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La Orientación Tutorial desde el Enfoque centrado en la persona

Desde las sociedades primitivas hasta los grupos sociales actuales, siempre ha existido
alguien que se encargaba de orientar y transmitir conocimientos adquiridos de generación en
generación. En la Antigua Grecia ya podíamos encontrar figuras que “tutorizaban” a otros:
Sócrates, Platón, Aristóteles fueron los primeros tutores en la Antigua Grecia y en ese
entonces, la relación tutor-alumno se caracterizaba por su UNIDIRECCIONABILIDAD, vale
decir que los conocimientos eran transmitidos por el sujeto que conocía al sujeto que
aprendía. Este tipo de relación fue cambiando y se puede establecer que, entre los pilares
fundamentales que conforman el concepto de la acción tutorial, entendido como tarea
orientadora que atiende las características diferenciales del alumno, se encuentran las ideas
pedagógicas de figuras tan destacadas en el mundo de la Educación como Comenius (1592-
1670), Rosseau (1712-1778), Pestalozzi (1746-1827), Manjón (1846-1923), Dewey (1859-
1952), Montessori (1870-1952), Decroly (1871-1932), Vigotsky (1896- 1934) y Piaget (1896-
1980), entre muchos otros.

Ya en el Perú y ubicándonos en el contexto nacional; se maneja información que a partir de


la década del 50´y 60´ se empezaron a realizar modelos para poder hacer tutorías y
asesoramiento en los colegios, sobre todo con alumnos que presentaban bajo rendimiento
académico, problemas de conducta e indisciplina, etc. Uno de los antecedentes más
interesantes en este apogeo de asesoramiento a estudiantes fue la generación de OBE
(Orientación y Bienestar del Educando) centrándose más en el proceso educativo y formativo
que en la práctica clínica. Las dificultades llegaron en los años 70´con la llegada de los
gobiernos militarizados, lo que hizo que la práctica educativa se convierta en una educación
casi militarizada y con una férrea disciplina. Posteriormente, y con la aparición de escuelas
privadas se dio un giro radical a la tutoría, ya que se empezó a contar con docentes
capacitados y psicólogos educacionales. Estos actores de la comunidad educativa se
convirtieron en los responsables directos del proceso tutorial en el aula.

De acuerdo al Manual de Tutoría y Orientación Educativa del Ministerio de Educación, la


tutoría es una modalidad de la orientación educativa. De acuerdo al Diseño Curricular
Nacional es concebida como “un servicio de acompañamiento socio afectivo, cognitivo y
pedagógico de los estudiantes. Es parte del desarrollo curricular y aporta al logro de los
aprendizajes y a la formación integral, en la perspectiva del desarrollo humano”. (MED-
2005: 23).

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A través de la tutoría, se garantiza el cumplimiento del derecho de todos los y las estudiantes
a recibir una adecuada orientación (Ley General de Educación 28044, artículo 53º, inciso a).
Partiendo de sus necesidades e intereses, se busca orientar su proceso de desarrollo en una
dirección beneficiosa, previniendo las problemáticas que pudieran aparecer. La
implementación de la tutoría en las instituciones educativas requiere del compromiso y
aporte de todos los miembros de la comunidad educativa: docentes (sean tutores o no),
padres de familia, personal administrativo y los propios estudiantes. Por su importancia para
la formación integral de los estudiantes, y su aporte al logro de los aprendizajes, el plan de
estudios de la EBR considera una hora de tutoría dentro de las horas obligatorias, que se
suma al trabajo tutorial que se da de manera permanente y transversal. Resulta claro que la
tutoría no se limita al desarrollo de la Hora de Tutoría, ni a la labor de los tutores formales,
puesto que la orientación es inherente a todo el proceso formativo. (MINEDU, 2007).

Todos los que estamos inmersos en la praxis educativa diaria, observamos cada día acciones
y actitudes de los miembros de la comunidad educativa, profesionales que interactúan, de
forma pasiva, agresiva o en el mejor de los casos de manera asertiva, con niños y adolescentes
que han nacido en otra época y con otras necesidades. Vemos originarse conflictos cotidianos
por la ausencia de criterios y posturas para guiar y acompañar en el proceso educativo, social
y emocional de los estudiantes y eso conlleva al meollo de este ensayo ¿realmente el docente
está preparado para el ejercicio de esta labor? ¿el docente al tomar el rol de tutor cuenta con
las habilidades necesarias y básicas para ejecutar actividades de acompañamiento y guía a los
estudiantes? ¿Qué características personales necesita desarrollar el docente para ser generador
de cambio positivo y brindar orientación adecuada y que perdure en el tiempo a los
estudiantes?

Para empezar a responder estas interrogantes, es imprescindible partir del hecho de reconocer
que cada ser humano es una totalidad integrada que constituye un suprasistema dinámico y
activo, conformado por subsistemas que coordinan entre sí: el físico, el químico, el biológico,
el psicológico, el social, el ético moral y el espiritual. Todos ellos interconectados y unidos
constituyen la personalidad. Por el contrario, la falta de integración o coordinación de éstos
desencadena procesos patológicos en proporción directa a los subsistemas que la componen.
Es ahí donde radica la complejidad y unicidad de la persona, la cual ha sido estudiada por
múltiples disciplinas, como la filosofía de la educación, la pedagogía, la sociología,
psicología, etc.

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A lo largo del Siglo XX, se gestó una transformación total del concepto de conocimiento y del
concepto de ciencia. Después de haber aceptado por más de tres siglos el modelo científico
positivista, a fines del siglo XIX, los biólogos, físicos, lingüistas y filósofos de la ciencia se
cuestionaron la racionalidad lineal y unidireccional y buscaban una realidad del mundo más
auténtica y empírica, donde las personas que conviven e interactúan coexisten con
incoherencias lógicas, inconsistencias y contradicciones.

Es así que, la verdad absoluta o “la razón” pierde predominancia en la comunidad científica,
los movimientos vanguardistas enfatizan que el CONOCIMIENTO Y LA VERDAD ES
SIEMPRE LOCAL, vale decir que estos elementos se personalizan al ser fruto de dos
factores: el externo (igual para todos) y el interno (único, singular e irrepetible en cada
proceso cognoscitivo). Esta premisa, unida a las investigaciones de la Neurociencia, señala
que las personas forman una estructura cognitiva-afectiva ÚNICA, no son dos sistemas
aislados e independientes.

De tal manera que una alteración en el estado afectivo puede inhibir, distorsionar, regular o
excitar los procesos cognitivos. Para entender esta dicotomía, será necesario apoyarse del
descubrimiento de Aristóteles en el Libro IV de su obra de Metafísica e indica que “el ser no
se da nunca a nadie en su totalidad, sino sólo según ciertos aspectos y categorías”; ello
sintetiza la idea que toda entidad o ser tiene muchas caras, y solamente muestra algunas
de ellas.

Al aceptar la realidad poliédrica del sujeto, se hace necesario el diálogo dialéctico y al uso
de ponderaciones dialécticas en su proceso de reflexión. La lógica dialéctica permite
flexibilidad, fluidez e integración de múltiples puntos de vista: encontrando armonía en la
contradicción y claridad en la complejidad. El pensamiento dialéctico reconoce lo
trascendental del contexto y la capacidad de integrar todo en una visión holística. (Miguelez,
2006)

Al analizar los aspectos mencionados con antelación, se reconoce un enfoque que por su
naturaleza conjuga con las ideas de Aristóteles: EL ENFOQUE CENTRADO EN LA
PERSONA.

Para discernir esto, debemos situarnos, nuevamente, en el contexto histórico-social del Siglo
XX, y penetrar en la transformación radical de los conceptos de conocimiento y ciencia que
se vivía en ese momento. El modelo positivista, líder absoluto en las comunidades científicas
empezó a ser cuestionado, precisamente por lo limitado y estrecho de sus ideales científicos

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de un mundo objetivo. Esta situación desencadena un profundo y serio dilema: desafía nuestro
modo de entender y conceptualizar nuestras realidades, nos exige una actitud crítica, alerta,
reta nuestra lógica y nos pide mayor sensibilidad intelectual. Y todo esto amenaza nuestros
conocimientos al quitarle la seguridad de considerarlos “científicos”. Al adquirir una nueva
sensibilidad, dejamos entrever orientaciones post positivistas que rompen la jerarquía de los
conocimientos y los valores tradicionales. Los autores de estos movimientos enfatizan que el
conocimiento y la verdad “se personalizan”.

El enfoque centrado en la persona tiene raíces fenomenológicas. Husserl, fundador de la


Fenomenología, indicaba que era necesario abstenerse de los prejuicios y conocimientos
previos, con el objetivo de basarse de manera exclusiva en “lo dado”. Heidegger, precisaba
que la fenomenología consiste en “permitir lo que se muestra, tal como se muestra a sí mismo,
y en cuanto se muestra por sí mismo” (1974, pp.233-252). Precisamente, la fenomenología
nos induce a la idea de “la fuente primaria del conocimiento y entendimiento es reducir al
mínimo nuestras ideas previas, teorías, hipótesis o sentimientos para aceptar todo y solo lo
que nos es dado por el Otro” (Miguelez, 2006).

Este enfoque, creado por Carl Rogers en el año 1957, generó la idea de “anteponer y valorar
a la persona por encima de todo” (1989, p.106p). Asume el concepto de persona como única,
autónoma, singular y sustancial que interactúa con otras personas de forma continua. En estas
interacciones se forma la esencia y existencia de cada uno.

El método fenomenológico respeta la relación del sujeto con sus propias vivencias. Y es aquí
donde el Enfoque Centrado en la Persona afirma y concuerda en que “todo ser vivo” necesita
un ambiente, una atmósfera, un clima propicio y adecuado y que, cuando se le ofrece (en el
caso de las personas se detalla a una autenticidad genuina y trasparente, aceptación
incondicional y una comprensión empática) activan su “tendencia actualizante” como fuente
interna de dirección de la vida, de la búsqueda de sentido y de valores y desplegará su
potencial y creatividad llegando a niveles de excelencia.

Desde este punto de vista, el asesor o docente tutor, como lo llamaremos de ahora en adelante,
debe tomar sus propias experiencias y las vivencias del asesorado o estudiante en el momento
de su encuentro. Es decir, las experiencias del asesor o docente tutor y las del asesorado o
estudiante aparecen al inicio de la relación, se integran y forman una sola realidad
configurada. En ese transcurrir se dejan entrever estructuras físicas, químicas, biológicas,
psicológicas, sociales y espirituales de cada persona. De ese encuentro irá surgiendo, de forma

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natural, una nueva persona, y quienes cambian en este proceso son los dos involucrados: el
asesor y el asesorado.

En dicho concurrencia, se hace urgente que la actitud del docente tutor se cimiente en los tres
aspectos básicos del ECP: autenticidad, aceptación incondicional del asesorado y
comprensión empática del mismo, las cuales activan “la tendencia actualizante” del sujeto.

Pero ¿qué es la tendencia actualizante?, Para Rogers la tendencia actualizante es la


capacidad natural e innata de autodesarrollo que posee toda persona y que la llevara al
máximo despliegue y auto-realización de sus potencialidades; vale decir que se trata de liberar
al individuo para que tenga un crecimiento y desarrollo normales.

Las vivencias y experiencias vividas por el sujeto (estudiante) deben ser percibidas por el
docente – tutor como una realidad personal e interna, única y propia de cada ser humano; es
aquí donde radica la necesidad de evitar introducir por la fuerzas pre conceptos e ideas
preestablecidas por el docente tutor. Por el contrario, es necesario que se le permita manifestar
al estudiante y/o sujeto todas sus vivencias internas desde su interior al exterior respetándolas
en su totalidad.

La relación de ayuda propuesta por Rogers, nexo entre el Enfoque Centrado en la Persona y la
educación, es fundamental para poder tener una visión diferente de la relación
interpersonal entre el estudiante y el docente y no basarnos en una relación vertical (de
poder) sino buscando una relación con una tendencia horizontal, sin dejar de lado que esto se
presenta en una institución, la cual tiene sus propias normas y considerando que se
puede flexibilizar la interacción en la relación entre alumno y docente, lo cual servirá
para el desarrollo socioafectivo de los estudiantes.

Para llegar a ese punto de excelencia en cada persona, y en este caso de estudiantes, la labor
del docente – tutor se basa en la responsabilidad de brindar soporte y acompañamiento socio
emocional a sus estudiantes desarrollando tres aspectos básicos:

Autenticidad: O llamada también congruencia. Hacer lo que se dice, no enviar mensajes


de forma contradictoria que puedan generar desconcierto o incertidumbre en el otro.

Aceptación Incondicional: La aceptación sin condiciones nos sugiere que podemos ver al
otro sin juzgarlo, aceptarlo tal cual es, visualizamos al otro como esa potencialidad que
está llamado a ser.

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Comprensión Empática del mismo: para Rogers, la empatía es “Como si” fuera la otra
persona, debemos poder experimentar la situación sin dejarnos llevar por ella. No es
ponerme en el lugar del otro, es vivir la experiencia como si fuéramos nosotros quienes lo
vivimos.

Cuando se dan estas tres condiciones se genera el clima propicio para que la persona
se pueda desarrollar (Rogers, 1957; Citado en Lafarga y Gómez del Campo, 2004).

En el proceso de aplicación de este enfoque en la educación, Rogers fue planteando algunas


hipótesis o formulaciones de forma empírica las cuales son (2001, pp. 333-335):

 No podemos enseñarle a otra persona directamente; sólo podemos facilitar su


aprendizaje.
 Una persona aprende significativamente sólo aquellas cosas que percibe como
vinculadas con la supervivencia o desarrollo de la estructura del sí-mismo (self).
 Tendemos a resistir a la experiencia que, al ser asimilada, implicaría un cambio
en la organización del sí-mismo, a través de la negación o de la distorsión de la
simbolización.
 La situación educativa que promueve más eficazmente un aprendizaje significativo
es aquella que 1) las amenazas al sí mismo del alumno se reducen a un
mínimo, y 2) se facilita la percepción diferenciada del campo de experiencia en
cada persona implicada.

Usando los mismos constructos de la teoría Rogeriana y sobretodo la teoría de la tendencia


actualizante, al generar ambientes propicios para el aprendizaje, y el desarrollo con las tres
actitudes (congruencia, empatía y aceptación positiva incondicional); el docente debe
permanecer abierto a sus propias experiencias (emociones, actitudes y sentimientos) para
manejarse congruente y empático con los estudiantes para poder aceptarlos positiva e
incondicionalmente, mediante el análisis del autoconcepto y sus relaciones interpersonales
promotoras del crecimiento que favorecerán procesos que integren la individualización y
la socialización, dentro del marco de la libertad y encauza el aprendizaje, facilitando su
carácter significativo (Gómez del Campo, Salazar, & Rodríguez, 2014; Jiménez, 2008;
Román, 1995; Sebastián, 1986)

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Es así que la orientación tutorial, basada en el Enfoque centrado en la Persona, se sirve de los
conocimientos primigenios del Fenomenalismo y busca la aceptación del Otro (estudiante)
buscando su excelencia personal y permitiéndole descubrir y redescubrir constantemente sus
potencialidades y posibilidades. Sòlo acompañando el proceso de orientación tutorial en base
a los aspectos del Enfoque centrado en la persona, los docentes tutores podrán generar las
condiciones necesarias para explorar y potencializar a todo ser (estudiante) en si mismo por su
propia naturaleza. He aquí el punto central donde los tutores deben enfocarse.
El enfoque en mención se debe implementar y poner en práctica en nuestras aulas, ya que al
trabajar con niños y adolescentes provenientes de hogares que presentan dificultades de
diversa índole, requieren de atención primaria urgente. Pero no de un servicio de
acompañamiento para completar las horas de tutoría o evitar conflictos en los centros
educativos; sino una guía y un proceso de redescubrimiento de cada PERSONA para alcanzar
su autorrealización personal y social.

Bibliografía
Aburto, I. M. (2018). El enfoque centrado en la persona y su aplicacion en la educación. En
Reflexiones y Avances en Innovación Educativa. México: Red Iberoamericana de Academias
de Investigación.

Miguelez, M. M. (2006). Fundamentacion Epistemologica del Enfoque centrado en la persona. POLIS,


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MINEDU. (2007). Manual de Tutoría y Orientación Educativa. En P. E. todos. Lima: Ministerio de


Educación.

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