El héroe clásico, el héroe preconizado por la cultura griega y romana,
se fundamenta en los tres ideales platónicos: Verdad, bondad y belleza. Estas tres cualidades son inseparables y son símbolo de perfección. Lo que es bello siempre será bueno y por ende verdadero; lo bueno siempre será bello. Es tarea común de los héroes enfrentarse a su antítesis: el monstruo. Si el héroe es símbolo de perfección (bello, bueno, verdadero), el monstruo será su contrario (malo, feo, falso). Freud en su célebre ensayo Der unheimlich, lo siniestro u ominoso, sostiene que esa sensación de siniestro y ominoso aparece cuando salen a la superficie cosas que a voluntad se han reprimido. El monstruo es quizás la expresión por antonomasia de lo siniestro. El monstruo (palabra que viene del latín mostrum - mostrare, mostrar) es lo que está a la vista pero no queremos verlo y luchamos para ocultarlo. El monstruo representa todo lo que odiamos y tememos, y por esta causa tratamos de ocultar. Lo malo y lo feo (y por lo tanto lo falso) está condenado a la sombra, a la oscuridad. Jorge Luis Borges en el prólogo de su Manual de zoología fantástica sostiene que los monstruos son producto de la combinación de varios elementos de otros seres: el centauro es mitad hombre mitad caballo, la sirena mitad mujer mitad pez, la quimera tiene cuerpo de león, patas de cabra, cabeza y alas de águila y cola de serpiente. El monstruo es lo que se opone a la aparente homogeneidad del mundo. Monstruoso es lo heterogéneo, es la mezcla. El monstruo es una constante puesta en duda de la noción de límite, se encuentra al margen de la representación. Si los monstruos clásicos y medievales son mezclas de criaturas conocidas y fácilmente representables, el monstruo moderno se hará más ambiguo e informe. Desde el siempre cambiante Drácula (que es hombre, que es murciélago, que es lobo) hasta el amorfo Alien (que no tiene ojos ni extremidades, es pura boca), desde el bipolar Jeckill / Hyde hasta el mimético Depredador, desde la autómata de Metrópolis de Fritz Lang hasta el protéico T-1000 de Terminator. El monstruo entonces se encontrará en el borde entre lo que se muestra y lo que se oculta. Recordemos su origen etimológico, recordemos que es la confusión de los límites. Esta dicotomía esconder-mostrar se puede apreciar dramáticamente en Freaks de Tod Browning. Los fenómenos de la película son sujetos horribles que causan las más horribles sensaciones en los espectadores, sin embargo, tienen la necesidad de verlos, de exhibirlos en el circo. No obstante, si para la mayoría de las personas esos seres deformes y mutilados son monstruosos, para ellos los demás son seres egoístas y malvados, son seres monstruosos también. Por esta razón, el canto de estos personajes (We accept her/one of us) resuena en nuestros oídos porque íntimamente sabemos que queremos ocultar algo, que de alguna manera tenemos algo monstruoso.