Sei sulla pagina 1di 116

Gérard Guillerault

Dolto /Winnicott

El b e b é en el psicoanálisis

PAIDÓS
Buenos Aires
Barcelona
México
t ju M t u m l

T ítulo original: Dolto/Winnieott: Le bebé dans la psychanalysu


© Éditions Gallimard, 2007

Guillerault, Gérard
Dolto-Winnicott: el bebé en el psicoanálisis . - la ed. - Buenos Aires :
Paidós, 2009
240 p .; 22x13 cm.

Traducido por: Gabriela Villalba


ISBN 978-950-12-4270-6

1. Psicoanálisis. I. Villalba, Gabriela, trad. II. Título


CDD 150.195

Traducción de Gabriela Villalba

Cubierta de Gustavo Macri

I aedición, 200 9
Capítulo 1. Los bebés......................................................... 11
Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titu­ El lugar y el aporte de Frangoise D o lto ......................... 11
lares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obi a
por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático. El “bebé Dolto”................................................................ 16
El otro y el espejo............................................................. 17
El “bebé Lacan” ............................................................... 19
© 2009 de todas las ediciones en castellano
Editorial Paidós SAICF La nursery analítica........................................................... 23
Defensa 599, Buenos Aires Dolto / W innicott............................................................ 27
E-mail: difusion@areapaidos.com.ar Dolto * W innicott........................................................... 30
www.paidosargentina.com.ar S iS L iW liC A
¿Psicoanálisis o psicología?.............................................. 31
'V:^r¡.-r5í.cic5¿ -'3 c
:) / o Oral / Escrito.................................................................... 33
Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723 ■— - - r e ­ Unadectura doltoiana de W innicott.............................. 35
impreso en la Argentina - Printed in Argentina —

Capítulo 2 . La m adre.......................................................... 39
Impreso en Talleres Gráficos D ’Aversa, Un bebé en “fusión”......................................................... 41
¿¿MPLAsusS.
Vicente López 318, Quilines, Pcia. de Buenos Aiíes_
El “bebé Winnicott” y elambiente.................................. 44
en mayo de 200 9 -
¿/¿
ULAViñ_____________ El “bebé Dolto” y la diada............................................... 47
Tirada: 3.000 ejemplares No. AOQ. f3 & < * p- Y Precocidad de la psicosis.................................................. 49
De la simbiosis (Winnicott) al sujeto (Dolto) ............... 51
ISBN 9 7 8 -9 5 0 -12 -4 2 7 0 -6 El sujeto de la palabra...................................................... 53
8 DOLTO / WINNICOTT
INDICE 9

Sujeto vs. objeto............................................................... 57 La culpa en la carne.......................................................... 170


Dolto: ¿problema resuelto?............................................. 61
La mother.......................................................................... 63 Capítulo 6 . Devenir sí m ism o........................................... 173
Hacia la identidad............................................................ 66 La historia ausente............................................ 173
Devenir Yo (Je) ................................................................ 175
Capítulo 3. El desarrollo................................................. 71 Filo, psico/psicoa............................................................. 180
Psicoanálisis y desarrollo.................................................. 71 Yo y sujeto........................................................................ 184
La regresión..................................................................... 76 El desafío de la identidad................................................. 187
Regresión e imagen del cuerpo Las angustias primordiales............................................... 191
Más ffeudiano que Freud........ De nuevo, la madre.......................................................... 194
Al comienzo es el ambiente.... El Self................................................................................. 199
Ser o no ser............................... El Self, verdadero o falso.................................................. 202
Dolto y los estadios freudianos....................................... 96 La verdad.......................................................................... 207
Verdad o falsedad............................................................. 208
Capítulo 4. La ilusión......................................................... 103
Un tiempo de “fase I” ...................................................... 103 Conclusión............................................................................ 211
Las adquisiciones del bebé. Integración......................... 105
La psicología como cuestión/amiento............................ 213
D olto/Freud................................................................... 109
El inconsciente................................................................. 216
Castración “simbolígena” ................................................ 112 La divergencia.................................................................. 219
Salirse (de la fusión)......................................................... 114 El analista como madre.................................................... 223
Una madre ilusionista...................................................... 116 El Self y el verbo............................................................... 225
¿Ilusión o verdad? Dolto y lo transicional...................... 120
¿Acceso a la realidad o perennidad de la ilusión?.......... 123 Obras de Fran^ise Dolto..................................................... 229
A modo de posdata........................................................... 129
Obras de Donald W . Winnicott........................................... 233
La madre, ¿insuperable?.................................................. 131
Lista de abreviaturas de las obras más citadas..................... 237
Un dibujo... ¡que habla!................................................... 137

Capítulo 5. La é tic a ......................... 139


El bebé y la ética.............................................................. 139
El “bebé Freud” .............................................................. 141
¿El niño idealizado?......................................................... 143
La “posición depresiva” ................................................... 146
La solicitud (concern)......................................................... 150
Bebé descubre el mal........................................................ 153
Bebé culpable.................................................................... 157
Dolto: contra la culpabilización....................................... 161
El malentendido de la culpabilización............................ 163
J

Capítulo 1

Los bebés

EL LUGARY EL APORTE DE FRANCOISE DOLTO

En la actualidad, existe un consenso general en reconocer que


lo que funda ante todo la notoriedad de Fran^oise Dolto -tanto
dentro del movimiento psicoanalítico como fuera de él, en los
suburbios (donde también amplió su audiencia)- es, sin lugar a
dudas, la manera en que incursionó como pionera en el terreno
de la infancia, extendiendo hasta los confines primordiales de la
existencia (del pequeño humano) el poder operativo, explicativo
y eficaz del psicoanálisis. Justamente esto es lo que la ha conver­
tido en la renombrada psicoanalista de niños que hoy conoce­
mos.1
Por singular que haya sido su recorrido, por personal ,que
haya sido su estilo, Franfoise Dolto se encuentra entre los psico-

1. Aunque, por otra parte, se desconozca su experiencia también importan­


te -pero, aparentemente, de menor renombre- en el análisis de adultos. En
todo caso -y ella insistía en esto-, uno no podría existir sin el otro.
12 DOLTO / WINNiCOTT
LOS BEBÉS 13

analistas que, sobre todo después de Freud, dedicaron sus esfuer­


Resulta muy significativo que, por su parte, Dolto -quien
zos a ampliar el campo de investigación del psicoanálisis orienta­
aparentemente se mantenía al margen de las agitaciones del
do a la primera infancia, aplicando la práctica psicoanalítica en
movimiento anglosajón- no haya considerado conveniente
los niños, incluso los más pequeños. Y lo hizo tomando material
adoptar una posición formal en ese debate, que se suele esque­
de su propia práctica para llegar a profundizaciones teóricas de
matizar (¿o caricaturizar?) como la oposición entre el enfoque
decisiva importancia.
aparentemente psicoanalítico “puro” de la fantasía (Melanie
Afirmar que Dolto casi no encontró frenos ni obstáculos, ni
Klein) y una visión supuestamente más educativa (Anna Freud).
puso límites a esa orientación epistemológica regrediente hacia
Como sea, Dolto nunca se refirió demasiado a sus eminentes
la tierna edad es poco decir, puesto que, de manera significativa,
antecesoras, ni tampoco tomó demasiado partido en el “divor­
además de su permanente interés por los niños más pequeños,
cio” principal que las enfrentó de ese modo. Simplemente no lo
también fue la primera en hacer hincapié en las repercusiones de
menciona.3
las vivencias intrauterinas, en los momentos determinantes de la
Después de todo, esto se adecúa perfectamente a su manera
vida fetal, llegando a subrayar, así, la importancia (también psí­
de hacer “rancho aparte”, sin cargarse de referencias formales y
quica) de lo que sucede en el tiempo de la gestación.
citas académicas, al punto de que no ha faltado quien se lo re­
No obstante, esto la inscribe en la tendencia compartida por
prochara (especialmente en la universidad). Pero esa fue siempre
muchos profesionales (y teóricos) contemporáneos del posfreu­
su manera de avanzar (desde el comienzo mismo)4 en el camino
dismo, preocupados por hacer que la investigación analítica
de su evolución propia, tan creadora, en la elaboración de una
avance siempre un poco más en dirección de los tiempos pri­
metodología técnica específica y de una práctica personal del
mordiales de la vida; una tendencia que, después de todo, es
análisis con niños (y familias), como en el plano de un desarrollo
coherente con el enfoque anterógrado y regrediente de la explo­
teórico igualmente original, que constituye un aporte importan­
ración freudiana de la cura en su principio mismo, en lo que
tísimo al pensamiento psicoanalítico de su tiempo y se centra en
constituye su perspectiva mnésica.
la noción focal (hasta entonces inédita) de imagen inconsciente del
Dentro de lo que, a partir de allí, constituyó el propio campo
cuerpo,5
del psicoanálisis de niños, se suelen citar, entre los fundadores
Además de esa singular trayectoria que la convierte en una
-las fundadoras-, los nombres de Melanie Klein y Anna Freud
referencia central del psicoanálisis contemporáneo, es sabido que
(la hija de Sigmund). En efecto, el punto de partida de esta
orientación analítica centrada en los niños se vio signado por la
rispidez del conflicto entre estas dos analistas, quienes sostenían
Freud-Melanie Klein (1941-1945'), trad. de María Jesús Alcamí Pertejo, Madrid,
enfoques que resultaron ser divergentes y contrapuestos acerca
Síntesis, 2003].
del cuál era el modo correcto de proceder -en el análisis- con un 3. Apenas se puede encontrar de forma dispersa alguna alusión, en general
niño. De hecho, este conflicto dejaría una marca, a la manera de expeditiva y poco amena, a Melanie Klein. Por ejemplo, en Les images, les rnots,
una huella originaria, en la fase históricamente inaugural del psi­ le corps, París, Gallimard, 2002, pág. 39 y sigs.
4. Ya en su tesis, de 1939, reeditada varias veces: Psychanalyse ct pédiatrie,
coanálisis de niños.2
París, Le Seuil, 1971 [ed. esp.: Psicoanálisis y pediatría, trad. de Armando Suárcz,
México, Siglo XXI, 1998],
5. Como lo muestra su obra principal L ’image inconsciente dti corps, París, Le
Seuil, 1984 [ed. esp.: La imagen inconsciente del cuerpo, trad. de Irene Agoff, Bar­
2. Véase al respecto King, Pearl y Steiner, Ricardo (eds.) (1996): Les contro-
celona, Paidós, 1994], en adelante 1IC [Las abreviaturas de las obras más cita­
verses Anna Freud/Melanie Klein, París, PUF [ed. esp.: Las controversias Anna
das se encuentran al final del volumen, pág. 231].
14 DOLTO / WINNICOTT LOS BEBÉS 15

Frangoise Dolto siempre quiso extender su discurso más allá del bres psicosociales (la “Revolución de los Pequeños Pasos”, como
cerrado ámbito psicoanalítico. Para ella, era preciso difundir decía ella) que ha hecho -insistamos: gracias a ella y al alcance de
-con fines más propiamente educativos o sociales y dirigidos a su mensaje- que hoy el niño ya no esté completamente (descon­
familias con problemas (o en situación de riesgo) o a trabajado­ siderado como lo estaba antes.9 Hasta cierto punto -y salvando
res sociales, pedagogos, etc.- lo que le enseñaba su experiencia las distancias-, Dolto trabajó para romper Jas cadenas que man­
con los niños, desde una perspectiva globalmente profiláctica. tenían al niño bajo el yugo de las diversas formas de dominación
Fue así como se involucró de forma activa en todo un trabajo adulta, alienante y posesiva. Y lo hizo restituyendo el estatus de
destinado a apoyar, en diferentes niveles, lo que ella misma su dignidad subjetiva.
llamó “la Causa de los niños”.6 A modo de presentación o de Sin embargo, todo esto -que hemos resumido a modo de
recordatorio, sólo retendremos aquí, para ilustrar su indefectible simple recordatorio orientativo- alcanza para que no nos sor­
compromiso, la manera en que, por ejemplo, acompañó y apoyó prendamos cuando, al retomar la obra de Dolto en este nivel
algunas experiencias innovadoras en materia de pedagogía y esencial, nos veamos llevados directamente a poner el acento en
escolaridad. Pero también debemos mencionar lo que sin duda los más pequeños, a partir de la especial atención clínica que ella
fue el punto culmine -psico-socio-educativo, etc.- de su obra y misma les brindó a lo largo de su larga e impresionante carre­
su carrera: la creación de La Maison Verte [La Casa Verde], lugar ra.10
de acogida y de vida de inspiración psicoanalítica, destinado a Allí se sitúa uno de los principales ejes del presente trabajo:
colaborar con la socialización humanizada de los más pequeños. quisiéramos retomar -para determinar su importancia- la con­
Y tampoco olvidemos lo que contribuyó aún más a que conquis­ cepción de Dolto respecto del bebé, lo que puso de manifiesto,
tara a una sorprendente audiencia “masiva”: los programas radia­ lo que deslindó y promovió a partir de su experiencia. Por decir­
les diarios que realizó entre 1975 y 1976, en los que respondía lo de algún modo, nos ocuparemos del bebé tal como Dolto lo
de modo directo a las preguntas personales que los oyentes le pensó en su inédita investigación clínica, al punto de dar lugar a
habían enviado previamente por escrito.7 una verdadera “bebología” específica, si convenimos en designar
Nuestro propósito aquí no es revisar el conjunto de ese reco­ de este modo familiar a un discurso que pretende ser científico y
rrido ,8 sino subrayar hasta qué punto contribuyó a transformar razonado sobre el niño pequeño, el bebé o -como también
profundamente la mirada sobre el niño y el modo en que se podemos llamarlo- el infans (aquel que aún no habla). Volvien­
acoge a los más pequeños en nuestras sociedades. En este senti­ do, entonces, a aquello que funda la “bebología” doltoiana, nos
do, Dolto acompañó ampliamente esa revolución de las costum­ ocuparemos aquí, pues, del bebé según Dolto o de aquel que nos
atreveremos a llamar, familiarmente, “el bebé Dolto”.

6. Que también da su nombre a una de sus obras: La canse des enfants, París,
Robert Laffont, 1985 [ed. esp.: La cansa de los niños, trad. de Irene Agoff, Barce­
lona, Paidós, 1994]. 9. Aunque hoy podamos alegrarnos de ciertos progresos, en verdad esto no
7. Lorsque l ’enfant parait, actualmente reeditado en forma de CD. quiere decir que la tarea esté acabada, ni mucho menos, pues también revela,
8. Dolto siempre consideró que debía ser ella misma quien relatara el tras­ en otros puntos, la amplitud de lo que queda por hacer, teniendo en cuenta el
fondo autobiográfico de este recorrido. Cosa que no dejó de hacer. Véanse actual abandono ético.
Enfances, París, Le Seuil, 1986 [ed. esp.: Infancias, trad. de Octavio Kulesz, Bue­ 10. Sobre la cual la correspondencia de reciente publicación arroja una luz
nos Aires, Del Zorzal, 2001] y Autoportrait d’une psycbanalyste, París, Le Seuil, particularmente concluyente. Véase Franqoise Dolto, une vic de coirespondances,
1989. edición establecida porM uriel Djéribi-Valentin, París, Gallimard, 2005.
16 DOLTO / WINNICOTT
LOS BEBÉS 17

EL "BEBÉ DOLTO”
para nosotros, el bebé designa lo Unheimlicbkeit por excelencia,
en esa suerte de intrincación heterogénea que manifiesta, com­
¿Qué es, entonces, lo que Dolto nos enseñó (de original) a
puesta de familiaridad humana y, con frecuencia, de desconcer­
propósito de los bebés? Con ella, por ella, gracias a ella, ¿con
tante -si no lejana- alteridad.
qué tipo de saber suplementario acerca de los bebés contamos
Quisiéramos proceder aquí en esta dirección, en busca del
hoy?, ¿qué tipo de adquisición, qué enseñanza “bebológica”
“bebé Dolto”, para ir al encuentro de ese bebé singular cuyas
inédita -como decíamos anteriormente- nos dejó como legado?
características ella se ocupó de describir, sin desconocer, claro
Porque lo cierto es que Dolto se encuentra entre aquellos para
está, lo que cada uno, cada bebé, tiene de específico y particular.
quienes el psicoanálisis —tal como ella lo definió al extender y
Digamos que nos proponemos hablar del bebé según Dolto, del
desarrollar su campo de acción- permite un acceso, una “inmer­
bebé en Dolto, o -como hemos adelantado someramente- del
sión cada vez más prematura en las aguas abisales de los co­
“bebé Dolto”.
mienzos de la vida de un pequeño humano, “en las fuentes de la
vida”, como a ella le gustaba decir. A tal punto que se ha conver­
tido, cual precursora “aventurera”, en una de las guías más segu­
EL OTRO Y EL ESPEJO
ras y prudentes de que disponemos para retomar el resultado de
sus búsquedas y el camino de sus exploraciones en lo que se refie­
Por lo tanto, no quisiéramos limitarnos a agregar una versión
re al niño -repitámoslo: por pequeño que sea- Es decir, tomare­
más a nuestras publicaciones anteriores, que ya se habían dedica­
mos de su reflexión, para darle forma, lo que ella misma pudo
do esencialmente al aporte (teórico, por cierto) de Dolto. de
deslindar acerca de qué es un bebé, aquello que podrá ayudarnos
hecho, para evitar repeticiones inútiles, se me ocurrió la idea -lo
a hacer frente -digámoslo ahora pues no dejaremos de volver
cual, además, es una primera manera de rendir homenaje a las
sobre este asunto- a esa suerte de enigma que también constituye
concepciones concretas de Dolto y a su enseñanza práctica- de
el bebé ante nuestros ojos de adultos, enceguecidos por lo que
no dejar solo a ese bebé, sino de encontrarle, para sostener nues­
ellos creen que los vuelve supuestamente lúcidos y clarividentes.
tra investigación, un pequeño compañero, un pequeño otro.
Porque, por supuesto, el bebé nos resulta muy familiar, muy
Es que, para Dolto, el bebé ya está abierto a la alteridad -en
cercano, debido a su ser (similar), y con más razón cuando perte­
forma de emoción, digamos, de un placer posible—, a la efusión
nece al círculo familiar (¡“cuando el niño aparece”!). Pero, al
de ese encuentro con un pequeño congénere. En suma, es un ser
mismo tiempo, ¿cómo no sorprendernos o desconcertarnos ante
sensible -y de modo espontáneo- a la manifestación que percibe
aquello que también hace que nos parezca tan extraño, por no
de lo social, de lo relacional, aunque sea de manera gregaria... Se
decir extranjero? Por ese motivo, podríamos afirmar que el bebé
revela como dispuesto —cuando no destinado—al encuentro.
encarna lo que Freud designó literalmente como Unheimlicbkeit
Esta simple evocación, que parece no significar nada, hace
—término que traduce mal nuestra “inquietante étrangeté” [inquie­
que nos acerquemos a datos fundamentales, relacionados, por
tante extrañeza], porque se pierde la dimensión del heimlich, del
ejemplo, con la cuestión de la soledad (tema doltoiano),12 con la
en casa de uno”, de lo familiar- , 11 o bien podríamos decir que,
capacidad de estar solo (noción que, como veremos, también

11. Freud, Sigmund (2001): L ’inquiétante étrangeté, París, Gallimard, col.


Eolio Bilingüe [ed. esp.: “Lo ominoso”, Obras completas, trad. de José Luis 12. Puesto que la convirtió en la trama de un libro muy personal: Solitttde,
Etcheveray, Buenos Aires, Amorrortu, 2000],
París, Gallimard, 1994.
DOLTO / WINNICOTT LOS BEBÉS 19

tiene sus connotaciones), o bien, simétricamente, con la posibili­ pequeño cuenta con la posibilidad de acceder al otro, en la medi­
dad de una confrontación precoz con otro. da en que manifiesta - y cómo negarlo, o más bien cómo no sen­
Y recordemos que, en su lectura específica del estadio del espe­ tirnos conmovidos- un apetito relacional inmediato, una verda­
jo, 13 Dolto explica del siguiente modo la decepción que puede dera glotonería relacional (dicho sea esto para poner la nota de
invadir al niño frente al reflejo de su imagen: lejos del júbilo que, oralidad adecuada), una libido espontáneamente abierta a la
por su parte, cree reconocer Lacan, para Dolto, el pequeño sien­ comunicación, diría Dolto .15
te más bien un desengaño por el hecho de que no tiene que vér­ Como sea, este pequeño rodeo por lo especular -tan instruc­
selas con un otro diferencialmente vivo, sino con una inquietan­ tivo y sobre todo tan decisivo en lo que concierne a los primeros
te y decepcionante duplicación fija, un reflejo (especular) que lo planteos del propio Jacques Lacan respecto del bebé, del infans-
desconcierta y lo deja en plena confusión. De modo que, lejos de habría podido llevarnos a elegir como compañero indicado para
abogar por un impulso narcisista (o egoísta) primero y exclusivo, el bebé de Dolto, el bebé Dolto, a un “bebé Lacan”, un pequeño
constituido por una contemplación (auto)satisfecha, lo que allí se bebé según Lacan. Pero, cualquiera sea, a priori, el evidente
manifiesta más bien revela lo insuficiente e insatisfactoria que interés de tal confrontación 16 -¡y pese a todas las pruebas del
resulta para el bebé esa captura escópica respecto de (hay que buen entendimiento entre sus “padres”!-, había razones, sin
decirlo) aquello que, por el contrario, se encuentra allí significa­ embargo, para temer que esa puesta en relación (la de aquellos
do a través de una suerte de llamado, aunque sea incoativo, limi- dos bebés) pudiera provocar demasiada pelea, porque sabemos
nar, hacia el otro (que, en este caso, está ausente). Por otra parte, que el bebé de Lacan es innatamente feroz y, por añadidura,
el hecho es que, cuando se encuentra frente al espejo - y en con­ completamente celoso... Pero igual sería conveniente precisar, al
diciones de escandir verbalmente su emoción para expresarla-, menos un poco, esta afirmación.
el pequeño saluda con regularidad esa aparición mediante la
exclamación esténica de un “¡bebé!”, aparición para él manifies­
tamente más atractiva respecto de un otro putativo -al que lla­ EL "BEBÉ LACAN"
m a- que la mera aparición autojubilosa de un sí mismo que se
estaría concretando allí, pero que justamente no podría concre­ Y tanto mejor si esto nos brinda la ocasión de mencionar al
tarse sino como un otro .14 pasar que, después de todo, también habría que acreditarle al
No volveremos a desarrollar aquí todo este aspecto de la refe­ propio Lacan algunas elaboraciones importantes en materia de
rencia al momento especular (puesto que ya ha sido tratado en bebología. Como todo gran pensador del psicoanálisis, era inevi­
otra parte), digamos simplemente que este breve recordatorio table que Lacan también formulara algunos desarrollos cruciales
sólo está destinado a mostrar -lo cual tomará todo su relieve más en lo que concierne al pequeño humano, y no podríamos subes-
adelante- cómo Dolto planteó desde un comienzo que el niño

15. Fue lo que condujo a algunos (especialmente a Balint) a teorizar (un


13. Del que hemos dado cuenta de manera detallada en Le miroir et la poco pronto) acerca de un “amor primario”, como manera de oponerse a la
psyché, París, Gallimard, 2003 [ed. esp.: Dolto, Lacan y el estadio del espejo, Buenos idea de una clausura narcisista (autoeródca) primordial. Sobre esta problemáti­
Aires, Nueva Visión, 2005], ca, véase Lacan, Séminaire, Livre I, Les écrits techniques de Freud, París, Le Seuil,
14. Para hacer eco (si puede decirse así) al libro de Paul Ricceur, Soi-méme 1975, p. 225 [ed. esp.: El seminario. Libro I, Los escritos técnicos de Freud, trad. de
comme un autre, París, Le Seuil, 1990 [ed. esp.: S í mismo como otro, México, Rithée Cevasco y Vicente Mira Pacual, Buenos Aires, Paidós, 1981 ].
Siglo XXI, 1996]. 16. Que ya expuse sustancialmente en Le miroir et la psyché, ob. cit.
D O LIO / WINNICOTT
f
20 LOS BEBÉS 21

timar el valor de lo que produjo en el registro del infans, comen­ en- sal de todo proceso identificatorio con la negatividad agresiva
zando, por supuesto (pero no solamente), por su famoso estadio idio que implica,21 puesto que se dice que la agresividad es “correla-
del espejo,17 ese grandioso hallazgo especular18 que siguió siendo tdo tjva a toda identificación alienante”,22 o incluso “característica de
una temática persistente en todo el decurso posterior de su obra. ira. la alienación fundamental del individuo”.23 Lacan -quien emplea
Pero en lo que tenemos que insistir, precisamente a partir de de en abundancia el sostén clínico que encuentra en Melanie
esa base especular que inscribe al ser humano bajo el dominio de de Klein- 24 duplica la apuesta al inscribir, apelando a las figuras
lo imaginario -es decir, lo que Lacan designa como del reino de de imaginarias que dominan de manera típica el mundo del infans,
la imagen-, es en que, cuando se adentra en el terreno de la pri­ >ri- Jo que él designa como “imagos del cuerpo fragmentado”, carac-
mera infancia para restituirnos, en suma, la concepción propia pia terísticas según él de las representaciones capaces de acosar el
que forja de ella, también es para delimitar y subrayar la agresi­ :si- psiquismo del niño, tomado aquí en su elaboración primordial,
vidad innata que esto instaura, con toda la ferocidad primordial lial La lista de las operaciones correspondientes es elocuente: “cas­
que implica esta captación por medio de la especularidad. tración, eviración, mutilación, desmembramiento, dislocación,
Por lo tanto, Lacan presentó, como ejemplo totalmente típi­ pi- destripamiento, devoración, reventamiento del cuerpo, etc.”.25
co para él de la vivencia pulsional infantil, la situación de una na Entendemos que estas furiosas fantasías anatómicas puedan con-
niña que golpeaba a un amiguito en la cabeza con una piedra: ra: ducirlo, inmediatamente después, a invocar la cercanía de un
“Yo romper cabeza Francis...”. Y Lacan explica: “Sólo manifes­ :s- Jerónimo Bosch. Y Lacan declara que no le sorprende encontrar
taba la estructura más fundamental del ser humano en el plano no la marca operatoria de esos juegos de niños, no en las palabras,
imaginario: destruir a quien es la sede de la alienación”.19 Es Es sino en los actos de lo que inquieta al niño. Según él: “No hay
que, para Lacan, poner de relieve el estatus de lo imaginario -de de sino que escuchar la fabulación y los juegos de los niños, aislados
la relación dual con la imagen (o con el otro)- va acompañado, 0, o entre ellos, entre dos y cinco años, para saber que arrancar la
intrínsecamente, de esta prevalencia de la agresividad, es decir, ir, cabeza y abrir el vientre son temas espontáneos de su imagína­
de una relación con el otro básicamente marcada por accesos de le ción, que la experiencia de la muñeca despanzurrada no hace
una brutalidad primordial. más que colmar.”26
Este es el sentido de sus primeros escritos, fundamentales en :n Podríamos desarrollar mucho más este tema. Pero alcanza
este punto,20 donde por ejemplo se ve tematizado el efecto cau- i- aquí con retener que, desde este punto de vista, la agresividad se
convierte en uno de los motores de lo que mueve y anima al ser
humano en su pulsionalidad primordial, y que Lacan cree poder
17. De paso, indiquemos que Dolto acostumbraba señalar que le parecía ía encontrar su manifestación concreta, puesta en acto en la espon-
que los analistas formados por Lacan daban muestras de una auténtica perspi­ i- taneidad de una ferocidad bruta, actualizada de este modo en el
cacia en la relación clínica con el niño...
pequeño humano. En pocas palabras, casi estaríamos tentados de
18. Aunque, como se sabe, lo haya tomado esencialmente de los trabajos de le
H. Wallon. Sobre el aspecto histórico de la cuestión, véase Jalley, Emile e
(1998): Uenfant au miroir, París, E. P. E. L. Específicamente respecto de La- i-
can, véase: Jullien, Philippe (1990): Le retour a Frend de Jacques Lacan, París, E. í. 21. Ibídem, pág. 140 y sigs.
P. E. L. 22. Ibídem, pág. 144.
19. Le séminaire, Livre I, Les e'crits techniques de Freud, ob. cit., pág. 194. 23. Ibídem, pág. 145.
20. En particular, “La agressivité en psychanalyse”, Ecrits, París, Le Seuil, 1, 24. Ibídem, pág. 114.
col. “Points”, 1996, pág. 100 [ed. esp.: “La agresividad en psicoanálisis”, Escri­ 25. Ibídem, pág. 104.
tos, trad. de Tomás Segovia, México, Siglo XXI, 1971]. 26. Ibídem, pág. 104.
Ifl v
22 DOLTO / WINNICOTT
LOS BEBÉS 23

decir que, para él, las cosas empiezan mal, ¡comienzan por el >r el la tendencia narcisista fundamental, primordialmente movida
mal...! Incluso cuando sólo señala los caminos que dan cuenta de a de
por los celos.
la prevalencia de lo imaginario infantil -en lo que él llama, ima, Hay que reconocer que esta descripción en su conjunto, in­
siguiendo a Charlotte Bühler, el transitivismo-,21 los ejemplos píos cluso así esquematizada, no favorece mucho al niño, al “bebé
que ofrece son particularmente elocuentes y sugestivos, por la >r la Lacan”, si se considerara a priori una compañía agradable y bien­
manera en que también allí se subraya “la agresividad que se e se venida. Lejos de algún ideal rousseauniano de buena naturaleza
manifiesta en las retaliaciones de palmadas y de golpes”.2728 Y !8 y
que incitaría a recibirlo con benevolencia, Lacan nos describe un
encontramos ese mismo tono en los rasgos generales de este este bebé que se muestra sobre todo presa de un potencial salvaje­
cuadro “transitivista” que él cree conveniente precisar: “El niño liño mente agresivo, siempre listo para manifestarse sin miramientos
que pega dice haber sido pegado, el que ve caer llora ...”.29 Exis­ en el encuentro con la persona que tiene enfrente.
te, pues, un hilo conductor en los primeros escritos fundamenta­ Esto alcanza para explicar nuestras reticencias para reunirlo
les de Lacan, de donde también se puede extraer esta conclusión con el bebé Dolto. Recordemos que, precisamente, Fran^oise
inapelable: el yo “aparece desde el origen marcado con esa rela­ Dolto plantea en su elaboración un enfoque completamente
tividad agresiva”.30 No hay vuelta que darle. diferente de lo que se presenta como supuestos celos (en especial
En tal contexto, tampoco es sorprendente que, en el mismo mo en el caso del hijo mayor frente al menor).32 De modo que, deci­
orden de ideas, Lacan haya visto en los celos una moción prime­ ne- didamente, invitar al bebé Lacan a unirse a su pequeño homólo­
ra, estructurante, sostenedora de lo que desde un comienzo go doltoiano en estas circunstancias habría sido, como vemos,
caracteriza en el humano la tensión esencialmente hostil de la correr demasiados riesgos, ¡y exponernos a demasiadas confron­
relación con el otro. Sabemos cómo utilizó Lacan repetidamen­ £ en- taciones brutales e incontrolables entre niños!
te la evocación de San Agustín de los celos asoladores del peque­ ue- Mutis por el foro, entonces (por el momento), para el “bebé
ño que contempla al circunstancial rival prendido al pecho de la # 3 la Lacan” (salvo el respeto que le debemos).
nodriza: “Vi con mis propios ojos y conocí bien a un pequeño :no f
presa de los celos. No hablaba todavía y ya contemplaba, todo 'do
pálido y con una mirada envenenada, a su hermano de leche”.31 >31
LA NURSERYANALÍTICA
El hecho de que Lacan vea allí “las coordenadas psíquicas y so­
máticas de la agresividad original” explica que varias veces aluda Pero, después de todo, si de encontrarle un compañero a
a este ejemplo típico de una situación originaria que, para él, nuestro bebé Dolto se trata, bebés no nos faltan: podemos decir
cobra un valor propiamente paradigmático que ilustra y significa que tenemos muchas opciones, con todos los bebés tan diversos
que los psicoanalistas han concebido, dotados todos de rasgos
particulares y características propias. Pronto habrá tantos bebés
27. Ibídem, pág. 179 y sigs. como profesionales o teóricos de toda envergadura. Podríamos
28. Ibídem, pág. 111.
29. Ibídem, pág. 112.
30. Ibídem, pág. 113.
31. San Agustín (Confesiones), citado por Lacan en Écrits, ob. cit., pág. 114. 32. Véase al respecto el texto fundamental de Dolto, “Les réactions dites de
Sobre la utilización repetitiva de esta cita por parte de Lacan, véase Porge, Erik jalousie”, Aujeti du désir, cap. 5, París, Le Seuil, 1981, [ed. esp.: En eljuego del
(2000y.Jacques Lacan, un psychanalysíe, París, Eres, págs. 177-183 [ed. esp.ijrtr- deseo, trad. de Oscar Barahona y Uxoa Doyhamboure, México, Siglo XXI,
ques Lacan, un psicoanalista, trad. de Antonio Milán, Madrid, Síntesis, 2 0 0 1J.
1983], en adelante, AJDD.
••-;T/7s iiNinofl
2-1 DOLTO / WINNICOTT LOS BEBÉS

enumerar -sería fácil- los nombres, los patronímicos de esos dad de dejar que venga a nosotros, primer<^|jkíusc^ ^ ^ .
bebés teóricos. A cada cual su bebé... De modo que pronto nos los de la nursery psicoanalítica, el pequeño Í|pol|¥^^^iel;bfe^:
encontraríamos haciendo frente al barullo desordenado de una
verdadera nursery.
------------------ ;V
Y esto no sólo existe a partir de Freud, o después de Freud, menos seis bebés, todos nacidos -dicho segde^|sp^qn la epoca
como proclaman los psicoanalistas con cierta prontitud -para rei­ de aquella relación transferencial con su a m i g o ' n ^ ^
vindicar su originalidad o la novación posfreudiana-, apresurán­ Y podríamos prolongar aún más el in v ^
dose a afirmar que Freud supuestamente no se había ocupado (o ca y turbulenta nursery. Sin llegar a imaginar a un'béb'é'jílhg
no lo suficiente) de los bebés. Sería ignorar todos los aportes -¡arquetípico!-, podríamos designar -quedág|^a^en_el linaje
decisivos y monumentales que hizo en este campo, comenzando freudiano- un bebé Klein, un bebé Bion, o bien M aM efó Bick,
—pues es preciso recordarlo—por su enfoque inédito de la sexua­ y algunos otros, y por qué no también (¿más oscuro?) un bebé
lidad infantil (¡nada menos!). Y, por otra parte, ¿acaso no encon­
tramos al bebé sometido a la sagacidad de la penetrante obser­ también un bebé Aulagnier. Y, sin embargo, muy probablemente
vación freudiana ya desde el texto -que incluso podríamos la lista no estaría cerrada. Cada uno podría elegir entre todos
considerar fundacional en la materia- del famoso Proyecto,^ el ellos y, tal vez, reconocer el propio.
Entwurf de 1895, punto central de la correspondencia con Fliess? Pero, si dejáramos demasiado tiempo que todo ese pequeño
De todos modos, justamente de allí surgió la idea de la satisfac­ mundo de bebés del psicoanálisis se desgañifara más en la pajare-
ción alucinatoria del deseo. Y tantos otros preceptos metapsico- ra-nursery, correríamos el riesgo de perder toda referencia cons­
lógicos centrales —introducidos todos en el nivel del niño lactante tructiva. Tuvimos que decidirnos a elegir y entonces resolvimos
(y vinculados con la relación con la madre)—, que seguirán apare­ poner a ese pequeño bebé Dolto en contacto directo con un be­
ciendo, retomados y desarrollados, a lo largo de la obra de bé que aún no hemos nombrado, uno de aquellos que, sin em­
Freud,3334*En realidad, incluso podríamos llegar a pensar el Proyec­ bargo, podemos considerar cercano al primero por muchas razo­
to como un texto sobre los bebés, y entonces habría que releerlo nes y que he llamado —tal vez el lector ya lo ha adivinado—el
desde esa perspectiva. “bebé Winnicott”.
Vale decir que Freud tampoco carece de méritos en el capítu­ De modo que, finalmente, nos pareció oportuno no ocupar­
lo de la bebología, en el sentido (en que nosotros hablamos aquí) nos simplemente del bebé (en) Dolto, dejándolo solo, librado a
de discurso autorizado sobre el niño pequeño, del cual incluso su suerte -puesto que no es su estilo-, sino, como corresponde,
debemos considerarlo como uno de los (si no el) padre(s) funda­ abordar a este bebé de un modo más rico y más vivo, confrontán­
dores) (al menos en lo que se refiere a la bebología psicoanalíti- dolo -si puede decirse así- con su pequeño vecino winnicottiano,
ca). De este modo, claro está, podríamos considerar la posibili­ cotejándolo con su homólogo, el de Donald W . Winnicott. En
suma, daremos cuenta, comparativamente, de lo que son, hacen

33. Finalmente disponible en una traducción digna de ese nombre: Freud,


Sigmund (2006), Lettres a Wilhelm Fliess, 1887-1904, París, PUF, pág. 593 [ed! 35. Quien, por otra parte, se interesará, en el marco de sus elucubraciones
esp.: “Proyecto de psicología”, Obras completas, 1.1, ob. cit.J. cronobiológicas, en la cronología de las fechas de nacimiento correspondientes,
34. Sin hablar de las prolongaciones que le aportará Lacan, a propósito de que Freud no dejará de comunicarle debidamente. Véase Sulloway, 1‘iank J.
das Ding -la Cosa-, por ejemplo.
(1981), Freud, París, Fayard, pág. 173.
26 DOLTO / WINNICOTT
LOS BCIIÉS 2/

y viven esos dos bebes, de lo que al menos sus respectivos crea­ ea- estimulante la idea de dejar que los dos bebés -cuya vivencia se
dores nos enseñan a propósito de ellos y, también, de las etapas pas esforzaron por restituirnos en detalle- jueguen juntos (¡en la
que deben atravesar o las sucesivas pruebas que deben enfrentar. :ar. nursery retórica!). En efecto, ¿cómo no salir enriquecidos con la
De manera que podamos dar lugar, aunque sea modestamente nte suma de sus respectivas contribuciones, si en definitiva nos ocu­
en un principio, a la confrontación de conjunto que tenemos ios paremos de aquello a lo que ambos dedicaron su vida: el conoci­
derecho a esperar entre Dolto y Winnicott, esos dos eminentes tes miento que podemos obtener, en la medida de lo posible, acerca
profesionales y pensadores contemporáneos del psicoanálisis de de de qué es un bebé?
niños, comenzando por la comparecencia (y comparación) de sus sus La cercanía conceptual de esos dos nombres, Dolto y W inni­
respectivas bebologías, de sus teorías del bebé.
cott -con “sus bebés” respectivos-, no debe, pues, sorprender­
Además, no es sorprendente que hablar del bebé en Dolto lto nos. Por el contrario, esto es algo que casi se nos impone y que
nos conduzca a citar directamente el nombre de Winnicott. )tt. da a este acercamiento cierto tinte de necesidad. Y mucho más
Cuando se le preguntó -a D olto- (en aquella entrevista filmada ida en la medida en que es fácil ver todo lo que estos dos grandes
de Jean-Pierre Winter, actualmente publicada)36 quiénes habían ían profesionales (¡y teóricos!) del niño tienen en común, lo que
sido sus maestros, ella enseguida evocó, justamente, a los bebés. »és. vuelve legítimo el principio de su acercamiento y prometedora la
Y, por cierto, no nos sorprende. Ellos (los bebés) fueron sus sus puesta en relación de sus bebés.
maestros -subraya- y quienes más le enseñaron respecto de lo lo
que terminó siendo como psicoanalista.37 Pero junto a ese alto lto
patrocinio en la enseñanza sobre los bebés, Dolto también cita :ita DOLTO /WINNICOTT
(además de, como corresponde, a los más grandes: Freud, ad,
Ferenczi, etc.) el nombre de Winnicott - f de una manera que, a :, a La sorprendente similitud de sus recorridos ya los vuelve
decir verdad, resulta más bien sorprendente-, diciendo, básica­ ca- vecinos, pues manifiestan el mismo apego, siempre profundo, a
mente, que él analiza como ella cree que lo habría hecho si hu­ íu- su orientación inicial, médico-pediátrica.39 Winnicott, quien de
biera sido hombre...38 ¿Quiere decir, entonces, y sobre todo, que [ue hecho ejerció largamente la pediatría, vuelve a ella de modo
Winnicott daba muestras de cualidades... femeninas? A cada ida constante, con una insistencia sostenida.40 Así, en una de sus
quien su interpretación. Pero esto alcanza para mostrar que, lie, presentaciones, señala: “Soy un pediatra que viró hacia la psi­
indudablemente, no podemos sorprendernos de encontrar la la quiatría y un psiquiatra que se aferró a la pediatría”.41 Pero,
cercanía de Winnicott y su bebé cuando se trata de dar cuenta ita
del bebé en Dolto. Podríamos decir que ambos tienen todo para ira
entenderse de maravillas.
39. Que, por otra parte, hizo que tuvieran una experiencia similar y significa­
Por lo demás, esto refuerza, de todas maneras, el interés que [Ue tiva con niños evacuados durante la guerra. Experiencia que parece haber sido
puede haber en esta confrontación (in)formal entre los dos gran­ m- especialmente decisiva para Winnicott. Véase su compilación Déprivation ct de'lin-
des psicoanalistas de niños. Y no podemos sino encontrar muy uy quance, Ia parte, París, Payot-Gallimard, 1994 [ed. esp.: Deprivación y delincuencia,
trad. de Leandro Wolfson y Noemí Rosenblatt, Buenos Aires, Paidós, 1991J.
40. Al punto de que podemos preguntarnos a veces si, en su manera de
proceder con la dupla madre-hijo, no siguió siendo más pediatra (al menos por
36. Les images, les mots, le corps, ob. cit. el estilo) que psicoanalista.
37. Ibídem, pág. 21. 41. “Pédiatrie et psychiatrie”, en De la Pédiatrie a la psychanalyse, París,
38. Ibídem, pág. 27. Payot, 1969, pág. 90 [ed. esp.: Escritos de pediatría y psicoanálisis, trad. de Jordi
Beltrán, Barcelona, Paidós, 1999], en adelante, PP.
r
28 DOLTO / WINNICOT1 LOS BEBÉS 29

como sabemos, la pediatría también fue la verdadera vocación ión bién podríamos dar cuenta del énfasis que ambos pusieron en la
primera de Dolto, encubierta bajo lo que había llamado -siendo ido creatividad, como aquello que, más allá del psicoanálisis -y, llega­
aún una niña- “médica de educación” (¡una vocación precoz!). do el caso, gracias a él-, es lo que fundamentalmente se debe
No es sorprendente, pues, que sean autores de dos obras que, ue, promover en el ser humano. Vasta temática que exigiría todo un
aunque muy diferentes, llevan la marca de ese recorrido común ún tratamiento de conjunto. Pero, sobre todo, cómo no conmover-
y se titulan casi de la misma manera (como por una suerte de de se, tanto en uno como en otra, ante la prevalencia del trabajo
guiño): Psicoanálisis y pediatría en el caso Dolto, Escritos de pedia­ ia- clínico, es decir, una manera de pensar el psicoanálisis principal­
tría y psicoanálisis,42 en el de Winnicott. mente -si no exclusivamente- a partir de lo que la práctica clíni-
Esto manifiesta a la vez el que fue desde siempre su interés és ca puede aportar como experiencia, única apta para nutrir con
electivo, predominante, por la cuestión del bienestar del niño y »y pertinencia la interrogación. Es lo que los convierte eminente-
también (y sobre todo) el hecho de que el psicoanálisis haya lle­ e- mente en profesionales, para quienes la teoría sólo viene des­
gado a constituir, para ambos, el único medio verdadero de de pués, a fin de poner en forma, de ser posible, y de manera frágil,
abordar adecuadamente la vida del bebé y de comprender (y tra­ a- sin sistematizaciones dogmáticas, aquello que revela el ejercicio
tar) sus eventuales avatares psicoafectivos. De este modo, el pro­ a- concreto del análisis. Citemos al respecto a Winnicott: “Recojo
pio Winnicott señaló que había sido “un pediatra con grandes es una teoría y otra, aquí y allá, me inclino sobre la experiencia clí-
dificultades para considerar al bebé como un ser humano”. “Sólo lo nica, elaboro mis propias teorías y luego, al final, intento ver qué
a través del psicoanálisis pude -agrega-, muy progresivamente, e, me robé y de dónde”.44 Y podríamos encontrar muchos comen-
ver a un bebé como un ser humano”.43 Por otra parte, más allá lá tarios similares en Dolto .45
del interés exclusivo y ardientemente sostenido por (y para) el q En suma, todo esto hace que con ambos nos sintamos (y los
psicoanálisis, ambos se preocuparon —y éste es otro punto perti­ i- sintamos a ellos) en terreno conocido, en todo caso, en el terre-
nente de posible encuentro entre Dolto y W innicott- de un mo­ i- no común de la relación psicoanalítica con el niño. Y, a propósi-
do similar por no contentarse con hacer comentarios eruditos s to de esto, en cuanto a la cualidad insigne de lo que justamente
para los psicoanalistas, sino -ya hemos aludido a ello- por ir r era su relación viva con el niño, no existe ninguna duda de que
también al encuentro de los auditorios más diversos, incluso el 1 en ambos se puede encontrar un similar talento humano y una
“público masivo”, sabiendo dar un uso práctico a lo que los s agudeza clínica poco común. Lo cual hacía que su manera de
medios (radiofónicos) ponían a su disposición y procurando res­ entablar un contacto relacional verdadero, un encuentro, con un
ponder a las preguntas “psicoeducativas” que inevitablemente se : niño fuera verdaderamente excepcional. Y la vibrante emoción
plantean las familias respecto de los más pequeños. de ver trabajar directamente a Donald Winnicott que transmite
Y así podríamos seguir multiplicando las señales de encuentro , en la pluma de Masud Khan46 nos recuerda la que nosotros mis­
y los paralelismos que confirman los puntos de similitud mani­ mos pudimos experimentar -al igual que todos aquellos que
fiesta que sin lugar a dudas hay entre ellos. De modo que tam- pudieron observarla- en la consulta de trabajo psicoterapéutico

42. En inglés, Ibrougb Paediatries to Psychoanalysis, traducido al francés por 44. PP, pág. 57.
la editorial Payot, ob. cit. 45. Véase, por ejemplo, Les images, les mots..., ob. cit., págs. 27-33.
43. Introducción a La ci'ainte de Peffondrement et mitres situations cliniqttcs, 46. En su introducción a La consultation thérapeutique et l ’enfant, París,
París, Gallimard, 2000 [en adelante CE], pág. 18. Gallimard, 1971.
30 DOLTO / W INNICOTT
LOS BEBÉS 31

que Dolto mantuvo abierta para los jóvenes analistas en forma­ su interés por el pequeño, ¿es seguro que compartan los mismos
ción durante toda su práctica institucional.47 puntos de vista y opciones fundamentales cuando se trata de res­
Como puede intuirse, bien podríamos prolongar la efusión de ponder a la pregunta (si no al enigma, decíamos) de qué es un
este caluroso encuentro con nuestros dos antecesores, tanto por
bebé?
aquello que nos los vuelve tan simpáticos, en su compromiso, Por supuesto, plantear así esta pregunta significa dar a enten­
como por la afinidad recíproca a priori que parece haber entre der -mejor indicarlo desde un principio- que también las diver­
ellos.48 Ya tendremos ocasión de volver sobre este tema y de gencias de sus respectivas elaboraciones nos detendrán a lo largo
desarrollar todo lo que compartieron y lo que aportaron mani­ de este trabajo. Primero porque es la parte más interesante, la
fiestamente a la elaboración de un patrimonio común, científico más estimulante para el debate que vendrá, y, sobre todo, por­
y humano. que -como veremos- esta perspectiva diferencial se impone
efectivamente, de manera inevitable, con sólo observar sus pun­
tos de vista propiamente teóricos, a saber, allí donde tanto uno
DOLTO * W IN N ICO TT como otro quisieron teorizar sobre lo que les había enseñado la
práctica psicoanalítica con los niños, por pequeños que fueran.
Pero, a riesgo de interrumpir bruscamente tantos cumplidos Como sea, justamente es esto lo que, además, los convierte en
recíprocos y mutuos, si no de connivencia (en torno a los bebés) esos eminentes pensadores del psicoanálisis, en particular del
-y aunque parezcamos aguafiestas-, tendremos que plantearnos psicoanálisis con los niños, cuyo aporte teórico terminó siendo
la siguiente pregunta, sin duda formulada de un modo un poco tan esencial que hoy se impone como paso obligado en la forma­
abrupto: con todo lo que manifiestamente tienen en común, con ción de los jóvenes profesionales.
todo lo que comparten, ¿es tan seguro, no obstante, que Dolto y
Winnicott hablen un mismo lenguaje? E incluso: ¿realmente
hablan de lo mismo o, mejor dicho, del mismo ser? Más precisa­ ¿PSICOANÁLISIS O PSICOLOGÍA?
mente, así como hemos encontrado a cada uno con “su bebé”,
con un mismo apego conmovedor por su infans, ¿estamos segu­ En esta etapa introductoria, sólo echaremos un primer vista­
ros de que estos dos lactantes son abordados y tratados de modo zo de conjunto sobre la amplitud del trabajo teórico de cada uno
similar, desde una perspectiva similar, cuando no idéntica? Más y la importancia de lo que aportaron al psicoanálisis. Y al colo­
allá de las sorprendentes similitudes aparentes, ¿realmente sus carnos, de este modo, en el nivel de las impresiones globales,
creadores se hacen la misma idea sobre ellos? Por fuerte que sea salen a la luz muchas diferencias. No sólo respecto del estilo -lo
cual sería entonces sólo una cuestión de apreciación subjetiva-,
sino también del contenido: la teorización de Winnicott podrá
47. Yo mismo conservo el recuerdo conmovedor de la primera vez (en el parecer -en todo caso en un primer momento- más “minuciosa”
centro Etienne Marcel). En cuanto a lo que concierne más especialmente a la o detallada que la de Dolto, al tiempo que daría la impresión de
consulta del hospital Trousseau, nos remitiremos a las Lettres de l'Fcole Freu- que él se dedicó a tratar numerosas cuestiones que tienen poco o
dienne, n° 25, vol. II, pág. 239.
48. Sin desconocer, no obstante, que su encuentro efectivo, que tuvo lugar
ningún eco en ella, o no en los mismos términos. Entonces
en momentos de fuerte tensión en la historia analítica, no pudo ser más rispi­ habrá que preguntarse por qué. Es el caso, por ejemplo, del tema
do... Sobre esos acontecimientos, véase Roudinesco, Elisabeth (1994): Histoire del odio, que ocupa un lugar importante en las formulaciones de
de la psychanalyse en France, vol. 2, París, Fayard, pág. 329.
Winnicott -aunque sólo sea en su referencia personal a Melanie
32 DOLTO / WINNICOTT

Klein-, mientras que es una cuestión prácticamente ausente (po.


r w-

(po-
f LOS BEBÉS

diferenciada para cada uno de ellos. No ocultaréaquí mi parcia-


M

demos lamentarlo) en Dolto .49 O bien el tema de la delincuen­ uen- lidad e indicaré desde ya que, a mi entender, esta problemática
cia, que Winnicott trabajó de cerca, mientras que sólo aparece rece se plantea mucho antes en Winnicott, vale decir -más adelante
de manera marginal en Dolto, etc. Pero también es cierto que en e en podrá verificarse- que lo encontraremos más capaz de compro-
esta cuenta, en este pequeño juego, podríamos proceder a la a k meterse conceptualmente con la psicología.
inversa y mencionar temas que Dolto exploró más, como, por por
ejemplo, la cuestión del espejo, de lo prohibido, de lo generacio­ cio-
nal, etc. En resumidas cuentas, se trata de una confrontación que que ORAL / ESCRITO
no nos confirmaría casi nada, más allá de inventariar sus diferen­ •en-
cias, para apreciar los respectivos aportes teóricos de Dolto y :o y y puesto que he dado cuenta de mi “parcialidad”, debo ser
Winnicott. aún más preciso, para ser claro, en lo que respecta a los precep-
Seguramente sería más importante que introdujéramos una una tos formales de partida. Es verdad que mi posición en este trába­
pregunta (crítica) que bien podría dirigirse tanto a uno como a lo a j0) lejos de presentarse como equitativa, o estrictamente equili-
otro (aunque probablemente la respuesta debería tratarse con :on brada, me impone, por el contrario, exponer lo que la vuelve
cada uno por separado). Sin embargo, el problema es lo suficien­ en- desplazada, disimétrica.
temente crucial como para que decidamos mencionarlo ya en en Sucede que trabajé largo tiempo con y junto a Fran^oisc
esta introducción, aunque debamos volver sobre ello más ade­ de- Dolto51 y que por ello participé incidentalmente en el trabajo
lante. Esta pregunta -¿que podemos llamar “epistemológica”?- "?- preparatorio de la redacción de uno de sus libros,52 sin hablar de
se refiere a si el aporte teórico indiscutible que ambos nos lega­ ga- las reediciones de estos últimos años: se trata de un largo corn­
ron debe ser reconocido ciertamente como válido para el psico­ eo- promiso del que dan fe los libros y los numerosos artículos que
análisis, como de indudable orden psicoanalítico. O si, por el el le he dedicado.53 Pero, sobre todo, antes pude beneficiarme en
contrario, seamos claros, desde el momento en que da cuenta de de directo -ya sea en supervisión, por ir a su consultorio en el líos-
una perspectiva “desarrollista”, es decir, de lo que supone el re­ re- pital Trousseau, o al asistir a su seminario de psicoanálisis (en la
corrido de un desarrollo,50 este apofte no tendría algo en común ún Escuela Freudiana de París)- de la experiencia de vivir su ensc-
con la psicología, en el sentido de hacer que prevalezca una idea ea ñanza, incluso oral, en carne y hueso, me animaría a decir. Y
del bebé que en cierta forma impone y refuerza una orientación ón Dios sabe hasta qué punto el pensamiento vivo -oral, vocal y
psicogenética. corporal- no era menor en lo que Dolto pudo enseñarnos que el
Esta pregunta central y seria -puesto que se interroga sobre re contenido de lo que tenía para transmitir. Es aquello de lo que
la manera en que el bebé surge como tal en el campo del psicoa­ a- puedo valerme. Pero, justamente: sin poder dar cuenta -es el
nálisis o si puede existir una verdadera “bebología psicoanalíti- :i- punto que deseaba subrayar- de nada equivalente en lo que con­
ca”- llamaría a realizar toda una elaboración, que se enriquece­ c­
ría, como creo poder sostener, si primero se hace de forma ia
51. Formé parte, por ejemplo, del equipo fundador de La Casa Verde, en
1979.
52. Se trata, en el caso de L'image inconsciente du corps, de un trabajo prepa-
49. Dolto expone su opinión al respecto en Les images, les mots..., ob. cit., t., ratorio que tuvo lugar en 1978, con Eddie Fride (¡y Fran^oise Dolto!).
pág. 113. 53. Comenzando por Le corpspsyebique, 1989, que L’I Iarmattan reeditó en
50. Volveremos sobre este tema en el capítulo 3. 1995. Aunque se me ha reprochado (en la universidad) esta “monomanía”.
34 DOLTO / WINNICOTT
F LOS BEBÉS 35

cierne a Winnicott, a quien, como a muchos otros, no pude ude i tenga, por decirlo de algún modo, ningún escrito voluminoso,
abordar sino de modo indirecto (mucho después), a través de sus sus ningún “libro” propiamente dicho, sino que se reduzca esencial-
escritos. Necesitaba exponer esta disparidad de origen, que tal tal mente a una acumulación de breves escritos puntuales, o artícu­
vez no sea menor en mis futuras tomas de posición. los muy cortos, entre los que figuran algunos que (una vez más)
La aclaración también puede ir más lejos y dar lugar a algu­ gu- son transcripciones de conferencias o exposiciones que brindó
nas consideraciones complementarias acerca de los textos y la r la Winnicott en tal o cual circunstancia. Además, lo que es tan par-
escritura de Dolto y Winnicott, sabiendo que corremos el riesgo sgo ticular en sus textos y vuelve ardua su lectura es que, inevitable-
de que, para los jóvenes de las próximas generaciones, el texto xto mente, a menudo se recortan y se superponen, y entonces se
escrito sea prácticamente el único modo de acceder al legado de de crea cierto efecto de redundancia.56 Pero, sin embargo, es una
estos prestigiosos antecesores: para conocerlos, sólo podrán 'án impresión engañosa, porque con mucha frecuencia, de un traba-
abordarlos a través de la lectura. Y ése es, por supuesto, su talón ón jo a otro, de un artículo a otro, Winnicott no deja de agregar
de Aquiles. Yo estoy en condiciones de comprenderlo en lo que |ue una pequeña pincelada, una pequeña nota y, poco a poco, lo que
se refiere a Dolto, pues conozco la irreemplazable calidad de lo lo parecía repetirse se convierte, de este modo, en un sistema de
que ella transmitía de sí a través de su presencia oral. Pero es así. tsí. pensamiento que no deja de elaborarse con trazos puntillistas ni
Esto crea lo que, inevitablemente, constituirá -para ambos- cier­ :r- de refinarse cada vez más en su progresión, mediante ese movi-
ta intransmisibilidad, con la cual hay que contar en el acceso de de miento en que incansable y escrupulosamente el mensaje vuelve
las jóvenes generaciones al saber de ambos especialistas.54 a centrarse en el oficio. De modo que tomar conocimiento de
Lo subrayo con mayor libertad en la medida en que, según án este pensamiento winnicottiano supone no perder el valor (¡!) y
mi opinión, ni Dolto ni Winnicott se distinguen -digámoslo- 3- enfrentar sucesivamente, como corresponde, la hilera laberíntica
por ser grandes talentos de la escritura. En Dolto (pero también én de pequeños escritos, sin dejarnos vencer, sin embargo, por lo
vale para su homólogo), esto puede explicarse por el hecho de Je que pueda tener de repetitivo. Porque también es la condición
que muchos de sus libros sólo fueron transcripciones de gra­ a- para aprehender, cuando surgen, los hallazgos y las innovacio-
baciones previas, lo cual, por cierto, contribuye a restituir las as nes, las afirmaciones a veces decisivas, que aparecen a medida
cualidades orales de su estilo, pero no siempre es propicio para ra que se ponen en serie y se encastran los escritos sucesivos,
desplegar un escrito formalmente detallado.55 En cuanto a a
Winnicott - y ateniéndonos en este caso, como ya hemos dicho, a,
solamente a sus escritos-, se trata de un estilo que podríamos )s UNA LECTURA DOLTOIANA DE W INNICO TT
describir como más bien “seco”, por su preocupación, diríamos, s,
por llegar a lo esencial de su pensamiento y por mantenerse allí. í. Una última indicación introductoria: sobre la base de nuestra
Lo cual tal vez explica también que esta obra minuciosa no con- i- parcialidad ya confesada -que seguramente no dejará de reapare­
cer y confirmarse más adelante-, tal vez sorprenda encontrar,
paradójicamente, más observaciones dedicadas al “bebé Winni-
54. ¿Cómo acceder, por ejemplo, a la teoría doltoiana de la imagen del ;1
cuerpo, teniendo como único soporte el voluminoso tratado, denso y frondoso, ),
que pretende exponerla de una manera -hay que confesarlo- no siempre muy y
satisfactoria ni accesible...? 56. Sobre todo cuando los editores franceses los han utilizado hasta el har-
55. Una excepción, no obstante, son los escritos personales de Solitnde, oh. i. tazgo, sin dudar en publicar “duplicados” (idénticos artículos en diferentes
cit., donde Frangoise Dolto alcanza un auténtico lirismo en su escritura. volúmenes).
36 DOLTO / W INNICOTT f LOS BCliCs 1/

cott” en los siguientes capítulos. Pero, en lo que se refiere al 4 d resulta muy delicado “saltarse un punto”, salvo que, en efecto, se
“bebé Dolto”, con muchos precedentes en la materia, nos per- corra el riesgo de deshacer todo el trabajo que, así, se sostiene de
mitiremos remitir a lo que ya reconstruimos en nuestras obras 1 ts manera extremadamente estricta. El conjunto tomó la forma de
anteriores y daremos por adquirido lo esencial. Así, pues, nos i) »s un rompecabezas singularmente compacto que podría desmante­
acercaremos sobre todo al bebé Winnicott -al que conocemos j' >s larse si se nos ocurriera omitir alguna de sus piezas. Dicho sea
menos-, para conocerlo mejor y confrontarlo con lo que, por >r esto para dar una idea de la densidad de esa suerte de sistema
otra parte, ya sabemos del “bebé Dolto”. Lo que sigue puede e indesmontable y sutil que constituye el aporte de Winnicott y de
presentarse, por lo tanto, más como una lectura doltoiana -si nos 'S lo difícil que es dar cuenta de él.
atrevemos a decirlo así- del pensamiento de Winnicott en lo que e Sin embargo, vamos a tener que ajustarnos a esta dificultad,
concierne a su teoría del bebé, su bebología. El eje de nuestro 3 aunque sea con el fin de exponer, transmitir y clarificar según
trabajo será reflexionar sobre cómo vamos a analizar lo que e nuestro programa “bebológico” comparativo. Dificultad ya pre­
Winnicott sostiene acerca del bebé, desde la perspectiva definida a sente en los próximos dos capítulos, que se ocupan, sucesiva­
por Frangoise Dolto. mente, de la madre y el desarrollo. Hemos intentado mantener
Precisemos, no obstante, que no por ello se restituirá en toda a estas dos nociones separadas, aun cuando en el pensamiento de
su amplitud el sistema de pensamiento de estos dos grandes s Winnicott (y también en el de Dolto, pero es aún más evidente
maestros del psicoanálisis de niños. No se encontrará aquí un i en Winnicott) son inseparables en los hechos y, por lo tanto,
estudio que pretenda dar cuenta de manera exhaustiva de la obra i deben pensarse de manera absolutamente conjunta, conexa. Sin
de Winnicott o de la de Dolto .57 Y esto a riesgo de que se nos 3 embargo, intentaremos tratarlas de forma ordenada, una después
eche en cara (de todas maneras, es inevitable) que no abordemos 5 de la otra, para hacer que surjan mejor los puntos de divergencia
tal o cual' aspecto, tal o cual punto, que sin embargo se conside­ con vistas a someterlos al debate, a ese debate conceptual que
ra fundamental (sin duda con toda razón para los objetores ini­ nos arriesgaremos a enfrentar.
ciados). Pero es así. Nuestro proyecto -repitámoslo- se limita l Al respecto, aún queda un último punto preliminar. En lo
aquí a confrontar la bebología de nuestros dos autores, simple­ que tal vez se presenta -como ya se ha dicho- en el fondo más
mente a hacer que se encuentren los dos bebés, tal y como nos como una lectura doltoiana del trabajo de Winnicott, de la be­
los han descrito, ateniéndonos a sus rasgos más característicos y bología winnicottiana, nuestro discurso no dejará de dar mues­
que, por lo tanto, se refieren, según creemos, a lo esencial. tras de cierta tonalidad crítica, que se podrá considerar una con­
Es importante subrayar que este camino no fue muy simple secuencia de la “parcialidad” de la que hablamos. Que quede
en el caso de Winnicott. ¡Es que parece muy difícil no ser bien claro, de todas formas, que cualquiera sea la fuerza de esta
exhaustivo con Winnicott! Pues, como hemos explicado, por la crítica, no deja de estar inspirada en la preocupación por mante­
manera en que metódicamente fue agregando “puntos” sucesivos ner la autenticidad del debate y la riqueza de la discusión que se
a su obra, a lo largo de una sucesión de artículos, terminó cons­ impone, allí donde pueden y deben evocarse los diferentes pun­
truyendo un “tejido” conceptual tan apretado, finalmente, que tos de vista, por distintos que sean, y con más razón allí donde,
ante todo, se busca respetar lo que en suma constituye el más
precioso patrimonio de la humanidad: ¡el bebé!
57. En lo que se refiere a esta última, nos permitiremos remitirnos a nues­
tras obras anteriores. Véanse, por ejemplo, Le corps psychique, ob. cit., y Fran-
yois, Yannick (1999): Franqoise Dolto. La langue des images, París, Bayard.
I

.1. 'I
í .1 Capítulo 2
:Í*

La madre
lj:i
!i::
;C

Como explicamos anteriormente, nos pareció que se imponía


una comparación Dolto / Winnicott, dados los numerosos pun­
tos de encuentro entre sus respectivos enfoques, pero también
desde la perspectiva (del presente trabajo) de hacer que surjan
sus posibles distancias y diferencias (e incluso divergencias).
Y, sin embargo, sus teorías - y en especial las que nos intere­
san, sus teorías del bebé, sus “bebologías”- comienzan de un mo­
do bastante parecido: comienzan por la madre. Podríamos decir
que, tanto para uno como para el otro, “en el comienzo (de la
vida del bebé) fue la madre”, y no sólo por motivos que podrían
parecer... “naturales”.1 Sería arduo relevar en ambos de forma
exhaustiva la importancia electiva primordial que otorgan a la
madre, esa hipóstasis de la instancia materna.
Para dar sólo un primer ejemplo, citemos a Winnicott: “Es la
madre quien establece la salud mental del niño al preocuparse

1. Antes de que se llegue al útero artificial, tal como profetiza I lenri Atlan,
en L ’uténis artificiel, París, Le Seuil, 2005.
40 DOLTO / WINNICOTT
LA MADRE 41

por los cuidados que debe dar a su bebé. Sin temer parecer sen- sen­ UN BEBÉ EN "FUSIÓN”
timentales, podemos hablar aquí de ‘devoción’ y emplear esta es ta
palabra para describir un aspecto esencial sin el cual la madre no e no Según esta concepción, comprendamos que el niño, primero,
puede desempeñar su papel y adaptarse activamente, con sensi­ :nsi- no existe como individuo (individuado); o más bien que sólo
bilidad, a las necesidades de su bebé, necesidades que, al comien- f ien- existe de ese modo para nosotros, como observadores terceros
zo, son absolutas. Así, este término, ‘devoción’, nos recuerda | erda embaucados que somos, allí donde él está sumergido [merged]6
que, para tener éxito en su tarea, la madre no necesita ser una I una de hecho, en una suerte de fusión inefable que lo instaura en una
especialista”.2 ■
dependencia llamada “absoluta”, donde se confunde con y en su
Y, para explicitarlo mejor, inclinémonos un instante hacia \ lacia madre, lo cual viene a reforzar, una vez más, el hecho de que,
Dolto: “Es así como, para cada ser humano, su relación con la , >n la para Winnicott, se supone que, ante todo, la madre debe estar
madre, fuente de su propia existencia, parece anclar sus raíces en . :s en identificada con su bebé (a lo cual corresponde la denominación
lo que, a falta de otra palabra, llamamos ‘lo sagrado’ [...]. El niño ti liño específica de “preocupación materna primaria").
nimba lo sagrado con la luz del rostro inclinado sobre el suyo en j¡j 0 en Winnicott no ha dejado de subrayar la intensidad de ese
sus primeras horas de vida, en los primeros días de sus prue- rue- vínculo de dependencia del pequeño: se dice que éste no existe
bas”.3
en cuanto tal, como propio, en la medida en que está sometido,
En todas las líneas de la vida del bebé - y de los textos a través avés unido por completo a su genitora (identificada con él), de la
de los cuales nuestros dos médicos nos la restituyen-, la madre adre cual constituye una suerte de apéndice, al hallarse totalmente
está en primer plano. Es ella quien lleva -en todos los sentidos idos desprovisto (al menos al principio) de cualquier forma de auto­
del término- el devenir del potencial de su bebé. Winnicott, en r, en nomía o independencia. Situación que es preciso llamar “deter­
particular, además de plantear una cuasi-nihilización del padre adre minada”, por lo imperioso que resulta para el niño que lo to­
(de quien se espera como mucho que ame a su mujer y le aporte orte men en cuenta y satisfagan sus necesidades, pues -como insiste
el sostén de su apoyo benevolente...), llegará incluso a considerar erar Winnicott en varias ocasiones- no estamos aquí en el orden del
-debemos mencionarlo desde el comienzo- ¡que el niño-lactan­ tan- deseo.7
te no existe!4 “¡Eso que llaman ‘bebé’ no existe!” Ya que, explica, lica,
1 Éste es un momento primitivo, inaugural -al que no dejare­
“cuando me muestran un bebé, también me muestran a alguien uien mos de volver, dada la importancia que le otorga W innicott-,
que se ocupa de él, o al menos un cochecito donde se fijan los 1 los que podemos llamar de indistinción, de indiferenciación, donde
ojos y las orejas de alguien. Nos encontramos en presencia de a de el autor insiste en precisar que el niño no tiene ninguna idea de
una ‘pareja nodriza-lactante [nourrice-nourrisson]’ (a nursing cotí- cou- su madre como persona (ni tampoco, podemos agregar, alguna
pié)”.5 idea de un “sí mismo”). “Existe, pues, un estadio donde el lac­
tante sólo existe en razón de los cuidados maternos, con los cua­
les forma un todo, una unidad.”8 En este estadio, la madre “es el

2. PP, pág. 188. 1


3 . //C, pág. 222. j 6. Ibídem, pág. 367, al hablar de un “estado de fusión [merged with] com­
4. PP, pág. 361 (y pág. 68). 1 pleto con la madre”.
5. Ibídem, pág. 200. 7. Como, por ejemplo, en PP, pág. 286.
8. PP, pág. 364.

1
Al DOLTO / WINNICOTT LA MADRE 43

bebé y el bebé es ella”,9 “el bebé y la madre forman un todo ”,10 o ”,10 durante la gestación. Queda por preguntarse si hubo nacimien­
“la madre es el bebé así como ella misma”.11 to, o en qué hubo nacimiento. ¿O bien, para Winnicott, debe
Sería conveniente evaluar lo que implica esta situación primor­ mor- seguir pasando desapercibido para el niño, como si no hubiera
dial a la que Winnicott vuelve incansablemente. El niño está está sucedido? En todo caso, diríamos, la madre continúa actuando
prendido en su mismo ser a una madre que le provee todo en o en como si siguiera gestándolo, más allá de que haya finalizado el
cuanto a su vivir, al punto de dar lugar al sentimiento de cierta ierta embarazo. Todo sucede como si el niño todavía no hubiera naci­
omnipotencia, puesto que, de ese modo, se encuentra satisfecho en o en do de verdad, ya que sistemáticamente se responde a él y se le
í '1
I':! todo. Y esto se pone en funcionamiento en relación con el cuida­ ñda- proveen todas las necesidades que pueda tener. No puede, pues,
lili;
do que le brinda la madre, con los cuidados que le prodiga, res­ res- sentir ninguna carencia, puesto que, en principio, ¡no las hay! En
pondiendo absoluta e inmediatamente a las necesidades que el ie el efecto, “la madre no crea las necesidades del lactante sino que las
niño logra expresar. Winnicott supone (o plantea), entonces, una una satisface en el momento adecuado”.14
situación que estamos tentados de llamar “mítica” -pero, de , de Al comienzo, pues, existe para Winnicott una situación origi­
hecho, él la concibe como efectivamente concreta, realizada-, en -, en naria, primaria, de compleción, de completud absoluta, que nada
la que existe una suerte de colusión absoluta entre la madre y el y el puede mermar, estropear, que no tiene fallas. Al principio, el
niño, una adherencia sin matices, una confusión primordial donde mde infans no conoce la falta. Se lo acoge, de alguna manera, en la
es difícil imaginar que pueda intervenir o interferir un tercero (un (un negación de aquello a lo que debe advenir (a la falta, a la reali­
padre). Como en esta fase (breve pero decisiva) la pareja madre- dre- dad). Permanece (en esta etapa) en el desconocimiento que le
niño es absoluta, total, “para su buen desarrollo, es necesario un ) un ofrece esa beatitud, en una suerte de gracia envolvente absoluta.
ambiente perfecto. Al principio, esta necesidad es absoluta”.12 Y ese ajuste se plantea en una exigencia tan fuerte, en una escla­
Y esto es así al punto de que, en la fase primera de la vida del del vización tan intensa que, el menor defecto de ese sostén radical y
bebé, apenas podemos concebir que el lactante tenga que expre­ )re- absoluto de la madre, es vivido por el niño, sostiene Winnicott,
sar necesidades, ya que, de todas maneras, la madre parece haber iber en términos de nihilización } s Es decir que los efectos (patológi­
respondido a ellas de antemano (o está siempre lista para hacer­ :er- cos) también son tan extremos como la necesidad de ese sostén
lo al instante). El niño apenas puede entrar en el camino de una una imperioso. Nos encontramos, decididamente, en el terreno de lo
satisfacción alucinatoria, tal como lo planteaba Freud ,13 puesto :sto “absoluto”: o bien el niño “no existe” (si no es sostenido por los
que ésta supone como mínimo la experiencia de una carencia. Y, •Y, cuidados de la madre que vienen a co-(r)responder a estas nece­
sobre todo, se tiene la impresión en esa etapa de que no podría Iría sidades), o bien corre riesgo de nihilización... “Las carencias
faltar nada, como si durante un tiempo se mantuvieran las condi­ idi- maternas provocan fases de reacciones a las intrusiones y estas
ciones que -podríamos suponer- se habían dado previamente nte reacciones interrumpen la ‘continuidad de ser’ (going on being)
del niño. Un exceso de esta reacción [...] representa una amenaza
de nihilización.”16
9. Le bebe' et sa mire, París, Payot, 1992, pág. 23 [ed. esp.: Los bebés y sus SUS
tnadres, trad. de Laura Turner, Paidós, 1998].
10. Ibídem, pág. 29. 14. Processus de maturation chez l ’enfant, París, Payot, 1970 [ed. esp.: Los pro­
11. Ibídem, pág. 148. cesos de maduración y el ambiente facilitador, trad. de Jorge Piatigorsky, Buenos
12. PP, pág. 137. Aires, Paidós, 1994] (en adelante PM), pág. 28.
13. A quien W innicott se refiere, sin embargo, en su artículo sobre la teo­ eo- 15. PP, págs. 363 y 369.
ría del padre-lactante, PP, p. 358. 16. Ibídem, pág. 289.
44 DOLTO / WINNICOTT
LA MADRE 45

De modo que Winnicott llega a distinguir dos tipos de seres, 8


cott, designa el marco de los cuidados que deben ser prodigados
según las dos maneras en que fueron tratados de niños: los que jt
al niño lactante, allí donde se juega su relación primordial con
tienen “la experiencia de nunca haber sido abandonados de una
aquella que se consagra a él de ese modo. Por esta razón, como
manera significativa” y los que, a la inversa, “arrastran consigo, |
vemos, la madre no es solamente una parte del ambiente, es el
para toda la vida, experiencias de una angustia inimaginable”.17 1
agente principal de lo que se designa con ese término (nos guste
o no).
Y, en este sentido, digamos más bien que el ambiente es la
EL "BEBÉ W INNICO TT" Y EL AMBIENTE
madre (con los cuidados que procura a su pequeño), una madre,
pues, que es entendida y designada como “el ambiente” (del
Respecto de lo que se planteó sobre la madre en Winnicott
bebé), un ambiente que, entonces, se produce y se organiza para
-la madre del “bebé Winnicott”-, precisemos desde ya dos pun­
el niño, ya que se lo supone apropiado para su ser. Dicho de otro
tos sobre los que volveremos, dadas sus importantes implicancias
modo, el ambiente es la muralla [enceinte\ (material y afectiva)
conceptuales. El primer punto podría parecer sólo una cuestión
que la madre sigue siendo para él, después de haber estado
de vocabulario, pero va mucho más allá. Se trata del hecho de
embarazada [enceinte]... de él (¡!), en el sentido ya mencionado de
que toda esa situación primordial donde la madre -llamada
una gestación que continuaría más allá del nacimiento. Prueba
“suficientemente buena” \good enough motber\, pues se da por
de ello es que la madre, como veremos, es descrita especialmente
completo y es completamente devota [devoted] de su pequeño-
en términos de “madre-ambiente”.20
constituye una compañera crucial para el niño y donde éste se
Habría mucho que decir a propósito de la elección deliberada
encuentra en la posición llamada “de dependencia absoluta”
y sostenida de este término (invasor) que, confesémoslo, nos
-puesto que sólo existe a través de ella- es una situación referida
suena extraño y -mejor decirlo- más bien de un modo desfavo­
y descrita por Winnicott en términos de “environment” (se trata
rable, como un término fríamente descriptivo, aunque capaz de
de la misma palabra en francés y en inglés). “La importancia del
poseer una resonancia de valor etológico. A menos que sea justa­
ambiente para el lactante cuando la dependencia es casi absoluta
mente eso lo que nos moleste, con esa manera de reducir la vi­
es tal que no podemos describir al lactante sin desaibir el ambiente”.1718
vencia del pequeño humano a esta modalidad, la de una visión
Y ésta es la tesis fundamental de Winnicott: si al comienzo el
etológica del pequeño humano, que así queda planteado como
infans no existe como tal, es porque simplemente resulta por
inmerso desde su nacimiento en un “ambiente”.21
completo imposible abordarlo de modo independiente de aque­
El segundo punto implica anticiparnos en nuestro recorrido.
llo que constituye lo que se denomina su “entorno”. “Cuando
Pues, como se podrá adivinar, la madre según Winnicott no va a
decimos que un lactante es dependiente, y al comienzo en una
seguir siendo esa madre descrita como absolutamente abnegada,
dependencia absoluta [...], se sigue que el entorno en sí tiene
importancia porque forma parte del lactante.”19 Esta palabra,
que vamos a encontrar constantemente en los escritos de Winni-
20. Véase PM, pág. 34 y sigs.
21. Debemos precisar que también fue polémico el modo como Winnicott
introdujo, defendió y mantuvo este término, en contra de aquellos que, según
él, desconocían justamente su concepción de esta fase primera de la experiencia
17. CE, pág. 322.
infantil, es decir, que se ocupan del individuo “infans" desconociendo su inmer­
18. Ibídem, pág. 180.
sión en el ambiente. En este punto particular se funda su conflicto larvado con
19. Ibídem, pág. 179 y sigs.
Melanie Klein.
46 DOLTO / WINNICOTT
r LA MADRE 47

dedicada por completo a su hijo y, por lo tanto, a nada ni a nadie


Así pues, ya disponemos al menos de los preceptos esenciales
más, diríamos -al punto de que podríamos arriesgarnos a decir relativos a esa inflación inaugural de lo materno en Winnicott.
que ella “tampoco existe” (por fuera de esa “pareja de leche” que
la absorbe por completo). Pero a la vez será ella quien contribu­
ya a la diferenciación progresiva, a través de la cual el niño logra EL “ BEBÉ DOLTO” Y LA DÍADA
acceder, siguiendo una línea cuasi freudiana, al mundo de la rea­
lidad en sus diferentes aspectos. La madre tiene, pues, esta doble Pero, como hemos anunciado, en Dolto se encuentra el mis­
polaridad. Es a la vez la que sostiene dicha fusión primordial y la mo acento primordial en el polo materno, en la medida en que
que debe obrar para liberar al niño de ella. Doble polaridad que también se lo describe como “portador” y “estructurante” para
también se encontrará en Dolto, aunque de modo muy diferen­ el bebé. Y lo hace en el marco de eso que precisamente llama “la
te. Volveremos a ello en el capítulo siguiente, puesto que es una diada” (término que ella dijo haber tomado del pediatra André
parte esencial de las elaboraciones de Winnicott sobre el des­ Berge).
arrollo infantil por venir, que sucede a esa fase confusional pri­ De hecho, hay razones para que nos llame la atención esa
mordial, en la cual prevalece lo que él no duda en llamar, como similitud de los discursos y de lo.- enfoques, que otorgan tal pre­
se ha dicho, la “madre-ambiente”... valencia a la madre (al punto de llegar a asombrarnos). En todo
Pero -y Winnicott insiste en ello-, para hacer que el niño caso, es un dato donde se evidencia que nuestros dos autores es­
acceda mejor a las fases siguientes, a los estadios posteriores esta tán fundamentalmente de acuerdo en este punto, por no decir
vez diferenciados, es preciso que la madre primero provea ese que son unánimes. Después de todo, si Frangoise Dolto fue in­
ambiente tranquilizador, envolvente, que ella misma conforma a fluenciada por Winnicott —como ella misma asegura, puesto que,
través de sus cuidados. Es lo que él llama “holding”, en el sentido de hecho, como dijimos, lo presenta como uno de sus maes­
de que, ante todo, consiste en tener (to hold), en sostener corporal­ tros- , 22 esta valoración de lo materno designa uno de los lugares
mente al bebé. Cierto es que hay allí una suerte de paradoja -que concretos donde más puede verse esa influencia, por la similar
en líneas generales implica que, para acceder a la realidad del insistencia otorgada a la madre en lo que respecta a los aconteci­
mundo, en un primer momento hay que desconocerla-, pero una mientos iniciales de la vida del niño.
paradoja, precisamente, a cuyo principio Winnicott siempre se De hecho, casi no existe una línea de la elaboración doltoiana
declarará atado y a la que volverá repetidas veces y de diferentes sobre el bebé que no ponga el acento en esa determinación de la
formas, disfrutando de dar ese giro paradójico a su pensamiento. vivencia infantil en y a través de la diada madre-hijo. Toda la
Pero eso no nos impide plantearnos la siguiente pregunta: si la vida del niño recién nacido está organizada, coordinada, en el
madre debe mantener su acción envolvente, que primero es per­ marco de la relación primordial con la madre, cuyo modo de ser
fectamente tranquilizadora, ¿cómo diablos podrá el niño sustraer­ y de estar presente para su hijo es decisivo. Dolto habla de este
se a ella? ¿Y qué es lo que entonces le permitirá acceder a una período (en el que también incluye la vida fetal) “donde el equi-
mayor individualidad (a riesgo de tener que pasar por lo que
Winnicott supone a mediano plazo una “dependencia relativa”)?22*

23. Lo cual, sin embargo, es relativamente poco sostenible en el plano cro­


nológico, si se considera que la primera traducción al francés de Winnicott
22. Tal era el tipo de preguntas que Lacan dirigía contra estas formulacio­
tuvo lugar tardíamente, en una fecha en que, de todos modos, ya se llevaba a
nes desarrollistas. cabo ampliamente la formación de Dolto.
48 DOLTO / WINNICOTT f LA MADRE 49

librio de la diada madre-hijo es esencial para su devenir huma- |


insistencia: “El padre constantemente está incluido en la madre.
no ”,24 e incluso llegará a hablar de “hemidíada”,25 para dar cuen­
Desde el mismo comienzo, hay una trinidad constante.”30
ta de cada uno de los dos participantes de este íntimo tándem
No encontramos en Dolto ninguna forma de “fusión” -a no
originario. Para decirlo mejor, hay allí, tanto para ella como para
ser patológica- entre la madre y el niño, como ella misma subra­
Winnicott, una pareja primordial. Al punto de que el ser del
ya expresamente en un momento.31 Y esto vale incluso para la
niño, relacionado en especial con su cuerpo, o al menos con su
etapa de la gestación (en cuya importancia, como se sabe, Dolto
“imagen del cuerpo”, sólo podrá encontrar su completud y su
fue una de las primeras en insistir), durante la cual no se excluye
consistencia a través de la presencia asidua y estructurante de la
que pueda instaurarse, más allá de cualquier supuesta simbiosis,
madre. “La imagen del cuerpo se constituye en referencia a la
una especie de comunicación “hablada” (internamente) entre la
observación efectiva del rostro materno y a las referencias senso­
madre y el bebé que lleva en ella, signo de una relación no sim­
riales que repetidamente provee la presencia de la madre.”26 Y
biótica (¡sino simbólica!) en potencia. Como lo indica el ejemplo
cuando Dolto habla de “co-ser”,27 o incluso de “co-nacimiento”,
fundante en el que Dolto intenta calmar con la voz interior a su
para expresar que el bebé (Dolto) encuentra las vías corpora­
bebé, el futuro Jean, que patea en su vientre, mientras ella sube
les de su vivir sólo a través de esa especie de sostén incesante que
la calle Saint-Jacques en bicicleta.32
le brinda su madre, no deja de recordarnos la exigencia winni-
De modo que, cuando la propia Dolto (excepcionalmente)
cottiana del bolding,28
utiliza un término como “simbiosis”, es justamente para insistir
De modo que conviene señalar que Dolto se distingue de
en lo que impide que la supuesta simbiosis sea dual, fusional. Y,
inmediato de la concepción de Winnicott, en la medida en que
sobre todo, para subrayar su dimensión ternaria, triangulada,
no hay nada en ella que se oriente en el sentido de una fusión
cuando no ya lingüística. “En efecto, feto y madre son una sim­
tan absoluta, que convertiría a la diada, aunque más no sea tem­
biosis trinitaria. [...] Para el feto, no hay madre sin un otro, es
poralmente, en el lugar de una sutura, de una completud. Por el decir, sin padre”.33
contrario, subraya de entrada la necesidad de abrirse a un terce­
ro. “El sentimiento materno, por atento y amoroso que sea, sólo
es vivificante para el niño si coexiste en la madre con sentimien­
PRECOCIDAD DE LA PSICOSIS
tos conyugales e intereses culturales y sociales.”29 Lo cual equi­
vale a decir que, junto a la diada, y para darle sentido humano, la
Por otra parte, sería conveniente señalar que tanto Winnicott
referencia al padre nunca está lejos. Es más, se la recuerda con
como Dolto insistieron en los efectos catastróficos que podría
generar cualquier ruptura brutal o cualquier deterioro de ese
vínculo precoz madre-hijo (o infans-madre), así sobrevalorado.
24. UC, pág. 209. Tanto en uno como en otra, los riesgos psicopatológicos más
25. Véase el texto “Personnologie et image du corps”, Ajdd, pág. 60.
26. AJDD, pág. 65.
27. Ibídem, pág. 281.
30. Dolto, Franfoise (1998): Le féminin, París, Gallimard, pág. 123 [ed.
28. El bolding (del inglés to hold: “tener”, “sostener”, “mantener”, etc.), que
esp.: Lo fanenino: artículos y conferencias, trad. de Tomás del Amo, Barcelona,
designa en Winnicott, como se dijo, el tiempo primordial en el cual, en efecto,
Paidós Ibérica, 2000].
lo central es “sostener” - y ante todo física, corporalmente- al bebé, sostenerlo
31. Véase La cause des enfants, ob. cit., pág. 205.
y llevarlo en su vivir.
32. Ibídem, pág. 375.
29. AJDD, pág. 267.
33 .Le féminin, ob. cit., pág. 86 y sigs.
50 DOLTO / WINNICOTT
LA MADRE 51

severos se sitúan en el plano de esa fase primordial. Es así como, I orno, DE LA SIMBIOSIS (W INNICOTT) AL
por ejemplo, Dolto da cuenta de la posibilidad de entrar en el I 1 en el
■;•:•••■.. . - O . ‘.-.V.»
autismo cuando falla el vínculo de encuentro vital, de co-presen- 1 esen- Es que, más allá de esta similitud qtSeyén:en. ürt comienzo ^se
cia con la madre. “Es por ello que el lactante, que aún no se i io se impone de manera tan impresionante, teiSrerho^jque examinar
conoce a sí mismo sino en referencia emocional respecto de su f Ide su más de cerca la manera en que cada uno trata ía .primacía inau­
madre, muere en la imagen de su cuerpo, elaborada en intercam- | cam- gural de la diada, del vínculo con la madre, ¿Qüé es exactamente
bio con ella, si su madre desaparece mientras que el cuerpo car- | b car- en cada uno de nuestros dos bebés lo quedvñda y ^segura -en un
nal del bebé sobrevive.”34 modo aparentemente tan crucial- su vínet&o c^ndí jñádte: (f el
!'
Winnicott, por su parte, también se abocó a desarrollar el \ ™ a r el de la madre con ellos)? Ya hemos referi^^po y e jdñiplo que no
tema de la ruptura del vínculo primordial con la madre, puesto ^ ie s to encontramos nada en Dolto que retome'el térmiñO;-‘fñsióÉ”, o
que él entendía por defecto que allí se encontraba el posible j sible algo que evoque esa idea de fusión con la m.£ujr£:, -tal como la he­
punto de aparición de la psicosis: “El desarrollo afectivo prima- I Q im a- mos delimitado en Winnicott, para describnrel tlemp’ü primor­
rio del niño, antes de que el niño se conozca (y conozca a los | a los dial, del nacimiento, constitutivo de la relación madre-hijo.37
otros) como la persona total que es (y que los otros son), tiene 1 ^ ie n e Entonces, surge una verdadera distinción entre nuestros dos
una importancia vital: de hecho, allí se encuentran las claves de _ :s de autores. Por un lado, Winnicott, que insiste todo lo posible en la
la psicopatología de las psicosis”.35 Y esto es así porque su expe­ ™xpe- llamada “preocupación materna” necesaria, al menos en una pri­
riencia clínica lo convence de que los trastornos psicóticos tie­ £ tie- mera fase (¿los primeros seis meses?),38 con la idea que eso supo­
nen su raíz en alguna falla que sobreviene durante esa fase pri­ pri- ne y conlleva de una madre completamente consagrada y devota
mordial de la vivencia, cuya importancia decisiva, psíquicamente ^ n te de su hijo, casi “locamente”, tal como él lo da a entender. Por el
vital, Winnicott siempre subrayará. Así, hay en él una suerte de e de otro, Dolto, que pone el acento más bien en lo que esa colusión
visión cronológica de la psicosis que la convierte, si puede decir­ ® .cir- tiende a abrir, en lo que quiebra e impide el cierre de la fusión,
se así, en un trastorno de los comienzos: “El origen de la psico­ w co- para quien nunca puede haber una verdadera fusión, salvo de
sis se sitúa en un estadio en que el ser humano inmaduro real­ ™ a l- manera ilusoria (ya llegaremos a ese punto) o mítica.39
mente depende de los cuidados del entorno ”.36 Cuando Dolto utiliza el prefijo “co - ”,40 aunque sólo sea res­
Pero, luego de poner en evidencia el acercamiento que se 2 se pecto del co-nacer, o para designar al bebé como “co-ser”, ella
impone por sí mismo entre los dos discursos referidos a la madre ^ d re está poniendo el acento en el emparejamiento primordial del
primordial, ¿cómo podremos introducir -respecto de lo que se infans con la madre, pero no reduce al primero a la segunda, ni
*
revela como un punto de acuerdo manifiesto- lo que sin embar­ ^ a r- lo asimila a ella, por mucho que reconozca y califique el apego a
go se anunció como el punto central de nuestro trabajo, a saber, 0 er,
el examen de las posibles distancias entre ambos, hasta confirmar riar
sus enunciados como finalmente diferentes en lo que los mueve, 37. Tampoco podríamos, por otra parte, concebir el reducir a la madre a
un ambiente, a ser sólo un ambiente para su pequeño, ni a ser forzosamente la
cuando no divergentes en sus características constitutivas?
única que lo determine.
38. Véase sobre este punto PP, p¡g. 60.
39. Por esta razón, W innicott también forma parte de aquellos que de
modo diverso dieron crédito al mito de esta supuesta simbiosis originaria (idí­
34. AJDD, pág. 65. Véase también pág. 84. lica) (a la que, para algunos, supuestamente se vuelve, tema central de cierta
35. PP, pág. 62.
prosa analítica).
36. PM, págs. 93, 102 y 206.
40. Véase Le féminin, ob. cit., págs. 57 y 59.
52 DOLTO / WINNICOTT

la madre. Sin duda, esto indica y confirma que las coordenadas


existenciales del infans pasan efectivamente por la madre -y
r
i
LA MADRE

Podríamos resumir momentáneamente la oposición (que se


53

ve así radicalizada) entre las dos orientaciones, mediante dos fór­


habrá que decir cómo exactamente-, pero de todas maneras no mulas antagonistas. Por un lado, el “bebé no existe” (Winnicott),
al punto de confundirse con ella. No obstante, Dolto llegará a siempre está subyugado a la “devoción” materna, lo que lo asig­
considerar -acercándose en esto a W innicott- que la madre es les na a su “ambiente”; y, por el otro, “el sujeto siempre está allí”
una parte indistinta del niño o él una parte de ella. ¿Acaso Dolto to (Dolto).
no sostiene que la leche que el niño toma del seno materno es en Rn
cierta forma suya?41 Pero entonces se expresa en el movimiento
diferenciador de una dialéctica que se juega entre objeto parcial EL SUJETO DE LA PA A BR A
y objeto total.
En esta divergencia entre nuestros dos autores, hay mucho Por lo tanto, hay que precisar qué entiende Dolto cuando
más que un simple matiz. De modo que Dolto no podría admitir habla de sujeto, término central de su léxico teórico -mientras
las palabras (en broma, por cierto) de Winnicott que recordamos que está ausente, señalémoslo, en el vocabulario prevalente de
anteriormente sobre la “no existencia” del bebé en cuanto tal. Y Winnicott. Un sujeto es alguien -un humano- a quien nos diri­
esto es así, aunque ella no aprobaría la fórmula sentenciosa y gimos, le hablamos, a quien tenemos derecho a hablar (¡si no el
precipitada que a veces se le atribuyó sin razón, según la cual “el deber!) y, justamente, porque siempre está preso, en cuanto
bebé es una persona”. Fórmula que sólo es válida, en la teoría humano, dentro de un campo comunicativo, y potencialmente
doltoiana, en la medida en que implica el respeto debido al verbal, único soporte que puede dar un sentido último (y prime­
humano bebé, de igual valor en las más “grandes” de las llama­ ro) a su ser.
das “personas”. Pues el bebé no es una persona. Podrá convertir­ Recordemos que eso fue lo que condujo a Dolto a la reco­
se en una, aunque, por otra parte, también debamos lamentar si, mendación principal, y conceptualmente fundada (aunque haya
como lo muestra en su momento Dolto (al recordar la etimolo­ dado lugar a muchos malentendidos, a fuerza de caricaturizarla),
gía de persona), esto implica pasar finalmente por la mueca de las de hablarle al niño, puesto que él mismo es fundamentalmente
máscaras y ceder a la falsedad de las apariencias. un ser de palabra, por pequeño que sea. “Ya desde el comienzo
Pero lo que en Dolto se opone a la idea winnicottiana (por de la vida, todo niño tiene la facultad de la palabra, no puede
cierto, didáctica) de que en un comienzo “el bebé no existe” -es hablar por sí mismo verbalmente, sino que tiene el entendimien­
decir, que no es nada fuera del marco que designa el término to de las palabras y constantemente está en busca de comunica­
“ambiente” (como se ha dicho, con la reducción ecológica o eto- ción con el otro .”42 Desde esta orientación de pensamiento,
lógica del pequeño humano que esto conlleva, pero también con puede llegar a asombrarnos que realmente se haya tenido que
la de su madre: “madre-ambiente”)- es lo que ella insiste en producir esa recomendación, en la medida en que responde al
plantear por sobre todo y lo que constituye una de sus tesis fun­ estatus mismo de lo que nos hace humanos, ¡y ya desde bebés!
damentales: que desde el principio hay sujeto y que el sujeto (que Entonces, para Dolto, el bebé es ante todo un sujeto,
ese bebé -todo bebé- encarna) ya está presente desde la concep­ sin importar lo que le exija su evolución hacia una subjetividad
ción misma. confirmada -digamos: a un Yo [Moi\ que dice Yo \Je\-, y esto,

41. IIC, págs. 83, 100-101 y 222; AJDD, cap. 3. 42. IIC, pág. 225 y sigs.

L
r
54 DOLTO / WINNICOTT
LA MADRE 55

justamente, sucede a través de un proceso sobre el que Do D0. de una manera general, como ambiente. Lo principal es el
Ito va a teorizar por medio del concepto de “imagen del cuer
po”. ^ u er- sostén físico. ”45
Pero, entonces, la cuestión es que no vemos cómo, sobre tales
Aquí se abre, pues, una divergencia central con Winnicott
:ott. bases, podría surgir algo del orden de la palabra.
Porque si bien éste otorgaba la misma prevalencia originaria a ]a
« a l, De modo que si quisiéramos acentuar aún más el contraste
relación madre-hijo, de alguna manera era incluso a riesgo de
) de entre las dos teorizaciones, entre las dos “bebologías”, cuya evi­
llegar a ausentar al niño, reducido a ser un mero objeto de los
• los dencia no deja de intensificarse, también podríamos formularlo
cuidados de la madre, en una “dependencia absoluta”. Y en su ¡
^ su del siguiente modo, sin temor a exagerar ni a que nos contradi­
propia descripción, por puntillosa y minuciosa que sea, casi no
™ no gan. Basta con decir, en lo que respecta a la madre en la relación
hace referencia, o en todo caso no de modo sustancial, a la pala­
Aala- con el niño, que no hay, por decirlo de algún modo, una sola
bra. En términos generales, si nos atenemos textualmente a lo ¡
i lo línea de sus escritos (¡ni una!) donde Dolto no insista en el he­
que sostiene Winnicott, podría decirse que la madre según Win- (
#fin- cho de que la madre debe (está obligada a) hablarle a su hijo,
mcott, la madre del “bebé Winnicott”, es una madre que no
no pues así es como lo sostiene en su vivir humanizado y le asegura
habla, al menos que no recurre fundamentalmente a la palabra
•b ra el reconocimiento de lo que él es en su ser deseante. No hay una
frente a su hijo, por presente (e incluso al comienzo “de modo
^)do sola línea en que Dolto no vuelva sobre este requisito, por ende
absoluto”) que esté para asistirlo. Winnicott incluso insiste en la
™ la fundamental. Mientras que, por el contrario, no hay una sola
vacuidad del uso del lenguaje en un tiempo en que la palabra,
# ra , línea en Winnicott (¡ni una!) donde siquiera se mencione esta
según el, no puede tener ningún valor para el infans (designado do
precisamente de este modo): “Se trata de una fase en la que el necesidad: el hecho de que la madre pueda (deba) hablarle a su
• el hijo y humanice así su ser en el mundo. Y, por otra parte, ¿cómo
lactante depende de los cuidados maternos, que descansan más
íás podría ser de otro modo si lo que sobre todo se subraya es la
en la empatia de la madre que en su comprensión de lo que es
™ es manera en que el niño como bebé se mantiene por fuera del len­
verbalizado o de lo que podría serlo ”.43 De modo que, insiste
una vez mas Winnicott, “la madre puede o no hablar a su bebé' • te guaje? Entonces, ¿para qué hablarle, si no entiende las palabras,
>e; si es como sordo a la palabra,4 546 si “el lactante es incapaz de com­
eso no tiene importancia, no es el lenguaje lo que hace la dife­
* - prender nuestro lenguaje”?47
rencia”.44 Pero, además, ¿por qué le hablaría, si está identificada da
con él y si es a través de esa identificación como ella puede, con No podríamos subrayar mejor el contraste esencial entre las
•n dos orientaciones en lo que se refiere al lugar de la palabra y a su
todo conocimiento de causa, prodigarle sus mejores cuidados? Si
-como insiste en sostener W innicott- basta con que esté identi­ valor estructurante en el bebé humano. Insistamos en ello por­
€ que, para Dolto, si hay algo absoluto -para retomar un término
ficada con él, ella misma es como un infans (que no habla), como
el bebe (¿mudo?) que fue. “Lo importante, en mi opinión -expli­ caro a W innicott-, tiene más que ver con ese requisito (el de la
i- palabra) que con la dependencia efectiva de los cuidados de la
ca Winnicott-, es que la madre, al identificarse con el niño, sabe
lo que él siente y, por lo tanto, se encuentra en condiciones de madre... absolutamente abnegada. Es que la dependencia es tam­
le bién, y sobre todo, significante. Por más que, por otra parte, no
proveer casi con exactitud lo que él necesita en materia de sostén • r

43. PP, págs. 361-362. 45. PP, pág. 376 y sigs. Véase también ibídem, pág. 138, y CE, pág. 183.
44. Le bebéet sa mere, ob. cit., pág. 133. 46. Véase PM, pág. 61.
47. PP, pág. 123.
DOLTO / WINNICOTT LA MADRE 57
56

haya cuidados (o necesidades) puros. Desde un principio juega Sin duda, esto puede crear la ilusión de escapar a muchos
en el ser humano la alteración (con lo que allí se mezcla de alte- trastornos ligados a lo simbólico. Así, una madre semejante
ridad) de lo “natural”, a través de lo que Dolto llama “función (“madre-ambiente”) está ella misma tan poco subjetivada que no
simbólica”.48 vemos que pueda hacer que su hijo sufra lo que ella experimentó
Es lo que hace que Dolto inscriba a la madre -a la madre del o sufrió en su propia historia, o que pudo serle transmitido de su
“bebé Dolto”- en esa referencia principial al orden simbólico. genealogía. Con una madre tan “opaca” (o transparente) en su
Evidentemente, allí se retoma de forma implícita la noción del “preocupación primaria”, no existe ningún riesgo de sufrir las
propio Lacan de la madre como “Otro primordial”,49 que remi­ consecuencias de lo transgeneracional (puesto que -se dirá- no
te, precisamente, al Otro como lugar constituyente, como ins­ hay ninguna presencia de lo simbólico ni nada que no sea envol­
tancia misma de la palabra, como lugar desde donde se le habla vimiento ambiental material, recortado del sentido y al cual la
al niño y donde, al mismo tiempo, la palabra adviene de ese i madre está reducida...52
modo para él, en él. j Y no podemos sino considerar altamente significativo el
Si la madre habla al bebé (Dolto), no es para embriagarlo con j hecho de que, por el contrario, Dolto nos ofrece, en uno de sus
su verborrea -aunque podría suceder-, sino para hacer que ad­ textos más característicos sobre este tema, el relato de una rela­
venga a su estatus de humano donde debe hacer que se lo (reco­ ción directa con un bebé,55 un intercambio plenamente comuni­
nozca: como sujeto. “Es la palabra la que, a causa de la función cat cativo, a través de un verdadero diálogo hablado que instala
simbólica, conlleva mutación en el nivel del deseo: de la satisfac­ e i# entre ella y ese bebé, donde ya se juega la magia del poder
ción erótica parcial a la relación de amor que es comunicación e*' expresivo de las palabras, ¡al punto de hacer que el niño ría a car­
de sujeto a sujeto, o más bien del presujeto (lactante) al sujeto cajadas!
que es la madre, objeto total para su bebé, a quien ella sirve
como referencia del mundo y de sí mismo.”50
Mientras que Winnicott, por su parte, hace de la madre (la SUJETO VS OBJETO
madre del bebé Winnicott) aquella que se contenta con prodigar
al niño la dulzura envolvente de un ambiente tranquilizador. Y Conviene insistir en el hecho de que esta distancia entre
que, en este sentido, apenas se diferencia de cualquier otro obje­ nt nuestros dos teóricos en adelante se traducirá en su léxico. Así, el
to de similar tenor “ambiental” —en el fondo, ¿qué la diferencia t# término “sujeto”, que subyace a toda concepción doltoiana al
del cochecito (del que habla Winnicott) donde pone a descansar punto de constituir su piedra angular -sujeto de la palabra, suje­
su hijo?-, salvo en lo que respecta a las manifestaciones de la to del deseo (cuando no sujeto del inconsciente), sujeto de su
pura sensorialidad o lo que corresponde a la necesaria satisfac­
ción de necesidades.51
52. Y, no obstante, una de estas faltas significativas, a la que Winnicott
concede una importancia muy especial, corresponde al caso en que la madre es
48. Véase Doltó, Fran^oise (1995): La difficnlté de vivre, París, Gallimard, depresiva (como fue su propio caso, como nos lo recuerda Jcan-Picrrc Leh-
págs. 117-120. mann en su libro La clinique analytique de Winnicott, Ramonville, Eres, 2004).
49. Además de los Ecrits, puede consultarse provechosamente Lacadée, 53. De nueve meses, precisa el artículo, publicado en una revista que se lla­
Philippe (2003): Le malentendu de l ’enfant, Lausana, Payot Lausanne, pág. 31. maba (mejor dicho imposible): Pratique des mots [Práctica de las palabras]. El
50. IIC, pág. 64. texto está publicado en AJDD, cap. 1. Véase también nuestra contribución: “F.
51. Véase Le bebé et sa mere, ob. cit., pág. 120. Dolto et les mots”, Spirale, n° 16, Ramonville, Eres, 2000.

k
DOLTO / WINNICOTT LA MADRE 59

historia, dice también Dolto-, no encuentra lugar en Winnicott esta fase primera (donde nos encontramos), provee el objeto
no se encuentra nada de esa repercusión conceptual en ninguna # decuado en el momento adecuado57 (así como, llegado -pron-
de sus principales formulaciones. De allí que entonces todo W)do __ej momento, también instaurará -como veremos más adelan-
parezca suceder casi en un (relativo) desierto de palabras. Es en b * en M v de un modo similar, la vía que lo conducirá hacia el objeto
te t y
este punto donde nos vemos llevados a colocar el acento diferen­ 0 en- transicional).
cial, al plantear los ejes primordiales de estructuración en el i el Que esta descripción que aquí hemos resumido a sus rasgos
nivel del infans. más característicos no nos impida reconocer la escrupulosa meti­
ir
Allí donde Dolto argumenta la convicción de la presencia de | ^ de culosidad con la que Winnicott se esfuerza por restituir el decur­
un sujeto encarnado (al menos, al principio, de un “presujeto”, j • o ”, so de todo lo que se juega a partir de esta reunión primera, cuasi
pero ya sumido en la palabra), Winnicott acentuará más, en su j perfecta, entre madre e hijo, es decir, lo que debe permitir
# SU i
presentación de los primeras vivencias del bebé, el punto de vista ¡ I» ista i -pero, ¿cómo?- que el niño se vaya desprendiendo progresiva­
no del sujeto, sino del objeto, es decir, en relación con la polari- 1
dad (empírica, cognitiva) del objeto. Podría decirse que Winni­
P * ri-
ni-
¡
!
mente y pueda salir de lo que también es (como veremos) una
ilusión primordial, en la omnipotencia en la que lo inscribe pri­
cott y Dolto no (se) plantean la misma pregunta. Allí donde ella
pregunta “¿cómo adviene el infans a la subjetividad?”, la pregun- ¡
¥ •lia
^in- i
mero esa fusión. Al respecto, tal vez Winnicott sea mucho más
preciso, más sistemático, que Dolto para dar cuenta de todas las
ta para él es “¿cómo accede a los objetos?”. Y la madre actúa, J a , etapas que llevarán a lo que él llama “independencia”, mientras
interviene, de una manera que puede parecemos muy empírica y que ella prefiere el término “autonomía”. Pero, ¿de qué sirve
operatoria, en relación con ese objeto, con aquello que -para ira esta precisión si lo esencial, sin embargo, se le escapa?
Winnicott debe llegar a constituirse (de la “relación” al “uso”, Pues, a pesar de esa meticulosidad singular, Winnicott a
según sus términos,54 o del objeto subjetivo al objeto objetivo).55 veces se apoya en una modalidad descriptiva reducida a un
De tan “ambiental”, la madre parece reducida a sus atribuciones antes/después, sin ser ni muy preciso ni demasiado esclarecedor
funcionalmente maternantes. respecto de lo que lleva de uno a otro, de una etapa a la siguien­
Lejos de ser quien, sobre todo (o al menos: también), habla al te. Como si cada uno los dos términos de la secuencia se encon­
niño y lo ayuda así a reconocerse a sí mismo al reconocerlo trara justificado por el solo hecho de que uno remite al otro por
como ser que habla (“parlétre”), la madre (del bebé Winnicott) es medio del juego de su sucesión (que queda sin explicar). Es el
una proveedora de objetos. Provee adecuadamente el objeto, caso, por ejemplo, de cuando se ocupa de la integración -tema
antes que promover una subjetividad. Es quien pone objetos a central de su elaboración (sobre el que volveremos)-, es decir,
disposición del niño, comenzando por ese objeto (seno) en que del acceso al sentimiento de sí unificado, a la unidad yoica.58
se convierte para él, literalmente, a riesgo de reducirse sólo a Nos explica que, una vez franqueada la fase primera, para el
ello (¡ya que incluso se ofrece al ataque!).56 Es quien, al menos infans hay integración (habrá que precisar, además: ¿integración
de qué?). ¿Y antes? Pues bien, es muy simple, y sonará -aquí

54. Véase su análisis detallado en CE, pág. 231 (retoma el capítulo 6 dejen ’l
et réalité, París, Gallimard, 1975 [en adelante, JR\; ed. esp.: Realidad y juego, 57. Ibídem, pág. 192. Lo cual debe diferenciarse de lo que, por el contrario,
Buenos Aires, Gedisa, 1982). sería “inmiscuirse” en el ambiente del niño, que lo conduce a “reacciones” per­
55. Véase PM, pág. 10, entre otros. judiciales (otro tema que desarrolla Winnicott).
56. PP, pág. 66. 58. Ibídem, págs. 62-64.

k
LA MADRE 61
60 DOLTO / WINNICOTT

DOLTO: ¿PROBLEMA RESUELTO?


nuestra crítica es tajante- como una verdad de perogrullo: antes
de estar “integrado” de este modo, el niño ¡no estaba integra^
Podemos pensar que si Fran^oise Dolto no se lanza, por su
Antes no había integración, había “no-integración”, en ingl^
rte, a hacer una descripción de este tipo (lo cual aún queda por
unintegration. Henos aquí muy poco informados... Y lo que ^
establecerse), podría ser, simplemente, porque no lo necesita,
más, ¿cómo se lleva eso a cabo? ¿Cómo pasa de la no-integra
puesto que, en su caso, el bebé es considerado desde un comien­
ción a la integración? Justamente: podemos admitir, con todo
zo como sujeto (o presujeto), es decir, ya inmerso en la palabra
derecho, que no conocemos en profundidad los detalles del pro.
que se le dirige y que él mismo recibe y luego asume, única
ceso, aquello que permite su efectuación.
forma de adquirir su reconocimiento como humano. “El narci­
La misma imprecisión vale respecto de la intervención activa
sismo, que al comienzo de la vida parece estar vinculado con la
efectiva, de la madre, para hacer que el niño pase de la ilusión Q ón I
euforia de una buena salud, en realidad está cruzado, desde el
primera en la que se lo mantiene a la desilusión que luego debe be i
mismo nacimiento, por la sutil relación lingüística, creadora de
producirse. Sin duda, ese avance esencial se produce a través de •d e |
sentido humano, originada en la madre y sostenida por ella.”62
la madre. Pero, ¿de qué manera? ¿De qué poder dispone para ; A ira i
¿Pero entonces no podríamos reprocharle, con su temática del
lograrlo? Esto casi no se nos precisa, salvo para decirnos que ese .se
sujeto inmerso desde siempre de lleno en la palabra, que haya
proceso central se cumple “progresivamente” (en inglés, ora-! fcV7-
dually).s9 í supuesto que todos los temibles problemas que plantea la indivi­
duación del bebé ya estaban resueltos por adelantado? Y, en ese
Y podríamos señalar en Winnicott otros ejemplos de secuen- ^
caso, la intervención materna -en la que tanto insistió-, ¿no se
cias desarrollistas no obstante centrales, descritas contentándose se
volvió facultativa y superflua?63 Lo cual equivaldría a desconocer
(no nosotros) con esa modalidad antes/después. Y como no se da • a
todo el sofisticado aparato conceptual -el de la imagen incons­
cuenta del proceso con mucha precisión, este tiende entonces a
ciente del cuerpo- que en Dolto está destinado a dar cuenta de
presentarse como una mera explicación formal a priori (o a pos-
las etapas primordiales de la subjetivación, tal como se produce
teriori), como una suerte de racionalización ad hoc.60
en el marco de la relación diádica (es decir, también triangulada)
Como sea, no podemos negar la constante preocupación de le
Winnicott por restituirnos en detalle todas las etapas que permi­ con la madre.
Esto implica, en efecto, que el niño está planteado (original­
ten, a través de la transición (cabe decirlo), un despegue, una
mente) como sujeto, es un sujeto, pero digámoslo así: un sujeto
diferenciación progresiva, es decir, lo que libera al niño de la ilu­
que no tiene, por sí solo, los medios de su subjetivación. Y ése es
sión requerida en un primer momento.61
el punto que da todo su sentido a la teoría de la imagen del cuer­
po. Pues lo que se elabora en la puesta en funcionamiento de la
imagen del cuerpo, en esa arqueología primordial de las imáge-

59. Ibídem, págs. 180-181. Agreguemos otro texto en el cual podemos


apreciar la sobrevaloración de este adverbio, al menos en inglés: “The firstyear 6 2 .11C, pág. 66.
o f life”, The Family and Individual Development, Londres-Nueva York Routled- 63. Sobre este punto, por otra parte, no es seguro que, aunque le conceda
ge, 1965. la importancia de la que hablamos, Dolto sea por ello de aquellas que “adulan’
a la madre. Por momentos considera que también se podría vivir sin ella, allí
60. Un ejemplo de este tipo de descripciones donde simplemente se plante­
an los preceptos: De'privation et délinquance, ob. cit., págs. 122-123. donde discierne en las madres un poder tan patógeno. ¿Acaso no se la acusó a
61. El tema de la ilusión será retomado más adelante, en el capítulo 4. ella misma de “culpabilizar a las madres”?
62 DOLTO / WINNICOTT
LA MADRE 63

nes del cuerpo, no hace sino confirmar lo que hemos señalado


aquello por lo cual el verbo literalmente se hace carne, el sujeto
acerca del estatus simbólico (o mejor aún: “simbolígeno”, pro.
toma cuerpo. “Ya desde su nacimiento, el lactante está sometido
ductor del símbolo) de la madre como Otro. En la medida en
| ] a la inmersión sonora del grupo en el que es educado y que
que, para retomar el vocabulario lacaniano (aquí muy cercano)
le hace encarnar -si puede decirse así- el lenguaje día a día, con
para el infans, la imagen del cuerpo, su imagen del cuerpo, se
las sensaciones moduladas de placer y displacer del vivir en su
elabora de manera significante por medio del lenguaje y la pala­
cuerpo físico, cuyas percepciones se convierten para él en un
bra: en el lugar del Otro.
lenguaje pasivo agradable o desagradable.”68
Para comprender mejor lo que se produce así en la diacronía
Y es exactamente esa encarnación significante, a través de los
de las imágenes infantiles del cuerpo en el seno de la diada ma­
caminos (voces)* de lo simbólico que atraviesa el cuerpo, de lo
dre-hijo ,64 podríamos recomendar hablar de ella (de esta cons­
que da cuenta Dolto, aquello que no es tanto desarrollo sino his­
trucción), pensarla como una suerte de embriología para el bebé
toria, historia de la imagen inconsciente del cuerpo.69
que prosigue fuera del seno familiar lo que comenzó a cumplirse
Podemos apreciar, aquí también, la íntima proximidad corpo­
durante la gestación, pero a condición de precisar: una embriolo­
ral entre la madre y el niño que esto supone, hecha de toda la
gía simbólica,65 Y allí radica toda la diferencia -aunque radical-
gama de sensorialidades finas: olfativa, táctil, portátil, etc. Salvo
con lo que, por su parte, propone Winnicott. “Embriología” pa­
que todo ese holding corporal de la madre -para decirlo a la
ra indicar hasta qué punto la corporeidad está implicada en esos
manera de W innicott- en Dolto está esencialmente impregnado
procesos primordiales, a través de lo que también supone el
de subjetividad hablante, en la medida en que el cuerpo (del
cuerpo de la madre. Pero “simbólica” en la medida en que todo O bebé) a la vez es urdido por - y está condenado a- la puesta en
lo que se desarrolla en esta estructuración infantil sólo adviene a
funcionamiento del lenguaje hablado.
través del lenguaje y la palabra, que dan cuerpo a la realización a
del sujeto. Dicho de otro modo: la subjetivación se realiza a tra­
vés de esa suerte de cruce -en el que Dolto no deja de insistir
LA MOTHER
cuando describe su proceso sutil-, entre un cuerpo en toda su
vitalidad y lo que se encuentra simbolizado de él a través del in­
Dolto no pierde oportunidad de insistir en los estragos que
tercambio comunicacional madre-hijo, donde la palabra ya está í pueden resultar de una ausencia de esa acogida significante,
actuando, operando.
hablada, que se le da al niño. Puesto que llega hasta a situar allí
Dolto habla de “encarnación”66 para indicar que el sujeto I el riesgo de determinada psicosis infantil o del autismo.70 “Sin
recibe en su cuerpo los efectos de una palabra que hace que se
palabras dirigidas al niño, palabras a través de las cuales él puede
reconozca en él y que, entonces, se reconozca a sí mismo como
ser que habla, a través de una palabra interiorizada,67 es decir,

68. Ibídem, pág. 270.


* En original: voics (voix): caminos y voces son homófonos en francés. [N. de la I .]
64. Nos eontentaremos aquí con un simple recordatorio, pues no es posible
69. Véanse al respecto nuestras contribuciones a L ’apportfreudien, éléments
retomarlo en detalle. Para ello, nos remitiremos a nuestro L'image du corps selmi
pour une encyclopédie de la psychanalyse, París, Bordas, 1993 (“Développement” y
Dolto, París, Les Empécheurs de Penser en Rond, 1999.
“Psychopathologie de l’enfant”) [ed. esp.: El aporte freudiano. Elementos para una
65. Como también lo era, por otra parte, lo uterino.
enciclopedia del psicoanálisis, trad. de Jorge Piatigorsky, Buenos Aires, Paidós,
66. AJDD, pág. 297.
67. Ibídem, pág. 274. 1996],
70. IIC, pág. 276.

k
64 DOLTO / WINNICOTT LA MADRE 65

saberse reconocido como sujeto, se corre el riesgo de perturbar De este modo, podríamos resumir lo esencial de todo el pen­
la función simbólica, dando lugar a los desórdenes fisiológicos, samiento doltoiano expresado aquí, a propósito del bebé y su
debidos a efectos decreativos mortíferos que operan poco a poc0 madre, con un guiño anglicista, diciendo que, allí donde la
en la desorganización y la pérdida de las imágenes del cuerpo madre está en juego (y por cierto lo está fundamentalmente), lo
[...] que están “encarnadas” por su cruce con el esquema corpo­ que Dolto, por su parte, procura entonces que entendamos en la
ral ”.71 mother, sería sobre todo el other de la alteridad que debe advenir
Dicho de otro modo, aunque Dolto pueda retomar el térmi­ para el bebé. Y que, justamente, pasa por la madre como primer
no “bolding”, es a condición de insistir en el hecho de que el hol- 1 otro, puesto que ésta abre las puertas, por medio de lo simbóli­
ding es significante, es de esencia significante. Lo cual implica | co, a lo que lo consagra al otro y lo hace humano. “Si un huma­
-para jugar con la traducción de ese “sostén” [portage]- que la | no fue humanizado desde el propio nacimiento por las vocaliza­
madre porta, aporta a su bebé la portación del verbo, y no sola­ ciones y el hablar de la lengua materna, los fonemas de ésta, y
mente el marco del ambiente de sus cuidados (care). sólo ellos, son para él símbolos del reconocimiento mutuo de su
Y, por ello, la madre, por ser hablante, también siempre es j ‘tenerse-serse’ y del ser iniciador a los valores del vivir que es la
potencialmente separadora, diferenciadora: no tanto identificada ; | madre.”74
con, como sostiene Winnicott, sino identificante para su hijo .72 En t | Y en lo que Dolto quiere subrayar, siempre existe en potencia
cuanto a esto, la madre (primordial) no es tanto para Dolto una | • -pero sucede lo mismo entonces con el poder del verbo- ese ini­
madre “suficientemente buena” (good enough mother) o completa- i cio de una dinámica disyuntiva, separativa, en la línea que, des-
mente abnegada (devoted) a su pequeño, sino más bien, nos atre­ ■ pués de todo, prolonga aquella que opera desde la misma expul­
veríamos a decir, suficientemente mala (¡!), si eso quiere decir, sión original del nacimiento (fuera del seno de la madre),
justamente, no estar consagrada [vouée] a su hijo, sino más bien : . expulsión que es innatamente portadora de deseo.75 Pero éste es
orientada hacia (y por) el sujeto deseante que él es, que debe j ! un término - “deseo”- que Winnicott, como se dijo, rechaza en
advenir, es decir, con vistas a abrirlo al deseo, sostenida en esto numerosas ocasiones.76
por la presencia simbólica de un tercero que no es sólo un sostén En este sentido, Dolto podrá dispensarse y dispensar a la
benevolente, sino que, estructuralmente, viene a reorientar, reor­ madre del bebé de tener que pasar por la mediación transicional,
denar, lo que de otra forma volvería a la diada sofocante y clau­ por el famoso objeto transicional, que para ella designa sobre to­
surante. De allí que Dolto subraye tanto la necesaria triangula­ do la marca de una separación que tarda en efectuarse, que in­
ción: “Ese otro, compañero de la madre, es imago de seguridad cluso se estanca. Para Dolto, el único soporte verdaderamente
paterna. Su papel es de separador de la diada madre-hijo y, por transicional es, ante todo (y en última instancia), la palabra. “Los
ello, en sí no grato, promete la individuación del niño y el proce­ niños que tienen suficientes palabras de amor y libertades lúdicas
so de estructuración de su persona en devenir.”73 motrices no necesitan objetos transicionales. Cualquiera sea su
deseo de seguridad, tienen bastante inventiva motriz asociada a

71. IIC, pág. 242. Sobre la dualidad esquema corporal-imagen del cuerpo,
remitimos a nuestro Les deux corps du Moi, París, Gallimard, 1996. Id. AJDD, pág. 283.
72. Leféminin, ob. cit., pág. 29. 75. Donde W innicott sólo parece ver no-significación en el nacimiento
73. Ibídem, pág. 64, y AJDD, cap. 8, págs. 249, 266 y sigs. Véase también (normal), ^ease PP, pág. 122.
la alternativa a la que esto conduce en Solitude, ob. cit., pág. 67 y sigs. 76. Entre otros, CE, pág. 184 y sigs., y PP, pág. 286.
W""
66 DOLTO / WINNICOTT LA MADRE 67

su madre y suficientes palabras con la madre [...] como para que bóüco, a menos que esté incluida -pero entonces también amor­
renueven su ‘stock’ de palabras vocalizadas, de objetos transicio- tiguada, neutralizada- en lo que designa como “ambiente” (tér­
nales tal vez, antes de articularse a situaciones y acciones, para £)ara mino que nos cuesta comprender de otra manera que no sea por
convertirse en verdaderas palabras que conservan en la memoria oria lo que evoca, en su materialidad, cuando no de inhumano, al
a lo largo de sus momentos de soledad y cuando se están dur­ menos de deshumanizado).78 Pero, sin embargo - y es la manera
miendo.”77 de volver a equilibrar un poco nuestras palabras-, podría ser que
Si, por el contrario, el propio Winnicott necesita recurrir al al esto confiriera a los desarrollos de Winnicott las ventajas de su
objeto transicional (que también es, en este sentido, un objeto i (gran) defecto.
transicional teórico, un sesgo ineludible para su teorización), es í Privarse como lo hace -¿a su pesar?- del valor intrínseco de
porque precisa, por el camino (del desvío) del objeto, volver a | recurrir a lo simbólico inmanente al devenir humano para el
encontrar el camino del símbolo, ya que no ha sabido situarlo • irlo
7 bebé constituye, ciertamente, para nosotros, una gran falla de
previamente. Necesita recurrir a la mediación del objeto para £ára todo su sistema de pensamiento, teñido por ello de positivismo
intentar, si es posible, reencontrar por ese medio la dimensión ión empírico a la anglosajona, por no decir de cognitivismo psicolo-
del significante que para él primero permaneció inadvertida. Si W Si gizante. Pero, sin embargo, como por compensación y contra­
insiste de ese modo en jugar, mediante y con el objeto, es por- ¡ punto, esto podría tener dos méritos, en cierto modo conexos.
que no percibe que lo que allí opera es, primero y ante todo, el j Por una parte, esto lo vuelve más atento, vigilante, a las con­
juego significante de la palabra que se recibe y que se intercam- I diciones primordiales que deciden la psicosis,79 lo cual, después
bia. No se trata, pues, de que Dolto, por recurrir al papel estruc­ JC - de todo, es lógico si se piensa que el significante es mantenido
turante de la palabra, haya supuesto el problema resuelto. Sino ®ho -cuando no forcluido- en los márgenes de su pensamiento.
más bien de que ésa es la forma en que designa el camino de una j ¿Cómo podría entonces (en el peor de los casos) advenir alguna
temática -la de lo simbólico- cuyo alcance Winnicott descono- j vez? Tal vez a esto se deba que Winnicott sea extremadamente
ce, podríamos decir, de punta a cabo. Aparentemente, para él, la i receptivo a las circunstancias infantiles capaces de producir locu­
cuestión (de qué es lo que vuelve hablante al humano) no se ra en el niño (cuando no más tarde en el adulto), cosas que, por
plantea. cierto, Dolto tampoco desconocía (hay que reconocerlo). Salvo
que, mientras que Winnicott aborda las cosas como falla o

HACIA LA IDENTIDAD

78. Indiquemos aquí que tal vez sea ése el camino por el cual algunos se
No crea el lector que aquí sólo me interesa vilipendiar al lanzan a tratar de reencontrar el acceso a lo real lacaniano. Mediante un equi­
valiente Dr. Winnicott. Pero, inevitablemente, mi parcialidad librismo teórico -que por ejemplo asume Jean-Pierre Lehmann: La clinique
doltoiana -que desde un comienzo planteé como tal-, es decir, analyttque de Winnicott, ob. cit., pág. 130- que en suma consiste en leer, en la
ausencia de lo simbólico (lacaniano) en Winnicott, la marca misma de la refe­
mis inclinaciones y referencias lacaniano-doltoianas, me condu­
rencia a lo real ¡del propio Lacan!
cen a acentuar lo que, en efecto, me parece un grave defecto de 79. Por discutible que sea la manera exclusiva en la que: 1) la reduce a estos
su conceptualización en cuanto a la (no) consideración de lo sim- únicos momentos infantiles primordiales, 2) la vincula con defectos del tipo
deprivación o carencia respecto de las necesidades, 3) saca de allí motivo para
aventurosas prácticas clínicas muy discutibles, donde se puede temer que se
deje abusar por la regresión (como anteriormente Charcot con la histeria...).
Volveremos a ello más adelante.
68 DOLTO / W INNICOTT
LA MADRE 69

carencia del ambiente (“deprivation”),80 Fran^ise Dolto designa tancias, etc. No es sorprendente que esto haga surgir, como en
claramente una ausencia de edificación simbólica por carencia en
un revés muy cercano, respecto de esa extrañeza del bebé, algo
la comunicación hablada. que se acerca a la locura, como una experiencia no tan lejana,
Por otra parte, el molesto descuido manifiesto de Winnicott después de todo, para el infans, mucho antes de poder decir
respecto de la instancia significante es lo que lo vuelve forzosa­
“Yo...”.
mente más minucioso al detallar aquello a lo que se enfrenta el Esto es lo que hace que, en este punto de sus recorridos,
niño, el bebé, “desde el interior”, desde lo que constituye su tanto los trabajos de Dolto como los de Winnicott -ya volvere­
“mundo”, su mundo interior (o realidad interior). Es allí, en esa mos sobre esto- se refieran a la identidad, a la progresiva (y pro­
restitución fina del mundo interior del niño, donde Winnicott se blemática) institución de la identidad en el humano. Así se los ve
destaca, es allí donde sigue siendo instructivo y preciado. Porque insistir en el momento crucial que constituye para el bebé la
es allí donde, incluso con su discutible enfoque, nos ayuda a
puesta en funcionamiento de un sentimiento de continuidad, o
sumergirnos en lo impensado, si no en lo impensable, de lo que de “mismidad”, para lo cual cada uno recurre, para insistir en
constituye los abismos presubjetivos de la vivencia del bebé. Es ello, a su propio neologismo, dos participios presentes que casi
decir, lo que Dolto explora, a su manera -de otro modo comple­ se traducen mutuamente: el going to being para Winnicott, el
ja-, con la imagen del cuerpo. allant-devenant para Dolto.
Es el punto donde ambos vuelven a encontrarse, cualquiera En el próximo capítulo, entonces, volveremos a abordar las
sea la disparidad de sus enfoques conceptuales, en este aporte nociones de las que ya dimos una primera idea aproximada, foca­
conjunto, a saber, en la apertura que nos facilitan hacia esa for­ lizándonos ya no únicamente en la instancia materna, sino en lo
midable singularidad que constituye lo que podemos llamar “el que nuestros dos autores plantearon acerca del desarrollo del niño
mundo del bebé”, cuyo enigma ambos contribuyen a desentra­ en sus etapas primordiales. Sin duda, la madre seguirá teniendo
ñar, cuyo misterio contribuyen a abrir, que convierte al bebé en su lugar preponderante, pero hay razones para retomar su ope-
esa inquietante extrañeza, tal vez lo unheimlich por excelencia, ratividad e instanciación desde una mirada más global, como la
diríamos, tan cercano y tan lejano, tan “disparéunica” [dyspareu- del recorrido infantil del bebé en sus diferentes (y primeras) eta­
niqtie], se atrevería a decir Dolto. pas clave. ¿Qué caminos, qué fases tendrán que atravesar nues­
Y es allí donde tanto uno como otra nos resultan muy valio­ tros dos bebés, qué etapas consideran sus ideólogos que (estos
sos, por la manera en que, cada cual a través de su camino espe­ bebés) deben atravesar y para operar qué tipo de superaciones,
cífico, nos permiten acceder a ese mundo preconsciente, sub­ avances o liberaciones? Esta es nuestra pregunta, formulada en
consciente, del bebé, anterior a cualquier reflexibilidad asumible, su más extrema generalidad.
cuando aún no está en funcionamiento ninguna de las coordena­
das subjetivas propias (espaciales y temporales), como sucederá
más adelante, es decir -para subrayar su fascinante (¿y espanto­
sa?) particularidad-, cuando el sujeto infans aún no sabe con
exactitud quién es, ni que él es (¡!), al punto de poder no (sentir­
se) ser el mismo, según los momentos, los lugares, las circuns­

80. Deprivation et délinquance, ob. cit., pág. 246.


Capítulo 3
El desarrollo

PSICOANÁLISIS Y DESARROLLO

La temática del desarrollo se impone de modo destacado para


quien aborda la obra de Winnicott a través de sus escritos, pues­
to que, indiscutiblemente, allí se encuentra un eje constitutivo
de su pensamiento, al que siempre vuelve como punto de apoyo
principal. No hay casi ningún texto, sin importar el tema que
aborde, en el que no encuentre razones para volver sobre ese
leitmotiv, como si una y otra vez necesitara volver a respaldarse
en el perfd básico de ese trazado desarrollista del infans. Y según
la manera que ya hemos descrito, vale decir, profundizando,
dando cuerpo de un texto a otro a los preceptos de partida. De
modo que, sin dejar de ser una constante en su pensamiento, la
temática de lo cronológico, de la sucesión de las fases que atra­
viesa el bebé, no deja de elaborarse poco a poco, a medida que se
avanza, hasta convertirse, tal vez, en el hilo conductor que
estructura toda la teorización de Winnicott. Digamos que es un
(o el) tema winnicottiano por excelencia -pues allí es donde él
mismo articulará y sostendrá la originalidad de su contribución-,

i
72 DOLTO / WINNICOTT
EL DESARROLLO 73

lo cuajónos pewnitc, en consecuencia, retomar desde lo más diacrónica de la temporalidad de los estadios
cerca ^osiblt; lo eme organiza toda su concepción de la vivencia so formuló que, en su opinión, había allí un e lm n S i^ C ^ íj^ i de
bebol^gica pfimtirdial.1 la doctrina freudiana que, como tal, le parecía que valor V
Esqueypara (Winnicott -insistamos en ello-, el psicoanálisis constitutivo en su propia conceptualización, al punte.qü1ii!e1ta no 9
casi se reduce a-una teoría del desarrollo. A eso limita lo esencial veía cómo prescindir de él.6 -5
de la irfvenciófí freudiana (al tiempo que pretende superarla). Pero, después de todo, esta conjunción de los puntos cíe vista'
“L/ (>ase dQt^do psicoanálisis es una teoría compleja del desa- de Winnicott y Dolto tampoco debe sorprendernos. En efecto* ;,-j
rréjfo afectivo del lactante y del niño”.23“Así, la palabra ‘psicoaná- puede parecer lógico que, tratándose del niño, y a fortiori del
iMg. designé específicamente un método y un corpus teórico en bebé, la cuestión del desarrollo, de lo que constituye el devenir
evoj%ción, que se refieren al desarrollo afectivo del individuo evolutivo del pequeño, sea, evidentemente, una dimensión-pre-
humané’.,f Por ello, Winnicott propone ver allí también una valente que podemos notar y describir con minucia. Un bebé es
“psicología dinámica”.4 De este modo, al reducir esencialmente ante todo un ser en perpetua transformación (¡y cuán rápida!),
el psicoanálisis a un desarrollo, las concepciones que se puedan en constante cambio, en incesante devenir - “día a día, minuto a
tener de él se limitarán a diferentes teorías del desarrollo, así minuto”, dirá Dolto-, de modo que los modos en que evolucio­
como Winnicott se abocará -como veremos- a delimitar y pro­ na en el tiempo conciernen, por cierto, a todo tipo de profesio­
mover la suya propia. nales (pediatra, psicoanalista o... ¡padre!) y conducen al teórico a
Pero, si bien el tema del desarrollo ocupa un lugar muy parti­ tener que dar cuenta de ello, para explicar, de ser posible, la pro­
cular en el pensamiento de Winnicott, es indiscutible que tam­ gresión de su pensamiento.
bién está presente, y de un modo igualmente determinante, en lo Ya nos hemos encontrado con esta temática y hemos señala­
que estructura la conceptualización de Frangoise Dolto. Ella do cómo ambos, Winnicott y Dolto, habían sido similarmente
también impulsa una trayectoria que hay que llamar cronológica, sensibles a ella, forjando cada uno en este aspecto un neologismo
aunque sea en referencia a la teoría freudiana de los estadios, similar para calificar los cambios que deben producirse en el
como se lo reprocharon -a ella (¡más que a Freud!)-, comenzan­ bebé, en la continuidad de su devenir: going to being para Winni­
do por Lacan.5 En ella, casi no hay textos fundamentales, en par­ cott, allant-devenant para Dolto. Esta proximidad léxica traduce
ticular los de vocación teórica, que no se apoyen en la armazón muy bien lo que manifiestamente aparece como una sensibilidad
común -cada uno desde su concepción- a esta dimensión forzo­
samente crucial, puesto que en el bebé conlleva el devenir del
1. Es decir, lo que ya en su fundamental ensayo de 1945 designa como el ser, en la necesaria línea de una continuidad identitaria.
desarrollo afectivo primario'’ (Nota Bene: en inglés, emotioiwl). PP, pág. 57. Es importante señalar aquí también la influencia de fondo de
2. PM, pág. 82.
3. Conversations ordinaires, París, Gallimard, col. Folio Essais, 1988, pág. 16.
la pediatría. Winnicott lo dice explícitamente: “Para el pediatra,
4. ídem. hay una continuidad en el desarrollo del individuo; ese desarro­
5. Dicho sea esto para no dejar de recordar al pasar lo que aquí es la cues­ llo comienza con la concepción y prosigue durante los primeros
tión epistemológica de fondo y que linda nada menos que con la cuestión de la años de la vida; su culminación es el estado adulto, cuando el
temporalidad en el psicoanálisis, que, en efecto, ningún tipo de psicogénesis
lograría abarcar adecuadamente. Sobre este tema, véase nuestra contribución a
L’appon freudien, ob. cit. (“Desarrollo”). Véanse también al respecto los traba­
jos de Alain Vanier, por ejemplo, en Fran$oise Dolto aujourd'hui présente (Actas 6. Véase su intervención en el famoso congreso de Roma de 1953, La
del Coloquio Unesco 1999), París, Gallimard, 2000, pág. 490. psychanalyse, n° 1, pág. 222.
DOLTO / WINNICOTT
EL DESARROLLO 75

niño es el padre del hombre”.7 Y Winnicott precisa una vez más


mica presente en el pequeño del hombre cuando evoca explícita­
esa referencia pediátrica en la que se apoya su conceptualización: mente una vitalidad biodinámica intrínseca.12 Y también cuando
“El pediatra -dice [y nos vemos tentados a agregar: “como él,
retoma por su cuenta la temática freudiana de las pulsiones de
Winnicott”]- no deja de interesarse en los cuidados y en los
vida,13 en términos cercanos, por otra parte, a los que se encuen­
aportes del medio, en el estado de dependencia de los lactantes y tran en Winnicott: “Las fuerzas de la vida, hacia la integración
en la maduración progresiva del ambiente, que debe tener una
de la personalidad, hacia la independencia, son extremadamente
continuidad análoga a la del desarrollo interior del niño”.8
poderosas y, si las condiciones son buenas, el niño progresa [...].
Pero cuidado: para ninguno de los dos la idea misma de desa­ Nuestra concepción del desarrollo del niño es dinámica”.14 Cla­
rrollo puede reducirse solamente a esa resonancia pediátrica, ramente hay una idea de progreso, de progresión de la vida.15 En
médica, aunque esté muy presente (¿sobre todo en Winnicott?). otra parte, Winnicott vuelve a hablar del “vector de crecimiento
En efecto, no se trata sólo de lo que sería en concreto el desarro­
vital”.16 Y también, a propósito de la agresividad innata del lac­
llo temporal, cronológico, incluso programable, del infans, ya sea tante, de “fuerza de vida [life forcé}”,11 de la “fuerza vital del
que se lo tome en su nivel fisiológico, somático o psicológico,
niño”, llegando a precisar: “antes del nacimiento”...18
por importante que sea esta observación.9 Porque en su manera Y este valor que otorga a la dinámica de una progresión de la
de subrayar el valor tiempo, el valor de lo que la línea del tiem­
vida, en lo que esto indica como perspectiva inmanente de desa­
po implica para el ser vivo que encuentra allí su marca propia, rrollo para el ser vivo, reúne a nuestros dos autores en el nivel de
hay al menos, tanto en Winnicott como en Dolto, una insisten- j lo que puede designarse como la fe respectiva de cada uno de
cia en subrayar el valor de vida, justamente, del impulso hacia el í
ellos. Así, dice Winnicott: “Existe en el analista una confianza en
devenir. En Winnicott es la idea de crecer, en el sentido del ere- i la naturaleza humana y en el proceso de desarrollo, si no, no puede
cimiento (growth), que también formula como maduración, al ; llevar a cabo ningún tipo de trabajo y el paciente se da cuenta
punto de elegir este término para convertirlo en el título de una j rápidamente”.19 Y sabemos bien -¡esto se le ha echado bastante
de sus recopilaciones de artículos.10 Y en Dolto, me parece que \
en cara!- que se pueden encontrar impulsos de “fe” al menos
se trata de una orientación implícita central de su pensamiento, similares en Dolto, comenzando por una fe en el sujeto, en el sen­
el tema de la dinámica,11 una dinámica que, por cierto, podría- i tido en que lo presentamos anteriormente.20
mos designar, en ella, como la del deseo, alejándose en esto de
Esto muestra en qué medida Dolto y Winnicott son unáni­
Winnicott (cuyas reticencias a emplear este término ya conoce- j
mes en cuanto a la importancia que conceden al proceso crono-
mos). Encontramos en especial esta idea doltoiana de una diná- j

12. En su texto -no por azar- inaugural sobre los celos. Véase AJDD, cap. 5.
13. IIC, pág. 49.
7. PP, pág. 188.
14. PM, pág. 20.
8. ídem.
15. PP, pág. 253.
9. Véase PM, pág. 82 y sigs.
16. Ibídem, pág. 264.
10. Aunque, por otra parte, se pueda volver sobre el uso complaciente del
17. Ibídem, pág. 166.
término, que abre las puertas al díptico siempre tachado de facilidad normati­
18. ídem.
va: maduro/inmaduro. Véase, por ejemplo, “Theoretical statement o f the field
19. Ibídem, pág. 266.
of child psychiatry”, Ibe Family..., ob. cit., cap. 12.
20. Véanse, entre otros, IIC, pág. 275, v Le cas Dommique, París, Le Senil,
11. Véanse las Actas del Coloquio Unesco 1999: Franfoise Dolto aujourd'bui
1971, pág. 203 [ed. esp.: El caso Dominique, trad. de Armando Suárez, México,
présente, ob. cit., pág. 381.
Siglo XXI, 1983J.
76 DOLTO / WINNICOTT
EL DESARROLLO 77

lógico del devenir de sus bebés, en el proceso de asumirse como orno siguiente manera (tomando distancia implícitamente de Freud):
seres vivos. Y parecería que ambos consideran que la puesta en a en “Por regresión quiero decir regresión a un estado de dependen­
perspectiva de la concreción de la humanidad del bebé se mide nide cia y no específicamente regresión vista desde el ángulo de las
mejor cuando se la vincula con aquello que opera según las lí- is lí- zonas erógenas”.23 Esta líregresión a la dependencia” -según su
neas más o menos estables y localizables de un desarrollo. denominación- se convierte entonces para él en la palanca ope­
Y, además, si aún se necesitara una confirmación complemen­ íen- ratoria de la cura.
taria al respecto, se la encontraría en el valor considerable que de e de El tema de la regresión adquiere entonces una resonancia
un modo similar otorgaron al tema de la regresión. Pues la regre­ gre- muy considerable, tanto en el plano clínico como en el teórico.
sión, al mismo tiempo que demuestra que el proceso de desarro­ rro- No es sorprendente que Winnicott le dedique un texto funda­
llo puede dar lugar a retrocesos, a miradas retrospectivas reco­ ;co- mental -justamente llamado “Los aspectos metapsicológicos y
nocibles como tales, aporta la confirmación de la realidad idad clínicos de la regresión dentro del marco psicoanalítico”- ,24
orientada del proceso dinámico que constituye el desarrollo. donde confirma una extensión de la regresión mucho más allá
(¡o más acá!) de los movimientos libidinales que Freud había
presentado e identificado, puesto que vuelve -como su nombre
LA REGRESIÓN
lo indica- hasta los estados primeros de dependencia del infans.
Winnicott encontrará aquí los motivos de las prolongaciones
En cierta forma, la regresión es lo que da su caución clínica a ca a t
que concede al desarrollo primitivo, desde el momento en que,
la idea misma del desarrollo, así comprobada en el pequeño.21 o.2' ¡
precisamente, considera que esa extensión se encuentra justifica­
No es sorprendente, pues, que tanto Dolto como Winnicott :ott
da por su práctica clínica: en efecto, tal regresión se convierte
hayan hecho de este concepto una noción clave, en los funda­ .da- I
para él en el único medio de librar al paciente de sus trastornos
mentos de su armado conceptual. Sin dudas, tiene un lugar .gar i
ligados a una carencia primordial, en los casos que confinan con
importante en el aparato teórico freudiano, pero, si bien Winni­ mi- !
la psicosis, ya sea que se manifieste como tal o que esté enquista­
cott no cuestiona ese fundamento propiamente freudiano del del ¡
da (en los casos límite). De modo que el analista - y Winnicott
tema de la regresión, lo prolonga de un modo muy significativo :ivo ¡
no dejará de insistir en ello- deberá estar en condiciones de per­
al convertir este concepto en uno de los elementos fundamenta­ ita- {
mitir que el paciente llegue hasta allí, acompañándolo en esa
les de su práctica, en particular, en el registro de la psicosis, aun­ un- i
eventual “regresión a la dependencia”, a veces llamada “absolu­
que sólo sea a partir de los casos límite. En estas situaciones, ya , ya I
í ta”. Cuando esto felizmente sucede, “la regresión representa la
no es posible, según Winnicott, atenerse a una comprensión ion
esperanza del individuo psicótico de que puedan ser revividos
únicamente libidinal freudiana de la regresión, ya que es eviden­ en- !
algunos aspectos del ambiente (que en su origen fueron un fra­
te que ésta llega al punto de reducir al sujeto al estado de depen­ € 71-
caso), donde esta vez el ambiente cumpliría su función con éxito,
dencia máxima donde se encuentra (se encontraba) en los esta­ ta-
V favorecería la tendencia innata del individuo a desarrollarse y
dios más primitivos de la vida de lactante.22 Lo enuncia de la : la
madurar”.25

21. Dicho sea esto sin desconocer, sin embargo, la manera en que esta :sta
temática se verá criticada frontalmente y repensada de otra manera desde la 2 la 23. PP, pág. 223.
perspectiva de Lacan. Como en Ecrits, I, ob. cit., pág. 250.
24. Ibídem, pág. 250 y sigs.
22. CE, pág. 323.
25. PM, pág. 98.

k
78 DOLTO / WINNICOTT
EL DESARROLLO 79

Percibimos aquí el vínculo esencial del uso clínico de la re­


gresión con el tema del desarrollo. Por la vuelta atrás que signi­ cottiana. Y en el caso de las curas en las que el objetivo es alcan­
zar tal regresión, es el medio privilegiado, cuando no exclusivo,
fica -hasta los estadios más primitivos de dependencia-, la regre­
sión es el único medio de volver, a través del trabajo analítico, a para Winnicott, para permitir que vuelva a ponerse en funciona­
miento de modo efectivo la vitalidad psíquica, o psicodinámica,
lo que antes falló, a fin de permitir su superación o la reparación
de lo que entonces fue carencia, y así ofrecer al paciente los del paciente. Así, enuncia, como si fuera tan simple: “Se vuelve
con la regresión a la dependencia, y luego se progresa hacia la
medios de un nuevoinicio, por fin auténtico, en el camino de su
independencia”.32 De modo que “sostenemos aquí la teoría de
coinpletud. Winnicott es absolutamente explícito sobre este
que la regresión forma parte de un proceso de curación”.33 Esto
punto, puesto que lo asocia a la singularidad de su aporte, la ori­
supone que el terapeuta, si tiene la experiencia suficiente como
ginalidad de su comprensión. En efecto, se trata de “volver atrás
para aventurarse, arriesgarse a ir hasta esos confines extremos,
con el enfermo, en calidad de terapeuta, y suplantar la situación
“vaya hacia el enfermo y le ofrezca activamente un buen mater­
original de carencia del ambiente.”26 Sin lugar a dudas, esto
naje, experiencia con la que el enfermo no esperaba encontrar­
coloca al analista en una disposición que debemos llamar “ma-
ternante”, desde el momento en que, en efecto, “el marco del se”,34 Resulta de ello “un sentido del self nuevo en el paciente y
un sentido del progreso que denota un verdadero desarrollo”.35
psicoanálisis reproduce las técnicas del maternaje”.27 Y Winni-
Y Winnicott precisa una vez más: “Este último punto es el que
cott no lo ignora. Incluso insiste en lo que eso impone en cuan­
debe ser la recompensa del analista a través de su identificación
to a hacerse cargo, no del deseo, sino de las necesidades del pa­
con el paciente. No siempre se llegará a otro estadio, aquel don­
ciente28 (j!), llegando incluso a enunciar claramente que “el
de el paciente está en condiciones de comprender la tensión a la
analista deberá ser capaz de asumir el papel de madre ante el pa­
que ha estado sometido el analista y donde podrá decir gracias
ciente convertido nuevamente en lactante. Esto significa que hay
dando todo su sentido a su agradecimiento”.36
que brindar un sostén considerable al yo. El analista tendrá que
Agradecemos, pues, por nuestra parte, al Dr. Winnicott, por
permanecer orientado hacia la realidad externa y, al mismo tiem­
estas preciadas aclaraciones. Hacen que comprendamos cómo,
po, identificarse con el paciente o incluso fusionarse con él”.29
en efecto, la regresión -en su alcance clínico ineludible- es la
No se puede ser más claro.30 Esto conduce a Winnicott a una
pieza central de su dispositivo clínico y teórico. En la medida en
práctica absolutamente particular, que se podrá considerar muy
que atribuye la etiología causante de trastornos psicopatológicos
discutible y que provocó, en especial por parte de Lacan, las crí­
ticas más encendidas.31 más graves, como las psicosis, a lo que pudo haber hecho falta
(carencias) en los estadios primordiales, en cierto punto es cohe­
Sin embargo, es un aspecto esencial de la construcción winni-
rente que presente al analista como aquel que debe conducir a
tales pacientes a hacer una regresión justamente hasta allí donde
se produjo la deprivación, esa “regresión a la dependencia abso­
26. PP, pág. 260. luta” que debería permitir que se superen los efectos de esa
27. ídem.
28. Ibídem, pág. 261.
29. Ibídem, pág. 356.
30. Véase también PM, pág. 229 y sigs. 32. PP, pág. 260.
31. Para un ejemplo entre otros de estas prácticas clínicas aventurosas, 33. Ibídem, pág. 254.
véase el caso que expone en CE, pág. 186 (junto con la justificación del contac­ 34. ídem.
to físico que se encuentra en la página anterior). 35. Ibídem, pág. 263.
36. Idem.
80 DOLTO / WINNICOTT EL DESARROLLO

carencia. Y esto de una manera que -hay que decirlo- es la de un -prueba del camino que pudo realizar más adelante-, pero el
verdadero maternaje, pues Winnicott no renuncia a mostrar al movimiento mismo de su inspiración primera está completa­
analista -ya lo hemos visto- como aquel que debe procurar, mente marcado por el tema (clínico) de la regresión, cuyo origen
como una buena madre, el holding reparador necesario, sin ffeudiano ya hemos mencionado.39 Y esa orientación “regresiva”
excluir, por otra parte, el costado físico implicado. Aquí no existe del ejercicio analítico siguió siendo implícitamente un vector
el tabú del contacto...57 operatorio del trabajo clínico de Dolto. Como cuando, por
Dicho esto, en el plano teórico, el paso específico que realiza ejemplo -como pudimos observar en su consulta abierta en el
Winnicott, mediante esa radicalización del proceso regresivo, hospital Trousseau-,40 proponía a sus pequeños pacientes psicó-
consiste en discernir allí la puesta en evidencia de una capa pri­ ticos que (re)atravesaran un pequeño túnel de tela -que había
maria del psiquismo, la única en condiciones de dar cuenta de hecho confeccionar con esa intención-, para conducirlos, cuan­
los efectos patológicos a los que podemos abocarnos a través de do ella lo consideraba posible y juicioso, a regresar hasta el pasa­
los caminos regresivos. Dicho de otro modo, Winnicott encuen­ je mismo del nacimiento.
tra elementos para extraer, por debajo incluso de los estratos o No es azaroso que uno de los primeros textos donde Dolto
los estadios del psicoanálisis clásico, la actualización de un tiem­ sostiene su concepción de la imagen del cuerpo se titule “Cas
po infantil primordial, un tiempo de donde provienen, cuando cliniques de régressión” [“Casos clínicos de regresión”].41 En
hubo alguna carencia (ya veremos cómo), los trastornos psicopa- I efecto, la regresión constituye el motivo clínico que la inspira a
tológicos más graves, como la esquizofrenia, por ejemplo (cuya t ponerse en el camino de la conceptualización de la imagen del
etiología remite, así, a lo primordial).3738 | cuerpo. Al remitirnos al relato de sus primeros casos clínicos
Este avance lleva a Winnicott, nuevo Schliemann de lo infan- ; sobre la cuestión, vemos claramente cómo surge la idea de inter­
til, a plantearse como un arqueólogo que hubiera descubierto | pretarlos, en efecto, como correspondientes -para las situaciones
una zona inadvertida de la psiquis primordial y hubiera delimita- I en juego- a una regresión en la imagen del cuerpo. Se trata de situa­
do un tiempo primario de la vivencia del niño más pequeño (del i ciones clínicas que ella decodifica como regresiones a una ima­
bebé), de quien se considera descubridor, inventor y explorador. \ gen del cuerpo que en principio ya debería haber culminado y
Pero, antes de volver sobre esa innovación reivindicada por j que, en cierto modo, se ha reactualizado por algún traumatismo
Winnicott, vamos a examinar cómo, al menos en sus grandes j patógeno. Insistamos en esto: la regresión es lo que constituye el
principios y orientaciones, encontramos ideas teóricas y técnicas j fundamento clínico que en Dolto da lugar a la temática concep­
muy cercanas a las de Fran^oise Dolto. 1 tual de la imagen del cuerpo, que opera como soporte (imagina­
rio-simbólico) en el cual se puede descifrar cuál es la regresión
que está funcionando, a fin de producir una reparación.
REGRESION E IMAGEN DEL CUERPO

Tal vez no se lo perciba suficientemente si no se tienen pre­


39. Véase en especial Freud, Sigmund (1999): Confe'rences d’introduction a la
sentes los trabajos de la madurez teórica de Franqoise Dolto } psychanalyse, XXII Conferencia, París, Gallimard, pág. 431 [ed. esp.: Conferen­
cias de introducción al psicoanálisis, Obras completas, trad. dejóse Luis Etcheverry,
Buenos Aires-Madrid, Amorrortu, 2000],
40. Véase nota 47, pág. 30.
37. Véase al respecto Lehmann, Jean-Pierre, ob. cit., pág. 170 y sigs. 41. Son textos fechados entre los años 1956-1957, que reeditamos en Le
38. PM, pág. 222. sentimen t de soi, París, Gallimard, 1997.
82 DOLTO / WINNICOTT 11 DrSAltltOi i o Hi

Pero más allá de esa inspiración primera y fundadora, ]a Pero antes veamos cómo, a través de su teoría del desarrollo,
regresión no deja de ser un tema que implícitamente también Winnicott se distingue no sólo de Dolto, sino también y sobre
nutre en Dolto su concepción del trabajo analítico. Puesto quej todo de Freud.
si el arte del analista, incluidos sus pequeños pacientes (eventual­
mente psicóticos), consiste en ir en busca del sujeto allí donde
está sepultado, enquistado, como perdido -como lo enuncia MÁS FREUDIANO QUE FREUD
Dolto-,42 no hay dudas de que la regresión es uno de los moto­
res electivos que permiten al analista ese encuentro incierto con Como vimos, el hecho es que Winnicott parece haber con­
el sujeto, que es el que hay que encontrar, para volver a colocar­ vertido el tema del desarrollo en su caballito de batalla y, más
lo en una circulación viva. Lo cual no deja de recordarnos la idea aún, en lo que para él contiene toda la originalidad de su contri­
winnicottiana de la regresión como medio electivo privilegiado bución, la innovación que él habría aportado al psicoanálisis.
para restablecer un estado arcaico con el fin de devolver al ¿Qué es lo que, en efecto, sostiene al respecto? Haber introduci­
paciente el impulso dinámico que le hacía falta. Sin dudas, Fran- do un desarrollo inédito de la cronología de los primeros esta­
foise Dolto lo dirá con sus propios términos, hablando entonces dios, profundizando el eje del tiempo en su más allá, haciendo
de volver a colocar al sujeto en el camino del deseo, pues se tra­ que aparezca una cronología primordial que nadie antes había
taba de un deseo que se encontraba detenido, inhibido, impedi­ detectado con tanta fineza ni había desarrollado suficientemente.
do.43 Esto es lo que pone de relieve la distinción entre las orien­ Un tiempo (primordial) que tampoco se podría abordar sólo me­
taciones de nuestros dos maestros “bebólogos”: en Dolto, la diante las herramientas nocionales -instintos, pulsiones, etc.,
regresión sigue un trayecto simbólico (según caminos significan­ incluso Edipo- del psicoanálisis clásico.
tes, y Lacan no está lejos) con vistas a la restauración del sujeto Y uno de los blancos privilegiados de Winnicott resultará
del deseo; en Winnicott, el proceso regresivo lleva explícitamen­ ser... Freud, puesto aquí (con todo respeto) en el banquillo por
te a un maternaje destinado a reactualizar un holding tranquiliza­ no haber sabido, o podido, descubrir el segundo plano primordial
dor que antes había fallado en el nivel de las necesidades y del de la vivencia infantil.45 Y, nos explica Winnicott, si Freud pasó
Yo precoz.44 Entonces podemos plantear la pregunta: Dolto y por alto las fases más precoces, más primitivas de lo que vive un
Winnicott, ¿hablan de hecho del mismo desarrollo? Y el desa­ lactante, es porque tuvo una infancia “suficientemente buena” y
rrollo del que se ocupa cada uno (dejando de lado en principio la porque no pudo medir adecuadamente lo que le cuesta al bebé
resonancia epistemológica del asunto), el desarrollo del que cada atravesar las etapas primordiales. “La propia historia de la prime­
uno da cuenta en el nivel de “su bebé” respectivo, ¿contiene los ra infancia de Freud fue tal que llegó a la fase edípica o de prela-
mismos elementos, se relaciona con los mismos datos, surge de tencia como ser humano completo, listo para encontrarse con
las mismas perspectivas? otros seres humanos completos, y listo para participar de las rela­
ciones interpersonales. Sus experiencias de la primera infancia
habían sido suficientemente buenas, de modo que en su autoaná-
42. En Solitade, ob. cit., “Ou est le sujet?”, pág. 95.
43. Adivinamos que hablar de ello en términos de deseo es lo que la condu­
cirá a una perspectiva completamente diferente.
44. Lo cual, por supuesto, no quiere decir que el holding no pueda tener 45. Esta manera de hacerle reproches a Freud se convirtió en un gran clási­
-hasta en su parte corporal (de cuerpo a cuerpo)- un alcance significante. Pero co. A veces incluso matizándolo, el propio Winnicott vuelve sobre el tema
es lo que Winnicott desconocía. repetidas veces. PP, págs. 279, 286 y 306; PM, pág. 93 y sigs.
84 DOLTO / WINNICOTT EL DESARROLLO 85

lisis pudo considerar que el maternaje del bebé caía de maduro.^ el niño ha alcanzado un estadio de desarrollo en el cual tiene
Winnicott incluso lo dice expresamente: “En un sentido, pode- sentido referirse a relaciones interpersonales: se trata de relacio­
mos decir que Freud dejó de lado la infancia como estado en nes entre niño total y persona total”.50 Mientras que, justamente
sí”.47 Según él, en esta suerte de crítica formal que le hace a ..prosigue-, cuando se trata de la vertiente de la clínica donde él
Freud, éste sólo habría tomado en cuenta los datos psíquicos del se posiciona, (aún) no es así: “No puede decirse lo mismo en una
ser humano a partir del momento en que, para seguir la termino­ descripción de los estadios anteriores, donde el pequeño está en
logía de Winnicott, la persona (del niño) está constituida y en relación con objetos parciales, o él mismo está lejos de ser una
condiciones de relacionarse (eventualmente de manera conflicti­ unidad bien establecida”.51
va y problemática) con otras personas que identifica como tales; En mayor o menor medida, se ponen en funcionamiento -y
dicho de otro modo, todo lo que finalmente gira alrededor del en su momento Winnicott lo evoca explícitamente- dos regis­
alcance probado del complejo de Edipo, aunque sea para decir tros, dos órdenes del psicoanálisis: por un lado, el psicoanálisis
que éste ordena retroactivamente lo que lo precedió, y que desig­ clásico “a la Freud”, con su muy conocido campo de práctica y
namos, en esta línea, en términos de “pregenital” (oral, anal, etc.). de teoría -el que corresponde al registro de la “psiconeurosis”-,
Es allí donde Winnicott estigmatiza una restricción errónea y, por otro, el nuevo psicoanálisis (innovador) que Winnicott
de la teoría psicoanalítica en la medida en que “presupone [...] la pretende promover, en un movimiento que despliega tomando
estructuración del yo”. Ahora bien, prosigue a contrario, “en el posición respecto de la historia del pensamiento psicoanalítico,
nivel que nos interesa principalmente en el trabajo, no podemos un psicoanálisis que remite a esos tiempos primordiales (inédi­
presumir que ese estado de las cosas ya se ha alcanzado, puesto tos) de la vivencia infantil, los únicos, según él, que se encuen­
que nuestra discusión, justamente, está centrada en la edificación tran en condiciones de ofrecer los medios para dedicarse a la clí­
de ese estado, es decir, el proceso de estructuración del yo”.48 nica de las psicosis y de dar cuenta de su etiología.52 Señalemos
Lo cual equivale a sostener que el cuadro freudiano clásico, al pasar que Winnicott divide así en dos grandes sectores dife­
cualesquiera sean sus méritos (¡y han dado muestras de su renciales el campo de aplicación de la psicopatología: por un
valor!), parece insuficiente para Winnicott en la medida en que lado, el registro de las psiconeurosis que resurgen del incons­
no logra dar cuenta de la totalidad de la vivencia psíquica en sus ciente freudiano (reprimido) y que corresponden al tratamiento
aspectos más primitivos, allí donde, según él, éstos sin embargo del psicoanálisis clásico, y, por el otro, el registro de las patologí­
son necesarios en determinado tipo de clínica, en especial la que as específicas -psicosis, casos límite, incluso tendencias antisocia­
cree enfrentarse con la psicosis, con los trastornos psicopatológi- les- que remiten a trastornos que afectan las capas más precoces
cos más severos. Y el psicoanálisis clásico no puede satisfacerlo, del psiquismo.53
por ende, sólo está en condiciones de abordar y tratar lo que, en Winnicott propone, pues, una suerte de extensión de la escala
el nivel de la psicopatología, debe designarse restrictivamente del tiempo (infantil) y se plantea como promotor -si no inven­
como “psiconeurosis”.49 Pues se supone, insiste Winnicott, “que tor- de cierto “infrarrojo” cronológico, presente en los confines

46. PP, pág. 257. 50. PP, pág. 308.


47. Ibídem, pág. 360. 51. ídem.
48. Ibídem, pág. 363. 52. Ibídem, págs. 279 y 284, y PM, cap. 11, pág. 139.
49. CE, pág. 163. 53. PM, pág. 201 y sigs.
86 DOLTO / WINNICOTT
ÉL DESARROLLO 87

primordiales de la experiencia humana (confines que en Sll (breakdown)” . 55Y a la inversa: “Lo que constituye la base de la
momento designa como el tiempo, o el estadio, del bolding)}4
salud mental es la culminación de esos procesos”.56
Sobre esta base, es entendible que se preocupe tanto por hacer Pues, clínicamente, en el nivel de las opciones psicopatológi-
que comprendamos y nos convenzamos de los grandes méritos
cas, Winnicott es absolutamente tajante: si lo que se quiere es
de esa extensión de la escala-tiempo del ser humano, hasta un tener la oportunidad de trabajar de forma adecuada con las pato­
estadio donde el humano infans aún no advino como tal y, p0r
logías más graves, incluidas las psicóticas, hay que acceder a ese
ende, no puede en todo caso ser abordado (o abordarse) en su nivel precoz. La psicosis sólo puede llevar a lo cronológicamen­
propia individualidad. te primordial. Así, “el estudio íntimo de un individuo esquizoide
Es difícil, pues, no tomar en serio aquello a lo que pretende de cualquier edad se transforma en el estudio íntimo del primer
abrirnos las puertas, a saber, un tiempo paleo-individual, ante­ desarrollo de este individuo, desarrollo que se produce durante
personal. En esa extensión -cuyo contenido aún no hemos preci­ el estadio de la estructura ‘individuo-ambiente’ y surge de ese
sado- encuentra una suerte de crisol primordial del que emanan, estadio”.*7 Y recalca: “La psicosis se relaciona con la carencia del
en el desarrollo del pequeño, algunas implicancias cruciales para medio en un estadio primitivo del desarrollo afectivo del indivi­
el advenimiento del niño, que constituyen hallazgos inéditos duo”.58 De modo que, como hemos visto, la psicosis, así conce­
para la investigación y la práctica psicoanalíticas. bida en su etiología cronológica primaria, sólo podrá ser concre­
Como hemos visto, esto da lugar, primero, a una mayor com­ tamente accesible a la terapia psicoanalítica por medio de la
prensión clínica, en particular en el registro de la psicosis, pero regresión efectiva del paciente hasta sus estadios primordiales.59
también de los casos límite o las tendencias antisociales. Puesto En todo caso, la seguridad teórica de Winnicott en lo que sostie­
que Winnicott sitúa el lugar estructural donde se instaura la ne es tal que, según él, si esta etapa crucial, primera, se atraviesa
falla, la falta, que podrá dar lugar a la psicosis, precisamente en adecuadamente, el riesgo de la psicosis se ve definitivamente ale­
el nivel de ese campo liminar, es decir, antes de que sea posible jado. Y la “salud mental” se establece y garantiza.60
bastarse a sí mismo con los instrumentos pulsionales constitui­ Como hemos visto, Winnicott considera que lo que caracte­
dos (si, justamente, aún no lo están). En esa zona es donde, riza esa fase primera depende del hecho de que los mecanismos
según él, van a producirse los traumatismos responsables de la que operan en ella y el tenor de lo que allí se desarrolla no son
etiología psicótica. Por lo tanto, sólo en ese nivel podemos llegar de la misma naturaleza que la de los que intervendrán más ade­
a identificar (y, si se da la ocasión, a reparar en la cura) los daños lante, en especial cuando haya podido tener lugar una relación
que pudieron haber causado la falla psicótica. consigo mismo y con el otro (lo cual aquí parece simultáneo). Lo
Probablemente aún resta comprender con exactitud cuáles
son los procesos que pueden provocar tales desastres psíquicos.
Pero al menos el principio está afirmado solemnemente: “Según
la teoría que sostengo, en el desarrollo afectivo del lactante hay 55. PP, pág. 93.
56. Idem.
implicados procesos complicados y si estos procesos no siguen su
57. Ibídem, pág. 190 y sigs., y pág. 197.
marcha hacia adelante o no son llevados a término, se instaura 58. Ibídem, pág. 259.
una predisposición a un trastorno mental o a un derrumbe54 59. Es otro aspecto central de la cuestión, al que ya hemos aludido, que
convendría examinar con cuidado, allí donde conduce a indicaciones clínicas y
técnicas muy discutibles. Incluso Jean-Pierre Lehmann, en su trabajo sobre
Winnicott, ob. cit., toma en cuenta estas reservas.
54. PP, pág. 365, pág. 371. CE, pág. 183. 60. PP, pág. 372.
DOLTO / WINNICOTT EL DESARROLLO 89

que interviene “más adelante”, y toma entonces la posta, es 10 ces, 1° que haY Tue tratar>a Ia inversa, es lo que Winnicott pro­
que el psicoanálisis (clásico) explicita en términos de pulsión pone llamar “el individuo-ambiente”. Es decir que el sujeto no
(“instintual”, dice Winnicott), de conflictos entre el Ello y el Yo tiene existencia propia si no es la que se le otorgó por poderes, o
de estadios pregenitales, de situación triangular interpersonal del provisionalmente, por así decir, por estar tomado a cargo en y
tipo complejo de Edipo, etc. Pero en los escalones primarios del p0r el ambiente (esencialmente materno, como hemos visto) que
desarrollo, a los que hoy, gracias a Winnicott, se supone debe­ preside su supervivencia. “En sus comienzos, el individuo no
mos acceder, todos esos elementos posteriores (¡tardíos!) aún no constituye la unidad. La unidad es la estructura ‘individuo-am­
tienen curso como tales. En este nivel primario (de lo primario biente’ tal como la percibimos desde el exterior.”62
winnicottiano), habrá que apelar a otros conceptos, a otras En suma, nos encontramos en un terreno conocido, el que
designaciones diferentes de los y las que el análisis clásico asigna hemos visto ponerse en funcionamiento y que ya hemos explora­
habitualmente al individuo, porque este psicoanálisis del “des­ do en el capítulo anterior, puesto que lo que caracteriza ese
pués” no percibe que lo que de hecho supone es un individuo ya tiempo primero de la bebología winnicottiana describe un bebé
constituido y que está en relación con otros individuos. Para (potencial) tomado en un dispositivo llamado “ambiental”, que
“su” fase primordial, antes de cualquier forma de individuación, lo esclaviza a una dependencia “absoluta” (de la madre) y lo so­
Winnicott reivindica, por el contrario, una heterogeneidad radi­ mete “absolutamente” a los avatares de ese ambiente, cuales­
cal, que necesita de otra modalidad conceptual para dar cuenta quiera sean, incluidos, en los casos más desfavorables, aquellos
de ese tiempo pre-individual. mismos que la teoría entiende que se relacionarán con los tras­
tornos posteriores más graves.
Citemos aquí algunas formulaciones significativas entre tan­
AL COMIENZO ES EL AMBIENTE tas otras: “La celda no es el individuo, sino una estructura (set up)
constituida por el ambiente y el individuo. El centro de gravedad
¿Cómo caracterizar ese momento inaugural del desarrollo del del ser no se constituye a partir del individuo: se encuentra en la
infans y cómo da cuenta el propio Winnicott de la especificidad estructura ambiente-individuo”.63 “Según esta teoría, el mundo
de esta fase primordial? exterior no existía al comienzo, aunque nosotros, los observadores,
Sin mucha sorpresa, nos encontraremos con el famoso térmi­ hayamos visto a un niño pequeño en un ambiente. Las aparien­
no ambiente para caracterizar esa fase primordial de la vivencia. cias son engañosas: allí donde a menudo creimos ver a un niño
Pues en esta etapa inaugural y por ende fundadora de la vida del pequeño, comprobamos, gracias a un análisis posterior, que lo
infans -etapa “microcópica”, si puede decirse así-, donde preci­ que habíamos visto era un ambiente que, según todo indicaba, se
samente no hay ninguna individualidad constituida como tal pa­ convertía en un ser humano, pero que de hecho enmascaraba en
ra el bebé, no podríamos hablar entonces de individuo, o de per­ su interior un individuo en potencia.”64 Es por ello que Winni­
sona, en el sentido de lo que más adelante Winnicott llama, un cott hará valer una vez más el término “potencial”.65 Podríamos
poco misteriosamente, “persona total”. En ese tiempo primero,
el individuo no existe, de forma que encontramos precisamente
aquí el famoso enunciado sobre el bebé que no existe.61 Enton­ 62. Ibídem, pág. 190. Igualmente, Conversationsordinnires, ob. cit., pág. 102.
63. PP, pág. 201.
64. ídem.
65. “Lo potencial innato de un niño no puede convertirse en un niño si no
61. Ibídem, págs. 68 y 200. está acoplado a cuidados maternales”, PP, pág. 364 y sigs.

L
90 DOLTO / WINNICOTT
EL DESARROLLO 9I

seguir multiplicando las citas que desarrollan la misma idea, ya


que Winnicott vuelve sobre el tema constantemente, así como a entontar el curso del desarrollo del Yo sin interesarnos más, no
su apoyo conceptual esencial: “Más volvemos hacia atrás, más Estante, en el ambiente, a medida que avanzábamos. Podemos
nos damos cuenta de que no tiene sentido hablar del individuo elaborar teorías sobre el desarrollo del instinto y estar de acuerdo
sin postular en todo momento una adaptación adecuada [goo¿ en dejar el ambiente de lado; no es posible cuando se trata de la
enough] del ambiente a las necesidades del individuo [¡que aún formulación del desarrollo primitivo del Yo”.69 Ciertamente, la
no lo es!]. En el estadio más primitivo, incluso se llega a una osición de Winnicott respecto de Melanie Klein es un asunto
posición en la que sólo el observador puede distinguir entre el demasiado complejo y problemático para que le dediquemos más
individuo y el ambiente (narcisismo primario); el individuo no tiempo aquí. Pero subrayemos solamente que según Winnicott,
puede distinguirlo y por lo tanto es más adecuado hablar de un cualesquiera sean los avances realizados por Klein en el campo
conjunto [set up] individuo-ambiente antes que de un indivi­ de los niños más pequeños, ésta sigue presa de una perspectiva
duo”/’6 Etcétera. Señalemos al pasar que esta concepción contie­ (ffeudiana) de una visión individualizante que desconoce el
ne por elección una resonancia biologizante -que sería la de un ambiente y su papel, que sin embargo Winnicott considera co­
organismo bicelular- o una orientación hacia la física, en la mo primordialmente irreductible.70
medida en que el átomo bebé está preso en un vínculo molecular Henos aquí, pues, con un Winnicott promotor del ambiente
exclusivo con la madre...6667 (promotor conceptual, se entiende). Y que forja el término “in­
Pero la verdad es que, al valorar de ese modo la importancia, dividuo-ambiente” para hacer que comprendamos la imposibili­
tanto clínica como teórica, de su descubrimiento “arqueológico”, dad de diferenciar al infans de su ambiente sostenedor materni-
situado en las profundidades de tal tiempo primordial, Winni­ zado en ese tiempo de holding primordial. Medio sostenedor
cott no deja de atacar, como hemos visto, a aquellos que no per­ matemizado puesto que la madre está en el centro (vital) de ese
cibieron su interés. Si bien permanece moderado en su crítica de ambiente (de allí la denominación lógica, en todo caso coheren­
Freud -a quien justifica-, es más severo con aquellos que, por te, de “madre-ambiente”).
haberse adentrado en el campo de los más pequeños, siguieron Lo cual incluso conduce a Winnicott a distinguir “dos ma­
pensándolo restrictivamente, de manera clásica, en términos de dres”: la madre-objeto, considerada solamente en relación con el
individuo, sin medir la necesidad de abordar al comienzo a ese requisito pulsional, y la madre-ambiente, que hace las veces de
infans tal cual es (¿o aún no es?), en todo caso: fusionado con el procuración encarnada para la vida de su infans, que de alguna
ambiente (polarizado por la madre).68 manera sigue gestando. Así, Jean-Pierre Lehmann toma de
Y, en el caso de Melanie Klein, el tono se vuelve entonces Winnicott la distinción entre esas “dos madres”: “la primera [la
abiertamente polémico: “Nuestro pensamiento en este campo ‘madre objeto’] es o detenta el objeto parcial adecuado para
[del desarrollo del yo] se volvió confuso porque intentamos j satisfacer [las] necesidades (pulsionales) apremiantes. La segunda
[‘madre-ambiente’] es la que se asegura de eliminar lo imprevisi-

66. Ibídem, pág. 236. ¡ 69. Ibídem, pág. 256. Véase también CE, pág. 177 y sigs., y pág. 368. Allí
67. Lo cual equivale a decir que esto procede sobre todo de una descripti- | también encontramos otras huellas de ese conflicto conceptual central con
vidad de aspecto mecanicista por la poca singularidad que le concede en todo ¡ Melanie Klein en las Lettres vives, París, Gallimard, 1989. Por ejemplo, la carta
caso al niño. | 59 a Joan Riviére, pág. 140. Véase también, en CE, toda la parte V dedicada a
68. Véase PP, págs. 366, 367 y 372. i una crítica de Melanie Klein.
70. PP, págs. 329, 363 y sigs.
92 DOLTO / WINNICOTT EL DESARROLLO 93

ble y provee todos los cuidados manuales”.71 Pero pódenos posible para él, sin que pueda apreciar nada de los efectos bené­
tener alguna dificultad para comprender la pertinencia de esta ficos que recibe; podemos decir que permanece como anestesia­
sutil diferenciación. Lo que es seguro es que, por más que Win- do, en la dulzura, el bien-estar (¿?) de su vida dependiente, pues
nicott multiplicó de ese modo a las madres (¡!), no hizo que apa­ su madre satisface su ser, su vida (en términos metapsicológicos:
reciera ninguna que tuviera algún tipo de función simbolizadora su Yo).74 ¡Entendemos que este bebé -colocado así en estado de
que abriera al infans al mundo de la palabra... madre-fusión- pueda pasar la mayor parte del tiempo durmien­
Ese bebé Winnicott, así inmerso en un ambiente protector, do! Podríamos decir que duerme incluso despierto, reducido a la
en cierto modo parece no haber nacido, en todo caso no en el sola satisfacción de necesidades.
sentido de un valor tan simbólico como el que le otorga Dolto al O bien el ambiente en su valor protético no está asegurado, y
acontecimiento del nacimiento -puesto que ella lo convierte (en sean cuales sean las modalidades defectuosas, las consecuencias
sus términos) en una castración, que llama “umbilical”, allí donde, de tal falta, de tal “carencia del ambiente”, son extremadamente
para Winnicott, “el nacimiento normal es no-traumático a causa graves, si no catastróficas. Pueden provocar en el bebé una
de su no-significación”.72 En todo caso, no nació en (ni por) el angustia específica gravísima que desemboca en un posible senti­
símbolo, desde el momento en que, para Winnicott, todo con­ miento de “nihilización”. Como si el infans sintiera que puede
duce a considerar que el bebé está absolutamente sometido a lo ser nihilizado, o librado a angustias que considera impensables o
que su ambiente imprime en él y para él y lo deja bajo la influen­ disecantes (en inglés, ago?iy).75 Como dijimos, Winnicott sitúa el
cia radical, ineludible, de su madre-ambiente. Porque es justa­ riesgo primordial de desencadenamiento de la psicosis en el
mente esto lo que inquieta, el carácter absoluto que el propio nivel de esta falta. Falta que -subrayémoslo al pasar- aborda en
Winnicott subraya en varias oportunidades de esta dependencia especial como una deprivación, lo cual alcanza para manifestar
primera, radical. Claro está, no es que se pueda negar la realidad hasta qué punto el registro del deseo está aquí ausente y falta
de dicha dependencia. Pero vemos cómo en Winnicott se vuelve conceptualmente.
tan radical que incluso llega a engullir verdaderamente el ser del Un pasaje nos permitirá resumir muy bien toda la situación
infans. relativa a la alternativa precedente: “En este campo de las nece­
sidades maternales de la categoría del sostén, existe un axioma: si
todo funciona bien, el niño no tiene los medios para saber qué es
SER O N O SER lo que se le ofrece adecuadamente ni de qué está siendo preser­
vado. Por el contrario, cuando las cosas no van bien, el lactante
En efecto, en consecuencia, pueden suceder dos cosas (y de se da cuenta, no de la carencia de los cuidados maternos, sino de
manera disimétrica).73 O bien el ambiente satisface adecuada­ las consecuencias de esta carencia, sean cuales sean. De los cui­
mente los cuidados y necesidades [(be)soins] del infans -la madre dados maternos satisfactorios, se deriva en el niño la edificación
“suficientemente buena”-, y todo sucede de la mejor manera de un sentimiento de continuidad del ser, base de la fuerza del
yo; mientras que, por el contrario, cada carencia de los cuidados
lleva a una interrupción de ese sentimiento de continuidad del
71. Lehmann, Jean-Pierre, ob. cit. (citando PM), pág. 223. Véase también
Déprivation et délinqumue, ob. cit., pág. 123 y sigs.
72. PP, pág. 122. 74. Ibídem, págs. 329, 333, 359 y 362.
73. Ibídem, pág. 280. 75. Véanse Ibídem, págs. 289, 363 y 369; CE, págs. 208, 303 y 325.
94 DOLTO / WINNICOTT
1
EL DESARROLLO 95

ser, interrupción causada por las reacciones a las consecuencias invasiones intrusivas, entonces se ve obligado a “reaccionar” de
de esta carencia [...]. Tales interrupciones constituyen una nihi- una manera que no puede ser sino inoportuna, puesto que des­
lización y están asociadas con toda evidencia a un sufrimiento de borda sus pobres medios de acción. Winnicott vuelve en varias
calidad e intensidad psicóticas”.76 ocasiones sobre el encadenamiento patológico, eventualmente
Esta alternativa conduce a Winnicott a dividir “el mundo de catastrófico, que constituye esta posible fractura en cadena:
los lactantes en dos categorías: intrusiones (del ambiente) / reacción (del infans). Podría decirse
1. los lactantes a quienes no se ‘dejó caer’ en la infancia [...] y que este último está sometido a posibles riesgos simétricos de
cuya fe en la fiabilidad conlleva la adquisición de una fiabilidad deterioro, ya sea por defecto o por exceso.
[reliability] personal. Como vemos, toda la teoría winnicottiana del desarrollo
2. los lactantes a los que se ‘dejó caer’ de manera significativa, descansa sobre esta capa primordial, este estrato de la arqueolo­
[...] Esos niños llevan con ellos la experiencia de una angustia gía infantil que concede una preponderancia radical al ambien­
impensable o arcaica”.77 te materno.79 Y esta teorización se ve reforzada y justificada por
Observemos que el riesgo patológico presente en esta etapa un importante despliegue clínico referido a: 1) las consecuen­
primordial no es abordado sino en términos de carencia \failure], cias patológicas de tales carencias primordiales (como se dijo, es
una carencia cuyo tenor implica una falta de cuidados en el así como Winnicott comprende la etiología de la psicosis); 2)
registro de la necesidad. Y agreguemos, si hay que precisar aún las implicaciones terapéuticas que permiten enfrentarlo y que,
más los riesgos a los que se lo expuso, ligados a las exigencias como vimos, pueden (¿deben?) llegar a reencontrar, mediante
imperiosas de esta situación primordial que no sufre tergiversa­ regresión en el análisis, las condiciones del contexto donde el
ciones: “El ambiente perfecto es el que se adapta activamente a las ambiente antes se mostró defectuoso para restaurarlo y ofre­
necesidades del psique-soma nuevamente constituido, lo que cer la oportunidad de paliarlo, así como también sus efectos
nosotros, observadores, sabemos que es el lactante en sus nefastos...
comienzos. Un ambiente defectuoso es malo porque, por defec­ Es lo que Winnicott designa como “regresión a la dependen­
to de adaptación, invade el psique-soma (es decir, al lactante), cia absoluta” -que ya hemos mencionado-, a riesgo de ser esque­
que se ve forzado a reaccionar. Por lo cual hay perturbación de la mático, con todo lo que eso implica: convertir al analista en
continuidad de la existencia del nuevo individuo”.78 aquel que, gracias a esa regresión que se obtiene en la cura,
En suma, si se lo hace existir demasiado pronto, si se lo podrá proveer a su paciente el buen ambiente que le había falta­
arranca del sostén automático del ambiente, se lo extrae de esa do antes... Si comprendemos bien, esto quiere decir que el ana­
“incubadora ambiental”, el infans se siente (está) en riesgo de lista finalmente será la buena madre que le faltó al paciente
desaparecer, de ser nihilizado. O incluso, ¿siente esta falla (del -corrigiendo las fallas que le hizo sufrir la madre insuficiente- y
ambiente) como lo que “se inmiscuye” en esa suerte de vivencia le ofrecerá volver a empezar en su desarrollo por el camino que
letárgica que constituía su sí mismo en formación? Y, por esas debió ser el suyo propio, el del Sí auténtico (verdadero Self dirá
Winnicott). Esto puede sorprendernos y desconcertarnos, aun­
que sea por el poder regenerador (neo-maternal) que confiere al
76. PP, pág. 374 y sigs.
77. CE, pág. 188. Igualmente, CE, págs. 164 y 221; Conversations ordinaires,
ob. cit., pág. 43.

__
79. Sobre esta valorización-idealización de la función madre, véase Conver­
78. PP, pág. 137 y sigs.
sations ordinaires, ob. cit., pág. 177.

1
96 DOLTO / WINNICOTT
EL DESARROLLO 97

analista, pero, sin embargo, es uno de los aspectos más ricos de| jqos parece que así es como debemos comprender cabalmente el
aporte de Winnicott -tanto en la teoría como la práctica- acerca recorrido de Dolto respecto de la perspectiva de la imagen (ins-
del desarrollo. consciente) del cuerpo. Si ella también sintió la necesidad de for­
jar su propia conceptualización al respecto, es porque algo le
parecía insuficiente en el andamiaje teórico freudiano, a saber,
DOLTO Y LOS ESTADIOS FREUDIANOS
todo lo que surge como lo más primordial de lo infantil, en los-
“orígenes de la vida”, como ella decía, todo lo que precede a la
Cuando anteriormente abordamos el tema de la regresión, puesta en funcionamiento del Edipo.80 AJlí se encuentra todo el
vimos hasta qué punto la perspectiva del desarrollo también está sentido de su aporte a esta formalización de la arqueología de las
muy presente y predomina en la teorización de Fran^oise Dolto. imágenes del cuerpo, preedípicas e incluso, más especialmente,
También ella, en su descripción de la vivencia infantil, se refiere pre-especulares: volver atrás lo más lejos posible en lo que se
de modo constante a las etapas primordiales de un esquema del puede evocar de la vida del bebé, aunque sea posteriormente,
desarrollo -retomado constantemente en sus escritos más funda­ apres-coup. Se trata de ir a explorar siempre más “atrás” en el
mentales- y su recorrido está animado por el mismo movimiento tiempo, lo cual convierte a la imagen del cuerpo en un “¿ivant-
de búsqueda regrediente. propos” [prólogo],* como en otra parte he dicho en broma.81 En
¿Esto quiere decir que ella daría muestras de menos origina­ efecto, me encontré, entonces, esquematizando sus preceptos
lidad que su homólogo, en la medida en que este último al considerando que esa teoría de la imagen del cuerpo, en efecto,
menos puede reivindicar su propia teoría del desarrollo infantil? nos hacía volcarnos hacia un “antes”, antes de todo lo que puede
Cierto es que, en materia de desarrollo, Dolto se contenta con caracterizar las posiciones del niño más grande y del adulto futu­
alinearse con las etapas primordiales de la libido, tal como las ro, antes en particular de que se efectúe la distinción vivida entre
presentara Freud de una vez y para siempre: en las múltiples ela­ cuerpo y psiquismo, previamente indiscernibles, indistinguibles.
boraciones y presentaciones que dedica al desarrollo del niño -y Todo esto es muy cercano al discurso de Winnicott, incluso
vuelve sobre ello con tanta frecuencia para apoyar allí su concep- cuando él mismo reformula los datos primeros referidos a la
tualización-, Dolto parece contentarse con seguir pura y simplé- conexión, la conjunción psique-soma.82 Y después de todo, debe
mente los preceptos freudianos sobre la cuestión. reconocerse en Winnicott el descubrimiento de un tiempo pri­
Habría allí un motivo suficiente para reavivar la divergencia mordial, descubrimiento que se corresponde perfectamente con
de los puntos de vista, pues Dolto se inscribe en una línea “freu- una preocupación similar en Dolto, pues, en efecto, se trata de
diana”, mientras que todo el recorrido de Winnicott se funda, hacer que retrocedan los límites de la operatividad analítica y de
precisamente, en oponerse a quienes, como Freud, se limitan a lo que de modo similar nos muestra su investigación, en el senti­
desplegar las fases libidinales; lo cual según él corresponde a una do de “lo infinitamente pequeño”. Es que ella también considera-
visión reductora del desarrollo, puesto que supone un yo ya ins­
taurado y por ello desconoce las etapas preliminares (cuando aún
no hay inmersión en un ambiente adaptativo) que permanecen
desapercibidas. 80. Les images..., ob. cit., pág. 31 y sigs.
Pero el debate entre nuestros dos autores vuelve a cobrar 'Juego de palabras entre avnnt [antes], apres [después] y npres-amp [a des­
actualidad en este punto, ya que hemos podido subrayar cómo tiempo]. [N. de la T.]
81. Les deux corps du Moi, ob. cit., cap. 1, pág. 17.
Dolto también toma algo de distancia respecto del freudismo. 82. PP, pág. 134.
DOLTO / WINNICOTT EL DESARROLLO 99

ba que se valía de un avance, de una exploración analítica inédita, Casi podríamos decir que el paralelismo con Winnicott llega
en los confines primeros de la existencia psico-corporal, en el al punto de evocar, como él, una carencia de la madre-ambien­
bebé, mucho antes del tiempo supuesto del Edipo freudiano. te... Pero no nos equivoquemos: la descripción de esa falta no se
Y lo que caracteriza la posición de Dolto es la manera en que, formula de la misma manera en Winnicott que en Dolto. Para
sin dejar de alinearse tras el esquema cronológico de los estadios volver a decirlo en forma de verdad de perogrullo, tenemos la
freudianos, se distingue sensiblemente del marco planteado por impresión de que caminan a la par hasta el momento en que lle­
Freud. En especial -es un primer punto- extendiendo ella tam­ gan al punto donde (¡claramente!) surge una divergencia entre
bién el espectro de los estadios, en lo más precoz - “precocísimo” ellos. Y lo que en especial marca su punto de divergencia es el
diría ella-, hasta hablar por ejemplo de estadio o de imagen olfa- tenor del papel materno. Papel ciertamente eminente en ambos,
tivo-respiratoria, o incluso de imagen fetal.83 Lo cual habla de la pero sin embargo opuesto: en Winnicott la madre se reduce al
fuerza y la amplitud de esta asunción teórica de lo primordial. ambiente objetal, mientras que en Dolto se sitúa como Otro
Sin lugar a dudas, nuestros dos investigadores están en la simbólico.
misma línea: sus dos bebés son tomados paralelamente en el Porque, para aventurarse en el terreno de lo precoz, de lo
punto más lejano, más liminar, más precoz de su existencia. Y en primordial, Dolto no se contenta con una conquista temporal
ese estadio, se encuentran colocados en una situación de extrema -que acrecienta el campo de visión cronológica-, sino que colo­
vulnerabilidad: por esa dependencia del ambiente, son suscepti­ ca su investigación sobre una base estructural completamente
bles de sufrir los daños más graves, los traumatismos más difícil­ diferente, estructura que ella misma refiere explícitamente al
mente localizables (cuando no reparables). imperio de lo innato, lo constitutivo, de la “función simbólica”.85
Como vimos, Winnicott no tiene palabras lo suficientemente Encontramos aquí nuevamente lo que ya pudimos especificar
fuertes como para designar la amplitud asoladora en la que pue­ acerca del estatus de la madre como instancia significante y sim-
de entonces sumirse el niño, aunque sea en términos de angus­ bolizadora, como Otro de la palabra (en el sentido lacaniano),
tia: nihilización, “agony”. Al punto de sugerir que es un tiempo dicho de otro modo, la dimensión “other” de la madre (mother).
que, salvando las distancias, confronta al infans a lo que tal vez A partir de allí, la comparación con Winnicott ya es sólo for­
sea lo más terrible que deba atravesar... Y Dolto subraya de mal, pues de hecho las dos orientaciones básicas van a resultar
modo similar cómo el infans se encuentra sometido a riesgos distintas de punta a cabo. Desde ahora sólo en Winnicott vamos
extremos, que también le hacen evocar la psicosis. Así es como a seguir hablando de “desarrollo” en el sentido estricto del tér­
explica el autismo: cuando la presencia -en ella simbolizadora- mino, es decir, en su aspecto implícitamente psicologizante (y
dc la madre falla de modo demasiado sostenido y el niño, a falta unlversalizante). Y esto es así porque, aunque se pierda la dimen­
de ese encuentro significante con el Otro (que constituye su sión de la singularidad -de lo que Dolto, por el contrario, sostie­
madre), es librado a un aislamiento asolador que, en efecto, ne del “sujeto singular”- ella nunca recurrió al término “desa­
puede hacer que se incline hacia el autismo.84 rrollo”. Pues al ver a la madre como Otro, ya no se trata de
desarrollo para el infans, sino que va a constituir los avatares
-también genealógicos y en todo caso significantes- de una his­
toria, la suya. Y cuando aborda el devenir del sujeto, en su libro
83. L ’image du corpa aelon F. Dolto, ob. cit., y Le aenthrtent de soi, oh. cit., páf-
183.
84. En Dolto se encuentran muchas descripciones al respecto. Véase por
85. Véase La diffiadtéde vivre, ob. cit., pa'gs. 1 1 7-120.
ejemplo La dijpculté de vivre, ob. cit., págs. 85 y 101.
100 DOLTO / WINNICOTT
EL DESARROLLO
101

fundacional sobre la imagen del cuerpo, formula sus etapas pri­


mordiales en términos de “castraciones” para subrayar el carác­ reducida a la figura de una persona que da seguridad, encargada
ter de escansión simbólica (ya volveremos sobre el tema más a lo sumo de dispensar cuidados (objétales) en el niño; lo cual en
adelante). Al igual que titula todo un apartado de esa obra “Les el fondo (y en el mejor de los casos) la convierte en una madre
invages du corps et leur destin” [“Las imágenes del cuerpo y su puericultura? En efecto, es la madre de un Yo (potencial), no
destino”]86 (calcado del título de Freud sobre las pulsiones), para ayuda a la vivencia humanizada de un sujeto
poner de relieve lo que allí está en juego, no en cuanto a un de­ Pero no digamos más por el momento. Aún quedan por des­
sarrollo, sino en cuanto a un destino (recordemos el alemán cubrir otros aspectos de la teorización winnicottiana sobre la fase
Schicksal). Lo cual es algo totalmente diferente: se puede hablar primordial del desarrollo -tal como él la promueve- que nos
(en psicología) del desarrollo de un Yo, pero sólo hay destino permitirán continuar con el presente debate y enriquecer una
-inscripto en una historia- para un sujeto. En este nivel asisti­ discusión que sigue abierta. Debemos seguir avanzando en lo
mos, sin lugar a dudas, a lo que orienta de una manera muy dife­ que explícita Winnicott. Hemos esbozado el movimiento prime­
rente las perspectivas principíales y los caminos de la teori­ ro, resta dar cuenta de su verdadero contenido.
zación.
Desde nuestro punto de vista, Winnicott se encierra a partir
de allí en una perspectiva desarrollista, que por otra parte es la
que él mismo reivindica, corriendo el riesgo (que él percibe me­
nos) de dar a su discurso un giro psicologizante, de virar hacia la
psicología. Porque, en efecto, es de temer que, lejos de sumarse
a Freud, como él da por sentado, mediante esa adjunción pri­
mordial que sería el tiempo del bolding, y lejos de dar el último
toque mediante el primario edificio de pensamiento bebológico
del psicoanálisis, Winnicott se aleja de él, e incluso se ausenta,
volcándose a un discurso psicológico.87 Psicología, psicólogo,
¿qué entendemos por estas palabras, en este contexto? Arries­
guemos una caracterización: el psicólogo es aquel que más o
menos excluye que haya un verbo que actúe en el niño, en la me­
dida en que éste no habla; dicho de otro modo, no hay signifi­
cante que opere antes del aprendizaje del lenguaje, de la palabra
hablada...
¿Cómo entonces podría ser de otro modo, en Winnicott,
cuando toda su elaboración se articula en torno a una madre

86. Como se lo propusimos en su momento. Véase 11C, pág. 63.


87. A menos, podríamos decir, que se le conceda, como último recurso, que
sólo pueda (y sólo haga) plantear, en psicología, las preguntas que le falta for­
mular al psicoanálisis (;?).
Capítulo 4
La ilusión

UN TIEMPO DE “FASE I”

La temática del desarrollo precoz nos coloca en el centro del


sistema de Winnicott y de lo que más le interesa, porque, sin
lugar a dudas, lo considera como su descubrimiento respecto de
lo que debe atravesar el bebé en las fases primeras de su vida. Al
respecto, distingue esencialmente dos tiempos, que surgen de su
análisis y que sistematiza como dicotomía fundamental. Presen­
témoslos como a él mismo le place proceder en algunas oportu­
nidades, a contramano de la cronología: en un segundo tiempo,
encontramos los preceptos freudianos clásicos, ordenados en la
vida pulsional y las relaciones interpersonales en torno al com­
plejo de Edipo. El tiempo primero,, por otro lado, corresponde a
la fase primaria de “dependencia absoluta”, cuyo carácter inédi­
to podemos mencionar, designándola “fase I” -tal como W inni­
cott la especifica en un momento como la del holding (por el
ambiente)-, con todos los elementos determinantes en potencia
que allí se alojan para el futuro.
Este es su aporte esencial: haber aislado la fase inaugural de
104 DOLTO / WINNICOTT 1A ILUSION 105

la experiencia -caracterizada por la dependencia del bebé de[ aUn cuando -como ya hemos comentado- Winnicott nos da po­
“ambiente”-, distinguiéndola de todo lo que sobreviene poste­ cas precisiones acerca de lo que permite esa superación, ese paso
riormente y que, de todas maneras, conservará la huella de ese sin embargo considerable y decisivo.
tiempo primordial. Lo importante entonces es señalar, en su Es importante, entonces, definir las adquisiciones que surgen
simplicidad tal vez engañosa, ese recorte en dos tiempos -an- ¡je esa fase I y que van a ayudar al infans a salir de la fusión am­
tes/después- que podemos abordar siguiendo una línea de sepa­ biental inicial (que implica ese tiempo primero). Esto nos con­
ración (y de transición) con ese tiempo primero, por una parte, duce a las tres series de preguntas siguientes:
y lo que sigue para el bebé, por otra.1
Pero, ante todo, puesto que se trata de una cronología, 1) ¿Cuáles son las características específicas de la fase I (llama­
¿cómo circunscribir mejor ese tiempo primero que hemos desig­ da primaria)? Ya hemos registrado que, en cuanto “ambien­
nado, para fijar las ideas, como “fase I”? Al referirse a este tema, te”, la madre desempeña el papel de sostén cuasi exclusivo.
Winnicott siempre se muestra preciso, evasivo y abierto, con 2) Pero, justamente, ¿cómo sale el bebé de esa dependencia
matices, consciente de la necesidad de tomar en cuenta las dife­ inicial que según Winnicott confina a la fusión (y cuál es,
rencias entre los casos particulares. Pero, para atenerse a lo esen­ entonces, a esos efectos, la función de la madre)?
cial, sitúa esta fase inaugural en la primera mitad del primer año, 3) Al salir de esa fase, ¿qué es lo que finalmente se concreta
pues considera que el giro se produce alrededor de los cinco o -que no lo estaba antes- y que por ende contrasta radical­
seis meses,23lo que podría corresponder al momento del destete.1 mente con las circunstancias vividas durante el tiempo pri­
Respecto de la cronología de lo que va a surgir luego en el plano mordial? ¿Cuáles son, entonces, en ese momento, las
de la individualidad emergente, será más impreciso. En efecto, lo adquisiciones del bebé?
que le interesa es aislar lo mejor posible esa fase primera en sus
comienzos, puesto que el segundo tiempo se supone debe remi­
tir a consideraciones clásicas, que se presumen muy conocidas. LAS ADQUISICIONES DEL BEBÉ.
Así, reúne en un todo mucho más indistinto cronológicamente INTEGRACIÓN
lo que sobreviene a continuación, que él sitúa entre los famosos
seis meses y la edad de caminar (y hasta la puesta en funciona­ Comenzaremos por este último punto. Porque puede parecer
miento del complejo de Edipo). una verdad de perogrullo pero, para retomar la presentación
Preguntarse por el sentido de la fase inicial (fase I) implica inversa a la que a veces recurre Winnicott, diremos que: todo lo
señalar lo que está operando allí, es dar cuenta de los procesos que comprobamos que se encuentra adquirido por el infans en
que se están cumpliendo y que dan paso a un “después”. Ya que las fases posteriores -después del destete, cuando el bebé co­
luego, después de esa fase inaugural, ya nada será como antes,4 mienza a caminar, etc.- revela por su importancia todo lo que al
comienzo no lo estaba (adquirido) y explica retroactivamente esa
dependencia para con el “ambiente”, por ejemplo, en la que
1. Por la línea de la bifurcación que hace aparecer de este modo, podríamos Winnicott insiste tanto.
sostener y profundizar la idea de que la concepción de Winnicott conlleva una
discontinuidad, mientras que Dolto es más “continuista”, si puede decirse así.
2. Véase PP, pág. 60.
3. Ibídem, pág. 232. tauración de una fase intermedia, en el nivel tradicional (por más que “el espa­
4. Al mismo tiempo que lo que relativizará un poco, este recorte será la ins- cio” transicional conlleve también un tiempo transicional).
106 DOLTO / WINNICOTT
LA ILUSIÓN 107

De uno de sus artículos fundamentales sobre esta cuestión del observador puede ver que un niño es un embrión de ser huma­
desarrollo -como Winnicott designa la salida de la fase origh
no, una unidad. De hecho, al año, la mayoría de los lactantes han
nal-, es decir, del texto sobre El desarrollo afectivo primario,s se alcanzado el estado de individuo. En otros términos, hubo inte­
deducen tres aspectos esenciales,56 a los que Winnicott no va a gración de la personalidad [...]; en algunos momentos y durante
dejar de referirse posteriormente y que describen lo que se cum­ algunos períodos, y en algunas relaciones, el niño de un año es
ple, debe cumplirse y debería cumplirse. Ellos son: 1) lo que él una persona total”.9 Por decisivas que se consideren esas defini­
llama integración (sobre lo cual volveremos en seguida); 2) el ciones, no podemos dejar de señalar la imprecisión de los térmi­
hecho, para el bebé, de estar psíquicamente alojado en su cuer­ nos empleados, cargados de diversas connotaciones heterogéne­
po, lo cual es llamado aquí personalización-, y por último, 3) el
as, sin que se precisen, sin embargo, sus articulaciones: yo,
acceso a la realidad, que incluye especialmente tiempo y espacio, persona, individuo, personalidad, etc.
también llamado realización, que corresponde al establecimiento Pero la dificultad puede acrecentarse aún más cuando nota­
de la relación de objeto.7 mos que, además de la integración y los demás aspectos indica­
Respecto de nuestro propósito, nos conformaremos con
dos más arriba que caracterizan la salida de la fase I, Winnicott
explicitar lo que se refiere a la integración, factor que el propio no duda en sacar de la galera de “su” fase inicial las consecuen­
Winnicott considera preponderante, en la medida en que es ca­ cias más diversas -y más considerables- respecto de lo que, a
racterístico de los procesos en juego. Este término designa que partir de allí, constituye el individuo humano. Así, por ejemplo,
el infans ha alcanzado un nivel de unidad individuada de y en la al mismo tiempo que llega a esa definición de la persona -llama­
persona, lo cual también supone alcanzar cierta apercepción da, por si fuera poco, “persona total”-, se supone que también
(¿reflexiva?) de sí, llegar al sentimiento de ser uno y estar en debe ponerse en funcionamiento una delimitación interior/exte-
condiciones de reconocerse como lo que aquí se llamó “persona rior, una estricta demarcación entre el conocimiento de un mun­
total”, si el término no parece (a los seis meses) prematuro. Pero do interior separado de un mundo exterior, más importante en
dejemos que Winnicott nos explique lo que entiende por ese
la medida en que Winnicott, de hecho, asocia a ella la dimensión
concepto central de “integración”: “En este período es cuando el
de la realidad psíquica, que se supone corresponde al interior.10
Yo pasa de un estado no integrado a una integración estructura­
“En la continuación del desarrollo aparece lo que podríamos lla­
da [...]. Numerosos progresos en el curso de esta fase de des­
mar una ‘membrana de delimitación’, que se confunde hasta
arrollo conducen al niño a lo que podríamos llamar ‘el estado de
cierto punto (en los casos normales) con la superficie de la piel;
unidad’. El niño se convierte en una persona de pleno derecho,
se sitúa entre el ‘yo’ y el ‘no-yo’ (me, not me) del niño. Así, el lac­
en un individuo”.8 Y también: “Desde el mismo comienzo, el
tante llega a tener un interior y un exterior y un esquema corpo­
ral.”11 Cabe observar que Winnicott deja de lado algunas dificul­
tades no obstante inherentes a los temas centrales que pone de
5. En inglés, Primitive Emotional Development, PP, pág. 57. manifiesto, allí donde todo el avance del psicoanálisis habrá con­
6. Indiquemos, desde ya, que en otros textos descubriremos a veces otros sistido en dar a tales nociones (en especial esa delicada cuestión
elementos que vienen a agregarse a éstos. También sucede que estos tres se
enuncian de un modo un poco diferente; pero fundamentalmente, el esqueleto
sigue siendo el mismo, según esta base ternaria. Véase por ejemplo PM, pág.
13 y sigs. 9. Ibídem, pág 313.
7. PP, pág. 60, Le bebé et sa mere, ob. cit., pág. 61.
10. Véase PM, págs. 53 y 62.
8. PP, pág 366. 11. PP, pág. 367.
108 DOLTO / W INNICOTT LA ILUSIÓN 109

de interior/exterior) la complejidad que les es propia, más allá de pone en funcionamiento -pero, ¿cómo?- “la unidad del psiquis-
aquello que falazmente podríamos percibir como evidente... ,no” al mismo tiempo que “el psiquismo individual se aloja en el
Así, lo menos que se puede decir es que Winnicott nos da cuerpo
muy poca información sobre lo que permite la realización de esa El esquema en cuestión se divide en tres estadios. El primero
integración -que él se vanagloria de haber puesto de manifiesto- presenta una serie de puntos dispersos en un plano, que repre­
que, sin embargo, se considera crucial (puesto que su resultado sentaría la no-integración primaria. A continuación, algunos de
debe ser la unidad del bebé). En efecto, Winnicott se contenta, estos puntos-elementos aparecen reunidos en un círculo de líne­
en un razonamiento que da vueltas en redondo y se reduce a la as punteadas en una primera pseudoorganización. Finalmente,
pirueta de una racionalización tautológica, con explicarnos que en el tercer momento, la línea punteada se llena y se completa la
lo que esta integración nos enseña es que antes, en el tiempo ori­ imagen de la unidad del psiquismo que Winnicott postula.
ginario, había... ¡no-integración! Antes de la integración, pues, Esta hipótesis de la no-integración (primaria) llamará particu­
el infans estaba... no-integrado, es decir, era un bebé aún no larmente nuestra atención cuando se trate de medir clínicamente
coordinado (no nos atrevemos a decir que en piezas sueltas).12 sus incidencias concretas, ya sea que se reproduzcan, se recons­
Es decir que, inicialmente, el niño se presenta de este modo, o truyan o se vuelvan a encontrar más adelante. Esto corresponde
justamente no se presenta en verdad como tal, puesto que se en particular a todo lo que Winnicott expresa esta vez en térmi­
relaciona con elementos no coordinados, no ensamblados, con nos de disociación, es decir, todo lo que hace -también de manera
“núcleos” atomizados, dispersos, un término que remite (como normal- que el niño no sepa por ejemplo que él es el mismo
precisa Winnicott en su momento) a la concepción de Glover cuando está tranquilo o cuando grita (ni que la madre es la mis­
acerca de los núcleos del Yo.13* ma), o según si está dormido o despierto, o si sueña o no, etc.15
Sin embargo, a falta de una explicación plenamente satisfac­ Más adelante volveremos (al final de nuestro recorrido) sobre
toria, Winnicott nos deja con un cuadro que retrospectivamente las implicaciones clínicas centrales que revisten estas notas de
resulta sobrecogedor, el dé la vivencia espantosa que se deriva de Winnicott. Pero, por ahora, intentemos retomar el hilo de nues­
ello para quien experimenta esa no-integración, a saber, el tra progresión comparativa, pues lo que queremos es hacer que
infans: bebé al comienzo atomizado en diferentes elementos dis­ se encuentren, junto con los dos bebés, las elaboraciones teóricas
persos de su ser, sin que esos “núcleos” dispersos (puesto que la de sus respectivos creadores, Winnicott y Dolto.
unidad aún no se ha dado) estén coordinados justamente en el
sentido de una unicidad personal. El propio Winnicott, para dar
más fuerza a la imagen de “no-integración primaria” que sugiere DOLTO / FREUD
esta idea, presenta un esquema de ella que retoma la noción de
elementos primero dispersos que vienen a sumarse en cuanto se Ya hemos señalado que, si bien Dolto se coloca de modo más
directo en la línea de los desarrollos de Freud -particularmente
en lo que se refiere al marco cronológico-, existen, sin embargo,

12. Es una manera de reconocer al pasar aquello de lo que hablará Lacan,


por su parte, en términos de “desmembramiento” (cuerpo desmembrado).
13. PP, pág. 124. Sobre este aporte teórico -que también inspiró á René 14. PP, pág. 195.
Spitz: De la naissance a la parole, París, PUF, 1968, pág. 78-, véase Glover, 15. Ibídem, pág. 65. Sobre las distinciones integración/desintegración y
Edward (1969): La naissance dtt Moi, Toulouse, Privat. disociación, véase la carta a Masud Khan, Lettres vives, ob. cit., pág. 184.
lio DOLTO / WINNICOTT LA ILUSIÓN

otros aspectos a través de los cuales se aleja de manera significa, que, del lado doltoiano, si hay alguna forma de “no-integración”
tiva de la referencia freudiana. Además de su forma de ampliar el _y cualquiera sea su posible incidencia-, ésta sé encuentra, al
espectro del tiempo primordial, hay un elemento fundamental al menos en principio, siempre ya neutralizada, neutralizable, a tra-
que ya hemos hecho alusión: que mientras que Freud (al igual vés de la potencialidad simbolizadora (de la que son portadoras
que Winnicott, de hecho) sitúa los datos en términos de objeto, las instancias tutelares); comenzando por el efecto de la nomina­
Dolto se expresa de un modo completamente diferente, orien­ ción, en particular del nombre de pila (sobre lo cual Dolto insis­
tando su perspectiva conceptual de conjunto respecto del sujeto, te suficientemente), que da testimonio, a través del poder del
del devenir-sujeto, en el sentido que ya hemos visto que le da a verbo, de una integración -si es que conservamos el término- ya
ese término. Es decir - y no está de más que volvamos a insistir presente en potencia. Siempre hay (en el mejor de los casos) una
en ello- que, si bien ella analiza el desarrollo primordial según integración significante, simbolizada por la palabra, en funciona­
una diacronía freudiana, no por ello deja de caracterizarlo, al miento (y sin que se encuentre nada equivalente en Winnicott).
reposicionarlo en la diada, como una relación de palabra, inmer­ Y con razón, puesto que es precisamente allí donde él falla en
sa en el lenguaje. Ya lo hemos explicitado en el capítulo 2: el dar cuenta de aquello que, justamente, permite producir dicha
devenir del bebé se piensa ante todo como relación de palabra integración (pues no ve que su motor es inevitablemente signifi­
con la madre. Y es lo que hace, pues, que no se haya hablado cante, para por último conducir a la asunción de un “Yo” [/c]).
tanto de integración (a la manera de Winnicott), como de subje- En sus propios términos: allí donde la palabra falta, no vemos
tivación (o de simbolización). qué es lo que finalmente permite alcanzarla. Sin duda, W inni­
Muy probablemente podamos encontrar en Dolto un eco -al cott toma en cuenta en su momento esta dimensión del Yo ]Je],
menos clínico, descriptivo- de la idea winnicottiana de una “no- e incluso del “Yo soy” \Je suis\, pero sin pensarlo como un Yo
integración primaria”. También para el bebé Dolto, los elemen­ que habla o un Yo hablado.17
tos de vida al comienzo están separados, son discordantes, cuan­ Entonces, si Dolto, quien no ignora los riesgos extremos (de
do no están dislocados, y-no encuentran su posible completud naturaleza psicótica) propios de esos tiempos primordiales de la
sino a través de la madre. Pero es una madre que habla, no una vida del recién nacido -en este punto, más bien confirma a W in­
madre-ambiente. Es una madre que es un sujeto (deseante) y no nicott-, no elabora un cuadro similar -vale decir, lo que la llevó
sólo un objeto que preside el ambiente, un objeto entre los obje­ a suponer un ambiente con madre suficientemente buena, ade­
tos. Por supuesto, esto es lo que cambia todo y modifica la juga­ cuación cuasi perfecta, etc.-, es porque dispone de otras herra­
da, teórica y práctica. Y, por ejemplo, lo que explica que no mientas de análisis, diferentes de las que reducen el entorno del
encontremos en Dolto, respecto de la no-integración -si admiti­ niño a un ambiente. O por lo menos éste -volvemos una vez más
mos esta noción-, el discurso alarmista, catastrofista que sí halla­ a esta observación esencial- tiene desde un comienzo en Dolto
mos en Winnicott acerca de los riesgos (que, por lo demás, si­ un valor simbolizador. La orientación simbolizadora está allí
guen siendo oscuros) de las “intrusiones” del ambiente.16 ¿Y por
qué no existe en ella esa misma tonalidad (si no nos contentamos
con dar cuenta de su supuesto optimismo inveterado)? Es por­
debe proveerle todo, para todo? O ¿qué diferencia hay entre una intrusión
(nefasta) y una intervención materna activa (absolutamente necesaria)?
17. Así, precisa: “es solamente más adelante cuandu pI lactante, si supiera
16. Pues, de hecho, ¿en qué se supone que la madre “suficientemente hablar, diría ‘Yo soy’. Le bebe'et sa mere, ob. cit., pág. 8-1; .éase también Dépri-
buena” no debería “inmiscuirse” en el ámbito de su hijo, cuando se supone que vation et délinquance, ob. cit., pág. 132.
112 DOLTO / WINNICOTT
LA ILUSIÓN I I3

presente -presentifícada por la madre- y es capaz de operar la y si volvemos entonces a Winnicott, Já¿¡',qusta-
función de reconocimiento que coloca al sujeto en el universo mente, con... lo que no toma en cuenta,! |§Btki¿ésé apara­
del símbolo. Esto no alcanza para prevenir toda no-integración taje simbólico, casi por completo ausent r í a concep­
fragmentaria -ya que la patología también puede transmitirse a ción formal. Lo cual nuevamente explica,1 to s, no sólo
través del significante-, pero es un elemento estructuralmente las características, sino también las debilií i| é s^ e h ”f>ocas pala-
necesario, que en principio otorga existencia simbólica al infansJ •V:••Í/N
:W:2/T>__ _____
¿ras, las carencias de su sistema de pensamién^^^ómo proce­
allí donde, en Winnicott, éste es casi inexistente o al menos sólo der si lo simbólico no está allí para dar vida^al Debí? ¿Si sólo hay
existe por intermedio del sostén “absoluto” que por un tiempo le un simple ambiente reducido a una materigj4^d!(|^jetal? Como
asegura ese ambiente materno objetalizado. Si no, no es nada. hemos dicho, en ese instante el bebé está como poruña (re)ani-
¡Entonces Winnicott tiene fundamentos para decir que no exis­ macíórTprotética, de esa prótesis que es sh'líladte par*1 él, gracias
te! De modo que esos elementos de simbolización que son esen­ a la cual todavía vive indirectamente, puesto que está umbilica­
ciales desde la perspectiva de Dolto no pueden sino faltar seria­ do, fusionado con ella. jlfiÓ -Ó T„
mente en Winnicott, puesto que están ausentes de su discurso. ¿Y cómo, además, saldría de esa fusión si la palabra no sólo no
está presente, sino que tampoco adviene nunca? Porque el pro­
pio Winnicott insiste en ello en un momento. Ese estadio pri­
CASTRACIÓN “SIMBOLÍGENA” mordial, al que concede una decisiva importancia inaugural, es
un estadio sin lenguaje, donde ningún aspecto de la palabra
Hay otro elemento que da cuenta de la especificad de la des­ puede valer de manera inteligible para el bebé. Así, en el mo­
cripción del desarrollo que nos presenta Dolto. En efecto, si bien mento de explicar el término inglés infant, traducido al francés
ella retoma la evolución clásica de la cronología libidinal ffeudia- como “nomrisson” [“lactante”], afirma: “El término latino impli­
na, no se ha dicho lo suficiente que lo que para ella es importante, ca ausencia de lenguaje (in-fans: que no habla) y no es en vano
contrariamente a lo que piensan sus detractores (que un poco rá­ considerar esa época como el estadio anterior a la representación
pidamente estigmatizaron esta supuesta “psicogénesis”), no es mediante la palabra y a la utilización de los símbolos verbales. En
tanto la sucesión de los estadios en su programación supuesta­ consecuencia, se trata de una fase donde el lactante depende de
mente lineal, sino más bien la operación que permite pasar de un los cuidados maternos, que descansan más en la empatia de la
estadio a otro, en virtud de lo que ella llama “castración simbólica” madre que en su comprensión de lo que se verbaliza o podría
o, mejor dicho, “simbolígena”. No volveremos aquí en detalle verbalizarse”.19 Y también: “En este estadio, no es necesario
sobre esta temática, que solamente permite confirmar la dimen­ tener el uso de palabras y, de hecho, la aprobación y la desapro­
sión significante con la que Dolto enfoca esta descripción primor­ bación [se trata de un artículo sobre “moral y educación”] pue­
dial, hasta hacer de ese recorrido no tanto un “desarrollo” -¡pero den ser significadas a una persona sorda, o al lactante, en un esta­
entonces en sentido fotográfico!-* sino más bien una historia, la dio muy anterior a los comienzos de la comunicación verbal”.20
historia (subjetiva) de un sujeto infans sometido a los avatares y a
las vicisitudes de una vivencia eminentemente relacional.18

18. No retomo aquí el otro punto que sin embargo también merecería ser
analizado: el acento que Dolto pone en el cuerpo.
* El autor juega aquí con la polisemia de las palabras déroulement y dévelop- 19. PP, pág. 361.
pement (“desarrollo” y “revelado”). [N. de la T.] 20. PM, págs. 61-62.
114 DOLTO / WINNICOTT
LA ILUSIÓN I 15

No se puede ser más claro. Para Winnicott, ese mundo de lo


madre-ambiente. ¿Cómo puede salirse de él si no tiene -si noso­
primordial es un mundo desprovisto de calidad verbal, aunque
tros no tenemos a nuestra disposición para dar cuenta de ello, ni
sea potencial (a través, por ejemplo, de la palabra que se le dirige
a su disposición para operar esta salida- el instrumento de la
al niño, que aquí nunca se menciona). Por lo tanto, no contem­
simbolización en el lenguaje y mediante la palabra? El propio
pla, por supuesto, que la palabra pueda tener un papel activo, en
Winnicott plantea la cuestión: “queda por estudiar -dice- de qué
oposición a Dolto, que subraya su incidencia esencial. En esta
manera el Yo del lactante se libera finalmente del sostén que le
etapa primordial, Winnicott se dedica, muy por el contrario, a
aseguraba el Yo de Iajnadre, de modo que el niño logra despe­
negar toda operatividad verbal, cualquier forma de eficacia lin­
garse de ella en el plano mental, es decir, diferenciarse en un Self
güística. Al punto de que el lactante es muy poco diferente del
personal separado”.23
sordo, lo cual, después de todo, es bastante lógico, si la propia
Pero responder a tal pregunta para él no podría consistir en
madre es esencialmente muda y sólo se identifica con su hijo
operar -como es el caso desde un comienzo en Dolto- a través de
sobre la base (empática) de lo que ella misma fue como infans...
las vías simbólicas, por la simple razón de que aquí están ausentes
Nada puede, pues, asegurarle un sustento simbólico al niño, por
(podríamos decir “forcluidas”). En estas condiciones, ¿cómo sale
ende librado a una ley material de todo o nada (cuidado o caren­
el bebé Winnicott de esa fusión con su madre-ambiente para
cia), cuya realidad última es, de hecho, la de la necesidad, aunque
convertirse en algo distinto de un individuo-ambiente y advenir a
se la llame “necesidad del Yo”, suponiendo que eso pueda querer
un sí mismo, en cuanto “S e lf, dice (más arriba) Winnicott?
decir: necesidad de que advenga un Yo (pero es ante todo el de
Como sabemos, las explicaciones de Winnicott suelen ser
la madre, cuando “la inmadurez de Yo es compensada de manera
insuficientes cuando describe las modalidades de superación de
natural por el soporte del Yo que ofrece la madre”).21
un estado a otro. O bien nos faltan elementos de descripción
Es decir que no encontramos nada aquí de lo que, en el enfo­
precisos, o bien -como sucede con frecuencia- Winnicott se
que doltoiano-lacaniano, constituirá la puesta en funcionamien­
expresa de un modo tautológico, como hemos podido ver res­
to significante del deseo. Nos situamos con Winnicott en una
pecto, por ejemplo, de los beneficios (¡numerosos!) que, al ser
perspectiva por completo diferente, a saber, una manera de
adquiridos por el infans al final de la primera fase, dan testimo­
orientar el psicoanálisis en un camino más conforme a una visión
nio de esta salida. Así: no había unidad, a partir de ahora hay
etológico-pragmática del devenir humano en su emergencia pri­
una; había no-integración, hay integración; se deduce de allí una
mera. Estamos lejos de las fórmulas de Lacan: “el inconsciente
demarcación entre un interior y un exterior, que signa la existen­
es que el humano esté habitado por el significante”.22 En todo
cia de una realidad interior.2,3 “El niño —confirma W innicott- ya
caso, es algo totalmente diferente.
se ha convertido en una persona con una membrana que lo limi­
ta, con un interior y un exterior.”25 Asimismo, el niño accede a
SALIRSE (DE LA FUSIÓN)
la realidad objetiva. Etcétera. Todos estos avances son en verdad
considerables, pero en lo que se refiere a determinar exactamen­
Entonces, por supuesto, se plantea la cuestión de saber cómo te mediante qué procesos se realizan, no se nos dice casi nada.
sale el bebé Winnicott de ese estado de fusión con su buena

23. PP, pág. 362.


21. PP, pág. 329 [el subrayado es de Winnicott].
24. Ibídem, págs. 171 y 201.
22. Lacan, Jacques, Écrits, ob. cit., “El seminario sobre la carta robada”.
25. Ibídem, pág. 239.
116 DOLTO / WINNICOTT
LA ILUSIÓN I 17

Winnicott plantea que se producen y nos pide que nos contente-


que se relaciona con lo que él llama ilusión. Lo que va a ser con­
mos con esa afirmación tautológica, circular. ¡Circulen, no hay
cebido (y favorecido, motivado) como “ilusión” es el hecho de
nada (más) que saber! que { que la madre mantenga a su bebé... en la ilusión, justamente, en
Y, sin embargo, tanto por su número como por su implican­ la il la ilusión de que lo que ella le prodiga es, al mismo tiempo, cre­
cia, esas adquisiciones son de una importancia central. Así, el ado i ado, producido por él. Esta temática también se presenta según
bebé ahora está “integrado”, es decir que adquirió el sentimien­ la n Ja modalidad antes/después, ya que a la ilusión (que caracteriza
to de unidad, se convirtió en una persona total (¿qué es?, casi no la fH la fase primordial) debe suceder -como se habrá adivinado-... la
se nos dirá), capaz de percibir a los demás - y ante todo a la des desilusión. Y en cuanto al motor de esa ilusión primaria, tampo­
mamá- también como personas totales; además, va a acceder a la co co nos sorprenderemos, pues, de volver a encontrarnos con el
realidad, a alcanzar la objetividad (a expensas de la “subjetividad” Pcrl personaje de la madre. Así el círculo viene a cerrarse.
anterior), etc. Pero no objetemos que eso ya es bastante, y en tan
Pero antes de profundizar en este tema, quisiéramos tomar­
poco tiempo, para un ser tan pequeño, salido de su nada, de su n o :£ nos el tiempo de explicitar lo que nuestro punto de vista hace
breve existencia previa... api aparecer. La idea general que aquí deseamos destacar -nuestra
Pues, por si esto fuera poco, cuando antes era -involuntaria­
hipótesis de lectura (a verificar, por lo tanto)- es que si W inni­
mente, a su pesar- un tirano agresivo y cruel para con su madre, coi.
cott está compelido a lanzarse en tal aparato conceptual -y
pasará a convertirse, como veremos (en el próximo capítulo), en ahL
ahora, para terminar, aquel que sobreañade también la noción de
un ser capaz de “solicitud”. Impresionante, se dirá. Y todo en un ih-i |
ilusión-, es justamente porque carece de los elementos teóricos
período muy corto, puesto que realiza tales proezas en el tiempo reí
relacionados con lo simbólico, que le habrían permitido evitar
que lo conduce hasta la edad de caminar. Pero, una vez más, ese peso, no siempre muy convincente, por si fuera poco, en su
Winnicott nunca nos informa sobre la manera en que se produ­ resorte explicativo. Dicho de otro modo, la laguna esencial en el
cen esas transformaciones esenciales, salvo a través de cierta in­
sistema de pensamiento de Winnicott que creemos discernir,
manencia no formulada ...26 Y, en todo caso, sin situar allí la
debida al hecho de no considerar en su lugar la instancia de la
parte que le toca al verbo... pa
palabra, explica según nosotros que éste se vea conducido tam­
bi#
bién a ese nuevo desarrollo -de la ilusión que vuelve a poner en
es
escena la instancia de la madre-, un desarrollo central, una vez
U N A MADRE ILUSIONISTA m#
más, puesto que va a llevarlo hasta el hallazgo del objeto transi-
ci^.
cional, o del área transicional. Tales concepciones, por célebres
¿Tal vez parecemos exageradamente severos con el Dr. W i­ q' que hayan sido, no hacen entonces para nosotros, desde una
nnicott? Que esto no nos disuada, sin embargo, de seguirlo
perspectiva doltoiana, sino señalar la falla conceptual que inten­
cuando nos proponga otra manera de observar el conjunto de la
tan paliar, pero que tampoco llegan a velar (sino que más bien la
cuestión -la de ese tiempo primario del desarrollo-, reconside­ revelan).
rándolo desde un nuevo ángulo que, aunque no lo parezca, va a
Desde este punto de vista, nuestra crítica insistente sigue
dar lugar a toda una prolífica ramificación de su enseñanza y
siendo fundamentalmente la misma: es salteando la cuestión del
sujeto (del sujeto de la palabra), no percibiendo el aspecto sim­
bólico de la subjetividad, como Winnicott se embarca con la
26. Volvemos a encontrar una enumeración de ese tipo en PP, pág. 366 y madre del bebé en un asunto que ya sólo se trata en términos de
sigs.
objeto, o de objetivación, puesto que la propia madre en primer
LA ILUSIÓN I 19
I IB DOLTO / WINNICOTT

lugar se ve reducida a esa sola condición (¡que ahora la conviert Winnicott ignoraba demasiado la potencia humanizante del
en una “ilusionista”!). Y desde este punto de vista, el tema de * verbo, no por ello deja de saber cómo usar (sobreabundante-
ilusión podría venir a dar el último toque a lo que (para tíos mente) en sus declaraciones las resonancias subrepticias del...
otros) tiene de criticable la perspectiva de conjunto de Winn¡ adverbio. Podríamos multiplicar a gusto las citas. Por ejemplo
cott. las que justamente se refieren a la ilusión: “Asegurar la falta gra­
Pues cuando retoma todo el escenario primordial, según 10 dual en la adaptación es una de las características de la función
que apunta a introducir como inédito el tema de la ilusión, tro- materna”.29 “La madre finalmente tendrá como tarea desilusio­
pezamos con la misma ligereza desconcertante para dar cuenta nar al niño progresivamente”.30 ¿Cómo se realiza esa tarea se­
de lo que viene a poner un término a la configuración fusional guramente crucial? Ya nos lo han dicho: progresivamente. T o­
de la situación primordial, es decir, de lo que finalmente permite do lo que sabremos de ese desilusionamiento, que la madre
al infans abrirse una salida. La pregunta (insistente) sigue siendo debe poner en funcionamiento (después de que ha acunado a su
la misma: ¿cómo hace el bebé para llegar a diferenciarse (de su bebé -hay que decirlo—en la ilusión), es ante todo que procede
madre)?, ¿cómo encuentra el camino de la diferenciación subje- “a medida que”, progresivamente, es decir: \gradually\
tivada? Las explicaciones de Winnicott son ante todo lacónicas y Y cuidémonos de ironizar, pues no se trata aquí de conside­
esquemáticas, del tipo: allí donde había indiferenciación, progre­ raciones menores. Muy al contrario, puesto que esto viene a
sivamente se produjo la diferenciación. El siguiente fragmento abrir todo un otro aspecto central de la enseñanza de W inni­
entre muchos otros, es un ejemplo característico: “La madre cott, e incluso, el que contribuyó a su renombre: la delimitación
suficientemente buena es una persona que se adapta de modo de la noción de área transicional (o espacio transicional). Así,
activo a las necesidades del niño; esta adaptación va disminuyen­ insiste, “los objetos transicionales y los fenómenos transicionales
do a medida que se desarrolla en el niño la capacidad de hacer pertenecen al reino de la ilusión”,31 “la ilusión que es un hecho
frente a una falla de adaptación y tolerar las consecuencias de la universal en el campo de la experiencia vivida por el ser huma­
frustración. [...] La madre suficientemente buena [...] comienza no” 32
por adaptarse casi por completo27 a las necesidades del niño; a Es imposible retomar aquí en su conjunto esta vasta cuestión
medida que pasa el tiempo, va adaptándose progresivamente de lo “transicional”. Nos alcanzará con aislar de qué manera
cada vez menos, según la capacidad creciente que adquiere el Winnicott lo logra ahora por la vía de lo que él designa como
niño de acomodarse a esta carencia materna”.28 “ilusión”. Para comprender el proceso, tenemos que referirnos
Es muy simple: así como el bebé, que al comienzo estaba en una vez más al tiempo —al que todo nos lleva de vuelta, puesto
estado de no-integración, accede más adelante a la integración, que todo procede de allí- de la fase primordial. Sabemos que la
ese mismo bebé, que estaba no-diferenciado, se convierte luego madre -suficientemente buena, como se debe, pero como lo son
en diferenciado. Era lo que se quería demostrar. Pero, ¿cómo casi todas según el Dr. Winnicott—33 asegura a su bebé su inde-
ocurre esto? “A medida que”, “gradualmente”, “progresivamen­
te . Estas son las expresiones y adverbios que hacen las veces de
29. Ibídem, pág. 139 (el subrayado es de Winnicott).
explicación (y que por lo tanto nos dispensan de ellas). Si bien
30. Ibídem, pág. 181.
31. Ibídem, pág. 18S.
32. ídem.
27. En otra parte, se dice que debe ser “perfecto”. 33. Que así parece querer y cultivar, a lo largo de toda su obra, el sueño de
28. PP, pág. 180. una “mamá buena”.
120 DOLTO / WINNICOTT LA ILUSIÓN 121

fectible sostén ambiental. Al principio satisface sus necesidades qUe constituye la preocupación materna primaria y lleva a su
del modo más adecuado posible. Pues “el amor que la madre da quenó ál hechizo de la ilusión que produce para él. Y que,
a su hijo y su identificación estrecha con él hacen que perciba jejos de disipar, ella debe ante todo sostener. Decididamente, al
sus necesidades al punto de que ella le ofrece algo más o metios comienzo hay en Winnicott la idea de una suerte de mítica colu­
en el buen momento y en el momento deseado”.34 ¿Qué es 10 sión imaginaria, que hace que, al precio de esa inocente (¿?)
que pone en funcionamiento al actuar de ese modo?, ¿qué es 10 locura nativa, el objeto no esté perdido (puesto que, por el con­
que contribuye a instaurar, animada como está, y como se debe trario, incluso se pone en funcionamiento, gracias a los buenos
por su “preocupación materna primaria”? Ella produce - y éste cuidados de la madre, la idea mágica de que él sea “creado”). En
es el nuevo elemento descriptivo que aparece aquí- la ilusión 3$ un principio, pues, no hay una pérdida, sino -como para paliar­
a saber, que el niño cree que ha creado el objeto que en realidad la- una suerte de ardid, y estamos tentados de decir: una menti­
ella le presenta. “Al comienzo, como la madre se adapta casi al ra estructural, que Winnicott parece considerar necesaria (y uni-
cien por cien, permite que el niño tenga la ilusión de que su
seno forma parte de él. El seno está, por decirlo de algún modo Cierto es que no podríamos encontrar nada equivalente en
bajo el control mágico del niño. Lo mismo se aplica a todos los Fran?oise Dolto, que más bien le reconocía al lactante, en una
cuidados maternos en general, durante los períodos de calma línea freudiana, la capacidad de alucinar. Pero la ilusión winni-
que se intercalan entre los períodos de excitación. La omnipo­ cottiana es, parece ser, algo diferente de la alucinación.37 Y no
tencia está muy cerca de ser un hecho de la experiencia vivida”, podríamos imaginar a Dolto haciéndose eco de esta manera de
Pero luego la madre deberá reducir esa ilusión mediante un formular las cosas, en la medida en que, de una manera u otra, se
‘desilusionamiento” del que sólo sabemos que será... progresi­ trata después de todo (con la ilusión) de que el niño es abusado
vo: “La madre finalmente tendrá como tarea desilusionar al (aunque sea por una buena causa), mientras que ella insistió
niño progresivamente, pero no lo logrará sino en la medida en tanto en el valor de la verdad producida en y para el niño, la ver­
que sepa darle ante todo posibilidades suficientes de ilusión”.36 dad que se dice en la palabra que se da. Ahora bien, aquí, de
Esto constituye, en efecto, un impresionante programa. parte de Winnicott, sólo se trata de objetos, de manipulación de
objetos (handling). ¿Cómo podría entonces verse disipada la ilu­
sión, por un lado, si al menos por un tiempo se la piensa benéfi­
¿ILUSION O VERDAD? ca y, por otro, si uno no dispone de los instrumentos que permi­
DOLTO Y LO TRANSICIONAL ten disolverla, a través de la palabra verdadera?
La ilusión no podrá entonces sino prosperar entre la madre
Detengámonos un instante en esas “posibilidades suficientes (o padre) y el niño. ¿A qué precio y hasta cuándo? ¿Al precio de
de ilusión”. Porque, si lo pensamos, dan cuenta de esa especie de qué sobrevaloración objetal? Porque no es por azar si este tema
pequeña locura de a dos que viven madre e hijo^Winnicott insis­ de la ilusión, al principio introducido de modo lateral, va a abrir
te en ello: la madre está completamente librada a la locura obfe- las puertas, como hemos dicho, a todo un campo considerable de
la elaboración posterior de Winnicott, a saber todo lo que recu­
bre el vasto campo de lo transicional. Pues el objeto llamado
34. PP, pág. 192.
35. Ibídem, pág. 66.
36. Ibídem, pág. 181. 37. Aunque Winnicott llega a intentar relacionar una con otra.
122 DOLTO / WINNICOTT LA ILUSION I 25

transicional viene a tomar la posta y a perennizar la ilusión, la para utilizar la ilusión, sin la cual no es posible ningún contacto
ilusión del objeto, el objeto ilusorio (cuando el sujeto nunca es entre el psiquismo y el ambiente”.45
reconocido). Y al alimentar la ilusión respecto del objeto, ¿no es Aquí es donde interviene el objetotransicional o área transicio­
también el sujeto quien se encuentra escamoteado? Pregunta nal, qué"éonstitúye un nuevo desarrollo del tema de la ilusión.
crucial, sabiendo que Winnicott va a extender ese registro de lo Winnicott nos lo indica muy claramente: “Si, en lugar de la pa­
transicional (no... transitorio, por lo tanto) llegando hasta a in­ labra ‘ilusión’, tomamos el pulgar o el pequeño trozo de manta o
cluir allí los hechos más sublimados de la cultura... ¡Es como bien la muñeca de trapo [...], se entiende entonces lo que inten­
para preguntarse si algún día podremos (e incluso el bebé) salir- té describir, por lo demás, con el término de objeto transicional.^
nos de ello! No podría decirse más claramente: a la ilusión sucede el objeto
Volvamos un instante a reflexionarlo qué consiste la ilusión. transicional, que es su avatar secundario. Al punto de temer no
Se relaciona, como hemos dicho, con que el bebé pueda tener... haber salido nunca de la ilusión (la ilusión de que se pueda pres­
la ilusión de que él es, por su sola necesidad, cuando no también cindir de lo simbólico). Al retomar el problemajm su conjunto,
su intención demandante (si no experimenta ninguna carencia), Winnicott sostiene: “Ya desde el nacimiento el ser humano
quien está en el origen del objeto, el cual le es otorgado como de es el blanco de la cuestión de la relación entre lo que es percibi­
manera mágicamente anticipatoria (y lo confirmaba él, al infáns, do objetivamente y lo que se concibe subjetivamente. El indivi­
en una posición de omnipotencia). Observamos que el objeto duo sólo podrá resolver este problema sanamente si la madre
resurge de ello como inmerso en una ubicuidad relativa, donde hizo que tuviera un buen comienzo. El área intermedia a la que
es a la vez como una emanación propia del niño -cuasi alucina- me refiero es el área concedida al niño que se sitúa entre la creatividad
toria- y, por otra parte, algo que pertenece, al contrario, a la rea­ primaria y la percepción objetiva basada en la prueba de realidad”.47 Y
lidad exterior. No es ni uno ni otro ni ambos a la vez (y a conti­ a continuación: “Los fenómenos transicionales representan los
nuación vamos a encontrar mucho esta idea a prbpósito de lo primeros estadios de la utilización de la ilusión sin la cual un ser
que hace a la esencia de lo transicional). Digamos que, en efecto, no atribuye ningún sentido a la idea de una relación con un
se encuentra “entre los dos”, pues se trata de lo que Winnicott objeto percibido por los demás como exterior a él”.48
también llama “realidad compartida con momentos de ilu­ El mensaje es claro: el objeto transicional, que sucede a la ilu­
sión”.38*Dicho esto, dicha ilusión fundada en la dualidad (o du­ sión -cuya oportuna necesidad saludamos-, es aquello mediante
plicidad) del objeto -pero que también puede evocar una manio­ lo cual se volverá posible el acceso a la realidad objetiva. Y, sin
bra fomentada por sujetos- recorta exactamente lo que ya se embargo, hay razones para preguntarse si, lejos de abrir a lo que
había dicho acerca de la madre: doble también, madre-objeto y nos autorizamos allí a designar como “la realidad”, esta apertura
madre-ambiente, a la vez ella misma y también como parte del al espacio transicional no es el signo de la perennidad de lo que
cuerpo del lactante, ofreciéndose a la ilusión de que ella es él y se llama ilusión. Pues si hay algo ilusorio, ¿acaso no es el objeto
de que él es ella, fusionados uno con el otro, puesto que “en el transicional? Incluido el hecho de ilusionarse, por ejemplo, con
estadio más primitivo el lactante y los cuidados maternales

45. Ibídem, pág. 192. Véase también CE, pág. 308.


38. PP, pág. 108. Véase también La nature húmame, París, Gallimard, 1990, 46. PP, pág. 192.
pág. 140 [ed. esp.: La naturaleza humana, trad. de Jorge Piatigorsky, Buenos 47. Ibídem, pág. 181 (el subrayado es de Winnicott).
Aires, Paidós, 1996]. 48. ídem.
126 DOLTO / WINNICOTT
LA ILUSIÓN 127

considerar que supuestamente hay un elemento “no-Yo” para el


niño, cuando vemos que el bebé se apega (¿se aliena?) a él que abre la ilusión -con la puesta en funcionamiento del área
¡como a una contigüidad cosificada del Yo! Y es justamente esto transicional- no hace sino prolongar aún más el plazo que retar­
lo cuestionable: ¿acaso de este modo el niño no está perdiéndo­ da la verdadera asunción subjetiva y diferir el reconocimiento
se, perdiendo también su Yo, con un objeto, sin poder acceder a del sujeto, puesto que todo ese campo transicional perenniza el
su identidad (subjetiva) propia? reino de la ilusión, al mismo tiempo que, sin embargo, nos dice
Y tal vez, una vez más, a falta de un encuentro significante que el bebé ya casi ha llegado al umbral de la objetividad (¿?).
verdadero con la madre. Señalemos que en los pequeños esque­ jq0 obstante, el objeto transicional no es lo que parece conducir­
mas que propone para ilustrar la ilusión, las dos flechas que ema­ lo del modo más directo, debido a que más bien encierra a ese
nan del niño y de la madre no se encuentran. Y Winnicott lo dice bebé en la ilusión de una seudocreación mentirosa.
claramente: “No hay intercambio entre la madre y el niño”.49 Es por ello que Dolto, al mismo tiempo que dice estar in­
¿Acaso no es lo más funesto de esta ilusión: que finalmente y fluenciada por Winnicott (¿pero en qué, estrictamente?), se
sobre todo nos engañemosmon un encuentro, una relación, que mantiene al margen de toda esa perspectiva llamada “transicio-
no ha tenido lugar? El objeto transicional sería entonces el signo nal”, el laurel teórico, sin embargo, de su antecesor.52 Pues si
tanto de la no-asunción de la identidad de sí mismo como de la bien ella también concibe una ilusión corporal primera, donde el
no-culminación de la relación significante verdadera con los bebé primero pueda engañarse (mientras elabora su imagen del
demás (mientras que Winnicott nos habla de “personas totales”). cuerpo), el poder de las palabras y del símbolo le parecen sufi­
No sería sino un engaño, un seudónimo, y en estos dos cuadros. cientes para que la madre, la madre-sujeto, la madre-Otra, pueda
Se entiende mejor, en contrapunto, la posición explícita de dedicarse a disipar las ilusiones de su bebé, cuando son falaces (y,
Dolto para con lo transicional, con el objeto transicional. Y, ya ciertamente, no a perennizarlas mediante la instalación sostenida
entonces, respecto de la ilusión. Sin embargo, hay algunos textos de un registro del engaño transicional).55
donde recorta esta temática, aunque más no sea respecto de la Conservamos, pues, la impresión de que si en Winnicott está
pertenencia del pecho. El pecho, ¿de quién es? Dolto decía que todo ese rodeo teórico por lo transicional es porque no dispone
la leche que toma el bebé le pertenece.50 Y muy probablemente de la herramienta conceptual, metapsicológica, que en Dolto
a partir de tales notas reconocería que podría haber allí cierta implica recurrir estructuralmente a una función simbólica inna­
inevitable confusión ilusoria;51 pero sin por ello conceder tal ta.54 Y esto es así al punto de llegar -como teórico- a dotarse de
valorización a la figura de la ilusión (en su caso, se intentará más un objeto (conceptual) transicional... El objeto transicional es el
bien disiparla, por y en la palabra, para designar allí, en verdad, objeto transicional (teórico) de Winnicott (quien, en efecto, sólo
el lugar del sujeto). dispone de un pensamiento del objeto). Es así como más adelan­
En Winnicott, tenemos la impresión de que todo aquello a lo te llega a encontrar -y, nuevamente, en la medida de lo posible-
el camino del símbolo, del cual ignora que opera de entrada (y

49. Ibídem, pág. 182.


5 0 .1IC, pág. 100 y sigs. (una página donde Dolto menciona además la ilu­ 52. Véase Incomcient et destins, París, Le Seuil, 1988, cap. 6, pág. 133.
sión, ¡pero para convertirla en el signo de un destete fallido! Véase también 53. Aunque en Winnicott sea -evidentemente- la madre quien también
IIC, pág. 60 (respecto de chuparse el dedo). procura el objeto transicional del bebé.
51. Sobre la cual, recordémoslo, Lacan erige, por su parte, la noción de 54. Allí donde el propio Winnicott sólo podría poner en juego una “elabo­
“objeto de". ración imaginativa", generadora del fantasma. Véase La miture humaint, ob.
vi*., cap. IV.
128 DOLTO / WINNICOTT LA ILUSIÓN 123

ya desde el nacimiento). Es también porque pone la ilusión de la jgpenden uno del otro y no pueden ser desenredados”,39 puesto
plenitud y de la sutura en el lugar exacto donde, por buena que flUe el lactante está “en un estado de fusión completa con la
fuera la mamá, se trataría más bien de reconocer el lugar de la madre”.*
falta (para su Yo). Una vez más, no podemos imaginar a Dolto adhiriendo a este
El objeto llamado transicional también lo es entonces para el montaje... ilusorio, cuya falsedad, por el contrario, ella no po­
teórico Winnicott, es la mantita conceptual con la que se ilusio­ dría sino denunciar, disipar. En efecto, cuando la madre del bebé
na creyendo recubrir la falta de la que procede el deseo y a la \Yinnicott se esmera en mantener la ilusión de una plenitud ori­
cual la madre del bebé Winnicott viene a obstruir, viene a hacer ginal, la madre del bebé Dolto se supone que debería trabajar
de tapón y de sutura (a través de su Yo). más bien con la falta. No lo trasviste con una falsa plenitud, no
Pues el objeto transicional en su funcionamiento está encar­ Jo vela ni lo disimula. Porque nombra - y por lo tanto simboliza-
gado de asegurar en esta concepción lo que el símbolo no está a su hijo. Así, aunque no crea que lo libera absolutamente de la
llamado a efectuar desde tal perspectiva -puesto que no es teni­ carencia, ni que le ahorra las angustias que conlleva (¿cómo po­
do en cuenta-,55 comenzando por la función de la permanencia y dría?), ella le abre el acceso al deseo. Es que, sin negar la poten­
la estabilidad. Estos elementos que también son asegurados (pri­ cialidad imaginativa del niño, ella es más sensible a promover lo
mero) en el mundo humano a través del significante, Winnicott verdadero (el decir verdad en la relación) que a insistir en el es­
(así como su bebé) está obligado a tratarlos de una manera ani- pejismo de la ilusión. Respecto de lo cual, con esa supuesta ple­
mista, a través del objeto como amuleto. Al respecto, el objeto nitud ilusoria, podemos preguntarnos si en Winnicott no es la
transicional palia la falla aquí conceptual (pero también concre­ madre quien primero se ilusiona a sí misma mientras embauca a
ta) en el lugar de lo simbólico, a falta de que éste sea reconocido su hijo, si no fortifica la omnipotencia del bebé mientras nutre al
por la operatividad estructural que sin embargo necesariamente pasar el sentimiento de su propia omnipotencia.
le pertenece. El objeto transicional es, en efecto, una muleta, un
falso producto de reemplazo que refuerza la puesta al margen
del sujeto. Y Winnicott, que sin embargo percibió claramente y ¿ACCESO A LA REALIDAD O PERENNIDAD DE LA ILUSIÓN?
quiso acorralar la eventualidad del “falso S elf’ -volveremos a
ello-, no comprendió, según parece, que el objeto transicional, Surge entonces una doble paradoja. Winnicott sostiene pri­
por su parte, también fuera por el lado de la falsedad, alejando al mero la idea -en efecto, paradójica- de que precisamente de este
sujeto (pero es un término forcluido en él) de su verdad. De este efecto de ilusión así orquestado por la madre depende el acceso
modo, Winnicott se ve obligado a intentar encontrar, por el ca­ del niño a la realidad llamada “exterior” u “objetiva”. Así, “la
mino del objeto, lo que no llega a tomar en cuenta, y con razón, adaptación de la madre a las necesidades del niño, si es adecuada,
sobre la realización simbólica del sujeto. da al niño la ilusión de que existe una realidad exterior que
Y el objeto transicional no resuelve de hecho ninguna de las corresponde a su propia capacidad de crear”.41 ¿Querría conven­
preguntas a las cuales se espera que responda. En lugar de res­ cernos aquí Winnicott de lo que puede haber de ilusorio en lo
ponderlas, las difiere, las deja para después, cuando no indefini-

39. PP, pág. 361.


55. “El interés no reside tanto en el valor simbólico como en una realidad 40. Ibídem, pág. 367.
actual”, PP, pág. 175. 41. Ibídein, pág. 182.
124 DOLTO / WINNICOTT LA ILUSIÓN 129

que pretendemos llamar “realidad”? No es seguro que su hil0 jámente, y, al hacerlo, evita sobre todo abordarlas como co­
sea tan sofisticado. Pero, en todo caso, plantea que la madre le rresponde. De modo que, cuando Winnicott pretende ver en él
facilita al niño el acceso a la realidad ¡a través de la ilusión! Reto­ una primera “posesión” (hemos mencionado nuestras reservas
memos: “Al adaptarse con precisión al impulso del niño, la acerca del “no-Yo”), es para preguntarse si, al convertirlo en un
madre da al lactante la ilusión de que lo que hay allí es la cosa elemento normal, universal56 e indispensable, quien se verá
creada por el niño”.4? Siempre esta idea de que lo acuna... con poseído (después de haber sido ilusionado) no es sobre todo el
ilusión. Y Winnicott prosigue, de manera mucho más críptica; bebé.
“En consecuencia, no hay solamente una experiencia física de la Para esta indistinción primera madre-hijo que Winnicott no
satisfacción instintual, sino también una unión afectiva y el co­ dejó de poner en el centro de su bebología, ¿no hay, pues, nin­
mienzo de una creencia en la realidad, a saber, algo a propósito guna salida, ninguna salida otra -literalm ente- que la ilusoria?
de lo cual podemos tener ilusiones”.43 ¿Hay que comprender Entonces habría que deducir -¿acaso Winnicott nos lleva a esta
que, como filósofo sutil, Winnicott nos enseña que lo que llama­ conclusión?- que de la madre, decididamente, no salimos...57
mos realidad es aquello sobre lo que podemos ilusionarnos? Por
qué no. Pero entonces, ¿cómo podrá acceder a la realidad alguna
vez? La paradoja prosigue, y de manera imperturbable: la madre A MODO DE POSDATA
“puede lograr tan bien dar a su hijo la capacidad de la ilusión,
que no tiene dificultades para cumplir la tarea que le incumbe Me encontraba en estas consideraciones cuando caí en un
luego: la desilusión progresiva”.44 Sic. Si entendemos bien: cuan­ breve pasaje donde Winnicott se permite evocar para nosotros
to más ilusiona, más lo ilusiona, ¡y mejor podrá “desilusio- un recuerdo -no es tan frecuente- de su primera infancia. Y ese
nar”(lo)! Esta madre también es, pues, maga... recuerdo me pareció la ilustración original de aquello a partir de
Porque ésa será, en efecto, a partir de allí, a partir del ilusio- lo cual se puso en funcionamiento todo el sistema de pensamien­
namiento primero, la tarea de la madre, su misión: desilusionar; to de Donald Winnicott. Pero dejemos primero que nos restitu­
así como antes fusionó, ahora tiene que desilusionar. Ya hemos ya ese breve momento luminoso de su pasado infantil, para nos­
encontrado lo que debe ser, a propósito de ilusión, la otra cara otros tan esclarecedor e instructivo respecto de la génesis de su
de la función materna; introducir -pro-gre-si-va-men-te (gra- pensamiento: “Me acuerdo de que, cuando tenía cuatro años' me
dually)- el desilusionamiento. No volvamos a ello. Sino para desperté una mañana de Navidad, para descubrir que había reci­
mostrar la paradoja implícita en el hecho de resaltar que es gra­ bido una carreta azul fabricada en Suiza, como las que la gente
cias a la ilusión como la desilusión puede producirse mejor... utiliza allá para llevar la madera a sus casas. ¿Como sabían mis
Que entienda quien pueda, y sobre todo quien pueda contentar­ padres que era exactamente eso lo que yo quería?”.58 “Cierta­
se con esta no-explicación. Puesto que, por el contrario, se rea­ mente yo no sabía -prosigue- que existían carretas tan maravi-
firma que es para repetir la situación de adaptación primitiva a
los cuidados del niño “que da nacimiento a la aptitud (del niño)
56. Ibídem, pág. 184.
57. hn lodo caso, a través de sus prórrogas objétales, a través de sus trans­
acciones transicionales, él no deja -diríam os- de retrasar cada vez más el ins­
42. Ibídem, pág. 98. tante en t¡ue debe imponerse al sujeto la separación simbolizadora que sin
43. ídem. embargo lo constituye.
44. ídem. 58. PM, pág. 27.
130 DOLTO / WINNICOTT LA ILUSIÓN I 3I

LA MADRE, ¿INSUPERABLE?
llosas”. Y años después, evidentemente, puede plantear una
explicación racional: “Por supuesto, lo sabían gracias a su capad,
dad de experimentar mis sentimientos y conocían esas carretas
Evidentemente, es muy probable que ese carácter mentiroso
porque habían estado en Suiza”.59
Más allá de la prolongación especializada que Winnicott da en no haya sido deliberado, pero digamos que Winnicott se ilusiona
seguida (que remite a la “realización simbólica” de Sechehaye),6»y (ésa es la palabra) y nos ilusiona sobre el contenido y el alcance de
sin detenerse en la deliciosa maravilla infantil de este recuerdo) ese objeto transicional -que no podría sustituirse con el símbolo
parece sin embargo que la carreta azul transporta por sí sola toda (diga lo que diga y, además, él mismo lo afirma en una ocasión)-
la temática organizadora del pensamiento winnicottiano sobre el y en particular sobre su alcance supuestamente liberador y sepa­
niño. Allí encontramos, particularmente, todo lo que acabamos de rador. Porque ese objeto, en la medida en que lleva a la constitu­
examinar sobre el tema de la ilusión benéfica que según él la ción de un “área intermedia”, finalmeñte“debe tener como fin
madre debe prodigar a su hijo (y que Winnicott -como buena ma­ llevar a la liberación del niño, para el niño. Sin embargo, Winni­
dre- se esforzará por procurar en su trabajo analítico con los cott no insiste demasiado en este aspecto no obstante esencial
pacientes más afectados). También se retoma allí la paradoja orga­ (aunque no por ello desvaloriza la independencia a adquirir) si no
nizadora de la relación del niño con el mundo, a saber, la de consi­ es a través del desihisionamiento que hay que poner en juego.
derar (ilusoriamente) que es él, el infans, quien ha creado el objeto, Pero, justamente, el objeto transicional, ¿puede constituir el
vector de tal desilusionamiento y la apertura a la realidad que
ese objeto que, sin embargo, en realidad le proveyó el ambiente.
Winnicott quiere discernir allí si ante todo se lo enfoca y se lo
Sobre todo, insiste Winnicott, no desengañemos al niño al respec­
to. No toquemos esa preciosa paradoja. Es importante dejar al identifica, en su naturaleza misma, como el lugar y el soporte de
pequeño en la indeterminación inefable donde fue colocado. Y no la ilusión? Es verdad que el hecho de que primero sea pura ilu­
le arruinemos la alegría de una carreta azul caída del cielo... sión (comparada en un momento con la alucinación) no necesa­
riamente se opone a lo que pueda llegar a servir a un fin comple­
Y, ciertamente, se entiende que incluso años después - y des­
pués de haber producido su prolongación teórica-, Winnicott tamente diferente, opuesto, de realización (objetiva" como le
no desea que alguien pueda llegar a “romper su juguete”. Y ade­ gusta decir a Winnicott). Después de todo, precisamente es su
más, ¿quién pensaría en atentar contra la tan conmovedora ale­ carácter paradójico lo que lo caracteriza (Winnicott no deja de
volver al tema cada vez que lo desea: capaz de ser a la vez instru­
gría maravillada del niño? Pero, sin embargo, ¿esto debe condu­
mento de liberación, soporte de objetivación, después de haber
cir a legitimar el sistema de pensamiento (que resulta de ello)
donde se da un asidero perpetuado a esa ilusión primera, atribu­ sido primero necesariamente ilusorio). Admitámoslo. ¿Pero real­
mente hay una salida para esta paradoja?
yéndole entonces a la maravilla la consistencia reactualizada de
la mentira estructurada como tal, aunque supuestamente sea por Porque más bien tenemos la ilusión de que el objeto transi­
cional, lejos de liberarlo de alguna manera, parece más bien
una buena causa?61
encerrar de hecho al niño en una relación alienada con el objeto,
lejos pues de abrirle el camino hacia una subjetividad verdadera.
59. Idem.
60. Una referencia (repetitiva) que le habría resultado positivo elaborar
más, aunque lo “simbólico” en cuestión siga estando (en Sechehaye) alejado del
lenguaje. podría convertir la película de Benigni, La vida es bella, en el ejemplo mismo de
61. Me hago esta pregunta -bastante seria- pensando que, al respecto, se una película winnicottiana...
132 DOLTO / WINNICOTT
LA ILUSIÓN I 33

La cual no tiene posibilidades de advenir concretamente -es [0 se preocupa manifiestamente del mismo modo. Si lo observamos
que se constata (y también Winnicott)- sino a través de la caída detenidamente, el objeto transicional bien podría designar en él
o el abandono radical de dicho objeto, que muestra así no tanto el indicio encriptado de su convicción latente (¡¿inconsciente?!)
su mediación como su vanidad, su inutilidad retardatoria postu­ de que, en el fondo, uno nunca deja verdaderamente a la ma­
ma. Y en lugar de constituir la supuesta “primera posesión”, qUe
dre... Y, después de todo, ¿acaso él mismo no volvió a ella (o
pretende reconocer allí Winnicott, es más bien el niño mismo permaneció) mediante esta práctica (y esta teoría) materno (más
quien se muestra como poseído, en una relación que lo aliena a que paterno) psicoanalítica?
un objeto fetichizado.62 De modo que no hay nada en el objeto Que de cierta manera volvamos siempre -con o sin objeto
transicional que permita esa simbolización de la que no es más transicional- a los lazos de su vínculo primordial (¡si es que nos
que el revés o la caricatura objetal deformante, un burdo simula­ alejamos!), es el tipo de consideración que se encuentra inciden­
cro animista. Es más bien lo que imita la simbolización, y al temente expresada por Winnicott en un texto que parece no
mismo tiempo la retarda o la impide, hundiendo más al niño en haber sido traducido, que se titula: “The Family and Emocional
la trampa del objeto.
Maturity”.63 Este texto breve, por singular que sea entre los
Y además, ¿cómo podría tener esa función mediadora que escritos de Winnicott, bien podría esclarecernos acerca de una
Winnicott le atribuye a efectos de abrir un área intermedia? de las bases fundamentales, secretas o inadvertidas, de su pensa­
¿Cómo reconocer allí una función tercera cuando, en lo que se miento.
refiere a terceros, todo se sigue jugando en el vínculo con la Sin retomar toda su articulación en detalle, digamos que
madre, que de este modo se ve más bien reafirmado, aunque sea encontramos allí la idea de que, aunque la madurez (maturity,
de manera deformada, en la comparación desfavorable con un término esencial del léxico winnicottiano) consista en liberarse
ovillito de lana o un retazo de manta...? En este sentido, el obje­ de sus primeros vínculos de dependencia con la familia (con la
to transicional es mucho más lo que impide la verdadera apari­ madre), sin embargo son éstos quienes lo permiten; son esos
ción del tercero lingüístico (paterno), eternizando el apego feti­ lazos los que nos permiten liberarnos de ellos. Una idea que roza
chizado con la madre, eventualmente privada, por cierto, del la evidencia del sentido común, y a partir de la cual Winnicott
pecho que lo alimenta, pero promovida a guardiana o garante de pone de relieve una suerte de equilibrio entre dos tendencias
su sustituto desclasado falsamente transicional (y apenas transi­ antagonistas: a saber, entre independencia y retorno a la depen­
torio en su virtual eternización). dencia (como si existiera la oportunidad perpetua de una alterna­
Lejos, pues, de constituir o de ofrecer una salida, el objeto tiva). Uno siempre puede volver a casa... Después de todo,
transicional es más bien lo que encierra en la relación de posesi- explica el Dr. Winnicott, cuando el individuo integra grupos ex­
vidad, de dependencia con la madre. Si bien es una primera trafamiliares, ¿acaso no son de hecho la extensión de la familia,
posesión, sería entonces en el sentido en que es el niño quien se si es que no pertenecen al seno materno primordial, del que sólo
deja poseer, en todos los sentidos del térmico... son, en suma, un desplazamiento?
Y por otra parte, somos nosotros, como buenos “doltoianos”, No nos extendamos más, sólo indiquemos que esto le da a
quienes a toda costa buscamos discernir allí al menos una poten­ Winnicott la oportunidad de entonar un verdadero himno a la
cialidad simbolizadora (y subjetivante) por la que Winnicott no familia, a la buena “familia intacta” que permite que uno se des-

62. Término que Winnicott evidentemente se esfuerza por alejar (en vano).
63. En I'he Family and Individual Development, ob. cit., cap. 11.
134 DOLTO / W INNICOTT
LA ILUSIÓN
135

pegue de ella y que, sin embargo, podamos volver a ella/ ’4 Y de


la cual, en suma, uno nunca se separa verdaderamente (aunque ¿e sustraerse a ello, difiriéndola. Desde esta perspectiva, no po­
sea en el inconsciente) puesto que, en el matrimonio mismo, a lo dríamos sorprendernos, sino por el contrario encontrar lógico
que uno se dedica es, después de todo, a la (re)construcción de la qUe Winnicott pueda sugerir a los padres que dejen a su hijo por
familia, prueba del valor perenne de ésta. Y Winnicott concluye, mucho tiempo en su cama, única manera según él de prevenir
en una fórmula (en francés en el texto) que dice mucho (¡sobre jos trastornos generados en este niño por la separación de su
lo cual gira en redondo!): plus qa change et plus c’est la mente chose madre...70
[cuanto más cambia, más es lo mismo]... Entendámonos bien. No existen, por supuesto, profesionales
Volvemos a encontrar aquí el carácter paradójico, si no la de la primera infancia que no hayan dado cuenta de las dificulta­
ambigüedad, del objeto transicional, que piantiene el vínculo con des, a veces notables, que provocan en el pequeño las angustias
aquello de lo que sin embargo debe separarse. Une lo que preten­ de la separación (y primero por excelencia de la madre). Pero en
de desunir, en esa suerte de treta o ardid que lo (y que él) consti­ Winnicott hay más que esto: al insistir de este modo en lo que
tuye.665 Por lo que pone en juego -hay que decirlo puesto que tal
4 vuelve problemáticos para el bebé los procesos de separación
es también su función (de abrir al espacio del juego)-, podemos original y de caminar hacia delante, es un poco como si, de
decir que, con el objeto transicional, “se evita la separación”.66 modo implícito - y muy probablemente a su pesar-, Winnicott
Esto es así, al punto de que -conjetura W innicott- “con los cultivara una suerte de elogio ambiguo y subrepticio de la no-
seres humanos, no puede haber separación, sino solamente ame­ scparabilidad...71
naza de separación”.67 Y llega a preguntarse: ¿pero cómo incluso En todo caso, cuando hunde el clavo de la separación —en
puede haber separación? Al menos encuentra, en esas páginas nombre de lo que él llama “maduración”, o “crecimiento”
sorprendentes, la manera de armarse una salida frágil. Es, dice, (growth) para el bebé-, lo más frecuente es que sea para bordar al
que “el amor de la madre o del terapeuta [señalemos que siem­ mismo tiempo el hilo de alguna posibilidad de no separase de la
pre los pone en paralelo]68 no significa solamente responder a las madre,72 para al menos dejar alguna vía de repliegue abierta por
necesidades de dependencia, sino que termina queriendo decir ese lado. Y sin dejar de subrayar el andar hacia delante progre-
otra cosa: proveer la oportunidad a ese bebé o a ese paciente de diente del desarrollo” -hemos dicho hasta qué punto era un
ir de la dependencia hacia la autonomía”.69 leitmotiv que organizaba casi todo su discurso-, Winnicott da la
En todo caso, sobre esta base, el objeto transicional, lejos de impresión sin embargo de “fomentar” las tendencias regredien-
dar paso a la negación simbolizadora, pertenece más al orden de tes, por no decir regresivas, que favorecen la marcha atrás o al
la negación (de la castración), ofreciendo al menos la posibilidad menos el statu quo regresivo.
¿Y qué otra cosa es, después de todo, lo transicional, del que

64. Al igual que hablará, más adelante en la misma recopilación, del ordi-
nary goodhome, garante de la democracia... (Ibídem, págs. 160 y 169). 70. Véase la cura de Cecil en La conmltation thérapeutirme et l'enfant ob cit
65. JR , pág. 134. pág. 247. J ’
66. Ibídem, pág. 151. 71. Por lo tanto, no es sorprendente que subraye además la importancia de
67. Ibídem, pág. 149. la ambivalencia adquirida, y que manifiesta tal apego a la estructura de la para­
68. Encontramos otra hermosa muestra significativa del choque-asimila­ doja (que une una cosa y su contrario).
ción de ia madre con el analista en CE, págs. 344 y 354. 72. Acerca de “hilo”, habría una manera, teniendo presente en la memoria
69. JR , pág. 150. Mil litante/, ambigua, de releer el texto con el cordel que separa y ata en el
minino movimiento. Véase JR, pág. 27.
136 DOLTO / WINNICOTT

el propio Winnicott no puede sino subrayar que al posponerlo


obstaculiza la separación? Así, lo que él llama esa “tercera área", )
intermedia, se ve explícitamente caracterizada como: “un espacio t

potencial, que niega la idea de espacio y de separación entre el


bebé y la madre, al igual que todo lo que resulta de ese fenóme­
no”.73 De hecho, por todo lo que analiza acerca de la temática de
lo transicional, ¿qué hace Winnicott, si no teorizar sobre los es­
calones por medio de los cuales tendrá que diferir la separación
y la independencia, mediante etapas llamadas con razón transi-
cionales, puesto que, en efecto, transigen con la separación y el
Capítulo 5
corte, para aplazar por largo tiempo su fecha de vencimiento?
¿Y no es significativo al respecto que todo lo que Winnicott La ética
aporta de supuestamente innovador (y progresivo) con el tema
de lo transicional sea algo que no obstante siga operando en el
seno mismo del dúo único del niño y la madre? Lo cual confir­
ma claramente que, lejos de ponerle término, lo transicional sólo
perenniza* (más bien “madrenniza”) el vínculo con la madre,
que se prolonga y se perpetúa en la escena del área llamada tran­
sicional, es decir, por intermedio de una transición cuyo juego EL BEBÉ Y LA ÉTICA
reconduce.74
Aquello que Winnicott no ve -porque no puede sino ignorar En este punto de nuestro recorrido cruzado entre las obras de
su resorte (especialmente paterno-simbólico)- es que lo verdade­ Dolto y Winnicott, y luego de dar cuenta de todo lo que a priori
ramente “transicional” sólo puede corresponder a una interven­ podía acercarlos, pero también de las diferencias fundamentales
ción tercera, que precisamente pueda no transigir. Pues lo tran­ que existen entre ellos, quisiéramos ahora abordar una temática
sicional según Winnicott, mediante el diferimiento que opera, tal vez en apariencia menos prevalente que las anteriores, pero
vuelve a brotar a lo lejos y continuamente difiere la instanciación que sin embargo marca una suerte de convergencia principial
del tercero. A falta de lo cual, también puede proseguirse el pe- entre sus dos enfoques: a saber, lo que aquí designaremos como
ética o, digamos, la cuestión de los valores propios de lo humano.
En efecto, en ambas obras la ética constituye, si no un hilo
conductor, al menos un eje central de su pensamiento, por dis­
73.7£ ,pág. 152. creto que parezca a priori. Podríamos preferir, antes que el tér­
’ La primera sílaba del término francés péretmiser es homófona de pere,
mino “ética”, la cuestión del bien y del mal (a menos que elija­
padre. [N. de la T.]
74. Un rasgo característico de esta inercia se relaciona con el hecho de que mos reducirla, en una versión “pesismista” o radical, a la sola
sea precisamente la madre, con mucha frecuencia, quien opera como la venia cuestión del mal...). Pero digamos, provisoriamente, “la ética”,
dera guardiana poseedora del precioso objeto transicional. La única progresión tal como puede plantearse en el contexto de estas dos obras en el
(¡mínima!) que Winnicott revela allí es que: “El objeto representa la transición
plano del bebé: de la manera más primordial posible, pues, y a
del pequeño que pasa del estado de unión con la madre al estado donde está en
relación con ella, como algo exterior y separado”. JR, págs. 26 y 22. partir de lo que hemos examinado anteriormente acerca de las
140 DOLTO / WINNICOTT LA ÉTICA 141

fases primarias del desarrollo. Si bien esta conjunción -el bebí aunque sea como padres, es demasiado evidente que el hecho de
(el infans) y la ética- puede sorprendernos en un primer moinmj, ¡r señalando lo que está bien y lo que está mal -o de lo que se
to, para Dolto y Winnicott la ética también es un asunto “bcl>(,. supone como tal, o de lo que se sostiene como tal, con o sin
lógico”, que va a encontrar una modalidad de inscripción osen, razón- constituye, no la totalidad (¡lo cual podría parecer una
cial en las coordenadas infantiles. comprobación demasiado desesperante!), pero en todo caso una
Entendámonos bien. No se trata aquí de la cuestión de |a parte considerable de la relación asumida con el pequeño: ella se
ética tal como se la entiende en el seno de los comités especiali­ expresa, en efecto, en nuestras disposiciones educativas, a través
zados, allí donde tal reflexión puede contemplar programas y de los términos opositivos permitido/prohibido, obedecer/des-
políticas, en materia de elecciones de sociedad u otras. Ya no se obedecer, hacer/no hacer, tocar/no tocar, etc., o en lo que tam­
trata de lo que sería del orden de los códigos profesionales o lo bién se llama, para recordar su legitimidad requerida, “enseñar
que remite a principios de alcance deontológico. Por esta razón los límites”. No caben dudas de que allí se juega una parte esen­
esto debe incluso ser distinguido hasta cierto punto (que habría cial del trabajo psicoeducativo. También es allí donde pueden
que precisar) de lo que pudo promoverse en nombre de una “éti­ prender los sentimientos de fracaso y derrota, incluso en sus ava-
ca del psicoanálisis”, tal como Lacan la convirtió por un tiempo tares sintomáticos neurotizantes; allí donde también opera aque­
en objeto de su seminario, para inscribirla en un lugar preemi­ llo que puede ensombrecer, en el niño, lo que constituye su
nente entre sus enseñanzas.1 vivencia, su cotidianeidad...
De manera más radical (literalmente), o más original y con­ Y, respecto de este intercambio potencial conflictivo, y cuán
creta -si podemos designar así esta concretud que presentifica al delicado, es comprensible que Freud haya dado en la tecla, si
pequeño humano-, el objetivo aquí es señalar cómo la ética, la puede decirse, al enunciar que es justamente todo este embrollo
noción del bien y del mal, encuentra el modo de inscribirse en el de la sumisión, de la imposición, en síntesis, de la autoridad
humano ya desde el tiempo primordial de las premisas de su ser -aceptada, rechazada, consentida o forzada-, el que vuelve la
y recibe de allí un valor propiamente estructural, y preguntar­ educación una tarea propiamente imposible.
nos, por lo tanto, sobre la repercusión antropológica resultante:
¿en qué consiste ese enraizamiento primordial de la ética en el
humano, que se manifiesta efectivamente en la vida del pequeño EL"BEBE FREUD"
y, a la luz de lo que nos transmiten al respecto Dolto y Winni­
cott, en la vivencia misma del bebé, en aquello por lo que tiene Y, al referirnos a Freud, es momento, antes de volver a nues­
que pasar? tros Dolto y Winnicott, de recordar su propia concepción del
Dicho esto, no nos sorprenderá que la ética (las cuestiones de niño, lo que para él es el niño, tal como lo consideramos por el
valor respecto del bien y del mal) ocupe un lugar tan importante momento, respecto del proceso educativo.
en la vida del niño. Después de todo, para quien tenga una expe­ Subrayemos entonces que, para Freud, en un comienzo el
riencia al menos mínima en educar niños desde muy pequeños, niño se encuentra inmerso, ante todo, en su propia pulsionalidad
bruta, que pone de relieve la exigencia imperiosa de la satisfac­
ción aferente de las pulsiones, aquello de lo que da testimonio
1. Lacan, Jacques (1986): Le séminaire, Libro VII, L ’éthique de la psychanaly- primordialmcnte la oralidad, algo que Melanie Klein llegará a
se, París, Le Seuil [ed. esp.: El seminario, Libro VII, La ética del psicoanálisis, trad. subrayar todavía más. De modo que la educación (según Freud)
de Diana Rabinovich, Buenos Aires, Paidós, 1989J. va a consistir, en pocas palabras, fundamentalmente en reducir,
142 DOLTO / WINNICOTT LA ÉTICA 143

cuando no en quebrar (o refrenar), esa virulencia pulsional, gencia pulsional y coerción civilizadora es exactamente lo que se
puesto que no podrá ser tomada en cuenta ni tolerada como tal. encuentra actualizado, en el nivel del individuo, bajo la forma
Nos encontramos en una perspectiva del orden de “erigir” 0 del conflicto que opera en la escena psíquica: entre las reivindica­
“enderezar” al niño, para evitarle que se pierda en lo absoluto de ciones sin concesión de la pulsión por una parte y la instancia del
las reivindicaciones pulsionales reducidas a su intensidad bruta, Yo por otra -luego reforzado por el Superyó-, con la puesta en
por no decir su animalidád instintual. funcionamiento de sus consiguientes dispositivos de defensa. Ésa
No nos equivoquemos: no hay allí ninguna hostilidad a priori es, como sabemos, una piedra angular del edificio conceptual
hacia el niño, ninguna cuestión peyorativa retrógrada frente a un freudiano, que instaura el conflicto en el centro del psiquismo,
niño que no sería considerado sino como un ser que debe ser es decir, convirtiendo la escena psíquica en el lugar de una con-
castigado. ¿Cómo sería esto posible por parte de aquel -Freud- flictividad intrínseca que los procesos de defensa apuntan a cir­
que ciertamente contribuyó más que nadie a (volver a) brindar al cunscribir, aunque sea al precio (neurótico) del síntoma. Lo cual
niño su valor pleno, particularmente al reconocerle un valor de lo convierte, al mismo tiempo, en el lugar donde se instaura la
determinación esencial respecto de lo que constituye el devenir visión freudiana de lo humano (relacionada con el inconsciente).
en potencia, si no es la grandeza, de un ser humano? Pero, para Esto muestra la importancia de lo que estamos diciendo aquí
él, ya que en el niño domina sin matices la loca exigencia de la y el carácter crucial de lo que ello supone en el plano del niño,
reivindicación pulsional, es indispensable —es la tarea de los edu­ del bebé, en esa tenaza donde él, ser pulsional, es el blanco de lo
cadores- oponérsele para reducir la desmesura de su exceso. Al que viene a oponérsele, con resolución y firmeza.
respecto, este inevitable “enderezamiento” coloca al adulto edu­ Cierto es que aquí sólo damos una idea aproximada, un muy
cador en una oposición fatalmente conflictiva con la pulsionali- (demasiado) breve resumen de las concepciones “psicoeducati-
dad irreflexiva e irreductible del niño... vas de Freud respecto del niño. Pero ayuda a aclarar, aunque
YFreud insiste mucho más en esa fuerza irreprimible (¡pero sea indirectamente, lo que Dolto y Winnicott pretenden apor­
que se debe reprimir!) en el niño, en la medida en que, para él, tarnos al respecto, en la medida en que para ellos (y aquí, para
hay que poner en evidencia el aspecto cultural de esa necesidad nosotros) se trata de situarse en un nivel más primordial en otro
de yugularlo. Kn efecto, mas alia del aspecto individual que se sentido, en el nivel de la estructura primaria.
juega allí para cada niño, en esa tarca de domesticación de la
pulsión reside exactamente la exigencia necesaria para que
advenga colectivamente la civilización (Kultur) de los humanos. ¿EL NIÑO IDEALIZADO?
Freud no deja de insistir en ello, a riesgo de subrayar el carácter
imperioso, pero también intensamente doloroso por las restric­ Esta evocación freudiana puede remitirnos primero a Dolto.
ciones que impone a los humanos, quy tiene esa tarea civilizado­ Dolto quien, como hemos recordado desde el principio, se hizo
ra. Allí se encuentra, para Freud, el componente ‘ trágico en la conocer sobre todo por valorar tanto al niño, al niño más peque­
condición del humano: el hecho de que no pueda alcanzar (even­ ño, al punto de que (a veces) se le pudo reprochar tal idealiza­
tualmente) los refinamientos sublimes de la cultura sino some­
tiéndose al yugo de esa operación dragoniana de restricción y de
renuncia de sus reivindicaciones pulsionales constitutivas.
Mediante lo cual se establecerá aquí un paralelo entre lo
3 ción (del niño-verdad). Y es verdad que tendría cierta tendencia,
no sin alguna inclinación “rousseauniana” (¿?), a considerar que
es en el niño, por no decir en el bebé, donde está mejor repre­
sentado el valor de lo que hace al humano, antes de ser dismi­
colectivo y lo individual. En electo, este antagonismo entre exi­ nuido y estropeado en (y por) las “personas grandes”, olvidadas,
144 DOITO / WINNICOTT 145
LA ÉTICA

diríamos, de los valores infantiles. ¿Cómo se articula esta visión que es aspire a esa adquisición civilizadora, cualquiera sea la re­
idealizante del niño con la concepción freudiana, que, al ser nuncia y la restricción que deba costarle. Pues, de cualquier mo­
menos euforizante, instaura que los valores de humanidad, de do, el deseo somete al niño a esa aspiración, cuán manifiesta, que
cultura, sean impuestos al niño (que seguiría estando, si no atas­ lo empuja precisamente a querer igualar a los mayores, a conver­
cado, al menos sumido en la influencia enconada y bruta de la tirse en alguien “como las personas grandes”. Muchos son los
pulsión)? pasajes esenciales donde Dolto insiste en esta dinámica que lleva
Evidentemente, Dolto no contradice lo que sostiene Freud al niño en su devenir, en su crecimiento, en su “allant-devenant”,
en cuanto a reconocer un valor civilizatorio a lo prohibido. En haciendo que anhele igualar a los mayores adultos, mediante la
efecto, hacer -como algunos- una apología del “niño-rey”, don­ dinámica identificatoria que eso supone, tan exigente como lo
de se preconizaría un laxismo a ultranza, es desconocer total­ que se ha descrito sobre la pulsión.4 Señalémoslo al pasar: así
mente su enseñanza. Dolto, por el contrario, no dejó de insistir como Winnicott, como hemos visto, no deja de insistir (hasta
en el valor edificante y estructurante de lo prohibido, al punto desconcertarnos) en esta identificación de la madre con su bebé,
de inscribirlo en el centro de su concepción del proceso de desa­ en Dolto encontramos aquí, en sentido inverso, el hecho siste­
rrollo del niño, a través de lo que ella promovió sobre las inter­ mático de una moción identificatoria del pequeño para con los
venciones simbólicas entendidas como castración simbolígena mayores por donde pasa desde el comienzo la tensión misma del
(como ya hemos recordado en el capítulo anterior). Las “castra­ deseo5 (que entonces no sólo es tener, sino también ser, ser
ciones” designadas de este modo apuntan a la promoción huma­ como).
nizante del infans sujeto, hasta la que debe poner un término En todo caso, el bebé Dolto no es aquel que sufriría, con
conclusivo, “la castración edípica”2 (que precisamente sella en el mala intención, de frente (¡!), la retorsión educativa que viene a
humano la prohibición del incesto). oponerse sin concesiones a sus exigencias pulsionales incontrola­
¿Es decir, entonces, que Dolto adhiere pura y simplemente a das. También es aquel que adhiere a lo que esto por cierto exige
las posiciones dominantes de Freud? Hay que mirar el asunto de él, pero que lo convierte en humano, en ciudadano de la
más de cerca.3 De hecho, si bien Dolto conserva lo esencial de lo comunidad de los humanos, permitiéndole acceder a ella de
que la represión pulsional valora y promociona en el niño, para modo pleno. Y lo mismo sucede en el centro inconsciente (¿?) de
el niño -en el sentido del deseo-, aporta un matiz importante: y su deseo, que lo lleva a aceptar sacrificar lo absoluto de la pul­
es que el niño, aun cuando ese proceso parece destinado a “eri­ sión, sobre todo puesto que puede medir su inanidad, y lo que
girlo”, a domar su naturaleza, no es intrínsicamente hostil. El gana... con esta pérdida. Vemos cómo, en este punto sensible,
niño, sostiene implícitamente Dolto en lo que puede parecer una Dolto introduce, sin salirse de la línea freudiana - y lacaniana, es
paradoja (cada uno tiene las suyas), se encuentra también allí decir, que relaciona el deseo con la ley-, un matiz seguramente
como parte implicada, positivamente, por más que el humano

4. Lo cual explica, por ejemplo, que la imagen del cuerpo tome prestado al
cuerpo del Otro y que sea llamada inconsciente precisamente por elaborarse en
2. UC, pág. 186. el lugar (corporal) del Otro, el cuerpo del adulto que constituye para el niño un
3. De la misma manera que ya hemos reexaminado, precisamente, su posi­ modelo superior, idealizado.
ción respecto del Edipo freudiano, stricto sensu. F. Dolto, une filie de Freud 5. Esto podría dar lugar a una confrontación cruzada (y contradictoria allí
emancipée (Actas de la jornada de los Archives 2005 - Dolto/Freud, de próxima también) con la noción de identificación primaria, en el sentido literalmente
publicación). prehistórico que le confiere Ereud.
146 DOLTO / WINNICOTT
LA ÉTICA 147

crucial, y cuya incidencia, es fácil conjeturarlo, volveremos a primeros balbuceos de la vida del bebé, al punto de verlo como
encontrar a continuación. una suerte de paso obligado (en el mejor de los casos) del des­
Lo cierto es que estas últimas evocaciones nos han conducido arrollo primordial. Esto va a conducirnos a abrir un aspecto dife­
hacia lo educativo en general, hacia el lado del niño que hay que rente de este desarrollo, que no por ello constituye un punto
educar, cuestión ciertamente presente tanto en la enseñanza de menos crucial de toda la elaboración winnicottiana.
Dolto, como acabamos de ver, como en la de Winnicott .6 Pero Para situar de entrada su planteo, debemos volver a conside­
estas consideraciones psicoeducativas sólo son válidas para el rar la dinámica del desarrollo primario -tal como lo hemos espe­
niño más grande y nos alejan un poco de nuestro propósito, que cificado mediante la noción de un tiempo primero (“fase I” dirí­
es restituir cómo opera la ética, de manera completamente pri­ amos) y de lo que constituye la salida de ella- a la luz de lo que
mordial, en el nivel mismo de la estructuración humanizante tal viene a aportarle la noción que aparece aquí como “posición de­
como es pensada por nuestros dos autores, desde el comienzo presiva”. A decir verdad, es un término que Winnicott no encon­
mismo en el infans. Pues lejos de que la ética sea algo que apare­ traba necesariamente satisfactorio, pero no podía dejar de reto­
ce posteriormente y que, por ende, se superpondría a un primer mar esta denominación impuesta por la anterioridad autorizada
nivel -el nivel de lo que ya está en curso del devenir-, vamos a de Melanie Klein. Sin volver más a las sinuosidades de la doloro-
descubrir, con Dolto y Winnicott, que esta dimensión participa sa filiación Klein-Winnicott (dolorosa sobre todo para este últi­
del desarrollo mismo del bebé, en su evolución primordial, la mo),8 contentémonos con indicar qué significa esta noción en
cual, por ende, no se lleva a cabo... sin la ética, que le da senti­ Winnicott (es decir, sin dar cuenta de todas sus características,
do .7 Ambos marcan al respecto una insistencia similar: la ética que ya se encuentran en Klein). Pues, en realidad, más que el'la­
pertenece al principio de las premisas infantiles originarias de las do “depresivo”, Winnicott va a retener sobre todo la idea| de
que participa en cuanto tal y de las que, incluso, constituye el “posición” para dar cuenta de que hay un tiempo del desarrollo
fundamento. En este punto son unánimes, aunque no concedan del infans en el que se produce una mutación cuyas repercusio­
a este principio original el mismo alcance ni la misma significa­ nes en el nivel de la ética será posible comprender.
ción. Pero no nos anticipemos. Introducir así el surgimiento de algo, de una “posición” nue­
va en el desarrollo de la diacronía infantil, supone -como siem­
pre en este tipo de teorizaciones y como sucede a menudo en
LA "POSICIÓN DEPRESIVA” Winnicott- la distinción más o menos somera de un antes/des­
pués. Y esto vale para la “posición depresiva” que instaura un
Tal vez ahora sea Winnicott quien nos ayude a recalar en el después donde, por supuesto, ya nada es lo que era antes. Pero
nivel de lo primordial, pues parece tener más sistematizado resta determinar qué es lo que así aparece de inédito en el infajis.
cómo algo del orden de lo ético -bien/mal- ya es inherente a los Subrayemos primero que, desde el punto de vista de la crono­
logía, esto no supone ningún tipo de refinamiento suplementa­
rio: no hace sino renovar las premisas que fueron explicitadas
anteriormente, a saber, la detección de una fase primordial,
6. Pensamos en los trabajos de éste especialmente sobre lo que llama “ten­
dencia antisocial”. Véase también, entre otros, un texto en PM, cap. 3: “Morale
et éducation”. ¡Todo un programa!
7. Así, podríamos desarrollar hasta qué punto la imagen del cuerpo (en
8. Como podemos ver cuando evoca (en varias oportunidades) el poco
Dolto) es ética, en su esencia misma. reconocimiento que obtuvo por ello.
148 DOLTO / WINNICOTT LA ÉTICA 149

inaugural, que precede por su especificidad -es inútil volver Lo que sobre todo le importa a Winnicott, a fortiori respecto
sobre ello- a todo lo que luego se instaura. El término “posición de esta posición depresiva, es poner en evidencia la fractura imita­
depresiva” no hace sino aportar precisiones sobre el momento tiva, la ruptura decisiva que tiene lugar en ese momento bisagra
final de terminación de esa fase primaria, señalando lo que va a en el que aparecen tantos elementos nuevos, correspondientes a
ser, en el momento de la culminación, su superación, y situándo­ una transformación de las vivencias del niño.9
lo, es esto lo que nos interesa aquí, en una clave propiamente En la medida en que Winnicott banaliza toda la diversidad de
ética, en el sentido que hemos dado a esta denominación, es las demás etapas, va de suyo que este momento bisagra adquiere
decir, en el plano de los valores que deben instaurarse. por ello una importancia considerable, que se convierte en la ma­
Al respecto, señalaremos a qué punto el esquema cronológico triz de todas las mutaciones decisivas para el infans. En algunos
está notoriamente simplificado en Winnicott. Mientras que en de sus primeros estudios, aísla tres grandes mutaciones. Son,
Dolto -así como en Freud- es posible señalar diferentes etapas como hemos visto, la integración, la personalización (acuerdo psi­
sucesivas (en ella, además, desmultiplicadas), en Winnicott siem­ que-cuerpo) y la relación con la realidad (tiempo y espacio), o
pre encontramos la misma barra temporal que franquear, que él realización del objeto,10 con a veces también otros ingredientes.11
sitúa alrededor de la segunda mitad del primer año de vida, alre­ Pues bien, la “posición depresiva” corresponde a la puesta en evi­
dedor de los seis meses. Winnicott no ignora, sin embargo, los dencia de un nuevo elemento -relacionado con la ética, con el
diferentes estratos del trayecto libidinal freudiano. Pero, al sentido del bien y del mal- que surge en ese mismo momento
reemplazarlos en el eje temporal, los relativiza y se diferencia mutacional, donde el término “posición depresiva” puede conver­
globalmente, oponiéndole el surgimiento de una temporalidad tirse así en su denominación adecuada. Así, esta “posición” (o
primera, preliminar -podríamos decir, en ese sentido, “prefreu- fase) se inserta en el relato desarrollista de Winnicott a la manera
diana”-, que como hemos explicitado suficientemente Winnicott de una fábula, fabula conceptual edificante de la que hoy tenemos
relaciona con la influencia del ambiente. Por esta razón, la única que tomar conciencia, una fábula con su moraleja (¡cabe decirlo!).
frontera temporal a la que concede una atención particular -y Dispensémonos de insistir en la crítica que habíamos enuncia­
que encontramos ahora rebautizada como “posición depresiva”- do respecto de la carencia de explicaciones por parte de W inni­
es la que pone un término a la famosa fase I. Hay aquí y allá cott cuando da cuenta de tales superaciones decisivas. ¿Cómo no
otras indicaciones temporales -el caminar, el Edipo, entre los sorprenderse, sin embargo, de que no diga más, cuando medimos
dos y los cinco años-, pero no cuestionan el recorte esencial que la amplitud de las transformaciones mutacionales que él sitúa en
aísla un tiempo primero, primero en... todo lo demás que sigue, ese mismo espacio, en ese mismo momento estratégico, nada
como lo indica el siguiente diagrama rccapitulativo. menos que para convertirse en una persona (llamada “total”)?
Y, al respecto, en lo que concierne a lo que este momento
posición
depresiva -hoy recalificado como “posición depresiva”- introduce en el
oral, anal / _____________ EdlP°

fusión primordial unidad / t


dependencia absoluta (integración)
caminar 2 años 5 años 9. Sobre esta cuestión de la cronología, véase por ejemplo PP, pág. 246.
6, 7 meses destele Todo este artículo es fundamental sobre la cuestión.
10. En especial, PP, pág. 62.
11. Sobre tal enumeración, véase por ejemplo, PP, pág. 366 y sigs., o La
nature húmame, ob. cit., pág. 18.

L
150 DOLTO / WINNICOTT LA ÉTICA 151

nivel ético, sólo podemos subrayar, para nuestro asombro, qüe jjjos las fórmulas de Winnicott, al estatus de “persona total” -es
Winnicott, por su parte, no apela a lo prohibido, en el sentido en el sentido mismo de la integración-, esto pueda estar acompaña­
que lo hemos encontrado, por el contrario, en un lugar estructu- do por algún sentimiento nuevo inédito por los demás, comen­
ral en Dolto (a partir de Freud y Lacan). Si el bebé llega a la zando -sospechamos- por ese otro privilegiado que es la madre.
ética, digamos, a alguna apercepción del bien y del mal, en Win- ¿Pero cómo -volvamos a ello- comprender tal mutación
nicott no se logrará a través de lo prohibido, cuyo valor simbóli­ “ética”, tal inversión de los valores, incluso también tal acceso a
co no es reconocido como tal, lo cual es muy coherente con todo los valores como tales? Para responder, hay que volver a partir
lo que hasta aquí hemos mostrado sobre esta carencia de lo sim­ de la agresividad innata, de esa agresividad fundamental que
bólico en su pensamiento.12 también Winnicott supone (¿como Lacan?) en el niño lactante.
Pero es una agresividad que primero éste desconoce, en un tiem­
po primordial en que ella equivale de hecho a su vitalidad bioló­
LA SOLICITUD ( CONCERN) gica, en especial motriz, con la que se confunde.
Según Winnicott, el infans no puede pues hacer suya una agre­
El desafío sigue siendo, sin embargo, enseñarnos cómo el sividad que alberga involuntariamente, aún menos puede “refle­
bebé, “su” bebé, llega a la ética (o se “etiza”, como se atreve a xionarla” o sentirla como una destructividad (conocida) de la que
decir, por su parte, Dolto). Al respecto, ¿qué aporta, pues, exac­ sería el agente afortiori intencional. Y todo aquello en lo que va a
tamente de nuevo aquello que se designa como “posición depre­ insistir, pues, Winnicott, es en determinar la manera en que el be­
siva”? Winnicott expresa claramente la respuesta en varias opor­ bé, justamente, va a lograr -integración mediante (pues no será en
tunidades. Lo que surge en ese instante, en esa “posición”, es, efecto posible sino una vez adquirida la integración)- comprender
retomando sus términos, la capacidad de soledad, si se nos permite la envergadura de lo que él ignoraba era la agresividad. Pues, al
traducir de este modo concern del inglés. Esto quiere decir que el comienzo, si hay agresividad, sólo podría ser reconocida como tal
bebé se convierte entonces (cuando alcanza esta “posición”) en para un tercero observador, “para nosotros”, y no para él.
alguien que se preocupa por el otro, en particular por el hecho Eso que al comienzo puede tomar forma de agresividad no es
de que él mismo puede hacerle mal, dañar, cuando no herir al sentido como tal por el bebé, que no puede comprender su esen­
otro. Esto es, pues, condensado en pocas palabras, lo que resume cia. Era agresivo, y no lo sabía... Esta agresividad no puede,
todo el asunto, aquello mediante lo cual el niño accede a la capa­ pues, corresponderse con una intencionalidad agresiva (todavía
cidad de sentir inquietud respecto de otro, respecto del mal que no hemos llegado, insiste Winnicott, a lo que más adelante
ha podido -¿real, imaginariamente?- infligirle. Así, pasa de un podrá sobrevenir como reacción de cólera ante la frustración,
tiempo de “pre-concem” al surgimiento de ese “concern”, lo cual pero primero, si adherimos a su planteo, esto no existe). Esta
significa literalmente poder sentir que el otro le concierne a él “agresividad” (pongámosle, pues, las comillas que se imponen) se
mismo. Al menos hay algo que aspira a la lógica en esta descrip­ confunde al principio pura y simplemente con la motricidad que
ción. Es la idea de que en el momento en que accede, si segui- inquieta al niño y lo anima en su corporeidad natural, en su
vivencia intrínseca.13 Motricidad, tal como acompaña la vitalidad

12. Al igual que, en consecuencia, tampoco -se dirá: ¿y con razón?- se


encontrará nada especificado sobre lo que, por el contrario, es prevalente en 13. PP, cap. “L ’agressivité et ses rapports avec le développement affectif’,
Dolto respecto del tema de lo prohibido... ¡del incesto! pág. 150, en particular pág. 158 y sigs.
152 DOLTO / WINNICOTT
LA ÉTICA 153

libidinal en esa suerte de dualidad que no obstante Winnicott


cado a la posición depresiva: “El problema puede ser abordado
pone en funcionamiento: entre agresividad y libido, pero una y
útilmente partiendo de la palabra ‘impiadoso’ (mthless). Primero,
otra se mezclan indistintamente, pues la primera corresponde
el pequeño niño (desde nuestro punto de vista) es impiadoso;
estrictamente a las manifestaciones de la segunda, con la cual en
aún no tiene inquietud respecto de las consecuencias del amor
principio se fusiona.14 Y Winnicott subraya también que esa
jnstintual. Este amor es en su origen una forma de impulso, de
supuesta agresividad resurge más bien en su dinámica en la viru­
gesto, de contacto, de relación; permite que el niño satisfaga la
lencia del amor del lactante, llamado “amor primario”. En ese
auto-expresión, la descarga de la tensión instintual”.18
“amor primario” hay (¿a la manera de Balint?) algo de una vora­
Winnicott se ve conducido, pues, a reencontrar en esta fase
cidad, voracidad motriz o motricidad golosa, que da cuenta de
primera lo que llama muy bien “un amor impiadoso”, expresión
ese factor potencialmente agresivo (aunque de ningún modo es
que incluso en francés insiste en lo que ese amor arrastra en su
accesible como tal al niño, ni podría, pues, serle imputable). Este
exceso y lo que conlleva de una violencia que no se sabe, con la
elemento no hace sino inmiscuirse por su virulencia como una
ilusión (una vez más) de que esto se debería a su naturaleza mis­
característica intrínseca a la potencia misma de ese amor prima­
ma, es decir, casi a su intensidad de amor (primario). Y aunque
rio, que recoge en él, por su fuerza e intensidad, ese aporte de
por esta razón el teórico pueda discernir allí algo de la dualidad
“motricidad” virulenta. Apoyémonos al respecto en algunos ele­
fundamental (a la manera de Freud) entre amor y odio, lo cierto
mentos del discurso de Winnicott:
es que, al principio, las dos vertientes están inextrincablemente
“Hay un estadio teórico más precoz en el cual todo lo que
mezcladas. Y para el niño, si seguimos a Winnicott en su
hace el pequeño niño cuando hace mal no es obra del odio. Uti­
(re)construcción del “desarrollo emocional primario”, al princi­
licé el término ‘amor impiadoso’ (:mthless lové) para describir ese
pio no hay, pues, un “odio” que pueda comprobarse como tal.19
estadio.”15 “En el origen, el comportamiento agresivo casi es
Por el contrario, sólo se trata de amor, pero de un amor que des­
sinónimo de actividad [...]. La agresividad forma parte de la
conoce por un tiempo la violencia apasionada que lo mueve. El
expresión primitiva del amor.”16 También: “Es necesario descri­
infans no podría discernir la agresividad de su conducta (amoro­
bir un estadio teórico de ‘no-inquietud’ o de crueldad; podemos
sa); aún no está allí. Como lo indica el “less” privativo (de rittb-
decir que en este estadio el niño existe como persona sin preocu­
less: sin miramientos, sin piedad ni compasión), aún no sabe lo
parse, sin embargo, por los resultados. Aún no se da cuenta del
que hace, siendo lo que es, puesto que entonces apenas sabe que
hecho de que lo que destruye, cuando está excitado, es idéntico a
él es... ¡Y por lo tanto menos aún que odia!
lo que estima en el curso de los intervalos tranquilos entre los
períodos de excitación. En esos momentos, su amor va hasta a
atacar imaginariamente el cuerpo de la madre. La agresividad
BEBÉ DESCUBRE EL MAL
forma parte aquí del amor”.17
Por último, veamos este pasaje, extraído del texto clave dedi­
¿Enunciaremos aquí una primera impresión? Sería para con­
siderar que Winnicott casi vuelve a hacernos su jugada -o hay
14. Winnicott incluso juega al respecto con los porcentajes. Véase PP, pág.
161.
15. PP, pág. 80.
16. Ibídem, pág. 151. 18. Ibídem, pág. 235.
17. Ibídem, pág. 153. 19. Winnicott habla más bien, en esa oportunidad, del odio de la madre
para con su hijo... No por ello es menos “suficientemente buena” (¿¡!?).
154 DOLTO / WINNICOTT LA ÉTICA 155

que decir la fábula- de la inocencia: el pequeño es descrito como meses” .20 Y concluye con elocuencia: “La posición depresiva es,
“inocente”, en la medida en que se supone que no percibe nada pues, una cuestión compleja, un elemento inherente a un fenó­
de lo que su conducta puede encubrir de objetivamente “agresi­ meno discutible, el del paso de todo ser humano de la precom­
vo” y, si pudiera hablar (lo cual Winnicott no podría considerar) pasión (pre-mth) a la compasión (mth) o solicitud”.21
se engañaría con alegar sólo el amor (para con el objeto-madre Y para comprender lo que produce esta mutación, al menos
como objeto parcial). Así, se encuentra, pues, en un estado de conmovedora, en el niño, debemos conformarnos por toda
inocencia (primaria), de ignorancia primordial. explicación con esto: que se da solamente cuando accede al esta­
Y de pronto, resulta que todo se aclara en lo que respecta a su tus de “persona total”. Más precisamente (es el más puro Winni­
condición. Es el nuevo motor que se cumple en ese mismo ine­ cott): “Para llegar a la posición depresiva, es preciso que el niño
fable momento de la integración (del Yo), y que encuentra cómo se haya establecido como persona total, que tenga -como perso­
liberarse esta vez del complemento ético llamado de la “posición na total- relaciones con personas totales”,22 entre ellas, especial­
depresiva”. Como no poseemos explicaciones agudas o detalla­ mente, la madre. Tal vez incluso sea así (nos arriesgaremos a
das del proceso en juego (respecto de su eventual mecanismo deslizamos en este dédalo de los arcanos winnicottianos) como
interno), nos sentimos libres de describir lo que sobreviene allí puede descubrir a su madre como “total”, a su madre, justamen­
como, por qué no, una suerte de “toma de conciencia”. Todo te en el sentido en que ella se revela como sufriendo las conse­
sucede como si el bebé tomara entonces conciencia -¿por qué? cuencias de su agresividad (entonces comprobada), de lo que
¿cómo? ¿por qué ahora...?- de la agresividad actuada que desco­ (para él) se revela como algo que puede ser agresivo, destructor,
nocía hasta entonces; y al mismo tiempo comprendiera (¿me­ lesional. Dicho de otro modo, el bebé descubre a la persona
diante qué i?isight sufrido?) que ese actuar -que era sólo motor­ total-madre en el momento en que toma conciencia de la ampli­
es susceptible de hacer mal, de dañar a las personas del ambien­ tud de la agresividad odiosa que es capaz de expresar, que pudo
te, que pagarían el precio. Tal es, resumida apenas, la aparición haber expresado, hacia ella (lo cual también es una manera de
del concern o de la piedad (mth). descubrirse a sí mismo, de percibirse en su ser, en cuanto agresi­
Volvamos al texto de Winnicott: “Hay que subrayar que el vo). El niño tomaría conciencia del mal que provoca, que pudo
niño no se sabe impiadoso, pero mirando hacia atrás [...], el provocar, cuando no del dolor que está en condiciones de pro­
individuo puede decir: ‘¡era impiadoso en ese entonces!’. Ese ducir, mediante la agresividad “cruel” que descubriría después
estadio (pre-rutb) precede al de la compasión. En un momento u que era, que había sido, la suya. Accede entonces al concern frente
otro, prosigue Winnicott, en la historia del desarrollo de todo al otro, a la capacidad loable, nos atreveríamos a agregar, virtuo
ser humano normal, se da ese pasaje del estadio de la precompa­ sa, de preocuparse por el otro, al comprender (retroactivamente)
sión (pre-rutb) al de la compasión (mth). Nadie lo discutirá [afir­ la amplitud del mal que pudo hacerle padecer... ¿Pero, de qué
ma perentoriamente el autor, pero toda su imprecisión viene a mal se trata exactamente?
continuación:]. Pero [él mismo pregunta:] ¿cuándo sucede esto? Notemos que, para un ser tan pequeño, son muchas las ni*,as
¿Cómo? ¿En qué condiciones?”. Y continúa: “El concepto de que debe realizar en un lapso de tiempo muy corto. Pero esta
posición depresiva intenta responder a estas tres preguntas.
Según este concepto, el paso de uno a otro se produce gradual­
mente, en determinadas condiciones definidas de maternaje, 20. PP, pág. 235.
alrededor del período que se sitúa entre los cinco y los doce 21. ídem.
22. PP, pág. 233.
156 DOLTO /WINNICOTT LA ÉTICA 157

objeción no podría detener a Winnicott, cuya propensión a eny vivido a ellas,25 el niño concibe igualmente todo un escenario de
merar todos los pequeños “eurekas” de los que es capaz su bebé reparación para los errores que habría cometido, que le habría
arquimédico ya hemos señalado, como aquí en el terreno de los hecho sufrir (a su madre), a fin de allanar por ese medio el cami­
valores éticos. no para una suerte de restauración (de lo que fue dañado, lesiona­
Pero el relato, ya bastante recargado -de giros dramáticos- do o herido). Si el niño es culpable, se siente culpable, y así llega,
no se detiene allí. Falta una última peripecia que debemos rela­ de alguna manera, a enmendarse, así como el culpable, diríamos,
tar siguiendo a Winnicott con la mayor fidelidad posible. La debe pagar por sus crímenes: después de la falta, la redención...
siguiente etapa consistirá en precisar que, al mismo tiempo que Winnicott explica: “El niño sano puede soportar esta culpa y,
se da cuenta (retrospectivamente) del carácter agresivo si no des­ así, con la ayuda de una madre verdadera y viva (que encama un
tructor (¿odioso?) de su relación primera con el objeto, con el factor tiempo), se vuelve capaz de descubrir su propia necesidad
otro, y accede así a la capacidad de solicitud {concern), el peque­ personal de dar, de construir y de reparar”.26
ño, al término de todo ese insight moral impresionante, descubre
simultáneamente lo que se relaciona con su responsabilidad (cual
pescador que comprende después la amplitud del mal que no BEBÉ CULPABLE
sabía que había causado). Hablábamos de “fábula”, esto incluso
tendría -en cuanto al criminal que no es tal, o que no sabía que
lo había sido- alguna referencia (encriptada) al mito de Edi- En este estadio de lo que se presenta como un relato a la
po ...23 Más aún cuando todavía hay un último paso decisivo en manera del Génesis -vale decir, puesto que se trata del conoci­
ese contexto que Winnicott no duda en dar, hablando de sentido miento del bien y del mal-, detengámonos un instante para exa­
de la culpa. En efecto, el pequeño se descubre culpable (a poste- minar sus implicaciones, incluidas las éticas, justamente. Pues,
riori) de los actos cuyo carácter agresivo empieza a medir (re­ en suma, Winnicott nos describe un humano presa del mal, en
trospectivamente), tal como ese carácter se le revela después, todo caso un pequeño humano que no se convierte en sí mismo
como sentimiento de culpa. “Con este estadio aparece la capaci­ sino al descubrir, aunque sea a su pesar, si no es el odio (por
dad de sentirse culpable. Se deduce de ello que una parte de la relajado que esté el uso de este término en Winnicott), al menos
agresividad se transforma clínicamente en pena o en sentimiento la culpa. “Estamos, sin embargo, en condiciones de ver en nues­
de culpa, o en un equivalente físico como el vómito. El senti­ tro trabajo este elemento muy importante en el desarrollo de los
miento del pequeño niño es que le hizo mal, en el período de individuos: el origen de la capacidad de sentir la culpa”.27
excitación, a la persona amada y de allí deriva la culpa”.24 El infans winnicottiano no se convierte plenamente en huma­
¿Y cómo reacciona el niño ante ese sentimiento de culpa? Es no sino al entrar en la culpa para asumirla. No estamos muy
el pequeño refinamiento complementario que viene a agregarse lejos de una doctrina del pecado, que incluso deberíamos llamar
a ese fantasioso relato winnicottiano. Pues, al comprender que, a
pesar de sus acciones hostiles, la madre sobrevive, que ha sobre­

25. Tesis de la sobrevivencia cuya incidencia en la transferencia encontrará


Winnicott (importancia del hecho de que el analista “sobrevive” a la agresivi­
23. Salvo que aquí sólo se trata del objeto-madre, podríamos decir entre dad del paciente).
incesto y matricidio (¿¡!?). 26. PP, pág. 154.
24. PP, pág. 154. 27. Ibídem, pág. 344.
T
158 DOLTO / W IN N IC O T T
LA ÉTICA 159

“original” (al tratarse de faltas que el sujeto no sabía que come­


de la culpa aquí confundida con el sentimiento de responsabili­
tía, pero cuya carga psíquica que pesa sobre él no deja por ell0
dad, aunque no se desconozca su segundo plano fantasmático:
de asumir). Es la culpa la que lo hace acceder a lo que él tiene
“Poco a poco, al igual que el niño descubre que la madre sobre­
para convertirse en humano. Una culpa que remite, copio hemos
vive y acepta el gesto de restitución, también se vuelve capaz de
visto, al carácter agresivo (¿odioso?) de su manera de ser en el
asumir la responsabilidad del fantasma total de la pulsión instin-
mundo primordialmente, una culpa que Winnicott no está lejos
tual completa que antes era impiadosa. La actitud impiadosa
de erigir en virtud, hasta mencionar, por el contrario, la dificul­
cede el paso a la piedad, a la compasión, la despreocupación a la
tad presente en algunos individuos para “hacer nacer [en ellos]
preocupación, a la solicitud”.31 Retomado en el nivel clínico,
esta capacidad para sentir la culpa”,28 estigmatizando como una
“esto implica que poco a poco, aprendemos a reconocer la dife­
aíz *•' defectuosidad molesta el hecho de que pueda estar ausente la
rencia entre el hecho y el fantasma y que la madre es capaz de
aptitud requerida para sentirse culpable... “Aquellos a quienes les
&1£"■ sobrevivir al momento instintual y por lo tanto de estar allí para
falta el sentido moral, carecieron, en estadios anteriores de su
S P recibir y comprender el verdadero acto de reparación”.32
4U desarrollo, del marco efectivo y físico que habría permitido la
Esta “aptitud para sentirse culpable”33 es tanto más valoriza­
elaboración de una capacidad de sentirse culpable”.29
da en la medida en que acompaña el momento de realización del
Lo que da la última pincelada a este pequeño relato moral, de
Self y, por ende, se vuelve a vincular de manera intrínseca con el
recorrido edificante, es el hecho de que al haber alcanzado la
hecho de devenir uno mismo. No se puede devenir uno mismo
“solicitud” que, con su falta virtual (pasada), le hace descubrir el
si no es, diríamos, pasando por esta “posición” (depresiva), es
sentimiento de culpa (una adquisición seguramente positiva para
decir, al precio de descubrir y sentir la culpa de la que se mues­
Winnicott), el pequeño ser va a poder (¿o deber?) esforzarse por
tra pasible. En suma, uno deviene Sí mismo en (y por) esta aflic­
obrar con actos de reparación, de restauración, comprendiendo,
ción.34
por contrición, hay que creerlo, el mal que siente que cometió
Así, en todo este discurso hay algo que nos permite presagiar
(potencialmente). Así entra, en el mejor de los casos, en conduc­
que va a acentuarse la distancia respecto de lo que vamos a en­
tas que apuntan a restablecer lo que su agresividad había (o
contrar enunciado en Dolto. La cual, como veremos, da cuenta
habría) alcanzado, destruido, cuando pudo causar daño, en espe­
n i de una orientación completamente diferente; allí donde W inni­
cial a su madre, a través de su “ataque” -p or “amoroso” que haya
cott no retrocede para confesarse normalizador (si es por el
sido sin embargo su móvil primario. “De esta manera es como
hecho de descubrir que es en tanto culpable como el bebé acce­
gran parte de la agresividad da nacimiento a las funciones socia­
de a la dignidad humana, que por ese medio debe ser la suya).
les y se manifiesta como tal. [...] Una actividad social sólo puede ser
Winnicott no sólo insiste en sostener que el niño no podría
satisfactoria si se basa en un sentimiento de culpa personal que
ser sustraído a esa fase sin daño, a esa entrada confirmada en la
tenga una relación con la agresividad”.30
culpa, sino que el punto importante sobre el que insiste en poner
El punto de culminación de toda esta fábula original consti­
tuye, pues -no podemos dejar de mencionarlo-, una valorización

31. Ibídem, pág. 343.


32. Ibídem, pág. 344.
28. Ibídem, pág. 348. 33. ídem.
29. Ibídem, pág. 345. 34. Apenas nos atrevemos a arriesgar una (triste) versión familiar que h.n (>i
30. Ibídem, pág. 154. valer al niño: “¡Lamentablemente! ¿Has visto el mal que le luis hecho padrrri,
que le has infligido a tu mamá?”.

J
160 DOLTO / WINNICOTT LA ÉTICA 161

el acento es la necesidad de que esa culpa sea del niño, que esa primitivos del desarrollo afectivo del individuo, no hay que bus­
culpa -para constituir esa fase necesaria, absolutamente requeri­ car un sentido de la culpa. El yo no está lo suficientemente fuer­
da para la humanización del sujeto- sea, por ende, suya y no esté te ni organizado como para aceptar la responsabilidad de las pul­
obnubilada, por ejemplo, falseada, por la manera en que podría siones instintuales y la dependencia es casi absoluta. Si bien el
confundirse, falaciosamente, con la culpa de una madre depresi­ desarrollo es satisfactorio durante sus primeros estadios, aparece
va, lo cual tendría el nefasto efecto de obstruir el acceso del niño una integración del yo que vuelve posible el nacimiento de una
a una culpa que se ve beneficiada al deber ser verdaderamente la aptitud para la preocupación. Poco a poco, en circunstancias
suya propia. Winnicott, de quien sabemos que él mismo tuvo favorables, se edifica en el individuo una capacidad para sentir
que lidiar con una madre de este tipo ,35 se tomó el trabajo de culpa en relación con la madre, lo cual está íntimamente ligado a
escribir todo un texto para subrayar la necesidad de esta especi­ la posibilidad de operar una reparación. Cuando esta capacidad
ficidad de la culpa propia del niño. La fusión, hay que creerlo, de solicitud se ha establecido, el individuo comienza a estar en
no podría llegar al punto de mezclar las culpas.36 una posición que le permite vivir el complejo de Edipo y tolerar
Así, sin dejar de reconocer lo que puede haber de absurdo en la ambivalencia inherente al estadio más tardío en el que el niño,
los avatares del sentimiento de culpa,37 Winnicott no deja por si no es inmaduro, está implicado en relaciones triangulares,
ello de insistir en pensarlo como aquello a lo que corresponde, como las que existen entre seres humanos acabados [...]. En este
según él, el acceso a la humanidad para el niño, su entrada en el contexto -prosigue Winnicott-, no puedo hacer nada más que
orden de la civilización, en virtud de lo que convierte, pues, el reconocer el hecho de que en algunas personas o en una parte de
sentido de la culpa en un valor primordial, casi en una virtud. estas personas, hay truncamiento del desarrollo afectivo en las
“El sentido de la culpa, incluso cuando es inconsciente e incluso fases más primitivas, y, en consecuencia, una falta de sentido
cuando aparentemente es irracional, sobreentendido, en cierta moral. Allí donde no hay un sentido moral permanente, es nece­
medida, crecimiento afectivo, salud del yo y esperanza”.38 El sario inculcar un código moral”.41
valor, continúa -atribuyendo la promoción de este tema a Mela-
nie Klein - 39 “está íntimamente ligado a la capacidad de sentirse
culpable”.40 DOLTO: CONTRA LA CULPABILIZACIÓN
Dejemos, por último, que Winnicott nos ofrezca su propio
resumen rccapitulativo de todo ese apartado: “En los estadios Ya hemos señalado que Dolto, al igual que Winnicott, inscri­
bió la dimensión de la ética en el centro de su reflexión beboló-
gica. Desde el comienzo, el humano es el blanco de la ética y, en
35. Lo cual puede explicar que vuelva tan a menudo a esta situación, para él este punto, los dos discursos parecían partir de un acuerdo de
típica, hay que creerlo, en que la madre es depresiva. En suma, la madre winni- principio a priori. Pero, llegados al término de nuestra excursión
cottiana o bien es good enougb o bien está deprimida... winnicottiana, ¿dónde estamos en este paralelismo? No nos sor­
36. Véase el texto “1.a réparation en fonction de la défense maternelle
organisée contrc la dépression", PP, pág. 83.
prenderemos si debemos dar cuenta in fine de una gran diver­
37. Ibídem, pág. 337. gencia en sus enunciados. Porque mientras que Winnicott cons­
38. Ibídem, pág. 339. truye su libreto moral sobre una valorización de la culpa, el
39. Sin embargo, el valor es un término al que Dolto recurre de manera
significativa, en particular, señalémoslo, en sus estudios acerca de la hija (de lo
femenino).
40. PP, pág. 345. 41. Ibídem, pág 346.
162 DOLTO / WINNICOTT
LA ÉTICA 163

discurso de Dolto va a proceder en una dirección exactamente Incluso podemos decir que todo su compromiso como cristiana
B
opuesta: ya no se trata solamente de distancia entre ellos, sino de
P g¡ra precisamente alrededor de esto: la denuncia de la culpa. Lo
antagonismo.
fh mismo vale para su manera de comprender el mensaje del Evan­
Pues allí donde Winnicott insiste en la valorización de la
P gelio (y la acción de Cristo), y es también el sentido del “No ten­
culpa al punto de convertirla en un índice del valor humano, p0.
P gan miedo” que ella hizo grabar en su lápida: no se sientan culpa­
dríamos decir rápidamente (pero con mayor exactitud) que, p0r ()1 bles, no se sometan a las angustias de la culpa corrosiva, que roe al
el contrario, esa culpa (con, de manera similar, la tendencia po­ lti humano, como un veneno, como los celos, que son su reverso.
sesiva de los adultos), la bestia negra, fue ¡el blanco de la Dolto Es difícil entonces no subrayar la suerte de divorcio radical
analista! Lejos de hacer de la culpa un valor, no dejará de acosar­
q’ que esto hace surgir entre sus posiciones y las de un Winnicott,
la en todas sus manifestaciones más insidiosas a fin de desmontar al allí donde esto confina a opciones antropológicas fundamental­
sus mecanismos subjetivos de opresión. Y por la simple razón de ir mente diferentes en este punto. Nos atreveremos a expresar,
que la culpa constituye para ella el motor mismo de la neurosis á< además, nuestra sorpresa al descubrir en este espacio a un W in­
y, en particular, allí donde instaura falazmente un sentimiento ir nicott sorprendentemente moralizador, cuando se lo suponía (de
que nada justifica pero que, sin embargo, acosa al sujeto. Esa u un modo muy diferente) abierto a la vida y a lo vivo que encarna
culpa perversa -que hace a la infelicidad de los humanos- es lo el el bebé.
que Dolto perseguirá encarnizadamente en todas sus formas, En cuanto a Dolto, ella no se contentó con denunciar la
pues consideraba incluso que era ésa una de las tareas electivas, ct culpa: al buscar mostrar cómo ésta viene a inscribirse en el nivel
de las más grandes misiones del psicoanálisis. Todo esto descan­ d del bebé, abrió sobre esa base una pista de trabajo de la que aquí
sa, por supuesto, en un distingo radical entre culpabilización o corresponde dar cuenta. Y -signo de la extrema atención que
neurotizante e introyección de la ley, debidamente comprendi­ t brindaba a la cuestión de la culpa-, ella le dedicó un estudio es­
da, en el orden de lo simbólico que entonces se encuentra ins­ p pecífico en una exposición que constituye una de sus primeras
taurado, fundado.42 t'l contribuciones propiamente psicoanalíticas,44 que luego se pu­
Por cierto, no es sorprendente que Dolto, en especial a través b blicó en forma de texto: “Les sensations coenesthésiques d’aise
de un texto sobre “Comment on crée une fausse culpabilité”,43 se o ou de malaise, origine des sentiments de culpabilité”.45
haya abocado infatigablemente a denunciar y combatir los es­
tragos neurotizantes que producen los discursos culpabilizadores
en el niño, incluidas sus vertientes religiosas. Además, hay allí un EL MALENTENDIDO DE LA CULPABILIZACIÓN
punto que podría parecer paradójico: el hecho de que sea Dolto,
cuyos compromisos religiosos con el cristianismo católico hemos Es un texto cuyo valor siempre me esforcé por subrayar, por
señalado tan a menudo, no sin malicia, quien más denunció, y con d demasiado desconocido, mientras que allí se pueden encontrar, a
mayor vehemencia, las referencias culpabilizadoras a través de las
cuales Dios puede verse invocado a modo de pedido de castigo.
44. A decir verdad, encontraríamos esta misma sensibilidad a la cuestión de
b la culpa ya en la tesis (1939) que tomaba como hilo conductor de la reflexión
el clínica, recordémoslo, el complejo de castración freudiano. Véase al respecto
42. En el sentido en que un Denis Vasse señala en la prohibición la función n nuestro artículo publicado en Le Coq Héron, n° 168: Dolto/Freud; del complejo
dei “entre-dicho”. d de castración a la castración simholígena.
43. Dolto, Franfoise, La dijjicitltéde vivre, oh. cit., pág. 209.
45. AJDD, cap. 3, pág. 18.
164 DOLTO / WINNICOTT
LA ÉTICA

mi entender, elementos fundamentales en cuanto a la inspiración ve


inero pertenece, si podemos decirlo, a la aprecM óh m p|ía de la.,
de lo que anima el pensamiento de Dolto y funda su acción clí­ esfera gustativa del niño y por ello no podría%¡^Vpjístionacte>.
nica, allí donde precisamente se trata de engañar y localizar los innatamente sólo concierne a su sensación “perlbliáK?: sabe do"
mecanismos de puesta en funcionamiento de la culpa en el niño; que es bueno (y, respectivamente, malo) para éliÉ ^aim bló, en
una culpa que Dolto, como adivinamos, está lejos de convertir cuanto a la apreciación del bien/mal, no habrqrgjjf^iiigún. dis­
en vector de la promoción humanizante, como sostiene, por el cernimiento espontáneo, lo cual implica que ese (segíihdb)'dis-
contrario, Winnicott. Ella más bien la convierte en el veneno de tingo pasa forzosamente por la modulación del JjüffipJtdúltói'^Sr
lo que, al viciar las manifestaciones del deseo, corrompe la liber­ el adulto está contento, está bien, el niño se siente bueno; si no /
tad esencial del sujeto humano, para arrastrarlos hacia la neuro­ lo está, está mal, se siente malo”.47 ¡f'.'rr'r A
sis (en especial obsesiva, de manera típica). Dicho de otro modo, las categorías digamos “morales” del
Dolto concluye su artículo con claridad y vigor, enunciando bien y del mal, para surgir precozmente en el niño, suponen sin
que “los sentimientos inconscientes precoces de culpa [...] no embargo la indiferencia del adulto tutelar: la puesta en juego
pueden sino desritmar [al niño] y trabar el acceso eufórico al precoz de la ética no puede producirse sino mediante esta
conocimiento de su identidad, a las características naturales de mediación principial del Otro, cuya necesidad estructural ella
su sexo, al dominio autónomo de su decir y de su actuar, al ejer­ muestra al mismo tiempo. Si hay un “ambiente” en Dolto -para
cicio de su inteligencia observadora, discriminadora, creadora, al retomar la palabra tan cara a Winnicott—, encontramos una vez
ejercicio de su imaginación inventiva y de su autonomía respon­ más que sólo podría tratarse, en todo caso, de un ambiente
sable; todas cosas que deben desarrollarse por fuera de toda encarnado, vivo, y que habla. “El sentimiento de bien o mal que
culpa de orden mágico o mórbido, capaces de gravar de neurosis acompaña todo acto constituye [...] el inicio de una escala de
el carácter y la salud de los más dotados y psíquicamente preco­ valores que se elabora en un contacto relacional con el medio.
ces seres humanos”.46 Esta escala se elabora en cada uno de nosotros por una sucesión
Vemos en qué perspectiva se inscribe esta primera contribu­ de experiencias lingüísticas [...] vividas en todo caso en el contac­
ción sobre la culpa, en un escrito que puede sorprendernos que to con otros, es decir, en relación con el medio social, testigo, el
Dolto casi no haya retomado más adelante en su obra, aunque ambiente [...]. El bien y el mal no pueden ser inculcados sino
sólo fuera para mencionarlo y renovar su alcance. Mientras que, mediante un lenguaje [...] que impide que el niño haga o repita
sobre este tema tan sensible, es un texto de una rara densidad tal o cual experiencia”.48
conceptual y que abre muchas pistas de trabajo e investigación. T a^cs son>pues, las premisas en las que se apoya Dolto para
Dolto se apoya en la idea de una suerte de contraste estructu­ desarrollar su pensamiento sobre el tema de la culpa: a saber,
ral, de oposición entre, por una parte, lo que pertenece corno que las categorías del bien y del mal, si bien al comienzo son
propio al niño -a saber, las categorías de lo bueno y lo malo- y operantes, sólo lo son mediante la intervención del Otro, cuyo
lo que, por otra parte, puede serle más o menos artificialmente valor de estructura confirman, en el nivel simbólico de aquello
impuesto por los adultos con los que se relaciona -a saber, las en lo que el niño se encuentra preso. Esto no impide que Dolto
categorías del bien y del mal. Se pueden distinguir, pues, expre­ plantee la existencia, frente al otro adulto, de un dominio reser­
samente, los dos pares binarios: bucno/malo y bien/mal. El pri-

47. Ibídem, pág. 19.


46. Lessensations..., ob. cit., pág. 59. 48. Ibídem, pág. 20.
DOLTO / WINNICOTT LA ÉTICA 167
166

vado donde actúa algo propio al niño y que no resurge sino en lo mucha frecuencia a una actitud perversora del adulto que, por
que experimenta, en forma de esa apreciación diferenciada de lo un malentendido más o menos grave (pero siempre deplorable)
“bueno” y lo “malo”. “El niño nunca está seguro de lo que está sobre la actitud del niño, lo hunde en el estatus de la falta come­
bien o mal; solamente está seguro de aquello que le hace vivir, es tida, a falta (¡ésa es la palabra!) de haber sabido discernir al
decir, en sentir, cosas buenas o malas”.49 menos en la conducta algo del orden de una verdad propia que
Entiéndase bien la implicancia fundamental que Dolto va a busca expresarse. Y, en todo caso, por no haber sabido respon­
erigir sobre tales bases. Por un lado, ella puede sentar allí lo que der a ello con un lenguaje más adecuado y de un modo más res­
funda la vivencia propia del niño, aquello que, de la subjetividad, petuoso que el de la condena culpabilizadora.
le pertenece como propio, algo que es del orden de su verdad, de En el estudio en cuestión (pero también en varios otros pasa­
su identidad (articulados, sin embargo, con la experiencia corpo­ jes de sus escritos), Dolto nos brinda algunos ejemplos de esos
ral subjetivada). Aquí se suma todo el valor propio del “sujeto” malentendidos que encierran al sujeto en la culpa y muestra
que Dolto no deja de conceder al infans, por pequeño que sea (y cómo un discernimiento mayor habría podido conducir a otra
en todo caso, antes mismo de toda expresión hablada). Y, al respuesta, siempre más apropiada que la que estigmatiza, conde­
mismo tiempo, por otro lado, se perfila por contraste la suerte na y castiga, creando el círculo infernal de la culpabilización de
de poder considerable impartido al Otro, en lo que constituye la que el sujeto sólo podrá recuperarse al precio de una aliena­
ción en la neurosis.
llegado el caso la puesta en funcionamiento de la escala primor­
dial de los valores. Muy probablemente las causas del malentendido estén inscri­
Al subrayar así el poder de determinación que concierne al tas en la estructura. Se deben a la dificultad insigne de percibir
Otro en la constitución del sujeto, Dolto no rescata tanto la los mensajes de expresividad del pequeño, precisamente cuando
línea de la culpa, a lo que Winnicott, por su parte, concede tanto aún no está en condiciones de hacer que transiten por la palabra
valor, como la culpabilización funesta con la que el niño se hablada, a riesgo de suscitar incomprensión e irritación en un
encuentra investido, invadido, parasitado. Insistamos en ello, no adulto, a menudo demasiado veloz para etiquetar y sancionar
es tanto, o no solamente, la culpa la que es blanco de su discurso prematuramente lo que le escapa. Por una parte, pues, dificultad
(y de la acción terapéutica) de Dolto, es la culpabilización, en sus para percibir lo que pertenece como propio al niño (por ejem­
excesos intrusivos indebidos. Y en lo que se da como culpa, plo, sus ritmos singulares).50 Por otra, tendencia a malinterpre-
Dolto se dedica más bien a descifrar, para ponerla al descubierto tar abusivamente, en esta disimetría constitucional entre el pe­
- y es el trabajo mismo del analista-, cuánta culpabilización abu­ queño y el Otro adulto (así bien nombrados por Lacan). Entre
siva y neurotizante pudo haber entrado en juego. ambas, la dificultad reside en la conducta que debe observarse, la
Mientras que Winnicott otorga un valor importante al surgi­ que está en el centro del mensaje aquí educativo (aunque de fun­
miento de la culpa como tal, Dolto se aboca más bien a perse­ damento analítico) de Dolto. Es decir, cómo respetar lo que está
guir los efectos nocivos de la aparición del sentimiento de culpa, debidamente fundado (siempre) en la conducta del niño, sin pre­
los cuales no hacen sino resurgir una culpa nefasta^ que pudo cipitarse, por el contrario, a sancionar allí una inconducta, una
haber sido evitada y que sólo la interpretación podrá deshacer. aberración del comportamiento, que consistiría entonces en una
Pues, si se pone en funcionamiento la culpa, esto se debe con respuesta retorcida e indebidamente punitiva, al final culpabili-

50. Ibídem, págs. 26-27.


49. ídem.
168 DOLTO / WINNICOTT
LA ÉTICA 169

zadora, hasta inscribir esa culpa en su carne... El psicoanálisis


del bebé es aquí fundador de una escuela del respeto que se debe tanto más sorprendente pues, aun cuando él mismo discernió
conceder al sujeto infans, lo cual también es una manera de ense­ con pertinencia la frecuencia de la falsedad subjetiva -en térmi­
ñárselo, al reconocerlo así como sujeto propiamente dicho. nos de sumisión facticia a la autoridad (materna)-, no dedujo que
A falta de esa escucha respetuosamente comprensiva de lo se trataba de hecho del motor de una culpa inducida, en lugar de
que él es, podría ponerse en funcionamiento en el niño una des- erigir a contrario como valor positivo la culpa como prueba de
vitalización (culpable) de lo que era su expresividad al comienzo humanidad conquistada... Hay allí una contradicción en la que
espontánea.51 Así, explica Dolto, “que, por el efecto de una coer­ nos sorprende que caiga.
ción, el niño sensible se abstiene de gritar, la inhibición se instala Mientras que Dolto es formal: “Condenar la expresión libre
en él, consecutiva a la naturaleza de su relación con el adulto, del en el pequeño en el estadio oral, e incluso más adelante, antes de
cual depende; y podrá convertirse en una suerte de reflejo condi­ la edad de la palabra, es condenar en su origen el conjunto de la
cionado, capaz de pervertir sus ritmos vitales, sus ritmos somáti­ expresión de la libido tal como tendrá que desarrollarse a través
cos. Lo que es naturalmente ‘bueno’ en el plano de las incitacio­ de los estadios posteriores”.54 Toda conducta abusivamente
nes se convertirá, para este niño, en estrechamente asociado a lo represiva y punitiva del adulto-referencia “es experimentada [por
‘malo’, y de una manera completamente inconsciente, diría el niño] como una condena que afecta la expresión de su vida”.55
incluso cibernética, se instalará la ecuación: vida = peligro; o Dicho esto, ¡cuidado con los malentendidos! No se trata de dejar
incluso, en el plano dinámico, desear = indeseable; y, en el plano al niño sin restricciones, sometido al solo juego no controlado de
afectivo, amar = ‘ser malo’ o ‘atormentar’ ”.52 sus tendencias primarias. Pero toda restricción aportada como
Probablemente no sea concebible escapar a la intervención corresponde a los desbordes de su actuar “debe ser parcial” y
del Otro materno. Tal es én todo caso la enseñanza central de sobre todo “siempre [debe estar] compensada por otra posibili­
Lacan -e l deseo es el deseo del Otro-, y Dolto en este punto dad para expresar su vida, en particular, con conversaciones con
adscribe plenamente. Pero lo que ella subraya es hasta qué punto su mamá”.56
esta intervención (estructural y estructurante) del Otro puede En síntesis: “Es mediante la comprensión y, sobre todo, el
constituir un abuso de poder (poder inevitable hasta cierto respeto de los ritmos de actividad del niño, el respeto de su
punto: “los dados están cargados”, dirá al respecto), un abuso libertad cada vez que ésta no estorbe realmente la vida del gru­
capaz, en efecto, de inducir un enviciamiento de la espontanei­ po, y la intercomprensión en provecho de un entendimiento
dad (cuando no de la naturalidad) del deseo del niño, entonces afectuoso, exigiendo sólo lo que es indispensable, es mediante
sometido a la falsedad de una sumisión alienante. todo ello como un ser humano puede desarrollarse de manera
Corresponde señalar al pasar cómo esta culpa inducida por eufórica, con su propia naturaleza, sin que se lo culpe por ello. Res­
incomprensión del Otro remite bastante directamente a lo que petado en la. libertad de sus ritmos, de su bienestar, de sus de­
Winnicott designó, por su parte, como “falso SV/f’.53 Además, es seos, él también respeta lá libertad y los deseos de los demás”.57
Hemos leído bien (el subrayado es nuestro): sin que se lo culpe

51. Un término -espontaneidad- cuyo alcance, señalémoslo, también es


reconocido por Winnicott, a través de la noción de “gesto espontáneo”, sobre
la cual pone el acentoJean-Pierre Lehmann, ob. cit. Véase aquí más adelante. 54. AJDD, ob. cit., pág. 28.
52. AJDD, ob. cit., pág. 28. 55. Ibidem, pág. 29.
53. Volveremos a ello más adelante. 56. ídem.
57. Ibidem, pág. 33.
r
LA ÉTICA 171
170 DOLTO / WINNICOTT

por ello. Esto es, para Dolto, lo que debe animar una educación Pero quisiéramos retener todavía un instante la atención del
sanamente conducida, es decir, respetuosa de la expresividad lector si ’bre una P*sta trabajo que nos indica este texto, que
deseante del pequeño, en la perspectiva de su humanización ciu­ nos par«cce tanto más interesante cuanto que se trata allí de
dadana. Esto valdrá en particular para la fase anal del desarrollo direccio ntíS inéditas que no han sido percibidas, parece, a la luz
libidinal. Dolto insistió en varias oportunidades en los estragos de lo qn c podían tener de innovador.
producidos por una continencia esfmteriam adquirida prematu­ Esto nos lleva al sentido mismo del título del artículo, que
ramente con la restricción,58 pues entonces “un niño sensible, puede sd£túr siendo, en efecto, enigmático: ¿qué tiene que ver
psíquicamente dotado, acepta esta sugestión y esta dependencia con todí-’ esto ia “cenestesia”, dicho de otro modo, la apreciación
.¿9 patógena a causa de un malestar afectivo que le impone todo que pui^ 0 tener el niño de su propia experiencia corporal?62
«fei Dolto insistirá en la capacidad del sujeto infans de medir el valor
desacuerdo con el adulto amado; pero es un niño que aliena todo
deseo al deseo del adulto”.59 bueno/i113!0 de lo que le concierne, pues tiene sus propios crite­
Dolto estigmatiza toda educación que valore la culpa (como rios par*1 hacerlo; lo cual significa que el aprendizaje que hace el
es el caso del discurso de Winnicott) como correspondiente a pequeña humano de su ser en el mundo pasa por ese par binario
una suerte de adiestramiento,60 que priva al niño de toda posibi­ original» primordial, que consiste en la puesta a prueba deda dis­
lidad de adquisición verdadera del sentido “de su propia respon­ tinción ¿ritre lo bueno y lo malo. Antes de que allí pueda simbo­
n.
i‘'s sabilidad”.61 Y Dolto concluye distinguiendo el sentido de la res­ lizarse \o que fuera (por la alternancia presencia/ausencia, o pos-
ponsabilidad (que promueve) (d)el sentimiento de culpa teriormente en Ia forma bien/mal, etc.), habrá allí como la
•3
(neurotizante). Como vemos, estamos lejos de Winnicott, quien, puesta funcionamiento en el ser vivo humano de una suerte
si bien retoma los mismos términos, considera la culpa que expe­ de alterativa fundamental mediante la cual se mide, se aprecia
ví para el sujeto, la palpitación vital de su existencia misma en su
rimenta el pequeño como el camino (casi monárquico) hacia la
responsabilidad. Si seguimos las palabras de Dolto, ¡llegamos a vivencia Sería el par binario original a partir del cual todo el
1 desam é 0 posterior del sujeto -yendo-deviniendo psíquico- se
la conclusión de que es exactamente lo contrario!
estaría poniendo en funcionamiento. Una idea en la que profun­
dizar, por cierto, y que ya recorta -es demasiado evidente- las
k f
LA CULPA EN LA CARNE propuestas de Freud sobre lo originario, como aquellas que se
1F encuentra11) por ejemplo, en el texto sobre la Vemeinung. Con­
í.E
Hemos terminado con lo que deseábamos extraer de ese texto forméis01105 simplemente con mencionar una cuestión que
tan rico de Eran^oisc Dolto, sin dejar de tener en la mira la con­ requerií13 no pocos comentarios.
frontación con Winnicott. Aquí también, a partir de una orien­ inscribe, en todo caso -es importante señalarlo pues es
tación que parecía común, los puntos de vista se muestran diver­ muy actfr<^e con Ia orientación conceptual de Dolto (y algunos
gentes en sus pormenores. otros)-, l°s elementos primordiales de la subjetivación allí donde

58. Fin este punto, Winnicott no la contradirá. 62. Stf’f* pns'l’lc t(>do un análisis sobre esta cuestión de la cenestesia, ances­
59. Ibídem, pág. 37. tro, si pijfdc decirse así, de la noción de imagen del cuerpo. Véase Bernard,
60. Ibídem, pág. 40 y sigs. Michel (1 W>); Le coíps, París, I,c Seuil, 1995, pág. 18 [ed. esp.: El cuerpo, trad.
61. Ibídem, pág. 56. de Albert" Ua* Hixio, Barcelona, Paidós, 1985].

i
172 DOLTO / WINNICOTT

tienen lugar: directamente en el cuerpo; ésta es la orientación


que preside la teoría de la imagen inconsciente del cuerpo. Y pa­
ra lo que se refiere al término “inconsciente”, que aparece aquí
para designar la imagen del cuerpo, una manera de escuchar su
resonancia es comprender que se trata de su designación como
corporal. Dicho de otro modo, hay algo del sujeto que se pone
en funcionamiento como inconsciente porque primero está
anclado en lo corporal (y, en este caso, a partir de lo que se expe­
rimenta como bueno y malo).
En lo que el artículo de Dolto dice al respecto, hay no obs­
tante una variación completamente instructiva y penetrante, que Capítulo 6
nos parece muy importante rescatar, pues se trata de la puesta en
Devenir sí mismo
funcionamiento de la culpa. Hablar precisamente de sentimien­
to inconsciente de culpa marca muy bien para Dolto lo que está
entrelineas en todo el artículo^-al punto de que convendría valo­
rar mejor este tema que permanece velado-, vale decir, que la
culpa, puesto que se juega precisamente en el nivel del infans, se
inscribe directamente en el cuerpo, directamente en el funciona­
miento corporal. Es el cuerpo deseante el que se encuentra afec­ LA HISTORIA AUSENTE
tado, herido, lesionado, culpabilizado, en el nivel de lo que
Dolto llama imagen funcional (“¡no toques!”) o erógena (“¡no Ya hemos subrayado suficientemente las razones de nuestro
desees!”). Hay una lesión infligida sobre el cuerpo sutil63 (que discurso crítico respecto de Winnicott. Sin embargo, hay otra
designa la imagen del cuerpo). De modo que cuando Dolto nos razón complementaria que es importante desarrollar en este es­
lleva, a su manera, a la puesta en funcionamiento precoz, e inclu­ tadio de nuestra investigación. En efecto, cómo adherir a una
so “precocísima”, del Superyó, es para designar lo que puede ser perspectiva, la de Winnicott, que pasa por alto, de modo casi
pervertido de la función simbólica, pero en la medida en que total, ya sea en su discurso teórico o en sus informes clínicos -a
está inscrita en la carne misma del deseo, para invalidarla. Así se menudo desconcertantes- , 1 todo lo que remitiría a la historia, a
forja, en todo caso, la idea que debe profundizarse de un Super­ la historia subjetiva del paciente, incluso -por supuesto- cuando
yó ante todo (y también) corporal. está inmersa en -y remite a- la historicidad genealógica encarna­
da y transmitida por los ascendientes. No hallamos nada sobre
esta dimensión: nos preguntamos qué queda del psicoanálisis
que aún pueda valerse del psicoanálisis. Puesto que la dimensión
de lo simbólico, en él sentido de lo que Lacan promovió como

63. En el sentido en que Dolto se apoya al respecto en lo que ella distingue


fundamentalmente como categorías llamadas de lo sustancial y lo sutil. Véase, 1. Al punto de que incluso los winnicottianos fervientes se conmueven.
por ejemplo, AJDD, pág. 64.
Jean-Pierre Lehmann (ob. cit.) incluso, le dedica un capítulo.
174 DOLTO / W IN N IC O T T
DEVENIR Si MISMO 175

“significante”, está ausente, forcluido; toda la historia cae en el


abismo, desaparece en el olvido (clínico y teórico). La historia
así como la prehistoria, la dimensión transhistórica, digam0s'
,T clínicamente, se toman en consideración los “trastornos del de­
sarrollo”, aunque sea en sentido amplio. Tal orientación origi­
nal, como ya hemos subrayado, se relaciona más con el campo
está olvidada, forcluida. Los sujetos winnicottianos no tienen
de la psicología que con el del psicoanálisis. Tal vez sea la razón
historia. El bebé Winnicott viene aí mundo sin historia^ y más
por la cual, con esta concepción ahistórica y a lo sumo cronoló­
en la__mec^da que es llevado y sostenido (en el sentido del gica (infantil) del inconsciente, Winnicott repetidas veces propo­
holding) por una madre que tampoco parece tener su propia his-
ne hablar, más que de psicoanálisis, de “psicología dinámica”. Y
toria, que parece ser cuasi fantasmática en este sentido, de modo
podemos preguntarnos si, en lugar de llevar la investigación
que todo aparenta darse en una suerte de anomia histórica.2 No
mucho “más lejos”, como Freud lo hubiera esperado, más bien
es sorprendente, pues, que el registro del desarrollo, como hemos
no se alejó de ella radical e irreductiblemente. Se apartó de ella.
visto, reciba en consecuencia una importancia reacentuada
Y muy precisamente abordando el inconsciente como una
puesto que ocupa ese lugar, que debería ser el de la historicidad
noción más psicológica (desarrollista) que en relación con la his­
en el sentido de la inscripción subjetiva, allí donde ésta caracteri­
toria genealógica del sujeto.5 Y ese lugar concedido a, o retirado
za lo que teje el hilo del destino humano. Como no tiene histo­
de (¡!), la historia del sujeto no deja de tener consecuencias para
ria y se enfrenta a otros aparentemente también ahistóricos
la cuestión que nos ocupa, es decir, dar cuenta de lo que consti­
-puesto que nada se dice sobre su espesor genealógico, su ancla­
tuye la vivencia primordial del pequeño humano considerando lo
je generacional o su corporalidad de seres vivos inscritos en el
que se elabora y lo que resulta de ello para su devenir, en la
tiempo de una historia (y de una pre-historia)-, el “bebé Wiijni-
construcción de su ser.
cott” sólo tiene un desarrollo, mientras que Dolto, por el con­
trario, insiste en la perspectiva simbolizadora de una historia: es
toda la distancia que articula expresamente asimilándola aldis-
DEVENIRYO [/£]
tingo esquema corporal/imagen del cuerpo.3
Nunca se restituye, pues, la historia del bebé winnicottiano
Pues nuestra pregunta, aquí, nuestra propia expectativa con­
-pero esto vale para todos los pacientes adultos de Winnicott-;
ceptual respecto del bebé, en realidad gira en torno a lo que se
prácticamente nunca se da cuenta de aquello que sería su propia
presenta como una sola pregunta -que podrá considerarse (con­
historia, marcada por lo que le imprime o le recorta el incons­
tradictoriamente) o demasiado ingenua o demasiado masiva-,
ciente.4 Sólo se toma en consideración el desarrollo, así como,
como ya hemos examinado brevemente al pasar: ¿cómo adviene

2. Tal vez esto es lo que, a menudo en Winnicott, le da a la madre esa


Winnicott. Pero un libro (tal vez) podría ser la excepción a este reproche. Se
tonalidad depresiva. Se diría que le falta historia -la suya propia- y que lo tras­
lada entonces a su retoño. trata, significativamente, de ha consultation thérapeutique et l ’enfant, oh. cit.
Anteriormente encontramos indicaciones terapéuticas al menos discutibles,
3. Sobre la diferencia entre desarrollo e historia a la que esto conduce y que
con reservas, como la que podríamos formular de un modo similar respecto de
retomo aquí, véase mi contribución a L'apportfreudien, ob. cit. (“Desarrollo”).
la cura dedicada a La petite Piggle..., París, Payot, 1992 [ed. esp.: Psicoanálisis de
Véase también, en nuestro Deux corps du mol, ob. cit., el apartado “Schéma cor-
porel et image du corps en psychanalyse”. una niña pequeña (The Piggle), trad. de Horacio Vázquez Rial, Barcelona, Gedi-
4. Incluso en su radicalidad, esta crítica merece al menos una salvedad. sa, 1980].
S. Sobre el tipo de idea de inconsciente que esto supone, véase CE, pág.
Sobre todo es válida para los relatos clínicos que salpican los textos teóricos de
209 y sigs.

i
¡76 DOLTO / WINNiCOTT DI vi mu M m im io 177

el bebé al estatus subjetivo del (re)conocimiento de sí mismo?, del advenimiento usinnido como tul, ustimible personalmente
¿cómo llega a constituirse como un Yo [Moi\ que dice Yo [Je]? y (debemos decirlo) por el niño, de umi cupucidad tanto de reflexi-
¿qué era, entonces, antes de convertirse en esto, si aún no lo era? vidad (psíquica) como de palnlmi luibludu, sostenida como tal, y
¿Cómo llega el pequeño bebé humano a comprender que él es como suya, en primera persona. Eo cual podría resumirse así:
él, en cuanto sí (mismo)? tener acceso, haber llegado (para este infans), a la primera perso­
Esta es la pregunta que quisiéramos dejar al menos planteada na (del singular)...
al término de nuestro estudio. Las claves del problema son claras: se trata de examinar con­
Esta pregunta, de la que sólo presentamos una primera for­ cretamente, de analizar cómo se efectúa el paso entre el estado
mulación -pues corresponde más bien a todo un conjunto de primero infantil del pequeño humano, en su estado de recién
interrogaciones-, nos lleva a lo que hemos señalado al comienzo, nacido -nos atrevemos a decir “rudimentario”, lo que lo convier­
cuando lanzábamos este programa bebológico, como lo Unheim- te en un ser rudimentario o, en todo caso, en un semejante...
lichkeit del bebé: mediante lo que nos lo vuelve tan familiar diferente, y notoriamente desconcertante- y lo epte sin embargo
(¿sobre todo si es de la familia?) y lo que al mismo tiempo, sin le permite, gradualmente por supuesto (como diría Winnicott),
embargo, nos lo vuelve tan extraño, en esa suerte de distancia que o de a saltos (¿?), imperceptiblemente, convertirse en un seme­
hace que nos preguntemos -¿diremos tonta, o cándida, o teórica­ jante probado, que se asume como tal del modo más pleno posi­
mente?- sobre lo que sabe, experimenta, piensa: “¿Qué tiene, ble (es decir, probablemente no sin algunos enclaves residuales),
pues, en la cabeza?”. Hay que decir que tenemos razones para en la autonomía literalmente apropiada de su Yo \Je\, en la rela­
estar perplejos ante ese pequeño humano, que parece ignorante tiva soberanía reflexiva por fin conquistada de su Yo \Moi\ que
de su ser (y de su nacer), o que lo sabe, pero entonces con una dice Yo \Je\.
modalidad completamente diferente del saber, muy diferente de En este paso, en esta transposición elaborativa, hay algo pro­
la nuestra, que sin embargo nos dirigimos a él como al semejante piamente pasmoso (y que no obstante se renueva en la magia de
que es (que está llamado a devenir). Sin contar con que esta pre­ su milagro para el pequeño humano). Pues, de encontrarse en un
gunta también nos remite, claro está, a lo aún que sigue estando estado primordial aún indistinto, mal delimitado, confuso, en
presente en nosotros del infans que ya no sabemos que fuimos. una situación de comunicación caótica o, digamos, de esbozo
Toda esta problemática (de la subjetivación) se encuentra en la- enigmático (lo Unheimlichkeit), va a pasar a convertirse, y de un
obra de nuestros dos maestros, aunque no siempre se vislumbre modo relativamente rápido, en un pequeño humano que se sabe
tan claramente como intentamos hacerlo ahora. Saber cómo se grosso modo como tal, que por sí mismo ha conquistado el saber
subjetiv(iz)a el infans, cómo llega a subjetivarse, a saberse y de­ de que lo es y que está en condiciones de asumirlo, tanto en su
cirse sujeto, en suma, cómo alcanza ese nivel de presencia en sí, actuar corporal, a su medida, como en la afirmación de un bal­
en los demás y en el mundo que corresponde en suma al “Yo buceo, donde su palabra ya está (más que) en estado latente.
[Moi] que dice Yo \Je)”, lo que otros también llaman “persona­ Sólo mire a ese bebé recién nacido, impresionante caballerito
ción”.-6 Podemos observar todo lo que esto designa finalmente (o damita) que a su vez también lo está mirando. Tan pequeño,
pero que sin embargo lo conmueve, pequeño ser por quien usted
ya siente indistintamente tantas cosas tan desbordantes como
6. Aludimos al trabajo de Paul-Claude Racamier. No debe confundirse con
confusas, sobre todo si pertenece al círculo de la familia, y con
lo que Winnicott designa en un momento como “personalización”. Por ejem­ más razón si usted -su madre- lo contuvo varios meses en su
plo, en PP, pág. 314. vientre.
178 DOLTO / WINNICOTT DEVENIR SÍ MISMO 179

Pero también ese pequeño ser es un enigma que sin embargo ¿Cómo no estar literalmente confundido por la amplitud de
encubre en él —Winnicott y más aún Dolto insistieron muchas esta cuasimetamorfosis, tan manifiesta como imperceptible en el
veces- toda una humanidad potencial y ciertamente ya actualiza- despliegue de su eclosión? Por nuestra parte, vemos una de las
ble aunque inefable. De allí que suscite en usted, más allá de sus manifestaciones más conmovedoras del ser humano -a la medida
emociones, mucha perplejidad, mientras todavía no tiene los de lo que un buen día (sic) representa el hecho de “pararse y
medios claramente verbales de dirigirse a usted, en su lenguaje caminar”- , 8 una fuente de asombro (en todo el sentido del tér­
[de usted]. De modo que usted se pierde tan a menudo en conje­ mino) y de maravilla, renovada no obstante cada vez (y es en
turas sobre lo que él -que es un “él” sólo para usted, puesto que principio cada vez) que un pequeño infans logra erigirse hasta la
nada indica que pueda, y con razón, ser ya un “Yo” \Je] para postura conquistada de humano que habla para afirmar y decir el
él...-siente, sobre lo que experimenta, sobre lo que percibe. Pe­ Yo \Je\ en el que entonces sabe que se convirtió.
ro, entonces, ¿qué es “él”? A este conmovedor camino infantil del misterio humano es a
Sin duda, “él” emite mensajes —al menos es el lugar de lo que lo que quisiéramos volver aquí, pues consideramos que aquellos
puede (debe) ser tomado como tal-, mensajes a menudo discor­ que hasta ahora fueron nuestros guías, Dolto y Winnicott, tie­
dantes; gritos, llantos, berrinches, disgustos; pero no siempre: nen, cada uno a su manera, con qué ayudarnos a enfrentar el
sonrisas y pronto balbuceos zalameros... Pero, ¿acaso sabe que temible enigma de la subjetivación, de cómo uno se convierte en
emite esos “mensajes”? ¿Podemos conceder alguna intencionali­ sí mismo. Y esto es así al punto de que no sería en vano hablar
dad, que entonces sería aún secreta para él mismo, desconocida, de esto como de otra gestación, si no de un segundo nacimiento,
impensable? El caso es que, las más de las veces, esos mensajes el nacimiento que ya no es el que cumple el alumbramiento de la
siguen siendo enigmáticos para usted y que usted se desgañita parturienta, sino el que señala, en el seno de la comunidad de los
por descifrar su posible sentido, sin lograrlo, salvo a través de la humanos que hablan, la llegada al mundo de un ser convertido
violencia” de su interpretación,7 por estructurante que sea. en sujeto.9
Y ese bebé enigmático y literalmente pasmoso, por alegre que Y puede asombrarnos que, en el punto en que estamos (de la
también sea (pero este “también” señala con la ambigüedad que historia humana, del pensamiento, de la ciencia), el espesor del
le es propia la posible ambivalencia de cómo usted lo reciba), va misterio de este infantil humano siga siendo considerable. Diría­
a convertirse, sin que apenas usted se dé cuenta, aunque lo sus­ mos que apenas hemos comenzado a comprender el advenimien­
tente día a día en su vivir —y tal vez incluso, sobre todo en ese ca­ to del sujeto reflexivo a partir del infans enigmático. Es verdad
so-, un niño abocado a conquistar su autonomía. En ese movi­ que probablemente esta cuestión no forme parte de las priorida­
miento cumple una apropiación de sí mismo, hasta la afirmación des de los programas científicos, los cuales tal vez ni siquiera
asumida en primera persona de la personita que, en efecto, está podrían concebirla ni formularla como corresponde (es decir,
en devenir (o devenida: hasta la afirmación incuestionable del Yo dándole un lugar -problemático- a la noción de sujeto).10 Esto no
\Je\ que la vuelve verbalmente presente en el mundo, a través del
decir verbalizado de su identidad entonces confirmada).
------ 8. Para retomar el título del libro publicado por iniciativa del “Jardín Cou-
vert" Jardín Cubierto] de Lyon: Vasse, Denis (1995): Se teñir debout et vmrcber,
París, Gallimard.
7. Alusión, claro está, al trabajo de Piera Aulagnier, La violence de Vinterpré- 9. Dolto, Frangoise, La cause des enfants, ob. cit., cap. 4.
tation, París, PUF, 1975, autora que también se volcó de modo similar al tema 10. Fn efecto, allí se promueve sobre todo -según la moda del momento-
de las condiciones originarías de surgimiento del Yo \Je] en la palabra. la tesis de un “bebé neuronal”...
DOITO / WINNICOTT DEVENIR SÍ MISMO 181
ISO

1ni|iiile i|iu- mis Miipmuhi constatar cuán poco se ha avanzado en ífl Este encuentro -hemos aludido a ello- conlleva un problema
la ai iiiiillilail ioIiic mm cuestión, por trivial que sea, sin embargo !■ que ya no podemos eludir, el riesgo de caer en una trampa y de
i u mi ii |iiiii ion miovnila por cada aparición de pequeño huma­ atascarnos donde podría debilitarse la especificidad de la pers­
no V « lio nc dclic, probablemente, a la dificultad, temible, hay pectiva analítica. Diremos que, inevitablemente, la cuestión del
ipu> iidiiilili lo, de darle respuestas. Pues, incluso aquí, con el sos- bebé nos lleva hacia confines donde surgen -a través de un acer-
ieu ilr Ion apolles conjuntos de Dolto y Winnicott, tal vez no catnient0 posible (¿e incluso necesario?) con la psicología- cues­
podamos liiitn algo mejor que dibujar los contornos del proble­ tiones epistemológicas temibles. Porque no nos situamos, aquí,
ma, olin ci una presentación liminar de él, sin jactamos de poder en un frágil equilibrio -por no decir como equilibristas-, en la
imolvef un asunto al cual tantos otros se han enfrentado.11 intersección de diferentes campos, que se muestran menos com­
plementarios de lo que habríamos deseado. Así, a partir de nues­
tra experiencia y de nuestra reflexión como psicoanalistas, nos
FILO, PSICO / PSICOA vemos conducidos a plantear la cuestión (¿filosófica?) de la sub-
jetivación, o al menos de dar a nuestra cuestión del (devenir-)
Más allá de los avances en la materia de nuestros dos maes­ sujeto una vuelta filosófica, y resulta que otra vez volvemos -por
tros del psicoanálisis, estaríamos inclinados, habida cuenta de la seguir la temática genética que esto parece plantear, suscitar- al
amplitud del problema planteado, a convocar a todos los grandes campo de la psicología... E incluso si esta última sirve como
sectores de las ciencias llamadas humanas. Pero, aunque el pro­ contrapunto para el psicoanalista, incluso procediendo a partir
blema se plantea en el nivel del “sujeto” - y por lo tanto en tér­ de la experiencia analítica, éste no puede eludirla, puesto que se
minos que el filósofo en particular no puede negar, puesto que pregunta por el ser en devenir del bebé. Porque en un discurso
son precisamente aquellos por los cuales él mismo puede enfocar donde domina manifiestamente la temática del desarrollo, la
su contribución específica-, debemos observar que, aunque re­ j orientación psicologizante se encuentra de alguna manera pre-
servándose el derecho de dar cuenta de los bebés, la filosofía se ; sente, incluso en Dolto .13
ocupó sorprendentemente poco de ellos; no le preocuparía, ■ Pero la cosa se ve más acentuada en Winnicott, que no deja
pues, arriesgarse más. 12 | de postular este pensamiento del desarrollo, para él fundamental
Pero mientras esperamos que la filosofía pueda responder a j en las premisas mismas del psicoanálisis. L q que. el psicoanálisis
esta convocatoria, o que podamos ir a su encuentro en este I habría puesto esencialmente en el centro desiTdescubrimiento
terreno (de la bebología) -lo cual sigue siendo un objetivo friera | esTsegún Winnicott, la cronología de un desarrollo individual.14
del alcance del presente trabajo-, tendremos que contentarnos, Este es, para él, el sentido mismo o la esencia del psicoanálisis, a
pues, con una confrontación psico/psicoa, en la medida en que la lo cual entendía aportar -como hemos visto- la marca innovado-
psicología y el psicoanálisis tienen fatalmente ciertas coinciden­ ra de su propia contribución.
cias, puesto que ambas se ocupan del bebé. Hay allí, pues, un primer nivel de cuestionamicnto epistemo­
lógico central, respecto de saber si la cuestión del advenimiento

11. ¿Aunque tal vez no lanío.,,?


12. Como arriesgué en “ILIóincm» de philosophic bébologique”, Coloquio | 13. Aunque no hemos dejado de aportar -para evitar mulcutcndidos-
A.na.psy. Giampino, Sylviane (ilir.) (200b): /I l'écoiile des bebés et de ceitx qni les r correcciones y precisiones que se imponen.
entourent, Kamonville, Krcs, p;ig. 2()b, 14. Conversations ordmaires, ob. cit., pág. Ib.

I
182 DOLTO / WINNICOTT
DEVENIR Si MISMO I 83

del Yo [Je], del paso al Yo [Moi] que dice Yo \Je\, debe tratarse
-o sólo puede tratarse- en términos de desarrollo, reduciéndola individuo, persona, personalidad, etc., y también Yo, y también
a un recorrido, a un proceso desarrollista, al término de etapas -pero esta vez en Dolto- sujeto. Y, justamente, en el decurso de
sucesivas y progresivas que, finalmente, conducirían a la culmi­ nuestros asaltos críticos, pusimos de relieve el mérito de la deno­
nación probada de un advenimiento del Yo \Je], verbalmente minación doltoiana, que para nosotros tiene la ventaja de plante­
subjetivado. Esto es así, suponiendo, por si fuera poco, que el ar (y desde un comienzo) la puesta en juego de la palabra en la
tema (y el término) mismo de desarrollo implique recurrir a una relación con el niño, por pequeño que sea. ¿Pero agota esto la
epistemología psicologizante, por no decir una cientificidad cuestión, tal como Winnicott la plantea, por su parte, en térmi­
paramédica. Aquí se plantea todo el problema de la cercanía -o nos de Yo, de integración del Yo, o de persona llamada “total”?
el antagonismo- entre psicología y psicoanálisis, y se plantea, En efecto, resta comprender cómo y cuándo el bebé se sabe,
inevitablemente diríamos, a propósito del bebé. llega a saberse (y no resulta necesariamente fundamental decidir
Es un problema que puede parecer formal pero al cual no si terminamos este enunciado por: “saberse... individuo, perso­
parece posible sustraerse, y ciertamente no, en todo caso, por la na, sujeto o Yo”, si de hecho es una misma problemática la que
sola exclusión y la simple determinación por mantener la “pure­ se encuentra aquí planteada).
za” epistemológica requerida de cada disciplina. En efecto, para A menos que se considere que una parte de la dificultad se
nosotros, psicoanalistas, sería demasiado cómodo rechazar esa debe, precisamente, a ese choque funesto entre las dos nociones
proximidad con la psicología, so pretexto de que sería consentir que, por el contrario, nos pareció imperativo distinguir al ir
dejarnos llevar fuera de nuestros límites conceptuales supuesta­ avanzando: el Yo, por una parte, el sujeto, por otra. Es precisa­
mente intangibles. Porque esa proximidad no puede eludirse por mente a esto a lo que se abocó Lacan, y para convertirlo incluso
decreto, si es el contenido mismo del objeto de estudio el que en el fundamento de su enseñanza.13 ¿Diremos entonces que, al
parece conducir allí necesariamente. cubrir de oprobio al Yo, para oponerle mejor al menos el con­
Y por qué rechazar esa cercanía en razón de lo que sería la cepto de sujeto -como sujeto del inconsciente-, Lacan tomó
supuesta “pureza” del psicoanálisis, ya que el psicoanálisis justa­ partido por la consideración psicoanalítica del solo sujeto, dejan­
mente nos lleva allí, adonde los psicólogos (y los filósofos) plan­ do al psicólogo la carga de tener que ocuparse de la génesis del
tean ese tipo de interrogación. ¿Y por qué negar esa proximidad Yo, esa cuestión que, sin embargo, no dejó de mortificar a
si puede tener algún valor educativo para nosotros? ¿Y por qué Freud? Habría allí un punto de vista muy esquemático, que des­
dejar que sólo los psicólogos se dediquen a cuestiones que pare­ conoce, por ejemplo, que con su estadio del espejo Lacan no
cen ser más de su incumbencia, si también nosotros mismos sólo aportó una contribución decisiva en cuanto a la puesta en
como psicoanalistas nos vemos conducidos a plantearlas? ¿Debe­
ríamos permanecer retirados, en razón del rigor epistemológico
formal? Sería quedarnos a mitad de camino de una cuestión que, 1S. Lo cual nos brinda la ocasión de precisar estas distinciones que volvere­
inevitablemente, también es nuestra. mos a encontrar más adelante y que seguramente exigirían muchos más análi­
¿En qué tipo de región conceptual y terminológica nos sitúa? sis. Pero a los solos fines de presentación, digamos que el Yo [Moi] correspon­
de a lo que se juega en la relación (imaginaria) con el otro semejante, cuando el
En esa zona imprecisa, problemática y seguramente insatisfacto­
sujeto está en juego en la relación simbólica con el Otro (lingüístico). Se dedu­
ria donde encontramos todos esos términos azarosos y sin ce de ello correlativamente la oposición a priori entre psicología y psicoanáli­
embargo cargados (“emplomados”) que encontramos al hacer sis, allí donde la psicología se funda en la objetivación de un Yo consciente,
camino y, sobre todo, diseminados en el discurso de Winnicott: mientras que el psicoanálisis pone en funcionamiento la relación dialéctica con
el sujeto del inconsciente.
DEVENIR SÍ MISMO i ns
184 DOLTO / WINNICOTT

funcionamiento del Yo, sino que, para hacerlo, tomó cosas pres­ clínica analítica del adulto, un teórico como Lacan atacó lucí ir
tadas de trabajos de psicólogos (Wallon en particular) hacia mente la insistencia en el Yo en cuanto representación lala/ y
quienes sólo manifestaba desprecio. Pero es verdad que, pasada mentirosa sobre el ser humano. Y, si bien Dolto, siguiendo de
esa elaboración primera, Lacan hizo tambalear toda la dimen­ cerca sus pasos, de cierto modo adhirió a esa perorata peyorativa
sión simbólica de la palabra en el solo sujeto -llevado a la repre­ (oponiendo, así, la autenticidad del sujeto a la mueca del Yo
sentación significante-, puesto que el Yo había sido librado a su especular),18 no puede negar que el Yo sea aquello por lo cual un
inmersión imaginaria en el desconocimiento.16 bebé debe pasar para constituirse a sí mismo como humano en la
relación consigo, con el mundo y con los demás. Mientras que la
clínica analítica del adulto puede (debe) apuntar a disolver la
YO Y SUJETO prestancia del Yo en sus ostentaciones narcisistas, ¿no habría que
considerar que, en el caso del niño, y más aún en el del bebé,
Ahora bien, como lo que nos interesa es el bebé y su devenir se trata de que primero el Yo [Moi] se construya, que el bebé se
primordial, seguimos manteniendo conscientemente cierta am­ edifique un Yo [Moi]: que el Yo [Moi] advenga, por más que
bigüedad llamando a examen un advenimiento también yoico, se pueda entender también de este modo la fórmula freudiana
que asimismo sea el del Yo, aunque fuera para designarlo me­ del “solí Icb werden”? Aunque haya que insistir, como Dolto no
diante la fórmula de un Yo [Moi\ que dice Yo \Je]. Esto equivale deja de hacerlo -y aquí encontramos lo que vuelve a lanzar nues­
a considerar que la eclosión subjetiva pasa también en el bebé tra crítica de fondo respecto de Winnicott-, sobre el hecho de
-¿cómo negarlo?- por la constitución del Yo [Moi]. Es lo que que ese Yo [Moi] no puede ser tal sino como ser que habla, sien­
nos conduce a no rechazar absolutamente a la psicología como do también un Yo [Je] que habla. ¿Y acaso el propio Winnicott
tal, aunque justamente sea para asegurar los límites de esa con­ no se deja atrapar por la incidencia del Yo [Je] -aunque no
trovertida cercanía, epistemológicamente embarazosa. subraya su alcance enunciativo- cuando califica uno de los esta­
Después de todo -para volver a nuestros dos “bebólogos” de dios del desarrollo de la pequeña persona mediante la afirmación
referencia-, Dolto no se conforma, cuando piensa al sujeto -en de un “Yo soy”? 19
su dinámica deseante en la palabra-, con la instancia del Yo, Es decir que no podríamos -sobre todo si es solamente en
sobre la cual Winnicott duda mucho menos en insistir en la nombre de los presupuestos dogmáticos- recusar a Winnicott en
medida en que ello le permite alinearse legítimamente con este punto, allí donde nos contentaríamos con denunciar en él al
Freud.17 Así, decididamente hay razones para preguntarse, al abogado, si no al apóstol del Yo para el bebé. Pues, en efecto,
margen de las querellas dogmáticas, si el término “Yo” no tiene esa terminología tiene cierta pertinencia a la hora de reconocer
alguna pertinencia desde el momento en que nos hallamos del que para el bebé resulta de primera urgencia advenir, llegado el
lado del niño y, a fortiori, del bebé. Tal vez pensando más en la momento, al Yo -a condición, agregaremos de inmediato, de

18. Tema que hemos reexaminado en varias ocasiones, por ejemplo, en


16. Lo que también hace que una cuestión como ésta, digamos, del adveni­
miento de la persona, se convierta en un tema completamente improbable, si nuestro Le miroir et la psyché, ob. cit.
19. Pero es un enunciado, como ya hemos señalado, al que se dedica a qui­
no inadmisible, desde una perspectiva lacaniana (a riesgo de acrecentar nuestra
incomodidad). tar todo valor de palabra efectiva. Porque “es sólo más adelante cuando el lac­
tante, si sabe hablar, dirá YO SOY” (el subrayado es nuestro). Le bebé et sa mere,
17. Incluso al punto de retomar las calificaciones confusas (pero efectiva­
mente presentes en Freud) de “Yo fuerte” y “Yo débil”. ob. cit., pág. 84.
186 DOLTO / WINNICOTT DEVENIR Si MISMO IB7

reconocer allí la necesidad para el Yo así constituido del bebé de EL DESAFÍO DE LA* IDENTIDAD
decirse, hablarse, afirmarse, desde lo alto de la potencia del
verbo. El verbo, atribuido aquí “divinamente” al niño que, des Por lo demás, ahora podemos reformular la cuestión del de­
pues de todo, también puede, por su parte, llegar a atreverse a venir sí mismo para el niño. En efecto, más allá de la instancia
enunciar (prolonguemos a Winnicott): “soy el que soy” (¡el hij0 del Yo [Moi], acabamos de mencionar un término (que ya había­
de mi madre y mi padre!). mos tratado superficialmente más atrás) que puede permitirnos
¿No se trata aquí de ese milagro al que, como adultos, asisti­ reordenar todas nuestras consideraciones primordiales, mante­
mos plácidos, por esa manera en que el bebé -que no hablaba niéndonos al margen de los brillos polémicos y dándole una
aunque ya se comunicaba mucho- se encuentra de pronto, “gra­ vuelta más concreta: se trata de la identidad. Y entonces, al reto-
dualmente” diría Winnicott, entrando de lleno en la palabra, de j mar en perspectiva toda la elaboración de Dolto y Winnicott, no
la misma manera en que, un buen día, se para y se pone a cami­ podemos equivocarnos si afirmamos que también buscaron
nar? Casi estamos más pasmados que él, como si no midiera lo implementar en su formalización lo que se refiere al bebé en su
que sin embargo se está realizando cuando, de ese modo, llega a acceso singular a su propia identidad.22 ¿Cómo adquiere, cómo
asumir más o menos solo la verticalidad (hablante, pues) de su accede el bebé a su identidad propia (en primera persona), a lo
identidad humana. Cuando finalmente ésta encuentra con qué l que podemos decir que es su identidad suya (o su “mismidad”),
decirse, significarse, afirmarse “Yo [/c]”.20 aun cuando, por una parte, las nociones preexisten, sin embargo,
I)e modo que, en este punto, no quisiéramos estigmatizar a a su apropiación probada?
Winnicott con el solo pretexto de haber situado (en una línea En lo que respecta a Dolto, es el sentido mismo de todo lo
Ircudiana, después de todo) los estadios bebológicos refiriéndose j que designa la construcción articulada de la imagen del cuerpo
al ^ o, y, por el contrario, debemos reconocerle cierta pertinen­ j llamada “inconsciente”. Y que se encuentra de manera explícita
cia, a riesgo de confirmar y reelaborar la validez bebológica de la I en la manera en que Dolto pudo jugar, recordémoslo, con la
instancia yoica. composición significante del término “I-ma-gen (donde I ,
Pero es un trabajo que excede los límites del presente trabajo. precisamente, es el portador de la identidad: también en inglés,
De modo que nos consideramos ya satisfechos por no haber evi­ como demostré en otra parte).23 Aunque es llamada “inconscien­
tado las asperezas, ni haberle ahorrado al lector (¡!) las dificulta­ te”, la imagen del cuerpo consiste en seguir la manera en que se
des epistemológicas que plantea la cuestión planteada (la de la realiza la subjetivación del niño, a partir de cuya puesta en juego
humanización de los bebés) y al menos haber expuesto, gracias al corporal, arcaica, viene a emerger la instancia del Yo ]J¿\. En
encuentro Dolto/Winnicott, sus aspectos centrales de manera efecto, nos equivocaríamos en considerar que por retomar el
detallada.21 seguimiento de los estadios freudianos, el nec plus ultra del que

*0. ^ luda esta foimidable trayectoria está condensada brevemente en la liiuye también para nosotros, pues, el medio de orientarse en la confrontación
niiMU'ia en que Dolto se divierte jugando con el significante “imagen” (en ima- Dolto/Winnicott).
iji'H del ninfo) recortándolo así: i-ma-gen. Véase nuestro lmage du corps selon F. 22. De algún modo, también es lo que hizo que Lacan retomara al bebé
Dolto, lll). tú., l¡||). 7.
frente al espejo, para volver a preguntarse: ¿qué ve allí (el bebé)? ¿qué ve allí de
• I I cío es que esta distinción Yo/Sujeto, en particular, aquí es sólo mate-
su Yo \Je\?
' 1,1 |l|,li'Ue lluramente formal o académico, si bien ella coincide de hecho, a 23. Nos referimos a nuestro L’image du corps selon Fratifoise Dolto, ob. cit.,
|mhii ilr la enseñanza de I.acan, con el v a lo ry e l alcance de la palabra (y cons-
pág. 134 y sigs.
188 DOLTO / WINNICOTT DEVENIR SÍ MISMO 189.

habla Dolto sería para el niño acceder al estadio genital, afirtiori mienzo (aunque el Otro portaba su emblema, su apuesta y soste­
tal como antes se lo llegaba a llamar “oblativo”. Más allá de qUc nía su desafío). En este caso, nos toca recurrir a las formulacio­
eso oblativo -maliciosamente cuestionado por la ironía lacania- nes winnicottianas ad hoc, cuya ligereza hemos denunciado
na- en verdad sólo pueda designar la incidencia radicalizada de anteriormente, enunciando que antes de la identidad (del yo-
la alteridad en el devenir del sujeto, lo cual está mucho más sujeto), no había identidad: ¡había no-identidad!
implicado en el término del desarrollo bebológico doltoiano, lo Es, pues, la clínica del niño -mediante el discurso “bebológi­
que el niño realiza en la exclamación asumida de su Yo [Je] es la co” que nuestros dos maestros nos ayudan a constituir- la que
afirmación de sí. Incluso por fuera de la oposición estructural puede hacer que comprendamos qué es el acceso a la identidad,
consciente/insconsciente, es decir, sin llegar al punto de pregun­ o su construcción, su elaboración. En efecto, con el asombroso
tarnos sobre el grado de conciencia del niño que “se pone a mundo de la infancia primordial, nos encontramos frente a todo
hablar”, así como se puso a caminar, digamos que la culminación lo que tiene de desconcertante, cuando no de caótico, digamos
de su historia infantil, por más que luego la cerquen en las bru­ lo impensado, o incluso lo impensable de la no-identidad pri­
mas del olvido, es tener que empujar su Yo \Je] y así reconocer­ mordial (aunque sólo sea repensada más adelante). Es decir, lo
se en la acción subjetiva resultante de proferir.24 que hace que el infans no sepa que él es, ni siquiera si es, puesto
Esta cuestión crucial de la identidad —que surge así en el que nada indica en particular que pueda saber que es el mismo
cruce de las referencias académicas posibles entre fdosofía, psi­ según los lugares, los momentos, las circunstancias de lo que
cología y psicoanálisis- también está presente en el centro del vive. Ésta es, en todo su rigor (también para el interesado), la
desarrollo de Winnicott, aunque aparece con otros términos. cuestión de la identidad. Es que esta última se encuentra ante
Hemos visto que prefiere hablar de integración, aunque la especi­ todo dispersada, inhallable, perdida, atomizada, como en caos.
fica como integración del Yo y la convierte así en el vector del ¿Y cómo podrá el infans saberse si siempre es sólo aquel, incier­
sentimiento de unidad, con todo lo que él subraya acerca de la to, que “vive” -¿ y cómo?- esa experiencia hic et nunc, pero que
importancia considerable de saberse “uno” (sobre todo esto es podrá no sentirse el mismo en el instante siguiente, cuando
cierto allí donde el bebé Winnicott es ante todo uno en dos, dos todos los aspectos de su vivencia se hayan modificado (inevita­
confundidos en uno en la fusión primordial).25 blemente). ¿Cómo saberse sí mismo, idéntico, si no es otra cosa
El aporte considerable de toda esta clínica infantil es el hecho que lo que le toca, lo que le sucede (y, en especial, en lo inefable,
de caracterizarse finalmente como una clínica de la identidad, de lo que le sucede a su cuerpo)? Esa ausencia después de todo alar­
la identidad que va forjándose. Incluso cuando al comienzo no se mante de no saberse sí mismo, esa falta por saber(se) (cuando no
encuentra para nada adquirido... Justamente a eso se debe la falta en ser), esa falta de una identidad que sigue siendo lábil,
suerte de milagro de la que hablábamos: precisamente habida evanescente, es lo que evoca Dolto al pasar cuando, al hablar del
cuenta de la extrañeza enigmática primera, allí donde adviene la niño que dice “yo”, subraya que no es forzosamente él, “es él
identidad, que sin embargo no estaba asegurada desde un co­ influenciado y hablando como otro”, puesto que esto puede ser
“yo-que-me-siento-que-soy-como-un-gato, yo que no sé cual es
mi edad ni mi altura ni nada de nada”.26
No hay aquí ni identidad “ídem”, ni identidad “ipse”, en el
24. Incluso comenzando, llegado el caso, por decir “¡No!”, a modo de pre­
misas oposicionales a su palabra hablada, así como lo muestra Dolto, que no
deja de lado ese vínculo esencial entre símbolo y negación.
25. Déprivation et délinquance, ob. cit., pág. 225 y sigs. 26. Les ¡muges, lesmots, les corps, ob. cit., pág. 32.
190 DOLTO / WINNICOTT
w DEVENIR Si MISMO 191

sentido en que Paul Ricoeur plantea esta distinción, es decir, con esa “no-integración”. Lo cual no impide (|uc ésta no deje de
la al menos relativa permanencia en el tiempo que supone el recortar lo que buscamos entender aquí, más cierto m'm en tér­
ídem.27 Y no hay uno porque no hay el otro, no puede haber uno minos de identidad, o más bien de no-idcntidad, de identidad
(ipse) puesto que no hay otro (ídem). Mientras que el niño no es aún no advenida (en la base de una posible “disociación").'0
“ídem” -no se siente el mismo- en ninguna de las circunstancias
de su vivencia, ¿cómo podría acceder a cualquier forma de ipsei-
dad verdadera que no fuera potencial? La identidad aquí explota L7\S ANGUSTIAS PRIMORDIALES
en pedazos, si puede decirse así. Y la identidad ipse no adviene,
primero porque el ídem se volatilizó, en dispersión cuasi perma­ Y es Winnicott quien logra restituir con más pertinencia toda
nente, de modo que el infans así es como heterogéneo a sí mis­ la dramaturgia, por no decir más (¿o peor?), de lo que vive des­
mo. Si pudiera -pero tal vez precisamente está protegido por la pués todo el infans, en ese tiempo remoto de su existencia pri­
ignorancia (¿del inconsciente?)-, él también se sentiría un enig­ mordial. Es en él donde sin duda encontramos los más fuertes
ma, desmultiplicado como está en tanto trozos discordantes acentos dramáticos para describir lo patético de esc pánico inna­
según los instantes sucesivos de una vivencia dispersada, que casi to. Por sólo mostrar una ilustración entre muchas otras: “Faltas
se convertiría en pesadilla.28 Y que seguramente, en todo caso, de fiabilidad del ambiente en estadios precoces producen en el
tiene con qué evocarnos la locura -así como Winnicott en espe­ lactante fracturas del continuum personal en razón de las reaccio­
cial no deja de subrayarlo-, por la suerte de caos inconstituido nes a lo imprevisible. Estos acontecimientos traumáticos conlle­
que parece deber ser entonces el lote de lo vivo ...29* van una angustia impensable o un dolor inmenso”.31 Señala, de
Por ende, reconozcámoslo, esto da alguna fuerza a aquello manera mucho más general y común, el hecho de que el infans
que Winnicott llamaba “no-integración primaria”. Aunque ésta pueda no saberse (siendo) el mismo, según si duerme o está dor­
parece corresponder a un verdadero desmembramiento (corpo­ mido, si está en la tensión del llamado de la necesidad o si está
ral) del ser, cuando aquí hablamos más bien de una suerte de dis­ calmado, saciado o satisfecho, o según si sueña, etc.32 Y muy
persión existencial (temporal y espacial) en la vivencia del bebé. probablemente podría hacerse un inventario de toda esta clínica,
Aprovechemos para recordar, si fuera necesario, que nuestra crí­ a la vez concreta y al mismo tiempo supuesta, reconstituida (que
tica, una vez más, apuntaba más en este punto a la manera en nos muestra al infans desconocido, cuando no extranjero a sí
que, en efecto, Winnicott no percibía ni tomaba en cuenta la mismo). Y Winnicott insiste en las angustias corrosivas que esto
parte del soporte significante que iba a poder resolver y superar genera para el bebé en su vivencia primera. Ser un bebé -antes
de ser un Yo \Je\- no tiene descanso, ¡ni corporal ni psíquico!
En Dolto, numerosas notas clínicas comprueban de modo
27. Ricoeur, Paul, Soi-méme comme un nutre, ob. cit., Prefacio. “Idem” se similar esta identidad disonante, que recorta, disloca y disuelve
refiere a “mismo”, en el sentido de “mismo que”, “idéntico a”. “Ipse” significa el hilo aleatorio de los acontecimientos, a la medida -¡o desme-
“él mismo”, “en persona”. Véase Cassin, Barbara (2004): Vocabulaire Europe'en dedia!- de lo que vive el bebé. Así, recomienda a las mamas que
tles Pbilosophies, París, Le Seuil-Le Robert, pág. 581.
28. Y acaso la pesadilla no es, entre otras posibles, una representación figu­
rada (¿?).
29. Y del cual conviene señalar que Dolto, como hemos indicado al pasar,
30. Sobre esta noción en Winnicott, véase PP, pág. 65.
no acentúa tanto esa fenomenología (infantil) de “caos”. Véase, sin embargo,
31. CE, pág. 322.
más adelante.
32. PP, pág. 65.
192 DOLTO / W INNICOTT DEVENIR SÍ MISMO 193

van a buscar a su bebe al final del día a la guardería, que no 10 cual primero está confrontado su ser, difractado en la multipli­
agredan cayéndole encima para devorarlo a besos, ya que su hijo cidad de los estados, en la dispersión de los seres desmultiplica­
devenido él mismo diferente por el transcurso de toda una jor­ dos donde está sublimado, antes de apropiarse a sí mismo asu­
nada plena, puede no reconocerlas en ese momento.33 Al igual miéndolos?
que explica cómo una mudanza está en idénticas condiciones de Mientras que Winnicott insiste en restituirnos la gravedad y
desestabilizar gravemente a un niño, quitándole las marcas espa- la angustia (llamada impensable)36 de ese desconcierto primor­
eiotemporales que eran las suyas, pues un cambio de lugar puede dial, Dolto, aunque subraya la amplitud de esas cuestiones -para
significar para él un cambio de ser... ella también, la línea de la psicosis nunca está muy lejos en esos
I'.n el mismo orden de ideas, Winnicott muestra así la suerte tiempos de fundación estructural-, evoca con menos insistencia
de colusión (que demandaría una reflexión específica) que pare­ esa suerte de dramaturgia inaugural del pequeño, que da como
ce darse allí, entre el espacio subjetivo -o interior- del bebé y el una configuración potencialmente trágica con lo que hace su ser
lugar donde se encuentra, como si el primero pudiera relacio­ (pero entonces habría una tragedia, ¡previa a la edípica!). Tal vez
narse con el segundo, al punto de que las coordenadas espacio- eso se deba al hecho de que Dolto tenía a su disposición instru­
temporales del ambiente pudieran tener un valor dominante mentos simbolizadores que, desde un principio, podían paliar la
para el sentimiento de ser del pequeño, que relaciona con ello su dispersión caótica (aunque sólo fuera para recordar que el niño
identidad errante, que refiere a ello su búsqueda identitaria, no es nombrado, en especial por su nombre de pila).37 Pero la no­
sin pánico posible.34 minación no es todo, la nominación no puede todo y segura­
Así, podríamos multiplicar las citas que dan lugar a la idea mente no alcanza para detener la explosión identitaria de las .ex­
de una dislocación del ser en el mundo, de un desmembra­ periencias potencialmente desmembrantes, a las que se pretende
miento innato que sólo se debe al cuerpo (como parece al prin­ agrupar en un todo unificado, que entonces ciertamente podrá
cipio haberlo señalado Lacan -así como W innicott- a través de alinearse (entre otras cosas) bajo el ennoblecimiento del nombre.
esta idea en Lacan- de las “imagos del cuerpo desmembrado”. También es cierto que ello corresponde a la tendencia, presente
Primero, se trata sobre todo de la identidad del ser, que se en Dolto, de considerar que, precisamente, ¡sí, la palabra lo pue­
muestra como fragmentada, explotada, dispersada. Y el “mila­ de todo!
gro ' en torno al cual giramos es el de cómo ese desmembra­ Debemos recordar aquí otro tema común a Winnicott y
miento encuentra la manera de ordenarse, de coordinarse en la Dolto, puesto que está ligado al de la identidad tal como acaba­
posibilidad de un centramiento identitario, que va a permitir (o mos de comprenderla: la continuidad. Ambos insistieron de modo
«pie será permitido por) la asunción subjetiva del Yo [/e].35 similar en la necesidad de mantener para el bebé la continuidad
A .mito sale el injans de ese verdadero maelstrom identitario, al de su vivencia. Además, hemos señalado que para insistir en la
necesidad de asegurar la continuidad del ser para el infavs, res­
pecto de lo que lo desmembra en su vivencia, ambos autores
ti l,ti (íiiise des cnfmits, oí), cit., págs. 242 y 250. recurrieron a un neologismo específico que expresa bien lo que
I I Dr multen) de encontrar in fine alguna pertinencia a la noción de cada uno quiere decir y cada uno de los cuales -no puede ser una
HMilili'illr .
I' Aipirllii que I.¡lean al principio fue a buscar en el espejo, como lo com-
pmtli,i (4 Ululo de su artículo fundacional (de 1949): “Le stade du miroir
fiHiiuu loimulnir de la fonction du Je ” (Écrits, ob. cit., pág. 92. Ed. esp.: “El
36. CE, págs. 322-325.
*H.ido di I i'npejo como fonnador de la función del Yo [Je]”, Escritos, ob. cit.).
3 7 .11C, pág. 46 y sigs.
194 DOLTO / WINNICOTT
DEVENIR Sf MISMO

coincidencia- es como la traducción del otro. Winnicott habla llegamos a considerar que la madre del bebé Dolto oim mr|m
de going on being (de “continuar siendo”) y Dolto del “allant- provista, incluso en lo que se refiere a instaurar la coiiilniilihnl
devenant” [“yendo-deviniendo”].38 en cuestión, en virtud de tener a su disposición los re» iiinh* >dg
No nos sorprende, es verdad, esa insistencia, teniendo en nificantes del lenguaje; de modo que para asegurar (al lu la') la
cuenta lo que toda la clínica bebológica acaba de señalarnos permanencia de una continuidad, estimamos que no tendía nada
sobre los peligros que representa para el bebé su esencial disper­ mejor (y en realidad nada más...) que el recurso y el podrí drl
sión identitaria. Comprendemos, pues, y percibimos la pertinen­ verbo. Mucho mejor, en todo caso, que el solo oficio de un olijr
cia de que nuestros dos autores estén así de acuerdo en que se to (¡transicional!) que, desde esta perspectiva doltoiana, pa'ni 1111)'.
asegure, en el plano del bebé, la continuidad de la vivencia bien por un mal menor objetal. Pues, a falta de verbo, la i mili
-abierta, en caso contrario, a la dispersión del desmembramien­ nuidad según Winnicott estará asegurada de un modo muí lio
to-, para tender, en cambio, hacia una centración identitaria. Se más sustancial (que sutil), requiriendo más presencia eln livu dr
trata, pues, de actuar para que el infans pueda llegar a sentir que la madre-objeto (y/o de la “madre-ambiente”).
es el mismo, según el capricho de sus experiencias, y alcance así Al menos podemos plantear como punto de convergencia
la identidad consigo mismo (una identidad “ídem” fundadora de mínima que, en ambos casos, se necesita una intervención de la
ipseidad). Pero queda por saber cómo se respondió a esta reco­ madre. Lo cual deja entender que la identidad del sujeto no tie­
mendación, cómo se cumple en los hechos esa prescripción de ne un motor propio, que él no está en condiciones de conquis­
tener que detener la discontinuidad subjetiva. tarla por sus propios medios. Si estuviera aislado (si eso fuera
Inevitablemente, y no podemos sorprendernos por ello, concebible), no podría sino sumirse en la dispersión y la locura.
vamos a encontrar aquí el recordatorio de la preciosa interven­ Sin el sostén de los demás - y por excelencia, ante todo, el del
ción materna, puesto que para nuestros dos autores, es decidida­ otro materno- no puede acceder a la identidad, a lo que va- a
mente a la madre a quien le corresponde, ante todo, la carga de constituir la identificación de sí mismo.
sostener el ser de su bebé, en especial para asegurar su continui­ Tal vez sea en Winnicott donde encontremos desarrollado
dad inicial. este tema con mayor insistencia, puesto que, por no recurrir al
lenguaje, la madre es ante todo cuerpo y alma como sostén iden­
titario para su hijo, a quien asiste como suplente absoluta. En
DE NUEVO, LA MADRE particular, Winnicott pone el acento, como hemos visto, en el
hecho de que la madre se hace sostén del Yo del niño al que pri­
Henos aquí, pues, de nuevo ante la confrontación entre las mero ella suple con el suyo propio. Sin que necesariamente
dos madres respectivas, que ya hemos abordado extensamente en sepamos lo que esto quiere decir en concreto, siempre resulta
el capítulo 2. Recodemos, para retomar aquí sólo lo esencial, que que “la inmadurez del Yo es compensada de manera natural por
el soporte del Yo que ofrece la madre”,3839 “el Yo de la madre que
suplanta el del niño y de este modo lo vuelve permanente y esta­
ble".411 Es decir, con todas las letras, que el Yo del niño, si lo
38. Con el cual, recordémoslo, ella define el narcisismo, un narcisismo a la
manera de Dolto que hay que entender como correspondiente, no a las muecas
y otras complacencias del Yo, sino relacionado con lo que justamente asegura
el rumbo identitario del sujeto, “yendo-deviniendo en el genio de su sexo” (lo 39. />/’, piig. 329.
cual podemos especificar como “narcisismo del sujeto”). Véase IIC, pág. 50. 40. />/', pég. 362.
DEVENIR SI MISMO 197
196 DOLTO / WINNICOTT

deseo, le pone trampas a lo humano (hasta cierto punto, el punto


convertimos (en Winnicott) en el garante unitario y unificado de
en que se encuentra en condiciones de superarlo): precisamente
su identidad, pasa concretamente por construirse a través del Yo
el hecho de que, para edificarse, para constituirse, el bebé debe
de la madre. Así, la identidad del infans viene a encontrarse nece­
pasar por las vías maternas, si me atrevo a decirlo así (y, es ver­
sariamente edificada por lo que la madre imprime allí con su
dad, por las voces también).43 De modo que lo que constituye
marca, y mucho más en la medida en que se supone que primero
para el infans el recurso esencial para estibarlo en la existencia (a
debe estar identificada con él...
través del holding, en todos los sentidos del término) es también
Hasta cierto punto - y justamente éste es límite que buscamos
una suerte de sujetamiento o, en todo caso, lo que impone un
establecer-, es un tipo de descripción que podemos encontrar de
camino de paso obligado. Lo cual, de todas formas, es una indi­
un modo similar en Dolto. Antes hemos desarrollado, de modo
cación crucial respecto de lo que compone el núcleo ( núcleo de
más general, cómo por deber pasar por la diada, el bebé se
servidumbre”, dirá Lacan) propio de lo humano.
encuentra sometido al poder -¿hay otra palabra?- del “encanto
Lo cual nos lleva a preguntarnos por el tipo de otro que es la
diádico”, es decir, a lo que la madre va a acreditar o no, rechazar
madre para su bebé, según lo que esto determina o no para él en
o no, de lo que él es, de lo que él hace, de sus comportamientos,
la dimensión de la alteridad. Y no podremos minimizar la
etc.41 Y el mejor ejemplo de lo que condena así inevitablemente
importancia que le conceden nuestros dos eminentes bebólogos.
al infans al consentimiento materno es el hecho de que, dotado
la identidad golpea primero por el lado del Otro, es mediante el
desde su nacimiento con la capacidad de hablar todas las lenguas
Otro como se deviene sí mismo. Puesto que, en concreto, el
del mundo, el bebé llega muy rápidamente, pasando por los fo­
bebé recibe la acreditación de su identidad, de su ipseidad, por
nemas maternos, a reducir sus formidables competencias lingüís­
medio, especialmente, de la madre. Lo que equivale a decir, de
ticas potenciales hasta sólo poder hablar la justamente bien lla­
manera literal, que la identidad se ve por ello... alterada, y de
mada... ¡lengua materna!
modo originario y estructurante...
hsto equivale a decir que la fuerza de esa imposición de deber
¡Pero cuidado! Resulta que, llevados por nuestro impulso
pasar por la madre, con todas las consecuencias que eso con­
(conciliador), llegamos demasiado lejos en el camino de la com­
lleva, no escapó a Dolto. De hecho, tal vez insistió más que
paración. Pues, en relación con todo lo que hemos analizado
Winnicott (en todo caso de un modo diferente) en lo que esto
desde el comienzo, sólo en Dolto la madre recibe verdadera­
impone verdaderamente al niño, a lo que lo somete. ¿Lo sabe­
mente esa denominación que la convierte en una figura primor­
mos? Dolto dedicó todo un trabajo a esta delicada cuestión —un
dial del Otro, como portadora, en y mediante la palabra, del sig­
trabajo que se dirigía, tal vez no por casualidad, a un público de
nificado simbólico del verbo. En el sentido de que, en efecto,
filósofos-, donde explica que “en el juego del deseo, los dados
para darle su giro neolacaniano, o dolto-lacaniano, diremos en
están cargados y las cartas trucadas”.42 Dolto, a quien algunos,
este contexto: sólo a través del Otro (instancia de la palabra), y
pata criticarla, suelen otorgar una visión optimista y eufórica del
mediante la continuidad que conquista a través de él, el bebé
psicoanálisis, insiste pues aquí en las angustias y las trampas a las
accede a la eventualidad de aquello que lo identifica como él, en
que el deseo somete intrínsecamente al ser humano... Y qué es
lo que, pata ella, caracteriza lo esencial de lo que, en el juego del1

43. Más allá del juego de palabras [véase N. de la T., pág. 63], debemos
evocar aquí, acerca de lo vocal, el notable trabajo de investigación de Alain
11 V't'iin' mii'.nm libro l,e ivrpspsyebique, ol). cit., pág. 99,
Delbée: Le stade vocal, París, L’IIarmattan, 1995.
■U,.///>/>, cap. 9.
198 DOLTO / WINNICOTT DEVENIR SÍ MISMO I 99

su Yo \Jej.44 En Winnicott, la madre no tiene nada de esta di­ humano (infans) no puede adquirirse sino a través de la alteridad
mensión, ya hemos insistido en ello lo suficiente. Ella es otro., que se la confiere, y aquí nos encontramos, pues, con cuestiones
objeto, no es Otro de palabra. Al respecto, no interviene pues que atraviesan todo un campo de la filosofía contemporánea
sino por la factualidad material de los objetos que aporta, y que (Ricoeur, Lévinas, Maldiney, etc.).46
primero es ella. Por lo tanto, encontramos en nuestros dos auto­ Al regresar así al continente francófono, podría dar b impre­
res, pero de manera absolutamente diferente, esta característica sión, con estos últimos estudios, de que nos hemos olvidado de
ineludible de una identidad fatalmente marcada por el Otro, una Winnicott, que lo hemos “dejado caer” (como se puede decir del
identidad en ese sentido fatalmente alterada. bebé), y hemos vuelto a consideraciones más delimitadas, a un
Y, por supuesto, vuelve a plantearse de nuevo la cuestión de debate dolto-lacaniano, al que éste sólo puede estar ajeno. Sin
lo que se refiere al Otro, que hace que surja la distancia (concep­ embargo, no podemos decir que Winnicott haya desconocido
tual) irreductible entre lo que Winnicott designa como la madre totalmente este cuestionamiento. Por poco “dolto-lacaniano”
y lo que podemos reconocer de un modo diferente en Dolto que fuera -no dejamos de encontrar los límites de esta brecha
siguiendo a Eacan- como una figura del Otro, en cuanto ins­ entre ellos-, no permaneció sordo, ni mucho menos, a lo que
tancia misma de la palabra. puede conducir -lo que no puede sino conducir- a esa alteración
I ales son, pues, los elementos conclusivos cruciales a los que de la identidad en el humano, al hecho de que la identidad no
nos lleva la reflexión bebológica: que lo que caracteriza al huma­ p„.ede ser estrictamente identidad consigo misma, puesto que
no sería justamente el hecho de que esté atrapado, debido a esa siempre supone - y ya desde el origen- el desvío del recurso que
releícncia al Otro, en lo que constituye una tenaza esencial, obliga a pasar por el camino de la instancia materna. Lo que
entre la alienación a la que es sometido [assujett¡\*$ Y la alteridad hace que la identidad siempre deba conquistarse.
en la que, por esta misma razón, puede ser iniciado, la identidad
que es suya a esc precio. Dicho de otro modo, la identidad en el
EL 5ELF

En efecto, Winnicott no ignoró las cuestiones que se han


*14. No dejemos pasar la ocasión, ya que con la figura del Otro hemos dado
lugiir ti la cuestión de la alteridad -jeon la identidad de fondo!-, de al menos planteado, por diferente que sea su manera de presentarlas y de
mencionar lo que aquí puede generar debate, un debate cuya emergencia pode­ articularlas. Sin embargo, para mostrar que hay una última com­
mos simar entre Dolto y Lacan esta vez, tal como intenté plantear sus términos paración posible —en torno a la vasta temática del advenimiento
en mi estudio sobre el espejo, Le miroir et lapsyché, ob. cit. Dicho llanamente:
ese ( )lro por el cual, no lo perdemos de vista- debe pasar nuestro bebé, ¿es
subjetivado del bebé—, vamos a tener que introducir un termino
rlrm rnio de alienación o, justamente, vector de apertura, algo que se relaciona central del vocabulario winnicottiano, que ya hemos entrevisto,
ton la alteridad del deseo si, de manera esencial en el humano -así como un a saber, la noción de Self, que de hecho recorre toda su obra.
I )enis Vasse apoya allí todo su discurso-, “el deseo es el deseo del O tro”. Indiquemos desde un comienzo que es una noción que no
4Í. Y por esta razón se comprenderá mejor aquí lo apropiado (para Dolto,
siguiendo a I atcan) de haber retenido el término sujeto. En cuanto apertura a la
deja de plantear muchos problemas, incluso para los winnicot
palalua, el sujeto es portador de ese formidable franqueo que lo vuelve lingüís- danos más iniciados.4' Pero, como sea, el tema del Self demues-
llt ámente hacia otro, pero es al precio de lo que puede (y en principio debe)
vivóse como "asjrw/Wisscment” [sometimiento]. En la libertad que desde el
i oimrit/o lo condena al deseo, el sujeto [sijet] se ve allí también... sometido 46. Para por lo menos evocar también las referencias anglosajonas, véase
lasi/t/rut]. Es sometido por medio de la palabra al deseo que sin embargo lo Fryer, David Ross (2004): The Intervention oftbe Other, Nueva York, Other Press.
libela, tHatillo logra, superando la trampa neurótica, asumirlo.
47. Véase Eehmann, Jean-Pierre, ob. cit., pág. 143 y sigs.
200 DOLTO / W IN N IC O Tf DEVENIR Sí MISMO 201

tía por sí solo la atención que Winnicott prestó al tema identi- el centro del Yo, puesto que el Self en cuanto tal es lo que intro­
tario. duce esta separación, lo que de hecho se convierte en su vector
A pesar de los temores que podamos tener de que, además de de la diferenciación por la cual el infans se libera de la madre,
la prolusión de los términos que ya estamos utilizando -de los dicho de otro modo, en términos winnicottiattos: del ambiente
que liemos visto los problemas que planteaban, en especial (materno). Y, justamente, una de las dificultades que plantea la
“yo/sujeto”-, este nuevo término (S e lf pueda agregar confu­ noción de Self en Winnicott —una noción a la cual él está muy
sión,señalem os, sin embargo, el interés que puede tener la apegado sin haberse esmerado necesariamente en volverla crista­
elección del término: Self, “Sí mismo”. Su valor para nosotros, lina...- es saber cómo situar su concepto respecto de la instancia
en el presente contexto, reside en que viene a designar para el del Yo. ¿Qué relación hay (o no) entre el Self y el Yo? Sobre
pequeño humano una identidad propia -es lo que el término todo ya que a veces se los suele considerar sinónimos o equiva­
pretende aportar-, pero que percibimos marcada, sin embargo, lentes,4849 cuando en sus textos Winnicott se ha dedicado, por el
por un coeficiente impersonal, en la medida en que reduce, contrario, a diferenciarlos cuidadosamente.
merma, la individuación: “Sí mismo” no es en absoluto “Yo” Sin duda, no nos corresponde ahondar en las sofisticaciones
porque introduce en cierta forma una distancia consigo mismo residuales de la teoría winnicottiana.50 Ya es muy valioso que po­
que hace que yo no pueda “pegarme”, coincidir, adherir absolu­ damos al menos señalar este terna, esta idea del Self como co­
tamente a mí. “Sí mismo” contiene, lleva, la marca de alguna rrespondiente a su impacto primordial en el ser del infans. Y,
alteridad (lo cual es acorde con los análisis precedentes). desde esta perspectiva, propondremos simplemente concebir el
En efecto, encontramos así un elemento esencial de la proble­ Self como el término a través del cual Winnicott pone el acento
mática identitaria, en lo que implica, paradójica (pero simbólica­ en la dimensión de la identidad, en el sentido de que para el
mente), de una no-identidad consigo mismo, aquello por lo cual, des­ infans se trataría de llegar a apropiarse como sí mismo, en cuanto
pués de todo, se especifica en el humano la dimensión del sí mismo, una vez realizada esa separación entre Yo y no-Yo
inconsciente. En pocas palabras, cabría preguntarse, por otra (operación de la que el Self sería, en súma, el cociente, ya que es
parte, si con su noción de Self, Winnicott no se encuentra, contra producido, a través de esa distinción operatoria Yo/no-Yo, como
toda expectativa, en el terreno del pensamiento freudiano, del que núcleo identitario).
hasta entonces había buscado distinguirse, al verse esta vez alcan­ Tal vez podríamos simplemente indicar, a título de apertura
zado, ile alguna manera, por el inconsciente -freudiano- (y cabría hipotética, que con las dos nociones conexas de Self y Yo (sin
preguntarse, pues, si no vuelve a convertirse en psicoanalista...). hablar de la distinción entre “Ego” y “Me”), Winnicott parece
En todo caso, para atenerse a lo que formula Winnicott, y abordar una misma problemática, pero según dos puntos de vista
para enunciarlo con sus propios términos, podríamos decir que diferentes, aunque relacionados. Yo y SWf serían, así, como las dos
el Sí mismo (el Self introduce algo de no-yo (not me) incluso en caras de una misma cuestión respecto del ser inaugural del bebé.
Forzando la interpretación, podríamos sostener que el Yo hace

48. Véase la dificultad de la que el propio W innicott da cuenta, por ejem­


plo, en Psycboanalytical Explorations, Harvard University Press, 1992, pág. 271, 49. Por ejemplo, en La nature humaine, ob. cit., pág. 50, Winnicott habla
donde nos deja con esta enigmática afirmación: “For me, the self, which is not de integración del Self, cuando en todos los demás autores, la clave de la inte­
lile ego, is tlie person which is me, who is only me, vvho has a totalitv based on gración es el Yo. Véase también Lchmann, Jean-Pierre, ob. cit., pág. 144.
llie operation oí the maturational process”... 50. Remitimos a los lectores, por ejemplo, a PM, cap. 1.

1
DOITO / WINNICOTT DEVENIR SI MISMO
202 203

i|iic se acentúe lo que Winnicott formula en términos de posesión “dolto-lacaniano”? Es que al colocarlo en una proximidad con­
(véase “primera posesión”), dicho de otro modo, el modo del ceptual problemática con el Yo, Winnicott hace del Selfe 1 lugar
tener (tener un Yo), mientras que el Selj se relacionaría más con lo donde se juegaja cuestión de la verdad:52 si el Yo es asunto de
que designa el ser, en su eventual autenticidad (ser un Se//).51 identidad, o más bien de unidad (dé'integración/ el Self es asiífi-
Dicho esto, no nos engañemos respecto de todo lo que he­ to de verdad. Puesto que la alternativa a la cual está sometido se
mos analizado y argumentado anteriormente. Estas considera­ distribuye en esa posibilidad de ser verdadero o falso, gf Se/£es
ciones no aportan nada nuevo en cuanto a lo que sería en Win­ así portador de lo que compromete al ser -y primordialmente el
nicott la percepción de lo simbólico que entra en juego en todos ser del bebé- en el camino de la verdad (¿de la autenticidad?) o
estos procesos. Debemos renunciar de una vez por todas a bus­ de la falsedad respecto de sí mismo.
car en sus formulaciones teóricas cualquier cosa que tenga que Pero, ¿qué quiere decir esto? Y, ¿como se da concretamente
ver con uña dimensión significante (no la encontraremos). Es en nuestro bebé Winnicott?, ¿cómo se compromete resuelta­
inútil buscarla: no está. mente en el camino del verdadero Se!f\ de un sí mismo veraz?,
¿o como se encuentra, por el contrario, entrampado en el cami­
no de un falso Self , de un sí mismo falaz? Abordemos la cues­
EL SELF, VERDADERO O FALSO tión desde el segundo aspecto de la alternativa. Y digamos, sin
cutí ai en detalles, que éste, el “lalso Selj", corresponde a lo que
Y, sin embargo, Winnicott le aporta a la conceptualización se pioduce cuando el trayecto, el proceso del desarrollo primor­
del Self una dimensión decisiva, bajo la forma de una caracteriza­ dial, se ve modificado, desviado de su trayectoria (¿“natural”?,
ción complementaria, que viene a confirmar hasta qué punto ¿ espontánea ?) y falseado, justamente, va sea por la falta del
esta noción recubre el conjunto de nuestras consideraciones sostén ( deprivación”) o por el abuso de una invasión (“intru­
anteriores a propósito de la identidad. En efecto, le suma nada sión”). En un caso similar, lo que resulta de ello es un Self falaz­
menos que la cuestión de lo verdadero y lo falso, al plantear la mente sometido entonces a lo que el Otro —por supuesto, W in­
distinción de un trne o jnlse Self (verdadero Self o falso Self), lo nicott dice “ambiente”- llegó a imponerle de un modo que
cual, señalémoslo, se une ademas a la cuestión de la ética, abor­ podríamos llamar abusivo”, desviándolo de su camino propio.
dada en el capítulo 5. Prueba, claro está, de que la madre implicada no siempre es,
De estg modo, más allá de las zonas oscuras que puede seguir pues, “suficientemente buena”, ni mucho menos. El falso Self es,
teniendo, el Se//'es, pues, aquello a través de lo cual Winnicott entonces, en cierta forma, un sí mismo sesgado que, al ser des­
introduce en su pensamiento bebológico lo que se relaciona con viado -por lo que llegó a sufrir (a través del “ambiente” mater­
la verdad del ser... ¿Podemos ver, así, (un poco) mejor en qué no)- de su orientación personal propia, renunció a su devenir
punto esto lo acerca a la tonalidad doltoiana, si no al discurso auténtico para ofrecer la cara (¿mentirosa?) de un (falso) Self
confomie, cuando no conformista, con lo que pudo parcccrle, en
suma, que se esperaba de él, al punto de que su verdad se ve alie­
nada por ello.
51. Sin embargo, es verdad que, además, en otros contextos, \\ innicott lle­
garía más bien a concebir el .Ve//como aquello que no hace sino anticipar, pre­
parar la llegada plena del Yo, lo cual llevó en un momento al “Yo total” (PP,
páe. 260). ¿Ks decir entonces que el .SY//-dcl que no sabemos si surge o no en 52. Que Lavan no había dejado de señalar. Véase Lehniann, Jcan-Pierre,
el inconsciente- es reabsorbido en el Yo? ob. eit., pág. 53.
204 DOLTO / WINNICOTT
DEVENIR SÍ MISMO 205

Winnicott explícita esta noción partiendo de la manera en


Pero, en esta etapa, cedámosle más bien la palabra a W inni­
que puede responderse al “gesto” que produce el infans, a lo que
cott, en un pasaje que resume bastante bien lo esencial de estas
él llama “gesto espontáneo” (señalemos al pasar cómo sólo
nociones, lo cual es poco decir si pensamos que la verdad de lo
puede enunciar los procesos en términos de acción, de compor­
que es el ser humano (y primero el bebé) depende de ello... “En
tamiento). Todo depende, pues, de cómo la madre responde al los estadios primitivos del desarrollo del ser humano, si el medio
“gesto espontáneo” del bebé, según si faTOrecesuTcumplímiento se comporta lo suficientemente bien (well enough) -es decir, si su
(yendo entonces en el sentido del verdadero Self) o si tuerce su
adaptación activa es suficiente (good enougti)-, vuelve posible el pro­
alcance (a riesgo de inducir un falso Se//).53 greso personal. Los procesos del pueden entonces permanecer
Es inútil hablar de la riqueza de las prolongaciones psicopato-
activos, sin interrupción, según el vector del crecimiento vital. Si
lógicas que podríamos encontrarle a este esquema (que aquí
el medio no se comporta de una manera que le alcance (not well
reproducimos de modo general). Por ejemplo, por el mero
enough), el individuo es entonces inducido a reaccionar a las
hecho de venir a alimentar la meditación clínica respecto del
intrusiones y se interrumpen los procesos del Self Cuando este
hecho de que los humanos tengan, en suma, esta posibilidad de
estado de cosas alcanza cierto techo, el núcleo del Self comienza
estar vivos biológicamente, sin existir verdaderamente (sino, por
a protegerse [...]. Una vez que la protección del verdadero Self
el contrario,/¿//Mínente), un ejemplo no tan excepcional...
está asegurada, se edifica un falso Self sobre la base de una sumi­
Pero esta reflexión nos importa, en nuestro terreno bebológi-
sión defensiva que tiene en cuenta la reacción a esa intrusión. El
co, en la medida en que viene a superponerse, a unirse con
desarrollo de un falso Self es una de las organizaciones de defensa
buena parte de las consideraciones que hemos introducido acer­
más logradas, destinada a proteger el núcleo del verdadero Self
ca de la verdad idcntilaria, desde el momento en que la identidad
Su existencia conduce a un sentimiento de futilidad”.55
se encuentra enfrentada, sin embargo, a la alteridad (que la divi­
Intentemos resumir su principio esencial tal como lo com­
de). Y con seguridad no es casual que sea justamente al término
prendemos nosotros, a riesgo de simplificarlo. No hay que ol­
de nuestra investigación, y a propósito de lo que Winnicott duda
vidar que lo que Winnicott llama aquí “verdadero S elf1 no co­
en llamar, sin embargo, individuación54 (y sin que pueda hablar
rresponde a nada más, en última instancia, que al accionar
de subjetivación), cuando llegamos a definir mejor esta categoría
espontáneo del bebé infans, tal como su cuerpo manifiesta y
del Self. Porque nos permite establecer una comparación allí
expresa su vivencia: “El ‘verdadero Self' proviene de la vida de
donde tal vez no lo esperábamos, con las orientaciones “dolto-
los tejidos corporales y del libre juego de las funciones del cuer­
lacanianas”, tal como las adelantamos. En efecto, gracias al Self y
po, [...] el ‘verdadero S e lf’ no hace mucho más que reunir en sus
a la cuestión de la verdad que introduce, Winnicott se une de
detalles la experiencia ligada al hecho de vivir [...] y no es mucho
cierta forma a las consideraciones anteriores, a las que nos con­
más que la suma de la vida sensoriomotriz”.56
dujo la doctrina bebológica de Fran?oise Dolto. No podría esca­
Sobre estas bases, como vemos, hay dos opciones: o bien esa
pársenos, en particular, hasta qué punto esto coincide con las
vida primordial encuentra en el ambiente la recepción oportuna
reflexiones antes mencionadas de Dolto respecto de la manera
que le conviene y el verdadero Self puede continuar con su pro­
en que, en los vínculos primordiales, “los dados están cargados”.
gresión en el sentido, podríamos decir, de una verdad subjetiva.

53. Sobre estas delicadas cuestiones, véase PM, cap. 9, pág. 120 y sigs.
55. pág. 264 y sigs.
54. Véase CE, pág. 327. 56. PM, pág. 126.
206 DOLTO / WINNICOTT d e v e n ir s í m is m o 207

O bien el ambiente (en pocas palabras, la madre) se impone de “la verdad, yo hablo”- , 58 pero hemos lamentado lo suficiente
manera discordante, cualquiera que sea el modo, y el individuo esta laguna, carencia central de su pensamiento... Al menos, su
puede entonces sentirse obligado a edificar la protección de un manera de articular la verdad desde la perspectiva del desarrollo
falso Self, hecho de compromiso y sumisión, a fin de mantener en lo más arcaico viene a dar muestras de que implícitamente
intacto, asimismo, el núcleo así disimulado del verdadero Self percibe su dimensión originaria. De modo que esa historia del
En otras palabras, podríamos decir que el parecer prevalece Self verdadero o falso tal vez corresponda incluso a la manera en
sobre el ser. El niño se alinea, en suma, con lo que le fue indebi­ que Winnicott se ve como alcanzado por la dimensión signifi­
damente impuesto. Se construye para sí mismo un Self superfi­ cante que tan constantemente eludió. Pues, ¿cómo podría plan­
cial, artificial, que se adapta a ese ambiente no adaptado some­ tearse alguna vez la cuestión de la verdad en el humano hiera de
tiéndose a él, renunciando a la actividad creativa (de sí mismo) esa referencia a lo simbólico, en el registro de la palabra, comen­
para ceder a la aceptación pasiva de la sumisión falaz. zando por el bebé?
Para resumir, cuando se produce una falta del sostén “am­
biental” -cuando la madre ya no es suficientemente buena-, el
bebé sigue estando en condiciones de conformarse con lo que el LA VERDAD
ambiente espera de él, pero al precio de una negación de sí, en
su identidad, y surge entonces, en forma de complacencia sumi­ Como hemos dicho, esta noción del Self constituye el lugar
sa, la falsedad insigne del Self, con lo que Winnicott designa co­ de un encuentro posible con las posiciones de Dolto; y esto es
mo “sentimiento de futilidad”, para traducir, en suma, un “hacer así en el plano de las opciones fundamentales, allí donde lo que
como si” se existiera. está en juego es el advenimiento subjetivo del bebé respecto de
El asunto es lo suficientemente importante, y grave, como la verdad.
para que nos detengamos un poco más. Porque aquello a lo que Porque seguramente hay una exigencia similar en Dolto, (pie
nos remite, para terminar toda esta búsqueda bebológica -inclu­ tampoco ha dejado de acosar su autenticidad. Llegando, en ese
so por el lado de Winnicott-, es a lo que tiene que ver, funda­ camino, hasta a utilizar la distinción (lacaniana) entre el sujeto y
mentalmente, con la verdad (o la falsedad) de un humano, cuyas el Yo (a riesgo de fundarla conceptualmente a su manera), opo­
determinaciones (éticas) en el bebé se plantean de este modo niendo así la autenticidad que sería la del sujeto a la vanidad des­
como primordiales, entre verdad y mentira. figurada y mentirosa del Yo. Dolto funda toda su reflexión de
Fuera de la referencia al lenguaje -puesto que está cruelmen­ confrontación con el estadio del espejo de Lacan sobre este anta
te ausente para nosotros-, retengamos que el Self, pese a sus gonismo y encuentra la verdad del sujeto en el tiempo de lo pi e-
opacidades conceptuales, es, por así decirlo, el único lugar de su especular para oponerlo a lo que se produce en lo visible (espe­
pensamiento donde Winnicott formula la cuestión de la verdad, cular) con las complacencias escópicas del Yo.59
triie o false (no podríamos, pues, obviarlo...). Seguramente se
mantiene muy alejado de aquello que remitiría necesariamente la
verdad a la enunciación de una palabra57 -a la manera lacaniana:
menos, manifiestamente, que la factualidad de la regresión ("a la di'|ii'iidi'm la")
que pudo operarse.
5H. Lacan, Jacques, “La Chose freudienne”, Ecrits, olí. cit., prtg. •Itlti |ed
57. Sin que él desconozca, sin embargo, el valor de una interpretación, esp.: “La cosa freudiana”, Escritos, ob. cit.].
aunque llega a ella minimizando su mero alcance significante, que le imnorta 59. Le miroir et la psyché, ob. cit.
208 DOLTO / WINNICOTT
1 DEVENIR SÍ MISMO 209

In extremis, esto nos permite encontrar decididamente en


partir de la cual hemos procedido. ¿Acaso ahora sabemos más
profundidad un hilo que une los enfoques no obstante tan dife­
sobre qué implicaba esa enigmática polaridad? ¿Y entendemos
rentes de Dolto y Winnicott, reuniéndolos en torno al núcleo
mejor cómo llega a erigirse la asunción subjetiva del pequeño hu­
central que se jugaría, respecto del bebé, entre identidad y ver­
mano? Esperemos. Pero tal vez también debamos dejar allí justa­
dad, a través de la continuidad del ser. mente toda la apertura hacia lo impensado que ella constituye.
No vayamos a creer que esto alcanza para borrar, como por
Simplemente entendemos mejor, a la luz de lo que Dolto y
arte de magia, todas las asperezas y las discordancias, como aque­
Winnicott nos han enseñado, que lo que se juega en el ser es
llas que liemos ido inventariando a lo largo de nuestro recorri­ auténtico y que, de ese modo, para ese pequeño humano la parte
do... Y si entráramos a analizar en detalle la noción de Self sin
' delicada va a dirimirse -y desde un comienzo- entre identidad y
duda encontraríamos tales elementos diferenciales. De modo que i verdad, sin que ya tampoco podamos ignorar allí la parte de
se supone que el supuesto “verdadero S e lf, en materia de ver­ | determinación que le toca al Otro (cuyo fundamento significante
dad, igual debe prosperar en el terreno de la ilusión mantenida.60 Lacan recordó de manera definitiva).
Pero eso no impide que una cercanía parezca nuevamente El Sí mismo (el Self) del pequeño humano se sitúa entre una
concebible. Al punto de que incluso llegamos a soñar con una alteridad que puede dar lugar al camino de su deseo y una alie­
eventual articulación entre la noción (winnicottiana) de Self y la nación que corre el riesgo de encerrarlo en la falsedad de la
(doltoiana) de imagen inconsciente del cuerpo...61 Pero decidi­ mentira. Lo que está en juego (en cuanto a la humanidad) es evi­
damente esto no puede mencionarse sin una importante reserva. dentemente considerable, y mucho más en la medida en que el
Porque allí donde Dolto piensa su imagen del cuerpo como el destino de la partida puede parecer dirimirse en ese “casi-nada”
lugar mismo de la comunicación (interpsíquica), vemos a Winni­ que reside en la justa consideración del bebé (al punto de que
cott tentado de pensar el verdadero Self como uñ núcleo de hay motivos para asustarse, retrospectiva, o anticipatoriamente).
incomunicación fundamental que permanece secreto, protegido En todo caso, este bebé -revisitado en las obras de nuestros
por el artificio convencional del falso S elf y por fuera de toda dos maestros- nos habrá enseñado que el riesgo de la verdad y
patología.62 de la mentira se juega alrededor de esto que ahora suena como
una obviedad: para ser sí mismo, hay que pasar por el Otro, lo
VERDAD O FALSEDAD cual no quiere decir, sin embargo, conformarse con ello.
El margen simplemente es estrecho. No es sólo un asunto de
Al término de este periplo, nos encontramos frente a un bebé “salud mental”, como lo formula en algunas oportunidades el
que nos sigue presentando la misma fuerza emotiva enigmática a Dr. Winnicott, también es una cuestión de verdad. ¡Mire cómo
los bebés terminan llevándonos a la metafísica!
En varias oportunidades hemos hablado de “milagro”. Se
60. PM, pág. 122 y sigs. debe a la manera en que el bebé se ve enfrentado, innatamente, a
61. Allí donde la relación del Self con la verdad sería de una naturaleza que cuestiones considerables -que se relacionan con el ser, el cuerpo,
lo volvería afín al sujeto doltiano (¿?). Remitimos aquí a Lehmann, Jean-Pierre, la identidad, la verdad, etc.—, cuestiones que en el mejor de los
olí. cit., pág. 149.
62. I laliría que retomar al respecto las páginas inquietantes de PM, cap. 12,
casos él llega a resolver en los hechos (¡lo cual no es tan extra­
rn particular, pág. 161 y sigs. Así: “Cada individuo es un elemento aislado, en ño!), mientras que, a los pensadores que procuramos ser nos
rhlado de no-comunicación permanente, siempre desconocido, nunca descu- cuesta tanto siquiera formularlos... ¡Chapean, bebés!
lui'i to de hecho".

I
Conclusión

El presente trabajo, pues, se refirió a los discursos respectivos


de Frangoise Dolto y Donald Winnicott, al discurso teórico y
doctrinal que cada uno de ellos sostuvo y puso de relieve a lo
largo de toda su obra. Inevitablemente, dimos más cuenta del
discurso propiamente teórico que de su práctica efectiva. En lo
que sobre todo fue “una lectura”, nos atuvimos esencialmente a
lo que su práctica los había conducido a sostener en el plano teó­
rico para arribar a sus conceptualizaciones. Pero recordemos
(sobre todo en la medida en que es uno de sus rasgos comunes)
que el fundamento mismo de su orientación teórica siempre se
mantuvo esencialmente articulado con la práctica, puesto que,
en última instancia, se trataba en ellos, siempre comprometidos
en esta clínica de la primera infancia, de dar cuenta de lo que
vive el bebe humano, de aquello por lo cual debe pasar para
estructurarse y realizarse de la mejor manera posible en su pleni­
tud humana.
Nos restringimos, pues, a una confrontación comparativa de
estos dos discursos. Y, sin embargo, lo que conmueve, de todas
formas, en las dos obras -por más que hayamos ampliado las dis-
212 DOLTO / WINNICOTT
7 CONCLUSIÓN 213

tancias entre ambos- es su proximidad (inicial)... Partimos de


en el debate, pero no obstante significativo, que no ha dejado de
allí, de lo que establecía y constituía entre ellos una cercanía
inmiscuirse cada vez más en la confrontación. Se trata de la psi­
manifiesta. A priori son discursos vecinos. Primero, claro está,
cología, que forma, podríamos decir, un tercer discurso (lo cual
por su objeto común, el niño pequeño re-tomado en los confines
no alcanza para hacer de ella un tercero mediador) y que no
primordiales de su existencia, el bebé (pero no únicamente). interviene tanto como intruso sino como revelador epistemoló­
Podríamos señalar muchos otros aspectos donde los dos enfo­
gico. El hecho es que, en más de una ocasión, hemos visto surgir
ques vuelven a cruzarse y a coincidir, aunque más no fuera para
en nuestra reflexión el campo cuestionador de la psicología (y
lomar cada uno distancia de la perspectiva medicalizante de la
podemos preguntarnos por qué).
pediatría, para justamente mostrar mejor la urgencia de otra
dimensión que siempre debe tomarse en consideración en el ni­
ño, incluso en los más pequeños: la que uno puede al menos mí­
LA PSICOLOGIA COMO CUESTIÓN/AMIENTO
nimamente designar como proveniente del psiquismo, cuando
no de la mente.1 Ambos discursos -al principio es demasiado
De hecho, desde el momento en que hablamos de la primeni
manifiesto- operan en el mismo terreno, se mueven en el mismo infancia, y en que, por si fuera poco, pretendemos dclimil.u un
registro. I lemos establecido en detalle lo que funda, sin embar­ discurso teórico de alcance general, nos cnconliamo-t ano t i
go, su diferencia, hasta en su orientación misma, más allá de la riesgo -incluso al proceder en la referencia a la oqiri Inu 11 pi|
impresión de una cercanía de partida, mientras que ambos se coanalítica (con los niños)- de caer involiuilaiiitincno' t n illjtil
mantenían en la misma línea de demarcación, en todo caso en la curso de la psicología. Así, el escollo paia o a la "lidmlHjjli» |Mf
misma perspectiva de humanidad.2 mo la hemos llamado, sería enmiiiianui litliiliinmlt' MÉl
Lo que quisiéramos retomar, a modo de conclusión, es el si­ de la psicología. Al querer dai i utuilil [If ||
tio a partir del cual comienzan a divergir (o literalmente: dis­ -aunque fuera esclarecido poi' td
currir [en francés: dis-courir = dis-correr]) entre ellos. Sabiendo seguiría estando siempre presdIM# ti
todo lo que a priori los acerca, ¿dónde surge esa divergencia fun­ tiguar entonces lo vivo de la pd
damental que no hemos dejado de encontrar y de poner en evi­ su carácter psicologizante, enj
dencia? psicogenética, desarrollista, qi
Entonces, para apreciar mejor tanto lo que los acerca como lo gen del valor significante del
que los aleja, surgió en el camino un término medio, inesperado Al respecto, que quede bicj
to pretende ser aquí excluslvf
más en el plano polémico, f*
1. No obstante, no quiero dejar de lado la parte corporal del ser infans. Ese te, a propósito del bebé) es<j
sería, incluso, otro punto de encuentro entre ellos que conduciría a señalar análisis/psicología, sin que
cómo ambos, en los fundamentos mismos de su teorización, articulan expresa­ psicoanalista “diabolice” a
mente la cuestión del otro (junto con la imagen del cuerpo). No he retomado
saber qué pureza proteccio
directamente esta temática, que exigiría por sí sola un análisis completo.
2. Véase al respecto en W innicott la denuncia sin concesiones de las prác­ En el curso de este trabaj
ticas médicas psiquiátricas más brutales (Lettres vives, ob. cit., pág. 36), o sus una disposición de apertur;
recomendaciones sobre cómo acoger a la madre-bebé en el momento del parto gía. ¿Pues en nombre de (
(ibídem, pág. 151), en lo cual Dolto tampoco se queda atrás.
vista y los aportes de la psi
DOLTO / WINNICOTT CONCLUSIÓN 215
214

todo, los psicólogos encuentran en el campo que nos ocupa las aportes si éstos pueden enriquecer nuestra propia reflexión psi­
mismas preguntas que nosotros, o confirman, al menos en parte, coanalítica sobre el bebé.
respecto del bebé, los mismos cuestionamientos, las preguntas I ero, ¡ay! Debemos reconocer que, con mucha frecuencia,
que también son las nuestras (cuando no se nos han adelanta­ esta recepción, por creerse en principio benevolente, impregna­
do)?3 A partir de qué prejuicio descartaríamos, sin otra forma de da de buenas intenciones, muy a menudo se desanima por lo que
juicio, la manera que ellos tienen de entenderlos, si se puede res­ revela el carácter supuestamente científico del discurso psicoló­
catar de su investigación algún aporte, algún enriquecimiento? gico. Seguramente, aquí sólo podamos expresar impresiones,
Después de todo, repitámoslo, el propio Lacan, para fomentar pero son insistentes y fáciles de sostener. Porque lo que inquieta
su famoso estadio del espejo, no tuvo problemas en ir a buscar su en las palabras del psicólogo -cuando además conoce una recu­
bien a las tierras de los vecinos psicólogos (aunque es cierto que peración del favor comprobado al menos por la difusión entre el
no tomaba préstamos de cualquiera, por ejemplo tratándose de “público masivo”- es lo que, precisamente, para nosotros consti­
alguien del temple de Henri Wallon). tuye el empobrecimiento reductor donde mantiene a su objeto,
Más allá de lo que se ponga de relieve sobre la especificidad en este caso el bebé, justamente por tratarlo como objeto.5 En
psicoanalítica -y claramente es una preocupación presente en es­ este punto podemos preguntarnos cómo hacer exactamente para
te trabajo-, eso no podría conducir a hacer una cruzada en nom­ llegar a tal resultado consternante, literalmente triste, donde el
bre de vaya uno a saber qué depuración de principios, conocien­ bebé, conceptualizado de este modo, aparece casi sin vida (rcla-
do, con más razón, los errores que esta reivindicación de una cionalmente, en todo caso), incluso cuando está animado o ins­
pureza supuestamente epistemológica pudo crearle al psicoanáli­ trumentalmente excitado, estimulado. Y sin embargo, incluso
sis, cuando se confundía el rigor formal con el hecho de encu­ cuando el psicólogo remite al cuerpo, a la dimensión corporal, es
brirse bajo una suficiencia proteccionista...4 A contramano de para producir algo desencarnado. E incluso cuando hace refe­
esa actitud tradicionalmente teñida de desprecio, a priori nuestra rencia a lo afectivo, al registro del sentimiento o de la emoción,
intención no es, pues, apoyarnos en la psicología devaluando su da la impresión de un mundo (¡del bebé!) desafectado...
discurso. Permanecemos dispuestos a recoger sus enseñanzas y ¿Cómo es posible esta observación? Justamente porque el
bebé se ve reducido -en razón de una supuesta cientificidad- a la
objetividad de lo que lo confina de hecho al atolladero de la ob­
jetivación. Se lo reduce a las nociones “psicomotrices” de sus
3. ¿Acaso no hemos encontrado, por ejemplo, en nuestro análisis previo, lo conductas, de su comportamiento (behaviour). Cierto es que no
que podría decirse -p or qué n o- en términos piagetianos (¡!): la génesis de la
nos lo descercbran. Muy al contrario, puesto que se reduce su
representación de sí mismo?
4. Es, además, atrevámonos a decirlo aquí, lo que pudo hacer que acogiéra­ vida al eablerío cerebral... Con lo cual, se lo convierte en un
mos el famoso Livre noir de la psycbanalyse, París, Les Arenes, 2005 [ed. esp.: El bebé ncuronal. Y, por observarlo de ese modo, entre las anteoje­
libro negro del psicoanálisis, trad. de Sergio Javier Di Nucci, Buenos Aires, Suda­ ras de lo ncuropsicológico, se lo desubjetiva, se le quita toda
mericana, 2007], sin sumarnos a los gritos de horror que entonces agitaron al
mundo analítico, más presto a movilizarse frente a los ataques del afuera que a
clarificar lo que es necesario en su seno. Después de todo, se puede encontrar
en este libro -motivado, cierto es, por la canallada- una dimensión critica que 5. A modo de muestra de ejemplo entre tantos otros de lo que sostenemos,
el psicoanálisis se atribuiría a sí mismo. Por no haber sabido conducir esa obra vease Rochant, Phihppe (2006): Le monde des bébe's, París, Odile Jacoh. Allí
crítica, dejó que otros hicieran el trabajo. Lástima. Porque entonces fatalmente puede verse al bebé reducido a sus comportamientos, contentándose con pro­
se convierte en un trabajo sucio, donde todos los golpes (bajos) están permiti­ vocarlos para observarlos, íbera de todo vínculo relacional diferente del fría­
dos. ¿Pero no ha sucedido que la canallada también fuera lacaniana? mente instrumental y experimental.
216 DOLTO / WINNICOTT
CONCLUSIÓN 217

(inter)subjetividad, se evacúa toda la vitalidad libidinal singular


Porque, ciertamente, hemos señalado -y volvemos a ello aquí
de su relación con el mundo y los demás. Puesto que incluso la como conclusión-, hasta qué punto este peligro podía afectar
dimensión altamente relacional de su vivencia se ve disminuida
principalmente la conceptualización de Winnicott. Pero no
en la grilla de lo que sólo se llama “tendencia social”6 o “cogni­ podemos negar que también está presente en las formulaciones
ción social”. En nombre de la ciencia objetivante, se llega al de Dolto, en la medida en que llega a dar a sus afirmaciones una
resultado indignante -¿pero acaso se percibe?- de deshumanizar
vuelta sistemáticamente desarrollista. En todo caso, es por ese
lo que hace a su humanidad... lado por donde se pudieron escuchar objeciones críticas -no han
Es inútil decir, es verdad, que esta carga crítica habilitaría y faltado- contra Dolto, acusada implícitamente de ceder a las
necesitaría muchos análisis. Pero, por legítima que sea, no se sirenas de la psicogénesis. E incluso se encontraron motivos para
trata aquí de ingresar en la epistemología, a riesgo si no de vol­ insistir en ese modo crítico al tratar especialmente su noción de
ver a lanzar todo un debate académico sobre la confrontación
imagen del cuerpo, confundiéndola a fortiori con la temática psi­
requerida entre psicoanálisis y (neuro)psicología. No fue a estos
cológica de “la representación que tenemos de nuestro cuerpo”
efectos para lo que convocamos aquí a la psicología -o que ella (¿y entonces por qué no inconsciente?), a la manera en que lo
se invitó e insinuó en nuestra reflexión-, sino únicamente —como definieron Schilder y compañía.7 En estas condiciones, ya nada
hemos dicho- a fin de esclarecer, en la medida de lo posible, las
podría distinguir verdaderamente la noción de imagen del cuer­
claves de este encuentro Dolto/Winnicott, tal como lo llevamos po de la de propriocepción o kinestesia, o incluso entonces de
a cabo de principio a fin. conciencia de sí, alias “somatognosia neurológica”.8
Y es muy probable que la propia Dolto haya sentido el peli­
gro de ese riesgo de recuperación por parte del discurso psicoló­
EL INCONSCIENTE
gico, mejor dicho, de ese grave malentendido, que le habría qui­
tado a su “bebología” -justamente basada en el concepto de
Al respecto, cuando indicábamos anteriormente que tanto
imagen del cuerpo- lo que ella pretendía sostener allí como
Dolto como Winnicott se sitúan de un modo similar en sus dis­ específicamente psicoanalítico, si no se hiciera más que la des­
cursos en una línea de demarcación, también era para subrayar cripción de una psicogénesis del bebé a partir del cuerpo. Es la
que esto pone en evidencia una fragilidad conceptual que les razón por la cual sintió la necesidad, en un momento de su ela­
sería común. Vale decir, lo que los expondría, allí donde su boración que es posible situar (pues es concretamente situable en
ambición es restituirnos una visión de conjunto de lo que vive el sus escritos), de precisar formalmente esta noción de imagen del
bebé, a riesgo de convertirlo en un objeto de psicología, de caer,
cuerpo describiéndola como fundamentalmente inconsciente
en contra de su voluntad, en un discurso de dominante psicoló­ imagen inconsciente del cuerpo-, es decir, marcándola en su con­
gica, de carácter psicologizante, vale decir, lo que tiende a volver tenido con la referencia al inconsciente freudiano.
objetivable al humano. Ambos se enfrentan al riesgo de una
deriva, al punto de que incluso puede verse allí otro punto de
acercamiento posible, aunque esta vez lamentable.
7. Comenzando, pues, por la obra fundacional de Paul Schilder: L'image dti
corps, París, Gallimard, 1968 [ed. esp.: Imagen y apariencia del cuerpo humano,
trad. de Eduardo Loedel, Buenos Aires, Paidós, 1977],
6. Que puede compararse con lo que W innicott llama simétricamente
8. Sobre estos temas se puede volver al libro de Michel Bernard, I.e corps,
“tendencia antisocial”. ob. cit.
218 CONCLUSIÓN 219
DOLTO / WINNICOTT UNIDOS
SW rí-*.

Hay, así, una primera etapa de su elaboración (¿alrededor de su hijo, a quien contribuye a reconocer
su encuentro con Pankow?) donde Dolto se contenta con tratar habla [parlant], como “parlitre”. Desde
la imagen del cuerpo,9 antes de verse conducida a agregarle la ces, la madre se concibe sólo con -de foncraA fi
denominación de “inconsciente”. Lo cual nos confronta a la que ella evoca -hay que decirlo- dándole su
cuestión esencial de determinar lo que justifica ese aditivo cru­ Y es justamente allí donde la denominac4oTf de^rfío
cial, dicho de otro modo, de definir lo que funda dicha imagen cobra todo su sentido. En efecto, es en e^ ^ ffg o r ^^comprendi­
del cuerpo como inconsciente. ¿Qué es lo que eso quiere decir, do donde se vuelve a desplegar toda la concep^p^^^ciofi'á^ la
más allá de la voluntad de especificar de ese modo la orientación imagen del cuerpo, revisada y corregidaVáíÍp^di$qaflft9^antes,
psicoanalítica de su discurso, sustrayendo su conceptualización a en f»l míin-n dpi inconsciente, como
riesgo de ser desviada y comprendida en una perspectiva que la po. Planteábamos la pregunta: ¿qué quiereB|gJi|^y«jgn^ciente
reduciría a una materia (neuro)psicológica? Lo cual sería -cual­ en “imagen inconsciente del cuerpo”? Seguramente nabrá varias
quiera sea la proximidad que pueda haber en los contornos de maneras de responder a esta pregunta. Pero una de ellas, que
esos dominios eventualmente limítrofes- un completo malen­ haremos prevalecer aquí, justamente porque es asonante con la
tendido, un total contrasentido. formulación lacaniana sobre “el insconsciente, discurso del
Intentemos, pues, explicitar lo que hace que Dolto escape, en Otro”, sería responder que la imagen del cuerpo es llamada “in­
efecto, al riesgo de esa desviación psicológica. Eso ya reside en consciente” porque se elabora a través de la palabra, en la rela­
lo que no hemos dejado de encontrar en nuestro camino de lo ción con la madre -no la “madre objeto”, sino la madre que ha­
que para ella -mediante el inconsciente- es la referencia princi- bla-, cualquiera sea la estructura, es decir, por intermedio de lo
pial a la estructura constituyente y fundadora de la palabra, co­ que allí se determina en y por la palabra. Esta procede de ese
mo elemento que rige la parte humanizante de la vida del peque­ vínculo simbólico nimbado del insconsciente del bebé con la
ño, incluso ya in útero, sin hablar de la prehistoria (a riesgo de madre, es decir, irreductible a la factualidad material que se su­
localizar allí la dimensión del aprés-coup). pone objetivable de los intercambios “ambientales” (cuando allí
De modo que si Dolto, de modo similar a Winnicott (y a los opera mucho más lo que, por inasignable, escapa y con razón a
psicólogos de la primera infancia), acentúa la importancia de la los protagonistas).
relación primordial con la madre, es para reconocer allí (a dife­ Pero también es lo que cree confirmar en Dolto toda la temá­
rencia de Winnicott) una operatividad significante, simbolizado- tica del sujeto, del reconocimiento del bebé como sujeto, lo cual
ra. Lo que convierte al personaje de la madre en una figura de quiere decir: sujeto (encarnado) de la palabra. Y que sub-yace,
alcance “simbolígeno”, según su término, a la manera de lo que fuera de toda psicología, a la noción misma de imagen del cuer­
retomaba de ello el propio Lacan en lo que designa como metá- po, en la medida en que es llamada inconsciente, es decir, mar­
fora paterna. Pero también es una metáfora materna, al menos en cada por el significante (dicho de otro modo, testigo de lo que la
la medida en que, según las fuertes denominaciones lacanianas, carne, como encarnada, debe al verbo).
eso instaura a la madre en el lugar del Otro (lugar de la palabra).
Es por esta razón que puede ocupar un lugar estructurante para
LA DIVERGENCIA

9. Esto puede.verse en su primer escrito sobre el tema, que volvió a pulill Y es, por supuesto, lo que hace toda la diferencia con W inni­
carse bajo mi supervisión en Sentimmt de soi, ob. eit., p. 285. cott. Incluso es el punto preciso a partir del cual sus discursos
220 DOLTO / WINNICOTT
CONCLUSIÓN 221

bebológicos divergen de manera esencial. Pues Dolto habla del


sujeto, recibe al bebé como sujeto, mientras que Winnicott sólo de la “maduración” del Yo. Es allí donde podemos articular el
habla de punta a cabo del Yo, de la instancia del Yo, perdiendo lugar de su divergencia con Dolto. Es además también allí donde
fatalmente de vista la pertinencia de esta distinción (sujeto/Yo), toma sus distancias de Freud, pues se siente seguro de lo que
que sólo se articula, precisamente, a partir de la referencia al len­ piensa haber aportado (¿al psicoanálisis?) al tomar en considera­
guaje, completamente ausente de la teorización winnicottiana. ción un tiempo infantil inédito. Pero, ¿para qué, si es un tiempo
De allí, por otra parte - y para nosotros esto alcanza para recortado de la palabra, fuera de la simbología del verbo?
manifestar las fallas del conjunto-, que encontremos en W inni­ A propósito de esto, si tenemos en cuenta para terminar ele­
cott esa teorización de la psicosis, no solamente infantil, a la que mentos del inventario que hemos ido construyendo, sería ésta la
relaciona con una deprivación en el nivel de los cuidados mater­ ocasión de aportar una última modificación -más que un reto­
nos precoces, en razón sólo de una carencia ambiental. Dicho de que- a la presentación que hicimos sobre la perspectiva de con­
otro modo, en un marco de pensamiento clínico que desconoce, junto de Winnicott. Más precisamente, debemos volver al carác­
diríamos, lo que no obstante constituye la arquitectura signifi­ ter principalmente “cronológico” que dimos al comienzo al
cante -aunque esté implicada por defecto- en lo que permite aporte winnicottiano. Recordemos, en efecto, que creimos que
designar la psicosis como estructura. podíamos caracterizar su aporte como un aporte que consistía en
Winnicott no deja, como tantos otros teóricos, de relacionar introducir, más allá de las nociones libidinales freudianas, una
la psicosis con una causación (crono)lógicamente primordial, capa primordial más fundamental donde se supone deben ope­
primitiva. Pero al relacionarla en el nivel de una factualidad del rarse otros procesos diferentes de los del psicoanálisis clásico, en
“ambiente”, olvida completamente la dimensión simbólica.10 En lo que hemos designado como “fase I”.
este sentido, podríamos decir que la piensa, en relación con una Por cierto, esa presentación sigue siendo válida. Pero corre el
falla cronológica, como una “psicosis actual”, determinada por riesgo de enmascararnos lo esencial, vale decir, que Winnicott, a
hechos coyunturales, fuera de toda perspectiva estructural.11 través de este aporte, no se inscribe tanto en una suerte de con­
Preso en la sola temática obsesiva del “ambiente”, del “indivi­ tinuidad con Freud, sino más bien en una radical continuidad, en
duo-ambiente”, Winnicott sólo puede pensar la psicopatología, una disyunción. Si hay “fase I”, no es allí, en efecto, donde W in­
ya sea que se trate de la psicosis, de los casos límite o incluso de nicott entendería estar prolongando a Freud en cierta forma
la tendencia antisocial, según un modo carencial de una falta en (como sí pudimos sostenerlo respecto de Dolto); sino que es más
el solo nivel de las necesidades (de los cuidados técnicos mater­ bien para inscribirse y alejarse de los preceptos del freudismo,
nos), fuera de toda comprensión de la esfera simbólica -que poniendo de relieve que existe, al lado o más allá, otro régimen
especifica lo humano-, que él desconoce. primordial cuyos pormenores, cuyos resortes, son muy diferen­
Lamentamos decirlo. Es precisamente allí donde, sin dejar de tes (toda una dimensión que, según él, no pudo sino escapársele
pararse como psicoanalista (¿que sigue siendo en su práctica?), a Freud).12
Winnicott no escapa en su teorización a lo que hace de su dis­ Al respecto, el esquema temporal lineal que propusimos
curso un discurso psicológico, orientado por la sola perspectiva (representado en la página 148) puede inducir a error. Pues, una
vez más, el aporte de Winnicott lo sitúa verdaderamente en un
movimiento de despegue de las nociones freudianas. Por esta
10. PAÍ.pág. 252.
11. CE, pág. 262 y sigs.
12. PP, pág. 257 y sigs., pág. 279.

;
222 DOLTO / WINNICOTT
CONCLUSIÓN 223

razón, su distanciamiento es mucho más radical de lo que pudi­ sis)- y las “necesidades del Yo” (aquellas que se toman en cuenta
mos creer, a riesgo incluso de dar la idea de que, en realidad, se fundamentalmente en - y para- el infans).13
distancia directamente del psicoanálisis, irrevocablemente, susti­ Así planteada la cuestión, se entienden mejor las consecuen­
tuyéndolo por una arqueología del ambiente (de las necesidades). cias de esa distancia en Winnicott respecto de los preceptos ffeu-
Pero avancemos paso a paso. Lo que hay que subrayar es que, dianos del psicoanálisis. Como él mismo lo indica en repetidas
en este punto, la constancia del discurso de Winnicott consiste ocasiones, no es que los expulse: son válidos y continúan siendo
en hacer entender que junto a los preceptos de lo pulsional a lo válidos en su campo; pero él tiene en vista otro registro, otro
Freud, hay lugar para lo que se juega en lo arcaico de la vivencia campo que se supone primordial, que es el que verdaderamente
primordial del infans, y que es de otro orden, vale decir, todo lo le importa e interesa. En especial a los fines clínicos, claro está.
que vimos formularse en términos de ambiente y dependencia
del ambiente. Es preciso comprender bien que toda esta temáti­
ca corresponde, para Winnicott, al descubrimiento (¡su descu­ EL ANALISTA COMO MADRE...
brimiento!) de un régimen diferente al freudiano, a la introduc­
ción de un orden diferente, al margen del estricto freudismo, En este punto, pues, hay una coherencia evidente en el edifi­
también según él desconocido por Ereud, y solamente puesto de cio del sistema winnicottiano. Y lo que busca en la clínica, en
manifiesto por él, Winnicott. particular la de la psicosis o de los casos límite, es encontrar en
Este orden, como hemos visto, se especifica por el hecho de el trabajo terapéutico las características primeras de esa situación
que allí no opera lo pulsional, que aún no tiene su lugar, es un ambiental infantil, que él se vanagloria de haber mostrado, pues­
orden previo a lo pulsional, un orden donde primero se trata de to de manifiesto, para señalar su importancia crucial y volver a
que pueda realizarse, mediante un “ambiente .suficientemente encontrarlos en el nivel clínico, en la práctica. Es lo que le per­
bueno”, la integración de un Yo (y no la consideración de la mite obtener lo que así formula, con ese objetivo, acerca del
satisfacción -o no- de un Ello). Entendemos que ese tiempo co­ tema y del enfoque clínico llamado “de regresión a la dependen­
rresponde, pues, a otra cosa muy distinta de lo (pie trata el cia (absoluta)”, a través de la cual, como hemos visto, el analista
estricto psicoanálisis freudiano y obedece a otras leyes, ya que se encuentra (deliberadamente) en una posición claramente ma­
sirven a otra finalidad, es decir, a asegurar los fundamentos del terna, cuando no maternante. En efecto, el paciente “que necesi­
ser (del Yo). Asimismo, por la importancia que le otorga a la ta una regresión” deberá “atravesar una fase de dependencia
función eminentemente ambiental de la madre, los procesos que infantil [...] y el analista deberá ser capaz de asumir el papel de
se encuentran allí descritos dan testimonio de una dimensión madre ante el paciente convertido nuevamente en lactante”,
que podríamos llamar de dominante otológica. En última instan­ pues esto lo conduce a seguir “orientado hacia la realidad exte­
cia, en Winnicott estamos ante una otología constitutiva del Yo rior sin dejar de identificarse con el paciente e incluso fusionarse
-cuyo motor simbólico está ausente-, que caracteriza a partir de con el".14
allí una orientación muy diferente. No lo que corresponde a lo
que Freud designa como el Ello, sino más bien, y fundamental­
mente, lo que apunta a asegurar, a sentar los fundamentos mis­ 13. Véase l ‘M, cap. 1, y también Lchmann, Jean-Picrre, ob. cit., págs. 122-
mos del ser en el Yo. También es por esta razón que Winnicott 129. Agreguemos para completar que, en base a estas necesidades originales, se
entiende que el deseo de todas formas no tenga su lugar.
recurre a su distinción entre las “necesidades del Ello” -aquellas
14. /’/', pág, 355 y sigs. Catado por Lehtnann, Jean-Pierre, ob. cit., págs.
de las que se ocupa el psicoanálisis freudiano (de las psiconeuro- 107 y sigs. y 129.
224 i lili i " >i 225
doi ro t w i n n i c o r i

Cargando un pot o fui tlul'H, eMiii Iiiumii nuliidos de decir que


Y tal es, en el fondo, el único tipo de clínica última a la que
esta técnica de cuidadin (a W i u i i I i m i i | i h >i *»i o |ugar con can/
apunta Winnicott, a la que aspira, conforme a la lógica de su sis­
tema, una práctica clínica en la cual el analista (¿?), el terapeuta- cure) sigue siendo, en iralldad, pm mi i mu rpi Ion, ni no episte­
madre, prodiga al paciente los elementos de los que este último mológica, del orden de un liul.nuli'otn que •lliluinus de inspira­
no pudo gozar originalmente en su ambiente de infans, a fin de ción pediátrica (que se ocupa de nlMo>t), i liando no psiquiátrica.
restaurar, de erigir la trayectoria de un Self, necesariamente fal­ Y tampoco nos sorprenderá que Wlnnlioii se liuva piesentado
seado por esa situación de carencia original de cuidados. tan a menudo como pcdnpsiquiaiia
De modo que es verdad, para leiomai su inuiluo iavmito,
Asimismo, en dicho contexto, ya no hay nada que realmente
requiera un trabajo propiamente psicoanalítico. Se suele consi­ que su movimiento teórico "espontáneo", su pmpla veidml, lo
derar a Winnicott como un analista que promovió el psicoanáli­ aleja claramente de Freud111 -su "veidadno ,Si7/ lo lleva pot un
sis de las psicosis. Pero eso a lo que llega —una terapéutica basa­ camino diferente al del freudismo-, en la medida en que la pala­
bra está formalmente ausente, metódicamente omitida, de su
da en la reparación de las carencias primeras (por regresión a la
dependencia)- lo lleva a considerar, de hecho, que eso no es en concepción. Mejor tomar conciencia de ello.
En lo esencial y específico de su aporte, Wintiii olí no es, pues,
sí de la incumbencia del psicoanálisis ya que éste se aplica por
para decirlo brevemente, ni Freud ni, ciertamente, latean (eteo
excelencia no a las psicosis, sino a las “psiconeurosis”, únicas
que lo hemos demostrado). Ni Freud ni Lacan. ( amipiendrinos,
pasibles de ser tratadas por esta disciplina. Y él mismo produjo
entonces, que a Dolto le cueste ponerse de acuerdo con él,
toda una intervención detallada para enunciar que la psicosis,
además de poder curarse sola, también era competencia de los
trabajadores sociales (que estarían en mejores condiciones para
EL SELF Y EL VERBO
prodigar los buenos cuidados para paliarla).15 ¡Adiós a cualquier
tipo de trabajo significante...!16
De modo que este cuestionamiento, como hemos repetirlo sufi­
Jean-Pierre Lehmann cree poder decir que la clínica de W in­
cientemente, vale ante todo para el discurso teórico de Donald
nicott se dirige a determinado tipo de pacientes y sólo es válida
Winnicott. Seguramente, las menciones clínicas que inserta
en ese marco. De ello se desprende, sobre todo, que esto instau­
muestran a menudo una misma indigencia respecto de los aspec­
ra una clínica muy particular, en especial mediante el uso (térmi­
tos significantes, contentándose con poner el acento en los
no winnicottiano) de la transferencia que se opera allí,17 una clí­
aspectos materiales lácticos de la relación terapéutica. Sin em­
nica que se presenta como del orden del cuidado, de una suerte
bargo, no llegaríamos al punto de pretender -¡es difícil de admi­
de envoltorio reparador frente a sujetos que supuestamente
tir!- que Winnicott haya podido desconocer de modo tan radical
padecieron carencias infantiles que permanecieron activas pato­
lógicamente, cuyos efectos se intenta paliar. el peso de la palabra y ríe lo simbólico en la historia de los seres
humanos que recibía en su consultorio. además, tenemos una
ilustración ejemplar de lo que también podía ser al respecto su
clarividencia, en la recopilación de artículos en los que nos brin-
15. PM, cap. 15.
16. Aquí la palabra incluso puede llegar a ser llamada “nociva”. Véase PP,
pág. 262. Véase también, en PM, pág. 239 y sigs., la sección púdicamente lla­
18. Confiesa que tiene una dificultad sintomática para leerlo... Véase Lettres
mada “Modifications de la technique”.
17. En lo que Lehmann se demora largamente. Ob. cit., págs. 62-114. vives, ob. cit., pág. 67.
226 DOLTO / WINNICOTT
CONCLUSION 227

da algunas de las sesiones donde empleaba la técnica del squiggle


mos sostenido. En efecto, es posible un acercamiento, por ines­
Igarabato]. En este caso encontramos un Winnicott atento a
perado que parezca, entre el Self a la manera de Winnicott y la
captar los momentos cruciales y los tormentos significantes [/«
noción doltoiana de “imagen del cuerpo”... Ya que podemos
tournants et les tourments] que ponen en juego, en una palabra
concebir, en todo caso, una comparación entre el par binario
intercambiada y a través de la figuración de un dibujo, la historia
true Self /false Self y la distinción (lacaniana) entre el Yo [moi\ y
de una subjetividad.19
el sujeto, retomada -como ya hemos señalado- por Dolto: se
Si damos al testimonio de estos relatos la importancia que
entiende, en efecto, lo que permitiría asimilar el falso Self al Yo,
merece, entonces estamos en condiciones de considerar que
que en Lacan es el lugar del desconocimiento y en Dolto, el
Winnicott nos ofrece así el ejemplo de un profesional que des­
agente de la mueca mentirosa. En este sentido, Lacan segura­
conoce el motor de aquello en lo que en realidad consiste el
mente sostendría, por otra parte, que el Self (yoico) sólo puede
ejercicio de su práctica, o al menos que demostró no lograr ofre­
ser falso (en el sentido imaginario). Y, asimismo, parece comple­
cer la teorización pertinente, ya que desconoce en la teoría el
tamente fundado pensar en un acercamiento instancial posible
sentido exacto de lo que la práctica del sujeto inevitablemente
entre el true Self, lugar de una verdad oculta -y en Winnicott
moviliza. En este punto de la teorización, Winnicott se habría
prácticamente incomunicable- y el sujeto.
dejado llevar, pues, por algún tipo de ceguera, enceguecido tal
Por supuesto, el mérito de la articulación trae /false Self es
vez por los encantos del supuesto pragmatismo a la anglosajona,
que introduce, como hemos subrayado, el eje mismo de la ver­
pero a riesgo de caer en la psicología operatoria.
dad en la teorización winnicottiana, en su “bebología”. Y, al res­
Sin embargo, existe un lugar donde pudimos percibir lo que
pecto, ofrece un recurso respecto de la falta simbólica de esta
tal vez le habría permitido a Winnicott escapar a las trampas que
teoría. Pero, ¡ay!, es de temer que Winnicott no pueda enten­
debilitan su discurso, si solamente hubiera podido vislumbrar
derlo como tal, cuando inevitablemente la dimensión significan­
mejor su aspecto significante. Tiene que ver con lo que busca
te de la verdad del sujeto no puede sino escapársele, puesto que
construir, pero sin lograrlo verdaderamente -y dejando perplejos
está ausente de sus fundamentos de pensamiento (si no de prác­
incluso a sus seguidores más entusiastas-,20 sobre una teoría del
tica). De modo que, para él, la cuestión de la alternativa tme/false
Self. Entrevemos una posibilidad de devolver a su discurso una
(verdadero/falso) se relaciona con la funcionalidad de la relación
mayor dimensión psicoanalítica, sobre todo a partir del momen­
madre-hijo, en su dimensión material (los cuidados) y sus (alias
to en que formula las nociones de un modo binario, en términos
posibles, ya sea por exceso (“intromisión” de la madre) o por
de false / true Self, verdadero y falso Self. Pues, como hemos
falla (deprivación). Mientras que el Self parecía designar algo de
visto, esta formulación contiene aquello que tal vez permitiría
lo íntimo que se elabora para el infans en la relación con la
una posible rearticulación con las posiciones doltoianas que he­
madre (y con otros tutelares), nada se dice de lo que podría asen
tar la dimensión también lingüística, simbólica, de esta inlersiib
jetividad primordial, cuyo indicio mismo sería el Self anuncian
19. La conmltation thérapeutique et l ’er.fant, ob. cit. Aún a veces nos sorpren­ do la afirmación asumida de un Yo [7e], Todo se lleva a la
de la manera en que se llevan a cabo algunos tratamientos, con la plácida moti­
vación de cierta promiscuidad o gratificación (¿porque se la considera repara­
realidad de los cuidados y a considerar si la madre es o no "suli
dora?). También a veces (a menudo) nos preguntamos qué dice exactamente cientemente buena” en la manera en que forma un "ambiente"
Winnicott, además de registrar lo que pasa. Entre otros, puede releerse (con para adaptarse a las necesidades del niño.
estos cuestionamientos) el caso XIV, pág. 247. Ahora bien, si el psicoanálisis (de niños) dio muestias de su
20. Véase de nuevo, a este respecto, Lehmann, Jean-Pierre, ob. cit.
aguda pertinencia, ¿no es precisamente poi liabei m elado que
DOLTO / WINNICOTT
228

en esa relación primordial transitan -incluso sin saberlo- mu­


chos otros elementos distintos además de los cuidados, ya sea
que estén adecuadamente adaptados o no? ¿Acaso no es además
lo que corresponde entender por “Inconsciente”, cuya noción el
ejercicio analítico con los niños permite extender y profundizar:
hasta ese registro que el infans se ve teniendo que asumir y que
le viene de todo el material significante de su ascendencia?
Pero, aparentemente, Winnicott se hace otra idea de lo que
está en juego acerca de la verdad (y el inconsciente) para un
humano. Y su dualidad false / tnie, cualquiera que sea su alcance
clínico descriptivo, se ve explicada simplemente por la manera Obras de Fran^oise Dolto
en que el bebé tuvo que “reaccionar” a las carencias concretas de
los cuidados (excesivos o insuficientes) que se le brindaban.
Faltó la ocasión de comprender el brillo significante de la
verdad. Y de nuevo caemos en la descriptividad del comporta­
miento de la relación madre-hijo, es decir, en una descripción a
la manera de la psicología (de la regresión) que se corresponde
con lo que acabamos de restituir como lo central de la intención El cuso Doviinique, tnul. de Armando Suárez, México, Siglo XXI, 1983.
terapéutica de Winnicott. Llamar “dinámica” a esa psicología no 1Le cas Dominique, París, Le Seuil, 1971).
permite restaurar su dimensión psicoanalítica, si permanece Psicoanálisis y pediatría, trad. de Armando Suárez, México, Siglo XXI,
inadvertida la parte que le toca al lenguaje. Tras lo cual, en ma­ 1998. [Psycbanalyse et pédiatrie, París, Le Seuil, 1971],
El envangelio ante el psicoanálisis (en colaboración con Gérard Sévérin),
teria de false, parece que volvemos a caer en la falsedad de una trad. de E. de Merlo, Madrid, Ediciones Cristiandad, 1979. [Les
perspectiva de conjunto que daña o anula en su teoría aquello a Evangiles et la foi au visque de la psycbanalyse ou La vie d-u de'sir, París,
lo que sin embargo no deja de oponerse respecto del valor de su Le Seuil, 1977; París, Gallimard, 1996].
práctica. ¿Niños agresivos o niños agredidos?, trad. de Alfredo Báez, Barcelona, Pai-
Pues lo que impide que el ser humano se reduzca a su natura­ dós, 1981. [Lorsque l ’enfantparait, tomo 1, París, Le Seuil, 1977).
leza material -como tampoco Winnicott deja de ponerlo de re­ ¿Tiene el niño derecho a saberlo todo?, trad. de Alfredo Báez, Barcelona,
Paidós, 1981. [Lorsque l ’enfant parait, tomo 2, París, Le Seuil, 1978].
lieve y subrayarlo-, ¿qué es sino el verbo? Así aparece el verbo, a
Niño deseado, niño feliz, trad. de Alfredo Báez, Barcelona, Paidós, 1982.
través de la figura del Otro, y tal como lo subraya Dolto, se en­ [Lorsque l ’enfant parait, tomo 3, París, Le Seuil, 1979].
carga de promover la identidad del sujeto bebé, una identidad En el juego del deseo, trad. de Oscar Barahona y Uxoa Doyhamboure,
sobre la que hay que decir que lo que la caracteriza entonces co­ México, Siglo XXI, 1983. [Alijen du de'sir. Essais cliniques, París, Le
mo identidad humana es el verse marcada por lo que la palabra Seuil, 1981].
fundamentalmente inscribe en ella como alteridad. A cada uno le La dificultad de vivir (2 vol.): I. El psicoanalista y la prevención de las neuro­
sis. II. Psicoanálisis y sociedad, trad. de Rubén Nuñez, Barcelona,
toca luego intentar hacer algo con eso. Pero ésa es otra histo­
Gedisa, 1982. [La difficultéde vivre, París, Intereditions, 1981; reim­
ria... o más bien la continuación... preso en edición revisada y presentada por Gérard Guillerault,
París, Gallimard, 1995].
230 DOLTO / WINNICOTT
OfiRAS DE FRANCOISE DOLTO 231

Seminario de psicoanálisis de niños, vol. 1 (en colaboración con Louis Cal-


dagués), México, Siglo XXI, 1984. [Séminaire de psychanalyse d'en-
mins de l ’education, París, Gallimard, 1994, y capítulos 16-18 de La
difficulté de vivre, París, Gallimard, 1994],
fants, tomo 1, París, Le Seuil, 1982].
La imagen inconsciente del cuerpo, trad. de Irene Agoff, Barcelona, Pai- Solitude, París, Vertiges du Nord-Carrére, 1987; reimpreso en edición
revisada, razonada y presentada por Gérard Guillerault, Élisabeth
dós, 1994. [L’image inconsciente dn corps, París, Le Seuil, 1984],
Kouki, Colette Manier y Alain Vanier, París, Gallimard, 1994.
La causa de los niños, trad. de Irene Agoff, Barcelona, Paidós, 1994. [La
Destins d'cnfants - Adoption, Familles d ’accueil, Travail social (diálogos con
cause des enfants, París, Laffont, 1985].
Nazir I lamad), París, Gallimard, 1995.
Seminario de psicoanálisis de niños, vol. 2 (en colaboración con Jean-
Frangois de Sauverzac), trad. de Migeul Martí, México, Siglo XXI,
Sexualidad femenina. La libido genital y su destino femenino, presentación
1987. [Séminaire de psychanalyse d ’enfants, tomo 2, París, Le Seuil, y notas de Muriel Djéribi-Valentin y Élisabeth Kouki, trad. de
1 omás del Amo, Barcelona, Paidós, 2001. [Sexualité féminine. La
1985].
Infancias, trad. de Octavio Kulesz, Buenos Aires, Del Zorzal, 2001. libido génitale et son destín fém inin, París, Scarabée et Compagnie,
1982; reimpreso en nueva edición revisada y ampliada, París, Galli­
[Enfances (edición con fotografías de Alecio de Andrade), París, Le
mard, 1996].
Seuil, 1986].
Los niños y su derecho a la verdad, trad. de Maricel Ford, Buenos Aires, I.e sentiment de soi. Aux sources de l ’image du corps, edición, presentación
y notas de Gérard Guillerault, París, Gallimard, 1997.
Atlántida, 1990. [Tout est langage, París, Vertiges du Nord-Carrére,
1987; reimpreso en edición revisada y presentada por Claude
Trastornos de la infancia, trad. de Tomás del Amo Barcelona, Paidós,
1997.
Baldy-Moulinier, Gérard Guillerault y Elisabeth Kouki, París,
Lo femenino: artículos y conferencias, edición, presentación y notas de
Gallimard, 1994].
Muriel Djéribi-Valentin y Élisabeth Kouki, trad. de Tomás del
Diálogos en Quebec (en colaboración con Jean-Frangois de Sauverzac),
Amo, Barcelona, Paidós, 2000. [Le féminin, París, Gallimard, 1998],
trad. de Irene Agoff, Buenos Aires, Paidós, 1988. [Dialogues québé-
El niño y la familia, Barcelona, trad. de Tomás del Amo, Paidós, 1998.
cois, París, Le Seuil, 1987].
El niño del espejo, trad. de Alfredo Bácz, Barcelona, Gedisa, 1997. [L’enfant El niño en la ciudad / La ciudad y el niño / El niño y la fiesta / Hablar de la
du miroir, Frangoise Dolto, Juan David Nasio, París, Rivages, 1987]. muerte, trad. de Laura Masello, Montevideo, Trilce, 2002. [L’en­
La causa de los adolescentes, trad. de Rosa María Bassols, Barcelona, Pai­ fa n t dans la ville, edición y notas de Muriel Djéribi-Valentin, París,
Gallimard, 1998; L’enfant et la fe te (diálogo con André Parinaud),
dós, 2004. [La cause des adolescents, París, Laffont, 1988].
edición y notas de Muriel Djéribi-Valentin, París, Gallimard, 1998;
Seminario de psicoanálisis de niños, vol. 3: Inconsciente y destino (en colabo­
ración con Jean-Frangois de Sauverzac), trad. de Ana Martínez
Parlerde la fuort, edición y notas de Muriel Djéribi-Valentin, París,
Gallimard, 1998|.
Camarena, México, Siglo XXI, 1991. [Inconscient et Destins, Séminai­
re de psychanalyse d ’enfants, tomo 3, París, Le Seuil, 1988]. La educación en el núcleo familiar, trad. de Tomás del Amo, Barcelona,
Paidós, 1998.
Cuando los padres se separan (en colaboración con Inés Angelino), trad.
de Irene Agoff, Barcelona, Paidós, 1989. [Quand les parents se sépa-
Palabras para adolescentes o El complejo de la langosta (con Catherine
Dolto, en colaboración con Colette Percheminier, trad. de Eduar­
rent, París, Le Seuil, 1988].
do Gudiño Kieffer, Buenos Aires, Atlántida, 1992. [Paroles pour ado­
Autobiografía de una psicoanalista (1934-1988) (en colaboración con
Alain y Colette Manier), trad. de Rosa Ana Domínguez Cruz,
lescents ou Le complexe du homard, París, Hatier, 1989; París, Galli­
mard, 1999].
México, Siglo XXI, 1992. [Autoportrait d ’une psychanalyste (1934-
Le dandy, solitaire et singulier, compilación, presentación y notas de
1988), París, Le Seuil, 1989].
Muriel Djéribi-Valentin, París, Gallimard, 1999.
Las etapas de la.infancia, trad. de Tomás del Amo, Barcelona, Paidós,
2000. [Capítulos 3-6 y 8 de Les étapes majeures de l'enfance, París,
J eu de poupées. La poupée-fleur, por Frangoise Dolto, seguido de Poupées
Gallimard, 1994, y capítulos 1, 2 y 7 de La difficulté de vivre, París,
de fertilité et figurines d ’argile, por Jacqueline Roumeguére-Eber-
hardt y Pierre Roumeguére, compilación, presentación y notas de
Gallimard, 1994].
Muriel Djéribi-Valentin, París, Gallimard, 1999.
¿Cómo educar a nuestros hijos? [Capítulos 6 y 12-15 de Les étapes majeures
de l'enfance, París, Gallimard, 1994; capítulos 1-5 y 7-11 de Les che- L’enfant, leju g e et la psychanalyste (diálogos con Andrée Ruffo), París,
Gallimard, 1999.
232 DOLTO / W1NNICOTT

Textos inéditos, Buenos Aires, Alianza, 2000.


Les images, les mots, les corps (diálogos con Jean-Pierre Winter), París,
Gallímard, 2002.
Kaspar llauser, le séqnestré au casur pur, por Fran^oise Dolto, seguido de
Kaspar Hauser, por Anselm von Feuerbach (selección de Muriel
Djéribi-Valentin), prefacio de Muriel Djéribi-Valentin, París,
Gallimard, 2002.
Parler juste aux enfants (con Danielle Marie Lévy), París, Gallimard,
2002.
Pudre e bija: correspondencia (cartas escogidas y presentadas por Muriel
Djéribi-Valentin y Colette Percheminier), trad. de Alejandrina Fal-
cón, Buenos Aires, Del Zorzal, 2005. [P'ere etfilie. Une cotrespondan-
ce (1914-1938), París, Gallimard, 2001; reimpreso en edición revi­
sada y ampliada bajo el título Lettres de jeunesse. Correspondance
(1913-1938) (en colaboración con Colette Percheminier), París,
Obras de Donald Winnicott
Gallimard, 2003].
La vague et l'océan. Séminaire sur les pulsions de mort (1970-1971), edi­
ción, presentación y notas de Colette Manier, con la participación
de Élisabeth Kouki, París, Gallimard, 2003.
Une vie de correspondance, 1938-1988, edición, presentación y notas de
Muriel Djéribi-Valentin, París, Gallimard, 2005.
Parler de la solitude, selección y presentación de Élisabeth Kouki, París,
Gallimard, 2005. Cliuical Notes on Disorders o f Childbood, Londres, I Ieinetnanu, 1931.
G ettingto Know YourBaby, Londres, Heinemann, 1945.
The Ordrnary Devoted Mother and Her Baby, publicación privada, 1949.
Conozca a su niño, trad. de Noemi Rosenblatt, Barcelona, Paidós, 1994.
[The Child and the Family, Londres, Tavistock, 1957].
El niño y el mundo externo, trad. de Noemi Rosenblatt, Buenos Aires,
Hormé, 1965. [The Child and the Outside World, Londres, Tavistock
1957].
Escritos de Pediatría y Psicoanálisis, trad. dejordi Beltrán, Barcelona, Pai­
dós, 1999. [Collected Papers: Through Paediatrics to Psycho-Analysis,
Londres, Tavistock, 1958; Nueva York, Basic Books, 1958; reim­
preso con el título Through Paediatrics to Psycho-Analysis, Londres,
I logarth Press & The Institute o f Psycho-Analysis, 1975; y Lon­
dres, Karnac Books, 1992],
Ihe Child, the Family and the Outside World, Londres, Penguin, 1964;
Reading, MA, Addison-Wesley, 1987.
La familia y el desarrollo del individuo, trad. de Noemi Rosenblatt, Bue­
nos Aires, Flormé, 1980. [The Family and Individual Devclopment,
Londres, Tavistock, 1965].
Los procesos de maduración y el ambiente facilitador, trad. de Jorge Piati-
gorsky, Buenos Aires, Paidós, 1993. [The Maturational Processes and
the Facilitating Environment: Studies in the Theory ofErnotional Deve-
234 DOLTO / W IN N IC O l I OBRNS DE D O N A LD W IN N IC O T T 235

lopment, Londres, Hogarth Press & The Institute of Psycho-Analy- dós, 1993. [Talking toParents (ed. C. Winnicott, C. Bollas, R. She­
sis, 1965; Nueva York, International Universities Press, 1965; Lon­ pherd y M. Davis), Reading, MA, Addison-Wesley, 1993].
dres, Karnac Books, 1990]. Acerca de los niños, trad. de Leandro Wolfson, Buenos Aires, Paidós,
Realidad y juego, trad. de Floreal Mazia, Barcelona, Gedisa, 1982. [Pla- 1998. [ThinkingaboutChildren (ed. R. Shepherd, J.Johns y H. Tay-
yingand Reality, Londres, Tavistock, 1971; Nueva York, Methuen, lor Robinson), Londres, Karnac Books, 1996; Reading, MA, Addi­
1982], son-Wesley, 1996].
Clínica psicoanalítica infantil, trad. de Bernardo Gorsd, Buenos Aires,
Horiné, 1980. [Therapeutic Consultations in Child Psychiatry, Lon­
dres, Hogarth Press & The Institute of Psycho-Analysis, 1971;
Nueva York, Basic Books, 1971].
Psicoanálisis de una niña pequeña (The Piggle), trad. de Horacio Vázquez
Rial, Barcelona, Gedisa, 1980. [The Piggle: An Account o f the Psycho-
analytic Treatment o f a Little Girl (ed. Ishak Ramzy), Londres,
Hogarth Press & The Institute o f Psycho-Analysis, 1977; Nueva
York, International Universities Press, 1977].
Deprivación y delincuencia, trad. de Leandro Wolfson y Noemí Rosen-
blatt, Buenos Aires, Paidós, 1991. [Deprivation and Delinquency (ed.
C. Winnicott, R. Shepherd y M. Davis), Londres, Tavistock, 1984;
Nueva York, Methuen, 1984],
El hogar, nuestro punto de partida, trad. Adolfo Negrotto, Noemi Rosen-
blatt y Leandro Wolfson, Buenos Aires, Paidós, 1996. [Home Is
Where We StartFrom (ed. C. Winnicott, R. Shepherd y M. Davis),
Londres, Penguin, 1986; Nueva York, W .W . Norton, 1986].
Sostén e interpretación, trad. de Leandro Wolfson, Buenos Aires, Paidós,
1992. [Holding and Interpretation: Fragment o f an Analysis, Londres,
Hogarth Press & The Institute of Psycho-Analysis, 1986; Nueva
York, Grove Press, 1986; Londres, Karnac Books, 1989],
Los bebés y sus madres, trad. de Laura Turner, Buenos Aires, Paidós,
1991. [Babies & Their Mothers (ed. C. Winnicott, R. Shepherd y M.
Davis), Londres, Free Association Books, 1987; Reading, MA,
Addison-Wesley, 1987].
El gesto espontáneo. Cartas escogidas, trad. de Leandro Wolfson, Buenos
Aires, Paidós, 1990. [The Spontaneous Gestare (selected letters, ed. F.
R. Rodman), Cambridge, MA, Harvard University Press, 1987].
La naturaleza humana, trad. de Jorge Piatigorsky, Buenos Aires, Paidós,
1993. [Human Nature, Londres, Free Association Books, 1988;
Nueva York, Schocken Books, 1988].
Exploraciones pskoanalíticas (2 vol.), trad. de Leandro Wolfson, Buenos
Aires, Paidós, 1993. [Psycho-Analytic Explorations (ed. C. Winnicott,
R. Shepherd y M. Davis), Londres, Karnac Books, 1989; Cambrid­
ge, MA, Harvard University Press, 1989].
Conversando con los padres, trad. de Leandro Wolfson, Barcelona, Pai-
Abreviaturas de las
obras más citadas

Fntnvoise Dolto

AJDD: Au je n du de'sir, París, Le Seuil, 1981.


IIC: L’im age inconsciente du corps, París, Le Seuil, 1984.

Donald Winnicott

PP: De la pe'diatrie a la psychanalyse, París, Payot, 1969.


PM: Processus de m aturation cbez l ’enfant , París, Payot, 1970.
JR\Jeu et réalité. L’espacepotentiel, París, G allim ard, 1975.
CE: La crainte de l ’ejfondrem ent et autres situations cliniques , París,
Gallim ard, 2000.

Potrebbero piacerti anche