie había estado mirando su botella mientras lo decía. No
había forma de que mirara a Ian a los ojos cuando sugirió la
visita—. Podría llevarte si quisieras, cuando todo esté más
tranquilo

—Sí. Tal vez —Ian tomó un gran trago de cerveza—. ¿Y qué


me dices de ti? Eres paramédico ¿Te preparaste por aquí?

Buen cambio de conversación, pensó Jamie. —En Knoxville.


Decidí un cambio de ritmo: demasiadas drogas, demasiadas 59
pandillas, incluso en Knoxville. Pensé que la vida sería un poco
más tranquila aquí. No me di cuenta de que estaría rescatando
a tipos que colgaban al borde de un acantilado. —Miró
directamente a Ian mientras lo decía. Ian sonrió y la sonrisa
llegó a sus ojos.

—¿Ves? —Ian dijo secamente—. Hice tu año.

Hablaron de todo y de nada en concreto. Desde sus cervezas


favoritas, a los juegos de pelota, hasta las vacaciones que Jamie
quería hacer, o los lugares que Ian había visto. Ian en realidad
no quería hablar sobre su tiempo en Afganistán, y Jamie lo
entendió. Daniel, un ex soldado y uno del grupo de chicos del
viernes, nunca hablaba realmente sobre eso tampoco. Soldado o
periodista, cualquiera veía las cosas terribles que se mostraban
en el escenario de la guerra que gente como Jamie nunca
entendería. Evitar ese tema en su lugar los llevó a hablar sobre
el Centro de Veteranos.
—Llegué al proyecto un poco tarde. Daniel estaba bien
encaminado con las renovaciones y toda la burocracia, pero
Liam era parte de eso. Me encantó la idea y también me ofrecí
voluntario. No sé lo que puedo hacer para ayudar. Solo sé que
quiero hacerlo.

—Podrías cogerles de la mano —dijo Ian inmediatamente.


Luego preocupado se mordió el labio inferior.

—¿Cogerles la mano? —Jamie sonrió.

—Me gustó cuando sostuviste mi mano. En realidad, tal vez


no deberías coger las manos de otros chicos. Probablemente no
me gustaría.

A Jamie le gustaba el tono posesivo en la voz de Ian. —Está


bien, así que nada de sostener la mano —dijo—. Algo así como
el Centro es una pequeña gota en el océano de problemas que
los veteranos traen a casa, pero es un comienzo.
60
—¿Supongo que está en Ellery porque es tranquilo?

—Daniel probó en la ciudad primero, me dijo Liam. Pero le


rechazaron. Al parecer, la comunidad no quería veteranos en
sus patios traseros —Jamie intentó no mostrar la tristeza en su
voz. No era estúpido, entendía algunos de los argumentos de los
vecinos, pero no tenían por qué gustarle.

—Es como si algunas personas estuvieran felices de enviar a


esos niños a la guerra, pero los quieren separados de sus
familias. No es algo nuevo.

Jamie asintió. Claramente estaban en la misma página.

—¿Este centro trata con jóvenes de las Fuerzas Armadas? —


Ian los reenfocó en la conversación que habían estado teniendo.

—Y chicas. Esto no es solo cosa de hombres. Daniel quería un


lugar tranquilo para que pudieran centrarse. Quiere expandirlo
para poder ofrecer más lugares. Por el momento no ha sido
probado y solo hay cinco habitaciones. —Tomo un trago de
cerveza y continuó—. Después de ser rechazado en la ciudad,
Daniel decidió que era mejor para el centro estar en Ellery y eso
era todo. El consejo votó con el alcalde y la ordenanza fue
aprobada. Lo financió todo con la ayuda de un grupo de amigos:
Finn, que ya conoces, y Max, Kieran, Luke, Daniel y algunos
fondos benéficos del actor Jason McInnery.

—¿El Jason McInnery de Late Last Night? —Ian levantó las


cejas—. Me encanta ese programa.

—Sí. A mí también. Él es el compañero de mi amigo Kieran.

—Me estas vacilando.

—No. Vino aquí de vacaciones y encontró a Kieran. Ellos


dividen su tiempo entre aquí y Los Ángeles.

Hablaron de los episodios de Late Last Night que les gustaban


con la tercera cerveza cada uno. Parecían tener muchísimo en 61
común: televisión, películas, música y la conversación estuvo
salpicada de insinuación. Ian colocó su mano sobre la mesa
cerca de la de Jamie. Le tomo todo su esfuerzo a Jamie evitar
cubrirla con la suya. La levanto sobre la mesa. Si Ian quería,
podía recorrer esa distancia y podían estar tomados de la mano
otra vez. Algo brillo en los ojos de Ian. Había estado allí desde
que se sentaron. Comprensión. Nervios. Fuera lo que fuera, Ian
no se movió para tocar a Jamie, sin embargo.

—Realmente quiero ese beso —dijo Ian.

Jamie deslizo sus dedos más cerca y tocó suavemente los de


Ian. Ian retiró su mano como si quemara. Demasiado para una
pequeña muestra de afecto en la semi-oscuridad.

—Está bien —aseguró Jamie.

—Lo siento —dijo Ian rápidamente—. Es demasiado público


aquí y no es exactamente un bar gay.
—Ellery no es así. Te prometo que nadie nos juzgará. Es por
eso que amo vivir aquí.

Ian inclinó su cabeza y luego miró hacia las otras mesas y


cabinas. Jamie sabía lo que vería. Nadie estaba mirando a Ian y
a él. A nadie le importaba. Sin embargo, no iba a empujar a
Ian. No tenía sentido.

—¿Quieres salir de aquí? —Dijo Ian finalmente—. Estaría más


cómodo en algún lugar más privado. ¿Me enseñaras tu casa?
¿Podemos ir allí para que pueda tocarte como quiero? —Jamie
empujó su silla hacia atrás y se levantó. De ninguna manera
rechazaría la oportunidad de ser tocado por Ian de cualquier
modo. Cuando Ian se levantó, lo hizo con rigidez y usó la mesa
para recuperar el equilibrio.

—No debería haberte hecho andar hasta aquí —dijo Jamie


preocupado. Extendió la mano y agarró el brazo de Ian y al
menos esta vez Ian no se apartó—. Subiré corriendo y traeré mi 62
coche —añadió.

—Puedo caminar. A veces se pone rígida —Ian dijo las


palabras serio, pero luego sus ojos se arrugaron y sonrió—.
¿Tienes algo para ayudarme con eso, señor Paramédico?

Jamie se inclinó hacia él para que nadie pudiera ver lo que


estaba a punto de hacer. —Lo que tendría que hacer es
masajear esa rigidez tuya. —Se demoró un poco y sacó la
lengua para tocar el lóbulo de la oreja de Ian.

Ian inhaló bruscamente. —Probablemente necesitaría mucha


atención. Estoy muy rígido.

Jamie guio a Ian hacia el aire fresco de la montaña. Llenó sus


pulmones y eliminó la incómoda erección atrapada en sus jeans.
—Vámonos.

Subieron la pendiente hasta la casa de Jamie a un ritmo lento.


Pero eso estuvo bien porque hablaron más y rieron y la tensión
sexual de diez minutos antes, llena de insinuaciones, se había
convertido en una cómoda compañía. El fuego todavía estaba
allí, pero Jamie se deleitaba perversamente en el hecho de que
tenía que esperar. La expectativa del sabor que tendría Ian, cuál
sería el cambiante color de sus ojos cuando se pusiera duro bajo
Jamie, o encima, o junto a él, era exquisita. Por supuesto, si Ian
decidiera tirar de él hacia los arbustos y hacer su movimiento
con Jaime con los vaqueros alrededor de los muslos y sin más
pensamientos que correrse, entonces Jamie también lo haría.

—¿Qué fue eso? —Ian se detuvo y ladeó la cabeza.

—¿Qué?

—¿No oyes eso? Parece que alguien está gritando.

Jamie escuchó con atención. Entonces lo oyó. —¡Perdedor! —


Él débil sonido de gritos distantes. —¡Marica! —No parecía una
discusión, más como un grito de odio y el ruido de una pelea.
Jamie soltó su agarre de Ian y esperó un segundo para ver si
Ian podía mantenerse en pie. Cuando estuvo contento con Ian 63
manteniéndose firme, Jamie corrió hacia el parque en dirección
a los espesos arbustos, que formaban una valla natural en el
área de césped. Se detuvo cuando no estuvo seguro de dónde
había venido el ruido, entonces… allí, se dio cuenta de dónde
debía dirigirse. Vio la espalda de alguien que huía, pero no podía
estar seguro de quién era. Al sumergirse en la maleza, se
detuvo horrorizado por lo que vio. Un cuerpo yacía golpeado en
el suelo, un brazo sobre su rostro. Estaba demasiado oscuro
para ver mucho más. Después de caer de rodillas, sacó su
teléfono para tener algo de luz.

—Oh, mierda— dijo Ian detrás de él.

Jamie le lanzó el teléfono a Ian. —Llama al 911— dijo


rápidamente. El área donde yacía el cuerpo estaba llena de
arbustos enredados y Jamie podía oler la gasolina. Alguien había
empujado a la víctima a la oscuridad para ocultar su trabajo y
lanzar gasolina sobre él. Mierda, ¿estaban tratando de quemar
las pruebas? ¿Estaba la persona muerta? Busco el pulso. Había
uno, aunque débil. Al evaluar el área, rápidamente tuvo una
idea de a lo que se enfrentarían los primeros en responder.
Había un acceso limitado. Una decisión de una fracción de
segundo y sacó el cuerpo de la oscuridad hacia la luz de la
farola de la acera. Ian sujetó el teléfono en la oreja de Jamie.
Estaba tranquilo y concentrado y Jamie necesitaba eso en este
momento.

Concentrándose en lo que estaba delante de él en la pequeña


área de luz, comenzó a revisar a la persona herida. Cuando sus
manos se volvieron pegajosas por la sangre y la figura rodo
levemente, Jamie finalmente pudo ver las facciones de la
persona que estaba sangrando en el parque.

Al principio fue difícil reconocerlo, pero luego lo golpeo como


un puño en el estómago.

El nieto de Norma Jean, Mikey

—¿Mikey? —Mierda—. ¿Puedes oírme? —Jamie sacudió sus 64


hombros. El niño respiraba con dificultad y Jamie
inmediatamente revisó su vía aérea. Nada. Lo que significaba
que había un problema en otro lado. Había una laceración en la
sien izquierda de la cabeza de Mikey con posible hemorragia
interna. La camisa blanca que llevaba tenía sangre en ella.
Jamie la retiró y expuso una herida punzante. ¿Un cuchillo? El
lado izquierdo del pecho de Mikey no subía ni bajaba. Tensión
neumotórax. Jamie exploró el área y sintió que los huesos
rechinaban. No estaba bien. El crepitar indica costillas rotas. El
niño probablemente tenía un pulmón perforado, su pulso
acelerado y su respiración difícil. Mikey moriría si no recibía
ayuda urgente.

—Aquí —dijo Ian rápidamente—. Está en altavoz.

—Llamada de prioridad uno —comenzó Jamie—. Hill Road, en


Broadfields Park. El paciente está inconsciente y respira con
dificultad, no responde a todos los estímulos. Puñalada en el
pecho izquierdo, tenemos una herida en el pecho con
neumotórax a tensión, costillas fracturadas y lesión en la cabeza
con contusión en la sien izquierda. Pulso uno cuarenta,
respiración diez. Poca sangre externamente. Empapado en
gasolina. Sin quemaduras.

—En camino —respondió el operador. Jamie soltó el teléfono y


se fue directo al piloto automático.

—¿Qué hago? —Ian preguntó con calma a su lado.

—Espera en el camino, cuando veas las luces, hazles saber


dónde estamos.

Ian desapareció entre los arbustos y Jamie se concentró


levantar la barbilla de Mikey y echar su cabeza atrás. Necesitaba
cerrar la herida. El aire estaba entrando y llenando el espacio. Si
no la cerraban pronto, uno o ambos pulmones del niño
colapsarían por completo. La compresión en la cavidad
pulmonar ralentizaría o incluso detendría el retorno de la sangre
al corazón desde las venas. La presión arterial bajaría y Jamie 65
perdería el control de esta situación más rápido que un rayo. Él
palpó sus bolsillos. No tenía nada para cerrar el agujero que
causaba el neumotórax. Mierda. Lo que daría por su kit
completo. Si todo lo demás falla, usa tu mano. Él juzgó la
siguiente exhalación y luego colocó su palma sobre el agujero,
dejando un pequeño espacio. Era todo lo que podía hacer.

¿Quién haría esto a Mikey? Era un buen chico que vivía con su
Nana y trabajaba mucho en la escuela. Era divertido, luchador y
el tipo de adolescente que Jamie deseó haber sido, seguro en su
propia piel. Este tipo de cosas no sucedía en Ellery. Era más
como el tipo de cosas que encontraba cuando vivió en la ciudad.

—Vamos, Mikey, abre los ojos para mí —exigió Jamie. Aunque


no había posibilidad de que eso sucediera a corto plazo, hizo
que Jamie se sintiera mejor por intentarlo. Al menos el lado
izquierdo del pecho de Mikey ahora estaba subiendo y bajando
con un ritmo regular.
—¡Están aquí! —gritó Ian, luego se zambulló entre los
arbustos—. ¿Qué puedo hacer?

—Nada, señor —La otra ambulancia de St. Martin había


llegado y Jamie nunca había estado más contento de ver a sus
amigos. Mary y Evan eran rápidos y eficientes y tenían una
ambulancia llena de equipos—. Lo tenemos.

Jamie dio un paso atrás y dejando espació. En un frenesí, él,


Mary y Evan tenían a Mikey en la camilla y Jamie retiró su mano
mientras le colocaban un nuevo vendaje. Cuando hizo el
traspaso al equipo de paramédicos, sabía que tenía que asistir
en la parte de atrás de la ambulancia con ellos, entregando
todos los detalles y constante mientras iban al hospital. Siempre
era útil contar con un par adicional de manos experimentadas
en este tipo de situaciones de emergencia. De todos modos,
quería vea a Mikey a salvo en el hospital.

—Voy al hospital —dijo simplemente a Ian, quien asintió. Se 66


subió en la parte trasera de la ambulancia y lo último de Ian fue
ver como el hombre suavemente se preparaba para sentarse en
la acera. Luego las puertas se cerraron y él se centró de nuevo
en Mikey en un instante.
CAPÍTULO 10

—¿Estás bien? —Finn se agachó frente a Ian.

A Ian no le gustaba decir lo obvio, que estaba bien, pero que


estaba bajando de un alto nivel de adrenalina. Observó como
las luces rojas y blancas se alejaban cuando la ambulancia se
fue y luego miró a Finn. Le dolía la cabeza y se obligó a
concentrarse.

Otro policía, un tipo flaco que se estaba quedando clavo,


estaba revisando el área. Ian estaba sentado en medio de una
situación surrealista. Desde la oscuridad total hasta el anillo de
luz que arrojaban las lámparas halógenas, pasando por el grupo
de los que respondieron primero al aviso, era como algo de un 67
programa de televisión.

Se sintió como una pieza de repuesto. Hizo su parte, llamó al


911 y guio a los paramédicos. No había nada más que pudiera
hacer. Ian palideció mientras miraba hacia abajo y veía que
había sangre en su mano. Ni siquiera había tocado a Jamie o
Mikey, Debía de haber ocurrido cuando le pasó el teléfono a
Jamie. Él no podía recordad. Esa debía ser la sangre del niño en
sus manos. ¿Quién le haría eso a una persona? ¿Golpearlos para
que se desangraran y arrojarlos a un parque? ¿Quién echaría
gasolina sobre alguien que todavía está vivo?

—¿Ian? ¿Necesitas asistencia médica antes de contestar las


preguntas? —Finn preguntó. Él no parecía enfadado. Parecía
preocupado.

¿Yo? Yo no necesito ayuda. Estoy bien. —No, lo siento, ¿qué


dijiste?

—Comienza desde el principio y cuéntame lo que viste.


—Lo escuchamos primero. El ruido de alguien gritando, era
distante pero claro. –Maricón-, -Perdedor-, ese tipo de cosas.
Luego sonó como estrellarse y caer en los arbustos. Jamie corrió
en esa dirección y yo lo seguí. Cuando llegué allí, vi la espalda
de alguien que salía corriendo de la escena, y vi a Jamie de
rodillas junto al hombre en el suelo.

—Al lado de Mikey.

—Sí. Ese es su nombre… Jamie lo llamó Mikey. Jamie intentó


que despertara. No pudo —Ian negó con la cabeza ante los
recuerdos borrosos que se mezclaban de Mikey y Jim.
Jodidamente esperaba que Mikey no muriera—. No había nada
que pudiera hacer. Jamie dijo que debía llamar al 911. Lo hice y
sostuve el teléfono mientras Jamie estaba trabajando en el niño.

—Entonces, ¿dónde Mikey estaba acostado? ¿Es ahí donde lo


encontraste?

—No. Quiero decir, estaba cerca, pero Jamie lo sacó un par 68


metros de los arbustos. Allí no había luz.

—Bien. ¿Puedes recordar algo sobre la persona que estaba


dejando la escena? —Preguntó Finn, Ian lo miró directamente a
los ojos. Deseó tener algo positivo que añadir.

—No mucho. Alto, un chico, creo. Sin embargo, no vi lo que


llevaba puesto, ni su cara ni nada remotamente útil. Lo siento.

—No lo sientas —respondió Finn. Se levantó y extendió la


mano para ayudar a Ian a ponerse de pie. El dolor en el muslo
de Ian hizo que su ascenso fuera un poco inestable, pero fin no
lo dejó caer. Gracias por tu ayuda. Vete a casa, toma una
ducha, te llamaré si hay cambios con Mikey.

—Estoy donde Abby en el cuarto del garaje.

—Lo sé. Me lo dijo.


Por supuesto que sí. Pequeñas ciudades y todo eso. Todos
probablemente sabían dónde vivía Ian. —Esto fue un crimen de
odio, ¿verdad?

—Demasiado pronto para decir eso. Mikey es gay, y con las


palabras que dijiste que escuchaste, sí, podría ser eso. Si
piensas en otra cosa… —Finn se detuvo y luego inclinó la cabeza
un poco—. Estás pálido. Conseguiré que alguien te lleve a casa

—No —dijo Ian de inmediato—. Estoy bien. Voy a caminar —


Dios, necesitaba estar fuera. Necesitaba respirar y no tener que
hablar con nadie.

—¿Estás seguro?

—Estoy seguro

—Está bien, si piensas en otra cosa…

—Llamaré —estuvo de acuerdo Ian. Luego dio la espalda a la


visión surrealista de las luces azules y el zumbido de la 69
conversación y subió lentamente la colina. Le dolía mucho la
pierna y no por primera vez en la última media hora deseaba
haber tomado algún medicamente para el dolor, o al menos
llevar algo en el bolsillo. Lo había dejado a un lado para poder
disfrutar de una cerveza con un chico que le gustaba. Cuando
tuvo que agarrar la valla de un vecino para recuperar el
equilibrio mientras su pierna sufría un espasmo, lamento
nuevamente su estupidez.

Finalmente llegó al garaje, pero pasó de largo y se dirigió


directamente a la casa. Llamando a la puerta, esperó hasta que
Abby respondió. Cuando abrió la puerta, parecía distraída y
desaliñada, y tenía los labios hinchados y parecía… besada.

—Lo siento —Ian dijo de inmediato—. Pensé que deberías


saber…

Owen se acercó detrás de Abby. —Oye, Ian, ¿todo bien?


—Encontramos a un tipo… ayudamos… Jamie… —Se detuvo.
Él no tenía ningún sentido—. Jamie y yo estábamos caminando
a casa, y encontramos a ese niño, golpeado en el parque, y
Jamie está en el hospital con él. Su nombre es Mikey.

No tuvo que preguntar si su hermana conocía a Mikey. El


hecho de que ella jadeo y luego se puso pálida era una buena
señal de que definitivamente conocía a la víctima.

—¿Está bien?

—No tengo ni idea —dijo Ian. Él no estaba mintiendo. Lo


último que había visto era a Jamie en la parte posterior de la
ambulancia inclinado con otro tipo que trabajaba en el chico
joven que habían encontrado. Como estaba, Ian se sintió
mareado. La vista de la sangre lo hizo volver a los recuerdos de
Jim y luego Larry aplastado debajo del coche. Nunca se lo diría
a nadie, pero cuando yacía sobre Jamie, agarrado con fuerza,
había visto a Larry debajo del coche. Había visto los ojos 70
muertos, las heridas abiertas del hombre que habría disparado a
Ian tan pronto como terminara de tomar su siguiente aliento.
Ian se sintió entumecido.

—¿Estás bien? —Abby lo miró de arriba abajo y pegó su mejor


expresión de -no tengo dolor- en su rostro.

—Bien.

Ella entrecerró sus ojos hacia él, pero no lo llamó la obvia


mentira que era mientras se encogía de hombros en una
delgada chaqueta. Ella claramente iría al hospital, al igual que
Owen, que ya tenía las llaves en la mano.

—Toma algunos medicamentos para el dolor —exigió Abby.


Owen, él no me escuchará, se lo dices.

Owen asintió. —Medicinas. Cama —ordenó. Luego tomó el


asiento del conductor en el pequeño Toyota azul de Abby y la
esperó. Ella le dio a Ian un abrazo rápido, cerró la puerta de su
casa y luego subió. En un segundo se habían ido, y una vez
más, Ian se quedó de pie y mirando las luces traseras.

Con cuidado, subió por las escaleras de metal hasta la


habitación de al altillo y entró. En solo unos pocos días, este
lugar se sentía más como su casa que su apartamento en la
ciudad. Incluso había colocado un par de cosas que había
comprado en la tienda. Una vela verde, del mismo color que los
ojos de Jamie, y algunos libros de bolsillo que tenía la intención
de leer. La colcha también era verde. Percibió un tema mientras
miraba a su alrededor. Por Dios. Estaba cansado y dolorido,
pero todo en lo que podía pensar era en como Jamie había
saltado y tratado a Mikey. Instantáneamente, sin vacilación,
Jamie se había dirigido directamente a Dios sabía qué.

El orgullo lleno a Ian.

¿Orgullo? ¿De dónde ha venido eso? Él suspiró. Sentir orgullo


por las acciones del hombre que solo había conocido durante 71
unas pocas semanas era peligroso. Implicaba más. Y le
asustaba a muerte.

Jamie caminaba por el pasillo. Mary y Evan se sentaron en los


asientos duros a la espera de noticias, pero Jamie tenía
demasiada energía para permanecer sentado.

—Alguien tiene que hablar con Norma-Jean —dijo. Ella estaría


desconsolada porque su nieto había sido golpeado tan
duramente y lo dejaron por muerto.

—Finn y Kathy ya están en eso —dijo Mary pacientemente.

Jamie asintió. —Debería hablar con ella también —dijo. Se


detuvo y metió las manos en los bolsillos—. Tal vez debería
haber comprobado a Mikey por…
—Deja de dudar de ti mismo —dijo Emma desde la puerta.
Jamie nunca había estado tan feliz de ver a su compañero como
ahora. Ella se acercó a él y lo abrazó—. Escuche que fuiste un
completo guerrillero y salvaste la vida de Mikey

Jamie negó con la cabeza y se alejó. —Tenía un TPT y su


cabeza… —Jamie se llevó una mano a la sien izquierda—. Una
herida en la frente, y su pecho era una masa de golpes y
costillas rotas, como si alguien lo hubiera pateado cuando
estaba en el suelo. Lo habían rociado con gasolina. ¿Quién le
hace eso a una persona? Cubrí la herida con mi mano…

—Un buen trabajo el que hiciste —Emma interrumpió su


análisis autocrítico—. Mary dijo que hiciste lo que haríamos
todos. Menos mal que estabas allí

Jamie se sentó en una silla y toda la energía lo dejó. ¿Qué


pasaría si él no hubiera estado allí? Mikey no había estado en
una zona por donde la gente paseaba. ¿Y si el tipo que lo atacó 72
hubiera querido quemarlo? La espesa maleza pudo haber
ocultado su cuerpo durante días hasta que tal vez un perro lo
encontrara. Alguien lo había noqueado y dejado al niño por
muerto.

La puerta se abrió de nuevo y esta vez una muy pálida


Norma-Jean entró con Abby y Owen. Jamie se puso de pie.

—Lo siento mucho —comenzó. Norma-Jean corrió hacia él y lo


atrajo para otro abrazo igual que había hecho Emma.

—Gracias —dijo con voz entrecortada.

—¿Hay alguna noticia? —Preguntó Abby.

Emma negó con la cabeza. Norma-Jean se sentó al lado de


donde había estado cuando recuperó su propio asiento, ella le
apretó la mano. Silenciosamente, el pequeño grupo esperó
noticias. No estaba de guardia esta noche, pero decidió
quedarse en el hospital y esperar noticias. Nada lo movería de la
silla.
La oscuridad se había iluminado hasta el amanecer cuando
llegaron noticias y fue Liam quien apareció en la puerta.

—Está estable —anunció inmediatamente Liam—. Cerramos la


herida. Él está durmiendo.

Jamie salió del hospital sintiéndose mucho más ligero que


antes. Atrapó a Kieran en su camino desde la ferretería y subió
la montaña. El normalmente comunicativo Kieran estaba callado
y apagado cuando pasaron por el parque donde todo había
sucedido. La única evidencia de que algo había ocurrido era la
cinta policial y dos hombres vestidos con traje hablando entre
ellos.

—¿Quién puede haber sido? —Kieran cambió de marcha con


más fuerza de la necesaria, la camioneta haciendo un ruido que
no podía significar nada bueno. Jamie pensó que nunca había 73
visto a Kieran tan enfadado. Ahora que lo pensaba, nunca había
visto a Kieran enfadado, nunca. El ataque de Mikey había
golpeado a todos con fuerza.

—Ian y yo íbamos caminando. Podríamos haberlo asustado


haciendo que dejara de ayudar a Mikey después de lo que hizo.

Kieran alzó las cejas y miró de reojo a Jamie. —No crees eso.

—No. Yo no. Alguien golpeó a Mikey, luego lo pateó cuando


estaba en el suelo. Ahí había un infierno de mucho
temperamento. Las palabras que escuchamos… el ataque fue un
crimen de odio.

—Esto es Ellery, ese tipo de cosas no suceden aquí.

Jamie suspiró. —Kieran, tú y tus amigos pueden estar en


relaciones comprometidas. Puede que la ira no vaya
directamente a ti, demonios, incluso puedes considerarte seguro
e inmune al odio, pero ya he visto este tipo de cosas antes en
Knoxville.

Los labios de Kieran se estrecharon y su barbilla tenía un


ángulo obstinado. —No voy a dejar que lo que le paso a Mikey
me haga temer por lo que tengo con Jason.

Jamie no discutió. No había querido decir que Kieran debería


sentirse amenazado. Solo que nadie debería tener la guardia
baja. El mundo en el que vivían tenía todo tipo de peligros y
problemas ocultos.

Jamie implacablemente empujo ese estado de ánimo. Ellery


era un buen lugar. No era la ciudad. Solo había vivido aquí por
poco tiempo y le encantaba. Él tenía amigos. No quería vivir con
miedo por quién era nuevamente.

—¿Entonces no tienen sospechosos? Tú y el otro chico, ¿dime


de nuevo su nombre?
74
—Ian.

—¿Tú e Ian no vieron nada en absoluto? —Preguntó Kieran.


Salió de la carretera principal y se detuvo frente a la casa de
Jamie.

—Nada. Finn estaba allí con los otros policías, recogiendo las
pruebas: toda el área está rodeada con cinta. Gracias por el
viaje.

—En cualquier momento —dijo Kieran con un gesto. Jamie


esperó a que Kieran retrocediera en el pequeño camino
regresando por donde había venido, antes de dirigirse a la
montaña, hacia las Cabañas Ellery. Cualquier excusa para no
entrar en su casa. Estaba más que cansado, pero la idea de
dormir en ese momento no lo hacía feliz. Estaba tenso y las
preguntas de Kieran, sumadas a lo que había sucedido la noche
anterior, habían despertado recuerdos que Jamie no estaba listo
para volver a visitar mientras dormía. O, de hecho, volver a
vivirlos. A Jamie le gustaba Kieran, un día incluso podría
rendirse e ir a uno de esos malditos encuentros de los viernes
con todos los otros chicos de la zona. Entonces no tendría nada
en que pensar. Por supuesto, él sería el único sin pareja…
bueno, a excepción de Ian. Él podría llevar a Ian. Sacudiendo su
cabeza tomo una repentina inspiración, se enfocó de nuevo en
lo que quería hacer a continuación.

No entraba de turno durante otros dos días. Debería visitar a


Ian el pobre chico había caminado a casa anoche y Jamie ni
siquiera había pensado en mandarle un mensaje de texto para
avisarle que Mikey estaba mejorando. Estúpido. Esperaba que
Abby ya lo hubiera hecho.

Demonios, Jamie no tenía el número de teléfono de Ian.


Todos los besos y las conversaciones, pero todavía no sentía
que pudiera enviarle a Ian un simple texto en caso de que lo
despertara. Balanceando sus hombros, se enfrentó a la casa e
incluso sacó las llaves de su bolsillo. Luego, inmediatamente se
las guardó en el bolsillo. Ocho a.m. no era demasiado pronto 75
para llamar a Ian. ¿Lo era? Solo para preguntar por su pierna.
Eso era todo. ¿Debería enviar un mensaje de texto? ¿Debería ir
caminando y ver si Ian estaba levantado?

No se encontró con nadie en el camino a la casa de Abby y no


había ningún coche en el camino de entrada, así que asumió
que la administradora había decidido quedarse en el hospital
con Owen, que estaba de servicio esta mañana. Subió los
escalones de hierro del exterior del viejo garaje y se preparó
antes de decidirse a llamar. Chasqueando su cuello levantó el
puño y luego lo dejó caer.

Esto es estúpido.

No, no lo es. Todo lo que hago es comprobar que el chico está


bien. Solo comprobando la pierna.

¿Qué pasa si Ian decide que quiere besarme?

Los besos podrían ser agradables después de la última noche.


Gracias a Dios que había visitado los baños del personal para
usar su cepillo de dientes de repuesto y al menos limpiar una
noche de café con algo de menta que Liam había dejado allí.

Finalmente decidió mandarlo al infierno y golpeó la puerta.


Hubo un grito de –voy- desde dentro, y después de un rato, Ian
abrió la puerta con el pelo mojado de la ducha y unos
pantalones de aspecto gastado y una camiseta azul claro.

—Dios, te ves destrozado —dijo Ian—. Adelante. Tengo café.


—Se movió a un lado para permitir que Jamie pasara, pero tan
pronto como estuvieron juntos, Jamie solo quería una cosa. No
había tenido consuelo disponible para él durante mucho tiempo
y hoy lo necesitaba. Colocando sus manos alrededor de la
cintura de Ian, apoyó su cabeza en el hombro de Ian e inhalo el
olor cítrico de su gel de ducha.

Ian no le apartó. De alguna manera, cerró la puerta, y por la


leve oscilación y por el modo en que tomo aire, había usado su 76
pierna mala. Jamie inmediatamente intentó alejarse, pero Ian
no lo dejó.

—Lo siento —Jamie susurró.

—Shhh.
CAPÍTULO 11

Ian se movió a la cocina y perdió el tiempo haciendo café


nuevo y enjuagando tazas. No estaba retrasando
deliberadamente el estar uno a uno con el soñoliento y
necesitado Jamie. Solo quería un pequeño respiro.

Cuando Jamie literalmente se aferró a su vida, Ian tuvo


sentimientos encontrados. El primero fue la necesidad de
mantener al otro hombre cerca, el segundo fue alejarlo.
Abrazarlo abrió un camino a todo un escenario de besos ligeros
y los hizo entrar en territorio peligroso. Empujarlo podría haber
significado que nunca más llegaría a abrazar a Jamie. Imposible.
Jamie se sentía bien en sus brazos. Una pulgada más bajo que
él, nada más. Eran perfectos en altura el uno para el otro. 77
Ian caminó de regreso a la sala de estar con el café y una
frase en sus labios para romper el hielo. Lo que encontró fue un
Jamie comatoso, tirado en el sofá profundamente dormido.
Mucho café y conversación. Ian estiró su pierna y se sentó en la
silla individual en ángulo recto con el sofá. Tomó un sorbo de
café caliente y contempló al hombre que dormía como un bebé
frente a él. Sus pestañas tenían el mismo tono intrigante de rojo
oscuro que su cabello, y su piel se veía fascinantemente pálida.
Él no tenía las pecas que Ian asociaba con el pelo rojo y los ojos
verdes.

Ian suspiró pesadamente mientras sacaba su portátil y lo


colocaba sobre sus rodillas. Tenía plazos que no podía retrasar,
incluso si se había caído por el borde de un acantilado y estuvo
a punto de morir. Su editor, Eli, era como un dragón que
escupía fuego y una de las únicas personas a las que realmente
les tenía miedo. Debía dos artículos para el número de principios
del próximo año y dos capítulos de su libro. Diez mil palabras
parecían una montaña que nunca podría escalar. Su pierna se
tensó y maldijo ante el instante de dolor. Había tomado
medicamentos, pero le llevaba un poco de tiempo asimilarlos.
Mientras tanto respiraba entre los calambres y le daba la
bienvenida a la calidez de su viejo ordenador sobre el área
dolorida.

Abrió su correo electrónico y, como era de esperar, había dos


correos entre todos los correos basura que necesitaba
responder. Comenzó a escribir respuestas y luego decidió que
prefería hacerlo cara a cara, o de oreja a oreja de todos modos.
Cogió su teléfono y llamo a la única persona que podía
conectarlo con el aquí y ahora.

—Ahora me llamas —La voz era fuerte e Ian se preguntó si


Jamie la oiría. Pero Jamie estaba roncando suavemente ahora y
parecía muerto para el mundo—. ¿Tuve que leerlo en un correo?
Entonces desapareces por años.
78
—Días, Eli —Ian se rio entre dientes—. Y a pesar de las
molestias, estoy aquí ahora.

La voz de Eli se suavizó. —¿Todavía te duele?

La pierna de Ian eligió ese momento para acalambrarse otra


vez y al menos pudo decir –sí- con un tono entrecortado y lleno
de dolor—. Todavía duele. Mucho.

—¿Estás haciendo tus ejercicios? —Eli parecía preocupado e


Ian pasó por toda la gama de excusas en su cabeza sobre por
qué el dolor era demasiado y no tenía ganas de aumentar el
dolor. En cambio, mintió.

—Sí. Por supuesto.

—¿Estás usando esto en un libro? —Preguntó Eli


abruptamente.
—¿El dolor? ¿Mi pierna? ¿Casi morir? ¿Ser retenido a punta de
pistola? ¿Ver a alguien morir? —Él fue enumerando hacia atrás
en orden.

—Todo eso.

Ian conocía bien a Eli. Sabía que nunca había querido sonar
duro, pero su actitud brusca nunca se prestaba a la risa.

—Sí, puse el dolor en el capítulo cinco, y lo de morir a punta


de pistola en el capítulo siete —dijo Ian inexpresivo.

—Es bueno oír eso —dijo Eli rápidamente—. De todos modos,


necesito esos dos capítulos para que los editores los vean.
También tenemos dos fechas límite para los artículos. Las
amplié debido al accidente, pero ¿puedes conseguir pulirlos para
mí para mañana?

Ian miró a su compañero dormido. En este momento en el


que los medicamentos empezaban a hacer efecto y le daban 79
sueño, todo lo que quería hacer era acurrucarse con Jamie en el
sofá.

—Sí —dijo a regañadientes.

—¿Y las diez mil palabras del manuscrito?

Ian pensó rápidamente. Hoy era miércoles, así que si lograba


encontrar a su musa lo suficiente como para poner las palabras
en el papel, podría obtener los capítulos para Eli después del fin
de semana. Añadió unos pocos días más.

—Una semana, el lunes —dijo con firmeza. Eli balbuceó al otro


lado del teléfono, pero sabiamente decidió no presionar la
situación.

Jamie murmuró algo mientras dormía y se giró para apoyar la


espalda contra el sofá y él miro al otro lado a la habitación. Su
sofá de seis pies estaba curvado como un ocho y no podía estar
cómodo.
—Te dejo ahora —dijo Eli—. Consigue escribir. Pero Ian…

—Uh… uh.

Eli se aclaró la garganta. —Quería decir… que lo siento.


Acerca de tu amigo de la escuela, el tiroteo, sobre todo lo que
sucedió. Espero que lo sepas, toda la mierda de editor-escritor a
un lado, te valoro como amigo y extrañaría tu penoso trasero si
te fueras.

Antes de que Ian pudiera responder, Eli cortó la llamada. Eli


no solía hacer eso a menudo, toda esa mierda sensible, pero
cuando lo hacía, seguro que lo hacía bien.

Con el teléfono puesto de nuevo a cargar, Ian se concentró en


sus artículos. Los medicamentos ya le habían quitado el dolor
por completo y lo habían dejado con una suave sensación de
tranquilidad. Lo más cerca que estaría de estar bien, supuso.
Solo dejó de escribir cuando el calambre se dio a conocer
nuevamente y su estómago protestó por la falta de comida. 80
Él tenía latas de sopas y pan y eso tendría que ser. Hizo
suficiente para dos. Jamie había estado dormido durante cuatro
horas, ¿estaría bien despertarlo ahora? ¿No era probable que
estuviera completamente agotado?

—Oye —dijo Jamie desde la puerta. Tanto por que continuara


durmiendo. Él bostezó detrás de su mano—. Lo siento. ¿Cuánto
tiempo estuve fuera?

—Cuatro horas —Ian sirvió sopa en un tazón y luego vaciló


antes de asumir automáticamente que su invitado incluso
querría sopa—. ¿Quieres un poco?

Jamie asintió y luego se estiró, moviendo los dedos sobre el


techo y rodando el cuello. Ian luchó para no mirar. Quería
desesperadamente ver si el mismo pelo rojo oscuro formaba un
rastro hacia el tesoro. Pero no pudo. No debería. Necesitaba
enfocarse.
Empujo un tazón hacía Jamie y también el pan. —Lo siento,
no hay mesa. —Se encogió de hombros.

—Tal vez no haya mesa, pero este es un lugar genial. ¿Has


estado aquí antes? —

—No. Recuerdas, esta es mi primera vez en Ellery. —Deja que


Jamie saque sus propias conclusiones. La universidad y los
trabajos en el extranjero no dejaban mucho espacio para las
visitas, algo que Ian comenzaba a lamentar cuanto más tiempo
se quedaba allí. Él no tenía que vivir en un lugar concreto para
ser escritor. Podría mudarse a Alaska y seguir escribiendo. ¿Por
qué no quedarse en Ellery por un tiempo? ¿Tal vez alquilar su
propio lugar? ¿Uno con un baño y una cocina completa? A Abby
le gustaría eso también. Luego estaba el beneficio añadido de
cierto pelirrojo con ojos verdes que le sonreía….

Espera. —¿Por qué estas sonriendo?

—Lo hiciste otra vez —comentó Jamie—. Perderte en tus 81


pensamientos.

—Soy escritor —Ian le recordó a Jamie—. Hago mucho lo de


mirar a al espacio mientras pienso. —Se encontró sonriendo
también—. Abby me envió un mensaje de texto cuando oyó que
él estaba haciéndolo bien. ¿Has tenido noticias del hospital
mientras estabas dormido?

Jamie miró su teléfono. —Un mensaje de Liam. Mikey está


bien.

—Debe sentirse bien, salvar una vida así.

—Claro que lo hace. Cada vez que salimos, quien sea el


primero en responder siente que está haciendo una diferencia.
—Jamie apartó el cuenco vacío—. Lo cierto es que también
podemos ver accidentes, llamadas a casas, abuso, niños
muertos… y anoche, ver a Mikey… —Se detuvo. Ian quería que
terminara lo que estaba diciendo, pero Jamie aclaro lo que había
estado explicando encogiéndose de hombros—. Gracias por la
sopa. Necesito irme

Ian podía haberse pateado a sí mismo. Era el primero en no


querer hablar sobre temas serios. No quería ahondar en sus
propios sentimientos acerca de lo que había pasado en las
últimas semanas. Cuando la gente lo llamaba sensato y decidido
era porque no había terminado muerto como Jim, lo odiaba. Él
solo había sido afortunado. ¿Por qué pensaría que Jamie querría
que la gente le dijera que debía sentirse satisfecho de ser un
héroe?

—Por Dios, lo siento —balbuceó Ian—. A veces no hay filtro


entre mi cerebro y mi boca. No quise preguntar nada raro. —Y
estúpido. Y demasiado cerca de profundo.

—No lo hiciste —Jamie sonrió—. Honestamente, solo necesito


una ducha

Ian casi le ofrece su pequeña ducha para que Jamie no fuera 82


a ninguna parte. ¿Qué tan ridículo era eso? No se había sentido
tan necesitado y curse como ahora desde la escuela secundaria.

—Podría caminar contigo —sugirió Ian—. Necesito ejercitar la


pierna.

—Por supuesto. —Jamie respondió sin una onza de vacilación.


Tocó la vieja máquina de café sobre la encimera de la pequeña
cocina—. De todos modos, tengo una mejor que esta. ¿Podrías
venir a tomar un café?

—Me compras tan fácilmente —dijo Ian rápidamente.

Los dos hombres bajaron las escaleras y Jamie ayudó a Ian


cuando llegaron al escalón más alto de la parte inferior. Era un
tipo fuete, su delgada figura engañosamente musculosa. Qué no
daría Ian por desnudar a este hombre y probar cada centímetro
de su firme cuerpo. O tener las manos de Jamie sobre él.
—¿Ian? —Jamie agitó una mano delante de su cara—. Lo
estás haciendo otra vez. —Gracias a Dios porque después de
que él dijo eso, Jamie comenzó a alejarse, de lo contrario,
estaría justo delante de la vergonzosa erección que presionaba
contra la cremallera de Ian. Qué demonios. Este paramédico,
este tipo quien era serio y complicado, además divertido y
risueño, estaba jugando con su cabeza. Y el cerebro en sus
pantalones.

Se dirigieron lentamente hacia la casa de Jamie y hablaron


sobre el centro de Veteranos. El tema fue el más seguro de
todos en los que Ian pudo pensar. Hablar de otras personas
significaba que no tenían que hablar de sí mismos y Ian se
preguntó si Jamie se sentía tan desnudo y expuesto como él.
Finalmente llegaron a la casa de Jamie e Ian se quedó de pie
torpemente. Quería que este extraño día durara más, pero al
final necesitaba hacer su camino de regreso a casa de Abby.

—¿Quieres entrar a tomar un café? —Dijo Jamie—. No estaba 83


bromeando sobre la máquina.

Ian intentó ver si había algo detrás de las palabras, pero no


tuvo la impresión de que Jamie estuviera pidiendo nada más
que café. Quizás él tampoco quería que hoy se terminara de
repente.

—Si estás seguro… —Ian podría haberse pateado a sí mismo.


Para de hacer eso. Deja de darle a Jamie una razón para que se
dé la vuelta y diga adiós.

Jamie acababa de abrir la puerta de su casa de dos pisos que


parecía ordenada y cuidada. Un hogar.

—Siéntete como en casa. Empieza a hacer el café si quieres.


Tengo que darme una ducha —Jamie se fue y solo el ruido de la
ducha hizo que Ian echara un vistazo a la pequeña cafetera. La
miró, pero sabía que nunca sería capaz de dar sentido a los
diales e interruptores. Jamie no había estado bromeado cuando
dijo que su máquina era mejor que la de Ian.
Decidiendo no volar la casa, Ian hizo un recorrido por la sala
de estar. Desde los sofás de cuero oscuro en el salón crema,
hasta las fotos en la pared, todo el lugar era cómodo y
ordenado. Olía igual que Jamie a cítricos y sol.

Las fotos eran un montaje cliché de la vida de Jamie, lo


mismo que Ian tendría en su pared un día. En cualquier lugar en
el que realmente viviera durante más de una semana.

Jamie cuando era niño, Jamie con brackets, el titulo de


paramédico de Jamie. Había una foto de un grupo de chicos
delante de una gran casa. Reconoció a Finn y al actor Jason
McInnery, pero también había otros. Al otro lado de la foto con
bolígrafo negro estaba garabateado —El próximo viernes
seguro. —Ian no tenía idea de lo que eso significaba, pero le
gustaba que Jamie estuviera en la foto sonriendo como un
idiota. El hombre seguro que tenía una linda sonrisa.

Al mirar la foto más grande y la última de la derecha, vio a un 84


Jamie mucho más joven. Probablemente no más de veinte años,
con los brazos del hombre detrás de él envueltos alrededor de
su estómago. El otro tipo era mayor, un hombre grande y de
pelo oscuro que llevaba el uniforme de un bombero, y la presión
que tenía sobre Jamie era posesiva. Todo parecía demasiado
afectuoso para que fueran hermanos. ¿Era un ex? No habían
cubierto toda la situación de ex en el bar. Supuso que lo
sacarían de en medio en algún momento si se quedaba allí y si a
Jamie le interesaba algo más que unas pocas noches de sexo.
Dios, eso eran un montón de –síes-.

Y si incluso llegaban al sexo, eso era. La pierna de Ian latía y


Jamie probablemente todavía estaba atrapado en medio de la
sensación post-adrenalina.

Jamie regresó a la habitación con el pelo mojado y sin nada


más que unos pantalones cortos sueltos. Ian no podía ver el
cansancio en la cara de Jamie, en realidad parecía fresco.
—No quería jugar a descifrar la cafetera —dijo Ian
disculpándose—. Hay demasiados diales e interruptores.

—Ven aquí— dijo Jamie con firmeza. —Te enseñaré.

Ian cruzó a la pequeña cocina y se detuvo indeciso junto a


Jamie. —¿Por dónde empiezo?

—Bien, pon tu mano ahí —Jamie señaló la parte superior del


equipo de la era espacial. Ian hizo lo que le dijeron—. Presiona
la palanca —Ian empujó, pero no pasó nada. ¿Necesitaba usar
más fuerza? Lo sabía mataría esa maldita cosa. Deseó que
Jamie se fuera. El olor combinado de champú y gel de dicho solo
servía para un propósito: joder con su libido. Se preguntó si
Jamie sabría igual que los cítricos a los que olía.

—Más duro —Jamie murmuró. Cubrió la mano de Ian con la


suya y ejerció una pequeña cantidad de presión. Ian sintió que
la parte superior se movía y el cajón de los posos del café se
abrió. Cambió su postura un poco. Estaba incómodamente duro 85
y Jamie… también. Maldición. Cerca. Cuando Jamie no retiró su
mano y en cambio animó a Ian a agarrar el pequeño
contenedor, Ian no pudo evitar volver a la prisión de los brazos
de Jamie y pedir un beso. O un toque. O cualquier cosa.

—Bien, los granos —Jamie murmuró. Extendió la mano por


encima de la cabeza de Ian hacia el armario y abrió una puerta.
La acción lo tenía presionado contra Ian e Ian no podía dejar de
sentir lo duro que Jamie estaba detrás de él. Evidentemente, él
estaba tan excitado como Ian.

—Jamie…

Jamie se movió sutilmente y su longitud se deslizó por el culo


de Ian. La sensación lo electrificó y tuvo que trabajar muy duro
para sofocar un gemido de necesidad. Dame la vuelta, bésame,
empújame sobre la mesa, fóllame, …

En cambio, Jamie midió el café, luego, con un suspiro,


presionó los dedos de Ian sobre el botón plateado del costado
mientras la cafetera comenzaba a funcionar. Retrocedió un
paso, lo suficiente como para quitar la presión de su erección de
la espalda de Ian. Luego, con manos firmes, comenzó a
masajear el cuello de Ian. Desde la base de su cráneo hasta los
hombros de Ian, Jamie se concentró en cada pequeño nudo que
Ian tenía en la espalda.

—Estás muy tenso —murmuró Jamie.

Estoy en la cocina imaginando que me estás follado sobre una


mesa y me duele la pierna. Por supuesto que estoy tenso.

Él no dijo eso, en su lugar, murmuró algo al azar y luego


inclinó la cabeza hacia la izquierda y hacia la derecha. La
tensión en su cuello se había ido.

El café terminó y llevaron cada uno una taza a los sofás,


ambos colocándolas en la pequeña mesa entre ellos.

—Gracias —Jamie se dejó caer en el sofá, con las piernas 86


extendidas. Ian echó un vistazo al rastro del tesoro que se
dirigía al sur, el mismo rojo oscuro de su pelo.

Maravilloso. Tan caliente.

Ian tomó el asiento opuesto. Solo cinco minutos para


descansar y tomar un café, entonces se iría. El teléfono sobre la
mesa vibró y Jamie lo agarró y descolgó de inmediato. Ian solo
escuchó un lado de la conversación, pero entendió lo esencial
antes de que la llamada terminar.

—¿Está bien?

—Lo mantienen en un coma inducido —dijo Jamie en voz


baja—. Para darle la oportunidad de que sane la lesión de la
cabeza.

—Todos en la escena anoche parecían conocerlo.

—¿Mikey? No puedes evitar conocerlo. Es un chico alto y


delgado con bastante actitud para desafiar la mayoría de la
mierda que le lanzan. Él es seguro e inteligente e increíblemente
guapo. Viste lo que quiere, dice lo que quiere, esta fuera y muy
orgulloso. Esta apuntado en una agencia de modelos y tiene
calificaciones casi perfectas en la escuela. Es un buen chico.

—Realmente lo siento —ofreció Ian débilmente—. Espero que


se mejore pronto.

—¿Qué hay de ti? ¿Finn te puso al tanto de tu caso con Larry


y Jim?

Ian parpadeó ante el cambio de conversación. —Nada. Dos


muertos, abierto y cerrado. Tendré que ir a la ciudad en algún
momento, pero me lo dirá.

—¿Qué pasa con la familia de Jim? ¿Tendrás que hablar con


ellos?

—Estaba divorciado, sin hijos. No sé qué otra familia tenía


aparte de una hermana. Como dije, le envié flores y una tarjeta 87
—dijo Ian—. No éramos amigos, solo alguien que conocía en la
universidad. No tengo que involucrarme. —No cuando fueron
mis palabras las que lo mataron. Él no dijo eso en voz alta. No
estaba mintiendo, no llamaría a Jim un amigo, más un conocido
que había vivido brevemente con él algunos años atrás. Como
un colega de trabajo. No importaba que hubieran compartidos
recuerdos de su tiempo en la universidad, o que Ian había sido
la última persona, aparte de Larry, en verlo con vida. ¿Quién
querría saber eso?

Su hermana no.

—¿Estás bien? —Preguntó Jamie suavemente.

Ian asintió. —Sí.

—¿Cómo está tu pierna?

—Duele, como siempre.


Jamie se puso de pie, cruzando hacia el asiento de Ian, luego,
con un movimiento suave, se sentó a horcajadas sobre el
regazo de Ian sin apoyar nada de peso en los muslos de Ian.
Apoyándose en sus brazos, se inclinó y besó a Ian.

El primer toque de sus labios fue como volver a casa. Suave e


insistente, Ian separó los labios y animó a Jamie a profundizar
el beso. Sus propias manos estaban libres y coloco los dedos
suavemente en el pecho de Jamie. Una suave capa de pelo se
extendía hasta los pezones e Ian los localizó infaliblemente y los
frotó suavemente hasta que se encresparon bajo su toque.
Jamie gimió bajo en su boca e Ian sintió el movimiento
instintivo del culo de Jamie mientras se frotaba en un baile
lento.

Ian siguió las costillas hasta el ombligo y luego siguió rozando


ligeramente el pelo que comenzaba el camino hacia el sur.
Durante unos minutos, todo se detuvo y se centró
exclusivamente en besarse. Ian quería más, pero cuando movió 88
su pierna supo que no sería capaz de cargar con todo el peso de
Jamie. Gimió su decepción en el beso. Luego decidió que
continuaría su exploración. Cuidadosamente empujó sus manos
dentro de los pantalones flojos, pero no tocó la polla de Jamie.
Él quería saborear esto. Con las piernas de Jamie tan abiertas
en la silla, Ian pudo empujar sus manos debajo de Jamie y
acercarlo más agarrando el interior de cada muslo.

Entonces, sin dudarlo, ahuecó las pesadas bolas y rompió el


beso.

—¿Puedo tenerte? —Pidió permiso. Quería eso fuera del


camino.

—¿Tú? —Susurró Jamie.

—Déjame levantarme —dijo Ian de inmediato. Jamie se


inclinó continuando el beso caliente. Ian presionó sus manos por
todas partes, en el agujero de Jamie, en su prepucio, valorando
la pesadez de sus bolas y finalmente cerró su mano alrededor
de la longitud de Jamie. Suavemente pasó su pulgar a través de
la pequeña cantidad de pre-semen en la punta de la polla de
Jamie. Solo ese toque hizo que Jamie retrocediera y enterrara
su rostro en el cuello de Ian.

—Joder —murmuró.

Ian continuó su exploración, presionando mucho más fuerte


contra el agujero de Jamie, no entrando, pero con la suficiente
presión para saber que tenía que sentirse bien, y luego giró la
otra mano y movió los dedos desde la base hasta la punta de la
polla de Jamie antes de invertir el movimiento. Lo que daría por
estar dentro de Jamie. Dios, nunca tuvieron esa discusión. ¿Qué
pasa si Jamie solo estaba arriba? Entonces Ian tendría que
aprender a dejar entrar a Jamie porque no había forma de que
no se sintiera conectado con este hombre.

—¿Dime que me dejarás entrar? —Dijo mientras otra ráfaga


de lujuria se enroscaba en su espina dorsal y lo obligaba a 89
apretar los muslos para obtener algún tipo de fricción en su
descuidada polla. Hizo una mueca ante el dolor, pero lo empujo
a un lado. Él no iba a parar esto.

—Después de mí —dijo Jamie. Su voz era rasposa y se movió


de nuevo para besarse. Los besos se profundizaron y Jamie se
acercaba y apartaba del alcance de las manos de Ian. —Tengo
que entrar en ti —dijo Jamie en el beso. Se separaron un poco
mientras hablaban—. Quiero pasar horas estirándote,
preparándote para mí, luego empujarme dentro de ti, aferrarme
a ti… Me dejaras entrar…

Las palabras de Jamie enviaron fuego a la ingle de Ian. Iba a


correrse como un adolescente con palabras acaloradas y besos y
el toque de su mano deslizándose sobre la longitud de Jamie.

Jamie maulló su liberación y la mano de Ian estaba húmeda


de esperma. Jamie se relajó y su cuerpo se hundió.
—Joder —dijo. Luego con determinación, se liberó del agarre
de Ian y limpio el semen de su mano en los pantalones de
Jamie. En cuestión de segundos, Jamie estaba de rodillas en el
suelo, y apartó suavemente las piernas de Ian. Concentrándose
en abrir los botones y bajar la cremallera de sus jeans, tenía la
polla de Ian fuera y en sus manos en segundos. Claramente no
estaba pidiendo permiso y tomó la cabeza entre sus labios.
Levantó la vista. Las pestañas oscuras que enmarcaban los ojos
verdes eran una vista que Ian nunca olvidaría.

En lugar de moverse rápidamente, Jamie presionó los huesos


de la cadera de Ian lo suficiente como para que no se moviera.
Luego, con suaves movimientos, exploró cada centímetro de
Ian. De la punta a la raíz, a las bolas, luego de vuelta a chupar
la punta.

—Voy a… vas a hacer… —Ian no estaba seguro de lo que


estaba diciendo. Nada. En todo lo que podía enfocarse era en
los labios de Jamie sobre él, y el calor y la sensación húmeda y 90
de movimiento. No podía mirar, lo perdería demasiado rápido.
Quería ver, quería correrse… Quería todo.

Jamie se apartó y reemplazó sus labios con los dedos de una


de sus manos.

—Vamos —susurró—. Te tengo.

Esas palabras suavemente pronunciadas fueron suficientes


para empujar a Ian por el borde, y el agarre de Jamie en su
cadera significaba que no podía empujar con su muslo. El dolor
estaba allí mientras pintaba la otra mano de Jamie y su propio
estomago con su semen, pero era menos de lo que podría haber
sido, y el orgasmo desgarrando su cuerpo compensaba
cualquier dolor.

Jamie se sentó sobre sus talones e Ian se inclinó hacia


delante.
—Joder —dijo en una repetición de lo que Jamie había
murmurado—. Eso fue caliente.

Ian se apresuró a ponerse en pie, con los labios hinchados y


una sonrisa en la cara. La mancha húmeda en la parte delantera
de sus pantalones cortos era un recordatorio visual de lo que
habían hecho. No es que Ian necesitara un recordatorio
teniendo en cuanta que sus músculos tenían la consistencia de
fideos flácidos.

91
CAPÍTULO 12

Al menos habían intercambiado números de teléfonos. Eso era


algo bueno porque significaba que podían intercambiar chistes
estúpidos. Fue algo malo cuando, a las 5, Jamie abrió el último
mensaje esperando más bromas de su nuevo… ¿su nuevo qué?
¿Amante? ¿Amigo con beneficios? De todos modos… Lo que sea
que él esperaba, no era el mensaje que recibió.

Finn me pidió que fuera a una casa esta noche, su casa.


¿Quieres venir?

Mierda. No había forma de que fuera capaz de evitarlo.


Respondió con…

¿De verdad quieres ir? 92


Cuando llegó la respuesta de Ian, Jamie supo que estaba
jodido.

Quiero conocer a Max. Puedo ir por mi cuenta. Me gustaría


que fuéramos los dos.

Jamie vaciló en responder inmediatamente. De hecho, utilizó


el tiempo para ducharse y cambiarse para pensar en toda la
mierda en su cabeza. Iría a donde Finn, no iría solo, sino como
parte de una especie de pareja. Ellos también estaban de
celebración. Mikey estaba despierto y bien y le había dado una
descripción aproximada a un dibujante. Aún no habían
encontrado a nadie, pero todos estaban seguros de que sería
pronto. Y pronto el nuevo tipo, el SEAL, llegaría al Centro de
Veteranos. Jamie debería hacer el esfuerzo.

Cuando salió de la ducha y se vistió, vio dos nuevos mensajes


de Ian. El primero era un solo signo de interrogación. El
segundo un simple ¿Estás bien? Jamie suspiró. Tendría que
morder la bala.

Lo siento. En la ducha. Te recojo a las ocho.

Revisando su reloj, se dio cuenta de que ahora tenía una hora


que matar. Mucho tiempo para pensar en todo este asunto de
Ian. Tenía que seguir recordándose a sí mismo que a pesar de
que Ian había pasado los últimos diez años poniéndose en
peligro en todo tipo de lugares en el extranjero, Ian pararía
ahora. Bueno, pararía durante al menos un par de meses.

Zach había sido temerario. El ex de Jamie, un bombero


durante nueve años, no había sido más que un paquete de
testosterona a punto de estallar, que no lo pensaba dos veces
antes de ponerse en peligro. Arrestos de drogas, empujando a
través de las barreras para llegar a las personas heridas, y
luego por último, el fuego.

Zach. Idiota. 93
Dos semanas en coma, la familia de Zach tomo la decisión de
desconectar el soporte vital. Zach había logrado salvar a tres
personas después de morir con la donación de órganos. Jamie
había quedado con el corazón roto, las reprimendas, la
suspensión, el dolor. Cuando asistió al próximo fuego, se había
congelado.

Entonces supo que era el momento de irse de la ciudad.

¿Estaba intercambiando a un adicto a la adrenalina por otro?


¿Qué pasaría en unas pocas semanas cuando Ian sintiera los
pies inquietos y decidiera escribir desde algún pueblo infestado
de drogas, o desde una zona de guerra? A Jamie le gustaba
mucho el hombre. Él necesitaba retroceder.

Una vez tomada la decisión, condujo hacia donde Ian y subió


las escaleras de dos en dos para llamar a la puerta.
La puerta se abrió de golpe y Ian lo agarró y tiró de él hacia
adentro.

—Tengo un contrato —dijo Ian antes de atraer a Jamie para


un beso. No habían ido más allá de la satisfacción mutua de la
semana pasada, pero se habían besado muchísimo. Este beso
era diferente. Emocionado, de celebración—. ¡Un editor quiere
mi libro!

—¿El libro? —Jamie no quería sonar como que no entendía.


Sabía que Ian estaba escribiendo un libro sobre un periodista
secuestrado en Afganistán. Un romance. Un emocionante
romance. Alguien quería publicar el libro. ¿Qué significaba eso
para Ian?

—Acabo de hablar por teléfono con Eli, mi agente y editor, él


lo hace todo. Me consiguió un contrato. Con un anticipo y con
mis ahorros, tengo todo un año para escribir y probar a vivir de
eso y de los artículos. —Ian estaba contagiosamente feliz y 94
Jamie no pudo evitar sonreír.

—¿Eso significa un año aquí?

—Sí —Ian lo besó de nuevo, pero Jamie terminó el beso y


simplemente lo abrazó con fuerza.

—Felicidades

Tenían un año. Jamie podía centrarse en eso y dejar de


preocuparse. Podría ir a casa de Finn esta noche y podría estar
feliz de llevar a Ian, y tal vez cuando volvieran…

—¿Cómo está tu pierna?

Ian parecía confundido por el cambio de conversación. —Bien.


Se siente bien —dijo.

Jamie acunó la cara de Ian con sus manos. Ahora era un buen
momento para verter toda su emoción y necesidad en un beso.
Tal vez en una conexión física podría hacer que Ian sintiera lo
que había dentro de él.

Cuando se separaron, ambos hombres respiraban con


dificultas y Jamie estaba tan duro que dolía.

—Guau —dijo Ian. Llevándose un dedo a los labios—.


¿Entonces estás feliz?

Jamie sonrió. —Significa que tenemos una buena oportunidad


de conocernos. —Hizo una pausa—. Si eso es lo que quieres.

Ian se frotó la cara contra las manos de Jamie que aún


presionaban sus mejillas.

—Podría escribir este libro en cualquier lugar, ya te lo dije.


¿Por qué no elegiría escribirlo en una ciudad donde viven mi
hermana y un paramédico sexi? Tenemos mucho que hacer.

El corazón de Jamie se hinchó de repente. Afecto. Lujuria.


Amor. No estaba del todo seguro de lo que sentía. Pero en algún 95
lugar entre todo eso había una cosa que de repente tenía
sentido. Necesidad.

Ellos fueron los dos primeros en llegar. Finn todavía estaba en


la ducha y Max los dejó entrar. Él y Ian se tomaron de la mano.

—Gracias —dijo Ian. Sus palabras eran sinceras.

—De nada —Max dijo en serio.

—¿Cómo están tus manos? —Preguntó Ian. Max les dio la


vuelta para exponer las palmas. Si mirabas lo suficientemente
cerca, era posible ver dos líneas finas de color rosa que corrían
por la piel, pero aparte de eso no había ninguna indicación de lo
que había sucedido.
Finn se unió a ellos. —No, por el amor de Dios, que empiece
el relato heroico de cómo mantuvo el auto en posición vertical
durante cinco minutos. Ya es imposible vivir con él —Ian
estrechó la mano de Finn.

—¿Te has acercado más a descubrir lo que le pasó a Mikey? —


Le pregunto Jamie a su amigo.

—Nada. No vio lo suficiente para hacer un boceto real.


Simplemente describió al hombre como alto ancho y
definitivamente masculino. Mikey dijo que estaba caminando de
vuelta desde las clases y dijo que fue arrastrado hacia los
arbustos. Chico grande, Mikey pequeño. Le encontraremos sea
quien sea.

La voz de Finn era fuerte, con determinación. Jamie no lo


dudó ni por un minuto.

—Hay cerveza en la cocina —dijo Max. Hubo un golpe en la


puerta. Daniel y Luke llegaron trayendo cerveza y refrescos. 96
Jamie suspiro. Se dio cuenta de lo tenso que estaba por ver a
Mitchell y Liam. Lo molestarían, pero más que eso, harían
preguntas. Tal vez no esta noche, pero estar aquí con Ian era
suficiente para que Liam hablara de todo tipo de cosas en las
que Jamie no quería pensar. Agarró la mano de Ian y lo llevó a
la cocina, tomaron una cerveza y luego entraron en la sala
principal. Eligió un sofá e Ian se deslizó a su lado. Muy cerca.

—No estoy seguro de que esperar —medio susurró Ian—.


Todos estos tipos en la misma habitación, todas las parejas, es
algo único. ¿Qué hacéis todos vosotros aquí?

Jamie frunció el ceño. Como si él lo supiera. Nunca había


estado antes. —Intercambiamos patrones de ropa y consejos de
cocina —dijo sin expresión. Los ojos de Ian se abrieron con
fingido horror. Luego se estrecharon.

—Tengo un patrón para un suéter que he estado tejiendo el


mes pasado —dijo.
Ahora fue el turno de Jamie de dejar que sus ojos se
ampliaran. —¿De verdad? —Jamie dijo incrédulo.

—¿No lo hace todo el mundo? —Preguntó Ian, con la inocencia


dibujada en su rostro. Luego sus labios se curvaron en una
sonrisa y se inclinó para besar a Jamie en los labios—. Eres
demasiado fácil —dijo.

Liam y Mitchell llegaron tarde. No mucho después de ellos,


apareció Kieran.

Nueve hombres en un espacio pequeño, todos compartiendo


sillas y regazos y hablando bobadas. Jamie estaba tenso a los
diez minutos. Esperando a que las parejas vagaran solas o
comenzaran con las enormes muestras de afecto. Nada de eso.
Un par de besos. Pero sobre todo había conversaciones y burlas.
Y toda la noche Ian sostuvo su mano.

Perfecto.
97

Se fueron justo antes de la medianoche. Jamie dejo el coche


en la casa de Finn y se fueron con Luke y un muy serio Daniel,
que estaba nervioso por el día siguiente. Luke mantuvo una
conversación distendido con Daniel.

Se detuvieron en casa de Ian, pero tan pronto como entraron


el camino Ian habló.

—¿Puedes llevarnos a los dos a casa de Jamie?

Jamie se volvió para mirar a Ian quien estaba sonriendo


nerviosamente. ¿Era esta noche, la noche?

Daniel asintió, distraído por lo que fuera que estaba en su


cabeza.

Ambos se bajaron dónde Jamie, le desearon buena suerte a


Daniel y vieron como él y Luke desaparecían.
—¿Está haciendo algo bueno? —comentó Ian—. Daniel, quiero
decir, y el resto de vosotros. Este centro podría ser el comienzo
de cosas buenas.

—Sí —estuvo de acuerdo Jamie—. Daniel realmente se está


arriesgando.

—¿Estás de acuerdo con que entre? —Preguntó Ian— ¿Tal vez


debería haber preguntado antes de sugerirlo?

Jamie sonrió. —Estaba pensando en una manera de invitarte.


Sin arruinarlo todo, quiero decir.

—¿Arruinarlo cómo? No es posible que hagas eso

—Por supuesto que sí —dijo Jamie. ¿Cómo podría hacer que


Ian lo entendiera? No era como si deliberadamente se aferrara
al fantasma de Zach o que pensara que su amante muerto
tendría algún efecto en su nueva relación. ¿O lo hacía? ¿No era
Ian como Zach? ¿Siempre deseando ir rápido para enfrentar la 98
vida? Ian decidió quedarse un año sin ofrecerle a Jamie un para
siempre.

—Dime cómo, entonces veré si puedo evitar que pase.

—Créeme, es fácil. Puedo esperar demasiado, dar muy poco,


dejar que el pasado arruine el futuro y todos los otros terribles
clichés que se te ocurran.

Ian inclinó su cabeza considerándolo. —Espero que lleguemos


allí y hagamos el amor. Creo que me darás todo lo que puedas,
y estarás demasiado feliz para concentrarte en el pasado.

Ian dijo todo eso tan suavemente que Jamie tuvo que
tomarse unos segundos para procesarlo. Entonces Jamie negó
con la cabeza.

—¿Cómo haces eso?

—¿Qué?
—¿Decir exactamente lo correcto en el momento perfecto?

Ian extendió una mano y juntos caminaron hacia la puerta


principal de Jamie. —Es un regalo.

99
CAPÍTULO 13

Ian esperó pacientemente mientras Jamie sacaba la llave. Ver


a este hombre con sus amigos esta noche había sido
embriagador y estaba más que excitado ante la idea de estar
con él en la cama. Mientras esperaba que se abriera la puerta,
tuvo un momento para considerar lo que Jamie acababa de
decir. ¿Qué recuerdos tenía Jamie dentro que pudieran
inmiscuirse entre ellos? Ian los había empujado a un lado su
salida inteligente, ¿pero tal vez deberían hablar un poco más
antes de ir más lejos?

Jamie abrió la puerta y los aromas de su casa golpearon a


Ian. Cítricos y Jamie y más de los que sus sentidos podrían
manejar. 100
Realmente deberían hablar. Entonces Jamie cerró la puerta y
lo presionó suavemente contra la pared. De repente, todos los
pensamientos de hablar fueron sacados de la mente de Ian. Se
besaron durante mucho tiempo e Ian estaba listo para suplicar
que lo hicieran en el pasillo, justo ahora, entonces Jamie se
apartó.

—Ducha primero.

Ian estaba totalmente preparado para darse una ducha,


especialmente si eso significaba compartirla con el hermoso
hombre que estaba esperando que él dijera que sí. Jamie tendió
una mano e Ian la tomó de inmediato Se dirigieron a la ducha,
dejando caer la ropa, besándose y riéndose. Ian no había tenido
una experiencia como esta en mucho tiempo, cuando reír y
bromear era parte de conocerse el uno al otro.

Jamie encendió la ducha y tendió una mano antes de atraer a


Ian más cerca. El beso que compartieron presionándose
desnudos fue intenso. Jamie soltó su agarre y enterró sus
manos en el cabello de Ian, inclinando su cabeza para
profundizar el beso. Deseo ardía dentro de Ian. Quería tanto a
Jamie que dolía. Agarró el trasero de Jamie y lo acerco de
manera que estaban increíblemente más cerca y cuando Jamie
empujo de nuevo Ian tuvo su espalda contra la pared, Ian
estaba preocupado de que esto fuera demasiado rápido. Él
realmente era capaz en este momento de perder el control aquí.

El baño comenzó a llenarse de vapor. Ninguno de los dos


habló mientras se movían hacia la amplia área de la ducha. El
agua caía en cascada sobre ellos desde dos grandes cabezales
de ducha. La cascada de agua una constante pared de calor. Las
mamadas en la ducha eran duras en el mejor de los casos, pero
este espacio era demasiado pequeño para hacer mucho más que
besarse. Así que se besaron y se rieron más mientras se
encargaban de lavarse. Jamie se esforzó mucho para asegurarse
de que Ian se sintiera tocado en todas partes. Con simples
movimientos suaves de sus fuertes manos, Ian estaba
101
totalmente perdido en pocos minutos.

—Precioso —murmuró Jamie—. ¿Te lo he dicho alguna vez? —


cogió las pelotas de Ian con una mano y con la otra recorrió la
longitud de Ian en un movimiento lento y constante.

—Jamie… —Ian suspiro—. Necesito moverme. —Sus palabras


fueron suaves pero insistente. Quería más y lo quería ahora. Su
pierna se apretó un poco, pero no lo suficiente como para
detener lo que estaba sucediendo. Dudaba que hubiera muchas
cosas que detuvieran esto ahora.

Un último beso y Jamie alcanzo el mando. El agua se detuvo.


Tan pronto como se abrió la puerta, el aire frio entro y Ian se
estremeció. Cada parte de él estaba sensible al cambio, su piel
hormigueaba y sus pezones se tensaron. Estaba nervioso.

Jamie agarró dos toallas y arrojó una a Ian. Se secaron


rápidamente y luego cayeron en un enredo de miembros y risas
en la cama de Jamie. De la forma en que habían caído, los
labios de Jamie estaban a solo unos centímetros de la polla de
Ian y no dudo en aprovecharse de eso, aunque el cabrón en
realidad no tomó la punta de la erección de Ian en su boca. En
lugar de eso, besó cada centímetro de piel desde el glande
hasta las bolas, hasta recorrer el rastro de pelo que llegaba al
ombligo de Ian. Todos los músculos de Ian gritaban para que
Jamie utilizara su boca en la parte de él que ansiaba ser tocada.

—Por favor… —imploró Ian descaradamente. Haría cualquier


cosa… cualquier cosa… por tener los labios de Jamie sobre él.
Jamie se rio entre dientes y luego con un movimiento suave se
las arregló para que su propia longitud estuviera al alcance de
Ian. Tan pronto como chupó la polla de Ian, este se arqueó con
un grito silencioso. En esta posición, podía mover la almohada y
levantarse un poco para poner sus manos sobre Jamie, que se
había movido para que su trasero estuviera a su alcance.

La polla de Jamie era una belleza. Corta y gruesa, tenía la 102


forma y el peso exactos para caber en las manos de Ian. Trató
de concentrarse en la exploración, pero era difícil cuando Jamie
usaba su lengua y sus dientes y sus manos para arrastrar a Ian
más cerca del borde.

—Quiero esto dentro de mí —gimió Ian—. Estírame para ti.

Jamie no detuvo lo que estaba haciendo con la boca, pero usó


una mano para agarrar el lubricante que había colocado en la
cama, junto con los condones. En cuestión de segundos, estaba
resbaladizo y sus dedos entraban y salía del agujero de Ian. Ian
amaba estar tan lleno, que parecía imposible que pudiera tomar
más. El dolor agudo, la sensación de estar dividido en dos,
entonces Jamie frotó la glándula y la presionó, empujándolo
más alto. Él lo anhelaba. Jamie presionó los dedos dentro de él
e Ian agarró la polla de Jamie fuertemente en respuesta.

—Joder —jadeo—. Más…


Jamie no discutió. Él no se detuvo. Durante mucho tiempo, la
presión que se abrió paso en su interior fue el centro absoluto
del universo de Ian. Cada músculo en él se tensó, estaba al
borde del filo. Jamie hizo un ruido con sus labios cerrados
alrededor de la cabeza. ¿Una protesta por estar sujeto? ¿Una
demanda de más? Ian no sabía. Pero Jamie no se alejaba.
Añadió otro dedo, y Ian quedó atrapado entre empujarse a sí
mismo contra la mano de Jamie o empujar hacia el calor oscuro
de la boca de su amante. Cuando Jamie se movió alentando
gentilmente a Ian para que soltara su pene. Ian oyó un ruido
como de lloriqueo y después de un momento comprendió que
era él quien hacia ese sonido de necesidad.

—¿De espaldas o de frente? —Preguntó Jamie entre cálidos


besos.

Ian supo de inmediato lo que quería. No había mejor


sensación, para la primera vez, que sentir a un amante
presionado contra él como si fueran uno solo. Se puso a cuatro 103
patas y separó las piernas.

—Ahora, Jamie —demandó.

Jamie no esperó. Estaba enfundado y contra el agujero de Ian


tan rápido como pudo. La primera presión fue una punzada, una
quemadura de posesión, e Ian gimió y dejó caer la cabeza sobre
sus brazos cruzados.

—¿Estás bien? —Dijo Jamie con urgencia.

—Empuja —ordenó Ian con voz quebrada.

Jamie se agarró fuerte de las caderas de Ian y se movió un


poco más alto, luego con movimientos suaves y regulares
presionó dentro. Durante unos segundos se detuvo y en el
momento en que Ian iba a pedirle que se moviera, Jamie hizo
exactamente eso. Una vez. Dos veces… La sensación de ser
follado duro contra el colchón fue suficiente para que Ian
viniera.
—Jamie, lo estoy perdiendo. Ayúdame a parar —suplicó.

Jamie parecía estar en la onda. Soltó su agarre de una cadera


y extendió la mano para mantener apretada la base de la polla
de Ian. El agarre fue suficiente para que Ian se relajara y
disfrutara de la sensación que se desarrollaba más lentamente.
Cuando Jamie literalmente lo empujaba hacia adelante con cada
dura follada, Ian arqueaba su espalda y cuando Jamie lo soltó,
el orgasmo de Ian lo atravesó. Solo el agarre de Jamie sobre él
lo mantuvo erguido mientras con algunos empujones finales
Jamie golpeaba desde atrás. Jamie estaba callado, intenso, y
cuando se puso rígido contra Ian, gimió su liberación. De alguna
manera lograron acomodarse después de que Jamie salió y se
quitó el condón. Ian se masajeó la pierna y Jamie retiró su
mano y se hizo cargo del masaje hasta que los músculos
anudados alrededor de la herida comenzaron a relajarse.

—Tú entraras en mí la próxima vez —dijo Jamie—. Y quiero


ver tus ojos cuando te corras. Quiero más de esto… pero quiero 104
sentirte dentro de mí.

—Dios, sí —suspiró Ian.

—Nunca he… —continuó Jamie—. Ni siquiera… no sabía que


podía ser así de intenso, que incluso fuera posible sentir esto…
O que me gustaría… —Dejó de hablar con frases entrecortadas y
entonces cerró los ojos antes de girarse sobre su costado para
acurrucarse contra Ian.

Ian estaba dolorido en el buen sentido. Nunca había estado


con alguien como Jamie. Él había tenido amantes, pero nada
donde hubiera una conexión tan intensa. Se preguntó que tenía
Jamie en la cabeza. ¿Qué quería decir con que nunca había
sentido que fuera posible?

—¿Quién era él? —Pregunto Ian. Jamie suspiro y se acurrucó


aún más en los brazos de Ian. Ian podría acostumbrarse a tener
a Jamie en sus brazos.
—¿Él? Zach. Mi ex. Era un bombero, aproximadamente del
mismo tamaño y constitución que Max, un tipo grande que
necesitaba correr dentro de los incendios cuando le decían que
no lo hiciera. Murió hace un par de años.

—Lo siento por tu pérdida. —dijo Ian. No estaba seguro de


qué más decir. Perder a un ser querido era difícil en el mejor de
los casos, pero para que eso siguiera afectando a Jamie, debían
haber tenido algo sólido.

Jamie yacía en silencio y Ian comenzó a preguntarse si había


traspasado los límites y Jamie estaba enfadado con él. Dudo si
preguntarle a Jamie si estaba bien, pero no necesito hacerlo
cuando Jamie se retorció contra él para inclinarse y besarlo en
los labios. Tan rápido como toco, se retiró.

—No lo lamentes. Sucedió hace mucho tiempo.

—El tiempo cura el dolor, pero siempre tienes los recuerdos.


—ofreció Ian suavemente. 105
—Estoy seguro de que con el tiempo recordarás que lo que
tuviste era bueno. No dudes de ti mismo.

—No. No lo entiendes. Habíamos estado saliendo durante seis


meses, tal vez un poco menos. Estaba listo para la palabra con
A, pero en realidad nunca lo tuve —Jamie se detuvo. Parecía
pensativo e Ian quería besar el ceño fruncido de su frente—.
Zach era el tipo que corría hacia el edificio en llamas, de los
chicos, el que descendía por el túnel o el que sacaba al chico del
coche justo antes de que explotara. Tenía ese aire de
invencibilidad y una necesidad de adrenalina. Era un héroe.

—Como alguien que conozco que salto al otro lado de un


puente en un barranco —ofreció Ian con una sonrisa.

Jamie gimió y apoyó la frente en el pecho de Ian. —Lo sé —


murmuró—. Sé que eso es lo que hacemos, pero él era una
persona distinta a mí, imprudente. Sin razón, a veces. El día
que murió, su jefe le dijo que se contuviera, dijo que el lugar
estaba caliente, pero entro por un paramédico desaparecido que
sabíamos que tenía que estar muerto. El edificio estaba listo
para caer. Él entró corriendo —Jamie suspiró ruidosamente—.
Enloquecí y le seguí. Como un idiota. Había sido aplastado y
estuvo en coma durante dos semanas. Nunca despertó. Murió
con la etiqueta de héroe sobre él porque no podía hacer otra
cosa. ¿Yo? Me quedé etiquetado como el idiota que lo siguió.

—¿Por qué entraste? —Ian sintió curiosidad por escuchar lo


que decía Jamie, a pesar de que ya tenía una buena idea de por
qué.

—Le amaba. No pude no hacerlo —Jamie se movió un poco


para que estar sobre Ian y giró su cabeza para que su mejilla
descansara donde estaba el corazón de Ian.

—Es lo que haces —dijo Ian suavemente—. Es para lo que


estás entrenado.

—Sin embargo, tú no lo estas —ofreció Jamie en un tono 106


tranquilo.

Ian no estaba siguiendo la línea de pensamiento. —No, soy


escritor, no bombero, policía o paramédico.

—Pero todavía te pones en peligro. Ir a zonas de guerra para


escribir tus historias.

Una repentina claridad se apoderó de Ian. Jamie estaba


preocupado de que fuera otro Zach. Un hombre que, solo por el
placer de hacerlo, ponía su vida en peligro. ¿Qué buscaba el
peligro? En silenció, consideró que decir. Esto era importante y
no quería joderlo.

—Estaba escribiendo lo que la gente necesitaba leer. Te dije


que quería concentrarme en las novelas ahora.

—Durante un año —dijo Jamie en voz baja—. Entonces


necesitarás las prisas y la adrenalina, y no seré suficiente. Es
inevitable.
—Una profecía auto-cumplida. Después de solo conocerme
por tres semanas, ¿ya nos diste un gran romance que tiene una
fecha límite?

Jamie hizo un gesto para separarse e Ian supo de inmediato


que había dicho todo mal. Como si no quisiera un gran romance,
como si no tuviera mariposas en el estómago cada vez que veía
a Jamie. ¿Cómo si quisiera irse?

—No tienes que reírte de mí —espetó Jamie. Estuvo a punto


de salir de la cama antes de que Ian lo atrapara y luego lo
inmovilizó contra el colchón. Jamie forcejeó y había
temperamento en sus ojos.

—No me estoy riendo, Jamie. Por favor.

Jamie dejo de luchar y se quedó flojo debajo de Ian. Tenía


una expresión de indiferencia pegada en su rostro.

—No quise decirlo de esa manera. Hemos tenido tres 107


semanas, quiero verte todos los días, quiero saber que estás a
salvo y me gustaría pensar que en un año, cuando se me acabe
el dinero, pueda quedarme en tu casa hasta que escriba algo
que realmente se venda.

Jamie entrecerró los ojos. —¿Qué quieres decir?

—Tengo treinta y tres. Quiero dejar de viajar. Estoy cansado.


Estoy buscando algo diferente en mi vida. Familia, estar cerca
de Abby, enamorarme. Si casi morir te enseña algo es que
necesitas concentrarte en lo que deseas para el resto de la vida
que has recibido. Como tú. Te quiero.

—Me estoy enamorando de ti —Jamie susurró en respuesta—.


Tengo miedo, creo.

—Yo también. Tres semanas y no puedo imaginar la vida sin


ti.
—¿Estamos angustiados como chicas? —dijo Jamie
inexpresivo.

—Sip, se ve de ese modo. Es posible que tengamos que


entregar nuestras insignias de hombre.

Jamie soltó una carcajada. —De la forma en que lo veo, tienes


que mudarte aquí, tenemos que tener relaciones sexuales al
menos dos veces por noche, o por día si estoy en el turno de
noche, tenemos que poner un escritorio en la habitación libre y
debes escribir una novela superventas para que puedas
mantenerme feliz.

Ian robó un beso rápido. —Solo hay un problema con todo ese
escenario —dijo serio—. No estamos teniendo sexo, estamos
haciendo el amor. Aunque, tengo una pregunta para ti. Mañana,
¿tienes turno?

—No, ¿por qué? —Jamie se arqueó debajo de él, tan duro


como si no hubiera tenido el mejor sexo de la vida de Ian—. 108
¿Quieres hacerlo de nuevo y levantarnos tarde?

—Por mucho que me guste esa idea, ¿mencioné que tengo


treinta y tres años y estoy completamente agotado? Pensé en ir
a ver a la hermana de Jim y visitar el lugar donde fue enterrado
o incinerado, ¿sí quieres llevarme?

—Anciano… Soy todo tuyo.


CAPÍTULO 14

Ian llamo en la puerta roja. El patio delantero estaba limpio y


la casa una de muchas similares en esta carretera. Oyó que
alguien contestaba desde dentro y dio un paso atrás para no
estar en la cara de nadie cuando se abriera la puerta. Parte de
él quería huir. Correr tan rápido como pudiera para no tener que
encontrarse con la hermana del hombre que había visto morir.

Miró hacia donde Jamie estaba sentado en el coche. Jamie


hizo las cosas más fáciles, diciendo que estaría esperando
cuando Ian terminara. Demonios, incluso se había ofrecido a
venir con Ian, pero Ian se había levantado y dijo que estaba
bien para hablar solo con la familia de Jim.
109
Cuando la puerta finalmente se abrió, Ian tuvo que ajustar su
línea de visión hacia abajo. Una niña pequeña, tal vez de cinco o
así, lo miraba. Ella esperó expectante.

Ian tragó saliva. —Hola, cariño, ¿está tu mamá en casa?

—¿Qué te dije sobre abrir la puerta? —Mamá estaba muy


cerca. Ella recogió al niño y miró a Ian—. No compramos nada
—espetó.

Ian levanto sus manos. —No soy un vendedor. Estoy


buscando a Olivia Young, la hermana de James Garson.

La mujer miró más allá de Ian y luego de nuevo a su cara.

—Soy Olivia Young —dijo con cuidado.

Ian extendió su mano. —Ian Grant —se presentó. Olivia dio


un paso atrás con la boca abierta—. Lamento molestarte, pero
quería hablar contigo, si eso está bien, o al menos averiguar
dónde está Jim ahora, para poder presentarle mis respetos.
Puedo volver otro día si esto no es conveniente. Sé que es
repentino, pero estaba en la zona. —Dejó de hablar cuando se
dio cuenta de que estaba divagando y ella lo estaba mirando
como si tuviera dos cabezas.

Frunciendo el ceño, ella estrecho su mirada y entonces tomó


una decisión. —Adelante —dijo ella. Soltó a su hija, que de
inmediato corrió a la casa. Ian entró. Solo saber que Jamie
estaría esperándole después fue suficiente para que Ian
cuadrara sus hombros y terminara con esto.

Se sentó en la pequeña barra de desayuno de la cocina y se


preparó para explicar cómo habían transcurrido los últimos días
de la vida de su hermano, desde el momento en que unas
semanas atrás, Jim había contactado con Ian, hasta llegar a ese
único disparo. Sabía que tenía que pasar por todo de nuevo cara
a cara con los policías. Tenían su informe escrito, pero tenía que
firmarlo. Ella tenía que saberlo.
110
—Las flores que enviaste eran hermosas. Gracias —dijo ella—.
Coloqué una de las rosas en la Biblia de la familia.

—De nada —dijo Ian. Se movió incómodo sobre el taburete,


sabía que tenía que ser franco con lo que quería decir—. Lo
siento, no fui al funeral. Estaba en el hospital. —Y me estaba
escondiendo.

—¿Te sientes mejor ahora? La policía dijo que hubo algún tipo
de accidente de coche. —Se había dirigido a la encimera y había
traído algunas galletas y dos cafés al mostrador.

—Estaba pensando, ¿querrías que te contara lo que sé,


extraoficialmente, para ayudarte con…? —¿Con qué? Debería ser
capaz de pensar una oración sobre el duelo, era un escritor.

—¿Cierre? —Dijo en voz baja—. Sí, por favor. Jim era un buen
hombre y no entiendo porque estaría en casa con esa persona,
y por qué murió. —Su voz se entrecorto y sus ojos brillaron con
lágrimas no derramadas.
—Jim era un amigo de la universidad y estuvimos juntos
durante un semestre. No nos mantuvimos en contacto mucho,
pero intercambiamos algún que otro correo electrónico cada vez
que se hablaba de una reunión. Me llamó para decirme que
estaba preocupado por el trabajo y que revisara algunos
documentos y le diera mi opinión. Realmente creo que imaginó
que no era nada, pero pude ver a partir del trabajo que había
hecho que este era un caso serio. Acordamos llamar a la policía.
La corrupción de alto nivel en las grandes corporaciones es un
lugar peligroso en el que inmiscuirse. La cosa es que Jim había
llamado a un contacto y apareció. No sabíamos que era el hijo
de uno de los miembros de la junta. Él estaba drogado y
armado. Jim murió muy rápido. Él no sufrió…

Una sola lágrima rodó por la cara de Olivia. Se metió su


cabello oscuro detrás de una oreja y suspiro, emocionada.

—Gracias por hacérmelo saber. Yo estoy… —Ella dejó de


hablar e inclinó la cabeza. La puerta de atrás se abrió y un 111
hombre alto y delgado entró con la niña en sus brazos.

—¿Olivia? —Preguntó, preocupado. Lanzó una mirada a Ian e


Ian inmediatamente se levantó y extendió su mano.

—Ian Grant, un amigo de Jim.

El hombre asintió y extendió su mano libre. —Adam Young —


dijo mientras la sacudía con firmeza. Él colocó a su hija en el
suelo—. Ve a jugar, Annie —Annie se alejó.

—No me quedaré —dijo Ian suavemente—. Solo quería decirle


a Olivia sobre su hermano. ¿Y para saber dónde podría
presentar mis respetos?

—Crematorio de Aston Hill —respondió Adam. Sacó a su


esposa del taburete y la abrazó. Los dos hombres
intercambiaron una mirada por encima de su cabeza—. No hay
nada allí todavía, pero se colocará una placa en el jardín de
rosas en las próximas semanas. ¿Tenemos tu número?
Ian sacó el pedazo de papel que había preparado con la
esperanza de que la familia de Jim lo quisiera. La dirección de
su hermana y su número de teléfonos estaban apoyados entre
ellos en el mostrador. —Si alguna vez quieres hablar…

Salió y estaba de vuelta en el coche al lado de Jamie antes de


poder ordenar sus pensamientos. Probablemente por eso dijo lo
único que se prometió a si mismo que no diría.

—No les dije que fue culpa mía —soltó. Jamie se giró en su
asiento—. ¿Por qué dijiste que no eras un policía y entonces el
hombre, que de cualquier modo estaba drogado, sacó un arma
y disparó a uno de los hombres frente a él?

—Sí, no… no lo sé —espetó Ian—. Todo lo que sé es que la


última persona en hablar fui yo, y algo de lo que dije lo hizo
matar a Jim.

—Él podría haberte matado en su lugar —Jamie hizo sonar


todo tan simple. Pero no lo era, realmente no. 112
—Jim no merecía morir —señaló Ian. Nadie merecía que le
dispararan en la cabeza y lo mataran en una fracción de
segundo.

Jamie frunció el ceño. —¿Y tú?

—No. Si. Joder. No —Ian cruzó sus brazos sobre el pecho.


Odiaba que Jamie hiciera que fuera incapaz de aclarar sus
pensamientos.

Jamie tocó el volante. —¿A dónde tenemos que ir ahora?

Ian recordó el nombre del tanatorio y lo introdujo en el


sistema de navegación. Tan pronto como las instrucciones
estuvieron listas, Jamie se alejó y salió al tráfico. Ellos estaban a
cinco kilómetros de donde estaba Jim. No más de diez minutos,
incluso con tráfico. Eso no era lo suficientemente lejos como
para pensar en por qué iba a ir al lugar. Cuando llegaron, Jamie
aparcó en un área pequeña cerca de un gran jardín amurallado.
La autopista no estaba lejos, pero tan pronto como estuvieron
detrás de la pared, todo lo que pudieron oír fue el ruido de una
cortadora de césped utilizada en las amplias zonas verdes. Paz.
Ian miró el área y luego siguió las indicaciones hacia la pequeña
capilla con Jamie detrás.

Se sentaron en el fresco interior por un tiempo. Jamie no dijo


nada. Extendió su mano, la cual Ian tomó agradecido. Ian no
era una persona religiosa, pero la capilla se sentía como un
lugar seguro para pensar en lo que había sucedido.

Después de media hora de mirar flores, leer tarjetas y


presentar sus respetos, dejaron una donación en la puerta en
una caja marcada como caridad y regresaron al coche.

—¿A casa? —Preguntó Jamie.

—Tú sitio —Ian respondió.

—Sí. A casa. 113

—¿Te das cuenta de que este es nuestro tercer viernes


consecutivo? —Ian ajustó su control sobre dos contenedores
Tupperware cortesía de Ellery Diner—. Significa que hemos
estado juntos oficialmente durante tres semanas.

—Uh, uh —Jamie sonaba distraído e Ian se inclinó sobre el


mostrador para ver que estaba haciendo su novio.

—Y Daniel dijo que puede tratar de alentar al chico del centro


para que venga con él esta noche. Travis o algo así.

—Uh, uh.

—Pero está preocupado porque Travis sea un SEAL de la


Armada y, probablemente, acabé degollándonos a todos con un
cuchillo. O matándonos con un toque de su dedo meñique.
—Uh, uh.

—Y Jason y Kieran dijeron que harían un espectáculo sexual


en vivo para nosotros.

—¿Qué? —Jamie finalmente se volvió para mirar a Ian con


una expresión de desconcierto en su rosto.

—¿Entonces reaccionas ante un espectáculo sexual en vivo,


pero no a un SEAL con un cuchillo y un dedo asesino? —Ian
pegó una expresión de dolor en su rostro.

—¿Has visto a Kieran y Jason? Son calientes —Jamie usó sus


dedos para hacer comillas en el aire cuando dijo calientes e Ian
entrecerró los ojos.

—Voy a fingir que no dijiste eso.

Jamie besó el puchero que Ian sabía que estaba haciendo,


que inmediatamente se desintegró con el calor sacándolo de la
sesión de –preparación- que estaba haciendo a la lasaña de los 114
contenedores. Cuando se separaron, Ian respiraba pesadamente
y con una erección incómoda presionando contra su cremallera,
Jamie estaba sonriendo como un tonto—. Bromeaba —dijo con
una sonrisa.

—¿Por qué estabas sobre tus manos y rodillas? No es que no


apreciara la visión de tu culo en el aire así.

Con un bufido, la cara de Jamie cayó. —No puedo hacer que


el maldito horno se caliente.

Ian frunció el ceño y luego siguió el cable desde la parte


posterior del horno hasta la pared. Con una sonrisa se fue al
enchufe, que había sido retirado parcialmente. Apretó el
enchufe firmemente y el horno comenzó a funcionar. Jamie
suspiró y paso sus manos por la cintura de Ian. —¿Esta noche
es un buen momento para decir que me encanta que finalmente
te hayas mudado? —Preguntó.
Ian inclinó su cabeza hacia atrás y se giró en los brazos de
Jamie. Enterró sus manos en el cabello de Jamie y lo atrajo para
que le diera más besos.

—Siempre es un buen momento —dijo en voz baja. No podía


estar más feliz de estar aquí con Jamie, escribir y conocer a los
hombres de Ellery.

—¿Es un buen momento para decir que te amo? —Jamie


añadió.

El corazón de Ian se saltó un latido. No se lo habían dicho el


uno al otro todavía. No realmente. Buscó en los ojos verdes de
Jamie por la broma, pero no vio nada más que sinceridad.

—También te amo —dijo Ian finalmente. Las palabras se


sintieron importantes, definitivas y quedaron suspendidas en el
aire que les rodeaba. Alguien golpeó la puerta y Jamie sonrió
suavemente. Sus amigos estaban aquí. Tenían cosas de qué
hablar. Finn tenía noticias sobre el caso de Mikey, y tal vez una 115
pista. Daniel tenía que ponerles a todos al corriente sobre el
nuevo tipo, Travis Baranski, que estaba en su segunda semana
en la casa después de los retrasos para llegar. Jason dijo que
tenía información sobre una nueva película posiblemente
centrada en Ellery y sus alrededores si podía arreglarlo. Y había
cerveza.

—¿Quieres abrir la puerta? —Preguntó Ian.

—¿Tengo que hacerlo? —Jamie se presionó cerca de Ian.


Ambos estaban duros.

—¿Podemos hacer que esperen fuera durante diez minutos?


—Ian dijo pensativamente.

—Me gustaría que fueran dos horas al menos —respondió


Jamie con otro beso.

Ian se perdió en el sabor de Jamie y solo se separaron cuando


Daniel gritó a través de la puerta y llamó de nuevo.
—Subiros los pantalones, chicos, esta cerveza no se va a
beber sola.

Ian se rio. —Mejor déjalos entrar. ¿Pase por lluvia?

Jamie asintió. —Pase por lluvia.

116
Agradecimientos
al staff de

117

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