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LA NATURALEZA DE CRISTO – CITAS

DE EGW
http://rolandogigliotti.com.ar/la-naturaleza-de-cristo-citas-de-egw/
Si llegamos a ser participantes de la naturaleza divina podemos ser puros, santos e
inmaculados. La Deidad no se hizo humana, ni lo humano se hizo divino por la unión de
estas dos naturalezas. Cristo no poseía la misma deslealtad pecaminosa, corrupta y caída
que nosotros poseemos, pues entonces él no podría haber sido una ofrenda perfecta
(Manuscrito 94, 1893). 3 MS 147.
Cristo hizo un sacrificio infinito. Dio su propia vida por nosotros. Tomó sobre su alma divina
el resultado de la transgresión de la ley de Dios. Puso a un lado su corona real, y accedió
a descender escalón tras escalón hasta el nivel de la humanidad caída. 3 MS 143.

Trataré de responder a esta importante pregunta: 146 Como Dios que era, no podía ser
tentado; pero como hombre, podía serlo y con mucha fuerza, y podía ceder a las
tentaciones. Su naturaleza humana pasó por la misma prueba por la cual pasaron Adán y
Eva. Su naturaleza [de Cristo] humana era creada; ni aun poseía las facultades de los
ángeles. Era humana, idéntica a la nuestra. Estaba pasando por el terreno donde Adán
cayó. El estaba en el lugar donde, si resistía la prueba en favor de la raza caída, redimiría
en nuestra propia humanidad la caída y el fracaso desgraciados de Adán. 3 MS 146,7.

El tenía un cuerpo humano y una mente humana. El era hueso de nuestro hueso y carne
de nuestra carne. Estuvo sujeto a la pobreza desde el mismo momento en que entró en el
mundo. Estuvo bajo los chascos y las pruebas en su propio hogar, entre sus hermanos. No
estaba rodeado, como en las cortes celestiales, de caracteres puros y hermosos. Estuvo
rodeado de dificultades. Vino a nuestro mundo a mantener un carácter puro e impecable, y
a refutar la mentira de Satanás de que no era posible que los seres humanos guardaran la
ley de Dios. Cristo vino a vivir la ley en su carácter humano, exactamente de la misma
manera en que todos pueden cumplirla en la naturaleza humana si hacen lo que Cristo
hizo. El había inspirado a los hombres santos de la antigüedad a escribir para beneficio del
hombre: «¿O forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz; sí, haga paz conmigo» (Isa.
27:5). 3 MS 146,7.

Sobre la cruz Cristo conoció, como ningún otro, el terrible poder de las tentaciones de
Satanás, y su corazón se derramó en piedad y perdón por el ladrón moribundo que había
sido entrampado por el enemigo (The Youth’s Instructor, 26 de octubre de 1899). El
corazón de Cristo fue atravesado por un dolor mucho más agudo que el que le causaron
los clavos que atravesaron sus manos y pies. Estaba soportando los pecados de todo el
mundo, sufriendo el castigo que nos correspondía, la ira de Dios contra la transgresión. Su
prueba implicaba la terrible tentación de pensar que había sido olvidado por Dios. Su alma
se vio torturada por 149 la presión de las grandes tinieblas, por el temor de ser desviado
de su rectitud durante la prueba terrible. 3 MS 148,9.

Si no hay una posibilidad de ceder, la tentación no es tentación. La tentación se resiste


cuando el hombre se ve poderosamente persuadido a cometer la acción errónea; y,
sabiendo que él puede cometerla, resiste por la fe, aferrándose firmemente al poder divino.
Esta fue la prueba por la cual Cristo pasó (The Youth’s Instructor, 20 de julio de 1899). 3
MS 149.

El amor y la justicia de Dios, y también la inmutabilidad de su ley, se manifiestan por la


vida del Salvador no menos que por su muerte. El asumió la naturaleza humana con sus
debilidades, con todos sus riesgos, con sus tentaciones… Fue «tentado en todo según
nuestra semejanza» (Heb. 4:15). No ejerció en su propio beneficio ningún poder que el
hombre no pueda ejercer. Como hombre hizo frente a la tentación, y venció con la fuerza
que Dios le dio. Nos da un ejemplo de perfecta obediencia. El ha hecho posible que
podamos llegar a ser participantes de la naturaleza divina; nos asegura que podemos
vencer como él venció. Su vida testificó de que en base a la ayuda del mismo poder divino
que Cristo recibió, es posible que el hombre obedezca la ley de Dios (Manuscrito 141,
1901). 3 MS 149.

Cristo era el único que podía sobrellevar las aflicciones de toda la familia humana. «En
toda angustia de ellos él fue angustiado». Nunca soportó [por sus pecados] la enfermedad
en su propia carne, pero cargó las enfermedades de los demás. Cuando la humanidad
sufriente lo cercaba, Aquel que se hallaba con la salud de una perfecta virilidad, era como
uno que sufría con ellos. . .Cristo desarrolló un carácter perfecto en su vida sobre la tierra;
rindió una obediencia perfecta a los mandamientos de su Padre. Al venir al mundo en
forma humana, al hacerse súbdito de la ley, al revelar a los hombres que él llevaría sus
enfermedades, sus dolores, su culpa, no se hizo pecador. Delante de los fariseos podía
decir: «¿Quién de vosotros me convence de pecado?» Ni una mancha de pecado se
hallaba en él. Apareció ante el mundo como el impecable Cordero de Dios (The Youth’s
Instructor, 29 de diciembre de 1898). 3 MS 150.

Cristo, el Redentor del mundo, no estaba situado en 151 un lugar en que las influencias
que lo rodeaban fueran las mejor calculadas para preservar una vida de pureza y de
moralidad incorrupta, y sin embargo no fue contaminado. No se vio libre de la tentación.
Satanás se esforzó y perseveró en sus intentos de engañar y vencer, por medio de sus
ardides, al Hijo de Dios.
Cristo es el único que ha caminado en la tierra sobre el cual no descansó ninguna mancha
de pecado. Era puro, sin mancha, impecable. El hecho de que hubiera alguien sin la
contaminación del pecado sobre la tierra, perturbaba grandemente al autor del pecado, y
éste no ahorró medios para vencer a Cristo con su poder engañoso. Pero nuestro Salvador
dependía de su Padre celestial para recibir sabiduría y fuerza para resistir y vencer al
tentador. El Espíritu de su Padre celestial animaba y regulaba su vida. Era impecable. La
virtud y la pureza caracterizaron su vida (The Youth’s Instructor, febrero de 1873). 3 MS
151.
Aunque no tenía ninguna mancha de pecado en su carácter, condescendió en relacionar
nuestra naturaleza humana caída con su divinidad. Al tomar sobre sí mismo la humanidad,
honró a la humanidad. Al tomar nuestra naturaleza caída, mostró lo que ésta podría llegar
a ser si aceptaba la amplia provisión que él había hecho para ello y llegaba a ser
participante de la naturaleza divina (Carta 83, 1896). 3 MS 151.

La obediencia de Cristo no ha de ser puesta a un lado como si fuera algo completamente


diferente de la obediencia que él requiere de nosotros individualmente. Cristo nos ha
mostrado que es posible que toda la humanidad obedezca las leyes de Dios… 3 MS 153.

El Hijo de Dios se colocó en lugar del pecador, y caminó por el mismo terreno en donde
Adán pecó; y soportó la tentación en el desierto, que era cien veces más fuerte de lo que
alguna vez tendría que soportar la raza humana. Jesús resistió las tentaciones de Satanás
de la misma manera en que cualquier alma tentada puede resistir, remitiéndolo al registro
inspirado, y diciendo: «Escrito está».
3 MS 154.
No necesitamos colocar la obediencia de Cristo en una categoría especial, como si fuera
algo a lo cual él estuviera peculiarmente adaptado por su naturaleza divina particular,
porque él se presentó delante de Dios como representante del hombre y fue tentado como
el sustituto y la garantía del ser humano. Si Cristo hubiera tenido poder especial que el
hombre no tiene el privilegio de poseer, Satanás se hubiera valido de este argumento. La
obra de Cristo refutaría las afirmaciones de Satanás de que él dominaba al hombre, y el
Señor podía hacer esto solamente de la manera en que lo hizo: como hombre, 158 tentado
como hombre, prestando la obediencia de un hombre…
Tened en cuenta que la victoria y la obediencia de Cristo es la de un verdadero ser
humano. En nuestras conclusiones cometemos muchos errores debido a nuestras
opiniones equivocadas acerca de la naturaleza humana de nuestro Señor. Cuando
nosotros le damos a su naturaleza humana un poder que es imposible que el hombre
tenga en sus conflictos con Satanás, destruimos el carácter completo de su humanidad. El
da a todos los que lo reciben por la fe, su gracia y su poder que les atribuye. La obediencia
de Cristo a su Padre era [y es] la misma obediencia que se requería del hombre.
El hombre no puede vencer las tentaciones de Satanás sin que el poder divino se combine
con su capacidad. Tal ocurría también con Cristo Jesús: él podía echar mano del poder
divino. El no vino a nuestro mundo para prestar obediencia como un dios menor a otro
mayor, sino como un hombre que debía obedecer la santa ley de Dios. Y de esta manera
él es nuestro ejemplo. 3 MS 157,8.
El Señor Jesús vino a nuestro mundo, no para revelar lo que Dios podía hacer sino lo que
el hombre podía alcanzar por medio de la fe en el poder de Dios, ayudándolo en toda
emergencia. Por medio de la fe, el hombre sería participante de la naturaleza divina, para
vencer la tentación a la cual se veía enfrentado. El Señor demanda ahora que todo hijo e
hija de Adán, por la fe en Jesucristo, le sirva en la naturaleza humana que tenemos ahora.
3 MS 158.

Cristo, el segundo Adán, vino en semejanza de carne de pecado. En favor del hombre se
sujetó al dolor, al cansancio, al hambre, a la sed. Estaba sujeto a la tentación, pero no se
rindió al pecado. Ninguna mancha de pecado estaba sobre él. Declaró: «He guardado los
mandamientos de mi Padre [en mi vida terrenal]» (Juan 15:10). El tenía poder infinito
solamente porque era perfectamente obediente a la voluntad de su Padre. El segundo
Adán soportó la prueba y la tentación para llegar a ser el dueño de toda la humanidad
(Manuscrito 99, 1903). 3 MS 162.

Caída parece que se refiere a la condición del hombre después del pecado y pecaminoso
se refiere a la mancha del pecado. RAQ. Leer lo siguiente:

«Era posible para Adán, antes de la caída, conservar un carácter justo por la obediencia a
la ley de Dios. Mas no lo hizo, y por causa de su caída tenemos una naturaleza
pecaminosa y no podemos hacernos justos a nosotros mismos (si Jesús hubiera tenido
naturaleza pecaminosa no podría haber sido justo de ninguna manera en sí mismo, RAQ).
Puesto que somos pecadores y malos, no podemos obedecer perfectamente una ley
santa. No tenemos por nosotros mismos justicia con que cumplir lo que la ley de Dios
demanda. Mas Cristo nos ha preparado una vía de escape. Vivió sobre la tierra en medio
de pruebas y tentaciones tales como las que nosotros tenemos que arrostrar. Sin
embargo, su vida fue impecable. Murió por nosotros y ahora ofrece quitarnos nuestros
pecados y vestirnos de su justicia. Si os entregáis a él y lo aceptáis como vuestro
Salvador, por pecaminosa que haya sido vuestra vida, seréis contados entre los justos por
consideración a el. El carácter de Cristo toma el lugar del vuestro, y vosotros sois
aceptados por Dios como si no hubierais pecado.» CC 62.
Estas palabras de confirmación fueron dadas para inspirar 87 fe a aquellos que
presenciaban la escena, y fortalecer al Salvador para su misión. A pesar de que los
pecados de un mundo culpable pesaban sobre Cristo, a pesar de la humillación que
implicaba el tomar sobre sí nuestra naturaleza caída, La voz del cielo lo declaró Hijo del
Eterno. DTG 87.
Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de
Abraham. Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos. Heb. 2:16-17.
La naturaleza humana del Hijo de María, ¿fue cambiada en la naturaleza divina del Hijo de
Dios? No. Las dos naturalezas se mezclaron misteriosamente en una sola persona: el
hombre Cristo Jesús. En él moraba toda la plenitud de la Deidad corporalmente. Cuando
Cristo fue crucificado, su naturaleza humana fue la que murió. La Deidad no disminuyó ni
murió; esto habría sido imposible. Cristo, el inmaculado, salvará a cada hijo e hija de Adán
que acepte la salvación que se le ofrece, que consienta en convertirse en hijo o hija de
Dios. Salvador ha comprado a la raza caída con su propia sangre.
Este es un gran misterio, un misterio que no será comprendido plena y completamente, en
toda su grandeza, hasta que los redimidos sean trasladados. Entonces se comprenderán
el poder, la grandeza y la eficacia de la dádiva de Dios para el hombre. Pero el enemigo ha
decidido que esta dádiva sea oscurecida hasta el punto de quedar reducida a nada.-
Comentario bíblico adventista, t. 5, pág. 1088.
Tendremos que enfrentarnos con sentimientos falsos. Nunca, nunca nos podremos dar el
lujo de colocar nuestra confianza en la grandeza humana, como algunos lo han hecho, ni
de confiar en los hombres, como los ángeles del cielo confiaron en el rebelde Lucifer, para
perder al fin el sentido de la presencia de Cristo y Dios.
¿Quién puede encontrar la perfección de Dios al buscarla? Los Evangelios presentan el
carácter de Cristo como algo infinitamente perfecto. Quisiera poder hablar de esto de tal
manera que el mundo entero escuchara los objetivos que tuvieron la misión y la obra de
Cristo…
«Escudriñad las Escrituras -dijo Cristo-; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la
vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí». Los sufrimientos del Redentor, la
humildad de su carácter divino-humano, no se pueden comprender, y por lo tanto sus
virtudes no son practicadas. Los tesoros del conocimiento que se puede obtener de Dios
son inagotables.
Los seres humanos mejor dotados de la tierra podrían encontrar abundante ocupación -
desde ahora hasta el día del juicio- para todas las facultades que Dios les ha dado, sólo en
exaltar el carácter de Cristo. Pero ni aun así lograrían presentarlo como realmente es. Los
misterios de la redención, incluyendo el carácter divino-humano de Cristo, su encarnación,
su expiación por el pecado, podrían ocupar las plumas y las facultades mentales más
elevadas de los hombres más sabios, desde ahora hasta el día cuando Cristo sea revelado
en las nubes de los cielos con poder y grande gloria. Pero aunque estas personas trataran
con todas sus fuerzas de representar a Cristo y su obra, dicha representación quedaría
muy lejos de la realidad. . .
El tema de la redención ocupará las mentes y las lenguas de los redimidos durante las
edades eternas. La imagen de la gloria de Dios brillará para siempre en el rostro del
Salvador.-Carta 280, 1904. EGW, Exaltad a Jesús, 71.
En la redención, Dios reveló su amor por medio de un sacrificio, un sacrificio tan amplio,
tan profundo y tan alto, que es inconmensurable. «Porque de tal manera amó Dios al
mundo, que ha dado a su Hijo unigénito . . . «Cuando el pecado de Adán hundió a la raza
en la miseria y la desesperación, Dios podría haberse separado de los caídos. Podría
haberlos tratado como merecen que se trate a los pecadores. Podría haber enviado a sus
ángeles para que derramaran sobre nuestro mundo las copas de su ira. Podría haber
hecho desaparecer esta oscura mancha del universo. Pero no lo hizo. En lugar de echarlos
de su presencia, se acercó más a la raza caída. Dio a su Hijo para que llegara a ser hueso
de nuestro hueso y carne de nuestra carne. «Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó
entre nosotros . . .lleno de gracia y de verdad». Cristo, mediante su relación con los seres
humanos, puso al hombre más cerca de Dios todavía. Revistió su naturaleza divina con el
manto de la humanidad, y demostró ante el universo celestial, ante los mundos no caídos,
cuánto ama Dios a los hijos de los hombres. Hijos e hijas de Dios, 13.

Esta verdad ha sido para muchos una causa de duda e incredulidad. Cuando Cristo vino al
mundo como Hijo de Dios e Hijo del hombre no fue comprendido por la gente de su
tiempo. Cristo se rebajó hasta revestirse de la naturaleza humana, a fin de alcanzar a la
especie caída y elevarla. 2 JT 344.

«Cristo reúne en su persona la perfección y santidad de la divinidad y la perfección y


santidad dé su humanidad sin pecado. El tuvo que afrontar las mismas tentaciones por las
cuales Adán fue reprobado, y las venció porque su humanidad se apoyaba en el poder
divino. Los cristianos de hoy se fijan ideales demasiado bajos. Se contentan con una
experiencia espiritual muy superficial, y por lo tanto sólo perciben la luz en forma difusa,
cuando podrían discernir con tanta más exactitud la maravillosa perfección de la
humanidad de Cristo. La vida de Cristo es una manifestación de lo que la humanidad caída
podría llegar a ser mediante una comunión más estrecha con la naturaleza divina. . . .
«Los hombres y mujeres inventan toda clase de excusas por su propensión al pecado.
Hacen del pecado una necesidad, algo que no se puede vencer. Pero el pecado no es una
necesidad. Cristo estuvo en este mundo desde su infancia hasta la madurez, y en ese
tiempo afrontó y venció todas las tentaciones que asedian al hombre. Es un modelo
perfecto para la niñez, juventud, y madurez.» -MS 17 1911. La fe por la cual vivo, 1 de
agosto, 222.
Hay sólo un poder que puede sustraer los corazones de los hombres al imperio del mal: El
poder de Dios en Cristo Jesús. Sólo por la sangre del Crucificado podemos purificamos.
Sólo su gracia puede hacernos capaces de resistir las tendencias de una naturaleza caída
y subyugarlas. Maranata, 132.

La condición en que el pecado nos ha colocado es antinatural y el poder que nos restaure
debe ser sobrenatural, o no tendrá valor alguno. No hay poder que pueda quebrantar el
yugo del mal y libertar de él los corazones de los hombres, sino el poder de Dios en
Jesucristo. Sólo mediante la sangre del Crucificado hay purificación del pecado. Sólo la
gracia de Cristo puede habilitarnos para resistir y dominar las inclinaciones de nuestra
naturaleza caída.-MC 335 (traducción revisada) La maravillosa gracia, 105.

La impecable naturaleza humana de Cristo


Al tomar sobre sí la naturaleza del hombre en su condición caída, Cristo no participó de su
pecado en lo más mínimo. Estuvo sujeto a las flaquezas y debilidades que rodean al
hombre, «para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó
nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias» (Mat. 8: 17). Fue conmovido por el
sentimiento de nuestras debilidades y fue en todo tentado a nuestra semejanza. Y, sin
embargo, no conoció pecado. Fue el Cordero «sin mancha y sin contaminación» (1 Ped. 1:
19). Si Satanás hubiera logrado con su tentación que Cristo pecara en lo mínimo, 300
habría herido la cabeza del Salvador. Tal como sucedieron las cosas, sólo le pudo herir el
talón. Si hubiera sido tocada la cabeza de Cristo, habría perecido la esperanza de la raza
humana. La ira divina habría descendido sobre Cristo así como descendió sobre Adán.
Hubieran quedado sin esperanza Cristo y la iglesia.
No debemos tener dudas en cuanto a la perfección impecable de la naturaleza humana de
Cristo. Nuestra fe debe ser inteligente; debemos mirar a Jesús con perfecta confianza, con
fe plena y entera en el Sacrificio expiatorio. Esto es esencial para que el alma no sea
rodeada de tinieblas. Este santo Sustituto puede salvar hasta lo último, pues presentó ante
el expectante universo una humildad perfecta y completa en su carácter humano, y una
perfecta obediencia a todos los requerimientos de Dios. El poder divino es colocado sobre
el hombre para que pueda llegar a ser participante de la naturaleza divina, habiendo
escapado de la corrupción que está en el mundo por la concupiscencia. Por esto el
hombre, arrepentido y creyente, puede ser hecho justicia de Dios en Cristo. 1 MS 301.
Aunque no tenía ninguna mancha de pecado en su carácter, condescendió en relacionar
nuestra naturaleza humana caída con su divinidad. Al tomar sobre sí mismo la humanidad,
honró a la humanidad. Al tomar nuestra naturaleza caída, mostró lo que ésta podría llegar
a ser si aceptaba la amplia provisión que él había hecho para ello y llegaba a ser
participante de la naturaleza divina (Carta 83, 1896).

Pensad en la humillación de Cristo. Tomó sobre sí la naturaleza caída y doliente del


hombre, degradada y contaminada por el pecado. Tomó nuestros dolores, llevó nuestro
pesar y nuestra vergüenza. Soportó todas las tentaciones con las que es acosado el
hombre. Unió la humanidad con la divinidad; un espíritu divino moraba el un templo de
carne. Se unió a sí mismo con el templo. «Aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre
nosotros», porque al hacer eso podía relacionarse con los pecaminosos y dolientes hijos e
hijas de Adán (YI 20-12-1900).

Cristo ocupó el lugar de Adán en el desierto de la tentación, para soportar la prueba en


que éste fracasó. Entonces Cristo venció en lugar del pecador, cuatro mil años después de
que Adán dio la espalda a la luz de su hogar. La familia humana, separada de la presencia
de Dios, se había apartado más y más, generación tras generación, de la pureza original,
de la sabiduría y el conocimiento que Adán poseía en el Edén. Cristo llevó los pecados y
las debilidades de la raza humana en la condición en que ésta se encontraba cuando él
vino a la tierra para socorrer al hombre. En favor de la raza humana y con las debilidades
del hombre caído sobre sí, debía resistir las tentaciones de Satanás en todos los puntos en
los cuales sería atacado el hombre. . . ¡En qué contraste se halla el segundo Adán cuando
entra en el sombrío desierto para hacer frente a Satanás sin ayuda alguna! La raza
humana había ido disminuyendo en estatura y vigor físico desde la caída, y hundiéndose
más y más en la balanza del valor moral, hasta el momento en que Cristo vino a la tierra. Y
Cristo debía llegar hasta donde estaba el hombre caído, para levantarlo. Tomó la
naturaleza humana y llevó las debilidades y la degeneración de la raza. El que no conoció
pecado se convirtió en pecado por nosotros. Se humilló hasta las mayores profundidades
de la miseria humana a fin de poder estar calificado para llegar hasta el hombre y elevarlo
de la degradación en que lo había sumido el pecado (RH 28-7-1874).

Los hombres están emparentados con el primer Adán, y por lo tanto no reciben de él sino
culpa y sentencia de muerte; pero Cristo entra en el terreno donde cayó Adán, y pasa
sobre ese terreno soportando todas las pruebas en lugar del hombre. Al salir sin mancha
de la prueba, redimió el vergonzoso fracaso y la oprobiosa caída de Adán. Esto coloca al
hombre en una condición ventajosa ante Dios; lo coloca donde, mediante la aceptación de
Cristo como su Salvador, llega a ser participante de la naturaleza divina. Así llega a
relacionarse con Dios y Cristo (Carta 68, 1899).

A Adán y a Eva se les dio la oportunidad de volver a su fidelidad, y en ese misericordioso


plan estaba incluida toda su posteridad. Cristo se convirtió después de la caída en el
instructor de Adán. Actuaba frente a la humanidad en lugar de Dios, salvando al linaje
humano de la muerte inmediata. Asumió la obra de mediador entre Dios y el hombre.
Cuando el tiempo se cumpliera sería revelado en forma humana. Debía ocupar su puesto
a la cabeza de la humanidad tomando la naturaleza del hombre, pero no su
pecaminosidad (ST 29-5-1901).

El contraste entre los dos Adanes


Cuando Adán fue atacado por el tentador en el Edén, no tenía la mancha del pecado
(tampoco Jesús, RAQ). Estaba en todo el vigor de su perfección ante Dios. Todos los
órganos y facultades de su ser estaban desarrollados por igual y equilibrados
armoniosamente (así podía detectar el pecado y no tuvo excusa, RAQ).
Cristo ocupó el lugar de Adán en el desierto de la tentación, para soportar la prueba en
que éste fracasó. Entonces Cristo venció en lugar del pecador, cuatro mil años después de
que Adán dio la espalda a la luz de su hogar. La familia humana, separada de la presencia
de Dios, se había apartado más y más, generación tras generación, de la pureza original,
de la sabiduría y el conocimiento que Adán poseía en el Edén. Cristo llevó los peca dos y
las debilidades de la raza humana en la condición en que ésta se encontraba cuando él
vino a la tierra para socorrer al hombre. En favor de la raza humana y con las debilidades
del hombre caído sobre sí, debía resistir las tentaciones de Satanás en todos los puntos en
los cuales sería atacado el hombre…
¡En qué contraste se halla el segundo Adán cuando entra en el sombrío desierto para
hacer frente a Satanás sin ayuda alguna! La raza humana había ido disminuyendo en
estatura y vigor físico desde la caída, y hundiéndose más y más en la balanza del valor
moral, hasta el momento en que Cristo vino a la tierra. Y Cristo debía llegar hasta donde
estaba el hombre caído, para levantarlo. Tomó la naturaleza humana y llevó las
debilidades y la degeneración de la raza. El que no conoció pecado se convirtió en pecado
por nosotros. Se humilló hasta las mayores profundidades de la miseria humana a fin de
poder estar calificado para llegar hasta el hombre y elevarlo de la degradación en que lo
había sumido el pecado (RH 28-7-1874).
Al tomar sobre sí la naturaleza humana en su condición caída, Cristo no participó en lo
más mínimo en su pecado. Estuvo sometido a las debilidades y flaquezas por las cuales
está rodeado el hombre «para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo:
El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias». El se compadeció de
nuestras debilidades, en todo fue tentado como lo somos nosotros, «pero sin pecado». El
fue el cordero «sin mancha y sin contaminación». Si Satanás pudiese haber tentado a
Cristo para que pecara en lo más mínimo, hubiera herido la cabeza del Salvador. Pero
como sucedió, sólo pudo herir su talón. Si la cabeza de Cristo hubiera sido herida, habría
perecido la esperanza de la raza humana. La ira divina habría descendido sobre Cristo
como descendió sobre Adán. Cristo y la iglesia habrían quedado sin esperanza. . No
debiéramos albergar dudas en cuanto a la perfecta impecabilidad de la naturaleza de
Cristo. Nuestra fe debe ser una fe inteligente que mire a Jesús con perfecta confianza, con
fe plena y completa en el sacrificio expiatorio (ST 9-6-1898).

Mensajes Selectos Tomo 1


https://m.egwwritings.org/es/book/1777.1655

La impecable naturaleza humana de Cristo


Al tomar sobre sí la naturaleza del hombre en su condición caída, Cristo no participó de su pecado en
lo más mínimo. Estuvo sujeto a las flaquezas y debilidades que rodean al hombre, “para que se cumpliese
lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras
dolencias”. Mateo 8:17. Fue conmovido por el sentimiento de nuestras debilidades y fue en todo tentado a
nuestra semejanza. Y, sin embargo, no conoció pecado. Fue el Cordero “sin mancha y sin
contaminación”. 1 Pedro 1:19. Si Satanás hubiera logrado con su tentación que Cristo pecara en lo
mínimo, habría herido la cabeza del Salvador. Tal como sucedieron las cosas, sólo le pudo herir el talón.
Si hubiera sido tocada la cabeza de Cristo, habría perecido la esperanza de la raza humana. La ira divina
habría descendido sobre Cristo así como descendió sobre Adán. Hubieran quedado sin esperanza Cristo
y la iglesia. 1MS 299.3
No debemos tener dudas en cuanto a la perfección impecable de la naturaleza humana de Cristo.
Nuestra fe debe ser inteligente; debemos mirar a Jesús con perfecta confianza, con fe plena y entera en
el Sacrificio expiatorio. Esto es esencial para que el alma no sea rodeada de tinieblas. Este santo
Sustituto puede salvar hasta lo último, pues presentó ante el expectante universo una humildad perfecta y
completa en su carácter humano, y una perfecta obediencia a todos los requerimientos de Dios. El poder
divino es colocado sobre el hombre para que pueda llegar a ser participante de la naturaleza divina,
habiendo escapado de la corrupción que está en el mundo por la concupiscencia. Por esto el hombre,
arrepentido y creyente, puede ser hecho justicia de Dios en Cristo.

La naturaleza humana de Cristo, una re-


evaluación
Dennis Priebe

http://www.libros1888.com/NCR_reDPriebe.htm
Hay ciertos temas de los que simplemente se prefiere no hablar. Por más
apropiados que sean para el diálogo, se los evita escrupulosamente. A menudo
se nos intenta hacer creer que en realidad no son asuntos importantes, que es
indiferente el pensar de una u otra forma al respecto. Durante los últimos 25
años la naturaleza humana de Cristo ha venido siendo uno de esos temas.
¿Cuántos predicadores están dispuestos a hablar públicamente de ella? Sin
embargo, por extraño que parezca, ese tema ha seguido estando presente en
nuestras publicaciones. En la revista Ministry encontramos un reciente
ejemplo:

Antiguos temas recurrentes

"Si bien las discusiones, tensiones y divisiones que suscita fatigan sobremanera
al alma adventista, es cierto que hay aspectos de ese diálogo que son fascinantes
y llenos de significado [el motivo es la estrecha relación que guarda con los
grandes temas del conflicto de los siglos y el plan de la salvación]. La
publicación de dos artículos en esta revista ha suscitado cuestiones y las va a
suscitar inevitablemente entre algunos de nuestros lectores.

En primer lugar está el estudio doctrinal de Roy Naden: ‘The Nature of Christ:
Four Measures of a Mystery' [La naturaleza de Cristo: cuatro dimensiones de
un misterio]. A continuación el importante artículo de Woodrow Whidden
sobre el tema, informando y comentando la nueva publicación del
libro Questions on Doctrine.

En razón de esos dos artículos, nos pareció que sería esclarecedor e interesante
incluir un artículo explicativo... que Ministry publicó por primera vez hace 33
años en su número de octubre de 1970.

Aunque desde 1970 han posado diluvios de agua bajo el puente teológico de
nuestra Iglesia, en Ministry seguimos sintiéndonos básicamente de acuerdo con
las posiciones defendidas en los temas tratados por los tres ensayistas en dicho
artículo...

Está claro que Jesús nació y vino a esta tierra en circunstancias absolutamente
singulares, diferentes de las nuestras, y por lo tanto, recibió una naturaleza única
en su clase... Su naturaleza es y fue completamente impecable" (Ministry,
agosto 2003, p. 4. [Comentarios entre corchetes insertado por el autor del
presente artículo]).

Por toda evidencia, los redactores consideraron que el asunto de la naturaleza


humana de Cristo tenía la importancia suficiente como para dedicarle diversos
artículos, con el expreso propósito de demostrar que la naturaleza de Cristo era
sustancialmente distinta a la nuestra.
Tres asuntos básicos

La siguientes declaraciones están tomadas del artículo de Roy Naden (Ministry,


junio 2003, p. 8-11).

"A diferencia de nosotros en nuestro estado pecaminoso, Jesús no tuvo la más


mínima inclinación o deseo hacia el pecado". El primer punto consiste en que
Cristo no tuvo la más mínima inclinación al egoísmo, orgullo, impaciencia,
duda, desánimo, o a evitar las pruebas.

"Había aceptado nuestra humanidad con las limitaciones físicas que habían
impuesto miles de años de desintegración pecaminosa, pero tomó la naturaleza
humana sin heredar de ninguna forma la pecaminosidad del ser humano.
¡Misterio!" El segundo punto consiste en que Cristo tuvo una herencia humana
parcial, dado que no heredó inclinaciones pecaminosas. "Heredó nuestra
naturaleza humana, pero no la pecaminosidad de esta herencia humana
extremadamente pecaminosa. ¡Misterio!"

Eric Webster dio soporte a ese punto de vista en una carta al director (Ministry,
octubre 2004, p. 30).

"En referencia al nacimiento de Set, E. White escribe: ‘Set... no heredó de la


naturaleza de Adán más bondad natural que Caín. Nació en pecado’ (Signs of
the Times, 20 febrero 1879)... Si Cristo hubiera poseído una naturaleza
pecaminosa tal como Set, habría necesitado un Salvador". El tercer punto
consiste en la asunción de que la naturaleza pecaminosa es pecado, y está en
necesidad de la gracia perdonadora.

"¿Fue Cristo como Adán antes de la caída, o como Adán después de ella? Yo
diría que ambas cosas. Fue como Adán antes de la caída en su impecabilidad,
pureza y santidad de mente y carácter. Fue como Adán después de la caída en
las fragilidades, flaquezas y debilidades de la carne. Tal como dice Naden:
‘Jesús fue afectado, pero no infectado por el pecado’". Se insiste una vez más
en que Jesús aceptó una herencia parcial de la raza humana.

Las siguientes declaraciones han sido extraídas de un "Supplement to The


Ministry" (octubre 1970, vuelto a publicar en agosto del 2003).

"La posteridad de Adán ha llegado siempre a este mundo heredando una


naturaleza caída, pecaminosa, propensiones al mal, y aparte del Salvador,
condenación a la muerte eterna" (p. 7). Tiene cierto interés que en nuestra
declaración oficial de creencia nº 7 no se haga mención alguna a una
condenación automática. "Sus descendientes comparten esta naturaleza caída y
sus consecuencias. Nacen con debilidades y tendencias al mal" (Ministry, junio
2003, p. 8).

En el suplemento de Ministry leemos que "Cristo no heredó en su nacimiento


la naturaleza caída que hereda la posteridad de Adán... Si Cristo hubiera
heredado la naturaleza malvada que deriva de la caída de Adán, también él
habría nacido en pecado, bajo condenación, y por lo tanto en necesidad de un
Salvador para él mismo... No tenía en su naturaleza aquello que lo predispondría
a pecar. No poseía las pasiones ni los deseos interiores que nosotros estamos
obligados a subyugar diariamente por la gracia de Dios".

Los que forman el pueblo de Dios están limitados por "su incapacidad para
igualar de forma positiva la infinita perfección de Cristo, debido a que su
naturaleza, facultades, poderes mental y moral o capacidades son todavía
imperfectas y permanecen así hasta la segunda venida de Jesús... Por tanto
tiempo como retengamos esas imperfectas facultades, por tanto tiempo como
nuestros poderes sean inferiores y nuestras naturalezas humanas de base
muestren resultados tan evidentes de la caída, no podemos pretender estar libres
de pecado.

[Jesús] no heredó el tipo de naturaleza que nosotros heredamos al nacer. De


haber sido así, habría sido el tipo de naturaleza que... ha de ser la posesión del
pueblo de Dios en ocasión de la segunda venida". Es evidente la insistencia en
que Cristo no heredó una naturaleza humana normal, sino que recibió una
naturaleza especial, creada específicamente para él y distinta a la nuestra.

"No es posible para ellos [los seres humanos] el alcanzar en esta vida la perfecta
igualdad con la naturaleza humana de Cristo, debido a que poseen –hasta la
segunda venida- facultades, poderes y capacidades que son el resultado de la
caída del hombre en el pecado" (p. 7-16).

"La Palabra de Dios no permite enseñar a partir de los usos bíblicos de esa
palabra (perfección), que sea posible para el hombre inherentemente
pecaminoso alcanzar la perfección última caracterizada por la ausencia de
pecado aquí en la tierra, y la propia naturaleza del hombre niega esa
posibilidad". El cuarto punto consiste en la afirmación de que nunca podremos
estar libres de pecado mientras poseamos una naturaleza caída.

"La salvación por la gracia y los méritos de la expiación de Cristo siguen


estando disponibles para los santos una vez que se haya terminado el tiempo de
prueba". La gracia salvadora está "disponible en todo tiempo en la vida cristiana
hasta el día de la venida de nuestro Señor... Los pecadores son las únicas
personas a quines va dirigida la gracia salvadora... No hay evidencia alguna en
la Escritura o el Espíritu de Profecía que indique el más mínimo cambio en la
salvación por la gracia ministrada diariamente a los santos". Necesitamos
comprender "la doctrina bíblica de la salvación por la gracia más allá del final
del tiempo de gracia... Si están bajo la gracia es porque no están aún libres de
pecado" (p. 18-22). Si seremos siempre pecadores y nunca estaremos libres de
pecado, entonces se deduce que seguiremos necesitando la gracia salvadora o
perdonadora hasta que regrese Jesús.

"Obsérvense los resultados del pecado de Adán en lo que a nosotros concierne:


fuimos hechos pecadores... nacemos en un estado de culpabilidad inherente a
partir de Adán... Heredamos la culpabilidad a partir de Adán, de forma que hasta
incluso un bebé que muera un día después de haber nacido necesita un Salvador,
aunque el niño no haya cometido por él mismo un solo pecado" (p. 27).

Quienes creen que Cristo no tomó nuestra naturaleza caída sostienen esos cuatro
puntos como centrales en su posición. Son precisamente los puntos que están
en liza en toda discusión sobre la naturaleza humana de Cristo, y esa es la razón
por la que no es probable que el tema de la naturaleza de Cristo quede pronto
resuelto.

Un poco de historia reciente

A principios de la década de los años 80 hubo largos debates en la literatura de


nuestra iglesia sobre esos precisos temas. Norman Gulley escribió acerca de las
posturas antes y después de la caída en estos términos: "Tanto la Escritura como
los escritos de E. White presentan ambas posiciones... Jesús vino de las manos
del Creador Espíritu Santo –‘lo santo que nacerá’- como resultado de la obra
creadora de Dios, tanto como lo fue el primer Adán". Eso significa que la
naturaleza humana de Cristo era creada, y no heredada. "Fue como la del primer
Adán, o como será la de los redimidos cuando hayan sido transformados en la
segunda venida... tomó la naturaleza debilitada, deteriorada, afectada por el
pecado, pero sin tomar sus propensiones o mancha de pecado que predisponen
a la inclinación a pecar... tuvo una naturaleza anterior a la caída y una posterior
a ella combinadas de una forma singular... El pecado no es tanto transgresión
de la ley como la rotura de una relación que conduce a la transgresión de la ley.
¿Tuvo Cristo una relación rota con Dios o con el hombre en su venida a la
historia? (Adventist Review, 30 junio 1983, p. 4-8).

"La Biblia se opone a un nacimiento sin pecado para todo ser humano. Afirma
que ‘todos fueron constituidos pecadores’ por la transgresión de Adán...
Únicamente los dos Adanes entraron sin pecado al planeta tierra. Todos los
demás nacen pecadores... La totalidad de la raza humana nace en este terreno
caracterizado por el distanciamiento con respecto a Dios" (Ministry, agosto
1985, p. 11).
Esas posiciones expresadas tan enérgicamente sobre la naturaleza de Cristo, de
forma reciente y hace dos décadas, no pasaron desapercibidas para los lectores
de nuestra literatura adventista. Reproduzco a continuación algunos extractos
de cartas al director en respuesta a esos temas.

"El autor describe a Jesús como pudiendo haber sostenido este diálogo con
Satanás: ‘Estoy aquí como el primer Adán antes de que lo tentaras. Tampoco
yo he pecado nunca. Y tengo una naturaleza impecable como la del primer Adán
al ser creado’... Cristo nació como descendiente de Abraham. ¿Qué naturaleza
tenían Abraham, Isaac y Jacob? Una naturaleza pecaminosa, caída. Jesús tomó
la naturaleza del hombre tal como era ésta tras la caída... la única naturaleza
que tenemos es una naturaleza pecaminosa. Era la única naturaleza que había
disponible para Jesús cuando se revistió de la humanidad... No es la naturaleza
pecaminosa la que nos condena, sino el pecado. Todos nacemos con naturaleza
pecaminosa, pero no somos pecadores por nacimiento".

"He quedado chasqueado y perplejo por la confusión expresada en ese y otros


artículos que han ido apareciendo durante los últimos 50 años. Siendo que Dios
nos ha estado conduciendo a una plataforma de verdad eterna, ¿cómo es posible
que abandonemos aquello que el Señor nos dio durante los primeros 100 años?
¿Cómo es posible que prestemos soporte, como iglesia, a enseñanzas que
provienen de aquellos que no han sido bendecidos por la luz que procede del
trono de Dios? Nuestra meta, desde la publicación de los libros Questions on
Doctrine y Movement of Destiny, parece ser apaciguar las inquietudes de los
que quieren seguir las enseñanzas del papado. En la Asamblea de la Asociación
General de 1901, el Dr. Waggoner dijo: ‘¿No os dais cuenta de que la idea de
que la carne de Jesús fue distinta a la nuestra (puesto que sabemos que la nuestra
es pecaminosa) implica necesariamente la idea de la inmaculada concepción de
la virgen María?’ George Knight dice: ‘La naturaleza de Cristo no ocasionó
controversia en el Adventismo en la década de 1890. Era un concepto teológico
aceptado de forma general, y no era de ninguna forma objeto de debate...’ ¿Por
qué lo fue en los años 50? Porque procuramos el estatus de no ser considerados
una ‘secta’, a expensas de comprometer la verdad" (Ministry, junio 2004, p. 3).

"Si el pecado es un estado inherente a nuestra naturaleza... Cristo no pudo nacer


con nuestra naturaleza –ya que de haberlo hecho, habría sido un pecador-, y si
no nació con nuestra naturaleza tampoco pudo ser nuestro ejemplo, excepto de
forma utópica (a menos que nos proporcionara también a nosotros naturaleza
no caída). En consecuencia, no podemos vencer como lo hizo él, y hemos de
continuar pecando, de forma que el ministerio de Jesús en el santuario celestial
es primariamente administrar la justificación".

"La teología adventista no presenta dos alternativas posibles sobre la naturaleza


humana de Jesús nuestro Señor... Es como si nuestro pueblo decidiera que creer
en la observancia del domingo, o bien del sábado, está igualmente justificado a
los ojos de Dios. Evidentemente, ha habido un cambio en nuestra posición
histórica".

"¿Nacen los bebés con la sentencia de la segunda muerte pendiendo sobre ellos?
¿Atribuye Dios culpabilidad al recién nacido, haciéndolo merecedor de la
segunda muerte incluso antes de que tenga la oportunidad de cometer pecados
personales?... Nadie será arrojado al lago de fuego debido al pecado de Adán,
sino debido a sus pecados personales... [en su artículo] no sólo confunde el
pecado con los efectos del pecado, sino que llega a hacer la naturaleza
pecaminosa equivalente al propio pecado... Puesto que se identifica la
naturaleza caída con la culpabilidad y el pecado, todo recién nacido está
necesitado de redención antes de ser capaz de pensar, hablar o actuar. Eso
significa que Jesús sería culpable por el simple hecho de nacer, a menos que su
naturaleza fuese diferente a la de los demás... ¿Cómo estableció [en su artículo]
esa ‘relación rota’ hereditaria para los recién nacidos? Regresando a la visita de
Eva al árbol y especulando que pecó en su mente al dudar de Dios, incluso antes
de tomar el fruto. De esa forma la relación quedó rota antes de la comisión del
acto de pecado. En eso basa su aseveración de que todo bebé nace con una
relación rota y en una condición perdida, sin haber cometido ningún acto de
pecado. No queda más remedio que creer que Eva se habría condenado, sea que
comiera del fruto o que no lo hiciera..."

"Hay una gran diferencia entre ‘separación de Dios’ y ‘el resultado de la


separación de Dios’. Los hijos de Adán no heredan la ‘separación de Dios’...
Heredan solamente el ‘resultado’ de la separación de Adán con Dios, que
implicó una naturaleza debilitada, caída, y la inevitable primera muerte... De
igual forma en que [en su artículo] confunde pecado con naturaleza pecaminosa,
los resultados del pecado con el pecado mismo, y la separación de Dios con la
naturaleza caída, el autor confunde las propensiones malvadas con las
propensiones naturales... No sé de nadie que crea que Jesús pecó o nació
pecador. Tampoco conozco a nadie que crea que Jesús tuvo ‘propensiones
pecaminosas’. Pero sé de muchos que creen que tuvo ‘propensiones naturales’
como cualquiera de nosotros, consecuencia de haber nacido con una naturaleza
caída, lo mismo que nosotros. Las propensiones malvadas son aquellas
inclinaciones hacia el pecado que se han cultivado y fortalecido mediante la
indulgencia en el pecado. Las propensiones naturales son las inclinaciones
heredadas. Las primeras implican culpabilidad, pero no las otras. No hay
pecado a menos que uno ceda a la propensión".

"La cuestión de la naturaleza de Cristo no es un debate acerca de ciertas


minucias teológicas... O bien la limpieza del santuario que comenzó en 1844 ha
de purificar y perfeccionar un pueblo que permanezca sin pecado, o nuestra
denominación es el resultado de la ineptitud de un grupo de fanáticos
desorientados para admitir que su comprensión profética de Daniel estaba
equivocada. La cuestión principal tiene que ver con la victoria sobre el pecado.
Si Jesús no pudo entrar en el conflicto y vencer en nuestra carne, tampoco
nosotros podemos".

El autor del artículo "pretende que la Biblia da dos definiciones del pecado:
conducta y relación. Contrariamente a su aserto, en la Biblia sólo existe una
definición. Está en 1 Juan 3:4... Además, el que una relación rota con Dios
venga antes que el acto pecaminoso de la elección es algo que está por
demostrar. Isaías 59:2 establece de forma inequívoca que el pecado separa al
hombre de Dios [y no a la inversa]. Toda pretensión de lo contrario nos sitúa
fuera del terreno de la exégesis bíblica, para llevarnos al cenagal de la filosofía
interpretativa" (Ministry, diciembre 1985, p. 26 y 27).

Es de todo punto evidente que las reacciones ante la postura anterior a la caída
de la naturaleza humana de Cristo fueron muy enérgicas, tanto en época reciente
como hace dos décadas. Esa cuestión no va a desaparecer o a desvanecerse,
dado lo vitales que son para la misión de la Iglesia Adventista las conclusiones
que de ella derivan. Pondré fin a esta sección relativa a nuestra historia reciente
con algunas reflexiones de Herbert Douglass, un participante prominente en los
debates en la década de los años 80.

"La posición de que Jesús asumió la naturaleza de Adán antes de la caída es de


reciente aparición en nuestra iglesia. Dicha posición emergió en la década de
1950 en relación con una serie de eventos tendentes a re-formular los conceptos
básicos adventistas. Las consecuencias de esos cambios han tenido mucho que
ver con la situación traumática y las divisiones teológicas que la iglesia ha
experimentado... El estudio de la humanidad de nuestro Señor no es meramente
una cuestión de matices académicos... El porqué Jesús se hizo hombre... sólo
puede ser comprendido a la luz del gran conflicto: una perspectiva grandemente
ignorada, tanto por el protestantismo ‘ortodoxo’, como por el catolicismo...
Había varias cuestiones, pero ninguna tan importante como la acusación de
Satanás de que los hijos e hijas de Adán no podían obedecer las leyes de Dios,
que dichas leyes estaban apartadas de la realidad y no eran para el bien de los
seres creados. Esos asuntos capitales determinaron el tipo de humanidad que
nuestro Señor asumiría a fin de satisfacer la justicia y silenciar a Satanás"
(Ministry, agosto 1985, p. 10 y 11).

Sin inclinación al pecado

El primero de los cuatro grandes asuntos relacionados con la naturaleza humana


de Cristo es si Cristo tenía las inclinaciones al pecado que son comunes a los
seres humanos. En el artículo editorial de Ministry de agosto del 2003 se afirma
que Jesús "hizo frente a todas las tentaciones comunes a los seres humanos". Es
preciso aquí considerar juntos dos textos del Nuevo Testamento: Hebreos 4:15
nos dice que Cristo "fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin
pecado". Santiago 1:14 nos dice que "cada uno es tentado, cuando de su propia
pasión es atraído y seducido". ¿Fue Jesús tentado como "cada uno es tentado",
o no? La palabra "pasión" incluye ciertamente el deseo humano de placer,
provecho y honor. ¿Acaso las tentaciones que Satanás le dirigió en el desierto
no iban dirigidas a la satisfacción de esos deseos o pasiones humanas básicas?

Pero hoy se nos quiere hacer creer que Jesús no tenía el menor deseo o
inclinación al orgullo, impaciencia, duda o desánimo. Si nosotros somos
tentados cuando nuestras inclinaciones o deseos nos atraen a esas cosas y Jesús
carecía de tales inclinaciones, entonces Jesús no fue tentado en ninguna de esas
áreas en las que "cada uno es tentado".

Se suele decir que las tentaciones de Cristo lo fueron a emplear su poder divino
o a abandonar su misión de salvar al hombre. Es muy cierto, pero ¿es esa razón
suficiente para ignorar Hebreos 4:15? ¿Fue Jesús realmente tentado como lo
somos nosotros?

Examinemos cierta evidencia inspirada. Jesús dijo: "No busco mi voluntad, sino
la voluntad del Padre, que me envió" (Juan 5:30). ¿Por qué dijo Jesús que no
buscaba su propia voluntad? "La voluntad humana de Cristo nunca lo habría
llevado al desierto de la tentación... no lo habría llevado a sufrir la humillación,
burla, reproche, aflicción y muerte. Su naturaleza humana rehuía todas esas
cosas tan decididamente como lo hace la nuestra" (Signs of the Times, 29
octubre 1894). Si Cristo hubiera seguido los deseos naturales de su voluntad
humana habría abandonado su misión y el plan de Dios para él. En otras
palabras, su voluntad humana habría desobedecido a Dios, y él estaba en
necesidad de negar su propia voluntad a fin de cumplir la voluntad de su Padre.
¿No es acaso exactamente esa nuestra situación? De forma natural, nuestra
voluntad y deseos están en oposición con la voluntad de Dios, y hemos de
someter la complacencia de nuestra propia voluntad a fin de obedecer a Dios.

Hay un mundo de significado en este pensamiento inspirado: "Experimentando


en sí mismo la fuerza de las tentaciones de Satanás" (Review and Herald, 18
marzo 1875). ¿Dónde reside la fuerza de las tentaciones de Satanás? "Sus
[nuestras] tentaciones más poderosas vendrán del interior, ya que debe batallar
contra las inclinaciones del corazón natural" (Christ Tempted As We Are, p. 11).
Si nuestras tentaciones más fuertes se dan en nuestro batallar contra las
inclinaciones del corazón natural, y si Cristo experimentó en su propio interior
la fuerza de las tentaciones de Satanás, es evidente que esas inclinaciones
afectaban también a Cristo. "Si tuviéramos que soportar algo que Jesús no
soportó, en este detalle Satanás representaría el poder de Dios como insuficiente
para nosotros. Por lo tanto, Jesús fue ‘tentado en todo punto, así como nosotros’
(Heb. 4:15). Soportó toda prueba a la cual estemos sujetos" (El Deseado de
todas las gentes, p. 15 y 16). ¿Es el poder de Dios realmente suficiente para
vencer las inclinaciones del corazón natural? Si Jesús no estuvo afectado por
dichas inclinaciones, entonces las acusaciones de Satanás no habrían sido jamás
respondidas, y nuestra salvación sería más que incierta.

"Las dudas asaltaron al moribundo Hijo de Dios" (Joyas de los Testimonios,


vol. I, p. 226). Cristo fue tentado por sus propios pensamientos a dudar –a no
creer- las promesas de su Padre.

"Bendijo a niños que poseían pasiones como las de él mismo" (Signs of the
Times, 9 abril 1896). ¿Poseen todos los niños deseos heredados hacia el
egoísmo? Cristo estuvo afectado por pasiones "como las de" ellos.

"En su humanidad, el Hijo de Dios luchó con las mismísimas terribles y


aparentemente abrumadoras tentaciones que asaltan al hombre: tentaciones a
complacer el apetito, a aventurarse atrevidamente donde Dios no nos conduce,
y a adorar al dios de este mundo, a sacrificar una eternidad de bienaventuranza
por los placeres fascinadores de esta vida" (Mensajes Selectos, vol. I, p. 111 y
112). ¿Acaso no resultamos nosotros atraídos por nuestros deseos a hacer esas
mismas cosas? Lo que hace que nuestras tentaciones sean tan terribles y
abrumadoras es la intensidad de nuestro deseo por ellas, y aquí se nos dice
claramente que Cristo experimentó esas mismas tentaciones.

"¿Quién conoce la intensidad de las inclinaciones del corazón natural?"


(Testimonies, vol. V, p. 177). ¿Cómo las conoce Cristo? "Conoce por
experiencia... dónde radica la fuerza de nuestras tentaciones" (Ministry of
Healing, p. 71). Jesús experimentó sin duda alguna la fuerza de las inclinaciones
del corazón natural.

En Getsemaní sucedió que "le abandonaron su depresión y desaliento" (El


Deseado, p. 643). ¿No fueron sus propios pensamientos e inclinaciones
naturales los que lo habían llevado al desaliento?

"Tenía la misma naturaleza que el pecador" (Manuscript Releases, vol. X, p.


176). Se hace necesario responder a la pregunta: ¿Era Adán en el Edén un
"pecador"? ¿Es acaso "la misma naturaleza que [tiene] el pecador" en parte
como la de Adán y en parte como la nuestra? Lo cierto es que todo pecador
tiene naturaleza caída y es fuertemente tentado por ella.

La diferencia entre Cristo y nosotros no consiste en ninguna exención por su


parte de las inclinaciones naturales hacia el pecado, propias de la naturaleza
caída. La diferencia consiste en que jamás consintió esas inclinaciones ni las
incorporó a su carácter, tal como hacemos nosotros. Las tentaciones del corazón
natural fueron tan fuertes para Cristo como lo son para nosotros.
Al margen del vocabulario que prefieran usar los defensores de una supuesta
naturaleza previa a la caída en Cristo, si él carecía de inclinaciones naturales a
pecar, sencillamente no pudo ser tentado como nosotros, y queda así destruido
uno de los mayores vínculos de Cristo con la raza humana caída.

Herencia parcial

El segundo aspecto en liza, en relación con la humanidad de Cristo, es el tipo


de naturaleza humana que heredó a través de María. La única forma en que
Jesús pudo heredar nuestra naturaleza humana sin heredar "la pecaminosidad
de nuestra herencia humana pecaminosa", es quedando exento de algunos
aspectos de la herencia humana. El Espíritu Santo habría bloqueado algunos
genes, que no se transmitirían a Jesús de la forma habitual. Dicho de otro modo:
las deficiencias genéticas de María habrían resultado manipuladas por el
Espíritu Santo, de tal forma que pudiera pasar una herencia enteramente
singular a Cristo, que sería esencialmente diferente de la que todos recibimos
de nuestros padres.

Romanos 1:3 afirma que Cristo "era del linaje de David según la carne". Ahora
bien, se nos pretende hacer creer que Jesús fue hecho parcialmente –pero no
totalmente- del linaje de David. E. White es aún más específica: "Como
cualquier hijo de Adán, aceptó los efectos de la gran ley de la herencia. Y la
historia de sus antepasados terrenales demuestra cuáles eran aquellos efectos.
Mas él vino con una herencia tal" (El Deseado de todas las gentes, p. 32).

Uno de los antecesores de Jesús fue Set, quien "así como Caín, heredó la
naturaleza caída de sus padres" (Patriarcas y Profetas, p. 66). Jesús recibió por
herencia lo mismo que Set. Esa es la única conclusión posible a la luz de los
pasajes expuestos, y es solamente debido a la existencia de una suposición
preconcebida a propósito de la naturaleza del pecado, por lo que no se acepta
lisa y llanamente lo que dicen esos pasajes.

Harry Jonson, en su libro "The Humanity of the Saviour" lo expresa con


precisión y claridad: "No existe la más mínima evidencia que sugiera una
interrupción en la cadena de la herencia entre María y Jesús" (London, The
Epworth Press, 1962, p. 44).

Los protestantes han rechazado históricamente la doctrina de la inmaculada


concepción debido a que no se la encuentra en la Biblia. Pero muchos
adventistas enseñan hoy que en la matriz de María se obró un milagro especial,
de forma que ésta no pasó a Jesús ninguna tendencia o deseo pecaminoso. Como
Iglesia profesamos repudiar la doctrina de la inmaculada concepción, pero en
su punto más crítico y sensible estamos viniendo a concordar con ella para
explicar el nacimiento de Jesús. Mientras rechazamos la impecabilidad de
María, y rechazamos también que María no pasara nada a Jesús por herencia,
aceptamos gustosos una especie de bloqueo parcial de la línea hereditaria en lo
referente a los deseos y tendencias. Pero eso no es en realidad más que una
versión modificada y más sutil de la inmaculada concepción. ¿Podemos estar
seguros de no estar adheridos a la Iglesia de Roma? Nuestra enseñanza actual
predominante es una descendiente directa en la línea teológica de la inmaculada
concepción.

Identificando el pecado con la naturaleza pecaminosa

La tercera cuestión está en el corazón de toda discusión sobre la naturaleza


humana de Cristo. La posesión de una naturaleza pecaminosa, ¿lo hace a uno
pecador y en necesidad de un Salvador? Si se pudiera resolver esa cuestión
cesaría toda contienda acerca de la humanidad de Cristo.

El redactor-jefe de la Adventist Review, William Jonson, expresó su posición


con claridad: "Algunos argumentos van y vienen sin cesar debido a que los
antagonistas no llegan al fondo del problema: el tema subyacente bajo la
superficie del debate... El asunto de fondo es el concepto de pecado. Los que
quieren comprender más claramente la naturaleza humana de Jesús avanzarían
más si dejaran de debatir acerca de si Jesús vino con la naturaleza humana
anterior a la caída, o con la posterior, y dedicaran tiempo a estudiar lo que la
Biblia dice acerca del pecado mismo... No sólo nuestros actos son pecaminosos;
nuestra propia naturaleza está en guerra con Dios. ¿Tuvo Jesús una naturaleza
tal? No. Si la hubiera tenido, él mismo habría necesitado un Salvador. No
tenía... desviación alguna en su naturaleza moral que lo predispusiera a la
tentación" (26 agosto 1933, p.4).

Richard Taylor lo expresó así en su libro A Right Conception of Sin: "Quien


carece de la adecuada comprensión de lo que es el pecado, no puede tener una
comprensión adecuada de ninguna otra cuestión fundamental. Eso se hace
especialmente manifiesto en relación con esta teoría de la expiación y con el
método divino de la redención del hombre" (Beacon Hill Press, 1945, p. 9-11).

La doctrina del pecado original, sostenida por Jonson y muchos otros en el


adventismo, tergiversa cada aspecto del evangelio y de la expiación, de forma
que nada queda intacto. Se va convirtiendo gradualmente en la posición
dominante entre los adventistas, incluso entre los que profesan fidelidad a la
Biblia y el Espíritu de Profecía. Es una doctrina sostenida por algunos en
quienes confían leales y diligentes laicos adventistas.
Una de las razones por las que el tema parece tan confuso es por falta de
definiciones claras y simples. Existe una diferencia crucial entre los efectos del
pecado, y el pecado mismo. Si bien los efectos del pecado tienen gran alcance
y son a la postre letales, nadie atribuye culpa personal o condenación a los
efectos del pecado. En contraste, el concepto de pecado va asociado a la
culpabilidad, condenación, separación de Dios, juicio y muerte segunda. El
foco, al considerar la justicia por la fe o la naturaleza de Cristo, debemos
ponerlo en el propio pecado, más bien que en los efectos del mismo. La cuestión
básica es aquí muy simple: ¿Es la naturaleza humana una parte del propio
pecado, o bien es un efecto del pecado? Nuestras conclusiones a propósito de
la naturaleza de Cristo vendrán condicionadas por la respuesta que demos a esa
sencilla cuestión.

El decir que todos los bebés necesitan un Salvador ha venido a convertirse en


una de las frases más repetidas y engañosas del pensar actual sobre la justicia
por la fe. Efectivamente, un bebé necesita un Salvador, un planeta sufriente lo
necesita ciertamente, los ciegos y los cojos lo necesitan muy especialmente,
pero no en el sentido de un perdón personal por pecados y culpabilidad
personales. Una vez más, estamos confundiendo los efectos del pecado con el
pecado mismo.

Santiago 4:17 nos dice que "el que sabe hacer lo bueno y no lo hace, comete
pecado". Los textos más claros a propósito del pecado no dicen nada sobre una
naturaleza humana inevitable, o un estado de pecado. Decir que el pecado es
naturaleza es decir que estamos pecando, incluso cuando elegimos no pecar.
¿Pudiera ser que esa comprensión del pecado como algo inevitable y en
continua progresión haya cauterizado de forma considerable nuestra
sensibilidad al auténtico pecado (transgresión de la ley de Dios), de forma que
hemos venido ahora a aceptar las transgresiones específicas como simples
expresiones del gran pecado de tener una naturaleza caída? Dicho de otro modo:
hemos venido a considerar el pecado como algo aceptable, como una parte
normal de la vida, incluso de la vida cristiana. Hasta incluso hemos llegado a
llamar "pecado" a la naturaleza caída, y "pecados" a los actos de pecado.

Isaías 59:2 nos dice que "vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros
y vuestro Dios". Es el pecado lo que nos separa de Dios, lo que rompe nuestra
relación con él, y no a la inversa. Sí, el pecado es realmente un estado, pero
sigue a la decisión de pecar contra Dios, y continúa por tanto tiempo como el
corazón siga sin arrepentirse.

Los que quieren demostrar que la naturaleza caída es el pecado en sí mismo, y


no un efecto del pecado, sencillamente no lo han hecho. Ser nacidos en este
mundo significa que estamos sujetos al hambre y la sed, fatiga y dolor,
sufrimiento y muerte. Significa que el planeta en el que vivimos puede intentar
nuestra destrucción. Significa ser nacido de padres pecaminosos, recibiendo
una naturaleza pecaminosa, y viviendo en un entorno pecaminoso. Pero no
significa ser nacido culpable de pecado, o condenado. Si bien recibimos todos
los efectos del pecado -naturaleza caída incluida-, no somos automáticamente
culpables de pecado.

La conclusión de que el hombre es pecador por naturaleza no procede de la


Biblia ni tiene su origen en el adventismo. Sus raíces alcanzan hasta Agustín y
la Iglesia Católica Romana, y ha sido transmitida en gran medida al
protestantismo mediante los escritos de Lutero y Calvino. Los protestantes
evangélicos se destacan hoy como defensores de esa comprensión sobre el
pecado, y han hecho todo esfuerzo para que sea igualmente adoptada por el
adventismo. La comprensión evangélica sobre el pecado es hoy aceptada por
los círculos más elevados de la erudición adventista. Uno se pregunta cuándo
comenzaremos a practicar el bautismo infantil, que es la única conclusión
razonable de ese razonamiento según el cual los bebés nacen necesitados de un
Salvador.

La posición evangélica sobre el pecado hace imposible seguir aceptando la


posición histórica adventista de que Cristo tomó nuestra misma naturaleza
pecaminosa, triunfando sobre el pecado en esa naturaleza peligrosa. Debido a
la posición evangélica sobre el pecado, se nos comienza a decir que Cristo no
pudo ser nuestro sustituto si tomó realmente nuestra naturaleza caída desde el
nacimiento, y nos vemos obligados así a desarrollar complicadas explicaciones
para permitir que Cristo participe de parte de la herencia humana, pero
quedando exento de ciertos rasgos hereditarios.

Hay algo interesante a propósito de ser nacido "en pecado". En Spirit of


Prophecy, vol. 1, p. 60 leemos que Set "fue nacido en pecado". Cuando E. White
desarrolló más ampliamente la idea en Patriarcas y Profetas, escribió que Set,
de igual forma que Caín, "heredó la naturaleza caída de sus padres" (p. 66). Ese
texto paralelo muestra cuál era el significado que E. White daba a la expresión:
"nacido en pecado".

Imposible dejar de pecar

El cuarto tema bien puede ser la motivación subyacente para todo el énfasis
puesto en los años recientes en una naturaleza de Cristo no caída, o sólo
parcialmente caída. El artículo editorial de la revista Ministry citada al principio
de este documento, expresa los siguientes pensamientos: "El acompañante
obligado en este tema de la naturaleza de Cristo... es, por supuesto, lo relativo
a la perfección impecable impartida por Cristo, obrada en el corazón y conducta
del creyente en Cristo... Esos asuntos específicos... tienen especial prominencia
en la mente y corazón adventistas en relación con el fin del tiempo de gracia, el
juicio final y la segunda venida de Cristo" (agosto 2003, p. 4).

Ya hemos citado en este documento opiniones a propósito de que la perfecta


ausencia de pecado es imposible debido a nuestra naturaleza pecaminosa, y de
que la gracia ha de seguir estando disponible hasta la venida de Jesús, puesto
que nunca estaremos libres de pecado. Woodrow Whidden lo ha expresado así:
"¿Llegarán a alcanzar nuestra naturaleza y experiencia una ausencia tal de
pecado, de este lado de la glorificación (incluso después del final del tiempo de
gracia), como para dejar de necesitar los constantes méritos justificadores de
Jesús? ¿Tomamos con seriedad a E. White cuando dice que las ‘deficiencias
inevitables’ de los creyentes son remediadas por la justicia ‘imputada’ de Cristo
y que ‘Jesús ama a sus hijos, incluso cuando se equivocan’?... ¿No es acaso la
perfección primariamente una actitud, más bien que una realización?"
(Ministry, octubre 1993).

Es pertinente prestar de nuevo atención a 1 Pedro 2:21 y 22: "Para esto fuisteis
llamados, porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo
para que sigáis sus pisadas. Él no cometió pecado ni se halló engaño en su
boca".

E. White urgió el mismo tema: "Si es que no tuvo la naturaleza del hombre, no
pudo ser nuestro ejemplo. Si no hubiese sido participante de nuestra naturaleza,
no habría podido ser tentado tal como lo ha sido el hombre. Si para él no hubiera
sido posible ceder a la tentación, no habría podido ser nuestro ayudador... Su
tentación y victoria nos dicen que la humanidad debe copiar el Modelo" (Review
and Herald, 18 febrero 1890).

Aceptando la doctrina evangélica de que la expiación fue completada en la cruz


y de que Jesús nació con la naturaleza impecable de Adán anterior a la caída, la
mayor parte de los púlpitos de nuestras iglesias han dejado de predicar que Jesús
es nuestro Ejemplo en vencer toda tentación y pecado. Por consiguiente, el
mensaje del santuario ha dejado de ser relevante, y el mensaje de advertencia
del mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis 14 ha dejado de ser una pieza
clave en el plan divino de la salvación. De ese modo podríamos ser salvos en
nuestros pecados, no siendo ya necesario el desarrollo del carácter; no sería
posible obedecer perfectamente los mandamientos de Dios mediante el poder
del Espíritu Santo; el Espíritu de Profecía queda así relegado a la categoría de
reliquia irrelevante del siglo XIX, y el sábado del séptimo día deja de ser
guardado de acuerdo con Isaías 58:13.

Echemos una breve ojeada a algunas de las evidencias inspiradas a propósito


de que el ejemplo de Cristo demuestra que la generación final vivirá vidas libres
de pecado, contrariamente a lo que nuestros "expertos" nos están diciendo:
"Jesús aceptó la humanidad cuando la especie se hallaba debilitada por cuatro
mil años de pecado. Como cualquier hijo de Adán, aceptó los efectos de la gran
ley de la herencia. Y la historia de sus antepasados terrenales demuestra cuáles
eran aquellos efectos. Mas él vino con una herencia tal para compartir nuestras
penas y tentaciones, y dejarnos el ejemplo de una vida sin pecado" (El Deseado
de todas las gentes, p. 32).

"Envió a su Hijo al mundo para que llevase la penalidad del pecado, y para
mostrar al hombre cómo vivir una vida sin pecado" (Reflecting Christ, p. 37).

"Vino a este mundo y vivió una vida sin pecado, para que en su poder su pueblo
pudiera también vivir vidas sin pecado" (Review and Herald, 1 abril 1902).

"Nos ha colocado en un terreno ventajoso, en el que podemos vivir vidas puras


y sin pecado" (Signs of the Times, 17 junio 1903).

"Todo aquel que por la fe obedece los mandamientos de Dios alcanzará la


condición de impecabilidad en la que vivió Adán antes de su transgresión"
(Signs of the Times, 23 julio 1902).

"Cristo nos ha dejado un ejemplo perfecto, en el cual no encontramos pecado.


Sus seguidores deben caminar en sus pisadas" (Hijos e hijas de Dios, p. 296).

"La vida de Cristo es una revelación de aquello en lo que pueden convertirse


los caídos seres humanos, mediante la unión y compañerismo con la naturaleza
divina" (Manuscript Releases, vol. 18, p. 331).

"El Salvador llevó sobre sí los achaques de la humanidad y vivió una vida sin
pecado, para que los hombres no teman que la flaqueza de la naturaleza humana
les impida vencer. Cristo vino para hacernos ‘participanters de la naturaleza
divina’, y su vida es una afirmación de que la humanidad, en combinación con
la divinidad, no peca. El Salvador venció para enseñar al hombre cómo puede
él también vencer" (El Ministerio de curación, p. 136).

"Dios hizo por nosotros lo mejor que podía hacer, cuando envió del cielo a un
Ser impecable para manifestar a este mundo de pecado lo que han de ser en
carácter quienes han de ser salvos: puros, santos e incontaminados"
(Manuscript Releases, vol. 9, p. 125).

"Cristo vino a la tierra... para mostrar en la controversia con Satanás que el


hombre, tal como Dios lo creó, conectado con el Padre y con el Hijo, puede
obedecer todo requerimiento divino" (Signs of the Times, 9 junio 1898).

"Al tomar nuestra naturaleza caída, mostró lo que ésta podría llegar a ser"
(Mensajes selectos, vol. 3, p. 151).
"Hermanos y hermanas, necesitamos la reforma que han de tener todos cuantos
hayan de ser redimidos, mediante la purificación de la mente y corazón de toda
mancha de pecado" (Counsels on Health, p. 633).

"Somos limpiados de todo pecado, de todo defecto de carácter. No necesitamos


retener ni una sola propensión pecaminosa" (Review and Herald, 24 abril 1900).

"Toda tendencia hereditaria y cultivada hacia el pecado debe ser reconocida,


subyugada y limpiada" (Signs of the Times, 18 julio 1895).

"Aborrecerán el pecado y la iniquidad, así como Cristo aborreció el pecado"


(Fe y obras, p. 119).

"Cuando conozcamos a Dios como es nuestro privilegio conocerle, nuestra vida


será una vida de continua obediencia. Si apreciamos el carácter de Cristo y
tenemos comunión con Dios, el pecado llegará a sernos odioso" (El Deseado
de todas las gentes, p. 621).

"Odiarán al pecado con un odio perfecto" (Fundamentals of Christian


Education, p. 291).

Conclusión

El asunto de la naturaleza humana de Cristo no va a ser resuelto en unos pocos


días, puesto que está en juego todo el plan de la salvación. Hebreos 2:14 y 15
nos dice que Jesús iba a destruir "por medio de la muerte al que tenía el imperio
de la muerte", "y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante
toda la vida sujetos a servidumbre". El versículo 17 nos dice que la única forma
en que Cristo podía lograr tal cosa es siendo "en todo semejante a sus
hermanos": no en algunos aspectos, sino "en todo". La inspiración nos dice
además: "La gran obra de la redención podía sólo ser llevada a cabo mediante
el Redentor tomando el lugar del Adán caído" (Review and Herald, 24 febrero
1874). No habría podido cumplirse si Cristo hubiera tomado el lugar de Adán
antes de la caída, o si no hubiera tomado el lugar de nadie (parcialmente como
Adán y parcialmente como nosotros). A fin de ser nuestro Sustituto impecable,
tuvo que vencer las debilidades de nuestra naturaleza caída. Cristo se había de
erigir en poder vencedor, allí donde había existido una fuerza irresistible para
el hombre.

Si bien no se trata de un comentario inspirado, esta declaración del Seventh Day


Bible Commentary demuestra una profunda comprensión del acto redentor de
Cristo: "Cristo enfrentó, venció y condenó al pecado en la esfera en la que
previamente había ejercido su dominio y señorío. La carne, escenario de los
triunfos del pecado hasta entonces, vino ahora a convertirse en el escenario de
su derrota y expulsión" (vol. 6, p. 562, edición en inglés).
La gran cuestión a la que debía dar respuesta la encarnación es: ¿Puede Dios
vencer realmente en el último refugio de Satanás –el corazón humano caído-?
Si es posible que las debilidades y deseos humanos se sujeten a la ley de Dios,
entonces Satanás ha perdido su última batalla y la gran controversia queda
verdaderamente decidida. Pero si Dios tuvo que hacer exento a su Hijo de
ciertas tendencias humanas, ¿está la gran controversia más cercana a su final
que cuando Satanás fue expulsado del cielo?

Cuando Jesús prevaleció en la cruz, se oyó en el cielo una gran voz que
proclamó: "Ahora ha venido la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios y
la autoridad de su Cristo, porque ha sido expulsado el acusador de nuestros
hermanos" (Apoc. 12:10). ¿Nos permitiremos desposeer a Cristo de su gran
victoria bajo el pretexto de hacer de él nuestro "sustituto impecable"? ¿Le
negaremos la plena salvación que trajo, no sólo sobre los actos pecaminosos,
sino también sobre la naturaleza humana debilitada, caída y pecaminosa en la
Satanás había creído reinar de forma suprema desde la caída de Adán?
Permitamos que Cristo sea verdaderamente nuestro Sustituto impecable, a la
vez que nuestro santo Ejemplo. Sólo el auténtico Cristo, realizando una
auténtica expiación, puede conducir a su iglesia hacia la victoria final.

Traducido por www.libros1888.com

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Palabras de Vida del Gran Maestro


21 de agosto de 2014 ·

LA VERDAD SOBRE LA NATURALEZA DE CRISTO


Como adventistas debemos conocer esta doctrina tan esencial para nuestra salvación, de esto
dependerá nuestra santificación y perfección de nuestras vidas.
La humanidad de Cristo fue un aspecto esencial y prominente del mensaje que Jones y Waggoner
presentaron, y que E. White apoyó. Como ella misma declaró, "La humanidad del Hijo de Dios es
todo para nosotros. Es la cadena áurea que une nuestra alma a Cristo, y mediante Cristo, con Dios. Eso
ha de ser nuestro estudio" (MS, vol. I, p. 286)
SU HUMANIDAD
Para saber y contestar esta pregunta tenemos que dejar que la misma Biblia nos conteste. Para eso
usaremos el principio teológico la Biblia se explica sola, en otras palabras dejaremos que la misma
Biblia nos conteste.
Hay muchas citas bíblicas que nos aclaran este punto. Pero usaremos una de las más poderosas.
Hebreos 2:14-18 dice:
14 Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para
destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo,
15 y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.
16 Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham.
17 Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo
sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo.
18 Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.
Si leemos esta cita con cuidado nos dice que Jesús participo de carne y sangre como los hijos.(Ver.14),
también nos dice que estos hijos son los descendientes de Abraham.(Ver.16)
Ahora necesitamos responder. Quienes son los hijos y quienes son los descendientes de Abraham?

LOS HIJOS DE DIOS


En la Biblia hay suficiente contraste entre los hijos de Dios y los hijos del diablo.
10 En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y
que no ama a su hermano, no es de Dios.(1 Juan 3:10)
Pero quién es un hijo de Dios? El mismo apóstol nos dice que son los que guardan los mandamientos.
En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus
mandamientos.(1Juan 5:2)
Pero quienes son los únicos que pueden guardar los mandamientos?
La Biblia nos dice con lujo de detalles que los únicos que pueden guardar los mandamientos son los
que han nacido de nuevo y son nueva criatura por el poder del Espíritu Santo.
7 Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de
Dios, ni tampoco pueden;
8 y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.
9 Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en
vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.(Romanos 8:7-9)
Sólo una persona que ha recibido a Jesús como su Salvador personal llega a constituirse y ser hecho
hijo de Dios. Y es entonces donde obtenemos una nueva naturaleza que luchará con la vieja naturaleza
de pecado.
12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos
de Dios;
13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de
Dios.(Juan 1:12-13)
Es evidente que desde que nacemos en este mundo venimos esclavizados y somos siervos de Satanás.
Como dijo David en pecado me concibió mi madre y San Pablo nos dice que por naturaleza somos
hijos de ira.(Salmo 51:5;cf Efesios 2:3)
Un hijo de Dios es el que ha nacido de nuevo y obedece sus mandamientos.
QUIEN ES LA SIMIENTES DE ABRAHAM?
La cita de Hebreos 2:16 nos dice que Jesús aparté de tomar la naturaleza de los hijos nos dice que
Jesús socorrió a la simiente de Abraham. Quien la simiente de Abraham?.
En primer lugar la simiente de Abraham es Cristo.
16 Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes,
como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo.(Gálatas 3:16)
Pero también la simiente de Abraham en segunda instancia son todos aquellos que se han unido a
Cristo y han nacido de nuevo.
29 Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la
promesa.(Gálatas 3:29)
Muchos cristianos dicen que la simiente de Abraham son los Israelitas por tener sangre literal en sus
venas de Abraham pero el concepto bíblico no es ese. El verdadero Israel ahora son todos los que se
han unido al verdadero Israelita que es Cristo.(Gálatas 6:16)
Jesús les llamó a los judíos Hijos del diablo por rechazarlo (Juan 8:44)
Ahora podemos comprender a ciencia cierta que Jesús tomó la naturaleza de un hijo de Dios nacido
de nuevo en Cristo Jesús (Juan.3:1-5) y un descendiente de Abraham que es también aquel que se ha
unido a Cristo.
ADÁN Y CRISTO
En la Biblia a Jesús se le llama el segundo Adán.(Romanos 5:14-17)
Ahora para entender al segundo Adán tenemos que conocer la situación del primer Adán.
Dios creo a nuestros primeros padres a su imagen y semejanza. Esto implica tanto su carácter y su
físico. Elena White nos dice:
El hombre había de llevar la imagen de Dios, tanto en la semejanza exterior, como en el carácter.
Aunque únicamente Cristo es “la misma imagen” del Padre (Hebreos 1:3); el hombre fue creado a
semejanza de Dios. Su naturaleza estaba en armonía con la voluntad de Dios. Su mente era capaz de
comprender las cosas divinas. Sus afectos eran puros, sus apetitos y pasiones estaban bajo el dominio
de la razón. Era santo y se sentía feliz de llevar la imagen de Dios y de mantenerse en perfecta
obediencia a la voluntad del Padre. – {PP 24.4}
Pero lastimosamente Adán y Eva desobedecieron a Dios y llegaron a construirse esclavos de Satanás
y este mundo llego a ser gobernado por el príncipe de este mundo. La Biblia nos dice que el que hace
pecado es esclavo del pecado.(Juan 8:34;cf.2 Pedro 2:19)
Aquí vemos dos posiciones de Adán y Eva. Una cuando era puro y santo y otra cuando llegó a
constituirse enemigo de Dios y esclavo de satanás.
Pero ahora tenemos un problema. La biblia nos dice que Jesús es descendiente de Adán según la carne.
Pero también nos dice que Adán es hijo de Dios.
38 hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios.(Lucas 3:38)
Ahora la pregunta es: cuál de las dos naturalezas humana de Adán tomo Cristo, La de Adán antes del
Pecado o la de Adán después que llego ha ser siervo de satanás?
Lamento defraudarlos pero ninguna de estas dos. La biblia nos dice que Jesús se Hizo como sus
Hermanos (Hebreos 2:11y sus hermanos son los que hacen la voluntad del padre)
Su decimos que Jesús tomó la naturaleza de Adán antes del pecado sería imposible que el nos alcanzara
y no nos podría comprender. Pero por otro lado también si decimos que Jesús tomó la naturaleza de
Adán después de su caída estaríamos diciendo que Jesús nació en este mundo siendo un esclavo de
satanás por lo tanto necesitaba un Salvador que lo salvara del pecado.
La solución a este problema como lo hemos venido planteando sería que Jesús tomó la naturaleza de
un Hijo nacido de nuevo. La Biblia presenta un tercer estado en la vida de Adán.
Como todos sabemos Adán y Eva querían cubrir la vergüenza de su desnudez con hojas de Higuera.
Pero lo interesante es que siempre seguían escondiéndose de la presencia de Dios.(Génesis 3:7). esta
Desnudes era más que física era una desnudes espiritual que experimenta el pecador cuando esta
alejado de Dios. Fue entonces que Dios los vistió con túnicas de pieles (Génesis 3:21). Esta vestiduras
simbolizaban la justicia de Cristo (Juan 1:29;cf Isaías 61:10)
Es evidente que Adán llego hacer nueva criatura en Cristo Jesús (Romanos 5:1-5)
Esta es la naturaleza que Jesús tomo, la naturaleza de Adán cuando llego nuevamente ha construirse
un hijo de Dios por el poder del Espíritu Santo. Nunca jamás tomó Jesús la naturaleza de un pecador
empedernido si no de un hijo nacido de nuevo(Hebreos 2:14-18)
POSICIÓN OFICIAL DE NUESTRA IGLESIA
Cuando hablamos de posición oficial de nuestra iglesia. No estamos hablando de la idea de un pastor
o un teólogo si no del cuerpo organizado de la iglesia adventista . Basado en principios bíblicos. Dice
así :
“la humanidad de Cristo no fue la de Adán; esto es, la humanidad de Adán antes de su caída. Tampoco
fue la humanidad caída, esto es, la humanidad de Adán después de la transgresión, en todos sus
aspectos. No era la humanidad original de Adán, porque poseía las debilidades inocentes de los seres
caídos. No era la humanidad caída, porque nunca había descendido a la impureza moral. Por lo tanto,
era en el sentido más literal nuestra humanidad, pero sin pecado”.
(28 creencia adventista pag.53 ,Dios el Hijo )
"Dios el Hijo eterno se encarnó en Jesucristo [Juan 1:1-3, 14][...] Siendo para siempre verdaderamente
Dios, también se convirtió verdaderamente en hombre, en Jesús, el Cristo [Heb. 2:14][...] Vivió y
experimentó tentaciones como ser humano, pero ejemplificó perfectamente la justicia y el amor de
Dios [Heb. 4:15]" (Creencias fundamentales de la Iglesia Adventista, nº 4). En su infinito amor y
misericordia, Dios "al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado" (2 Cor. 5:21).(ibid)
Por Rafael Díaz
Dios me los bendiga!

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