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2. Masca chicle
Puede parecer un poco extraño, pero masticar chicle es bueno para nuestra
concentración. Así lo indican distintos estudios científicos: masticar chicle nos
ayuda a recordar información en el corto plazo.
Además, puede ser un elemento que nos permita concentrarnos mejor en la tarea
que debemos realizar, sobre todo en exámenes y pruebas que precisen de nuestra
memoria auditiva y visual.
4. Gestiona el estrés
¿Eres muy proclive a padecer estrés? Cuando estamos en un estado de
tensión vemos muy reducida nuestra capacidad para focalizarnos en algo.
Para que nuestra mente pueda realizar una actividad cognitivamente demandante
durante un rato, necesitamos gozar de un estado mental que no sea ni
excesivamente relajado (que nos induciría al sueño y a la escasa retención de
datos) ni excesivamente activo (en cuyo caso estaríamos tan nerviosos que
simplemente no seríamos capaces de focalizarnos en una sola tarea).
Algunos trucos para gestionar el estrés son tan simples como apretar fuerte el
puño o una pelota anti-estrés, durante un minuto. Este acto va a liberar nuestras
tensiones por un buen rato. Pero, si sufres un estrés más permanente, lo óptimo
será que te pongas manos a la obra para solucionar el problema. Asimismo, es
importante que tengamos una buena salud física: mantenerse bien
hidratado, realizar deporte a menudo...
5. Juega al ajedrez
Si hablamos de aumentar nuestra concentración, el ajedrez es el deporte rey. Este
juego nos exige una gran capacidad de concentración para analizar cada situación
que se produce en el tablero, tomar decisiones acertadas y anticiparnos a los
movimientos del rival. Así lo ha constatado un estudio publicado en Science Direct.
Es una actividad perfecta para desarrollar ambas capacidades, además de nuestra
habilidad para el razonamiento lógico y estratégico.
6. Evita distracciones y encuentra un lugar adecuado
¿Es un poco obvio, no? Cuando tratamos de concentrarnos en una tarea, es muy
buena idea que intentemos evitar que estímulos externos e indeseados nos
distraigan. Por ejemplo, si estás estudiando, lo ideal es que lo hagas en silencio, con
una luz adecuada, y por supuesto sin el televisor u otra distracción similar de
fondo.
Se ha demostrado que el ruido ambiental afecta a nuestro rendimiento si estamos
realizando una tarea que requiere concentración (por ejemplo, un examen).
Cuando menos ruidoso sea el entorno, más en forma estarán tus habilidades
cognitivas.
Si quieres focalizarte al 100% en una tarea, es buena idea que encuentres un espacio
cómodo y sin distractores. También es interesante que la temperatura del espacio
en cuestión no sea ni demasiado frío, ni demasiado caluroso. Sobre unos 20º-23º
es una temperatura en la que casi todos nos sentimos confortables. En cuanto al
ruido, hay personas que pueden mantener la concentración estando expuestas a
este, siempre que no sea muy fuerte y sea monótono, pero no es lo habitual.
9. Planifica tu rutina
No hay nada que afecte tan negativamente a la concentración como una rutina
desorganizada y caótica. Es el noveno punto de la lista, pero seguramente es el más
importante.
Hay que planificar y ordenar las prioridades del día a día. Sin contamos con el
tiempo necesario para dedicar a cada tarea, evitaremos el estrés, las prisas y los
inconvenientes que puedan surgir, y seremos más capaces de dedicar un esfuerzo
inteligente y productivo a la tarea. Si sabemos exactamente qué tenemos que hacer
y cómo, la tarea se vuelve más sencilla, y nuestro estado de focalización es más
adecuado a la hora de abordar cada subtarea con éxito.
La concentración en la infancia
Durante la infancia, nuestra atención es más dispersa, por lo que en vez de poner
énfasis en los consejos antes mencionados, será necesario ir habituando a los
niños a adquirir el hábito (valga la redundancia) de atender, escuchar y pensar.
Esto significa que, como niños que son, mantienen una activación más alta que las
personas adultas, por lo que puede ser complicado que se sientan delante de un
libro o realicen una tarea cognitivamente demandante durante un período de
tiempo considerable.
Poco a poco, debemos estimularles con tareas sugerentes para que su mente
pueda irse adaptando a estas exigencias, sin que eso conlleve malas sensaciones
(puede ser muy contraproducente que el niño se sienta "obligado" o "forzado" a
concentrarse en una tarea). Para promover esta capacidad de atención en la
infancia, profesionales como los psicólogos educativos, los psicopedagogos o
similares pueden diseñar programas de intervención, grupales o individuales,
para atender estas necesidades.