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TEOLOGÍA Y PEDAGOGÍA
Nos hallamos en plena efervescencia catequética: los modelos tradicionales de
catequesis han desaparecido o persisten en experiencias aisladas. Las nuevas prácticas
sólo tienen de común la negación del modelo antiguo. La teología práctica podría
aportar algunos criterios para poner un poco de orden intelectual y contribuir a la
elección de vías de futuro. Este artículo pretende mostrar las relaciones entre teología
y pedagogía en sus planteamientos esenciales. Es necesario señalar los puntos
cruciales de donde parten los problemas. Así se practican las experiencias catequéticas
actuales, reteniendo de ellas lo mejor y abandonando lo malo.
Autonomía y diálogo: "(...) para que todos puedan asociarse a la vida de la iglesia, ser
autónomos como cristianos y participar en el diálogo de la fe." (J. Henkys y G.
Kehnscherper). El objetivo, fijado teológicamente, es abierto, permitiendo diversas
pedagogías. La pedagogía podrá repercutir en la teología, si ésta fracasa.
Estos ejemplos bastan para ver la unión entre teología y pedagogía. No debe pensarse
que a cada objetivo deba corresponder una sola pedagogía: la definición de un objetivo
implica una pedagogía dominante. Cuando se respeta esto en la práctica y el fracaso es
el resultado del proceso catequético, debe cuestionarse el conjunto teología-pedagogía,
y no sólo la parte pedagógica.
Hoy podemos constatar ignorancias comparables, con otro transfondo y otra función,
cuya resolución no llegará al mismo resultado. Ya no se vive en una atmósfera religiosa,
de referencia cristiana, estructurada por lo ritual. La secularización, legítimamente
ocasionada por los catecismos de la reforma, ha tenido, entre otros efectos, el de la
instrumentación de la razón. Los problemas humanos que la religión tomaba a su cargo
se han convertido en problemas de la vida en general cuya respuesta se relega a un
ámbito privado.
Las buenas intenciones no bastan. El uso ingenuo del lenguaje en catequesis sólo tiene
éxito por casualidad. El examen del uso del lenguaje hace aparecer la dependencia
recíproca entre teología y pedagogía.
importancia a lo que para él la tiene, de hecho no presta una verdadera atención a sus
interlocutores. Si esta declaración es seguida de una instrucción magistral sobre los
elementos esenciales de la fe cristiana, se tiene la impresión de que la fe es un conjunto
de dogmas que basta conocer para estar en la verdad. Los mejor dispuestos darán cuenta
en todo momento de lo que han aprendido; así, los "mejores" parecerán ser los mejor
dotados escolarmente; excepción hecha de aquellas cabezas brillantes que, por
oposición o indiferencia, se habrán unido al clan de los malos estudiantes; lo que
permitirá dudar de su inteligencia real.
A menudo se confunde el lenguaje "a propósito de la fe" con el lenguaje "de la fe". Esto
es ruinoso. Jesús no cometió esta confusión al anunciar el reino en parábolas. A través
de ellas, que no revelan grandes secretos, puso a sus oyentes en relación con el Reino
para que pudieran darse cue nta de lo que éste suponía para ellos y, eventualmente,
entrar en él.
Sólo un tipo de lenguaje, comparable en sus efectos al lenguaje de Jesús, podrá operar el
cambio necesario en el proceso catequético. Pero una simple recuperación de las
parábolas o de otros textos del N.T. no tendría en cuenta la diferencia de contextos. Los
textos bíblicos tendrán su fuerza cuando se proclamen en una experiencia que habrá
puesto a los catecúmenos en situación de recibirlos, aclarando una situación del grupo o
de una actividad llevada a cabo en la catequesis.
-el primero, tiende a operar el cambio, o la posibilidad de éste, en las premisas, cuyos
portadores son los catecúmenos, sobre la fe, la iglesia, la catequesis y sobre la
comprensión de sí mismos. Este lenguaje evitará los métodos magistrales y tendrá un
poder esencialmente educativo.
-el segundo, tiende a dar cuenta de las experiencias del primer orden de lenguaje,
criticándolo mediante afirmaciones dogmá ticas; a las que criticará a su vez a partir de la
experiencia. Su función es informativa, pero resulta tan necesario como el otro.
Ninguna teología apoya cualquier pedagogía, o viceversa, pero toda teología debe
definir su pedagogía y arriesgarse en ella. La catequesis es el primer lugar de prueba de
la teología. El constante fracaso pedagógico puede camuflar carencias teológicas. En el
ejemplo citado, es la comprensión del amor de Dios la que podría ser equivocada. Se ha
utilizado el término "amor" por creer que daba un punto de contacto con la realidad y
las necesidades de los catecúmenos.
datos personales. Así la catequesis educa al mismo catequista poniendo en juego sus
capacidades de aprendizaje y la disponibilidad al cambio. El cambio puede ser
ocasionado tanto por el fracaso como por el éxito.
Conclusión