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PREKOP: “LOS TRAUMAS HAY QUE LLORARLOS,

GRITARLOS, SACAR EL DOLOR AFUERA”


La psicóloga Jiřina Prekop lleva treinta años
desarrollando y propagando por el mundo la terapia de
contención, con la que se consiguen superar problemas
familiares o los traumas que estos provocan a través de
la confrontación de estos problemas irresueltos. A sus
casi 85 años, Jiřina Prekop ha decidido volver a la
República Checa tras más de 40 años de exilio en
Alemania, pero no dejará de ayudar a las personas
mientras le queden fuerzas, según contó en entrevista a
Radio Praga.
Jiřina Prekopová, o mejor dicho Prekop, como se la ha
conocido en el mundo entero gracias a su labor, estuvo hace
pocos días en Lažánky, cerca de Brno, ofreciendo un curso
de formación de nuevos terapeutas en la terapia de
contención, de la que es su mayor propagadora en la
actualidad.
La psicóloga explica lo que han hecho en esos días, que
forman parte de un proceso de formación de tres años.
“Hemos invitado a dos familias, que tienen problemas entre
ellos. El amor no fluye. No consiguen arreglarlo por sí mismos
y no están recibiendo la ayuda necesaria en sus lugares de
residencia. Les hemos invitado y les hemos convencido de
que en tres días que pasen con nosotros descubriremos
dónde está la clave del conflicto, qué está echando a perder
su amor, dónde está el error o quién no está en el lugar que
le corresponde en la familia”.
Desarrollada por Martha Welch, a partir de técnicas para
tratar a niños autistas, la terapia de contención usa ante todo
el abrazo de manera terapéutica. Se busca restablecer el
vínculo de amor entre familiares que han sufrido un
distanciamiento. El contacto físico es el primero de los pasos.
Uno de los grandes problemas es que no se dicen las cosas,
asegura Prekop. Algo que solo en teoría es fácil de arreglar
en gran parte de los casos.
“Cuando las cosas no se dicen, el amor se resiente y el dolor
se hace más fuerte. Con demasiada frecuencia esto dura
toda la vida. El dolor se debe curar en el amor cuanto antes.
Enseñamos a los padres a ponerse cara a cara sin la ayuda
de terapeutas, para que sean capaces de cuidar el amor en la
familia, que sus hijos lo aprendan y lo transmitan a los suyos.
Se trata de que fluya el amor, incluso cuando hay un conflicto,
porque es normal que surjan conflictos en cualquier relación”.

Los terapeutas median al


principio entre las dos personas afectadas por un problema
grave. Es fundamental colocarlas cara a cara, explica Jiřina
Prekop.
“Pongamos que hay un conflicto entre dos, el matrimonio por
ejemplo, ponemos cara a cara a esos dos, que tengan
contacto visual directo. No tienen por qué abrazarse si no
quieren, da igual si es sentados, tumbados, de pie o como
sea… es lo mismo, pero tienen que mirarse a la cara. Los
humanos, con la capacidad que tenemos de hablar, pensar y
racionar, tenemos que decirnos lo que nos duele para que el
otro le entienda. Con este ejercicio, dirigido por un terapeuta,
encuentran la manera de restaurar el amor. Eso se puede
hacer con cualquier tipo de relación, incluso entre familias
que no se hablan, les invitamos a hacer esto mismo o
utilizamos la visualización si no están presentes”.
Lo ideal sería no llegar hasta ese punto. Es importante cuidar
el amor desde el principio y no dejar que se vaya echando a
perder poco a poco. Hablar con cariño y no perder la paz es
algo básico, cuenta la psicóloga.
“Es típico que una mamá le diga a su hija: ‘Siéntate’ y se lo
repita cinco o diez veces. Y luego: ‘¿Te vas a sentar o no?
¿Qué te he dicho? ¡Qué no te levantes!’… Eso pone nerviosa
a la niña y a la madre. Nosotros nos basamos en que solo
hay que decir las cosas una vez, y luego insisto: ‘por favor,
cariño, quédate sentada’, pero le llevo de la mano, le ayudo a
sentarse y le hago ver que me alegra verla sentada. Así
deberían comportarse también los adultos. Al final también la
otra persona reacciona a la primera. Es una cuestión de
respeto mutuo desde las dos partes”.

En la familia tiene que haber un orden estricto, explica Jiřina


Prekop. El padre y la madre deben estar en primer lugar, y
entre ambos, se tienen que otorgar también mutuamente el
primer lugar. Errores comunes como que el marido dé
prioridad a su madre en lugar de a su esposa, o que la mujer
dé prioridad a los hijos en lugar de al marido puede generar
conflictos de gran magnitud, advierte la psicóloga. Si no se
mantiene esa jerarquía, la familia puede ser un infierno,
asegura.
A la terapia de contención llegó trabajando con niños autistas,
allá por 1981. Dice Prekop que los niños autistas sienten
apego por los objetos y por las máquinas, los ordenadores, y
pierden el contacto físico con las personas, con sus madres.
Tienen miedo del contacto físico, pero tienen que recuperarlo.
También necesitan esta terapia los niños que tiranizan a sus
padres.
“En la época en la que se extendía la educación
antiautoritaria, los pequeños tiranos no encontraban límites a
su comportamiento enfermizo. Niños de tres años decidían
qué se iba a comer, sacaban a su padre de la cama para
ocupar su lugar, les daban patadas, y con aquellas teorías, el
problema se hacía mayor y mayor”.
La terapia de contención también puede arreglar problemas
con personas que ya no están entre nosotros, asegura Jiřina
Prekop.
“Se puede y hay que hacerlo. Somos capaces de llegar a
entender de alguna forma a alguien que fue, digamos, malo
para nosotros, por ejemplo una madre que te castigaba, te
pegaba y por la que aún sufres. Esto es solo un ejemplo, pero
hay que ver qué niñez tuvo ella, las circunstancias en las que
creció y vivió en su familia. Probablemente ella también
tuviera un trauma y no pudiera dar más de lo que recibió. Si
miramos al pasado con ojo adulto, vamos pasando de
generación en generación atrás, y entendemos con lógica
adulta esas relaciones, los errores y las formas de
arreglarlo”.
El método Prekop para solucionar problemas con personas
ausentes, no solo que estén muertas, sino con las que por
cualquier razón no se tiene contacto, consiste en tres pasos
de visualización. La persona yace tumbada en una
colchoneta, abrazada con fuerza por alguien querido y
cercano, sintiéndose segura, con los ojos cerrados y en un
estado de ligero trance. Es dirigida por un terapeuta y
visualiza diferentes situaciones de su vida que le hacen sufrir.
Después se pasa al análisis adulto de la niñez de la persona
a la que está dedicada la actividad, y en el tercer paso se
visualiza una comunicación imaginaria con esa persona, allá
donde esté, y se le dice que pensando en su niñez y en su
vida, has entendido que no pudo darte más de lo que dio.
Después, en esa conversación imaginaria, la paciente se
levanta, se despide, le agradece la conversación y le dice que
lo que esa otra persona no pudo hacer ya lo hará ella misma.
En Europa, Jiřina Prekop ha extendido la terapia de
contención por República Checa, Eslovaquia, Polonia, Rusia,
Italia, y ahora comienza a darla a conocer en España. Pero
es en Latinoamérica donde cuenta con mayor arraigo. El
Instituto Prekop, con sede en México D.F., cuenta allí ya con
150 terapeutas certificados y es una cifra que no deja de
crecer. Forman terapeutas en Venezuela, México, Chile,
Perú, Colombia y República Dominicana y para mayo
preparan un congreso sobre la terapia de contención.
En Latinoamérica se encuentran a menudo con problemáticas
familiares distintas a las de Europa, cuenta Jiřina Prekop.
“De los psicoterapeutas peruanos hemos recibido una
bellísima respuesta. Al principio nos decían: ¿Qué vamos a
aprender de esto? nosotros en Perú ya llevamos a nuestros
hijos pegados al cuerpo hasta que tienen dos años y medio,
tres años... No es nada nuevo para nosotros el contacto
físico. Pero después descubrieron la cantidad de personas
que hay con traumas como consecuencia de las masacres
que por allí tienen lugar. Personas heridas, niños cuya madre
ha sido violada ante sus ojos, o que su padre ha sido
asesinado, gente cuya casa fue quemada, niños huérfanos…
y estos psicoterapeutas ahora dicen que la única terapia que
funciona es la de la contención. Con ella lloran, gritan y
también se dan cuenta de que se pueden quitar ese trauma.
Y de verdad hay que llorarlo, sacar el dolor afuera, no
hundirlo dentro de uno. Y hacerlo, si puede ser, junto a una
persona que te quiera y sepa reaccionar”.
Este año Jiřina Prekop se mudará a la República Checa.
Desde 1970 vive en Alemania, donde se exilió harta de la
‘Normalización’ y, cuenta, culpabilizando a los propios checos
de permitir y colaborar con todos los males que el régimen
comunista les imponía.
A punto de cumplir 85 años, se ha reservado un lugar en una
residencia de ancianos de Praga donde ha decidido mudarse
cuando sienta que no puede valerse por sí misma. Mientras,
quiere ayudar a otros inquilinos del centro a marcharse de
este mundo en paz consigo mismo y con sus seres queridos,
convencida de que no hay mejor medicina que el amor.

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