Sei sulla pagina 1di 4

LA AGENCIA INDÍGENA Y LA EMERGENCIA DE LAS NACIONES

LATINOAMERICANAS: ECUADOR, COLOMBIA Y BOLIVIA.


A mediados del siglo XIX e inicios del XX, las emergentes naciones latinoamericanas se debatían
en la búsqueda constante por modernizarse y establecer un estado liberal con prácticas capitalistas
de mercado. No obstante, diversos factores sociales, económicos, culturales y políticos les
obligaron a continuar, voluntaria e involuntariamente, con lógicas del antiguo régimen
monárquico. Por tanto, este momento debe leerse como un proceso complejo y de largo alcance
en el que se intentó ordenar las nuevas repúblicas utilizando lógicas coloniales y del liberalismo
ilustrado.
Uno de los elementos claves para entender este fenómeno es la población indígena y su relación
con las reformas que los gobiernos implementaron en relación a la tributación y la tenencia de
tierras. Estos temas definieron no solo la posición y función social de los indígenas, sino también
sus estrategias de resistencia que, en muchos casos, replantearon los proyectos de nación
pretendidos por las élites gobernantes.
En general dichos proyectos amenazaron la autonomía y lógicas comunitarias de los indígenas a
través de políticas que diluyeron la noción corporativa de propiedad, sustituyeron sus autoridades
y los integraron a “los emergentes mercados capitalistas como peones de hacienda, trabajadores
asalariados, pequeños productores, comerciantes y consumidores de mercancías, o pequeños
agricultores”.1
El tributo indígena fue uno de los principales sistemas de recaudación de impuestos durante la
colonia; en general representó un gran ingreso a las arcas fiscales. En las nuevas repúblicas estuvo
vigente, en la mayoría de casos, hasta mediados del siglo XIX, porque pasó a “ser una fuente a
duras penas importante de las rentas estatales”.2 No obstante, se mantuvo el espíritu del tributo
indígena ya que varios países incorporaron impuestos similares3.
Los cambios en la noción de la tenencia tierras estuvo ligado al tributo, pues su abolición: “retiró
la base jurídica de la posesión colectiva de la tierra, lo cual a su vez perturbó una frágil red de
relaciones comunales internas, entre ellas la autoridad semi autónoma de los jefes comunales y
los ‘intelectuales campesinos’ que tradicionalmente habían ejercido el control sobre la vida
política y ritual interna de la comunidad, y mediado entre su propio pueblo y el Estado”.4
Larson plantea que la abolición del tributo trajo otro cambio sustancial entre el antiguo y nuevo
régimen: “el fin formal del sistema de castas”.5 Así, las nuevas naciones buscaron otras formas
de ordenamiento social que transformaron el status legal de los indígenas: “abruptamente en unos
cuantos años, de comunario (denominados de distintos modos en distintos lugares) libre (y que
pagaba tributo) a colonos serviles”.6 No obstante, este cambio no significó mejora alguna en la
posición social o calidad de vida de la población indígena.
Frente a estas reformas del Estado los indígenas desarrollaron varias dinámicas de resistencia y
subsistencia. Las estrategias para defender la comunidad se enmarcaron en el campo de lo
simbólico- discursivo, judicial, político e insurgente; recurrieron a la memoria de las rebeliones

1
Brooke Larson, Indígenas, élites y estado en la formación de las repúblicas andinas, 1850-1910 (Lima:
Pontificia Universidad Católica del Perú; Instituto de Estudios Peruano, 2002), 31.
2
Larson, 31.
3
El Perú encabezó esto en 1854, seguido por Ecuador en 1857, y Bolivia en 1874” (13)
4
Larson, Indígenas, élites y estado en la formación de las repúblicas andinas, 1850-1910, 19.
5
Larson, 19.
6
Ibíd.

1
que realizaron durante el antiguo régimen, a su condición de indios, incluso a la conformación de
movimientos indígenas militarizados para exigir sus derechos y el reconocimiento colectivo.
En el caso colombiano estos elementos se expresan en la relación de las élites gobernantes con
los indígenas y afro descendientes, bajo una retórica racial plagada por nociones evolutivas y
positivistas. Con base en esta perspectiva se trazó la idea de que eran razas salvajes, incivilizadas,
ociosas, opuestas al mercado, indiferentes al confort material, etc.; se justificaron varios proyectos
para su civilización e integración a través de blanqueamientos genéticos (colonización de tierras
por europeos y mestizaje), leyes agrarias -para intervenir los resguardos indígenas y promover las
tierras productivas- y políticas para transformarlos en obreros y consumidores de mercancías.7
Existe un énfasis en estas prácticas porque durante el período comprendido entre mitad del siglo
XIX e inicios de XX, el desarrollo de un mercado nacional, pero sobre todo internacional de
exportación, fue una de las principales preocupaciones tanto para los gobiernos liberales como
conservadores. En este sentido, el discurso racial posicionó a los indígenas y afro descendientes
como los culpables del poco progreso y desarrollo de la nación. Además que el proyecto de
consolidación estatal contempló “una idea de nación basada en la homogenización lingüística,
cultural y racial [a partir de] una nueva y purificada población blanca”.8
En este contexto, la población indígena en el territorio colombiano fue una minoría (Larson
sugiere que apenas representó el 16%)9 y se ubicó en zonas específicas del norte y sur del país;
cada una con su propia dinámica debido a sus condiciones de posibilidad. Las comunidades
indígenas del norte fueron asimiladas fácilmente. Los pueblos chibchas, “sintieron las presiones
de la pobreza y dislocación en forma no menos intensa después de 1870, pero su […] historia de
erosión comunal, campesinización e integración en los mercados locales y regionales […]
impidieron el surgimiento de respuestas étnicas insurgentes”.10 De igual forma las poblaciones
ubicadas en las zonas de Cundinamarca, Boyacá y Antioquia fueron integradas por las
plantaciones de café, y las que se encontraban alrededor de Bogotá por pastizales de ganado y
cultivos de cereales, frutas y vegetales.
Por su parte, las poblaciones del sur, ubicadas principalmente en Popayán y Pasto, presentaron
una mayor agencia pues mantuvieron los cabildos y caudillos indígenas con los cuales
desarrollaron prácticas propias de administración del territorio y estrategias de negociación con
el Estado y los partidos políticos. La participación de estos pueblos en las guerras de
independencia y civiles posicionó a jefes militares indígenas pacon sus propias milicias, que en
diversas ocasiones, protegieron y reclamaron las tierras de los resguardos. No obstante, estas
dinámicas produjeron diversas tensiones y conflictos entre ellos, así como la manipulación de las
élites para sus luchas y el desvanecimiento de las lógicas comunitarias.
El caso ecuatoriano, a diferencia del colombiano, está marcado por una mayor cantidad de
población indígena (Larson incluso ofrece datos que se fluctúan entre el 50% de la población11);
su la influencia del monarquismo en muchos políticos; y el uso de prácticas y lógicas coloniales
modificadas, con las cuales pretendió establecer un Estado moderno y liberal.
El gobierno conservador de Gabriel García Moreno encarna en muchas de sus políticas esta
dinámica. Su corte autoritario y centralizado emuló el absolutismo monárquico europeo. Su pacto
con la Iglesia católica, para que se convierta en la institución que encause moralmente y eduque

7
Larson, Indígenas, élites y estado en la formación de las repúblicas andinas, 1850-1910.
8
Larson, 56.
9
Larson, Indígenas, élites y estado en la formación de las repúblicas andinas, 1850-1910.
10
Larson, 60.
11
Larson, Indígenas, élites y estado en la formación de las repúblicas andinas, 1850-1910.

2
a la sociedad, sobre todo a los indígenas, restituyó el poder de esta institución tal como en la etapa
colonial.
Sin embargo, donde más se observa esta pervivencia de las lógicas coloniales fue en la
continuidad del tributo indígena, en el sistema de haciendas y en la construcción de obras públicas.
El tributo, que luego pasaría a denominarse “contribución persona de indígenas”, estuvo vigente
hasta 1857. No obstante, si bien se realizaba este cobro, los indígenas no podían reclamar su
“derecho legal a la posesión corporativa de la tierra o a los cacicazgos hereditarios”12 Larson,
explica que la supresión de este pago indígena se dio, no solo por su baja representatividad en las
arcas fiscales frente al auge cacaotero, sino también por temor a las represalias indígenas.
El sistema de haciendas preservó la dinámica del paternalismo terrateniente, los obrajes y
conciertos mediante un sinnúmero de estrategias de enganche y retención para apropiarse de la
mano de obra indígena; es así que el huasipungaje se mantuvo hasta 1964, cuando se dictó su
abolición a través de la ley de reforma agraria.
La construcción del ferrocarril y de varias carreteras, utilizando la mano de obra indígena, emuló
las relaciones del sistema de mitas. Para la realización de estas obras el gobierno reclutó a
personas directamente de sus comunidades y durante sus labores las sometió a condiciones
infrahumanas. Estás prácticas debelan la lejanía de las políticas garcianas con el trabajo libre y
contractual que promulgó el liberalismo económico.
Estas lógicas tuvieron un fuerte impacto en los indígenas que se encuentran fuera y dentro de las
haciendas, porque los obligó a migrar hacia ciudades como Quito o Riobamba, o a las plantaciones
cacaoteras en la región costera. Estos desplazamientos rompieron la cohesión de las comunidades
y catalizaron los procesos de mestizaje. De igual manera se quiebran las lógicas de autoridad
indígena; por ejemplo, en el caso de Otavalo, los caciques son cooptados por el Estado para que
funjan como intermediarios que canalicen y efectivicen las disposiciones gubernamentales.13
En este contexto, al igual que en el caso colombiano, el Estado construyó una imagen disfórica
de los indígenas, caracterizándolos como borrachos, sucios, hediondos, un obstáculo para el
progreso. En contraposición, muy al estilo colonial, se posicionó la raza blanca como la llamada
a construir la nación.
Frente a estas reformas violentas contra la población indígena, Larson demarca su agencia en el
ámbito de lo simbólico, en sus formas de resistencia expresadas a través de sus fiestas que
conjugaban “catolicismo y paganismo”. La fiesta de San Juan en Otavalo, es un claro ejemplo de
cómo estas fiestas, congregaban a la población indígena para reafirmar su identidad étnica.
Finalmente, el caso de la emergencia del estado boliviano, mucho más cercano al ecuatoriano que
al colombiano, se debatió entre un sinnúmero de intentos fallidos por establecer un Estado liberal.
Las estructuras coloniales fueron difíciles de reemplazar, principalmente aquellas ligadas a la
población indígena, debido a su superioridad numérica. En este sentido, la mayoría de proyectos
políticos se encaminaron civilizar a la población indígena a través de la educación, el comercio
de tierras y la producción agraria.
No obstante, la resistencia indígena planteó varias estrategias entre las que figuran: “la
construcción o la ruptura de alianzas multi- étnicas, la participación en la política partidaria, la
forja de pactos de patronazgo y el tejido de redes de solidaridad en torno a [los] caciques”.14 Entre

12
Larson, 74.
13
Larson, Indígenas, élites y estado en la formación de las repúblicas andinas, 1850-1910.
14
Larson, 149.

3
estas prácticas llama la atención la coalición con el Partido Liberal y la magnitud de sus protestas,
mucho mayor a las de Colombia y Ecuador.
En conclusión, es difícil definir en esta etapa si los estados eran coloniales o liberales, porque en
su proceso de construcción y transición, del antiguo al nuevo régimen, se valieron de ambas
lógicas para organizar el gobierno, el territorio y la población. En este sentido, la relación entre
Estado e indígenas va a ser tensa por las reformas gubernamentales que buscaron integrar a la
fuerza a esta población, vista de antemano, como inferior; y por la agencia que los indígenas
presentaron a través de sus acciones y estrategias de oposición, resistencia y subsistencia a la
expansión de la nueva nación moderna.

David Arcentales
Maestría de Investigación en Historia
Universidad Simón Bolívar.

Bibliografía
Larson, Brooke. Indígenas, élites y estado en la formación de las repúblicas andinas, 1850-
1910. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú; Instituto de Estudios Peruano,
2002.

Potrebbero piacerti anche