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DE EGW
http://rolandogigliotti.com.ar/la-naturaleza-de-cristo-citas-de-egw/
Si llegamos a ser participantes de la naturaleza divina podemos ser puros, santos e
inmaculados. La Deidad no se hizo humana, ni lo humano se hizo divino por la unión de
estas dos naturalezas. Cristo no poseía la misma deslealtad pecaminosa, corrupta y caída
que nosotros poseemos, pues entonces él no podría haber sido una ofrenda perfecta
(Manuscrito 94, 1893). 3 MS 147.
Cristo hizo un sacrificio infinito. Dio su propia vida por nosotros. Tomó sobre su alma divina
el resultado de la transgresión de la ley de Dios. Puso a un lado su corona real, y accedió
a descender escalón tras escalón hasta el nivel de la humanidad caída. 3 MS 143.
Trataré de responder a esta importante pregunta: 146 Como Dios que era, no podía ser
tentado; pero como hombre, podía serlo y con mucha fuerza, y podía ceder a las
tentaciones. Su naturaleza humana pasó por la misma prueba por la cual pasaron Adán y
Eva. Su naturaleza [de Cristo] humana era creada; ni aun poseía las facultades de los
ángeles. Era humana, idéntica a la nuestra. Estaba pasando por el terreno donde Adán
cayó. El estaba en el lugar donde, si resistía la prueba en favor de la raza caída, redimiría
en nuestra propia humanidad la caída y el fracaso desgraciados de Adán. 3 MS 146,7.
El tenía un cuerpo humano y una mente humana. El era hueso de nuestro hueso y carne
de nuestra carne. Estuvo sujeto a la pobreza desde el mismo momento en que entró en el
mundo. Estuvo bajo los chascos y las pruebas en su propio hogar, entre sus hermanos. No
estaba rodeado, como en las cortes celestiales, de caracteres puros y hermosos. Estuvo
rodeado de dificultades. Vino a nuestro mundo a mantener un carácter puro e impecable, y
a refutar la mentira de Satanás de que no era posible que los seres humanos guardaran la
ley de Dios. Cristo vino a vivir la ley en su carácter humano, exactamente de la misma
manera en que todos pueden cumplirla en la naturaleza humana si hacen lo que Cristo
hizo. El había inspirado a los hombres santos de la antigüedad a escribir para beneficio del
hombre: «¿O forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz; sí, haga paz conmigo» (Isa.
27:5). 3 MS 146,7.
Sobre la cruz Cristo conoció, como ningún otro, el terrible poder de las tentaciones de
Satanás, y su corazón se derramó en piedad y perdón por el ladrón moribundo que había
sido entrampado por el enemigo (The Youth’s Instructor, 26 de octubre de 1899). El
corazón de Cristo fue atravesado por un dolor mucho más agudo que el que le causaron
los clavos que atravesaron sus manos y pies. Estaba soportando los pecados de todo el
mundo, sufriendo el castigo que nos correspondía, la ira de Dios contra la transgresión. Su
prueba implicaba la terrible tentación de pensar que había sido olvidado por Dios. Su alma
se vio torturada por 149 la presión de las grandes tinieblas, por el temor de ser desviado
de su rectitud durante la prueba terrible. 3 MS 148,9.
Cristo era el único que podía sobrellevar las aflicciones de toda la familia humana. «En
toda angustia de ellos él fue angustiado». Nunca soportó [por sus pecados] la enfermedad
en su propia carne, pero cargó las enfermedades de los demás. Cuando la humanidad
sufriente lo cercaba, Aquel que se hallaba con la salud de una perfecta virilidad, era como
uno que sufría con ellos. . .Cristo desarrolló un carácter perfecto en su vida sobre la tierra;
rindió una obediencia perfecta a los mandamientos de su Padre. Al venir al mundo en
forma humana, al hacerse súbdito de la ley, al revelar a los hombres que él llevaría sus
enfermedades, sus dolores, su culpa, no se hizo pecador. Delante de los fariseos podía
decir: «¿Quién de vosotros me convence de pecado?» Ni una mancha de pecado se
hallaba en él. Apareció ante el mundo como el impecable Cordero de Dios (The Youth’s
Instructor, 29 de diciembre de 1898). 3 MS 150.
Cristo, el Redentor del mundo, no estaba situado en 151 un lugar en que las influencias
que lo rodeaban fueran las mejor calculadas para preservar una vida de pureza y de
moralidad incorrupta, y sin embargo no fue contaminado. No se vio libre de la tentación.
Satanás se esforzó y perseveró en sus intentos de engañar y vencer, por medio de sus
ardides, al Hijo de Dios.
Cristo es el único que ha caminado en la tierra sobre el cual no descansó ninguna mancha
de pecado. Era puro, sin mancha, impecable. El hecho de que hubiera alguien sin la
contaminación del pecado sobre la tierra, perturbaba grandemente al autor del pecado, y
éste no ahorró medios para vencer a Cristo con su poder engañoso. Pero nuestro Salvador
dependía de su Padre celestial para recibir sabiduría y fuerza para resistir y vencer al
tentador. El Espíritu de su Padre celestial animaba y regulaba su vida. Era impecable. La
virtud y la pureza caracterizaron su vida (The Youth’s Instructor, febrero de 1873). 3 MS
151.
Aunque no tenía ninguna mancha de pecado en su carácter, condescendió en relacionar
nuestra naturaleza humana caída con su divinidad. Al tomar sobre sí mismo la humanidad,
honró a la humanidad. Al tomar nuestra naturaleza caída, mostró lo que ésta podría llegar
a ser si aceptaba la amplia provisión que él había hecho para ello y llegaba a ser
participante de la naturaleza divina (Carta 83, 1896). 3 MS 151.
El Hijo de Dios se colocó en lugar del pecador, y caminó por el mismo terreno en donde
Adán pecó; y soportó la tentación en el desierto, que era cien veces más fuerte de lo que
alguna vez tendría que soportar la raza humana. Jesús resistió las tentaciones de Satanás
de la misma manera en que cualquier alma tentada puede resistir, remitiéndolo al registro
inspirado, y diciendo: «Escrito está».
3 MS 154.
No necesitamos colocar la obediencia de Cristo en una categoría especial, como si fuera
algo a lo cual él estuviera peculiarmente adaptado por su naturaleza divina particular,
porque él se presentó delante de Dios como representante del hombre y fue tentado como
el sustituto y la garantía del ser humano. Si Cristo hubiera tenido poder especial que el
hombre no tiene el privilegio de poseer, Satanás se hubiera valido de este argumento. La
obra de Cristo refutaría las afirmaciones de Satanás de que él dominaba al hombre, y el
Señor podía hacer esto solamente de la manera en que lo hizo: como hombre, 158 tentado
como hombre, prestando la obediencia de un hombre…
Tened en cuenta que la victoria y la obediencia de Cristo es la de un verdadero ser
humano. En nuestras conclusiones cometemos muchos errores debido a nuestras
opiniones equivocadas acerca de la naturaleza humana de nuestro Señor. Cuando
nosotros le damos a su naturaleza humana un poder que es imposible que el hombre
tenga en sus conflictos con Satanás, destruimos el carácter completo de su humanidad. El
da a todos los que lo reciben por la fe, su gracia y su poder que les atribuye. La obediencia
de Cristo a su Padre era [y es] la misma obediencia que se requería del hombre.
El hombre no puede vencer las tentaciones de Satanás sin que el poder divino se combine
con su capacidad. Tal ocurría también con Cristo Jesús: él podía echar mano del poder
divino. El no vino a nuestro mundo para prestar obediencia como un dios menor a otro
mayor, sino como un hombre que debía obedecer la santa ley de Dios. Y de esta manera
él es nuestro ejemplo. 3 MS 157,8.
El Señor Jesús vino a nuestro mundo, no para revelar lo que Dios podía hacer sino lo que
el hombre podía alcanzar por medio de la fe en el poder de Dios, ayudándolo en toda
emergencia. Por medio de la fe, el hombre sería participante de la naturaleza divina, para
vencer la tentación a la cual se veía enfrentado. El Señor demanda ahora que todo hijo e
hija de Adán, por la fe en Jesucristo, le sirva en la naturaleza humana que tenemos ahora.
3 MS 158.
Cristo, el segundo Adán, vino en semejanza de carne de pecado. En favor del hombre se
sujetó al dolor, al cansancio, al hambre, a la sed. Estaba sujeto a la tentación, pero no se
rindió al pecado. Ninguna mancha de pecado estaba sobre él. Declaró: «He guardado los
mandamientos de mi Padre [en mi vida terrenal]» (Juan 15:10). El tenía poder infinito
solamente porque era perfectamente obediente a la voluntad de su Padre. El segundo
Adán soportó la prueba y la tentación para llegar a ser el dueño de toda la humanidad
(Manuscrito 99, 1903). 3 MS 162.
Caída parece que se refiere a la condición del hombre después del pecado y pecaminoso
se refiere a la mancha del pecado. RAQ. Leer lo siguiente:
«Era posible para Adán, antes de la caída, conservar un carácter justo por la obediencia a
la ley de Dios. Mas no lo hizo, y por causa de su caída tenemos una naturaleza
pecaminosa y no podemos hacernos justos a nosotros mismos (si Jesús hubiera tenido
naturaleza pecaminosa no podría haber sido justo de ninguna manera en sí mismo, RAQ).
Puesto que somos pecadores y malos, no podemos obedecer perfectamente una ley
santa. No tenemos por nosotros mismos justicia con que cumplir lo que la ley de Dios
demanda. Mas Cristo nos ha preparado una vía de escape. Vivió sobre la tierra en medio
de pruebas y tentaciones tales como las que nosotros tenemos que arrostrar. Sin
embargo, su vida fue impecable. Murió por nosotros y ahora ofrece quitarnos nuestros
pecados y vestirnos de su justicia. Si os entregáis a él y lo aceptáis como vuestro
Salvador, por pecaminosa que haya sido vuestra vida, seréis contados entre los justos por
consideración a el. El carácter de Cristo toma el lugar del vuestro, y vosotros sois
aceptados por Dios como si no hubierais pecado.» CC 62.
Estas palabras de confirmación fueron dadas para inspirar 87 fe a aquellos que
presenciaban la escena, y fortalecer al Salvador para su misión. A pesar de que los
pecados de un mundo culpable pesaban sobre Cristo, a pesar de la humillación que
implicaba el tomar sobre sí nuestra naturaleza caída, La voz del cielo lo declaró Hijo del
Eterno. DTG 87.
Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de
Abraham. Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos. Heb. 2:16-17.
La naturaleza humana del Hijo de María, ¿fue cambiada en la naturaleza divina del Hijo de
Dios? No. Las dos naturalezas se mezclaron misteriosamente en una sola persona: el
hombre Cristo Jesús. En él moraba toda la plenitud de la Deidad corporalmente. Cuando
Cristo fue crucificado, su naturaleza humana fue la que murió. La Deidad no disminuyó ni
murió; esto habría sido imposible. Cristo, el inmaculado, salvará a cada hijo e hija de Adán
que acepte la salvación que se le ofrece, que consienta en convertirse en hijo o hija de
Dios. Salvador ha comprado a la raza caída con su propia sangre.
Este es un gran misterio, un misterio que no será comprendido plena y completamente, en
toda su grandeza, hasta que los redimidos sean trasladados. Entonces se comprenderán
el poder, la grandeza y la eficacia de la dádiva de Dios para el hombre. Pero el enemigo ha
decidido que esta dádiva sea oscurecida hasta el punto de quedar reducida a nada.-
Comentario bíblico adventista, t. 5, pág. 1088.
Tendremos que enfrentarnos con sentimientos falsos. Nunca, nunca nos podremos dar el
lujo de colocar nuestra confianza en la grandeza humana, como algunos lo han hecho, ni
de confiar en los hombres, como los ángeles del cielo confiaron en el rebelde Lucifer, para
perder al fin el sentido de la presencia de Cristo y Dios.
¿Quién puede encontrar la perfección de Dios al buscarla? Los Evangelios presentan el
carácter de Cristo como algo infinitamente perfecto. Quisiera poder hablar de esto de tal
manera que el mundo entero escuchara los objetivos que tuvieron la misión y la obra de
Cristo…
«Escudriñad las Escrituras -dijo Cristo-; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la
vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí». Los sufrimientos del Redentor, la
humildad de su carácter divino-humano, no se pueden comprender, y por lo tanto sus
virtudes no son practicadas. Los tesoros del conocimiento que se puede obtener de Dios
son inagotables.
Los seres humanos mejor dotados de la tierra podrían encontrar abundante ocupación -
desde ahora hasta el día del juicio- para todas las facultades que Dios les ha dado, sólo en
exaltar el carácter de Cristo. Pero ni aun así lograrían presentarlo como realmente es. Los
misterios de la redención, incluyendo el carácter divino-humano de Cristo, su encarnación,
su expiación por el pecado, podrían ocupar las plumas y las facultades mentales más
elevadas de los hombres más sabios, desde ahora hasta el día cuando Cristo sea revelado
en las nubes de los cielos con poder y grande gloria. Pero aunque estas personas trataran
con todas sus fuerzas de representar a Cristo y su obra, dicha representación quedaría
muy lejos de la realidad. . .
El tema de la redención ocupará las mentes y las lenguas de los redimidos durante las
edades eternas. La imagen de la gloria de Dios brillará para siempre en el rostro del
Salvador.-Carta 280, 1904. EGW, Exaltad a Jesús, 71.
En la redención, Dios reveló su amor por medio de un sacrificio, un sacrificio tan amplio,
tan profundo y tan alto, que es inconmensurable. «Porque de tal manera amó Dios al
mundo, que ha dado a su Hijo unigénito . . . «Cuando el pecado de Adán hundió a la raza
en la miseria y la desesperación, Dios podría haberse separado de los caídos. Podría
haberlos tratado como merecen que se trate a los pecadores. Podría haber enviado a sus
ángeles para que derramaran sobre nuestro mundo las copas de su ira. Podría haber
hecho desaparecer esta oscura mancha del universo. Pero no lo hizo. En lugar de echarlos
de su presencia, se acercó más a la raza caída. Dio a su Hijo para que llegara a ser hueso
de nuestro hueso y carne de nuestra carne. «Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó
entre nosotros . . .lleno de gracia y de verdad». Cristo, mediante su relación con los seres
humanos, puso al hombre más cerca de Dios todavía. Revistió su naturaleza divina con el
manto de la humanidad, y demostró ante el universo celestial, ante los mundos no caídos,
cuánto ama Dios a los hijos de los hombres. Hijos e hijas de Dios, 13.
Esta verdad ha sido para muchos una causa de duda e incredulidad. Cuando Cristo vino al
mundo como Hijo de Dios e Hijo del hombre no fue comprendido por la gente de su
tiempo. Cristo se rebajó hasta revestirse de la naturaleza humana, a fin de alcanzar a la
especie caída y elevarla. 2 JT 344.
La condición en que el pecado nos ha colocado es antinatural y el poder que nos restaure
debe ser sobrenatural, o no tendrá valor alguno. No hay poder que pueda quebrantar el
yugo del mal y libertar de él los corazones de los hombres, sino el poder de Dios en
Jesucristo. Sólo mediante la sangre del Crucificado hay purificación del pecado. Sólo la
gracia de Cristo puede habilitarnos para resistir y dominar las inclinaciones de nuestra
naturaleza caída.-MC 335 (traducción revisada) La maravillosa gracia, 105.
Los hombres están emparentados con el primer Adán, y por lo tanto no reciben de él sino
culpa y sentencia de muerte; pero Cristo entra en el terreno donde cayó Adán, y pasa
sobre ese terreno soportando todas las pruebas en lugar del hombre. Al salir sin mancha
de la prueba, redimió el vergonzoso fracaso y la oprobiosa caída de Adán. Esto coloca al
hombre en una condición ventajosa ante Dios; lo coloca donde, mediante la aceptación de
Cristo como su Salvador, llega a ser participante de la naturaleza divina. Así llega a
relacionarse con Dios y Cristo (Carta 68, 1899).
http://www.libros1888.com/NCR_reDPriebe.htm
Hay ciertos temas de los que simplemente se prefiere no hablar. Por más
apropiados que sean para el diálogo, se los evita escrupulosamente. A menudo
se nos intenta hacer creer que en realidad no son asuntos importantes, que es
indiferente el pensar de una u otra forma al respecto. Durante los últimos 25
años la naturaleza humana de Cristo ha venido siendo uno de esos temas.
¿Cuántos predicadores están dispuestos a hablar públicamente de ella? Sin
embargo, por extraño que parezca, ese tema ha seguido estando presente en
nuestras publicaciones. En la revista Ministry encontramos un reciente
ejemplo:
"Si bien las discusiones, tensiones y divisiones que suscita fatigan sobremanera
al alma adventista, es cierto que hay aspectos de ese diálogo que son fascinantes
y llenos de significado [el motivo es la estrecha relación que guarda con los
grandes temas del conflicto de los siglos y el plan de la salvación]. La
publicación de dos artículos en esta revista ha suscitado cuestiones y las va a
suscitar inevitablemente entre algunos de nuestros lectores.
En primer lugar está el estudio doctrinal de Roy Naden: ‘The Nature of Christ:
Four Measures of a Mystery' [La naturaleza de Cristo: cuatro dimensiones de
un misterio]. A continuación el importante artículo de Woodrow Whidden
sobre el tema, informando y comentando la nueva publicación del
libro Questions on Doctrine.
En razón de esos dos artículos, nos pareció que sería esclarecedor e interesante
incluir un artículo explicativo... que Ministry publicó por primera vez hace 33
años en su número de octubre de 1970.
Aunque desde 1970 han posado diluvios de agua bajo el puente teológico de
nuestra Iglesia, en Ministry seguimos sintiéndonos básicamente de acuerdo con
las posiciones defendidas en los temas tratados por los tres ensayistas en dicho
artículo...
Está claro que Jesús nació y vino a esta tierra en circunstancias absolutamente
singulares, diferentes de las nuestras, y por lo tanto, recibió una naturaleza única
en su clase... Su naturaleza es y fue completamente impecable" (Ministry,
agosto 2003, p. 4. [Comentarios entre corchetes insertado por el autor del
presente artículo]).
"Había aceptado nuestra humanidad con las limitaciones físicas que habían
impuesto miles de años de desintegración pecaminosa, pero tomó la naturaleza
humana sin heredar de ninguna forma la pecaminosidad del ser humano.
¡Misterio!" El segundo punto consiste en que Cristo tuvo una herencia humana
parcial, dado que no heredó inclinaciones pecaminosas. "Heredó nuestra
naturaleza humana, pero no la pecaminosidad de esta herencia humana
extremadamente pecaminosa. ¡Misterio!"
Eric Webster dio soporte a ese punto de vista en una carta al director (Ministry,
octubre 2004, p. 30).
"¿Fue Cristo como Adán antes de la caída, o como Adán después de ella? Yo
diría que ambas cosas. Fue como Adán antes de la caída en su impecabilidad,
pureza y santidad de mente y carácter. Fue como Adán después de la caída en
las fragilidades, flaquezas y debilidades de la carne. Tal como dice Naden:
‘Jesús fue afectado, pero no infectado por el pecado’". Se insiste una vez más
en que Jesús aceptó una herencia parcial de la raza humana.
Los que forman el pueblo de Dios están limitados por "su incapacidad para
igualar de forma positiva la infinita perfección de Cristo, debido a que su
naturaleza, facultades, poderes mental y moral o capacidades son todavía
imperfectas y permanecen así hasta la segunda venida de Jesús... Por tanto
tiempo como retengamos esas imperfectas facultades, por tanto tiempo como
nuestros poderes sean inferiores y nuestras naturalezas humanas de base
muestren resultados tan evidentes de la caída, no podemos pretender estar libres
de pecado.
"No es posible para ellos [los seres humanos] el alcanzar en esta vida la perfecta
igualdad con la naturaleza humana de Cristo, debido a que poseen –hasta la
segunda venida- facultades, poderes y capacidades que son el resultado de la
caída del hombre en el pecado" (p. 7-16).
"La Palabra de Dios no permite enseñar a partir de los usos bíblicos de esa
palabra (perfección), que sea posible para el hombre inherentemente
pecaminoso alcanzar la perfección última caracterizada por la ausencia de
pecado aquí en la tierra, y la propia naturaleza del hombre niega esa
posibilidad". El cuarto punto consiste en la afirmación de que nunca podremos
estar libres de pecado mientras poseamos una naturaleza caída.
Quienes creen que Cristo no tomó nuestra naturaleza caída sostienen esos cuatro
puntos como centrales en su posición. Son precisamente los puntos que están
en liza en toda discusión sobre la naturaleza humana de Cristo, y esa es la razón
por la que no es probable que el tema de la naturaleza de Cristo quede pronto
resuelto.
"La Biblia se opone a un nacimiento sin pecado para todo ser humano. Afirma
que ‘todos fueron constituidos pecadores’ por la transgresión de Adán...
Únicamente los dos Adanes entraron sin pecado al planeta tierra. Todos los
demás nacen pecadores... La totalidad de la raza humana nace en este terreno
caracterizado por el distanciamiento con respecto a Dios" (Ministry, agosto
1985, p. 11).
Esas posiciones expresadas tan enérgicamente sobre la naturaleza de Cristo, de
forma reciente y hace dos décadas, no pasaron desapercibidas para los lectores
de nuestra literatura adventista. Reproduzco a continuación algunos extractos
de cartas al director en respuesta a esos temas.
"El autor describe a Jesús como pudiendo haber sostenido este diálogo con
Satanás: ‘Estoy aquí como el primer Adán antes de que lo tentaras. Tampoco
yo he pecado nunca. Y tengo una naturaleza impecable como la del primer Adán
al ser creado’... Cristo nació como descendiente de Abraham. ¿Qué naturaleza
tenían Abraham, Isaac y Jacob? Una naturaleza pecaminosa, caída. Jesús tomó
la naturaleza del hombre tal como era ésta tras la caída... la única naturaleza
que tenemos es una naturaleza pecaminosa. Era la única naturaleza que había
disponible para Jesús cuando se revistió de la humanidad... No es la naturaleza
pecaminosa la que nos condena, sino el pecado. Todos nacemos con naturaleza
pecaminosa, pero no somos pecadores por nacimiento".
"¿Nacen los bebés con la sentencia de la segunda muerte pendiendo sobre ellos?
¿Atribuye Dios culpabilidad al recién nacido, haciéndolo merecedor de la
segunda muerte incluso antes de que tenga la oportunidad de cometer pecados
personales?... Nadie será arrojado al lago de fuego debido al pecado de Adán,
sino debido a sus pecados personales... [en su artículo] no sólo confunde el
pecado con los efectos del pecado, sino que llega a hacer la naturaleza
pecaminosa equivalente al propio pecado... Puesto que se identifica la
naturaleza caída con la culpabilidad y el pecado, todo recién nacido está
necesitado de redención antes de ser capaz de pensar, hablar o actuar. Eso
significa que Jesús sería culpable por el simple hecho de nacer, a menos que su
naturaleza fuese diferente a la de los demás... ¿Cómo estableció [en su artículo]
esa ‘relación rota’ hereditaria para los recién nacidos? Regresando a la visita de
Eva al árbol y especulando que pecó en su mente al dudar de Dios, incluso antes
de tomar el fruto. De esa forma la relación quedó rota antes de la comisión del
acto de pecado. En eso basa su aseveración de que todo bebé nace con una
relación rota y en una condición perdida, sin haber cometido ningún acto de
pecado. No queda más remedio que creer que Eva se habría condenado, sea que
comiera del fruto o que no lo hiciera..."
El autor del artículo "pretende que la Biblia da dos definiciones del pecado:
conducta y relación. Contrariamente a su aserto, en la Biblia sólo existe una
definición. Está en 1 Juan 3:4... Además, el que una relación rota con Dios
venga antes que el acto pecaminoso de la elección es algo que está por
demostrar. Isaías 59:2 establece de forma inequívoca que el pecado separa al
hombre de Dios [y no a la inversa]. Toda pretensión de lo contrario nos sitúa
fuera del terreno de la exégesis bíblica, para llevarnos al cenagal de la filosofía
interpretativa" (Ministry, diciembre 1985, p. 26 y 27).
Es de todo punto evidente que las reacciones ante la postura anterior a la caída
de la naturaleza humana de Cristo fueron muy enérgicas, tanto en época reciente
como hace dos décadas. Esa cuestión no va a desaparecer o a desvanecerse,
dado lo vitales que son para la misión de la Iglesia Adventista las conclusiones
que de ella derivan. Pondré fin a esta sección relativa a nuestra historia reciente
con algunas reflexiones de Herbert Douglass, un participante prominente en los
debates en la década de los años 80.
Pero hoy se nos quiere hacer creer que Jesús no tenía el menor deseo o
inclinación al orgullo, impaciencia, duda o desánimo. Si nosotros somos
tentados cuando nuestras inclinaciones o deseos nos atraen a esas cosas y Jesús
carecía de tales inclinaciones, entonces Jesús no fue tentado en ninguna de esas
áreas en las que "cada uno es tentado".
Se suele decir que las tentaciones de Cristo lo fueron a emplear su poder divino
o a abandonar su misión de salvar al hombre. Es muy cierto, pero ¿es esa razón
suficiente para ignorar Hebreos 4:15? ¿Fue Jesús realmente tentado como lo
somos nosotros?
Examinemos cierta evidencia inspirada. Jesús dijo: "No busco mi voluntad, sino
la voluntad del Padre, que me envió" (Juan 5:30). ¿Por qué dijo Jesús que no
buscaba su propia voluntad? "La voluntad humana de Cristo nunca lo habría
llevado al desierto de la tentación... no lo habría llevado a sufrir la humillación,
burla, reproche, aflicción y muerte. Su naturaleza humana rehuía todas esas
cosas tan decididamente como lo hace la nuestra" (Signs of the Times, 29
octubre 1894). Si Cristo hubiera seguido los deseos naturales de su voluntad
humana habría abandonado su misión y el plan de Dios para él. En otras
palabras, su voluntad humana habría desobedecido a Dios, y él estaba en
necesidad de negar su propia voluntad a fin de cumplir la voluntad de su Padre.
¿No es acaso exactamente esa nuestra situación? De forma natural, nuestra
voluntad y deseos están en oposición con la voluntad de Dios, y hemos de
someter la complacencia de nuestra propia voluntad a fin de obedecer a Dios.
"Bendijo a niños que poseían pasiones como las de él mismo" (Signs of the
Times, 9 abril 1896). ¿Poseen todos los niños deseos heredados hacia el
egoísmo? Cristo estuvo afectado por pasiones "como las de" ellos.
Herencia parcial
Romanos 1:3 afirma que Cristo "era del linaje de David según la carne". Ahora
bien, se nos pretende hacer creer que Jesús fue hecho parcialmente –pero no
totalmente- del linaje de David. E. White es aún más específica: "Como
cualquier hijo de Adán, aceptó los efectos de la gran ley de la herencia. Y la
historia de sus antepasados terrenales demuestra cuáles eran aquellos efectos.
Mas él vino con una herencia tal" (El Deseado de todas las gentes, p. 32).
Uno de los antecesores de Jesús fue Set, quien "así como Caín, heredó la
naturaleza caída de sus padres" (Patriarcas y Profetas, p. 66). Jesús recibió por
herencia lo mismo que Set. Esa es la única conclusión posible a la luz de los
pasajes expuestos, y es solamente debido a la existencia de una suposición
preconcebida a propósito de la naturaleza del pecado, por lo que no se acepta
lisa y llanamente lo que dicen esos pasajes.
Santiago 4:17 nos dice que "el que sabe hacer lo bueno y no lo hace, comete
pecado". Los textos más claros a propósito del pecado no dicen nada sobre una
naturaleza humana inevitable, o un estado de pecado. Decir que el pecado es
naturaleza es decir que estamos pecando, incluso cuando elegimos no pecar.
¿Pudiera ser que esa comprensión del pecado como algo inevitable y en
continua progresión haya cauterizado de forma considerable nuestra
sensibilidad al auténtico pecado (transgresión de la ley de Dios), de forma que
hemos venido ahora a aceptar las transgresiones específicas como simples
expresiones del gran pecado de tener una naturaleza caída? Dicho de otro modo:
hemos venido a considerar el pecado como algo aceptable, como una parte
normal de la vida, incluso de la vida cristiana. Hasta incluso hemos llegado a
llamar "pecado" a la naturaleza caída, y "pecados" a los actos de pecado.
Isaías 59:2 nos dice que "vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros
y vuestro Dios". Es el pecado lo que nos separa de Dios, lo que rompe nuestra
relación con él, y no a la inversa. Sí, el pecado es realmente un estado, pero
sigue a la decisión de pecar contra Dios, y continúa por tanto tiempo como el
corazón siga sin arrepentirse.
El cuarto tema bien puede ser la motivación subyacente para todo el énfasis
puesto en los años recientes en una naturaleza de Cristo no caída, o sólo
parcialmente caída. El artículo editorial de la revista Ministry citada al principio
de este documento, expresa los siguientes pensamientos: "El acompañante
obligado en este tema de la naturaleza de Cristo... es, por supuesto, lo relativo
a la perfección impecable impartida por Cristo, obrada en el corazón y conducta
del creyente en Cristo... Esos asuntos específicos... tienen especial prominencia
en la mente y corazón adventistas en relación con el fin del tiempo de gracia, el
juicio final y la segunda venida de Cristo" (agosto 2003, p. 4).
Es pertinente prestar de nuevo atención a 1 Pedro 2:21 y 22: "Para esto fuisteis
llamados, porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo
para que sigáis sus pisadas. Él no cometió pecado ni se halló engaño en su
boca".
E. White urgió el mismo tema: "Si es que no tuvo la naturaleza del hombre, no
pudo ser nuestro ejemplo. Si no hubiese sido participante de nuestra naturaleza,
no habría podido ser tentado tal como lo ha sido el hombre. Si para él no hubiera
sido posible ceder a la tentación, no habría podido ser nuestro ayudador... Su
tentación y victoria nos dicen que la humanidad debe copiar el Modelo" (Review
and Herald, 18 febrero 1890).
"Envió a su Hijo al mundo para que llevase la penalidad del pecado, y para
mostrar al hombre cómo vivir una vida sin pecado" (Reflecting Christ, p. 37).
"Vino a este mundo y vivió una vida sin pecado, para que en su poder su pueblo
pudiera también vivir vidas sin pecado" (Review and Herald, 1 abril 1902).
"El Salvador llevó sobre sí los achaques de la humanidad y vivió una vida sin
pecado, para que los hombres no teman que la flaqueza de la naturaleza humana
les impida vencer. Cristo vino para hacernos ‘participanters de la naturaleza
divina’, y su vida es una afirmación de que la humanidad, en combinación con
la divinidad, no peca. El Salvador venció para enseñar al hombre cómo puede
él también vencer" (El Ministerio de curación, p. 136).
"Dios hizo por nosotros lo mejor que podía hacer, cuando envió del cielo a un
Ser impecable para manifestar a este mundo de pecado lo que han de ser en
carácter quienes han de ser salvos: puros, santos e incontaminados"
(Manuscript Releases, vol. 9, p. 125).
"Al tomar nuestra naturaleza caída, mostró lo que ésta podría llegar a ser"
(Mensajes selectos, vol. 3, p. 151).
"Hermanos y hermanas, necesitamos la reforma que han de tener todos cuantos
hayan de ser redimidos, mediante la purificación de la mente y corazón de toda
mancha de pecado" (Counsels on Health, p. 633).
Conclusión
Cuando Jesús prevaleció en la cruz, se oyó en el cielo una gran voz que
proclamó: "Ahora ha venido la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios y
la autoridad de su Cristo, porque ha sido expulsado el acusador de nuestros
hermanos" (Apoc. 12:10). ¿Nos permitiremos desposeer a Cristo de su gran
victoria bajo el pretexto de hacer de él nuestro "sustituto impecable"? ¿Le
negaremos la plena salvación que trajo, no sólo sobre los actos pecaminosos,
sino también sobre la naturaleza humana debilitada, caída y pecaminosa en la
Satanás había creído reinar de forma suprema desde la caída de Adán?
Permitamos que Cristo sea verdaderamente nuestro Sustituto impecable, a la
vez que nuestro santo Ejemplo. Sólo el auténtico Cristo, realizando una
auténtica expiación, puede conducir a su iglesia hacia la victoria final.
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