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Realmente no ha habido

Otro hombre santo y


Mártir y santo por los pobres
En este pueblo sufrido y
Recordarte debe ser
Orgullo de los verdaderos salvadoreños amantes de la justicia.
Javier Francisco Bonilla, artesano

El pueblo da a luz un santo


Religiosidad popular y Monseñor Romero
En la cripta de catedral

Es un domingo de junio. Son las nueve de la mañana. La catedral metropolitana se prepara para
recibir a los fieles que se acercan, como todos los domingos, a la celebración de la misa
dominical. A la entrada, la gente se divide: unas suben a la nave central de catedral y otras se
dirigen a la reja que da paso a la cripta. La cripta está en el sótano. La gente, en su mayoría
adulta, baja y se acomoda en las bancas que están dispuestas de modo circular alrededor del
altar ubicado en el corazón de la cripta. Como cada domingo, la misa es animada por una
comunidad parroquial. Este domingo le tocó a una parroquia franciscana. Hay mucho
movimiento. La Comunidad de la Cripta ultima los detalles junto a los miembros de la comunidad
parroquial, las encargadas de las ofrendas colocan los símbolos que serán llevados en procesión
a la hora del ofertorio, la monitora se dirige al ambón para dar inicio a la celebración. El coro de
la parroquia entona el canto de entrada: “Vamos todos, al banquete, a la mesa de la creación,
cada cual con su taburete, tiene un puesto y una misión.” El sacerdote que preside inicia el rito
eucarístico. Las lecturas son proclamadas por una mujer joven y por un hombre adulto, ambos
de la comunidad parroquial. El evangelio habla de las mujeres que seguían a Jesús. La homilía
se centra en la cotidianidad de la mujer salvadoreña. Los cantos de la misa son populares: gloria
salvadoreño, el santo de la misa campesina nicaragüense. En el momento de la paz, la gente se
saluda y se abraza con cordialidad y cercanía. Dos personas de la comunidad parroquial
distribuyen la comunión junto con el presbítero. Al finalizar la eucaristía, el sacerdote invita a
rezar la oración por la canonización de Monseñor Romero.1

Hace unos cuatro años, cuando todavía no terminaban los trabajos de reparación de la Catedral
Metropolitana, poco después que fueron trasladados los restos de Monseñor Oscar Arnulfo
Romero a la cripta de catedral, comenzaron las celebraciones eucarísticas de “la Cripta”. El
propósito inicial era orar por la canonización de Monseñor Romero, en el marco de la celebración
del vigésimo aniversario de su martirio.
A lo largo de estos años, cada domingo se han hecho presentes diferentes comunidades
parroquiales que llegan a celebrar su fe al lado de quien fue y sigue siendo para ellos profeta,
pastor y mártir. La organización de las eucaristías está a cargo de la Comunidad de la Cripta, un
grupo de hombres y mujeres que se “adueñaron” de ese espacio para tener un lugar en el que se
mantenga viva la memoria y la obra de Monseñor Romero. La celebración eucarística en la cripta
tiene características peculiares, no tanto por la estructura del rito, que respeta con todo detalle el
ritual eucarístico oficial, sino por las razones que mueven a la gente a participar en la eucaristía
de este lugar. Al abordar a Manuel Cartagena y preguntarle sobre los motivos que lo traen a la
eucaristía de la cripta dice:

1
Del diario de campo, domingos 6 y 13 de junio de 2004.
“En primer lugar porque me inspira monseñor a mi vida. Por la razón de conocer desde los
ochenta su forma de predicar, de relacionarse con el pueblo que sufría en ese entonces por
todas las estructuras políticas. Fue una identificación culmen con los pobres de este país,
abandonados y marginados, que no tenían ninguna voz. Quizás por haberme mantenido desde
los ochenta que conocí sus homilías fue a mi cantón, confirmó a mi hermana, tengo muchas
razones para estar aquí. También pensando en que toda su palabra vive hoy en nuestro pueblo.
Segundo lugar, que todos sus reclamos por la justicia en nuestro país están vigentes y nadie los
está haciendo. Entonces a donde encuentro la voz de monseñor es cuando me reúno con toda la
2
gente aquí en la cripta.”

Para Manuel, como para muchas personas que asisten a estas celebraciones dominicales, la
cripta se ha convertido en un espacio de celebración de la fe en el que se hace presente la
historia y la realidad del país. Encontrar la “voz de Monseñor”, como dice Manuel, significa
encontrar una palabra de verdad o, como diría Jon Sobrino, una palabra de honradez con la
realidad en un contexto en el que lo más frecuente es ocultarla. La mayoría de las personas
entrevistadas3 expresan la necesidad de asistir a la cripta para encontrar fuerza y ánimo en la
comunidad que se reúne a escuchar la Palabra y compartir las preocupaciones por la situación
de injusticia estructural en la que el país sigue viviendo. Venir a la Cripta es una manera de darle
continuidad a la obra de Monseñor Romero. A este respecto opina Cristabel Marroquín:

“Monseñor Romero quería que los salvadoreños continuemos su proyecto, ese proyecto de
vida… lo que él proyectó para todos los salvadoreños, luchar por la vida, defender la vida yo creo
que eso es lo que nos trae a todos, lo que nos despierta por la mañana y que nos mantiene
durante la semana esperando este día para estar con todos los hermanos que están aquí y que
4
nos sentimos identificados, es como venir a agarrar fuerza, a renovarnos para seguir adelante.”

Las personas que vienen a la cripta son en su mayoría adultas, arriba de los cuarenta años. Esta
gente vivió la gestación de la guerra civil salvadoreña y los tiempos más duros de la represión.
Algunos conocieron a Monseñor Romero en alguna visita pastoral del obispo, otros venían a
escucharle a catedral, otros lo escuchaban por la radio. Una mujer capitalina, de cincuenta y
cinco años de edad nos dice que una de sus grandes preocupaciones es dar a conocer la vida y
obra de Monseñor Romero a las nuevas generaciones, pero no solo por la vida del obispo sino
porque su vida está estrechamente vinculada a la historia del pueblo salvadoreño:

2
Entrevista a Manuel Cartagena, 49 años, domingo 13 de junio.
3
Se realizaron 20 entrevistas, todas en la Cripta de Catedral durante los domingos del mes de junio de 2004.
4
Entrevista a Cristabel Marroquín, 45 años, domingo 13 de junio.
“..ahora tenemos la oportunidad de poder estar colaborando para que nueva
gente sepa, porque hay juventud que aún no sabe de las obras de Monseñor
Romero… los viejos pues, luego desaparecemos, pero queremos mantener viva la
esperanza de monseñor Romero, la palabra de él, entonces eso es lo que aquí nos
5
mantiene.”

La eucaristía en la cripta es, pues, un lugar de encuentro con Monseñor Romero. Para quienes le
conocieron, para quienes no le conocieron, para los nacionales y extranjeros. Es un lugar para
encontrar a Monseñor Romero pero no como en un museo, sino en un espacio celebrativo
litúrgico impregnado del dinamismo de la historia y la realidad que ayuda a “agarrar fuerzas” para
seguir adelante.
Ahora bien, llegar a la celebración eucarística no es el único motivo que tiene la gente para llegar
a la cripta todos los domingos. La celebración eucarística tiene esa fuerza de convocatoria
porque se realiza al lado de la tumba de Monseñor Romero. La tumba del obispo es un lugar de
peregrinación para quienes lo consideran un hombre santo.

Al finalizar la eucaristía, la gente pasa por la tumba del obispo asesinado. La tumba se encuentra
a un lado del altar. En una de las paredes se lee la inscripción: “No hay amor más grande que el
que da la vida por sus amigos. Monseñor Oscar Arnulfo Romero. 15 de agosto de 1917- 24 de
marzo de 1980.” En la otra pared está un cuadro del obispo. En la tumba hay un libro de firma de
visitas. La gente que se dirige a la tumba va a rezar. La mayoría de personas que se acercan a
rezar son adultas, pero se ven algunos jóvenes. Los niños van de la mano de su abuela o su
mamá y observan en silencio respetuoso. Tocan el cuadro o la tumba y se persignan. Algunas
personas llevan velas y las dejan encendidas en el lugar que hay para ello. Rezan en silencio,
unos de rodillas, otros de pie, otros tocando la tumba con los ojos cerrados. A pesar del barullo
de la salida de la misa la gente reza en silencio. Después de unos minutos de oración se retiran,
algunas personas van llorando. 6

La tumba de Monseñor Romero es, sin lugar a duda, un sitio de peregrinación. El mismo papa
Juan Pablo II fue a la tumba del obispo y rezó arrodillado en silencio en una de sus visitas al
país. El libro de visitas registra los nombres de personas que acuden allí todos los días, no solo
los domingos o las fiestas conmemorativas (cumpleaños del obispo, aniversario de su
asesinato). Algunas personas que vienen a misa los domingos rezan en la tumba después de la
comunión. La mayoría lo hace al terminar la misa. Otras personas entran solo a rezar y luego se

5
Entrevista a Thelma de Polanco, 55 años miembro de la Comunidad de la Cripta, 13 de junio.
6
Del diario de campo, miércoles 24 de marzo y domingos 6, 13 y 20 de junio.
retiran. Una de las preguntas de mayor interés era saber la razón por la cual la gente le reza a
Monseñor Romero. Entre muchas respuestas escojo algunas:

“Le rezo porque es santo. Considero que es santo porque es mártir y habló por los
pobres. Mi mamá estuvo en el entierro de Monseñor y ya estaba embarazada de mí. Ella
le pidió a Monseñor Romero que la protegiera y ahí se quedó escondida debajo de
una banca. Vengo a rezarle no para que me resuelva los problemas sino para que me
ayude… desde que estaba en el estómago de mi mamá aprendí a rezarle a Monseñor
Romero”7

“Sí, vengo a rezarle a la tumba, vengo a misa todos los domingos, vengo a rezarle, a
pedirle pues él para nosotros ha sido un ejemplo de pastor para nuestra iglesia, porque
con el don que Dios le dio, con el espíritu santo que se derramó sobre él, la semilla que
sembró ha resucitado aquí en El Salvador y no solo aquí sino en otras partes del
mundo.”8

“… ahora que estaba frente a su tumba y lo veía en el retrato que le han hecho y lo veía
a los ojos y le decía yo, su mirada verdad, ¿y de verdad estás aquí? Y me respondía a
mi misma: sí, y no precisamente en la cripta sino en el corazón de todos nosotros.
Porque a mí me inspira, me motiva a seguir adelante, me da aliento, me da esperanza.“9

“Si, yo le rezo en cualquier lado pero para mí es importante venir aquí, para mí es
importante estar en el lugar, siento una energía bien extraña, como alegría, ver a la
gente, ver a los niños que dicen “hey monseñor”, oír cantar a la niña que cantó ahora, es
impresionante.”10

Para estas personas Monseñor Romero es santo. Y a los santos se les reza. Se les pide porque
son mediadores. A Monseñor Romero vienen a pedirle, a platicarle de las cosas que les pasa en
la vida cotidiana. Los santos también son modelos de vida y, Monseñor Romero lo es para
muchas de las personas que vienen a la cripta. Es un modelo de vida, inspira, genera una
especie de “energía extraña”, como dice Héctor Gómez. Algunos la llamarán fuerza, otros
consuelo, otros gracia. Pero la experiencia es la misma, tocar la tumba, estar en silencio, mirar el
cuadro, platicar con él.
Pero Monseñor Romero no es oficialmente santo, aunque Pedro Casaldáliga, el obispo
brasileño, lo haya nombrado así pocos días después de su muerte. La causa de canonización de
7
Entrevista a Ernesto Romero, 24 años, domingo 20 de junio.
8
Entrevista a Isabel Ramírez de Castro, 55 años, domingo 20 de junio.
9
Entrevista a Cristabel Marroquín, 45 años, domingo 13 de junio.
10
Entrevista a Héctor Gómez, 31 años, domingo 20 de junio.
Monseñor Romero se introdujo hace unos años y está en proceso. El Vaticano aún no se
pronuncia. Pero la gente insiste, Monseñor Romero es santo, “aunque las gentes de arriba no lo
quieran hacer santo, para el pueblo ya lo es”, decía una mujer de aproximadamente 70 años,
rezando en la tumba en la mañana del 24 de marzo de 2004. Entonces se impone la pregunta,
¿Por qué dice la gente que Romero es santo? ¿A qué le llaman santidad? Recurro nuevamente
a respuestas de personas entrevistadas en la cripta:

“Monseñor Romero es santo. Definitivamente sí. Cuando hay gente que dice ¿Por qué no lo
canonizan? A mí eso no me molesta, no siento que sea un obstáculo pues ya definitivamente él
es santo... la santidad es esa entrega, la entrega por los demás, la entrega al proyecto de Dios,
la entrega a los hermanos, a dejarse mover por el sufrimiento de la demás gente, porque eso no
es fácil, yo a veces también siento eso y digo cómo se tuvo que haber sentido Monseñor Romero
pues él que lo vivió tan radical… pues fue el espíritu de Jesús el que se manifestó en él y se
sigue manifestando hoy en día.”11

“Porque me trae siempre a la mente a Jesús, realizó su vocación al cien por ciento, se
entregó a la gente, realizó la voluntad de Dios, hay una frase que me impresiona de
Monseñor Romero que dice que él no ha sido nada más que un poema en el
proyecto de Dios y yo creo que sí, para mí realizó la voluntad de Dios, amó a la gente,
amó al pueblo, es ver a Jesús.”12

“Es santo porque él fue la palabra viva del Señor, él dio su vida, a él lo mataron por defender la
verdad que es lo mismo por lo que murió Jesucristo.”13

Para las personas entrevistadas, la santidad no tiene que ver con el reconocimiento oficial por
parte de la Iglesia sino con el testimonio de una vida entregada al servicio de “los sin voz”. La
santidad, según estas personas, tiene que ver con el “parecido” que hay entre la vida y opciones
de Monseñor Romero y la vida y opciones de Jesús, con la docilidad del obispo para cumplir con
la voluntad de Dios, con su capacidad para dejarse afectar por el sufrimiento de los pobres, para
escuchar las angustias y preocupaciones de la gente, por pequeñas que fueran. La santidad de
Monseñor Romero tiene que ver con su docilidad al Espíritu Santo, así lo dice Alonso Huezo, un
hombre de aproximadamente 70 años que comparte su experiencia de cercanía con Monseñor
Romero:

11
Entrevista a Cristabel Marroquín, 46 años, 13 de junio.
12
Entrevista a Héctor Gómez, 31 años, 20 de junio.
13
Entrevista a Roberto Arias, 40 años, 13 de junio.
“El único ser en El Salvador que tenía el valor de denunciar las injusticias que hacían
con su pueblo oprimido era monseñor Romero, y cuando en la catedral o en la basílica
decía sus homilías, él se elevaba en la predicación de los evangelios, y cuando él se
elevaba, después de la misa nos preguntaba, “¿y qué dije?” Y nosotros le decíamos:
“Monseñor, un momentito, le vamos a poner la grabadora para que usted se escuche”.
Ya no era Monseñor Romero, era un Monseñor Romero tocado por el Espíritu Santo
para que él predicara a su pueblo que sufría el martirio, la persecución en este país por
14
buscar la libertad.” .

14
Entrevista a Alonso Huezo, aprox. 70 años, 20 de junio.
Algunas pistas de reflexión

Quien tiene la oportunidad de presenciar las eucaristías de la cripta los domingos, o estar en la
celebración del aniversario del martirio de Romero, o simplemente de acercarse a la tumba en
una tarde cualquiera y ver a personas distintas rezar con devoción particular, no puede menos
que plantearse una reflexión sobre la fuerza de un fenómeno que está formando parte de la vida
religiosa de muchas personas del pueblo sencillo de El Salvador. Lo que intento plantear a
continuación son algunas pautas de reflexión acerca de la relación que existe entre las prácticas
de los que algunos llaman “religiosidad popular” o “devoción popular” y la figura de Monseñor
Romero.

¿Religiosidad popular?

En un interesante artículo titulado La «religiosidad popular». En torno a un falso problema,15 el


antropólogo español Manuel Delgado aborda el problema de la “religiosidad popular” desde una
perspectiva histórica. La conceptualización de ese conjunto de prácticas religiosas que están al
margen de la teología oficial, tiene que ver con la necesidad de “controlar” y “unificar” las
diversas expresiones religiosas de las masas. Teólogos, antropólogos y sociólogos han intentado
designar con algún nombre ese conjunto de prácticas religiosas mayoritarias que poco tienen
que ver con los planteamientos oficiales de la Iglesia. La confrontación que se ha venido
estableciendo entre religión popular y religión oficial, tiene que ver con una dicotomía que
supone partir de la premisa de que existe una religión legítima y verdadera, y que cualquier
práctica o devoción que no se inscriba dentro de estos parámetros será propia de los estratos
bajos, del pueblo que no puede entender el discurso teológico planteado por la Iglesia. Valga
para ilustrar el siguiente texto tomado del Catecismo Católico hablando de las expresiones de la
religiosidad popular:

Estas expresiones prolongan la vida litúrgica de la Iglesia, pero no la sustituyen.


Conviene que estos ejercicios se organicen teniendo en cuenta los tiempos litúrgicos
para que estén de acuerdo con la sagrada liturgia, deriven en cierto modo de ella y
conduzcan al pueblo a ella, ya que la liturgia, por su naturaleza, está muy por encima de
ellos.16

15
Delgado, Manuel. La «religiosidad popular». En torno a un falso problema. Disponible en
http://www.ugr.es/~pwlac/G10_08Manuel_Delgado.html
16
Catecismo Católico, disponible en
http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p2s2c4a1_sp.html#ARTÍCULO%201%20LOS%20SACRAMENTALES
La postura oficial de la Iglesia católica es dejar claro que, aunque reconoce la existencia de
“formas variadas de piedad en torno a la vida sacramental de la Iglesia”, estas no forman parte
del sistema religioso teológicamente estructurado o de la religión oficial. Por tanto, a este
conjunto de prácticas no se les puede llamar religión sino “religiosidad popular”.
En el contexto latinoamericano, Diego Irarrazabal, teólogo chileno, afirma el concepto de religión
popular a partir de una definición más rica y compleja:
“El concepto de religión hace referencia a un amplio patrimonio histórico, a prácticas socio
culturalmente situadas entre la deshumanización y la liberación. Con relación a la fe cristiana, la
religión popular no es una degradación ni está opuesta a ella; más bien, enriquece la tradición
cristiana y ha sido fecundada por esta.”17

En este sentido, la religión popular no es solo un conjunto de prácticas de piedad popular


aisladas sino la manifestación de una fe expresada desde un contexto socio cultural concreto,
que refleja las angustias y las esperanzas, las alegrías y las tristezas de todo un pueblo que
busca una vida más humana y más feliz. En este concepto de religión popular es donde se sitúa
la devoción a Monseñor Romero en El Salvador. Las entrevistas realizadas a las personas que
acuden domingo a domingo a la cripta aportan datos sobre las aspiraciones y deseos del pueblo
sencillo: justicia, dignidad, liberación. Estos deseos encontraron eco en la figura de Monseñor
Romero. El pueblo pobre encontró en Monseñor Romero pastor, un profeta, un hombre libre
frente a los poderes de este mundo. Su palabra tenía “autoridad”, una autoridad que venía del
Espíritu de Jesús que le inspiraba a acompañar a este pueblo en su proceso de liberación. El
pueblo pobre estuvo a su lado durante su vida y sigue estando a su lado ahora, después de
veinticuatro años de su martirio.

A la manera de Jesús

Jesús nace dentro de una cultura con una rica tradición religiosa. El pueblo judío centraba su
vida en el cumplimiento de La Ley, expresión de la Alianza establecida entre Dios y ellos. Israel
era un pueblo teocéntrico, la ley religiosa permeaba todas las dimensiones de la vida social. En
tiempos de Jesús, el cumplimiento de la ley se había convertido casi en una obsesión. La
interpretación de la Torá estaba a cargo de la élite de la sociedad judía, el conocimiento de la ley
era privilegio de pocos, por tanto, solo esta élite la cumplía con rigurosidad. Los maestros de la
ley, habían deducido infinidad de pequeños preceptos que se presentaban como obligatorios
para todo buen judío, pero que en la mayor parte de los casos, se trataba de mandatos que
atentaban contra la dignidad y la vida de la mayor parte del pueblo. La novedad introducida por

17
Irarrazaval, Diego. Religión popular. En Conceptos Fundamentales de la Teología de la Liberación. UCA Editores, San
Salvador, 1993,
Jesús tiene que ver con esto, con la manera de presentar la vivencia de “lo sagrado”, es decir, la
experiencia espiritual humana fuera de semejante aparataje religioso.

Y quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene


autoridad y no como los escribas (Mc 1,22).

Hablar de Jesús y de sus prácticas religiosas es hablar de religión popular. Jesús no fue un
funcionario del judaísmo oficial ni el fundador de una religión. Si bien vivió y expresó su fe a
través de mediaciones socio culturales, siempre subordinó la práctica religiosa a la dignificación
y plenificación del ser humano. En este sentido, Irarrazabal destaca dos rasgos de la religiosidad
18
de Jesús. Por un lado, Jesús se opone a las prácticas religiosas judías que conllevan opresión
y falseamiento de la religión, el sábado está hecho para el hombre y no el hombre para el
sábado. Por otro lado, comparte profundamente la historia y religiosidad del pueblo sencillo y
pobre: cura enfermos, expulsa demonios, se deja tocar por la mujer que quiere ser sanada.
“Monseñor Romero me trae siempre a la mente a Jesús” afirmaba uno de los jóvenes
entrevistados en la cripta. Ignacio Ellacuría recogió el sentir de la gente en la frase: Con
Monseñor Romero Dios pasó por El Salvador. A la manera de Jesús, Monseñor Romero valoró
la profunda fe del pueblo sencillo expresada en las prácticas de religión popular. Una de las
tantas anécdotas que se cuentan sobre Monseñor Romero narra la historia de una mujer que
llega buscando al obispo para que le bendiga un cuadro de la virgen. Monseñor estaba en una
reunión con la conferencia episcopal. Cualquiera esperaría que el obispo se hubiese disculpado
pues estaba en “cosas importantes”. Sin embargo, Monseñor dejó la reunión, fue a buscar a la
mujer y le bendijo su cuadro. Ese mismo pueblo pobre y sencillo que se sintió acompañado por
Monseñor Romero en la vivencia y la expresión de su fe es el que envuelve su figura en estas
prácticas sencillas de religión popular y que lo sitúa en el altar proclamándolo santo, en contraste
con la iglesia oficial que continúa estudiando la causa para poder “elevarlo” a los altares.

El pueblo da a luz un santo

Para Luis Maldonado, estudioso de la religión popular, la floración de innumerables santos que
actúan como intermediarios entre el hombre y la divinidad, es el resultado de una teología que
presentaba a un Dios lejano y a un Cristo solemne y terrible. El santo es, por una parte, la
manifestación de la voluntad de Dios respecto del fiel y, por otra, portavoz del mismo fiel que se
dirige a Dios.

18
Idem.
La aparición de una intensa devoción a los santos es una de las marcas características
de la religión popular medieval. Ante un Dios juez y un Cristo igualmente juez, los fieles
se sienten cohibidos, amedrentados, desarmados. Es natural que recurran a los
19
santos.

En las vidas de los santos se reconoce el poder particular y la fuerza que deriva de su
santidad. Pero a la vez se subraya siempre que el poder divino es el que realmente
opera. Los poderes del santo no emanan nunca de él. Nosotros diríamos hoy que
el santo es un signo personal, un símbolo personificado, una cristalización en
hipóstasis del sacramento de la presencia y la fuerza divinas arraigados en nuestro
mundo.20

Los santos eran figuras presentes y familiares en la vida cotidiana del pueblo. Muchas de sus
historias van surgiendo durante la vida “terrena” de estos, como es el caso de los eremitas. El
eremita, por su vida pobre y solitaria, estaba más cerca del pueblo que el clero o que el monje en
su monasterio. Normalmente, los eremitorios eran lugares que atraían a la gente que iba a
consultarles y a pedirles ayuda. Cuanto el eremita moría, era enterrado en su “ermita”, que
pronto se convertía en un lugar de veneración y de peregrinación. De esta manera comenzaban
a formar parte del listado de los santos del pueblo, entraban en el “canon popular”.
El surgimiento de la devoción a Monseñor Romero tiene cierta similitud con estas prácticas
populares de religión. En este sentido, podemos decir que la religión popular ha envuelto a
Monseñor Romero y ha hecho de él un santo. El pueblo proclama la santidad de Monseñor
Romero a través de gestos sencillos y profundos: rezar en la tumba, peregrinar a la cripta,
celebrar las fechas importantes en la vida y muerte del obispo. La cripta de catedral es un lugar
de peregrinación. Se puede rezar en cualquier lugar, como decía una de las personas
entrevistadas, pero en la cripta, junto a la tumba de Monseñor Romero hay una “energía
especial”. Rezar la novena, encender una vela, poner una placa de agradecimiento por favores
recibidos, escribir una carta contando la vida y “dejársela ahí para que la lea”, o hacer un corrido
para Monseñor, son expresiones de un pueblo que ve más allá, que puede ver en este hombre a
un santo de Dios. Es el sensus fidei, el sentir del pueblo. Es el pueblo sencillo quien reconoce en
él un modelo de vida, un seguidor de Jesús, un mediador ante Dios y lo “canoniza”. El caso de
Romero es un caso “canonización popular” que se ha venido gestando a lo largo de casi
veinticinco años.

19
Maldonado, L. Génesis del catolicismo popular. El inconsciente colectivo de un proceso histórico. Ediciones
Cristiandad. Madrid, 1979. pág. 63

20
Idem. Pág. 70
Monseñor Romero sigue siendo, para la gente que acude a rezarle, el pastor y profeta que fue
durante su vida. La gente lo busca porque sabe que acompañó el sufrimiento y dolor del pueblo.
Sabe que estuvo con el pueblo sencillo y por eso este mismo pueblo sencillo lo sigue buscando,
ya no solo como pastor, profeta y mártir, sino como santo. Un santo que sabe lo que El Salvador
vive y necesita pues es salvadoreño. Un santo que conoce de las injusticias que viven los pobres
porque él las denunció mientras vivía. Un santo que conoce las aspiraciones de liberación de
este pueblo porque fue su pueblo. Esa es la fuerza de la santidad de Romero. El pueblo ha dado
a luz un santo.

San Salvador, junio 2004


Bibliografía

Maldonado, L. Génesis del catolicismo popular. El inconsciente colectivo de un proceso histórico.


Ediciones Cristiandad. Madrid, 1979.

Codina, Víctor. Sacramentales, sacramentos de los pobres. En Revista Latinoamericana de


Teología #20, mayo-agosto 1990, año VII. Centro de Reflexión Teológica UCA, San Salvador.

Irarrazaval, Diego. Religión popular. En Conceptos Fundamentales de la Teología de la


Liberación. UCA Editores, San Salvador, 1993.

Falla, Ricardo. Esa muerte que nos hace vivir. UCA Editores, San Salvador, 1984

Delgado, Manuel. La «religiosidad popular». En torno a un falso problema. Disponible en


http://www.ugr.es/~pwlac/G10_08Manuel_Delgado.html

Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica. Disponible en


http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p2s2c4a1_sp.html#ARTÍCULO%201%20LOS%20S
ACRAMENTALES

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