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Estudio sobre Kant y Hegel: La crítica hegeliana a la apercepción trascendental

Estudio sobre Kant y Hegel: La crítica hegeliana a la apercepción


trascendental
Estudiante: Matías Cárdenas Araya
Profesor: Juan Serey Aguilera

Matías Cárdenas Araya


Pedagogía en Filosofía
Estudio sobre Kant y Hegel: La crítica hegeliana a la apercepción trascendental

Introducción

Es evidente que Hegel y Kant son filósofos que han dejado múltiples huellas en la historia
de la filosofía. Ambos han ejercido una gigante influencia en muchos filósofos
contemporáneos. A pesar de que muchas de sus premisas son actualmente rechazadas, es
necesario admitir que en estos tiempos es muy poco probable poder filosofar sin tener en
cuenta los sistemas filosóficos que elaboraron estos autores. Kant fue capaz de elaborar el
idealismo trascendental, filosofía que fue capaz de mediar el dogmatismo presente en el
racionalismo, pero que también despachó el escepticismo propio de los empiristas. Kant
revoluciono todo el espectro de la filosofía. Su figura, fácilmente, se puede comparar con la
figura de Copérnico. Kant logró descubrir las necesarias condiciones que requiere el
conocimiento, logró reflexionar sobre la especulación metafísica y su respectiva validez;
hasta el día de hoy podemos observar filósofos neokantianos que siguen moviéndose con
base en sus premisas; esto no hace sino recalcar la trascendencia de su trabajo filosófico.
Hegel, por su parte, se nos muestra como figura fundamental del idealismo absoluto y destaca
por múltiples elementos presentes en su obra; identificando la realidad con el pensamiento,
el idealismo absoluto de Hegel logró satisfacer el requerimiento de aunar el sistema científico
mediante su crítica al formalismo, la apercepción, y el carácter histórico de su filosofía.

En este trabajo nos enfocaremos en la interpretación que hace Hegel de la apercepción


trascendental en su libro La ciencia de la Lógica. La crítica que hace Hegel es breve pero
fundamental, pues, a través de ella, logra poner en cuestión muchos elementos esenciales del
esquema kantiano. Como veremos, Hegel intenta aunar lo que él estudió sobre la apercepción
trascendental y la capacidad de alcance epistemológico del esquema trascendental; en
resumen, Hegel intenta reelaborar el proyecto de Kant, identificando sus falencias y sus
potencialidades.

Matías Cárdenas Araya


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Desarrollo

En el apartado “Del concepto en general” Hegel critica la apercepción trascendental kantiana,


y, básicamente, podríamos entender esta crítica como un ataque a varias premisas del
idealismo trascendental. Hegel piensa que cuando Kant afirma que el objeto o el fenómeno
está formado por la síntesis, en el fondo se desvela el verdadero ser del pensar puro. “Objeto,
es aquello, en cuyo concepto está unificado lo múltiple de una intuición dada. Sin embargo,
toda unión de las representaciones requiere la unidad de la conciencia en la síntesis de ellas.
Por consiguiente esta unidad de la conciencia es la que por sí sola constituye la relación de
las representaciones con un objeto, y con eso su valor objetivo, y sobre la cual se funda
también la posibilidad del entendimiento.” (HEGEL, 1812). Hegel piensa que Kant no está
entendiendo toda la implicancia de su pensamiento, a saber, todo el dogmatismo que encierra.
Este dogmatismo está referido a la noción de que las categorías puras son formales (o sea
vacías), que el conocimiento necesita de la intuición empírica o pura y que el conocimiento
nunca logra alcanzar una cosa en sí. Si asumimos que las categorías son sólo formales, sin
contenido y subjetivas, entonces ¿Cómo podemos darle un valor objetivo y epistemológico?
Si están aisladas de la intuición, pues, no lo tendrían. Las categorías puras, sin intuición, para
Hegel, no son capaces de producir verdad. Dicho de otra manera, al carecer de un contenido
epistemológico objetivo, dada su naturaleza de ser meras formas del pensar, no brindan
ningún tipo de conocimiento. En consecuencia, al requerir necesariamente de la existencia
de la intuición, el conocimiento quedaría reducido al ámbito de la experiencia, afirmando la
incapacidad de conocer las cosas en sí. Llegados a este punto, Hegel empieza a despertar
críticas respecto a temas relacionados fundamentalmente con la apercepción: primero, Hegel
critica el aspecto vacío de las categorías puras, pues, como dijimos, dependen de la intuición
para brindarnos conocimiento de un objeto. Segundo, ataca a Kant al verificar que éste le
atribuye objetividad a un conocimiento que se acota al mero espectro de la apariencia
(incapacidad de acceder a lo en sí). El problema con esto sería que nuestro conocimiento
objetivo queda reducido a un mero conocimiento imperfecto en contraste con la perfección
suprema de las cosas en sí. Es decir, reducimos nuestro conocimiento contrastándolo
mediante un parámetro que escapa de nuestras posibilidades cognoscitivas ¿Cómo puede ser
esto posible? Bajo esta lógica, nuestro saber siempre será inferior. La cosa en sí y su
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respectiva representación depende de la conciencia nuestra, de nuestra capacidad racional de


representar y de haber sido creada y definida en el núcleo de nuestro propio orden “inferior”
del conocimiento. Por otro lado, cuando Kant entiende la verdad como la correspondencia
entre el objeto y el concepto, -y aquí viene lo fundamental de la crítica hegeliana- no está
sólo reduciendo el conocimiento de la apariencia, sino que también está desvelando que la
cosa en sí también carece de verdad, pues no pueden corresponderse con ningún concepto.
Si presuponemos el aspecto formal de la lógica trascendental y la separación entre contenido
y forma, y, por otro lado, que lo definitivamente verdadero es lo intuitivo, entonces Kant pasa
por alto el sentido esencial de la apercepción trascendental, a saber, que el pensar puro
produce su diferencia y es sintético. Hegel se da cuenta de que en la apercepción kantiana
hallamos el verdadero concepto de concepto. Es decir, hallamos la verdadera noción del
pensar puro. Lo que Hegel nos quiere decir es que el proceder que debemos tomar no refiere
a pensar situado exclusivamente en la finitud de la subjetividad, ni en las representaciones
subjetivas propias del sujeto finito cognoscitivo. En el concepto kantiano de la apercepción,
Hegel encuentra la naturaleza verdadera de lo que es el concepto en sí mismo, a saber,
encuentra la verdadera naturaleza del pensar puro. El pensar puro es el que sintetiza y
produce. La síntesis, según Hegel, nos dice que el pensar puro posee la capacidad de generar
su diferencia de manera autosuficiente, es decir, lo otro de sí mismo; además posee la
capacidad fundamental de crear una nueva igualdad e identidad a partir de algo distinto de
él. Por tanto, siguiendo esta lectura Hegeliana, si las categorías puras carecen de significado,
contenido conceptual propio, y contenido semántico. ¿Son meras formas de juicios lógicos?
Si esto es así, entonces no podemos representar nada a través de ellas. Las referencias
objetivas de las categorías puras y su capacidad de poder representar un objeto, es una aptitud
que sólo encuentra su condición de posibilidad en el ámbito de lo intuitivo. A través de las
categorías puras y vacías -visualizadas como formas del juzgar- no somos capaces de pensar
absolutamente nada. Como son sólo formas lógicas del pensamiento, son incapaces de
generar por sí mismas las referencias a objetos o la representación de estos; pues, en sí
mismas no tienen contenido conceptual ni referencial. Es decir, dado lo anterior, no nos dan
la posibilidad de que, intelectualmente, nos representemos un objeto. Por otra parte,
podríamos hacer el intento de salvar a Kant pero ¿Cuál sería el problema? El problema sería

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que, al admitir que las categorías son capaces de representar por sí mismas a los objetos,
entonces, tendríamos que decir que las formas lógicas del pensamiento, o de la lógica formal
en general, poseen en sí mismas la representación de un objeto mediante un carácter
conceptual, esto último contradice a la caracterización que hace Kant de la lógica formal; a
saber, reglas del pensar en abstracción de todo objeto. Siguiendo esta crítica, tenemos
entonces que las categorías no poseen significado conceptual, semántico ni representacional
por sí mismas. La lógica trascendental, -bajo este juicio- no es muy distinta a la lógica formal;
las categorías serían meras formas lógicas que se imponen sobre la intuición. Por tanto, ¿Qué
distingue a la lógica trascendental de la lógica formal? Si la entendemos como “reglas del
pensar puro de un objeto” entonces, su único aspecto distintivo es la capacidad de poder estar
vinculada a la sensibilidad. En otro orden de ideas, la única diferencia que habría entre ambas
lógicas sería la aplicación que se hace a la intuición: la lógica trascendental sería algo así
como una lógica formal aplicada al espectro de la sensibilidad. Esta aptitud de poder mostrar
objetos de la lógica trascendental presente en el pensamiento kantiano, está posibilitada
solamente por su aplicación a la intuición. En conclusión, los elementos fundamentales de la
lógica trascendental, si estuvieran excluidos de la intuición, carecerían de toda capacidad de
poder representar al objeto de la consciencia. Respecto al tema de la representación
puramente conceptual, Kant piensa que ésta no posee valor epistemológico por sí misma.
Este modo de resolver el problema respecto a la validez objetiva de las categorías puras nos
lleva a otra interrogante: ¿la interrogación por la validez objetiva presente en la categoría se
reduce a los objetos empíricos? Si es así, entonces se excluye la posibilidad de que las
representaciones conceptuales tengan un valor objetivo que esté allende a la experiencia. El
carácter objetivo de las representaciones conceptuales puras que se dan en el entendimiento
se acota exclusivamente a su aplicación que necesita de la intuición, es decir, un elemento
ajeno al “pensar puro”. Y por tanto, nos nacen otras dudas ¿Kant piensa que el único objeto
de conocimiento lo ofrece la intuición? ¿Kant está desvelando tácitamente que el único
parámetro para medir la verdad del conocimiento está delimitado por la sensibilidad?
Pareciera que al quitarle valor epistemológico a la representación conceptual, Kant nubla la
posibilidad de liberarse de su limitación dogmática, y, por tanto, obliga al pensar puro a no
poseer la capacidad de poseer un objeto que esté acorde a su concepto. A pesar de que Kant

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encuentra la posibilidad de que haya objetos propios del pensar puro, él se muestra en
aversión a la idea de que este objeto pueda ser asido como objeto, es decir, no cree que pueda
haber una correspondencia o “concordancia” entre el objeto y el pensar puro. Dicho de otra
forma, Kant, perfectamente podría haber admitido que esta representación sea capaz de
generar conocimiento y verdad, a pesar de que ésta no sea válida para los objetos empíricos.
La reducción del conocimiento a aquellos campos delimitados por la intuición empírica, es
una postura antifilosófica para Hegel. Es una postura basada en una noción de objeto sin
fundamentos. En otras palabras, podemos admitir que la lógica trascendental puede contener
un contenido capaz de poseer un objeto a fin de ser representado; pero Kant no les atribuye
valor epistemológico a aquellas representaciones; el único objeto valido es aquel que nos
entrega la intuición.

Ya llegados a este punto, necesitamos encontrar una forma de comprender la Lógica de


Hegel. Dijimos previamente que el propósito de Hegel era demostrar que lo que caracteriza
al pensar, es su cualidad de ser productivo y sintético. Por otro lado, el carácter productivo
nos dice que el pensar puro contiene dentro de si su propio objeto. Además, el pensar puede
estar en concordancia con un objeto que produce él mismo. De esta manera, el pensar se
entiende como una concordancia por y hacia sí mismo. En esta nueva definición nos podemos
preguntar qué valor epistemológico tendría este objeto del pensar del que hablamos. Para
lograr esto no podemos poner como parámetro de medida alguna entidad que sea ajena o
externa al pensar. El objeto encontrado por el pensar tendría que ser absoluto y un objeto de
conocimiento que sea legitimo para poder lograr la concordancia de la que hablábamos
(objeto y concepto). Por tanto, el camino mediante el cual la lógica tendrá que desarrollarse
será un camino fundado en las características que nombramos, a saber, un pensar que produce
un objeto de conocimiento autentico y que sea producto del pensar puro; tendría que ser un
camino que nos logre llevar a un ámbito en el cual su capacidad epistemológica sea válida.
Ligando esto a la critica que hace Hegel a Kant, podríamos complementar esta de la siguiente
manera (tomando en cuenta la noción de verdad del esquema trascendental): aceptando la
forma nominal mediante la cual es definida la verdad, y, aceptando la condición del dato
intuitivo para poseer un objeto de conocimiento que se adecúe a las exigencias de la verdad,
el esquema trascendental de Kant, entendido como condición de posibilidad de un
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conocimiento objetivo de un pensar puro, es un discurso carente de objeto que alcanza a


poseer verdad; en consecuencia, no es conocimiento. Pero, nosotros podríamos preguntarnos
también (atacando a Hegel) ¿Hegel es capaz de impedir que su crítica de la apercepción
trascendental afecte a su lógica especulativa? ¿Hegel logra efectuar lo que le critica a Kant?

Creemos que existe la posibilidad de hacer una apreciación de la Lógica capaz de


desprenderse de la critica Hegeliana, pero, para eso, debemos comprender y reelaborar lo que
Hegel entendía como objeto de conocimiento. Para él, como dijimos muchas veces, el objeto
de conocimiento no es algo que quede reducido a una mera dependencia de la intuición, al
contrario, él cree que el objeto conceptual del pensar tiene la posibilidad de ser tomado
mediante una postura en la cual concuerde con la definición de verdad. Esta concordancia la
tendríamos que encontrar en el pensar, pues, es él el que está en concordancia consigo mismo.
Por tanto, esta concordancia la tendríamos que poder observar en algunos niveles de la lógica.
Primeramente, nos encontramos con una correspondencia que se da entre el contenido de
pensar y el acto de pensar. En Kritik der reinen Vernunft, nosotros debíamos hacer el ejercicio
de poder distinguir el “yo pienso” (acto del pensar) del contenido que acompañe a la
representación que este mismo acto nos va mostrando. Esto último implica una hacer un corte
entre el contenido pensado y las diversas formas del pensar. En la Lógica hegeliana se supera
esta aporía. El pensar que nos muestre Hegel en su Lógica es un pensar que se muestra como
constituyente, que se muestra a través de muchas formas de lógica, y que también él mismo
es el contenido pensado. De esta forma, la investigación que hace Hegel en su lógica se nos
muestra como una especie de despliegue del pensar; en consecuencia, también despliega el
contenido. El pensar de la lógica sólo posee un contenido equivalente a sí mismo, es un
contenido inmanente e inherente al pensar puro. Por tanto, el desarrollo de esta lógica es un
desarrollo semántico (y conceptual) necesario tanto del contenido pensado como del pensar.
Es decir, se nos desvela una especie de identificación entre lo que se piensa y el contenido
pensado (entre contenido y forma). A esto se le agrega otro nivel en el espectro de este
análisis, a saber, que la investigación de la lógica no es sino un movimiento del propio pensar
puro y de su contenido inherente a este. Este despliegue de la lógica que se va formulando
en el discurso de la filosofía lo podríamos entender como un desarrollo inherente del
movimiento del pensar puro entendido como acto. Esta reflexión que intenta captar la lógica
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es la reflexión en torno a este movimiento (el acto del pensar y su contenido que se mueve
de forma autosuficiente). En síntesis, no existe ningún pensar que puede mostrarnos al pensar
puro; el único posible es el pensar puro. Este desarrollo del pensar puro sólo podría ser
posible a través del pensar puro mismo.

Por lo tanto, se nos presentó otro nivel de correspondencia entre objeto y concepto
(pensamiento). La reflexión filosófica como discurso que nos muestra al pensar que piensa
objetos es ése mismo pensar (la reflexión). Dicho de otro modo, el pensar que tiene el rol de
pensar constituyentemente los objetos, es el mismo pensar que se entiende y se hace a sí
mismo como objeto de reflexión. El nivel discursivo de toda la reflexión filosófica es el que
posibilita la capacidad de distinguir el concepto del objeto y a la vez mostrar su
correspondencia. El acto del pensar (y el pensar en sí) se nos muestra dirigido a contenidos
y objetos de este mismo pensar; y reflexiona sobre él. En conclusión, el pensar se convierte
en un pensar reflexivo y filosófico, y posee en si mismo las aristas para ser entendido como
verdad: el objeto pensado y el concepto pensante; estos se corresponden mutuamente.
Tenemos por tanto, una distinción y una identidad que está presente dentro del interior de la
reflexión filosófica, y, ésta, permite desunir al objeto del concepto, y, simultáneamente,
mostrar la correspondencia entre ellos. El pensar que filosofa y reflexiona sobre el pensar es
el pensar puro que constituye la objetividad; es el contenido desarrollado y pensado por el
pensar que se va desarrollando a si mismo. Entendido de este modo, perfectamente el
discurso que versa sobre el pensar puro -si se aplica filosófica y hegelianamente- puede ser
válido epistemológicamente. Esta forma de entender la lógica es la que concuerda con la idea
Hegeliana de “idea absoluta”. La lógica es todo: forma de pensar, contenido de pensar,
método mediante el cual se despliega. Si es que existe una identificación del pensar puro con
el contenido pensado, entonces el despliegue no es sólo el acto de conocimiento, sino que es
el método valido mediante el cual todo esto se conoce.

Matías Cárdenas Araya


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Conclusión

Como pudimos apreciar, la critica que hace Hegel a Kant tiene consecuencias radicales en el
espectro del pensamiento trascendental.

En lo que respecta a la crítica que Hegel hace en la ciencia de la lógica a la apercepción


trascendental de Kant, podríamos decir que esta afecta tanto al terreno de la lógica
trascendental como la lógica especulativa. Hegel es capaz de poner en cuestión todos los
elementos dogmáticos presentes en el pensamiento kantiano, a saber, todos aquellos
elementos que nos conducen al idealismo trascendental (limitar el conocimiento a los límites
de la intuición empírica o pura). Los presupuestos dogmáticos juegan un rol esencial a la
hora de reducir el uso de las categorías a elementos puramente pertenecientes al ámbito de lo
sensible; convierten a las categorías en elementos formales sin contenido intelectual propio.
Hegel logra que las categorías pierdan su carácter vacío y ganen un terreno
epistemológicamente valido. El pensar se nos muestra como una entidad capaz de conformar
un objeto; y ese objeto se muestra como un objeto legítimo. Nos encontramos, por tanto, en
el ámbito del objeto inteligible y el ámbito conceptual.

Por otro lado, Hegel nos va dando atisbos de otras formas de proponer definiciones y
nociones de lo que sería “la verdad”. Hegel nos propone una verdad entendida como
correspondencia del pensar consigo mismo. Esta correspondencia no es sino una manera de
visualizar que el pensar puro es tanto materia como forma. El movimiento de este pensar se
visualiza en el contenido y en la actividad. Este despliegue se desarrolla es producido por el
pensar y por el contenido que se piensa. Es decir, es el momento en el cual concuerda el
objeto y el pensar.

Para finalizar, cabe destacar que el proyecto hegeliano se nos muestra como una forma de
crítica hacia la filosofía trascendental en su completud. Si el idealismo trascendental nos
muestra como parámetro de verdad la correspondencia que se da con la intuición, nosotros
podríamos preguntarnos si el idealismo trascendental -como discurso de la filosofía que tiene
su núcleo en el sujeto cognoscente- logra ajustarse a sus propios parámetros de verdad. En
este problema, la lógica hegeliana nos ofrece una posible respuesta: cuando superamos la
dicotomía (presente en el pensamiento kantiano) entre contenido y forma, no sólo se da una
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correspondencia entre el objeto y el pensar, sino que también entre el tema de la reflexión e
investigación filosófica; el pensar se autodesarrolla, y por medio de este autodesarrollo él se
auto expone; esto nos da la posibilidad de que el objeto y el pensar sean correspondidos en
el interior del discurso filosófico. De esta forma, tanto el nivel discursivo lógico como el
discurso filosófico que expone lo lógico, se nos muestran como verdaderos; porque es lo
lógico que se va auto exponiendo.

Matías Cárdenas Araya


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Bibliografía

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