Sei sulla pagina 1di 4

Igualdad de género, una tarea

pendiente
por Mauricio Mancilla 28 septiembre, 2017

Las elecciones Presidencial, Parlamentarias y de Consejeros Regionales de noviembre


próximo han reabierto el debate en torno a la presencia de la mujer en espacios de decisión.
Si bien las mujeres, a lo largo de la historia, han hecho valiosas y vitales contribuciones en
los campos del saber, la creación y la política, su aporte sigue siendo insuficientemente
visibilizado. La obra de intelectuales de la talla de Rosa Luxemburgo, Marie Curie, Frida
Kahlo, Virginia Woolf, Gabriela Mistral, Simone de Beauvoir y Rigoberta Menchú, entre
otras, no pasa desapercibido al desarrollo de la política, las artes y la ciencia. Sin embargo,
las mujeres que han tenido éxito en estos campos han sido persistentes, obstinadas, rebeldes
e independientes, cualidades profesionales que son bien valoradas cuando se trata de varones,
pero no siempre consideradas como virtudes al momento de juzgar el desempeño de las
mujeres.
El mayor desafío de las mujeres ha estado en romper con un prejuicio histórico, que itera
sobre sus “inferiores” capacidades intelectuales. En su obra La descendencia del hombre y la
selección en relación al sexo (1871), Charles Darwin declaró que la igualdad de género era
imposible porque “las facultades intelectuales” son “siempre superiores en los varones que
en las mujeres”. Los varones son simplemente mejores –en palabras de Darwin– en
sagacidad, razón, imaginación, o el mero uso de los sentidos y de las manos”, porque sus
cerebros, durante el proceso de evolución, se hicieron superiores debido a la necesidad de ser
eficientes cazadores recolectores.
Aunque el panorama intelectual ha cambiado y hoy en día hay muy pocos científicos
dispuestos a ratificar los dichos de Darwin, las instituciones formativas, en su historia, no
escaparon a este prejuicio. Recién, a mediados del siglo XIX se comenzaron a eliminar las
normas que prohibían el ingreso de las mujeres a las universidades y, décadas más tarde, se
les concedió la posibilidad de realizar postgrados, con lo cual, por primera vez, tuvieron la
opción de convertirse en investigadoras y profesoras universitarias. La insigne Gabriela
Mistral, en un breve texto de juventud, “La instrucción de la mujer”, publicado en La Voz de
Elqui el 8 de marzo de 1906, señala: “Instrúyase a la mujer; no hay nada en ella que le haga
ser colocada en un lugar más bajo que el del hombre. […] Tendréis en el bello sexo instruido,
menos miserables, menos fanáticas y menos mujeres nulas”.
La defensa de Mistral a las mujeres poco a poco ha logrado tener éxito, pero junto a la falta
de acceso a los espacios formativos y de toma de decisiones, los logros científicos y
académicos de las mujeres han sido invisibilizados.
Tradicionalmente, las mujeres han sido relegadas a los papeles secundarios en la producción
y autoría científica, incluso, a veces, sus descubrimientos han sido asignados a colegas
varones. Así lo narra, por ejemplo, la película estadounidense Talentos ocultos (Hidden
Figures, 2016), que recupera la historia real de las matemáticas afroamericanas que fueron
clave, en la década de los 60, para que la NASA pudiera enviar al primer hombre a la luna.
A pesar de las mejoras generales en materia de igualdad de género en todo el mundo,
persisten las asimetrías. Mientras que el número de mujeres que se gradúan de las
universidades, en la mayoría de los países de OCDE, es superior al de los varones, sus
contribuciones siguen siendo inferiores, por ejemplo, en la autoría de trabajos académicos y
científicos. Este escenario da la razón, una vez más, a Simone de Beauvoir, quien afirmó que
“el gran hombre nace de la masa y lo arrastran las circunstancias, pero la masa de las mujeres
queda al margen de la historia, y las circunstancias son para cada una de ellas un obstáculo y
no un trampolín”. En el fondo, no es la supuesta “inferioridad de las mujeres” la que
determina su desatención histórica sino, por el contrario, la desatención histórica condena a
las mujeres a la inferioridad.
Como han mostrado diversos estudios, los problemas de la desigualdad y falta de equidad no
es un asunto individual, sino que está profundamente arraigado en la estructura de la
sociedad. La desigualdad de género se hace manifiesta en la estructura del matrimonio y las
lógicas familiares, en el trabajo y la economía, en la política y en la religión, en las artes y
otras producciones culturales, incluso en el mismo idioma que compartimos. Hacer que
mujeres y varones tengan los mismos derechos y oportunidades, requiere soluciones sociales
y no individuales.
Desde mediados del siglo XX, la proliferación de los movimientos feministas ha impulsado
el debate en torno a los mercados de trabajo y a la desigualdad salarial entre los géneros,
junto con reivindicar la participación de las mujeres en puestos de dirección en ámbitos
profesionales, gobiernos e instituciones culturales. Muchas organizaciones se han
comprometido en esta lucha y desde la creación de ONU Mujeres en julio de 2010, se ha
buscado “promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres”, para mejorar
sus condiciones de vida y responder a las necesidades que enfrentan en el mundo.
Si bien la situación en nuestro país ha ido cambiando en la última década, por ejemplo, en
las universidades, donde hay cada vez más mujeres a la vanguardia de muchos proyectos
docentes y de investigación, aún hay un número importante de sutiles barreras que dificultan
sus carreras académicas. No sólo hay escasez de mujeres en posiciones de liderazgo, sino
que muchas no son tan visibles como sus contribuciones lo merecen. Tener pocas mujeres
representadas en el escalafón más alto de la jerarquía académica crea una falta de modelos
para atraer y retener a las jóvenes profesiones.
Recientemente, con motivo de la celebración del 63° Aniversario de la Universidad Austral
de Chile, un grupo de estudiantes y profesores de la Escuela Periodismo de esta casa de
estudios, elaboraron un breve documental que releva los logros y contribuciones de 7
destacadas mujeres en la etapa fundacional de esta institución. Se trata de las funcionarias
Gabriela González, Irma Herrera y Kate Taylor; las académicas Inés Gebhard Paulus,
Aracely Poblete y Gladys Santos; y la estudiante Carmen Laucirica Weiss, quienes desde sus
ámbitos y responsabilidades aportaron en forjar una universidad que tiene un irrestricto
compromiso con el bienestar social y el desarrollo sustentable de las comunidades de la
región sur austral del país.
En un contexto político cambiante como el nuestro, la comunidad académica e intelectual
debe unirse en la lucha por la democratización del acceso y la visibilización del trabajo
intelectual de todos sus integrantes. Al mostrar la diversidad y la excelencia investigadora de
las mujeres y aprovechar sus experiencias, es posible no sólo mejorar la visibilidad de su
trabajo científico, sino también proporcionar modelos a seguir. Finalmente, se trata de
encarnar una sociedad muy distinta en lo cultural y hacer efectivo un nuevo “contrato social”,
que fortalezca la creatividad e innovación para promover el desarrollo económico, social y
cultural.

Fuente: https://www.elmostrador.cl/braga/2017/09/28/igualdad-de-genero-una-tarea-
pendiente/

Potrebbero piacerti anche