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EL hombre sostuvo la cara de Garth, una palma cálida y firme a cada lado.
Sus dedos tocaron los remolinos de encima de las orejas. Su pulgar acarició el
labio inferior de Garth. Las sombras escondían el rostro del hombre, hundiendo
las cuencas, la mandíbula, la garganta en la negrura, donde los niveles
estaban meramente iluminados en una oscuridad gris pizarra. Sin rasgos, sin
puntos de referencia faciales para distinguir al hombre de cualquiera de los
otros invitados.
Garth sabía lo que iba a pasar. Era imposible no saberlo, con la apreciación
con que lo sostenía y lo rígida que estaba la polla anónima que se apretaba
insistentemente contra él. Sabía que debía apartarse, y aún así rodear con los
dedos las trabillas vacías del cinturón del hombre se le hizo demasiado natural.
Garth arrastró las manos hasta los costados del hombre, disfrutando de
las firmes crestas de la piel satinada a través del delgado algodón, las colinas y
valles del torso, y el gemido ahogado que su toque obtuvo de otro ser humano.
Había pasado tanto tiempo desde que había sido tocado. Era la única
racionalización que Garth podía atrapar, su explicación de por qué no se
apartaba.
Deslizó las manos sobre el pecho del hombre, rodeó con ellas sus
hombros, trazó su garganta con dedos curiosos, y finalmente le sujetó más
cerca con firmeza todavía con las manos en cada lado de su rostro en un
abrazo urgente y reflejado.
—He querido hacer esto toda la noche,— susurró el hombre contra los
labios de Garth.
El pavor se filtró por los bordes de la dicha. Saber quién era y besarle de
todos modos significaba que siempre habría alguien que sabría que había
cometido un desliz. Y aún así Garth no quería que el momento terminase, y no
habría otro como ése. Sabía a ciencia cierta que esa experiencia era singular,
porque no podía dejar que ocurriese de nuevo.
—Tú eres familia. Te conozco desde siempre. Tienes que estar ahí.— Susie
hizo un mohín con gracia y parpadeó en su dirección con unos brillantes ojos
azules.
Garth rió entre dientes. —La última vez que esa mirada funcionó conmigo,
me convenciste para celebrar tu graduación de la universidad a seis horas de
aquí.
—Terry tiene las manos llenas contigo, ¿no?— preguntó Garth, sabiendo ya
que iba a rendirse.
Ella se encogió de hombros, pero su sonrisa pícara le dijo que sabía
exactamente cuanta razón tenía.
Tener de nuevo su influencia años más tarde, cuando Eli había necesitado
orientación, sencillamente se sentía como una extensión de un modelo de rol
más sabio caminando con él por la edad adulta, llevándolo de la mano. No fue
hasta que finalmente dejó el instituto por la universidad que ese extraño vacío
de dejar el hogar había tomado por fin una identidad. Estaría dejando al Padre
Garth atrás. La perdida golpeó a Eli con más fuerza que el mudarse más allá
de las paredes del hogar familiar.
Deseaba al Padre Garth. Deseaba que se le permitiese ir más allá del puro
telón de su amistad y mirar al hombre como a un verdadero igual. Un amante.
Pero riesgos como ése tenían consecuencias. A menos que el Padre Garth
quisiera lo mismo, Eli jamás le pediría que sacrificase su llamada para estar
con él.
¿Acaso podía?
Observó como Susie usaba su encanto sobre el Padre Garth. Ella había
estado al tanto de los sentimientos de Eli hacía el hombre casi igual de pronto
que él. Pedirle que se asegurara de que el Padre Garth estuviese incluido en la
cena de ensayo había sido fácil. En ocasiones Eli pensaba que ella quería que
estuviesen juntos casi tanto como él lo hacía.
—Creo que tres años es tomarlo con la calma suficiente,— murmuró Eli
para si.
—¿EN qué andas?— preguntó Garth, tomando un trago de agua del fino
cristal. Su boca se sentía reseca. Aunque trataba de mantener los ojos en los
novios, su atención se apartaba continuamente hacía el hombre a su lado.
—Felicidades.
Alto, de hombros anchos y bien formado, Eli era uno de los pocos hombres
que podía vestir un traje sin parecer que el traje le llevaba a él. La camisa de
vestir azul pálido seguía las líneas de su cuerpo, ajustándose estrechamente
todo el camino hasta la delgada cintura. Encajado en unos pantalones
igualmente a medida, Garth se había rendido ante la tentación de apreciar a Eli
de espaldas, el cual se veía aún más magnífico en la adaptación moderna y de
cintura baja de la ropa para hombres.
Sentía una profunda gratitud por la inspiración que había hecho que Eli se
quitase la chaqueta.
Garth lanzó una sonrisa estrecha a Eli. —Supongo que hablaré contigo
más tarde, Eli. Ha sido bueno ponerse al día.
«¿Qué ponerse al día? Apenas hemos dicho veinte palabras,» pensó Garth,
molesto.
—Oh.
—Vamos, Padre Garth. Puedo ser una buena compañía.
Después de la plegaria y los brindis por una larga vida, buena salud y
niños abundantes, la conversación volvió a extinguirse.
—Entonces...
—¿Qué...— Eli rió entre dientes cuando hablaron los dos a la vez. —
Adelante,— le animó.
—Tú primero.
Eli rió. Dejando el tenedor, se giró hacía Garth. —Se acabó. Tienes que
dejar de ser un sacerdote por la noche. Esta noche eres sólo Garth, ¿de
acuerdo?
—Soy un sacerdote.
Eli sacudió la cabeza. —No esta noche. No tienes permitido preguntarme si
la Virgen María me visitó con un mensaje sobre mi futura esposa. No puedes
preguntarme si me siento guiado a cualquier curso de acción. Ni siquiera voy a
dejar que te santigües.
—Si, un poco. Tenías puesta la cara de cura... esa tan significativa que
dice estoy escuchando, hijo mio.
—Esta bien,— dijo Garth, riendo también. Se sentía genial. El por qué el
que se le diese permiso para relajarse en su papel le ayudaba a recuperar el
equilibrio, jamás lo sabría, pero se aferró a ello como a un salvavidas. —
Entonces te lo preguntaré como un tipo normal. ¿Estás saliendo con alguien en
serio?
Uno de los invitados del otro lado de la mesa le sirvió algo de agua. Otro
le preguntó si estaba bien. Eli le frotó suavemente la espalda entre los
omóplatos, y eso fue lo que el cerebro de Garth pudo apresar.
—He dicho algo que ha disgustado a alguien, pero tenía que decirlo.
—No estoy seguro, Padre. Todo lo que sé es que estoy enamorado de ti, y
mantener el secreto sencillamente no es algo que pueda hacer.
Unos dedos pasaron por los agujeros abiertos, agarrando la rejilla. —Es
por eso por lo que no te lo dije antes. Sé lo que significaría para tu llamada. No
te pediré que lo dejes por mi, pero necesitabas saber lo que hay en mi
corazón.
—Yo...
Garth suspiró con la trampa verbal. Esa trampa era toda suya. Eli
solamente la señalaba. Había sabido que ese momento volvería para
perseguirle. Claro, había perseguido sus sueños durante el tiempo entre
aquello y esto, pero ahora era realidad. No estaba disfrazado por la noche
oscura o el misterio. Se había entregado en su cubículo confesional con una
incontestabilidad pura. El hecho de que el desear a Eli tantísimo fuera una
nueva revelación, y una que retorcía su mente hacía la indecencia y lo
inapropiado, no se podía negar.
—Te devolví el beso,— susurró Garth, repitiendo las palabras sólo para
hacer que Eli dejara de decirlas. Cada repetición clavaba su conciencia en la
cruz con un odio hacía si mismo renovado. No se merecía llevar el traje de
Dios.
—Eso es,— estuvo Eli de acuerdo. Fue como si no hubiera esperado que
Garth lo admitiese.
El que Eli volviese a la ciudad no había parecido algo malo cuando Garth
no sabía quién había sido ese misterioso amante en la oscuridad de esa noche.
No, Eli sólo había sido el hermano de Susie. El atractivo hermano de Susie, el
hermano inalcanzable que no tenía nada que ver con la llamada a servir de
Garth.
—No lo sé. Sólo confío en que necesitases oírlo. Estoy enamorado de ti.
No el enamoramiento incómodo que tenía a los diecinueve, sino amor. Quiero
hacerte feliz, y quiero estar cerca de ti.
Se cubrió la cara con las manos. No podía explorar ese tipo de amor. El
ardor perdido.
1 N. de T.: “Esto también pasará” [“This, too, shall pass”] es un dicho atribuido al Rey Salomón que le reconfortó y
ayudó a superar los obstáculos durante una rebelión.
Mirando atrás, admitió la verdad. Había sido tan cuidadoso no porque Eli
pudiera romperse, sino porque Eli le habría roto a él si Garth se hubiese
acercado demasiado, si fomentaba el amor que podía haber. Garth había
escogido su camino, y éste era uno de oración y celibato.
Dejó caer las manos, entrelazó los dedos. Mantuvo la cabeza gacha. Si
alzaba la vista, Eli vería la aflicción que sentía, el impulso humano de tomar lo
que le ofrecía en una fuerte discordia con el voto que le había hecho al creador
de todas las cosas.
«¡Si! Eres una parte de mi. Eres la parte de mi que perdí cuando te
alejaste. Eres el anfitrión de cada uno de los sueños. Despiertas mi mente y
aligeras mi soledad. ¡Si! Perturbas mi paz. Me haces cuestionar cada voto que
he tomado. Alteras el equilibrio de mi mundo sólo con estar en él.»
Garth movió rápidamente la cabeza de lado a lado. —Mi fe,— dijo con
palabras cuidadosamente controladas, —lo es todo para mi. Forma una gran
parte del hombre al que dices amar. Nunca cuestiones mi fe. Está más allá de
ti.
Pensó que veía como los ojos de Eli se agrandaban por el pánico, pero los
bajó después de un momento. —Tienes razón. Lo siento.
Eli se marchó antes de que Garth pudiera encontrar una disculpa medio
sentida propia. Sus dedos se curvaron con fuerza sobre las palmas, marcando
la carne, y aún así apretó las uñas con forma de media luna más profundo.
Cualquier cosa para mantener a su mente alejada de correr detrás de Eli.
Capítulo Dos
El interior le recibió con la misma frialdad que el exterior. Allí las velas
encendidas y los santos que fruncían el ceño se cernían por encima de la
confusa atracción entre Eli y Garth. Sentimientos golpeados en las oscuras
sombras. La madera antigua del confesionario, como un corazón enterrado,
implacable, cortante, se burlaba de él entre más sombras y promesas místicas.
Solía encontrar consuelo entre esas paredes. Ahora las odiaba por
mantener a Garth alejado de él.
Sabía que había ido demasiado lejos. Nunca debía de haberle presionado.
Por supuesto que Garth se tomaba su fe en serio. ¡Vestía el maldito traje negro
y el alzacuellos! Un hombre no podía ponerse más simbólico sobre su
devoción.
También sabía que Garth no era tan sólido como pretendía. Como mínimo,
podía decir que el hombre había disfrutado su beso. El recuerdo de la
sensación de su polla rígida contra la propia había grabado a fuego esa
seguridad en su mente para toda la eternidad.
Garth podía negarlo, pero había estado excitado. No por cualquier, sino
por Eli. Podía hacerlo de nuevo. ¿Se atrevería? Lo último que quería era
avanzar con demasiada fuerza y no dejar a Garth otra opción que dar medía
vuelta y huir.
Estaban en una coyuntura delicada. Garth sabía como se sentía Eli. Eli no
tenía ninguna pista de como se sentía Garth. El movimiento equivocado
colocaría una laguna infranqueable entre ellos. ¿Había un movimiento
adecuado cuando el celibato y el sacerdocio estaban involucrados? Eso
esperaba. Su instinto le decía que no abandonase. Garth valía la espera.
—Menuda cara más larga,— dijo la señora Jennings. —¿Ya estás echando
de menos a tu hermana?
Su risa hizo eco en la zona de la capilla y del nártex. La boda avanzaba sin
complicaciones. Sonrió ante el feliz sonido, después caminó por la nave central
hacía el pasillo de entrada de uno de los lados del altar.
—Si solamente mis relaciones fueran igual de fluidas,— murmuró para sí.
La feliz pareja corrió por el pasillo. Eli se movió para seguirlos. Una mano
pesada cayó sobre su brazo, y siguió con la mirada los dedos desde el brazo
hasta la expresión turbada de Garth. La sonrisa de Eli titubeó.
—¿Qué ocurre?— preguntó, temeroso de que algo fuera mal con Susie o
Terry.
El otro chico accedió. Eli miró alrededor buscando a Garth. Éste estaba de
pie en silencio en la puerta del pasillo, y se agachó para pasar una vez que
supo que Eli le había visto. Eli se alejó de la gente que dejaba la iglesia y le
siguió después de un par de minutos.
GARTH se pasó una mano acosada por la cabeza. Le temblaban los dedos
y se sentía los miembros extrañamente débiles. Nunca se había sentido así
antes al ver a Eli. Quizás era por saber cómo se sentía. Quizás era porque Eli
no podía haber pasado por alto el modo en que Garth le respondió.
Y aún así decirlos sólo le hacía sentir como si hubiera traicionado sus
propios votos. Quería a Eli fuera de su sistema. Quería que Eli disfrutase la
recepción y después se marchara. Si no estaba en la ciudad, entonces quizás
Garth podría apartar la posibilidad del amor humano de regreso al plano
inferior al que pertenecía.
Garth estaba casado. Con Dios. Nadie engañaba a Dios y salía impune.
¿No?
Garth se giró. Buscó el querido rostro de Eli, buscando al joven que solía
conocer con la esperanza de que le recordase la indecencia. Pero el joven
inquieto se había ido. En su lugar estaba de pie un adulto seguro y tentador
que le deseaba.
Garth alzó una mano para detener su progreso. —Quédate donde estás.
Eli se detuvo.
Eli frunció el ceño. —De acuerdo entonces. Dime qué tenías que decir.
Eli caminó hacía él y le apartó las manos. —De manera que me has
llamado a la sacristía... para mantener la distancia entre nosotros,— dijo.
Arqueó una ceja; sus labios se estremecieron en una sonrisa como si cada
gesto suyo se burlara de la falta de distancia que había causado el estar en la
misma habitación.
Eli hizo un trabajo rápido con la túnica, hasta que estuvo lo bastante
suelta como para que Garth saliese de ella.
—Siempre pensé que te veías sexy con el traje,— murmuró Eli. Lanzó la
tela sobre la mesa.
Eli no le había tocado más que para el acto de desvestirle, su mano sobre
su pecho. Tampoco se había apartado para mirar. ¿Cómo era que ser
desnudado se sentía menos como una caída moral que el desnudar a otra
persona? Incluso mientras se lo preguntaba a si mismo, ya sabía la respuesta.
Era porque le comprometía. Porque no podía volver la vista hacía ese momento
y pretender que no era un participante dispuesto en el desfloramiento de sus
votos.
—Estás nervioso.— Eli le cogió las manos en las suyas y apretó. —No
tienes por qué estarlo. No hay nada en mi parte excepto aceptación.
Le soltó para levantarle la barbilla hasta que Garth le miró a los ojos.
—Ei,— susurró Eli, acariciando los labios de Garth con la punta del dedo.
—No tienes permitido ponerte frenético conmigo.
—No podemos dejar que esto pase,— dijo Garth con voz entrecortada.
—No nos está pasando nada. Nosotros vamos a hacer que pase porque
queremos. Te quiero, Garth, incluso si no estás listo o dispuesto a decirme lo
mismo.
—Hice votos,— gruñó Garth, frustrado. —Si hago esto, se terminó todo.
—Si hacemos esto, sabrás si se suponga que termine todo. No tienes que
amarme, ¿pero me deseas?
—Si. Lo es.— Eli se retiró de él. —No voy a forzarte a hacer nada. No voy
a convencerte. No voy a culparte ni a amenazarte ni a suplicarte. O me deseas,
o no. De un modo u otro la decisión es tuya.
Garth sintió inmediatamente la pérdida. No quería tomar decisiones. Era
mucho más fácil apuntarse a quedar atrapado en el momento. —¿Por qué?
Eli extendió el pulgar, sosteniendo en alto la mano con los cinco dedos
extendidos. —De algún modo piensas que me has influenciado para desearte
de modo impropio. Cinco.
—¿No lo he hecho?
Garth no pudo responder. Eli recogió su ropa, le echó a Garth una ojeada,
su mirada prolongándose en su polla, la cual se sostenía resueltamente en el
aire por si misma. Se giró hacía el baño. —Me cambiaré allí... te daré algo de
privacidad.
Eli cubrió las manos de Garth con las suyas, ligeramente más grandes
mientras tocaban juntos su cuerpo.
Garth encontró los botones de los pezones. Amo el modo en que rodaban
en sus dedos. Tiró de ellos con fuerza, y Eli movió el culo contra su erección.
Ambos gimieron, y Garth volvió a frotar los tensos botones, tirando de ellos
ligeramente, rozándolos después con una uña; todas las cosas que se hacía a
si mismo en la privacidad de su cama. Todas las cosas que le gustaban a su
cuerpo.
Marcando la carne de Eli con las uñas, Garth deslizó ambas manos hacía
abajo. Fue más allá de su polla, ignorándola, para empujar entre sus piernas y
apretar suavemente la parte interior alta de sus muslos.
Garth meció las caderas en el canal entre las nalgas de Eli. Su respiración
se volvió caliente y húmeda contra la columna de éste. —No quiero desearte.
Sería más fácil si no lo hiciera.
—Demasiado no existe.
Eli se giró y Garth le dejó, abandonando lo que sostenía por algo mucho
más suntuoso.
Enroscó los dedos en las caderas de Eli, atrayéndolo más cerca. Había
tomado demasiado tiempo el esperar por un amor así. No había más espera
que llevar a cabo. Ese momento era para ellos. Garth lo tomaría. Si más tarde
tenía consecuencias, lidiaría con ellas... más tarde. ¿Estaba tan mal aceptar el
amor de un hombre al que deseaba? ¿Un hombre al que amaba y al que no
debería?
Ya no le importaba.
Eli deslizó los dedos en su cabello, exactamente igual que en esa noche de
hacía tantos años. Lo sostuvo con ternura, sin demandas y sin insistir,
sencillamente dándole a Garth tiempo para ajustarse a las nuevas sensaciones.
Las sacaría en las noches oscuras y reviviría el modo en que Eli se sentía
contra él, el modo en que su cuerpo hormigueaba ante cada toque accidental y
ante cada caricia deliberada.
Garth condujo las manos subiendo por la espalda de Eli. Las texturas
cambiaban del culo a la espalda, de la espalda al cuello. Curvó los dedos los
hombros de Eli e intercambió besos castos y con la boca abierta para un
intercambio más íntimo con las lenguas. Garth allanó los sabores, probó el
borde de los dientes de Eli. Éste siguió su ejemplo, dejando que Garth tomara
la iniciativa.
Se atrevió a abrir los ojos. Todo estaba borroso a esa distancia, pero
identificó la luna creciente de las negras pestañas de Eli descansando en su
mejilla. Los ojos cerrados, entregado al beso, su expresión era de un placer
adorador que casi dejó a Garth de rodillas. Las mejillas de Eli se hundían
ligeramente mientras su lengua se frotaba contra la de Garth.
La humedad se acumuló en sus ojos. ¿Había algo más perfecto que eso?
No pensaba que fuera posible.
Eli capturó su propio labio inferior con los dientes. Soltándolo de nuevo,
Garth no pudo evitar mirar fijamente a esa plenitud exuberante mientras se
llenaba de nuevo.
—¿Quieres que entre en ti, o quieres estar dentro de mi?— preguntó Eli.
Era como si le hubiera leído la mente. —Dentro de ti. Por favor. Ahora.
Eli sacó un condón del envoltorio y lo deslizó en la polla de Garth. Éste
casi se corrió ante la sensación de su mano sobre él.
—¿No te dolerá?
Garth serpenteó los dedos hasta detrás de las pelotas de Eli y empujó uno
dentro del apretado anillo. Eli jadeó tomando aire de forma brusca.
—Maldición, vas directo a por el bote de las galletas, ¿no?— Rió sin
respiración.
—No. Nada está mal entre amantes.— Eli giró la cabeza alrededor,
buscando. —Sofá.
El movimiento llevó a Garth con dureza entre las piernas de Eli, y por un
momento ambos se quedaron paralizados por el asombroso placer.
—No estoy seguro de que pueda durar,— dijo Garth a través de los dientes
apretados. Quería que fuera bien. Debería ser romántico, y deberían correrse
juntos. A esas alturas sabía que eso sería imposible. Deseaba a Eli demasiado.
—¿Qué hago cuando esté dentro de ti?— Garth señaló de forma incómoda
la polla de Eli.
—Dios, si.
—Lo siento.
—Sostén la base del condón, así no lo perderás,— le dijo Eli con aspereza.
Garth lo hizo, alzándose hasta estar de rodillas con el culo de Eli sobre sus
muslos. Quería ver como sus cuerpos se unían. Quería ver el modo en que las
pelotas de Eli se sacudían y su pene se inclinaba cuando Garth volvía a
empujar dentro. Incapaz de frenarse, rodeó la polla de Eli con el puño.
Con ese pensamiento, Garth le soltó para agarrar en su lugar con firmeza
el trasero de Eli. Balanceó las caderas hacía atrás y embistió hacía delante. La
boca de Eli se abrió, sus ojos se cerraron, y el punto pulsante en su cuello
palpitó como loco. Se sintió poderoso y deseado. Repitió la acción y sonrió ante
el pequeño sonido que escapó de Eli.
Éste atrajo su trasero más fuerte. A Garth le gustó saber que Eli sentía
cada empuje y cada retirada en su cuerpo y con sus manos, que lo animaba y
lo tomaba. Embistió hacía delante, y de repente, un placer cegador le recorrió
la polla rápido como un rayo, vaciándose en el condón mientras estaba
enterrado hasta las pelotas.
Sus caderas se mecieron con los últimos chorros de semen mientras sus
ojos giraban tras los párpados cerrados, y gruñó a través de la agonía de un
orgasmo tan intenso, la cabeza flotando.
Garth sonrió, una pequeña risa avergonzada que resopló contra el pecho
de Eli. —Si hacerte el amor es siempre así de increíble, voy a necesitar un
preservativo doble.
Eli rodó con él, cambiando de posición y removiéndose hasta que ambos
estuvieron en el sofá encarando al otro. —Es tu primera vez. Estaba llamado a
ocurrir.
ELI recogió los condones del suelo, manteniendo un ojo sobre Garth.
Ahora que Garth había saciado sus necesidades, Eli estaba un poco preocupado
de que empezase a arrepentirse. Pero eso no fue lo que vio cuando le miró. En
sus ojos vio aceptación y deseo.
Eli estiró la mano hacía él, dobló la rodilla en el sofá al lado de la cadera
desnuda de Garth, y pasó la otra sobre él hasta el otro lado. —Sigo pensando
en qué pasará después. Es una puerta abierta a una habitación oscura sin
ninguna luz. No puedo prever cómo será para ti aunque sé cómo me gustaría
que fuera.
Ya estaba acariciándole la espalda a Eli con las manos de arriba abajo. Eli
no quería hablar sobre el futuro a excepción del futuro inmediato, el cual le
daría acceso completo al culo de Garth.
Allí tomó especial cuidado. El cuello era el lugar favorito de Eli, y quería
mostrarle a Garth todas las cosas que a él también le volvían loco. Garth olía
como velas quemadas y pizcas de incienso, con un susurro de loción para
después del afeitado en la piel todavía a esa hora del día.
—¿El qué? ¿Esto?— incitó, rozando con los dientes el tendón realzado del
cuello.
—Eso.
Eli rió entre dientes alrededor del lugar en el cuello al que atormentaba.
Le masajeó los hombros y la parte alta de los brazos mientras saboreaba el
cuello sensible de Garth. Dejó un rastro de besos hasta donde las clavículas se
unían. Deslizando los pulgares en sus axilas, provocó en las zonas de vello con
roces superficiales. Garth alzó los brazos por encima de la cabeza,
garantizándole un mejor acceso.
Eli se hundió más abajo, rozando con la nariz el vello que salpicaba el
pecho para tirar de un pezón. Allí rodeó la protuberancia con la lengua. Jamás
en sus sueños más salvajes habría creído que el Padre Garth estaría tumbado
desnudo y retorciéndose bajo él. Era un momento de fantasía, de ficción. Se
hubiera detenido para pellizcarse si no hubiera temido que el momento se
desvaneciese en otro sueño frustrante.
Cerrando los ojos, tomó la protuberancia entre los labios y tiró. Garth
gruñó; sus caderas se alzaron para chocar con el abdomen de Eli. Ya se estaba
endureciendo de nuevo. La anticipación hizo sonar los nervios de Eli. Tenía que
ir bien. Tenía un sólo tiro para mostrarle a Garth que valía la pena luchar por
ellos.
Los dedos de Garth mordieron tan fuerte el brazo del sofá que Eli pudo oír
como arañaban la tela.
—Ésa es tu próstata.
—Se sentirá mejor en un rato,— replicó Eli con una sonrisa entre dientes
en la voz.
—Eso es cierto. Estoy dentro,— le dijo Eli, su voz sonando ronca a sus
propios oídos. Resistió el impulso de montarlo. Dios, deseaba hacerlo, pero esa
era la primera vez de Garth, y no quería asustarle o herirlo por moverse
demasiado pronto.
—Mírame.— Eli frotó el lado de sus narices juntas. —Quiero verte correrte
mientras te hago el amor.
Garth abrió los ojos. El verde profundo guardaba conflicto e incerteza. Eli
no necesitó ninguna explicación. El individuo era un virgen del clero, casado
con la iglesia, que permitía que su antiguo estudiante le tomara de un modo
ante el cual la iglesia fruncía el ceño ante el método, el genero y el voto. El
objeto de su caída de la gracia le estaba pidiendo no sólo que fuera consciente
de la caída, sino que permitiera que Eli fuera testigo al desnudo.
Hizo falta valor para que Garth accediera. Eli valoraba cada minuto, pero
el sacrificio hizo que el momento fuera incluso más precioso. No dejaría que
Garth se arrepintiese.
Garth aplanó las manos en la espalda de Eli. —No puedo darte esa
respuesta ahora.
Una ternura agridulce llenó a Eli por el anhelo desgarrado que oyó en su
respuesta. Se estabilizó mentalmente, tomando valor del hecho de que Garth
lo arriesgara todo por esos pocos minutos juntos. Eso tenía que decir algo
respecto a sus sentimientos por Eli, incluso si no podía expresarlos en voz alta.
Eli se retiró lentamente. Observó con avidez como la expresión de Garth
pasaba de asombro a aturdimiento cuando volvió a empujar hasta el hogar. Un
pequeño sonido escapó de la parte posterior de la garganta de Garth. Eli lo
contó como una victoria. Habría más de esos antes de que hubieran acabado,
decidió.
Sonó un rápido golpe en la puerta. Bajo él, Garth se tensó y empujó con
urgencia el pecho de Eli. —Levántate,— susurró apresurado.
Eli apartó la vista. Podía lidiar con muchas cosas, pero la vergüenza y el
rechazo del hombre al que amaba no era una de ellas.
—Padre Garth, parece que se te han dado momentos más que suficientes.
Esto necesitará ser tratado, como estoy seguro de que entiendes.
Nadie habló.
—No, gracias.
—Has sido parte voluntaria en una abominación en la casa del Señor, con
un siervo del Señor. Oiré tu confesión.
—Oh, ¿no lo hacemos? ¿Entonces todo eso sobre que Dios ama a toda la
humanidad es una mentira? Bueno,— bufó Eli, —eso apesta.
Aún así, dejar a Garth para que lidiase con el Padre Merryl se sentía como
si lo hubiera servido en una fuente de odio. Y con todo tenía que hacerse. No
era su lucha. Era la de Garth. Sólo esperaba que la finalidad en las palabras de
Garth, antes de que apareciese el Padre Merryl, no fueran un presagio de la
dirección de su elección.
Capítulo Cuatro
GARTH se las arregló para ponerse los pantalones y estaba metiendo los
brazos en la camisa cuando Eli se marchó. Inmediatamente la habitación se
sintió fría sin él. Garth frunció el ceño mientras abrochaba los botones. Su
mente se arremolinaba con pensamientos, preguntas, enfado y decepción. No
había un blanco en el que pudiese clavarlo todo. Suponía que su respuesta
debería haber sido la cruz.
Se les había grabado en la cabeza como sacerdotes: sea lo que sea lo que
te importa, llévalo a la cruz.
Retirarse sería sensato, aunque no fuera por otra razón que para dar algo
de distancia a su añoranza insatisfecha hacía Eli. El modo en que se sentía
respecto a él tenía que ser producto de su acto de amor tanto como del afecto
que ya sentía.
Miró al Padre Merryl, le miró de verdad. ¿Era eso lo que quería ser?
¿Demasiado atrapado en su propia importancia e inclinaciones como para mirar
más allá del envoltorio humano y ver el alma? La iglesia católica proveía un
lugar excelente para un hombre, huyendo de la sociedad, para que se
escondiera.
Garth se encogió. Sabía que el Padre Merryl tenía razón. De acuerdo con
la iglesia, sus acciones requerían reflexión en silencio, oración, penitencia y
soledad. Ir a la fiesta, donde se hubiese encontrado con Eli y el resto de la
familia, era una muy mala idea. Después del increíble sexo (sexo por el que no
podía lamentarse por haber tenido) sabía que cuando mirase a Eli lo llevaría
escrito en la cara. Eso no sólo desmerecería la boda, sino que despertaría
preguntas.
—Bien. Tómate una semana.— El Padre Merryl caminó hacía él y apoyó las
manos en el brazo de Garth. —Todos tenemos nuestras cruces que soportar,
Padre. No hay razón para que no puedas superar ésta. La mía fue mi
alcoholismo en mi juventud. Quedó fuera de control, y casi perdí mi posición
en otra iglesia. Tómate una semana libre. No respondas al teléfono ni abras la
puerta. Dirígeme todos tus mensajes. Te cubriré.
«Una semana. Dale una semana,» se dijo a si mismo. «Tienes que darle a
tu llamada un esfuerzo honesto, o siempre te preguntarás si tu fidelidad está
con Dios o con Eli.»
Había sospechado que Garth no seguiría cuando había dicho que jamás
olvidaría lo que Eli le había dado. De modo que habría momentos sin más de lo
mismo para compararlo. Lo cual significaba que incluso antes de que el Padre
Merryl hubiera entrado en esa habitación, Garth estaba terminando su breve
relación.
Quizás Eli había sido utilizado y sencillamente era demasiado cabeza dura
como para comprenderlo. O quizás lo comprendía, y solamente se negaba a
creerlo.
Garth no pensaba que valiese la pena luchar por Eli. No, más aún. Garth
no pensaba que su relación fuese lo suficiente honorable como para estar
frente a la iglesia católica.
¿Así que qué quería? ¿Qué esperaba Eli de él, si no eran esas cosas que
les permitirían estar juntos?
Suspiró.
Probablemente lo que más dolía era que había luchado por Garth y había
perdido. ¿Cómo se suponía que olvidara y continuase adelante? ¿Cómo
sostienes momentáneamente a la persona a la que siempre has amado, la
pierdes y recoges los trozos de tu corazón cuando éste se destroza?
Tenía que seguir intentándolo, tenía que seguir llamando en caso de que
ése fuera ese único momento de debilidad en que Garth contestase al teléfono,
porque las alternativas eran insoportables.
El Padre Merryl frunció el ceño. —Ese hombre necesita una confesión. Creo
que deberías convencerle para que acudiera a un sacerdote. Al suyo, a mi, a
alguno que escuchara sus pecados y le ofreciera absolución.
—Padre Garth, allí había dos hombres cometiendo una falta, no uno. No
puedes tomar los pecados de otro como propios.
Garth saltó a la discusión, sabiendo que sus esfuerzos eran más para
distraer de la herida real en la que el Padre Merryl probablemente se cebaría.
Quería que dejase a Eli tranquilo. El único modo de hacerlo era apartar a Eli del
patíbulo. Desviar, redirigir, y todas esas otras tácticas evasivas.
También quería mantener sus recuerdos de Eli para si. Sin teñir por el
ridículo. Sólo habían tenido esa tarde, una hora como máximo, y un beso de
hacía años. Ese Padre Merryl había abierto la sala privada del afecto y la había
proclamado como un heraldo con un premio, la había traicionado. El amor
secreto expuesto, juzgado, desdeñado.
Era curioso como el principio bíblico podía ser tergiversado para que
encajase en el clero. No esa vez.
—Y aún así la Biblia dice que sufrió todas las tentaciones. Eso incluiría la
homosexualidad.
—Por supuesto que no,— accedió Garth. —Pero tampoco tuvo relaciones
con mujeres. ¿Entonces es una tentación peor que la otra?
Podía discutir con el Padre Merryl hasta que el sol dejase de brillar, pero
siempre volverían al papel de Garth como sacerdote sucumbiendo al deseo del
corazón de un hombre, incluso si estaban alojados en el mismo cuerpo.
—Gracias, Padre.
—Lo es.
—¿Crees que no cambia el mio?— Eli golpeó con la palma la rejilla por la
frustración.
—Constantemente.
—Lo recuerdo,— dijo Garth. Su voz sonaba ronca, y eso animó a Eli a
continuar.
—No sabes lo que echas algo de menos hasta que se te niega. Decidí
darte espacio, que quizás te había atrapado lo suficiente poco preparado como
para que no hubieses sido capaz de reaccionar. Ésa fue mi excusa, y me aferré
a ella. Pensé que no sabías quién te había besado, de manera que no había
peligro. No había un peligro real de que se me descubriese. No había peligro
real de que me rechazases, así que me lo guardé para mi y te observé,
deseando estar contigo, pero respetando la distancia que tu llamada requería.
Eli alzó la cabeza, buscando los confines del cubículo confesional de Garth.
—Algunas cosas es mejor que queden sin decir,— murmuró Eli. —Algunas
cosas son más seguras cuando quedan sin decir. Lo cual es por lo que he
esperado tanto tiempo como tenía para decirlas.
Eli no pudo obligarse a hacer lo mismo. —¿Lo hice? Desde donde estoy
sentado, no ha cambiado nada. Todavía estás fuera de mi alcance.
La vida real no funcionaba de ese modo. La vida real era el hombre de sus
sueños sentado en un confesionario, rodeado por madera de roble imponente y
enclaustrado por una rejilla de hierro negro. La vida real estaba tratando de
burlar unos pocos momentos de afecto de un Dios no visto que no tenía
designios románticos sobre Garth pero que le poseía de todos modos.
«No. Ni de cerca.» Pero no había sido eso lo que Eli estaba preguntando.
—Me marcharé si quieres que lo haga.
—Entonces me quedaré.
—Eli, creo que es más seguro decir que no sé lo qué quiero. Pero incluso
si lo supiera, no creo que haya un modo de evitar esto.— Garth se giró hacía la
rejilla, pasó los dedos de ambas manos por los espacios abiertos como si
pretendiera sacar la rejilla de la pared mientras miraba a través de ella a Eli.
Por alguna razón, Eli supo que no le iba a gustar lo que Garth tenía que
decir.
—Éste no es el lugar. Hay una pared entre nosotros,— dijo Garth, tirando
de la rejilla.
El silencio cayó entre ellos. Eli trató de reunir su orgullo y calmar su furia.
—No volveré,— le dijo Eli finalmente. —No volveré a poner un pie en esta
iglesia. Si quieres verme, sabes dónde encontrarme. Si no quieres, entiendo el
por qué. Sólo no vengas a mi si la iglesia sigue entre nosotros. Creo que al
menos me merezco esa consideración.
—Ésa es una tontería modesta, Padre Garth. Eres mejor que eso. Incluso
si la iglesia no lo sabe, yo si lo sé. Recuerda eso cuando te estés preguntado
por qué Dios no te susurra en la oreja mientras caes dormido.
Eli dejó el cubículo. Déjà vu. Había tenido que hacer eso en una ocasión
previa. Aunque había tenido poco ánimo de convencer a Garth de que estaban
hechos el uno para el otro la última vez, ahora sentía incluso menos
esperanza. Golpearse la cabeza contra la pared habría sido más favorable que
la zurra que había recibido su corazón.
No. Ahora mismo sabía que se suponía que estuviera con la iglesia. Allí
había sido feliz, sin conflictos, sin decisiones vitales mayores, sin la confusión
de hacer elecciones equivocadas. Hasta que Eli llegó y lo lanzó todo al caldero
y lo agitó.
Sip.
Lo cual no explicaba nada acerca de por qué estaba mirando fijamente,
maleta en mano, la señal de la ciudad de Lakeview en la terminal de
autobuses, ni siquiera a ocho kilómetros de donde Eli vivía y trabajaba. Seis
semanas libres para reflexionar y superar a Eli, volver y renovarse, ¿y ahí
estaba? No recordaba haber tomado la decisión de ir, pero por supuesto lo
había hecho.
Lo cual significaba básicamente que tenía que lidiar con sus demonios en
un campo de juego equitativo.
—¿Bien, qué?
—Oigámoslo,— le incitó ella.
Jenny rió. —Está bien. Estás perdonado. Haz diez “viva Jenny” y promete
llamarme la próxima semana.
—¿Cómo estás?
—Seis semanas.
—Lo haría, pero tengo que resolver algo primero. ¿En otra ocasión?
—Por supuesto.
—Lo siento por la hora.— Hizo una mueca cuando vio el reloj del motel
mostrando brillante que eran un poco pasadas las siete a.m. —Puedo llamar de
nuevo.
—Si.
—Si.
—¿De quién?
—De él. El tipo al que conocí. Volví a conocer o lo que sea,— trató de
aclararlo.
—Si.
—Me besó.
—No. Hace algunos años alguien me besó. Estaba oscuro. No supe quien
fue.
—¿Y fue ese tipo? ¿El que está enamorado de ti?— preguntó.
—Es algo así como malo por su parte el que haga avances contigo de ese
modo. ¿Lo pusiste en su lugar?
Garth pensó en todas las posiciones en las que habían estado. Sus
mejillas se calentaron. Todas esas posiciones que le gustaría probar de nuevo y
algunas más en las que había pensado desde entonces. Y también los
momentos tranquilos. Pensar en cosas simples como hacer una taza de café y
tener a Eli entrando en la cocina y rodeándole con los brazos, que le besara el
cuello y después se sentara para planear cómo pasarían su sábado.
—Si, claro. Por eso me estás al teléfono conmigo, diciéndome que has
tenido sexo con un hombre en la sacristía de tu iglesia. ¿Qué dijo el Padre
Merryl?
—Su nombre es Eli. Se marchó como le pedí. Después volvió tras una
semana tratando de llamarme. No podía devolver sus llamadas. Estaba
tratando de huir de mi pecado.
—Eres un idiota. Lo siento, eso quizás me haga terminar en el Purgatorio
algo más de tiempo del que esperaba, pero es verdad. ¿Ese hombre te confesó
sus sentimientos hacía ti, durmió consensualmente contigo, y tú le diste la
espalda y nunca volviste a hablar con él? Si, eres un capullo sacerdotal.
—Eso fue antes de que me dijiste lo estúpido que fuiste con Eli. Ahora
estoy de su parte.
—Caramba, gracias.
—No es nada. Así que escupe. Vino a verte de nuevo. ¿Qué pasó
entonces?— presionó.
—Está bien, lo que sea. Suenas vago, ¿así que entiendo que el momento
confesional no fue bien?
—Debería haberlo hecho, pero es una situación delicada. Tenía que decirle
que había elegido a la iglesia hacía años, de manera que no había nada por lo
que decidirme.
—Algo así.
—Si, si lo estás.
—No es divertido.
—Lo sé. Lo siento. Pero eso no cambia el hecho de que estás allí con Eli.
No aquí. Fuiste a verle porque la idea de ser libre de la iglesia y no verle ni
siquiera es una opción para ti. Y tengo que decirlo, hermano mayor, hacen falta
pelotas para lo que hizo. Para lo que tú estás haciendo hacen falta unas de
metal. Bien por ti.
—¿Pero quieres?
—Si.
—No debería.
Jenny hizo un sonido evasivo al otro lado, seguido por un silencio cómodo.
Garth gimió, colocó la cara en su mano libre, apoyada por el codo sobre la
rodilla. —¿Tengo que responder a eso?
Jenny dejó escapar una risita. —Yo también te quiero, tonto. ¿Has
encontrado tu respuesta?
—No.
—¿Quién lo dice?
—¿Qué?
—No lo sé. Creo que lo estoy forzando,— dijo, sin sonar nada seguro de si
mismo.
Desdobló las piernas, dejando que una cayera por el lado de la cama para
arrastrar el pie todavía calzado por la alfombra del motel. Había llegado a Eli
por debilidad, seguramente, y no por permiso divino.
—Garth, cariño, ¿por qué estás ahí?— preguntó ella con suavidad.
—Si. Lo sabes.
—Nunca me di cuenta que fueras tan abierta con la vida conyugal del
mismo sexo.
—Lo sé.— Y no estaba tan seguro de tomar las correctas. La que más le
presionaba era Eli. ¿Qué hacía con Eli? Ya estaba en su ciudad. Evidentemente,
el subconsciente de Garth pensaba que debía lidiar con eso primero. Tratar
primero con eso había atado su posición en la iglesia, su futuro, sus relaciones
y su sexualidad.
—Encenderé una vela por ti,— dijo Jenny, como si notara sus
pensamientos tumultuosos.
—Gracias.
La evitación no parecía ya una buena idea. Sólo haría que los argumentos
circulares de su cabeza tomaran la curva e hicieran otra vuelta. Necesitaba
paz, y la paz sólo llegaría con la determinación.
Nunca había estado atraído sexualmente por las mujeres. Tampoco había
categorizado nunca sus inclinaciones puesto que había sabido pronto que se
dedicaría al sacerdocio. Claro, había encontrado a las mujeres hermosas,
atractivas, cómodas. De forma divergente, había encontrado a los hombres
estimulantes, desconcertantes, y había sido inexplicablemente atraído hacía
ellos.
Quizás era por eso por lo que una vida rodeado de ellos le había parecido
buena idea. Un grupo de hombres con un objetivo en común no sexual había
intensificado en cambio su consciencia de lo diferente que se sentía sobre los
hombres y las mujeres. Sensaciones que sabía que no eran la norma social
estándar.
Había rogado penitencia por esa carnalidad. Nunca había soñado que
fuese acertada.
«Soy gay,» pensó, sintiéndose un poco más cómodo con esa admisión.
Su risa murió.
Había llegado a esa decisión esa mañana. Había llamado al Padre Merryl,
quien había tratado desesperadamente de disuadirle. Había llamado al obispo,
quien le había recriminado por su falta de fe. Y se había mordido la lengua
para no recordarle al obispo que sólo Dios conocía su corazón y mente. Había
hecho todo eso hacía horas.
—Es un hazlo-o-muere, Garth. Has hecho las paces con la iglesia. Incluso
si Eli no te desea más...— Decir las palabras en voz alta le dolía, pero continuó
con el pensamiento. —Incluso si ya no te desea, has hecho lo correcto. Lo
único que podías haber hecho una vez que comprendiste que la iglesia ya no
corría paralela a tus propias creencias. Incluso has lidiado con el rechazo del
obispo. Esto debería ser más fácil.
No lo era.
Así que, si, había sabido que sus días en la iglesia estaban contados.
Sencillamente había evitado la realidad durante tanto tiempo como fue posible.
Su deseo por una relación íntima y su devoción hacía la iglesia estaban
destinadas a cruzarse. Y lo habían hecho. Y no lo lamentaba. Tampoco estaba
asustado de no esconderse más tras las paredes de la iglesia. En su lugar se
sentía liberado.
Se dirigió a las puertas y las empujó para entrar al fresco edificio. Voces y
pasos rebotaban en la entrada de mármol y en el techo de dos pisos. A lo largo
de un lado del suelo había un mostrador de mármol con dos guardias de
seguridad tan lejos que hicieron falta varios segundos para alcanzarlos.
—Estoy aquí para ver a Eli Jennings,— dijo Garth, su voz sonando más
segura de lo que él se sentía.
—Gracias.
ELI dejó caer el documento de su reunión de junta en la mesa de su
secretaria. —Samantha, ¿puedes asegurarte de que se le añade el acta a esto?
Quiero llevarlo a casa esta noche para una evaluación exhaustiva de los planes
de la campaña.
—No.
—Si.
Eli sonrió abiertamente. —Está bien, pero todavía necesito ese archivo
esta noche.
—Samantha.
Sus manos estaban sobre unas caderas vestidas con tejanos, los pies
separados por la distancia de los hombros. Una camisa vaquera de un azul
desvaído había sido arremangada en las mangas y metida dentro de los Levi's.
Los tejanos le encajaban como un amante, y la mirada de Eli se tomó un
momento para apreciar la vista antes de moverse rápidamente al cabello
oscuro que rozaba el cuello de la camisa.
Garth se giró, sus ojos buscando los de Eli. —Espero que esté bien que
esté aquí.
Notó la bilis amarga ante el pensamiento de ver a Garth una vez más,
como para reafirmar lo de segunda categoría que era él para el tío grande. Era
como burlarse. Mira, mira lo que no puedes tener antes de que esté clausurado
de nuevo por el oficio.
Eli se tensó. «Por favor no me culpes por amarte. Por favor no digas que
arruine tu vida, porque tú has mejorado la mía incluso si todo lo que consigo
es este dolor.»
»Lo que estoy tratando de decir es, desde una edad temprana, sabía que
lo único que nos mantenía cuerdos a Jenny y a mi eran esas semanas en las
cuales papá tenía una conciencia. Por ello, siempre vi sólo a la iglesia como el
destino en mi vida. Todos mis estudios, todos mis esfuerzos en la comunidad,
eran con la única meta de entrar en la iglesia y quedarme allí.
—Por supuesto que lo fue, a menos que estés a punto de decirme que
habrías dormido con cualquiera,— se mofó Eli. «Por favor no le dejes decir que
podría haber sido cualquiera.»
La alarma alzó las cejas de Garth. —De ningún modo.— Dio un paso más
cerca. —Probablemente habría seguido mintiéndome a mi mismo durante
años. Habría sido fácil porque después de que te conociese, ningún otro
hombre habría hecho eso por mi.
—Bien, date prisa entonces,— gruñó Eli. —Porque si es lo que creo que
es, entonces quiero oírlo todo sobre tus sentimientos hacía mi. En detalle.
—Me daré prisa. Primero necesitas la base para lo que tengo que decirte.
—No, pero en mi cabeza, eras tú. El beso abrió una puerta que jamás me
había atrevido a probar. Sabía que estaba más atraído por los hombres que por
las mujeres, pero nunca había actuado en consecuencia. Ese beso me dio
permiso para imaginar el romance. Lo deseaba. Te deseaba. Deseaba que el
hombre fueras tú. Por eso es por lo que cuando me lo dijiste, en el ensayo de
la cena, huí.
—Por que un beso y una fantasía suelta se volvieron reales. Ya no era sólo
yo deseando que me desearas... era saber que lo hacías. Si me hacía dueño de
mi fantasía, diciéndote cómo me sentía, eso significaría cruzar la línea de la
imaginación al acto, y actuar se involucraba con mis votos.
—Estaba llamado a ocurrir. Una vez que esa puerta estuvo abierta, una
vez que tú estuviste al otro lado, había perdido.
—¿El beso?
Los brazos de Garth rodearon su cintura. Presionó los labios suaves contra
el cuello de Eli, poniéndole la carne de gallina.
—No estoy realmente deshecho acerca de eso,— dijo Eli. Una amplia
sonrisa se coló en su rostro.
—Algo así. Saben que estoy apasionado por este tipo, Garth, desde hace
siglos. Stephanie, mi secretaria, sabía que ibas a la boda, y me animó para
que lo intentara.
—¿Cómo es eso?
Eli rió. —Suena como algo que ella haría. ¿Te molesta que lo sepa?
—No, sólo que para mi es todo nuevo. ¿Podemos ser un poco más
discretos mientras me ajusto?
—Me he imaginado que el hecho de que estemos en los brazos del otro
aclaraba bastante bien cualquier duda.
Garth dejó ir la cintura de Eli para acunar su rostro con las manos. Cálidas
y secas, eran estables, sin rastro de miedo. —Estoy diciendo que te deseo.
Estoy saltando y esperando que me cojas, porque Eli, eres el centro de todo lo
que me importa. Siempre estará la iglesia. Es parte de quién soy. Siempre
estaré involucrado hasta algún punto. Más allá de eso, por eso, en lugar de
eso, envuelto en eso, tú lo eres para mi. Te amo.
Su pecho dolía por su amor hacía Garth. Estaba casi asustado de que si
parpadeaba, éste se desvanecería y no sería nada más que otro sueño cruel.
Atreviéndose, cerró los ojos y los abrió lentamente de nuevo. Garth sostuvo su
mirada tan estable como lo había estado. Sus ojos seguían igual de serios, su
sonrisa igual de tierna.
—Jamás.
Garth presionó los labios sobre los de Eli. Éste sintió la respiración
temblorosa aleteando tan necesitada como la propia. Abrió la boca, diciéndole
a Garth sin palabras que podía tomar más, y Garth entendió. Sus dedos se
deslizaron hacía atrás para mecer el cráneo de Eli, sosteniendo su cabeza
mientras éste sorbía de sus labios. Murmuraciones suaves, temblores guturales
inevitables, fueron los únicos sonidos que pudo hacer para decirle a Garth que
lo estaba haciendo todo bien.
Eli se sentó, tirando de Garth para que se sentara a horcajadas sobre él.
—Esta vez voy primero.
Garth asintió, más distraído por las cuentas de los pezones de Eli y el nido
de vello alrededor de la base de su polla.
Eli se deslizó un poco hacía abajo para darle mejor acceso. —Oh, si, eso
se siente genial.
Dejó caer la cabeza contra el sofá, los ojos cerrados mientras Garth
redescubría su cuerpo. No fue hasta que una boca caliente y húmeda se cerró
sobre su polla en una caída libre que congelaba el cerebro cuando comprendió
que Garth estaba descendiendo.
—No.— Una vez que tuvo a Garth de nuevo en su regazo, Eli se preocupó
por masajearle los muslos, el ligamento de la corva y el culo.
Garth se sostuvo en alto, sus caderas meciéndose con el ritmo del masaje
sobre su carne. —Se siente tan bien.
Eli miró como la polla del otro hombre se llenaba hasta arder, tan roja e
hinchada. Dios, deseaba eso en su boca. Pero antes había un culo que también
necesitaba ser atendido.
—Sólo es nuevo para ti. No te preocupes,— dijo Eli, moviendo las cejas de
forma sugestiva. —Me aseguraré de que haya una amplia práctica de sexo para
hacer que follar sea algo habitual para nosotros.
Bien enfundado dentro de Garth, Eli le alzó por las caderas, deslizándose
fuera casi por completo antes de sacudirse hacía arriba bruscamente para
atacar su agujero.
Esta vez, Garth cogió el ritmo, alzándose lo suficiente con las rodillas para
dejar que Eli entrase en él con fuerza. Era torpe y a Eli le recordó su primera
vez. Ambos cuerpos no parecían poder moverse a la velocidad del deseo, pero
chocaban contra el otro de forma irregular en una necesidad ciega.
Volvía a tener dieciocho años, probando su polla, sólo que esta vez el otro
hombre que se unía a él era igual de inexperimentado y desesperado. Esta vez
el hombre era Garth. La pasión hizo presa en él. Sostuvo el cuerpo de Garth
prietamente contra él mientras se dejaba caer de rodillas en el suelo y le dobló
sobre la sólida mesa de madera para el café. Separándole más las rodillas, Eli
mantuvo sus nalgas abiertas, mirando como el apretado esfínter temblaba ante
cada retirada y empuje de la polla en su cuerpo.
Eli bramó cuando la calidez mimosa de la mano de Garth sobre él hizo que
el fuego destellara. El semen subió por su polla a la velocidad del rayo,
manando con una fuerza sorprendente en el condón, que a duras penas
sostuvo su premio. Se disparó en chorros, y lenta, lentamente, el bombeo se
detuvo hasta pequeños empujones incontrolados que le vaciaron.
Garth se rió sin aliento. —Estoy genial. Mejor que genial. Estoy fantástico.
Eli dejó caer la frente húmeda de sudor entre los brillantes omóplatos de
Garth. —Me puse a pensar en ti con la vestimenta y lo perdí.
Garth se giró. —Entonces supongo que es algo bueno el que dos de ellos
vengan en mi caja de objetos personales, ¿uh?
Epílogo
Nueve meses más tarde.
No había nada más sexy que ver a Eli fuera de control por su causa. Eli no
estaba ahí. Garth frunció el ceño, echando una ojeada a la almohada aplanada
por el sueño.
Algo agitó la ligera sábana sobre su cuerpo, y miró hacía abajo. Rió al ver
a Eli, cubierto por la sábana, subiendo por el colchón entre las piernas de
Garth. Éste las separó más, alzando la sábana para dar la bienvenida a su
amante con un beso casto. Casto hasta que tuviese la oportunidad de
encontrar un cepillo de dientes; después todas las opciones serían descartadas.
Pero Eli no recorrió todo el camino hasta arriba. Con una sonrisa
malintencionada, miró a Garth bajo las pesadas cejas. Sus ojos marrones
destellaron con diablura. Su lengua salió en un movimiento rápido y se arrastro
desde la base de su pene hasta la punta.
«Corrección. No había nada más sexy que mirar a Eli entregarse a hacer
que Garth estuviera fuera de control.»
Eli rió entre dientes. Ahora fuera de vista, Garth sólo podía suponer lo que
haría después. Una mano caliente recubrió su polla y empezó a bombear
lentamente. La boca de Eli le tomó más profundamente, tomándole con
lentitud. Era una tortura el modo en que Eli le aumentaba con tanto esmero,
tan emocionante, y todo lo que Garth podía hacer era tomarlo y esperar hasta
que él encontrase apropiado dejar que Garth se corriese.
—Si.
—¿Me deseas?
—Si.
—Cásate conmigo, Garth. Olvida la ley. Promete ante Dios que siempre
seremos el uno del otro.
Eli apartó la sábana, mirando fijamente a Garth con seriedad entre sus
piernas. —¿Cuál sería esa respuesta?
—Deja de hablar.
—¿Ahora?
—Si,— siseó Garth. —Esto está tan al revés. Los votos están liados.
Garth se retorció.
Traducción:
GothicSegu
Corrección:
GothicSegu
Portada y formato:
GothicSegu
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