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Sandra Timaure
Sandra Timaure1
stimaure@gmail.com
Universidad Metropolitana
Resumen
El artículo tiene como propósito incorporar elementos de análisis sobre el
verdadero carácter autobiográfico de las Confesiones de san Agustín. Pro-
cura revisar la disposición genérica del texto a partir de aspectos como su
intencionalidad, su estructura narrativa o su situación histórica. También pre-
tende resaltar el espíritu dialógico que domina al relato, con sus respectivas
connotaciones metafísicas y gnoseológicas.
Abstract
This paper aims to incorporate elements of analysis on the real autobiogra-
phical character of St. Augustine´s Confessions. It tries to review the generic
text layout from aspects such as intentionality, its narrative structure or histo-
rical situation. It also aims to highlight the dialogical spirit that dominates the
narrative, with its metaphysical and epistemological connotations.
1
Profesora tiempo completo del Departamento de Humanidades de la Universidad Metropoli-
tana. Licenciada en Letras por la Universidad Católica Andrés Bello. Magister en Filosofía y
doctora en Filosofía por la Universidad Simón Bolívar.
Introducción
En una carta dirigida a Darius, un alto funcionario que le había pedido un
ejemplar de las Confesiones, Agustín señala: “Sume, inquam, libros, quos
desiderasti, Confessionum mearum: ibi me inspice, ne me laudes ultra quam
sum; ibi non aliis de me crede, sed mihi; ibi me attende, et vide quid fuerim
in meipso, per meipsum”2 (san Agustín, Epist. Ad Darium, CCXXXI). En estas
palabras, afirma que su obra da cuenta de una identidad personal; lo que él
es (o fue en el momento de escribir sus Confesiones) ha quedado contenido
en el relato. Pero se podría decir que el texto, de algún modo, trasciende
las referencias anecdóticas y va más allá de la intención estética; incluso,
supera el carácter testimonial de una transformación religiosa. La narración
no es solo per meipsum, por mí mismo, pues no se queda en el nivel de la
exposición de ciertos eventos personales. Agustín señala que es in meipso,
en mí mismo; por lo cual la escritura pone de manifiesto aquello que está en
él y así da lugar a una verdadera interioridad.
San Agustín se pregunta por el yo, y sus cuestionamientos y hallazgos
constituyen la narrativa. De modo que la disposición de lo contado termina-
ría mostrando con fidelidad lo que el propio Agustín es. Ahora bien, ¿cómo
confirmar que en el relato de las Confesiones no hay una finalidad de ma-
nipular los hechos con el propósito de construir un determinado persona-
je? ¿Por qué se suprimen eventos tan importantes como la crisis escépti-
ca —que se trata en Contra Académicos—, o se minimiza la influencia de
algunos pensadores en la formación neoplatónica? (Courcelle, 1968, pp.
269 y ss.). Es importante, ante todo, comprender cuál es la naturaleza del
texto agustiniano: si nos encontramos ante una autobiografía y, como afirma
Georg Misch, el santo inaugura el género; o más bien, hay que leer la obra
con una intencionalidad distinta, que iría más allá tanto de la construcción
literaria como de la objetivación histórica de una vida particular. El término
“confesión” habrá de revisarse con suficiente detenimiento para establecer
así la posibilidad de estudiar la obra en el marco de su verdadera disposi-
ción genérica.
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“Recibe mis Confesiones, que tú has solicitado; en este libro mírame, con el fin de no permi-
tirme ir más allá de lo que valgo; en este libro, no creas a otros, sino a mí mismo; en este libro,
considérame y ve lo que yo fui, en mí mismo, por mí mismo”.
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Confesiones, IV, 11, 16. “Ibi fige mansionem tuam, ibi commenda quidquid inde habes, anima
mea, saltem fatigata fallaciis. Veritati commenda quidquid tibi est a veritate, et non perdes
aliquid, et reflorescent putria tua et sanabuntur omnes languores tui” (Fija allí tu morada, alma
mía, allí deja en guarda cuanto de allí has recibido: siquiera, fatigada de engaños; encomienda
a la Verdad cuanto de la Verdad has recibido, y no perderás nada; antes reflorecerán tus po-
dredumbres, y sanarán todas tus dolencias.) XI, 2, 3. “Circumcide ab omni temeritate omnique
mendacio interiora et exteriora mea, labia mea” (Circuncidad de toda temeridad y de toda
mentira mis labios interiores y exteriores). Trad. Valentín Sánchez Ruiz.
4
“Porque la caridad, que los hace buenos, les persuade que yo no miento en lo que de mí
confieso; y esta misma caridad es la que en ellos me cree”. Trad. Valentín Sánchez Ruiz.
5
“Confesaré, pues, lo que sé de mí, y confesaré también lo que no sé de mí”. Trad. Valentín
Sánchez Ruiz.
6
“Y ciertamente, Señor, a cuyos ojos está siempre desnudo el abismo de la conciencia humana,
¿qué podría haber oculto en mí, aunque yo no te lo quisiera confesar?”. Trad. Ángel Custodio
Vega.
7
Confesiones, II, 1, 1. “Amore amoris tui facio istuc, recolens vias meas nequissimas in amari-
tudine recogitationis meae, ut tu dulcescas mihi, dulcedo non fallax, dulcedo felix et secura,
et colligens me a dispersione, in qua frustatim discissus sum, dum ab uno te aversus in multa
evanui” (Por amor de vuestro amor hago esto, recorriendo con amargo recuerdo mis per-
versísimos caminos, para que Vos me seáis dulce, dulzura no engañosa, dulzura dichosa e
imperecedera, y recogiéndome yo mismo de aquella disgregación con que me repartí en pe-
dazos, cuando apartado de Vos que sois Uno, me desvanecí en muchas cosas). Trad. Valentín
Sánchez Ruiz.
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San Agustín compone mal porque él tiene muchas ideas, porque estas ideas no son elemen-
tos con contornos bien definidos, fáciles de catalogar, sino realidades vivientes que se enla-
zan, tumultuosas, fuera de la oscura región donde se efectúa el misterio de la creación. […]
Su universo interior está construido de tal suerte que él no puede pensar de manera analítica
y discursiva, condiciones primeras de una composición ordenada.
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“En cuanto a mí, todavía me emocionan cuando las leo ahora, igual que me emocionaban
cuando las escribí.”
cordiae tuae et dulcedine gratiae tuae, qua potens est omnis infir-
mus, qui sibi per ipsam fit conscius infirmitatis suae. (Confesiones,
X, 3, 4)10
10
“Porque las confesiones de mis maldades pasadas, que Vos me perdonasteis, cubriéndolas
con vuestra indulgencia, para hacerme feliz en Vos, transformando mi alma con la fe y con
vuestro sacramento, cuando se leen y se oyen, despiertan el corazón para que no duerma en
la desesperación, ni diga: No puedo, sino que vele en el amor de vuestra misericordia y en
la dulzura de vuestra gracia, con la cual es poderoso todo hombre flaco, que llega por ella a
conocer su flaqueza”. Trad. Valentín Sánchez Ruiz.
11
“¿Para qué quieren oír de mí quién soy, los que no quieren oír de Vos quiénes son?”. Trad.
Valentín Sánchez Ruiz.
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“Para que el que ve, no se gloríe, como si no hubiese recibido, no solo aquello que ve, sino
también el poder verlo”. Trad. Valentín Sánchez Ruiz.
Confesión o autobiografía
La autobiografía es definida por Phillippe Lejeune como:
13
Si los libros del 1 al 9 relatan la manifestación de la bondad divina a través de los eventos cro-
nológicamente fechados, sucesivos, cuya unidad no se comprendería más que al término del
itinerario en el libro 9; si el libro 10 propone una interiorización del evento como manifestación
del peso ontológico, gnoseológico y volitivo de cada instante; los libros del 11 al 13 muestran
que la unidad y la permanencia de todos los eventos vividos por la criatura, sea en el tiempo
para la criatura corporal o fuera del tiempo para las criaturas espirituales, se encuentran en el
evento que está en el principio: el acto creador.
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Un relato retrospectivo en prosa que una persona real hace de su propia existencia, mientras
pone el acento sobre su vida individual en particular sobre la historia de su personalidad, con-
trariamente a las “memorias”, que ponen el acento sobre el carácter histórico de la vida del
autor.
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No obstante, se podría tener como excepción la Historia Calamitatum de Pedro Abelardo,
escrita en el siglo XII. Este texto puede ser considerado una autobiografía, pues allí el autor
justifica o defiende ciertas teorías y conductas personales.
quid in se agatur, qui tibi confitetur, quia oculum tuum non excludit
cor clausum nec manum tuam repellit duritia hominum, sed solvis
eam, cum voles, aut miserans aut vindicans, et non est qui se abs-
condat a calore tuo. Sed te laudet anima mea, ut amet te, et con-
fiteatur tibi miserationes tuas, ut laudet te. (Confesiones, V, 1, 1)16
San Agustín considera que la acción de confesar viene precedida por
una suerte de reconocimiento o visión; el sujeto cae en cuenta de su natu-
raleza, de su ser disminuido y transitorio. Ha visto quién es y, aunque haya
sido doloroso, ya no puede dejar de ver. Advierte que todo poder es en rea-
lidad recibido, que toda autonomía es parcial o limitada. “Irrideant nos fortes
et potentes”, nos dice, ríanse de nosotros los fuertes y poderosos –aquellos
que aún no han sido abatidos–, que nosotros débiles y pobres te confesare-
mos (Confesiones, IV, 1, 1). Agustín entiende que el hombre por ser hombre
es siempre débil (infirmus), y es esta condición la que quiere revelar; escribir
sobre sí mismo no persigue el ideal de edificar y, mucho menos, de justificar
sus acciones, procura más bien exponer su propia flaqueza.
En el libro IV, Agustín señala: “Quid autem ista loquor? Non enim tempus
quaerendi nunc est, sed confitendi tibi” (Confesiones, IV, 6, 11).17 Afirma que
no es tiempo de buscar o de filosofar, sino de confesar. Esta advertencia
supone que el espíritu no debe distraerse en cuestiones que lo separen de
la intención fundamental del texto. San Agustín no ha de escribir con el pro-
pósito de establecer tesis o teorías acerca de la naturaleza de las cosas; él
procura hallar una verdad acerca de sí mismo, y en esa búsqueda poner de
manifiesto que nada podría ser visto sin la luz divina. Ahora bien, sabemos
que en las Confesiones abundan pasajes de naturaleza filosófica y espe-
culativa: ¿por qué hablar del olvido o de la magnitud del tiempo?, ¿por qué
reflexionar sobre el mal, los primeros principios o la memoria? Estas medita-
ciones sobre aspectos antropológicos y metafísicos no están separadas de
16
“Recibid, Señor, el sacrificio de mis Confesiones, que os ofrece mi lengua, que Vos formasteis
y moviste para que confesase vuestro Nombre (Ps. 53, 8); sanad todos mis huesos (Ps. 6, 3) y
ellos os digan: Señor, ¿quién hay semejante a Vos? (Ps. 34, 10). Cierto que el que a Vos se con-
fiesa, no os da a conocer lo que pasa por él; porque ni hay corazón cerrado que se encubra
a vuestra mirada, ni dureza de hombre que resista a vuestra mano, antes la ablandáis cuando
queréis, o con misericordia o con castigo, y no hay quien se esconda de vuestro calor (Ps. 18,
7). Pero mi alma os alabe para amaros; y os confiese vuestras misericordias (Ps. 106, 8) para
alabaros”. Trad. Valentín Sánchez Ruiz.
17
“Pero, ¿a qué hablo de estas cosas? Porque no es éste tiempo de plantear cuestiones, sino de
confesarte a ti”. Trad. Ángel Custodio Vega.
siendo más que una autobiografía, una invitación a creer o, si se quiere, una
plegaria.
Las Confesiones remiten a dos acepciones del término confesión: ala-
banza de Dios y admisión de las faltas o pecados propios; ahora, ¿se trata
solo de la presencia de un homónimo o se puede establecer una relación
entre ambos significados? El uso no cristiano de la palabra hace referencia
al ámbito jurídico: el sujeto se confiesa o admite la ejecución de un delito.
Esto puede suceder por la coacción de la ley o por cierta conveniencia per-
sonal. Pero el cristianismo hace del reconocimiento de las culpas un acto
de acercamiento a Dios, de elogio a su grandeza. El tener la capacidad de
verse a sí mismo, de conocerse, únicamente es posible porque Dios ha ge-
nerado la conversión, ha volcado al hombre hacia sí mismo. Alabar a Dios
confesándose no supone la ejecución de un discurso biográfico —porque
no hay nada que se le pueda decir que Él no sepa—, implica más bien tener
la fortaleza y humildad de enunciar qué se ha hecho, en qué se cree, cuáles
son las dudas o temores que embargan al espíritu; como señala Jean-Luc
Marion: “As a result, confessio, beyond its double and strict language game,
describes my situation even before God: the issue in no longer what I say
to Him, but what I am before Him” (Marion, 2012, p. 30). Eludir la confesión
supondría, por tanto, que el hombre termine ocultándose a sí mismo, apar-
tándose de sí; pues de Dios será imposible separarse porque Él habita en la
intimidad: “Mecum eras et tecum non eram” (Confesiones, X, 27, 38).21
San Agustín afirma que, en última instancia, el hombre no ha de estar sin
confesarse, pues no puede permanecer siempre de espaldas a sí mismo.
Nos dice:
Confesio certum gemina est, aut peccati, aut laudis. Quando nobis
male est in tribulationibus confiteamur peccata nostra; quando no-
bis bene est, in exsultatione iustitiae confiteamur laudem Deo; sine
confessione tamen non simus. (Comentarios a los Salmos, 29, 19)22
21
“Estabas conmigo y yo contigo no estaba”. Trad. Ángel Custodio Vega.
22
“La confesión es doble, ya sea del pecado o de la alabanza. Cuando las cosas van mal para
nosotros, en estas tribulaciones confesamos nuestros pecados; cuando van bien, en la exal-
tación de la justicia, confesamos la alabanza de Dios. Pero nunca estamos sin confesar”.
23
Entre otros, podemos mencionar a: P. Courcelle (“Antécédents autobiographiques des Cones-
siones de saint Augustin,” Revue de philologie 31, 1957, p.p. 23-51), Hanna Arendt (El concep-
to de amor en san Agustín, p. 183), P. Brown (San Agustín de Hipona, p. 178), J-M Leblond (Les
conversions de saint Augustin, p. 5).
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66 Vol 18, N° 2, 2018: 51-69
Los límites de la narrativa autobiográfica…
Sandra Timaure