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Ensayo ¿Cómo "pensar" al ser humano?

En la diversidad de aspectos que la contemplación filosófica ha querido abarcar, se puede


observar una tendencia a establecer dualidades. Se ha filosofado acerca de lo ideal y lo material, lo
concreto y lo abstracto, el alma y el cuerpo, el bien y el mal, etc. Cuando los filósofos evitan
establecer estas dualidades de manera “concreta”, como lo hacen al filosofar acerca de Dios, el
carácter dual se traslada al acto de afirmar o negar.

Quizá la dualidad más presente en la contemplación filosófica es la de la verdad absoluta vs. la


verdad relativa. Tratando de aterrizar esta reflexión en el tema que nos ocupa, podemos decir que
la visión de Platón supedita al hombre a la existencia de una verdad absoluta, ideal, perfecta, que
rige nuestra alma y dirige nuestra vida material dándole una aspiración elevada y virtuosa. Por su
parte, Aristóteles contempla al hombre desde un relativismo que da unidad a su ser, no sólo en sí
mismo, sino también en su entorno social, integrándose la esencia material con la esencia ideal.

Estas dos concepciones tienen sus antecedentes en las ideas presocráticas desarrolladas por
pitagóricos, órficos, atomistas, eleatas, entre otros. Pero fueron estos dos filósofos quienes
supieron conformar su propia doctrina, bellamente desarrollada y fundamentada, cada uno en su
estilo y forma, de las antiguas reflexiones clásicas. Así pues, estas dos doctrinas, en su profundidad
y perfección, fueron punto de partida del pensamiento filosófico desde la temprana Edad Media
hasta prácticamente nuestros días.

El desarrollo de las ideas platónicas terminó por fundamentar el dogma cristiano. Anna Arendt
hace agudas observaciones sobre la manera en que la contemplación clásica del mundo ideal se
transformó en la aspiración y deseo del paraíso, el estado “contemplativo” del espíritu se
transformó en estado de “oración”. En general, el estado de acción filosófica se convirtió en
privilegio de quienes deciden consagrar su vida al estado meditativo a través de Dios.

Este mismo desarrollo llevó a las ideas de Aristóteles a abanderar la concepción “materialista”,
que niega la existencia del mundo ideal, y acepta y abraza el vacío dejado por éste, como algo
natural. A moldear esta perspectiva contribuyeron filósofos como Kant, quien a través de la idea
de la libertad como parte importante de la conformación de la realidad, define al hombre como un
ser con voluntad. También Descartes contribuyó a delinear el ser definiéndolo como el que piensa,
incluyendo en este pensar nuestras percepciones, nuestros deseos y nuestra voluntad, como
funciones racionales.

De esta concepción del hombre como ser racional habrá un buen número de objeciones, que van
de la simple contemplación de la acción humana, en donde la racionalidad es a veces
imperceptible, hasta la observación de la naturaleza, en donde encontramos muestras de
comportamiento y acción racional que ponen en duda la idea del razonamiento como patrimonio
exclusivo del ser humano.

En este punto de la reflexión, se hace necesario ponderar la sabiduría del propio Descartes al
definir al hombre como un ser que duda, que es capaz de cuestionar su percepción sensorial, que
es incluso capaz de negarla en virtud mantener una actitud honesta en cuanto al reconocimiento
de sus limitaciones y la búsqueda de la verdad.

Hoy en día, la dualidad entre el mundo ideal y el material subsiste, pero en un sentido que quizá
podríamos de calificar como más prosaico, dotado de cierta contundencia un tanto salvaje y
bastante irreflexiva por ambas partes. El cientificismo, hijo predilecto del positivismo y
descendiente del materialismo, se ha posicionado como el referente de la sociedad actual, en base
al cual se rige en estructura, instituciones e ideas (o falta de éstas). El mundo ideal se ha confinado
a la religión, el cual no puede participar del cientificismo casi por definición. Pero este mundo ideal
– religioso, se ha mostrado como algo inherente y necesario para el ser humano, como individuo y
como sociedad, por lo que subsiste, aunque despojado casi totalmente de su facultad reflexiva y
contemplativa, y constituyendo una fe casi como el contrario del razonamiento.

Sin embargo, en este punto de desarrollo tecnológico, somos conscientes de la posibilidad de que
eventualmente se pueda crear una inteligencia (y conciencia) artificial. ¿Qué consecuencias traerá
esto en la manera en que nos percibimos y pensamos? Puede ser que más que un refuerzo de la
tendencia cientificista, sea una prueba de la concepción de la conciencia (y del alma) como algo
separado de la materia, de nuestra carne y huesos. La conciencia existiría más allá del cuerpo
humano, y si bien se manifiesta a través de otro tipo de materia, esta materia cambiará en su
estructura, conformación molecular, química y biológica, pero la conciencia seguirá siendo
conciencia, a pesar de estos cambios.

Así pues, quizá el futuro a corto y mediano plazo no nos deje otra alternativa que seguir
explorando esta dualidad, que una y otra vez aparece en nuestra contemplación del universo, y
quizá sea la verdadera definición del ser humano.

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