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Debriefing y tría psicológica en intervención en crisis: una revisión

Article · January 2002

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Manuel De Gracia Blanco

Universitat de Girona
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Bases para una definición
Según Caplan ( l ) , la intervención psicológica en
crisis es un recurso que engloba el conjunto de
acciones y técnicas que tienen por objetivo la asis-
tencia psicológica en emergencias. Su finalidad es
la reducción del estrés agudo, el restablecimiento
de un funcionamiento independiente y adaptado y la
prevención de los efectos de un posible trauma
psicológico en las víctimas. En definitiva, pretende
parar un proceso de estrés que aumenta, mitigar
sus síntomas, normalizar el funcionamiento de las
personas y alcanzar un nivel de equilibrio o de bie-
nestar psicológico más alto.
A diferencia de las estrategias de intervención
psicológicas habituales, que inciden en la preven-
ción de problemas y en la identificación y corrección
de factores etiológicos, la intervención en crisis se
caracteriza por su inmediatez. Se centra en propor-
cionar apoyo sistemático, en facilitar la expresión
emocional, en la resolución de conflictos e inconsis-
tencia~,y en proporcionar estrategias para aceptar
la realidad y reorganizar actitudes (1).
La crisis psicológica es aquella respuesta que se
presenta de forma aguda cuando: a) el equilibrio
psicológico se ha interrumpido, b) los mecanismos
habituales de afrontamiento han fallado en sus
intentos de resolver el problema o de reestablecer
el equilibrio psicológico y c) el estrés producido por
la crisis causa una determinada disfunción.
Todas las situaciones de crisis tienen una serie
de factores comunes que las definen: los sucesos
de crisis son normalmente inesperados y de corta
duración. Las víctimas de una situación no están
preparadas para las crisis y se ven desbordadas
rápidamente por la intensidad de ésta, por lo que se
requiere una intervención rápida y controlada a tra-
vés de una metodología de intervención eficaz (2).
Los sucesos traumáticos causan reacciones
emocionales en las personas que los experimentan
o en aquellas que son testigos (3). La mayoría de
las reacciones hacia un acontecimiento traumático
dependen de cómo perciben la situación las perso-
nas afectadas (1). Además, cuanto más prolongada
es la situación crítica, mayor puede ser la afectación
psicológica de las personas implicadas (4). El
mismo acontecimiento traumático puede producir
también reacciones muy diferentes en las personas
involucradas. En general, como señala Everly ( l ) ,
una mayor implicación o identificación con el suceso
traumático se muestra directamente relacionado
con una mayor afectación psicológica. En la misma
línea, Mitchel y Everly (5) indican que si no hay una
preparación o un entrenamiento previo para hacer
Psiquis, 2002; 23 (5): 198-208
frente a un acontecimiento traumático, el impacto de
estas experiencias son siempre mucho más negati-
vas.
No hay un modelo único de intervención para
todas las víctimas de una crisis, por lo que es nece-
sario una aproximación sistemática, amplia y multi-
factorial, que recurra al apoyo psicológico de toda la
comunidad para garantizar al máximo la recupera-
ción de las personas afectadas (5, 6). Aunque los
niños y las personas mayores son los colectivos
más vulnerables, todas las personas implicadas en
un desastre y de forma especial los miembros de
los servicios de emergencias, pueden padecer un
trastorno por estrés postraumático (PTSD) (6).
Las intervenciones en crisis requieren entrena-
miento y preparación para garantizar la eficacia en
la intervención (7). Para responder a las crisis es
muy importante escoger la mejor intervención, el
momento para llevarla a cabo y el tipo de ayuda
específica que requieren las víctimas (6).
Desde un punto de vista histórico, los aspectos
que conforman la intervención en crisis se empeza-
ron a definir en los años cuarenta y sesenta, perio-
do en el cual los estudios de Caplan (8) fueron deci-
sivos. Este autor definía la intervención en crisis
como una actuación acotada y urgente que se reali-
za después de una catástrofe, crisis o emergencia
en la que hay que: a) intervenir con rapidez, b) esta-
bilizar la situación, c) facilitar la comprensión de los
hechos, d) focalizar en la resolución de problemas y
e) alentar la dependencia de recursos propios (6):
a) Intervenir con rapidez: la crisis, per se, es
una situación de elevado riesgo emocional, que si
no se afronta de forma adecuada puede provocar
procesos de inmovilización o inadaptación.
b) Estabilizar: es importante estabilizar las vícti-
mas o la comunidad víctima, haciendo uso de los
recursos y ofreciendo trabajos de apoyo que ayu-
den a restablecer el funcionamiento normal de la
. persona.
c) Facilitar la comprensión: para poder alcanzar
los niveles de adaptación previos al desastre, es
importante que las víctimas estén bien informadas
de lo que está pasando. Para conseguirlo, es nece-
sario explicar los hechos ocurridos, escuchar las
narraciones que hacen las víctimas de sus propias
experiencias, alentarlos a expresarse emocional-
mente y ayudarlos a entender lo que está sucedien-
do, tanto desde un punto de vista emocional, como
cognitivo y conductual.
d) Focalizar en la resolución del problema: se
trata de ayudar a las personas a centrarse en las
dificultades relacionadas con los problemas reales o
potencialmente derivados de la crisis, evaluarlas e
A. Costa Marcé y M. de Gracia Blanco
identificar todas sus dimensiones, con el objetivo de
encontrar maneras de afrontarlas y superarlas, cosa
que permitirá recobrar el funcionamiento indepen-
diente.
e) Alentar la autodependencia: es importante
para poder alcanzar un buen nivel de funcionamien-
to autónomo y adaptado, a la vez que para poder
prevenir los posibles efectos traumáticos.
Cuando se realiza la intervención en crisis, hay
una serie de factores como son la cohesión grupal,
la disminución de recuerdos perturbadores, el com-
portamiento imitativo o el hecho de compartir infor-
mación, que pueden facilitar el proceso de recupe-
ración. La intervención psicológica en crisis debe
propiciar cambios en tres aspectos fundamentales:
1) debe ayudar a liberar las emociones descargan-
do la tensión, 2) proporcionar apoyo social y, 3) faci-
litar estrategias adaptadas de afrontamiento.
El hecho de poder compartir las emociones nega-
tivas vividas, ayuda a las personas a empezar a
encarar los miedos, entender el alcance de lo suce-
dido y comprender que está ocurriendo, lo que per-
mitirá restablecer lentamente la rutina habitual. De
la misma manera, el apoyo que ofrece la red social
es un recurso clave de ayuda que al mismo tiempo
garantiza a la persona afectada el apoyo necesario
para restablecer la normalidad. El último elemento
que actúa como agente de cambio es lo que se
denomina afrontamiento adaptativo. Para que el
afrontamiento adaptativo sea eficaz, se necesita
que la información proporcionada a la persona afec-
tada sea suficiente para que comprenda lo que está
pasando; es decir, para que pueda hacer una valo-
ración cognitiva de lo sucedido que le permita reali-
zar acciones concretas de afrontamiento y para
desarrollar habilidades suficientes para llevarlo a
cabo.
Estos tres factores facilitadores del cambio están
en consonancia con los cinco principios menciona-
dos anteriormente y son la guía para articular las
intervenciones.
Para alcanzar los objetivos, toda intervención en
crisis se concreta en acciones específicas como
son: movilizar la población para asegurar la seguri-
dad, descargar la tensión emocional tanto individual
como grupal en una o diversas sesiones para pre-
venir el PTSD, procedimientos de intervención en
crisis en el ámbito familiar, desarrollo de acciones
mediante organizaciones, terapia psicológica, etcé-
tera. Todas estas acciones se han de adaptar a las
necesidades que surgen durante la intervención. Se
han desarrollado programas que incorporan varios
de estos elementos, y que en la práctica son útiles
para apoyar tanto a las víctimas como al personal
de emergencia y para seleccionar las personas que
requieren mayor asistencia (5).
Además de los resultados positivos que ofrece a
corto plazo, la intervención en crisis también aporta
beneficios a largo plazo, ya que es un instrumento
preventivo que ayuda a reducir el número o la gra-
vedad de los casos de PTSD. Esto revierte directa-
mente en una reducción de los gastos sanitarios,
legales y de personal.
En este sentido, Slaikeu (2) facilita una serie de
premisas a tener en cuenta a la hora de realizar la
primera ayuda psicológica:
Contacto: escuchar con atención. Reflejar sen-
timientos y hechos. Comunicar aceptación.
Dimensiones del problema: formular pregun-
tas abiertas. Pedir concreción a la persona. Evaluar
la mortalidad.
Posibles soluciones: hallar maneras de afron-
tar la situación. Hacer frente directamente a los obs-
táculos. Establecer prioridades.
Acción concreta: tomar una medida en el tiem-
po. Establecer objetivos específicos a corto plazo.
Confrontar cuando sea necesario. Ser directivo sólo
si es necesario.
Seguimiento: llegar a un acuerdo con las per-
sonas afectadas para realizar el posterior segui-
miento. Evaluación de todas las etapas de la inter-
vención.
Concretamente, Nicolás et alt. (9) proponen una
serie de pautas a seguir para la intervención en los
entornos familiares de las víctimas:
Permitir y facilitar que los familiares puedan
expresar sus sentimientos, teniendo en cuenta el
grado de afectación de sus hijos, en el caso de que
los haya. Los niños suelen comportarse en función
de lo que ven y entienden de sus padres, buscando
límites, apoyo y guías. Cada niño presenta unas
.necesidades propias en función de la edad y de la
situación que deberán ser tenidas en cuenta a la
hora de intervenir.
Es importante dejar hablar a los hijos con sus
padres sobre los miedos, preocupaciones, confusio-
nes, enfados, tristezas y problemas. Hay que sentir,
escuchar y responder sin imposiciones.
Se recomienda hablar a los hijos con términos
que puedan entender, evitando palabras técnicas o
que no puedan comprender. Hay que inspirarles
confianza y garantizarles que están seguros y a
salvo. En algunos casos, y dependiendo obviamen-
te de la edad y madurez de los niños, es recomen-
dable compartir con ellos los sentimientos, pero sin
esperar que resuelvan el dolor de los adultos.

Se ha de ser honesto con los hijos, sin miedo a
mostrar la ignorancia de la respuesta a ciertas pre-
guntas. Esto puede facilitar que los hijos acepten
mejor la ambigüedad de sus propios pensamientos.
En caso que haya alguna defunción, también es
importante comunicar a los niños la situación de
forma correcta, con franqueza, evitando los equívo-
cos y facilitándoles siempre la comprensión de lo
sucedido.
Los adultos deben formular expectativas realis-
tas de si mismos y de sus hijos.
En el momento que se pueda, es necesario
reemprender la rutina empezada y continuar con los
proyectos que se habían iniciado. Planificar salidas
y encuentros con otras personas puede facilitar la
red de apoyo.
Los grupos de ayuda son eficaces para encon-
trar apoyo externo. Se puede asistir conjuntamente
con los hijos o por separado, como sea más ade-
cuado en cada caso concreto.
Es importante mantener un buen nivel de salud
y de higiene personal; pasear o hacer ejercicio
regularmente y descansar las horas necesarias.
Tipos de intervención
Como se insiste en muchos trabajos (5, lo), ade-
más de seleccionar a la población y el período tem-
poral adecuado, también se tiene que elegir la inter-
vención más adecuada. El enfoque de la interven-
ción debe ser sistemático, comprensivo y multicom-
ponente. No obstante, es importante señalar que no
existe una respuesta única, distintas acciones pue-
den ser útiles y adecuadas delante de una crisis.
Por esta razón, en algunos momentos será más
adecuado llevar a cabo un apoyo individualizado y
en otros será adecuado efectuar un trabajo en
grupo. Algunas veces, los propios familiares de las
víctimas necesitan más asistencia que las propias
víctimas. La adaptación y la acomodación de cada
intervención a las necesidades de cada circunstan-
cia es la clave para conseguir dar la mejor ayuda a
las víctimas.
Durante las operaciones de rescate normalmente
no se interviene, excepto en aquellas situaciones en
que es necesario realizar una desmovilización. Una
desmovilización consiste básicamente en proporcio-
nar a la persona afectada una breve información
que le permita reconocer y manejar los indicios indi-
cadores de un posible PTSD. Además se le facilitan
estrategias para hacer frente a la situación. Inme-
diatamente después y en aquellos casos en los que
la persona afectada lo requiera, se facilita el des-
canso, que puede ir acompañado o no de alguna
Psiquis, 2002; 23 (5): 198-208
maniobra de relajación. En todos los casos la des-
movilización solo se inicia cuando la exposición de
las víctimas al desastre ha terminado.
Otra situación de intervención especifica es la
que se realiza con los miembros de los equipos de
emergencia y rescate, cuando la situación a la que
se enfrentan desborda sus recursos habituales de
afrontamiento. En este caso, veinte minutos de
separación de las tareas de rescate y de descanso,
permitirán al personal afectado conseguir cierto
nivel de desahogo emocional y una reducción de la
tensión que permita la reincorporación a la tareas
de rescate. En algunas ocasiones, la mejor ayuda
es dejar a las personas afectadas solas hasta que
las operaciones del desastre hayan finalizado y rea-
lizar la intervención en días posteriores.
Tipología de los desastres e intervención
psicológica
Mitchell y Everly (29) clasificaron los desastres en
categorías para facilitar la adecuación de las inter-
venciones psicológicas. La clasificación incluye las
siguientes categorías de desastres: naturales,
industriales y sociales.
Desastres naturales. Perry, Lindell y Greene
(1 1) desarrollaron un modelo para categorizar las
reacciones de las personas frente a los desastres
naturales. Un modelo que posteriores investigacio-
nes demostraron que se podía ser aplicable tam-
bién a las víctimas de desastres tecnológicos (12).
Este modelo distingue dos formas de evaluación
del riesgo personal percibido. La evaluación prima-
ria se centra en la valoración de la amenaza, y la
secundaria en las capacidades individuales de per-
cepción del riesgo y en la habilidad para gestionar
cognitivamente esos riesgos y actuar de forma con-
secuente. Así por ejemplo, si durante el proceso de
valoración primaria, la situación se ha percibido
. como amenazadora, la valoración secundaria se
convierte en crítica para afrontar la amenaza. De
este modo, si la situación se percibe como peligrosa
o de riesgo y las personas consideran que sus habi-
lidades para hacerle frente son limitadas, es fre-
cuente que se sobreactúe con respuestas inade-
cuadas que pueden aumentar el riesgo de estrés
emocional.
Desde el punto de vista de las reacciones ante
los avisos de emergencia, el modelo propuesto por
estos autores señala que cuando un desastre es
inesperado y el nivel de preparación para la emer-
gencia es bajo, la reacción inmediata de la mayoría
de las personas ante del primer aviso es de incredu-
lidad y continúan con el comportamiento rutinario
A. Costa Marcé y M. de Gracia Blanco
normal, con el consiguiente aumento del riesgo
potencial para la población afectada.
Distintas investigaciones han permitido obtener
información más específica que facilita la interven-
ción en otros desastres naturales como: terremotos
(13, 14, 15, 16 y 17), incendios (18), huracanes (19,
20 y 21), inundaciones (22) y erupciones volcánicas
(23, 24).
Desastres industriales. Desde un punto de vista
psicológico, la proximidad de las poblaciones a las
plantas industriales es un factor importante en las
respuestas de los residentes ante riesgos potencia-
les. Por ejemplo, las personas que viven cerca de
centrales nucleares aceptan esta forma de produc-
ción de energía y sus riesgos potenciales, mucho
más que aquellas que viven lejos de las plantas
nucleares (25). En este sentido, el estudio de Wieg-
man y alt. (12) concluyó que las personas que viven
en barrios próximos a las grandes industrias quími-
cas, muestran una actitud más positiva hacia todo
los relacionado con esas instalaciones y tienen una
mayor percepción de control, que las personas que
viven a más de 15 kilómetros de estos complejos
químicos. Este hecho es importante en situaciones
críticas. Se ha puesto en evidencia (12) que des-
pués de varios avisos de emergencia, los residen-
tes de las zonas industriales de riesgo, perciben la
situación menos amenazadora y más aceptable, tie-
nen menos sentimientos de inseguridad y hacen
frente a la emergencia menos activamente. Esto
afecta negativamente a la intervención, ya que las
personas que viven cerca de los complejos estarían
menos predispuestas a evacuar.
Desastres sociales. Otro ámbito de actuación
son los denominados desastres sociales, que son
producidos por un creciente malestar civil o político
que amenaza la estructura social de una población
determinada. Los desastres sociales requieren a
menudo una intervención psicológica específica.
Por otra parte, hay catástrofes como las sucedi-
das en el atentado de Oklahoma o en las Torres
Gemelas, que provocan una sensación generaliza-
da de desastre social en los individuos de la comu-
nidad afectada. Después de estos hechos, se
observaron reacciones de PTSD entre la población
general en diferentes grados. Se identificaron, ade-
más, reacciones iniciales de ira y diversas sintoma-
tologías somáticas que se prolongaron semanas y
meses después del acontecimiento (6).
Técnicas de intervención en crisis: debriefing
Mitchell y Everly (29) desarrollaron una forma de
intervención psicológica en crisis que denominaron
debriefing, que puede ser traducida como descarga
emocional o desahogo. Tiene por objetivo principal
ayudar a las víctimas de los desastres, sus familias
y, en general, a todas las personas implicadas en la
asistencia de la emergencia. Con esta técnica se
intenta disminuir y10 prevenir las respuestas de
estrés, prevenir los posibles PTSD, el sufrimiento
psicológico, somatizaciones, y aumentar el nivel de
bienestar de las personas que han sido víctimas o
testigos de un desastre.
En la práctica, consiste en la formación de grupos
formados por entre una y diez personas, donde
estarían incluidos los psicólogos responsables que
actuarían como facilitadores, uno de las cuales
tomaría el rol central. Sólo pueden participar perso-
nas que estén directamente afectadas por el desas-
tre, ya sea porqué lo han padecido, han sido testi-
gos o han intervenido como profesionales de las
emergencias o como voluntarios.
El debriefing se centra en: a) alivio en un contex-
to de grupo de apoyo, b) la normalización de las
respuestas y c) la educación sobre las reacciones
psicológicas después del acontecimiento. El trata-
miento normalmente consiste en una única y prolon-
gada sesión (6).
Las sesiones de grupo empiezan con una breve
descripción de su finalidad. .Uno de los puntos clave
del debriefing consiste en confrontar a los partici-
pantes con la realidad de lo sucedido. Es importan-
te que las personas sepan qué ha pasado en reali-
dad, por lo que se debe informar sobre los aconteci-
mientos con precisión, de forma realista y actualiza-
da.
A continuación, el facilitador invita a hacer una
descripción de las experiencias relatándolas a tres
niveles: cognitivo, afectivo y comportamental. Tam-
bién se les invita a describir los peores momentos
vividos. El facilitador alienta y reconoce la intensi-
dad de las experiencias y enfatiza la universalidad
de las reacciones y la realidad del hecho que han
sobrevivido. El fracaso percibido se redefine como
algo que se espera en un desastre. Se conducen
las reacciones de las víctimas permitiendo que ver-
balicen sus experiencias, impresiones, sentimientos
y pensamientos. Se pretende que las compartan
con el resto de miembros del grupo para encontrar
apoyo y maneras para afrontar la situación. Tam-
bién se facilita que se hable sobre la naturaleza
azarosa de los sucesos, sobre los pensamientos
deterministas y las atribuciones causales, con el fin
de incidir sobre las posibles creencias erróneas de
las víctimas.
Después se presenta material informativo que se
centra en: a) ofrecer información para entender los

hechos pasados y lo que las personas sienten en el
momento presente y b) en la prevención de posi-
bles reacciones futuras. Es una metodología que
potencia la creencia que tienen las personas en su
habilidad para superar una crisis y refuerza sus sen-
timientos de seguridad. Por este motivo, en el
debriefing también se incide sobre síntomas que
pueden aparecer en el futuro: ansiedad, miedo, falta
de concentración, bloqueos de memoria, pensa-
mientos obsesivos y síntomas somáticos.
En el modelo de intervención de Mitchell (34),
después de aproximadamente tres horas de proce-
so grupal, en el que se desarrollan los pasos descri-
tos anteriormente, se proporcionan una o dos de
horas de recuperación. En estas, se describen las
reacciones habituales al desastre y las fases usua-
les de recuperación. Se aconseja facilitar informa-
ción escrita para que las víctimas la puedan trans-
mitir con afinidad a sus familiares. Además, se enfa-
tiza la normalidad de las reacciones posteriores a
los sucesos traumáticos para que se puedan afron-
tar de forma adaptativa. (29).
En definitiva, la estrategia a seguir se fundamen-
ta en el hecho de que compartir las experiencias
con el resto de miembros del grupo, genera senti-
mientos de afinidad y promueve o activa la red
social, que garantiza más recursos para reaccionar
ante los síntomas posteriores al suceso.
Evaluación del debriefing
Chemtob y alt. (30) valoraron los efectos del
debriefing en las víctimas de un huracán que afectó
una isla Hawaiana en 1992. La intervención psicoló-
gica se evaluó con posterioridad y en diferentes
momentos después del debriefing con la lmpact of
Event Scale. Los resultados mostraron una reduc-
ción significativa en las puntuaciones de la escala
después de realizar el debriefing. Los autores con-
cluyeron que había suficiente apoyo empírico para
corroborar la efectividad de una intervención psico-
lógica posterior al desastre.
Otra investigación sobre la eficacia del debriefing
fue llevada a cabo por Saari et alt. (31) con las vícti-
mas del hundimiento del Estonia en el Norte del mar
Báltico en 1994. Se realizó un debriefing con las
víctimas y familiares, con el personal de los trans-
bordadores, buceadores, pilotos de helicópteros,
miembros del grupo de identificación, y a aquellas
personas que por su implicación en el desastre se
creyó oportuno. Además, se editaron y repartieron
folletos en diferentes lenguas que proporcionaban
información escueta y precisa sobre el suceso, las
posibles reacciones que podían padecer a causa de
Psiquis, 2002; 23 (5): 198-208
la crisis y números de teléfono de ayuda psicológi-
ca. Simultáneamente también se ofrecieron una
serie de servicios mediante el teletexto.
Con posterioridad a la intervención se evaluó el
efecto del debriefing a través de un cuestionario a d
hoc que incluía ítems sobre reacciones de estrés y
reacciones somáticas (32). Además se evaluaron
los recuerdos de los síntomas al cabo de una sema-
na, de un mes y de ocho meses.
Los ítems del cuestionario se agruparon en tres
factores principales:
Reacciones generales de estrés traumático:
incluye reacciones como la depresión, sentimientos
de irrealidad, dificultad para concentrarse, ansie-
dad, irritabilidad y cogniciones recurrentes
Miedos: incluye la mayoría de miedos: miedo a
tempestades, agua, miedo a lo que les pueda ocu-
rrir a los otros, y el miedo a la propia muerte.
Reacciones somáticas: vómitos, temblores, pal-
pitaciones, mareos y tensión muscular.
Los resultados indicaron también que las reaccio-
nes al estrés decaen con el tiempo en aquellas per-
sonas que individualmente han participado en el
debriefing y también que las mujeres consideran el
debriefing de más ayuda que los hombres.
Por otra parte, Jacobs (26) destaca la importan-
cia del material informativo facilitado a las víctimas,
insistiendo en que es otro tipo de intervención váli-
da en cualquiera de las categorías descritas. Este
material, además de ser muy útil para las víctimas,
se puede facilitar a los medios de comunicación, a
las escuelas, a los padres, empresas y sirve como
material educativo para la comunidad. Teniendo un
carácter eminentemente preventivo y educativo.
Específicamente, en los folletos informativos se
debe facilitar al máximo la comprensión de las res-
puestas que las personas pueden manifestar ante
un hecho crítico, los posibles síntomas de un PTSD,
los comportamientos que sirven para aumentar la
eficacia del afrontamiento al estrés, los aspectos
propios de cada tipo de desastre y los recursos
locales específicos especializados en salud mental.
Es recomendable tener estas hojas informativas en
distintas lenguas y con distintas ilustraciones gráfi-
cas, de acuerdo con las necesidades de cada
comunidad (27).
Un caso especial de intervención es cuando la
población afectada directa o indirectamente son
niños o adolescentes. Los niños y los adolescentes
manifiestan diferentes respuestas dependiendo de
características como el sexo, la edad, el tipo de
suceso, el contexto familiar y comunitario, el nivel
de exposición, el sentimiento percibido de amena-
A. Costa Marcé y M. de Gracia Blanco
za, el dolor y la pérdida. Por lo que, como apunta
Hobfoll (28), el conocimiento de las etapas del
desarrollo, del contexto social y de la cultura de la
comunidad es crucial para hacer prevención e inter-
vención. Por este motivo, es recomendable solicitar
la colaboración de profesionales de la salud mental
con experiencia en asistencia infantil que conozcan
el entorno en el que se ha producido la crisis.
Recomendaciones para las intervenciones en
crisis
Diversas investigaciones (29, 30, 31) han pro-
puesto una serie de recomendaciones que ayudan
a planificar y garantizan una mayor eficacia en las
intervenciones en crisis:
a) Coinciden que en la mayoría de debriefings
participan más las mujeres que los hombres. Se ha
sugerido que ello puede ser debido a una mayor
necesidad de desahogo o bien porque no tienen
tanta dificultad en expresar públicamente sus emo-
ciones. A la vez, como se mencionó anteriormente,
las mujeres valoran más positivamente el debriefing
que los hombres (29).
b) Las personas que han participado en los
debriefings presentan' niveles inferiores de estrés y
tienen mayor percepción de ayuda externa.
c) Se tendrá que valorar el nivel de precisión de
las noticias y la fiabilidad de los distintos medios de
comunicación durante el desastre (33). Al planificar
la intervención psicológica es importante conocer la
calidad y la frecuencia con que se suministra la
información. En muchas ocasiones, las propias con-
diciones de la emergencia (p.e. cortes de suministro
eléctrico, vías de comunicación) dificultan la llegada
de información objetiva y coherente a las víctimas,
por lo que es necesario prever sus consecuencias
para ajustar la intervención
Desde un punto de vista metodológico, hay varios
aspectos a tener en cuenta que dificultan la evalua-
ción y seguimiento de una intervención psicológica
en crisis:
a) La variable sexo no se mantiene constante en
los estudios porqué participan más las mujeres que
los hombres. Este hecho dificulta la elaboración de
una intervención en crisis específica para cada
sexo.
b) Hay una gran dificultad para hacer investiga-
ción sistemática con las víctimas de los desastres.
No es ético, por ejemplo, la formación de un grupo
control: no se puede aplazar la asistencia psicológi-
ca a nadie por intereses metodológicos.
c) Para realizar estudios fiables, el proceso de
debriefing tendría que ser el mismo para todas las
personas atendidas. Por tanto, los facilitadores del
debriefing tendrían que controlar la duración, la aco-
modación, el número de participantes de cada
sesión y el desarrollo de la misma, algo que en la
práctica es sumamente difícil.
Como últimas recomendaciones, Chemtob et al.,
(30) proponen que futuras investigaciones deben
confrontar el tipo de desastre con el tipo de inter-
vención realizada y su posterior evaluación. Identifi-
car las posibles variables psicológicas predictoras
de una evacuación eficaz y hasta que punto es
necesario incrementar el peligro percibido para
garantizar comportamientos preventivos.
Tría psicológica
Como señala Mitchel (34), no todos los supervi-
vientes a un desastre o a una situación crítica
requieren una misma intervención psicológica. Cada
persona reacciona de una forma diferente y con dis-
tinta intensidad emocional delante de una misma
situación crítica. Por este motivo, indica Mitchel, es
necesario un proceso de selección previa que per-
mita proporcionar la intervención psicológica más
adecuada en el momento más adecuado.
El concepto de tría está muy bien desarrollado en
la intervención médica en emergencias, donde se
entiende como un proceso de selección cualitativo,
basado en la observación de los señales físicas de
lesiones y10 un conjunto de síntomas, unido a la
urgencia de un tratamiento o intervención quirúrgi-
ca.
En cambio, en la intervención psicológica en
emergencias hay una carencia de criterios homogé-
neos que permitan elaborar unos protocolos clínicos
estandarizados y contrastados empíricamente. Se
suele planificar la actuación en función de la obser-
.vación directa de una serie de signos que se rela-
cionan con una descompensación o con estrés sig-
nificativo. Desde un punto de vista logística es
importante que los psicólogos que realizan la inter-
vención en crisis, puedan identificar a aquellas per-
sonas que requieren una asistencia más inmediata
y cuál es el orden de prioridades a seguir. Un proce-
dimiento de tría psicológica será operativo si decide
adecuadamente quien necesita recibir intervención
y quien no. Se tiene que identificar la población
objeto de intervención y organizarla en grupos
específicos: víctimas supervivientes, heridos y no
heridos, familias con difuntos, miembros de la
comunidad, testigos o espectadores y profesionales
de la emergencia. Una falta de selección o una

selección incorrecta de las personas afectadas y de
la intervención a realizar puede interferir negativa-
mente en los sistemas de recuperación natural.
Para poder realizar una tría psicológica adecuada
es clave saber qué reacciones ayudan o facilitan la
recuperación y qué reacciones pueden llevar a un
pronóstico de PTSD. Cannon (35) fue el primer
autor que hizo énfasis en la respuesta de lucha o
huida como guía para realizar una tría psicológica.
Este autor entiende que las respuestas psicofisioló-
gicas que caracterizan el periodo de adaptación a
las crisis preparan a la persona para sobrevivir.
Gracias a la movilización de los mecanismos psico-
fisiológicos aumenta la probabilidad de superviven-
cia física al permitir hacer frente a la amenaza. Los
mecanismos fisiológicos que preparan para una res-
puesta adaptable a la situación de crisis o trauma
son:
a) aumento de la activación de la rama simpática
del sistema nervioso autónomo;
b) aumento de la actividad del sistema neuromus-
cular y,
c) aumento de la activación del sistema simpáti-
co-adrenal (36).
Hay una amplia gama de manifestaciones que
suelen tener una corta duración como son: episo-
dios agudos de dolores musculares, taquicardia,
manos y pies fríos, elevaciones de la presión san-
guínea, respuesta de hipertensión, hipervigilancia,
agitación leve, formas de agresividad, disminución
del apetito, disminución de la movilidad gastrointes-
tinal, disminución del deseo sexual, etcétera, que si
bien pueden presentarse con cierta intensidad, no
parecen estar relacionados directamente con PSTD
(37).
Se pueden identificar varios procesos fisiológicos
cuya activación puede desencadenar crisis agudas
o PTSD y que numerosas investigaciones han vin-
culado con la aparición de diferentes manifestacio-
nes psicológicas traumáticas como son : sentimien-
tos de disociación, despersonalización y10 desreali-
zación, de reacciones de culpabilidad, incluyendo la
"culpa por el hecho de sobrevivir", ideas de impo-
tencia, desesperación e ideación suicida (38-46).
Mitchell (34) ha propuesto una clasificación en
cinco niveles en función de los efectos psicológicos
del acontecimiento traumático, que se pueden utili-
zar para identificar el tipo de intervención más ade-
cuadaencadacaso.
El modelo de clasificación propuesto, estructura-
do en varios niveles, propone que las víctimas que
hayan sufrido situaciones clasificadas en los prime-
ros niveles tendrán que recibir menos ayuda psico-
Psiquis, 2002; 23 (5): 198-208
lógica que las que hayan sido víctimas de situacio-
nes descritas en los últimos niveles. Los niveles
propuestos son los siguientes:
El nivel 1 es aquel en el que la situación afecta
de forma muy limitada a la comunidad y que no
causa un estrés significativo en los profesionales de
emergencias que intervienen. Se incluyen los acci-
dentes sin víctimas mortales y los actos delictivos
sin violencia. Es un nivel que requiere una respues-
ta limitada de los equipos de intervención psicológi-
ca. En el caso que se decida intervenir hay que
hacerlo de inmediato, pocas horas después del inci-
dente. Las intervenciones más adecuadas son: el
apoyo individual en la crisis, la neutralización y
desahogo de las víctimas, facilitación de material
informativo y terapia breve para aquellos que hayan
quedado más seriamente impactados. En casos de
robo, también suele ser útil realizar un proceso de
ayuda grupal.
El nivel 2 incluye aquellos sucesos con víctimas
mortales, donde se ven implicados un pequeño
número de personas de la comunidad y un pequeño
número de personal de emergencias. Son situacio-
nes en que la familia o el entorno inmediato de la
víctima, requieren de apoyo psicológico en el duelo
y facilitación para la posible terapia posterior. En
estos casos, los familiares suelen necesitar sesio-
nes prolongadas y continuas. Sin embargo, hay que
tener en cuenta que en determinadas ocasiones lo
más recomendable será actuar al cabo de unos
días o incluso semanas, con el fin de que el proce-
so de duelo familiar no interfiera en la intervención
psicológica y los familiares sean más receptivos a la
ayuda externa. Con frecuencia también suele que-
dar afectado algún profesional de los equipos de
emergencia, que necesita apoyo en crisis de forma
inmediata. En estos casos, podría ser necesaria la
realización de una sesión de neutralización y un
proceso de ayuda grupal. Generalmente, el perso-
. nal de emergencia requiere sesiones cortas y espe-
cíficas.
El nivel 3 engloba aquellos desastres en que el
número o el tipo de víctimas (sobre todo niños)
supone un impacto considerable en personas de la
comunidad y en los miembros del personal de
emergencia. En estos casos se requiere un doble
equipo para actuar sobre las víctimas: uno sobre la
familia, testigos y miembros de la comunidad y el
otro sobre el personal de emergencias. La interven-
ción individual tendrá que ser inmediata y al cabo
de pocos días se podrá llevar a cabo alguna actua-
ción grupal. Las familias requieren apoyo en crisis,
asesoramiento y counseling, mientras que para el
personal de emergencias se recomiendan procesos
A. Costa Marcé y M. de Gracia Blanco
TABLA l
Clasificación de las intervenciones psicológicas en crisis en función de los distintos niveles de
gravedad de los sucesos
Efectos del acontecimiento
Nivel 1 La situación afecta de forma muy limitada
a la comunidad y no causa un estrés
significativo en los profesionales de
emergencias que intervienen. Se incluyen
los accidentes sin víctimas mortales
y los actos delictivos sin violencia.
Nivel 2 Sucesos con víctimas mortales, donde
se ven implicados un pequeño número
de personas de la comunidad y un
pequeño número de personal
de emergencias.
Nivel 3 Desastres en que el número o el tipo
de víctimas (sobre todo niños) supone
un impacto considerable en personas
de la comunidad y en los miembros
del personal de emergencia.
Nivel 4 Sucesos donde el impacto en los
miembros de la comunidad y el
personal de emergencias es grave.
Nivel 5 Engloba sucesos extremos: guerras,
ataques terroristas, huracanes, riadas,
incendios. Todos tienen en común
su gravedad, el número elevado de
víctimas mortales, los cuantiosos daños
materiales y la necesidad de movilizar
a numerosos equipos de emergencias.
de neutralización e intervenciones grupales al cabo
de unos días. En casos concretos también puede
ser recomendable una terapia más prolongada.
El nivel 4 incluye sucesos donde el impacto en
los miembros de la comunidad y el personal de
emergencias es grave. En este caso también se
requieren dos equipos, pero el nivel de intervención
sobre el personal de emergencia, comparado con el
nivel 3, es más intenso y prolongado. En estos
casos se requieren intervenciones a corto y largo
plazo. Para los grupos de emergencias es eficaz el
apoyo individual, las neutralizaciones, los procesos
Intervención adecuada
- Apoyo individual en crisis.
- Neutralización.
- Desahogo de las víctimas
- Facilitación de material informativo
- Terapia breve para los afectados
- En caso de robo, proceso de ayuda grupa1
Familias:
-Apoyo psicológico en el duelo y facilitación para
la posible terapia posterior.
- Sesiones prolongadas y continuas
Personal de emergencias:
-Apoyo en crisis de forma inmediata
- Neutralización
- Proceso de ayuda grupal
- Sesiones cortas y específicas
Familias, testigos y miembros de la comunidad:
- Apoyo en crisis
- Asesoramiento y counseling
- Intervención individual inmediata
Personal de emergencias:
- Neutralización
- Intervenciones grupales al cabo de unos días
Familias, testigos y miembros de la comunidad:
- Asesoramiento y counseling
Personal de emergencias:
- Neutralización
- Apoyo individual
- Se requieren intervenciones a corto y largo plazo
Familias:
- Counseling
- Apoyo
- Seguimiento
Víctimas en general:
- Atender las necesidades individuales, grupales
y comunitarias.
grupales y el seguimiento; para las familias es ade-
cuado el asesoramiento y el counseling.
El nivel 5 es la categoría que engloba sucesos
extremos: guerras, ataques terroristas, huracanes,
riadas, incendios. Todos tienen en común su grave-
dad, el número elevado de víctimas mortales, los
cuantiosos daños materiales y la necesidad de
movilizar a numerosos equipos de emergencias.
En estas situaciones extremas, la infraestructura
de los distintos servicios de emergencias no permite
dar una respuesta eficaz de forma inmediata, los

equipos de emergencia pueden tardar días o inclu-
so meses para organizarse y poder atender a las
diferentes necesidades, tanto individuales como
grupales o comunitarias, de apoyo a las familias y
los servicios de seguimiento, asesoramiento o tera-
pia (6) (Tabla 1).
Por último, la tría psicológica debe poder facilitar
la identificación de las víctimas por sus necesidades
específicas y de este modo, adecuar el tipo inter-
vención más urgente. En particular, los miembros
de los equipos de emergencias tienen que recibir
una intervención a parte del grupo de víctimas, ya
que ambos necesitan intervenciones centradas en
las necesidades y cuestiones específicas. El hecho
de compartir el espacio de intervención en crisis
podría agravar los síntomas de estrés.
Actualmente, la mayor parte de las intervencio-
nes priorizan sus operaciones de rescate en los
riesgos para la seguridad y la salud física, dejando
en un segundo plano la intervención psicológica.
Para mejorar las futuras intervenciones en crisis, se
tienen que articular las operaciones de rescate y
asistencia con la intervención psicológica, de una
forma integrada con el resto de actuaciones.
Correspondencia:
Dr. M. de Gracia Blanco
Departamento de Psicología
Universitat de Girona
Placa Sant Domenec, 9
E- 170 17 Girona
E-mail: manuel.gracia @udg.es
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