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PARTE VIII

Biblioteca Virtual LGBT (http://bvlgtb.blogspot.com.ar)


PARTE VIII

LA REVOLUCIÓN
La militancia de los 70

94. EL SOCIALISMO: En la URSS no existe la homosexualidad

C
ada quince minutos tenían que agacharse. Pasaba el tren por Gerli y
nadie tenía que ver que estaban allí, en la casilla del guardabarrera,
con el violento sol de la villa miseria rodeándolos por los cuatro
costados.
Tenemos que crear un estado de conciencia entre los…
Sí, pero agáchate que viene el tren.
A veces cambiaban el paso a nivel por una cocinita en un conventillo de
Lomas de Zamora. Pero desde que cayó la Policía por la denuncia anónima,
prefirieron la casilla.
Con mucho trabajo, algún pasajero del tren, apenas de refilón, podría ha-
ber visto en la casilla a Héctor Anabitarte. Lo que nunca hubiera pensado, ha-
bida cuenta del estereotipo que a fines de los 60 reinaba inamovible, era que
ese hombretón con bigotazos gruesos y anteojos cuadrados era homosexual.
Y menos, que allí por primera vez se estuviera hablando de cómo crear un
estado de conciencia sobre las condiciones de opresión que los homosexua-
les estaban obligados a soportar.
Fue en la casillita que lo militantes decidieron que se iban a agrupar y
que esa agrupación tendría un nombre universal: “Nuestro Mundo”.
“En Nuestro Mundo participan personas ‘del pueblo’, algunas de las
cuales eran portadoras de la ideología más reaccionaria o conservadora.
Repartíamos boletines mimeografiados en las redacciones de los periódi-
cos o las revistas. Los periodistas que me recibían se quedaban a veces he-
lados. ‘¿Pero usted es homosexual? No se me pasaría por la cabeza’. Como
si esperasen a una drag-queen en lugar de un sindicalista habituado a la pe-
lea política. Recuerdo que armaba los boletines en la sede de la agencia de
noticias DAN, donde yo había empezado a trabajar a través del sindicato
de periodistas, luego de que me declarasen cesante en el Correo, a raíz de
una huelga. DAN estaba de alguna manera vinculada al Partido Comunis-
ta. Su director, un comunista de toda la vida, muy honesto y muy fiel al
partido, se daba cuenta de esta otra tarea alternativa, pero nunca dijo nada.
Tiempo antes había llegado a las oficinas de DAN, vía el PC, un informe
donde se me denunciaba como homosexual. El director me llamó a su des-
pacho y me dijo que, de haberlo sabido antes, no me tomaba. Pero que
después de conocerme y tratarme, no encontraba un solo argumento para

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Héctor Anabitarte reunió en su persona características
que en los 60 parecían antagónicas. Homosexual,
sindicalista y comunista, fundó Nuestro Mundo, la
primera agrupación de gays en la Argentina.

echarme”,1 le contó Héctor a Alejandro Modarelli para el libro que éste es-
cribió junto con Flavio Rapisardi, Fiestas, baños y exilios, un texto impres-
cindible para entender esta historia por la calidad de sus testimonios y la
profundidad de sus análisis.
No fue fácil para Héctor juntar todos sus pedazos: sindicalista, homose-
xual, comunista.
En la “Fede” (Federación Juvenil Comunista) le asignaron tareas menores
hasta que consiguieron que se fuera. Pero en 1967, aún dentro del partido, le
tocó ir a Moscú, a los festejos del 50° aniversario de la Revolución. Ahí tomó
contacto con el profesor Fedotov, el sexólogo de la burocracia rusa. Fedotov
fue terminante ante la pregunta del ansioso Anabitarte: “En la URSS no exis-
te la homosexualidad”. Y por las dudas agregó que aconsejaba a los homose-
xuales casarse, que eso los curaría. Alarmado por tamaña contradicción del
estudioso que aconsejaba casamiento a homosexuales inexistentes, Anabitar-
te fue, como siempre, claro y le contó de su homosexualidad. El académico
no se inmutó. Le aconsejó, como a todos aquellos otros que no existían, que
se casase.
Que se iba a curar.

1 Flavio Rapisardi y Alejandro Modarelli: Fiestas, baños y exilios. Los gays porteños en la úl-
tima dictadura, Buenos Aires, Sudamericana, 2001, p. 141.

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95. NUESTRO MUNDO: Considera que un “matrimonio” entre dos homosexuales no
es duradero, y que cuando uno de los dos es heterosexual, menos aún

A currucado en el fondo de un cajón que nadie tocó por años, a salvo de


las razias, asaltado por el mismo miedo que los demás, así le pasaron
los años más oscuros. Alguien supuso, cuando comenzaban los 70, que más
adelante, en un tiempo que le era imposible siquiera concebir, esas tres hoji-
tas salvadas del olvido a alguien podrían conmover.
Tenía razón.
Ver hoy uno de los raros ejemplares de los boletines de Nuestro Mundo
no puede menos que producir un alto impacto emocional. No solo porque
permite imaginar el trayecto recorrido sino porque constituye una fotografía
insuperable, sin intermediarios, de los sentimientos de una generación asus-
tada y temerosa que, sin embargo, a tientas, sin muletas ni ningún tipo de
amparo, debió crecer contra todo pronóstico.
Son tres hojitas tamaño oficio, escritas a máquina y mimeografiadas:
“Nuestro ‘mundo’
Boletín editado por homosexuales de Buenos Aires
Año 3 – Número 4
Diciembre de 1970
‘A veces, callar equivale a mentir’. Unamuno
Editorial
Por cuarta vez, editamos Nuestro ‘mundo’. Por cuarta vez decimos que
trataremos de salir regularmente. Esta vez, posiblemente, sea así. Nos pare-
ce oportuno repetir un párrafo del editorial del primer número: ‘Esta publi-
cación no pretende difundir la homosexualidad. Pretende reflejarla tal co-
mo es realmente, sin tergiversaciones. Al menos, ese es nuestro propósito.
Pretende que se reflexiones profundamente sobre una característica humana,
que hoy se parece al problema de los leprosos en el Medioevo. Pretende po-
lemizar en un nivel de franqueza y honestidad, dejando de lado prejuicios,
ignorancia y «tradiciones». Seremos autocríticos y críticos, sin hacer con-
cepciones [sic] ni efectuar compromisos. Trataremos de dar el ejemplo,
«empezando por casa»’.
En esta oportunidad, después de tan largo paréntesis, desde septiembre
de 1968, queremos decir que nos mantuvimos en el camino que nos había-
mos propuesto. Y que nosotros pensamos como el poeta que dijo que el ca-
mino se hace andando.
“DEL DOCUMENTO DEL ‘PRIMER ENCUENTRO’
Se efectuó en una Universidad de Buenos Aires.
Participaron dos profesores y dos homosexuales varones.
‘¿Qué pretendemos de este encuentro, de este diálogo? El primer paso ya
está dado. Querer efectuarlo es ya el primer paso. Se trata ahora de ir estable-
ciendo las bases, las ideas, que permitan concretamente dar respuesta, en-

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contrar el camino, la ubicación correcta de los homosexuales de ambos se-
xos, con sus diferentes situaciones, en la vida social contemporánea. ¿Esto es
fácil? Claro que no. Y la homosexualidad, no es un hecho aislado. La situa-
ción de los homosexuales está profundamente ligada a otros problemas: la
diferencia discriminatoria entre los sexos, las razas, clases sociales, etcétera.
Por ello, que hablar, debatir sobre la homosexualidad no puede ni debe que-
dar aislado de la situación, de la problemática general de la sociedad, de su
desarrollo, de sus cambios, de sus perspectivas.”

Así era la primera página del boletín salvado del olvido. Estremece ia-
ginar el poder subversivo que habrá tenido en los primeros 70, cuando
Anabitarte llegaba con las hojas a las redacciones y lo miraban como si el
unicornio azul en persona hubiera bajado para preguntarles si no vieron a su
dueño por ahí.
Queda patentizada en el boletín la falta de medios del grupo y los obstá-
culos que habrán tenido para el trabajo. En la página 2 se lee una nota sobre
la película Miseria y esplendores extraída de la revista Siete Días. La página
culminaba con una frase y una pequeña biografía de George Bernard Shaw.
La página 3 comenzaba con una nota titulada “Nueva Experiencia”:
“Posiblemente en breve, en un hospital de la Capital Federal, se ha de
efectuar una experiencia con antiandrógenos. A la misma, ya han dado su
conformidad dos homosexuales varones. Esta nueva droga, producido por
un prestigioso laboratorio de la Alemania Occidental, ha sido probada has-
ta ahora solo en animales. El propósito de la experiencia es el de contar con
un medicamento capaz de controlar la libido, de amortiguar el deseo se-
xual, especialmente cuando este se descontrola. Será de mucha utilidad,
tanto para heterosexuales como homosexuales, lograr una droga como la
señalada”.
El paso del tiempo no hace sino acentuar los trazos de la postal de deses-
peración de esos “dos homosexuales varones” que aceptaban ser “conejos
de Indias” de tan absurda experiencia. Pero de todos los registros sobre la
vida homosexual en la Argentina, el que sigue es uno de los más descarna-
dos justamente por su falta de espectacularidad. Así pensaba y vivía una
persona común: “[el reportaje] se lo hicimos a un amigo, empleado de un
comercio, 49 años, casado y homosexual. Nos dice que él considera que un
‘matrimonio’ entre dos homosexuales no es duradero, y que cuando uno de
los dos es heterosexual, mucho menos aún. Que conoce muchos homosexuales, que
nunca han logrado dejar de serlo. Sí, en personas que cumplen un papel se-
xual activo con un homosexual. A la pregunta si puede un homosexual ser
feliz, nos contesta que no en la medida que viva pendiente de un afecto.
Cuando se es así, le cambian todos los valores. Más sufre subraya cuando
quiere y sabe que ese afecto no va a ser duradero, permanente. En los mo-
mentos de felicidad, la inseguridad en cuanto a la permanencia de esta re-
lación suele malograr esos momentos. No cree que pueda haber una amis-
tad con una persona con la cual se han tenido relaciones sexuales y se han

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dejado de tenerlas. En cuanto a las operaciones que simulan un cambio de
sexo, opina que un homosexual está condenado a llevar una doble vida. En
función de esto, estos cambios son inútiles por cuanto tienen notoriedad,
son conocidos, y hacen que estos sean vistos no como personas comunes.
En su vida, pueden sentirse más cómodos, pero en el plano sentimental se-
guirán frustrados como antes, pues no serán aceptados como un hombre o una
mujer normales”.
Un hombre convencido de la imposibilidad de su felicidad. Un dolor que
solo extinguirá la muerte.
La página terminaba con dos notas publicadas en la prensa: una noticia
sensacionalista de la revista Así y la crítica cinematográfica de la película El
asesinato de la enfermera Jorge.
La página 4 está ocupada íntegramente por una nota publicada en el ex-
tranjero sobre “Búsqueda de la enigmática sustancia X”.
Finalmente la página 5 tiene dos notas, una de The New York Times, so-
bre el cambio de sexo, de 1967 y otra, un “Comentario de uno de los miembros
del consejo de redacción de nuestro ‘mundo’”
“El sexo y los problemas que se originan por su causa, tienen un no des-
preciable peso en la humanidad. Y no se trata de un problema estrictamente
sexual, sino que se trata de un problema de cómo integrarse a la sociedad, de
cómo vivir una vida en coherencia, en coincidencia con los valores funda-
mentales de la época. Se trata también de un problema de comprensión, y
más que de comprensión, es un problema de sentirse acompañado en este
viaje por el Cosmo [sic], en amor, para el amor, con amor. Se trata de cómo
lograr una existencia plena, sin íntimas y desagradables contradicciones. Se
trata de vivir en sinceridad, en libertad. El ser humano, este ser que es el úni-
co que tiene conciencia de su existencia, que aspira a recorrer las estrellas,
que aspira a ser plenamente feliz, que domina mil técnicas, que domestica a
la naturaleza, no olvida nunca por mucho tiempo, la verdad, su verdad con-
creta, necesita vivirla, defenderla, compartirla. Es por eso quizá, que noso-
tros editamos este boletín.”
Para coronar la desorientada publicación ―no olvidar, una vanguardia pa-
ra la época―, consignan una frase: “Buscamos ansiosos de descubrir, descu-
brimos ansiosos de seguir buscando”, de… ¡San Agustín!

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96. EL FRENTE DE LIBERACIÓN HOMOSEXUAL: Por primera vez yo respiraba;
sentía que venía del caldo del horror, como si hubiese sido un sapo aplastado.

F ue en Once, también. Como la esquina pecadora, el bar rockero y el cine


orgiástico. En agosto de 1971 quedó conformado el Frente de Liberación
Homosexual.1
Según Anabitarte, “en casa de Pepe Bianco que, sin embargo, estaba en
desacuerdo con la conformación de un movimiento por los derechos de los
homosexuales. Pensaba que reivindicar la homosexualidad era un disparate,
porque era apenas un asunto individual, algo personal, de lo que no había
motivos para enorgullecerse. Era un intelectual de clase alta, que a pesar de
sus opiniones prestaba su casa para nuestros encuentros y traducía artículos
del inglés de los grupos norteamericanos”.2
El original grupo que cada quince minutos debía agacharse para escapar
de la mirada de los pasajeros del tren se sumó a este grupo de estudiantes e
intelectuales, que venían trabajando casi en silencio desde fines de los 60.
Nuestro Mundo recibía una cuota de cosmopolitismo que habría asombrado
al conflictuado reporteado del número 4 del boletín.
Estos chicos ya no pensaban que la felicidad era necesariamente imposi-
ble. En todo caso, querían poder comprobarlo.
Eran estudiantes de Ciencias Sociales que ponían en combustión las ideas
estudiadas en Filosofía y Letras, Psicología y Sociología. En esta primera
reunión, en aquella tarde de agosto del 71 estaban quienes serían los cinco
fundadores del frente: Juan José Sebrelli, Héctor Anabitarte, Manuel Puig,
Blas Matamoro y Juan José Hernández. Pese al recuerdo de Anabitarte, no
fue en la casa de Pepe Bianco, quien vivía con su mamá. Fue en el departamen-
to de Matamoro, en Rioja al 100.
La primera dirección del FLH fue rápidamente cuestionada y relevada.
Casi desde el comienzo se decidió conformar una organización horizontal
con diversos grupos independientes entre sí, con intereses diversos, que per-
mitiera evitar un ordenamiento autoritario. Los miembros no querían que na-
da les hiciera recordar el orden de la familia patriarcal
Rápidamente, el FLH se vio atraído por la experiencia de otros grupos
mundiales, como los Panteras Negras americanos y algunas organizaciones
de defensa de los derechos de las mujeres.
Juan José Hernández, escritor que también circulaba por el grupo Sur,
amigo de José Bianco, contó que “yo tenía amigos en Nueva york, entre ellos
uno que vivía en Queens y participaba de la militancia gay. Toda la comuni-
dad neoyorquina estaba en plena ebullición; hacía poco había sucedido la re-
vuelta anti policial del bar Stonewall. […] Estaba asombrado por lo que veía,

1 Tomándome muchas libertades literarias, conté el hecho en mi novela La más maravillosa


música, Buenos Aires, Perfil, 2002
2 Héctor Anabitarte y Ricardo Lorenzo Sanz en diálogo con Rapisardi y Modarelli en Fiestas,
baños y exilios, p. 145.

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La revista Así entrevistó a los
miembros del novedoso Frente de
Liberación Homosexual. A la
derecha, Néstor Perlongher, quien
llegaría a ser dirigente de la
agrupación y un reconocido poeta.

fascinado por la libertad y la exuberancia del modo de vida de las locas y la


coincidencia política que habían adquirido para defenderla. Por primera vez
yo respiraba; sentía que venía del caldo del horror, como si hubiese sido un
sapo aplastado. Mi amigo me llevaba a recorrer los locales, a repartir publi-
caciones. Cuando volví a Buenos Aires, siguió mandándome material. Así,
acerqué a la gente del Frente de Liberación Homosexual un texto de los Pan-
teras Negras que tradujo del inglés Pepe Bianco”.3
Entre los grupos que formaron parte del Frente figuraron Nuestro Mundo,
que siguió aglutinando en especial a trabajadores y sindicalistas alrededor de
la figura central de Héctor Anabitarte; el Grupo Profesionales, más dedicados
al estudio, que publicó interesantes trabajos en el boletín Homosexuales, que
se editó en 1973; el grupo Bandera Negra, que reunía actores y bohemios del
centro porteño, con cierta tendencia anarquista; el grupo Safo, de mujeres, y
hasta un grupo minúsculo, cristiano, Emanuel. Pero la estrella del Frente, rá-
pidamente, fue el poeta y sociólogo Néstor Perlongher, aunque en ese mo-
mento todavía no era más que un estudiante del sur con muchas inquietudes
y una voluntad inquebrantable.

3 Juan José Hernández en diálogo con Rapisardi y Modarelli: O. cit.., p. 144.

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Lo que los unía eran los Puntos Básicos de acuerdo del Frente de Libera-
ción Homosexual, un acuerdo de avanzada que a la vez que traducía los sentí-
mientos de la época daba un enorme paso adelante con respecto a la mirada
propia. En esos puntos, se decía entre otras cosas que “los homosexuales son
oprimidos social, cultural, moral y legalmente. Son ridiculizados y margina-
dos, sufriendo duramente el absurdo impuesto brutalmente de la sociedad he-
terosexual monogámica”; que “esta opresión proviene de un sistema social
que considera a la reproducción como objetivo único del sexo. Su expresión
concreta es la existencia de un sistema heterosexual compulsivo de rela-
ciones interhumanas donde el varón juega el papel de jefe autoritario, y la
mujer y los homosexuales de ambos sexos son inferiorizados y reprimi-
dos”; que “con la represión de la sexualidad libre y las actitudes sexuales
no convencionales, se lesiona el derecho a disponer del propio cuerpo y
por consiguiente de la propia vida, derecho negado por este sistema de re-
laciones de dominación donde el hombre es una mercancía más”.
Una de las cuestiones esenciales del Frente, que definía su ideología y era
toda una lectura de época, decía que “la lucha contra la opresión que sufrimos
es inseparable de la lucha contra todas las demás formas de opresión social,
política, cultural y económica. Nuestra reivindicación en cuanto a la deroga-
ción de la legislación antihomosexual pasa por el desmantelamiento del apa-
rato represivo”. En este sentido los muchachos del Frente, también sacudidos
por el espíritu revolucionario de la época, se sumaban con sus reivindicacio-
nes a las de las grandes mayorías nacionales. Por eso continuaban sus puntos
básicos recordando que “todos aquellos que son explotados y oprimidos por el
sistema que margina a los homosexuales pueden ser nuestros aliados en la lu-
cha por la liberación. En ese sentido nos proponemos seguir desarrollando dis-
cusiones y acciones conjuntas con las organizaciones feministas y otros movi-
mientos”. Esto se concretó en la experiencia del Frente con la UFA, Unión Fe-
minista Argentina y el Movimiento de Liberación Feminista, encabezado por
María Elena Oddone. Otra cosa que dejaron bien en claro en el Frente es que
también podían participar heterosexuales que creyesen que “la libertad sexual
es un presupuesto básico en la lucha por la dignidad humana”. Sin embargo,
no parecen haber sido muchos los heterosexuales dispuestos a militar contra
el machismo, a principios del 70. Lo cual frustraba en cierta medida la máxi-
ma que con humor desarrolló Perlongher: “La revolución sexual solo será po-
sible cuando los hombre heterosexuales socialicen su culo”.
Con estos puntos básicos y una actitud que les permitía tomar el cielo por
asalto, los militantes del FLH creyeron que los 70 podían ser, en la Argenti-
na, como en todo el mundo, los años que darían vuelta la Historia.
Se olvidaban de que aquí las cosas suelen ser un poco más crueles, un po-
co más obvias, un poco más tristes.

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97. LA ORGANIZACIÓN: Formalmente la organización es similar a la de los grupos
guerrilleros

E l señor paró el taxi, en Belgrano. Subió. Indicó una dirección. Casi co-
menzaba a relajarse cuando vio, pegoteado en la espalda del asiento del
chofer, un trocito de papel madera. Se acercó para leerlo. Se horrorizó: “La
represión burguesa es consecuencia de la moral burguesa. FLH”. El tachero
no supo explicar de qué se trataba, pero recordó a un melenudo al que un
rato antes, desde el Centro, había llevado hasta el barrio. A comienzos de
los 70, cualquier papel anónimo con tres letras mayúsculas podía ser un
anuncio de una bomba, una nueva agrupación guerrillera o un grupo insu-
rreccional dispuesto a desterrar de la faz de la Tierra los desaguisados del
pérfido capitalismo.
La revista Panorama decidió investigar.
Encontró otros indicios.
En Barrio Norte habían aparecido unos afiches mimeografiados. En los ba-
res del Centro, algunos militantes repartían boletines. Entonces ocurrió lo
que parecía imposible: “Un periodista de Panorama logró comunicarse con
uno de los miembros más conspicuos de la logia”.
Todo el proceso de la entrevista publicada en 1972 es descabellado.1 Pa-
ra comenzar, lugar y hora de la cita: Corrientes y Callao a las tres de la tar-
de. No parece el mejor sitio para pasar inadvertido. Pero ahí no terminaba el
delirio. Contó el periodista que, sin que nadie lo notase, fue encapuchado y
metido dentro de un Citroën gris. Juró que lo pasearon durante casi una
hora en el auto, hasta que apareció sentado en “el confortable living de un
chalet”. Allí pudo hablar con dos encapuchados, Germán y Dino, que se
presentaron como “las máximas autoridades del FLH”.
Las respuestas de Dino y Germán apenas tienen relación con todo lo es-
crito por el FLH en sus documentos. Y no tienen desperdicio:
“― ¿Cuáles son los orígenes del Frente?
Dino: ―Desde principios de siglo se han realizado indagaciones científi-
cas sobre problemas sexuales y uno de los interrogantes fundamentales es
¿hasta dónde el ser humano es únicamente heterosexual? Sin embargo, lo
que denominamos proceso de liberación homosexual es más reciente, data
de hace treinta años y se acentúa en la década del 60. Consideramos que he-
mos estado reprimidos, pero conjuntamente toda la Humanidad ha vivido
reprimida, por lo cual a nadie debe extrañar que en los últimos tiempos se
desarrollaran movimientos de liberación: las mujeres, los negros y también
los homosexuales, ¿por qué no?
Germán: ―La liberación del ser humano no termina con la independencia
económica ―que es fundamental― sino que continúa en otros órdenes. Es en
esos órdenes en los que aún no se ha manifestado; salvo en algunos sec-

1 Sebreli asegura, en su libro Escritos sobre escritos, que fue todo un montaje.

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En una nota en la
revista Panorama,
los miembros del
Frente de Liberación
Homosexual
aparecieron
encapuchados.
“Sufrimos una
persecución delirante”,
aseguraron para
explicar la
clandestinidad en la
que debían moverse.

tores minoritarios del marxismo y también de la burguesía. Ahora con la cri-


sis del capitalismo, aflora toda la mentira hipócrita escondida en la sociedad
y se van delineando tendencias hacia la rotura total de las cadenas.
―¿Qué organizaciones de homosexuales existen en el mundo?
Germán: ―Un ejemplo es Arcadie, en Francia, que funciona con dineros
provenientes de entidades benéficas. Viene a ser una especie de asilo para ho-
mosexuales en el que se realizan reuniones, bailes y conferencias. También
hay lugar para que vivan nuestros iguales que están desprotegidos. Otras so-
ciedades surgieron igualmente en Estados Unidos e Inglaterra, como el Gay
Power (Poder Homosexual). Pero estos grupos tienen una connotación polí-
tica definida que en general se inclina hacia el marxismo.
―¿El Frente surge como una prolongación de esos movimientos?
Dino: ―No, no, no… esto es autóctono. Efectuamos contactos con ellos pe-
ro sus influencias no rozan lo político.
―¿Existen agrupaciones similares en Latinoamérica?
Germán: ―Creo que en México, pero no tenemos referencias concretas…
―Ustedes mantienen una celosa clandestinidad. ¿Es tan terrible la repre-
sión?
Germán: ―¿Qué te parece? Sufrimos una persecución delirante… Cuan-
do se llegue al socialismo, o mejor dicho a obtener alguna libertad dentro
del régimen burgués, porque para la socialización falta bastante, vamos a
estar mejor.
Dino (a Germán): ―Bueno, eso del socialismo es relativo… Acordate que
en la Unión Soviética la represión sobrepasa todos los límites.
―¿Cómo están organizados?
Dino: ―En grupos celulares, columnas y un Presidium Supremo. Las célu-

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las no se conocen entre sí; pero hay que aclarar que tenemos dos tipos de gru-
pos: los de estudio, que realizan investigaciones, y los de concientización so-
bre la masa homosexual, cuya tarea es ímproba, deben explicar que somos
incuestionablemente un sector marginado por la sociedad.
―Formalmente la organización es similar a la de los grupos guerrilleros.
Dino: ―Precisamente.
Germán: ―Esta sociedad no solamente nos margina sino que crea en noso-
tros una mentalidad mistificada en el sentido de hacernos creer que somos
los idiotas de la familia, que el problema es individual. En realidad la gente
no comprende que se nos persigue y hostiga permanentemente. Por eso
cuando los nuevos miembros se integran a la organización, realizamos reu-
niones controladas por psicólogos en las cuales los problemas se debaten en
la forma más sincera y abierta posible.”2

2 “Vida cotidiana. Homosexualidad: las voces clandestinas”. Panorama (24.8.1972), pp. 34-35.

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98. ROSARIO EN LOS 70: No acepto la posibilidad de que la homosexualidad tenga
origen hormonal

H ablaba complicado el jefe de Policía rosarino, en 1970, pero se le esca-


paba cierto tonito campechano: “El homosexual se hace notorio en las
calles de nuestra ciudad por la misma razón de su infrecuencia. En la Capi-
tal Federal, al observador común termina por parecerle una presencia habi-
tual. Por lo tanto, el porcentaje de homosexuales rosarinos es absolutamente
insignificante, si se lo compara con el stock porteño”.1 Con esta rara teoría
de la notoriedad a partir de la infrecuencia se despachó frente al periodista
de la revista Boom2 en una de las notas más desprejuiciadas que sobre el te-
ma se hubieran publicado en la Argentina de 1970.
La revista apuntaba a que no existían en la ciudad bares de ambiente ni
una colonia artística que empujase a los requintes del esteticismo, pero que
eso no impedía la existencia de homosexuales. Afirma que los chicos rosari-
nos al no tener el abrigo de una inmensa metrópolis tomaban ciertas precau-
ciones lo cual lograba “encubrir un elevado índice de homosexuales, que
alarmaría a los más profanos”. O sea, que el comisario podía decir lo que qui-
siese, pero que los había, los había. Y reconocía que “Deben vivir, moverse,
actuar, y, eventualmente, sufrir, dentro de una sociedad que no ha estableci-
do, precisamente, una apertura hacia el problema”.
La nota de Boom es el primer registro, en la historia del país, de un tes-
timonio proveniente de la Iglesia Católica que no suena a Medioevo. El pa-
dre Francisco Parenti, cercano a los curas tercermundistas, apunta a una
nueva realidad dentro de la Iglesia: “La homosexualidad es mucho más co-
mún de lo que se supone; pienso que tanto la agria repulsión, como la in-
genua aprobación, constituyen una visión superficial de esta realidad. El
miedo la desconfianza, el rechazo instintivo, la ignorancia enturbian el
problema, que es bastante complejo. Es necesaria una actitud profunda-
mente humana y educadora, respetuosa de los intrincados laberintos de la
naturaleza y la persona”.
La revista, con razón, se asombra: “Para el sacerdote Francisco Parenti, la
homosexualidad es, en primer término, un problema para el psiquiatra; solo
en segundo término es un problema moral; aun más: ningún sacerdote de-
bería asumir la orientación de un homosexual sin la colaboración de un
psiquiatra. ‘Creo que es un error llamar, al homosexual, depravado o per-
vertido, porque estas dos palabras implican una deliberada desviación de

1 Boom (Rosario) (marzo 1970), pp. 20-23. Todos los entrecomillados de este capítulo pertenecen a
esa nota.
2 Revista Boom. Mítico emprendimiento periodístico rosarino, mensual de interés general, fun-
dado en 1968 por Ovidio Miguel Lagos Rueda, sobrino “disidente” de los dueños del diario La Capital.
El jefe de redacción era Rafael Ielpi y en el staff figuraban el fotógrafo Carlos Salvi, de dilatada trayecto-
ria en el exterior, el escritor Juan Carlos Martini y el humorista Esven Segovia. El equipo lo completaba
un jovencísimo Roberto Fontanarrosa, que hizo aquí sus “pininos” en humor gráfico, ya que fue el pri-
mer lugar en donde publicó. La revista duró dos años, hasta 1970.

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un sano estado normal de heterosexual, a un estado de homosexualidad. El
verdadero invertido jamás ha tenido tal opción: no se ha desviado de ningu-
na parte. El afecto heterosexual jamás ha sido una realidad en él. Solo ha
conocido una atracción, la del propio sexo. En nada se diferencia de un ni-
ño que nade lisiado’.3 Pero el renovador Parenti va todavía más allá: una
conducta compulsiva de una persona gravemente perturbada, atenúa la
responsabilidad moral subjetiva del homosexual. En tales casos, sería con-
traproducente, en un sacerdote confesor, dramatizar e insistir en la bajeza y
degradación de semejantes acciones. ‘Puede resultar negativo ahondar el
sentimiento de culpa y de temor en el homosexual:4 es importante no ins-
pirar más miedo a una persona ya atemorizada. El sacerdote, a través de una
comprensión profundamente humana, deberá ser signo del Dios de miseri-
cordia que nunca rechaza ni desprecia, ni se cansa de nadie’”.
Queda claro que el movimiento renovador no triunfó en la Iglesia
argentina.
Persistían, claro, algunos tics que ya en aquel entonces se convertían
en un lugar común: la delicada taxonomía de especímenes homosexuales
que pareciera que algunos heterosexuales se sienten obligados a desplegar.
“-El hermafrodita: El más identificable y el más estereotipado para la
imagen popular, por sus características femeninas, su manera de vestir o sus
actividades. La contrapartida sería la ‘lesbiana’, con pelo corto y descuidado,
de apariencia masculina.5 Curiosamente, forman una minoría dentro de la
homosexualidad.
-El homosexual oculto: Paradójicamente, forma la gran mayoría. Ningún
signo externo, como, por ejemplo, la vestimenta o los ademanes, lo diferen-
cia de un heterosexual. Sus profesiones son heterogéneas –profesionales,
universitarios, empleados, deportistas, etc.– y han aprendido a disimular sus
inclinaciones, hasta el punto de engañar al más avezado. Suelen ser casados
y padres de familia, sin que recaiga sobre ellos la mínima sospecha. Según
estadísticas norteamericanas, el 90 por ciento de los homosexuales en los
Estados Unidos pertenece a esta categoría.
-El angustiado: Suele estar al acecho en los baños públicos, en los cine-
matógrafos o en las calles, en procura de una aventura homosexual. Por lo
general, actúa compulsivamente, tratando de descargar ansiedad. Es incapaz
de mantener una relación estable con otro ser humano.
-El integrado: Su vida es convencional, ya sea a través de una toma de
conciencia o de un tratamiento psicoanalítico. Suele tener un grupo estable
de amigos, y, eventualmente, logra ‘formar pareja’. Estas uniones, sin
embargo, nunca son demasiado duraderas entre hombres.
-El bisexual: Una variedad bastante abundante, especialmente entre los

3 Una alegría: habíamos dejado de ser los pervertidos de la casa. Ahora éramos solamente lisiados.
4 Otra originalidad: un sacerdote que no quiere inspirar culpa ni miedo.
5 Es la única referencia al lesbianismo en toda la nota.

347
hombres y las mujeres casados. A pesar de tener una marcada preferencia
por el sexo opuesto, incurren, ocasionalmente, en relaciones homosexuales
sin sentir demasiada culpabilidad.
-El homosexual ocasional: Un alto porcentaje de seres humanos incurre
en experiencias homosexuales a lo largo de su vida. […] En las prisiones,
donde las mujeres no son admitidas, o, eventualmente en el Ejército, el
índice alcanza proporciones dramáticas. Sin embargo, los que atraviesan por
una etapa homosexual, en estas condiciones, por lo general la abandonan al
reintegrarse a la vida civil”.
Lo que subyace en estas clasificaciones siempre es un asombro
heterosexual ante la comprobación de que los homosexuales son humanos.
No existe todavía ninguna clasificación de la tipología heterosexual hecha
por homosexuales.
Para encontrar invertidos rosarinos a principios de los 70 era una
buena zona la delimitada por los bulevares, lo que en Rosario determina el
centro de la ciudad. Lo mejor parece haber sido recorrer la calle Córdoba
desde Corrientes hasta el río, o pararse en Rioja y Maipú después de la una
de la mañana. O en Mitre y Rioja. O en San Lorenzo y Mitre. Los rosarinos
del nuevo siglo saben que las cosas más nobles no cambian con el tiempo.
Antes de la palabra gay, los muchachos rosarinos habían elegido otra
palabra para designarse: un entendido o un better. Los betters se conocían
tanto en las esquinas del pecado como en algunos cines del centro, en la
playa en verano, en la estación de ómnibus Mariano Moreno o en las
estaciones ferroviarias. Según algunos entrevistados, siempre en el mayor de
los anonimatos, había una característica que diferenciaba a los homosexuales
rosarinos de los porteños. Y es que, al sentirse más vigilados no solo por el
Estado sino también por la sociedad, casi todos “se visten como cualquier
heterosexual, suelen tener relaciones con el sexo opuesto, o, en el peor de los casos,
lo utilizan como pantalla. Una curiosa psicología, exclusivamente rosarina,
los lleva a concertar un arreglo interno con las tendencias homosexuales. Se
pueden tener relaciones de este tipo, siempre que no se profundice
demasiado en las motivaciones, o en la medida que no se haga una toma de
conciencia de esa actitud. El resultado de esta conducta, conduce, invaria-
blemente, a una postura agresiva. ‘Son los enemigos más encarnizados del
homosexualismo –sentencia el entrevistado F. L.–, los primeros en condenar,
en denostar, en cuchichear. Lo increíble es que no sospechan que comparten
con los homosexuales, muchas más características de lo que suponen’”. Es
fácil presuponer que esta caracterización imperó también en otras ciudades
del país y en los barrios alejados del centro porteño.
Como en toda buena nota sobre “el fenómeno” de los años 70, no
podía faltar el toque científico.6

6 No es el caso de la nota que nos ocupa, un poco menos prejuiciosa que el contexto general, pero
la insistencia en la pregunta heterosexual sobre el origen de la homosexualidad, el “¿por qué, señor, por
qué existen?” suena a veces más a reproche que interés científico.

348
La buena noticia que traía Boom era que por primera vez también, así
como habían encontrado un cura que no agitaba el fantasma de la Inquisición,
dieron con un profesional que superaba la estrechez de las fábulas freudianas
y los análisis lombrosianos. El eminente doctor Luis Schwarzstein,7 en ese
entonces instructor de la cátedra de Endocrinología de la Universidad
Nacional de Rosario, acaba de un plumazo con la historia de las cuestiones
congénitas: “No acepto la posibilidad de que la homosexualidad tenga origen
hormonal”, aseguraba, con lo cual retiraba poco diplomáticamente a los
médicos de una discusión que nunca los debería haber ocupado. Supuso que
“se trata de una alteración de carácter psicológico del sexo, manteniéndose
normales los otros caracteres correspondientes a su sexo”. Y agregó, con un
sentido común que no fue común en la época ni en los treinta años siguientes:
“Hay que tratar de ayudarlos, en vez de perseguirlos. De lo contrario,
haríamos con ellos lo mismo que hacían con los esquizofrénicos durante la
Edad Media”.
Por supuesto no falta el psiquiatra, en este caso el doctor Carlos Solomo-
noff, que recuerde que el estado superior, desde donde cómodamente se
puede mirar a los inferiores, es la heterosexualidad: “Hay quienes sostienen que
la homosexualidad es inherente a la condición humana, para ello, se apoyan
en que todo ser humano ‘pasa’ por una etapa homosexual en la evolución
de su instinto sexual, como lo hace, de la misma manera, por el onanismo.
Pero lo normal está en ‘pasar’, en la evolución hacia formas superiores de la
sexualidad, que deben culminar, normalmente, en el acto que constituye la
unión de los dos sexos complementarios. En el debilitamiento o la ausencia
de esta evolución, reside lo patológico, la enfermedad”.
La revista se pregunta, intuyendo otra realidad posible: “¿Qué sucede
con aquellos homosexuales que no actúan compulsivamente procurando
aventuras callejeras, o en sitios públicos, sino, por el contrario, logran formar
‘pareja’, llegando a un arreglo interno más o menos satisfactorio? ¿Es
compatible la supuesta felicidad de algunos homosexuales o parejas bien
constituidas con los conceptos de salud mental?”. Lo que no estaba mal,
lástima que se lo preguntaron al psiquiatra Solomonoff: “En el mejor de los
casos una pareja de homosexuales puede coexistir en equilibrio, sentir
felicidad. Pero experimenta, a la vez, la precariedad amenazante de esa
relación, que se asienta sobre las bases de una enfermedad. Constituyen, en
realidad, aforras de alienación social, es decir, búsquedas de armonía y
comunicación dentro de la enfermedad”. Esto era lo que pensaba un
profesional de consulta, ¿cómo esperar que el pobre entrevistado por
Nuestro Mundo, cuya única universidad había sido la calle, pudiera
ilusionarse con que podía llegar a ser feliz?

7 Luis Schwarzstein (1935-1977). Eminente endocrinólogo de prestigio internacional, especializado en


andrología, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario. Trabajó con su grupo Gefer
(Grupo de esterilidad y fertilidad en Rosario), colaborando estrechamente con el médico norteamericano Andrew V.
Schaly, ganador del Premio Nobel de Medicina en 1977 por la investigación en la que participó Schwarzstein.

349
Boom consigna los testimonios de V. F., “un muchacho de 20 años, sin
ninguna ocupación precisa, y E. J., un profesional de 37 años”. En ambos,
como suele suceder, se advierte una mezcla de ansiedad, frustración, miedo
y autocompasión.
“He aquí el resultado de esa entrevista
V. F. (20 años)
Pregunta: ¿Cuándo tomó conciencia de los primeros síntomas?
Respuesta: Cuando se realizó el primer contacto, a los catorce años.
P: ¿Cómo vivió esa experiencia primera? ¿Se sintió bien?
R: La primera vez no. En realidad, no llegó a concretarse el contacto
esa vez, y sentí asco. Fue con un hombre mayor, casado.
P: ¿No intentó una experiencia heterosexual después de esta primera
relación?
R: No. Poco después volvía a encontrarme con ese hombre y, simplemen-
te, seguí. Posteriormente, conocí a un compañero de escuela con el que
trabamos amistad y con el que llegamos a una relación sexual real.
P: ¿Sus padres nunca advirtieron el problema?
R: Mi padre, de haberlo sabido, no se hubiera callado. En cuanto a mi
madre, me ha visto tener relaciones con mujeres, por lo tanto no creo que
sospeche nada.
P: ¿Temió la reacción de su padre?
R: No porque me pudiera hacer mal o castigarme, sino porque le
habría dado un gran disgusto. Además, me horroriza pensar que él pudiera
comentar ese problema con sus amistades.
P: ¿Hace vida de relación con homosexuales?
R: No. Siempre he tenido mala suerte en ese sentido. Tengo pocos amigos.
P: ¿Cómo hace cuando quiere encontrar un amigo?
R: Bueno, francamente, a yirar no voy. Tengo amigos que me llaman por
teléfono, o los llamo. No más del treinta por ciento de las personas que se
relacionan conmigo las encuentro, por ejemplo, en la calle. La mayoría de
esa gente me es presentada por un amigo. En algún caso, por supuesto,
conozco a un hombre en un bar, porque se acerca a pedir fuego, o porque
malicia algo.
P: ¿Cómo busca la relación, por ejemplo en un bar?
R: Si un tipo me interesa, lo miro dos o tres veces. Si es del ambiente,
capta. Entonces me acerco a la mesa o viene a la mía.
P: ¿Los cines ofrecen perspectivas para la aventura?
R: En realidad, ofrecen una chance bárbara. Inclusive los más céntricos.
Yo suelo llegar en el entreacto. Me siento, y, generalmente, en seguida tengo
alguien a mi lado que busca la relación.
P: ¿Existen inconvenientes en los hoteles de la ciudad para que se
reúnan parejas de homosexuales?
R: Bueno, se trata de actuar con un poco de cancha: arreglar las cosas
antes, con tiempo. También se puede ir donde el amigo está hospedado y
subir a la habitación con cualquier pretexto.

350
P: ¿La Policía ejerce un control riguroso sobre este tipo de actividades?
R: Excesivamente riguroso. Yo no entiendo que a una persona que le
pidan los documentos y los exhiba, lo detengan, por ejemplo, porque tenga
modales afeminados.8
P: ¿Tiene relación permanente con un solo hombre?
R: No, con varios. No me gusta depender de uno solo, y, además, me
agrada el cambio, la aventura. A mi edad, naturalmente. Sin duda, más
adelante no me va a quedar más remedio que aceptar y agarrar viaje.
P: ¿Cómo ve su futuro?
R: No pienso en mi futuro. Desde ya, pensar en la vejez me aterra.
Además la vejez, para nosotros, es terrible: significa que uno tiene que
rebajarse para obtener.
E. J. (profesional, 37 años)
Pregunta: ¿Cree que el homosexualismo es una enfermedad?
Respuesta: Depende del lado que lo mire. La mayoría de los psicoanalistas
afirman que lo es, y algunos tratan de curarla. Puede hablarse de enfermedad
cuando se actúa compulsivamente y solo se trata de descargar ansiedad. Todo
esto es muy genérico: convendría hablar de cada caso en particular.
P: Con respecto al suyo, ¿ha intentado una terapia?
R: Sí. Durante cinco años me psicoanalicé.9
P: ¿Se había propuesto cambiar?
R: Desde luego. Pero cambiar implica un tratamiento muy largo,
tremendamente doloroso y costoso.10 Supongo que uno toma conciencia del
Edipo, de la castración, de la envidia y de todos los términos, por otra parte,
muy reales y serios, que manejan los psicoterapeutas. Pero no sé si eso
realmente cura a un homosexual. A mi entender, podrá facilitarse la relación
sexual con una mujer –afectiva y sexual, naturalmente– pero de ninguna
manera lo podrá liberar de la tentación futura, por lo menos, en mi caso
particular.
P: ¿Por qué cree que el homosexual huye de las mujeres?
R: Para eso, nada mejor que leer un libro de psicología: lo explicaría
mejor que yo. A nivel profano, pienso que el homosexual posee una profunda
envidia de las mujeres, como consecuencia, desde luego, de la relación que
ha tenido con su madre. Por eso es tan común que los homosexuales vivan
haciendo parodias de ellas, y rindan culto, como algunos escritores, por
ejemplo, de Marlene Dietrich, Rita Hayworth o cualquier diva más o menos
absurda, con la óptica de 1970.
P: ¿Su madre está enterada de su homosexualidad?
R: Todas las madres saben cuando su hijo es homosexual, por más que se

8 Sí entendía, porque era absolutamente natural, y lo fue casi a todo lo largo del siglo pasado, que la
Policía por cualquier motivo, e incluso sin él, pidiese documentos.
9 Los resultados de la terapia pueden verse claramente en las respuestas del entrevistado. Una pena que
nadie le devuelva al señor, que hoy andará por los setenta años, el dinero y el tiempo invertidos.
10 Suena hoy bastante obvio que esos tratamientos prometidos eran tan extensos porque jamás podían dar
resultado alguno.

351
pretenda engañarla. También se sienten culpables, sin excepción, de ser las
causantes de la enfermedad.
P: ¿Le preocupa la vejez?
R: No, mientras tenga dinero en el bolsillo. El homosexual, después de
los cuarenta años, mejor que empiece a sacar la billetera, si quiere tener una
relación, permanente o accidental. También hay que considerar a aquellos
que no se dan cuenta que han doblado el codo, y siguen usando la ropa que
usan los muchachos. Muy lamentable.
P: En Rosario, ¿cómo se da el homosexualismo?
R: Cómo se da no lo sé. Pero sí sé que los prejuicios, aquí, son tremendos.
P: ¿Por qué?
R: Porque es una ciudad chica y todos se ocupan de la vida ajena, cosa
que no sucede en las grandes ciudades”.
En los análisis de algunos profesionales empezaba a notarse una actitud
más relajada, seria y menos prejuiciosa. Ahora serían los homosexuales los
encargados de sacarse el odio internalizado y la propia homofobia.
Durante siglos les habían enseñado a despreciarse.
Había que empezar a buscar el orgullo.
La pelota estaba en su campo.

352
99. EL FLH Y EL PERONISMO: Lo que queremos es que nos deseen.

E l poeta, sociólogo y luego antropólogo de Avellaneda, uno de los mayores


poetas del país, creció en una casa en donde había aversión a los libros
porque ocupaban espacio. Por eso devoraba, cuando caían en sus manos, las
tremendas novelas amarillentas de editorial Tor, las aventuras del sensual
Bomba y las de Julio Verne, pero salteando las descripciones.
Néstor Perlongher a los siete años escribió un poema sobre la provincia
de Buenos Aires, pero en la adolescencia, los compañeros del Comercial de
Avellaneda lo miraban con desconfianza: cualquier adolescente argentino
sabe que la poesía es cosa de maricones. Y más vale que lo aprenda.
Néstor entró en el Frente de Liberación Homosexual, a través del grupo
Eros. Era un vanguardista. “Sus ideas liberacionistas, antijerárquicas, no le
impedían imponerse de un modo brutal: se hace lo que digo yo, y basta. Se
ha dicho que cuando él llegó se apoderó del Frente. Lo cierto es que dadas
sus características personales, sus planteos, su agresión, el manejo abrumador
y avasallante del discurso –podía hablar cinco horas hasta marear al
adversario– resultó siempre difícil de oponérsele. Es cierto que era brillante,
y quedó demostrado antes que nada como escritor.”1 El escritor y periodista
Ricardo Lorenzo Sanz recuerda, también desde España como Anabitarte, que
en una ocasión Néstor intentó explicarle vehementemente a un chico recién
ingresado al Frente la idea de que la familia era una “productora de seres
humanos adictos al sistema” y lo aterrorizó al grito de “¿Querés a tu mamá? Si
tu mamá es una hija de puta. ¡¡Todas las madres son unas hijas de puta!!”.2
Trabajando como encuestador para el Sindicato Único de Publicidad
ahorró y se pudo comprar un pequeño departamento, pero antes, ya bajo el
seudónimo “Rosa Luxemburgo”, se fue a vivir a La Tablada. Pasaban tantos
chongos por esa casa que el propio Néstor hablaba de la “Fundación Rosita”,
ya que desfilaban por ahí tantos morochos como por la “Fundación Evita”.
En 1972, Néstor pretendió que la fracción Política Obrera, en la Facultad
de Derecho, donde estudiaba, reconociera su condición de homosexual. Para
protestar porque no lo hicieron, presentó su renuncia y se fue a la esquina
de Corrientes y Callao “vestido de blanco y con capelina”.3 Mucho más
tarde diría: “Hablar de homosexualidad en la Argentina no es solo hablar de
goce sino también hablar de terror. Esos secuestros, torturas, robos, prisiones,
escarnios, bochornos, que los sujetos tenidos por ‘homosexuales’ padecen
tradicionalmente en la Argentina –donde agredir putos es un deporte popular–
anteceden, y tal vez ayuden a explicar, el genocidio de la dictadura. Dice
Carlos Franqui que en la Cuba castrista la lucha no era revolucionarios vs. con-
trarrevolucionarios, era machos contra maricones. Acá los machos no han

1 Héctor Anabitarte en entrevista con Flavio Rapisardi y Alejandro Modarelli: Fiestas, baños y exilios, p. 148
2 Ib.
3 María Moreno: “La militancia horizontal”, Radar, Página/12 (27.12.1998).

353
El Frente de Liberación Homosexual estuvo presente en dos momentos fundacionales del
peronismo de los 70: la asunción de Cámpora (en la foto) y la llegada de Perón a Ezeiza.

precisado de una revolución para matar putos. Y hay que decirlo: muchos
de esos normales, con sus modales bien educados, blancuzcos, genuflexos,
han sido cómplices de esa pesadilla cotidiana, con sus prejuicios, su
hipocresía, su recusa a hablar del tema. Recordemos lo que Evita le dice a
Paco Jamandreu (quien lo cuenta en sus memorias), cuando este le pide
ayuda desde una comisaría: ‘Jódase por puto’”.4
Sin embargo, las posiciones de la izquierda peronista fueron interesando
cada vez más a gran parte de los integrantes del Frente que vislumbraron,
con Néstor a la cabeza, que una unión entre ese peronismo y el Frente era
deseable y posible.
Por eso el Frente estuvo presente en dos momentos fundacionales del
peronismo de los 70: la asunción de Cámpor el 25 de mayo de 1973,5 con un
enorme cartel con la frase sacada de la Marcha Peronista: “Para que reine en
el pueblo el amor y la igualdad – Libertad a los presos políticos. FLH”. En

4 Néstor Perlongher: “El sexo de las locas”, Conferencia dictada en el Centro de Estudios y Asistencia
Sexual (CEAS) publicado en el núm. 28 de la revista El Porteño en su separata Cerdos y Peces (mayo 1984).
5 Después de años de años de dictadura y proscripción el justicialismo volvía al gobierno, con la
presidencia de Héctor J. Cámpora.

354
desprolijas letras mayúsculas y minúsculas; y la llegada de Perón el 20 de
junio de ese año, en lo que finalmente se conoció como “La masacre de
Ezeiza”6 en donde repartieron volantes con el siguiente texto: “Para los que
resisten la evidencia de un proceso o calumnian lo que NO COMPRENDEN O
PREFIEREN CALLAR… Son los que no recorren sino caminos conocidos; los
inventores de la palabra prudencia; los que nunca quieren comprometerse;
los cobardes, que nunca se juegan por una causa ni por nadie; los que no
aman porque para ellos el amor es una exageración y una ridiculez… MARÍA
EVA DUARTE DE PERÓN. ¡Queremos vivir y amar libremente en un país
liberado! FRENTE DE LIBERACIÓN HOMOSEXUAL EN ACCIÓN. GRUPO
EROS”. La promiscuidad entre mayúsculas y minúsculas fue un sello
distintivo en las comunicaciones del Frente.
En ninguna de las dos oportunidades los jóvenes del FLH consiguieron
integrarse verdaderamente con las columnas. Hasta hablaban en broma
sobre el “vacío del poder”, ya que a izquierda y derecha, adelante y atrás de
los carteles del FLH, se abría un espacio de unos cuantos metros.
Los heterosexuales militantes no querían compartir ni la calle. Tenían
miedo de que alguno se confundiese.
O peor, se entusiasmase.
Y eso que todavía no habían escuchado la famosa arenga de Néstor: “No
queremos que nos persigan, ni que nos prendan, ni que nos discriminen, ni
que nos maten, ni que nos curen, ni que nos analicen, ni que nos expliquen,
ni que nos toleren, ni que nos comprendan: lo que queremos es que nos
deseen”.7

6 El regreso del general Perón al país encendió una luz de esperanza en millones de argentinos. Su
bienvenida, en Ezeiza, iba a ser el mayor acto de homenaje en la historia de la Humanidad a una persona viva. El
violento enfrentamiento entre izquierda y derecha peronista marcó el inicio del final de esa nueva esperanza.
7 Perlongher: O. cit.

355
100. CONFIRMADO: Existe una gran tentación por los perfumes

C ualquier estudiante de periodismo sabe que la revista Confirmado marcó


una época en el periodismo nacional. Que la fundó Jacobo Timerman, que
por su redacción pasaron gigantes.1 Mucho se ha hablado además de la
participación de Confirmado en la usina de rumores que finalmente terminó por
voltear el gobierno de Arturo Illia. Lo que hasta ahora no se había contado es
el método –por lo demás, no demasiado novedoso en el periodismo porteño–
de “refritar” notas que ya se habían publicado en el periodismo del interior.
Es lo que hizo Confirmado el 10 de marzo de 1971, donde, desde la
página 54 hasta la 57 presentaba la nota “Informe sobre homosexuales” firmada
por “E. M. R.”. en cada una de las páginas, un enorme sello anunciaba
“Investigación”, pomposo título cuando se caía en la cuenta de que tal
“investigación” consistió en llegarse hasta Rosario a comprar la revista Boom de
exactamente un año atrás y en falsear testimonios y nombres.
La revista se vio en la obligación de informar sobre el “fenómeno”.
Por supuesto, llamó a una profesional. En este caso la “psicoanalista
Isabel D’Agostini, 48, casada, miembro adherente de la Asociación
Psicoanalítica Argentina” quien, para comenzar, se largó con la habitual filípica:
“La homosexualidad es tan solo un síntoma que oculata generalmente los
más diversos trastornos psíquicos y disturbios del desarrollo que perturban
la vida sexual normal. Básicamente hay dos tipos de homosexualidad: el
homoerotismo subjetivo y el homoerotismo objetivo”.
Hasta el momento –y tampoco después– nadie había hablado de
“homoerotismo subjetivo” y “homoerotismo objetivo”. La doctora D’Agostini,
en su carácter de adherente, no se privó de explicar uno y otro. Esta fue su
explicación del “homosexual pasivo o subjetivo”: “Desde su infancia es el tipo
que se imagina a sí mismo ocupando el lugar de su madre, manifestando un
complejo de Edipo invertido: desea la muerte de su madre para ocupar su lugar
al lado del padre y gozar de todos sus atributos. Pretende llevar sus ropas, sus
joyas, y, por supuesto, desea poseer su belleza y ser objeto de las ternuras que
ella recibe. Es celoso de su madre; reclama para sí todas las caricias del
padre; de su madre solo admira lo envidiablemente bello; en muchos casos, su
tendencia a la inversión se arma de esteticismo: existe una gran tentación
por los perfumes y, como sublimación, un auténtico entusiasmo por el arte”.
No parece el lenguaje de una profesional por más adherente que se declare.
Más dudas aparecerán cuando la “Dra. D’Agostini” caiga en el lugar
común de la clasificación. Indica: “el homosexual ocasional”, “el hermafrodita”,
“el bisexual”, “el integrado”, “el clandestino” y “el inadaptado”. Los seis

1 Entre otros periodistas de Confirmado, Carlos Ulanovsky en Paren las rotativas. Historia de los grandes
diarios, revistas y periodistas argentinos (Buenos Aires, Espasa, 1997) nombra a Alberto Rudni, Héctor Tomasini, Jorge
Aráoz Badí, Osiris Chiérico, Edmundo Eichelbaum, Félix Luna, Luis Alberto Murray, Victorio Sánchez, Rodolfo
Pandolfi, Armando Alonso Piñeiro, Agustín Mahieu, Osvaldo Ciézar, Enriqueta Souto, Horacio Verbitsky, Diego
Barrachici, Oscar Delgado, María Angélica Molinari, Seergio Caletti, Pepe Eliaschev, Enrique Raab y Héctor
Kuperman

356
corresponden exactamente a los descriptos por Boom un año antes (con la
diferencia de que allí es “angustiado” el que aquí es “inadaptado” y
“oculto” el que aquí es “clandestino”). Allí no terminan las “similitudes”.
Las descripciones están prácticamente calcadas.
¿Es una casualidad o quizás la “Dra. D’Agostini” y el redactor de Boom
estudiaron en la misma facultad?
No termina todo allí.
Vienen después los obvios testimonios anunciados aquí como “Confirmado
logró entrevistar a varios homoeróticos, que retrataron su actividad. Las
siguientes son confesiones auténticas de cuatro de ellos”. Hablan entonces
“Carlos”, “Mario”, “Ignacio” y “Enrique”. Para no aburrir, un botón de
muestra: “Enrique: [hablando de si le tenía miedo a la vejez] No, si tenés plata.
El homosexual, después de los 40, mejor que empiece a sacar la billetera si
quiere tener una relación permanente o accidental”. Sí, textual lo que había
dicho el homosexual rosarino un año antes. No es el único caso.
El autor de la nota, “E. M. R.” tuvo una suerte espantosa. Le tocó un cura
que dijo lo mismo que había dicho, un año antes, el sacerdote Parenti en
Rosario: “El sacerdote Miguel Ángel Nalli, asesor del Instituto de Reeducación
para la Familia, considera que la homosexualidad es un problema para
psiquiatras: ‘Solo en segundo término se puede plantear un problema moral;
aun más: ningún sacerdote debería asumir la orientación de un homoerótico
sin la colaboración de un especialista. Así se evitaría caer en el lugar común
de designar al homosexual como un depravado o un invertido. El
verdadero invertido no tiene opciones. El afecto heterosexual jamás lo ha
conmovido. En su vida solo ha tenido una atracción: la de su propio sexo.
¿Quién puede condenar eso?
Finalmente, la “Dra. D’Agostini” (¿amiga del psicoanalista Dr. DÁngelo,
de Rosario, quizás?) repite textualmente la idea del doctor Solomonoff.
El único testimonio que no apareció duplicado en Confirmado fue el del
Dr. Schwartztein sobre la imposibilidad de que la homosexualidad tuviese
un origen hormonal. Era un testimonio demasiado original como para
ponerlo en boca de cualquiera.
La revista Confirmado no era una revista amarillista.
No era una revista escandalosa.
No era una revista de frivolidades.
Sin embargo, todas y cada una de las reglas de la seriedad periodística
fueron perforadas por la nota “Investigación. Informe sobre homosexualidad”.
Difundir esos prejuicios poniéndolos en boca de una supuesta psicóloga
(como si no bastasen con los de los verdaderos psicólogos), anunciados
como “informe” e “investigación” en un momento en el que no abundaba la
información real y objetiva sobre el tema fue, al menos, una enorme
irresponsabilidad.
Claro, no tanto como haberse prestado para voltear a un gobierno
constitucional.

357
101. LA HUIDA: Para ser un hombre completo

R aúl tenía 20 años.


Juan Carlos, 22.
Jugaban desnudos desde adolescentes.
Se tocaban, se divertían, se gozaban.
Nadie sabía nada, nadie tenía que saber nada.
Esa tarde Juan Carlos le pidió a Raúl que se encontrasen.
Raúl no quiso saber nada, se había puesto de novio con una chica,
quería cambiar.
No aguantaba más la presión del silencio, el dolor de ser distinto. Tenía
mucho miedo.
Raúl pasó a buscar a Juan Carlos en su auto.
Fueron a un lugar apartado.
Juan Carlos hizo una escenita.
Raúl se enojó.
Discutieron.
Pelearon.
Juan Carlos perdió el conocimiento.
Raúl lo bajó del coche.
Lo tiró en el camino.
Le pasó por arriba.
Dio marcha atrás y lo volvió a atropellar.
Y otra vez, y otra vez, y otra vez.
Raúl mataba su homosexualidad arrollando a Juan Carlos.
Al día siguiente Raúl fue al baile con su novia nueva.
Linda chica.
Cuando lo detuvieron, adujo que había atropellado a Juan Carlos
accidentalmente.
El expediente fue caratulado como homicidio simple.
En el interrogatorio contó la verdad.
Dijo que lo había matado porque no soportaba más la relación
homosexual que mantenía desde hacía años con Juan Carlos.
Dijo que Juan Carlos lo amenazó.
Que no quería tener nada que ver con un homosexual.
Que mató “para ser un hombre completo”.
El tribunal decidió continuar el trámite como homicidio en estado de
emoción violenta y excarceló al procesado.
No hubo testigos.1

1 El 14 de noviembre de 1971 Raúl albano mató a Juan Carlos Velázquez. Hecho relatado por integrantes
del Frente de Liberación Homosexual en la revista Así (Buenos Aires) (3.7.1973)

358
102. LA MILITANCIA: Lo primero para hacer la revolución es ir bien vestida

“L a revolución sexual unilateraliza el amor y es una animalización del


sexo”, afirmaba “Moral y proletarización”, un documento del Partido
Revolucionario de los Trabajadores escrito por un preso en el penal de
Rawson, poco antes del intento de fuga y los fusilamientos, bajo el seudónimo
de Julio Parra. Leído con devoción por los militantes, en especial los de origen
universitario, el texto fue publicado por primera vez en la revista de los
presos del PRT La Gaviota Blindada.1
El documento hablaba de las parejas militantes, era firme en la idea de
la socialización del cuidado de los hijos (lo cual para algunos, en la época,
demostraba el respeto del PRT a la figura femenina) y se enojaba feo con las
“desviaciones morales”: “Otra falta de respeto por las parejas se manifiesta
cuando se produce una separación temporaria por las tareas o porque uno
de los compañeros o ambos caen en manos del enemigo. En este caso es
frecuente que los compañeros tiendan a iniciar nuevas relaciones. Es una
manera cómoda de resolver las carencias propias inmediatas y constituye
una muestra de fuerte individualismo, al no ponerse en el lugar del otro y
no mirar las cosas de conjunto, partiendo del punto de vista de los intereses
superiores de la revolución”. Desde ya, se hablaba de parejas heterosexuales.
Los homosexuales no entraban en los puntos de vista de los intereses
superiores de la revolución.
Un muchacho contó que él y su novia eran amigos de un homosexual.
Los tres eran del PRT. El Comité Central estaba preocupado con la desviación
burguesa del invertido, entonces le propusieron al muchacho que incitara a
su novia a que se acostase con el homosexual, para devolverlo a la buena
senda. Al Comité Central se le escapó la gaviota blindada: la fuerte muestra
de individualismo que representaba la infidelidad no era tan grave si servía
para curar a un homosexual. Una hipocresía más blindada que la pobre
gaviota que nunca habrá pensado ser símbolo de un machismo rayano con la
obsesión. El muchacho no aceptó, protestó duramente frente al Comando
Central y los tres siguieron tan amigos.2
Otro muchacho llamado Martín contó: “Cuando yo estaba todavía en la
periferia del partido, se planteó qué pasaba con el tema de la
homosexualidad en relación al partido. Se me respondió que el homosexual sufre
una doble represión si es revolucionario: como revolucionario y como homosexual.
Y el problema que podía tener el partido es que esa era una puerta abierta
más para que entrara la represión. Tu vida privada puede ser un obstáculo
para la seguridad del partido. Cuando me dijeron ‘Tenés que tener más

1 Según la periodista María Moreno, en el artículo citado “La militancia horizontal”, el documento salió a
luz gracias al trabajo del investigador Daniel de Santis, quien afirma: “El hecho de haber sido escrito en prisión le
daba una visión un poco rígida de los problemas abordados. Por ese motivo, ya en el año 1974 la dirección
partidaria desaconsejaba su lectura”. Sin embargo, al tiempo que desaconsejaba la lectura, lo volvió a imprimir y
fue “un verdadero best seller entre la militancia”.
2 Moreno: O. cit.

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recaudos que cualquier otra persona’ yo lo acepté como una descripción, no
como imperativo. Porque, dada la manera como yo planteaba mi vida, era
prácticamente imposible que yo llevara extraños a casa. Ellos podían ir a un
hotel alojamiento, en cambio mis relaciones sexuales yo las tenía que
mantener en mi departamento o en el de otro”. Pese a todo, para Martín: “Lo que
me dijeron a mí, lo mismo podían haber dicho a un drogadicto o cualquier
marginal. Lo importante es que no había una marginación del marginal”,3
aseguró justificando a la organización que le había dicho “coom a cualquier
marginal” que debía sufrir una “doble represión”.
Las organizaciones guerrilleras no supieron cómo enfrentar el tema de la
homosexualidad. Las reivindicaciones de la época eran sociales y este tema les
sonaba a capricho individual. Adoraban al pueblo descamisado pero huían
frente a los chongos “despantalonados”. Desconfiaban de los devaneos nocturnos,
de las amistades peligrosas, del deseo sexual. Tal como habían enseñado los
higienistas de principios de siglo, estos lunfardos no eran confiables, eran
débiles y delatores. Y con la justificada paranoia por el tema de la seguridad
en un momento en el que cualquier dato en manos del enemigo significaba
tortura y muerte de los propios, vieron en casa maricón a un soplón.
El ERP llegó a protestar porque a sus militantes solían encerrarlos con
las maricas que caían en las redadas morales de cines y bares. Es parte de
una intangible justicia poética que la mejor respuesta a esa afrenta terminara
convertida en una comedia musical, luego de ser best seller y película con
Oscar incluido: El beso de la mujer araña de Manuel Puig4 cuenta esta
situación e invierte los papeles, cuando el homosexual Molina pasa de
“buchón” de la Policía a héroe, por supuesto, por amor.
Fidel Castro había sido claro: “La revolución no necesita de peluqueros”.
El escritor cubano Severo Sarduy contestó con picardía maricona: “Lo
primero para hacer la revolución es ir bien vestida”,5 frase que solía repetir
Perlongher.
El miedo a que los maricas fueran soplones no era exclusivo del ERP.

3 El testimonio fue recogido por el periodista Gerardo Yomal en el núm. 5 de la revista Praxis del
verano de 1986 y está citado por María Moreno.
4 La película El beso de la mujer araña (Kiss of the Spider Woman) fue nominada en 1985 al Oscar al
mejor actor William Hurt, mejor director Héctor Babenco, mejor fotografía David Weisman y mejor guión
adaptado Leonard Schrader. Ganó solamente el premio al mejor actor. Fue el primer Oscar otorgado a un
actor por la composición de un personaje homosexual.
5 Severo Sarduy (Cuba 1937-1993). Escritor de imaginación barroca y fértil. Después de la
Revolución viajó a París con una beca para estudiar en el Louvre. Rápidamente se integró al grupo de
intelectuales latinos que en ese momento estaban viviendo en París, entre ellos los argentinos Julio
Cortázar, Héctor Bianciotti, Edgardo Cozarinsky, Jorge Lavelli y los cubanos Alejo Carpentier, en ese
entonces embajador cubano en Francia, y pintores como Wilfredo Lam y Ramón Alejandro. Aquí Severo
entabló una relación entrañable con Manuel Puig, que lo llamaba “Chelo Alonso”, por una bailarina cubana
de los años 50. Manuel y Severo compartieron muchas noches de bailes y levantes y se hicieron confidentes.
Cuenta la biógrafa de Puig que una vez Severo sugirió un trío sexual con la participación de Manuel, a lo
que este se negó rotundamente porque: “¡No podría hacer eso con una hermana!”. También en Francia, en
donde finalmente se quedó a vivir por las persecuciones a los homosexuales que se daban en la isla, Severo
se hizo amigo de Roland Barthes (quien admiraba su literatura) y de Jacques Lacan. Sus principales títulos
son De donde son los cantantes, Cobra y Barroco.

360
Fue toda una revelación lo que la periodista Sylvina Walger le contó a Juan
José Sebrelli y que este consignó en Escritos sobre escritos: “Los montoneros
ejecutaron a dos compañeros homosexuales por considerar que todos los
homosexuales eran ‘apretables’”. Años más tarde, para este trabajo, volví
sobre el tema con Sylvina quien confirmó: “Ocurrió muy al principio del 75
y me lo contó mi compañero de entonces muy angustiado. Los fusilaron
porque los consideraban ‘apretables’ (como si los hétero no lo hubieran
sido). Después, en el exilio, oí de una exiliada monto que sabía de esos
fusilamientos. En cuanto a sus nombres nunca supe nada. Por cómo me
llegó la información siempre sospeché que [Rodolfo] Galimberti no era
ajeno a lo ocurrido”.
El artista plástico Jorge Gumier Maier6 contó que siendo dirigente del PRT
mantenía en secreto su homosexualidad. En una oportunidad tuvo un
encuentro sexual con un “chonguito”, que resultó ser montonero y que durante
una asamblea en Filosofía y Letras interrumpió una conferencia que él estaba
dando al grito de “¡Puto comilón!”. El artista sufrió una crisis. “Si alguien se
atrevía a preguntarme algo al respecto, me obligaba a mentirle. Tenía que
seguir engañando. Por eso suelo confesar, con pudor, que para mí paradójica-
mente, la dictadura significó un modo de liberación. Después del golpe dejé
de militar. […] Me quedé en bolas. En bolas para coger con quien quisiese."7
El momento de mayor unión entre la izquierda y los homosexuales en
los 70 parece haber sido una campaña en la que en 1974 convergieron el
trotskista Partido Socialista de los Trabajadores, las feministas y el FLH, por
la derogación de un decreto que prohibía la información y difusión de
métodos anticonceptivos. Para Sebrelli esto se dio porque “su dirigente
Nahuel Moreno, muy cerca entonces del Social Work Party de Estados Unidos
que se había aliado al Gay Power, decidió imitar esta política sexual”. Claro
que la versión argentina tuvo sus limitaciones bien claras. El PST le otorgó
un cuarto en su comité de Plaza Once al FLH para sus actividades e incluso
el uso del mimeógrafo, elemento vital en la época y que significó a la lucha
revolucionaria lo que Gutenberg a la Reforma protestante, pero en esa
habitación no podía entrar nadie que no fuera del FLH. Un cartelito en la
puerta avisaba: “Habitación Cerrada”. Nadie del PST sabía de la cesión
hecha por Moreno.
Muy pronto, brutalmente, se terminarían esos pequeños avances. Y en
eso, no habría discriminación.
Homosexuales y heterosexuales pasarían la mitad de los 70 en el infierno.

6 Jorge Gumier Maier (1953). Artista visual y curador. De 1978 a 1983 trabajó como diseñador y crítico de
arte. En 1989 comenzó como curador en el Centro Rojas tarea que desempeñó hasta 1996 y que retomó como
director a partir de 2003. Expuso en Buenos Aires, Estados Unidos, Alemania y Brasil. Fue curador en el Centro
Cultural Recoleta, en el Centro Cultural Juan Salazar de Asunción, Paraguay, el Centro Cultural Parque España en
Rosario y el Museo de Arte Latinoamericano (Malba).
7 Gumier Maier en testimonio para Rapisardi y Modarelli: Fiestas, baños y exilios, p. 161.

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103. 1° DE MAYO DEL 74: ¡Vieja loca, te quedás con ese pescado seco de la López
Rega! ¡Mirá los chongos que te perdés!

C uando, como en una aparición, la Cuca vio a Evita emerger entre la


gente, estiró sus manitos de nene frágil y le pidió una muñeca.
Evita lo miró y sentenció: “Sos un nene”. Y le dio una pelota.
La Cuca creció, se casó, tuvo un hijo.
Pero después, pensando y pensando, llegó a la conclusión de que
Evita no podía ser, no era, jamás había sido una mujer.
Era una travesti en su fantasía.
Si Evita, la abanderada de los humildes, era travesti, él también podía serlo.
Y así la Cuca se hizo travesti.
Vivía en La Tablada, cerca de la Rosa Luxemburgo Perlongher. Un
día, la Cuca y su mamá andaban de compras en el almacén del barrio. La
madre de la Cuca, ajena a las diferencias políticas de su hija, le señaló a
quien creía era su amigo.
― Antonio, mirá, la Rosa.
― Madre, haga como que no la ve. Dice que le dicen Rosa, pero la
Luxemburgo, una que parece hizo cosas buenas. Pero yo creo que le dicen
Rosa por Doña Rosita la soltera.
La Cuca era pantalonera y peronista, y trabajaba en la periferia de
Montoneros; lo respetaban por ser un militante de siempre y porque
prestaba su casa como refugio.
Era de esos peronistas históricos, del cuadrito del Pocho sobre el caballo
blanco y de la memoria eterna de los panes dulces de épocas dulces y de pan.
Por eso aquel 1° de mayo de 1974, cuando Perón echó a los
montoneros de la Plaza de Mayo, se la escuchó gritarle al viejo General en el
balcón, en esa plaza del desencuentro, en ese patético instante de la vida
nacional: “¡Vieja loca, te quedás con ese pescado seco de la López Rega!
¡Mirá los chongos que te perdés!”.1

1 La historia de la Cuca, los diálogos con su madre, su inclusión en Montoneros y el reproche a Perón
fueron contados por Héctor Anabitarte y Ricardo Lorenzo Sanz a Rapisardi y Modarelli: Fiestas, baños y exilios,
p. 155

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104. FEDERICO KLEMM Y CARLOS ROBLEDO PUCH: Un joven de 20 años no
puede vivir sin plata y sin coche

U no tenía 26. El otro 19.


El de 26, Federico, había llegado a la Argentina en 1948, con cinco años.
Venía de Checoslovaquia con sus padres. Nadie hablaba del oscuro pasado
nazi del padre. Lo recibió bien el gobierno peronista a su papá: el poderoso
industrial checoslovaco introduciría el plástico en el país.
El de 19, Carlos, tampoco quería a su padre, un poco más modesto que
el checoslovaco. El padre de Carlos era inspector para el interior de la
General Motors. Vivían bien, en Olivos, iban a misa los domingos.
Carlos estudió piano cuando era chico con la profesora Virginia
Dávalos, que lo recordó como “tímido y correcto”.
Federico estudió canto lírico con Ruzena Horakova. También era
tímido, muy tímido. Pero no parece que alguna vez Carlos y Federico se
hayan juntado a hacer música. O quizás sí.
Terminaban los 60 y los dos estaban apurados, muy apurados. Es
increíble lo vertiginosa que es la vida cuando todo queda allá adelante y
cada día es un misterio.
Federico iba al Instituto Di Tella y compartía happenings con Marta
Minujín y Oscar Masotta.
Carlos robaba su primera moto. Era una máquina “pichicateada” con la

Editorial Perfil
Editorial Perfil

El s upues to romance entre el a rtis ta de


va ngua rdia Fede rico Klemm, hijo de una fam ilia
millona ria de origen naz i, y Ca rlos Robledo
Puch, as es ino s eria l pos t-adolescente, hijo
de una familia acomodada de la z ona norte,
fue un e jemplo de los aires de libertad que
se comenzaron a res pira r en los 60.

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que cruzó la ciudad pensando en nada. En nada. Que se rieran ahora
quienes lo llamaban “Colorado”, ese apodo que siempre odió.
Federico conoció la cárcel muchas veces. No le importaba nada. Había
desafiado todas las expectativas que se depositaron en él. Sería libre.
Carlos conocería la cárcel de una vez y para siempre. Ya nunca sería
libre. Todo ocurriría tan rápido…
Federico se cruzó con Carlos. Se miraron discretamente, si iba a caer
preso, Federico quería al menos primero disfrutar del sexo que esa mirada
azul prometía.
Se encontraron varias veces.
Fueron rápidamente amantes. Quien sería uno de los más importantes
artistas y mecenas del arte pop argentino y que recibiría en los 90 una
millonaria herencia que volcaría hacia el arte se juntaba con un voluntario
lumpen de clase media. Esa promiscuidad no era solo sexual, era también
social, lo que para muchos era peor aún. A fines de los 60 las clases sociales
tenían pocas oportunidades de mezclarse: la cama era una de ellas y estos
jovencitos no la desperdiciarían. Quizás Carlos le haya dicho a Federico su
frase de cabecera de esos días: “Un joven de 20 años no puede vivir sin plata
y sin coche”. Federico, seguramente, lo ayudó a cumplir algún pequeño
sueño de consumo.
El 11 de febrero de 1972, en el diario Crónica, suponiendo que Carlos
Eduardo Robledo Puch (acusado de haber matado a once personas) era
homosexual, alguien escribió: […] sumaría a sus tareas criminales otra no
menos deleznable”.
Federico Klemm leyó el diario.
Es probable que haya sonreído.1

1 Los datos sobre Robledo Puch (excepto los referidos a su relación con Federico Klemm) fueron
aportados por Osvaldo Soriano: “El caso Robledo Puch”, La Opinión (Buenos Aires) (27.2.1972). Los que
confirmaron la relación con Klemm, lo hicieron, como testigos directos, en entrevistas conmigo, aunque en estricto
off the record.

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105. EL FIN DEL FRENTE: No somos putos / no somos faloperos / somos soldados de
Evita y Montoneros

S iempre, en algún momento, alguien sacaba la guitarra y cuando pedían


que cantaran una que supieran todos, aparecía ese puñado de canciones
abrumadoramente combativas de Piero: Para el pueblo lo que es del pueblo,
Canción de cuna para despertar a un hijo o –el éxtasis– Que se vayan ellos.1
La épica de los primeros 70 tiene esa banda de sonido y todos cantaban:
“Hoy tengo nublada la sonrisa / país de cielo, país de tiza / piden las
paredes libertades / la calle espera, la gente sabe”.
Esa era solo una parte de la verdad.
El Frente había pintado en algunas paredes consignas como “Machismo =
Fascismo”, “El machismo es el fascismo de entrecasa”, “Por el derecho a
disponer del propio cuerpo” o la más maricona y liberal “Soltate”.
Pero los muros también traían malas noticias.
Una fría mañana de julio del 73 las paredes de algunos barrios
porteños aparecieron gritando odio: “Contra el ERP, los homosexuales y los
drogadictos”, amenazaban las pintadas.
Al mismo tiempo, el teniente coronel Jorge Osinde, uno de los
responsables de la matanza de Ezeiza del 20 de junio de 1973, tomándose
del mínimo espacio que la Juventud Peronista había dado al Frente en sus
dos apariciones públicas, calificó a los miembros de la JP y a Montoneros
como “homosexuales y drogadictos”.
La gloriosa JP decidió entonces que había llegado el momento de dejar
las cosas claras. No iban a ofrecer un flanco por un tema que no solo no les
importaba en lo más mínimo, sino que era un punto en común con sus
enemigos de la ortodoxia peronista. Ellos también podían ser mataputos. En un
tiempo en que todo podía resumirse en consignas, crearon una que cortaría
para siempre la posibilidad de entendimiento con el FLH: “No somos putos
/ no somos faloperos / somos soldados de Evita y Montoneros”.2
La derecha redobló la apuesta. En febrero del 75 la revista El Caudillo
publicó una nota con el sugestivo título “Acabar con los homosexuales”. Allí
se podía leer: “A los que ya son, proponemos que se los interne en campos
de reeducación y trabajo, para que de esa manera cumplan con dos objetivos:
estar lejos de la ciudad y compensarle a la Nación trabajando por la pérdida
de un hombre útil. Hay que acabar con los homosexuales. Tenemos que crear
brigadas callejeras que salgan a recorrer los barrios de las ciudades, que den
caza a esos sujetos vestidos como mujeres, hablando como mujeres. Cortarles
el pelo en la calle o raparlos y dejarlos atados a los árboles con leyendas
explicatorias y didácticas”. Algunos hicieron chistes con el título de la nota,
pero el miedo se instaló sin bromas.

1 Todos éxitos compuestos por Piero-José, del LP Para el pueblo lo que es del pueblo, 1973.
2 Los militantes entrevistados no se ponen de acuerdo en cuál de las versiones se cantó más, si esa o “No
somos putos / no somos faloperos / somos Fal, Far y Montoneros”.

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La Juventud Sindical Peronista (peronismo ortodoxo) de Prensa,
Radio y Televisión denunció “una campaña de la sinarquía internacional
contra la Argentina”. Entre los organizadores, nombraban a “el homosexual
físico e intelectual Julio Cortázar”.3
El fin estaba próximo.
Federico, un chico del FLH del que nunca nadie supo su apellido pero
que todos recuerdan como un pibe de barrio, casi un adolescente marginal y
bravío, ducho en gritarle a la Policía en las marchas, apareció muerto en el
Río de la Plata.
Los militantes del Frente ya no se contaban por centenas, como en el
74. Cuando la Policía interrumpió una reunión en donde estaban planeando
una respuesta a uno de esos habituales ataques papales contra la diversidad
sexual, y se llevó a una decena de muchachos, el fin, claro, estaba próximo.
En los primeros meses de la dictadura hubo unas últimas reuniones.
Solo quedaba huir o morir.
O desaparecer.

Biblioteca Virtual LGBT (http://bvlgtb.blogspot.com.ar)

3 Rapisardi y Modarelli: Fiestas, baños y exilios, p. 158.

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