Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Seguramente si el evangelio
hablara de un amor de Dios que todo lo tolera, y de ángeles enviados a
favorecernos, cuidarnos, protegernos, guiarnos y darnos toda clase de
comodidades y licencias; no dudo que este evangelio tendría muchos
seguidores.
Donde hay un cristiano tiene que haber buena levadura, tiene que permear y
fermentar toda su Jerusalén, luego tiene que hacerlo con su Judea, después
pasarse a Samaria, y así hasta lo último de la tierra.
Así es el evangelio, no sólo toca el “aspecto espiritual”. Es que el hombre de
Cristo no vive una dicotomía, por un lado el área espiritual y por otro lo demás.
Si el “todo lo demás” no está incluido en lo espiritual es posible que nos hallemos
predicando otro evangelio.
Tan espiritual debe ser para Dios un momento sublime de oración y
derramamiento de la vida en su presencia, como espiritual debe ser el cristiano
que en medio del ajetreo de la vida tiene que lidiar con las cosas que no le
gustan, como manejar en una autopista atorada de vehículos, o tener que
presentar un examen en la universidad.
Las implicaciones temporales del evangelio afectan toda la vida individual y toda
la vida externa. Afectan a la Iglesia como tal, y afectan al mundo externo en que
ministra y se mueve esa Iglesia. El evangelio no es solo la vida típica de la Iglesia:
culto, cantos, predicación, reuniones, compañerismo. El evangelio, es como
Jesús: caminar las calles diarias de la vida e ir “haciendo bienes”; es tocar vidas
e ir dejando las “marcas de Cristo y su cruz” por donde quiera que vayamos.
¡Qué lucha continua tiene Dios con nosotros! Constantemente nos inclinamos
hacia uno de los extremos. Dice el misionero Bill Prittchet: “Cuando uno no puede
ver un extremo de la cuerda, lo más seguro es que está parado en el otro
extremo”.
Pero lamentablemente esos evangelios fáciles, cuya tónica son las ofertas
utilitarias, crean una generación de creyentes sin espíritu de siervos. Estos son
los que cuando oran, dicen: “Señor, Yo quiero, Yo deseo, Yo pienso, Yo siento,
Yo opino, Yo pido…a Mi me gusta, a Mi me parece,… ¡Vamos, por favor!, ¿Quién
es el que debe estar en control: Jesucristo o el creyente que ha endiosado su
propio Yo?
Pareciera que han tergiversado la parábola, y en vez de que el Señor diga:
“Amárrate el delantal y sírveme”, ellos se sientan en el trono, y quieren que Jesús
siga siendo “siervo” de ellos. Sí, es verdad, Él un día dijo “El Hijo del hombre no
vino, para ser servido, sino para servir” (Mateo 20.28). ¡Pero ya Él sirvió, y lo hizo
con humildad, lo hizo bien, lo hizo con amor; y nos dejó el ejemplo para que
hagamos lo mismo ahora.