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Resumen

Tres años y Stefan todavía no podía encontrar a


esa persona especial que pudiera llevarlo al
precipicio de la lujuria, colgarlo sobre el abismo, y
empujar su cabeza en la oscuridad de su propio
deseo. Alguien que lo llevara hasta el borde, pero no
lo dejara caer. Alguien en quien pudiera confiar
completamente, en cuerpo y alma, alguien en el que
poder perderse a sí mismo…

Una noche Stefan asiste a un bar gay local


llamado „El Code‟ en busca de ser conquistado. Allí
Stefan conoce al hombre de sus sueños, al que
conoce sólo como "Amo". Pero cuando el “Amo” lo
pone a prueba, ¿puede Stefan demostrar que es
digno de ese hombre?

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El amo de Stefan

T res años y Stefan aún no encontraba a ese


cierto alguien que pudiera llevarlo al precipicio
de la lujuria dejándolo colgado sobre el abismo, y
empujarlo de cabeza dentro de la oscuridad de su propio
deseo. Alguien que lo llevase al borde pero no lo dejara
caer. Alguien en el que él pudiera confiar completamente
en cuerpo y alma, alguien con el que pudiera perderse.

Cuando en el bar gay local llamado ‘El Code’ era


noche de fetiches, Stefan iba a buscar conquistas.

Agosto en Richmond era bochornoso, incluso en la


medianoche, el aire era pegajoso como la humedad que
llegaba a los pulmones de Stefan quitándole el aliento. Él se
conformó con usar un chaleco de látex negro sin camisa y
unos short de látex azules brillante tan ajustador que
volverían celosa a Daisy Duke(1). Los shorts se ajustaban a
su trasero tan bien que se veían como dos redondas pelotas
de hule, y el bulto de su pene arriba de su muslo izquierdo.
El chaleco, en forma de dos puntas sobre su estrecha
cadera, acentuando ambos bienes.

Para cuando entró en el bar, él solo era un cuerpo


más en la concurrencia que se movía en la pista de baile.
La música golpeaba alrededor de él igual que una ola,
llevándolo a la barra con el resto de los trozos de madera.

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(1) Daisy Mae Duke personaje de ficcion personificado por Catherine Bach en la serie
norteamericana de televison Los Duke de Hazzard
Ordenó un White Russian(2), su primer error. Entonces
fácilmente se sentó en una alta silla que encontró vacía, su
segundo error.

«Solo espera por la bebida», él razonó, pero sentarse


en el bar en un lugar así era un suicidio social. Después de
su siguiente Russian, Stefan dejó de tratar de hacer
contacto visual con alguien más aparte del barman. Para el
tercero pensó que la fiesta estaba arruinada.

Se quedó solo, porque la noche era joven y las


bebidas baratas. Mientras se la rellenaban, se movía en su
silla, apoyándose contra la barra, y revisando el cuarto, en
la tenue iluminación los cuerpos se mezclaban, primitivos
animales que giraban obscenamente al ritmo de la música
como si se masturbaran con el ritmo. El pensamiento
encendió a Stefan. Él se deslizó un poco para acomodar su
eje en los shorts, su pene trataba de hincharse bajo el látex
pero el shorts no le daba ni un centímetro y la restricción
solo lo hacía ponerse más duro. Movió un poco más su
paquete, arreglándolo mejor, hasta que su hinchado pene
terminó peligrosamente cerca de la bastilla del short.
Mientras presionaba su eje, cerró los ojos ante el dulce
dolor que le causaba eso. «Y no hay nadie con quien
compartir», el pensó.

Mientras se giraba por su bebida, una sombra salía


de la pista de baile y se dirigía hacia la barra. Cuando
Stefan tomaba su vaso, vio a alguien sobre su hombro, el
extraño tomó eso como invitación y se sentó en la siguiente
silla frente a la barra. El tipo tendría algunos años más que
Stefan, cerca de los cuarenta a lo mucho, con largo cabello
rubio atado con una tira de piel en su nuca. El brazo más
fuerte que Stefan hubiera visto, la piel ruda por la
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(2) White Russian, Ruso blanco cóctel a base de vodka, licor de café, leche servido con
hielo.
exposición al sol. Levantando su vaso, Stefan le dio al
extraño una borracha sonrisa y gritó sobre el fuerte ruido,
para que le oyera. —Hey.

Una mano cayó al muslo de Stefan, largos dedos


tomaron su erección a través de sus shorts. Las puntas de
sus dedos trazaron su eje y el látex se calentó con el
contacto. Cuando el tipo lo vio, Stefan atrapó el labio
inferior entre sus dientes para morder un medio gemido
que de cualquier manera logró escaparse.

El extraño tenía los ojos como diamantes, tan pálidos


que eran casi claros, con rímel negro que le daban una letal
apariencia, y una mandíbula que haría enojar a cualquier
joven dios. —Por favor,— Stefan sollozó. Él quería
entregarse a ese hombre, que usaba camiseta blanca sin
mangas y pantalones negros de piel. Los dedos en su pene
le hacían difícil recordar la última vez que lo tocaron.
Luchaba por no verse ansioso y falló miserablemente,
Stefan quería saber, —¿Dónde?

El tipo no contestó. Sin una palabra el barman dejó


otro White Russian frente a Stefan, junto a un vaso de
whiskey. El extraño tomó el whiskey, sin dejar de ver a
Stefan. Sostenía a Stefan prisionero de esos ojos de cristal
que lo fijaban a la silla como una mariposa capturada. La
mano subió por el muslo de Stefan, enrollando el látex,
hasta que la húmeda punta de su pene estaba en la palma
del extraño. Con una mano Stefan se aferró al bar
sosteniéndose fuertemente; con la otra, él se atrevió a
tocar el musculoso antebrazo del extraño y sintió los
tendones moverse bajo sus dedos.

Ahí en el bar el tipo se puso en cuclillas frente a la


silla de Stefan. Aun en silencio, se giró de cara a Stefan,
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abriendo las piernas de Stefan hasta que él quedó entre
ellas. Sus enormes ojos viendo fijamente a Stefan, sus
delgados labios no sonreían, no mostraban ninguna
emoción, mientras que Stefan luchaba por controlarse. Él
quería empujarse hacia ese hombre: quería ser forzado,
atacado, quitarse el látex mientras este extraño entraba en
él. Sentía su corazón golpeando donde esos pequeños
shorts cubrían la parte superior de sus muslos y quería
rogarle a ese extraño que lo tomara ahora. Pero más que
eso, él quería ser tomado sin pedirlo.

Lentamente, el tipo enrolló la vastilla de los shorts de


Stefan, justo de la pierna en donde su pene pulsaba.
Levantó el látex dos o cuatro centímetros arriba de la
cabeza del pene de Stefan; los shorts eran demasiado
apretados para permitir más. Una parte de la mente de
Stefan le murmuraba que su pene estaba siendo expuesto
frente a un par de cientos de personas, ¿qué infiernos
estaba haciendo aquí? Pero el simple hecho de estar
expuesto en un bar y que esa noche nadie había venido
alrededor de él para gritarle que se detuviera, eso era
suficiente para hacer que su pene comenzara a gotear.
Ante las primeras gotas de semen, el extraño se inclinó
acercándose, su cabello hacía cosquillas en los muslos de
Stefan, cerca, hasta que sus calientes labios húmedos de
whiskey llegaron a la punta del pene de Stefan.

—Oh Dios,— gimió. Sus dedos se enterraron en el


brazo del tipo, aferrado a la barra. Sus caderas se
levantaron de la silla alta, pero sus temblorosas piernas
estaban demasiado débiles para sostener su peso y cayó de
nuevo. El látex presionaba su erección igual que un
torniquete, incendiando con fuego sus bolas con la ardiente
lujuria. Una suave lengua rozó el esponjado glande en su
pene, haciéndole cosquillas, tentándolo. Saliva y semen
lubricaban el látex alrededor de la cabeza de su eje y la
mano del extraño presionó bajo el aún cubierto eje de
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Stefan, masajeándolo a través de los shorts, trabajando
hacia su liberación. Cuando la boca se cerró sobre la
bulbosa punta, la lengua del extraño fue justo hacia el
tierno punto debajo de la ranura y chupó hasta que Stefan
se corrió con un explosivo orgasmo que amenazaba con
dividirlo en dos.

Stefan se sostuvo de la silla, su mano tumbó el no


tocado Russian que esperaba por él, y el blanco licor se
extendió en la barra igual que su carga se disparó dentro
de la garganta del extraño. Mientras el otro hombre se
ponía de pie, Stefan suspiró, —Por favor.— Su mano bajó
por el brazo del tipo atrapando por un momento esos
fuertes dedos, entonces la llevó a su agotado regazo.
«Llévame a casa», él quería decir, su mente se llenó de
imágenes de ellos dos entrelazados juntos en una cama,
pero él parecía no poder recordar cómo convertir esos
pensamientos en palabras así que solo murmuró de nuevo,
—Por favor.

El extraño sacó algo de su bolsillo trasero: una


tarjeta de presentación. Tiernamente levantó el ahora
flácido pene de Stefan y deslizó la tarjeta entre el húmedo
y pegajoso pene de Stefan y su muslo. Entonces él
desenrolló el látex, bajándolo y cubriendo la demasiado
tierna punta del pene de Stefan. La tarjeta seguía dentro de
sus shorts.

Entonces el tipo se perdió entre la concurrencia. Ni


una palabra, ni siquiera su nombre. Stefan alcanzó el White
Russian, necesitaba una bebida, solo encontró los cubos de
hielo derritiéndose en la barra.

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Le tomó media semana tener el valor para llamar al
número en la tarjeta. Marcó desde el trabajo, esperó hasta
que la oficina estaba vacía a la hora de la comida, para
tomar el teléfono. En el primer intento marcó seis en lugar
de dos y tuvo que empezar de nuevo. En el segundo
intento timbró dos, tres veces antes que Stefan creyera oír
a alguien en otro cubículo y dejó el teléfono en su base. Se
puso de pie, se estiró y vio alrededor, pero él solo oía las
cosas: estaba solo. Esta vez marcó rápidamente antes de
perder el valor, alguien contestó en el primer timbre y él se
quedó mudo. —¿Quién es?— una gruesa voz preguntó. Si él
hubiera oído al extraño sin nombre de ‘El Code’, ese
debería de ser.

Detrás del escritorio, Stefan movía sus pies juntos


igual que un nervioso adolescente. —Um, hi,— él empezó,
entonces recordó que estaba en su trabajo y bajó la voz.
Vio la tarjeta de presentación de nuevo pero solo veía los
números que había marcado y la palabra ‘Amo’ en ella. De
hecho, eso: el deletrear esa palabra en blanco y negro,
agitaba su sangre. Inseguro de por dónde comenzar, Stefan
admitió, —Tengo tu tarjeta.

—¿Yo te la di?— la voz quería saber. «Amo», Stefan


pensó, pronunciando la palabra sin voz tratando de
entender la dimensión de eso. —¿O alguien más te la dio?
Porque yo soy muy selecto sobre a quién le doy el número
y si tú no lo comprendes, cuelga.

—No,— Stefan se apresuró a explicar, —La obtuve de


ti. Al menos eso creo. ¿Sábado en la noche, en ‘El Code’?—
Sus palabras fueron seguidas por un fuerte silencio, tan
alto que a Stefan le dolían los oídos. —Fue en la barra. ¿Me
compraste un trago? Y tú…no sé, viniste a mí y solo algo
de…

Lo interrumpió. —¿Algo de qué?— El Amo preguntó.


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Stefan bajó la voz. —Yo tenía esos shorts, hechos de
látex.
—¿Y me preguntaste o me hablaste?— El Amo quería
saber.

—Shorts azules.— Stefan recordó como se había


despegado el látex de su culo cuando llegó a casa después
de la mamada. —Tú enrollaste la orilla de la pierna y
entonces…— Sintió la cara caliente y se frotó las manos en
el frente de los pantalones secándose el sudor. —Tú… tú…

El Amo demandó, —Dilo.

—Estoy en el trabajo,— Stefan murmuró. Más silencio


y micro esferas de sudor estallaron en la parte de atrás de
su cuello, justo bajo la línea de su cabello. Con una furtiva
mirada alrededor de la vacía oficina, Stefan murmuró, —Tú
me chupaste. ¿Recuerdas?— Eso era casi una súplica.

Cuando una cálida voz fluyó del otro lado de la línea,


Stefan suspiró aliviado. —Ah sí. Tú. Me preguntaba cuándo
llamarías.

—¿En serio?— Una tonta sonrisa se formó en los


labios de Stefan pero él la cambió y frunció el ceño en
concentración. Esperaba sonar suave y no imperturbable a
pesar de su acelerado corazón, se encogió de hombros y
preguntó, —Entonces, ¿estás ocupado esta noche? O ¿algo
así?

Él esperaba una tímida respuesta del otro lado de la


línea del tipo «¿Qué tienes en mente? » Pero el Amo fue al
grano. —Dime qué estás usando.

—¿Ahora?— Stefan preguntó, sorprendido. —Estoy en


el trabajo.

—Si yo voy esta noche,— El Amo aclaró, —¿Qué es lo


9 que vas a usar? Mejor aún, ¿qué es lo que voy a tener que
quitar de ese dulce culo tuyo?
—Yo… Yo…— Stefan tartamudeó, buscando algo que
decir. ¿Qué en la tierra podría usar? «Nada», quería decirle
al Amo. Nada en absoluto. ¿Él honestamente diría lo que
quería esa noche? «Oh Dios». Débilmente murmuró, —No
sé.

—Mierda.— Por un momento Stefan pensó que se


enojaría con él, pero antes de que él pudiera torpemente
pensar en una disculpa, el Amo dijo, —¿Cuál es tu fetiche?
Piel, plástico de envolver, ¿cuál?

Stefan murmuró, —látex.— Le gustaba la suave


sensación del delgado plástico, húmedo, pegajoso,
moldeándose en su cuerpo, o caliente contra su sudorosa
piel, fuertemente unido a él. Le gustaban los trajes, las
botas y los guantes de látex que encajaban en su lugar de
manera que los sentía frotándose en su piel, la manera en
que olían cuando los presionaba en su nariz. Una vez. Una
vez se masturbó en el vestidor de una tienda mientras
usaba solo un impermeable tan nuevo que crujía cada vez
que se movía. Las revistas sobre buzos, eran porno para él:
imágenes de hombres en trajes ajustados a sus formas que
él imaginaba desgarrar para llegar a la tierna carne del
interior. Él soñaba correr bajo la lluvia usando solo un
impermeable, el frío aire contra sus bolas mientras alguien
desconocido lo perseguía. Ese era un sueño común, uno
que había tenido desde la secundaria, y aunque él nunca
era capturado, sabía que el que lo perseguía quería
atraparlo y joderlo justo ahí en el lodo y la lluvia. Casi podía
imaginar el impermeable levantado de su culo y sabía cómo
podría sentirse la lluvia cayendo en su pálida piel. Cada vez
que tenía esos sueños él despertaba tan duro, que solo
requería uno o dos buenos jalones para liberarse.
10 En su oído el Amo murmuró, —látex.— La palabra se
oía como una promesa en su voz. Antes de que Stefan
pudiera contestar, el Amo continuó, —Esto es lo que quiero.
¿Tú estarás en casa a las seis?

—Sí,— Stefan dijo. Su voz quebrada, se aclaró la


garganta e intentó de nuevo. —Seis, si, estaré ahí.

—Dejarás la puerta sin llave,— El Amo ordenó, —y


usarás…tienes un traje completo, ¿verdad?

Stefan tenía dos ambos de látex negro. Uno con


cierres estratégicamente localizados para fácil acceso, que
él aún no había usado. El otro estaba más usado, él lo
había modificado, agregándole una funda para el pene al
frente y una pequeña pelota cocida en el trasero que
presionaba entre sus nalgas. Ese traje él lo usaba cuando
estaba solo con su mano, y desafortunadamente eso era
demasiado a menudo. Él se lo ponía y se sentaba en la
bañera, el agua de la regadera cayendo sobre él mientras
masajeaba su pene a través de la funda y presionaba su
trasero en la pequeña pelota alrededor del agujero de su
culo. —Tengo cosas que usar,— admitió.

—Entonces te vestirás con eso,— El Amo le dijo, —


pensando en mi. Ahora, esta es la parte importante, no
puedes correrte antes de que llegue, ¿me oyes? Siéntate en
tus manos si es necesario para mantenerlas lejos de tu culo
y de tu pene. ¿Entiendes?

—Sí,— Stefan respiró. —Sí, Señor.

—¿Qué dice mi tarjeta?— El Amo presionó.

Stefan levantó la tarjeta a su nariz y aun se podía


oler su propio esperma en el delgado papel. —Sí, Amo.

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Por las instrucciones del Amo, Stefan no le puso llave
a la puerta del frente de su casa, cuando llegó del trabajo.
Su vecindario era tranquilo, nadie entraría, por eso se
empezó a desnudar en el vestíbulo sabiendo que ese
alguien podría entrar. Pateó la ropa a un lado y subió los
escalones de dos en dos hacia la recámara, donde se quitó
su ropa interior y sacó el traje de látex con cierres del
armario. Él ya estaba duro al pensar en usar eso, pero
quería prolongar la anticipación, hacer las cosas bien. Entró
al cuarto de baño, dejó la puerta abierta solo en caso de
que el Amo entrara y oyera que el agua estaba corriendo.
Stefan se tomó su tiempo, lavando su pene, bolas y culo,
deslizó un dedo dentro de sí mismo y gimió con el ardor del
jabón en su escondida carne. Para cuando cerró el grifo, su
pene estaba pidiendo ser tocado, pero él prometió no
hacerlo hasta que llegara el Amo y tomó todo lo que tenía
para controlarse. Vació la mitad de aceite de bebé en su
palma, frotó sus pezones, pecho, abdomen, cubriendo
generosamente su erección, bolas y la temblorosa carne
entre sus piernas. Tenía un anillo para penes que mantenía
estirado alrededor del cepillo, lo sacó y lo deslizó en su
lugar contra la base de su eje, eso lo ayudaría a
mantenerlo duro sin explotar, aplicó más aceite de bebé en
sus nalgas, levantándolas y separándolas para cubrir la
grieta entre ellas, entonces comenzó a deslizar el traje de
cierres en su lugar.

El traje era como una segunda piel. Un largo cierre


iba desde la cintura hasta el cuello. Stefan lo subió
disfrutando la lenta presión del látex en su cuerpo, pasó
sus manos por su pecho, saboreando su propio toque a
través del plástico, acunó su pulsante pene y acomodó su
pene y bolas. El material se deslizó por la piel fácilmente,
12 sin fricción debido al aceite de bebé. La lengua del pequeño
cierre colgaba entre las piernas de Stefan y él lo abrió dos o
cuatro centímetros solo lo suficiente para llegar a su
perineo. Agarrado del borde del lavabo se colocó en
cuclillas su dedo pequeño en sí mismo, preguntándose
cuándo llegaría el Amo.

«Amo». Renuentemente Stefan cerró los cierres de


su traje. Sus manos temblaban mientras se las lavaba en el
lavabo, su cuerpo entero vibraba del placer que se irradiaba
de su entrepierna. Él no podía correrse ahora, no podía
ceder, aún no. No solo. Bajó las escaleras, cuando pensaba
que algún otro estiraría y le quitaría el látex de su piel. Pero
cada paso enviaban chispas de fuego a su sangre, cada
movimiento, aumentaba un grado más su lujuria. Apenas y
logró bajar las escaleras, jadeando mientras bajaba,
apoyándose en el pasamano para evitar desmayarse de
puro éxtasis. Al pie de la escalera tomó una respiración, el
traje estaba tan apretado, le presionaba en todos los
lugares correctos y todo su cuerpo dolía con necesidad por
la liberación. De algún modo logró llegar al sofá de la sala.
Sus manos eran atraídas al bulto del frente de su traje
como un imán, él no podía permitir tocarse. Una y otra vez
se repetía a si mismo que estaba al borde del orgasmo,
pero cada vez lograba controlarse y retirarse.

«Espera al Amo», se decía a sí mismo. Le tomó todas


las fuerzas que tenía mantener ese pensamiento. «Será
mejor juntos, no lo hagas solo, el dijo que no te
corrieras…»Algo increíble, Stefan se forzó a esperar.

Los minutos pasaron, cada uno era una eternidad.


Stefan se sentó sobre sus manos como el Amo le había
dicho, sobre las palmas, con los dedos rozando la grieta del
culo. Vio el reloj en la videograbadora y los números verdes
parpadeaban igual que ojos de gatos. Las siete llegaron y
se fueron y las ocho siguieron detrás, las nueve aparecía en
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el horizonte. Para las nueve y media cada parte golpeaba al
ritmo del corazón. ¿Cuánto más? Un momento más y
explotaría.
Cuando el teléfono timbro en la cocina. Stefan sentía
el frente de su traje de látex húmedo por el pre-semen —
¡Mierda!— Estaba demasiado cerca. «Déjalo que timbre»,
pensaba mientras una mano distraídamente rozaba su
entrepierna, pero después de varios minutos del insistente
ruido, algo se le ocurrió. «Amo». Levantándose del sofá,
Stefan llegó a la cocina jadeando a contestar, —¿Si?

En su oído, el Amo ronroneó, —¿Ya te corriste?

—Casi,— Stefan admitió. Se apoyó en la pared,


saciándose al oír la gruesa voz de su Amo. —¿Dónde estás?

El Amo contestó la pregunta con otra pregunta. —


¿Qué, si te digo que no puedo ir esta noche?

El desaliento inundó a Stefan, él quería los brazos


rodeándolo, besándole la frente, algunos de sus dedos
dentro de él por una vez. ¿Eso era mucho pedir? —¿Por qué
no?— preguntó. Se oyó como acusación, pero no le
importó. —Estoy esperando…

—Buen chico,— El Amo dijo.

—¿Qué?— Stefan preguntó, confundido. Entonces eso


lo golpeó y él tenía que preguntar, —¿Esto es un tipo de
juego?— El pensamiento lo enojó, ¿qué si este tipo se
estaba riendo justo ahora porque había logrado que Stefan
se tomara todo ese trabajo y esperara por él para
mostrárselo? —No jodas conmigo, Amo.

Un largo silencio se estiró entre ellos y Stefan


luchaba por su urgencia de disculparse. Escuchó a su Amo
respirar, trató de imaginar lo que había detrás de esos ojos
claros como el cristal. Pareció eterno antes de que el Amo
finalmente hablara. —Esto no es un juego,— le dijo, y
14 Stefan le creyó. —Esta es una prueba. He estado con
muchos chicos que dicen lo que ellos creen que quiero que
digan solo para joder y eso no es lo estoy viendo aquí. Yo
quiero algo de pasión, Stefan. Quiero a alguien a quien
adorar, alguien a quien proteger. Quiero a alguien que me
quiera, que quiera cada parte de mí. Alguien que confié en
mi lo suficiente para saber que nunca, jamás, lo dejaría ir.
Ese tipo de relación no es fácil de encontrar.

—Lo sé,— Stefan murmuró. ¿No eran esas cosas las


que también él quería? Él quería ser mimado, adorado y
protegido. «Quería que alguien me diga eso. »

—Entonces esta es una prueba,— El Amo dijo de


nuevo —Quería ver qué tan lejos podrías ir por mí, qué
tanto podrías esperar. Podría no aparecerme hoy, o
mañana o en dos semanas. Pero si eres serio en esto como
yo, estarás listo cuando sea que llegue a ti. ¿Puedes hacer
eso, Stefan? ¿Puedes esperar por mí?

Stefan no sabía. Él ahogó las lágrimas que obstruían


su garganta y gimió. —Estoy tan cerca.

El Amo le dijo, —Espera por mí, si pasas el examen,


Stefan, te prometo que haré hasta el más sencillo de tus
sueños realidad. Pero si fallas…

Se interrumpió y dejó que Stefan imaginara qué


sucedería si fallaba. Otro largo momento de pausa,
entonces el Amo murmuró al oído de Stefan, —No me
falles, chico. Te quiero.

Stefan se apoyó contra la pared mientras el teléfono


se deslizaba de sus débiles dedos. Cuando él se deslizó
para recuperarlo, el traje de látex se apretaba contra su
erección con un dulce dolor tan fuerte como el dolor de
muela y no se atrevía a agacharse por miedo de correrse
sobre el lugar. Alejándose de la pared, vio el reloj en la
15 pared de la esquina, arriba de la estufa, y repetía la
conversación en su cabeza. ¿Honestamente el Amo dijo dos
semanas? Querido Dios, Stefan podría morir antes de eso.
Él podía imaginarlo: muere a los treinta y dos años, se le
encontró envuelto en plástico con una sonrisa en su cara y
una erección que hacía que el rigor mortis se viera suave.
Entre jadeos, Stefan murmuró, —Dos semanas, mi culo. No
puedo esperar tanto.

Detrás de él, una familiar voz, le gruñó al oído, —Yo


tampoco.

Stefan empezó a girarse pero una capucha negra


descendió sobre su cabeza, cegándolo. —¿Amo?—
preguntó, sus temblorosas manos fueron a su cuello, donde
la capucha era amarrada bajo su mentón. Eso cortaba toda
sensación, él no podía ver, no podía oír, apenas y podía
respirar, y el repentino giro que esto estaba dando le causó
una liberación de adrenalina en su corazón. Fuertes manos
tomaron sus muñecas y las llevaron detrás de su cabeza.
Muy débilmente Stefan oyó el ‘click’ metálico de las esposas
al cerrarse en su lugar y experimentó la prueba de que sus
brazos habían sido asegurados. —Gracias— suspiró. —Amo,
gracias. No creía…

El Amo lo interrumpió. —Dos reglas.— Habló cerca


del oído de Stefan para que lo oyera a través de la
capucha, su aliento se sentía caliente a través del material.
Látex, Stefan podría reconocer el fuerte olor del vinil en
cualquier lugar. —Uno, no luches contra las esposas. Se
apretarían más si luchas y quiero que esto sea divertido.

Stefan asintió. —Dos,— El Amo continuó,


deteniéndose cerca de la cara de Stefan, —No te amordacé
por una razón. Esto es divertido para ambos, ¿Me oyes? Tú
podrás ser quien lo soporte pero yo soy quien está a cargo.
Una palabra, cualquier palabra, incluso si es mi nombre, o
el de Dios, o santa mierda, si, y me detengo. Una palabra y
todo termina. Salgo y se acabó. ¿Lo entiendes?
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De nuevo, Stefan asintió. Debajo de la máscara, él
apretó sus labios. Él quería esto, él necesitaba esto, él
nunca hablaría de nuevo, si tenía que hacerlo. «Solo por
favor», pensó cuando las primeras gotas de sudor bajaban
por su frente. Sus manos hormigueaban por secarlas pero
no se atrevía a mover ni un músculo. «Por favor. »

Llevando un dedo al frente del traje de Stefan, el


Amo trazó el cierre con una de sus cortas uñas, bajando su
dedo por la línea del pene de Stefan, entonces encontró el
pequeño cierre en su entrepierna. —¿Qué es lo que
tenemos aquí?— preguntó. Por el sonido de la voz, él
estaba de rodillas frente a Stefan ahora, «Dios». Cuando él
jaló el cierre bajo las bolas de Stefan, tentándolo, Stefan
gimió pero no habló. Él no podía decir una palabra. Él no
podía.

Entonces abrió el cierre lentamente, un diente a la


vez, una insoportable espera. Una brizna de aire fresco
atravesó el látex calmando la fiebre en su piel. Otro diente,
dos, y sus testículos salieron libres del traje. Entonces el
cierre se abrió un poco más y su torturado pene finalmente,
finalmente, escapó del apretado confinamiento de su
prisión. —Hola de nuevo,— El Amo dijo, juguetonamente. Él
pasó su pulgar por abajo del eje de Stefan desde la base a
la punta y besó la húmeda cabeza. Stefan mordió su labio
inferior hasta que saboreó el sabor a cobre de su sangre.
Su control se deslizaba, él sentía que se escurría igual que
el pre-semen, no podría sostenerse. La lengua del Amo se
alejó. —Aun no. Te diré cuando.— Sus manos fueron entre
las piernas de Stefan y rozaron su trasero cubierto de látex.
—Quiero entrar aquí,— le dijo a Stefan, tamborileando con
sus dedos contra el fuerte material que lo separaba del
tembloroso agujero de Stefan. —¿Qué piensas? ¿Puedo
correrme aquí dentro?
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Stefan cerró fuerte la boca, él no iba a ser engañado,
pero asintió vigorosamente hacia el Amo para mostrar que
lo dejaría entrar. Aún así, le estaba tomando años al Amo
dejar de acariciarlo y ponerse de pie. Sus manos subieron
por las caderas de Stefan y su cintura y cuando llegaron a
las manos esposadas de Stefan, sus dedos se entrelazaron
con los de Stefan mientras el Amo lo jalaba a un apretado
abrazo. El cálido aliento de nuevo combinaba con el de
Stefan, esta vez a través del orificio en la máscara que le
permitía a Stefan respirar, él olía a sexo en el aliento a
menta. El Amo presionó su boca contra la de Stefan y el
látex mantenía las lenguas separadas mientras que la
urgencia hacía que Stefan sintiera sus piernas débiles. En
un grueso murmullo el Amo preguntó. —¿Con cuánta
urgencia me quieres?

Un grito no hablado de frustración desgarraba la


garganta de Stefan y el Amo se rió. —Esta es una prueba,—
le recordó a Stefan, liberándolo. Con una mano en el
hombro de Stefan, el Amo se colocó detrás de él. —
Recuerdas eso. Lo haces bien. Buen chico.

El Amo acarició la espalda de Stefan moviéndose


lentamente, frotando sus nalgas y subiendo de nuevo,
atormentándolo. Cuando él llegó a su grieta por segunda
vez, su otra mano presionó contra la espalda de Stefan
inclinándolo. Stefan obedeció, su culo ahora estaba
firmemente en la palma del Amo. Un grueso pulgar recorría
su trasero a través del látex, lo sentía hacia su entrada, y el
Amo murmuró. —¿Cómo infiernos se supone que logre
entrar aquí?

Stefan tenía algunas ideas pero él no las ofreció. Con


un gruñido de malestar, el Amo se alejó hacia uno de los
cajones de la cocina y Stefan casi se tambalea con la
repentina falta de apoyo. —¿Dónde tienes los cuchillos?— El
Amo quería saber. Debajo de la capucha, Stefan cerró los
18 ojos y tomó una profunda y temblorosa respiración. Tenía
muchas preguntas… «Está probándome», Stefan se recordó
a sí mismo. Él oyó al Amo abrir cajones y maldiciendo
cuando no podía encontrar lo que buscaba. «Regresa aquí»,
Stefan quería decir. «Desgarra el traje con los dientes si
tienes que hacerlo, solo regresa aquí. »

—A-ha.— Un cajón se cerró y Stefan esperó a ser


tocado. Aunque, cuando el Amo regresó, tomó la parte
superior del brazo de Stefan en un fuerte puño y lo jaló
hacia otro punto en la cocina. Stefan lo siguió
obedientemente… ¿Qué más podía hacer? Él amaba su
atención, los detalles, el pensamiento detrás de cada
movimiento. El látex lo mantenía en su propio mundo
interior en donde el Amo surgía como su única realidad.
Sus manos eran todo lo que Stefan podía sentir; su voz
todo lo que Stefan podía oír. Sin ver, sus otros sentidos
habían tomado el control y él incluso podía sentir la
respiración del Amo, como si ambos fueran partes de la
misma bestia.

Cuando el Amo se detuvo, Stefan golpeó contra él. —


Abajo,— El Amo ordenó, la fuerte mano contra la espalda
de Stefan lo forzó a inclinarse a nivel de la cintura hasta
que se encontró con la cara en la mesa de la cocina.
Pateando la bota de su pie, él separó las piernas,
abriéndolas ampliamente. El Amo frotó su culo, buscando
entrar. —Dame ese trasero de manzana,— le dijo,
acariciando entre las piernas de Stefan. Una o dos veces la
punta de sus dedos rozaron las bolas de Stefan y él gimió.
«Ahora», él pensó, la palabra era una letanía en su mente.
«Ahora, tómame ahora, Jesús Amo, ¡ahora! Si solo él
pudiera rogar en voz alta…»

Encontrando el punto que buscaba, el Amo pellizcó el


látex y lo separó de la piel de Stefan. —Sostente,—
19 advirtió. Stefan oyó el ‘snip’ ‘snip’ de las tijeras y atrapó su
aliento, su mente giraba en un gran pánico. «Qué…» —
Confía en mí.
Las tijeras cortaron el látex fácilmente. Por un breve
momento Stefan pudo sentir la fría hoja del acero contra su
caliente piel, entonces el látex fue desgarrado lo suficiente
para que el Amo dejara las tijeras a un lado y trabajara con
sus manos en el material. El látex se abrió un poco más,
haciendo un hoyo sobre el agujero de Stefan. —Ahí estás,—
El Amo dijo con una risa. Stefan se rió también, pero el
sonido se disolvió cuando su aliento quedó atrapado
mientras la caliente lengua del Amo lo lamía entre el látex
saboreándolo. Sus piernas bien separadas, se hundió en la
mesa, su cuerpo entero entumecido de deseo y lujuria y su
pene totalmente de pie mientras el Amo recorría su
agujero. —Tan tierno,— él suspiró, las palabras dentro del
trasero de Stefan. Su lengua lo lavaba bajo el látex tocando
la base del escroto de Stefan y la saliva le causaba olas de
hormigueo. Suave, enloquecedor, la lengua del Amo
limpiaba el culo de Stefan, humedeciéndolo, preparándolo.

Entonces se puso de pie, su toque se fue, y Stefan


sollozó de necesidad. —Puh…— él empezó, «por favor»,
pero él se detuvo a tiempo y se mordió el resto. «Por
favor». El oyó un cinturón golpear el suelo y un segundo
después, la fría punta de un enorme pene empujándose en
su culo. Su esfínter se contrajo, sus músculos trabajaban
para evitar que el Amo entrara, pero él no estaba a cargo.
El Amo se salió, probablemente disfrutando la vista de un
medio escondido culo flexionado contra su pene, ¿Quién
sabe? El tiempo se detuvo, doblándose en sí mismo,
retrocediendo, y Stefan lloró ahora, calientes lágrimas
quemaban bajo la capucha que lo cegaba, «por favor».
Cuando un dedo finalmente fácilmente entró en su interior,
él dejó salir un grito de ira igual a un niño mimado.
«¡Ahora! »
20
Finalmente el grueso pene del Amo entró en Stefan.
—Shh,— murmuró, frotando la espalda de Stefan con una
mano mientras se deslizaba al interior. Su otra mano
encontró el pene de Stefan y pasó sus dedos por el anillo
que lo sostenía, retirándolo. —Esto se va. ¿Cómo se
siente?— liberándolo. «Gracias», Stefan dijo en silencio. Él
se empujaba hacia el puño del Amo, encontrando un ritmo
con la lenta jodida del Amo. Él lo estaba destrozando, este
hombre: entraba dentro de Stefan hasta la base de su eje,
sosteniéndose en esa posición por un momento o dos, lo
suficientemente largo para enviar explosiones de placer a
través de Stefan igual a un millón de vidrios, entonces se
salía hasta que la cabeza de su pene casi se deslizaba libre.
De nuevo, duro, esperaba un poco más, entonces se salía
lentamente, entraba, salía y tomaba un fuerte ritmo. Stefan
se corrió inmediatamente, lubricando la mano del Amo con
sus jugos y permitiéndose ser coaccionado para un segundo
clímax. Él gimió con cada entrada, chupando el látex que
cubría su boca hasta que el interior de la capucha estaba
lubricado con sudor y saliva, y se presionaba contra su cara
con una caliente humedad. Él gimió con deseos, su
garganta gruesa con lujuria, pero no se atrevió a decir una
palabra porque él nunca, jamás, quería que esto terminara.

Un momento después el Amo levantó la capucha


hasta el puente de la nariz de Stefan. Aire fresco fluyendo a
sus sentidos, lo impactó. Entonces cálidos labios cubrieron
los suyos en un tierno beso. —Ahora puedes hablar.— El
Amo murmuró contra su boca. —Pasaste la prueba.
21 Stefan tragaba el aliento del Amo. Le tomó un minuto
o dos encontrar algo, cualquier cosa, que decir. Cuando
pudo, preguntó, —¿Qué significa eso?
—Eres mío.

Otro beso, tan amoroso como el primero. El Amo


lamió los labios de Stefan antes de abrirlos, explorando con
su lengua todo el interior de Stefan en ese beso, la única
sensación que sentía, todo debajo de su cintura estaba
entumecido con la sobre-estimulación y temblaba débil y
adormecido. Incluso sus hombros habían perdido toda
sensación, y ya no tenía más la sensación de las esposas en
sus muñecas. Sus dedos podrían haberse caído y él no lo
sabría. Nunca había sentido ese hueco, ese vacío, estaba
usado. Igual que una herramienta gastada, o un juguete
favorito. El Amo frotaba su espalda y cuello, lo besaba
hambriento, murmuraba que había sido un buen chico, que
lo había hecho bien. Stefan se derretía ante su toque.

Cuando la capucha finalmente fue retirada, Stefan


parpadeó varias veces. Ambas manecillas en el reloj de la
pared señalaban las doce, pero eso no significaba nada
para él. ¿Media noche, medio día? No lo sabía ni le
importaba. El Amo le ayudó a ponerse de pie, entonces giró
a Stefan de frente a él. La decepción lo recorrió al notar
que el Amo estaba totalmente vestido, una camisa de
manga larga de látex, y unos pantalones tan ajustados que
parecían estar pintados. Si su culo aun no estuviera
pulsando por las anteriores atenciones del Amo, Stefan
podía casi creer que el hombre acababa de llegar. En una
petulante voz le preguntó, —¿Te vas?

—No quiero,— El Amo admitió. Su largo rubio cabello


atado detrás de su nuca de la manera en que Stefan lo
recordaba, e incluso en la brillante luz de la cocina, sus ojos
eran tan claros como el vidrio. Jalando el cierre de Stefan
bajo el mentón, el Amo preguntó, —¿Puedes manejar
22 más?— Stefan asintió rápidamente, si. Que se joda la hora,
y que se joda el trabajo, mientras ese hombre lo jodiera de
nuevo, y de nuevo, y de nuevo. Una pequeña sonrisa curvó
los labios del Amo. —¿Qué tal un pequeño juego?

—Seguro,— Stefan estuvo de acuerdo, ansioso de


placer. La mano del Amo bajó por el pecho de Stefan, y su
mirada la siguió. —Hay solo una llave para esas esposas. —
El Amo le dijo. —La tengo conmigo en algún lado. El juego
es que debes de desnudarme primero, entonces probarme
hasta que la encuentres.— Stefan sonrió cuando el Amo
agregó, —Usando solo tu boca, dientes y lengua.

El abusado pene de Stefan saltó en atención ante la


promesa de una larga noche por delante. Él no podía
esperar a tener lo que ganaría cuando encontrara la llave.

Fin

23
J.M. SNYDER

Una escritora de novelas eróticas gay/ románticas,


J.M. Snyder comenzó a escribir para cantantes antes de
cambiar a publicaciones.

Ella ha trabajado para diferentes editoriales, incluidas


Amber Allure Press, Aspen Mountain Press, eXcessica
Publishing, y Torquere Press, y tiene historias cortas
publicadas en antologías por Alyson Books, Aspen Mountain
Press, Cleis Press, eXcessica Publishing, Lethe Press, and
Ravenous Romance. Para más información, incluidas
historias gratis, por favor visiten www.jmsnyder.net.

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Pervi

Esther

Gaby

Gaby
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