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¡Gran combustible para el transporte de personas!

:
palparse los bolsillos.

Respecto a la migración:
¿Hay algún factor decisivo para la libertad de asentamiento salvo el
poder económico?

Muchas personas no avisadas, acuciadas por el estado de necesidad,


se quejan de la avenida a sus estados, de quienes de modo ilegal
arriban a estas tierras. Dicen que les quitan el trabajo, que les hacen
competencia.

La verdad es que para ser blanco o europeo, para nacer en un


continente rico, no hay nada más que nacer, y esto ni se elige, ni se es
responsable de ello, por motivos existenciales obvios.

Nadie hace ningún mérito para ser de una nacionalidad determinada,


salvo quien la adquiere.

En este sentido, el esfuerzo o el deseo están del lado de la persona


adquirente de nacionalidad.

Pero incluso quien logra adquirir la nacionalidad, y aún conseguida,


antes y después, suele sufrir discriminación por muchísimas razones.
Entre ellas están, indudablemente, las de tipo racial, étnico y cultural.

En general, todos tendemos a nombrarnos como no racistas. El discurso


suele significar solamente que toleramos el cruce inevitable con el
diferente, sin ejercer una violencia expresa y física, siempre que no
haya ningún motivo para ello.

Pero la pregunta sería: ¿Tiene usted amigos de diferentes


nacionalidades, da usted habitualmente la mano tanto a personas de
otras razas u otras culturas, como a quienes se acercan a usted en la
vía pública o en los transportes solicitándole ayuda, a veces pidiéndole
un poco de comida, unas monedas para salir del paso?

¿Suele hablar con estas personas distendidamente, como hablaría con


un vecino conocido?

¿Recuerda con el corazón a vecinos o conocidos de otras


nacionalidades, razas, etnias, culturas, sus nombres; conoce detalles
familiares, les pregunta por su estado de salud, por sus hijos o
hermanas, que están aún lejos del territorio que ahora pisan ustedes
dos?

¿Trata a estas personas con especial conmiseración, intenta ayudarles


en todo momento y lugar, sintiendo que pasan dificultades, que no son
capaces de solucionarlo, de tal forma que necesitan de nosotros y no
pueden decidir, resolver sus vidas?

¿Hasta dónde llega, en este caso, nuestra posición de superioridad


sobre ellos, la creencia de que son como niños, de infantilizarles,
ninguneándolos, pues desentonan por sus diferencias lingüísticas o
culturales?

¿Sabemos que no son incapaces, que hay barreras que debemos


romper y derribar, y sobre todo permitir y facilitar su autonomía, su
gestión propia, su voz, su acción?

¿Conoce usted la ley de extranjería, las leyes y normas que regulan la


estancia irregular en su estado y en Europa, y las dificultades y otros
detalles por los que pasan estos seres humanos, como por ejemplo: que
un refugiado no tiene derecho a trabajar, pues no tiene un papel que se
le da permiso expreso para ello.

Esto les ocurre a muchos extranjeros pobres ilegales, que tienen que
pasar años de rellenar instancias, bajar la cabeza y pasar todos los aros
habidos y por haber, porque si no, se quedan fuera del sistema de
asistencia.

Aún cumpliendo con las exigencias de las administraciones -unas


ofertas que no podrán rechazar-, muy pronto les arrojan a la calle.

No es fácil demostrar con documentos circunstancias vitales. Si tu


gobierno o tu estado de origen, no te quieren, incluso a veces no
quieren ni siquiera que sigas vivo,. evidentemente convencer a otro
estado que tampoco desea acogerte, es como ser apátrida.

Si no conocemos estos y otros detalles: que tienen que salir por la


mañana de los refugios, vagar por las calles hasta la noche; retirarse a
una hora fija; que solo reciben un bocadillo al comienzo del día y otro
por la noche, y que ese es único alimento para algunos.

¿Le interesan a usted estas y otras cosas?

¿Está de acuerdo en que el miedo proviene casi siempre del


desconocimiento?

¿Qué hace personalmente por resolver la ignorancia propia y las


carencias ajenas?

¿Pertenece a grupos mixtos o no, de activismo, de apoyo, trabajando


por una acogida digna?

Usted sabe que hay niños que son amigos desde la cuna y los brazos
de los padres, que cuando ya caminan y han jugado tantas horas, se
han reído y abrazado, se han rebozado por la tierra, y han comido y
bebido juntos tantas veces, y un día alguien mayor les hace notar que
uno de ellos: "...No sé si se ha dado cuenta el interpelado, pero el niño
con el que suele jugar, lo lamento pero hay que aclararle a este chico
que es pequeño y que aún no sabe… Sí, que su amiguito es negro, por
si no se ha dado cuenta, y aunque no seamos racistas es necesario ser
conscientes de estas diferencias decisivas, importantes, que marcan un
saber estar y una estabilidad, orgullo de clase, en nuestra sociedad".

Cuando a este niño le sueltan estas frases, pues se siente descolocado


y no termina de encajarlas. Supongo que mira a su amigo, y no sabe
qué decir. Se agolpan y duelen las palabras atravesadas en su garganta
inflamada por los cristales rotos.

Claro: su amiguito, está alucinado también, pero suponemos que a él ya


se lo han escupido más de una vez, solo que ahora lo hacen ante un ser
del que le separan, y que es su gran amigo.

Quizá algún día se pregunten por las razones de que hablamos al


principio. Escribirán al comienzo de un escrito el título que encabeza
este, que ahora termina con la palabra final.

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