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Los nobles fueron llamados por los españoles “orejones”. Esto se debió a la
impresión que le causaron sus enormes orejas, ampliadas por los grandes
pendientes que usaban.
Se los vestía de blanco y se los reunía en la plaza de Cuzco. Todos los candidatos
llevaban cortados los cabellos y tenían la cabeza rodeada de un llautu negro con
plumas. Tras unas plegarias al Sol, la Luna y el Trueno, subían a la colina de
Huanacaui, donde guardaban ayuno, participaban de competencias y bailaban.
Más tarde, pasaban a la presencia del Inca quien les entregaba unos pantalones
ajustados, una diadema de plumas y un pectoral de metal. Finalmente les perforaba
personalmente las orejas con una aguja de oro, para que pudieran usar sus
característicos pendientes, signo de su categoría.
Los “orejones” tenían numerosos privilegios, entre ellos los de poseer tierras y ser
polígamos. A menudo recibían regalos del monarca, tales como mujeres, llamas,
objetos preciosos, permisos para ir en andas o utilizar un trono.
Los curacas
Los curacas constituían la nobleza local, algunos con ancestros más antiguos que los
mismos emperadores. Una vez conquistadas sus comunidades por los incas,
accedieron a incorporarse en la estructura imperial, a cambio de conservar parte de
sus privilegios. Dentro de estas prerrogativas, se encontraba el derecho a cobrar
tributo a los miembros de su comunidad.
Para asegurarse su fidelidad, el Estado obligaba a cada nuevo curaca que accedía al
mando, a manifestar su adhesión al Inca, y a enviar a su hijo y sucesor a Cuzco para
educarse. Allí recibía la enseñanza de la lengua quechua, de la religión oficial y de
las costumbres del Imperio.
Los curacas ofrecían frecuentemente al Emperador, una hija o una hermana como
esposa secundaria, y obtenían de él mujeres y servidores. Esta práctica reforzaba
aún más la alianza entre ellos. Tenían obligación de peregrinar cada año a la ciudad
capital para ofrecer parte de los bienes producidos.
Todo curaca dependía de los jefes de provincia y tenía una “segunda persona”,
como la llamaron los españoles, con menor poder. Su nombre era huatunruna y se
encargaba de tratar directamente con el pueblo.
Los curacas no se casaban con los demás miembros del ayllu sino que formaban,
dentro de él, un grupo privilegiado de principales, enlazados con otras familias
curacales de la provincia o del mismo Cuzco.
Grupos no privilegiados
El ayllu era la comunidad de campesinos unidos por vínculos familiares, que tenían
antepasados en común y habitaban el mismo territorio. El Estado entregaba tierras
a cada comunidad para su subsistencia. Anualmente, el jefe local o curaca, asignaba
parcelas a cada familia según el número de sus componentes. Las tierras eran
trabajadas colectivamente por todos los miembros de la comunidad. Regularmente
debía entregar fuertes tributos en productos y en trabajo al Estado y a los curacas.
Los mitimaes eran comunidades campesinas que habían sido desposeídas de sus
tierras de origen. En algunos casos se trataba de colonos que los incas enviaban a
regiones rebeldes, para instalarlos allí como fuente de control e información. En su
nuevo lugar de residencia, reproducían su ayllu y sus costumbres.
Frecuentemente eran regalados a los nobles, para que trabajaran sus tierras. Buena
parte eran servidores del palacio imperial o los templos.
Pese a todo, no puede decirse que fueran esclavos, ya que les era lícito poseer
tierras, ganados y bienes, que sólo podían transmitir a uno de sus hijos.
INTRODUCCIÓN
EL ARTE INDÍGENA
Entre el siglo V a.C. y la conquista española, en el XVI d.C., una metalurgia
preciosista imprimió su huella sobre el territorio colombiano como en pocas
regiones del mundo haya sucedido en época alguna. En el área andina y en los
litorales del mar Caribe y el océano Pacífico, surgieron cerca de una docena de
estilos diferentes, se elaboraron miles de piezas de ornamentación y de ofrenda
con las más variadas representaciones de hombres, animales, seres fantásticos y
figuras geométricas, combinando técnicas sobre diferentes aleaciones.
La generalidad de esa actividad artística se fortaleció bajo condiciones de
prosperidad económica, ya que durante la época en la que se inicia la metalurgia,
las sociedades indígenas habían alcanzado ya una producción agrícola estable que
complementaban con la caza y la pesca.
Una compleja filosofía que explicaba el origen del mundo y las relaciones de los
hombres entre sí y con la naturaleza, fue plasmada por los artífices indígenas por
medio de diferentes patrones estilísticos que se repiten y renuevan, que
evolucionan sobre sus piezas fabricadas en metal. Gran parte de las piezas
fabricadas en oro, tumbaga y cobre, tienen un carácter religioso y simbólico que las
explica y justifica. Sus objetos, sus piezas, no fueron joyas para realzar la presencia
del individuo, para la vanidad, sino objetos sagrados que formaban parte de
principios e ideas religiosas fundamentales para toda la sociedad.
Aunque en la Colombia prehispánica las formaciones sociopolíticas no alcanzaron el
nivel de estados, sí existieron autoridades políticas y religiosas centralizadas. Los
caciques y chamanes vestían grandes y complejas piezas de oro que narraban rango
y autoridad en el caso del primero, y capacidades mágicas y conocimiento del
hombre y la naturaleza en el segundo.
La tecnología más notable se dio en el centro del país, en donde los hombres del
período Quimbaya Temprano desarrollaron la técnica de la cera perdida y la
fundición en varias etapas. La influencia de esta tradición se extendió hacia el norte
de Colombia y p osteriormente
hacía Panamá y Costa Rica. La conquista y colonización del terriotorio por parte de
España y Alemania provocó el fin del desarrollo independiente de estas culturas y
marcó el abrupto punto final de su producción metalúrgica. Una gran parte del oro
fue saqueado y fundido para formar lingotes. Algunas piezas se conservaron en
sepulturas y lugares de ofrenda a los cuales no tuvieron acceso los conquistadores.
“Entonces vi las cosas que habían sido traídas de la Nueva Tierra del Oro para el
Rey... Maravillas de todas clases... Objetos esplendorosos para el uso del hombre,
más bellos que cualquier cuento de hadas. En todos los días de mi vida nunca había
visto cosa alguna que llenara tanto de gozo mi corazón como estas cosas. Porque
ente ellas vi tesoros de arte extraño, exquisitamente trabajados, y me maravillé del
genio sutil de estos hombres de tierras distantes. No tengo suficientes palabras para
describir las cosas que vi ante mis ojos.” Alberto Durero.
· Por último tenemos una clasificación especial que realiza el antropólogo Gerardo
Reichel - Dolmatoff, agrupando piezas relacionadas con el vuelo del chamán. Existe
un extenso grupo de figuras que forman un complejo coherente y articulado del
arte chamánico con el tema unificado de la transformación. En los rituales, el
sacerdote adquiría la energía de plantas y animales poderosos como el jaguar, el
caimán, el murciélago y las aves. De esta transformación mágica dependía el
control de las tensiones naturales y sociales.
LOS SIMBOLOS
Los artefactos fabricados en oro, tenían una doble significación dentro de la cultura
precolombina. Servían como puente de comunicación entre el mundo del hombre y
el de los dioses, que era considerado por ellos como el mundo original, antes de
que apareciese el tiempo, y con él, la muerte. Las representaciones de seres
humanos, de animales reales y fantásticos, así como su combinación, buscaban
reconstruir ese mundo anterior, cuando t
LA CONTEMPORANEIDAD
EL MUNDO CHAMÁNICO
Para penetrar en el complejo mundo de la significación de la orfebrería
precolombina, es preciso reconstruir la cosmovisión del chamán indígena,
personaje fundamental dentro de las sociedades antiguas.
El chamanismo aparece en las sociedades prehispánicas como un sistema de
creencias y prácticas religiosas que tiene como fin organizar y explicar las relaciones
entre el hombre, la naturaleza y el cosmos, un camino hacia la búsqueda del lugar
del individuo en el mundo, experiencia que tiene sus bases en prácticas visionarias.
El escritor Carlos Castañeda define: “El chamanismo es un estado de conciencia; la
capacidad para usar campos energéticos que no se emplean al percibir el mundo de
la vida cotidiana que conocemos.”
Para los indígenas, el cosmos se encuentra estratificado, es una secuencia de
mundos superpuestos, formado principalmente por el mundo terrestre, el mundo
subterráneo, y el mundo celeste.
Para los chamanes, estos mundos poseen otras dimensiones, visitadas durante los
llamados vuelos o trances. Existe además la creencia de que en tiempos remotos, el
hombre tenía la posibilidad de comunicarse con estos mundos por medio de una
escalera, un puente o un camino secreto, mas dicha comunicación fue
interrumpida.
La figura chamánica tiene también un significado dual, simbolizando por una parte
la procreación y por otro la muerte, asociados con la lechuza y el murciélago. Por su
carácter agresivo, frecuentemente se le ve repesentado como un guerrero. Sus
atavíos, sus máscaras y sus gestos pueden llegar a parecer animalmente
intimidantes y violentos, inspirando temor reverente.
La cola desplegada evolucionó formalmente hacia dos trazos en eje que descienden
en ángulos rectos, trazos que frente a un observador moderno podrían aparecer
como dos piernas, al igual que las alas pasarían por brazos. También hay ocasiones
en las que las metáforas no aparecen claramente expresadas, debido posiblemente
-tal como en el arte actual- a que no todos los artesanos poseían el mismo grado de
entendimiento.
“Uno de los obstáculos más frecuentes en el estudio general de las figuraciones, es
el paso de una forma a la otra cuando el artesano ha dejado de entender el tema
que reproduce”. Leroi Gourhan.
Todas estas piezas reflejan formas de pensamiento que eliminan la d
istancia entre el chamán y el hombre,
hasta formar un solo ser con características duales: su lado humano, racional, no es
separable de su lado animal, instintivo. La experiencia chamánica sienta sus bases
en la ingestión de sustancias alucinógenas que acercan al hombre a su naturaleza, o
a su otra naturaleza, intensificándose durante los trances su percepción del cosmos.
La figura elegida pertenece a este grupo de piezas, en las que el hombre-pájaro
penetra otras realidades que lo llevan a un descubrimiento interior. Según estos
seres hace siglos desaparecidos salvo por su obra, se trata de un descubrimiento
interior que consigue guiar al ser humano hacia el deseo de respetar a los demás y
a la naturaleza.
Aylluq rurun, wayna sipas. / Fruto del pueblo, hombres y mujeres jovenes.