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Pensar el tiempo
Comisión de Cultura
Sen. Blanca Alcalá Ruiz.
Presidenta
PROEMIO 9
PRESENTACIÓN 13
CAPÍTULO I
,SQFVIWXMIQTS]TSHIV%PKYREWVIJPI\MSRIW
HI3GXEZMS4E^IRXSVRSa la historia de México.69
El país prehispánico 71
CAPÍTULO II
Hombres, tiempo y poder. Reflexiones
de Octavio Paz en torno a la Conquista y
el tiempo novohispano 83
La Conquista 83
El escenario colonial 87
CAPÍTULO III
Otras reflexiones de Paz sobre la ,istoria:
los siglos XIX y XX 103
La Independencia 103
La Reforma y el Porfiriato 107
La Revolución de 1910 115
CAPÍTULO IV
Historia, cultura y poder:
Paz y el sistema político mexicano 127
CAPÍTULO V
Tiempo fechado: el mexicano y su
relación con sus semejantes, sus
superiores y sus súbditos. 153
CAPÍTULO VII
El escenario claroscuro.
Otras particularidades de Asia en el siglo XX 195
Japón 196
India 199
China 203
CAPÍTULO VIII
El escenario claroscuro del siglo XX.
Algunos puntos en América 0atina 213
CAPÍTULO IX
De cercanías y alejamientos.
Algunas reflexiones de Octavio Paz
en torno almarxismo y los marxistas 231
El marxismo de Marx y el
marxismo de Stalin 235
CAPÍTULO X
Colaboracionistas e incurables. Reflexiones
en torno a algunos protagonistas
del pensamiento 249
Justo Sierra 250
Antonio Caso 252
José Vasconcelos 254
Samuel Ramos 257
Alfonso Reyes 258
CAPÍTULO XI
Juntos, revueltos… distintos. Ortodoxos y renegados
en la creación artística mexicana.
Una apreciación política a partir de Octavio Paz
La Escuela Mexicana de Pintura:
Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y
José Clemente Orozco 279
Lejos y cerca de la Escuela Mexicana de Pintura:
El caso de Rufino Tamayo 290
CAPÍTULO XII
De más allá de la frontera, de más allá del mar:
Intelectuales correctos e incorrectos 299
José Ortega y Gasset 299
Jorge Luis Borges 304
Luis Buñuel 307
André Breton 310
Jean Paul Sartre 313
Y un pintor: Pablo Picasso 316
CAPÍTULO XIII
La revuelta y la vuelta temática, las mujeres mexicanas
en El laberinto ¿de la soledad? 325
CAPÍTULO XIV
Más allá del género. Más allá del ensayo o
del aforismo: Sor Juana Inés de la Cruz 339
CAPÍTULO XVI
Tiempo fechado, la interpretación paciana
sobre el conflicto en algunas subregiones
de Chiapas en el año de 1994. 377
CAPÍTULO XVII
Tiempo fechado: el campo y los campesinos
mexicanos en la visión de Octavio Paz 393
Bibliografía 421
L
a obra de Octavio Paz es insondable. En este año que con-
memoramos el centenario de su natalicio, muchas universida-
des del país, así como centros de investigación e instituciones
gubernamentales seguramente habrán de hacer muchos seminarios y
pláticas alrededor de la vida y obra del poeta, ensayista y político, Octavio
Paz. La Comisión de Biblioteca y Asuntos Editoriales del Senado de ka
República, se onra en contribuir a esta celebración con la publicación
del libro del Dr. Erwin Refríguez, Octavio Paz: Pensar el tiempo.º Espero
que esta celebración esté llena no sólo de recuerdos de lo que fue su
obra y de lo que significó para una generación entera de intelectuales
y artistas, sino también de lo que puede llegar a ser la obra de un
poeta como Paz para la generaciones presentes y futuras a la luz de
nuevos y más complejos fenómenos sociales, experiencias sensibles y
puntos de quiebre y retorno. Dicho en palabras de Paz,
Todo parece una gigantesca equivocación. Todo ha pasado como
no debería haber pasado, decimos para consolarnos. Pero somos
nosotros los equivocados, no la historia. Tenemos que aprender a
mirar cara a cara la realidad. Inventar, si es preciso, palabras nuevas
e ideas nuevas para estas nuevas y extrañas realidades que nos
han salido al paso. Pensar es el primer deber de la “inteligencia”.
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Proemio
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Erwin Rodríguez Díaz
En Enrique Krauze, Redentores. Ideas y Poder en América Latina, México, Random House Mondadori,
2013, p.158.
Alberto Ruy Sánchez, Una introducción a Octavio Paz, México: FCE, 2013, p.16.
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Presentación
Juan María Alponte*
M
i colega, el profesor Erwin Rodríguez Díaz, me propuso que
hiciera una presentación para su libro. El tema, Octavio Paz, es
siempre apasionante y, su texto, pasmoso en muchos aspectos
será, en la cadena filosófica, literaria y cultural en busca de Octavio Paz,
un notable y extraordinario ascenso hacia la visión, como totalidad, de un
hombre, llamado Octavio Paz. Un hombre que apasiona, contradice,
exalta, incomoda, perturba, sobresalta e intimida al aproximarse a él.
Los que le conocíamos sabíamos una cosa difícilmente inteligible o
aceptable: que algo de él estaba en otra parte.
Su palabra, como su silencio, enriquecía el diálogo y, a la vez, pertur-
baba. Para muchos, pese al don –como el río– de su palabra, muchas
veces prodigiosa, Octavio Paz no se entregaba nunca o no lo asumía,
sin más, el tránsito hacia el tumulto, hacia muchos otros, hacia el grito.
Su mesura, que era en él su radicalismo –su ir derecho a la raíz y no
a la apariencia– permitía lo que más de una vez se le reprochó sin
clemencia: que se negaba a participar en el banquete de los tópicos,
sobre todo en los tópicos políticos. Para él la política era una forma,
concreta de la cultura de un pueblo. Su forma de convivir o de desvivir.
*
Juan María Alponte, ha publicado 37 libros sobre diversos temas. Es profesor titular de la Facultad de
Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Ha sido galardonado con la Medalla al Mérito Académico de la
UNAM y la Medalla “Ernesto Enríquez Coyro” de la Facultad. Ha recibido las Palmas de Oro de la televi-
sión por sus programas en el Canal 2.También el Premio Internacional “Gold Mercury” por su aportación
a la cultura que le concediera en Roma The International Organization for Coperation.
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Erwin Rodríguez Díaz
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yo soy mis pasos, oigo las voces que yo pienso, las voces
que me piensan al pensarlas. Soy la sombra que arrojan
mis palabras.
Octavio Paz, Pasado en claro
E
l compromiso de Octavio Paz con la visión universal –el manantial
de las presencias plurales– es claro, aun cuando reiteradamente
aborda temas relacionados con diversas particularidades geográ-
ficas y culturales. Esto es, a pesar de sus múltiples acercamientos a
nuestro país y a otras naciones, su análisis parte de una referencia
global. Para el poeta, la querella entre el cosmopolitismo y sentimiento
local es un asunto superado desde todo punto de vista. Lo universal se
fortalece con lo particular y viceversa: es más, lo universal existe como
suma de los referentes locales. En la actualidad, ante un mundo más
complejo y, paradójicamente, más conocido, las preguntas comienzan
a ser las mismas en todas las geografías. Por supuesto, también se han
comenzado a generar respuestas más parecidas en un apresurado y
frecuentemente irregular tránsito hacia la homogeneidad. Se llega a lo
universal a través de lo local: a la generalidad por la búsqueda concreta
de lo que hay en cada ser humano*.
Nota del autor: *En este resumen se prescinde de las referencias de pie de página. En los capítulos que
siguen se enumeran las fuentes a las que se recurrió para cada tema. Esas mismas fuentes han sido
utilizadas aquí, pero no se citan en el lugar tradicional, para evitar dificultades en la lectura.Ya podrá el
lector saber de dónde provienen las ideas que aquí se apuntan, cuando revise los capítulos correspon-
dientes. Reitero: es mi lectura de la obra paciana.
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todavía no estaban en sus mentes juveniles. Fue una fiesta de las mexi-
canidades contradictorias: de bailes y balas, de gases lacrimógenos y de
abrazos fraternos; de pesadillas y erotismos. De amores emergentes y
vehículos artillados. Fue un evento de transgresiones y de vuelta final
–forzada– al lugar de cada quien.
La rebelión juvenil internacional nació cuando nadie la esperaba y se
diluyó en circunstancias parecidas. Hasta los años sesenta, la rebelión
se extinguió y la crítica dejó de oírse con algunas excepciones tales
como el feminismo y el conservacionismo ambiental. De todas ma-
neras, hubo un actor inesperado de la revuelta juvenil y ese papel les
correspondió a los terroristas en varios puntos del escenario interna-
cional. Los herederos de los críticos y disidentes alegres de los sesenta
fueron los violentos y minoritarios de una década posterior. La violen-
cia del poder trajo consigo la violencia de los disidentes.
No fue un proceso mecánico, ni mucho menos; fue una tendencia
política llena de complicaciones todavía no bien entendidas. De todas
maneras, los violentos de los sesenta, en un esquema recurrente, jus-
tificaron otra vez a los autoritarios.
Para Paz, existió una inversión en el esquema revolucionario del
bolchevismo, mismo que suponía la necesidad de apropiarse del Esta-
do y establecer desde ahí el terror ideológico. En el resultado opuesto,
los activistas se instalaron en una propuesta de terror, en donde su
condición de minoría fatal la remitió a las acciones para atemorizar al
Estado y, sobre todo, a la sociedad. A falta de convencer, se pretende
mostrar el músculo violento y la inutilidad de cualquier práctica cívica
de convivencia. Se buscaba atemorizar para paralizar y paralizar para
que la sociedad dejara de ser un sustento del Estado al que se preten-
día poner fin. El terrorismo ha sido el reconocimiento de la fatalidad;
es decir, de la derrota final para la causa que se defiende. Sobre todo,
cuando se trata de los radicales de izquierda, ya sin muchas banderas
atrayentes como resultado de la derrota histórica, por lo menos tem-
poral, del marxismo.
Algunos grupos, en algunos países, evolucionaron hacia propuestas
menos descabelladas y se inscribieron en la social-democracia o en
el eurocomunismo. En este nuevo escenario, el ambiente para los
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excitada para exigir la quema de todos los libros del poeta. “¡Con
este monigote, hecho de trapo sucio y papel, arde el mismísimo
teórico de la burguesía y de los gringos!” y el monigote ardió a toda
plenitud.
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Por eso mismo, las ideas del poeta debían ser silenciadas recurriendo al
linchamiento de la no lectura, a fin de que fuera moderando sus juicios
sobre la rebelión indígena de Chiapas. Ocasionalmente, Paz fue acusa-
do de “feminoide”, con ánimo muy violento, no sólo por el contenido
de sus textos literarios, sino por otras facetas supuestas de su vida
personal. Juan José Gurrola, un dramaturgo muy conocido en el país,
amenazó a Paz por sus críticas hacia el gobierno de Cuba. Le advirtió
que iba a convertir los ojos del poeta “en bolas de un ábaco enlo-
quecido”. De tí –le decía Gurrola– ya nos encargaremos. En la Es-
cuela de Trabajo Social, un grupo de activistas inició la recolección de
firmas para solicitar al Fondo de Cultura Económica que no volviera
a publicar las obras de Paz, ya que de lo contrario, la editorial tendría
que atenerse a las consecuencias. La colecta de firmas se suspendió
de repente.
Con toda seguridad, no hay en la historia contemporánea del país
muchos casos de intolerancia tan frontal como la de los radicales
de 1968 y sus herederos. Por supuesto, con la excepción de algunas
quemas “simbólicas” de La Democracia en México, de Pablo Gon-
zález Casanova, considerado un texto reformista por los radicales
del Movimiento Estudiantil. En el caso de Paz, en el linchamiento
participaron tanto radicales de izquierda como algunos personajes
ultraconservadores, para hacer valer el lugar común de que los ex-
tremos se juntan. En este caso, encontraron puntos de coincidencia,
más frecuentes de lo que comúnmente se supone. Álvaro Cepeda
Neri, por ejemplo, afirmaba que él, como lector, no cambiaría un
solo verso de Pablo Neruda por toda la poesía de Octavio Paz. Por
aquellos mismos años, un periodista conservador acusó, varias veces,
a Paz de ser “un poeta pervertido”. Un poeta “de tercera, que cobra
y vive como de primera”.
El autor de El laberinto de la soledad, realizó un recuento de sus
relaciones con los intelectuales mexicanos y, especialmente, con los lla-
mados de izquierda. Paz, como ya se señaló antes, no negaba méritos a
los poetas y artistas que profesaron esa ideología en su oportunidad.
Empero, afirmaba que toda creatividad dominada por la ideología es
un camino, por lo menos, equivocado. A lo largo de su crítica a los
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En este orden, Octavio Paz hizo una crítica frontal a la llamada “Es-
cuela Mexicana de Pintura”, a la que consideraba un arte de buen nivel,
pero contaminado por los servicios que le prestó, durante muchas
décadas, al poder y a los sedicentes herederos de la Revolución Mexi-
cana.También y de manera muy prominente al llamado socialismo real
en otras latitudes del mundo. Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros;
hicieron un arte de partido, apropiado para un régimen autoritario,
cada vez más necesitado de una ideología mural para legitimarse. Así, la
Escuela Mexicana de Pintura fue una inmersión en la demagogia plásti-
ca, tolerada –y casi siempre pagada, directa o de manera subrepticia–
por el régimen capitalista y paradójicamente, muy proclive al discurso
de los radicales de izquierda. Siempre y cuando se trate de promover
un socialismo en abstracto, filosóficamente simplista, de lejitos y en los
muros estáticos.
Contra todo lo que puede parecer a primera vista, a la par de sus
críticas a los intelectuales de izquierda, el autor de El laberinto de la
soledad siempre consideró a esa corriente de pensamiento y de accio-
nes como el interlocutor con el que debería –y valía la pena– debatir.
Sólo con estos personajes u organizaciones era válido sostener una
discusión en torno a los asuntos de la sociedad mexicana e interna-
cional. Paz trazó su raya con respecto al pensamiento de la derecha
mexicana y de los conservadores en general.
Siempre creí y creo que mi interlocutor natural era el intelectual
llamado “de izquierda”. Fue algo muy importante en mi formación
[…]lo único que sé es que mi diálogo –a veces mi discución– es
con ellos. No tengo mucho que hablar con los otros […]
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E
n este capítulo se examinan algunas ideas de Octavio Paz re-
lacionadas con la historia de México.1 El poeta Paz no hace
una descripción, sino que –para utilizar las palabras de él mis-
mo acerca de Juan Rulfo– nos acerca a una visión reflexiva y crítica
sobre nuestro paisaje histórico. Es decir, no nos entrega un apunte
fotográfico o una pintura impresionista; sino sus intuiciones y ob-
servaciones personales surgidas alrededor de nuestros pasados y el
presente.2 Bajo esta premisa, nos propusimos un texto relativamente
alejado de la síntesis histórica: sólo se pretende reunir y, de alguna
manera, ordenar las reflexiones pacianas en torno a los diversos
tiempos del país. Ahora bien, los acercamientos a la historia mexi-
cana son presentados por el poeta en una periodización diferente y
heterodoxa.3 Para el poeta, los tiempos históricos mexicanos son en
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El país prehispánico
La pirámide, que es tiempo petrificado y a su vez espacio-símbolo,
representa también una imagen descriptiva del Estado azteca y sus
redes descendentes.12 Ahí también se refleja la esencia de su origen:
conservar la especie humana y el orden universal mediante la prácti-
ca de las guerras y los ritos solares. El pueblo mexica se identifica con
ese ejercicio de guerra-rito y, por eso mismo, al igual que la deidad
tutelar, cada nuevo día genera vida, combate, muere y renace.13 Para
los pueblos del Valle de México, la figura piramidal era una repre-
sentación del mundo y su centro mítico –después de Tula, la cual
no llegó a serlo totalmente– que era México-Tenochtitlan, la ciudad
colocada justamente en la meseta, en la parte alta de la pirámide
truncada.14 Los señores de le guerra de esa ciudad-imperio, en el
marco de su propia cosmovisión, eran los guerreros del Astro Rey y,
en consecuencia, del pueblo elegido.15
En ese conjunto solar, el poder mexica recreaba las jerarquías te-
rrenales de la totalidad. Los gobernantes son un enlace entre los
ritos religiosos o políticos y la autoridad de unos pueblos con otros y
sobre otros.16 El poder militar y religioso del altiplano en Mesoamé-
rica, se relaciona con el mandato ancestral y se corresponde con
el ritmo-función-quehacer del universo; el cual es, simultáneamente,
crear y destruir, juego y sacrificio.
Este es un escenario inalterable, a no ser por algún acuerdo, en
sentido contrario, de las deidades tutelares.17 En ese orden, los dio-
ses constructores del escenario, también viven y mueren al crear la
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este principio que sí fue desafiado por los mexicas y sus aliados en
el Valle de México.26 Tampoco es fácil de entender la aceptación pa-
siva, casi fatal, de los pueblos dominados, mismos que adoptaron una
identidad a partir de una Ciudad-Estado, que los mantenía en situación
de súbditos.27
Por razones muy complicadas y con frecuencia contradictorias,
durante mucho tiempo, se consideró que en México-Tenochtitlan se
había alcanzado el nivel más alto de desarrollo en la historia de Me-
soamérica. Esta creencia se nutre y, a su vez, sustenta al centralismo
cultural y político nacido del mundo mexica, mismo que ha permane-
cido por siglos solamente con algunas variaciones. En buena medida, la
construcción cultural-ideológica de la idea mesoamericana parte de
la propuesta con origen en la metrópoli situada en el principal altipla-
no de Mesoamérica.28 Esta lectura de la historia fue tomada por los
españoles y recreada durante mucho tiempo por ellos, con la finali-
dad de asegurar una cultura del dominio o, por lo menos, de hacerla
menos gravosa en términos militares.29 Al fin y al cabo, si se mantenía
el poder colonial sobre el espacio mejor desarrollado, la dominación
hispana se facilitaba en todos los puntos de Mesoamérica.30
Siglos antes de la llegada de las aztecas al valle de Anáhuac se dio
el ascenso civilizatorio en Teotihuacan y Tula. Por eso mismo no se
debe caer en el error de estudiar la trayectoria del altiplano desde
una perspectiva exclusivamente nahoa y menos aun desde el imperio
azteca, cuyo desarrollo fue bastante tardío en relación con el resto
del complejo nahuatlaca.31 De todas maneras, ahora podemos situar
el máximo desarrollo de Mesoamérica hacia el siglo IX y no fue pre-
cisamente el tiempo de los mexicas.32 En realidad, los grandes avances
civilizatorios se debieron a la coexistencia cultural de toltecas, nahoas,
olmecas, Teotihuacanos, etcétera, en la altiplanicie del país. La conviven-
cia no era pacífica ni mucho menos, al contrario, su legado cultural, con
un amplio registro en los muros sobrevivientes, hace una permanente
referencia a batallas, sacrificios humanos y a grandes personajes de la
guerra. Existen señores jaguar, señores águila, canibalismo ritual, marcas
de fuego en los esclavos y otros referentes violentos.33
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De todas maneras, los mexicas se asumían como el Pueblo del Sol y esta
deidad-centro cósmico les exigía también construir alianzas y lealtades
en o con los pueblos conquistados. Los dioses del Valle de México
podían cambiar de nombre –de presentaciones físicas, incluso– pero
eran los mismos en cualquier lugar donde los guerreros hubieran
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51. Octavio Paz, El Laberinto de la soledad, op. cit. pp. 102-103. “…el tiempo era…algo concreto…que se gasta y
consume. De ahí la necesidad de los ritos y los sacrificios…además de constituir algo vivo…era una sucesión
que regresa. Un tiempo se acaba; otro vuelve…” El fin del tiempo era inexorable.
52. Ibid., p. 98.
53. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit. pp. 98-99. Cfr. Octavio Paz, “Reflexiones de un Intruso”, Vuelta,
número 122, México, enero de 1987, p. 22.
54. Ibid., pp. 98-99. Cfr. “Reflexiones de un Intruso”, op. cit., pp. 22-23.
55. Octavio Paz, Los Signos en rotación, Barcelona, Editorial Círculo de Lectores, 1974, pp. 14 y siguientes. Hay
en el mundo mesoamericano, una alucinante sucesión de divinidades. La mayor parte de ellas giran, como los
planetas, alrededor del culto solar. “Las metamorfosis de Xochipilli son las del sol. También son las del agua, las
de la planta de maíz en las distintas fases de su crecimiento y, en suma, las de todos los elementos que se entre-
lazan y separan en una suerte de danza singular. Universo de gemelos antagonistas, gobernado por una lógica
rigurosa, precisa y coherente como la alternancia de versos y estrofas en el poema. Sólo que aquí los ritmos y
las rimas son la naturaleza y la sociedad, la agricultura y la guerra, el sustento cósmico y la alimentación de los
hombres”.
56. Octavio Paz, Postdata, op. cit. pp. 344-345.
57. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 139.
58. Octavio Paz, El laberinto de la soledad. México, Fondo de Cultura Económica, 1997, pp. 99-100.
59. Octavio Paz, “Cuauhtémoc, joven abuelo”, en Mito e historia, Obras Completas, tomo 9, México, Fondo de Cul-
tura Económica, 1999. pp. 196-197. “… el estado azteca se sirvió de la religión de Quetzalcóatl de una manera
no muy distinta a la segunda por otros Estados, imperialistas o tiránicos, con viejas filosofías y religiones, como
un instrumento de dominación política, por una parte y por otra, como una justificación intelectual. La función
de la religión tolteca no fue distinta a la del helenismo en el mundo antiguo; la supremacía política azteca se
fundaba en la hegemonía cultural tolteca, como un poderío romano en la universidad del helenismo… La in-
terpretación azteca de la religión de los Quetzalcóatl tendía a cubrir con el prestigio de lo sagrado la opresión
más desenfrenada e inhumana. Esta interpretación estaba en proceso… a la llegada de los españoles.”
60. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 104.
61. Ibid., p. 302.
62. Octavio Paz, “Cuauhtémoc, joven abuelo”, Mito e historia. op. cit., p. 197.
63. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., pp. 101-102. “Las sistematizaciones, adaptaciones y reformas de la
casta sacerdotal reflejan en la esfera de las creencias también se procedía por suposición –características de
las ciudades prehispánicas--. Del mismo modo que una pirámide azteca recubre a veces un edificio más anti-
guo, la unificación religiosa solamente afectaba a la superficie de la conciencia, dejando intactas las creencias
primitivas. Cfr. Octavio Paz, Los signos en rotación, op. cit., p. 2.
64. Octavio Paz “El quinto sol”, en Sombras de Obras, Barcelona, Seix-Barral, 1983, p. 43. “El mito del Quinto Sol
fue un tema de la historia azteca. El sol nace todos los días, después de vencer a la noche y a las estrellas.
Este combate cósmico tiene su doble terrestre en la guerra ritual y el sacrificio de los prisioneros. El mito fue
traducido a términos reales y la historia divina fue el modelo de la historia humana… Para los aztecas, el mito
solar era el centro de su historia… Ese mito es ideológico y se presenta como una creencia: unos hombre y
unas burocracias conocen el sentido de la marcha de la historia, tienen la clave de los acontecimientos y son
los dueños de las llaves que nos abrirán las puertas del porvenir”.Ver Octavio Paz, Postdata, Obras Completas,
tomo 8. op. cit. pp. 312-313. Cfr. Miguel León Portilla, “Los rostros de la poesía náhuatl, evocación de Octavio
Paz”, en Enrico Mario Santi, Luz espejeante. Octavio Paz ante la crítica, México, UNAM/Era, 2009, pp. 67-68.
65. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., pp. 295-296.
66. Ibid., p. 101.
67. Cfr. Octavio Paz, “Reflexiones de un Intruso”, en op. cit. p. 34.
68. Cfr. Octavio Paz, “El Quinto Sol”, en op. cit., pp. 43-44.
69. Octavio Paz, Postdata, op. cit., pp. 360-361.
70. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 309.
71. Octavio Paz, “Comunicación y encuentro de civilizaciones: la conquista de México”, conversación con Tzevan
Teodorov e Ignacio Bernal, Obras Completas, tomo 8, México, Fondo de Cultura Económica, 2001. p. 205.Todavía
hoy flota la idea en el sentido que los presagios fueron recreados posteriormente, con la finalidad de digerir la
derrota con menos problemas. Esta idea tiene sustento. Pero los aztecas tenían un pleno apego a sus dignatarios
y los presagios fueron propagados por éstos. Moctezuma, por ejemplo, era un convencido del fatalismo y ese
convencimiento lo trasmitía a la población. Tal vez, una y otra interpretación sean parcialmente válidas.
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La Conquista
Gracias a la religión, el orden colonial no es una mera
superposición de nuevas formas históricas, sino un
organismo viviente. Con la llave del bautismo el
catolicismo abre las puertas de la sociedad y la
convierte en un orden universal, abierto a todos
los pobladores.
Octavio Paz, 1950.
C
omo se afirma en el capítulo anterior, el México prehispánico
fue un ordenamiento forzoso de varias y distintas pirámides;
cada pueblo era, por lo general, una yuxtaposición viva e im-
predecible. En su conjunto, los pueblos de Mesoamérica formaron un
imperio con historias y culturas en conflictivos traslapes. Ciertamente,
hubo ahí múltiples elementos culturales comunes, tales como la agri-
cultura del maíz, el calendario ritual, el juego de pelota, las guerras para
reordenar los asuntos del universo, los sacrificios humanos, los mitos
solares, las deidades sedientas de rituales y un escenario natural con
muchas similitudes.1 Por eso mismo, “[…] más allá de la originalidad
particular de cada cultura”, el proceso apuntaba a una absorción de
todos los pueblos por parte de los mexicas. Justamente, los herederos
de la civilización de la meseta.2
Empero, se insiste en que esta homogeneidad cultural entre pueblos
dominantes y dominados era esencialmente de las cúpulas. Por ese
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motivo, había más querellas en los interiores imperiales de los que uno
pudiera imaginarse. De una u otra manera, las diferencias originarias
–aunque ocultas por las pirámides de las culturas y de los tiempos–
estaban latentes y solían aparecer a la menor convocatoria. Ésto es, la
unidad artificial, no solamente fue incapaz de evitar la conquista por
parte de los europeos, sino las alianzas de pueblos enteros para hacer
la guerra y vencer a los mexicas. En muchos, inclusive hubo fiesta.3 En
otros pueblos no hubo celebraciones ruidosas –con el ondear alegre
de los estandartes y las quemas de incienso en medio del bullicio–
pero la población vio con marcado desinterés los acontecimientos
que concluyeron con la derrota de los nahuatlacas. Un imperio de-
rrotado era, visto así, un enemigo menos o sencillamente, como un
pueblo en desgracia que estaba muy lejos de ser amigo.4 Esta circuns-
tancia de lejanía fue uno de los factores decisivos a la hora en que los
mesoamericanos dominantes, la cima de la pirámide cósmica, pasaron
a la condición de vencidos.5
El otro factor fue de naturaleza religiosa. Los dioses, como queda
bien claro al revisar a la sociedad prehispánica, eran un componen-
te decisivo en el ordenamiento de la sociedad indígena. Esta era, en
buena medida, una comunidad teocrática y su vida terrena se regía
por la religiosidad. Así, la cohesión política de los mexicas y su impe-
rio se correspondía en mucho con las necesidades inalterables del
orden suprahumano.6 Los pueblos vencidos adoraban, porque así lo
exigía su condición de súbditos, a dioses cada vez más parecidos en
toda la geografía del imperio; inclusive, con las mismas contradicciones
y desacuerdos con sus similares. Para operar este orden, existía una
casta religiosa que, con frecuencia, se confundía con el sector militar y
político dominante. Ahora bien, el hecho de que las figuras religiosas
fueran cada vez más parecidas, no significa que los viejos dioses locales
estuvieran muertos para la gente de los pueblos.7 Era, tal como en las
instituciones políticas y artísticas, una superposición religiosa que, al
final, iba a restar consistencia al andamiaje mesoamericano. Por eso
mismo, a la hora de la conquista, la religiosidad –ahora apersonada en
los españoles– tuvo también un peso decisivo, aun cuando su sentido
fue distinto. 8
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En su soledad histórica,14 una buena parte del pueblo azteca cree ver
en los conquistadores a los dioses que portan el nuevo tiempo. Este
sector acude a los peninsulares y les rinde pleitesía inmediata al igual
que su emperador Moctezuma. También en apego indiscutible a los
designios de sus deidades tutelares que ya habían iniciado su marcha
final. Hernán Cortés y los suyos, por su parte, asumen su papel de
impostores-sustitutos de los dioses que ya eran esperados. El español
también era violento y, en ese sentido, no se diferenciaba mucho de
las figuras originales del inframundo, casi todas proclives a la sangre
recientemente derramada.15 La visión prehispánica también combina-
ba los instintos de muerte y de sobrevivencia. Por eso mismo, otros
sectores de la sociedad del Valle de México se decidieron por la resis-
tencia: un verdadero suicidio activo.16 Por algunos momentos, olvida-
ron su destino inmanente y se lanzaron al combate, con la nebulosa
esperanza de renacer con los nuevos dioses o, en su defecto, con el
propósito de derramar la sangre para reanimar a las deidades en plena
agonía.17 Su combate fue trágico y sus dioses permanecían impasibles.
El joven Cuauhtémoc y su pueblo murieron solos, abandonados por
sus amigos, aliados, vasallos y deidades. Murieron como huérfanos.18
[…] la llegada de los españoles provocó inmediatamente una doble re-
acción entre los caudillos aztecas. Moctezuma siente la fascinación del
suicida ante Cortés. No es un azar que haya visto en el conquistador a
Quetzalcóatl. Cierto, al poco tiempo se desengaña; pero su rebelión es
tardía […] Cuauhtémoc representa el movimiento opuesto, polarizado
en la figura terrible de Huitzilopochtli. La conquista de México puede
explicarse, desde la religión azteca, como una última representación de
los mitos grandiosos. En este sentido, la Conquista puede verse como
una fiesta trágica, un rito. 19
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El escenario colonial
Somos lo que hemos sido
José Ortega y Gasset.
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43. Cfr. Leopoldo Lugones, El Imperio Jesuítico, Buenos Aires, Hyspamérica 1983. Ver, sobre todo el primer
capítulo.
44. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., pp. 109-111.“La rapidez con que el Estado Español asimila y organi-
za la conquista que realizan los particulares, muestra que una misma voluntad, perseguida con cierta coherente
inflexibilidad anima las empresas europeas y las de ultramar. Las colonias alcanzaron en poco tiempo una
complejidad[…] que contrasta con el lento desarrollo[…] de otros países. La previa existencia de sociedades
estables y maduras facilitó, sin duda, la tarea[…] pero es evidente la voluntad hispana de crear un mundo a su
imagen”.
45. Ibid., p. 110.
46. Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o las Trampas de la fe, op. cit., pp. 38-39.
47. Octavio Paz. El laberinto de la soledad. op. cit., p. 124.
48. Ibid., pp. 109-110. Cfr. Enrique Krauze, Redentores, op. cit. pp. 202-203.
49. Octavio Paz, “Comunicación y encuentro de civilizaciones: la conquista de México”. op. cit., p. 215.
50. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit. p. 111. “gracias a la religión, el orden colonial no es una mera su-
perposición de nuevas formas históricas, sino un organismo viviente, con las llaves del bautismo el catolicismo
abre las puertas de la sociedad y la convierte en un orden universal, abierto a todos los pobladores.Y al hablar
de la Iglesia católica, no me refiero nada más a la obra apostólica de los misionero, sino a su cuerpo entero,
con sus santos, sus prelados rapaces, sus eclesiásticos pedantes, sus juristas apasionados, sus obras de caridad
y su atesoramiento de riquezas,”
51. Enrique Krauze, “La soledad del laberinto”, Revista Letras Libres, numero 22, México, octubre de 2002, pp. 23-24.
52. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., pp. 110-111. Cfr. fabienne Bradu, La voz del espejo, México, UNAM/
CONACULTA, 2008, p. 70.
53. Ibid., p. 11.
54. Ibid., pp. 11-12.
55. Enrique Krauze, “La soledad del laberinto”, op. cit., p. 24. Cfr. Octavio Paz, “El tres y el cuatro”, Pasados, Obras
Completas, tomo 8, op. cit., p. 218.
56. Ibid., p.144. Cfr. Alejandro Rossi, Prólogo a El laberinto de la soledad, op. cit., pp. 24-25.
57. Octavio Paz,Vuelta al Laberinto de la Soledad. Entrevista con Claudio Fell, op. cit., pp. 396-397.
58. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 112. “La religión de los indos, como en casi todo el pueblo mexi-
cano, era una mezcla de las nuevas y las antiguas creencias. No podía ser de otro modo, pues el catolicismo
fue una religión impuesta. Esta circunstancia, de la más alta trascendencia desde otro punto de vista, carecía de
interés inmediato para los nuevos creyentes. Lo esencial era que sus relaciones sociales, humanas y religiosas
con el mundo circundante y con lo sagrado se habían restablecido. Su existencia particular se insertaba en un
orden más vasto.”
59. Ibid., pp. 112-113.
60. Ibid. P. 113.
61. Octavio Paz, “El tres y el cuatro”, Mito e historia, op. cit., pp. 216-219. “El siglo XVI fue en México el siglo de
la evangelización, pero también el de la fundación de las ciudades y la edificación de las iglesias, conventos,
casas de gobierno[…] hospitales[…] Antonio de Mendoza[…] figura emblemática del Renacimiento español,
participo activamente. Lector de Alberti[…]impregnado de platonismo[…] Alberti concebía a la ciudad como
un espacio vivo[…] regido por un orden[…] que fuese simultáneamente geometría y belleza, justicia y convi-
vencia armoniosa. Mendoza recogió su lección: clasicismo y cristianismo[…] En el caso de Juan de Zumárraga,
primer obispo, la influencia capital no fue estética ni política sino religiosa y filosófica: Erasmo. Profesó, como su
maestro, un cristianismo liberal[…] Por ejemplo, en uno de sus escritos declara que la conversión de los indios
consistía en[…] hacerlos súbditos de Cristo[…] Es imposible no conmoverse ente las tentativas de Quiroga
de trasplantar la utopía de la isla imaginaria de Moro a la Tierra firme de Michoacán[…] Mendoza, Zumárraga
y Quiroga merecen ser llamados fundadores.”
62. Manuel Durán, “El laberinto de la soledad y Postdata: una aventura del pensamiento”, Revista Fundación, op. cit.,
pp. 36-37. Cfr. Enrique Krauze, Trayectoria liberal, op. cit., pp. 146-147.
63. Octavio Paz, “El tres y el cuatro”, Mito e historia, op. cit., pp. 218-219.
64. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 145.
65. Ibid., p. 220.
66. Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, op. cit., p. 47.
67. Cfr. “El tres y el cuatro”. Mito e historia. op. cit. p. 221. En el plano de las ideas, el pensamiento Erasmista estuvo
presente en los indios de la colonia y se retiro cuando esta ya se había consumado.
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68. Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o las Trampas de la fe, op. cit., p. 47. Cfr. Octavio Paz, “Posiciones y contra-
posiciones. México y Estados Unidos”, El cercado ajeno. Obras Completas, tomo 8, op. cit., pp. 218-219.
69. Manuel Duran, “El laberinto de la soledad y Postdata: una aventura del pensamiento”, op. cit., p. 35. Cfr. Octavio Paz,
“Posiciones y contraposiciones. México y Estados Unidos”. op. cit. p. 442.
70. Octavio Paz, “orfandad y legitimidad”, Mito e historia, op. cit. p. 230.
71. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 124. “Estoicos o cristianos, como se ha dicho, ignoran la actividad
intelectual pura. Fausto es impensable en esa tradición. La inteligencia no les proporciona ningún placer, es
un arma peligrosa: sirve para derrotar a los enemigos pero también puede hacernos perder el alma. La figura
solitaria de Sor Juana se aísla más en ese mundo hecho de afirmaciones y negaciones, que ignora el valor de la
duda y el examen.”
72. Octavio Paz, “orfandad y legitimidad”, Mito e historia, op. cit., pp. 230-231.
73. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 147.
74. Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o las Trampas de la fe, op. cit., p. 27.
75. Octavio Paz, El laberinto de la soledad op. cit. p. 127.
76. Octavio Paz, “orfandad y legitimidad”, Mito e historia, op. cit., pp. 232-233. Cfr. David A. Brading, Octavio Paz y la
poética en la historia de México, op. cit., pp. 48-49. Ver también, Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o las Trampas
de la fe, op. cit., pp. 30-31.
77. Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o las Trampas de la fe, op. cit., pp. 30-32.
78. Ibid., p. 32. “Hay otra disparidad, no menos notable y en la que no todos han reparado: en otros escritos he se-
ñalado que el catolicismo era una religión nueva en América y vieja en España, creadora en el Nuevo Mundo y a
la defensiva en el antiguo continente. Esta disparidad se repite en otros órdenes. Por ejemplo, en el económico
y social. Pienso, claro está, en el periodo que se extiende de la segunda mitad del siglo XVII a las postrimerías
del XVIII: mientras México, no sin tropiezos y lentitudes se desarrolla, España se precipita en una decadencia
no menos acelerada que su prodigiosa expansión de un siglo antes”.
79. Ibid., p. 32.
80. Ibid., pp. 32-33.
81. Octavio Paz, “orfandad y legitimidad”, op. cit., p. 233.
82. Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o las Trampas de la fe, op. cit., p. 33.
83. Ibid., pp. 33-34.
84. Ibid., p. 34.
85. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 127.
86. Ibid., p. 162.
87. Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o las Trampas de la fe, op. cit., p. 35.
88. Octavio Paz, “orfandad y legitimidad”, Mito e historia, op. cit., p. 227.
89. Saúl Yurkievich, “La napa mitopoética”, Revista Fundación, op. cit., p. 77. “La creación de un orden universal justi-
fica, según Paz, a la colonia: la redime de sus limitaciones. La era colonial crea una civilización. Sus cimas son el
Primero sueño de Sor Juana, La grandeza mexicana de Sigüenza y Góngora, las Leyes de Indias, la arquitectura
barroca, sus sabios, sus historiadores. Para Paz, este orden colonial, empresa renacentista y por lo tanto utópi-
ca, todo lo integra y lo armoniza. Como cualquier civilización, la Colonia es una totalidad viva y contradictoria
que involucra lo magnánimo y lo cruel, o digno y lo atroz, lo bello y lo horrible.” Cfr. José Vasconcelos, “Pensar
la historia en soledad”, Enrico Mario Santi, Luz espejeante. Octavio Paz ante la crítica, op. cit., p.574.
102
La Independencia
La Colonia, como la metrópoli, era ya sólo forma, cuerpo deshabitado.
Desde fines del siglo XVII[…] el imperio sobrevive gracias a la perfec-
ción y complejidad de su estructura, a su grandeza física y a la inercia.
Octavio Paz, El laberinto de la soledad.
E
l proceso de Independencia de la Nueva España nos presenta una
circunstancia similar a la de la Conquista. En el plano continen-
tal constituyó un fenómeno de doble significado, porque fue un
desdoblamiento del imperio colonial y por otra parte porque tuteló
el nacimiento de una pluralidad de estados, aun cuando sus orígenes
obedecía a razones distintas.1 Fue el reflujo de una ola histórica que se
inició en el siglo XV en el mundo europeo –renacentista y reformista–
y alcanzó sus mejores momentos en América hacia el siglo XVI y los
primeros años del XVII.2 En ese tiempo, al final del ascenso, se generó
un fenómeno filosófico importante en las mentes más lúcidas del viejo
continente. Esa revisión incluyó reflexiones sobre la decadencia del
modelo novohispano y su futuro probable. Las inquietudes también
se compartieron en los grupos latinoamericanos más activos en cons-
truir un destino independiente. Así, en este escenario, el pensamiento
peninsular volteó a su pasado para interrogarlo sobre la crisis, en tanto
que en varios puntos de América se buscó consolidar la identidad
con una fe –así, como un sustrato religioso– que debería impulsar el
tránsito hacia el futuro.3
Esa dualidad, de ruptura y búsqueda, tuvo diversas expresiones en
el nuevo continente. En el Sur, surgieron dirigentes independentistas
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porque ésta los apartaría del limbo histórico en el que estaban in-
mersos,9 en la Nueva España, fue muy distinto. Los criollos novohispa-
nos solamente coincidieron con el objetivo insurgente –muy limitado,
como se ha visto– en el inicio y retiraron ese apoyo cuando Hidalgo y
Morelos comenzaron a hacer pronunciamientos de reformas sociales;
aún cuando éstas, en el sentido estricto, eran limitadas.10
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La Reforma y el Porfiriato
De acuerdo con el esquema histórico de Octavio Paz, la Reforma fue
el verdadero momento de ruptura de México en relación con el orden
colonial.28 Durante esta fase del tiempo mexicano se consolidaron los
sectores sociales actores o promotores de un proceso social interno.
También tomaron el gobierno –en parte, el poder– los compatriotas
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Un factor decisivo para los resultados finales del liberalismo fue que, en
contra de las previsiones de sus intérpretes más optimistas, la Reforma
no hizo surgir una burguesía fuerte y abierta, adecuada económica y
culturalmente para detonar el desarrollo vigoroso y de alguna manera
equitativo en el país.48 En vez de fortalecer a un sector empresarial
dinámico y progresista, la desamortización de los bienes eclesiásticos
y de las corporaciones civiles, provocó el regreso de los latifundios,
aunque con la variante de ser un sistema de concentración de tie-
rras auspiciado por el Estado y con su protección. Las corporaciones
civiles, integradas en su mayor parte por comunidades indígenas, per-
dieron sus tierras y se convirtieron en pobres de solemnidad. Incluso,
quedaron en peores condiciones por haberse anulado las Leyes de
Indias que, de una u otra manera, las libraban del despojo y de la des-
trucción total.49 El tiempo previo al Porfiriato, a finales de la República
restaurada, fue del renacer latifundista.50
La República, al finalizar la intervención francesa, estaba en plena
vitalidad formal; sin enemigos al frente, al ser derrotados los conser-
vadores y sus aliados del exterior. También se encontraba sin susten-
tos sociales anclados en la realidad, porque su filosofía no lograba
convencer a muchos. El triunfo mismo de los liberales borró a los
conservadores del escenario del debate y generó un estancamiento
aún mayor en el terreno de las ideas. El país había roto con su pasado;
pero también con la realidad mexicana de entonces, en la que se in-
cluían las visiones, los sentimientos y los mitos. Recordemos el orden
piramidal mexicano, en el sentido que a lo largo de nuestra historia,
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La Revolución de 1910
Antes de la crítica con las armas, el régimen porfiriano fue sometido al
cuestionamiento de las ideas.66 Ciertamente, el enfrentamiento ideo-
lógico fue un asunto –como en el liberalismo en otros tiempos del
debate de los pensamientos– de pequeños grupos más o menos ilus-
trados. En el caso del positivismo, su esencia era artificial e involucraba
a una clase gobernante que simulaba avances inexistentes y disimulaba
distintas carencias, tanto materiales como en el plano de la cultura.67
De todas maneras, esta clase dominante era el centro del universo
mexicano y tanto sus ideas como la crisis de las mismas se reflejaban
en el rumbo de las evoluciones nacionales. Por eso mismo, la crítica del
positivismo constituyó el principio de un alejamiento de la legitimidad
para el régimen porfiriano: le lesionó su principal sustento ideológico.68
Justo Sierra fue el primer pensador mexicano en observar las di-
ficultades de la cultura y la identidad en el país. A pesar de sus ante-
cedentes liberales y positivistas, Sierra descubrió la insuficiencia de las
ciencias vigentes para entender la realidad mexicana, misma que no
solamente es parte de un proceso universal, sino que tiene su propia
dinámica dentro de la historia. El país no era solamente un agregado
de identidades biológicas como lo sostenía el positivismo; ni debe sus
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sido un factor para despertar los grandes potenciales del ser humano; ante las necesidades del mercado. En
el caso de México, incluye personalidades como Justo Sierra tenían plena confianza en el surgimiento de una
clase empresarial moderna como el camino más corto para el desarrollo mexicano.
49. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 146.
50. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 140. La revolución Liberal estuvo muy lejos de generar una
burguesía fuerte, “… por el contrario, la venta de los bienes de la Iglesia y la desaparición de la propiedad
indígena…acentúan el carácter feudal de nuestro país. Y esta vez, en provecho de grupos especuladores, que
constituiría la aristocracia del nuevo régimen. Surge así una nueva casta latifundista.” Este “feudalismo” es
superficial si usamos el termino en sentido estricto. En realidad, a diferencia del feudalismo clásico, en México
la concentración de la tierra se da bajo el manto de la legislación vigente. Es decir, del Estado.
51. Cfr. Juan Federico Arreola, La filosofía política en el pensamiento de Octavio Paz, México, UNAM, 2009, pp.
180-181.
52. Octavio Paz, “El espejo indiscreto”, El cercado ajeno, en Obras Completas, tomo 8. op. cit., pp. 430-431. “La revolu-
ción liberal…no resulto en la implantación de una verdadera democracia ni en el nacimiento de un capitalismo
nacional, sino en una dictadura militar y en un régimen económico caracterizado por el latifundio y las conce-
siones a empresas y consorcios extranjeros.”. Cfr. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., pp. 144-145.
53. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., pp. 136-137.
54. Ibid., pp. 140-141.
55. Octavio Paz, “El espejo indiscreto”, El cercado ajeno, op. cit. p. 431. “A principio del siglo XX, estamos ya instala-
dos en plena pseudo modernidad: ferrocarriles y latifundio, Constitución democrática y un caudillo dentro de
la mejor tradición hispano-árabe, filósofos positivistas y caciques precolombinos, poesía simbolista y analfabe-
tismo”.
56. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 141. Cfr. Octavio Paz, “Reflexiones sobre el presente”, Presente
fluido, Obras Completas, tomo 8. op. cit., p. 359.Ver también, Enrique Krauze, Redentores, op.cit., pp. 140-141.
57. Octavio Paz, “El espejo indiscreto”, El cercado ajeno, op. cit., p. 450. “La ideología liberal no fue una verdadera
solución. El nacionalismo de los republicanos era una superficial imitación del nacionalismo francés; su federa-
lismo –copia del norteamericano- era un caciquismo disfrazado de democracia, la fachada de la dictadura…”
Cfr. Octavio Paz, “El ogro filantrópico”, op. cit., p. 338.
58. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 142.
59. Ibid., pp. 142-143. Cfr. Octavio Paz, Vuelta al Laberinto de la Soledad, op. cit., p. 243. Cfr. Octavio Paz, “El espejo
indiscreto”, en Obras Completas, volumen 8, op.cit., p. 431. Cfr. Enrique Krauze, Redentores, op. cit., pp. 203-204.
60. Ibid., p. 143. Los ideólogos del Porfiriato adoptaron el positivismo no como simple moda: sino porque lo
consideraban una ideología adecuada `para explicar y justificar el estado de cosas. Se partía de un supuesto
“científico”, en el que la evolución substituía a la revolución. La paz y el progreso eran, en ese sentido, compo-
nentes inamovibles de la misma ecuación ideológicas. Por esa razón, trataban de tomar en serio al positivismo
y aprender sus líneas filosóficas más importantes. No es casual que fuera la filosofía de las elites porfirianas,
mismas que, detrás de la máscara, ciertamente se tomaban muy en serio. Los positivistas, por supuesto, trata-
ban de legitimar su filosofía y su ideología con el argumento de que eran los continuadores del liberalismo de
los tiempos de la Reforma.
61. El Porfiriato creó una clase privilegiada, pero no una burguesía emprendedora. Por esa razón, el Estado quedo
en la tesitura de ser el principal agente del progreso y la modernización económica. Esta función no podía
cubrirla con eficacia, dado que se trataba de un gobierno de privilegio, centralizado y con sustento en formas
autoritarias opuestas a las necesidades de la modernización política. En ese orden, la modernización económi-
ca era incompleta. Cfr. Octavio Paz, “Reflexiones sobre el presente”, Presente fluido. op. cit., p. 338.
62. Octavio Paz, “Reflexiones sobre el presente”, Presente fluido, op. cit. p. 357.
63. Ibid., p. 146. “Si la historia de México es la de un pueblo que busca una forma que lo exprese, la del mexicano es
la de un hombre que aspira a la comunión. La fecundidad del catolicismo colonial residía en que era, ante todo
y sobre todo, participación. Los liberales no ofrecieron ideas. Pero no se comulga con las ideas, al menos no
encarnan y se hacen sangre, alimento. La comunión es festín y ceremonia.Al final del siglo XIX el mexicano, como
nación entera, se asfixia en un catolicismo yerto o en el universo sin salida y sin esperanza de la filosofía oficiosa
del régimen” Cfr. Octavio Paz,Vuelta al Laberinto de la Soledad. Conversaciones con Claude Fell, op. cit., pp. 243-244.
64. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit. p. 145.
65. Ibid., pp. 145-146.
66. Octavio Paz, “Reflexiones sobre el presente”, Presente fluido, op. cit., p. 361.
67. Octavio Paz,Vuelta al Laberinto de la Soledad, op. cit., p. 324.
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68. Ibid., pp. 324-325. Es importante examinar al positivismo porfiriano, puesto que es un pensamiento protagonis-
ta, dada su difusión dentro de los sectores dominantes o protagonistas del régimen político porfiriano. Es, por
lo general, una ideología de grupos dominantes.
69. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 146.
70. Ibid., p. 147.
71. Ibid., p. 148.
72. Ibid., p. 149.
73. Octavio Paz, “Entrada retrospectiva”, en El peregrino en su patria, Obras Completas, tomo 8, México, Fondo de
Cultura Económica, 2003, p. 27. Cfr. Octavio Paz,Vuelta al Laberinto de la Soledad, op. cit., pp. 250-251.
74. David A. Brading, Octavio Paz y la poética en la historia de México, op. cit., pp. 60-61.Ver también, José Vasconcelos,
“Pensar la historia en soledad”, en Enrico Mario Santí, Luz espejeante. Octavio Paz ante la crítica, op. cit., pp. 573-
574.
75. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 148-149.
76. Ibid., p. 151. Don Porfirio estaba comprometido con empresarios británicos y, por eso mismo, su adminis-
tración no satisfacía del todo a los norteamericanos, mismos que aprovechaban cualquier oportunidad para
provocar a los mexicanos. Sobre todo en la región fronteriza.
(*)El tema de los campesinos se trata en un capítulo especial de este trabajo, denominado “La
visión de Octavio Paz sobre los campesinos y el campo mexicano”.
77. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 150.
78. Ibid., pp. 156-157.
79. Octavio Paz, “Entrada retrospectiva”. op. cit. p. 28.
80. Octavio Paz, “La contaminación de la contingencia”, Iberoamérica, op. cit., p. 101. Cfr. Alejandro Rossi, Prólogo a El
laberinto de la soledad, op. cit., pp. 20-21.
81. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., pp. 150-151.
82. Cfr. Juan Federico Arriola, La filosofía política en el pensamiento de Octavio Paz, op. cit., pp. 180-181.
83. Octavio Paz, “Entrada retrospectiva”, op. cit., pp. 28-29. Enrique Krauze, Travesía liberal, op. cit., p. 152. Hubo una
revolución democrática de Madero, una de Zapata, una regionalista de Villa y una nacionalista de Obregón,
Calles y Carranza. Fueron varios movimientos con distintas intenciones en diferentes tiempos. Ve también,
Enrique Krauze, “Octavio Paz. De la revolución a la crítica”, en Enrico Mario Santí, Luz espejeante. Octavio Paz
ante la crítica, op. cit., pp. 674-675.
84. Saúl Yurkievich, “La napa mitopoética”, Revista Fundación, op. cit., pp. 80-81.
85. Roberto Vallarino, “Conversaciones con Octavio Paz”, en periódico Uno más Uno, México, 7-11 de septiembre
de 1981, p. 5.
86. Octavio Paz, Prólogo al libro de Octavio Paz Solórzano, Zapata, México, Editorial Offset, 1986, p. 12-13.
87. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 149.
88. Octavio Paz, “Reflexiones sobre el presente”, Presente fluido, op. cit., p. 360. Los pensadores partidarios de la
Revolución Mexicana, en sus primeros tiempos, se asumían como los herederos del liberalismo político y eco-
nómico. Se asumían como los herederos de la Reforma. Ahora bien, esa identificación tenía pocos sustentos
reales.Ver Yvon Grenier, Del arte a la política. Octavio Paz y la búsqueda de la libertad, México, Fondo de Cultura
Económica, 2004, p, 43. Ver Blas Matamoro, “El ensayista Octavio Paz”, en Luz espejeante. Octavio Paz ante la
crítica, op. cit. p.118.Ver también, Octavio Paz, “Entrada retrospectiva”, El peregrino en su patria, Obras Completas,
tomo 8, op. cit., pp. 26-27.
89. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 160. Cfr. Soledad Loaeza, “Octavio Paz, el último intelectual
mexicano”, en Nexos virtual, México, 1998, p. 3.
90. Ibid., p. 161.
91. David A. Brading, Octavio Paz y La Poética en la historia de México, op. cit. p. 64.
92. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit. p. 162.
93. David A. Brading. Octavio Paz y La Poética en la historia de México, op. cit., pp. 81-82. Cfr. Octavio Paz, “Reflexiones
sobre el presente”, Presente fluido, op. cit., pp. 360-361. Cfr. Enrique Krauze, “Octavio Paz. De la revolución a la
crítica”, en Enrico Mario Santí, Luz espejeante. Octavio Paz ante la crítica, op. cit., p. 685.
94. Octavio Paz, “Entrada retrospectiva”, en op. cit., pp. 26-27. La Revolución rescato a muchos grupos y minorías
hasta entonces en situaciones de exclusión. “…consiguió crear una conciencia de identidad nacional que antes
apenas existía. En la esfera de las ideas y creencias logro la reconciliación del México moderno y del antiguo…
fue una reconciliación no de orden intelectual sino afectivo y espiritual… Fue una verdadera revuelta: una
vuelta a los orígenes”.
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95. Rafael Segovia, “Acerca de Octavio Paz y El laberinto de la soledad”, Fundación, número 3, op. cit., pp. 138-139.
Ver también, Enrique Krauze, Redentores, op. cit., p.205.
96. Octavio Paz, “Entrada retrospectiva”, op. cit., p. 27. Cfr. Leopoldo Zea, “Paz. A lo universal por lo profano”, en
Enrico Mario Santi, Luz espejeante. Octavio Paz ante la crítica, op. cit., pp. 56-57.
97. Saúl Yurkievich, op. cit., p. 82. El mexicano, “En su desesperada carrera quiere volverse sol, volver al centro de
la vida de donde fue desprendido, remediar el reclamo de su conciencia recóndita, hacer que cese la orfandad
por haber sido arrancado del Gran Todo. Mitopoéticamente, la Revolución es un retroceso redentor que rea-
nuda los lazos umbilicales que ligan a los mexicanos con la creación. La verdadera historia de México es para
Octavio Paz, historia sagrada”
98. Enrique Krauze, Travesía liberal, op. cit., pp. 153-154.
99. Rita Guibert, “Octavio Paz”, entrevista a Octavio Paz, Entrevistas, Obras Completas, tomo 15, op. cit., p. 45. Cfr.
Octavio Paz,Vuelta al Laberinto de la Soledad, op. cit. p. 284.
100. Octavio Paz, “Reflexiones sobre el presente”, Presente fluido, op. cit. p. 373. Cfr. Frederick C. Turner y John
Womack, “Debate: presente y futuro de México”, Entrevistas, Obras Completas, tomo 15, op. cit., p. 250. Cfr. Blas
Matamoro, “El ensayista Octavio Paz”, en Enrico Mario Santi, Luz espejeante. Octavio Paz ante la crítica, op. cit., p.
119. Cfr.Yvon Grenier, Del arte a la política. Octavio Paz y la búsqueda de la libertad, op .cit., pp. 138-139.
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l país en que hoy vivimos ha sido y es una red de complejidades
que se han enmadejado de manera distinta en el transcurso del
tiempo. México es un espacio de geografías heterogéneas por
donde han transitado diferentes pueblos, con sus historias y sus cul-
turas. Así mismo, sus pasados se han presentado en tiempos distintos
y en aparentes yuxtaposiciones, a imagen de las construcciones pre-
hispánicas.1 Por eso mismo, un examen de su realidad y su desarro-
llo no se puede reducir a los componentes tradicionales: su proceso
productivo, sus relaciones de clases, sus grandes o pequeñas batallas,
sus problemas en las cúpulas gobernantes, sus héroes y sus villanos, sus
lazos con el exterior o su conformación étnica. Hace falta revisar
sus tradiciones, sus mitos, su pluralidad cultural, sus sueños y sus pesa-
dillas, sus herencias y sus resistencias.2 También es esencial examinar la
inserción de los enmadejamientos mexicanos en un escenario inter-
nacional complejo, cada vez más envolvente y con efectos crecientes
y más visibles sobre la comunidad nacional.3
Así, el sistema político mexicano, concebido como un conjunto de
instituciones relacionadas con el poder político y con la participación
activa dentro del mismo, se corresponde con el desarrollo social y
con las herencias de las diversas culturas sobre los mexicanos.4 Este
sistema político no se generó de manera aislada ni mucho menos; en
realidad, se registra dentro de una sociedad y, a su vez, influyó en ella.
Ha sido un caso claro de interacción y sus formas se han inscrito en
las raíces, la esencia y los propósitos de los grupos sociales protago-
nistas.5 También, las formas y los contenidos se correspondieron, aun
cuando a veces esa correspondencia no era visible ni inmediata. Si hay
una cultura del autoritarismo, habrá los necesarios complementos de
la aceptación, de la obediencia y del temor a la autoridad.6 Si existe
un sustrato religioso, éste aparecerá, como las ancestrales pirámides,
en los tiempos y lugares más imprevistos. Los mitos y las tradiciones
son un componente esencial para definir los comportamientos en la
sociedad y ante el poder, aun cuando no lo sean todo.7 Pesa el gra-
do de desarrollo económico, pero también los registros míticos de
la memoria. Seguramente en México son importantes las batallas
de Churubusco, o del Monte de las Cruces o la del 5 de mayo, en
Puebla. También el exilio y muerte de don Porfirio Díaz en Francia,
la Expropiación Petrolera o la reforma política propuesta por Reyes
Heroles. Sin embargo, pesa más la saga mítica de la Virgen de Gua-
dalupe, que incluye el 12 de diciembre.8 Recordar a Zapata y a Villa
moviliza a muchos mexicanos, pero es más impactante la recreación
guadalupana. Tonántzin es más importante que San Francisco de Asís y
el Cerro del Cubilete atrae casi a tantos mexicanos como el Castillo
de Chapultepec, en donde –por supuesto– también hay un verdadero
y amplio corredor de y para la memoria nacional.9
En México tenemos una vertiente religiosa que determina muchas
actitudes del poder ante los mexicanos y de la sociedad frente a la
autoridad.10 El componente religioso es múltiple y tiene precedencias
diversas, una de ellas es el del complejo cultural prehispánico, con sus
respectivos dioses autoritarios, siempre exigentes de obediencias y
rituales violentos. Estos dioses daban a la metrópoli mesoamericana
las atribuciones para dominar y el estatuto de instancia central in-
discutible. También otorgaban a los habitantes del Valle de México la
condición de guerreros solares y, consecuentemente, de ser un pueblo
especial. Sus gobernantes tuvieron esencias terrenales finitas, aunque
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técnica, junto con otra flotante pero con mayor peso específico. Es la
burocracia política, la que debe su existencia y subsistencia a las rela-
ciones de sus integrantes con el poder político y, específicamente, con
el poder presidencial.55 Esta burocracia también comparte las aspira-
ciones de modernización en lo productivo y en las relaciones sociales,
pero no en las formas ni contenidos del poder político, porque un
cambio en ese plano terminaría por desplazarla.56 El sustrato patri-
monialista todavía acompaña o forma parte del sistema mexicano; así,
una burocracia moderna comparte el poder con otra, formada por los
amigos y allegados de cada seis años.57
El sistema político mexicano ha realizado otros aportes no menos
importantes. A pesar del gran poder concentrado en los presidentes,
no ha habido un Nerón, un Hitler, un Mussolini, un Pol Pot o algún
equivalente. Esto es, no hubo dictadores exitosos de largo plazo.58 No
hay, por eso mismo, mausoleos ni estatuas ecuestres afortunadas. En la
misma lógica, el poder solamente dura seis años y una vez terminada
la fase de ascenso, se inicia la contraria. Al terminar el periodo sexenal,
el presidente deja de serlo, y al momento de retirarle la banda presi-
dencial –otro elemento mítico– la autoridad del personaje desapare-
ce. Incluso desaparecen los atributos que la mentalidad cortesana le
asignó y que diversos voceros se encargaron de propagar por todos
los rincones del territorio. El personaje pasa a ser anodino, en el mejor
de los casos, y se retira a la vida privada sin voz ni mucho menos voto.
En otra posibilidad pasa a ser un perseguido a quien se le atribuyen
todos los males que acechan en al país. La burocracia política, en esa
tesitura, también pierde poder y es substituida por una nueva gene-
ración de servidores-amigos. La tecnocracia permanece como factor
de gobierno, aunque sus altos mandos también suelen ser removidos
hacia otras líneas de la administración pública.
Otro punto positivo del gobierno mexicano analizado por Octavio
Paz, fue la ruptura con los ideólogos desde sus inicios. Esa ruptura, legi-
timada por la mala fama de los “científicos” del porfiriato, alejó al nue-
vo poder de las pretensiones de convertirse en un Estado ideológico.
El sistema político mexicano, es más bien un conjunto de intereses
interactivos que crecen, se reproducen y evolucionan bajo el signo del
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distinta del mundo y una forma más libre de vivir. Eran los habitan-
tes culturales de las universidades y demás instituciones de educación
superior, en donde las críticas hacia el sistema mexicano se hacían
más consistentes y constantes. Este sector de la sociedad era cada
vez más grande, más resistente al discurso oficial: relativamente más
inmune a la realidad política que le rodeaba.65
En 1958 se inició la represión en contra de los sectores sociales
disidentes. Por ese rasero pasaron maestros, ferrocarrileros, médicos,
campesinos y algunos artistas. Era claro que el populismo cardenista
mostraba ya sus límites históricos; para dar paso a un gobierno todavía
con rasgos autónomos, por encima de las clases sociales, pero cada
vez más inclinado hacia los empresarios. En este sentido, las formas de
gobierno se presentaban en dos planos. En uno, el lenguaje se hacía
amenazador y, con frecuencia, el autoritarismo dejaba de ser discurso
y se transformaba en hechos. En otro, el discurso era una cárcel con-
ceptual, en la que el poder simulaba y disimulaba. Era un ordenamiento
artificioso de palabras políticas, sin mayores contenidos, una razón por
la cual muy poco creían ya en ellas.66
Agrandes rasgos, ese era el escenario para el Movimiento Estudian-
til de 1968, un acontecimiento que será tratado en otro capítulo de
este libro. Por ahora podemos apuntar que el movimiento se relacio-
nó con dos circunstancias: el progreso material mexicano, que reci-
bió un reconocimiento internacional al ser seleccionado el país como
sede de los Juegos Olímpicos.67 Este progreso se había reflejado, hasta
entonces, en una estabilidad política consistente y una alta movilidad
ascendente para algunos sectores sociales. Por otra parte, el carácter
tradicional y autoritario del poder político, que tenía como explicación
y legitimidad la naturaleza centrífuga de las distintas fuerzas en el país.
Estos sustratos violentos se mostraron con toda claridad el 2 de octu-
bre de aquel año, justamente en la Plaza de las Tres Culturas.68
Este acontecimiento ensangrentado –no podríamos definir como
sangriento, porque fue también una fiesta de libertades y de creación
juvenil– orilló al sistema político mexicano a elaborar algunas recon-
sideraciones. En primer término, a admitir que su rostro no era del
todo aceptable. En segundo, a advertir las luces preventivas que se
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34. Octavio Paz, “Hora cumplida”, Presente fluido, Obras Completas, tomo 8, México, FCE, 2001, p. 384. Cfr. Juan
Federico Arriola, La filosofía política en el pensamiento de Octavio Paz, op. cit., pp. 170-171.
35. Octavio Paz, “Las elecciones de 1984: doble mandato”, en El peregrino en su patria, Obras Completas, tomo 14,
México, Fondo de Cultura Económica, 2001, p. 233.
36. Octavio Paz, “Hora cumplida”, en op. cit., p. 385, “Es indudable que al idear la fundación de un partido hegemó-
nico, Calles tuvo presentes algunos ejemplos contemporáneos: la Turquía de Mustafá Kemal Ataturk y, sobre
todo, el Partido Fascista Italiano. Es revelador también que el primer nombre de la agrupación haya sido Parti-
do Nacional Revolucionario. Es un nombre con sabor de época y que evoca al nacionalismo del socialista del
Mussolini como al “socialismo en un sólo país” del nacionalista Stalin. Pero los partidos de Rusia e Italia habían
conquistado el poder, mientras que el mexicano fue creado desde el poder”.
37. Ese nacionalismo suele ser muy complicado, Paz afirma que a menudo es una actitud defensiva. Es un recurso
para no sumergirse de nuevo en la total soledad. Cfr. Octavio Paz, “Viva México, hijos de la ”, en Novedades,
Obras Completas, tomo 13, México, Fondo de Cultura Económica, pp. 341-344.
38. Cfr. Octavio Paz, “Respuesta nuevas a preguntas viejas”, en Piezas de convicción, en Obras Completas, tomo 9,
México, Fondo de Cultura Económica, 1999, p. 487.
39. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit. pp. 158-159.
40. Ibid., p. 488. Ver también: Juan Federico Arriola, La filosofía política en el pensamiento de Octavio Paz, op. cit., pp.
90-91.
41. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 191. Cfr. Octavio Paz, Postdata, op. cit., p. 282.
42. Octavio Paz, “México: modernidad y tradición”, en Pequeña crónica de grandes días, Obras Completas, tomo 9, p.
413.
43. A falta de un sistema de partidos realmente competitivo, los conflictos políticos del país se daban hacia el
interior del PRI.
44. Octavio Paz. “México, Modernidad y tradición”, Pequeña crónica de grandes días, Obras Completas, tomo 9. op. cit.,
p. 413.
45. Octavio Paz, “Hora cumplida”, en op. cit., pp. 386-387. Cfr. Octavio Paz, “El ogro filantrópico”, Presente fluido, op.
cit., p. 339.
46. Octavio Paz, “Reflexiones sobre el presente”, Presente fluido, op. cit., p. 337. Cfr. Octavio Paz, El laberinto de la
soledad, op. cit., pp. 190-191. Cfr. Octavio Paz, “Respuesta a diez preguntas”, El peregrino en su patria, op. cit., pp.
486-487. Cfr. Guillermo Sheridan. Poeta con paisaje, op. cit., pp. 357-358.
47. Ibid., p. 339.
48. Octavio Paz,“Hora cumplida”, en op. cit., pp. 386-387. Junto a la corporativización, que no es mecánica ni mucho
menos, se dio un proceso de captación de dirigentes hasta entonces independientes tanto de trabajadores
como de empresarios. Cfr. Octavio Paz, Vuelta al Laberinto de la Soledad, op. cit., p. 252.
49. Ibid., p. 339.
50. Octavio Paz, “Remache: burocracia y democracia en México”, en Presente fluido, Obras Completas, tomo 8. op.
cit., p. 397.
51. Ibid. pp. 337-338.
52. Octavio Paz, “América en plural y en singular” en Iberoamérica, Obras Completas. tomo 9. op. cit. p. 142. Cfr.
Octavio Paz, “El ogro filantrópico”, op. cit., p. 349. Cfr. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., pp. 192-193.
Cfr. Roberto Vallarino, “Conversación con Octavio Paz”, Entrevistas, Obras Completas, tomo 15, op. cit., p. 493.
53. Octavio Paz, “Hora cumplida”, Presente fluido, op. cit., pp. 385-387.
54. Octavio Paz, “América en plural y en singular”, Obras Completas, tomo 9, op. cit., pp. 142-143.
55. Todo el corporativismo gira en torno al Presidente o a sus personeros. En ese orden, se forman las burocracias
que si bien son fuertes en lo interno, en sus relaciones con el Presidente se hallan totalmente supeditadas.
56. De esta manera, los cambios que se dan en la burocracia son de carácter técnico, en materia de capacitación
sobre todo. El esquema político de control permanece intacto.
57. Octavio Paz, “América en plural y en singular”, Obras Completas, tomo 9, op. cit., p. 143. Unos constituyen la
tecnocracia, que ha comenzado a hacerse indispensable y, por eso mismo, relativamente inamovible. La otra
se corresponde con los grupos políticos que ascienden al poder y que se renuevan con los recambios. Cfr.
Octavio Paz, “Hora cumplida”, Presente fluido, op. cit., p. 387. Ver también, Octavio Paz, “El ogro filantrópico”,
Presente fluido, op. cit., pp. 341-342.
58. Octavio Paz, Postdata, op. cit., p. 260. A lo largo de su militancia dentro del PRI, como lo antes fue en el PNR y
e PRM, los gobernantes aprenden los secretos de la disciplina y, lo que es más importante, aprenden la lección
en el sentido de que el poder es finito, que no dura para siempre. Cfr. José Woldenberg, “Octavio Paz. Remem-
branza”, en Anthony Stanton, “Octavio Paz. Entre poética y política, México, El Colegio de México, 2009, p. 202.
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59. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 257. “[…]el PRI no es un partido político ideológico, sino un
conjunto de intereses[…]ha favorecido la banalidad[…]pero nos ha salvado de las ortodoxias.” Cfr. Soledad
Loaeza, “Octavio Paz en el debate de la democratización mexicana”, en Anthony Stanton, Entre poética y política,
México, El Colegio de México, 2009, pp. 172-174.
60. Ibid., pp. 260-261.Ver también, Elena Poniatowska, Octavio Paz. Las palabras del árbol, op. cit., pp. 167-168.
61. Octavio Paz, “Reflexiones sobre el presente”, en Presente fluido, op. cit., pp. 392-393.
62. Octavio Paz, “Hora cumplida”, en op. cit., pp. 392-393.
63. Octavio Paz, “Reflexiones sobre el presente”, en Presente fluido, op. cit., p. 343. Cfr. José Woldenberg, “Octavio
Paz, Remembranza”, en Anthony Stanton, op.cit., p. 202.
64. Octavio Paz, “Hora cumplida”, en op. cit., p. 395.
65. Octavio Paz, “Respuesta a diez preguntas”, en Ocasiones, Obras Completas, tomo 9, op. cit., p. 486.
66. Ibid., pp. 486-487.
67. Octavio Paz, “Suma y sigue”, Conversaciones con Julio Scherer, en Presente fluido, op. cit., p. 379.
68. Octavio Paz, “Ante un presente incierto”, en Presente fluido, op. cit., p. 402.
69. Octavio Paz, “Hora cumplida”, op. cit., p. 393.Ver también Soledad Loaeza, “Octavio Paz en el debate de la demo-
cratización en México”, en Anthony Stanton, Octavio Paz. Entre poética y política, op. cit., pp. 162-163.
70. Octavio Paz, “El ogro filantrópico”, Presente fluido, op. cit., p. 348.
71. Octavio Paz, “Reflexiones sobre el presente”, en Presente fluido, op. cit., p. 345. El Partido Comunista era, un
movimiento pequeño, con poca influencia en la clase trabajadora. Más bien tendía a ser una organización con
bases universitarias o politécnicas, lo que tenía cierta importancia, dado que los centros de educación superior
eran los espacios predilectos para la crítica.
72. Octavio Paz, “Reflexiones sobre el presente”, Presente fluido, op. cit., p. 404.
73. Octavio Paz, “Hora cumplida”, op. cit., p. 389. Cfr. Octavio Paz, “La universidad, los partidos y los intelectuales”,
El peregrino en su patria, op. cit., pp. 527-528.
74. Ibid., p. 389.
75. Octavio Paz, “Reflexiones sobre el presente”, en Presente fluido. op. cit., pp. 345-346. “Hasta ahora sólo a unos
cuantos les ha importado que el PRI gane invariablemente las elecciones. Esta diferencia explica por qué ni el
PAN ni ninguno de los otros grupos de oposición… han sido capaces de organizar un movimiento de resis-
tencia nacional. El descontento del pueblo mexicano no se ha expresado en formas políticas activas son como
abstención y escepticismo”.
76. Octavio Paz. “Ante un presente incierto”, Presente fluido, op. cit., p. 403.
77. Octavio Paz, “El ogro filantrópico”, Presente fluido, op. cit., pp. 344-345. Cfr. Soledad Loaeza, “Octavio Paz en el
debate de la democratización mexicana”, en Anthony Stanton, Octavio Paz: entre poética y política, México, El
Colegio de México, 2009, pp. 174-175..
78. Octavio Paz, “Suma y sigue”, en op. cit., pp. 380-381. Cfr. Soledad Loaeza, “Octavio Paz en el debate de la demo-
cratización mexicana”, en Anthony Stanton, Octavio Paz. Entre la poética y la política, op. cit., p. 174.
79. Octavio Paz, “Hora cumplida”, en op. cit., p. 395.
80. Octavio Paz, “Ante un presente incierto”, Reflexiones sobre el presente, op. cit., p. 405.
81. Octavio Paz, “Reflexiones sobre el presente”, en Presente fluido, op. cit., p. 349. Cfr. Octavio Paz, “El ogro filantró-
pico”, Presente fluido, op. cit., p. 349-350.Ver también, Octavio Paz, Vuelta al Laberinto de la Soledad, op. cit., p. 252.
82. Octavo Paz. “Reflexiones sobre el presente”, Presente fluido, op. cit., p. 349.
83. Octavio Paz, “Posiciones y contraposiciones: México y los Estados Unidos”, op. cit., p. 448.
84. La democracia no resuelve todos los problemas, pero es el inicio de una solución que integre a la mayoría de
los ciudadanos. Cfr. Soledad Loaeza, “Octavio Paz en el debate de la democratización mexicana”, en Anthony
Stanton, Octavio Paz. Entre poética y política, op. cit., p. 174.
85. Octavio Paz, “Reflexiones sobre el presente”, En Presente fluido, op. cit. p. 390. Cfr. Octavio Paz, “El ogro filantró-
pico” op. cit., p. 390.
86. Ibid., pp. 400-401. Cfr. Enrique Krauze, Mexicanos eminentes, México, TusQuets Editores, 1999, pp. 158-159.
87. Octavio Paz, “Respuesta a diez preguntas”, conversación con Josefina e Ignacio Solares, Ocasiones, Obras Com-
pletas, tomo 8, México, Fondo de Cultura Económica, 2001, pp. 483-484. Cfr.Yvon Grenier, Del arte a la política.
Octavio Paz y la búsqueda de la libertad, México, FCE, 2004, pp.57-58.
88. Cfr. Octavio Paz, “El ogro filantrópico”, op. cit., pp. 348-349. Cfr. Enrique Krauze, Redentores, op. cit., pp. 216-217.
89. Ibid., p. 393.
90. Ibid., pp. 393-394.
91. Ibid., p. 394.
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92. Cfr. Octavio Paz, “El ogro filantrópico”, Presente fluido, Obras Completas, tomo 8, op. cit., pp. 344-345. Cfr. Octa-
vio Paz, “Reflexiones sobre el presente”, Presente fluido, op. cit., pp. 394-395. Ver: Octavio Paz, “El escritor y el
poder”, El peregrino en su patria, op. cit., p. 548. Ver también, Ricardo Pozas Horcasitas. “La modernidad de los
modernizadores”, en Anthony Stanton, Octavio Paz. Entre la poética y la política, México, El Colegio de México,
2009, pp. 247-248.
93. Octavio Paz, “Remache: democracia y burocracia en México”, Presente fluido, op. cit., pp. 398-399. Paz muestra
cierto optimismo ante la posibilidad de democratizar al país. La clase política mexicana es, ante todo, prag-
mática y seguramente puede realizar cambios en el sentido de modernizar las relaciones del poder. Sería una
manera inteligente de mantenerse como tal.
94. Ibid., pp. 393-394. Cfr. Enrique Krauze, “Octavio Paz. Entre la revolución y la crítica”, en Enrico Mario Santí, Luz
espejeante. Octavio Paz ante la crítica, op. cit., p. 690. Ver también: Ricardo Pozas Horcasitas, “La modernidad de
los modernizadores”, en Anthony Stanton. Octavio Paz. Entre la poética y la política. México, op. cit., pp. 248-249.
Ver también, Frederick C. Turner y John Womack, “Debate: presente y futuro de México”, El mundo actual a
reojo, en Obras Completas, tomo 15, México, Fondo de Cultura Económica, 2003, pp. 251-252. Ver también,
Enrique Krauze, Mexicanos eminentes, op. cit., p.175.
95. Octavio Paz, “La libertad como ficción”, El peregrino en su patria, op. cit., p. 520. Ver también Soledad Loaeza,
“Octavio Paz en el debate de la democratización en México”, en Anthony Stanton, Octavio Paz. Entre poética y
política, op. cit., pp. 184-185.
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l mexicano al que se refiere la obra de Paz tiene comportamien-
tos particularmente complejos en distintos planos de su vida y
muchos de ellos son indescifrables. Por eso mismo, se requiere
adentrarse en el conocimiento de su personalidad solitaria para com-
prender sus relaciones con el gobierno y la política. De la misma ma-
nera, las actitudes ante sus semejantes se inscriben en las enigmáticas
redes que orientan su vida dentro del grupo humano correspondien-
te. También, por supuesto, que determinan sus vinculaciones con el
poder o con su condición inevitable de gobernado. Para el poeta Paz,
el mexicano es un ser a la defensiva, en una actitud de desconfianza,
a la cual suele combinar con los disimulos permanentes o con los
estallamientos sorpresivos.1 Como individuo, simula que no existe y,
por eso mismo, es difícil saber quién es y cómo es. Su auto margina-
ción –producto de los temores de la soledad– lo mantiene al abrigo
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Los hombres del poder saben bien cuál es el terreno donde se mue-
ven al ejercer sus atribuciones. Deben utilizar el poder político con
gobernados celosos de sus intimidades y, con frecuencia, de las ajenas;
casi siempre deben ser silenciosos e incapaces de rozar con los ojos
a los vecinos.26 Los detentadores de los mandos le temen a una po-
blación capaz de ocultar sus gritos detrás de los silencios, aunque ese
temor también se disimula bajo un antifaz autoritario o paternalista.
Existe una combinación de pudores –de simulaciones– de autoridades
y de gobernados.27 Entre sus semejantes, los súbditos son susceptibles
a ser heridos por las palabras o las sospechas de palabras. Por eso su
lenguaje está lleno de reticencias, de figuras y alusiones, de puntos
suspensivos, de silencios. Su habla, por lo general, es un reflejo de los
temores y de su cultura de la aceptación paciente del poder. El go-
bernante, en este escenario, debe ser un buen simulador de fuerzas
o de bondades; que no sólo convenza a los gobernados –al menos
aparentemente– sino también a sí mismo y pueda ampliar el círculo
de los convencimientos o los temores respetuosos.28
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La primera es más peligrosa, porque suele ser falsa con mayor fre-
cuencia.33 Los hombres verdaderos se someten al poder, pero se man-
tienen distantes de éste, para no ser vulnerable a rajarse.
En varias ocasiones, el poder ha sido un objeto oscuro y aterrori-
zante. Ha sido una suerte de maldición, ante la cual es necesario tomar
precauciones; porque no se sabe lo que debe hacerse con él o ante
su presencia. Durante la Guerra de Independencia, don Miguel Hidal-
go tuvo a su merced a la Ciudad de México y se rehusó a ocuparla,
porque se sentía temeroso de las reacciones populares: le horrorizó el
poder en manos de los grandes grupos sociales.Villa y Zapata también
expresaron sus temores ante la silla presidencial y llegaron a proponer
su quema física, para acallar así las ambiciones suscitadas en torno a
ese mueble mítico y amenazador.34 El político, por buscar el poder, es
mal visto o, por lo menos, es objeto de precauciones y distancias. El
mexicano en el poder, solamente es inmaculado cuando lo recubre el
hecho heroico o el estoicismo: por eso Juárez en el carruaje y Cuauh-
témoc ofreciendo el cuchillo al conquistador, son piedras angulares de
nuestro santoral cívico.35
El gobernante, o mandamás mexicano, conoce los riesgos, pero sabe
también que éstos tienen sus compensaciones. En otros pueblos, la
hombría es una agresiva disposición al combate con o por el poder de
la comunidad, en tanto que en el nuestro es más importante la defensa,
a través del alejamiento, y la invulnerabilidad mediante la permanencia
en la oscuridad. Más que velar sus armas para tomar la ofensiva, el
mexicano se dispone a hacer frente, con su ocultamiento, a las ajenas,
ya sean del mundo o del inframundo. Las habilidades y la fuerza para
vencer no son apreciadas como elementos dignos de usarse o de ad-
mirarse; más bien se prefiere la estrategia de no ser vistos o, en el me-
jor de los casos, se elige al estoicismo como la virtud por excelencia.36
Las frases más citadas o recordadas por los mexicanos políticos –y
los mexicanos comunes y corrientes– son las que se refieren al su-
frimiento, al dolor, al abandono y la dignidad durante y después de la
derrota. Cuando el estoicismo no es un bien accesible, se le sustituye
por la resignación y el sufrimiento. Por eso mismo, la entereza ante
la adversidad es un componente muy importante, en el sentido de
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orilla, o permite, a las mujeres alejarse de todos los asuntos que son
“cosas de hombres”. Los protagonistas del poder, así sean hombres o
dioses, se caracterizan por su naturaleza masculina. La mujer no podría
ejercer el poder, porque esa condición sería violatoria de los precep-
tos del cosmos y, por eso mismo, perniciosa. La mujer solamente puede
llegar al poder cuando abandona su condición original y se transforma
en una mala mujer. Cuando en vez de obedecer, ordena; cuando en
vez de ser pasiva, se transforma en una protagonista, y cuando en vez
de ser chingada se convierte en chingona o, lo peor, en chingadora.59
Por esa razón, entre los mexicanos no es aceptable una actitud feme-
nina crítica ante el estado de cosas. Al contrario, la mujer sensata debe
mantener la impasibilidad ante las evoluciones del universo. También
debe aportar la piedad y la dulzura a las tareas de cuidar la ley y el
orden. Debe ser la instancia por excelencia para suavizar las relaciones
de hombre a hombre y de hombre a poder.
El mexicano, en su relación con la autoridad, con sus semejantes o
subordinados, es enigmático para los extraños y para sí mismo.60 Es un
problema para sí y para el resto de sus compatriotas a la hora de en-
tenderse y de las solidaridades sociales. Este comportamiento o acti-
tud se relaciona con una moral de siervo que todavía flota en distintos
sectores de la sociedad mexicana, con un largo tiempo de existir. La
moral de siervo no solamente se contrapone a la del señor del poder,
sino también a la moral moderna, ya sea proletaria o burguesa.61
Después de todo, la moral del siervo no solamente complementa a
la del señor, sino también, en mucho, proviene de aquélla. La descon-
fianza, el disimulo, la hosquedad que cierra el paso al extraño y sirve
para eludir la mirada ajena, son rasgos de pueblos dominados.62 Hay
miedo al señor y desconfianza hacia los iguales. Las relaciones sociales
están imbricadas de temor: la política es un inframundo al que no es
prudente acercarse demasiado, a no ser con carácter de centro mis-
mo de los poderes. En las relaciones de la sociedad y el poder en Mé-
xico, parece haber una casta vigilante de todos los comportamientos
o un estado extraño del mundo o del más allá.63 El mexicano se siente
rigurosamente vigilado.
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28. Ibid., pp. 88-89.Ver también, Guillermo Sheridan, “Una pesadilla de Octavio Paz”, Revista de la Universidad, México,
número 98, op. cit., pp. 23-24.
29. El poder también se enmascara. Detrás de su máscara no sabemos si el gobernante ríe o está enojado. La máscara
en el poder también oculta la verdadera personalidad del gobernante. Sobre todo, porque el Poder es impersonal,
aún cuando este depositado en personas concretas. El poder no es fácil de asir, como no es fácil de identificar.
30. Octavio Paz, “Debate: presente y futuro de México”, en Entrevistas, Obras Completas, tomo 15, México, Fondo de
Cultura Económica, 2003, pp. 256-257.
31. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., pp. 46-47.
32. Antonio Marimón, “La política y el instante”, Entrevista a Octavio Paz, en Horizontes, Obras Completas, tomo 5, op.
cit., p. 489.
33. Cfr. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., pp. 38-39.
34. Octavio Paz, Posdata, op. cit. p. 281.
35. Ibid., pp. 91-92.
36. Ibid., p. 27.
37. Ibid., pp. 27-28.
38. Ibid., p. 44.
39. Carlos Monsiváis, “El laberinto de la soledad: el juego de espejos de los mitos y las realidades”, Revista Fundación.,
op. cit. p. 25. Cfr. Enrique Krauze, Redentores, op. cit., p. 194.
40. Ibid., p. 45.
41. Ibid., pp. 45-46. El mexicano sospecha de todas las miradas. Incluso de las de sus compañeros de desgracias. El
mexicano teme que sus compañeros lo delaten ante los poderes ya sea terreno o celestial. Por esa razón simula
y disimula según las necesidades del momento.Ver, Octavio Paz, “Entrada retrospectiva”, El peregrino en su patria.,
Obras Completas, tomo 8, op. cit., pp. 20-21. Cfr. María Zambrano, “Un descenso a los infiernos”, en Enrico Mario
Santi, Luz espejeante. Octavio Paz ante la crítica, México, UNAM/Era, 2009, pp. 24-25.
42. Ibid., pp. 33-34. Cfr. Blas Montoro, “El ensayista Octavio Paz”, en Enrico Mario Santí, Luz espejeante. Octavio Paz
ante la crítica, op. cit., pp. 110-111.
43. Ibid., p. 35.
44. Carlos Monsiváis, “El laberinto de la soledad: el juego de espejos de los mitos y las realidades”, op. cit., pp. 22-23.
45. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 36.
46. Ibid., p. 140.
47. Ibid., p. 35.
48. Ibid., pp. 35-36. “El mexicano es un hombre que se esfuerza por ser formal y muy fácilmente se convierte en
formulista… es explicable, el orden… constituye una esfera segura y estable…”
49. Ibid., p. 144.
50. Ibid., p. 145.
51. Julio Scherer,“Tela de juicio”, entrevista a Octavio Paz, en Horizontes, op. cit., p. 553. Esta nueva realidad tiene varias
implicaciones, dado que el derecho divino de la monarquía se diluye y la legitimidad de los gobernantes entras en
un periodo de dudas para los mexicanos.
52. Cfr. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 140.
53. Ibid., p. 36.
54. Ibid., p.134.
55. Octavio Paz, “Una obra sin joroba: Juan Ruiz de Alarcón”, en Generaciones y semblanza, antecesores y fundadores,
México, Fondo de Cultura Económica, 1989, p. 66. Juan Ruiz de Alarcón es una figura de la literatura universal
al que se le atribuyen ser mexicano por no ser español. Es decir, encarna la figura del ser debido al no ser, a la
negación para la afirmación. Esta identidad por el no ser caracteriza en mucho al mexicano de hoy.
56. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 37.
57. Ibid., pp. 156-157.
58. Ibid., pp. 47-48.
59. La mexicana en el poder seria débil dada su naturaleza. Estaría a merced de los caprichos de algún factor externo
o podría entregarse. Podría huir despavorida ante cualquier repunte de la otredad de los mexicanos. Por lo de-
más, a nuestros compatriotas no les haría ninguna gracia estar gobernados por una mujer, puesto que su esencia
varonil se vería seria y, lo que es peor, visiblemente vulnerada.
60. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 21.
61. Ibid., p. 78.
62. Octavio Paz, prologo a El peregrino en su patria, Obras Completas, tomo 8. op. cit., pp. 20-21. La desconfianza es
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hermana de la malicia y estos dos elementos se dan en las sociedades autoritarias. Por esa razón, no hay tiranos
confiados ni súbditos totalmente confiables. Cfr. Jacques Julliard, “Las pasiones rebeldes de Octavio Paz”, Miscelá-
nea III, Obras Completas, tomo 15, op. cit., pp. 306-307.
63. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., pp. 78-79.
64. Ibid., p. 78.
65. Ibid., p.33.
66. Ibid., pp. 79-80.
67. Ibid., p. 80. “Si no es posible identificar nuestro carácter con el de los grupos sometidos, tampoco lo es negar su
parentesco. En ambas situaciones el individuo y el grupo luchan[…] por ocultarse y revelarse. Más una diferencia
nos separa. Siervos, criados o razas víctimas de un poder extraño cualquiera[…]entablan un combate con una
realidad concreta. Nosotros, en cambio, luchamos con entidades imaginarias, vestigios del pasado o fantasmas
engendrados por nosotros mismos. Esos fantasmas y vestigios son reales, al menos para nosotros. Su realidad es
de un orden sutil y atroz, porque es una realidad fantasmagórica. Son intocables e invencibles.”
68. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 54.Algunos sociólogos franceses opinan que la fiesta es una forma
de orillar a las personas para que gaste y se igualen a los demás. De esta manera se neutralizan a las envidias
humanas y cósmicas. Otros opinan que con la fiesta y el gasto se pretende atraer, con el rito, la abundancia.
69. Ibid., pp. 53-54.
70. Ibid., p. 53.
71. Ibid., p. 56.
72. Octavio Paz, “Posiciones y contraposiciones: México y Estados Unidos”, El cercado ajeno, Obras Completas, op. cit.,
p. 444.
73. Octavio Paz, “Posiciones y contraposiciones: México y Estados Unidos”, El cercado ajeno, Obras Completas, tomo
8. op. cit., pp. 444-445.
74. Ibid., p. 55.
75. Ibid., pp. 55-56.
76. Ibid., p. 26. En esa búsqueda pretende volver a sus orígenes, ya sea el mundo prehispánico, la colonia, la revolución,
etcétera. El mexicano siente que fue arrancado de su lugar original y es un sólo huérfano. Se fuga del presente y
busca el regreso al pasado. Por eso flota en el tiempo.
77. Ibid., p. 58.
78. La Independencia es un evento propicio para los mitos, debido a que parte de una ruptura y, ese orden, el inicio
de la Nación. Este es, quizás el primer gran mito. En lo que se refiere a la Revolución, su proclividad a los mitos
se relaciona con los sueños populares. Había sueños distintos y esa circunstancia genero diferentes mitos.
79. Octavio Paz,Vuelta al Laberinto de la Soledad, op. cit., pp. 228-229.
80. Ibid., p. 154.
81. Octavio Paz, Vuelta al Laberinto de la Soledad, op. cit., pp. 328-329. Cfr. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit.,
p. 22. El sentimentalismo de soledad… no es una ilusión… sino la expresión de un hecho real: somos, de verdad,
distintos.Y, de verdad, estamos solos”. Cfr. Octavio Paz, Postdata, Obras Completas, tomo 8, op. cit., pp. 322-323.
82. Ibid., p. 72. “Hay un misterio mexicano, como hay un misterio amarillo y uno negro. El contenido concreto de
esas representaciones depende de cada espectador. Pero todos coinciden en hacerse de nosotros una imagen
ambigua, cuando no contradictoria: no somos gente segura y nuestras respuestas como nuestros silencios son
imprevisibles, inesperados.Traición y lealtad, crimen y amor, se agazapan en el fondo de nuestra mirada.Atraemos
y repelemos.”
83. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 75. Cfr. Enrique Krauze, Redentores, op. cit., pp. 200-201.
84. Alejandro Rossi, prólogo a El laberinto de la soledad, México, Fondo de Cultura Económica, 2009, pp. 15-17.
85. Julio Scherer,“Tela de juicio”, op. cit., p. 557. Por ser un acto ritual, fue una rebelión en contra del Padre, simboliza-
da en la figura del presidente. Fue la sublevación de los hijos con un componente orgiástico: los jóvenes exaltaron
el placer y al erotismo como dos fuentes de creación y de libertad. 1968, represento una Fiesta, aunque también
enmascarada. Por esa razón, no es extraño que la rebeldía del mexicano, con frecuencia, no es una idea sino un
gesto. Octavio Paz, “Entrada retrospectiva”, El peregrino en su patria, op. cit., pp. 24-25.
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E
l examen de su entorno, nacional e internacional, ocupa una parte
muy importante en la obra paciana. En general, su juicio sobre la
actualidad que él examinó es poco complaciente, aunque no está
exento de reflexiones sobre mejores posibilidades en el futuro. Al fi-
nal considera posible, tarde o temprano, el predominio de la sensatez
humana, aunque sin llegar a construir o fortalecer utopías. También en
términos generales, su mayor simpatía es hacia Occidente, porque ahí
encuentra, a pesar de todos los problemas y las abundantes excepcio-
nes, las mejores posibilidades para el desarrollo humano. En Occidente
existe una larga tradición de libertades, aun cuando sometida varias
veces a la prueba de las circunstancias. Hay una herencia de crítica,
de búsquedas y de tolerancias hacia las pluralidades. También hay una
creciente aceptación –aunque con desviaciones que deben corregir-
se– hacia las pasiones de los hombres; particularmente en el arte y,
por supuesto, el erotismo.
Ciertamente, Occidente es el escenario de los Hitler, los Stalin, los
Mussolini y los Castro y otros ejemplos ominosos que, por desgracia,
parecen tener una continuidad garantizada. Sin embargo, también se
aspira ahí a mantener o ampliar las libertades sociales o individuales.
Se valora el humanismo y las posibles transformaciones realmente po-
sitivas de los hombres como especie. Es el espacio del crimen político,
del delito de Estado y, al mismo tiempo el de las sociedades abiertas
de la democracia –incluso con sus altibajos– y de una mayor libertad.
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La Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas
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Existía una complicada alma rusa que era necesario rescatar. Ese in-
grediente era la fe milenaria en el ser humano. Esta alma revivía mu-
chos rasgos del humanismo precapitalista y, a pesar de su sustrato
religioso, era un componente que apostó por la libertad en el futuro.
Por ahora, se refugió en el nacionalismo de los países integrantes
del Imperio soviético. Cada pueblo dominado conserva su fisono-
mía nacional, su lengua y sus creencias particulares. Sus habitantes,
a su tiempo, se enfrentaron al dominio o la amenaza de los persas,
los romanos, los bizantinos, los tártaros, los polacos, los alemanes y los
rusos en varias ocasiones.
Este factor de las nacionalidades jugó en contra de la permanencia
soviética y comenzó a convertirse en causal de conflictos que, a pesar
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el Ejército Rojo y sus armas cada vez más sofisticadas, no han sido
borrados de manera total.41
Los conflictos se presentaron incluso en las poblaciones mayor-
mente ligadas a la estructura del poder soviético. Los soviéticos se
enteraron cada vez más de la existencia de otros niveles de vida y
comenzaron a exigirlos y a promover una resistencia manifiesta o
velada. El marxismo-leninismo se convirtió en un catecismo memori-
zado y recitado cuando la ocasión lo exige, pero ya nadie cree en él.42
La creencia de Estado: el comunismo, era substituida rápidamente por
el paneslavismo, la nostalgia por la autocracia zarista, el antisemitis-
mo, el nacionalismo granruso y los suspiros por el lejano consumismo
de Occidente. Inclusive, existió un proceso ruso de americanización
cultural; sobre todo en las generaciones más jóvenes. Entre los traba-
jadores el descontento fue corrosivo, pero la carencia de derechos
civiles lo neutralizaba, por el momento. Las formas de disidencia entre
la clase obrera se expresaban en un creciente alcoholismo, las simu-
laciones y, cuando se podía, el sabotaje.43
En Polonia se suscitó una revuelta de trabajadores, que comenzó
a tener seguidores en la URSS. También se presentaron movimientos
de obreros disidentes en Hungría, Bulgaria, Checoslovaquia, Alemania,
Rumania y en la relativamente independiente Yugoslavia. Esta circuns-
tancia no constituyó una paradoja, sino que precisamente confirmaba
la ya muy extendida sospecha de que no eran gobiernos de la clase
obrera, ni mucho menos. Tanto en la URSS como en los países domi-
nados por los rusos la dictadura la ejerció una clase social burocrática,
enmascarada en un lenguaje “socialista” ya sin capacidad ni interés
para convencer a los grandes grupos sociales ni dentro ni fuera de las
fronteras soviéticas.
Una dificultad para ese país fue la necesidad de realizar despliegues
militares en todas las naciones del bloque del socialismo real. Este
esquema de ocupaciones armadas insumió recursos materiales y hu-
manos con dimensiones catastróficas para el conjunto económico. En
aquel país, se sostuvo una industria de guerra que restó posibilidades
a la producción útil para elevar los niveles de vida de los habitantes
en general. Por lo demás, la ocupación militar no le redundó ningún
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19. Ibid., p. 295. La política exterior norteamericana parece no tener una lógica que corresponda con las teorías y las
leyes internacionales. Se trata de acciones, a veces encontradas, y no de estrategias condensadas más allá de las
fuerzas políticas de la coyuntura. Cfr. Horacio Costa, “Poiesis y política: el modelo intelectual de Octavio Paz”.
Enrico Mario Santí, Luz espejeante. Octavio Paz ante la crítica, op.cit., p. 532..
20. Ibid., p. 296.
21. Ibid., p. 293.
22. Cfr. Octavio Paz, “Posiciones y contraposiciones”, op. cit., p. 446. Hay, por supuesto, las excepciones debidas. Un
ejemplo ha sido el de C.W. Mills en los años sesenta; Daniel Bell y Noam Chomsky en la actualidad. De todas
maneras, la tendencia en general es de la crítica hacia las formas y no es muy escuchada por el gobierno a la
sociedad.
23. Ibid., p. 448. “Por razones de su origen y de su historia intelectual y política, los Estados Unidos son una socie-
dad orientada hacia el futuro.[…] El norteamericano vive en el límite extremo del ahora, siempre dispuesto a
saltar hacia el futuro.” Por ese motivo no tiene remordimientos, puesto que este sentimiento se relaciona con
el pretérito y no con el porvenir. Dicho de otra manera, si el pasado no existe, no puede entrañar culpas sino
solamente de manera excepcional, como pecado de origen una falta que se resuelve con el olvido y el aislamiento.
Cfr. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., pp. 26-27.
24. Cfr. Octavio Paz, “Entrada retrospectiva, El peregrino en su patria, Obras Completas, tomo 8, op.cit., pp. 23-24.
25. Octavio Paz, “Posiciones y contraposiciones: México y Estados Unidos”. El cercado ajeno, op. cit., pp. 444-445. Cfr.
Octavio Paz, Posdata, op. cit., p. 238.
26. Octavio Paz, Postdata, op. cit., p. 239. Ciertamente, muchos intelectuales norteamericanos comienzan a tener una
actitud más crítica con respecto a su país y una mayor preocupación por adentrarse más en su propia historia.
Cfr. Rita Guibert, “Octavio Paz”, Entrevistas, op. cit., p. 450. Ver también, Octavio Paz, “Arte e identidad”, Mirador,
Obras Completas, tomo 6, op. cit., pp.113-114. Para los norteamericanos, el progreso es confirmar la razón en la
historia. El progreso es un elemento universal, en tanto la historia es una suma de particularidades.
27. Octavio Paz, “Posiciones y contraposiciones”, El cercado ajeno, op. cit., pp. 452-453.
28. Octavio Paz, Tiempo nublado, op. cit., p. 311. Cfr. Fernando Savater, “Octavio Paz: La poesía es el origen de lo sa-
grado”, Entrevistas, Obras Completas, tomo 15, op. cit., pp. 60-61. Cfr. Octavio Paz, Posiciones y contraposiciones:
México y los Estados Unidos”, El cercado ajeno, op. cit., p. 451.
29. Ibid., p. 310.
30. Cfr. Octavio Paz, “Cultura, tradición, personalidad”, en El socialismo autoritario, Obras Competas, tomo 9, México,
Fondo de Cultura Económica, 2003, pp.191 y siguientes. “Autocracia y burocracia son rasgos que Rusia probable-
mente heredó de Bizancio, al mismo tiempo que el cristianismo y el gran arte. Otros rasgos de la sociedad rusa
son orientales y otros se remontan al paganismo esclavo. La historia de Rusia es una extraña mezcla de sensualidad
y exaltado espiritualismo, brutalidad y heroísmo, santidad y abyecta superstición”. Cfr. Octavio Paz, “La poesía es el
origen de lo sagrado”, Entrevistas, Obras Completas, tomo 15, México, Fondo de Cultura Económica, op, cit., 2003.
pp.60-61.Ver también, Fernando Claudín, “La función del intelectual”, en Enrico Mario Santí, Luz espejeante. Octavio
Paz ante la crítica, op. cit., pp. 540-541.
31. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., pp. 199-200. “Es verdad que algunos autores como Isaac Deutcher,
piensan que una vez creada la abundancia se iniciará, casi insensiblemente, el tránsito hacia el verdadero socialis-
mo y la democracia. Olvidan que mientras tanto se han creado clases, o castas, dueñas absolutas del poder polí-
tico y económico. La historia muestra que nunca una clase ha cedido voluntariamente sus privilegios y ganancias.
La idea del “transito insensible” hacia el socialismo es tan fantástica como el mito de la “desaparición gradual del
Estado” en labios de Stalin y sus sucesores”. Cfr. Horacio Costa, en Luz Espejeante. Octavio Paz. Ante la crítica, op.
cit., pp. 532-533.
32. Ibid., p. 199. Cfr. Carlos Monsiváis, Adonde yo soy tú somos nosotros, Octavio Paz: crónica de vida y obra, México,
Editorial Raya en el agua, 2004, p. 65. Cfr., Enrique Krauze, Mexicanos eminentes, México,TusQuets Editores, 1999.
pp 162.
33. Octavio Paz, “Posiciones y contraposiciones: México y Estados Unidos”, El cercado ajeno, op. cit., pp. 451-452. La
palabra GULAG se ha convertido en sinónimo del socialismo realmente existente. En todo el territorio soviético,
la prisión y el cuartel son sustentos decisivos para el sistema político.
34. Octavio Paz, Tiempo nublado, op. cit., p. 311.
35. Octavio Paz, “Polvos de aquellos lodos”, en El socialismo autoritario, op. cit., p. 180.
36. Cfr. Octavio Paz, “Los campos de concentración soviéticos”, en El socialismo autoritario, op. cit., p. 181.
37. Octavio Paz, “Polvos de aquellos lodos”, El socialismo autoritario, op. cit., p.181.
38. Ibid., pp. 310-311. Edición del Fondo de Cultura Económica.
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39. Octavio Paz, Itinerario, Obras Completas, tomo 9, op. cit., p. 44.
40. Octavio Paz, “Polvos de aquellos lodos”, en El socialismo autoritario, op. cit. p. 192.
41. Octavio Paz, “Un escritor mexicano ante la Unión Soviética”, en El Socialismo autoritario, en op. cit. pp. 241-243.
La dificultad mayor a que se enfrenta la constitución de una nueva asociación de repúblicas soviéticas[…]con-
siste en la heterogeneidad de sus componentes. Cada caso es distinto, y lo más cuerdo sería llegar a un modus
vivendi de acuerdo con cada situación. Por ejemplo, los casos de Ucrania y Bielorrusia no pueden compararse
con las con las repúblicas bálticas. A su vez, las repúblicas islámicas[…] presentan un problema diferente[…] El
futuro de Armenia es inquietante y aún más el de Georgia[…] Moldavia fue parte de Rumania[…] En muchas
de las repúblicas habitan importantes minorías, para no hablar de los pueblos y naciones deportadas en la época
de Stalin”.
42. Octavio Paz, “El orden y el accidente”, en Conjunciones y disyunciones, Obras Completas, tomo 10, México, Fondo
de Cultura Económica, 1996, pp. 195. Es, de alguna manera, un socialismo de escenario, que cada vez tiene menos
espectadores susceptibles de convencer. Los desfiles obreros son un componente esencial de esta gran farsa,
construida, de manera muy obvia, para el consumo externo.
43. Octavio Paz, “un escritor mexicano ante la Unión Soviética”, en op. cit., p. 241.
44. Octavio Paz, Tiempo nublado, op. cit., p. 315. Cfr. Octavio Paz, “Posiciones y contraposiciones: México y los Estados
Unidos”, El cercado ajeno, op. cit., pp. 450-451.
45. Ibid., pp. 315-316.
46. Ibid., p. 316.
47. Ibid., p. 326. Octavio Paz supone que en la Unión Soviética de entonces había una gran prosperidad económica.
Nunca se adentró en la pobreza real de la “Madre Patria del Socialismo”.
48. Octavio Paz, “Un escritor mexicano ante la Unión Soviética”, Conversación con Eugenio Umeronkov, Obras
Completas, tomo 9, op. cit., pp. 235-238.
49. Cfr. Octavio Paz, “Revuelta y resurrección”, en Tiempo nublado, op. cit., p. 323. Cfr. Octavio Paz, “Escribir y decir”.
Escribir y decir, Obras Completas, tomo 15, op. cit., p. 93. Cfr. Octavio Paz. Pequeña crónica de grandes días, Obras
Completas, op. cit., p. 21.Ver también, Octavio Paz, “El ogro filantrópico”, Presente fluido, op. cit., pp. 340-341.
50. Octavio Paz, “La revuelta de los particularismos”, en Tiempo nublado, op. cit., p. 334. Este fenómeno se presentó
tanto en oriente como en occidente. En oriente hubo proceso de regresión hacia los comportamientos y las
ideas con una fuerte presencia de la religión. En occidente, se aparecieron las creencias “orientales” y el eso-
terismo. El siglo XX se vio orillado a repensar el siglo X y XI. Cfr. Octavio Paz. ¿Comunidad Europea?, Ideas y
costumbres, Miscelánea, obras completas, tomo 14, op. cit., p. 3 Cfr. Octavio Paz, “La otra voz”, Obras Completas,
tomo1, op.cit., p. 583.
51. Octavio Paz,“La sublevación de los particularismos”, en Tiempo nublado, op. cit., p. 334.“El chiísmo es más que una
secta musulmana y menos que una religión separada. Sus adeptos se consideran como los verdaderos ortodoxos
y juzgan que las prácticas y creencias de la mayoría sunita, al borde de la herejía, están infectadas de paganismo. El
chiísmo se define por su puritanismo, su intolerancia y por la institución del guía espiritual, el imán… una dignidad
espiritual. Por lo demás la fragilidad de su aprecio por la vida, propia o ajena, los hace muy proclives a realizar
acciones de terrorismo para reivindicarse ante su deidad por excelencia.
52. Ibid., pp. 334-335. Cabe señalar que la expulsión del Sha y de los moderados se realizó inicialmente de manera
pacífica, lo que muestra el poder movilizador de la secta dominante en Irán. Cfr. Octavio Paz, Tiempo nublado,
edición Seix-Barral, op. cit., pp. 98-99.
53. Ibid., p. 335.
54. Ibid., p. 336. “Resumo: el chiísmo es una teocracia militante que resuelve en una metahistoria: el culto al Mahdí, el
Imán oculto. A su vez, la metahistoria chiita desemboca en un milenarismo a un tiempo nacionalista, religioso y
combatiente, fascinado por el culto al martirio”.
55. Ibid., p. 337. Paz hace referencia a la ideología como el elemento cohesionador del militarismo y la falta de liber-
tades. En el caso de Irán, la propuesta religiosa intolerante cumple el papel que el pensamiento supuestamente
marxista tuvo en la URSS.
56. Ibid., p. 138. “Para la conciencia musulmana, los norteamericanos representan la continuidad de la dominación de
Occidente; son los herederos no sólo de los imperialismo europeos del siglo pasado sino de los aventureros y
guerreros de otros siglos. Además de estas obsesiones históricas, pasado sino de los aventureros y guerreros de
otros siglos. Hay una realidad contemporánea: los gobiernos de Washington más que amigos del Sha, fueron sus
cómplices y valedores. Así todo designaba a los Estados Unidos como el diablo de los iranios. No se puede decir
que no han merecido esa equivoca dignidad”.
57. Ibid., p. 138-139.
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58. Octavio Paz, “Revuelta y resurrección”, en op. cit., pp. 342. “El lenguaje de Jomeini es el lenguaje de otros siglos y
el de los norteamericanos es moderno. Es el lenguaje optimista y racionalista de liberalismo y el pragmatismo, el
lenguaje de las democracias burguesas, orgullosas de las conquistas de las ciencias físicas y naturales que les han
dado el dominio sobre la naturaleza y sobre las otras civilizaciones. […] Los norteamericanos y los europeos tie-
ne que aprender a oír el otro lenguaje”. Cfr. Nathan Grardels, “Tiempos cruzados”, Entrevistas, Obras Completas,
tomo 15, op. cit., p. 304. Cfr. Octavio Paz, Tiempo nublado, Edición Seix-Barral, op. cit., p. 100. Ver también, Nathan
Gardels, “Tiempos cruzados”, en Miscelánea III, Obras Completas, tomo 15, op. cit., pp. 304-305.
59. Ibid., p. 340, La guerra entre Irán e Irak se inscribe dentro de este marco de intolerancias, puesto que los iraníes
acusaron siempre a su enemigo de ser una nación hereje y cada vez más alejada de las enseñanzas del profeta
Mahoma.
60. Octavio Paz, “Mutaciones”, en Tiempo nublado, op. cit., p. 342 Cfr. Octavio Paz, Itinerario. Obras Completas, tomo 9,
op. cit., pp. 47-48.
61. Ibid., p. 343.
62. Cfr. Gabriel Caballero, “Inicuas simetrías”, en Entrevistas, en Obras Completas, op. cit., p. 202.
63. Ibid., pp. 342-343.
64. Rita Guibert, “Octavio Paz”. Entrevistas, op. cit., pp. 418-419.
65. Octavio Paz, “Brindis de Estocolmo”, Corriente Alterna, Obras Completas, tomo 10, México, Fondo de Cultura
Económica, 1996, p. 675. Paz previene sobre los efectos nocivos del derrumbe de las ideologías en occidente.
Nos dice que puede ser el inicio de las idolatrías tribales, los fanatismos religiosos y nuevas tiranías. Seguramente
pensaba en el Oriente Medio.
194
L
as rivalidades entre pueblos e imperios datan de hace muchos
siglos. En el caso de los rusos y chinos, el conflicto se inició en el
siglo XVII; entre China y el Tí bet, desde el siglo XII; entre China y
Vietnam, en el siglo I a. C.; entre Camboya,Vietnam y Tailandia, desde el
siglo XIV, y así sucesivamente. Tal parece que nada ha cambiado en
el trasfondo de las relaciones tortuosas y complejas entre aquellos
grupos humanos.
Sin embargo, hace un siglo, los países asiáticos y africanos eran el
teatro de las ambiciones europeas. Ahora, esos viejos pueblos han
dejado de ser objetos y se han convertido en los sujetos del conflicto
o de sus propios procesos sociales. Ya no se trata de colonias, sino de
naciones con identidad propia e, incluso, países con rasgos o preten-
siones imperiales. En uno y otro punto geográfico, además de consoli-
dar su independencia, las principales búsquedas son la modernización
o las relaciones de la modernidad con pueblos milenarios. En este
capítulo, trataremos de ordenar las reflexiones, breves por lo demás,
de nuestro poeta acerca de aquel espacio en el continente asiático.
Japón
El país que aparentemente ya resolvió el problema de la modernidad es
Japón y lo ha conseguido sin dañar mayormente su cultura tradicional.
Los japoneses han sabido adoptar y adaptar los conocimientos y valo-
res de otras latitudes; también han sido capaces de recrearlos bajo sus
propias modalidades y a favor de sus interese. Por ahora es un país con
un progreso material construido a golpes de esfuerzo y que se ha
convertido en un modelo eficiente de desarrollo económico y social.1
Incluso, para algunos personajes y grupos es un ejemplo a seguir, aun
cuando en la historia las repeticiones no siempre son afortunadas.
Al iniciarse el mandato de la dinastía Meiji, hacia 1868, los japoneses
decidieron modernizarse y empezaron por una reforma agraria que
redujo la presencia de los propietarios tradicionales en el medio rural
y los sustituyó por agricultores-empresarios.
Estas reformas, de manera directa, permitieron ampliar el mercado
interno y, en forma indirecta, dar los primeros pasos para la industria-
lización.2 Medio siglo después ya había logrado múltiples avances en
el plano económico, particularmente en los espacios de la industria
pesada y la maquinaria agrícola.También se habían reducido las formas
feudales a sus expresiones mínimas, puesto que el gobierno imperial
se consolidó e hizo frente a los señores de la tierra y de las armas.
Por esos años de siglo XIX, el gobierno y los sectores sociales más
desarrollados iniciaron la actualización de sus instituciones políticas;
aunque en este terreno, las reformas han sido más lentas, puesto que
las tradiciones en lo referente al poder siempre fueron verticales.3 Los
japoneses pasaron por el nacionalismo, el militarismo y el esquema
imperial, hasta la derrota sufrida en 1945. Tras ese acontecimiento,
muchas de las formas y estructuras viciadas se colapsaron y fue posible
hacer las transformaciones necesarias. Por eso, aun cuando se conser-
van viejas instituciones, existen otras que sitúan a Japón como un país
semejante a sus equivalentes occidentales: también es una monarquía
constitucional.4
Uno de los rasgos esenciales de la cultura japonesa es su capacidad
para recibir y hacer suyos los conocimientos y valores de otras latitudes
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India
Otra particularidad es la India, con una trayectoria muy distinta a la de
Japón. La India es un conjunto de pueblos, cada uno con su lengua y
su cultura propia. Hasta la llegada de los ingleses, no era propiamente
un Estado nacional.15 Aun los grandes imperios del pasado, como los
maurya, los gupta o los mongoles, solamente sometieron a su poder
una parte del amplio territorio. Ni en la memoria ni en el idioma
tradicional hindú existe un recuerdo o un concepto cercano al de la
Nación, porque la unidad de ese país no fue política, sino religiosa. El
elemento central religioso fue el hinduismo, con más de tres mil años
de antigüedad, y la estructura social que le daba sustento fue el sis-
tema de castas, una herencia indoeuropea. Ahora bien, a pesar de su
lejanía, la India es un polo del mundo Occidental, aunque como una
imagen invertida, debido a su localización entre el Extremo Oriente y
el Asia Occidental.16
Los indios lograron en el pasado crear una gran civilización; en
cambio, no pudieron constituirse en una nación unificada ni crear
un Estado Nacional. Las fuerzas centrifugas de la India son viejas y
poderosas; no han destrozado al país porque, sin proponérselo, se
neutralizan unas o otras. 17
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China
En Asia permanece otro punto estratégico del escenario. Se trata
de China, un país llamado por sus habitantes, hace mil años, el Impe-
rio del Centro. En realidad no existe el centro del mundo, aunque sí
los países centrales por su importancia dentro de la correlación de
fuerzas de su tiempo. En efecto, el peso de China en el marco re-
gional data de más de tres mil años, en los que se ha mantenido una
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Fondo de Cultura Económica, 2001, p. 382. A raíz de su muerte, en 1976, llovieron panegíricos para el Gran
Timonel. Su obra política fue llevada a los altares, aunque no se quedo ahí el festival maoísta. Se llegó a hablar
de Mao como uno de los mejores poetas del mundo y hasta del mejor nadador del universo. En China, incluso,
se llegaron a prohibir algunos deportes que podían dañar a los nadadores. Mao había cruzado a nado el Yang Tse
Kiang y la natación era la actividad física obligatoria para los jóvenes chinos. “Si Mao no hubiera desempeñado
el papel que desempeñó en el escenario de la historia, su producción poética, escasa y a menudo torpe, no se
habría distinguido de la de esos centenares de miles de poetas aficionados que nacen en China. A los pocos años
de muerto Mao, su poesía y su Libro Rojo dejaron de circular”
51. Octavio Paz, Tiempo nublado, op. cit., pp. 351-352. Cfr. Octavio Paz, “Mao: ¿Nerón o Netzahualcóyotl?, Ideas y
Costumbres, Obras Completas, tomo 14, op. cit., pp. 382-383.
52. Ibid., p. 120. Edición Seix-Barral.
53. Ibid., p. 352. “El genio chino es pragmático, imaginativo, flexible y nada dogmático, en el pasado logró una síntesis
entre el puritanismo de Confucio y el anarquismo poético de Lao-Tse y Chuan.Tse, ¿dará mañana al mundo una
versión menos inhumana del comunismo?. En tal caso, el gobierno de Pekín tendrá que emprender ahora mismo
la quinta modernización que pide el disidente Wei Jingsheng: la democracia”. Cfr., Enrique Krauze, Mexicanos
eminentes, op. cit., pp. 171-172.
54. Ibid., pp. 352-353.
55. Ibid., p. 253. En el caso de los países del llamado mundo socialista, particularmente en Rusia y sus satélites, la casta
dominante es la burocracia que se ha afianzado en el poder con el apoyo del ejército. En china es el Partido
Comunista Chino, aún cuando Deng se haya propuesto limitarlo en sus capacidades para decidir. Este grupo va
a ser un fuerte obstáculo para los cambios en el futuro inmediato.Cfr. Octavio Paz, “El orden y el accidente”,
Conjunciones y disyunciones, Obras Completas, tomo 10, op. cit., pp. 191.
56. Ibid., p. 353.
57. Jean-Francois Revel, “Nuestro mundo al reojo”, Entrevistas., Obras Completas. tomo 15, op. cit., pp. 294-295. Cfr.
Sergio Maras. “América en plural y en singular”, Iberoamérica, Obras Completas, tomo 9, op. cit., p. 148.
58. Ibid., pp. 354-355.
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A
mérica Latina no es solamente una idea, sino una realidad.1
Quizás el nombre de América Latina no es del todo correcto
y sea un poco más apropiado el de América Española. Empero,
esta última denominación dejaría fuera a Brasil, a Surinam, a Belice y
otros puntos geográficos importantes.2 El nombre de América Latina,
por otra parte, no es el adecuado para un continente que tiene com-
ponentes indígenas, negros y de muy diversas combinaciones mestizas.
De todas maneras, podemos usarlo cuidadosamente, a falta de uno
más pertinente, y tener en cuenta todas sus limitaciones.3
Muchos pueblos latinoamericanos descienden, en proporciones dis-
tintas, de los pueblos prehispánicos, y esa herencia ancestral está todavía
viva.4 Existe una actualidad del pasado en varios puntos de la geografía
continental. Tal es el caso de México, Bolivia, Perú y Guatemala. Tam-
bién, en distintas medidas, está la presencia europea no menos viva
de Portugal y España. La formación inicial de los pueblos de América
Latina se corresponde con el inicio del dominio español o portugués.5
Cabe reiterar que muchas culturas precolombinas se conocieron en-
tre sí a partir del descubrimiento, la conquista, la evangelización y el
dominio de la lengua castellana. Los imperios prehispánicos eran con-
sistentes en proporciones inversas a su tamaño, quien mucho abarcaba.
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17. Octavio Paz,“América Latina y la democracia”, op. cit., pp. 77-78. Es decir, no solamente se traba de un rechazo a las
ideas renovadoras, sino también a un cambio en la estructura social que, por eso mismo, permaneció plenamente
legitimada. Cfr. Gabriel Caballero,“Inicuas simetrías”, Obras Completas, tomo 15, op. cit., p. 211
18. Octavio Paz, “Inventar la democracia: América Central, Estados Unidos, México. Entrevista con Gilles Bataillón”.
en Iberoamérica. op. cit. p. 109. “El nacimiento de los países de América Latina fue ante todo la consecuencia de la
decadencia de España y de la disgregación de su imperio. El movimiento histórico de los Estados Unidos no sólo
unificó a muchas regiones y territorios sino a distintas comunidades y culturas. En cambio nuestra independencia
fue el comienzo de la dispersión. El caudillismo fue determinante en la atomización política de América Latina. Nació
en las guerras de Independencia y prosperó en las guerras civiles del siglo XIX. Su influencia fue una catástrofe en
América Central y en la cuenca del Caribe. Son países que no debieran ser sino uno sólo”.
19. Ibid., pp. 109-110.
20. Octavio Paz,“América Latina y la democracia”, op. cit., pp. 77-78.
21. Octavio Paz. Tiempo nublado, op. cit., p. 172. En realidad, se trata del mismo ensayo de la referencia anterior, sólo que
en otra edición, con diferentes paginaciones.
22. Octavio Paz, “América en plural y en Singular”, op. cit., p. 161. “El imperialismo norteamericano no creó la división
de América Latina se aprovechó de ella; no inventó a los caudillos: los convirtió en sus aliados y sus cómplices.
Nuestra falla viene de la inestabilidad interna. Los dictadores surgen[…] por la crisis de la legitimidad al otro día de
la independencia y la dificultad para forjar auténticas democracias en países que no estaban preparados para ellas. La
influencia de poderes extranjeros[…] aparece en todos los momentos de inestabilidad de los pueblos.”
23. Octavio Paz,“América Latina y la democracia”, op. cit., p. 78.
24. lbid., p. 79.
25. Octavio Paz, Tiempo nublado, op. cit., p. 176. Edición de Seix-Barral.
26. lbid., pp. 79-80.
27. Cfr. Octavio Paz,“La libertad como ficción”, Ocasiones, Obras Completas, Tomo 8, op. cit., p. 521.
28. Ibid., p. 80.“La democracia ha sido inventada dos veces, Una en Grecia y otra en Occidente. En ambos caso ha nacido
de la conjunción entre las teorías e ideas de varias generaciones y las acciones de distintos grupos y clases, como
la burguesía, él proletariado y otros segmentos sociales. La democracia no es una superestructura: es una creación
popular. Además, es la condición, el fundamento de la civilización moderna. No hay que olvidar, por último la inercia
y la pasividad, esa inmensa masa de opiniones, hábitos, creencias, rutinas, convicciones, ideas heredadas y usos que
forman la tradición de; los pueblos.”
29. Cfr. Octavio Paz,Tiempo nublado, op. cit., pp. 176-177.
30. Ibid., p. 82. El intento peruano se agotó en una larga lucha interna y, en ese mismo orden, por abarcar más planos de
lo que su propia realidad permitía. Actualmente existe un APRA, que es una degeneración del movimiento de Haya
de la Torre.
31. Cfr. Octavio Paz, “América en plural y en singular”, op. cit., pp. 142-143. Existen algunas semejanzas del Perú con
México. Por ejemplo, su composición indígena predominante en varias regiones del país, así como un tradicionalismo
político en los grandes grupos sociales. Este tradicionalismo peruano explica en parte la derrota electoral de Mario
Vargas Llosa.
32. Ibid., p. 144.
33. Octavio Paz,“Los centuriones de Santiago”, en Piezas de Convicción, op. cit., p. 454.
34. Ibid., p. 453. El predicamento de la izquierda radical ha sido “[…] aquel que pretende perforar rocas con alfileres.
En Europa Occidental contrasta la fuerza de los movimientos de izquierda franceses e italianos con la prudente
modestia de sus programas; en América Latina sucede exactamente lo contrario. Apenas si es necesario añadir que
el radicalismo de los grupos extremistas -- el último ejemplo es el del MIR chileno-- opera invariablemente como
una provocación. Los extremistas pertenecen a la clase media y en sus actos e ideologías son determinantes, como
lo fueron en los de los jóvenes fascistas de la década anterior a la segunda guerra la desesperación, la inseguridad
psicológica y las tendencias inconscientes al suicidio”.
35. Octavio Paz,“América en plural y en singular”, op. cit., p. 142.
36. Octavio Paz,“Los centuriones de Santiago”, op. cit., p. 454.
37. Ibid., p. 455.
38. lbid., p. 456.“Extraño triángulo: frente al régimen militar chileno, el brasileño; ante ellos, la ambigüedad extraordinaria
del peronismo. El fracaso de las ideologías políticas tradicionales -los más sonados han sido el de los radicales argen-
tinos y el de la democracia cristiana chilena- es la causa inmediata de la aparición de esos regímenes bizarros en el
sentido que; daba Baudelaire a esa palabra: singularidad en el horror”.
39. Octavio Paz, “Inventar la democracia: América Central, Estados Unidos, México”, en Iberoamérica, op. cit.,p. 116.
228
En el caso de Costa Rica, las causas para mantener un esquema democrático aceptable fueron, entre otras, la
homogeneidad racial, el predominio de la pequeña empresa, el nivel cultural y la ausencia de fuerzas armadas.
40. Octavio Paz, Tiempo Nublado, op. cit., p. 187. Edición de Seix-Barral.
41. Ibid., pp. 116-117.
42. Cfr. Octavio Paz,“Las ‘confesiones’ de Heberto Padilla”, en El socialismo autoritario, Obras Completas, tomo 9, op. cit., p.
l72. Este acto de linchamiento ideológico, hecho con estricto apego a la lógica de los esquemas stalinianos, escandalizó
a varios intelectuales de América Latina, mismos que, en breve tiempo enfrentaron la descalificación otorgada por los
intelectuales “políticamente correctos”; es decir, de los partidarios ilustrados del gobierno cubano.
43. Octavio paz,“América Latina y la democracia” en Iberoamérica, op. cit., p. 87.“Tanto como la pretensión pseudocien-
tífica de esta concepción, es inquietante su carácter antidemocrático. No sólo los actos y la política del régimen de
Castro son la negación de la democracia: también lo son los principios mismos en que se funda. En este sentido la
dictadura burocrática cubana es una verdadera novedad histórica en nuestro continente: con ella comienza, no el
socialismo sino una ‘legitimidad revolucionaria’ que se propone desplazar a la legitimidad histórica de la democracia.
Así se ha roto \a tradición que fundó América Latina.”
44. Octavio Paz, “Inventar la democracia: América Central, Estados Unidos, México “, en op. cit., p. 110. Cfr. Julio Scherer,
“Tela de juicio”, Entrevistas, Obras Completas, tomo 15, op. cit., p. 570.
45. Ibid., p. 111.
46. Octavio Paz, “América Latina y la democracia”, en op. cit., p. 94. “La Revolución cubana se ha petrificado; es una losa
de piedra caída sobre el pueblo. En el otro extremo las dictaduras militares han perpetuado el desastroso e injusto
estado de cosas, han abolido las libertades públicas, han practicado una cruel política de represión, no han logrado
resolver los problemas económicos y en muchos casos han agudizado los sociales.Y los más graves: han sido y son in-
capaces de resolver el problema político central de nuestras sociedades: el de la sucesión, es decir, el de la legitimidad
de los gobiernos.Así, lejos de suprimir la inestabilidad, la cultivan.“En este escenario, el régimen cubano encuentra sino
la legitimidad plena, por lo menos una amplia explicación a su estatuto de propuesta ideológica”. Cfr. Enrique Krauze,
“Hombre en su siglo”, Travesía Liberal, op. cit., pp.168-169.
47. Ibid., pp. 94-95.
48. Octavio Paz, “El diálogo y el ruido”, discurso pronunciado en Frankfurt, al recibir el Premio Internacional de la Paz,
otorgado por los editores y libreros alemanes, 1984, en Piezas de convicción, op. cit., p. 463.
49. Octavio Paz,“Inventar la democracia:América Central, Estados Unidos, México”, en Iberoamérica, op. cit., pp. 110-111.
“No es exacto. Como dicen por ahí algunos intelectuales y muchos periodistas, que el régimen de Managua haya sido
empujado, por la hostilidad de los Estados Unidos a los brazos de los: soviéticos y de Fidel Castro. Desde el principio
los dirigentes sandinistas fueron pro soviéticos y pro cubanos. No me refiero únicamente a la ayuda militar, econó-
mica y política que proporcionan la URSS y sus aliados al régimen de Managua: me refiero también a su orientación
ideológica y política. Examine usted sus escritos, sus discursos y las medidas político- policíacas que dictaron apenas
tomaron el poder, como la formación de esas milicias calcadas de Cuba -—Comités de Defensa Sandinista-— que
vigilan, en cada barrio y en cada manzana, la conducta y la ortodoxia política de la población. En su política exterior
se han alineado totalmente con el bloque soviético”. Cfr.Alberto Ruy Sánchez, Una introducción a Octavio Paz, op. cit.,
pp. 120-121.
50. Octavio paz, “América Latina y la democracia”, en op. cit., p. 92. Cfr. Soledad Loaeza, “Octavio Paz en el debate de la
democratización mexicana”, en Anthony Stanton, Octavio Paz, Entre poética y política, op. cit., pp. 186-187.
51. Octavio Paz,“El diálogo y ruido”, op. cit., p. 464.
52. Octavio Paz, “Panamá y otros palenques”, en Pequeña crónica de grandes días, Obras Completas, tomo 9, op. cit., p.
399. “.la invasión fue condenable. Ahora bien, si se quiere sustituir la gritería por la discusión racional, deben pun-
tualizarse ciertas cosas. Confundir a Noriega con un patriota antiimperialista es grotesco: colaboró con la CIA y
recibió sumas importantes por sus servicios. Estuvo y está complicado con el tráfico de drogas. Fue un cruel dictador
militar. Se negó a reconocer la legítima victoria del candidato independiente Endara e impuso por la fuerza un go-
bierno espurio”.
53. Como se ha visto claramente, no hubo la misma reacción cuando se trató de las invasiones a Checoslovaquia, Afga-
nistán, Hungría, solamente para citar algunos ejemplos de ataques imperiales durante el siglo XX.
54. Octavio Paz,“Panamá y otros palenques”, en op. cit., pp. 394-401.
55. lbid., p. 135.
56. Julio Scherer,“Tela de juicios”, entrevista a Octavio Paz, Entrevistas, Obras Completas, tomo 15, op. cit., p. 568.
57. Carlos Castillo Peraza,“Alguien me deletrea”, entrevista a Octavio Paz, Entrevista. Obras Completas, tomo 15, op. cit.,
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E
l autor de Postdata nunca negó sus inclinaciones políticas y filo-
sóficas hacia el pensamiento marxista en los años de su juventud.
No fue solamente una inclinación intelectual, sino sobre todo ac-
tiva. Para el poeta, el pensamiento de Marx y Engels era un intento de
conciliar la razón con la historia y, en buena medida, con la moral de la
equidad humana.1 El marxismo era un recurso metodológico para
sustentar la entrega, casi siempre generosa, de los revolucionarios a
la causa de una sociedad más justa.2 Es decir, la propuesta filosófica
de Marx y Engels, como visión del mundo y como fundamento para
las acciones políticas, no podía ignorarse ni mucho menos.3 Por eso
mismo, Octavio Paz optó por el marxismo y se afilió a un grupo de
activistas políticos: la Unión de Estudiantes Pro-Obrero y Campesi-
no, cuyo asiento y mayor número de militantes estaba en el Colegio
de San Ildefonso. El joven Paz y sus compañeros preparatorianos se
proponían llevar el pensamiento, el trabajo organizativo y las acciones
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El marxismo de Marx y el
marxismo de Stalin
El marxismo de Karl Marx y Friedrich Engels es un componente
decisivo en la conformación cultural y moral del Occidente, histó-
ricamente situado en nuestros días. Las aportaciones de estos pen-
sadores alemanes han sido esenciales en el campo de la historia y
de la economía. Renunciar al pensamiento marxista en el terreno
económico –y con algunas precauciones, al arsenal filosófico– sería
como marginar a Adam Smith en el análisis de la economía y a Alexis
de Tocqueville en la historia y la política. El ideal de una sociedad más
justa, con capacidad para incluir la libertad y la democracia como
ingredientes esenciales, es todavía una propuesta vigente y necesaria.
Por eso mismo, el marxismo es un conjunto de ideas, vivas y crea-
doras en cuanto conservan sus esencias críticas.19 Marx y Engels nos
ofrecieron lecciones incomparables sobre cómo debe ser la crítica,
tanto en su profundidad como en su coherencia.
El marxismo ha sido un pujante y profundo pensamiento crítico
y moral. Su influencia ha sido decisiva en la formación de la con-
ciencia moderna. En este sentido, todos somos, de alguna manera,
marxistas… como también somos, aunque a veces no lo sepamos
neoplatónicos, estoicos, kantianos, darwinianos. Todas esas ideas y
filosofías se han transformado, por decirlo así, en nuestra sangre
intelectual y circulan, invisiblemente, en los espíritus modernos…
Por lo que a mi toca, cuando repaso mi vida intelectual y política
me doy cuenta de que buena parte de ella ha sido un diálogo –con
frecuencia polémico– con Marx.20
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18. Ibid., p. 29. En ese tiempo se inauguró la tradición de la izquierda en el sentido de disimular ante las aberraciones que
cada vez se hicieron más frecuentes en los países del “socialismo real”.
19. Sergio Marras,“América en plural y en singular”, entrevista a Octavio Paz, en Iberoamérica, Obras completas, tomo 9,
México, Fondo de Cultura Económica, 2003, p. 150.Ver. Silvia Cherem,“Soy otro, soy muchos”, en Miscelánea III, Obras
Completas, tomo 15, op. cit., pp. 368-369. Cfr. Guillermo Sheridan, Poeta con paisaje, op. cit., p. 241.
20. Octavio paz,“La Universidad, los partidos y los intelectuales”, Ocasiones, Obras Completas, tomo 8, op. cit., p. 535. Cfr.
Octavio Paz, Postdata, op. cit., pp. 317-318.
21. Yvon Grenier, “El socialismo es una sola persona: el espectro de Marx”, en Anthony Stanton, Octavio Paz. Entre
poética y política, op. cit., p. 212. Cfr. Ricardo Cayuela Gally, “Un malentendido”, en Revista Letras Libres, número 112,
México,Abril de 2008, p. 28.
22. Gabriel Caballero, “Inicuas simetrías”, entrevista a Octavio Paz, En particular, Obras Completas, tomo 15, op. cit.,
p. 206.
23. Ibid., p. 533. “El marxismo nos sedujo porque creímos que era una llave que abriría la puerta prohibida… la puerta
que han cerrado desde el comienzo del comienzo del poder, las religiones y las filosofías. La emancipación de los
hombres significaba asimismo el fin del exilio: el hombre recobraría su reino perdido y, al reconciliarse con los otros,
se reconciliaría consigo mismo. Cfr. Braulio Peralta,“El poeta en su tierra”, op. cit., pp. 389-390.
24. Ibid., pp. 205-207. Cfr. Carlos Monsiváis,“Octavio Paz y la izquierda”, Letras libre, op. cit., p. 30. Cfr. Enrique Krauze, Re-
dentores, op. cit., pp. 238-239.Ver Yvon Grenier,“El socialismo en una sola persona: el espectro de Marx”, en Anthony
Stanton, Octavio Paz. Entre poética y política, op. cit., p. 225.
25. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 200.
26. Octavio Paz,“América en plural y en singular”, op. cit., pp. 149-150. Cfr. Octavio Paz,Tiempo nublado, edición Seix-Ba-
rral, op. cit., p. 122.
27. Ibid., p. 150. Marx, incluso, llego a ser referencias muy precisas en torno a la posibilidad de que el proletariado se
convirtiese en una clase obrera aristocratizada. Que compartiera los beneficios del colonialismo imperante.
28. Cfr. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., pp. 200-201. La clase obrera europea se convirtió en uno de los
pilares del nacionalismo e incluso de la xenofobia. En la guerra de Argelia, el movimiento obrero francés fue uno de
los pilares de la legitimación para la presencia de Francia en África.
29. Octavio paz,“América en plural y en singular”, op. cit., p. 151.
30. Octavio paz, “La persona y el principio”, en Corriente Alterna, Obras Completas, tomo 10, op. cit., p. 575. “La natura-
leza de Marx es histórica. La gran novedad fue la humanización de la materia: la acción del hombre la praxis, vuelve
inteligible el opaco mundo natural. Marx quiso escapar así de la contradicción del materialismo tradicional pero
introdujo otra oposición que ninguno de sus continuadores ha logrado anular: la dicotomía naturaleza y espíritu
reaparece como dualidad entre historia y naturaleza. Si la naturaleza es dialéctica, la historia es parte de la naturaleza
y entonces toda la teoría de la praxis —la acción humana que convierte a la materia en historia— resulta superflua;
la distinción entre el materialismo dialéctico y el viejo materialismo del siglo XVIII resulta ilusoria: el marxismo no es
un historicismo sino un naturalismo. La otra posibilidad no es menos contradictoria: si la naturaleza no es dialéctica,
aparece un hiato y el dualismo regresa”. Cfr.Yvon Grenier, “El socialismo en una sola persona: el espectro de Marx”,
en Anthony Stanton, Octavio Paz. Entre la poética y la poesía, op. cit., p. 218.
31. Cfr. Braulio Peralta, El poeta en su tierra, op. cit., pp. 388-389.
32. lbid., p. 389. Cfr. Carlos Monsiváis “Octavio Paz y la izquierda”, op. cit., p. 30-31.
33. Gabriel Caballero, “Inicuas simetrías”, entrevista a Octavio Paz, Obras Escogidas, op. cit., tomo 15, p. 207. “Lo que hay
que rescatar del marxismo es su interés por lo otro. Su carácter subversivo,William Blake decía: ‘los buenos poetas
están del lado del diablo’. El buen marxismo sigue de parte del Diablo, es decir de parte de la negación creadora”. Cfr.
Octavio Paz,“Luis Cernuda, Ocnos”, en Miscelánea, Primeros Escritos, Obras completas, tomo 13, op. cit. p. 305.
34. Cfr. Javier Rodríguez Ledesma, El pensamiento político de Octavio Paz. Las trampas de la ideología, op. cit., pp. 146-147.
35. Octavio Paz,“La persona y el principio”, op. cit., p. 576-577.“El materialismo dialéctico y la voluntad de poder operaron
efectivamente una subversión de valores que nos aligeró y nos templó. Hoy han perdido virulencia. La esencia de las
dos tendencias es el más pero esa terrible energía, a medida que se acelera, se degrada, En nuestros días, la forma
perfecta del más no es el pensamiento sino la técnica. La inversión de valores de la técnica acarrea una devaluación
de todos los valores, sino excluir a los del marxismo y los de Nietzsche. La vida deja de ser arte o juego y se vuelve
‘técnica de vida’; lo mismo ocurre con la política: el técnico y el experto suceden al revolucionario.”
36. Gabriel Caballero,“Inicuas simetrías”, op. cit., pp. 207-208.
37. Octavio Paz, “El diálogo y el ruido”, Discurso de Frankfurt, 1984, en Piezas de convicción, Obras completas, tomo 9,
op. cit., pp. 469.
38. lbid., p. 208. Cfr. Robert Noszik y Enrique Krauze,“Anarquía, Estado y utopía”, Entrevistas, Obras Completas, tomo 15,
op. cit. p. 269.
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246
464.Ver también,Yvon Grenier,“El socialismo en una sola persona: el espectro de Marx”, en Anthony Stanton, Octavio
Paz, Entre poética y poesía, op. cit., pp. 226-227.
61. lbid., pp. 199-200. En esos tiempos, Rusia era un país de los considerados como de “desarrollo desigual y combinado”.
Por esa razón, los obreros solamente tenían una presencia importante en algunos puntos de la Rusia occidental. El
resto del país se caracterizaba por ser una nación de campesinos y de sectores sociales poco definidos. Para homo-
geneizar a ese complicado Conjunto social, Lenin y lo bolcheviques se propusieron un alto para “tomar energía”: la
NEP. Cfr. Octavio Paz, Tiempo nublado, op. cit., p. 23. Edición de Seix-Barral.Ver también, Carlos Monsiváis, “Octavio
Paz y la izquierda”, en Enrico Mario Santí, Luz espejeante. Octavio Paz ante la crítica, op. cit., p. 99.
62. Octavio Paz, “El ratón del campo y el de la ciudad”, Corriente alterna, op. cit., pp. 596-597. Cfr. Octavio Paz, Postdata,
op. cit., p. 278. En París, por ejemplo, los obreros dejaron solos a los estudiantes y en Pittsburg, los obreros desfilaron
en oposición a las movilizaciones de los negros.
63. Octavio Paz, La experiencia de la libertad, tomo 1, editorial Vuelta, 199, pp. 24-25. Cfr. Enrique Krauze, Mexicanos
eminentes, op. cit., p. 164.
64. Octavio Paz, “Los doctores montoneros”, Ocasiones, en Obras Completas, tomo 8, op, cit., p. 495. Cfr. Xavier Rodrí-
guez Ledesma, El pensamiento político de Octavio Paz. Las trampas de la ideología, México, op. cit., pp. 268-269.
65. Cfr.“Historia y prehistoria de Vuelta”, en Entrevistas, op. cit. tomo 15, p. 221.
66. Gabriel Caballero,“Inicuas simetrías”, op. cit. pp. 210-211.
67. lbid., p. 208. Cfr. Rita Guibert, entrevista a Octavio Paz, Entrevistas,Obras Completas,tomo 15, op. cit., pp. 466-467.
68. Octavio Paz, “Escribir y decir”, en Entrevistas, op. cit. p. 93. Cfr. Octavio Paz, “Historia y prehistoria de Vuelta”, op. cit.,
pp. 224-225.Ver también Yvon Grenier,“El socialismo en una sola persona: el espectro de Marx”. En Anthony Stanton,
Octavio Paz. Entre poética y política, op. cit., pp. 230-231. A pesar de todo, el marxismo implica una utopía humanista,
aún cuando discutible, y los seres humanos no pueden renunciar a las utopías.
69. Octavio Paz,“La persona y el principio, Corriente alterna, op. cit., p. 587. Por eso, una de las aspiraciones esenciales de
los marxistas es someter la economía, la moral y las pasiones “… a la perfección de la geometría.”
70. Gabriel Caballero,“Inicuas simetrías”, op. cit., p. 213. Una opinión distinta y bien documentada sobre paz y el marxismo
se encuentra en Xavier Rodríguez Ledesma, El pensamiento político de Octavio Paz. Las trampas de la ideología, op.
cit., pp. 270 y siguientes.
71. Ciertamente, el socialismo democrático tiene mayores posibilidades, sobre todo el que se da con, las modalidades
parecidas a Dinamarca, Suecia y… España… pero esta propuesta nada tenía que ver con las reliquias de la “dictadura
del proletariado” o del “partido” como el eje de la historia.
72. Robert Nasza y Enrique Krauze,“La coerción filosófica”, en op. cit. p. 271.
73. Octavio Paz, Postdata, op. cit. p. 286. “Nadie sabe la forma del futuro: es un secreto…que no está ni en los libros de
Marx ni en los de sus adversarios”. Cfr. Frederick C.Turner y John Womack, “Debate: presente y futuro de México”,
mesa redonda en la Universidad de Harvard, en El mundo actual al reojo, Obras Completas, tomo 15, op. cit., p. 247.
74. Octavio Paz,“Tiros por la culata”, en op. cit., pp. 251-252. León Trotsky, uno de los marxistas más inteligentes del siglo
XX para Octavio Paz, llegó a considerar que la principal fuerza del marxismo se encontraba en su “capacidad de
predicción”, lo que constituye un atentado contra la razón y la inteligencia, porque el comportamiento humano es
impredecible. La ciencia de la adivinación no se corresponde con la tarea científica, sino más bien con las tareas de los
astrólogos, de la teología y de la fe.
75. Octavio Paz, Pequeña crónica de grandes días, Obras Completas, tomo 9, op. cit. p. 375. “La historia siempre está
por encima de accidentes, infortunios y catástrofes.Ante ella, el espíritu crítico no debe flaquear. Marco Aurelio el
Bueno instaló en el trono al cruel tirano Cómodo. La historia no es un absoluto que se realiza sino un proceso
que sin cesar se afirma y se niega. La historia es tiempo; nada en ella es durable y permanente…”
76. Cfr. Silvia Cheren, “Soy otro, soy muchos”, entrevista a Octavio Paz, Entrevistas, Obras Completas, tomo 15, op. cit., p.
368.
247
E
n el México del siglo XX, la evolución cultural fue condicionada
por diversos factores. Por eso mismo, no se puede decir que sus
secuencias solamente se determinaron por el movimiento revo-
lucionario de 1910. En realidad, los cambios de la cultura mexicana
también han determinado las modificaciones en la sociedad; las trans-
formaciones de esta naturaleza se han dado tanto en el poder como
en la comunidad nacional. Además, es necesario tomar en cuenta los
componentes culturales externos con los cuales los mexicanos nos
relacionamos de manera creciente. Hay, por así decirlo, una relación
historia-cultura que no es lineal ni siempre va en el mismo sentido.1
Las expresiones culturales se adelantan a la historia y, por eso mismo, la
trascienden; la creatividad en el arte no se puede reducir a sus significa-
dos históricos, porque hacerlo equivaldría a construir una nueva prisión
de la cual sería difícil escapar. El pensamiento tiene otros caminos, no
siempre coincidentes con las transformaciones sociales o políticas.
El poeta Octavio Paz se ocupa de varios pensadores y creadores
mexicanos del siglo XX. Ciertamente, la obra paciana dedica uno de sus
mayores esfuerzos a la reflexión en torno a los intelectuales de varias
Justo Sierra
La imagen del país al finalizar el siglo XIX fue de discordias e incer-
tidumbres. El trasfondo de esa querella era la superposición de for-
mas jurídicas y culturales que asfixiaban e inmovilizaban a la sociedad
mexicana. Como beneficiaria de este desorden medraba una casta de
poder siempre opuesta a convertirse en clase social y asumir las con-
tradicciones sociales en un plano de mayor modernidad; tal como lo
hacía suponer el esquema liberal tan en boga por entonces. Habíamos
perdido los lazos con el pasado y estábamos al lado y frente a Estados
Unidos, con quienes el diálogo era imposible. Con el resto de Amé-
rica la situación no era mejor, puesto que la mayor parte de aquellas
naciones eran cautivas de formas muertas y de poderes aprisionantes.
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Justo Sierra fue uno de los grandes sustentos para un arte libre, inscri-
to en la tradición continuada posteriormente por Vasconcelos, Carlos
Chávez y don Alfonso Reyes. Esta propuesta se basaba en la certeza
de que el arte, aun cuando esté al servicio de la fe o del poder, tiene el
ingrediente de la creación y ésta lo convierte en una tarea humana libre
y liberadora. Sierra, desde el poder, incorporó argumentos para la legi-
timidad propia de la actividad creadora y, por eso mismo, de la libertad.
Esa fue la principal aportación de este intelectual, independientemente
de sus obras relacionadas con la filosofía y la historia de México.
Le debemos a Sierra la renovación de la búsqueda y esa renovación
se presentó precisamente cuando el positivismo presidía la actividad
filosófica y tutelaba las construcciones ideológicas legitimadoras. Este
pensador, al forzar todas las posibilidades del positivismo, sentó las
bases para una crítica de mayores dimensiones y profundidades.9 Sie-
rra, aún usando todo lo aprovechable de aquella propuesta filosófica,
descubrió la soledad y las limitaciones del pensamiento vigente. El
maestro Justo Sierra nos señalaba la hora de pasar a otros planos, muy
distintos, del pensamiento sobre la historia y la cultura.10
Antonio Caso
Antonio Caso también emprendió el examen crítico del positivismo
e hizo ver frontalmente su inconformidad con aquella doctrina oficial
de la dictadura en los finales del siglo XIX y los inicios del XX.11 Paz
nos cita un fragmento del comentario de Pedro Henríquez Ureña
sobre la conferencia dictada por don Antonio en la Escuela Nacional
Preparatoria:
Caso, ante la inminente invasión del pragmatismo y tendencias afines, se
postula intelectualista[…] haciendo el elogio de los grandes metafísicos
constructores, Platón, Spinoza, Hegel; y, a la vez se declara idealista en
cuanto al problema del conocimiento[…] su profesión de fe termina
con una cita[…] "Todo es pensamiento[…]” de Henry Poincaré el sabio
pragmatista. […] La conferencia final de Caso fue un alegato a favor
de la especulación filosófica. Entre los muros de la Escuela Nacional
Preparatoria, en la vieja escuela positivista, volvió a oírse la voz de la
metafísica, que reclama sus derechos inalienables.12
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José Vasconcelos
Vasconcelos encarnó el afán desesperado por buscar, en nosotros
mismos, las raíces y el origen de los mexicanos. Por eso mismo, su
esfuerzo en la educación se correspondió con el empeño de forta-
lecer la identidad y dotarla de recursos culturales con mayor den-
sidad y en todas las regiones del territorio nacional. A diferencia de
los positivistas, ignorantes de las tradiciones mexicanas, Vasconcelos
pensaba que la Revolución iba a redescubrir el sentido de la historia
mexicana, un sentido al que Justo Sierra había tratado de situar y
definir.16 Como intelectual y visionario, tuvo una unidad de perspec-
tiva en torno a las grandes cuestiones nacionales; por eso mismo no
llegó a los detalles y, de alguna manera, dejó la tarea a los técnicos:
él era un filósofo.17 Como todo gran pensador, sus observaciones y
conclusiones resultaron trascendentes.18
José Vasconcelos concebía a la enseñanza como la vía para fortale-
cer la identidad nacional y, de esa manera relanzar a la Raza Cósmica
con todas sus potencialidades. El intelectual nacido en Oaxaca y cono-
cedor de todo el país.19 Planteaba situar a la cultura mexicana dentro
de un esquema universal de pensamientos. Así, el mexicano, mediante
la educación, se volvería culturalmente competitivo y con capacidades
para frenar las ofensivas del modo norteamericano de vida. Para de-
fendernos, no deberíamos cerrarnos, sino al contrario, adquirir selecti-
vamente más elementos culturales en nuestras relaciones con todo el
mundo. En el interior, bajo el signo de Vasconcelos, se fundaron escue-
las, se crearon institutos, se echaron a andar las misiones culturales y la
enseñanza se convirtió en el factor central de la nueva búsqueda; una
preocupación nacida, por supuesto, de la Revolución recién conclui-
da. Inspirada o coincidente con las propuestas del vasconcelismo, una
parte de la "inteligencia" mexicana descubrió al pueblo y se orientó
a las acciones para educarlo.20 José Vasconcelos, desde su puesto de
ministro de educación en los años del obregonismo, inició la tarea de
promover el muralismo mexicano que, discutible y todo, fue un acer-
camiento al arte de alto nivel y sintetiza el esfuerzo para construir o
fortalecer nuestras identidades.21
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Samuel Ramos
Si la Revolución descubrió el rostro de México y llevó a los mexica-
nos hacia una nueva búsqueda, Samuel Ramos interroga, por primera
vez, a esos rasgos e inicia así la exploración del ser mexicano.34 Su
Perfil del hombre y la cultura en México, es el primer gran intento por
conocernos y en ese sentido su obra es pionera y, por eso mis-
mo, adolece de varias limitaciones. Una de ellas es la timidez de
sus aspiraciones y de sus conclusiones;35 sobre todo, por los rasgos
psicologistas e individuales, bordados en torno a una teoría de los
resentimientos.36 A pesar de todo, sus aportes fueron considerables
y la mayor parte de sus observaciones son todavía sugestivas. Para
Ramos, cuando el mexicano se muestra agresivo solamente trata de
ocultar el complejo de inferioridad que lo ha gobernado largamente.
Sus palabras agresivas y su machismo sólo disfrazan los sentimientos
de humillación experimentados desde tiempos ancestrales. A veces
ese sentimiento se esconde tras la aspiración del poder en cualquie-
ra de sus formas. En suma, somos un pueblo con actitudes cerradas
que nos hacen inaccesibles para nosotros mismos y, por supuesto,
para los demás. Cuando nuestros compatriotas –tal como lo hizo
Octavio Paz– cruzan las fronteras, comienzan a hacerse las mismas
preguntas hechas en su tiempo por Samuel Ramos.37
El maestro Ramos se inscribió dentro de una amplia corriente
de pensamiento ocupado en plantear las grandes preguntas sobre
el carácter de los seres humanos que habitan de una sociedad. Ese
fue el signo de la generación española del 98 y en América también
lo fue Ezequiel Martínez Estrada y, de alguna manera, de Jorge Luis
Borges. Samuel Ramos, influido por Alfred Adler, un discípulo
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Alfonso Reyes
Reyes fue el clasicista por excelencia.41 A la manera de los clásicos lati-
nos, no partía de lo ya establecido, sino que iniciaba su propio proceso
de creación; por ese motivo se le considera un innovador de las ideas
humanistas trascendentes. Ahora bien, Alfonso Reyes fue un poeta, un
historiador y un crítico. En un espacio y tiempo de retóricos elocuentes,
él fue un custodio de la claridad en el lenguaje: para emprender la crí-
tica es necesario tener claro el contenido y el destino de las palabras.42
"Al enseñarnos a decir, nos enseña a pensar". Quienes mejor dicen son
los escritores y, por eso mismo, en la literatura se debe encontrar el
camino al lenguaje claro; el más adecuado para el ejercicio de la crítica
en todos los sentidos. Sin un lenguaje claro, la crítica se convierte en
confusión y toda confusión es, por lo menos, motivo de sospechas.43
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Jorge Cuesta
Este pensador refrenda las tesis de la búsqueda. Para él, México es un
país sin pasado, porque parte de dos negaciones: la hispanidad y el in-
digenismo. La verdadera tradición no está en la Colonia ni en el tiem-
po prehispánico, puesto que los mexicanos de hoy niegan ambos le-
gados. Al rechazar los dos localismos, los mexicanos independentistas
se orientaron hacia una construcción intelectual universalista. Sobre
todo, la relacionada con la ilustración francesa. El afrancesamiento de
los intelectuales mexicanos no es casual, ni mucho menos; en realidad
obedece a la naturaleza universal del pensamiento de los franceses.
Ellos eligieron libremente las modalidades para su identidad y su filo-
sofía; en consecuencia, quien determine libremente se encontrará a su
paso con el enciclopedismo y la universalidad de la Ilustración. En esta
filosofía se sacrifican las particularidades y, de alguna manera los pasa-
dos. Así, nuestra poesía no es romántica o nacionalista, sino cuando el
país entra en alguna crisis. Lo mismo sucede con el resto de las formas
artísticas y aún las políticas.48
Cuesta rechaza el análisis histórico tradicional en el caso de México,
porque en la España que nos colonizó solamente existen inercias. De
una u otra manera, Cuesta ignora a la nación renacentista que guardaba
las mejores tradiciones de libertad y tolerancia existentes en aquel país.
Tampoco le da mucho valor al papel desempeñado por la otra sociedad
del encuentro: la de los indígenas prehispánicos. Efectivamente, existe
una negación de nuestro pasado, pero ello no lleva a la radicalización
de los mexicanos ni mucho menos. Tampoco los lleva a buscarse en el
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había alcanzado con base en sus méritos. Esta actitud, en los años
1920 y 1940 no era inconcebible ni mucho menos; buena parte de
los intelectuales del país pensaron que su tarea era la de reflexionar
y brindar asesorías a los revolucionarios en el gobierno. La realidad
los desengañó; por lo general, sencillamente aquellos gobernantes
“estaban sordos o no querían oír”.55
De todas maneras, las acciones de Cosío Villegas se orientaron
a buscar formas imaginativas de colaboración más o menos inde-
pendiente. Una de ellas fue la de promover la creación del Fondo
de Cultura Económica y, algo no siempre recordado, del Colegio de
México, un lugar para aprovechar las aportaciones intelectuales del
exilio español. En 1947, cuando todavía muchos se negaban a acep-
tar el fracaso del colaboracionismo, Cosío Villegas publicó su ensayo
La crisis en México, un examen de los problemas políticos del país y
de los riesgos a correr si el gobierno ignoraba las críticas, ya muy
abundantes entre los mexicanos.56
Según don Daniel, la Revolución Mexicana había fracasado en sus
tres propósitos centrales: instaurar un régimen democrático; dar pros-
peridad y dignidad a los ciudadanos –sobre todo a los obreros y cam-
pesinos– y en construir una sociedad moderna en todos los sentidos.57
En sus puntos positivos, según Cosío Villegas, la Revolución logró
la derrota de la oligarquía porfiriana y la destrucción del latifundio.
También era evidente que se había construido caminos, se había
creado un sistema educativo más o menos funcional para muchos
mexicanos y se había recobrado el dominio sobre las riquezas más
importantes del país, como lo era el caso del petróleo. En su plano
negativo, el proceso revolucionario había substituido el poder del
caudillo por el de la Presidencia institucionalizada. De la misma ma-
nera, los propósitos de los revolucionarios se habían desfigurado de
tal manera que solamente quedaban las sombras en su modalidad
caricaturesca. Los buenos sentimientos de los héroes de 1910 se
habían convertido en opresión, dolo y mentiras, claramente vistas y
sentidas por el gobierno pero no corregidas ni mucho menos.58
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López Velarde creó una poesía local y universal. Sus referencias eran
locales, pero su visión fue de alcances muy amplios. Bajo el signo de
la influencia francesa en las formas, el poeta zacatecano incluyó una
temática basada en el habla popular y, sobre todo, en las canciones
que los mexicanos, urbanos y rurales, tomaban como propias. Existe
un lenguaje popular que es rescatado por López Velarde y ese lengua-
je puede universalizarse con un tratamiento adecuado, en donde la
lógica poética esté por encima de las descripciones o la apología de
las regiones.
Rodolfo Usigli
Rodolfo Usigli era una mezcla de dandy británico y un grosero usuario
de las palabras cortantes. Amaba la provocación intelectual, de ma-
nera tan intensa como los desplantes y las paradojas. Por lo general,
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Leopoldo Zea
El porfiriato fue un tiempo de regreso al pasado, a pesar de las apa-
riencias y del liberalismo-positivismo inspirador y legitimador de las
acciones del régimen. Don Porfirio fue un dictador ilustrado y los
intelectuales mexicanos de su tiempo no le iban a la zaga. Muy pron-
to, los hombres mexicanos de ideas descubrieron a Comte y Renán,
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44. Ibid., p. 177. Reyes, ante una realidad difícil, optó por los exilios, a veces externos y a veces internos. Cfr. Octavio Paz,
“La conjura de los letrados”, El peregrino en su patria, op. cit., p. 328. Cfr.Antonio Marimón,“La política y el instante”,
Entrevistas. Obras Completas, tomo 15, op. cit., p. 489.
45. Octavio Paz,“En el filo del viento: México y Japón”, El cercado ajeno, Obras Completas, tomo 8, op. cit., p. 466. Reyes
escribió las mejores páginas de la prosa en lengua castellana. Sin embargo, prefirió presentarse como un pensador
alejado de la crítica a las ideas y al sistema político mexicano. Permaneció al margen. Explica algunas circunstancias
históricas del país, pero no da su opinión y no precisamente por temor a la represión porfiriana.
46. Octavio Paz El laberinto de la soledad, op. cit., p. 178.
47. Ibid., p. 179.
48. Octavio Paz,“Noticias de la poesía mexicana contemporánea”, (Palabras en la Casa de la Cultura de Valencia), Libros y
autores, op. cit., p. 260. Jorge Cuesta hizo vera a Octavio Paz la aparente contradicción entre su ideología originalmente
comunista, y sus gustos refinados en materia literaria. Paz dice que Gide, Bretón y Walter Benjamín, sentían lo mismo.
Cfr. Octavio Paz, Itinerario, op. cit., p. 20.
49. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 174. “Cuesta desdeña el examen histórico. Ve en la tradición
española nada más inercia, conformismo y pasividad porque ignora la otra cara de esa tradición. Omite analizar la
influencia de la tradición indígena, también.Y nuestra preferencia por la cultura francesa, ¿no es más bien hija de
diversas circunstancias, tanto de la historia universal como de la mexicana, que de una supuesta afinidad? Influido
por Julián Benda, Cuesta olvida que la cultura francesa se alimenta de la historia de Francia y que es inseparable
de la realidad que la sustenta.” Cfr. Octavio Paz, “Reflejos y réplicas”, Fundación y disidencia, op. cit., pp. 74-75.
50. Roberto Vallarino,“Conversaciones con Octavio Paz”, Horizontes, Obras Completas tomo 15, op. cit., p. 503. Cfr.Alfred
MacAdam, “Tiempos, lugares, encuentros”, Entrevistas. op. cit., pp. 502-503.Ver también, Octavio Paz, “pensar y hacer
pensar”, carta a José Emilio Pacheco, Letras libres, número 58, octubre de 2003, pp. 40-41. Para Octavio Paz, Cuesta
es uno de los pensadores que ha influido en la búsqueda de lo mexicano. Sobre todo en Samuel Ramos.
51. Braulio Peralta, El poeta en su tierra, op. cit., p. 385.
52. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., pp. 174-175.
53. Octavio Paz, “El ogro filantrópico”, Reflexiones sobre el presente, en Obras Completas, tomo 8, op. cit., p. 337. Cfr.
Octavio Paz, Postdata, op. cit., p. 267.
54. Octavio Paz, “Reflexiones sobre el presente”, Presente fluido, op. cit., pp. 354-355. Cfr. Frederick C. Turner y John
Womack, “Debate: presente y futuro de México”, Entrevistas, tomo 15, op. cit., p. 262.También, Julio Scherer, “Suma y
sigue”, op. cit., p. 377.
55. Octavio Paz,“Las ilusiones y las convicciones: Daniel Cosío Villegas”. Presente fluido. Obras Completas. tomo 8. op. cit.
p. 355.
56. Octavio Paz, “Las ilusiones y las convicciones: Daniel Cosío Villegas”, Presente fluido, op. cit., pp. 354-355. Para un
análisis de la relación entre Cosío Villegas y Octavio Paz, ver: John King,“Política en Plural”, Letras Libres, número 112,
México, abril de 2008, p. 35.
57. Ibid., p. 355.
58. Ibid., p. 356.
59. Ibid., pp. 357-358. Mientras Vasconcelos explica el fracaso por una larga historia que data desde la decadencia de
España y, por eso mismo, los problemas que impuso la modernidad de los vencedores anglosajones; Cosío Villegas
apunta que los problemas comienzan con la Independencia, por la falta de un sector social capaz de crear y ejecutar
un proyecto modernizador.
60. Octavio Paz,“Las ilusiones y las convicciones: Daniel Cosío Villegas”, Presente fluido, op. cit., p. 354. Para Cosío Villegas,
la historia de México comienza en el siglo XIX, con el liberalismo. A diferencia de Vasconcelos, que inicia la historia
con la consolidación del mestizaje, en el siglo XVII.
61. Octavio Paz, “Noticia de la poesía mexicana contemporánea”, op. cit., p. 260. Cfr. Carlos Castillo Peraza, “Alguien me
deletrea”, op. cit., p. 229. López Velarde se atrevió a ser católico.
62. Ibid., pp. 260-261. Cfr. Octavio Paz. “Reflexiones sobre el presente”, Presente fluido. Obras Completas, tomo 8, op. cit.,
p. 382. Para López Velarde, las tradiciones mexicanas son un valladar en contra de los excesos de la modernidad. Son
una suerte de reguladores de la identidad nacional, aún cuando sean diversas.
63. Octavio Paz, Cuadrivio, op. cit., p. 86.Ver también, Fernando del Paso, “Elogio a un poeta”, en Enrico Mario Santi, Luz
espejeante. Octavio Paz ante la crítica, op. cit., p. 128.
64. Ibid., pp. 89-90.
65. Cfr. Octavio Paz y Julián Ríos,“Sólo a dos voces”, Entrevistas, Obras Completas, tomo 15, op. cit., p. 702.
66. Ibid., p. 261. Cfr. Rita Guibert,“Octavio Paz”, Entrevistas, Obras Completas, tomo 15, op. cit., p. 421.
67. Octavio Paz,“Rodolfo Usigli en el teatro de la memoria”, Generaciones y semblanzas, Obras Completas, tomo 8, op.cit.,
277
pp. 122-123.
68. Ibid., p. 124.
69. Cfr. Octavio Paz, El laberinto de la soledad., op. cit., pp. 43-44.
70. Ibid., p. 44. En la mentira intervienen los juegos de la simulación, para hacer creer que se es lo que no se es. Por otra
parte, para engañar con la propuesta de no ser lo que se es, para pasar desapercibidos en las contingencias de la vida.
71. Ibid., pp. 44-59. Cfr. Octavio Paz,“Rodolfo Usigli en el teatro de la memoria”, Generaciones y semblanzas, op. cit., p. 124.
72. Ibid., p. 45.
73. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., pp. 44-45.
74. Octavio Paz, “Rodolfo Usigli en el teatro de la memoria”, Generaciones y semblanzas, op. cit., p. 46. “El simulador (a
diferencia del actor) jamás se entrega y se olvida de sí, pues dejaría de ser si se fundiera con su imagen… la mentira
se instala en su ser y se convierte en el fondo último de su personalidad.
75. Octavio Paz, “Jaime Torres Bodet: poeta secreto y hombre público”, Generaciones y semblanzas, Obras Completas,
tomo 8, op. cit., pp. 135-138.
76. Ibid., p. 138.
77. Ibid., pp. 138-139.
78. Ibid., p. 139.
79. Cfr. Octavio Paz, “Invitación a la novela: Rafael Solana”, Libros y autores, op. cit., pp. 283. Inclusive, Paz afirma que en la
producción literaria de Torres Bodet Hay varios textos que no tienen un contenido visible y objeto de evaluación más
objetiva.
80. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, en Obras Completas, tomo 8, op. cit., p. 151.
81. Octavio Paz,“Jaime Torres Bodet: poeta secreto y hombre público”, en op. cit., pp. 138-139.
82. Octavio Paz, “’México: modernidad y patrimonialismo”, Pequeña crónica de grandes días, Obras Completas, tomo 9.
op. cit., p. 419.
83. Octavio Paz, “Poesía e historia: Laurel y nosotros”, Fundación y disidencia, Obras Completas, tomo 3, op. cit., p. 105.
84. Octavio Paz, “Jaime Torres Bodet: poeta secreto y hombre público”, op. cit., p. 140. Paz se muestra muy dispuesto
a reconocer los méritos de Torres Bodet, pese a no haber mucha simpatía personal entre ambos. Incluso, a Torres
Bodet no le agradaban las actividades literarias de Paz.
85. Octavio Paz, “Leopoldo Zea, El positivismo en México”. Libros y autores, op. cit., p. 320. Leopoldo Zea perteneció al
grupo formado por el filósofo español José Gaos. Para Zea, el positivismo produjo pensadores brillantes como Gabi-
no Barreda y Porfirio Parra. Otros no menos inteligentes se perdieron en la colaboración con el régimen porfiriano.
Justamente llamado de despotismo inteligente. El tratamiento del positivismo es una de las grandes contribuciones de
los pensadores mexicanos al conocimiento de la filosofía en América Latina.
86. Ibid., pp. 320-321.
87. Ibid., p. 321.
88. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., pp. 142-143.
89. Ibid., p. 144. Las ideas de Spencer y Stuart Mill reclamaban como clima histórico el desarrollo de la gran industria, la
democracia burguesa y el libre ejercicio de la actividad intelectual. Basada en la gran propiedad agrícola, el caciquismo
y la ausencia de libertades democráticas, la dictadura de Díaz no podía hacer suyas esas ideas sin negarse a sí misma
o sin desfigurarlas. El positivismo se -convierte así en una superposición histórica bastante más peligrosa que todas
las anteriores, porque estaba fundada en un equívoco.”
90. Octavio Paz, Vuelta al Laberinto de la Soledad, op. cit., p. 324.“Lo mismo en Europa que entre nosotros, el positivismo
fue una filosofía destinada a justificar el orden social imperante. Pero… al cruzar el mar el positivismo cambió de natu-
raleza.Allá el orden social era de la sociedad burguesa: democracia, libre discusión, técnica, ciencia industria, progreso.
En México, con los mismos esquemas verbales e intelectuales, en realidad fue la máscara de un orden fundado en el
latifundismo. El positivismo mexicano introdujo cierto tipo de mala fe en las relaciones con las ideas.”
91. Octavio Paz, “Leopoldo Zea, El positivismo en México”, op. cit., p. 324. “… el positivismo no justifica los intereses de
la burguesía mexicana, entre otras cosas porque esa clase apenas si tenía intereses. A quien sirve y justifica es a esa
realidad política que se llamó Porfirismo. El orden social que el porfirismo defendía no era el orden de la burguesía
industrial sino el de los grandes latifundistas… herederos de los bienes de la iglesia.”
92. Ibid., p. 323.
93. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 185.
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L
a llamada Escuela Mexicana de Pintura es, como otros intentos de
redefinir nuestras particularidades culturales contemporáneas, un
producto de la Revolución iniciada en 1910.1 Este movimiento
nacional –ya en el plano de las artes plásticas– fue una continuación
de la búsqueda, o una búsqueda más, de las esencias primigenias de los
hombres nacidos en el territorio nacional. La Revolución, con sus vio-
lencias, hizo saltar las formas que oprimían al ser nacional e impedían
una integración plena de los mexicanos de los distintos puntos geográ-
ficos, las diversas razas y los diferentes sectores de la abigarrada socie-
dad de entonces.2 Por eso mismo, la pintura nacida de aquellos anhelos
fue una de las vías que se siguió para reencontrarnos.3 Ahora bien,
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Este aporte de los pintores iniciales del muralismo mexicano fue im-
portante y aún hoy se puede observar la grandeza; en todos los sen-
tidos, de su obra. Sin embargo, lo que cabe destacar en la apreciación
paciana es que esta pintura tan ambiciosa, en el sentido amplio del
término, no tenía una filosofía auténtica que la justificara y la hiciera
trascender. 16 La carencia, por aquellos años, había llevado a Vascon-
celos a buscar el soporte filosófico de La raza cósmica, para superar
las limitaciones nacionales y entrar en la universalidad. A los muralistas
les sucedió lo mismo; ninguno de los sistemas de interpretación his-
tórico-filosófica, generada en México, les satisfacía y, en consecuencia,
varios de ellos volvieron los ojos a las doctrinas del marxismo. De una
u otra manera, se reproducía el volver –de manera falsa o equivoca-
da– los ojos hacia el pensamiento liberal de mediados del siglo XIX
y al positivismo de los finales de esa centuria. Era un volver los ojos
artificial, simulado y engañoso para todos .17
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David Alfaro Siqueiros fue tan buen pintor de caballete como de mu-
rales. En las paredes públicas hizo aportaciones extraordinarias en las
formas, pero lo dañó la hinchazón histórica y la demagogia. Junto con
Rivera, fue un creador de pintura propia para la predicación y las pro-
fecías en torno a la inevitabilidad de la Revolución, no la mexicana,
sino la que llevaría al mundo hacia el socialismo. Las calabazas que
pintaba David Alfaro Siqueiros eran referencias a lo popular; es decir,
calabazas-pueblo, humildes y, por eso mismo, propias para la reden-
ción revolucionaria que se iniciaba con la redención estética. De todas
maneras, fuera de su contenido protodemagógico, las calabazas tienen
una expresión sensata y fuera de toda clase de gesticulaciones: son
formas con una emoción reconcentrada. Las grandes obras de arte
dentro de la visión del arte muestran a un Siqueiros inteligente y de
grandes potencialidades ahogadas, a decir de Paz, por la apretura
de los trazos ideológicos.31 Su pintura mural resultó mesiánica y –por
eso mismo– “revolucionaria”. Como bases de sus teorías, Siqueiros
contaba con el salvacionismo cristiano y el del marxismo, que también
es una teología.32
En el muralismo mexicano hay dos equívocos que no han podi-
do ser superados: el primero se relaciona con el nacionalismo, una
manipulación que el gobierno ha impulsado desde los años veinte,
justamente cuando se inició la actividad creativa de los principales
muralistas de México.33 El gobierno del país, hasta casi finales del siglo
XX, se encargó de sacralizar a los muralistas y, por supuesto, a sus
pinturas, de tal manera que sus murales no son vistos como espa-
cios pictóricos, sino como lugares sagrados. Los muros oficiales fueron
convertidos en fetiches merecedores de veneraciones permanentes,
en un culto nacional que, por supuesto, no permite cuestionamiento
alguno. Las críticas al muralismo son vistas como una traición a la patria
o como un desangelado intento por minar el sentimiento nacional de
los mexicanos. La pintura mural de Rivera, Siqueiros, Orozco y todos
sus seguidores –aun con sus diferencias– es el museo de cera del na-
cionalismo mexicano, a veces presidido por la figura taciturna de don
Benito Juárez.34
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Lejos y cerca de la
escuela mexicana de pintura:
El caso de Rufino Tamayo
Octavio Paz señaló reiteradamente que la crítica es la substancia y la
sangre de las tradiciones modernas. La crítica es un instrumento crea-
tivo y no sirve solamente como una vía para el juicio o el análisis. Por
eso cada obra nueva se coloca frente a las que te preceden. La tradi-
ción moderna se perpetúa por la creación de las diferentes generacio-
nes que inician o consolidan rupturas. El único arte muerto es aquel
que no propicia o merece el homenaje decisivo de la negación crea-
dora. En ese sentido, Tamayo representa la verdadera ruptura con la
corriente indiscutida e indiscutible de la Escuela Mexicana de Pintura.
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Por estas circunstancias, Tamayo estaba muy lejos del autismo con
respecto a los seres humanos y del purismo pictórico.68 Sus fuerzas
locas eran una respuesta crítica a los excesos y despropósitos de la
sociedad moderna. El ser humano crea para oponerse a la presión
de la historia, aun cuando esa creatividad no sea ideológica ni mu-
cho menos.69 El Pájaro agresivo, uno de sus temas pictóricos, es una
entidad que se venga de los excesos de la sociedad industrial. Algu-
nos sujetos imaginarios son el resultado de un proceso en el que la
creación se vuelve contra sí misma y se toma destructiva. Las figuras
inquietantes en los escenarios de Tamayo son un componente de la
inconformidad en el subconsciente. Es parte de un propósito psico-
lógico de ejercer artística y vitalmente la libertad. 70
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28. lbid., p. 62. “Orozco, como Siqueiros, ama al movimiento: como Rivera, es monumental. Es tan enfático como ellos.
Cuando cae, cae más pesadamente, cae de lo más alto.Al contrario de sus compañeros, no intenta penetrar la realidad
con el arma de las ideologías, sino que arremete contra ellas y sus encarnaciones. La Revolución Mexicana no escapa
a sus ataques. Su pintura puede parecemos a veces una explosión, pero sabemos que esa explosión es real: quema.Y
al primero que quema es al pintor. Pues esta pintura es, por encima de todo, un monólogo.Villaurrutia lo ha llamado
‘el pintor del horror’. Quizá sea más justo llamarle ‘el pintor de lo terrible’. El horror nos inmoviliza; es un erizarse el
alma y la piel, una contemplación fascinada, un ver el fondo, que es el fin.”
29. lbíd., p.77. Cfr. Ibid., p. 96.“Hay una turbadora analogía entre la visión negra de Orozco y la de tres grandes escritores
mexicanos: Mariano Azuela, Martín Luis Guzmán y José Vasconcelos. Por su imagen de la Revolución como la gran
Bola que rueda al azar, río crecido salido de madre que derriba tolo lo que se le opone…hace pensar en Azuela; por
su denuncia de los crímenes de los militares y las mentiras de los demagogos, en Martín Luis Guzmán; por su visión
colérica y justiciera y, al fin, religiosa de la historia, en Vasconcelos. Quizá con este último es con el que tiene mayor
afinidad… Para Orozco, la Revolución en el poder no es distinta a la religión petrificada en iglesia. Aquí aparece una
imagen arquetípica y central de Orozco: Roma/Babilonia. Es una imagen que viene de la Biblia y de los grandes textos
religiosos:”
30. Ibid., pp. 26-27. Cfr. Manuel Ulacia, “Poesía, pintura, música, etcétera”, entrevista a Octavio Paz, Entrevistas, op. cit.,
tomo 15, p. 128. Los tres artistas tuvieron un genio extenso y una fuerte originalidad. Siqueiros es un gran inventor
de formas y Orozco es uno de nuestros pintores más grandes. En Rivera, Orozco y Siqueiros campeó siempre la
Universalidad. La ideología es otro asunto.
31. Ibid., p. 59. En varios puntos de su obra, Octavio paz se refiere a la semejanza entre algunas actitudes de los pensa-
dores marxistas y sus aparentemente más fuertes opositores filosóficos: los teólogos. Los marxistas consideraron al
proceso de evolución como esencial e inevitable. La cumbre de esta ruta en el tiempo se alcanzaría con el comunismo,
inevitablemente, como un artículo de fe, a la manera de las propuestas teológicas del catolicismo, con su dualidad bien
y mal. Cielo e infierno. Salvación y condena eterna. Este sesgo para religioso fue uno de los principales motivos para
que el movimiento muralista se estancara y perdiera buena parte de su creatividad y sus grandes posibilidades como
arte para la renovación cultural en términos reales. Cfr. Manuel Ulacia, “Poesía, pintura, música, etcétera”, op. cit., p.
129.
32. Octavio Paz, “Apuntes” en Novedades, en Obras Completas, tomo 13. op. cit., p. 378. “El nacionalismo mexicano en
el arte es una consecuencia del exotismo europeo. Ciertos pintores “ muy mexicanos” se parecen demasiado a
Gauguin y a Rousseau.Todo ese arte nacionalista adula al hastío de los europeos y norteamericanos, fatigados de la
“civilización”. Con esa visión, el arte afrancesado es también un arte nacionalista, sólo que su nacionalismo es francés.
Ahora bien, el arte de Francia no es francés, como el de México tampoco es mexicano.
33. Octavio Paz, “La pintura mural”, en op.cit., p. 31. Cfr. Manuel Ulacia, “Poesía, pintura, música etcétera”, op. cit., pp. 128-
129.
34. Ibid., p. 37.
35. Ibid., pp. 37-38.
36. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 168.Véase también Manuel Ulacia,“poesía, pintura, música, etcétera”,
op. cit., p. 129.
37. Octavio Paz,“La pintura mural”, en op. cit., p. 37.Ver también, Damián Bayón,“Una visión del mundo a través del arte”,
en Enrico Mario Santí, Luz espejeante. Octavio Paz ante la crítica, op .cit., pp. .254-256.
38. Octavio Paz,“Jean Charlot, estridentista silencioso”, en Los privilegios de la vista II, Obras Completas tomo 14, México,
Fondo de Cultura Económica, 2001, p. 214. Charlot fue uno de los precursores del arte colectivo en el plano interna-
cional y ese aporte lo hizo en sus años mexicanos. Sin embargo, es claro que este artista trabajaba en muros más por
sus nostalgias hacia algunas expresiones del arte medieval y no precisamente por sus simpatías con la pintura didáctica
e ideologizada de sus similares mexicanos. Ideológicamente no hay ninguna relación entre aquel y sus seguidores en
nuestro país.
39. Octavio Paz, “La pintura mural”, en op. cit. p. 40. Cfr. Pierre Schneider, “Las dos vertientes”, Enrico Mario Santí, Luz
espejeante. Octavio Paz ante la crítica, op. cit., p. 473.
40. Octavio Paz, “Llovizna sobre mojado: la momificación de Diego Rivera”, en Los privilegios de la vista II, op. cit., pp.
215-216. Inclusive, en el caso de Diego Rivera, el gobierno mexicano se ha encargado de convertirlo en un santón
con pretensiones de mito. El gobierno mexicano, desde Cárdenas en adelante, se ha ocupado de los homenajes y de
mantener vigente la figura del pintor como un fundador del “arte progresista”. Esta actitud ha impedido un examen
generoso, pero no ciego en torno a la obra del tan frecuentemente homenajeado.
41. Octavio Paz.,“La pintura mural”, en op. cit., p. 40.
42. Octavio Paz, “Hernán Cortés: exorcismo y liberación”, Mito e historia, Obras Completas, tomo 8, México, Fondo de
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66. Octavio Paz, “Tamayo en la pintura Mexicana”, en Los privilegios de la vista III, en op. cit., p. 120. “Desde el romanti-
cismo, el artista no acepta como suyos los valores de la burguesía y convierte a su creación en un ‘absoluto’. El arte
moderno ‘no es una religión, pero es una fe. Si no es lo sagrado, es la negación de lo profano y este sentimiento lo
distingue del esteta o del habitante de cualquier torre de marfil o de conceptos.
67. Octavio Paz, “Poesía, pintura, música, etcétera”, Entrevistas, op. cit., p. 129. En realidad, en la pintura de Rufino Tamayo
no hay ningún autismo con respecto a la realidad, pero las figuras de Tamayo no son sometidas a los rigores de la
ideología ni mucho menos.
68. Octavio Paz, “Baudelaire crítico de arte”, en op. cit., p. 45. “Ninguna civilización puso en duda la relación entre lo pic-
tórico y lo meta-pictórico, los valores plásticos y la representación. La conciencia clara de esta relación impedía, me
parece, la confusión entre uno y otro nivel: lo distintivo, lo ‘digno de verse’ no es ni el asunto ni el objeto representado
sino la pintura misma, aunque invariable y necesariamente en relación con aquello que representaba. El color y la línea
constituían a la representación y ésta lo significaba. Pero apenas la pintura comenzó a conquistar su autonomía, esta
relación se vuelve contradictoria.A pesar de que el proceso se inicia en el Renacimiento, desde el punto de vista de la
crítica el principio de la escisión es la estética de Kant: la contemplación de lo bello carga el acento sobre lo pictórico.
Al mismo tiempo, la filosofía moderna someta las certidumbres, sistemas y creencias tradicionales a un análisis radical;
los antiguos significados de disgregan y, con ellos, las representaciones la pintura no teje una presencia: ella misma es
presencia.”
69. Octavio Paz,“Tamayo en la pintura mexicana”, en op. cit., p. 121.
70. Ibid., p. 127.
71. Octavio Paz, “”Llovizna sobre mojado: la momificación de Diego Rivera”, en op. cit., p. 216. Por ejemplo, la imagen de
Vasconcelos fue borrada de los muros que él dio a los pintores.
72. Octavio Paz,“La pintura mural”, en op. cit., p. 46.
73. Octavio Paz,“Tamayo en la pintura mexicana”, en Los privilegios de la vista III, op. cit., pp. 131-132.
74. Rita Guibert,“Octavio Paz”, Entrevistas, Obras Completos, tomo 15, op. cit., p. 447.
75. Octavio Paz,“Tamayo en la pintura mexicana”, Los privilegios de la Vista III, op. cit., pp. 122-124.
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J
osé Ortega y Gasset fue ante todo un filósofo y un ensayista de la
modernidad universal a partir de la evolución española. Su principal
mester fueron los pensamientos, y su forma preferida de expre
sarlos fue el ensayo. Pensar era una vía ahistórica de compromiso,
y el ensayo es una forma adecuada de describir las ideas, porque es
el punto de equilibrio entre el tratado y el aforismo. El tratado es una
propuesta intelectual para los pensadores capaces de conquistar con
la fuerza machacante de la insistencia; el aforismo, por el contrario, es
el apresuramiento exquisito. Mientras tanto, el ensayo es para quienes
exploran con inteligencia y una libertad plena para pasar de un tema
a otro sin mayores remordimientos. Ortega y Gasset fue un filósofo
y, para él, la filosofía era una búsqueda que, a diferencia de la fe, no se
enriquece con máximas y sentencias, sino que es un esfuerzo siste-
mático de explicaciones, cuyo componente esencial es el cuestiona-
miento.1 Así, la filosofía no es una simple contemplación al margen de
las realidades: es un ejercicio comprometido con los seres humanos.2
La obra de este pensador español no es un edificio filosófico ya ter-
minado; sencillamente es un agregado de caminos para transitar por
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Luis Buñuel
Este cineasta nacido en España fue el responsable, positiva y negativa-
mente, de haber incorporado la poesía al quehacer cinematográfico.
De esta incorporación resultaron testimonios subversivos, inquietan-
tes y heterodoxos; sobre todo en el tratamiento de la realidad huma-
na. Al ser tocados por el tratamiento poético, los convencionalismos
de diversa naturaleza se desmoronaron. De las ruinas de la tradición
surgió una nueva verdad relacionada con la del hombre, sus deseos
y, por supuesto, sus pasiones. Más que un ataque a la realidad que
nos rodea, Buñuel señaló el camino para llegar a la otra realidad. A
diferencia del “realismo socialista”, el cineasta catalán se enfrentó a la
realidad bajo el signo del amor a la libertad. En algunos de sus filmes,
como en La edad de oro, el creador se retiró del escenario y dejó que
los acontecimientos hicieran sentir sus lenguajes múltiples y terribles.
Esta actitud se correspondía con la saga española de Francisco de
Goya, de Quevedo, de la novela picaresca, de Valle-Inclán y de la pin-
tura de Pablo Picasso.34
Luis Buñuel estableció una línea clara para diferenciarse de otros
realismos contemporáneos: de aquellos que por delante de todo llevan
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André Breton
Octavio Paz se preguntaba si al referirse a Breton debía escribir des-
de la óptica de “un poeta tocado por el surrealismo” o como un
amigo del intelectual francés. Para resolver esta disyuntiva, el poeta
se contestó en el sentido de que una y otra cosa eran, en realidad, la
misma. Paz, de una u otra manera, reiteraba sus relaciones de poeta
con el surrealismo, aun cuando señalaba algunos matices y ciertas
diferencias en lo relativo al tiempo de la corriente surrealista y el
tiempo paciano. Octavio Paz y Luis Buñuel se inscribieron en esa
corriente no tanto por ser una moda estética o por el magnetismo
de Breton, sino por su vena de pureza y de rebeldía.52 De una u otra
manera, Breton y el surrealismo fortalecen la lucha contra la fe y las
ideologías cuya naturaleza también tiene un componente teológico.53
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Jean-Paul Sartre
Como un Diógenes del siglo XX, Jean-Paul Sartre hablaba de todo y
en todas partes; especialmente de historia y política. Empero, a dife-
rencia del griego que vivía desnudo dentro de un barril, el francés se
vestía con palabras: era un parlón stalinista y un intelectual compro-
metido, casi juramentado, con el marxismo y sus múltiples derivados
ideológicos. También, a diferencia de otros intelectuales marxistas más
mesurados, Sartre se volcó en defensa del stalinismo, del centralismo
autoritario, de la mentira como estrategia de estado y de los campos
soviéticos de prisioneros.74 Para este pensador francés, aquellos cam-
pos de muerte y las purgas dentro del grupo de gobernante en la
URSS se explicaban por la naturaleza violenta de la revolución bolche-
vique. También por la complicada madeja cultural rusa, la violencia in-
ternacional del momento y la ofensiva del imperialismo que, como es
de suponerse, mantenía amenazada a la madre patria del socialismo.75
En un tiempo teorizó sobre la necesidad de abandonar las vías
electorales para conquistar el poder y, por supuesto, concluyó que
la violencia era una posibilidad necesaria. De manera especial, en los
países subdesarrollados, en donde la guerra de guerrillas y el golpe de
mano violento podía ser una forma adecuada para hacer la revolución.
Este razonamiento lo llevó a apoyar a los Tupamaros de Uruguay y al
Movimiento de Izquierda Revolucionaria, el MIR chileno, por entonces
dedicado a sabotear al gobierno de Salvador Allende. Cuando los ejér-
citos de Brasil y Uruguay terminaron con la guerrilla, se convirtieron
en las dictaduras que dieron fin a los intentos reformistas por mejorar
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21. Cesar Salgado,“Poesía y circunstancia”, entrevista a Octavio Paz, en Obras Completas., tomo 15, op. cit., p. 517. Cfr. Juan
Federico Arriola, La filosofía política en el pensamiento de Octavio Paz, México, UNAM, 2009, p. 40.
22. Octavio Paz,“El arquero, las flechas y el blanco: Jorge Luis Borges”, en Fundación y disidencia, Obras Completas, tomo
3, op. cit., p. 216.
23. Ibid., p. 212.
24. Ibid., pp. 213-214.
25. Ibid., p. 214. Cfr. Octavio Paz, “Unidad, modernidad, tradición”, prólogo a Fundación y disidencias, Obras Completas,
tomo 3, op. cit., p. 21.
26. Ibid., p. 214.
27. Ibid., p. 215.
28. Ibid., p. 214.
29. Octavio Paz, “El arquero, las flechas y el blanco: Jorge Luis Borges”, Fundación y disidencia, Obras Completas, tomo 3,
op. cit., p. 216.
30. Ibid., p. 215. En su prosa, Borges siempre se dijo discípulo de don Alfonso Reyes, Cfr. “En el filo del viento: México y
Japón”, El cercado ajeno, Obras Completas, tomo 8, op. cit., p. 466.
31. Ibid., pp. 218-219.
32. Ibid., pp. 219-220.
33. Octavio Paz, “El arquero, las flechas y el blanco: Jorge Luis Borges”, Fundación y disidencia, Obras Completas, tomo 3,
op. cit., p. 218.
34. Octavio Paz, Vuelta al Laberinto de la Soledad, op. cit., p. 350.“Hay una frase de Marx que Luis Buñuel pensó en utilizar
como subtitulo de su película La edad de oro… El tema de la película es el amor en el mundo moderno. La frase de
Marx, en español, un alejandrino perfecto: en las aguas heladas del cálculo egoísta. Esto es la sociedad. Por eso el amor
y la poesía son marginales. Cfr. Juan Goytisolo, “Ejemplaridad de Octavio Paz”, Enrico Mario Santi, Luz espejeante.
Octavio Paz ante la crítica, op.cit., p. 510.
35. Octavio Paz, “Luis Buñuel”, en Fundación y disidencias, Obras Completas, tomo 3, op. cit., pp. 222-223. Cfr. Enrique
Krauze. Redentores. op. cit., p. 209.
36. Ibid., pp. 223-224. Cfr. Octavio Paz, “De Octavio Paz a Luis Buñuel”, Miscelánea II, en Obras Completas. tomo 3, op.
cit., pp. 57-61.
37. Ibid., p. 224.
38. Octavio Paz, Vuelta al Laberinto de la Soledad., op. cit., p. 260. Paz, sin embargo, afirma que tampoco había autismo
moral en Buñuel, puesto que rechazaba los cálculos del mercado, sobre todo, a la hora de examinar el sentido del
amor y demás pasiones en la sociedad contemporánea.
39. Cfr. Roberto González Echeverría y Emir Rodríguez Monegal,“Cuatro o cinco puntos cardinales”, entrevista a Octa-
vio Paz, en Escribir y decir, 0bras Completas, tomo 15, op. cit., p. 42. No hubo un surrealismo español, sino un cineasta
nacido en España, Buñuel, influido tempranamente –incluso de manera indirecta—por el surrealismo.
40. Octavio Paz,“Luis Buñuel”, op. cit., pp. 224-225.
41. Octavio Paz, “Luis Buñuel”, op. cit., p. 225. “Quizá sin proponérselo, Buñuel descubre en el sueño de sus héroes las
imágenes arquetípicas del pueblo mexicano: Coatlicue y el sacrificio. El tema de la madre, que es una de las obsesiones
mexicanas, está ligado inexorablemente al de la fraternidad, al de la amistad hacia la muerte. Ambos constituyen el
fondo secreto de esta película. El mundo de los olvidados está poblado por huérfanos, por solitarios que buscan la
comunión y que para encontrarla no retroceden ante la sangre. La búsqueda del ‘otro’, de nuestros semejantes, es la
otra cara de la búsqueda de la madre. O la aceptación de su ausencia definitiva: el sabernos solos”.
42. Masao Yamaguchi, “Oriente, imagen, eros”, entrevista a Octavio Paz, En particular, en Obras Completas, tomo 15, op.
cit., p. 89. Paz afirma que Luis Buñuel hizo El perro andaluz antes de conocer a los surrealistas e integrarse orgánica-
mente al grupo de André Breton.
43. Cfr. Rita Guibert,“Octavio Paz”, Entrevistas, op. cit., p. 426.
44. Octavio Paz,“Luis Buñuel”, op. cit., pp. 228-229.
45. Rita Guibert,“Octavio Paz”, entrevista a Octavio Paz, Horizontes, en Obras Completas, tomo 15, op. cit., p. 426.
46. Octavio Paz,“Luis Buñuel”, op. cit., p. 326.
47. Octavio Paz.“Luis Buñuel”, Poetas y poemas, Fundación y disidencia, Obras Completas, tomo 3, op. cit., pp. 228-229.
48. Octavio Paz,“Un más allá erótico: Sade”, en Pan, eros, psique, en Obras Completas, tomo 14, op. cit., p. 74.
49. Octavio Paz,“Luis Buñuel”, op. cit., pp. 228-229.
50. Octavio Paz,“Prehistoria del amor”, La llama doble, en Obras Completas, tomo 10, op. cit., pp. 254-255.
51. Ibid., p. 255.
52. Roberto Vernengo,“Una entrevista con Octavio Paz”, En particular, Obras Completas, tomo 15, op. cit., p. 168.
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53. Octavio Paz,“André Breton: la niebla y el relámpago”, en La casa de la presencia, Obras Completas, tomo 14, op. cit.,
p. 35.
54. Octavio Paz,“La letra y el cetro”, Ocasiones, Obras Completas, tomo 8, op. cit., p. 546.
55. Octavio Paz, “André Breton: la niebla y el relámpago”, en La casa de la presencia, Obras Completas, tomo 14, op. cit.,
pp. 35-36. Cfr. Octavio Paz, prólogo a La casa de la presencia, Obras Completas, tomo 1, op. cit., p. 21.
56. Octavio Paz.“Repaso en forma de preámbulo”, Los privilegios de la vista, Obras Completas, tomo 6, op. cit., p. 16.
57. Carlos Castillo Peraza, “Alguien me deletrea”, entrevista a Octavio Paz, En particular, Obras Completas tomo 15, op.
cit., p. 228. Cfr, Octavio Paz, “André Breton: la niebla y el relámpago”, Miscelánea, Obras Completas, tomo 14, op. cit.,
p. 37.
58. Octavio Paz,“André Breton: la niebla y el relámpago”, op. cit., p. 36.
59. Octavio Paz, Itinerario, Obras Completas, tomo 9, op. cit., p. 39.
60. Rita Guibert, “Octavio Paz”, Entrevistas, en Horizontes, op. cit., p. 414. Cfr. Roberto Vernengo, “Una entrevista con
Octavio Paz”, Entrevistas, Obras Completas, tomo 15, op. cit., pp. 168-169.
61. Octavio Paz,“El lucero del alba”, La llama doble, Obras Completas, tomo 10, op. cit., pp. 298-299.
62. Octavio Paz, “Poemas mudos y objetos parlantes: André Breton”, Mirador, Obras Completas, tomo 6, op. cit., p. 91.
“Unos pocos ejemplos bastan para mostrar que la palabra comunión tuvo en su vida una influencia no menos decisiva
que la palabra subversión: no fue un solitario y sus dos grandes pasiones fueron el amor y la amistad; fundió su vida
personal con lo del grupo surrealista hasta fundirlas casi enteramente. Durante años intento, por fortuna sin lograrlo,
insertar al surrealismo en el movimiento comunista, primero con la Tercera Internacional y después con el trotskismo.
Cierto. No es difícil oponer a estos ejemplos otros, no menos convincentes de su individualismo, su amor por lo
insólito y la trasgresión, su culto a la revuelta y a la rebelión solitaria”. Cursivas en el original.
63. Cfr. Alfred MacAdam, “Tiempos, lugares y encuentros”, entrevista a Octavio Paz, en Siluetas y Perfiles, Obras Comple-
tas, tomo 15, op. cit., p. 337.
64. Octavio Paz,“El orden y el accidente”, Conjunciones y disyunciones, op. cit., p. 203. Breton propuso integrar un triangulo
creativo con el amor, la poesía y la rebelión. Este plano seria un sagrado extra religioso. Cfr. Fabienne Bradú, La voz del
espejo, op. cit., pp. 72-74.
65. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., pp. 214-215.
66. María Embeita,“Octavio Paz: poesía y metafísica”, Escribir y decir, Obras Completas, tomo 15, op. cit., pp. 30-31.
67. Octavio Paz,“Reflexiones sobre el presente”, Presente fluido, Obras Completas, tomo 8, op. cit., pp. 372-373.
68. Octavio Paz,“Poemas mudos y objetos parlantes:André Breton”, en op. cit., p. 91.
69. Roberto Vernengo,“Una entrevista con Octavio Paz”, en op. cit., p. 168.
70. Julián Ríos,“Sólo dos voces”, op. cit., pp. 603-604.
71. Ibid., p. 604. Cfr. Octavio Paz, “El orden y el accidente”, Conjunciones y disyunciones, Obras Completas, tomo 10, op.
cit., p. 203. Cfr. Fabienne Bradú, La voz del espejo, op. cit., p. 73 y siguientes.
72. Octavio Paz,“Polvos de aquellos lodos”, El socialismo autoritario, Obras Completas, tomo 9, op. cit., p. 179.
73. Octavio Paz,“El lucero del alba”, La llama doble, Obras Completas, tomo 10, op. cit., p. 298. Cfr. Octavio Paz,“Las peras
del olmo”. En Ricardo Cayuela, Las palabras y los días, Una antología introductoria. Octavio Paz, op. cit., pp. 127-129.
74. Guillermo Sheridan, Poeta con paisaje. Ensayos sobre la vida de Octavio Paz, op. cit., pp. 441-442.
75. Ibid., p. 174.
76. Ibid., p. 184.
77. Octavio Paz, Itinerario, op. cit., p. 37. Sartre era partidario de la casuística histórica. esta idea la expresaba en textos
espesos y vociferantes. Para él era casuística implicaba una instancia superior que, como las deidades, estaba en todas
partes y en ninguna. Era invisible, aunque predecible en el destino final. Cfr. Octavio Paz, “Revuelta, revolución, rebe-
lión”, Corriente alterna, op. cit., p. 629.
78. Octavio Paz,“Revuelta, revolución, rebelión”, Corriente alterna, op. cit., pp. 616-617. Sartre, incluso llego a decir que las
revelaciones de Kruschev habían sido un grave error, porque “Las masas no estaban preparadas para recibir la verdad”
acerca del stalinismo.Ver también, Enrique Krauze. Redentores, op. cit., pp. 209-210.
79. Octavio Paz,“El parlón y la parleta”, en op. cit., pp. 176-177. Cfr. Octavio Paz, “La otra voz”, en La casa de la presencia,
Obras Completas, tomo 1, op.cit., p. 583. Si las idas de Sartre son confusas, más lo son las interpretaciones que hicieron
sus discípulos sobre la obra sartreana.
80. Octavio Paz, Itinerario, op. cit., p. 34.
81. Gabriel Caballero, “Inicuas simetrías”, entrevista a Octavio Paz, Obras Completas, tomo 15, op. cit., pp. 204-205.
82. Ibid., p. 204., Cfr. Guillermo Sheridan, Poeta con paisaje, op. cit., p. 442.
83. Octavio Paz,“Revuelta, revolución, rebelión”, en op. cit., p. 615.
84. Octavio Paz,“El parlón y la parleta”, en op. cit., p. 176.
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C
omo casi en todos los pueblos del mundo, los hombres mexi-
canos consideran a las mujeres como un instrumento, ya sea
de los deseos del varón, de los fines biológicos o legales, de la
moral pública o del ordenamiento teológico o estelar.1 El papel que
se asigna a las mujeres siempre es secundario y ellas lo han cumplido,
generalmente sin su propio consentimiento, cuando no con una visible
oposición.2 Este planteamiento resume las visiones que tenía Octavio
Paz en torno a las mujeres del país y es el sustento de la posición pa-
ciana hacia las circunstancias de las mujeres mexicanas del tiempo que
él examinó.3 El poeta Paz introdujo el tema de las mujeres en el largo
debate sobre la circunstancia cultural del mexicano y de lo mexicano.4
Como se apunta en el epígrafe relacionado con Darío, se trata de un
asunto lleno de enigmas.5 “A pesar de su desnudez –redonda, plena–
en las formas de la mujer siempre hay algo que desvelar”. Sus esencias
siempre intrigan.
La mujer, otro de los seres que viven aparte, también es figura
enigmática. Mejor dicho, es el enigma. A semejanza del hombre
de raza o nacionalidad extraña, incita o repele. Es la imagen de la
fecundación, pero asimismo de la muerte.6
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y recreadas. Debe ser así, porque la mujer es una fiera más o menos
domesticada, 13 casi siempre llena de lujurias y potenciales esencias pe-
caminosas. Con las mujeres no se puede andar a la defensiva; se debe
pasar de inmediato a la ofensiva del látigo o del silicio. De lo contrario,
la comunidad entera estaría en peligro de caer en ominosos e irrever-
sibles matriarcados. Cuando no se les somete a los rigores de la casa y
de la religión, se les debe mantener aisladas, para que no contaminen a
los hombres con sus naturalezas perversas. Incluso, se debe aislar a las
mujeres buenas para evitar el impacto de las tentaciones o los malos
ejemplos: “entre santo y santa, pared de cal y canto”.14
Para los mexicanos, esta condición perversa de las mujeres no es in-
manente ni mucho menos. En realidad, la mujer es un ser propicio para
las oscuridades; un ente-espacio para combinar lo pasivo y lo secreto.
Originalmente no tiene malos instintos, y cuando es portadora de
éstos, simplemente son los que le corresponden a la especie humana.
La vida femenina es, además, impersonal y, por eso mismo, la mujer no
puede tener una identidad propia, ya sea positiva o del signo opuesto.
En ese orden, no puede ser dueña de pasiones, deseos o caprichos, al
menos que sea infiel a sí misma y a su condición de mujer.15 En México,
el sexo en las mujeres no es pecado ni causa horrores de ninguna cla-
se; sin embargo, esta sexualidad se vuelve peligrosa en el momento de
ser asumida por ellas de manera libre y personal; esto es, como algo
individual y propio. Recordemos que muy por encima de los deseos
sexuales propios, las mexicanas están destinadas preferentemente al
apetito estelar.16
A diferencia de las mujeres norteamericanas, empeñadas en negar u
ocultar algunas partes de su cuerpo, las mexicanas solamente le quitan
a esos espacios la voluntad de ser.17 Su cuerpo duerme y solamente
se despierta cuando es removido ante el estímulo de la sensualidad
masculina. En México, ellas se ocultan en el recato y el inmovilismo
expresados como desdén o espera ancestral. Las mujeres se convier-
ten –para el imaginario de todos– en ídolos pasivos dignos de admi-
raciones y rituales. Y más vale que sean entes pasivos, porque la mujer,
como individuo, “[…]es dueña de fuerzas magnéticas, cuya eficacia y
poder crecen a medida que el foco emisor es más pasivo y secreto.
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35. Octavio Paz, “Orfandad y legitimidad”, op. cit., pp. 234-235. “Madre de dioses y de hombres, de astros y hormigas, del
maíz y del maguey,Tonàntzin/Guadalupe fue la respuesta de la imaginación a la situación de orfandad en que dejo a los
indios la Conquista. Exterminados sus sacerdotes y destruidos sus ídolos, cortados sus lazos con el pasado y con el
mundo sobrenatural, los indios se refugiaron en las faldas de Tonàntzin/Guadalupe: faldas de madre-montaña. La situa-
ción ambigua de Nueva España produjo una reacción semejante: los criollos buscaron en las entrañas de Tonàntzin/
Guadalupe a su verdadera madre. Una madre natural y sobrenatural, hecha de tierra americana y teología europea.
Para los criollos la virgen morena represento la posibilidad de enraizar en la tierra de Anáhuac. Fue matriz y tumba:
enraizar es enterrarse.”
36. Ibid., p. 234.
37. Jean Franco, Las conspiradoras, op. cit., pp. 19-21.
38. Ibid., p. 20.“Octavio Paz escribe en 1950 en El laberinto de la soledad, sobre la ‘enfermedad mexicana’, y la sitúa preci-
samente en esta ambigua subjetividad de los hijos de La Malinche, avergonzados por su violación (la conquista) y por
ello forzados a rechazar la parte femenina como lo devaluado, lo pasivo, lo rajado y maltratado, como La Chingada, la
violada, la que ha sido cogida y, con todo, es al mismo tiempo la traidora”. Cfr. Jean Franco, Las conspiradoras, op. cit.,
pp. 172-173.
39. Octavio Paz, “Razón y elogio de María Félix”, en Generaciones y Semblanza, Obras Completas, tomo 14, México,
Fondo de Cultura Económica, 2001, pp.152-153.
40. Octavio Paz,“Orfandad y legitimidad”, op. cit., p. 235. Cfr. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 88.
41. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., pp. 84-85. Chingar es un verbo masculino y La Chingada es la madre de
todas las malas palabras. Sin embargo, chingar es masculino en tanto que La Chingada es femenino.
42. Martha Lamas,“Las nietas de La Malinche”, Revista Fundación, op. cit., pp. 200-201.
43. Ibid., p. 94. Cfr. Octavio Paz,“¡Viva México, hijos…!”, Novedades, Obras Completas, tomo 13, México, 1999 pp. 341-342.
44. Cfr. Carlos Monsiváis, “El laberinto de la soledad: el juego de espejos de los mitos y las realidades”, en Fundación, op.
cit., pp. 24-25.
45. Marta Lamas,“Las nietas de La Malinche”, op. cit., pp. 202-203.
46. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., pp. 94-95.Ver también, Juan Federico Arriola, La filosofía política en el
pensamiento de Octavio Paz, op. cit., p. 66.
47. Jean Franco, Las conspiradoras, op. cit., p. 71.
48. Cfr. Manuel Durán,“El laberinto de la soledad y Postdata: una aventura del pensamiento”. en Fundación op. cit. p. 34.
49. David A. Brading, Octavio Paz y la poética de la historia mexicana, op. cit., pp. 46-49.
50. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 95.
51. Jean Franco, Las conspiradoras, op. cit., p. 138.
52. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., pp. 95-96.
53. Jean Franco, Las conspiradoras, op. cit., p. 138.
54. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., pp. 212-213.
55. Cfr. Octavio Paz,“Razón y elogio de María Félix”, op. cit., pp. 153-154.
56. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., pp. 213-214.
57. Ibid., p. 215.
58. Ibid., pp. 215-216.
59. Jean Franco, Las conspiradoras, op. cit., p. 174.
60. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., pp. 216-217.
61. Ibid., pp. 88-89.
62. Jean Franco, Las conspiradoras, op. cit., p. 206.
63. Octavio Paz,“Vistazo al viejo mundo”,Tiempo nublado, Obras Completas, tomo 9, op. cit., p. 206.
64. Silvia Cherem, “Soy otro, soy muchos”, entrevista a Octavio Paz. Entrevistas, Obras completas, tomo 15, op. cit., pp.
374-375.
65. Rita Guibert,“Octavio Paz”, op. cit., pp. 403-404.
66. Ibid., p. 405.
67. Cfr. Masao Yamaguchi,“Oriente, imagen, eros”, entrevista a Octavio Paz, Entrevistas, op. cit., p. 188. Para Octavio Paz, el
amor es una forma de trasgresión de las instituciones limitantes. Incluso, el amor furtivo puede ser un camino para la
comunión, tanto de las mujeres como de los hombres. La trasgresión es libertad.
68. Rita Guibert,“Octavio Paz, op. cit., pp. 401-402.
69. Ibid., pp. 403-405. Cfr. Rita Guibert,“Octavio Paz”, Entrevistas, Obras Completas, tomo 15, op. cit., p. 401. Para Octavio
Paz, la reaparición de las mujeres como protagonistas en el escenario de Occidente, va a tener consecuencias decisi-
vas para el mundo de ahora y del futuro. Este nuevo protagonismo se va a reflejar, por supuesto en la historia de las
mujeres mexicanas.
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Octavio Paz
E
l 17 de abril de 1695, a las cuatro de la mañana, en una celda del
convento de San Jerónimo, murió Sor Juana Inés de la Cruz, la
monja que llevaba el nombre civil de Juana de Asbaje. Tenía 46
años; y según algunos de sus biógrafos, el propio Carlos de Sigüenza
y Góngora pronunció una oración fúnebre. Ahora bien, el texto
Sigüenza no aparece por ningún lado y esa ausencia es solamente
parte de lo mucho nebuloso que hay en las exploraciones relaciona-
das con Sor Juana. A decir de Octavio Paz, seguramente fue sepultada
entre prisas, debido al riesgo de contagio de la enfermedad –una epi-
demia– y lo más probable es que no haya recibido homenaje alguno.1
Este final, como se ha dicho, también es un ingrediente en la compleja
vida de la poetisa; siempre al borde de las paradojas y de los planos
obscuros, a veces intencionalmente obscurecidos, de su existencia
personal. Siempre a la orilla de las interrogantes, de las ocurrencias y
suposiciones con variadas intenciones y de los debates de baja inten-
sidad en cuanto a los argumentos que se esgrimen.2
Sor Juana fue una personalidad contradictoria, hija natural en un
escenario que la remitía a la marginación por su origen. Fue dama
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Las tesis de Sor Juana traen una respuesta, más o menos arreglada –en
el sentido más o menos honesto del término– de Sor Filotea de la Cruz,
pseudónimo del obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa
Cruz. Este prelado reconocía ampliamente los alcances literarios de
Sor Juana, pero le hizo un llamado a dejar de estudiar las ciencias
humanas, necias por naturaleza, y convertirse, o reconvertirse, en una
religiosa hecha y derecha.36 La reprimenda fue sutil; inclusive reconocía
el derecho de las mujeres, ya aceptado por el apóstol San Pablo, de
aprender más, aunque sin concederles la prerrogativa de enseñar sus
saberes a otros. No puede ser de otra manera: el sexo femenino es
propenso a la vanidad y, con esa premisa, se corre el riesgo de caer
en el pecado de elación. Las letras no son malas, siempre y cuando
no saquen a las mujeres del estado de obediencia relativo a su propia
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doctrina estaba hecha y se trataba sobre todo de vivirla. La iglesia se inmoviliza en Europa, a la defensiva. La escolástica
se defiende mal, como las pesadas naves españolas, presa de las más ligeras de holandeses e ingleses. La decadencia
del catolicismo europeo coincide con su apogeo hispanoamericano: se extiende en tierras nuevas en el momento
en que ha dejado de ser creador. Ofrece una filosofía hecha y una fe petrificada, de modo que la originalidad de los
nuevos creyentes no encuentra ocasión para manifestarse… su adhesión es pasiva…”
52. Enrico Marco Santí, “Conversar es humano”, Entrevistas, op. cit., p. 348. Para Octavio Paz, la disyuntiva para Sor Juana
ante el poder es similar a la de los intelectuales en el mundo contemporáneo. Se trata de una circunstancia moral-
mente parecida: se es o no se es libre.
53. Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, op. cit., p. 626.”Dos cualidades la acompañan, hijas de
la conciencia irónica de sí misma y de los límites de la palabra: el ingenio y la gracia. El primero, aunque sobresaliente,
no es su don más alto: no tuvo el ingenio de un Góngora. La segunda tiene alas y se mueve con soltura en el agua, en
al fuego y en el aire: sus villancicos. Dibujo, proporción, claridad, gracia, conciencia de sus límites y de sí misma, ironía:
lucidez…” Cfr. Rita Guibert,“Octavio Paz”, Entrevistas, Obras Completas, tomo 15, op. cit., p. 422.
54. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 122.
55. Tetsuji Yamamoto y Yumio Awa,“En el filo del viento: México y Japón”, El cercado ajeno, op. cit., p. 461.
56. Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, op. cit., pp. 590-594.
57. Jean Franco, Las conspiradoras, op. cit., pp. 74-75.
58. Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, op. cit., p. 579. Cfr.Tetsuji Yamamoto y Yumio Awa,“En el
filo del viento: México y Japón”, op. cit., pp. 460-461.
59. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., pp. 122-123.
60. Octavio Paz, “Oración fúnebre”, op. cit., p. 183. Octavio Paz, “Premio Menéndez Pelayo”, Corriente alterna, en Obras
Completas, tomo 3, op. cit., p. 591. Un arco iris con forma de mujer. Cfr. Juan Goytisolo,“Ejemplaridad de Octavio Paz”,
en Enrico Mario Santí. Luz espejeante. Octavio Paz ante la crítica, op. cit., pp. 508-509.
61. Octavio Paz,“Oración fúnebre”, op. cit., p. 183.
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El plano internacional
[…] hacia 1965 apareció una nueva generación y en distintas partes
surgieron movimientos juveniles[…] Recordé algo que, años antes, había
escrito: “la poesía entra en acción”. Era un cambio no tanto en las ideas
como en la sensibilidad, aunque abarcaba también a la política. Algo muy
distinto e incluso contrario a la ortodoxia comunista que yo había conocido
hasta entonces y contra la que me había rebelado. El movimiento de mayo
de 1968 en París me pareció que rompía con la triste historia de las
revoluciones petrificadas del siglo XX.
Octavio Paz, Soy otro, soy muchos…
H
acia 1960 comenzaron los trastornos públicos en varios países
de Occidente. Se trataba de eventos cuyo protagonista era un
sector privilegiado de la sociedad: los estudiantes, mismos que
habían llegado a esa condición por su desarrollo exitoso dentro de la
economía de mercado.
Este ascenso de tales actores se contraponía a los vaticinios tutelares
del marxismo “oficial”, referidos a los obreros como la clase pronta a
protagonizar la revolución socialista en los países más industrializados.1
Según la profecía del materialismo histórico, el advenimiento del socia-
lismo se iba a apresurar con la crisis económica del mundo occidental,
mismo que previsiblemente entraría en un colapso definitivo, derivado
de las contradicciones inherentes a las sociedades capitalistas.
El anuncio –una verdadera profecía– de muchos pensadores tutela-
dos teóricamente por el marxismo fue totalmente fallido, porque los
obreros de Occidente permanecieron alejados de los movimientos
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vida, del arte y, de manera particular, del amor. Los jóvenes de Occiden-
te planteaban la necesidad de redefinir al hombre y hacerlo transitar
del sujeto de la producción-consumo a una entidad en la que fuera un
actor substantivo de pasiones y deseos. Se recuperaba así la propuesta
de los poetas románticos y de los creadores surrealistas; era el tiempo de
volver a la libertad y, seguramente, también al Principio. 23
En todos los relatos que he escuchado aparece una nota sorpren-
dente: la tonalidad a un tiempo apasionada y desinteresada de la re-
vuelta, […] el motín convertido en una fiesta y la discusión política
en una ceremonia colindante en un extremo con el teatro épico
y en el otro la confesión pública. El secreto de la fascinación[…]
residió en su tentativa por unir la política, el arte y el erotismo
[…] Una revolución social y psíquica que por unos cuantos días
ensancho los límites de la realidad y extendió el dominio de lo po-
sible. El regreso al origen, al principio del principio: ser uno mismo
al estar con todos. Reaparición todo aquello[…] que las religiones
reclaman como suyo pero que es anterior a ellas y que constituye
la otra dimensión del hombre, su otra mitad y su reino perdido. 24
Por primera vez desde que surgió la filosofía del progreso, los jóvenes
se preguntaban sobre la vialidad y el sentido de las bases filosóficas
en la Edad Moderna. Por supuesto, no se trataba de una negación
hacia la ciencia o las razones ni, mucho menos, de una nostalgia por
el tiempo neolítico, cuando los hombres eran supuestamente felices.
Por el contrario, el cuestionamiento solamente era posible en la socie-
dad desarrollada y de la respuesta dependía el porvenir del hombre
moderno. La sociedad contemporánea estaba obligada a contestar y a
insertar el ahora en el tiempo histórico; de tal manera que el presente
alcanzara su validez real y apropiada. También, aunque parezca repeti-
tivo, para que el presente recobrara su vigencia.25 De no construirse
una respuesta filosófica y de actitudes apropiadas, se corría el riesgo
de un estallido suicida o de un hundimiento en el proceso en el que la
producción de bienes solamente fuera inferior a la de desechos mate-
riales. Sobre todo, en un proceso humano más eficiente en producir
riquezas y no para consolidar los valores filosóficos propios de una
sociedad humanamente más desarrollada.26
La protesta fue universal, quizá por primera vez en la historia huma-
na, aunque tuvo algunos rasgos específicos en cada parte del mundo.
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de reforma en México. La democracia, en su expresión más simple, es ese espacio libre donde se despliega la crítica.
Pero esa crítica de los otros exige la autocrítica. Para hablar con los demás, debemos primero aprender a hablar con
nosotros mismos. Los grupos que desean el cambio en México deberían empezar por auto democratizarse; es decir,
por introducir la crítica y el debate dentro de sus organizaciones.Y más: deberían de examinarse a sí mismos y hacer
la crítica de sus actitudes y sus ideologías. Entre nosotros abundan los teólogos soberbios y los fanáticos obtusos: los
dogmas petrifican. La regeneración intelectual… sólo será posible sí se pone entre paréntesis muchas… formulas y
se oye con humildad lo que dice realmente México… nuestra historia y nuestro presente…” (cursivas en el original).
69. Octavio Paz, Tiempo nublado, op. cit., pp. 272-273.
70. Ibid., p. 273.
71. Cfr. Roberto Escudero, prólogo al libro de Raúl Álvarez Garín, La estela de Tlatelolco, México, Editorial Itaca, pp. 14-17.
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E
l levantamiento en cinco municipios de Chiapas, durante el in-
vierno de 1994 generó toda suerte de expresiones que fueron
desde las interesadas y pontificales, hasta las de un sustrato agu-
do y comprometido con la verdad. En buena medida, el espacio de
los intelectuales –la siempre inasible, biliosa y melancólica “república
de las letras”– se convirtió en una arena circense, con su troupe de
acróbatas, payasos, prestidigitadores, adivinos y magos. Hubo golpes
de pecho de santurrones, desgarramientos de vestiduras en almas pías
y políticamente correctas. Abundaron las piruetas argumentales, las
incontinencias de palabras, y aunque parezca anacrónico, se generó
un brusco reavivamiento de la teología de la revolución.1 También, hay
*
Reconstrucción del testimonio de un “testigo presencial” del hecho relatado.
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menos. Por ejemplo, no se sabe lo que este grupo entiende por justicia,
libertad, democracia, dignidad, etcétera. Además, no se define en lo
relativo a los derechos individuales, la propiedad, los derechos de las
minorías y cómo habrá de determinarse quién es la mayoría. Un asun-
to más que queda en la oscuridad es el de la formación de un Frente
Zapatista, fuera de todos los partidos y de los gobiernos. Una suerte
de última instancia que vigilará la vida, las preferencias culturales, la
moral y los sueños de toda la sociedad mexicana. Este nuevo guardián
de la “corrección política”, de la moral social y de los individuos pro-
duce un temor natural a cualquier ciudadano que piense seriamente
en las libertades. Un Frente Zapatista por encima de todos y de todo
no puede ser sino la promesa amenazadora de campos de encierro
y de juicios sumarios contra todos los disidentes. Es la propuesta, sin
ambages, de una utopía geométrica, celosamente vigilada por inquisi-
dores.40 El primer problema, se presentaría al designar a los integrantes
del cuerpo guardián de las ideas, los sueños y los comportamientos.
Como es de suponerse, estaría integrado por personas moral y po-
líticamente inmaculadas y, por eso mismo sería, tendría que ser, una
verdadera unción.
[…] La finalidad de ese Frente también me deja perplejo: se trata de
crear un organismo político que expresamente renuncie al objetivo cen-
tral de la acción política, sea ésta democrática o revolucionaria: la toma
del poder. No es extraño que varias personalidades de la izquierda sin
excluir a destacados dirigentes del PRD, hayan recibido la proposición
con recelo y aun con una franca repulsión[…] Al lado de las reacciones
negativas, muchos periodistas e ideólogos de izquierda han recibido con
la boca abierta la proposicióne. Les parece una asombrosa novedad his-
tórica que rectifica radicalmente a la doctrina tradicional de los marxis-
tas[…] El Frente sería una instancia distinta y superior a los gobiernos,
los partidos, los grupos y los individuos. Sería la conciencia política de la
sociedad, a un tiempo su censor y su ejemplo.41
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NOTAS
1. El ángel Gabriel entrego varios visores infrarrojos a campesinos de la Sierra en Jaltenango; sin embargo, no quedo
muy claros si eran gratuitos o simplemente a crédito. Días después el ángel regreso y pidió que le pagaran por los
materiales entregados. Al no poder cobrar, el ángel se retiro muy molesto, con expresiones que no iban de acuerdo
con su personalidad de entidad celeste. El epígrafe es una reconstrucción a memoria, hecha al autor por un “testigo
presencial”.
2. Octavio Paz,“Poesía, mito, revolución”, en La otra voz, Obras completas, tomo 1, op. cit., pp. 522-523. La idea misma de
la revolución tiene un contenido religioso indiscutible. Es heredera de los griegos y de los cristianos; por eso mismo
de la filosofía y del anhelo de redención. Solamente las grandes mutaciones religiosas pueden compararse a la idea del
cambio revolucionario por la fascinación que generan entre los integrantes de algunos sectores de la sociedad.
3. Octavio Paz, “Días de prueba”, en Vuelta, número 207, febrero de 1994, p. 11. El material de este pie de página fue
consultado antes de la aparición del tomo 14 de las Obras Completas. En adelante utilizaremos el tomo en cuestión.
4. Octavio Paz,“El nudo de Chiapas”, El peregrino en su patria, en Obras Completas, tomo 14, México, Fondo de Cultura
Económica, 2001, p. 245.
5. Cfr. Erwin Rodríguez, El tiempo, los hombres, el polvo: noticia histórica sobre el estado de Chiapas, México, Cuadernos
del Centro de Estudios Políticos, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, 2003, pp. 1-5.
6. Octavio Paz,“El nudo de Chiapas”, op. cit., p. 246. La presencia indígena es muy es muy viva y es la que da fisonomía y
personalidad al estado. La cultura tradicional, aunque postrada por siglos de dominación, no es una reliquia sino una
realidad. Se conservan las lenguas indígenas, las creencias y muchas formas tradicionales de organización social”.
7. Jaques Julliard, “Las pasiones rebeldes de Octavio Paz”, Entrevista a Octavio Paz, Entrevistas, Obras Completas, tomo
15, op. cit. p. 308. “Para empezar, no se trata más que de uno sólo de los 31 estados de la República, y que vive bajo
créditos especiales. Se trata de una rebelión local contra un gobierno paternalista. Pero la pretensión de Marcos, de
hacer un gran movimiento nacional y hasta internacional con esos intelectuales llegados del mundo entero es una
quimera peligrosa”.
8. Octavio Paz, “El nudo de Chiapas”, op. cit., pp. 245-246. Cfr. Ricardo Pozas Horcasitas, “La modernidad de los moder-
nizadores”, en Anthony Stanton, Octavio Paz. Entre poética y política, op.cit. pp. 275 y siguientes.
9. Cfr. Erwin Rodríguez, Desordenes y desobediencias en el límite sur, México, inédito, capitulo 3 y 4, Para citar una cifra:
hasta 1970, el gobierno federal destinaba 0.04 por ciento de su presupuesto anual para atender las necesidades de
Chiapas.
10. Octavio Paz, “El nudo de Chiapas”, op. cit., p. 246. Quinientos años antes de la conquista española, merodearon por
Chiapas los adelantos del imperio Tolteca. Posteriormente llegaron los chichimecas, los mexicas, los mayas, los nica-
raos, etcétera. Todos ellos tenían el propósito de ampliar sus dominios y cobrar los tributos correspondientes. Cfr.
Erwin Rodríguez, El tiempo, los hombres, el polvo, op. cit., pp. 3-5.
11. Ibíd., pp. 246-247. Lo que fue considerado por los zapatistas como el “secreto mejor guardado”, era conocido por
muchos sectores de la población chiapaneca. El gobierno seguramente lo sabía, aunque no están claras las razones
que tuvo para ocultar los acontecimientos.
12. Ibid., p. 247.
13. Jaques Julliard,“Las pasiones rebeldes de Octavio Paz”, op. cit., p. 309.
14. Ibid., p. 208.
15. Octavio Paz.“Las elecciones de 1994: doble mandato”, en El peregrino en su patria. Obras Completas, tomo 14, op. cit.,
p. 231. Cfr. Erwin Rodríguez, El tiempo, los hombres, el polvo, op. cit., p. 69 y siguientes. Por ejemplo, tenemos el caso
de las trasmisiones de radio que, en los primero dos días del levantamiento se referían a la instauración del socialismo
como el paso siguiente. Inclusive, se escucharon frases como: “aquí si va a funcionar” y “nadie lo detendrá, porque es
el mandato de los pueblos”. En estas trasmisiones se ordenaba a los rebeldes a avanzar hacia la ciudad de México
para expulsar al Presidente Carlos Salinas del poder y nombrar autoridades propias. Se mandaba también “exigir la
rendición incondicional de las tropas federales” antes de iniciar los combates. A quienes no entregaran las plazas se
les harían juicios sumarios. Se ordenaba, finalmente, cobrar los impuestos de guerra.
16. Octavio Paz,“Días de prueba”, en op. cit., pp. 247-248.
17. Ibid., p. 248. En varios textos de su obra, Paz se ha referido a algunos componentes religiosos de las teorías y
propuestas revolucionarias. Especialmente del marxismo. Esta doctrina política es apocalíptica, en el que propone
la destrucción del mundo capitalista para llegar al paraíso previo al Juicio Final –el ejercicio de la historia--.
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18. Ibid. pp. 248-249. Cfr. Ricardo Pozas Horcasitas.“La modernidad de los modernizadores”, en Anthony Stanton, Octavio
Paz. Entre la poética y la política, op. cit., pp. 275-277.
19. Ibid., p. 247.
20. Ibid., pp. 250-251.
21. Braulio Peralta, “El poeta en su tierra”, entrevista a Octavio Paz. Siluetas y perfiles, en Obras Completas, tomo 15,
op. cit., p. 351.
22. Octavio Paz,“Las elecciones de 1994: doble mandato”, El peregrino en su patria, op. cit., p. 241.
23. Cfr. Erwin Rodríguez, Desordenes y desobediencias en el límite sur, op. cit., p. 166. En algunas subregiones de Las
Margaritas, el crecimiento anual de la población llega hasta el 10 por ciento por año y en Los Altos –en algunos pun-
tos—la tasa anual es del orden de los 9.5 por ciento. La mayor parte de las religiones que existen en ese municipio
se oponen a todo control de la población. La Diócesis de San Cristóbal, por ejemplo, encabezo el movimiento contra
la despenalización del aborto y contra la educación sexual desde los años sesenta.
24. Octavio Paz,“Chiapas: ¿Nudo ciego o tabla de salvación?, en El peregrino en su patria, op. cit., p. 250.
25. Braulio Peralta, “El poeta en su tierra”, op. cit., pp. 394-395. La democracia en México tropieza hoy con una serie de
dificultades, derivadas de las prácticas políticas de los protagonistas del poder en el pasado. Pero también, por las
improntas culturales procedentes tanto de la sociedad conquistadora como de los pueblos prehispánicos. Este asunto
es tratado por Octavio Paz en varios de sus escritos. Sobre todo en El laberinto de la soledad.
26. Octavio Paz,“El plato de sangre”, El peregrino en su patria, op. cit., p. 267.
27. Julio Scherer,“Tela de juicio” Entrevistas, en Horizontes, op. cit., p. 5.
28. Octavio Paz,“El nudo se deshace o ahoga”, El peregrino en su patria, op. cit., pp. 254-255.
29. Ibid., p. 256. Desde el Congreso Indígena de 1974, organizado por el gobierno y dirigido por la Diócesis de San
Cristóbal, la iglesia Católica —vía el obispo Samuel Ruiz García— ha adoptado una actitud contestataria. Esta actitud
se fundamenta ideológicamente en la Teoría de la Liberación, que se refiere a un compromiso de algunos sacerdotes
católicos con las causas del cambio estructural. Este cambio, como es de suponerse, apunta hacia la construcción de
una sociedad socialista.
30. Julián Ríos, Sólo a dos voces, en Obras Completas, tomo 14, op. cit., p. 601. “México es dos países: uno relativamente
desarrollado y moderno, otro tradicional y pobrísimo, en los huesos. Además de esta dualidad de orden económico,
hay otra de orden histórico: hay un México visible y hay un México invisible. Un pasado enterrado pero vivo; no
la civilización indígena –esa murió de muerte violenta con la Conquista—sino ciertas estructuras mentales, cierta
sensibilidad y manera de ver las cosas y el mundo y, en fin, lo que se llama ideología inconsciente de un país: mitos,
obsesiones, imágenes tradicionales de la madre y el padre, la muerte, el sexo. Esa ideología está hecha de creencias
y supervivencias indígenas y españolas. Por ejemplo, nuestro arquetipo inconsciente de la autoridad oscila entre la
imagen española y árabe: el caudillo, y la del jefe-sacerdote azteca.”
31. Octavio Paz,“El nudo se deshace o ahoga”, op. cit., p. 257.
32. Ibid., pp. 257-268.
33. Octavio Paz,“Chiapas: hechos, dichos, gestos”, en El peregrino en su patria, op. cit., p. 242.
34. Rita Guibert “Octavio Paz”, Horizontes, Obras Completas, tomo 15, op. cit., p. 470. La oposición entre los dos países,
el de una y el de otras leyes llevaría, tarde o temprano a una balcanización del país.
35. Octavio Paz, “Chiapas: hechos, dichos, gestos”, op. cit., pp. 262-263. La mezcla de conflictos étnicos con elementos
religiosos es una de las combinaciones de mayor riesgo para Chiapas, dado el alto peso especifico que tiene la religión
en varios regiones del estado. De manera particular, en las comunidades con una mayor población indígena.
36. Ibid., p. 263. Cfr. Juan Federico Arriola, La filosofía política en el pensamiento de Octavio Paz, op. cit., pp. 60-61.
37. Ibid., p. 264.
38. Ibid., pp. 264-265.
39. Ibid., p. 265. En varios de los comunicados iniciales internos del EZLN se hacen referencias a la Biblia. Incluso, el uso
de las parábolas y metáforas con substratos evangelizador se hace también a menudo. El discurso del subcomandante
no es precisamente generado por el pensamiento indígena ni mucho menos. Es un conjunto de proclamas nacidas en
el marxismo y combinadas, con alguna habilidad que debe reconocerse, con la teología de la liberación. Se trata de
ingredientes ideológicos que no encuentran cabida en la cultura de los indios mexicanos, ni en Chiapas ni en ninguna
otra parte.
40. Ibid., p. 266. “Cierto, la política colinda, por un lado, con el teatro y, por el otro, con la religión. Los símbolos son un
elemento central en los ritos, en los tablados y en los mítines. Como la escena teatral y la misa, el acto político es una
representación. Por esto, la mejor iniciación a la política no son los tratados de nuestros politólogos sino el teatro de
Shakespeare. Ahora bien, lo que distingue a nuestra época de las anteriores es la doble preeminencia de las noticias
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y de la imagen sobre la realidad real. Por lo primero, el tiempo pierde continuidad y consistencia en beneficio de lo
instantáneo, es decir, de la sensación; por lo segundo, la verdadera realidad es siempre otra: esta allá”.
41. Ibid., pp. 271-272. El frente Zapatista, en caso de que llegara a consolidarse como una instancia reconocida por los
protagonistas más importantes, dejaría fuera a la mayor parte de los mexicanos que, por diversas razones no se con-
sideran ni quieren ser zapatistas. En ese orden, no ser zapatista equivaldría a estar en el error filosófico y político. Sería
una actitud de política incorrecta y moral equivocada. Quienes se encontraran en esa tesitura se harían merecedores
de los castigos ejemplares y de los anatemas político-religiosos. Sería la antesala de los campos de concentración o, en
el mejor de los casos, de la cura ideológica mediante el tratamiento de la psiquiatría política. La vida, las sensaciones,
los sueños, las ideas, y las palabras serian normadas por el comité zapatista y sus decisiones serian inapelables. Des-
pués de todo, atrás de todo estaría el Imperativo de la felicidad y la salvación terrena y eterna.
42. Ibid., p. 272. El Frente Zapatista no sería político: esta advertencia adquiere todos los visos de ominosa, si se piensa que
una instancia lejana y por arriba de todos concretiza el sueño de todos los absolutismos. Es el sueño que no se atrevió
a comentar Nerón, Calígula, Hitler, Stalin o Franco. Es el sueño autoritario que no se atreve a decir su nombre. Cfr.
Octavio Paz,“Días de prueba”, El peregrino en su patria, Miscelánea II, Obras Completas, tomo 14, op. cit., pp. 279-280.
43. Octavio Paz,“Días de prueba”, en op. cit., pp. 272-273.
44. Ibid., p. 243.
45. Ibid., pp. 272-273. Cfr. Erwin Rodríguez, El tiempo, los hombres, el polvo, op. cit., p. 74. El autoritarismo comenzó a
hacerse realidad, cuando comenzaron las expulsiones de campesinos que no aceptaban las propuestas del EZLN en
las comunidades. El número de expulsados estuvo por encima de los 10 mil familias en las diversas subregiones de
Ocosingo,Altamirano, Palenque, Las Margaritas y algunos municipios del Norte del estado.
46. Octavio Paz, “aclaraciones y reiteraciones a Carlos Monsiváis”, El peregrino en su patria, Obras Completas, tomo
14, op. cit., p. 315. Debemos recordar que la gestación del movimiento en Chiapas coincidió con el derrumbe del
socialismo real y simbólicamente con la caída del muro de Berlín. Estos acontecimientos dejaron descobijados a los
teóricos marxistas simpatizantes del EZLN, aunque alguno de ellos vieron en el levantamiento de enero un repunte
de la propuesta política marxista.
47. Octavio Paz,“El nudo se deshace o ahoga”, en op. cit., pp. 255 y siguientes.
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ctavio Paz fue hijo de un abogado que sirvió a los campesinos
del centro del país en sus eternos conflictos con el poder y
con sus semejantes.1 Octavio Paz Solórzano, padre del poe-
ta, llegó a ser representante del general Emiliano Zapata en Estados
Unidos.2 El niño Octavio también conoció de cerca a muchos revo-
lucionarios agraristas, entre ellos a Antonio Díaz Soto y Gama,3 quien
solía visitar, acompañado por otros revolucionarios zapatistas, la casa
de la familia Paz Lozano en el entonces lejano pueblo de Mixcoac. Ahí,
el futuro intelectual se asomó a las vicisitudes de la vida rural y a los
relatos de guerra siempre recreados por los narradores. El niño Paz
escuchó, casi siempre azorado, las pláticas de sobremesa en un mantel
con nostálgicos olores a pólvora, tras las conversaciones en torno al
valor y demás avatares humanos de los tiempos heroicos.
Mi padre pensó desde entonces que el zapatismo era la verdad
de México. Creo que tenía razón. Más tarde, la amistad con Soto
y Gama y otros que habían combatido en el sur con los ejércitos
campesinos consolidó mis creencias y sentimientos.4
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total sobre sus tierras; es decir, darles los suelos en propiedad total,
para que puedan hacerlos producir y se conduzcan como lo que son:
mexicanos con derechos y deberes.40
Para revisar la realidad del campo y de los campesinos a la luz de
la política agraria nacional, se hace indispensable tomar en cuenta los
claroscuros pacianos. La reforma agraria trajo dignidades y acrecen-
tamiento de las pobrezas. Se convirtió en un elemento liberador de
los campesinos, al mismo tiempo que los supeditaba a las necesidades
electorales del partido gobernante. Dividió las tierras ricas y multiplicó
el número de pobres. Convirtió a los campesinos en menores de edad
y permitió al gobierno mexicano presumir de su esencia revoluciona-
ria.41 Promovió una relativa modernización de la sociedad, al mismo
tiempo que fortaleció, por lo menos temporalmente, el imposible y
anacrónico sueño campesino de regresar a los orígenes. Hizo renacer
la esperanza en la vuelta a los tiempos míticos de la felicidad compar-
tida y permanente.42
Con el campo existen todavía muchas deudas sociales pendientes.43
Tenemos un cuadro de desigualdades y carencias muy marcadas. Para
resolverlas, hay una nueva dualidad contradictoria: se espera demasia-
do del ogro filantrópico, en un tiempo en que la libertad y la demo-
cracia deben servir para examinar serenamente el rumbo a seguir.
Los campesinos, al igual que todos los mexicanos, están solos, aun
cuando frecuentemente –en las fiestas o en los actos relacionados del
poder– se les vea en multitudes. El campo mexicano es un asunto de
México y de los mexicanos, con todas sus complicaciones y simplici-
dades; también es una dualidad.44 Reducir el poder del ogro filantrópico
se traduciría en una disminución del clientelismo y en la posibilidad de
liberar a los campesinos de la pesada carga de no ser competitivos
en el agreste escenario de los mercados modernos. Por el contrario,
aumentar el poder estatal, les restaría libertades y los prepararía para
nuevas esperas sin plazo fijo. En esta dualidad, aparentemente, debe
ganar la libertad.45
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texto diciendo “… este es un libro sobre campesinos que no querían cambiar y por eso empezaron una revolu-
ción…” (traducción libre)
21. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 157.“al hacer del calpulli el elemento básico de nuestra organización
económica y social, el zapatismo no sólo recataba la parte valida de la tradición colonial, sino que afirmaba que toda
construcción política de veras fecunda debería partir de la porción más antigua, estable y duradera de nuestra nación:
el pasado indígena”.
22. Cfr. Juliana González,“Una lectura filosófica de El laberinto de la soledad”, en Fundación, op. cit., p. 63.
23. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., p. 156.Toda utopía es una profetización con anclaje en el pasado. Es una
propuesta de encontrar el camino de la justicia y felicidad del futuro con base en el pasado. En este sentido, la utopía
propone el regreso a las formas de tenencia de la tierra en su modalidad comunitaria, en donde la injusticia no tenía
cabida.
24. Cfr. Saúl Yurkievich, “La napa mitopoética”, en Fundación, numero 3, op. cit., p. 80. “zapata personifica…reivindica…el
reintegro al orden ancestral.”
25. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., pp. 155-156. “Toda revolución, dice Ortega y Gasset, es una tentativa
por someter a un proyecta nacional… Acaso la opinión de Ortega y Gasset sea, por su parte, demasiado radical , pues
observo que casi siempre las revoluciones, a pesar de presentarse como una invitación para realizar ciertas ideas en
un futuro más o menos próximo, se fundan en la pretensión de restablecer una justicia o un orden antiguos, violados
por los opresores… La Revolución Francesa funda la viabilidad de su programa en la creencia de que bastara con
reconstruir las condiciones ideales del Contrato Social, para que la concordia se realice… el marxismo acude a la
teoría del comunismo primitivo como antecedente del régimen que promete”.
26. Ibid., p. 156.
27. Ibid., p. 157. El campesino sureño era proclive del aislamiento.Tenía más valor individual que espíritu de cobarde colec-
tivo. El norteño, por su parte, era valiente y disperso, más desordenado que partidario de la disciplina de los sureños.
Por eso en el momento de encontrarse, uno y otro se rechazaban de manera velada, pero real.
28. Jean Franco, Las conspiradoras, op. cit., p. 20.
29. Octavio Paz, Vuelta al Laberinto de la Soledad, op. cit., pp. 280-281.
30. Ibid., p. 281. En realidad, no podían disputar el poder, porque cuando se lo propusieron, en la Convención de Aguasca-
lientes, ya era una fuerza camino a la derrota. Fue como el mítico y aleccionador canto del cisne.
31. Ibid., p. 338. El mercado interno mexicano se conformo a base de las diferencias en el valor de los productos. El pro-
ducto industrial normalmente fue de mayor precio y permitió una concentración de la riqueza en las aéreas urbanas.
Lo contrario sucedió con los bienes del campo, que terminaron por perder su valor en el proceso del comercio. Cfr.
Octavio Paz, Postdata. Obras Completas, tomo 8, op. cit., p. 296.
32. Ibid., p. 339. Cabe recordar aquí que por un tiempo se considero prudente poblar más al país, porque se consideraba
que la mayor población atraía el progreso. “Gobernar es poblar”, fue el lema de Ernesto Uruchurtu, un recordado
regente de la Ciudad de México. En el colmo de males, los maestros rurales de la época cardenista predicaban que el
porvenir del país estaba en las ciudades, no en el campo.
33. Braulio Peralta, El poeta en su tierra, Diálogos con Octavio Paz, op. cit., p. 61.
34. Ibid., pp. 63-64. Inclusive, los ideólogos del Marxismo pensaron, por lo general, que el campesino no es un sujeto
revolucionario, dada su tendencia a reclamar los derechos sobre la tierra, lo que de alguna manera es una modalidad
del individualismo. Por ese motivo, la clase revolucionaria por excelencia es la de los obreros y no los hombres del
campo.
35. Ibid., p. 64. El experimento cardenista no fue único.Ya en otros gobiernos se había intentado y se volvería a experimen-
tar más adelante. El ejido es poco productivo porque se ha convertido en un espacio por excelencia para las prácticas
del paternalismo que inhibe las capacidades de los ejidatarios. Por otra parte, la economía del país se ha reorientado y
muchos de los campesinos con mayores capacidades se ocupan actualmente en tareas distintas al cultivo de la tierra.
Ver Robert Noszik y Enrique Krauze, “Anarquía, Estado y utopía”, Miscelánea III, Obras Completas, tomo 15, op. cit.,
pp. 276-277. Cfr. Carlos Arriola, La filosofía política en el pensamiento de Octavio Paz, op. cit., p. 91.
36. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., pp. 158-159.
37. Braulio Peralta. El poeta en su tierra, op. cit., p. 64. En el tiempo de estas reflexiones, el PRI gobernaba prácticamente
todo el país.
38. Octavio Paz, Postdata, op. cit., p. 270. El desarrollo del país ha sido de luces y sombras. Por una parte, las ciudades que
se han industrializado, con un consecuente ascenso en los niveles de la vida. De otro, el campo que sigue en espera de
algo: no alcanzan a definir con claridad el objeto de su paciencia. La producción agropecuaria ya ha dado en México
lo que podía dar.
39. Braulio Peralta, El poeta en su tierra, op. cit., p. 63.
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40. Ibid., p. 64. De no darse el dominio total a los campesinos que así lo requieran, se abrirán nuevos espacios para que
funcione, a todo vapor, la República del Subsidio. La producción, como todas las actividades del hombre, también se
relaciona con la libertad. Cfr. Juan Federico Arriola, La filosofía política en la obra de Octavio Paz., op. cit., p. 41.
41. Octavio Paz, “México: modernidad y patrimonialismo”, en Pequeña crónica de grandes días, Obras Completas, tomo
9, op. cit., pp. 418-419.
42. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, op. cit., pp. 160-161. Cfr. Octavio Paz, “Entrada retrospectiva”, El peregrino en
su patria, Obras Completas, tomo 8, op.cit., p. 28.
43. Braulio Peralta, El poeta en su tierra, op. cit., p. 171.
44. Octavio Paz, Vuelta al Laberinto de la Soledad, op. cit., pp. 334-335.
45. Octavio Paz,“México: modernidad y patrimonialismo”, en Pequeña crónica de grandes días, op. cit., p. 419.
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las pasiones; por esos ingredientes cuya única explicación, por ahora,
es simplemente que existen. Las pasiones forman el escenario para
el heroísmo y, con frecuencia, para el crimen; para el humanismo y
la sensualidad; conforman lo real y lo imaginario. Son la sal diversa de la
tierra y constituyen un marco de dualidades, en donde lo bello convive
con lo aberrante. Son el camino de ida y vuelta entre la lucidez y el de-
lirio; de las libertades y los aprisionamientos: de la vida y de la muerte.
En ese orden, no se pueden ignorar las pasiones como ingredientes
de la historia y de la metahistoria. Las pasiones llevan también a los se-
res humanos de una percepción a otra; de un comportamiento a otro.
Generaron guerras y construyeron naciones; llevaron a los hombres
a las barricadas o a los grandes amores. Explican la sensualidad y, en
buena medida, las complicadas redes de lo que se ha dado en llamar
el alma humana. Las pasiones generaron la guerra de Troya y otras
que aparentemente están enfrentadas con las razones humanas. Sin
embargo, al mismo tiempo, constituyen la raíz del arte y de la poesía
romántica. Han movido lo mismo a Don Quijote que los grandes gene-
radores de eventos ominosos. Rocinante se detiene antes de llegar a
las aspas del molino de viento, seguramente por instinto; sin embargo,
las pasiones de Don Quijote lo obligan a avanzar, con los resultados ya
conocidos. La vida trepidante cervantina no surge del instinto vital de
Rocinante, ni de la sensatez aldeana de Sancho Panza: nace de las locu-
ras del Caballero Andante.
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Cuba y de otros países de Europa del Este. Aquí las libertades fueron
acalladas por la KGB o por las fuerzas del “Pacto de Varsovia” y los
inconformes con el sistema social impuesto fueron reducidos a hués-
pedes de los gulags o a exiliados sin mayores miramientos. La Unión
Soviética es un ejemplo de nuevo imperio, con sus respectivas áreas
de influencia que semejan un gigantesco campo de prisioneros que
ocupan distintas geografías y dominan a diferentes culturas. El socialis-
mo realmente existente, fue y ha sido, un paradigma de la ignominia y
del autoritarismo.
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Octavio Paz:. Pensar el tiempo
se terminz de imprimir y encuadernar
en el mes de mayo de 2014 en los talleres
de Impresiones y Encuadernadora Glem S. A. de C. V.
Calle Tuy No. 29 Col. Correo Postal, Delegación Benito Júarez
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El tiraje fue de 1000 ejemplares.