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Reporte de lectura

Para una pastoral de la cultura

El ser humano está inmerso en un mundo diverso lleno de múltiples entornos físicos
e intangibles, en los cuales, a través de su inteligencia y creatividad ha logrado establecer un
vínculo relacional y bilateral. La capacidad del hombre para sumergirse y adaptarse al
entorno ha sido una de las más grandes ventajas que ha tenido para la evolución de la propia
especie, biológicamente hablando, ha logrado desarrollar y adquirir habilidades que lo hacen
un ser verdaderamente funcional. Pero no solo ha logrado crecer y avanzar de manera
orgánica y biológica, hay algo también que lo ha revolucionado maravillosamente; las ideas.
Como ser pensante, el hombre es capaz de crear, idear, desarrollar cosas siempre
nuevas, y esto como parte de su programa adaptativo, es pues una ventaja que ha llevado
algunos miles de años. El desarrollo pensante del ser humano lo ha llevado a abrir espacios
capaces de controlar y de manipular, crear mitos, desarrollar entes y formas, producir objetos
y al mismo tiempo destruirlos. Con todo esto, se hizo artífice de su propia realidad y comenzó
a construir el edificio que ahora denominamos “cultura”.
El hombre se volvió el artista de su propio mundo, maquetando y moldeando el
entorno real, físico y metafísico que lo envuelve. Comenzó a cultivar y a crear lo que le
resultaba benéfico, placentero y seguro. Es así como la vida del hombre se expandió por el
mundo, y las sociedades con ingenio, creadoras de realidad y de vida expandieron su realidad
y alcanzaron su auge al globalizarse, creando de este modo sociedades.
El cultivo de ideas e ideologías, de movimientos y tradiciones abarcó el mundo
entero, de ahí que cada pueblo tenga costumbres distintas, “no hay cultura si no es del
hombre, por el hombre y para el hombre. Ésta abarca toda la actividad del hombre, su
inteligencia y su afectividad, su búsqueda de sentido, sus costumbres y sus recursos éticos”.
Por tanto, encontramos a una iglesia preocupada por difundir el Evangelio de
Jesucristo en un mundo donde las características culturales son ahora muy diversas. Llevar
el Evangelio es un reto que cada cristiano debe afrontar en una sociedad que se aparta cada
vez más de la verdad, de la vida, de la moral, de la bondad, de Dios.
Evangelizar es llevar una nueva y buena noticia a los diversos círculos sociales de
nuestra era, es penetrar la barrera que separa al mundo de su creador, sin embargo, “la ruptura
entre Evangelio y cultura es sin duda alguna el drama de nuestro tiempo [...] De ahí que hay
que hacer todos los esfuerzos con vistas a una generosa evangelización de la cultura, o más
exactamente de las culturas. Estas deben ser regeneradas por el encuentro con la Buena
Nueva”.
La fe está ligada a la cultura, no se puede vivir una fe sin cultura y no se debería vivir
una cultura sin fe, es por eso que es de importancia apremiante lograr la inculturación del
Evangelio, es de decir, llevar este anuncio de salvación a los distintos niveles sociales,
políticos, étnicos, etc.
Pero ya no sucede como antes, el encuentro de la fe con la cultura actual no es un
golpe a las estructuras establecidas en las sociedades actuales, no es como una ola que cubre
y arrasa llevándose estratos fundados desde hace un tiempo, ahora, la fe cuida con esmero el
acercamiento con los diversos movimientos culturales que nacen en el núcleo de una sociedad
diversa y plural, “en este encuentro, las culturas no sólo no se ven privadas de nada, sino que
por el contrario son animadas a abrirse a la novedad de la verdad evangélica recibiendo
incentivos para ulteriores desarrollos (Fides et Ratio n. 71)”.
San Juan Pablo II, en su encíclica, nos habla claramente cómo es que el Evangelio es
una “oferta universal, no ya limitada a un pueblo concreto, con su lengua y costumbres”
(Fides et Ratio 70), sino que es una invitación que se extiende a todos los hijos de Dios, se
les invita a ser partícipes de la familia de los hijos de Dios (Fides et Ratio 70).
Resulta pues, muy interesante la estructura del documento que resalta la importancia
del Evangelio en la cultura, en medio de un mundo “descristianizado”, dice, es importante
llevar luz a una sociedad que aparece entre sombras, no oculta en plena oscuridad, porque
siempre habrá voluntades bondadosas que busquen hacer el bien y promover la paz.
El reto de la pastoral de la cultura es sublime en todos los casos, como bautizados es
tarea nuestra llevar siempre el mensaje cristiano a los lugares más difíciles, evangelizar por
obras y palabras ha de ser siempre misión primordial para los hijos de Dios, tratar de
compartir la fe en el tiempo que se nos presenta no debe de ser obstáculo ni mucho menos
un impedimento, puesto que “la fe tiene el poder de alcanzar el corazón de toda cultura para
purificarla, fecundarla, enriquecerla y darle la posibilidad de desplegarse a la medida
inconmensurable del amor de Cristo”.
Está clara la misión de la iglesia, aun con los obstáculos que se presentan actualmente,
la voz del cristiano no debe dejar de ser un grito que invite a la transformación progresiva de
la atmosfera donde Cristo sea el eco que resuene en las paredes de la indiferencia, el egoísmo,
la anarquía y la pobreza.
Este documento es una invitación a la acción eclesial, a comenzar a trabajar en las
distintas líneas pastorales para lograr los objetivos de la misión, id por todo el mundo
llevando el Evangelio de Cristo.

Gonzalo Antonio Dominguez Verduzco


II Teología

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