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Mariana Bernárdez
Eva Castañeda Barrera
Verónica E. Díaz M.
Obed González Moreno
Cecilia Guzmán María E. Solórzano
Héctor Saúl Bravo Rosete
Carmen Saavedra Mary-Tony
Verónica Nagore Samuel Arias
Adolfo Ramírez
Cristiant Morales
Fotografías de
Arturo Texcahua
Eric Márvaz
Vista retinal ―La sangre dirá la verdad‖, ¿la sangre de quién? Aquel
día sólo veía un líquido rojo que emanaba de mí, pero aque-
lla sustancia, sacada con ira, no era más que la prueba del
recuerdo renuente que no se olvida.
V
Me dio risa, mi papá me miró con aquellos ojillos grandes
y verdes, ¿Es porque yo no los tengo verdes? Los podría
tener morados y yo sé que a él no le importaría. Y aun así el
eo la lámpara que lastima mis retinas, la mirada
fluir del agua convertida en sangre no denota mis afectos.
fija enrojece mis ojos y me provoca una pecu-
liar ardidez; parece que eso en realidad no me importa, ¿y
realmente no?
Recuerdo que apenas en septiembre lo vi, es uno de esos
compañeros que no olvidas jamás, un loco que no tiene
nada que hacer y que como diría mi madre: ―Es un vago‖.
Ella no quería que fuera parallá, dice que no le da espina
que yo ande por esos lugares, que hay mucha inseguridad.
¿Y acaso no la hay acá?
Me regresé a la semana y parece que a este chico lo ena-
moré porque no para, no paraba de mandarme notitas pre-
guntando por mi regreso, pero desde octubre ya no escribe
más. Se desapareció, o lo desaparecieron, no hay certeza de
nada, pero mis amores no se quedan ahí, continúan, aquí;
en algún lugar.
Estoy cansada de la espera, ¡tanto papel!, ¡tanto alboro-
to!, el ruido me carcome los huesos, estos burócratas creen Fotografía de Eric Márvaz
que no me doy cuenta de lo que pasa, ¡mis nervios se los
pasan por la triunfal! Apenas la semana pasada me han ido Pensé que la desaparición de mi primera ilusión en octu-
a sacar sangre, me dolió mucho, si me conocieran un poqui- bre había sido mi fin; ahora creo que hay un fin después del
to sabrían que eso de las agujas me causa mucho espanto. fin, y no estoy segura de que sea pecado no querer saber el
Mi papá sí que lo sabe, él me contaba que de niña hacía fin. Una de las secretarias me dijo que estos procesos eran
berrinches cada vez que íbamos a la vacuna; no lo recuerdo muy difíciles. No soy un proceso, no soy un recuerdo, soy
bien, apenas tengo un resquicio de aquellos tangones que yo. Son mis recuerdos, que nada tienen que ver con tíos
armaba: él todo nervioso pensando que con una mala pin- falsos, ni sangre sacada para satisfacción ajena. Nadie hace
chada me podían lastimar; de esas heridas de hospital que las galletas como mi abuela. Las mejores navidades fueron
se curan con un curita, pero que los padres ven por muy aquellas donde el postre siempre fue una galleta; hecha con
grave. Mi mamá cuenta que ella prefería no ir, y la com- aquellas manos que me regalaron muñecas, que llenaron
prendo, la perdono porque sé que me ama mucho. cajas y cajas de aquellos bellos seres que me acompañaron
De chica, cuando ya no soportaba la angustia de la obs- en mis juegos inocentes, y que me siguen acompañando aún
curidad, iba corriendo con ella y papá debajo de las sába- ahora, dentro de las ascuas que se prenden dentro de mí, a
nas, los dos me cantaban para dejar de llorar, él no era ento- cada minuto que paso sentada, viendo cómo alguien más
nado, nunca lo fue, pero en estos momentos quisiera escu- me dice quién soy.
char el confort de aquella voz desentonada que me gritaba Rosita, Juanita, Pepita, tuve muchas muñecas, con los
cuando a la salida del colegio no me podía encontrar. ojos azules, verdes, cafés; con el cabello castaño, negro o
rubio y no importó, todas eran mías, a todas las peiné, a
todas les canté, con todas tomé el té y no importó la tienda
de donde hayan salido.
¿Cómo amar cuando no se conoce a lo amado? Uno ama
cuando conoce el objeto de su amor, no se puede amar algo
que ni siquiera sabes que existe. Así es el amor mal corres-
pondido. Así es cuando uno espera noticias y no llegan,
cuando te preguntas cómo estará y él no responde, no se
deja encontrar, no da señales de vida. Es hermético, y me
vuelvo hermética yo también con mis recuerdos, no los
quiero dejar ir.
Recuerdo que cuando caminábamos juntos por el Zócalo
aquello me parecía inverosímil, los espacios eran más gran-
des que aquí. Tormentas de gente salían por doquier. Me
Fotografía de Eric Márvaz
gustaba la música que tocaban en la calle, aunque no me Aquella mañana de domingo me levanté temprano, la
gustaba dar dinero cuando lo pedían; él sólo sonreía, y garganta me mataba, no podía dormir, ni siquiera respirar,
cómo olvidar aquello, si era mágico, único. las flemas eran dueñas de mis pulmones. Bajé las escaleras
Ahora no sé nada de él y hay días que ya no aguanto las para pedir agua a papá, siempre está levantado desde tem-
ganas de correr a buscarlo, no soporto la incertidumbre de prano. Esa mañana hacía mucho frío, lo recuerdo porque
estar aquí junto al correo esperando, ¿esperando qué?, andaba descalza y la sensación glacial en mis pies no era
¿esperándolo?, ¿esperándome? Es como si se lo hubiera normal, incluso el ambiente era desolador, creo que lo sen-
tragado la tierra. tía así porque estar enferma me pone triste; estaba a punto
de gritarle, cuando, a pesar de los oídos tapados por la gri-
pa, escuché salir del estudio una voz femenina muy profun-
da que decía sollozando: ―¿Dónde la tiene?, es mía, mi nie-
ta, la sangre no miente, ¿dónde la tiene? no hay derecho a
callárselo.‖ Después de eso empezaron los tíos falsos, las
llamadas extrañas y los estudios de sangre.
Estaba a punto de terminar de comerme las uñas, cuando
escuche desde el fondo de la grieta de la puerta: ―En cinco
minutos está el juez contigo.‖ Sentí pánico y angustia por
no poder desaparecer, volteé a la ventana y vi los coches,
las personas que pasaban ajenas, personas que si una vez
había visto, para mí eran rostros nuevos, totalmente faltos
de significado, de afectos.
Recordé México, y la duda sobre él me volvió a matar,
¿él también sentiría estos lazos fragmentados que causan
Fotografía de Eric Márvaz las ansias de no saber; de desaparecer?
Hace algún tiempo llamé a su casa a hurtadillas de papá Muchas cosas de mi vida ya las había olvidado, otras tan-
—a él no le parece eso del amor a distancia, dice que es tas las seguía olvidando aún, y lo prefería así. La memoria
inútil, una cursilería, que es mejor no recordar lo pasado, selectiva es lo mejor, así el subconsciente no te traiciona, no
que lo imponderable se encuentra en las cosas que uno tiene atas los cabos sueltos que has tenido siempre, no difundes en
enfrente, no en las que recuerda—, me contestó su mamá, ti misma la duda que desde el colegio has tenido.
pregunté por él y parece que ella se dio cuenta de quién era ¿Quiero la verdad?, ¿la verdad de quién?, ¿soy la ver-
yo; de un momento a otro se le quebró la voz y preguntó: dad? Prefiero ser ésta que está aquí, la de amores extranje-
―¿La argentina?‖ Respondí con un sí titubeante, ella se ros, la de afectos desaparecidos.
alejó un poco de la bocina y llorando le dijo a alguien: ―Es Me iré en mayo y lo buscaré, tocaré casa por casa, con
la argentina‖ Aquel, con una rabia incontenida gritó este recuerdo roto que dejó en mí ser. El recuerdo pervive
―Pinche argentina pendeja ¿Qué no ves las noticias, lo que en mí desde que naufragué. Nunca desembarqué. Soy mi
pasó en las Olimpiadas?‖ Colgó. propio botín.
Las cosas siempre se saben de oídas. Estaba en la sala De reojo miro de nuevo la ventana, ya no quiero verda-
que da frente al estudio, mi mamá estaba muy nerviosa, a des, busco mi propia verdad.
punto del llanto, mi padre la sostuvo con ambas manos del
hombro y se rió diciendo, un hijo se cría no se engendra.
Sonó el teléfono y era él, lo reconocí de inmediato, ex- —¿Dónde está ella? —pregunto con extrañeza a la se-
trañaba tanto su voz que no hablé para que se me quedara cretaria que está a mi lado, me mira con ojos asombrados y
grabada en el alma. Sólo alcanzó a decirme que diario me se levanta de su asiento hacia la puerta que está entreabier-
iba a mandar cartas, hasta que regresara en mayo, que todo ta; se asoma.
comenzaría para nosotros entonces, le dije: ―¡Sí!‖, entusias- —Hace unos minutos estaba aquí.
mada, no sé si me escuchó, era la primera vez que él habla- Me quedo inmóvil pensando qué decir. Uno de los agen-
ba desde que regresé; las llamadas internacionales siempre tes me toca el hombro
son cortas supongo. Pero el amor no desembarcó, se quedó —¿Juez?
ahí, a la espera con esperanza, frágil, muy frágil, pero con Volteo y la abuela está ahí, desesperada, grita como si
esperanza. una piedra preciosa le hubiera sido arrebatada. Respiro pro-
La angustia me carcome, preferiría desaparecer, quedar fundamente cerrando los ojos, veo a mi alrededor una vez
inmóvil, suspendida en un tiempo sin horas. Las miradas más. Hecho los hombros hacia atrás, subo la cabeza; trato
ajenas me invaden a cada roce con la puerta entreabierta, de caminar serenamente, al llegar a su lado ella deja de
como si las almas de los que pasan por ese resquicio supie- forcejear, no grita más. Me ve con todas las esperanzas
ran algo que yo no, ya no soy una niña y los secretos no me puestas en mí. No la dejo hablar, tomo un minuto para abrir
gustan, no me importa si son de estado; siempre los quiero un poco el nudo de la garganta.
saber. –Abuela, ella no está, desapareció.
Paciente en el tormento.
Y tú, Cuauhtémoc, nublados ojos,
Estremece tu queja contenida.
con el sol irás en tránsito de siglos.
En rojas pitahayas tus lágrimas germinan.
Los dientes, punzones en la lengua.
En lo cerca y en lo lejos: Tloque Nahuaque.
Los ojos no miran horizontes
En lo visible y en lo invisible: Tloque Nahuaque.
ni los oídos escuchan de dulces ocarinas el gorjeo.
En los jugos de la tierra: Tloque Nahuaque.
En los hongos de los muertos: Tloque Nahuaque.
Crónica de una lectura anunciada acaudaladas letras. Mi miopía anuncia que una letra peque-
ña da nota que el asunto será un movimiento intenso y lite-
rario. Poemas de… Textos…
Poerismos y afoemas. Tomo el café rápidamente y me
D
quemo la lengua, ―aguántese como los machos que si no
quema no sirve‖, me recuerda mi mente con una voz de
cubano ajedrecista a la cual extrañamente se le extravió el
eambular es un buen ejercicio. Filósofos, pinto- acento. Se me cae uno de los acolorados ejemplares, no me
res, escritores y políticos e imbéciles (las últi- da tiempo de levantarlo porque sigo atrasándome. Jalo de un
mas tres palabras léanse en voz alta y luego disfrute la sino- lado para otro con los sobrantes papeles de colores. Calculo
nimia) presumen de hacerlo. Con un poco de tiempo libre si me da tiempo bañarme. Para qué, si al rato me volveré a
regreso yo de andar por el panteón buscando la tumba más ensuciar. Me medio lavo los dientes e intento cambiarme
vieja, ya desde hace un par de años la he encontrado pero los calcetines. Joder, hubiera preparado el baño, mejor uso
me empeño en releer los epitafios y encontrar a los nuevos los huaraches para disimular la peste (negra además). Todo
muertos. Allí encontré a mi bisabuela, la perdí en un di- el tiempo que pierdo merodeando por la casa sigo paseando
ciembre y tardé en volverla a localizar. Llego a mi casa y con los ejemplares en una mano mientras hago malabares
veo junto a la puerta unos cuantos papeles muy coloridos y con la otra. Enfundado en mochila y con el cajón salgo de
pisoteados, los levanto y en las huellas hallo una bici roda- mi casa y regreso estúpidamente porque olvidé el dinero.
da catorce, un Volkswagen del cual no logro deducir ni el No olvido todos los ejemplares y sigo leyendo mientras
modelo ni el año pero deduzco fácilmente unas llantas Mi- camino hacia el pesero, acto casi suicida. Leer y caminar o
chelin que fueron compradas a mitad de precio. En los pa- leminar o cameer; escoja el que más le guste.
peles también encuentro las huellas del probable delincuen- No importa, esto de terminar de leer un renglón es efí-
te que tiró el papel y contaminó mi calle y el mundo de mi meramente delicioso. Se acaban rápido e inmediatamente
hija. Leo con presura las letras principales mientras abro la comienzo el siguiente, sigo caminando viendo los renglones
puerta, entro a mi sala y lleno una taza con café. pasar sin entender bien a bien un carajo de qué magias me
hablan. Un claxon, un enfrenón y mi grito más femenino y
asustado. Hago alarde de mi profundo conocimiento de la
lengua mientras el chofer también hace lo suyo y me dobla
en esa habilidad oral. Tu puta madre pendejo, qué no ves
que estoy leyendo, imbécil, deberías hacer lo mismo, le
grito al chofer. Ni modo, derrotado me contento con sacarle
la lengua y aventarle un arcoiris de ejemplares a la cara. Se
espanta y pisa el acelerador. ¡Estás en mi tierra! le grito.
Subo al RTP de puro coraje por haberle aventado mi entre-
tenimiento y lectura para el camino. Soy demasiado igno-
rante y no entiendo bien de poesía, cómo gastan hojas de-
jando tanto espacio en blanco. Comienzo a cabecear hasta
que otro enfrenón lleva mi cabeza a estamparse en el vidrio.
Saco mi pluma y decido comenzar a adornar las partes en
blanco de alguno de los ejemplares que no aventé. De lite-
Fotografía de Eric Márvaz ratura solamente conozco a un tal Pedro Páramo y creo que
escribió algo sobre un pueblo y la comida.
Sentado observo que son varios ejemplares con el mismo
Soledad… Odio amarte… Diez cosas que odio de ti…
título. Conozco bien la palabra sustantiva que encabeza
Termino de leer y apenas entiendo algunas cosas. Es la pri-
estos papeles. El Espasa Calpe 2005, mi diccionario almo-
mera vez que termino de leer algo de principio a fin. Bueno,
hada de la infancia, define aquella palabra como ―actividad
me faltaron todas las letras pequeñas. Una señora me des-
o movimiento intensos‖. El contenido puede ser (espero
pierta y me avisa que ya hemos llegado. A ver puerco mari-
que así sea) de caracteres pornográficos. Lo abro pero son
quita, sácate a tirar tus papeles a otra parte, me dice al oído
pocas las imágenes. El café frío me interrumpe la lectura y
mientras me toma del brazo. Otro señor le hace eco al ante-
el reloj me avisa un retraso de veinte minutos con treinta
rior y me dice que no ande dejando mis papeles tirados por el
segundos y tres millones quinientas mil vibraciones del
camión, y además de colores. Creo que me robaron algo, no
átomo de Cesium. Voy muy atrasado en el itinerario del
me importa y bajo rápidamente e intento huir a toda veloci-
día. Meto la taza con café al microondas, tomo uno de los
dad, acción que es impedida por la gran cantidad de puestos
ejemplares y lo agito para darme un poco de aire y frescura.
que hay en la plaza central, observo el reloj allí colocado, se
Espero un minuto y medio en el cual comienzo una lectura
detuvo justo cuando más tarde se me hacía, tres y cuarto. Ese
detenida. ¡Oh! Penosa decepción, no es lo que esperaba,
reloj ya no sirve y no marca las pulsaciones Cesium. Además
nada de imágenes de mujeres sublimes, ni de muchas car-
le falta la manecilla más larga y grande, seguro se la clavó el
nes y tacones excitantemente altos. Sigo por inercia las
el delegado. Camino al transporte Puma y doy cuenta de que Si el día fue malo
solamente me quedan dos ejemplares. Joder.
Me subo, pago los dos lugares habituales, me acomodo y
acomodo mis cosas. Comienzo a leer pero me gana el sueño.
Llegamos a la Ciudad Universitaria. Bajo del Puma y me
doy cuenta que me falta un ejemplar más. No hay bronca,
hice justicia y repartí literatura y los que encuentren los Si el día fue malo
ejemplares me lo van a agradecer. Tengo ganas de ir al baño,
hagamos una fiesta en la noche
voy a la Facultad de Ingeniería, dejo encargadas mis cosas.
Mierda, no hay papel en estos lugares y tengo que realizar un celebremos la vida
divertido paseo por la burocracia para conseguir… perdonémonos las tardanzas
(Adivinen)… papel. Misión cumplida. Me siento, ¡por fin!, los excesos, las ausencias
tranquilamente a leer con el sonido de pipis cayendo y jalo-
nes a la cadena. Ya es muy tarde, prefiero dejar todo para Si el día fue malo
después, quedé de llegar temprano y ya llevo cuarenta y cin- bailemos desnudos frente a la luna
co minutos tarde, ojalá y todavía la encuentre. Llego y le
dedico un poema que encontré en el ejemplar rosa con el tipo
de la iguana en la frente. Creo que tampoco lo entendió. Le Resucitemos a los amores perdidos
dejo un beso en la nariz y quedamos de vernos en casa, des- hagamos rondas con las hadas
pués voy a Ciencias con el ejemplar restante. Comienzo mi invoquemos al olvidado nuevo mundo
trabajo ¿Cuántas alegrías va a querer? También traigo dulce
de coco. A diez la oblea. Pase a ver a mi jefe, a mi papá, Si el día fue malo
anda allá en Filos, en el segundo piso, en las primeras escale-
crucemos los dedos esperando que amanezca
ras, él sí trae panqués. Le dejo mi tarjeta, llame cuando quie-
ra un pedido, allí nos encuentra en Tulye.
Llego a casa y encuentro a mi pequeña hija ya dormida.
El tráfico y el trabajo me dejan una hija horizontal, siempre
dormida. Llego al cuarto, mi pareja me espera somnolienta.
Le dejo el último ejemplar y le digo que lo lea, que no tardo,
que es como ella porque son de periodo menstrual, que es el
último de su especie y que sobrevivió a un largo viaje. No le
digo que habla demasiado de amor y tampoco espero que
con eso se le quite el miedo a los cuatro narco jinetes del
apocalipsis. Bajo y hago las cuentas, sí me robaron esos ca-
nijos del RTP. Encuentro el ejemplar que se me cayó en la
cocina antes de irme y me llega el recuerdo de cuando iba a
la escuela a estudiar y no a trabajar. Voy a la sala y saco el
diccionario de entre los dos libros de la casa, el otro libro
gordo es la Biblia, lo abro y arranco la última hoja, he acaba-
do de deshojar el cuarto diccionario de mi vida y ya llevo
dos mil ochocientas setenta y seis hojas arrancadas. Lo vuel-
vo a meter y me comienzo a reír. Olvido mi obsesión por el
tiempo y por las cuentas y recuerdo una de las conjugaciones
alguna vez leídas. Trajinar, mantener relaciones sexuales con
alguien, sentido peyorativo. Hago las cuentas finales; le di
un Trajín al chofer y otro a mi mujer, los demás los repartí e
hice el bien sin mirar a quien. No me fue tan mal, aunque
tengo que conseguir más para seguir dando y seguir repar-
tiendo.
A ñoranzas
Sé muy bien que el viaje que emprendiste no
tiene vuelta. Me cuesta tanto entender que ya nunca más
podré hacerte una caricia o robarte un beso. En mí siguen
presentes tu mirada, tu risa, tu voz, tus gestos. Muchas ve-
ces, cuando me vence el sueño, no puedo evitar ver tu ima-
gen: te ves tan real, me sonríes y me dices que es cierto,
que has muerto, pero que mientras yo quiera me acompa-
ñarás como un amuleto. He decidido que siempre te llevaré
impregnado en mis sentimientos, porque estando juntos me
enseñaste a aprovechar cada momento. Cuando por algún
motivo me sentía mal, nunca faltaban tus sabios consejos.
Son tantos los motivos que me hacen añorar aquel tiempo.
Sé que un día nuestras almas estarán de nueva cuenta
juntas, pero mientras eso pasa, espero que los ángeles me
escuchen y te digan que te quise y aún te quiero, que en mí
siguen presentes tu mirada, tu risa, tu voz, tus gestos.
Fotografía de Eric Márvaz
significación de los poemas, más allá del sentimentalismo, el vínculo de amo y mascota, representa un sometimiento al
hacia una visión vital. Antes de entrar en las composiciones revés. El amor es entonces desazón y angustia, es herida en
finales, me parece interesante el vínculo entre títulos, ¿por el corazón del poeta (soneto 4) o un navegar sin norte por
qué los cambios?, ¿que evolución representó cada uno? Si mares que no cesan. Sólo la posesión de la amada podrá
atendemos a la semántica de las palabras y su respectiva salvar al poeta de ese naufragio (soneto 10). Sin embargo,
carga metafórica en cada versión, tenemos ante nosotros también se sabe que, aun con la consecución del amor, el
una hermosa figura que ayuda en la interpretación de cada tormento de saber que después de todo moriremos no des-
uno por separado y en conjunto. Sería una especie de trico- aparece por completo.
tomía que se completa con los significados expuestos: un
rayo, grabado indeleble, que lastima el viento hasta el infi- Descansar de esta labor
nito un hombre que sufre las marcas de su vida hasta que De huracán, amor o infierno
muere… No es posible, y el dolor
Un carnívoro cuchillo Me hará a mi pesar eterno
De ala dulce y homicida .
Sostiene un vuelo y un brillo Pero al fin podré vencerte,
Alrededor de mi vida. Ave y rayo secular,
Corazón, que de la muerte
Los versos anteriores que inauguran el Rayo… parecen Nadie ha de hacerme dudar.
confirmar mi idea. Y el recorrido que hace Hernández a Así, sin necesidad de enredos mayores, es posible entre-
través de los sonetos es conciso en niveles muy diversos, ver ya algunos puntos centrales no sólo del texto, sino de la
puesto que el poeta comienza a descubrir su mundo pobla- concepción poética entera de Miguel: 1) No fue al azar la
do de ansiedades y sombras trágicas, agonías y muertes. La alegoría elegida, pues el autor sabía muy bien que el amor
personalidad poética abre la prisión de una pasión llena de es ave y rayo, que acaricia y hiere al mismo tiempo. 2)
patetismo. En un libro de temas muy personales, la prodi- Amar es vivir la vida en toda su plenitud, pero también el
giosa intensidad se engarza en la arquitectura perfecta y el amor es muerte que da la vida; dicho de otra forma, cual
lenguaje limpio de excesos que conforma los registros pre- aforismo propio, el amor es vivir lentamente la muerte o
cisos del ritmo y el significado. En resumen, El rayo que no morir con premura la vida. 3) Amar es, por tanto, una nece-
cesa es la perfección técnica y la reivindicación de la forma sidad y una exigencia en el poeta, incluso cuando se sabe
clásica quevedesca. Ahora bien, una vez que el poeta inició que el amor alberga un gérmen de destrucción. Según mis
su recorrido hacia otros senderos, comienza también la ex- lecturas de los sonetos y las posteriores cavilaciones resu-
ploración interna y con ella el descubrimiento de su voz midas en lo anterior, hacen que concluya al amor, en la
poética —la misma que es difícil de encontrar, pero que visión hernandiana, como el acontecimiento trascendental
Hernández consiguió ejemplarmente—. Tenemos, pues, del hombre, como el desbordamiento vital que aligera el
que en este poemario el autor centra su visión en la pena de peso de la muerte y a su vez la peor causa de todas las des-
amor, que da unidad a todos los textos; la pena es, en pri- agracias. Finalmente, el hondo pensamiento de la vida y de
mer lugar, el ansia incontenible hacia la amada ausente o la muerte se acompaña de un fatídico destino: la pena y el
inalcanzable y la herida que esta ausencia va abriendo en el dolor inmenso son fundamentalmente la herida abierta por
corazón del poeta. De esto nos habla en el sexto soneto, la soledad impar o por el amor no correspondido, pero, aun-
cuyos dos cuartetos son incuestionables: que el amor alcance su objeto —y esto es lo peculiarmente
Umbrío por la pena, casi bruno, trágico en el poeta—, el dolor no hace sino aumentarse. Me
Porque la pena tizna cuando estalla, detengo en este análisis para ceder la invitación a leer a este
Donde yo no me hallo no se halla escritor alicantino, sin duda uno de los mejores exponentes
Hombre más apenado que ninguno. de la poesía moderna, hombre que en su obra reflejó todas
sus facetas de vida: el amor torturado, el compromiso polí-
Sobre la pena duermo solo y uno, tico, el desgarre interior y la lucha inacabable con la muer-
Pena es mi paz y pena mi batalla, te. Miguel Hernández fue un poeta lleno de autenticidad, de
Perro que ni me deja ni se calla, fervor por la vida y los extraños retruécanos que significa
Siempre a su dueño fiel, pero importuno. buscar una libertad, lo mismo suspendida en los días de
combate civil que en los pliegues de las pasiones amorosas.
De estas dos estrofas, subrayo dos aspectos. El primero, Un poeta de lo mejor que podemos conocer a un siglo de
donde se evidencia el protagonismo que admite consciente- distancia.
mente Hernández, casi rayando en un doloroso egocentris-
mo pues no hay quien sufra más que él. El yo poético emer-
ge lentamente. El segundo aspecto atiende al verso que re-
Libros citados de Miguel Hernández:
marqué, donde corroboro los vestigios del título primero El hombre y su poesía, Madrid: Cátedra, edición de Juan Cano Ballesta, 2005.
Imagen de tu huella: la marca imborrable que, pese a utilizar El rayo que no cesa, Buenos Aires: Losada, 1998.
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