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El sueño
Los sueños siempre fueron un misterio para la ciencia, sin embargo, diversos
estudios fueron capaces de comprobar algunos hechos que mejor ayudan a entenderlo.
Se han notado algunas características del sueño como, por ejemplo, que los estímulos
externos pueden ser incorporados al sueño, que los sueños tienen lugar en tiempo real y
no sólo duran un instante, que todas las personas sueñan, aunque con frecuencia
variable, que las erecciones durante el sueño no son necesariamente por sueños
sexuales, y que el sonambulismo o el hablar durante el sueño no se produce durante los
sueños sino en la fase cuatro del sueño.
Otro aspecto importante de la fisiología del sueño está relacionado con el objetivo
o finalidad del mismo. El hecho de que dormir sea tan común en el reino animal sugiere
que responde a una función crítica relacionada con la supervivencia, pero no existe
consenso sobre la naturaleza de esta función. Hay dos enfoques teóricos, el primero es
la teoría de la recuperación, se basa en que al estar despierto se altera la homeostasis
del cuerpo humano y que es necesario dormir para restaurarla. Por otro lado, las teorías
circadianas argumentan que el dormir ha evolucionado para mantener a los animales
inactivos en los momentos del día en que no necesitan intervenir en actividades necesaria
para la supervivencia, éste sería el caso del ser humano prehistórico que tenía tiempo
suficiente para lograr lo necesario a lo largo del día y dormir en la noche con la finalidad
de conservar sus recursos energéticos y hacerlos menos susceptibles de sufrir daños en
la oscuridad.
Las teorías circadianas explican mejor que las de recuperación las diferencias
sustanciales interespecíficas en el tiempo dedicado a dormir, dado que tales teorías de
recuperación predicen que las especies que gastan más energía deberían dormir más,
sin embargo, no es lo que se constata en la naturaleza.
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regular de sueño-vigilia donde aprovechan la luz del día para atender sus necesidades
biológicas y duermen la mayor parte de la noche.
Aún en condiciones en las que no existe ninguna clave temporal los humanos
mantienen la totalidad de sus ritmos circadianos. Los ritmos circadianos de entornos
estable se llaman ritmos de desarrollo libre y su duración se llama período de desarrollo
libre. Tales periodos varían en su longitud de un sujeto a otro, suelen durar más de 24
horas, cerca de 25 en la mayoría de los humanos. Una de las características más
notables de los ciclos circadianos de desarrollo libre es que no tienen que ser aprendidos.
En el mundo moderno, hay dos hechos que han cambiado el ritmo de los seres
humanos y que tienen un reflejo importante en el sueño. El primero es el jet lag o desfase
de horario producido por los viajes de avión y que conllevan cambios en los
temporizadores, adelantando o ralentizando a los mismos. El segundo hecho se da en el
trabajo por turnos donde los temporizadores no varían, pero los trabajadores están
obligados a adaptar sus ciclos naturales de sueño-vigilia. Ambas alteraciones producen
sueño, fatiga, malestar general y deficiencias en las pruebas de funciones físicas y
cognitivas.
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Queda claro que el sueño tiene gran importancia para la biología humana, por eso,
es necesario analizar los efectos provocados por la privación del mismo. Según las
teorías de recuperación que se basan en la premisa de que el sueño es una respuesta a
la acumulación de algún efecto debilitador de la vigilia, predicen que los largos períodos
de vigilia producirán trastornos fisiológicos y de comportamiento; que estos trastornos
empeorarán a medida que continúe la privación de sueño, y que tras el final de un período
de privación de sueño se recupera una gran parte del sueño perdido. En cambio, las
teorías circadianas predicen que la falta de sueño no producirá efectos debilitadores
aparte de los atribuibles a un incremento en la tendencia de dormirse; que el aumento en
el ansia por dormir producido por la privación de sueño será mayor durante las fases del
ciclo circadiano en las que los sujetos suelen estar dormidos y que habrá poca o ninguna
compensación por la pérdida de sueño, una vez finalizado el periodo de privación.
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relación entre la duración de la privación de sueño y la magnitud del déficit de
rendimiento. Por último, se constata que tras 2 o 3 días de privación de sueño es muy
difícil para los sujetos evitar los períodos de microsueño durante la realización de tareas
pasivas.
El sueño MOR, dada su asociación con los sueños, fue objeto de diversas
investigaciones. La privación de este sueño produce dos efectos. En primer lugar, con
cada noche sucesiva de privación hay una mayor tendencia por parte de los sujetos a
iniciar secuencias MOR y, en segundo lugar, tras la privación de sueño MOR los sujetos
presentan una mayor cantidad de sueño MOR las primeras dos o tres noches. A partir de
tales conclusiones se han propuesto numerosas teorías sobre la función del sueño MOR,
es decir, las que postulan que el sueño MOR es necesario para el mantenimiento de la
salud mental del individuo, las que sugieren que el sueño MOR es necesario para
mantener los niveles normales de motivación y las que postulan que el sueño MOR es
necesario para el procesamiento de los recuerdos. Un importante reto que enfrenta
cualquier teoría sobre la función del sueño MOR es explicar por qué los fármacos
antidepresivos tricíclicos no resultan gravemente debilitadores. Puesto que éstos impiden
el sueño MOR, los pacientes que los toman con regularidad en grandes dosis
experimentan muy poco sueño MOR durante varios meses seguidos. y aun así no
manifiestan ningún efecto secundario atribuible a su pérdida de sueño MOR.
De todos modos, es correcto afirmar que la privación del sueño produce efectos
negativos llevando las personas a sentirse mal y a realizar mal tareas cognitivas
monótonas. Sin embargo, a la hora de considerar los efectos de la privación se corre el
riesgo de dejar de lado el hecho que el estrés y las alteraciones circadianas podrían ser
responsables, o al menos contribuir, a los efectos negativos atribuidos a la pérdida de
sueño, incluso más que la pérdida en sí misma. Por eso, parece más importante aumentar
la eficacia misma del sueño que el tiempo en sí mismo una vez que se ha demostrado
ser más plausible.
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No sólo la privación del sueño es un problema relacionado, sino que existen
algunos trastornos del sueño que también influyen en la vida del individuo. Se pueden
considerar tres tipos de categorías de tales trastornos.
El primer grupo es del insomnio que incluye aquellos trastornos del inicio y el
mantenimiento del sueño. Muchos de estos son iatrogénicos, es decir, causado por el
médico que prescribe pastillas para dormir dado que su abuso puede producir tolerancia
al fármaco y se necesite más cantidad, de manera progresiva, para producir los efectos
hipnóticos originales. Otro problema es la apnea del sueño, donde la persona deja de
respirar varias veces durante la noche teniendo que despertar para volver a respirar,
dando la sensación de haber dormido poco. Por otro lado, hay personas que no son
conscientes de despertar en la noche y aun así se quejan de un exceso de somnolencia
durante el día, lo que conduce a un diagnóstico de hipersomnio. Los trastornos de apnea
del sueño son de dos tipos, los resultantes de la obstrucción de las vías respiratorias
debidos a espasmos musculares o a atonía y los resultantes del fallo del sistema nervioso
central para estimular la respiración. Otras dos causas de insomnio son el mioclono
nocturno que es un crispamiento periódico del cuerpo durante el sueño, normalmente de
las piernas, las personas que lo sufren no suelen ser conscientes de la naturaleza del
problema y el problema de las piernas inquietas, donde las personas sí son conscientes
de su problema, se quejan de una tensión difícil de describir o de una incomodidad de las
piernas que les impide dormirse.
El tercer grupo son los trastornos relacionados con el sueño MOR, la narcolepsia
citada anteriormente también es considerada en este grupo dado que las personas que
lo sufren entran a menudo directamente en el sueño MOR cuando duermen. Otro
trastorno es la cataplexia que se caracteriza por pérdidas recurrentes del tono muscular
durante la vigilia, a menudo desencadenadas por experiencias emocionales. En su
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expresión más leve puede bastar que la persona se siente por unos minutos mientras
que su expresión más grave la persona cae al suelo fulminada y permanece tendida
durante un minuto o dos, plenamente consciente. Se ha visto que de las células de la
formación reticular caudal que permanecen activas durante el sueño MOR, únicamente
las del núcleo magnocelular lo hacen también durante los ataques cataplécticos, lo que
sugiere que tales ataques derivan de la invasión de la atonía relacionada con el sueño
MOR en el estado de vigilia. También hay personas que experimentan un sueño MOR
sin atonía muscular central que está provocado por lesiones en el núcleo magnocelular o
por una interrupción de sus señales de salida.
Las consideraciones hechas hasta aquí dicen respecto a estudios y trastornos que
reducen el sueño por periodos cortos, sin embargo, existen también estudios de
reducción de sueño a largo plazo, donde el sujeto duerme unas cuantas horas todas las
noches y estudios en los que el sujeto duerme pequeñas siestas a lo largo de las 24
horas. Con relación al primer tipo de estudio se llegaron a conclusiones que a pesar de
sentir somnolencias durante el día los sujetos no presentaron déficit en las pruebas de
estado de ánimo, médicas o de rendimiento realizadas. Con relación al segundo tipo de
experimento, donde se prueba la capacidad polifásica del sueño, tampoco muestra déficit
en las pruebas de rendimiento con buenos resultados para las personas y su uso del
tiempo.
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Además, hubo tres descubrimientos importantes sobre las bases neurológicas del
sueño. El primero, afirma que el cuerpo no es un estado de quietud nerviosa dado que
muchas zonas del cerebro, aunque menos activas durante el sueño, raramente supera el
10 por ciento, lo que está muy lejos de la total inactividad que se presuponía antes,
además durante el sueño MOR las neuronas de algunas zonas están más activas que
durante los estados relajados de vigilia. La segunda descubierta afirma que los distintos
correlatos del sueño pueden disociarse, es decir, cada vez hay más datos de que los
cambios fisiológicos que definen el sueño MOR a veces se separan y siguen su propio
camino, y lo mismo ocurre con los cambios que definen el sueño de ondas lentas. Así,
cada estado parece resultar de la interacción de una variedad de mecanismos capaces
de funcionar de manera independiente unos de otros bajo determinadas condiciones. El
tercer hallazgo afirma que en el encéfalo existen circuitos promotores del sueño, una de
estas estructuras se localiza en el tronco encefálico caudal.
Pasando a un nivel más fisiológico, hay que considera el control que regula el
sueño, es decir, el cronómetro interno llamado reloj circadiano. Tal reloj permite que los
ciclos circadianos de sueño-vigilia persistan incluso en ausencia de señales ambientales.
Su localización es en núcleo supraquiasmático del hipotálamo, de hecho, lesiones en
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esta región provocan alteraciones en numerosos ciclos circadianos, incluyendo el sueño.
Sin embargo, aunque sea el principal reloj circadianos, no es el único. Lo prueba el hecho
que bajo determinadas condiciones las lesiones bilaterales del núcleo supraquiasmático
no afectan a determinados ritmos circadianos, mientras que eliminan a otros, en segundo
lugar, las lesiones bilaterales del SNC no eliminan la capacidad de todos los estímulos
ambientales para producir ritmos circadianos.
Con relación al aspecto genético, se han descubierto varios genes que influyen en
los ritmos circadianos, en los mamíferos se encuentra la mutación espontánea llamada
tau y el clock, anuladores de los ciclos circadianos de actividad locomotora. Otra
descubierta fue que la exposición de los sujetos a la luz, en momentos que inducían
adelantos de fase, desencadenaba la expresión inmediata y transitoria de un gen llamado
e-fas en el núcleo supraquiasmático. El e-fas controla la producción de las proteínas fos
que, a su vez, regula la expresión de otros genes. Este hallazgo sugiere que la luz ejerce
una influencia sobre los ritmos circadianos al controlar la expresión génica en el núcleo
supraquiasmático.
Por último, vale destacar la relación de los fármacos con el sueño. Los fármacos
que afectan al sueño pueden ser de dos tipos, hipnóticos y antihipnóticos, los primeros
son los que aumentan el sueño, mientras los segundos los disminuyen. También se
pueden considerar los fármacos que afectan los ritmos circadianos.
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Por lo tanto, se puede destacar la importancia del sueño como elemento biológico
y psicológico en el desarrollo del ser humano, aunque su estudio complejo produzca
muchas opiniones.
Referencia:
Pinel, J. (2003). Cap. 12 Sueño, sueños y ritmos circadianos. En Biopsicología (pp. 366
– 376 y 389 – 390). Madrid: Pearson/Prentice-Hall.
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