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Alejandro Cruz Vargas

Maestría en innovación y calidad educativa

Ciencias humanas y sociales. Una polémica incesante

La polémica al interior de las ciencias humanas tiene su génesis en la disputa entre la


explicación teleológica y la explicación causal. La primera una herencia aristotélica, para
quien la explicación científica solo se consigue cuando se logra dar razones de los hechos o
los fenómenos observables; además, dicha explicación debía atender las cuatro causas de
un fenómeno: formal, material, eficiente y final. La segunda explicación, cuyo principio
puede rastrearse hasta llegar a las posturas platónicas y pitagóricas y al capitalismo
incipiente del siglo XIII, es expresión de la revolución copernicana de la ciencia, que Kant
critica en Galileo, quien, a su parecer, supone que las cosas giran en torno al pensamiento y
sólo entonces ha descubierto lo que son las cosas.

Esta disputa, después del predominio de la explicación causal tras la revolución


copernicana, tendrá su primera polémica tras la reacción de la tradición aristotélica. De la
mano de los primeros hermenéuticos –Dilthey, Simmel, Weber, Baden, Rickert-, se
criticará el monismo metodológico, el canon y el interés dominador adoptado por el
positivismo decimonónico, así como, claro, la explicación causal como característica de la
explicación científica que, acentuando la relevancia de las leyes generales, trata de
subsumir todo conocimiento; se criticará la reducción de la razón a razón instrumental. Esta
reacción aristotélica procurará que los fenómenos sean inteligibles teleológicamente, más
allá de la sola descripción de sus causas eficientes.

La polémica se acentuará cuando el positivismo se refuerce con el resurgimiento de los


estudios en torno a la lógica. Será el positivismo lógico quien, al sumar las teorías lógico
matemáticas, se encargue de encargue de tratar de reconstruir lógicamente a la ciencia, para
lograr una ciencia unitaria. Para lograrlo, desde el Círculo de Viena, se llamará a superar la
pseudociencia y a someter a verificación a todo conocimiento con pretensión de
cientificidad. Será Popper, miembro de la propia tradición positivista, quien critique esta
postura, señalando que el dogma empirista es insostenible; más que a verificación, el
conocimiento –señala Popper- debe ser sometido a falseación. A este fuego amigo, se unirá
la carga enviada desde la escuela de Frankfurt. Los representantes de esta escuela,
desarrolladores de la teoría crítica, dirán que el positivismo, de no advertir el dinamismo en
lo observado, reducirá la realidad a lo dado. Al privilegiar los medios para alcanzar unos
objetivos –que no se critican- no percibe que su ver está mediado por la sociedad. Si el
racionalismo crítico propuesto por Popper reduce la problemática de la ciencia a cuestiones
lógico-epistemológicas, la escuela de Frankfurt irá más allá; no sólo al reflexionar sobre
enunciados y aparatos conceptuales –que llevada al extremo sólo consigue cosificar a la
sociedad- sus representantes criticarán a todo lo vinculado con la ciencia organizada. Así, la
ciencia, no solo buscará controlar a la naturaleza, sino que buscará la emancipación.

Esta polémica alcanza una tercera fase cuando se enfrentan el modelo legal subsuntivo
contra la recuperación que realiza Anscombe del silogismo práctico, que procede de
Alejandro Cruz Vargas
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Aristóteles. Esta recuperación continúa la crítica al positivismo. A la desvinculación sujeto-


objeto, se señalará la necesidad de que la explicación se suma en el entramado del sujeto de
estudio, para poder captar su actividad natural, rechazando el solipsismo metódico,
rechazando la creencia de que el científico hace ciencia sin reparar en el presupuesto del
lenguaje como condición de la intersubjetividad. El debate, siguiendo el interés por el
lenguaje, se prolonga hasta incluir las propuestas del círculo hermenéutico: siempre
partimos de un saber precientífico sobre el objeto que se investiga, saber que se articula a
través del lenguaje, mediante predicados y reglas apegadas a un pensamiento metódico.

En esta polémica, la investigación que se propone reconoce la intersubjetividad como


condición de construcción de la realidad social, configurada por medio del lenguaje,
lenguaje que, a su vez, influye en la interpretación del fenómeno que se analizará: el
discurso docente acerca de la lectura en la universidad. Sin embargo, el círculo
hermenéutico se considera una posición metodológica. Epistemológicamente, la
investigación coincide con la postura crítica de la Escuela de Frankfurt. El investigador
reconoce que su conocimiento –producto de la intersubjetividad- es también un producto
del momento histórico en el que emerge y que éste momento, a través de objetivos y
medios externos, influye en la construcción de su objeto de estudio; sin embargo, más que
reflexionar sobre enunciados y aparatos, propios de la ciencia dominante o del entramado
de los sujetos de estudio, esta investigación hará una crítica a nivel macro, dirigida a la
sociedad del conocimiento y a su complemento, la sociedad del consumo de masas –que
redujeron la lectura a un producto de consumo para el logro de objetivos no precisamente
educativos- y una crítica a nivel micro, dirigida a las prácticas docentes que, desde su
discurso acerca de la lectura, reproducen condiciones de exclusión educativa entre
estudiantes universitarios.

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