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Crónicas de transparencia.

El Efecto Olguín

Samuel Bonilla Núñez.*

Después de observar que en sesiones de capacitación a integrantes de sujetos


obligados se enfatizaba mucho en las sanciones a que se harían acreedores si
incumplían las responsabilidades que les atribuía la ley de transparencia, le
pregunté a la presidenta del organismo garante que realizaba esas sesiones la
razón de tal énfasis. “Es que si no sacas la espada no toman en serio la ley”,
respondió. Le pregunté por qué no buscar primero su sensibilización. Sonrió y dijo
que eso no funcionaba, que se resistían.

Un año después, dos integrantes del área de capacitación de un organismo


garante de transparencia que cursaban un taller discutían acerca de la mejor forma
de instruir a servidores públicos. Uno de ellos decía que había que destacar las
sanciones a que se harían acreedores si no cumplían con sus obligaciones legales.
Su colega opinaba que primero había que sensibilizarlos acerca del derecho de
acceso a la información pública (DAIP), y después abordar las responsabilidades y
sanciones. Su discusión se mantuvo a lo largo del taller sin que uno convenciera al
otro.

Algunos años atrás, en 2008, un joven abogado de apellido Olguín, que había
cursado uno de nuestros talleres de formación de usuarios y facilitadores para el
aprovechamiento del DAIP, fue contratado por una institución pública para su
unidad de transparencia. Después de sus primeros meses en su nuevo trabajo me
sugirió impartir un taller, como el que él cursó, para sus colegas responsables de
transparencia en las unidades administrativas de la institución en que trabajaba.

Me explicó que el taller que cursó le había sido de mucha utilidad porque le
permitió comprender el valor social del DAIP y conocer aplicaciones útiles que
representa para integrantes de diversos grupos sociales. Lo cual le hizo tomar
conciencia de la importancia de abrir la información conforme a lo dispuesto en la
ley.

Sin reflexionar mucho en lo que él había expresado, sólo supuse que el taller le
agradó y que ahora deseaba que sus colegas de las áreas administrativas lo
cursaran también, lo cual ocurrió algunos meses después.

Posteriormente, un funcionario de aquella institución nos comentó a la presidenta


de un organismo garante, a través del cual yo brindaba en ese momento los
talleres, y a quien esto escribe, que no sabía lo que había ocurrido en ese taller,
pero quería que hubiese más. Explicó que cuando él designó a la responsable de
transparencia en su área administrativa, la servidora pública seleccionada le
expresó su abierta inconformidad y desagrado, en particular, por la obligación de
tener que atender solicitudes de información.
“No sé qué pasó, pero ahora que terminó de cursar el taller, explicó el funcionario,
regresó con una actitud muy diferente, hablando maravillas del derecho de acceso
a la información pública. Por eso queremos más talleres de esos para el resto de
nuestro personal”.

Fue entonces que empezamos a prestar mayor atención a ese tipo de resultados
involuntarios de los talleres, que estaban diseñados no para integrantes de los
sujetos obligados sino para público en general, para el desarrollo de capacidades
para utilizar y aprovechar el DAIP.

El Efecto Olguín

Un año después, cuando los talleres ya no los realizaba a través del organismo
garante, el titular de una institución pública me solicitó dar un taller para ellos. Aún
antes de iniciarlo percibí cierta indisposición entre algunos de los servidores
públicos. Después de algunos traspiés, el taller inició ante la evidente contrariedad
de una parte de los asistentes.

Mes y medio más tarde, en las últimas sesiones del taller, quienes participaron en
él expusieron ante el grupo los avances y resultados de sus ejercicios de acceso a
la información pública, compartieron sus logros o intentos frustrados, e
intercambiaron experiencias. Llegó el turno de exponer a una participante que
había mostrado nula disposición en las primeras sesiones. Hubo un silencio
expectante.

La primera imagen que proyectó en la pantalla la tomó de la propia presentación


power point del taller, era la caricatura de un servidor público muy molesto, con los
brazos cruzados y el ceño fruncido, que ella sustituyó con la imagen de una mujer
enojada. “¡Ésa soy yo!”, exclamó apuntando a la pantalla. “Nadie me consultó
sobre el taller, sólo me dieron la orden de asistir sin explicarme de qué se iba a
tratar y por qué debía acudir. Creo que es la peor forma de pedirnos ir a un curso”,
reclamó molesta.

Sin embargo –explicó–, al paso de las sesiones fui comprendiendo la utilidad de


saber utilizar este derecho, y al final fue cuando me cayó el veinte al conocer los
casos de éxito.

Posteriormente realizamos más talleres en Durango, San Luis Potosí, Puebla y


Querétaro, en los que tomaron parte servidores públicos. En aquellos en los que la
composición del grupo también incluía a integrantes de organizaciones de la
sociedad civil, la academia, medios de información o de juntas vecinales, por
ejemplo, era más fácil que se produjeran esos cambios de actitud, debido a la
interacción de participantes con formación, experiencias, intereses o percepciones
sociales diferentes.
En ocasiones, surgían discusiones entre servidores públicos y otros actores
sociales acerca de la razón de ser, uso y finalidad del DAIP. A la postre resultaban
útiles para generar empatías mutuas o comprensión recíproca.

Durante los talleres, las y los servidores públicos experimentaban de forma directa
el trato que les brindaban sus homólogos encargados de atender y responder sus
solicitudes de información, y comparaban el trato y atención que recibían sus
solicitudes en diferentes instituciones públicas. Experiencias que no siempre les
resultaban satisfactorias.

Fue así como comprobamos lo que aquel joven abogado nos había comentado,
años atrás, acerca del efecto que tuvo en su percepción y actitud hacia el DAIP la
experiencia en el taller que cursó. Es decir, posibilitar que servidores públicos
ejerzan el rol de titulares activos del derecho de acceso a la información pública,
compartan experiencias en este campo con personas de ocupaciones distintas y
conozcan historias de variados aprovechamientos del DAIP, puede contribuir a su
sensibilización y percepción favorable de este derecho. Le llamamos el “Efecto
Olguín”, en reconocimiento a quien nos compartió ese valioso aprendizaje.

Una vez que les mostrábamos diversos aprovechamientos ciudadanos del DAIP,
era fácil observar servidores públicos intentando aprovechamientos de su interés.
Por ejemplo, una servidora pública solicitó al IMSS la relación completa de las
medidas de seguridad con que debían contar sus guarderías. Cuando ella recibió
la información, las mamás y papás del grupo (en su mayoría servidores públicos)
que tenían hijos en guarderías le pidieron copias de la respuesta.

Esa información llegó a una mamá que no cursaba el taller, quien inmediatamente
acudió a la guardería en que estaba su hijo para realizar una “auditoría” ciudadana
respecto a sus medidas de seguridad, palomeando aquellas que la directora de la
guardería le mostraba. “¿Quién le dio esa lista?, señora”, le preguntó la directora.
“La transparencia, la transparencia”, respondió orgullosa mientras le mostraba el
documento oficial del Seguro Social.

Otra servidora pública logró, con una solicitud de información, que una empresa
privada le reparara la banqueta del frente de su casa, luego que la había abierto
para introducir cables. Otra servidora pública logró, usando también el DAIP, que la
calle de su casa dejara por fin de tener añejos baches. Otra servidora pública, con
apoyo del DAIP, emprendió una lucha para que la institución pública en la que
trabaja realizara obras de acondicionamiento a uno de sus principales inmuebles
para facilitar el acceso a personas con discapacidad.

Otra más logró obtener un finiquito justo con ayuda de este derecho. Otra destrabó
un trámite que tenía dos años detenido en una universidad privada, y logró obtener
su título de maestría. Etcétera.
Al término de uno de los talleres, la responsable de transparencia en una
dependencia municipal poblana confesó ante el grupo que siempre había asumido
la tarea de responder solicitudes de información como una molesta carga sin
mucho sentido. Pero que después de su propia experiencia en el uso del DAIP (un
caso muy sensible) y de conocer las experiencias de sus compañeros, comprendía
que solicitudes que parecieran pérdida de tiempo pueden ser muy relevantes para
quienes requieren la información, lo cual le hacía valorar la importancia de cumplir
con su función de la mejor manera posible.

Testimonios

Los siguientes son algunos testimonios de servidoras y servidores públicos acerca


del DAIP, al concluir los talleres en que participaron:

“Debo de confesar que antes de entrar a este taller yo también pensaba al DAIP en
términos simplistas, sinceramente no me había percatado de lo que se puede
lograr con este derecho en lo cotidiano, con los ciudadanos de a pie, y creo que al
final de cuentas eso es lo más valioso del derecho”. (Mujer, protagonista de caso
de éxito que benefició a miles de personas).

“El cambio ha sido enorme. Sólo había experimentado al DAIP como servidora
pública, nunca me involucré como solicitante; hacerlo ahora me hace ver al DAIP
de una forma personal. Mi agradecimiento por el milagro de cambiarnos la visión
del DAIP”. (Protagonista de caso de éxito personal).

“Me parece una excelente sensibilización para aquellos que tenemos la


responsabilidad de responder a los ciudadanos, ponernos en su lugar y sentir en
su momento frustración o alegría con las respuestas”.

“Debo confesar mi resistencia a creer que el Derecho de Acceso a la Información


podría beneficiar a los ciudadanos. Sin embargo, a lo largo de la presentación de los
temas y conocer los casos de éxito mi percepción ha cambiado”.

“Cuando inicié el curso, a decir verdad, nunca había ejercido este derecho y quizá
hasta no lo consideraba necesario. Hoy que finaliza tengo un panorama distinto,
considero que me fue de gran utilidad”. (Mujer, protagonista de caso de éxito).

“En lo personal sabía que existía el DAIP, pero no sabía cómo utilizarlo, ni lo había
utilizado; y el panorama cambia en muchas cosas con las que te enfrentas en el
día a día. El DAIP constituye una estrella de esperanza para cualquier caso
perdido y que para su actor principal significa un todo”.

¿Cuál consideras fue tu aprendizaje más significativo durante el taller? “La


experiencia de estar del otro lado del mostrador, como ciudadano, entender la
frustración que da el recibir respuestas negativas o injustas.”
“El ego ciega. Creía saber ya algo al respecto y para nada, ahora después del
taller se abre un abanico de posibilidades para poder allegarme de datos e
información que me es de mucha utilidad para ayudar a resolver algunos
problemas de mi comunidad y personales”.

“Al hacer efectivo este derecho me doy cuenta del impacto que tiene en la calidad
de vida de las personas”.

“Este taller me cambió la perspectiva que tenía con respecto al derecho de acceso
a la información pública, ya que solamente había tenido contacto con este derecho
como servidor público, y ahora, viéndolo desde la perspectiva de usuario, me
resultó realmente fascinante y de mucha utilidad para mi vida diaria y profesional.
Considero que la utilidad del derecho de acceso a la información pública es
fundamental en la vida del ser humano, ya que por medio de la aplicación de este
derecho se pueden obtener múltiples beneficios, ya sea de forma individual o en
beneficio de la colectividad, como lo vimos en el taller con los ejemplos de los
múltiples casos de éxito que se han logrado gracias al ejercicio de este derecho”.

“Mi experiencia en este curso taller fue muy satisfactoria, porque me cambió la
visión de lo que es el ejercicio del derecho a la información. Considero que di un
giro de 180 grados al encontrar empatía con los procesos, las necesidades, los
resultados y la actitud al atender asuntos en materia de transparencia.

“El conocimiento previo era de cómo no responder o cómo responder lo menos


posible, ahora mi enfoque es otro, al buscar la información que el solicitante
requiere, entender su solicitud, sin preocuparme por quién es quien pregunta, sino
por cumplir con el derecho de todos a tener acceso a la información que se genera
día a día en todas las instituciones públicas. Me declaro contraria a la ley de
transparencia antes de este curso, pero después de conocer tantos casos de éxito
mi panorama se hace más amplio y positivo”.

Conviene recordar lo que en 2004 escribió Lucy Tacher Epelstein en el libro


‘Transparentar al Estado: la experiencia mexicana de acceso a la información’. “La
eficiencia y plena vida jurídica de la transparencia no residen solamente en los
órganos administrativos creados para operar la LAI, sino que recaen en todos los
servidores públicos que generan, reciben, clasifican, archivan, transmiten, o utilizan
información de todo tipo. Por ello, el reto se encuentra en hacer de esta nueva
cultura de la transparencia un quehacer cotidiano, más que una carga burocrática”.

El “Efecto Olguín” es un valioso recurso para estrategias que pretendan avanzar


hacia el cumplimento de ese reto. Colocar al servidor público en la posición de
titular del DAIP, propiciar que viva la experiencia de utilizar este derecho e intente
obtener con él aprovechamientos en su campo de interés (circunstancias
personales, familiares o comunitarias), enfrentar los problemas o barreras con los
que se topan varios usuarios y conocer experiencias exitosas, le puede generar
empatía con quienes intentan utilizar el DAIP, y comprensión de la importancia de
acceder a información que requieren para atender necesidades o resolver
problemas.

Como decía una veterana maestra: “la clave en la formación está por dónde tomes
la sartén; es decir, en la forma de acceder al conocimiento de tus derechos y
deberes”.

En términos cualitativos, resulta significativa la diferencia entre cumplir la ley de


transparencia como una incómoda obligación o porque hay sanciones, y cumplirla
a partir del convencimiento de que se trata de satisfacer un derecho humano que
abre a la sociedad –a tod@s– un enorme abanico de posibilidades para gestionar
mejoras en nuestras condiciones de vida.

Las experiencias aquí referidas se desarrollaron entre 2008 y 2019.

*
Coordinador del Programa Transparencia para Tod@s.
@Transparatodos

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