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SÓCRATES Y LOS SOCRÁTICOS MENORES

Tabla de contenido
INTRODUCCIÓN ................................................................................................................................... 2
RESEÑA HISTÓRICA DE SÓCRATES....................................................................................................... 4
OBRAS PRINCIPALES ........................................................................................................................ 6
APORTES .......................................................................................................................................... 8
2. EL VALOR DE LAS LEYES. ................................................................................................................ 10
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA DEL DERECHO .................................................................................... 11
¿QUÉ ES CIRENAICO? ........................................................................................................................ 13
Etimología ..................................................................................................................................... 13
LAS ESCUELAS SOCRATICAS MENORES – LOS CIRENAICOS............................................................... 13
ESCUELA MEGARICA...................................................................................................................... 14
ESCUELA CINICA ............................................................................................................................ 15
ESCUELA CIRENAICA ...................................................................................................................... 15
HISTORIA ................................................................................................................................... 15
ARISTIPO .................................................................................................................................... 16
HEGESIAS ................................................................................................................................... 16
TEODORO, EL ATEO ................................................................................................................... 17
CÍNICOS ............................................................................................................................................. 17
Sobre el cinismo antiguo y el moderno......................................................................................... 17
DESCRIPCIÓN DE UNA PERSONA CÍNICA........................................................................ 25
PERSONAJES IMPORTANTES DEL CINISMO ................................................................................... 25
Antístenes.................................................................................................................................. 25
CRATES DE TEBAS ...................................................................................................................... 27
DIÓGENES DE SINOPE................................................................................................................ 28
METROCLES E HIPARQUÍA ......................................................................................................... 29
MENEDEMO .............................................................................................................................. 30
MENIPO ..................................................................................................................................... 31
ONESÍCRITO DE ASTIPALEA ....................................................................................................... 31

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SÓCRATES Y LOS SOCRÁTICOS MENORES

INTRODUCCIÓN
El pensamiento filosófico en divide en cuatro grandes fases históricas. La primera
de ellas es la etapa griega, la cual abarca desde el siglo VI antes de Cristo (A.C.) ,
hasta el siglo III después de Cristo (D.C.); la etapa Medieval, que empieza en el
siglo IV y termina en el siglo XIV; la etapa moderna que se inicia con el
Renacimiento, siglo XV y se prolonga hasta el siglo XIX, por último está la etapa
contemporánea, que empieza a finales del siglo XIX y perdura hasta nuestros
días. Ahora bien, haciendo énfasis en la etapa griega, y destacando el contexto
histórico de ella, se desarrolla en tres períodos, a saber, la filosofía preática, la
cual integra a los llamados antiguos físicos, entre ellos Tales de
Mileto, Anaximandro de Mileto, Anaxímenes de Mileto yHeráclito de Efeso,
quienes argumentaron sobre la realidad natural, considerando que nada es
definitivo y perfecto, nunca se repiten dos veces la misma cosa y todo es relativo,
además razonan los principios de la dualidad y la funcionalidad de los opuestos
naturales, es decir, la lucha cíclica entre lo caliente y lo frío, lo seco y lo húmedo,
lo positivo y lo negativo. Después de los antiguos físicos vienen los pitagóricos,
cuyo máximo representante será Pitágoras de Samos y sus seguidores Arquitas
de Tarento e Hipócrates, exponiendo el orden cuantificable en todos los
fenómenos y llevan los conocimientos existentes al campo científico, apartándose
de los prejuicios mitológicos o mágicos. Luego vendrán los Eleatas tales como
Jenófanes el teólogo, Parménides de Elea y Zenón de Elea quienes expresaron un
solo Dios espiritual, universal e inmóvil, y la esencia del movimiento, es decir,
nada está quieto.

Posteriormente aparecerán los naturalistas, destacándose Empédocles de


Agrigento, Anaxágoras de Clazomene y Demócrito de Abdara quienes establecen
los principios constitutivos de la naturaleza, en los llamados cuatro
elementos: tierra, aire, agua y fuego y el continuo enlace químico entre los átomos
de los elementos.

El segundo período lo abarca la filosofía ática, cuyos exponentes son los sofistas
como Protágoras de Abdara y Georgias de Leontino, el primero sostiene un

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individualismo relativístico, donde destaca que el hombre es la medida de todas


las cosas, en el segundo encontramos tres tesis, la primera es que nada existe, la
segunda es que si algo por acaso existiera no podría ser conocido y por último, si
pudiera ser conocido, no podría ser expresado, predicando así un relativismo
absoluto, a manera de ejemplo, una pregunta relativista absoluta sería, ¿el cinco
existe?, bueno, ¿el seis existe?, etc. También en este periodo, aparece la Edad
de Oro de la filosofía ática cuyos máximos exponentes
son Sócrates, Platón y Aristóteles. El primero no busca el saber científico, sino
conocerse así mismo, su anhelo es enseñar la virtud, el hombre nunca podrá
saberlo todo. Mediante la dialéctica y la Mayéutica, su búsqueda tiende a inducir lo
universal de lo particular y a mostrar tanto la inconsistencia de los
valores comunes como la inmoralidad de algunos sofistas que cobran por enseñar,
por su franqueza y claridad en señalar los males y la corrupción, fue acusado a
envenenamiento. Platón, discípulo de Sócrates, cree firmemente en la validez e
importancia del conocimiento, se destaca por sus ideas políticas y los derechos de
las élites, hace diferencias entre el trabajador común, los soldados y los
gobernantes, estableciendo privilegios, según su estatus.

Finalmente Aristóteles, discípulo de Platón, afirmó que la única realidad existente


está basada en la física y el método del conocimiento científico se lo asigna a
la lógica.

El último período de la etapa griega se basará en la filosofía helenístico-romana,


subdividida en cuatro corrientes, la primera referida a los Epicúreos, cuyo
representante será Epicuro de Samos quién a su vez sostiene que el mundo está
conformado por átomos, luego vendrá la corriente de los Estoicos, entre los cuales
destaca Zenón de Citio con su transferencia del conocimiento mediante las
sensaciones y luego al alma, también Panecio de Rodas el cual manifiesta que la
filosofía es práctica y no teoría, luego aparecerá Lucio Anneo Seneca con
el concepto central de la ética en la virtud y Marco Aurelio, quién predica que todo
hombre es una parte del mundo y debe, por lo tanto, someterse al todo y todos
deben amarse los unos a los otros. En la corriente de los Escépticos destacan

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Pirrón de Elide hace referencia a la inexistencia de la verdad y Timón de Fliunte


acepta el hecho de la imposibilidad de conocer la verdad. Finalmente tenemos la
corriente del Neoplatonismo liderado por Plotino quién acentúa la unidad y la
trascendencia de Dios, afirmó que Dios no es cognoscible por la razón, sino se le
puede conocer sólo a través de una intuición pura y culmina esta corriente con
Porfirio de Tiro, criticando los dogmas de la creación, factible sólo si ama la
belleza y logra el éxtasis. A continuación, se desarrollará la vida y obra de
Sócrates.

RESEÑA HISTÓRICA DE SÓCRATES


Según Guthrie (2003), menciona que Sócrates no escribió ninguna obra y lo que
se conoce de él es por medio de cuatro fuentes, a saber, la mayor parte de lo
conocido proviene del historiador Jenofonte, éste manifiesta lo sabio que era,
buscaba el conocimiento y la virtud, pero podía tocar la vulgaridad cuando era
necesario, también encontramos al comediógrafo Aristófanes quién lo resaltó en
su comedia "las nubes" en el año 423 A.C. y destacó las sátiras e ironías que
hacía Sócrates en sus discursos. Uno de los que destaca más
una imagen idealizada e importante de él, es Platón en sus "diálogos", éste
aparece como personaje principal y en su obra "Apología de Sócrates" da una
versión del discurso que Sócrates pronunció en su defensa ante los tribunales
atenienses, en el juicio en el que se lo acusó de corromper a la juventud y de no
creer en los dioses de la polis y finalmente encontramos a Aristóteles, haciendo
énfasis en la búsqueda de la felicidad basada en la virtud, enseñanza esta de
Sócrates.

Según Domínguez (2004), nace en la antigua Atenas en el año 469 A.C., hijo del
escultor Sofronisco y de la comadrona Faenarete, después de
recibireducación ateniense normal en música, geometría y gimnasia, practicó las
artes de su padre, cuando llegó a la adolescencia se distanció del taller de su
padre. Siendo joven fue a la guerra, como todos los atenienses, se acostumbró
desde temprano a una vida sobria, laboriosa y dura. No le gustaba el lujo, ni

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echaba de menos tener riquezas. Participó en varias batallas como soldado de


infantería en la de Samos durante el año 440 A.C., en Potidea en 432 A.C., en
Delio en 424 A.C. y su última batalla fue en Anfípolis durante el año 422 A.C.

Se dice que en su juventud a la edad de 17 años ya tenía una agudeza en sus


razonamientos y su facilidad de expresión, en sus discursos, completándolo con
una ironía elegante con la cual hacia enojar grandes pensadores de su época,
incluso, esta forma discursiva será tomada como provocadora al final de sus años,
cuando los jueces lo acusen y lo sentencien a muerte. Se casó a los 40 años con
Jantipa, una mujer de 19 años con un mal genio, quién puso a prueba su
paciencia y moderación en muchas ocasiones, tan era el grado de rebeldía de la
mujer o de impaciencia de ella tenía, que después de haberlo insultado, no había
logrado alterar aquel hombre, logrando según Domínguez (2004), arrojarle desde
una jofaina, agua en la cabeza, sin embargo Sócrates sin perder su serenidad le
dijo: "Después de tanto tronar había de seguir el aguacero" (p.15). Sin embargo,
Platón llega a mostrar que dicha relación matrimonial era normal e incluso buena,
además menciona dos hijas y un hijo en dicha unión.

Sócrates era un hombre de figura corpulenta, con vientre prominente, ojos


saltones y labios gruesos, poco ordenado en su vestimenta, deambulando por las
plazas y mercados de Atenas. Lograba tomar el centro de atención en lugares
públicos y le agradaba dialogar con campesinos, mercaderes y artesanos de los
cuales se nutría con el conocimiento popular y este a su vez le brindaba
las herramientas de la lógica para que ellos lo aplicaran en sus diálogos, muy
contrario era cuando se encontraba con gente erudita y con cierto nivel elevado de
conocimiento, aquí él le gustaba desempeñar el rol de ignorante y se dedicaba
solo a preguntar cada cosa conocida que su interlocutor hablaba, luego de tanto
preguntar, dicho interlocutor manifestaba su ignorancia en el tema, así que
Sócrates mediante la ironía y la mayéutica, por medio de un diálogo en el que el
filósofo proponía una serie de preguntas, se daba cuenta y ponía reparos a las
respuestas recibidas, de modo que al final fuese posible reconocer si las opiniones
originales de su interlocutor eran una apariencia engañosa o de un verdadero

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conocimiento, en cierto modo, le gustaba destrozar a los egocéntricos eruditos y


sabios que encontraba en su camino. (Pérez, 2007).

Sócrates pensó que él debía ser el único que reconocía su ignorancia y fue
Querefonte quién le manifestó lo sabio que era en toda la región de Atenas, así
que logró llegar a la conclusión de que solo hay un bien, el cuál es el conocimiento
y solo hay un mal, la cuál era la ignorancia. Sócrates era un hombre tan superior,
que reconoció los dislates y la falsedad de la Mitología y sin revelación
comprendió que no había ni podía haber sino un solo Dios verdadero. Sócrates
fue acusado por Melito ante el Areópago (tribunal), fue condenado por éste a
muerte. Dicha acusación se basaba en que Sócrates no creía en los dioses
oficiales y en corromper a la juventud, basado en sus enseñanzas y discursos,
éste fue condenado a muerte y a beber "La Cicuta", la cuál era una bebida a base
del néctar de esta planta. Sócrates aceptó el veredicto aunque no lo compartió,
pero dijo que es mejor obedecer las leyes aún si uno no está de acuerdo, sus
discípulos planearon la fuga de él, pero no la aceptó. Muere a los 70 años pese
haber demostrado su inocencia en el año 399 A.C.

OBRAS PRINCIPALES
La postura de Sócrates ante el mundo intelectual de su época es la resistencia a la
sabiduría tradicional, él continuamente se retiraba a su casa para recobrar su paz
interior, su entendimiento, su armonía con su "yo individual" y cíclicamente volvía
a enfrentar la "vida pública" en las calles de la polis, las plazas, y cualquier lugar
que encontrara en sus caminatas. Argumentaba sus ideas, enseñaba a quienes no
presentaban egos de grandeza y sin cobrar nada a nadie por sus clases, pero
¿acaso no pudo plasmar sus ideas, dejarlas por escrito?, lamentándolo mucho eso
no fue posible. Según el Diccionario de la Real Academia Española (2001), una
obra hace referencia a cualquier producto intelectual en ciencias, letras o artes, y
con particularidad el que es de alguna importancia. También es aplicable a alguna
cosa hecha o producida por un agente. Entonces, a partir de este concepto,
podemos dar a conocer las ideas de Sócrates, sus pensamientos y acciones,

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todas ellas escritas por sus cuatro grandes seguidores (Jenofonte, Aristófanes,
Platón y Aristóteles), entre ellas tenemos:

Obras de Sócrates

 El Conocimiento de uno mismo

 La Definición y la Dialéctica

 Intelectualismo Moral

Fuente: Elaborado por los autores

 El Conocimiento de uno mismo

Relata Sobrino (2008), que cuando se entraba al templo de Delfos, estaba la


inscripción "conócete a ti mismo", dicha advertencia invitaba al ser humano a
indagar en su naturaleza, en su esencia, es decir, en el mismo individuo, ese "yo
interior". Sócrates optó por dedicarse a reflexionar sobre sí mismo, sobre la vida
del hombre en la polis, sobre las individualidades y su interrelación con los demás.

 La Definición y la Dialéctica

El entendimiento radica en la definición. Quien no tiene la habilidad de definir


la justicia, no la conoce y no sabe valorar lo que es justo, y lo mismo ocurre con
las demás virtudes. La dialéctica es una técnica de la conversación o
demostración lógica cuyo fin es buscar nuevas ideas o crear los conceptos,
mediante el arte de la pregunta que hagan descubrir al otro interlocutor su propia
ignorancia, utilizando así el recurso de la ironía, utilizando también la Mayéutica
que mediante preguntas, va haciendo que el discípulo descubra nociones que en
él estaban latentes.

 Intelectualismo Moral

El mismo Echegoyen (2009), manifiesta que el intelectualismo moral es una teoría


que se basa en la conducta moral desde el conocimiento del bien y la justicia,
dicha tesis afirma que sí solo se conoce a fondo estos dos conceptos (bien y
justicia) se podrá realizar, es decir, sí se conoce, entonces es realizable.

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APORTES
 El Conocimiento de uno mismo

A Sócrates se le considera según Sobrino (2008), el fundador de la ética, de la


ciencia de la moral, reconociendo que cada persona presenta límites y por lo tanto
a medida que indaga más sobre un tema, descubre que hay más cosas por
conocer, que cada vez aparecen nuevas verdades, nuevos conocimientos, nuevas
ideas y al revisarlas nos vemos en la necesidad de reconocer nuestra ignorancia,
de saber que el ser humano no se la sabe todas, de reconocer nuestras
debilidades, quizás las fortalezas engrandezcan el ego, pero si en ego se apodera
del ser, entonces uno mismo se desconoce, se pierde, deja su brillantes y toca la
estupidez. También afirmaba que el concepto moral de virtud reside en el
conocimiento, es una riqueza interior que proviene de ser sabio, se puede saber y
enseñar y solo el ignorante se equivoca obrando mal.

El secreto de la sabiduría era reconocer sus propios errores y los errores de los
demás, cuando Sócrates conocía algún sabio, este creía que lo sabía todo, y
Sócrates le daba a relucir sus errores, partiendo de la premisa de que no hay que
alimentar el ego, pues el ego destruye la sabiduría. Él mismo llegó a decir: "Sólo
sé que no sé nada".

Para Sócrates, era necesario tener dominio de sí mismo, dominar las pasiones,
sus apetitos y tener control sobre sí mismo. Es importante saber quién es cada
uno y el rol que cumple en una sociedad, por ejemplo, para ser un buen zapatero
implica conocer los zapatos, sus formas, los tipos y su función, ahora bien, sí
queremos preguntarnos en qué consiste ser un hombre bueno (o mujer buena), lo
primero que necesitamos saber, es en qué consiste eso de ser bueno y para
saberlo necesariamente tenemos que conocernos, indagar nuestras fortalezas y
nuestras debilidades, una vez que nos conozcamos, podremos aprender a cuidar
de nosotros, pero si no, nunca lo haremos.

Dicho de otra manera, el conocer implica funcionalidad, y la función es en esencia


gobernar, regir o controlar, ¿pero ¿cómo se logra esto?, solo si sus cimientos o

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sus bases están asentadas en la verdad. De aquí que Sócrates no hable de una
pluralidad de virtudes, sino de la unidad de la virtud, la cuál es la sabiduría, y el
camino para hallarla parte desde el interior del ser humano, cuando somos
capaces de reconocernos, de saber quién soy, entonces podremos ayudar al
prójimo, alguien podría recordar la reflexión bíblica del Evangelio de Lucas 6, 37-
42 que dice: "¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la
viga que está en el tuyo?". Muchas veces vemos los defectos de los demás y nos
parecen feos y terribles, pero esos mismos defectos o quizás peores en uno
mismo, nos parecen insignificantes y encima se llegan a justificar.

 Definición y Dialéctica

La definición expresa el núcleo común de todos los actos virtuosos y sólo ella sirve
de criterio para diferenciarlos de los que no lo son. La universalidad de la moral se
sustenta en la razón, fijando así la esencia inmutable de la realidad investigada a
través de la inducción, es decir, extrayendo a partir de determinadas
observaciones o experiencias particulares y basado en cuatro principios básicos:
la observación y la anotación de todos los hechos; elanálisis y el orden de los
hechos; la obtención inductiva de una generalización a partir de los hechos; y la
contrastación. Esto supone que, tras una primera fase de observación, análisis y
clasificación de los hechos, se deriva una hipótesis que soluciona el problema
planteado. Una manera de llevar a cabo el método inductivo es proponer, a partir
de la observación repetida de objetos o acontecimientos de la misma naturaleza,
una conclusión para todos los objetos o eventos de dicha naturaleza.

En la búsqueda de una definición, se usa un método basado en el diálogo, la


llamada Dialéctica. Sus características son, según Echegoyen (2009):

1. Ironía. Con ella se trata de deshacer los prejuicios.

2. Mayeutica. Arte de descubrir la verdad mediante hábiles preguntas.

3. Reducción al absurdo. Con ella se refutan las tesis contrarias Si nuestra tesis
es por eso que, llegamos a una contradicción con (p (tesis contraria) y deducimos
p. Formalización:

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4. Inducción. Conclusión de una definición general a partir de casos particulares


semejantes .

El razonamiento inductivo tiende a ser completo, sí la conclusión no aporta


más información que la dada por las premisas, o incompleto, sí la conclusión va
más allá de los datos que aportan las premisas; la verdad de las premisas no
garantiza la verdad de la conclusión.

2. EL VALOR DE LAS LEYES.


Como todos los filósofos griegos, Sócrates no parece que se planteara de forma
específica el problema del Derecho: de su esencia, su fundamento y valor. Pero su
enseñanza moral implica claramente una actitud concreta ante los temas de la
justicia y de la ley. No hay que olvidar que aunque él no participara en la política
activa, tampoco se desinteresaba de los problemas políticos y su tarea de
despertar la conciencia de sus conciudadanos presuponía, sobre todo en una
sociedad como era la ateniense del siglo quinto, una educación también, aunque
no exclusivamente política.

Por otra parte, las enseñanzas de Sócrates se referían constantemente a los


problemas de la ley y de la justicia, aun cuando no se ocupara específicamente de
estas cuestiones. Su ejemplar comportamiento como ciudadano había alcanzado
el significado de una doctrina vivida. A Hipias, que le pregunta qué entiende por
«justicia» le responde que ya lo ha demostrado con sus actos si no con las
palabras*. En el proceso que terminó con su condena pudo citar ejemplos de
casos en los que, hasta con riesgo de su vida, se había batido por la legalidad y
por la justicia^. Mas ¿cuál es, en el pensamiento de Sócrates, la relación entre ley
y justicia, entre Derecho positivo y valor moral? De una frase suya, referida por
Jenofonte, parece aceptar la identificación de la justicia con la ley positiva. En el
mismo pasa-je de las Memorables, en el que se recoge su diálogo con Hipias, del
cual hemos hablado anteriormente, le son atribuidas estas palabras: «yo digo que

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lo que es legal (nóminon, conforme a la ley positiva) es justo (dikaion)», «quien


obedece a las leyes del Estado obra justamente, quien las desobedece,
injustamente»*®.

Estas afirmaciones de sabor «positivista» no deben engañarnos. Prosiguiendo el


mismo diálogo con Hipias, Sócrates comprende en las leyes, en cuyo respeto
radica la justicia, las «no escritas» que rigen igualmente en todo *lugar, y que no
han sido dadas por los hombres, sino por los dioses: expresiones típicamente
iusnaturalistas. Más bien parece que él sitúa a todas las leyes en un mismo plano:
tanto las «naturales» o divinas, como las establecidas por el Estado. Y, en efecto,
Sócrates reclama el respeto a la ley no por el valor intrínseco, objetivo, de la
misma, sino en virtud de una exigencia moral, propia^ de la conciencia del
hombre. De este

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA DEL DERECHO


Modo, la justicia consiste, para él, en obrar conforme a la ley, pero no porque la
ley sea por sí misma necesariamente buena, sino más bien porque aunque es
molesta no se debe violar. En efecto, no hay que hacer prevalecer los intereses
personales, y al mal no debe responderse con el mal (antadikein, cometer una
«contra justicia»). Contra la ley no es conveniente rebelarse a través de la
inmoralidad de un comportamiento semejante, ya que violar la ley es en sí una
«injusticia», y cometer injusticia, incluso contra lo que es injusto, es siempre malo”.
Preferible es, en efecto, padecer injusticia, que cometerla'^. Y, una vez más,
Sócrates enseñó este principio con hechos más que con palabras, cuando, como
se narra en el Gritón platónico, tras haber sido condenado a muerte —
injustamente, pero en conformidad con las leyes— no quiso aprovecharse de la
posibilidad, auspiciada por sus discípulos, de evadirse de la cárcel.

Pero en el Critón se refieren, además del me antadikein, del deber de no devolver


injusticia con injusticia, otros argumentos con los que Sócrates acaba por afirmar
la necesidad de la absoluta obediencia a la ley.

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SÓCRATES Y LOS SOCRÁTICOS MENORES

El primero es que las leyes son como nuestros progenitores, ya que gracias a ellas
hemos sido engendrados, nutridos, educados, y los ciudadanos están respecto a
ellas en una posición de inferioridad, como lo están justamente los hijos ante el
padre y la madre, puesto que el Estado ordena si debe exigirse o, más bien estima
oportuno persuadir, con medios legítimos, el cambio de sus órdenes.

A este argumento, que atribuye a la ley un valor absoluto, y que de acuerdo,


además, con una tendencia difundida en la ética política griega— no toma en
cuenta la personalidad del ciudadano frente al Estado, Sócrates añade otro, según
el cual el valor de la ley encuentra apoyo y fundamento en el consentimiento de
los ciudadanos. Viviendo en el territorio del Estado, dice él, y no abandonándolo
aun siendo libres para hacerlo, aceptamos tácitamente las leyes de ese Estado, y
nos comprometemos a respetarlas en todo caso. Quien la violara cometería con
ello una injusticia, no sólo por no obedecer —en conformidad con el primer
argumenta a sus progenitores, sino también, y sobre todo, por no haber cumplido
con lo que se habían obligado tácitamente. De forma que, tras haber vivido en el
Estado aceptando sus leyes, al rebelarse, se obraría «en contra de los pactos y
los convenios según los cuales se había acordado vivir como ciudadano.

El valor moral de la ley es ratificado de este modo con el reconocimiento que el


ciudadano lleva a cabo. Y ello, aún más claramente respecto de las leyes que el
hijo ante el padre o el esclavo ante el amo, porque el hombre libre ha aceptado
libremente obedecerlas, y es la suya una obligación moral que deriva de su propia
voluntad, de su empeño tomado libremente. Con todo ello se evidencia un plantea-
miento contractualita de las relaciones entre el ciudadano y el Estado. El motivo
fundamental de validez de la ley aparece definitivamente en el Gritón reflejado en
la voluntad constante de los ciudadanos de darle existencia y reconocerla; y la
razón

Última de la necesidad de la obediencia a la ley radica en la conciencia del


hombre, en su necesidad de no contradecirse a sí mismo violando la norma que
hasta entonces había observado libremente.

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SÓCRATES Y LOS SOCRÁTICOS MENORES

Asimismo, en la cuestión de la validez de las leyes, Sócrates se muestra, en


definitiva, fiel al mismo principio de la racionalidad de la vida ética. Las leyes y las
instituciones del Estado tienen que ser respetadas, a costa incluso de la propia
vida, ya que así lo exige la razón. El respeto a ellas se debe a su propia e
intrínseca autoridad que las sitúa por encima del hombre, por un valor que se les
atribuye sin saber por qué, sino porque la razón del hombre no le permite
contradecirse violándolas. Sócrates no es un conservador, un nostálgico de
aquellos tiempos en los que las leyes eran respetadas por su carácter sacro, sino
que está, y no diversamente que los sofistas, convencido de su origen y su función
humana. Sin embargo, en este punto se distingue de ellos al apelar a una
exigencia ética, allí donde los sofistas veían, para los hombres, solamente un
motivo empírico de utilidad. De los numerosos discípulos de Sócrates, además de
Platón, a quien dedicaremos el próximo capítulo, son dignos de recordar Aristipo y
Antístenes, que dieron vida a dos escuelas, la cirenaica y la cínica,
respectivamente, a las que más tarde se unieron, en el siglo lii a. C., otras
direcciones filosóficas de gran importancia, el epicureísmo y el estoicismo.

¿QUÉ ES CIRENAICO?
Se entiende por cirenaico como natural, nativo, perteneciente, relativo y
concerniente a la antigua ciudad griega de Cirene de Cirenaica región histórica en
la actualidad corresponde a Libia. Se dice de una escuela filosófica fundado por
Aristipo, discípulo del griego Sócrates. Alusivo y concerniente a esta academia
filosófica. Este vocablo se puede usar como sustantivo y aplicado a personas.

Etimología
Esta palabra etimológicamente viene del latín “Cyrenaĭcus” con el mismo
significado.

LAS ESCUELAS SOCRATICAS MENORES – LOS CIRENAICOS


Bajo este nombre, se agrupan algunos amigos y discípulos de Sócrates que
desarrollaron aspectos diversos propios del socratismo. En este punto, diversos
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SÓCRATES Y LOS SOCRÁTICOS MENORES

autores, estudiosos, historiadores e investigadores individuales hablan de


socráticos menores, a pesar de no ser muy exacta esta definición subjetiva, pues
no se tienen unos testimonios escritos fehacientes que demuestren tal
denominación, y que muchas de las ideas de éstos habían de pervivir y alimentar
a filósofos como Platón o Aristóteles.

Una de las figuras más importantes del socratismo fue el historiador Jenofonte
(nacido en Atenas aproximadamente en el año 430 a.C., participó en la situación
política creada en ésta durante el denominado como Gobierno de los Treinta
Tiranos), gracias a cuyo trabajo conocemos noticias abundantes que nos han
servido para reconstruir a nuestro personaje, exactamente en sus “Recuerdos de
Sócrates”, “La Apología o el banquete”.

Destacó a su vez Esquines de Esfeto, quien dejó, al parecer, en sus diálogos


perdidos ecos del ethos y carácter del propio Sócrates.

Escuelas:

 La escuela megárica

 La escuela cínica

 La escuela cirenaica

ESCUELA MEGARICA
El principal y más importante representante de esta escuela fue Euclides, natural
de una ciudad muy próxima a Atenas, Megara. Dio una versión “eleática” del bien,
pues lo identificaba con el uno, con lo que siempre es idéntico a sí mismo, no
existiendo más que este bien exclusivo, dado que toda realidad está sujeta al
cambio y a mutación continua.

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SÓCRATES Y LOS SOCRÁTICOS MENORES

Estilpón, compañero de Euclides, unió elementos cínicos y eleáticos, y fue un


combatidor nato de las “ideas” platónicas, sosteniendo la apatía como principio
fundamental del bienestar humano.

Fedón fue el discípulo predilecto de Sócrates que estuvo más próximo a las
teorías de los megáricos, dando nombre a uno de los más importantes diálogos de
Platón.

ESCUELA CINICA
Destacan Aristipo y Antístenes. Probablemente, el nombre de “cínico” le vino
porque defendía la vida natural como la llevan algunos animales amigos del
hombre, o bien por el gimnasio donde enseñaba. Gracias al trabajo conservado de
Diógenes Laercio, conocemos el catálogo de un gran número de obras elaboradas
por éste, y completó el escepticismo de Gorgias, siendo imposible predicar algo de
algo.

ESCUELA CIRENAICA
La escuela cirenaica fue una escuela filosófica fundada por Aristipo de Cirene,
discípulo de Sócrates, Enárica y cínica; su doctrina fue bautizada generalmente
como Hedonismo, aunque esta escuela se descompuso en diversas ramas que
llevaron a algunos a distinguir entre cireneos (seguidores de Aristipo), hegesíacos
(seguidores de Hegesías), anicerios (seguidores de Aníceris) y teodorios
(seguidores de Teodoro, el ateo).

HISTORIA
Los cirenaicos se ocuparon fundamentalmente de cuestiones de ética. En su
opinión, el bien se identifica con el placer, aunque éste debe entenderse también
como placer espiritual. La felicidad humana, según Aristipo, consiste en librarse de
toda inquietud, siendo la vía para lograrlo la autarquía.

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SÓCRATES Y LOS SOCRÁTICOS MENORES

En teoría del conocimiento, los cirenaicos defendieron una posición sensualista (la
única fuente de conocimiento son los sentidos) y subjetivista (no hay más
conocimiento que el conocimiento individual).

Los seguidores de Aristipo prolongaron las enseñanzas de su maestro hasta el


período helenístico. Filósofos como Teodoro, el ateo, Hegesias, Aníceris, Antípatro
de Cirene y Parebates representaron una tendencia filosófica más que una
"escuela" propiamente dicha. Cicerón y otros autores nos cuentan que las
lecciones dadas por Hegesias en Alejandría fueron causa de tantos suicidios que
Ptolomeo I tuvo que prohibir su continuidad.

ARISTIPO
Nació en Cirene en 435 A.C, fue atraído por la forma de Sócrates, fue a
encontrarle y fue discípulo señalado de Sócrates y predecesor de Epicuro, fue el
fundador de la escuela de Cirene o cirenaica. Para ella, el casi único criterio de
verdad se halla en las emociones internas. Y en cuanto al origen del conocimiento,
debe buscárselo en la sensación.

En lo que concierne al supremo fin del hombre debe ser considerado como la
felicidad, fundamentalmente nucleada en torno del placer. Se le tuvo como hombre
materialmente pudiente, con riquezas y fortuna que le posibilitaban el ejercicio de
una vida acorde con el tenor de su filosofía. No admitiendo criterios diferenciales
que no fueran los del placer, en lo que respecta al bien y al mal, buscaba
únicamente los goces. Los datos biográficos presuntamente conservados estiman
que en su casa arraigó su doctrina hedonista. Su hija, Areta de Cirene, formó al
nieto de Aristipo en el marco de la filosofía hedonista.

HEGESIAS
Hegesias es contado entre los alumnos de la escuela cirenaica. Este pensador no
debió de sentirse muy satisfecho con el hedonismo cirenaico, pues los placeres de
esta vida le parecían pocos y mucho menores que los dolores, y además muy
difíciles de conseguir a causa de la oposición de la fortuna y el azar. Por ello
destacaba las ventajas y beneficios de la muerte y se le tuvo como inductor del
suicidio. Esto último, por algunos casos que se dieron a causa de estas

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SÓCRATES Y LOS SOCRÁTICOS MENORES

ponzoñosas enseñanzas, alarmó al rey Ptolomeo I, quien le prohibió hablar de


estas cuestiones, prohibió sus libros, cerró su escuela y le expulsó de la Alejandría
donde enseñaba, como refiere Cicerón, en Tusc. I, §34)

TEODORO, EL ATEO
En torno a las divinidades griegas, Teodoro descreyó de ellas, lo que, según
Plutarco, le acarreó bastantes problemas cuando estuvo en Atenas; eso le valió
ser llamado Teodoro, el Ateo. Un discípulo suyo, Evémero, explicaba que los
dioses habían sido en realidad hombres célebres venerados a causa de sus
virtudes y contribuciones al bien general, por lo cual habían sido recordados como
dioses, aun siendo mortales. A esta doctrina que intentaba racionalizar los mitos
se la llamó Evemerismo.

CÍNICOS

Sobre el cinismo antiguo y el moderno


Hablemos, en primer lugar, de los cínicos antiguos. Y comencemos por el nombre,
sobre cuyo origen, a lo que parece, se barajan dos posibles interpretaciones:
según algunos, derivaría de kyon («perro»), apelativo que los cínicos entenderían
como un honor, por cuanto que reflejaría con toda exactitud su ideal de vida («vivir
conforme a la naturaleza») llevado hasta sus últimas consecuencias: en efecto,
vivir del modo más natural posible, sería, en el límite, vivir como los animales,
como un perro, por ejemplo. Otra tradición, de la que se hace eco Diógenes
Laercio, busca, en cambio, la génesis del término en Cinosargo (que significaría
algo así como «perro ágil»), y que sería el nombre del lugar en el que Antístenes
abrió la escuela (si es que fue el fundador de la misma) y en el que inició sus
enseñazas («Disputaba en el Cinosargo –escribe Diógenes Laercio–, gimnasio
cercano a la ciudad, de donde dicen algunos tomó nombre la secta cínica»).
Según esta versión, los cínicos descenderían directamente de Sócrates, de quien
Antístenes fue discípulo, y formarían, así, parte de los llamados «socráticos
menores», siendo Diógenes de Sínope su figura más relevante, o, al menos, la
más conocida y carismática. Pero ésta es sólo una versión. Otras niegan, sin
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SÓCRATES Y LOS SOCRÁTICOS MENORES

embargo, que Antístenes sea el creador de la escuela, e incluso que tuviese


alguna vinculación con los cínicos, con lo que, al cabo, se rompería el eslabón que
los liga a Sócrates, y entienden que el verdadero padre del cinismo sería,
precisamente, Diógenes de Sínope (ese «Sócrates loco», como lo llamaba
Platón). Y hasta no falta quien sostenga que el auténtico iniciador del movimiento
fue Crates.

Sea como fuere, hay una serie de ideas que resultan esenciales en el cinismo
antiguo; mas no sólo de ideas, sino también de actitudes, puesto que no nos
hallamos únicamente ante una filosofía, sino, asimismo, ante una forma de vivir. Y
si bien es verdad que de todo sistema filosófico (vale decir, en sentido amplio, de
cualquier conjunto de ideas) podría conjeturarse que ha de tener, por fuerza, en
mayor o menor medida, alguna repercusión en el modo de vida del individuo a él
afecto, eso es particularmente cierto en el caso de los cínicos: en ellos, vida y
filosofía remiten, inexorablemente, la una a la otra, o, si se quiere, aún podríamos
decir que su filosofía es, ante todo, su manera de vivir.

En cualquier caso, todas esas ideas tienen seguramente su origen en el ideal de


una vida lo más acorde posible con lo natural, que cristalizaría en el proyecto de
retorno a la naturaleza; o, al menos, lo que ellos entienden por tal, ya que, al fin y
al cabo, siempre cabría plantearse por qué habría de ser menos natural una vida
conforme a las leyes de la polis que una vida hecha a imitación de los animales.
De todos modos, es lo cierto que ese ideal de vida conduce a los cínicos al
desprecio de las convenciones sociales, lo que les lleva, al mismo tiempo, al
cuestionamiento de las normas y costumbres de la ciudad; y con ello, sin duda, al
desapego de la ciudad misma, algo que parece conducir, de modo inmediato, al
cosmopolitismo que ánima tal escuela.

Paralelamente al menosprecio de los usos sociales, esa propuesta de una «vida


natural» es vista como inseparable de la sencillez y la simplicidad, que obligarían a
desprenderse de todo aquello considerado superfluo y prescindible, a limitar los
deseos a lo auténticamente necesario y fácilmente alcanzable, y, asimismo, a la
renuncia y la indiferencia de las que deben ser objeto la mayor parte de las cosas

18
SÓCRATES Y LOS SOCRÁTICOS MENORES

que son causa del desvelo de las más de las gentes: honores, riquezas y poder
son tres de las principales. Así, por ejemplo, refiere Diógenes Laercio de su
homónimo el cínico que: «Viniendo una vez a él Alejandro y diciéndole: "Yo soy
Alejandro, aquel gran rey", le respondió: "Yo soy Diógenes el can». Y también que:
«Habiendo visto una vez que un muchacho bebía con las manos, sacó su colodra
del zurrón y la arrojó diciendo: "Un muchacho me gana en simplicidad y
economía". Arrojó también el plato, habiendo igualmente visto que otro muchacho,
cuyo plato se había quebrado, puso las lentejas que comía en una poza de pan.»

En consecuencia, el que reparemos en la profunda interconexión entre la filosofía


y el modo de vida cínico no significa que debamos negar toda relevancia filosófica
a este movimiento, cuya importancia queda suficientemente de manifiesto con la
breve noticia que acabamos de dar de sus principales posiciones filosóficas. Por
eso yo no encuentro mayores dificultades en estar de acuerdo con Diógenes
Laercio cuando afirma que: «yo juzgo que esta secta fue filosófica, y no, como
quieren algunos, cierto modo de vida». Y como prueba de ello, apunta algunas de
aquellas posiciones filosóficas más importantes de los cínicos, a las que nosotros
ya nos hemos referido: «Establecen [...] el vivir según la virtud [...] y así, llamaron
al cinismo un camino compendioso o un atajo para la virtud [...] Gustan asimismo
de una vida fácil y simple, usando de la comida sobriamente, y de sólo palios.
Menosprecian la riqueza, la gloria y la nobleza. Muchos de ellos se contentan con
hierbas, y siempre beben agua fría [...] Asientan que la virtud es enseñable [...]
Que el sabio es digno de ser amado, no peca, es amigo de sus semejantes y nada
deja al dominio de la fortuna.»

Lo que también es verdad es que nos hallamos ante una propuesta contracultural
de una radicalidad tal que probablemente no ha tenido parangón en toda la cultura
occidental, y cuyos ecos (bien que con modulaciones distintas) llegan hasta
Robinsón Crusoe e incluso hasta Jean-Jacques Rousseau. Una propuesta, por lo
demás, que acaso resulta contradictoria en sí misma, porque el propio cinismo no
es, después de todo, sino un producto cultural, y aun cabría añadir que un
producto cultural refinadísimo, cuya razón de ser, por lo demás, sólo adquiere
algún sentido sobre el telón de fondo sobre el que se destaca: una sociedad
19
SÓCRATES Y LOS SOCRÁTICOS MENORES

(como la Grecia del siglo V) que ha alcanzado un complejísimo desarrollo cultural;


un proyecto contracultural, en suma, que sólo resulta explicable como fruto de la
propia cultura (difícilmente podrían haber existido cínicos en el Paleolítico). Con lo
que, al cabo, acaso habría que decir que el cinismo, más que en lo que
propiamente afirma, sólo adquiere alguna significación respecto a aquello que
niega.

Pero no es el objeto primordial de estas líneas un análisis y crítica del cinismo


antiguo, sino, principalmente, preguntarse por lo que nosotros hoy entendemos
por tal. Y a este respecto, como es obvio, la primera cuestión ha plantearse es
ésta: ¿qué tienen que ver el movimiento y el ideario cínico con lo que nosotros
denominamos «cinismo»? Ya que, por lo pronto, parece claro que a los cínicos les
debemos, al menos, el nombre.

En nuestra lengua, «cínico» se entiende como sinónimo de impúdico o procaz,


desvergonzado incluso; también descarado; mas descarado en el sentido de
defender con desfachatez y atrevimiento (y hasta con deshonestidad) doctrinas o
acciones deshonrosas o vituperables, lo que supone, al tiempo, ignorar, de modo
deliberado, tanto las normas morales como las convenciones sociales, que no
serían para el cínico más que objeto de burla: «Un hombre –decía Oscar Wilde–
que conoce el precio de todo y el valor de nada.»

Ciertamente, no es difícil imaginar que muchos de esos rasgos (si no todos)


fuesen atribuidos a los cínicos antiguos por sus contemporáneos, ya que resulta
perfectamente factible conjeturar que es así como eran vistos por sus
conciudadanos, especialmente a partir del momento en que dentro del propio
movimiento cínico parece ser que se dio el paso del ideal de vida ascético,
establecido sobre el autodominio, al hedonismo más notorio y desenfrenado. Así,
de Crates y su esposa Hiparquia cuenta Diógenes Laercio que no tenían el menor
reparo en usar «públicamente del matrimonio». Y aunque, sin duda, usar del
matrimonio (aunque sea sin matrimonio) no tiene, en principio, por qué suponer
desenfreno de ningún tipo, el que ello tuviera lugar en público (lo que no es más
que una forma infantil de escandalizar y de llamar la atención) pudo dar pie a que

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SÓCRATES Y LOS SOCRÁTICOS MENORES

quienes presenciaban tales menesteres concluyesen que los cínicos predicaban


una cosa (el dominio de las pasiones y las necesidades) y practicaban otra muy
distinta. Para que de ahí se pasase a afirmar de alguien que dice una cosa y hace
otra que actúa como los cínicos o, sin más, que es un cínico, no haría falta mucho,
creo yo. Tal puede ser, perfectamente, el origen del término, tal como ha sido
heredado por nosotros, porque, en efecto, en él subyace esa identificación del
cinismo con la hipocresía: decir o defender algo y hacer justo lo contrario.

En todo caso, la corriente cínica, incluso en sus posiciones extremas, prueba que
la sociedad posee una maleabilidad y una capacidad de asimilación tales que sus
normas y convenciones son difícilmente vulnerables por una especie de rabieta
adolescente que, con la impudicia, no busca sino el protagonismo («¡Cuánto fasto
manifiestas [...] queriendo no parecer fastuoso!», se cuenta que le dijo Platón a
Diógenes). Y así, seguramente, lo que comenzó por provocar escándalo pudo
haberse convertido, con toda facilidad, en reclamo turístico para la ciudad: a
Atenas podría haberse ido, entre otras, precisamente a ver a los cínicos.

Y conste que con esto (permítaseme que vuelva a insistir en ello) no pretendo
rebajar la dimensión filosófica del cinismo. De hecho, lo mejor de él fue recogido
posteriormente por los estoicos, quienes, aunque no los siguieron en su modo de
vida, sí hicieron suyo, en cambio, su ideario filosófico. En el estoicismo, la vida
conforme a la naturaleza se entenderá como la vida que se guía por la recta
razón, lo que conduce, por una parte, a la comprensión de que todo se halla ligado
y hermanado por el Logos, y de ahí al cosmopolitismo; y, por otra, al
convencimiento de que el Logos es una ley (llamémosle el Destino) que determina
de manera inefable todas las cosas; y las determina para bien, esto es, para que
el Universo sea un Cosmos, no un Caos. Y si eso es así, la única actitud
razonable es la aceptación, la resignación, la aphateia y la renuncia.

Pero volvamos a nuestros cínicos, no a los antiguos, sino a los de ahora.

Hemos conjeturado que el término, eso que nosotros entendemos hoy por
«cinismo», y que puede sintetizarse, acaso, en defender con descaro aquello que
moral y socialmente se considera inconveniente o indefendible, e incluso en

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SÓCRATES Y LOS SOCRÁTICOS MENORES

manifestar, sin el menor rubor, una desvergonzada contradicción entre lo que se


dice y lo que se hace, tiene su origen, seguramente, en el modo en que los
propios cínicos eran vistos (se puede discutir si con acierto o no) por sus
conciudadanos. Mas, ¿en qué se manifiestan, en el cínico de hoy, esa
desvergüenza y ese descaro a los que aludimos? Sin duda, no en la apariencia
externa ni en la forma de vivir. Cabría incluso decir que en estos aspectos el cínico
actual muestra una camaleónica adaptabilidad que le permite confundirse con el
entorno para así alcanzar mejor sus objetivos. Y es justamente en el ámbito de los
objetivos donde el cinismo, hoy, se manifiesta como tal, en tanto que actitud
puesta al servicio de los mismos, de su logro o consecución; y para ello, antes que
llamar la atención, el cínico busca pasar desapercibido: ya no se trata, pues, de un
modo de vivir, sino de un modo de actuar. El cínico, ciertamente, desprecia las
convenciones morales y sociales, y éste es quizás el principal aspecto que tiene
en común con el cinismo griego; pero carece de la ingenuidad (y hasta de la
inocencia) y, por supuesto, de la nobleza con que los cínicos antiguos se burlaban
de las convenciones de su época: el cínico de hoy desprecia tales convenciones,
pero fingiendo aceptarlas, y así, por ejemplo, proclamará el valor de la lealtad sin
conocer otra lealtad que la que se tiene a sí mismo, o la importancia de unos
principios morales sólidos, él, que no sabe de otra moral más que la dictada por
las circunstancias: todo es válido si se halla al servicio de sus objetivos y de su
interés; objetivos e interés que constituyen –digámoslo de una vez– sus únicas
fidelidades. Mas para propiciar su logro no puede alejarse de la ciudad, ni tampoco
desentonar en ella, sino, al contrario: se introduce de lleno en la sociedad,
confundiéndose con el medio. Pero, al cabo, lo denuncia, como a Crates, el que
hace uso del matrimonio en público, esto es, la contradicción entre sus dichos y
sus obras, porque éstas lo revelan como lo que realmente es: un arribista y un
oportunista que cambia de posiciones o de valores según las necesidades del
momento y el mayor o menor apoyo que presten a sus aspiraciones.

Existe, sin embargo, otra forma de entender el cinismo, o, si se quiere, otra forma
de ser cínico que lejos de resultar viciosa o negativa en sí misma, constituye, en
cambio, una excelente catarsis o terapia tanto moral como social, una suerte de

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SÓCRATES Y LOS SOCRÁTICOS MENORES

aguijoneo mental que nos despierta y nos pone en guardia frente a la hipocresía
que se esconde por igual en la falsa moralina y en aquellas convenciones sociales
que no son sino un mero aparentar, un simple barniz con el que se intenta ocultar
lo inconfesable; un cinismo, en suma, que constituye un maravilloso antídoto
contra el fraude moral o social.

Esta segunda modalidad, cuyo sentido también recoge nuestra lengua, es aquélla
en la que «cínico» es sinónimo de «sarcástico», «satírico» o «sardónico». Desde
esta perspectiva, el cinismo es una actitud que se compone, a partes iguales, de
escepticismo y de ironía, y a la que caracteriza, acaso más que cualquier otra
cosa, la sospecha de que, con frecuencia, la rectitud y la sinceridad de las que
hacemos gala no son más que una cortina de humo tras la que camuflamos las
verdaderas intenciones que nos mueven. Mas sospecha, también, de cuán
endeble resulta, en ocasiones, la base en la que se sustenta aquello que muchas
veces se considera adecuado o conveniente; sospecha, en definitiva, de que muy
poco (o casi nada) de lo que supuestamente gobierna el mundo de las relaciones
humanas es lo que parece ser, y que muy pocos (o casi ninguno) de los motivos
por los que decimos movernos son los que aparentamos que son.

Visto así, el cinismo es manifestación de desencanto y descreimiento. Pero es,


igualmente, sarcasmo, esto es, denuncia; mas denuncia sardónica y satírica de
aquello que es objeto de sospecha. Y para ello el cínico hace uso, es cierto, de la
ironía, pero acaso más habitualmente de la obscenidad, esto es, de mostrarse a sí
mismo a los ojos de todos revestido de aquello que denuncia, admitiendo, pues,
en sí (o atribuyéndoselo, al menos, acaso a efectos retóricos y dialécticos) lo que
nadie admite por considerarlo indeseable o inconveniente, aun poseyéndolo en
una dosis iguales o superior a la de aquél que se ofrece como espejo en el que
invitar a reconocerse. Desde esta óptica, el cínico es un moralista, y aún cabría
añadir que no es posible ser moralista sin ser un poco cínico.

Esta es la forma (creo yo) en que fueron cínicos La Rochefoucauld o Chamfort.


También el propio Diógenes, cuando, por ejemplo, a la pregunta de qué vino le
gustaba más, respondió: «El ajeno». O en aquella otra ocasión que encontrándose

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SÓCRATES Y LOS SOCRÁTICOS MENORES

en un baño que no destacaba precisamente por su limpieza, preguntó: «Los que


se bañan aquí, ¿dónde se lavan?». Anécdota esta última que, en el contexto de lo
que ahora estamos tratando, es, con mucho, la que yo prefiero, porque encierra en
sí una completa simbología de lo que el cinismo al que nos estamos refiriendo
tiene de denuncia de la falsa moral, de las falsas convenciones y de la falsa
«limpieza». Y ese es el modo en que fue cínico Ambrose Bierce, cuyo The Devil's
Dictionary (1911) se tituló en su primera edición, el año 1906, The Cynic's Word
Book, «título –como advierte Bierce– que el autor no tuvo la potestad de rechazar
ni el gusto de aprobar», aunque es lo cierto que una entrega del Diccionario
publicada el año 1887 en The Examiner (el Diccionario fue apareciendo en
publicaciones periodísticas desde el año 1875 hasta el 1906) fue titulada por el
autor como The Cynic's Dictionary. En cualquier caso, El Diccionario del Diablo
bien podría llamarse igualmente El Diccionario del Cínico, porque es, sin duda,
uno de los más firmes y rotundos exponentes del cinismo, en el sentido en que
ahora lo estamos entendiendo; y acaso por ello no es casual que este modo de
entender el cinismo en ningún lugar se encuentre mejor expresado que en la
propia definición que el Diccionario ofrece de la voz «cínico»: «Sinvergüenza cuya
visión defectuosa le hace ver las cosas tal como son y no como deberían ser.»

Se da, pues, en el cinismo un descreimiento en aquellos valores que


supuestamente se asumen como tales, bien sea porque en realidad no se hace,
sino que son mera fachada tras la que esconderse para mejor alcanzar los
verdaderos propósitos que nos guían, bien sea porque tales valores no son tal,
sino simples convenciones ridículas y risibles. Pero habitualmente el cínico no
descubre nada que no se sepa ya. Su denuncia no es la revelación de un territorio
moral (o mejor, inmoral) incógnito, ni tampoco el descubrimiento de lo endeble o
artificial de muchas de nuestras convenciones sociales: es, sencillamente, aquél
que dice lo que tácitamente se silencia, aún sabiéndolo todo el mundo; aquél que
se atreve a confesar aquello que todos consideran inconfesable, aun sabiendo que
es cierto. Y, sin duda, nada de eso puede hacerse sin una considerable dosis de
indiferencia: al cínico le preocupa menos causar buena impresión que impresionar,
esto es, golpear la conciencia o la ñoñez del prójimo mediante el escándalo verbal.

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SÓCRATES Y LOS SOCRÁTICOS MENORES

Esta segunda forma de cinismo es (también podríamos decirlo así) la piedra


permanente en el zapato del primero.

DESCRIPCIÓN DE UNA PERSONA CÍNICA

Estos individuos aspiraban a identificarse con la figura del perro, por la sencillez y
desfachatez de la vida canina. Usaban barba, llevaban alforja y cayado,
practicaban juegos de palabras a manera de metodología: a aquellos que
proponían ideas y teorías incomprensibles, ellos ponían el gesto, el humor y la
ironía.

Los cínicos tomaron como modelo la naturaleza y los animales; invitaban al


alboroto de toda sepultura.

Alcifrón retrata a un cínico de la siguiente manera:

Es un espectáculo horrible y penoso de ver, cuando agita su sucia melena y te


mira insolentemente. Se presenta medio desnudo, con una capa raída, una bolsita
colgante y, entre sus manos, una maza hecha de madera de peral silvestre. Va
descalzo, no se lava y carece de oficio y beneficio. No quiere saber nada de su
hacienda ni de nosotros, sus padres, sino que, por el contrario, nos reniega, pues
afirma que todas las cosas son obra de la naturaleza y que la unión de elementos
es la causa de la generación y no los progenitores. Evidentemente, desprecia el
dinero y aborrece el cultivo de la tierra. No tiene sentido de la vergüenza y el pudor
se ha borrado de su rostro.

PERSONAJES IMPORTANTES DEL CINISMO


Antístenes

Fue uno de los filósofos más relevantes de su época, discípulo directo de


Sócrates; tuvo a su vez una influencia decisiva en algunas de las escuelas que se
formaron en este periodo, tanto por sus teorías como por su actitud y su forma de
vida.

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SÓCRATES Y LOS SOCRÁTICOS MENORES

Antístenes nació en Atenas, entre los años 450 y 445 A.C., y murió en el año
366 a. C. Su padre fue un ciudadano ateniense y su madre una esclava tracia.
Este mestizaje le impedía conseguir la ciudadanía ateniense, pero no parece que
esto le importunara demasiado.

Su andadura filosófica comenzó como discípulo del famoso sofista Gorgias, que
como todo sofista cobraba por enseñar, por lo cual se podría deducir que
Antístenes gozaba de una buena posición económica. En este mismo tiempo se
inició también en los misterios órficos. Sin embargo, su principal aprendizaje fue
con Sócrates, de quien se hizo discípulo y amigo hasta la muerte de éste.

Antístenes estuvo presente en la muerte de Sócrates mientras discutían sobre la


inmortalidad del alma y esperaban a que llegara el momento de beber el veneno
que le causaría la muerte. La tranquilidad del viejo maestro en tan decisivos
momentos causó una profunda impresión en todos los que estaban allí presentes.
Probablemente esto influyera en la insistencia posterior de Antístenes en la
ataraxia.3

Un buen día Antístenes decidió prescindir de todo lo superfluo y fundar su propia


escuela. Lo hizo en un gimnasio en las afueras de Atenas llamado cinosarges, que
quiere decir perro blanco. El cambio es tan radical que se manifestó también
externamente: comenzó a vestir un manto, un zurrón y un bastón, indumentaria
que se convirtió en el uniforme del cínico. Prescindió de una manera decisiva de
todo lo que no puede llevar encima, con la intención de librarse de los caprichos
de la fortuna y regir su propio destino.

El objetivo es alcanzar la felicidad y las virtudes de un ser humano y esto se


consigue si uno depende solo de sí mismo. Lo fundamental para el cínico es la
autarquía, es decir la independencia de todo condicionamiento exterior, la
autosuficiencia, que puede aprenderse pero que requiere un esfuerzo. Atrás
queda todo aquello que considera que ya no le pertenece al sabio, la familia, el

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SÓCRATES Y LOS SOCRÁTICOS MENORES

dinero, la fama y sobre todo sus antiguos pensamientos. En cierta ocasión afirmó
que la mayor dicha era, sin duda, morir feliz.

Antístenes vivía según su propia ley, la que él mismo eligió para sí. Las leyes
establecidas y las convenciones sociales no eran importantes para este sabio, que
como todos los cínicos despreciaba las normas, las instituciones, las costumbres y
todo lo que representa una atadura para el hombre. Predicaba una vuelta a la
naturaleza como revulsivo a la domesticación social y cultural que se imponía en
las ciudades. Poseía una amplia cultura y escribió numerosos libros, de los cuales
actualmente tan solo se conservan 2 breves fragmentos.

CRATES DE TEBAS

Crates de Tebas era un ciudadano adinerado y de buena posición social, que


renunció a toda su fortuna para hacerse filósofo cínico. Fue discípulo de Diógenes
y maestro de Zenón de Citio. Crates, a diferencia de su maestro, era un hombre
amable y tranquilo, que le valió el sobrenombre de "el filántropo", así como el de
"abrepuertas", porque la gente le llamaba a sus casas para pedirle consejo y
charlar con él. Nació en Tebas aproximadamente en el año 368 A.C., pero
enseguida se marchó a Atenas para hacerse seguidor de Diógenes. Murió hacia el
año 288 a. C. Como todos los cínicos predicaba la autarquía y la sencillez dando
ejemplo con su vida y sus actos, y aunque su estilo fue menos agresivo que sus
predecesores, su actitud era la misma que los demás.

Para Crates la filosofía le libera de su esclavitud externa, en cuanto a la familia, la


propiedad o las costumbres sociales y le libera también de esclavitud interna, de
sus opiniones, manteniendo su radical libertad individual. Para conseguir vivir feliz,
es suficiente con lo mínimo, es esencial la frugalidad y la distancia con las
instituciones y las leyes.

Crates escribió bastantes obras de literatura en las que consiguió mantener un


buen nivel. Eran parodias que escondían mensajes éticos. Pretendía propagar los

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SÓCRATES Y LOS SOCRÁTICOS MENORES

principios de Diógenes, de una manera atractiva, y de esta manera consiguió


llegar a una audiencia bastante amplia.

DIÓGENES DE SINOPE

Nació en Sinope (Asia Menor) entre los años 413 a. C. y 400 a. C. y murió en
Corinto en el año 323 a. C. Fue desterrado de Sinope. Forzado por estas
circunstancias deambuló por Esparta, Corinto y Atenas, y en esta ciudad frecuentó
el cinosarges y se hizo discípulo de Antístenes, optó por llevar una vida austera y
adoptó la indumentaria cínica, como su maestro.

Desde sus comienzos en Atenas mostró un carácter apasionado. Pone en práctica


de una manera radical las teorías de su maestro Antístenes. Lleva al extremo la
libertad de palabra, su dedicación es criticar y denunciar todo aquello que limita al
hombre, en particular las instituciones. Propone una nueva valoración frente a la
valoración tradicional y se enfrenta constantemente a las normas sociales. Se
considera cosmopolita, es decir, ciudadano del mundo, en cualquier parte se
encuentra el cínico como en su casa y reconoce esto mismo en los demás, por
tanto el mundo es de todos.

La leyenda cuenta que se deshizo de todo lo que no era indispensable, incluso


abandonó su escudilla cuando vio que un muchacho bebía agua en el hueco de
las manos. Todo esto es posible pero se necesita un duro entrenamiento.
Diógenes, como todos los cínicos recomienda el entrenamiento para adquirir la
areté, ejercitarse tanto física como mentalmente para endurecerse y llegar a la
impasibilidad y a la autosuficiencia. La independencia se consigue con el esfuerzo.
Escribió algunos libros, que se han perdido. Eran de carácter breve y en forma de
máximas o sentencias agudas e irónicas.

Su muerte ha dado que hablar y actualmente no se sabe la verdadera causa.


Según algunos murió por su propia voluntad, suicidándose mediante la
"contención del aliento", dueño de su destino y del momento de su muerte, aunque
esto sería algo metafórico, pues es imposible morir por dejar de respirar

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SÓCRATES Y LOS SOCRÁTICOS MENORES

voluntariamente. Según otros murió de las mordeduras de un perro o de una


indigestión por comer pulpo crudo.

METROCLES E HIPARQUÍA

Metrocles hermano de Hiparquía y proveniente de una familia rica, nació en


Marinea (Tracia). Desde muy pequeño empezó a tener inquietudes filosóficas, y
gracias a que tenía mucho dinero se pudo dedicar a ello.

Era un niño tímido, y para reforzar su carácter sus padres decidieron confiarlo al
maestro Crates, que haciendo honor a su fama de duro aconsejó a Metrocles
fortificar su cuerpo. Estando Metrocles un día en uno de sus entrenamientos, se le
escapó una ventosidad involuntariamente, lo cual le pareció tan sumamente
humillante que se encerró en su habitación con la intención de dejarse morir de
hambre. Crates entró en el habitáculo e intentó convencer con palabras de que no
había hecho nada absurdo, sino que lo habría sido para la naturaleza no hacerlo;
luego el maestro empezó a soltar flatos para alentarlo con razones, y así fue que
tantas ventosidades escuchó el alumno que acabó acostumbrándose a ello y
rechazó la idea de quitarse la vida. Desde entonces Metrocles fue discípulo de
Crates y fue un célebre filósofo.

Murió a edad tardía estrangulándose con las manos, aunque se cree, dada la
imposibilidad de morir mediante este método, que en su lugar se ahorcó.

Su hermana Hiparquía fue una de las primeras mujeres filósofas, la única cínica.
Cuando tenía quince años sintió un profundo interés por la Escuela Cínica y
decidió seguir los pasos de Crates. Convivió con él y finalmente se casó con éste
a pesar de la oposición de su familia. Tanto deseaba casarse con Crates que
amenazó con suicidarse si no lo hacía. Hiparquía deseaba convertirse en cínica ya
que el modo de vida de una persona cínica era algo inusual.

Con él compartió una forma muy peculiar de vida cínica. Ambos decidieron llevar
este estilo de vida. Tuvieron al menos un hijo educado bajo los valores cínicos.

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SÓCRATES Y LOS SOCRÁTICOS MENORES

Durante el embarazo no abandonó sus ejercicios y cuando nació su hijo Pasicles


lo lavaba en la concha de una tortuga y además con agua fría.

Hiparquía siempre acudía a todas y cada una de las reuniones a las que acudía su
marido. Esta era rechazada radicalmente por la sociedad de la antigua Grecia ya
que en esta época las mujeres debían ocuparse sola y exclusivamente de las
labores domésticas y de tejeduría.

MENEDEMO

Filósofo de la secta de Fedón y discípulo de Caloto Lampsaceno. Provenía de una


familia noble. Se dice que era un gran supersticioso. Su vestimenta constaba de
una túnica oscura, en la cabeza un casco arcádico que tenía dibujado doce
signos, con calzado trágico, barba bastante larga y un bastón de fresno en la
mano. Los eretrienses lo enviaron a Megara, a la escuela de Platón, donde dejó la
milicia; allí conoció a Estilpón y ambos navegaron a Élide y conocieron a Mosco y
a Anquipilo, ambos discípulos de Fedón. Menedemo fue un hombre muy serio por
razón de Crates, que lo llamaba toro Eretrio y el esculapio Fliasio. Y Timón dice
que era muy vocinglero y fútil en cuanto hablaba. Dicen que era un hombre
sencillo y muy descuidado; además no guardaba ningún orden para la gente que
le oía porque no había asientos a su alrededor, sino que cada uno se sentaba
donde quería.

Apreciaba bastante a Arato y a Licofrón, poeta trágico; también a Antágoras


Rodio; pero más que a todos veneraba a Homero, después a los líricos. Los
discursos de Menedemo eran muy difíciles de comprender. Era de ingenio
cambiante e inventor de nuevas frases. Se dice que no escribió ni compuso nada.
Al principio este fue muy despreciado por la sociedad y los eretrienses lo llamaban
perro, más tarde rectificaron y lo admitieron en el gobierno de la república. Fue
embajador de Lisímaco y embajador de las cortes de Tolomeo.

Finalmente según Heráclides murió a los setenta y cuatro años de edad.

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SÓCRATES Y LOS SOCRÁTICOS MENORES

MENIPO

De origen fenicio fue filósofo y poeta en la escuela cínica. Se cree que fue el
propulsor de la sátira menipea escrita en verso y prosa. Se conocen muy poca
información sobre su vida en general. Fue esclavo liberto. Algunos filósofos
afirman que los libros donde se encuentra su nombre no son suyos, sino de
Dionisio y de Zopiro que se los entregaron a Menipo para que los pusiese en
orden. Los libros cínicos son trece: Funerarias, Testamentos, Cartas elegantes, En
persona de los dioses, A los físicos, Matemáticos y gramáticos, La generación de
Epicuro, La supersticiosa celebración epicúrea del día vigésimo del mes y otras
obras.

ONESÍCRITO DE ASTIPALEA

La vida de Onesícrito de Astipalea transcurrió entre el año – 380 a -300.


Acompañó a Alejandro Magno en una de sus investigaciones en la India. Este
intelectual está relacionado con la “escuela cínica”. Se conservan pocos
testimonios que hablen sobre él. Fue discípulo de Diógenes, aunque este cínico
no es muy conocido; empezó a ser más popular a partir de la llegada del ejército
macedonio a la India en su viaje con Alejandro Magno.

Onesícrito al igual que ocurrió con otros autores, escribió sobre la India en muchas
de sus obras.

A lo largo de su vida viajó por muchos países. Se dice de él que no se


consideraba un auténtico cínico, no fue como sus predecesores, pero su actitud y
la propagación del cinismo hizo que Diógenes Laercio le incluyera en su libro; el
nombre de Onesícrito figura en cualquier lista de filósofos cínicos.

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