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IGLESIA CRISTIANA EVANGELICA DE GAIMAN

Le invita cordialmente a nuestra

FIESTA
DE NAVIDAD
ANUAL
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Cuenta la Biblia que hace muchosss muchos pero muchossss años atrás,
existía un IMPERIO gobernado en aquellos tiempos por Augusto Cesar.
Este imperio era temible en toda la región del mediterráneo por su fama
de conquista, sus soldados que pertenecían al pueblo Romano,
avanzaban apoderándose de las tierras y sometiendo a todos los pueblos
que estaban a sus pasos.
Entre esos pueblos se encontraba JERUSALEN (capital de lo que hoy
conocemos como ISRAEL). En Jerusalén vivía un matrimonio, el cual
había sido bendecido por Dios y se encontraban a la espera del
nacimiento de su primer hijo. María se llamaba la esposa y transitaba los
últimos meses de embarazo. Su esposo José de oficio Carpintero cuidaba
y velaba por el bienestar de su esposa y futuro hijo.
Pero aconteció en aquellos días que Augusto Cesar decretó que se
levantara un censo sobre todo el imperio Romano. Es decir, todas las
personas debían ir a su propio pueblo a registrar a su familia. Fue así
como José, que era descendiente del rey David, viajó junto María a
Belén, la ciudad de David, para inscribirse junto a su esposa. Sucedió que
mientras estaban allí María cumplió el tiempo de alumbramiento.
Emocionado y un poco temeroso José buscaba un lugar donde
resguardar a su familia, un lugar calentito donde recibir al niño, pero NO
Encontró lugar alguno para ellos, se apresuró algo debía encontrar…
…el niño ya venía en camino y María estaba muy dolorida.
Alguien se compadeció de ellos y como no había lugar en el mesón les
ofreció quedarse en el establo.
Rápido corrieron a refugiarse y fue así como María dio a luz a su hijo
primogénito.
Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre.
A poca distancia de allí había unos pastores que pasaban la noche en el
campo, se turnaban en cuidar sus rebaños. Pero de pronto un ángel del
Señor se les apareció. La gloria del Señor los envolvió en su luz, y se
llenaron de temor.
Pero el ángel les dijo: "No tengan miedo. Miren que les traigo buenas
noticias que será de mucha alegría para todo el pueblo.
Hoy les ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el
Señor.
Esto les servirá de señal: Encontrarán a un niño envuelto en pañales y
acostado en un pesebre."

De repente apareció una multitud de ángeles del cielo, que alababan a


Dios y decían:
"Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de su
buena voluntad."

Cuando los ángeles se fueron al cielo, los pastores se dijeron unos a


otros: "Vamos a Belén, a ver esto que ha pasado y que el Señor nos ha
dado a conocer."
Así que fueron de prisa y encontraron a María y a José, y al niño que
estaba acostado en el pesebre.
Cuando vieron al niño, contaron lo que les habían dicho acerca de él,
y cuantos lo oyeron se asombraron de lo que los pastores decían.
María, por su parte, guardaba todas estas cosas en su corazón y meditaba
acerca de ellas.
Los pastores regresaron glorificando y alabando a Dios por lo que
habían visto y oído, pues todo sucedió tal como se les había dicho.
Después que Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes,
llegaron a Jerusalén unos sabios procedentes del Oriente.
¿Dónde está el que ha nacido rey de los judíos? --preguntaron--. Vimos
levantarse su estrella y hemos venido a adorarlo.
Cuando lo oyó el rey Herodes, se turbó, y toda Jerusalén con él.
Así que convocó de entre el pueblo a todos los jefes de los sacerdotes y
maestros de la ley, y les preguntó dónde había de nacer el Cristo.
--En Belén de Judea --le respondieron--, porque esto es lo que ha escrito
el profeta.
Luego Herodes llamó en secreto a los sabios Los envió a Belén y les dijo:
--Vayan e infórmense bien de ese niño y, tan pronto como lo encuentren,
avísenme para que yo también vaya y lo adore.
Después de oír al rey, siguieron su camino, y sucedió que la estrella que
habían visto levantarse iba delante de ellos hasta que se detuvo sobre el
lugar donde estaba el niño.
Al ver la estrella, se llenaron de alegría.
Cuando llegaron a la casa, vieron al niño con María, su madre; y
postrándose lo adoraron. Abrieron sus cofres y le presentaron como
regalos oro, incienso y mirra.

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