La resiliencia, según la definición de la Real Academia
Española de la Lengua es la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas, pero en psicología añadimos algo más al concepto de resiliencia: no sólo gracias a ella somos capaces de afrontar las crisis o situaciones potencialmente traumáticas , sino que también podemos salir fortalecidos de ellas. La resiliencia implica reestructurar nuestros recursos psicológicos en función de las nuevas circunstancias y de nuestras necesidades. De esta manera, las personas resilientes no solo son capaces de sobreponerse a las adversidades que les ha tocado vivir, sino que van un paso más allá y utilizan esas situaciones para crecer y desarrollar al máximo su potencial. Para las personas resilientes no existe una vida dura, sino momentos difíciles. Se trata de una manera diferente y más optimista de ver el mundo ya que son conscientes de que después de la tormenta llega la calma. De hecho, estas personas a menudo sorprenden por su buen humor y nos hacen preguntarnos cómo es posible que, después de todo lo que han pasado, puedan afrontar la vida con una sonrisa en los labios. Resiliencia: Los 12 hábitos de las personas resilientes
A veces la vida nos pone a prueba, nos plantea
situaciones que superan nuestras capacidades: una enfermedad, una ruptura de pareja particularmente dolorosa, la muerte de un ser querido, el fracaso de un sueño largamente anhelado, problemas económicos… Existen diferentes circunstancias que nos pueden llevar al límite y hacer que nos cuestionemos si tenemos la fuerza y la voluntad necesarias para continuar adelante. En este punto tenemos dos opciones: dejarnos vencer y sentir que hemos fracasado o sobreponernos y salir fortalecidos, apostar por la resiliencia. Resiliencia: definición y significado La resiliencia, según la definición de la Real Academia Española de la Lengua es la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas, pero en psicología añadimos algo más al concepto de resiliencia: no sólo gracias a ella somos capaces de afrontar las crisis o situaciones potencialmente traumáticas , sino que también podemos salir fortalecidos de ellas. La resiliencia implica reestructurar nuestros recursos psicológicos en función de las nuevas circunstancias y de nuestras necesidades. De esta manera, las personas resilientes no solo son capaces de sobreponerse a las adversidades que les ha tocado vivir, sino que van un paso más allá y utilizan esas situaciones para crecer y desarrollar al máximo su potencial. Para las personas resilientes no existe una vida dura, sino momentos difíciles. Y no se trata de una simple disquisición terminológica, sino de una manera diferente y más optimista de ver el mundo ya que son conscientes de que después de la tormenta llega la calma. De hecho, estas personas a menudo sorprenden por su buen humor y nos hacen preguntarnos cómo es posible que, después de todo lo que han pasado, puedan afrontar la vida con una sonrisa en los labios. La práctica de la resiliencia: ¿Cómo podemos ser más resilientes? La resiliencia no es una cualidad innata, no está impresa en nuestros genes, aunque sí puede haber una tendencia genética que puede predisponer a tener un “buen carácter”. La resiliencia es algo que todos podemos desarrollar a lo largo de la vida. Hay personas que son resilientes porque han tenido en sus padres o en alguien cercano un modelo de resiliencia a seguir, mientras que otras han encontrado el camino por sí solas. Esto nos indica que todos podemos ser resilientes, siempre y cuando cambiemos algunos de nuestros hábitos y creencias. De hecho, las personas resilientes no nacen, se hacen, lo cual significa que han tenido que luchar contra situaciones adversas o que han probado varias veces el sabor del fracaso y no se han dado por vencidas. Al encontrarse al borde del abismo, han dado lo mejor de sí y han desarrollado las habilidades necesarias para enfrentar los diferentes retos de la vida. ¿Qué caracteriza a una persona resiliente? Las personas que practican la resiliencia: 1. Son conscientes de sus potencialidades y limitaciones. El autoconocimiento es un arma muy poderosa para enfrentar las adversidades y los retos, y las personas resilientes saben usarla a su favor. Estas personas saben cuáles son sus principales fortalezas y habilidades, así como sus limitaciones y defectos. De esta manera pueden trazarse metas más objetivas que no solo tienen en cuenta sus necesidades y sueños, sino también los recursos de los que disponen para conseguirlas. 2. Son creativas. La persona con una alta capacidad de resiliencia no se limita a intentar pegar el jarrón roto, es consciente de que ya nunca a volverá a ser el mismo. El resiliente hará un mosaico con los trozos rotos, y transformará su experiencia dolorosa en algo bello o útil. De lo vil, saca lo precioso. 3. Confían en sus capacidades. Al ser conscientes de sus potencialidades y limitaciones, las personas resilientes confían en lo que son capaces de hacer. Si algo les caracteriza es que no pierden de vista sus objetivos y se sienten seguras de lo que pueden lograr. No obstante, también reconocen la importancia del trabajo en equipo y no se encierran en sí mismas, sino que saben cuándo es necesario pedir ayuda. 4. Asumen las dificultades como una oportunidad para aprender. A lo largo de la vida enfrentamos muchas situaciones dolorosas que nos desmotivan, pero las personas resilientes son capaces de ver más allá de esos momentos y no desfallecen. Estas personas asumen las crisis como una oportunidad para generar un cambio, para aprender y crecer. Saben que esos momentos no serán eternos y que su futuro dependerá de la manera en que reaccionen. Cuando se enfrentan a una adversidad se preguntan: ¿qué puedo aprender yo de esto? 5. Practican la conciencia plena. Aún sin ser conscientes de esta práctica milenaria, las personas resilientes tienen el hábito de estar plenamente presentes, de vivir en el aquí y ahora y de tienen una gran capacidad de aceptación. Para estas personas el pasado forma parte del ayer y no es una fuente de culpabilidad y zozobra mientras que el futuro no les aturde con su cuota de incertidumbre y preocupaciones. Son capaces de aceptar las experiencias tal y como se presentan e intentan sacarles el mayor provecho. Disfrutan de los pequeños detalles y no han perdido su capacidad para asombrarse ante la vida. 6. Ven la vida con objetividad, pero siempre a través de un prisma optimista. Las personas resilientes son muy objetivas, saben cuáles son sus potencialidades, los recursos que tienen a su alcance y sus metas, pero eso no implica que no sean optimistas. Al ser conscientes de que nada es completamente positivo ni negativo, se esfuerzan por centrarse en los aspectos positivos y disfrutan de los retos. Estas personas desarrollan un optimismo realista, también llamado optimalismo, y están convencidas de que por muy oscura que se presente su jornada, el día siguiente puede ser mejor. 7. Se rodean de personas que tienen una actitud positiva. Las personas que practican la resiliencia saben cultivar sus amistades, por lo que generalmente se rodean de personas que mantienen una actitud positiva ante la vida y evitan a aquellos que se comportan como vampiros emocionales. De esta forma, logran crear una sólida red de apoyo que les puede sostener en los momentos más difíciles. 8. No intentan controlar las situaciones. Una de las principales fuentes de tensiones y estrés es el deseo de querer controlar todos los aspectos de nuestra vida. Por eso, cuando algo se nos escapa de entre las manos, nos sentimos culpables e inseguros. Sin embargo, las personas resilientes saben que es imposible controlar todas las situaciones, han aprendido a lidiar con la incertidumbre y se sienten cómodos aunque no tengan el control. 9. Son flexibles ante los cambios. A pesar de que las personas resilientes tienen una autoimagen muy clara y saben perfectamente qué quieren lograr, también tienen la suficiente flexibilidad como para adaptar sus planes y cambiar sus metas cuando es necesario. Estas personas no se cierran al cambio y siempre están dispuestas a valorar diferentes alternativas, sin aferrarse obsesivamente a sus planes iniciales o a una única solución. 10. Son tenaces en sus propósitos. El hecho de que las personas resilientes sean flexibles no implica que renuncien a sus metas, al contrario, si algo las distingue es su perseverancia y su capacidad de lucha. La diferencia estriba en que no luchan contra molinos de viento, sino que aprovechan el sentido de la corriente y fluyen con ella. Estas personas tienen una motivación intrínseca que les ayuda a mantenerse firmes y luchar por lo que se proponen. 11. Afrontan la adversidad con humor. Una de las características esenciales de las personas resilientes es su sentido del humor, son capaces de reírse de la adversidad y sacar una broma de sus desdichas. La risa es su mejor aliada porque les ayuda a mantenerse optimistas y, sobre todo, les permite enfocarse en los aspectos positivos de las situaciones. 12. Buscan la ayuda de los demás y el apoyo social. Cuando las personas resilientes pasan por un suceso potencialmente traumático su primer objetivo es superarlo, para ello, son conscientes de la importancia del apoyo social y no dudan en buscar ayuda profesional cuando lo necesitan.
Características de las personas resilientes
Las personas resilientes poseen tres características principales: saben aceptar la realidad tal y como es; tienen una profunda creencia en que la vida tiene sentido; y tienen una inquebrantable capacidad para mejorar. Además, presentan las siguientes habilidades: Son capaces de identificar de manera precisa las causas de los problemas para impedir que vuelvan a repetirse en el futuro. Son capaces de controlar sus emociones, sobre todo ante la adversidad y pueden permanecer centrados en situaciones de crisis. Saben controlar sus impulsos y su conducta en situaciones de alta presión. Tienen un optimismo realista. Es decir, piensan que las cosas pueden ir bien, tienen una visión positiva del futuro y piensan que pueden controlar el curso de sus vidas, pero sin dejarse llevar por la irrealidad o las fantasías. Se consideran competentes y confían en sus propias capacidades. Son empáticos. Es decir, tienen una buena capacidad para leer las emociones de los demás y conectar con ellas. Son capaces de buscar nuevas oportunidades, retos y relaciones para lograr más éxito y satisfacción en sus vidas. El modo de pensar de las personas resilientes Las percepciones y los pensamientos influyen en el modo como la gente afronta el estrés y la adversidad. El estilo de pensamiento de las personas resilientes se caracteriza por ser realista, exacto y flexible. Cometen menos errores de pensamiento (como la exageración o sacar conclusiones precipitadamente, sin evidencias que las corroboren) e interpretan la realidad de un modo más exacto que las personas menos resilientes. Los beneficios de la resiliencia Las personas más resilientes: Tienen una mejor autoimagen Se critican menos a sí mismas Son más optimistas Afrontan los retos Son más sanas físicamente Tienen más éxito en el trabajo o estudios Están más satisfechas con sus relaciones Están menos predispuestas a la depresión Qué contribuye a que una persona sea más resiliente El apoyo emocional es uno de los factores principales. Tener en tu vida personas que te quieren y te apoyan y en quien puedes confiar te hace mucho más resiliente que si estás solo. Permitirte sentir emociones intensas sin temerlas ni huir de ellas, y al mismo tiempo ser capaz de reconocer cuándo necesitas evitar sentir alguna emoción y centrar tu mente en alguna distracción. No huir de los problemas sino afrontarlos y buscar soluciones. Implica ver los problemas como retos que puedes superar y no como terribles amenazas. Tomarte tiempo para descansar y recuperar fuerzas, sabiendo lo que puedes exigirte y cuándo debes parar. Confiar tanto en ti mismo como en los demás. Enseñar resiliencia a los niños ayuda combatir futuros problemas Según explicaba el psicólogo Martin Seligman en una conferencia ofrecida en la convención nº 117 de la American Psychological Association, en los últimos 50 años los estadounidenses han mejorado su nivel de vida, pero los niveles de satisfacción y propósito en la vida no han aumentado, sino disminuido. “Esto ha sido especialmente perjudicial para los niños. Casi el 20% de los jóvenes experimenta depresión”. Estos efectos pueden continuar hasta la edad adulta causando diversos problemas, como insatisfacción laboral, muerte precoz, problemas de salud, relaciones insatisfactorias y mayores niveles de depresión. Sin embargo, Seligman explicó que enseñar a los niños a ser más resilientes, a tener una sensación de propósito en la escuela y a experimentar más emociones positivas, puede protegerlos de la depresión, aumentar su satisfacción en la vida y mejorar su potencial de aprendizaje. Se crearon dos programas destinados a enseñar estas habilidades en los colegios: el Penn Resiliency Program (PRP) y el Positive Psychology program (PPP). El PRP tenía como objetivo enseñar a los adolescentes a manejar los estresores y problemas diarios comunes entre ellos. Este programa promueve el optimismo ayudándoles a pensar de manera más realista y flexible y les enseña habilidades de resolución de problemas, toma de decisiones, técnicas de relajación y cómo ser más asertivos. Seligman y su equipo revisaron más de 19 estudios que han usado el PRP y encontraron que aumentaba el optimismo y reducía los síntomas depresivos, la desesperanza y los niveles de ansiedad. El segundo programa, PPP, estaba destinado a que los estudiantes identificaran sus fortalezas de carácter (amabilidad, coraje, perseverancia, etc.) y las incorporaran en la vida diaria. Los estudiantes que participaron en este programa sentían mayor satisfacción e implicación en clase, eran más curiosos sobre lo que estaban haciendo, les gustaba aprender y eran más creativos. Además, sus familias los consideraban más asertivos y empáticos, con más autocontrol y con un mayor deseo de cooperar que los chicos que no participaron en el programa. Según Seligman, es importante empezar a enseñar a los niños a ser más resilientes en los años escolares, para inculcarles el pensamiento positivo y la resiliencia de manera que puedan servirles para afrontar retos futuros.
Descubre cómo desarrollar
la resiliencia Aunque es cierto que unas personas son más resilientes que otras, la resiliencia no es algo que unos tengan y otros no, sino que se trata de una serie de habilidades que se pueden desarrollar. Para ello, puedes hacer lo siguiente: 1. Cultiva un círculo de amistades cercanas y buenas relaciones familiares, porque estas son la personas que te van a escuchar y apoyar en los momentos difíciles, haciéndote más resiliente. 2. Usa un pensamiento constructivo. Piensa de forma realista. Es decir, no veas los problemas o las crisis como catástrofes terribles e insoportables, sino como retos que has de superar. Procura tener una perspectiva amplia y pensar que esos problemas no van a durar para siempre, sino que acabarán pasando. Piensa que tienes la capacidad suficiente como para afrontarlos y encontrar soluciones. No cometas errores de pensamiento 3. Desarrolla metas y objetivos. Establece metas realistas que te ayuden a empezar a cambiar las cosas que deseas cambiar. Haz algo con regularidad, aunque solo suponga un pequeño paso en la dirección hacia la que deseas avanzar 4. Acepta la realidad. Quien se niega a aceptar la realidad tal y como es nunca podrá cambiarla. Y esto es así por dos motivos: o bien la niegas y cierras los ojos para no verla, lo que implica no hacer nada; o bien te enfureces tanto maldiciendo al mundo, al destino o a los dioses de todas las religiones, que eres incapaz de pensar. Y si no puedes pensar no solucionarás nada. Por otra parte, a veces las cosas no se pueden cambiar en el presente y es necesario saber tener paciencia y esperar. Lo que no tiene arreglo hoy puede tenerlo mañana. Mientras tanto, acepta las cosas como son tratando de sentirte lo mejor posible con lo bueno que tienes en tu vida. 5. Actúa. Cuando estás ante una adversidad, intenta hacer todo lo que puedas aunque tus intentos parezcan no conducir a nada. Si estás actuando es porque estás pensando soluciones. No importa si muchas de esas soluciones son ineficaces, lo importante es que estás usando tu mente y estás actuando y eso hará que tarde o temprano logres algún avance o encuentres una idea. Si no haces nada, los problemas no desaparecerán por arte de magia. 6. Confía en ti. A veces, un problema resulta tan difícil de resolver que nos parece imposible que podamos hacerlo. Este modo de pensar puede conducir a un sentimiento de impotencia, de estar atrapado sin poder hacer nada. Pero realmente no sabes lo que puedes hacer hasta que lo intentas. Por muy difícil que parezca en este momento, no dejes de pensar que, tarde o temprano encontrarás el modo y hallarás la solución. Eso es lo que significa confiar en ti y en tu propia capacidad para afrontar lo que la vida te traiga. 7. Sé optimista, aunque sin dejar de ser realista. Ser optimista significa esperar que ocurran cosas buenas en tu vida, que la situación mejorará en el futuro, que eres capaz de controlar tu vida y hacer los cambios necesarios y que la vida puede traerte momentos maravillosos que compensen los momentos amargos. 8. Aprende a crecer con tus problemas. Los problemas o las crisis son retos que te encuentras en la vida y que te empujan a sacar lo mejor de ti, a ser fuerte, a pensar y buscar soluciones, a actuar. A menudo te empujan a cambiar tu punto de vista y hacerlo más amplio y flexible, te hacen madurar y te hacen ver el mundo y a los demás de un modo más realista. De ti depende que los golpes que te da la vida te vuelvan mejor persona o te vuelvan un ser resentido y amargado por la “injusticia de la vida”. Esos golpes pueden hacerte más empático, más tolerante con la debilidad humana (la misma que has visto en ti en momentos de crisis), pueden ayudarte a comprender comportamientos y actitudes que no comprendías, pueden enseñarte acerca de tu propia fuerza interior. Los momentos de crisis pueden servir también para ver con claridad cuáles son las personas que valen la pena en tu vida, aquellos con los que de verdad puedes contar y empezar a apreciarlos más al ver su apoyo y su cariño en tiempos duros. Si sabes utilizarla y sacar partido de ella, la adversidad puede ayudarte a ser mejor persona. Por supuesto, no queremos que nos pasen cosas malas, pero si nos pasan, al menos podemos aprovecharlas para sacar algo positivo de ellas. En una ocasión escuché una frase en una serie de televisión (Mentes Criminales) que me llamó la atención. Venía a decir que algunas personas que han sido severamente maltratadas en su infancia se convierten en maltratadores o criminales; pero otros se convierten en los que los capturan. Lo que la adversidad hace de ti, depende en gran parte de tu propia actitud. 9. Y, por último, no te olvides de mantener el sentido del humor ante los problemas. Los seis estilos emocionales 1. Resiliencia. Hace referencia a la velocidad con la que una persona puede recuperarse de la adversidad. Algunas personas tardan mucho en volver a su estado inicial, mientras que otras se recuperan con gran rapidez 2. Perspectiva. Hace referencia a la persistencia de las emociones positivas. Es decir, si sucede algo que te produce alegría, ¿cuánto tiempo dura esa alegría? Está relacionado con el optimismo y la tendencia a ver el mundo de manera positiva o negativa. Si eres pesimista y tiendes a pensar que tras cada alegría llega una desgracia, entonces es muy posible que las emociones positivas te duren muy poco y que pases mucho más tiempo en un estado emocional negativo. 3. Intuición social. Hace referencia a lo buena (o mala) que es una persona a la hora de leer a los demás e interpretar sus señales no verbales relacionadas con las emociones. 4. Conciencia de sí mismo. Hace referencia a la exactitud con la que una persona es capaz de darse cuenta de sus propias señales corporales relacionadas con las emociones, como la frecuencia cardiaca, sudoración, tensión muscular… Por ejemplo, si tienes una contractura muscular, ¿sabes si se debe al estrés, a la existencia de un problema emocional, a una mala postura…? Si tu corazón late con fuerza, ¿es por ansiedad, por la cafeína que acabas de tomar…? Algunas personas son muy conscientes de lo que está pasando dentro de ellas, mientras que otras apenas lo son. 5. Contexto. Hace referencia a la sensibilidad al contexto. Algunas personas son capaces de adaptar sus respuestas emocionales al contexto en que se encuentran. Por ejemplo, el modo como expresan sus emociones ante sus parejas no es el mismo que ante sus jefes o consideran que ciertas expresiones emocionales no son apropiadas en ciertos contextos. En cambio, otras personas apenas hacen distinciones según el contexto. 6. Atención. Aunque la atención no se suele considerar parte de nuestras emociones, la atención y las emociones están íntimamente unidas. Los estímulos capaces de suscitar en nosotros respuestas emocionales son estímulos que atraen nuestra atención de forma natural. Si caminas por una calle solitaria y oyes el llanto de un bebé, casi con toda seguridad dirigirás tu atención hacia el lugar de dónde procede. La persona que sabe controlar mejor su atención, será más capaz de concentrarse en lo que está haciendo y no distraerse con facilidad por los estímulos ambientales. Por ejemplo, imagina que estás trabajando en un informe que tienes que presentar enseguida y se inicia una terrible discusión en tu empresa. Aunque inicialmente volverás tu atención hacia ella, ¿hasta qué punto serás capaz de seguir trabajando mientras continua la discusión? O más bien: ¿Tienes la capacidad para decidir si prestas atención a la discusión o a tu trabajo o, por el contrario, serás incapaz de volver al trabajo hasta que termine la discusión? ¿Necesitarías cambiar algunos de tus estilos emocionales? Entre los estilos emocionales no hay necesariamente un patrón que sea mejor que el otro. Como explica Davidson, una persona con una baja intuición social suele ser el tipo de persona que interactúa mejor con las máquinas; puede ser, por ejemplo, un buen informático y tener éxito en su vida, aunque posiblemente no pasará mucho tiempo socializando. Y eso no es ni bueno ni malo. Si hablamos de la resiliencia, es posible que pienses que es mejor ser resiliente para superar con rapidez la adversidad. No obstante, verse más afectado que los demás por los sucesos negativos y tardar más en recuperarse no es necesariamente algo negativo, pues al dedicar más tiempo a procesar lo sucedido, puedes profundizar más en ti mismo y aprender más de la experiencia. Lo importante es ser lo bastante resiliente como para no quedarse atascado y traumatizado durante años. En general, si observas tus estilos emocionales, puedes darte cuenta de cuáles son aquellos en los que necesitas hacer algún cambio porque te están creando problemas. Un modo de empezar a mejorar tus estilos emocionales consiste, según explica Davidson, en practicar meditación mindfulness, porque mediante esta práctica aprendes a prestar atención sin juzgar. Uno de los principales problemas con las emociones negativas es que en vez de prestarles atención sin juzgar, lo que hacemos es todo lo contrario, y esto lleva a la rumiación obsesiva y a la persistencia de la emoción. Si aprendemos aprestar atención a nuestras emociones sin juzgarlas, nos volveremos más resilientes. Además, la meditación mindfulness te ayuda también a familiarizarte más con tu propia mente. 5 consejos para aumentar la resiliencia: 1.Cultivar las relaciones interpersonales. Tener un entorno familiar y social que nos provea de apoyo y consideración nos ayudará a enfrentarnos a las adversidades, mucho más que si estuviéramos solos. 2.Sé positivo. Es importante ver el futuro con optimismo y creer que a pesar de nuestros problemas siempre se puede salir adelante. 3.Sé realista pero flexible. Ser capaz de ver una situación tal cual es y aceptarla es muy importante, pero debemos igualmente adaptarnos y entender que el cambio forma parte de la vida. 4.Ponte metas, haz planes, establece objetivos y da el paso. Es importante que tengamos claros cuáles son nuestros objetivos y que actuemos para alcanzarlos. 5.Desarrolla la inteligencia emocional. Conocerse a sí mismo es necesario a la hora de afrontar situaciones difíciles y la inteligencia emocional supone el conocimiento de nuestras propias emociones, significa entender lo que sentimos, identificar cuando debemos controlarnos, evitar actuar de manera impulsiva y aprender a sentir de manera coherente con lo que nos pasa.